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El Diablo Cojuelo: Vida y Obra

Este documento proporciona un resumen biográfico de Luis Vélez de Guevara, escritor español del Siglo de Oro conocido por su novela "El Diablo Cojuelo". Explica que nació en Ecija en 1579 y tuvo una vida de pobreza y dificultades económicas a pesar de ser muy celebrado por sus contemporáneos como un ingenioso escritor. Murió en 1644 dejando una larga lista de pequeñas deudas en su testamento.

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El Diablo Cojuelo: Vida y Obra

Este documento proporciona un resumen biográfico de Luis Vélez de Guevara, escritor español del Siglo de Oro conocido por su novela "El Diablo Cojuelo". Explica que nació en Ecija en 1579 y tuvo una vida de pobreza y dificultades económicas a pesar de ser muy celebrado por sus contemporáneos como un ingenioso escritor. Murió en 1644 dejando una larga lista de pequeñas deudas en su testamento.

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The Project Gutenberg EBook of El Diablo Cojuelo, by Luis V�lez de Guevara

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with this eBook or online at [Link]

Title: El Diablo Cojuelo

Author: Luis V�lez de Guevara

Release Date: May 27, 2004 [EBook #12457]

Language: Spanish

Character set encoding: ISO-8859-1

*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL DIABLO COJUELO ***

Produced by Stan Goodman, DP Spanish Team, Virginia Paque and the


Online Distributed Proofreading Team.

EL DIABLO COJUELO

Luis V�lez de Guevara

CL�SICOS CASTELLANOS

EL DIABLO COJUELO

Luis V�lez de Guevara

PR�LOGO Y NOTAS DE FRANCISCO RODR�GUEZ MAR�N

1922

A LA GRATA MEMORIA DEL INGENIOS�SIMO


ESCRITOR HISPALENSE DON FELIPE P�REZ Y GONZ�LEZ,
MI LEAL AMIGO DESDE LOS TAN REGOCIJADOS
COMO FUGACES A�OS DE LA MOCEDAD.

_FRANCISCO RODR�GUEZ MAR�N_

PR�LOGO

Luis V�lez de Guevara--como dije en otra ocasi�n[1]--fu� tan pobre, que


bien puede dudarse si en alg�n tiempo de su vida lleg� a tener dos
trajes en mediano uso; pero, en cambio, a los doscientos y mas a�os de
su muerte tiene dos biograf�as diversas: la que le inventaron algunos
escritores, que es la mas conocida[2], y la que despacio y a retazuelos,
como de limosna, pero s�lidamente, le vamos escribiendo algunos
investigadores de nuestra historia literaria[3].

Seg�n la primera de entrambas biograf�as, V�lez naci� en Ecija por enero


de 1570, estudi� Leyes en la Universidad de Sevilla y vino a ejercer su
profesi�n a la Corte, en donde muy luego gan� estimaci�n y fama por su
sagacidad, gracejo y elocuencia. Defendiendo a cierto criminal capt� a
los jueces con su donaire; pero como el fiscal apelase de la benigna
sentencia dictada, el reo fu� condenado a muerte, y Luis V�lez a pagar
una multa. Tuvo noticia de ello el Rey, y cuando convers� con el festivo
abogado prend�se tanto de �l, que no s�lo le perdon� la multa, y la
vida al delincuente, sino que, adem�s, ya no pudo pasar sin el trato de
V�lez de Guevara, a quien protegi� sobremanera.

Esto fu� lo que suele llamarse hablar de memoria, porque en todo el


relato no hay otra cosa verdadera que lo de ser Ecija la patria del
escritor. Y lo realmente sucedido y cierto es, en este caso como en
otros muchos, menos bello y agradable que la mentira. V�amoslo.

Luis V�lez de Guevara naci� en Ecija, a fines de julio de 1579, de


padres hidalgos, pero pobres[4]: sabido es que la hidalgu�a y la
pobreza casi siempre anduvieron juntas[5]. Estudi� la Gram�tica en su
ciudad natal, y por julio de 1596 se gradu� de bachiller en Artes en la
Universidad de Osuna, eximi�ndose por pobre de pagar los derechos
acad�micos[6]. Seguidamente entr� a servir como paje a don Rodrigo de
Castro, cardenal arzobispo de Sevilla, a quien acompa�� en el viaje que
hizo a Madrid y a Valencia para asistir en las bodas de Felipe III y
do�a Margarita de Austria, de las cuales y de sus esplendorosas fiestas
trat� el poeta adolescente en un poemita que hizo imprimir en Sevilla, a
su regreso[7].

Muri� el Cardenal en septiembre de 1600; pero a esta saz�n no perduraba


V�lez en su palacio, pues, ya harto talludo para paje, dos meses antes
hab�a dejado su empleo, a fin de abrazar la profesi�n de las armas. �l,
en un memorial dirigido al Rey, dijo haber permanecido seis a�os en la
milicia[8]; pero que exager� en cuanto a la duraci�n de su vida
soldadesca demu�strase con otras palabras suyas, porque �l mismo, muchos
a�os antes, hab�a declarado que en el est�o de 1603 estaba en
Valladolid, y en tal declaraci�n, prestada en Sevilla a 26 de mayo de
1604 e in�dita hasta ahora, llam�base nuestro poeta, sin mencionar para
cosa alguna la cualidad de soldado, �vecino al presente en esta ciudad,
en la collaci�n de Santa Marina�[9].

Ya apellid�ndose V�lez de Guevara, en lugar de V�lez de Santander, como


se hab�a llamado hasta poco antes[10], escribi� y public� en 1608 un
nuevo op�sculo po�tico intitulado _Elogio del Ivramento del seren�ssimo
Pr�ncipe don Felipe Domingo, Quarto deste nombre_, y en la portada de
esta obrita se decia criado del Conde de Salda�a. Hab�a entrado, en
efecto, a su servicio como gentilhombre antes o poco despu�s de enviudar
de su primer matrimonio: del primero de los cuatro con que prob� su
grande afici�n a este santo sacramento[11].

Para sus nuevas nupcias con do�a �rsula Ramisi Bravo de Laguna[12], el
mencionado Conde le hizo donaci�n de cuatrocientos ducados, am�n de
se�alarle una pensi�n anual vitalicia de otros doscientos; pero estas
larguezas de los grandes de anta�o eran com�nmente m�s nominales que
efectivas, porque a la hora de cobrar--tan endeudados andaban de
ordinario--sol�an desvanecerse como el humo. Y en 1618, fallecida su
segunda mujer, que le dej�, am�n de alg�n otro hijo, a Juan, sucesor de
su padre en la profesi�n y en el ingenio[13], nuestro escritor contrajo
nuevo matrimonio, que la muerte hab�a de romper antes que pasaran dos
a�os, con do�a Ana Mar�a del Valle[14]; y dejando la casa del conde de
Salda�a, pas� a la del marqu�s de Pe�afiel, manirroto primog�nito del
gran duque de Osuna, a cuyo servicio estuvo, asimismo como gentilhombre,
cerca de un bienio[15].

Los continuos apuros, la perdurable indigencia y la negra fortuna de


Luis V�lez de Guevara en los a�os de 1622 y siguientes est�n pintados de
mano maestra por �l mismo en cinco memoriales en verso que salieron a
luz pocos a�os ha[16]. Ora pretende un humilde puesto en la servidumbre
del cardenal e infante don Fernando; ora, ya frustrado este prop�sito,
logra en 1623 la ef�mera porter�a de c�mara del Pr�ncipe de Gales,
nuestro hu�sped; ya, en 1624, obtiene, despu�s de grande esfuerzo, la
tambi�n harto breve mayordom�a del archiduque Carlos, muerto a�n no
transcurrido un mes desde su llegada a Madrid, y m�s adelante solicita
infructuosamente del Rey, alegando sus m�ritos y servicios y la nobleza
de su linaje, una plaza de ayuda de su guardarropa. Al cabo, este hombre
celebrado y aplaudido de todos por sus excelentes comedias, a la par que
por su deliciosa y amen�sima conversaci�n, aludiendo a la cual hab�a
escrito Cervantes:

�Top� a Luis V�lez, _honra y alegr�a


y discreci�n del trato cortesano_,
y abrac�le en la calle a medio d�a�,

consigui� en 1625 entrar definitivamente en la servidumbre de Palacio,


ocupando una plaza de ujier de c�mara de Su Majestad. Pero esto, que
parec�a algo, era muy poco, salvo en lo honor�fico, pues no tuvo
se�alada raci�n, y hasta el a�o de 1635, en que el infortunado poeta
entr� en gajes[17], sigui� condenado a vivir de lo poco que entonces
produc�an las obras dram�ticas[18] y de lo que ped�a a sus amigos; tanto
fu� as�, que se hicieron proverbiales su extremada pobreza y sus donosas
esquelas petitorias, casi siempre en verso.[19]

Como si compartiendo la escasez de recursos se cupiese a menos porci�n


de ella, V�lez se cas� a�n por cuarta vez, en 1626, con una viuda
llamada do�a Mar�a L�pez de Palacios,[20] bien que �sta aport� a su
nuevo enlace algunos bienes; mas pronto fueron vendidos, y juntos y
procreando y criando algunos hijos, vivieron entrambos c�nyuges en
cristiana estrecheza, hasta el d�a 9 de noviembre de 1644, en que
falleci� el donairoso autor de tantos primores literarios[21]. Su
testamento, otorgado cuatro d�as antes, contiene una larga lista de
peque�as deudas. Al comienzo de este documento consign�: �Iten, declaro
que por el presente estoy muy alcan�ado y necesitado de hacienda, para
poder disponer y dejar las misas que yo quisiera por mi alma�.[22]

V�lez de Guevara fu� celebrad�simo de sus contempor�neos, as� por la


amenidad de su trato, que le ganaba amigos en todas partes, como por su
facundia po�tica y su florido e inagotable ingenio. Claramente llam�bale
en 1613, en el _Inquiridion_ que va al fin de su _Letan�a moral_,
�floridissimo ingenio de Ezija, de quien esperamos grandes escritos y
trabajos, y a hecho hasta oy muchas famosas comedias�. Cervantes no le
elogi� menos en estos dos tercetos del cap. II de su _Viage del Parnaso_
(1614):

�Este que es escogido entre millares,


de Gueuara Luys V�lez es el brauo,
que se puede llamar quita pesares.

Es Poeta Gigante, en quien alauo


el verso numeroso, el peregrino
ingenio, si vn Gnaton nos pinta, o vn Dauo.�

Lope de Vega le ensalz� dos veces, en sendas ep�stolas de _La Filomena,


con otras diversas Rimas, Prosas y Versos_ (1621):

�Aqu� de Valdivielso el santo empleo,


De Luis V�lez, florido y elocuente,
La lira que ya fu� del dulce Orfeo.�

�...Y el famoso Luis V�lez, que ten�a


En �xtasis las Musas, que a sus labios
Iban por dulce n�ctar y ambros�a.�

Y aun volvi� a loarle en la silva II de su _Laurel de Apolo_, publicado


en 1630:

�Ni en �cija dejara


el florido Luis V�lez de Guevara
de ser su nuevo Apolo,
que pudo darle solo,
y s�lo en sus escritos,
con flores de conceptos infinitos,
lo que los tres que faltan:
as� sus versos de oro
con blando estilo la materia esmaltan.�

�Para qu� seguir transcribiendo frases laudatorias? Baste recordar muy


resumidamente que Tamayo de Vargas (1622) ponder� su donaire; y don
Fernando de Vera y Mendoza (1627) le llam� �el Rey de Romanos�; y P�rez
de Montalv�n (1632) encareci� los �pensamientos sutiles, arrojamientos
po�ticos y versos excelent�simos y bizarros� de sus comedias; y Salas
Barbadillo (1635) afirm� que �en el Parnaso no se conocen otras salinas
sino las de su felicissimo ingenio�....

El insigne poeta ecijano, hoy m�s famoso por su novela intitulada _El
Diablo Cojuelo_, a�n muy le�da, que por sus obras teatrales,
desterradas, como todas las antiguas, de la escena actual,
principalmente por falta de buenos c�micos y consiguiente carencia de
buenas compa��as, escribi� m�s de cuatrocientas comedias, de las cuales
ha llegado hasta nosotros un centenar escaso. Por �stas se le puede
diputar, si no como autor de se�alad�sima personalidad literaria, a lo
menos, como uno de los m�s aventajados disc�pulos de Lope de Vega, cuyas
huellas sigui� tan constante y acertadamente, que a las veces se hace
harto dif�cil diferenciarlos. Tal sucede, verbigracia, con la comedia
intitulada _Los Novios de Hornachuelos_, que pasa com�nmente por obra de
Lope; pero hay alguna indicaci�n antigua que la atribuye a V�lez de
Guevara, y, le�da y estudiada, qu�dase perplejo el entendimiento m�s
avisado, sin resolverse a adjudicarla con cabal certeza a ninguno de
entrambos ingenios. La misma grande semejanza con las de Lope se echa de
ver en todas las comedias del poeta ecijano: las fuentes, unas; iguales
los procedimientos; igualmente rica la dicci�n; an�logo el nervio en lo
dram�tico; parecid�simas las gracias en lo festivo, e id�ntica en ambos
la propensi�n a avalorar lo propio entrever�ndolo con todos los
elementos del _folklore_ nacional; aqu�, con la conseja vulgar y la
tradici�n legendaria; all�, con el refr�n h�bilmente desle�do y glosado
en cuatro o seis versos; acull�, con la vieja cancioncilla hist�rica,
que siempre, por lo grata, parece nueva a los o�dos espa�oles; y en otro
lado, en fin, con el sabroso cuentecillo popular, picante sin demas�a.

De _El Diablo Cojuelo_, �nica de las obras de V�lez que ha conservado


para su nombre alguna parte de la amplia popularidad que disfrut� en
vida, se han hecho en nuestros d�as, am�n de tal cual edici�n corriente,
dos eruditas y anotadas. Ambas se deben a la vasta cultura y harto
probada laboriosidad de don Adolfo Bonilla y San Mart�n, ventajosamente
conocido en el campo literario y en el filos�fico. Enderezando un
antiguo entuerto que se hab�a hecho a V�lez de Guevara con interpretarle
desaforadamente[23], public� la primera de estas dos ediciones (Vigo,
1902); pero como mi antiguo camarada y docto amigo don Felipe P�rez y
Gonz�lez, cuyo felic�simo ingenio estaba emparentado muy de cerca, a
pesar de los siglos que se hab�an puesto en medio, con el del donairoso
ecijano, juntase burla burlando, art�culo por art�culo, en _La
Ilustraci�n Espa�ola y Americana_, para formar un libro muy interesante
y ameno, que sac� a luz en 1903 bajo el t�tulo de _El Diablo Cojuelo:
notas y comentarios_, libro en el cual patentiz� algunos errores de las
notas del se�or Bonilla, �ste, en 1910, a�o en que tras cruel�sima
enfermedad pas� a mejor vida su festivo, pero amable corrector--que no
sin fundamento hab�a usado en su mocedad el seud�nimo de _Urbano
Cort�s_--, di� a la estampa en Madrid una nueva edici�n de la obrita de
V�lez, mejoradas las notas y reconocido con nobleza el valioso auxilio
que para ello le hab�a prestado el tan culto como donairoso escritor
hispalense[24].

Pero, aun as�, _El Diablo Cojuelo_ �se hab�a hecho del todo accesible a
la inteligencia de los lectores medianamente ilustrados de nuestros
d�as? Aun rectificadas en su segunda edici�n, �bastan las notas del
se�or Bonilla para ahorrar tropiezos, en muchos lugares de la novela,
hasta a los lectores m�s avisados e instruidos? A estas preguntas, que
algunos aficionados a las letras nos hac�amos, respondi�, como si
estuviera en nuestro pensamiento, don Enrique Nercasseau y Mor�n, en su
discurso de recepci�n le�do ante la Academia Chilena, correspondiente de
la Espa�ola, el d�a 21 de noviembre de 1915[25]: �La novela toda de
V�lez de Guevara--dijo--es una s�tira cort�s de la sociedad de su
tiempo, felic�sima en la mayor parte de sus cuadros, y no afeada por la
licencia y crudeza tan comunes en las novelas de la �poca. _El Diablo
Cojuelo_ ser�a una narraci�n cl�sica de primer orden, y aun le�ble hoy
d�a, si no la deslustrara el conceptismo, y si no se hallara
sobreabundante en equ�vocos y frases convencionales de dif�cil o
imposible comprensi�n en nuestra era. Aun despu�s del trabajo llevado a
cabo por don Adolfo Bonilla y San Mart�n en su edici�n de Madrid de
1910, la novela de V�lez de Guevara queda aguardando un comentario que
la explique y la ponga al alcance general.� Ese comentario que el se�or
Nercasseau echaba de menos es el que, con temeridad que no puede buscar
disculpa en la inexperiencia de los pocos a�os, he intentado en la
presente edici�n. �Habr� conseguido darle cima? Nuestro se�or el p�blico
lo dir�: a su inapelable fallo me someto gustoso.

En las aprobaciones insertas en la edici�n pr�ncipe de _El Diablo


Cojuelo_ elogiaron esta novela fray Diego Niseno, padre basilio, y fray
Juan Ponce de Le�n, de la orden de los M�nimos. En sentir del primero,
la obrita contiene �muchas cosas de mucha moralidad y ense�an�a,
escritas con la saz�n y variedad que de tal ingenio se pod�an esperar.
Merece--a�adi�--la licencia que pide, porque este linage de escritos es
dif�cil de enquadernar con lo honesto y recatado de nuestras christianas
leyes, y Luis V�lez ha sido en �ste gloriosa excepci�n desta vniuersal
dolencia.� M�s extremado es el parecer del segundo, que encarece el
sazonado gusto de V�lez, �por auer puesto la naturaleza en su ingenio la
elegancia del estilo, la suabidad del dezir, la aduertencia en el
colocar, la atenta circunspecci�n en las palabras, y todo con tal modo,
que dexa suspensa la raz�n sobre a qual de estas partes se deba con m�s
justificaci�n la primacia: en todo este discurso se corre la cortina a
los conocidos enga�os deste mundo, de modo que, para penetrarlos con
sutileza, no necesita nuestra Naci�n de salir de sus estendidos l�mites,
pues dentro de s� cr�a sugetos que, aun en sue�os y burlas, la dexan
superiormente ilustrada�. Diametralmente opuesta a estas opiniones fu�
la de Francisco Santos, pues dijo en _El Arca de No� y Campana de
Belilla_[26]: �Toc� la Campana y desaparecieron todos los Autores de
viejo, sigui�ndolos vno que avia venido tarde, y tambi�n llevava vn
libro en las manos, que preguntando a Noe qui�n era, me dixo: el libro
se intitula el Diablo Cojuelo, Aventuras de Don Cleofas Leandro Perez
Zambullo, digno de que le consumiera vn Polvorista: est� sin ense�an�a
buena, ni moralidad, y esto, sobre acabar como la nieve....� �Ni tanto,
ni tan poco�, podr�a haberse dicho a los tres censores, porque, en
realidad de verdad, la novelita de V�lez de Guevara, que se muestra en
ella como un buen disc�pulo de Quevedo, de cuyas obras c�micas y
sat�ricas tiene reminiscencias muy frecuentes, sin ser una maravilla, es
de agradable lectura, y m�s lo fuera sin la pesada y adulatoria
enumeraci�n de todo aquel inacabable se�or�o que el autor, en el tranco
VIII, hace pasar por el espejo de Rufina Mar�a, dispuesto _ad hoc_ por
el redomado desenredomado.

En la visi�n, que pudi�ramos llamar cinematogr�fica, de los diez trancos


o cap�tulos en que est� dividido _El Diablo Cojuelo_, cada uno sabe a
cosa diferente de los dem�s: son cuadros distintos e independientes
entre s�, que no tienen de com�n sino la intervenci�n, o la presencia
cuando menos, de los dos h�roes de la novela. El tranco II, verbigracia,
en que entrambos, desde el capitel de la torre de San Salvador,
descubierta �la carne del pastel�n de Madrid�, otean despu�s de la media
noche cuanto sucede en la coronada villa, trae a la memoria, por la
traza y manera, como indiqu� en las notas de mi edici�n cr�tica del
_Quijote_[27], aquella inspecci�n que desde la torre de la Giralda de
Sevilla, y acompa�ado asimismo de un _cicerone_, el maestro Desenga�o,
hab�a hecho Rodrigo Fern�ndez de Ribera, autor de _Los Antoios de meior
vista_[28]. El desaforado poeta del tranco IV es pariente propincuo de
otros dos muy conocidos en nuestra literatura: el del _Coloquio de los
Perros_, de Cervantes, y el de la _Vida del Busc�n,_ de Quevedo. A hacer
entretenida y agradable la lectura de _El Diablo Cojuelo_ contribuyen
con lo ingenioso de la invenci�n la interesante variedad de las escenas,
la soltura y viveza del di�logo, y, especialmente, el chispeante gracejo
de V�lez de Guevara. En cambio, la elocuci�n suele ser descuidadilla,
entre otras cosas, por la excesiva abundancia de gerundios.
Del Diablo Cojuelo, entremetido esp�ritu infernal que da nombre y ser a
la novela, trat� el se�or Bonilla en una breve nota. Mucho m�s merec�a
el que �trujo al mundo la zarabanda, el d�ligo y la chacona�, y yo he de
volver hoy por su negra honrilla, recordando la mucha familiaridad que
nosotros los espa�oles hemos tenido con �l. H�yase de llamar Renfas, o
Asmodeo, o de otro cualquier modo, es lo cierto que este travieso
diablillo, con parecer de menor cuant�a y ser cojo por a�adidura, tom�
entre nosotros tal importancia, que nada malo se pudo hacer sin �l. �_El
Diablillo Cojo_ sabe m�s que el otro�, ense�� el refr�n, y cuando en el
calor de la ira se dijo a alguno que le llevase el diablo, no falt�
quien, rectificando festivamente, respondiera: �_El Diablo Cojuelo_, que
es m�s ligero�. En las f�rmulas supersticiosas llev�banle y tra�anle
como un zarandillo nuestras hechiceras de los siglos XVI y XVII, para
que les llevase y trajese sus galanes y paniaguados, y le daban prisa,
y le adulaban celebrando su ligereza. V�anse algunos ejemplos. Do�a
Antonia Mex�a declar�, entre otras cosas, en un proceso que se le sigui�
por los a�os de 1633[29]: �Que habr� seis a�os que la dicha Beatriz dixo
a �sta que tomase un pedernal y le pusiese la mano encima y dixese:

Estos cinco dedos pongo en este muro;


cinco demonios conjuro:
a Barrab�s, a Satan�s,
a Lucifer, a Berceb�,
_al Diablo Cojuelo,
que es buen mensajero_,
que me traigan a fulano luego
a mi querer y a mi mandar.�

Y as�, en 1668, Agueda Rodr�guez, vecina de Madridejos, tambi�n


procesada por hechicer�a[30]:

�..._Diablo Cojuelo,
tr�emele luego_;
diablo del pozo,
tra�mele, que no es casado; que es mozo;
diablo de la Quinter�a,
tr�emele en la fer�a;
diablo de la plaza,
tr�emele en danza....�

Ten�ase al Diablo Cojuelo, como dice el refr�n, por el m�s listo de


todos: Esperanza Bonfilla, procesada por la Inquisici�n de Valencia en
1600, hizo que cierta mujer, para atraer a un hombre, �hiciese vn
conjuro en la forma siguiente: tomando vna escoba, la puso vna toca como
muger, y encendida vna bela que no fuese bendita, se arrodill� delante
de la escoba, y sin ha�er cruz, juntas las manos, dixo:

Marta, Martica,
no la santa ni la digna,
ni la digna de rogar,
ni la que est� en el altar,
sino la que de noche andas por las beredas
y los d�as por las encrebelladas,
yo te conjuro con Satan�s y con Barrab�s,
con Berceb� y todos los diablos,
_y con el diablo coxo,
que corre mas que todos_,
que todos vais a fulano
y le deis tiempo para vestirse
y le traigais por puntos ante m� y mis ojos,
sin hacerle mal�[31].

Corr�a m�s, y ten�a m�s poder que sus iguales y superiores, o no supo lo
que se pescaba Isabel del Pozo al hacer sus conjuros, ni Mar�a
Castellanos cuando lo declar� ante la Inquisici�n de Toledo en 1631[32],
pues dec�a: �... que tom� en las manos dicha Isabel del Po�o un poco de
sal de sardinas y �ilantro, lo qual mezcl� todo y lo echaba de una mano
en otra diciendo:

Conj�rote, sal y �ilantro,


con Barrab�s,
_con el Diablo cojuelo, que puede m�s._
No te conjuro por sal y �ilantro,
sino por el coraz�n de fulano;

y echando la sal y �ilantro en la lumbre, prosegu�a diciendo:

As� como te has de quemar,


se queme el coraz�n de fulano,
y aqu� me le traygas,
y conj�rote por la reina Sardineta,
y con la tataranieta,
y con los navegantes que navegan por la mar.�

Pero la cualidad de diablo bullidor y zaragatero, aficionado a bailes y


holgorios y a meter en danza a los mortales, haci�ndoles ganar el
infierno alegremente, de ning�n texto inquisitorial resulta tan clara
como de la manifestaci�n de otra hechicera de Madridejos, llamada Mari
Fern�ndez, que, procesada en 1532, al ser interrogada, trajo a colaci�n,
como vamos a ver, un estragado fragmento de cierto curios�simo romance,
desconocido hoy[33]: �Preguntada sy ha dicho esta declarante a alguna
persona como avia hecho �erco con ynvocacion de diablos, que eran
berzeb� y satan�s _y el diablo coxuelo_, diziendo esta declarante que
sin _el diablo coxuelo_ no se pod�a hazer aquel �erco, y que en aquel
�erco que hizo avia esta declarante visto lo quel diablo queria hazer
contra �ierta persona, que diga lo que �erca desto ha dicho e fecho,
dixo que ella suele cantar vn Romance que dize:

A ca�a yba bienhecho


por Riberas de la mar,
no por mengua de vjno
ni menos mengua de pan;
por miedo del Rey Ramjro
que lo querja matar.
Ellos en aquesto estando
enbjaronle a llamar.
Vamonos, dixo, amigo,
vamonos, dixo, a �enar;
de que ovjeremos �enado
dios dixo lo que ser�;
desque ovjeron �enado
tom� libros en sus manos
y comen�� de Rezar;
a los pecados mayores
enpe�olos de llamar:
�Qu� es de ti, berzebu,
qu� es de ti, barravas,
_qu� es de ti, diablo coxuelo,
que eras t� el juglar_?...�

Tanto don Adolfo Bonilla como don Felipe P�rez indagaron con prolijidad
cu�ndo hubo de escribir su obrita V�lez de Guevara, y si la escribi�
seguidamente, o a trozos y aun con largos intervalos entre unos y otros
cap�tulos. Convienen ambos investigadores en esta �ltima creencia, pero
no en lo dem�s; porque si en opini�n de P�rez y Gonz�lez la novela fu�
escrita despu�s de febrero de 1636 y antes de mayo de 1639, a juicio de
Bonilla, V�lez empez� a escribirla despu�s de febrero de 1637 y la
termin� hacia julio de 1640[34]. No creo que el poner en claro este
punto, siendo corto, como lo es, dentro de la ordinaria duraci�n de la
vida humana, el tiempo comprendido entre unas fechas y otras, merezca el
�mprobo trabajo que echaron sobre si estos denodados eruditos[35].

Unas advertencias, para terminar.

�V�lez de Guevara, como Quevedo--not� el se�or Bonilla--, es un


escol�stico del idioma. No hay que perder una sola de sus palabras, no
hay que confiar en el valor directo de cualquiera de sus frases, porque
lo mejor del cuento pasar�a quiz�s inadvertido. Es preciso estar siempre
ojo avizor para saborear como es debido aquellas atrevidas met�foras,
aquellas extravagantes relaciones, aquellos estupendos equ�vocos,
aquellas arbitrarias licencias en que se complace. Esta indispensable
atenci�n fatiga en ocasiones; pero hace sacar doble fruto de la lectura
de un libro cuyo atractivo consiste, m�s bien que en el inter�s de los
lances, en la ingeniosidad d� los pensamientos. S�lo el muy
familiarizado con los secretos del habla podr� darse cabal cuenta de las
bellezas de una obra semejante.� Exact�simo todo ello, y porque lo es y
a los m�s de los lectores falta esa extremada familiaridad a que se
refiere el se�or Bonilla, no pod�an buenamente pasar sin nota muchas de
las frases que no la tienen en sus ediciones. Ciento treinta y cinco que
est�n en este caso se�al� de primera intenci�n cuando, le�do el
sobredicho discurso del se�or Nercasseau y Mor�n, me sent� deseoso de
preparar, para la simp�tica colecci�n de �Cl�sicos Castellanos�, esta
humilde edicioncita de _El Diablo Cojuelo._

Como el se�or Bonilla, �procuro pecar antes por carta de m�s que por
carta de menos, por lo cual a veces he explicado palabras y giros que
podr�n parecer a los eruditos de muy llana inteligencia. T�ngase en
cuenta, sin embargo--a�ado con �l--, que me dirijo a la generalidad y
que mi prop�sito es facilitar la comprensi�n del libro de V�lez de
Guevara a todo g�nero de lectores.� Con mayor motivo hab�a yo de hacer
lo propio en una edici�n vulgarizadora, como es la presente. Pero aun
as�, he hu�do con mucho cuidado de escribir notas por las cuales se me
pudiese encasillar junto a Lucas de Vald�s y Toro, aquel empecatado
cirujano cordob�s que en 1630 di� a la estampa un op�sculo perogrullesco
intitulado as�: _Tratado en que se prueba que la nieve es fr�a y
h�meda[36]_.

No obstantes mi buena voluntad y la diligencia con que procur� evitarlo,


se me han quedado por entender algunas frases del texto. Hay quien,
puesto a anotar uno cualquiera, explica lo que buenamente se le alcanza,
y en cuanto a lo que no, hace, como dicen, la vista gorda y pasa de
largo sin decir palabra, dando a colegir con su silencio que aquello que
no explic� no lo ha menester, por ser cosa llan�sima. Jam�s comet� esa
reprobable fuller�a: antes por el contrario, en casos tales confieso
paladinamente que aquel lugar merece y pide explicaci�n, y que, por
malos de mis pecados, yo no acert� a d�rsela[37].
Por �ltimo, aunque en esta edici�n sigo el texto de la original de V�lez
de Guevara (Madrid, Imprenta del Reyno, 1641), no la he copiado tan
fielmente, tan servilmente, que reproduzca su endiablada ortograf�a,
digo, la de los b�rbaros cajistas que compusieron los moldes. �Para
regalar a los lectores--escrib� trece a�os ha[38]--con bocados como
_abaricia_, _hajo, coetes, hizquierda, voca, vobos, obtica,
valbucientes, abitos, hancas y hacechar_, como lo hizo el se�or Bonilla
reproduciendo la edici�n pr�ncipe de _El Diablo Cojuelo_, siempre hay
tiempo, o, dicho mejor, no debe haberlo nunca. Ya no es poco _hacer
morder el ajo_ a uno; pero hacerle morder el _hajo_ es crueldad doblada,
porque pica a�n m�s la _hache_ que el _ajo_ mismo.�

Y con esto, lector amable, qu�date a Dios, y perd�name si te caus�


enfado o tedio con la lectura de mi pr�logo.

FRANCISCO RODR�GUEZ MAR�N.

_Madrid, 2 de junio de 1918_.

EL DIABLO COJUELO

[AL EXCMO. SR. D. RODRIGO DE SANDOVAL,


DE SILVA, DE MENDOZA Y DE LA CERDA,
PR�NCIPE DE M�LITO, DUQUE DE PASTRANA,
DE ESTREMERA Y FRANCAVILA, ETC.]

Excelent�simo se�or:

La generosa condici�n de V.E., patria general de los ingenios, donde


todos hallan seguro asilo, ha solicitado mi desconfianza para rescatar
del olvido de una naveta[39], en que estaba entre otros borradores m�os,
este volumen que llamo _El Diablo Cojuelo_, escrito con particular
capricho, porque al amparo de tan gran Mecenas salga menos cobarde a dar
noticia de las ignorancias del due�o. A cuya sombra excelent�sima la
invidia me mirar� ociosa, la emulaci�n muda, y desairada la
competencia; que con estas seguridades no naufragar� esta novela y podr�
andar con su cara descubierta por el mundo. Guarde Dios a V.E., como sus
criados deseamos y hemos menester.

Criado de V.E., que sus pies besa,

LUIS V�LEZ DE GUEVARA.

PR�LOGO A LOS MOSQUETEROS[40] DE LA COMEDIA DE MADRID.

Gracias a Dios, mosqueteros m�os, o vuestros, jueces de los aplausos


c�micos por la costumbre y mal abuso, que una vez tomar� la pluma sin el
miedo de vuestros silbos, pues este discurso del Diablo Cojuelo nace a
luz concebido sin teatro original fuera de vuestra juridici�n; que aun
del riesgo de la censura del leello est� privilegiado por vuestra
naturaleza, pues casi ninguno de vosotros sabe deletrear; que nacistes
para n�mero de los dem�s, y para pescados de los estanques[41][42], de
los corrales[43], esperando, las bocas abiertas[44], el golpe del
concepto por el o�do y por la manotada del c�mico, y no por el ingenio.
All� os lo habed con vosotros mismos, que sois corchetes[45] de la
Fortuna, dando las m�s veces premio a lo que aun no merece o�dos, y
abat�s lo que merece estar sobre las estrellas; pero no se me da de
vosotros dos caracoles: h�game Dios bien con mi prosa[46], entretanto
que otros fluct�an por las maretas[47] de vuestros aplausos, de quien
nos libre Dios por su infinita misericordia, Am�n, Jes�s.

CARTA DE RECOMENDACI�N AL C�NDIDO[48] O MORENO LECTOR.

Lector amigo: yo he escrito este discurso, que no me he atrevido a


llamarle libro, pas�ndome de la jineta de los consonantes[49] a la brida
de la prosa, en las vacantes que me han dado las despensas[50] de mi
familia y los autores de las comedias por su Majestad[51]; y como es _El
Diablo Cojuelo_, no lo reparto en cap�tulos, sino en trancos[52].
Supl�cote que los des en su leyenda[53], porque tendr�s menos que
censurarme, y yo que agradecerte[54]. Y, por no ser para m�s[55] ceso, y
no de rogar a Dios que me conserve en tu gracia.

De Madrid, a los que fueren entonces del mes y del a�o, y tal y tal y
tal[56].

EL AUTOR Y EL TEXTO.

DE DON JUAN V�LEZ DE GUEVARA A SU PADRE.

SONETO[57]

Luz en quien se encendi� la vital m�a,


De cuya llama soy originado,
Bien que la vida s�lo te he imitado,
Que el alma fuera en m� vana porf�a,

Si eres el sol de nuestra P�es�a,


Viva m�s que �l tu aplauso eternizado,
Y pues un vivir solo es limitado,
No te estreches al t�rmino de un d�a.

Hoy junta en el deleite la ense�anza


Tu ingenio, a quien el tiempo no consuma,
Pues tambi�n viene a ser aplauso suyo.

Y sufra la modestia esta alabanza


A quien, por parecer m�s hijo tuyo
Quisiera ser un rasgo de tu pluma.

TRANCO PRIMERO
Daban en Madrid, por los fines de julio, las once de la noche en punto,
hora menguada para las calles[58], y, por faltar la luna, juridici�n y
t�rmino redondo de todo requiebro lechuzo y patarata de la muerte. El
Prado boqueaba coches[59] en la �ltima jornada de su paseo, y en los
ba�os de Manzanares los Adanes y las Evas de la Corte, fregados m�s de
la arena que limpios del agua[60], dec�an el _Ite, r�o[61]_ _es[62]_,
cuando don Cleof�s Leandro P�rez Zambullo, hidalgo a cuatro vientos[63],
caballero hurac�n y encrucijada de apellidos[64], gal�n de noviciado y
estudiante de profesi�n, con un broquel y una espada, aprend�a a gato
por el caballete de un tejado, huyendo de la justicia, que le ven�a a
los alcances[65] por un estrupo[66] que no lo hab�a comido ni
bebido[67], que en el pleito de acreedores de una doncella al uso estaba
graduado en el lugar veintidoseno[68], pretendiendo que el pobre
licenciado escotase solo lo que tantos hab�an merendado[69]; y como
solicitaba escaparse del �para en uno son[70]� (sentencia difinitiva
del cura de la parroquia y auto que no lo revoca si no es el vicario
Responso[71], juez de la otra vida), no dificult� arrojarse desde el ala
del susodicho tejado, como si las tuviera, a la buarda[72] de otro que
estaba confinante, nordesteado de una luz que por ella escasamente se
brujuleaba, estrella de la tormenta que corr�a, en cuyo desv�n puso los
pies y la boca[73] a un mismo tiempo, salud�ndolo como a puerto de tales
naufragios, y dejando burlados los ministros del agarro[74] y los
honrados pensamientos de mi se�ora do�a Tomasa de Bitigudi�o[75],
doncella chanflona[76] que se pasaba de noche como cuarto falso, que,
para que surtiese efecto su bellaquer�a, hab�a cometido otro estelionato
m�s con el capit�n de los jinetes a gatas que corr�an las costas[77] de
aquellos tejados en su demanda, y volv�an corridos de que se les
hubiese escapado aquel bajel de capa y espada[78] que llevaba cautiva la
honra de aquella se�ora mohatrera de doncellazgos[79], que juraba entre
s� tomar satisfacci�n deste desaire en otro inocente, chapet�n[80] de
embustes doncelliles, fiada en una madre que ella llamaba _t�a,_ liga
donde hab�a ca�do tanto p�jaro forastero.

A estas horas, el Estudiante, no creyendo su buen suceso[81] y


deshollinando con el vestido y los ojos el zaquizam�, admiraba la regi�n
donde hab�a arribado, por las estranjeras estravagancias de que estaba
adornada la tal espelunca, cuyo avariento farol era un candil de
garabato, que descubr�a sobre una mesa antigua de cadena[82] papeles
infinitos, mal compuestos y ordenados, escritos de caracteres
matem�ticos, unas efem�rides abiertas[83], dos esferas y algunos
compases y cuadrantes, ciertas se�ales de que viv�a en el cuarto de m�s
abajo alg�n astr�logo, due�o de aquella confusa oficina y embustera
ciencia; y lleg�ndose don Cleof�s curiosamente, como quien profesaba
letras y era algo inclinado a aquella profesi�n, a revolver los trastos
astrol�gicos, oy� un suspiro entre ellos mismos, que, pareci�ndole
imaginaci�n o ilusi�n de la noche, pas� adelante con la atenci�n
papeleando los memoriales de Euclides y embelecos de Cop�rnico;
escuchando segunda vez repetir el suspiro, entonces, pareci�ndole que no
era enga�o de la fantas�a, sino verdad que se hab�a venido a los o�dos,
dijo con desgarro y adem�n de estudiante valiente:

--�Qui�n diablos suspira aqu�?, respondi�ndole al mismo tiempo una voz


entre humana y estranjera:

--Yo soy, se�or Licenciado, que estoy en esta redoma, adonde me tiene
preso ese astr�logo que vive ah� abajo, porque tambi�n tiene su punta
de la m�gica negra[84], y es mi alcaide dos a�os habr�.
--Luego �familiar eres?--dijo el Estudiante[85].

--Harto me holgara yo--respondieron[86] de la redoma--que entrara uno


de la Santa Inquisici�n, para que, meti�ndole a �l en otra de cal y
canto, me sacara a m� desta jaula de papagayos de piedra azufre. Pero t�
has llegado a tiempo que me puedes rescatar, porque este a cuyos
conjuros estoy asistiendo me tiene ocioso, sin emplearme en nada, siendo
yo el esp�ritu m�s travieso del infierno.

Don Cleof�s, espumando valor, prerrogativa de estudiante de Alcal�, le


dijo:

--�Eres demonio plebeyo, u de los de nombre?

--Y de gran nombre--le repiti� el vidro endemoniado--, y el m�s


celebrado en entrambos mundos.

--�Eres Lucifer?--le repiti� don Cleof�s.

--�se es demonio de due�as y escuderos--le respondi� la voz.

--�Eres Satan�s?--prosigui� el Estudiante.

--�se es demonio de sastres y carniceros--volvi� la voz a repetille.

--�Eres Berceb�?--volvi� a preguntalle don Cleof�s.

Y la voz a respondelle:

--�se es demonio de tahures, amancebados y carreteros.

--�Eres Barrab�s[87], Belial, Astarot?--finalmente le dijo el


Estudiante.

--Esos son demonios de mayores ocupaciones--le respondi� la voz--:


demonio m�s por menudo soy, aunque me meto en todo: yo soy las pulgas
del infierno, la chisme[88], el enredo, la usura, la mohatra; yo truje
al mundo la zarabanda[89], el d�ligo[90], la chacona[91], el
bullicuzcuz[92], las cosquillas de la capona[93], el guiriguirigay, el
zambapalo, la mariona, el avilipinti, el pollo, la carreter�a, el
hermano Bartolo, el carca�al, el guineo, el color�n colorado[94]; yo
invent� las pandorgas[95]; las j�caras[96], las papalatas[97], los
comos[98], las mortecinas[99], los t�teres[100], los volatines[101],
los saltambancos[102], los maesecorales[103], y, al fin, yo me llamo el
Diablo Cojuelo.

--Con decir eso--dijo el Estudiante--hubi�ramos ahorrado lo dem�s: vuesa


merced me conozca por su servidor; que hay muchos d�as que le deseaba
conocer. Pero, �no me dir�, se�or Diablo Cojuelo, por qu� le pusieron
este nombre, a diferencia de los dem�s, habiendo todos ca�do desde tan
alto, que pudieran quedar todos de la misma suerte y con el mismo
apellido[104]?

--Yo, se�or don Cleof�s Leandro P�rez Zambullo, que ya le s� el suyo, o


los suyos--dijo el Cojuelo--, porque hemos sido vecinos por esa dama que
galanteaba y por quien le ha corrido la justicia esta noche, y de quien
despu�s le contar� maravillas, me llamo desta manera porque fu� el
primero de los que se levantaron en el rebeli�n[105] celestial, y de los
que cayeron y todo[106]; y como los dem�s dieron sobre mi, me
estropearon, y ans�, qued� m�s que todos se�alado de la mano de Dios y
de los pies de todos los diablos, y con este sobrenombre; mas no por eso
menos �gil para todas las facciones que se ofrecen en los pa�ses bajos,
en cuyas impresas nunca me he quedado atr�s, antes me he adelantado a
todos; que, camino del infierno, tanto anda el cojo como el viento[107];
aunque nunca he estado m�s sin reputaci�n que ahora en poder deste
vinagre, a quien por trato[108] me entregaron mis propios compa�eros,
porque los tra�a al retortero a todos[109], como dice el refr�n de
Castilla, y cada momento a los m�s agudos les daba gato por demonio.
S�came deste Argel de vidro; que yo te pagar� el rescate en muchos
gustos, a fe de demonio, porque me precio de amigo de mi amigo, con mis
tachas buenas y malas[110].

--�C�mo quieres--dijo don Cleof�s mudando la cortes�a[111] con la


familiaridad de la conversaci�n--que yo haga lo que t� no puedes siendo
demonio tan ma�oso?

--A m� no me es concedido--dijo el Esp�ritu--, y a ti s�, por ser hombre


con el privilegio del baptismo y libre del poder de los conjuros, con
quien han hecho pacto los pr�ncipes de la Guinea infernal[112]. Toma un
cuadrante de esos y haz pedazos esta redoma; que luego en derram�ndome
me ver�s visible y palpable.

No fu� escrupuloso ni perezoso don Cleof�s, y ejecutando lo que el


Esp�ritu le dijo, hizo con el instrumento astron�mico jigote[113] del
vaso, inundando la mesa sobredicha de un licor turbio, escabeche en que
se conservaba el tal Diablillo; y volviendo los ojos al suelo, vi� en
�l un hombrecillo de peque�a estatura, afirmado en dos muletas[114],
sembrado de chichones mayores de marca[115], calabacino de testa y badea
de cogote, chato de narices, la boca formidable y apuntalada en dos
colmillos solos, que no ten�an m�s muela ni diente los desiertos de las
enc�as, erizados los bigotes como si hubiera barbado en Hircania[116];
los pelos de su nacimiento, ralos, uno aqu� y otro all�[117], a fuer de
los esp�rragos, legumbre[118] tan enemiga de la compa��a, que si no es
para venderlos en manojos, no se juntan. Bien hayan los berros, que
nacen unos entrepernados con otros, como vecindades de la Corte, perdone
la malicia la comparaci�n.

Asco le di� a don Cleof�s la figura, aunque necesitaba de su favor para


salir del desv�n, ratonera del Astr�logo en que hab�a ca�do huyendo de
los gatos que le siguieron (salvo el guante[119] a la met�fora), y
asi�ndole por la mano el Cojuelo y dici�ndole: �Vamos, don Cleof�s, que
quiero comenzar a pagarte en algo lo que te debo�, salieron los dos por
la buarda como si los dispararan de un tiro[120] de artiller�a, no
parando de volar hasta hacer pie en el capitel de la torre de San
Salvador[121], mayor atalaya de Madrid, a tiempo que su reloj daba la
una, hora que tocaba a recoger el mundo poco a poco al descanso del
sue�o; treguas que dan los cuidados a la vida, siendo com�n el silencio
a las fieras y a los hombres; medida que a todos hace iguales; habiendo
una priesa notable a quitarse zapatos y medias, calzones y jubones,
basqui�as[122], verdugados[123], guardainfantes[124], polleras[125],
enaguas y guardapi�s, para acostarse hombres y mujeres, quedando las
humanidades menos mesuradas, y volvi�ndose a los primeros originales,
que comenzaron el mundo horros de todas estas baratijas; y
engest�ndose[126] al camarada, el Cojuelo le dijo:

--Don Cleof�s, desde esta picota[127] de las nubes, que es el lugar m�s
eminente de Madrid, mala�o[128] para Menipo en los di�logos de Luciano,
te he de ense�ar todo lo m�s notable que a estas horas pasa en esta
Babilonia espa�ola, que en la confusi�n fu� esotra con ella segunda
deste nombre.

Y levantando a los techos de los edificios, por arte diab�lica, lo


hojaldrado[129], se descubri� la carne del pastel�n de Madrid como
entonces estaba, patentemente, que por el mucho calor estivo estaba con
menos celos�as, y tanta variedad de sabandijas racionales en esta arca
del mundo, que la del diluvio, comparada con ella, fu� de capas y
gorras.

TRANCO II

Qued� don Cleof�s absorto en aquella pepitoria[130] humana de tanta


diversidad de manos, pies y cabezas, y haciendo grandes admiraciones,
dijo:

--�Es posible que para tantos hombres, mujeres y ni�os hay[131] lienzo
para colchones, s�banas y camisas? D�jame que me asombre que entre las
grandezas de la Providencia divina no sea �sta la menor.

Entonces el Cojuelo, previni�ndole, le dijo:

--Advierte que quiero empezar a ense�arte distintamente, en este teatro


donde tantas figuras representan, las m�s notables, en cuya variedad
est� su hermosura. Mira all� primeramente c�mo est�n sentados muchos
caballeros y se�ores a una mesa opulent�sima, acabando una media
noche[132]; que eso les han quitado a los relojes no m�s.

Don Cleof�s le dijo:

--Todas esas caras conozco; pero sus bolsas no, si no es para


servillas[133].

--Hanse pasado a los estranjeros, porque las trataban muy mal estos
pr�ncipes cristianos--dijo el Cojuelo--, y se han quedado, con las
caponas[134], sin ejercicio.

--Dej�moslos cenar--dijo don Cleof�s--, que yo aseguro que no se


levanten de la mesa sin haber concertado un juego de ca�as para cuando
Dios fuere servido, y pasemos adelante; que a estos magnates los m�s de
los d�as les beso yo las manos, y estas caravanas las ando yo las m�s de
las noches, porque he sido dos meses culto vergonzante de la proa[135]
de uno de ellos y estoy encurtido de excelencias y se�or�as, solamente
buenas para veneradas.

--Mira all�--prosigui� el Cojuelo--c�mo se est� quejando de la orina un


letrado, tan ancho de barba[136] y tan espeso, que parece que saca un
delf�n la cola por las almohadas. All� est� pariendo do�a F�fula[137], y
don Toribio su indigno consorte, como si fuera suyo lo que paria, muy
oficioso y lastimado; y est� el due�o de la obra a pierna suelta en
esotro barrio, roncando y descuidado del suceso. Mira aquel preciado de
lindo, o aquel lindo de los m�s preciados, c�mo duerme con bigotera[138]
torcidas de papel en las guedejas y el copete[139], sebillo en las
manos[140], y guantes descabezados[141], y tanta pasa[142] en el rostro,
que pueden hacer colaci�n[143] en �l toda la cuaresma que viene. All�,
m�s adelante, est� una vieja, grand�sima hechicera, haciendo en un
almirez una medicina de drogas restringentes para remendar una doncella
sobre su palabra[144], que se ha de desposar ma�ana. Y all�, en aquel
aposentillo estrecho, est�n dos enfermos en dos camas, y se han
purgado juntos, y sobre qui�n ha hecho m�s cursos[145], como si se
hubieran de graduar en la facultad, se han levantado a matar a
almohadazos. Vuelve all�, y mira con atenci�n c�mo se est� untando una
hip�crita a lo moderno, para hallarse en una gran junta de brujas que
hay entre San Sebasti�n y Fuenterrab�a, y a fe que nos hab�amos de ver
en ella si no temiera el riesgo de ser conocido del demonio que
hace[146] el cabr�n, porque le di una bofetada a mano abierta en la
antec�mara de Lucifer, sobre unas palabras mayores que tuvimos; que
tambi�n entre los diablos hay libro del duelo[147], porque el autor que
le compuso es hijo de vecino del infierno. Pero mucho m�s nos podemos
entretener por ac�, y m�s si pones los ojos en aquellos dos ladrones que
han entrado por un balc�n en casa de aquel estranjero rico, con una
llave maestra, porque las ganz�as son a lo antiguo, y han llegado donde
est� aquel talego de vara y media estofado de patacones[148] de a ocho,
a la luz de una linterna que llevan, que, por ser tan grande y no poder
arrancalle de una vez, por el riesgo del ruido, determinan abrille, y
henchir las faltriqueras y los calzones, y volver otra noche por lo
dem�s, y comenzando a desatalle, saca el tal estranjero (que estaba
dentro d�l guardando su dinero, por no fialle de nadie) la cabeza,
diciendo: �Se�ores ladrones, ac� estamos todos�[149], cayendo
espantados uno a un lado y otro a otro, como resurreci�n de aldea[150],
y se vuelven gateando a salir por donde entraron.

--Mejor fuera--dijo don Cleof�s--que le hubieran llevado sin desatar en


el capullo de su dinero, porque no le sucediera ese desaire, pues que
cada estranjero es un talego bautizado[151]; que no sirven de otra cosa
en nuestra rep�blica y en la suya, por nuestra mala ma�a.

Pero, �qui�n es aquella abada[152] con camisa de mujer, que no solamente


la cama le viene estrecha, sino la casa y Madrid, que hace roncando m�s
ruido que la Bermuda[153], y, al parecer, [bebe][154] c�maras de tinajas
y come jigotes de b�vedas?

--Aqu�lla ha sido cuba de Sahag�n[155], y no profes�--dijo el


Cojuelo--si no es el mundo de agora, que est� para dar un estallido, y
todo junto puede ser siendo quien es: que es una bodegonera tan rica,
que tiene, a dar[156] roc�n por carnero y gato por conejo a los
est�magos del vuelo[157], seis casas en Madrid, y en la puerta de
Guadalajara[158] m�s de veinte mil ducados, y con una capilla que ha
hecho para su entierro y dos capellan�as que ha fundado, se piensa ir al
cielo derecha; que aunque pongan una garrucha en la estrella de Venus y
un alzaprima en las Siete Cabrillas, me parece que ser� imposible que
suba all� aquel tonel; y como ha cobrado buena fama[159], se ha echado
a dormir de aquella suerte.

--At�ngome--dijo don Cleof�s--a aquel caballero tasajo que tiene el


alma en cecina, que ha echado de ver que es caballero en un h�bito[160]
que le he visto en una ropilla[161] a la cabecera, y no es el mayor
remiendo que tiene, y duerme enroscado como lamprea empanada, porque la
cama es media sotanilla, que le llega a las rodillas no m�s.

--Aqu�l--dijo el Cojuelo--es pretendiente, y est� demasiado de gordo y


bien tratado para el oficio que ejercita. Bien haya aquel tabernero de
Corte, que se quita de esos cuidados y es cura de su vino, que le est�
bautizando en los pellejos y las tinajas, y a estas horas est� hecho
diluvio[162] en pena, con su embudo en la mano, y antes de mil
a�os[163] espero verle jugar ca�as[164] por el nacimiento de alg�n
pr�ncipe.

--�Qu� mucho--dijo don Cleof�s--si es tabernero y puede emborrachar a la


Fortuna?

--No hayas miedo--dijo el Cojuelo--que se vea en eso aquel alquimista


que est� en aquel s�tano con unos fuelles, inspirando una hornilla llena
de lumbre, sobre la cual tiene un perol con mil variedades de
ingredientes, muy presumido de acabar la piedra filosofal y hacer el
oro; que ha diez a�os que anda en esta pretensi�n, por haber le�do el
arte de Reimundo Lulio y los autores qu�micos que hablan[165] en este
mismo imposible.

--La verdad es--dijo don Cleof�s--que nadie ha acertado a hacer el oro


si no es Dios, y el sol, con comisi�n particular suya.

--Eso es cierto--dijo el Cojuelo--, pues nosotros no hemos salido con


ello. Vuelve all�, y acomp��ame a re�r de aquel marido y mujer, tan
amigos de coche, que todo lo que hab�an de gastar en vestir, calzar y
componer su casa lo han empleado en aquel que est� sin caballos agora, y
comen y cenan y duermen dentro d�l, sin que hayan salido de su
reclusi�n, ni aun para las necesidades corporales, en cuatro a�os que ha
que le compraron[166]; que est�n encochados, como emparedados, y ha sido
tanta la costumbre de no salir d�l, que les sirve el coche de conchas,
como a la tortuga y al gal�pago, que en tarascando cualquiera dellos la
cabeza fuera d�l, la vuelven a meter luego, como quien la tiene fuera de
su natural, y se resfr�an y acatarran en sacando pie, pierna o mano
desta estrecha religi�n; y pienso que quieren ahora labrar un desv�n en
�l para ensancharse y alquilalle a otros dos vecinos tan inclinados a
coche, que se contentar�n con vivir en el caballete d�l.

--Esos--dijo don Cleof�s--se han de ir al infierno en coche y en alma.

--No es penitencia para menos--respondi� el Cojuelo--. Diferentemente le


sucede a esotro pobre y casado, que vive en esotra casa m�s adelante,
que despu�s de no haber podido dormir desde que se acost�, con un �rgano
al o�do de ni�os tiples, contraltos, terceruelas[167] y otros mil
guisados de voces que han inventado para llorar, ahora que se iba a
trasponer un poco, le ha tocado a rebato un mal de madre de su mujer,
tan terrible, que no ha dejado ruda en la vecindad[168], lana ni papel
quemado, escudilla untada con ajo, ligaduras, bebidas, humazos y
trescientas cosas m�s[169], y a �l le ha dado, de andar en camisa, un
dolor de ijada, con que imagino que se ha de desquitar del dolor de
madre de su mujer.

--No est�n tan despiertos en aquella casa--dijo don Cleof�s--donde est�


echando una escala aquel caballero que, al parecer, da asalto al cuarto
y a la honra del que vive en �l; que no es buena se�al, habiendo
escaleras dentro, querer entrar por las de fuera.

--All�--dijo el Cojuelo--vive un caballero viejo y rico que tiene una


hija muy hermosa y doncella, y rabia por dejallo de ser con un marqu�s,
que es el que da la escalada, que dice que se ha de casar con ella, que
es papel que ha hecho con otras diez u doce, y lo ha representado mal;
pero esta noche no conseguir� lo que desea, porque viene un alcalde de
ronda, y es muy antigua costumbre de nosotros ser muy regatones[170] en
los gustos, y, como dice vuestro refr�n, si la podemos dar roma, no la
damos aguile�a[171].

--�Qu� voces--dijo don Cleof�s--son las que dan en esotra casa m�s
adelante, que parece que pregonan alg�n demonio que se ha perdido?

--No ser� yo, que me he rescatado--dijo el Cojuelo--, si no es que me


llaman a pregones del infierno por el quebrantamiento de la redoma; pero
aqu�l es un garitero que ha dado esta noche ciento y cincuenta barajas,
y se ha endiablado de c�lera porque no le han pagado ninguna y se van
los actores y los reos con las costas en el cuerpo, tras una pendencia
de barato[172] sobre uno que juzg� mal una suerte, y los mete en paz
aquella m�sica que dan a cuatro voces en esotra calle unos criados de un
se�or a una mujer de un sastre que ha jurado que los ha de coser a
pu�aladas[173].

--Si yo fuera el marido--dijo don Cleof�s--, m�s los tuviera por gatos
que por m�sicos.

--Agora te parecer�n galgos--dijo el Cojuelo--, porque otro competidor


de la sastra, con una gavilla de seis o siete, vienen sacando las
espadas, y los Orfeos de la maesa, reparando la primera invasi�n con las
guitarras, hacen una fuga[174] de cuatro o cinco calles. Pero vuelve
all� los ojos, ver�s c�mo se va desnudando aquel hidalgo que ha rondado
toda la noche, tan caballero del milagro[175] en las tripas como en las
dem�s facciones, pues quit�ndose una cabellera, queda calvo; y las
narices de car�tula, chato; y unos bigotes postizos, lampi�o; y un brazo
de palo, estropeado; que pudiera irse m�s camino de la sepoltura que de
la cama. En esotra casa m�s arriba est� durmiendo un mentiroso con una
notable pesadilla, porque sue�a que dice verdad. All� un vizconde, entre
sue�os, est� muy vano porque ha regateado la excelencia a un grande.
All� est� muriendo un fullero, y ayud�ndole a bien morir un testigo
falso, y por darle la bula de la Cruzada, le da una baraja de naipes,
porque muera como vivi�, y �l, boqueando, por decir �Jes�s�, ha dicho
�flux�. All�, m�s arriba, un boticario est� mezclando la piedra
bezar[176] con los polvos de sen. All� sacan un m�dico de su casa para
una apoplej�a que le ha dado a un obispo. All� llevan aquella comadre
para partear a una pre�ada de medio ojo[177], que ha tenido dicha en
darle los dolores a estas horas. All� do�a Tomasa, tu dama, en enaguas,
est� abriendo la puerta a otro; que a estas horas le oye de amor.

--D�jame--dijo don Cleof�s--: bajar� sobre ella a matarla a coces.

--Para estas ocasiones se hizo el _tate, tate_[178]--dijo el Cojuelo--;


que no es salto para de burlas. Y te espantas de pocas cosas[179]: que
sin este enamorado murci�lago[180], hay otros ochenta, para quien[181]
tiene repartidas las horas del d�a y de la noche.

--�Por vida del mundo--dijo don Cleof�s--que la ten�a por una santa!

--Nunca te creas de ligero--le replic� el Diablillo--. Y vuelve los ojos


a mi Astr�logo, ver�s con las pulgas y inquietud que duerme: debe de
haber sentido pasos en su desv�n y recela alg�n detrimento de su redoma.
Consu�lese con su vecino, que mientras est� roncando a m�s y mejor, le
est�n sacando a su mujer, como muela, sin sentillo, aquellos dos
soldados.

--Del mal lo menos--dijo don Cleof�s--; que yo s� del marido


ochodurmiente[182] que dir�[183] cuando despierto lo mismo.
--Mira all�--prosigui� el Cojuelo--aquel barbero, que so�ando se ha
levantado, y ha echado unas ventosas a su mujer, y la ha quemado con las
estopas las tablas de los muslos, y ella da gritos, y �l, despertando,
la consuela diciendo que aquella diligencia es bueno que est� hecha para
cuando fuere menester. Vuelve all� los ojos a aquella cuadrilla de
sastres que est�n acabando unas vistas[184] para un tonto que se casa a
ciegas, que es lo mismo que por relaci�n, con una doncella tarasca, fea,
pobre y necia, y le han hecho creer al contrario con un retrato que le
trujo un casamentero, que a estas horas se est� levantando con un
pleitista que vive pared y medio d�l[185], el uno a cansar ministros y
el otro a casar todo el linaje humano; que solamente t�, por estar tan
alto, est�s seguro deste demonio, que en alg�n modo lo es m�s que yo.
Vuelve los ojos y mira aquel cazador mentecato del gallo[186], que est�
ensillando su rocin a estas horas y poniendo la escopeta debajo del
caparaz�n, y deja de dormir de aqu� a las nueve de la ma�ana por ir a
matar un conejo, que le costar�a mucho menos aunque le comprara en la
despensa de Judas[187]. Y al mismo tiempo advierte c�mo a la puerta de
aquel rico avariento echan un ni�o, que por partes de[188] su padre
puede pretender la beca del Antecristo[189], y �l, en grado de
apelaci�n, da con �l en casa de un se�or que vive junto a la suya, que
tiene talle de com�rselo antes que criallo, porque ha d�as que su
despensa espera el domingo de casi raci�n[190]. Pero ya el d�a no nos
deja pasar adelante; que el agua ardiente y el letuario[191] son sus
primeros crep�sculos, y viene el sol haciendo cosquillas a las
estrellas, que est�n jugando a salga la parida[192], y dorando la
p�ldora[193] del mundo, tocando al arma a tantas bolsas y talegos y
dando rebato a tantas ollas, sartenes y cazuelas, y no quiero que se
valga de mi industria para ver los secretos que le neg� la noche:
cu�stele brujeleallo por resquicios, claraboyas y chimeneas.

Y volviendo a poner la tapa al pastel�n, se bajaron a las calles.

TRANCO III

Ya comenzaban en el puchero humano de la Corte a hervir hombres y


mujeres, unos hacia arriba, y otros hacia abajo, y otros de trav�s,
haciendo un cruzado[194] al son de su misma confusi�n[195], y el pi�lago
racional de Madrid a sembrarse de ballenas[196] con ruedas, que por otro
nombre llaman coches, trab�ndose la batalla del d�a, cada uno con
disinio y negocio diferente, y pretendi�ndose enga�ar los unos a los
otros, levant�ndose una polvareda de embustes y mentiras, que no se
descubr�a una brizna de verdad por un ojo de la cara[197], y don Cleof�s
iba siguiendo a su camarada, que le hab�a metido por una calle algo
angosta, llena de espejos por una parte y por otra, donde estaban muchas
damas y lindos mir�ndose y poni�ndose de diferentes posturas de bocas,
guedejas, semblantes, ojos, bigotes, brazos y manos, haci�ndose
cocos[198] a ellos mismos. Pregunt�le don Cleof�s qu� calle era aqu�lla,
que le parec�a que no la hab�a visto en Madrid, y respondi�le el
Cojuelo:

--�sta se llama la calle de los Gestos, que solamente saben a ella estas
figuras de la baraja de la Corte, que vienen aqu� a tomar el gesto con
que han de andar aquel d�a, y salen con perlesia de lindeza, unos con la
boquita de ri��n[199], otros con los ojitos dormidos, roncando[200]
hermosura, y todos con los dos dedos de las manos, �ndice y me�ique,
levantados, y esotros, de _Gloria Patri_[201]. Pero salg�monos muy
apriesa de aqu�; que con tener est�mago de demonio y no haberme mareado
las maretas[202] del infierno, me le han revuelto estas sabandijas, que
nacieron para desacreditar la naturaleza y el rentoy[203].

Con esto, salieron desta calle a una plazuela donde hab�a gran concurso
de viejas que hab�a sido damas cortesanas[204], y mozas que entraban a
ser lo que ellas hab�an sido, en grande contrataci�n unas con otras.
Pregunt� el Estudiante a su camarada qu� sitio era aqu�l, que tampoco le
hab�a visto, y �l le respondi�:

--�ste es el baratillo de los apellidos, que aquellas damas pasas


truecan con estas mozas albillas[205] por medias tra�das, por zapatos
viejos, valonas, tocas y ligas, como ya no las han menester; que el
Guzm�n, el Mendoza, el Enr�quez, el Cerda, el Cueva, el Silva, el
Castro, el Gir�n[206], el Toledo, el Pacheco, el C�rdova, el Manrique de
Lara, el Osorio, el Arag�n, el Guevara y otros generosos apellidos los
ceden a quien los ha menester ahora para el oficio que comienza, y ellas
quedan con sus patron�micos primeros de Hern�ndez, Mart�nez, L�pez,
Rodr�guez, P�rez, Gonz�lez, etc�tera; porque al fin de los a�os mil,
vuelven los nombres[207] por donde sol�an ir.

--Cada d�a--dijo el Estudiante--hay cosas nuevas en la Corte.

Y, a mano izquierda, entraron a otra plazuela al modo de la de los


Herradores[208], donde se alquilaban t�as, hermanos, primos y maridos,
como lacayos y escuderos, para damas de achaque[209] que quieren pasar
en la Corte con buen nombre y encarecer su mercader�a.

A la mano derecha deste seminario andante estaba un grande edificio, a


manera de templo sin altar, y en medio d�l, una pila grande de piedra,
llena de libros de caballer�as y novelas[210], y alrededor, muchos
muchachos de diez a diez y siete a�os y algunas doncelluelas de la misma
edad, y cada uno y cada una con su padrino al lado, y don Cleof�s le
pregunt�[211] su compa�ero que le dijese qu� era esto, que todo le
parec�a que lo iba so�ando. El Cojuelo le dijo:

--Algo tiene de eso este fant�stico aparato; pero �sta es, don Cleof�s,
en efeto, la pila de los dones, y aqu� se bautizan los que vienen a la
Corte sin �l. Todos aquellos muchachos son pajes para se�ores, y
aquellas muchachas, doncellas para se�oras de media talla[212], que han
menester el don para la autoridad de las casas que entran a servir[213],
y agora les acaban de bautizar con el don. Por all� entra agora una
fregona con un vestido alquilado, que la trae su ama a sacar de don,
como de pila, para darla el tus�n[214] de las damas, porque le pague en
esta moneda lo que le ha costado el crialla, y aun ella parece que se
quiere volver al pa�o[215], seg�n viene bru�ida de esmeril.

--Un mo�o y unos dientes postizos y un guardainfante pueden hacer esos


milagros--dijo don Cleof�s--. Pero �qu� acompa�amiento--prosigui�
diciendo--es este que entra agora, de tanta gente lucida, por la puerta
deste templo consagrado al uso del siglo?

--Traen a bautizar--dijo el Cojuelo--un regidor muy rico, de un lugar


aqu� cercano, de edad de setenta a�os, que se viene al don por su pie,
porque sin �l le han aconsejado sus parientes que no cae tan bien el
regimiento. Ll�mase Pascual, y vienen altercando si sobre _Pascual_ le
vendr� bien el _don_, que parece don estravagante[216] de la iglesia de
los dones.

--Ya tienen ejemplar--dijo don Cleof�s--en don Pascual, ese que llamaron
todos loco, y yo, Di�genes de la ropa vieja, que andaba cubierta la
cabeza con la capa, sin sombrero, en traje de profeta, por esas calles.

--Mud�ranle el nombre, a mi parecer--prosigui� el Cojuelo--, por no


tener en su lugar regidor Pascual, como cirio de los regidores.

--Dios les inspire--dijo don Cleof�s--lo que m�s convenga a su


regimiento, como la cristiandad de los regidores ha menester.

--En acabando de tomar el se�or regidor--dijo el Cojuelo--el agua del


don, espera all� un italiano hacer lo mismo con un elefante que ha
tra�do a ense�ar a la puerta del Sol.

--Los m�s suelen llamarse--dijo el Estudiante--don Pedros, don Juanes y


don Alonsos. No s� c�mo ha tenido tanto descuido su ayo o naire, como lo
llaman los de la India Oriental; plebeyo deb�a de ser este animal, pues
ha llegado tan tarde al don. Vive Dios que me le he de quitar yo, porque
me desbautizan y desdonan los que veo.

--S�gueme--dijo el Cojuelo--, y no te amohines; que bien sabe el _don_


d�nde est�; que se te ha ca�do en el _Cleof�s_ como la sopa en la miel.

Con esto, salieron del so�ado (al parecer) edificio, y enfrente d�l
descubrieron otro, cuya portada estaba pintada de sonajas, guitarras,
gaitas zamoranas, cencerros, cascabeles, ginebras[217], caracoles,
castrapuercos[218], pandorga prodigiosa de la vida, y pregunt� don
Cleof�s a su amigo qu� casa era aquella que mostraba en la portada tanta
variedad de instrumentos vulgares[219],--que tampoco la he visto en la
Corte, y me parece que hay dentro mucho regocijo y entretinimiento.

--Esta es la casa de los locos--respondi� el Cojuelo--que ha poco que se


instituy� en la Corte, entre unas obras p�as que dej� un hombre muy rico
y muy cuerdo, donde se castigan y curan locuras que hasta agora no lo
hab�an parecido.

--Entremos dentro--dijo don Cleof�s--por aquel postiguillo que est�


abierto, y veamos esta novedad de locos.

Y, diciendo y haciendo, se entraron los dos, uno tras otro; pasando un


zagu�n, donde estaban algunos de los convalecientes pidiendo limosna
para los que estaban furiosos, llegaron a un patio cuadrado, cercado de
celdas peque�as por arriba y por abajo, que cada una dellas ocupaba un
personaje de los susodichos. A la puerta de una dellas estaba un hombre,
muy bien tratado de vestido, escribiendo sobre la rodilla y sentado
sobre una banqueta, sin levantar los ojos del papel, y se hab�a sacado
uno con la pluma sin sentillo. El Cojuelo le dijo:

--Aqu�l es un loco arbitrista[220] que ha dado en decir que ha de hacer


la reducci�n de los cuartos, y ha escrito sobre ello m�s hojas de papel
que tuvo el pleito de don Alvaro de Luna.

--Bien haya quien le trujo a esta casa--dijo don Cleof�s--; que son los
locos m�s perjudiciales de la rep�blica.

--Esotro que est� en esotro aposentillo--prosigui� el Cojuelo--es un


ciego enamorado, que est� con aquel retrato en la mano[221], de su
dama, y aquellos papeles que le ha escrito, como si pudiera ver lo uno
ni leer lo otro, y da en decir que ve con los o�dos. En esotro
aposentillo lleno de papeles y libros est� un gramatic�n[222] que perdi�
el juicio busc�ndole a un verbo griego el gerundio. Aquel que est� a la
puerta de esotro aposentillo con unas alforjas al hombro y en calz�n
blanco, le han tra�do porque, siendo cochero, que andaba siempre a
caballo, tom� oficio de correo de a pie. Esotro que est� en esotro de
m�s arriba con un halc�n en la mano, es un caballero que, habiendo
heredado mucho de sus padres, lo gast� todo en la cetrer�a y no le ha
quedado m�s que aquel halc�n en la mano, que se las come de hambre. All�
est� un criado de un se�or que, teniendo qu� comer, se puso a servir.
All� est� un bailar�n que se ha quedado sin son, bailando en seco. M�s
adelante est� un historiador que se volvi� loco de sentimiento de
haberse perdido tres d�cadas de Tito Livio. M�s adelante est� un
colegial cercado de mitras, prob�ndose la que le viene mejor, porque di�
en decir que hab�a de ser obispo. Luego, en esotro aposentillo, est� un
letrado que se desvaneci� en pretender plaza de ropa[223], y de letrado
di� en sastre, y est� siempre cortando y cosiendo garnachas. En esotra
celda, sobre un cofre lleno de doblones, cerrado con tres llaves, est�
sentado un rico avariento, que sin tener hijo ni pariente que le herede,
se da muy mala vida, siendo esclavos de su dinero y no comiendo m�s que
un pastel[224] de a cuatro, ni cenando m�s que una ensalada de pepinos,
y le sirve de cepo su misma riqueza. Aquel que canta en esotra jaula es
un m�sico sinsonte, que remeda los dem�s p�jaros, y vuelve de cada
pasaje como de un parasismo. Est� preso en esta c�rcel de los delictos
del juicio, porque siempre cantaba, y cuando le rogaban que cantase,
dejaba de cantar.

--Impertinencia es �sa casi de todos los desta profesi�n.

--En el brocal de aquel pozo que est� en medio del patio se est� mirando
siempre una dama muy hermosa, como lo ver�s si ella alza la cabeza, hija
de pobres y humildes padres, que queri�ndose casar con ella muchos
hombres ricos y caballeros, ninguno la content�, y en todos hall� una y
muchas faltas, y est� atada all� en una cadena porque, como Narciso,
enamorada de su hermosura, no se anegue en el agua que le sirve de
espejo, no teniendo en lo que pisa[225] al sol ni a todas las estrellas.
En aquel pobre aposentillo enfrente, pintado por defuera de llamas, est�
un demonio casado, que se volvi� loco con la condici�n de su mujer.

Entonces don Cleof�s le dijo al compa�ero que le ense�aba todo este


retablo de duelos:

--V�monos de aqu�, no nos embarguen[226] por alguna locura qu� nosotros


ignoramos; porque en el mundo todos somos locos, los unos de los
otros[227].

El Cojuelo dijo:

--Quiero tomar tu consejo, porque, pues los demonios enloquecen, no hay


que fiar de s� nadie.

--Desde vuestra primera soberbia--dijo don Cleof�s--todos lo est�is; que


el infierno es casa de todos los locos m�s furiosos del mundo.

--Aprovechado est�s--dijo el Cojuelo--, pues hablas en lenguaje


ajustado.

Con esta conversaci�n salieron de la casa susodicha, y a mano derecha


dieron en una calle algo dilatada, que por una parte y por otra estaba
colgada de ata�des, y unos sacristanes con sus sobrepellices[228]
pase�ndose junto a ellos, y muchos sepultureros abriendo varios
sepulcros, y don Cleof�s le dijo a su camarada:

--�Qu� calle es �sta, que me ha admirado m�s que cuantas he visto, y me


pudiera obligar a hablar m�s espiritualmente que con lo primero de que
t� te admiraste?

--�sta es m�s temporal y del siglo que ninguna--le respondi� el


Cojuelo--, y la m�s necesaria, porque es la roper�a de los ag�elos,
donde[229] cualquiera, para todos los actos positivos[230] que se le
ofrece y se quiere vestir de un ag�elo, porque el suyo no le viene bien,
o est� tra�do, se viene aqu�, y por su dinero escoge el que le est� m�s
a prop�sito. Mira all� aquel caballero torzuelo[231] c�mo se est�
probando una ag�ela que ha menester, y esotro, hijo de quien �l
quisiere, se est� vistiendo otro ag�elo, y le viene largo de talle.
Esotro m�s abajo da por otro ag�elo el suyo, y dineros encima, y no se
acaba de concertar, porque le tiene m�s de costa al sacrist�n, que es el
ropero. Otro, a esotra parte, llega a volver un ag�elo suyo de dentro
afuera y de atr�s adelante, y a tremendallo con la ag�ela de otro. Otro
viene all� con la justicia a hacer que le vuelvan un ag�elo que le
hab�an hurtado, y le ha hallado colgado en la roper�a. Si hubieres
menester alg�n ag�elo o ag�ela para alg�n cr�dito de tu calidad, a
tiempo estamos, don Cleof�s Leandro; que yo tengo aqu� un ropero amigo
que desnuda los difuntos la primera noche que los entierran, y nos le
fiar� por el tiempo que quisieres.

--Dineros he menester yo; que ag�elos no--respondi� el Estudiante--: con


los m�os me haga Dios bien[232]; que me han dicho mis padres que
deciendo de Leandro el animoso, el que pasaba el mar de Abido

�en amoroso fuego todo ardiendo�[233],

y tengo mi ejecutoria en las obras sueltas de Bosc�n y Garcilaso[234].

--Contra hidalgu�a en verso--dijo el Diablillo--no hay olvido ni


chanciller�a que baste, ni hay m�s que desear en el mundo que ser
hidalgo en consonantes.

--Si a m� me hicieran merced[235]--prosigui� don Cleof�s--, entre


Salicio y Nemoroso[236] se hab�an de hacer mis diligencias, que no me
hab�an de costar cien reales; que all� tengo mi Monta�a, mi Galicia, mi
Vizcaya y mis Asturias[237].

--Dejemos vanidades agora--dijo el Cojuelo--: que ya s� que eres muy


bien nacido en verso y en prosa, y vamos en busca de un fig�n, a
almorzar y descansar, que bien lo habr�s menester por lo trasnochado y
madrugado, y despu�s proseguiremos nuestras aventuras.

TRANCO IV

Dejemos a estos caballeros en su fig�n almorzando y descansando, que sin


dineros ped�an las pajaritas que andaban volando por el aire[238] y al
f�nix empanado[239], y volvamos a nuestro astr�logo regoldano[240] y
nigromante enjerto, que se hab�a vestido con alg�n cuidado de haber
sentido pasos en el desv�n la noche antes, y, subiendo a �l, hall� las
ruinas que hab�a dejado su familiar en los pedazos de la redoma, y
mojados sus papeles, y el tal Esp�ritu ausente; y viendo el estrago y la
falta de su Demo�uelo, comenz� a mesarse las barbas y los cabellos, y a
romper sus vestiduras[241], como rey a lo antiguo. Y estando haciendo
semejantes estremos y lamentaciones, entr� un diablejo zurdo, mozo de
retrete de Satan�s, diciendo que Satan�s su se�or le besaba las
manos[242]; que hab�a sentido la bellaquer�a que hab�a usado el Cojuelo;
que �l tratar�a de que se castigase, y que entre tanto se quedase �l
sirvi�ndole en su lugar. Agradeci� mucho el cuidado el Astr�logo y
encerr� el tal esp�ritu en una sortija de un topacio grande, que tra�a
en un dedo, que antes hab�a sido de un m�dico, con que a todos cuantos
hab�a tomado el pulso hab�a muerto. Y en el infierno se juntaron entre
tanto, en sala plena, los m�s graves jueces de aquel distrito, y
haciendo notorio a todos el delito del tal Cojuelo, mandaron despachar
requisitoria para que le prendiesen en cualquier parte que le hallasen,
y se le di� esta comisi�n[243] a Cienllamas, demonio comisionario que
hab�a dado muy buena cuenta de otras que le hab�an encargado, y
llev�ndose consigo por corchetes a Chispa y a Redina, demonios a la
veinte[244], y subi�ndose en la mula de Li��n[245], sali� del infierno
con vara alta[246] de justicia en busca del dicho delincuente.

En este tiempo, sobre la paga de lo que hab�an almorzado hab�an tenido


una pesadumbre el revoltoso Diablillo y don Cleof�s con el Fig�n[247],
en que intervinieron asadores y torteras, porque lo que es del diablo,
el diablo se lo ha de llevar, y acudiendo la justicia al alboroto, se
salieron por una ventana, y cuando el alguacil de Corte con la gente que
llevaba pensaba cogellos, estaban ya de esotra parte de Getafe, en
demanda de Toledo, y dentro de un minuto, en las ventillas de Torrej�n,
y en un cerrar de ojos, a vista de la puerta de Visagra, dejando la real
f�brica del hospital de afuera a la derecha mano; y volvi�ndose el
Estudiante al camarada, le dijo:

--Lindos atajos sabes: malhaya quien no caminara contigo todo el mundo,


mejor que con el Infante don Pedro de Portugal, el que anduvo las
siete[248] partidas d�l.

--Somos gente de buena ma�a--respondi� el Cojuelo.

Y cuando estaban hablando en esto, llegaban al barrio que llaman de la


Sangre de Cristo y al mes�n de la Sevillana[249], que es el mejor de
aquella ciudad. El Diablo Cojuelo le dijo al Estudiante:

--�sta es muy buena posada para pasar esta noche y para descansar de la
pasada; �ntrate dentro y pide un aposento y que te aderecen de cenar;
que a m� me importa llegarme esta noche a Constantinopla a alborotar el
serrallo del Gran Turco y hacer degollar doce o trece hermanos que
tiene, por miedo de que no conspiren[250] a la Corona, y volverme de
camino por los Cantones de los esgu�zaros[251] y por Ginebra a otras
diligencias deste modo, por sobornar con algunos servicios a mi amo,
que debe de estar muy indignado contra m� por la travesura pasada; que
yo estar� contigo antes que den las siete d� la ma�ana.

Y, diciendo y haciendo, se meti� por esos aires como por una vi�a
vendimiada, meando la pajuela[252] a todo pajarote y ciudadano de la
regi�n et�rea, a fuer de los de la jerigonza cr�tica[253], y don
Cleof�s se entr� a tomar posada, que, aunque estaba llena de muchos
pasajeros que hab�an venido con los galeones y pasaban a la Corte, con
todo, al g��sped nuevo hicieron cortes�a, porque la persona de don
Cleof�s tra�a consigo cartas de recomendaci�n[254], como dicen los
cortesanos antiguos.

Convid�ronle a cenar unos caballeros soldados aquella noche,


pregunt�ndole nuevas de Madrid, y despu�s de haber cumplido con la
celebridad de los brindis por el Rey (Dios le guarde), por sus damas y
sus amigos[255], y haber dado las aceitunas[256] con los palillos carta
de pago de la cena, se fu� cada uno a recoger a su aposento, porque
hab�an de tomar la madrugada para llegar con tiempo a Madrid, y don
Cleof�s hizo lo mismo en el que le se�al� el G��sped, sintiendo la
soledad[257] del compa�ero en alg�n modo, porque le tra�a tan
entretenido; y haciendo varios discursos sobre el almohada, se qued�
como un pajarito[258], jurando al silencio de las sombras, como lo dem�s
del mundo, el mes�n de la Sevillana el natural vasallaje con el sue�o,
que solas [las][259] grullas, los murci�lagos y lechuzas estaban de
posta a su cuerpo de guardia, cuando a las dos de la noche unas
temerosas voces repet�an: ��Fuego, fuego!� despertaron a los dormidos
pasajeros, con el sobresalto y asombro que suele causar cualquier
alboroto a los que est�n durmiendo, y m�s oyendo apellidar ��fuego!�,
voz que con m�s terror atemoriza los �nimos m�s constantes, rodando unos
las escaleras por bajar m�s apriesa, otros, saltando por las ventanas
que ca�an al patio de la posada, otros que, por las pulgas u temor de
las chinches, dorm�an en cueros, como vinagre, hechos Adanes del
baratillo[260], poniendo las manos donde hab�an de estar las hojas de
higuera, siguiendo a los dem�s, y acompa��ndolos don Cleof�s, con los
calzones revueltos al brazo y una alfaj�a que, por no encontrar la
espada, hall� acaso en su aposento, como si en los incendios y fantasmas
importase andar a palos ni a cuchilladas, natural socorro del miedo en
las repentinas invasiones.

Sali�, en esto, el G��sped en camisa, los pies en unas empanadas de


Frenegal[261], cinchado con una faja de grana de polvo[262] el est�mago,
y un candil de garabato en la mano, diciendo que se sosegasen; que aquel
ruido no era de cuidado; que se volviesen a sus camas, que �l pondr�a
remedio en ello. Apret�le don Cleof�s, como m�s amigo de saber, le
dijese la causa de aquel alboroto; que no se hab�a de volver a acostar
sin descifrar aquel misterio. El G��sped le dijo muy severo[263] que era
un estudiante de Madrid, que hab�a dos u tres meses que entr� a posar en
su casa, y que era poeta de los que hacen comedias, y que hab�a escrito
dos, que se las hab�an chillado en Toledo y apedreado como vi�as[264], y
que estaba acabando de escribir la comedia de _Troya abrasada_, y que
sin duda deb�a de haber llegado al paso del incendio, y se convert�a
tanto en lo que escrib�a, que habr�a dado aquellas voces; que por otras
experiencias pasadas sacaba �l que aquello era verdad infalible como �l
dec�a; que para confirmallo subiesen con �l a su aposento y hallar�an
verdadero este discurso.

Siguieron al G��sped todos de la suerte que estaban, y entrando en el


aposento del tal Poeta, le hallaron tendido en el suelo, despedazada la
media sotanilla, revolcado en papeles y echando espumarajos por la boca,
y pronunciando con mucho desmayo: ��Fuego, fuego!�, que casi no pod�a
echar la habla, porque se le hab�a metido monja. Llegaron a �l muertos
de risa y llenos de piedad todos, dici�ndole:

--Se�or Licenciado, vuelva en s� y mire si quiere beber o comer algo


para este desmayo.

Entonces el Poeta, levantando como pudo la cabeza, dijo:


--Si es Eneas y Anquises, con los Penates y el amado Ascanio, �qu�
aguard�is aqu�, que est� ya el Ili�n hecho cenizas, y Pr�amo, Paris y
Policena, H�cuba y Andr�maca han dado el fatal tributo a la muerte, y a
Elena, causa de tanto da�o, llevan su presa Menalao[265] y Agamen�n? Y
lo peor es que los mirmidones se han apoderado del tesoro troyano.

--Vuelva a su juicio--dijo el G�esped--; que aqu� no hay almidones ni


toda esa tropel�a de disparates que ha referido, y mucho mejor fuera
llevalle a casa del Nuncio[266], donde pudiera ser con bien justa causa
mayoral de los locos, y metelle en cura; que se le han subido los
consonantes a la cabeza, como tabardillo.

--�Qu� bien entiende de afectos el se�or G��sped!--respondi� el Poeta,


encorpor�ndose un poco m�s.

--De afectos ni de afeites--dijo el G��sped--no quiero entender, sino de


mi negocio: lo que importa es que ma�ana hagamos cuenta de lo que me
debe de posada, y se vaya con Dios; que no quiero tener en ella quien me
la alborote cada d�a con estas locuras: basten las pasadas, pues
comenzando a escribir, reci�n llegado aqu�, la comedia de _El Marqu�s de
Mantua_, que zozobr� y fu� una de las silbadas, fueron tantas las
prevenciones de la caza y las voces que di�, llamando a los perros
Melampo, Oliveros, Saltamontes, Tragavientos, etc�tera, y el ��Ataja,
ataja!� y el ��Guarda el oso cerdoso, y el jabal� colmilludo!�, que
malpari� una se�ora pre�ada que pasaba del Andaluc�a a Madrid, del
sobresalto; y en esotra de _El Saco de Roma_, que entrambas parecieron
cual tenga la salud[267], fu� el[268] estruendo de las cajas y
trompetas, haciendo pedazos las puertas y ventanas deste aposento a tan
desusadas horas como �stas, y el ��Cierra, Espa�a!�[269], ��Santiago, y
a ellos!�, y el jugar la artiller�a con la boca[270], como si hubiera
ido a la escuela con un petardo, o cri�dose con el basilisco de
Malta[271], que enga�� el rebato a una compa��a de infanter�a que
alojaron[272] aquella noche en mi casa, de suerte, que, tocando al arma,
se hubieron de hacer a escuras unos soldados pedazos con otros,
acudiendo al ruido medio Toledo con la justicia, ech�ndome las puertas
abajo, y amenaz� a hacer una de todos los diablos; que es poeta grulla,
que siempre est� en vela, y halla consonantes a cualquiera hora de la
noche y de la madrugada.

El Poeta dijo entonces:

--Mucho mayor alboroto fuera si yo acabara aquella comedia de que tiene


vuesa merced en prendas dos jornadas por lo que le debo, que la llamo
_Las Tinieblas de Palestina_, donde es fuerza que se rompa el velo de el
Templo en la tercera jornada, y se escurezca el sol y la luna, y se den
unas piedras con otras, y se venga abajo toda la f�brica celestial con
truenos y rel�mpagos, cometas y exhalaciones, en sentimiento de su
Hacedor; que por faltarme los nombres que he de poner a los sayones no
la he acabado. �Ah� me dir� vuesa merced, se�or G��sped, qu� fuera ello!

--V�yase--dijo el Mesonerazo--a acaballa al Calvario, aunque no faltar�


en cualquiera parte que la escriba o la representen quien le crucifique
a silbos, legumbre y edificio[273].

--Antes resucitan con mis comedias los autores--dijo el Poeta--; y para


que conozcan todos vuesas mercedes esta verdad y admiren el estilo que
llevan todas las que yo escribo, ya que se han levantado a tan buen
tiempo, quiero leelles �sta.
Y, diciendo y haciendo, tom� en la mano una rima de vueltas de cartas
viejas, cuyo bulto se encaminaba m�s a pleito de tenuta[274] que a
comedia, y arqueando las cejas y deshollin�ndose los bigotes, dijo,
leyendo el t�tulo, de esta suerte:

--_Tragedia Troyana, Astucias de Sin�n, Caballo griego, Amantes


ad�lteros y Reyes endemoniados_. Sale lo primero por el patio, sin haber
cantado, el Paladi�n[275], con cuatro mil griegos por lo menos, armados
de punta en blanco[276], dentro d�l.

--�C�mo--le replic� un caballero soldado de aquellos que estaban en


cueros, que parece que se hab�an de echar a nadar en la comedia--puede
toda esa m�quina entrar por ning�n patio ni coliseo de cuantos hay en
Espa�a, ni por el del Buen Retiro, afrenta de los romanos anfiteatros,
ni por una plaza de toros?

--�Buen remedio!--respondi� el Poeta--. Derribar�se el corral y dos


calles junto a �l para que quepa esta tramoya, que es la m�s portentosa
y nueva que los teatros han visto; que no siempre sucede hacerse una
comedia como �sta, y ser� tanta la ganancia, que podr� muy bien a sus
ancas sufrir todo este gasto. Pero escuchen, que ya comienza la obra, y
atenci�n, por mi amor. Salen por el tablado, con mucho ruido de
chirim�as y atabalillos, Pr�amo, rey de Troya, y el pr�ncipe Paris, y
Elena, muy bizarra en un palafr�n, en medio, y el Rey a la mano derecha
(que siempre desta manera guardo el decoro a las personas reales), y
luego, tras ellos, en palafrenes negros, de la misma suerte, once mil
due�as a caballo.

--M�s dificultosa apariencia es �sa que esotra--dijo uno de los


oyentes--, porque es imposible que tantas due�as juntas se hallen.

--Algunas se har�n de pasta[277]--dijo el Poeta--, y las dem�s se


juntar�n de aqu� para all�; fuera de que si se hace en la Corte, �qu�
se�ora habr� que no env�e sus due�as prestadas para una cosa tan grande,
por estar los d�as que se representare la comedia, que ser�, por lo
menos, siete u ocho meses, libres de tan cansadas sabandijas?[278]

Hubi�ronse de caer de risa los oyones[279], y de una carcajada se


llevaron media hora de reloj, al son de los disparates del tal Poeta, y
�l prosigui� diciendo:

--No hay que re�rse; que si Dios me tiene de sus consonantes, he de


rellenar el mundo de comedias m�as, y ha de ser Lope de Vega (prodigioso
monstruo espa�ol y nuevo Tostado en verso) ni�o de teta conmigo, y
despu�s me he de retirar a escribir un poema heroico para mi
posteridad, que mis hijos o mis sucesores hereden, en que tengan toda su
vida que roer s�labas. Y agora oigan vuesas mercedes...:--amagando a
comenzar (el brazo derecho levantado) los versos de la comedia, cuando
todos a una voz le dijeron que lo dejase para m�s espacio, y el G��sped,
indignado, que sab�a poco de filis[280], le volvi� a advertir que no
hab�a de estar un d�a m�s en la posada.

La encamisada[281], pues, de los caballeros y soldados se puso a mediar


con el G��sped el caso[282], y don Cleof�s, sobre un _Arte po�tica_ de
Rengifo[283], que estaba tambi�n corriendo borrasca entre esotros
legajos por el suelo, tom� pleito homenaje[284] al tal poeta, puestas
las manos sobre los consonantes, jurando que no escribir�a m�s comedias
de ruido, sino de capa y espada, con que qued� el G��sped satisfecho; y
con esto se volvieron a sus camas, y el Poeta, calzado y vestido, con su
comedia en la mano, se qued� tan aturdido sobre la suya, que apost� a
roncar con los Sietes Durmientes[285], a peligro de no valer la moneda
cuando despertase.

TRANCO V

Dentro de muy pocas horas lo fu� de volverse a levantar los g��spedes al


quitar[286], haciendo la cuenta con ellos de la noche pasada el g��sped
de por vida, esperez�ndose y bostezando de lo trasnochado con el Poeta,
y trataron de caminar, ensillando los mozos de mulas y poniendo los
frenos al son de seguidillas y j�caras, y brind�ndose con vino y pullas
los unos a los otros, ribete�ndolas con tabaco en polvo y en humo,
cuando don Cleof�s tambi�n despert�, tratando de vestirse, con algunas
_saudades_[287] de su dama: que las malas correspondencias de las
mujeres a veces despiertan m�s la voluntad; y antes que diesen las ocho,
como hab�a dicho, entr� por el aposento el camarada, en traje turquesco,
con almalafa y turbante, se�ales ciertas de venir de aquel pa�s,
diciendo:

--�Heme tardado mucho en el viaje, se�or Licenciado?

El le respondi� sonri�ndose:

--Menos se tard� vuesa merced desde el cielo al infierno, con haber m�s
leguas, cuando rod� con todos esos pr�ncipes que no han podido gatear
otra vez a la maroma de donde cayeron.

--�Al amigo, se�or don Cleof�s--respondi� el Cojuelo--, chinche en el


ojo[288], como dice el refr�n de Castilla? �Bueno, bueno!

--Pocos hay--respondi� el Estudiante--que en ofreci�ndose el chiste,


miren esos respetos; pero esto lo digo yo en galanter�a[289], y la
amistad[290] que hay ya entre nosotros. Mas dejando esto aparte, �c�mo
nos ha ido[291] por esos mundos?

--Hice todo a lo que fu�, y mucho m�s--respondi� el gen�zaro reci�n


venido--, y si quisiera, me jurara por Gran Turco aquella buena gente;
que a fe que alguna guarda mejor su palabra, y saben decir verdad y
hacer amistades, que vosotros los cristianos.

--�Qu� presto te pagaste!--dijo don Cleof�s--. Alg�n cuarto debes de


tener de demonio villano.

--Es imposible--respondi� el Cojuelo--, porque decendemos todos de la


m�s noble y m�s alta Monta�a de la tierra y del cielo, y aunque seamos
zapatero de viejo, en siendo monta�eses, todos somos hidalgos[292]; que
muchos dellos nacen, como los escarabajos y los ratones, de la
putrefacci�n.

--Bien s� que sabes Filosof�a--le dijo don Cleof�s--mejor que si la


hubieras estudiado en Alcal�, y que eres maestro en primeras licencias.
Dejemos estas digresiones y acaba de darme cuenta de tu jornada.

--Con el traje del pa�s, como ves--respondi� el Diablillo--, por


ensuciallos todos, como cierto amigo que, por desaseado en estremo,
ensuci� el de soldado, el de peregrino y estudiante, volv� por los
Cantones, por la Bertolina[293] y Ginebra, y no tuve que hacer nada en
estos pa�ses, porque sus paisanos son demonios de si mismos, y �ste es
el juro de heredad que m�s seguro tenemos en el infierno, despu�s de las
Indias[294]. Fu� a Venecia, por ver una poblaci�n tan prodigiosa, que
est� fundada en el mar, y de su natural condici�n tan bajel de argamasa
y siller�a, que, como la tiene en peso el pi�lago Mediterr�neo, se
vuelve a cualquier viento que le sopla. Estuve en la plaza de San
Marcos, platicando con unos criados de unos clar�simos[295], esta
ma�ana, y hablando en[296] las gacetas de la guerra, les dije que en
Constantinopla se hab�a sabido, por esp�as que estaban en Espa�a, que
hay grandes prevenciones della, y tan prodigiosas, que hasta los
difuntos se levantan, al son de las cajas, de los sepulcros para este
efeto, y hay quien diga que entre ellos hab�a resucitado el gran Duque
de Osuna[297]; y apenas lo acab� de pronunciar, cuando me escurr�, por
no perder tiempo en mis diligencias, y, dejando el seno adri�tico me
sorb� la Marca de Ancona, y por la Roman�a, a la mano izquierda, dej� a
Roma, porque aun los demonios, por cabeza de la Iglesia militante,
veneramos su poblaci�n. Pas� por Florencia a Mil�n, que no se le da con
su castillo dos blancas de la Europa. Vi a G�nova[298] la bella, talego
del mundo, llena de novedades, y, golfo lanzado[299], toqu� a
Vinaroz[300] y a los Alfaques, pasando el de Le�n y Narbona. Llegu� a
Valencia, que juega ca�as dulces con la primavera, met�me en la Mancha,
que no hay greda que la pueda sacar, entr� en Madrid, y supe que unos
parientes de tu dama te andaban a buscar para matarte, porque dicen que
la has dejado sin reputaci�n; y lo peor es lo que me chisme�
Zancadilla, demonio esp�a del infierno y sobrestante de las tentaciones:
que me andaba a buscar Cienllamas con una requisitoria; y soy de
parecer, para oviar[301] estos dos riesgos, que pongamos tierra en
medio. V�monos al Anduluc�a[302], que es la m�s ancha del mundo; y pues
yo te hago la costa, no tienes que temer nada; que, con el romance que
dice:

�Tendr� el invierno en Sevilla


y el veranito en Granada�[303],

no hemos de dejar lugar en ella que no trajinemos.

Y volvi�ndose a la ventana que sal�a a la calle, le dijo:

--H�gote puerta de mes�n. Vamos, y s�gueme por ella, don Cleof�s; que
hemos de ir a comer a la venta de Darazut�n[304], que es en
Sierra-morena, veinte y dos o veinte y tres leguas[305] de aqu�.

--No importa--dijo don Cleof�s--, si eres demonio de portante[306],


aunque cojo.

Y diciendo esto, salieron los dos por la ventana, flechados de s�


mismos[307], y el G��sped, desde la puerta, d�ndole voces al Estudiante
cuando le vi� por el aire, diciendo que le pagase la cama y la posada, y
don Cleof�s respondiendo que en volviendo del Andaluc�a cumplir�a con
sus obligaciones; y el G��sped, que parec�a que lo so�aba, se volvi�
santiguando y diciendo:

--Pluguiera a Dios, como se me va �ste, se me fuera el Poeta, aunque se


me llevara la cama y todo asida a la cola.

Ya, en esto, el Cojuelo y don Cleof�s descubr�an la dicha venta, y,


ape�ndose del aire, entraron en ella, pidiendo al Ventero de comer, y �l
les dijo que no hab�a quedado en la venta m�s que un conejo y un
perdig�n, que estaban en aquel asador entreteni�ndose a la lumbre.

--Pues trasl�denlos a un plato--dijo don Cleof�s--, se�or Ventero, y


venga el salmorejo[308], poni�ndonos la mesa, pan, vino y salero.

El Ventero respondi� que fuese en buen hora; pero que esperasen que
acabasen de comer unos estranjeros que estaban en eso, porque en la
venta no hab�a otra mesa m�s que la que ellos ocupaban. Don Cleof�s
dijo:

--Por no esperar, si estos se�ores nos dan licencia, podremos comer


juntos, y ya que ellos van en la silla, nosotros iremos en las ancas.

Y sent�ndose los dos al paso que lo dec�an, fu� todo uno, tray�ndoles el
Ventero la porci�n susodicha, con todas sus adherencias y
incidencias[309], y comenzaron a comer en compa��a de los estranjeros,
que el uno era franc�s, el otro ingl�s, el otro italiano y el otro
tudesco, que hab�a ya pespuntado la comida m�s aprisa a brindis de vino
blanco y clarete, y ten�a a orza la testa[310], con se�ales de v�mito y
tiempo borrascoso, tan zorra[311] de cuatro costados[312], que pudiera
temelle el corral de gallinas del Ventero. El Italiano pregunt� a don
Cleof�s que de adonde ven�a, y �l le respondi� que de Madrid. Repiti� el
Italiano:

--�Qu� nuevas hay de la guerra, se�or Espa�ol?

Don Cleof�s le dijo:

--Agora todo es guerra.

--Y �contra qui�n dicen?--replic� el Franc�s.

--Contra todo el mundo--le respondi� don Cleof�s--, para ponerlo todo �l


a los pies del Rey de Espa�a.

--Pues a fe--repli� el Franc�s--que primero que el Rey de Espa�a....

Y antes que acabase la raz�n el Gabacho, dijo don Cleof�s:

--El Rey de Espa�a....

Y el Cojuelo le fu� a la mano, diciendo:

--D�jame, don Cleof�s, responder a m�, que soy espa�ol por la vida, y
con quien vengo, vengo[313]; que les quiero con alabanzas del Rey de
Espa�a dar un tapaboca a estos borrachos, que si leen las historias
della, hallar�n que por Rey de Castilla tiene virtud de sacar demonios,
que es m�s generosa ciruj�a que curar lamparones[314].

Los estranjeros, habiendo visto callar al Espa�ol, estaban muy


falsos[315], cuando el Cojuelo, sent�ndose mejor y tomando la mano[316],
y en traje castellano, que ya hab�a dejado a la guardarropa del viento
el turquesco, les dijo:

--Se�ores m�os, mi camarada iba a responder, y a m�, por tener m�s edad,
me toca el hacello; esc�chenme atentamente, por caridad. El Rey de
Espa�a es un generos�simo lebrel, que pasa acaso solo por una calle, y
no hay gozque en ella que a ladralle no salga, sin hacer caso de
ninguno, hasta que se juntan tantos, que se atreve uno, al desembocar
della a otra, pensando que es sufrimiento y no desprecio, a besalle con
la boca la cola; entonces vuelve, y dando una manotada a unos y otra a
otros, huyen todos de manera, que no saben d�nde meterse, y queda la
calle tan barrida de gozques y con tanto silencio, que aun a ladrar no
se atreven, sino a morder las piedras, de rabia. Esto mismo le sucede
siempre con los reyes contrarios, con las se�or�as y potentados, que son
todos gozques con su Majestad[317] Cat�lica; pero gu�rdese el que se
atreviere a besarle la cola; que ha de llevar manotada que escarmiente
de suerte a los dem�s, que no hallen d�nde meterse, huyendo d�l[318].

Los estranjeros se comenzaron a escarapelar, y el Franc�s le dijo:

--�Ah, bugre, coqu�n espa�ol!

Y el Italiano:

--�Forfante, marrano espa�ol!

Y el Ingl�s:

--�Nitesgut espa�ol[319]!

Y el Tudesco estaba de suerte, que lo di� por recibido, dando permisi�n


que hablasen los dem�s por �l en aquellas cortes.

Don Cleof�s, que los vi� palotear y echar espada�as de vino y herej�as
contra lo que hab�a dicho su camarada, acostumbrado a sufrir poco y al
refr�n de �quien da luego, da dos veces�, levantando el banco en que
estaban sentados los dos, di� tras ellos, adelant�ndose el compa�ero
con las muletas en la mano, manej�ndolas tan bien, que di� con el
Franc�s en el tejado de otra venta que estaba tres leguas de all�, y en
una necesaria de Ciudad Real con el Italiano[320], porque muriese hacia
donde pecan, y con el Ingl�s, de cabeza en una caldera de agua hirviendo
que ten�an para pelar un puerco en casa de un labrador de Adamuz; y al
Tudesco, que se hab�a anticipado a caer de bruces a los pies de Cleof�s,
le volvi� al puerto de Santa Mar�a, de donde hab�a salido quince d�as
antes, a dormir la zorra[321]. El Ventero se quiso poner en medio, y di�
con �l en Peralvillo[322], entre aquellas cecinas de Gestas, como en su
centro.

Volvi�ronse, con esto, a sentar a comer de los despojos que hab�a dejado
el enemigo, muy de espacio, y estando en los postreros lances de la
comida, entraron algunos mozos de mulas en la venta, llamando al G��sped
y pidiendo vino, y tras ellos, en el mismo carruaje, una compa��a de
representantes que pasaban de C�rdoba a la Corte, con ganas de tomar un
refresco en la venta. Ven�an las damas en jamugas, con bohemios[323],
sombreros con plumas y mascarillas en los rostros, los chapines[324],
con plata, colgando de los respaldares de los sillones; y ellos, unos
con portamanteos sin cojines, y otros sin cojines ni portamanteos, las
capas dobladas debajo, las valonas[325] en los sombreros, con alforjas
detr�s; y los m�sicos, con la guitarras en cajas delante de los arzones,
y algunos dellos ciclanes de estribos[326], y otros, eunucos, con los
mozos que le sirven[327] a las ancas, unos con espuelas sobre los
zapatos y las medias, y otros con botas de rodillera, sin ninguna; otros
con varas para hacer andar sus cabalgaduras y las de las mujeres. Los
apellidos de los m�s eran valencianos, y los nombres de las
representantas[328] se resolv�an en Marianas y Anas Mar�as, hablando
todo recalcado[329], con el tono de la representaci�n. La conversaci�n
con que entraron en la venta era decir que hab�an robado a Lisboa,
asombrado a C�rdoba y escandalizado a Sevilla, y que hab�an de despoblar
a Madrid[330], porque con sola la loa que llevaban para la entrada, de
un tundidor de Ecija[331], hab�an de derribar cuantos autores entrasen
en la Corte. Con esto, se fueron arrojando de las cabalgaduras, y los
maridos, muy severos[332], apeando en los brazos a sus mujeres, llamando
todos al G��sped,

�y �l de nada se dol�a�[333].

La Autora se asent� en una alhombrilla que la echaron en el suelo; las


dem�s princesas, alrededor, y el Autor andaba solicitando el regalo de
todos, como pastor de aquel ganado. Y dijo el Cojuelo:

--Con el se�or Autor estoy en pecado mortal de parte de mis camaradas.

--�Por qu�?--dijo don Cleof�s.

Respondi� el Diablillo:

--Porque es el peor representante del mundo, y hace siempre los demonios


en los autos del Corpus, y est� perdigado[334] para demonio de veras, y
para que haga en el infierno los autores si se representaren comedias;
que algunas hacen estas far�ndulas, que aun para el infierno son malas.

--Uno he visto aqu�--dijo don Cleof�s--, entre los dem�s compa�eros, que
le he deseado cruzar la cara, porque me galante� en Alcal� una doncella,
moza m�a, que se enamor� d�l vi�ndole hacer un rey de Dinamarca.

--Doncella--dijo el Cojuelo--deb�a de ser de all�[335]; pero si


quieres--prosigui�--que tomemos los dos venganza del Autor y del
Representante, espera y ver�s c�mo lo trazo; porque agora quieren
repartir una comedia con que han de secundar en Madrid, y sobre los
papeles has de ver lo que pasa.

Al mismo tiempo que dec�a esto el Cojuelo, el apuntador de la Compa��a


sac� de un alforja los de una comedia de Claramente[336], que hab�a
acabado de copiar en Adamuz el tiempo que estuvieron all�, diciendo al
Autor:

--Aqu� ser� raz�n que se repartan estos papeles, entretanto que se


adereza la comida y parece el G��sped.

El Autor vino en ello, porque se dejaba gobernar del tal Apuntador, como
de hombre que ten�a grand�sima curia en la comedia, y hab�a sido
estudiante en Salamanca, y le llamaban el Fil�sofo por mal nombre; y
llegando con el papel de la segunda dama a Ana Mar�a, mujer del que
cantaba los bajetes y bailaba los d�as de Corpus, habi�ndole dado la
primera dama a Mariana, la mujer del que cobraba y que hac�a su parte
tambi�n en las comedias de tramoya, arroj�ndole, dijo que ella hab�a
entrado para partir entre[337] las dos los primeros papeles, y que
siempre le daban los segundos, y que ella pod�a ense�ar a representar a
cuantas andaban en la comedia, porque hab�a representado al lado de las
mayores representantas del mundo y en la legua[338] la llamaban
Amarilis[339], segunda deste nombre. Esotra le dijo que no sabr�a mirar
lo que ella con su zapato representaba[340], respondi�ndole esotra que
de cu�ndo ac� ten�a tanta soberbia, sabiendo que en Sevilla le prest�
hasta las enaguas para hacer el papel de Dido[341] en la gran comedia de
don Guill�n de Castro, echando a perder la comedia y haciendo que
silbasen la compa��a.

--T� eres la silbada--dijo esotra--, y tu �nima[342].

Llegando a las manos y dici�ndose palabras mayores, y tan grandes, que


alcanzaron a los maridos; y sacando unos con otros las espadas, comenz�
una batalla de comedia, meti�ndolos en paz los mozos de mulas con los
frenos que acababan de quitar; y dej�ndolos empelotados, se salieron don
Cleof�s y el Cojuelo de la venta al camino de Andaluc�a, qued�ndose
abrasando a cuchilladas la compa��a que fuera un Roncesvalles del
molino del papel[343] si el Ventero no llegara con la Hermandad[344] en
busca de los dos que se fueron, para prendello, con escopetas, chuzos y
ballestas; y hallando esta nueva matanza en su venta, y jarros, tinajas
y platos hechos tantos[345] en la refriega, los apaciguaron, y
prendieron a los dichos representantes para llevarlos a Ciudad Real,
habiendo de tener otra pelaza m�s pesada con el alguacil que los tra�a a
Madrid por orden de los arrendadores, con comisi�n del Consejo[346].

TRANCO VI

En este tiempo, nuestros caminantes, tragando leguas de aire, como si


fueran camaleones[347] de alquiler, hab�an pasado a Adamuz, del gran
Marqu�s del Carpio, Haro y nobil�simo decendiente de los se�ores
antiguos de Vizcaya, y padre ilustr�simo del mayor Mecenas[348] que los
antiguos ingenios y modernos han tenido, y caballero que igual� con sus
generosas partes su modestia. Y habi�ndose sorbido de los siete vados y
las ventas de Alcolea, se pusieron a vista de C�rdoba por su fertil�sima
campi�a y por sus celebradas dehesas gamonosas[349], donde nacen y
pacen tantos brutos, hijos del C�firo m�s que los que fingi� la
antig�edad en el Tajo portugu�s[350]; y entrando por el Campo de la
Verdad[351] (pocas veces pisado de gente desta cala�a) a la Colonia[352]
y populosa patria de dos S�necas y un Lucano, y del padre de la Poes�a
espa�ola, el celebrado G�ngora, a tiempo que se celebraban fiestas de
toros aquel d�a, y juego de ca�as, acto positivo[353] que m�s
excelentemente ejecutan los caballeros de aquella ciudad, y tomando
posada en el mes�n de las Rejas[354], que estaba lleno de forasteros que
hab�an concurrido a esta celebridad, se apercibieron para ir a vellas,
limpi�ndose el polvo de las nubes; y llegando a la Corredera[355], que
es la plaza donde siempre se hacen estas festividades, se pusieron a ver
un juego de esgrima que estaba en medio del concurso de la gente, que en
estas ocasiones suele siempre en aquella provincia preceder a las
fiestas, a cuya esfera no hab�a llegado la l�nea recta, ni el �ngulo
obtuso ni oblicuo[356]; que todav�a se platicaba el u�as arriba y el
u�as abajo de la destreza primitiva que nuestros primeros padres
usaron; y acord�ndose don Cleof�s de lo que dice el ingenios�simo
Quevedo en su _Busc�n_[357], pens�[358] perecer de risa, bien que se
debe al insigne don Luis Pacheco de Narv�ez haber sacado de la obscura
tiniebla de la vulgaridad a luz la verdad deste arte, y del caos de
tantas opiniones las demonstraciones matem�ticas desta verdad.

Hab�a dejado en esta ocasi�n la espada negra[359] un mozo de Montilla,


bravo aporreador, quedando en el puesto otro de los Pedroches, no menos
bizarro campe�n, y arroj�ndose, entre otros que la fueron a tomar muy
apriesa, don Cleof�s la levant� primero que todos, admirando la
resoluci�n de el forastero, que en el adem�n les pareci� castellano, y
dando a su camarada la capa y la espada, como es costumbre, puso
bizarramente las plantas en la palestra. En esto, el Maestro, con el
montante[360], barriendo los pies a los mirones, abri� la rueda, dando
aplauso[361] a la pendencia vellor�[362], pues se hac�a con espadas
mulatas; y partiendo el andaluz y el estudiante castellano uno para el
otro airosamente, corrieron una ida y venida sin tocarse al pelo de la
ropa, y a la segunda, don Cleof�s, que ten�a algunas revelaciones de
Carranza, por el cuarto c�rculo[363] le di� al andaluz con la zapatilla
un golpe de pechos, y �l, metiendo el brazal, un tajo a don Cleof�s en
la cabeza, sobre la guarnici�n de la espada; y convirtiendo don Cleof�s
el reparo en rev�s, con un movimiento accidental[364], di� tan grande
tamborilada al contrario, que son� como si la hubiera dado en la
tumba[365] de los Castillas. Alborot�ronse algunos amigos y conocidos,
que hab�a en el corro, y sobre el montante del se�or Maestro le entraron
tirando algunas estocadillas veniales al tal don Cleof�s, que con la
zapatilla, como con agua bendita, se las quit�, y apelando a su espada y
capa, y el Cojuelo a sus muletas, hicieron tanta riza[366] en el mont�n
agavillado, que fu� menester echalles un toro para ponellos en paz: tan
valiente montante de Sierramorena, que a dos o tres mandobles puso la
plaza m�s despejada que pudieran la guarda tudesca y espa�ola, a costa
de algunas bragas que hicieron por detr�s c�clopes a sus due�os[367],
encaram�ndose a un tablado don Cleof�s y su camarada, muy falsos[368],
a ver la fiesta, haci�ndose aire con los sombreros, como si tal no
hubiera pasado por ellos; y acech�ndolos unos alguaciles, porque en
estas ocasiones siempre quiebra la soga por lo m�s forastero[369],
habiendo dejarretado el toro, llegaron desde la plaza a caballo,
dici�ndoles:

--Se�or Licenciado y se�or Cojo, bajen ac�, que los llama el se�or
Corregidor.

Y haciendo don Cleof�s y su compa�ero orejas de mercader, comenzaron los


ministros o vaqueros de la justicia a quererlo intentar con las varas, y
agarr�ndose cada uno de la suya, a vara por barba[370], dijeron a los
tales ministros, quit�ndoselas de las manos de cuajo:

--Sigan[n]os vuesas mercedes si se atreven a alcanzarnos.

Y levant�ndose por el aire, parecieron cohetes voladores, y los dichos


alguaciles, capados de varas, ped�an a los gorriones ��Favor a la
justicia!�[371], qued�ndose suspensos y atribuyendo la agilidad de los
nuevos volatines a sue�o, haciendo tan alta punta[372] los dos halcones,
salvando a Guadalc�zar, del ilustre Marqu�s de este t�tulo, del claro
apellido de los C�rdovas, que dieron sobre el rollo de �cija, dici�ndole
el Cojuelo a don Cleof�s:

--Mira qu� gentil �rbol berroque�o, que suele llevar hombres, como otros
fruta.

--�Qu� coluna tan grande es �sta?--le pregunt� don Cleof�s.

--El celebrado rollo[373] del mundo--le respondi� el Cojuelo.

--Luego �esta ciudad es �cija?--le repiti� don Cleof�s.

--�sta _es_ �cija, la m�s f�rtil poblaci�n de Andaluc�a--dijo el


Diablillo--, que tiene aquel sol[374] por armas a la entrada de esa
hermosa puente, cuyos ojos rasgados lloran a Genil, caudaloso r�o que
tiene su solar en Sierra Nevada, y despu�s, haciendo con el Darro
maridaje de cristal, viene a calzar de plata estos hermosos edificios y
tanto pueblo de abril y mayo[375]. De aqu� fu� Garci S�nchez de
Badajoz[376], aquel insigne poeta castellano; y en esta ciudad solamente
se coge el algod�n[377], semilla que en toda Espa�a no nace, adem�s de
otros veinte y cuatro frutos, sin sembrallos, de que se vale para vender
la gente necesitada; su comarca tambi�n es fertil�sima[378]. Montilla
cae aqu� a mano izquierda, habitaci�n de los heroicos marqueses de
Priego, C�rdovas y Aguilares, de cuya gran casa sali�, para honra de
Espa�a, el que mereci� llamarse Gran Capit�n por antonomasia, y hoy a su
Marqu�s ilustr�simo se le ha acrecentado la casa de Feria, por morir sin
hijos aquel gran portento de Italia, que malogr� la Fortuna, de envidia;
cuyo gran sucesor, siendo mudo, ocupa a grandezas en silencio elocuente
las lenguas de la Fama. M�s abajo est� Lucena, del Alcaide de los
Donceles, Duque de Cardona, en cuyo oc�ano de blasones se aneg� la gran
casa de Lerma. Luego, Cabra, celebrada por su sima[379], tan profunda
como la antig�edad de sus due�os, pregona con las lenguas de sus
almenas, que es del �nclito Duque de Sesa y Soma, y que la vive hoy su
entendido y bizarro heredero. Luego Osuna se ofrece a la demarcaci�n
destos ilustres edificios, blasonando con tantos maestres Girones la
altivez de sus duques; y veinte y dos leguas de aqu� cae la hermos�sima
Granada, para�so de Mahoma, que no en vano la defendieron tanto sus
valientes africanos espa�oles, de cuya Alhambra y Alcazaba es alcaide el
nobil�simo Marqu�s de Mond�jar, padre del generoso conde de Tendilla,
Mendozas del Ave Mar�a y credo de los caballeros. No nos olvidemos, de
camino, de Guadix, ciudad antigua y celebrada por sus melones[380], y
mucho m�s por el divino ingenio del doctor Mira de Mescua[381], hijo
suyo y arcediano.

Cuando iba el Cojuelo refiriendo esto, llegaron a la Plaza Mayor de


Ecija, que es la m�s insigne del Andaluc�a, y junto a una fuente que
tiene en medio del jaspe, con cuatro ninfas gigantas de alabastro
derramando lanzas de cristal[382], estaban unos ciegos sobre un banco,
de pies, y mucha gente de capa parda de auditorio, cantando la relaci�n
muy verdadera que trataba de c�mo una maldita due�a se hab�a hecho
pre�ada del diablo, y que por permisi�n de Dios hab�a parado una manada
de lechones, con un romance de don Alvaro de Luna y una letrilla contra
los demonios, que dec�a:

�Lucifer tiene muermo,


Satan�s, sarna,
y el Diablo Cojuelo
tiene almorranas.
Almorranas y muermo,
sarna y ladillas,
su mujer se las quita
con tenacillas.�[383]

El Cojuelo le dijo a don Cleof�s:

--�Qu� te parece los testimonios que nos levantan estos ciegos y las
s�tiras que nos hacen? Ninguna raza de gente se nos atreve a nosotros si
no son �stos, que tienen m�s �nimo que los mayores ingenios; pero esta
vez me lo han de pagar, castig�ndose ellos mismos por sus propias manos,
y dar�, de camino, venganza a las due�as, porque no hay en el mundo
quien no las quiera mal, y nosotros las tenemos grandes obligaciones,
porque nos ayudan a nuestros embustes; que son demonias hembras[384].

Y sobre la entonaci�n de las coplas meti� el Cojuelo tanta ciza�a entre


los ciegos, que, arrempuj�ndose primero, y cayendo dellos en el pil�n de
la fuente, y esotros en el suelo, volvi�ndose a juntar, se mataron a
palos, dando barato[385], de camino, a los oyentes, que les respondieron
con algunos pu�etes y coces. Y como llegaron a �cija con las varas de
los alguaciles de C�rdoba, pensando que tra�an alguna gran comisi�n de
la Corte, lleg� la justicia de la ciudad a hacelles fiesta y a
lisonjeallos con ofrecerles sus posadas, y ellos, vali�ndose de la
ocasi�n, admitieron las ofertas, con que fueron regalados como cuerpos
de rey; y pregunt�ndoles qu� era el negocio que tra�an para �cija, el
Cojuelo les respondi� que era contra los m�dicos y boticarios, y visita
general de beatas; y que a los m�dicos se les ven�a a vedar que despu�s
de matar un enfermo, no les valiese[386] la mula por sagrado; y que,
cuando no se saliese con esto, por lo menos, a los boticarios que
errasen las purgas, que no pudiesen ser castigados si se retrujesen[387]
en los cimenterios de las mulas de los m�dicos, que son las ancas[388];
y que a las beatas se les ven�a a quitar el tomar tabaco, beber
chocolate y comer jigote.

Pareci�le al Alguacil Mayor, que no era lerdo y ten�a su punta de hacer


j�caras y entremeses, que hac�an burla dellos, y quiso agarrallos para
dar con ellos en la trena, y despu�s sacudilles el polvo y batanalles el
cordob�n, por embelecadores, embusteros y alguaciles chanflones[389]; y
levantando el Cojuelo una polvareda de piedra azufre y asiendo a don
Cleof�s por la mano, se desaparecieron, entre la c�lera y
resoluci�n[390] de los ministros ecijanos, dej�ndolos tosiendo y
estornudando, d�ndose de cabezadas unos a otros sin entenderse, haciendo
los nebl�es de la m�s obscura Noruega[391] puntas a diferentes partes; y
dejando a la derecha a Palma, donde se junta Genil con Guadalquivir[392]
por el vicario de las aguas, villa antigua de los Bocanegras y
Portocarreros, y de quien fu� due�o aquel gran cortesano y valiente
caballero don Luis Portocarrero, cuyo coraz�n excedi� muchas varas a su
estatura, y luego a la Monclova, bosque delicios�simo y monte de Clovio,
valeroso capit�n romano, y posesi�n hoy de otro Portocarrero y Enr�quez,
no menos gran caballero que el pasado, y a la hermosa villa de Fuentes,
de quien fu� marqu�s el bizarro y no vencido don Juan Claros de Guzm�n
el Bueno, que, despu�s de muchos servicios a su rey, muri� en Flandes
con l�stima de todos y envidia de m�s, hijo de la gran casa de
Medina-Sidonia, donde todos sus Guzmanes son Buenos por apellido, por
sangre y por sus personas esclarecidas, sin tocar al pelo de la ropa a
Marchena, habitaci�n noble de los duques de Arcos, marqueses que fueron
de C�diz, de quien hoy es merit�simo se�or el excelent�simo duque don
Rodrigo Ponce de Le�n, en quien se cifran todas las proezas y grandezas
heroicas de sus antepasados, columbrando desde m�s lejos a Villanueva
del Rio, de los marqueses de Villanueva, Enr�quez y Riberas, y hoy de
don Antonio �lvarez de Toledo y Beamonte, marqu�s suyo y duque de
G�esca, heredero ilustre del gran Duque de Alba, Condestable de Navarra,
llegaron de un vuelo los dos pajarotes de camarada[393], no siendo �sta
la mayor pareja que hab�an corrido, al pie de la cuesta de Carmona, en
su dilatada, f�rtil y celebrada vega, donde les anocheci�, dici�ndole
don Cleof�s al amigo:

--Camarada, descansemos un poco, que es mucho pajarear �ste, y nos


metemos a lechuzas silvestres; que la serenidad de la noche y el verano
brindan a pasalla en el campo.

--Soy de ese parecer--dijo el Cojuelo--: tendamos la raspa[394] en este


pradillo junto a este arroyo, espejo donde se est�n tocando las
estrellas, porque aguardan a la madrugada visita del sol, Gran Turco de
todas esas se�oras.
Y don Cleof�s, poniendo el ferreruelo[395] por cabecera y la espada
sobre el est�mago, acomod� el individuo, y estando boca arriba, paseando
con los ojos la b�veda celestial, cuya f�brica portentosa al m�s ciego
gentil obliga a rastrear que la mano de su art�fice es de Dios, y de
gran Dios, le dijo al camarada:

--�No me dir�s, pues has vivido en aquellos barrios, si esas estrellas


son tan grandes como esos astr�logos dicen cuando hablan de su magnitud,
y en qu� cielo est�n, y cuantos cielos hay, para que no nos den
papillas[396] cada d�a con tantas y tan diversas opiniones, haci�ndonos
bobos a los dem�s con l�neas y coluros imaginados, y si es verdad que
los planetas tienen epiciclos, y el movimiento de cada cielo, desde el
primer m�vil al remiso y al trepidante, y d�nde est�n los signos de
estos luceros escribanos, porque yo desenga�e al mundo y no nos vendan
imaginaciones por verdades?

El Cojuelo le respondi�:

--Don Cleof�s, nuestra ca�da fu� tan apriesa, que no nos dej� reparar en
nada; y a fee que si Lucifer no se hubiera tra�do tras de s� la tercera
parte de las estrellas[397], como repiten tantas veces en los autos del
Corpus, aun hubiera m�s en que haceros m�s garatusas la Astrolog�a. Esto
todo sea con perd�n del antojo del Galileo[398] y el del gran don Juan
de Espina[399], cuya c�lebre casa y peregrina silla son ideas de su raro
ingenio; que yo hablo de antojos abajo, como de tejas, y salvo la
�btica[400] destos se�ores antojadizos que han descubierto al sol un
lunar en el lado izquierdo, y en la luna han linceado montes y valles, y
han visto a Venus _cornuta_. Lo que yo s� decir, que el poco tiempo que
estuve por all� arriba nunca o� nombrar la Bocina, el Carro, la _Espica
V�rginis,_ la _Ursa major_ ni la _Ursa minor,_ las Pl�yades ni las
Hel�ades, nombres que los de la Astrolog�a les han dado, y esa que
llamaron _V�a L�ctea,_ y ahora los vulgares Camino de Santiago, por
donde anda tanto el cojo como el sano; que si esto fuera as�, yo
tambi�n, por lo cojo, hab�a de andar por aquel camino[401], siendo hijo
de vecino de aquella provincia.

Ya en estas razones �ltimas se hab�a agradecido al sue�o el tal Don


Cleof�s, dejando al compa�ero de posta[402] como grulla[403] de la otra
vida, cuando un gran estruendo de clarines y cabalgaduras le despert�
sobresaltado, recelando que se le llevaba a otra parte m�s desacomodada
el que le hab�a agasajado hasta entonces; pero el Diablillo le soseg�,
diciendo:

--No te alborotes, don Cleof�s; que, estando conmigo, no tienes que


temer nada.

--Pues �qu� ruido tan grande es �ste--le replic� el Estudiante.

--Yo te lo dir�--dijo el Cojuelo--, si acabas de despertar y me escuchas


con atenci�n.

TRANCO VII

El Estudiante se incorpor� entonces, supliendo con bostezos y esperezos


lo que le faltaba por dormir, y prosigui� el Diablillo, diciendo:

--Todo este estruendo trae consigo la casa de la Fortuna, que pasa al


Asia Mayor a asistir a una batalla campal entre el Mogor y el Sof�, para
dar la victoria a quien menos la mereciere. Escucha y mira; que esta que
pasa es su rec�mara, y en lugar de ac�milas van mercaderes y hombres de
negocios que llaman, cargados de cajas de moneda de oro y plata, con
reposteros bordados encima con las armas de la Fortuna, que son los
cuatro vientos, y un harp�n en una torre, movi�ndose a todos cuatro,
sogas y garrotes del mismo metal que llevan, y, con ir con tanto peso,
van descansados, a su parecer. Esta tropa inumerable que pasa ahora mal
concertada es de oficiales de boca, cocineros, mozos de cocina,
botilleres, reposteros, despenseros, panaderos, veedores, y la dem�s
canalla que toca a la buc�lica. Estos que vienen agora a pie, con
fieltros blancos terciados por los hombros, son lacayos de la Fortuna,
que son los mayores ingenios que ha tenido el mundo, entre los cuales va
Homero, P�ndaro, Anacreonte, Virgilio, Ovidio, Horacio, Silio It�lico,
Lucano, Claudiano, Estacio Papinio, Juvenal, Marcial, Catulo, Propercio,
el Petrarca, Sanazaro, el Taso, el Bembo, el Dante, el Guarino, el
Ariosto, el caballero Marino, Juan de Mena, Castillejo, Gregorio
Hern�ndez, Garci S�nchez, Camoes y otros muchos que han sido en
diferentes provincias pr�ncipes de la Poes�a.

--Por cierto que han medrado poco--dijo el Estudiante--, pues no han


pasado de lacayos de la Fortuna.

--No hay en su casa--dijo el Cojuelo--quien tenga lo que merece.

--�Qu� escuadr�n es �ste tan lucido, con joyas de diamantes y cadenas y


vestidos lloviendo oro y perlas--prosigui� el Estudiante--, que llevan
tantos pajes en cuerpo que los alumbran con tantas hachas blancas, y
van sobre fil�sofos antiguos que les sirven de caballos, de tan malos
talles, que los m�s son corcovados, cojos, mancos, calvos, narigones,
tuertos, zurdos y balbucientes?

--�stos son--dijo el Cojuelo--potentados, pr�ncipes y grandes se�ores


del mundo, que van acompa�ando a la Fortuna, de quien han recibido los
estados y las riquezas que tienen, y, con ser tan poderosos y ricos, son
los m�s necios y miserables de la tierra.

--�Buen gusto ha tenido la Fortuna, por cierto!--dijo don Cleof�s--.


�Bien se le parece[404] que tiene nombre de mujer: que escoge lo peor!

--Primero lo debieron a la naturaleza--respondi� el Cojuelo, y prosigui�


diciendo--; Aquel gigante que viene sobre un dromedario, con un ojo, y
�se ciego, solamente, en la mitad de la frente, con un �rbol en las
manos de suma magnitud, lleno de bastones, mitras, laureles, h�bitos,
capelos, coronas y tiaras, es Polifemo, que despu�s que le ceg� Ulises,
le ha dado la Fortuna a cargo aquella escarpia de dignidades, para que
las reparta a ciegas y va siempre junto al carro triunfal de la Fortuna,
que es aquel que le tiran cincuenta emperadores griegos y romanos, y
ella viene cercada de faroles de cristal, con cirios pascuales
encendidos dentro dellos, sobre una rueda llena de arcaduces de plata,
que siempre est� llen�ndolos y vaci�ndolos de viento, y esotro pie, en
el elemento mismo, que est� lleno de camaleones que le van dando
memoriales, y ella rompi�ndolos. Ahora vienen sigui�ndola sus damas en
elefantes, con sillones de oro sembrados de balajes, rub�es y
cris�litos. La primera es la Necedad, camarera mayor suya, y aunque fea,
muy favorecida. La Mudanza es esotra, que va dando c�dulas de
casamiento, y no cumpliendo ninguna. Esotra es la Lisonja, vestida a la
francesa de tornasoles de aguas, y lleva en la cabeza un iris de colores
por tocado, y en cada mano cien lenguas. Aquella que la sucede, vestida
de negro, sin oro ni joya, de linda cara y talle, que viene llorosa, es
la Hermosura: una dama muy noble y muy olvidada de los favores de su
ama. La Envidia la sigue y la persigue, con un vestido pajizo, bordado
de basiliscos y corazones.

--Siempre esa dama--dijo don Cleof�s--come grosura[405]: que es halc�n


de las alc�ndaras de palacio.

--Esotra que viene--prosigui� el Cojuelo--, que parece que va pre�ada,


es la Ambici�n, que est� hidr�pica de deseos y de imaginaciones. Esotra
es la Avaricia, que est� opilada de oro[406], y no quiere tomar el
acero[407], porque es m�s bajo metal. Aquellas que vienen, con tocas
largas y antojos, sobre minotauros[408], son la Usura, la Simon�a, la
Mohatra, la Chisme[409], la Baraja[410], la Soberbia, la Invenci�n, la
Haza�er�a, due�as de la Fortuna. Los que vienen galanteando a estas
se�oras todas y alumbr�ndolas con antorchas de colores diferentes son
ladrones, fulleros, astr�logos, esp�as, hip�critas, monederos falsos,
casamenteros, noveleros, corredores[411], glotones y borrachos. Aquel
que viene sobre el asno de oro[412] de Lucio Apuleyo es Creso, mayordomo
mayor de la Fortuna, y a su mano izquierda, Astolfo, su caballerizo
mayor. Aquellos que van sobre cubas con ruedas y velic�menes[413] en las
manos, dando carcajadas de risa, son sus gentiles hombres de la copa,
que han sido taberneros de Corte primero. Aquella escuadra de
selvajes[414] que vienen en jumentos de albarda son contadores,
tesoreros, escribanos de raciones, administradores, historiadores,
letrados, correspondientes[415], agentes de la Fortuna, y llevan manos
de almireces por plumas, y por papel, pieles de abadas. Tras dellos
viene una silla de manos, bordada de trofeos, para las visitas de la
Fortuna; los silleros son Pit�goras, Di�genes, Arist�teles, Plat�n, y
otros fil�sofos para remudar, con camisolas y calzones de tela de n�car,
herrados los rostros con eses y clavos[416]. Aquellos que vienen agora
de tres en tres, sobre tumbas enlutadas, a la jineta y a la brida, son
m�dicos de la c�mara y de la familia, boticarios y barberos de la
Fortuna. Agora cierra todo este escuadr�n y acompa�amiento aquella
prodigios�sima torre andante, que es la de Babilonia, llena de gigantes,
de enanos, de bailarines y representantes, de instrumentos m�sicos y
marciales, de voces, de algazaras, que se ven y oyen por infinitas
ventanas que tiene el edificio, coronadas de luminarias y flechando
gir�ndulas[417] y cohetes voladores[418]; y en un balc�n grande de la
fachada va la Esperanza: una jayana vestida de verde, muy larga de
estatura, y muchos pretendientes por abajo, a pie, soldados, capitanes,
abogados, art�fices y proferores de diferentes ciencias, mal vestidos,
hambrientos y desesperados, d�ndola voces, y con la confusi�n no se
entienden los unos a los otros, ni los otros a los unos. Y por otro
balc�n del lado derecho va la Prosperidad, coronada de espigas de oro y
vestida de brocado de tres altos[419], bordado de las cuatro estaciones
del a�o, sembrando talegos sobre muchos mentecatos ricos, que van en
literas roncando, que no los han menester y piensan que los sue�an.
Ahora sigue todo este aparato una infinita tropa de carros largos,
llenos de comida y vestidos de mujeres y de hombres, que es la
guardarropa de la Fortuna; y con ir tantos como la siguen desnudos y
hambrientos, no les da un bocado que coman ni un trapo con que se
cubran, y aunque los repartiera con ellos, no les vinieran bien, que
est�n hechos solamente a medida de los dichosos.

Segu�a este carruaje un escuadr�n volante de locos, a pie, y a caballo,


y en coches, con diferentes temas, que hab�an perdido el juicio de
varios sucesos de la Fortuna por mar y por tierra, unos ri�ndose, otros
llorando, otros cantando, otros callando, y todos renegando della[420];
y no tomaba de otros parecer, diligencia para no acertar nada,
desapareciendo toda esta m�quina confusa una polvareda espantosa, en
cuyo temeroso pi�lago se aneg� toda esta confusi�n, llegando el d�a, que
fu� mucho que no se perdiera el sol con la grande polvareda, como don
Beltr�n[421] de los planetas, subi�ndose los dos camaradas la cuesta
arriba a la reci�n bautizada ciudad de Carmona[422], atalaya del
Andaluc�a, de cielo tan sereno[423], que nunca le tuvo, y adonde no han
conocido al catarro si no es para serville[424]; y tomando refresco de
unos conejos y unos pollos en un mes�n que se llama de los Caballeros,
pasaron a Sevilla, cuya giralda y torre[425] tan celebrada se descubre
desde la venta de Peromingo[426] el Alto, tan hija de vecino de los
aires, que parece que se descalabra en las estrellas.

Admir� a don Cleof�s el sitio de su dilatada poblaci�n, y de la que


hacen tantos diversos bajeles en el Guadalquivir, valla de cristal de
Sevilla y de Triana[427], distingui�ndose de m�s cerca la hermosura de
sus edificios, que parece que han muerto v�rgines[428] y m�rtires,
porque todos est�n con palmas en las manos, que son las que se
descuellan de sus peregrinos pensiles, entre tantos cidros, naranjos,
limones, laureles y cipreses; llegando en breve espacio a Torreblanca,
una legua larga desta insigne ciudad, desde donde comienza su Calzada y
los ca�os de Carmona, hermos�sima puente de arcos, por donde entra el
r�o Guadaira[429] en Sevilla, cuya hidr�pica sed se le bebe todo, sin
dejar apenas una gota para tributar al mar, que es solamente el r�o en
todo el mundo que est� previligiado deste pecho[430]; haciendo mayor la
belleza desta entrada infinitas granjas, por una parte y por otra, que
en cada una se cifra un jard�n terrenal, granizando azahares, mosquetas
y jazmines reales. Y al mismo tiempo que ellos iban llegando a la puerta
de Carmona, atisb� el Cojuelo entrar por ella a caballo, con vara alta y
los dos corchetes que sac� del infierno, a Cienllamas; y volvi�ndose a
don Cleof�s, le dijo:

--Aquel que entra por la puerta de Carmona es comisario de mis amos, que
viene contra m� a Sevilla: menester es guardarnos.

--No se me da dos blancas[431]--dijo don Cleof�s--; que yo estoy


matriculado en Alcal�, y no tiene ning�n tribunal juridicci�n[432] en mi
persona; y fuera de eso, dicen que es Sevilla lugar tan confuso, que no
nos hallar�n, si queremos, todos cuantos hurones tiene Lucifer y
Berceb�[433].

Entr�ndose en la ciudad los dos a buen paso y guiando el Cojuelo, la


barba sobre el hombro[434], fueron hilvanando calles, y, llegando a una
plazuela, repar� don Cleof�s en un edificio sumptuoso de unas casas que
ten�an una portada ostentosa de alabastro y unos corredores dilatados de
la misma piedra. Pregunt�le don Cleof�s al Cojuelo qu� templo era aqu�l,
y �l le respondi� que no era templo, aunque ten�a tantas cruces de
Jerusal�n del mismo relieve de m�rmol, sino las casas de los duques de
Alcal�, marqueses de Tarifa[435], conde de los Molares y adelantados
mayores de Andaluc�a, cuya grandeza ha heredado hoy el gran Duque de
Medina Celi, por falta de hijos herederos, que aunque fuera mayor, no le
hiciera m�s: que por Fox y Cerda es lo m�s que puede ser.

--Ya conozco ese pr�ncipe--dijo don Cleof�s--, y le he visto en la


Corte, y es tan generoso y entendido como gran se�or.
Con esta pl�tica llegaron a la Cabeza del Rey don Pedro, cuya calle se
llama el Candilejo[436], y atravesando por cal[437] de Abades, la
Borciguiner�a[438] y el Atambor[439], llegaron a las calles[440] del
Agua[441], donde tomaron posada, que son las m�s recatadas de Sevilla.

En este tiempo, a nuestro Astr�logo o M�gico se lo hab�a llevado de una


aplopej�a[442] el demo�uelo zurdo que sustitu�a al Cojuelo, y baj� a
pedir justicia a Lucifer en el g�eso del alma, sin las mondaduras del
cuerpo, del quebrantamiento de su redoma; y do�a Tomasa, no olvidando
los desaires de don Cleof�s, trataba con otra requisitoria de venir a
Sevilla, con un gal�n nuevo que ten�a, soldado de los galeones, para
tomar venganza cas�ndose con el licenciado Vireno de Madrid la Olimpia
de mala mano[443], sabiendo que se hab�a escapado all�. Don Cleof�s y su
camarada no sal�an de su posada, por desmentir las esp�as de Cienllamas
y de Chispa y Redina, y subi�ndose a un terrado una tarde, de los que
tienen todas las casas de Sevilla, a tomar el fresco y a ver desde lo
alto m�s particularmente los edificios de aquella populosa ciudad,
est�mago de Espa�a y del mundo, que reparte a todas las provincias d�l
la sustancia de lo que traga a las Indias en plata y oro (que es
avestruz de la Europa, pues digiere m�s generosos metales)[444],
espant�ndose don Cleof�s de aquel numeroso ej�rcito de edificios, tan
epilogado, que si se derramara, no cupiera en toda la Andaluc�a, le dijo
a su compa�ero:

--Ens��ame desde aqu� algunos particulares, si se descubren a la vista.

El Cojuelo le dijo:

--Ya por aquella torre que descubrimos desde tan lejos discurrir�s que
esa bell�sima f�brica que est� arrimada a ella es la Iglesia Mayor y
mayor templo de cuantos fabric� la antig�edad ni el siglo de agora
reconoce. No quiero decirte por menudo sus grandezas; basta afirmarte
que su cirio pascual pesa ochenta y cuatro arrobas de cera[445], y el
candelero de tinieblas, de grandeza notable, es de bronce, y de tanta
ostentaci�n y artificio, que si fuera de oro no hubiera costado
tanto[446]. Su custodia es otra torre de plata, de la misma f�brica y
modelo[447]; su trascoro no perdon� piedra esquisita y preciosa a los
minerales; su monumento es un templo port�til de Salom�n[448].

Pero salg�monos della; que aun con las relaciones ni los pensamientos no
podemos los demonios pasealla, y vuelve los ojos a aquel edificio que se
llama la Lonja[449], cortada del pernil de San Lorenzo el Real, dise�o
de don Felipe II, y a mano derecha della est� el Alc�zar, posada real y
antigua de los reyes de Castilla, f�rtil albergue de la primavera, de
quien es ilustr�simo Alcaide el Conde Duque de Sanl�car la Mayor, gran
Adtlante[450] del H�rcules de Espa�a, cuya prudent�sima cabeza es el
reloj del gobierno de su monarqu�a; que a no estar labrado el Buen
Retiro[451], f�brica de inimitable ejemplar por el edificio, los
jardines y estanques, tuviera este palacio sevillano la primac�a de
todas las casas reales del mundo, poniendo en primer lugar el real sal�n
que la majestad del rey don Felipe IV el Grande ha copiado de su divina
idea, donde todas las admiraciones vienen cortas, y las mayores
grandezas enjaguadas[452]. M�s adelante est� la Casa de la Contrataci�n,
que tantas veces se ve enladrillada de barras de oro y de plata[453].
Luego est� la casa del bizarro Conde de Cantillana, gran cortesano,
gal�n y palaciego, airoso caballero de la plaza[454], cr�dito de sus
aplausos y alegr�a de sus Reyes; que esto confiesan los toros de Tarifa
y Jarama cuando cumplen con sus rejones, como con la parroquia[455].
Luego est�, junto a la puerta de Jerez, la gran Casa de la Moneda, donde
siempre hay montones de oro y de plata[456], como de trigo, y junto a
ella, el Aduana, tarasca de todas las mercader�as del mundo, con dos
bocas, una a la ciudad y otra al r�o, donde est� la Torre del Oro y el
muelle, chupadera de cuanto traen amontonado los galeones en los
tu�tanos de sus camarotes. A mano derecha est� la puente de Triana[457],
de madera, sobre trece barcos. Y m�s abajo, en el margen del celebrado
r�o, las Cuevas, monasterio insigne de la Cartuja de San Bruno, que, con
profesar el silencio mudo, vive a la lengua del agua[458].

A estotra parte, sobre la orilla de Guadalquivir[459], est� Gelves,


donde todos los romances antiguos de moros[460] iban a jugar ca�as, y
hoy de sus ilustres condes[461] y del gran Duque de Veragua, hijo y
retrato de tan gran padre;

que es, para no tener a mundos miedo,


Portugal y Col�n, Castro y Toledo[462].

--Solt�ronsete--dijo don Cleof�s--los consonantes, camarada.

--Cuidado fu�, y no descuido--respondi� el Cojuelo--, porque me deba m�s


que prosa el due�o destas alabanzas.

Y prosigui� diciendo:

--All� es el Alamillo, donde se pescan los s�balos[463], albures y


sollos, y m�s abajo cae el Algaba, de los esclarecidos marqueses deste
t�tulo, de Ardales, y condes de Teba, Guzmanes en todo. De esotra parte
cae el Castellar, de los Ram�rez y Saavedras, y a la vuelta,
Villamanrique, de las Z��igas[464], de la gran casa de B�jar, cuyo
�ltimo malogrado marqu�s fu� Guzm�n dos veces Bueno, sobrino del gran
Patriarca de las Indias, capell�n y limosnero mayor del Rey, cuya
generosa piedad se taracea con su oficio y con su sangre, y hermano del
gran Duque de Sidonia[465], cuyo solio es Sanl�car de Barrameda, corte
suya, que est� ese r�o abajo, siendo Narciso del Oc�ano y General�simo
del Andaluc�a y de las costas del mar de Espa�a, a cuyo bast�n y siempre
planta vencedora obedece el agua y la tierra, asegurando a su Rey toda
su monarqu�a en aquel promontorio donde asiste[466], para blas�n del
mundo. Y pues ya llega la noche, y destas alabanzas no puedo salir menos
que callando para encarecellas, dejemos para ma�ana lo dem�s;--baj�ndose
del terrado a tratar que se aderezase la cena, y a salir un poco por la
ciudad a su insigne Alameda, que hizo y adorn� con las dos colunas de
H�rcules el Conde de Barajas[467], asistente de Sevilla, y despu�s, de
Castilla dign�simo presidente.

TRANCO VIII

Ya, para ejecutar su disignio[468], hab�a tomado do�a Tomasa[469] (que


siempre tomaba, por cumplir con su nombre y su condici�n) una litera
para Sevilla, y una ac�mila en que llevar algunos ba�les para su ropa
blanca y algunas galas, con las del dicho gal�n soldado, que, meti�ndose
los dos en la dicha litera, partieron de Madrid, como unos
hermanos[470], con la requisitoria que hemos referido. Y a nuestro
Astr�logo no le hab�an dado sepultura, sobre las barajas de un
testamento que hab�a hecho unos d�as antes y descubrieron en un
escritorio unos deudos suyos, y estaba la justicia poniendo en raz�n
esta litispendencia. Y el Cojuelo y don Cleof�s, que hab�an dormido
hasta las dos de la tarde, por haber andado rondando la noche antes, la
mayor parte della, por Sevilla, despu�s de haber comido algunos pescados
regalados[471] de aquella ciudad y del pan que llaman de Gallegos[472],
que es el mejor del mundo, y habiendo dormido la siesta (bien que el
compa�ero siempre velaba, haciendo diligencias para lisonjear a su due�o
en raz�n de su delito), se subieron al dicho terrado, como la tarde
antes, y ense��ndole algunos particulares edificios a su compa�ero, de
los que hab�an quedado sin referir la tarde antes en aquel golfo de
pueblos, suspir� dos veces don Cleof�s, y pregunt�le el Cojuelo:

--�De qu� te has acordado, amigo? �Qu� memorias te han dividido esas dos
exhalaciones de fuego desde el coraz�n a la boca?

--Camarada--le respondi� el Estudiante--, acord�me de la calle Mayor de


Madrid y de su insigne paseo a estas horas, hasta dar en el Prado.

--F�cil cosa ser� verle--dijo el Diablillo--tan al vivo como est�


pasando agora: pide un espejo a la G��speda y tendr�s el mejor rato que
has tenido en tu vida; que aunque yo, por la posta, en un abrir y cerrar
de ojos, te pudiera poner en �l[473], porque las que yo conozco comen
alas del viento por cebada, no quiero que dejemos a Sevilla[474] hasta
ver en qu� paran las diligencias de Cienllamas y las de tu dama, que
viene caminando ac�, y me hallo en este lugar muy bien[475], porque
alcanzan a �l las conciencias de Indias.

A este mismo tiempo sub�a a su terrado Rufina Mar�a, que as� se llamaba
la g��speda, dama entre nogal y granadillo, por no llamarla mulata, gran
piloto de los rumbos m�s secretos de Sevilla, y alfaneque[476] de volar
una bolsa de bret�n desde su faldriquera a las garras de tanta
doncelliponiente[477] como ven�an a valerse della. Iba en jub�n de
holanda blanca acuchillado[478], con una enaguas blancas de
coton�a[479], zapato de ponlev�[480], con escarp�n[481] sin media, como
es usanza en esta tierra entre la gente tapetada[482], que a estas horas
se sub�a a su azotea a tocar[483] de la tar�ntula con un peine y un
espejo que pod�a ser de armar[484]; y el Cojuelo, viendo la ocasi�n, se
le pidi� con mucha cortes�a para el dicho efeto, diciendo:

--Bien puede estar aqu� la se�ora G��speda; que yo s� que tiene


inclinaci�n a estas cosas.

--�Ay, se�or!--respondi� la Rufina Mar�a--, si son de la


nigromanc�a[485], me pierdo por ellas; que nac� en Triana, y s� echar
las habas[486] y andar el cedazo[487] mejor que cuantas hay de mi
tama�o, y tengo otros primores mejores, que fiar� de vuesas mercedes si
me la hacen, aunque todos los que son entendidos me dicen que son
disparates.

--No dicen mal--dijo el Cojuelo--; pero, con todo eso, se�ora Rufina
Mar�a, de tan gran talento se pueden fiar los que yo quiero ense�ar a mi
camarada. Est� atenta.

Y tomando el espejo en la mano, dijo:

--Aqu� quiero ense�alles a los dos lo que a estas horas pasa en la calle
Mayor[488] de Madrid, que esto s�lo un demonio lo puede hacer, y yo. Y
advi�rtase que en las alabanzas de los se�ores que pasaren, que es
mesa[489] redonda[490], que cada uno de por s� hace cabecera, y que no
es pleito de acreedores, que tienen unos antelaciones a otros.
--�Ay, se�or!--dijo la tal Rufina--, comience vuesa merced, que ser�
mucho de ver; que yo cuando ni�a estuve en la Corte con una dama que se
fu� tras de un caballero del h�bito de Calatrava que vino a hacer aqu�
unas pruebas, y despu�s me volvieron mis padres a Sevilla, y qued� con
grande inclinaci�n a esa calle, y me holgar�a de volverla a ver, aunque
sea en este espejo.

Apenas acab� de decir esto la G��speda, cuando comenzaron a pasar


coches, carrozas, y literas, y sillas, y caballeros a caballo, y tanta
diversidad de hermosuras y de galas, que parec�a que se hab�an soltado
abril y mayo y desatado las estrellas[491]. Y don Cleof�s, con tanto
ojo[492], por ver si pasaba do�a Tomasa; que todav�a la ten�a en el
coraz�n, sin haberse templado con tantos desenga�os. �Oh proclive
humanidad nuestra, que con los malos t�rminos se abrasa, y con los
agasajos se destempla[493]! Pero la tal do�a Tomasa, a aquellas horas,
ya hab�a pasado de Illescas en su litera de dos yemas[494].

La Rufina Mar�a estaba sin juicio mirando tantas figuras como en aquel
teatro del mundo iban representando papeles diferentes, y dijo al
Cojuelo:

--Se�or G��sped, ens��eme al Rey y a la Reina; que los deseo ver y no


quiero perder esta ocasi�n.

--Hija--le respondi� el Cojuelo--, en estos paseos ordinarios no salen


Sus Majestades; si quiere ver sus retratos al vivo, presto llegaremos
adonde cumpla su deseo.

--Sea en hora buena--dijo la tal Rufina, y prosigui�, diciendo--: �Qui�n


es este caballero y gran se�or que pasa agora con tanto lucimiento de
lacayos y pajes en ese coche que puede ser carroza del sol?

El Cojuelo le respondi�:

--Este es el almirante de Castilla don Juan Alfonso Enr�quez de Cabrera,


duque de Medina de R�oseco y conde de M�dica, terror de Francia en
Fuenterrab�a.

--�Ay, se�or!--dijo la Rufina--. �Aqu�l nos ech� los franceses de


Espa�a? Dios le guarde muchos a�os.

--El y el gran Marqu�s de los V�lez--respondi� el Cojuelo--fueron los


Pelayos segundos, sin segundos, de su patria Castilla.

--�Qui�n viene en aquella carroza que parece de la Primavera?--pregunt�


la Rufina.

--All� viene--dijo el Cojuelo--el Conde de Oropesa y Alcaudete, sangre


de Toledo, Pimentel, y de la real de Portugal, pr�ncipe de grandes
partes; y el que va a su mano derecha es el Conde de Luna su primo,
Qui�ones y Pimentel, se�or de la casa de Benavides en Le�n, hijo
primog�nito del Conde de Benavente, que es Luna que tambi�n resplandece
de d�a. El Conde de Lemos y Andrade, marqu�s de Sarria, pertiguero mayor
de Santiago, Castro y Enr�quez, del gran Duque de Arjona, viene en aquel
coche; tan entendido y generoso como gran se�or. Y en esotro, el Conde
de Monterrey y Fuentes, presidente de Italia, que ha venido de ser
Virrey de N�poles, dejando de su gobierno tanto aplauso a las dos
Sicilias y sucedi�ndole en esta dignidad el Duque de las Torres, marqu�s
de Liche[495] y de Toral, se�or del castillo de Aviados, sumiller de
corps de su Majestad, pr�ncipe de Astillano, y duque de Sabioneta, que
este t�tulo es el m�s compatible con su grandeza; a quien acompa�a, con
no menos sangre y divino ingenio, en Italia, el Marqu�s de
Alca�izas[496], Almansa, Enr�quez y Borja. All� viene el Condestable
prudent�simo Velasco, gentilhombre de la c�mara de su Majestad, con su
hermano el Marqu�s del Fresno. El Duque de Hijar le sigue, Silva, y
Mendoza, y Sarmiento, marqu�s de Alenquer y Ribadeo, gran cortesano y
hombre de a caballo grande en entrambas sillas[497], que por el �ltimo
t�tulo que hemos dicho tiene previlegio de comer con los Reyes la Pascua
deste nombre. Va con �l el Marqu�s de los Balbases, Espinola, cuyo
apellido puso su gran padre sobre las estrellas. All� va el Conde de
Altamira, Moscoso y Sandoval, gran se�or y caballero en todo,
caballerizo mayor de su Majestad de la Reina. All� pasa el Marqu�s de
Pobar, Arag�n, con don Antonio de Arag�n su hermano, del Consejo de
Ordenes y del supremo de la Inquisici�n. Los que atraviesan en aquel
coche agora son el Marqu�s de J�dar y el Conde de Pe�aranda, del Consejo
Real de Castilla, ambos Simancas[498] de la jurispericia como de la
nobleza.

--�Qui�n son aquellos dos mozos que van juntos--pregunt� Rufina--, de


una misma edad, al parecer, y que llevan[499] llaves doradas?

--El Marqu�s de la Hinojosa--respondi� el Cojuelo--, conde de Aguilar y


se�or de los Cameros, Ram�rez y Arellano, es el uno, y el otro es el
Marqu�s de Aytona, favorecedor de la M�sica y de la Poes�a, que hered�,
hasta la posteridad, de su padre, entrambos camaristas.

--�Qu� coche es aqu�l tan lleno, que va espumando sangre[500]


generos�sima en tantos bizarros mozos?--pregunt� la tal G��speda.

--Es del Duque del Infantado--dijo el Cojuelo--, cabeza de los Mendozas


y Sandoval de var�n, marqu�s de Santillana y del Cenete, conde de
Salda�a y del Real de Manzanares, hijo y retrato de tan gran padre. Los
que van con �l son el Marqu�s de Almenara, el m�s bizarro, gal�n y bien
visto de la Corte, hijo del gran Marqu�s de Orani, el Almirante de
Arag�n, perfecto caballero, el Marqu�s de San Rom�n, caballero de veras,
heredero del gran Marqu�s de Velada, rayo de Or�n, de Holanda y
Gelanda, y su hermano el Marqu�s de Salinas, que iguala el alma con el
cuerpo, copias vivas de tan gran padre, y don I�igo Hurtado de Mendoza,
primo del Duque del Infantado, grandes caballeros todos y se�ores, que
ellos solos pueden alabarse a ellos mismos[501] con decir qui�n son; que
todas lenguas de la Fama no bastan. Va con ellos don Francisco de
Mendoza, gentilhombre cortesano, favorecido de todos y diestro en
entrambas sillas de la espada blanca y negra[502].

--�Qu� tropa es esta que viene agora a caballo?--pregunt� la Rufina.

--Si pasan a espacio, te lo dir�--dijo el Cojuelo--. Estos dos primeros


son el Conde de Melgar y el Marqu�s de Pe�afiel, que llevan en sus
t�tulos sus aplausos; don Baltasar de Z��iga, el Conde de Brandevilla su
hermano, hijos del Marqu�s de Mirabel, y que lo parecen en todo; el
Conde de Medell�n, Portocarrero de var�n, y el Pr�ncipe de Arambergue,
primog�nito del Duque de Ariscot; el Marqu�s de la Guardia, que tiene
t�tulo de �ngel; el Marqu�s de la Liseda, Silva y Manrique de Lara, y
[don] Diego G�mez de Sandoval, comendador mayor de Calatrava, marqu�s de
Villazores, A�over y Humanes, don Baltasar de Guzm�n y Mendoza, heredero
de la gran casa de Orgaz; Arias Gonzalo, primog�nito del Conde de
Pu�onrostro, imitando las bizarr�as de su padre y afianzando las
imitaciones de su muy invencible ag�elo. All� vienen el Conde de Molina
y don Antonio Mes�a de Tobar su hermano, siendo cr�dito rec�procamente
el uno del otro. Y entre ellos, don Francisco Luz�n, blas�n deste
apellido en Madrid, cuyo magn�nimo coraz�n hallara[503] estrecha posada
en un gigante. Va con �l don Jos� de Castrej�n, deudo suyo, gran
caballero, y ambos, sobrinos del ilustr�simo Presidente de Castilla. En
este coche que les sigue viene el Duque de Pastrana, cabeza de los
Silvas, estudioso pr�ncipe y gran se�or, con el Marqu�s de Palacios,
mayordomo del Rey y decendiente �nico de Men Rodr�guez de Sanabria,
se�or de la Puebla de Sanabria, mayordomo mayor del rey don Pedro; el
Conde de Grajal, gran se�or, y el Conde de Galve, su hermano del Duque,
molde de buenos caballeros, y en quien se hallara, si se perdiera[504],
la cortes�a. Los dem�s que van acompa��ndole son hombres insignes de
diferentes profesiones; que �ste es siempre su s�quito. Viene hablando
en otro coche con el Pr�ncipe de Esquilache su t�o y con el Duque de
Villahermosa don Carlos, su hermano, �ste, del Consejo de Estado de su
Majestad, y esotro, pr�ncipe de los ingenios. Va con ellos el duque mozo
de Villahermosa, don Fernando, en quien lo entendido y lo bizarro corren
parejas, y don Fernando de Borja, comendador mayor de Montesa, de la
c�mara de su Majestad, con veinte y dos cursos de virrey, que se puede
graduar de Cat�n Uticense y Censorino. All� viene el Marqu�s de Santa
Cruz, Neptuno espa�ol y mayordomo mayor de la Reina nuestra se�ora.
Aqu�l es el Conde de Alba de Liste, con el Marqu�s de Tabara y el
Conde de Pu�onrostro. Y tras ellos, el Duque de Nochera, H�ctor
napolitano y gobernador hoy de Arag�n. En ese coche que se sigue viene
el Conde de Coru�a, Mendoza y Hurtado de las Nueve Musas, honra de los
consonantes castellanos, en compa��a del Conde de la Puebla de
Montalb�n, Pacheco y Gir�n. All�, el Marqu�s de Malag�n, Ulloa y
Saavedra, y el Marqu�s de Malpica, Barroso y Ribera, y el de Fr�mista,
padre del Marqu�s de Caracena, celebrado por Marte castellano en Italia,
y el Conde de Orgaz, Guzm�n y Mendoza, de Santo Domingo y San
Ilefonso[505], todos Mayordomos del Rey. Aquel que va en aquel coche es
el Marqu�s de Floresd�vila, Z��iga y Cueva, t�o del gran Duque de
Alburquerque, que hoy est� sirviendo con una pica en Flandes, capit�n
general de Or�n, donde fu� asombro del �frica levantando las banderas de
su Rey veinte y cinco leguas dentro de la Berber�a. All� va el Conde de
Castrollano, napolitano Adonis. All� va el Conde de Garc�es, Quesada y
andaluz gallardo, el Marqu�s de Velmar[506], el Marqu�s de Tarazona,
Conde de Ayala, Toledo y Fonseca, el Conde de Santisteban y Cocentaina y
el Conde de Cifuentes, divinos ingenios; el Conde de la Calzada, y tras
�l, el Duque de Pe�aranda, Sandoval y Z��iga. Y en esotro coche, don
Antonio de Luna y don Claudio Pimentel, del Consejo de Ordenes, C�stor y
P�lux de la amistad y de la generosidad.

--�Ay, se�or!, aquel que pasa en aquel coche--dijo la Rufina--, si no me


enga�o, es de Sevilla, y se llama Luis Ponce de Sandoval, Marqu�s de
Valdeencinas, y como que me cr�e en su casa.

El Cojuelo respondi�:

--Es un muy gran caballero y el m�s bien quisto que hay en esta tierra
ni en la Corte; que no es peque�o encarecimiento. Y aquel con quien va
es el Marqu�s de Ayamonte, estirado t�tulo de Castilla y Z��iga de
var�n; y no menos que �l es ese que viene en ese coche, el Conde de la
Puebla del Maestre, que tiene m�s maestres en su sangre que condes, mozo
de grandes esperanzas, y lo fuera de mayores posesiones si tuviera de su
parte la atenci�n de la Fortuna. All� pasa el Conde de Castrillo, Haro,
hermano del gran Marqu�s de Carpio, presidente de Indias, y tras �l, el,
Marqu�s de Ladrada[507] y el Conde de Ba�os, padre y hijo, Cerdas, de la
gran casa de Medinaceli. Esotro es el Marqu�s de los Trujillos, bizarro
caballero. Y tras ellos, el Conde de Fuensalida, con don Jaime Manuel,
de la c�mara de su Majestad y hermano del Duque de Maqueda y
N�jara[508], que hoy gobierna el tridente de ambos mares.

--D�game vuesa merced, se�or Licenciado--dijo la Rufina--: �qu� casas


sumptuosas son estas que est�n enfrente destas joyeras?

--Son del Conde de O�ate[509]--dijo el

Diablillo--, timbre esclarec�disimo de los Ladrones de Guevara, Mercurio


Mayor[510] de Espa�a y Conde de Villamediana, hijo de un padre que hace
emperadores, y es hoy presidente de �rdenes.

--Y aquellas gradas que est�n all� enfrente--prosigui� la tal Rufina


Mar�a--, tan llenas de gente, �de qu� templo son, o qu� hacen all� tanta
variedad de hombres vestidos de diferentes colores?

--Aqu�llas son las gradas de San Felipe--respondi� el Cojuelo--,


convento de San Agust�n, que es el mentidero[511] de los soldados, de
adonde salen las nuevas primero que los sucesos.

--�Qu� entierro es �ste tan sumptuoso que pasa por la calle


Mayor?--pregunt� don Cleof�s, que estaba tan aturdido[512] como la
mulata.

--�ste es el de nuestro Astr�logo--respondi� el Cojuelo--, que ayun�


toda su vida, para que se lo coman todos �stos en su muerte, y siendo su
retiro tan grande cuando vivo, orden� que le paseasen por la calle Mayor
despu�s de muerto[513], en el testamento que hallaron sus parientes.

--Bellaco coche--dijo don Cleof�s--es un ata�d para ese paseo.

--Los m�s ordinarios son �sos--dijo el Cojuelo--, y los que ruedan m�s
en el mundo. Y ahora me parece--prosigui� diciendo--que estar�n mis amos
menos indignados conmigo, pues la prenda que solicitaban por m� la
tienen all�, hasta que vaya estotra mitad, que es el cuerpo, a regalarse
en aquellos ba�os de piedra azufre.

--�Con sus tizones se lo coma[514]!--dijo don Cleof�s.

Y la Rufina estaba absorta mirando su calle Mayor, que no les entendi�


la pl�tica, y volvi�ndose a ella el Cojuelo, le dijo:

--Ya vamos llegando, se�ora G��speda, donde cumpla lo que desea; que �sa
es la puerta del Sol y la plaza de armas de la mejor fruta[515] que hay
en Madrid. Aquella bell�sima fuente de lapisl�zuli y alabastro es la del
Buen Suceso[516], adonde, como en pleito de acreedores, est�n los
aguadores gallegos y coritos gozando de sus antelaciones para llenar de
agua los c�ntaros. Aqu�lla es la Victoria[517], de frailes m�nimos de
San Francisco de Paula, retrato de aquel humilde y ser�fico portento que
en el palacio de Dios ocupa el asiento de nuestro soberbio pr�ncipe
Lucifer; y mire all� enfrente los retratos que yo la promet�
ense�ar;--sin estar la dicha mulata en la pl�tica que hac�a don Cleof�s
hab�a dirigido el tal Cojuelo, y diciendo:

--�Qu� linda hilera de se�ores, que parece que est�n vivos!

--El Rey nuestro se�or es el primero--dijo el Cojuelo.


--�Qu� hombre est�!--dijo la mulata--. �Qu� bizarros bigotes tiene, y
c�mo parece rey en la cara y en el arte! �Qu� hermosa que est�[518]
junto a �l la Reina nuestra se�ora, y qu� bien vestida y tocada! �Dios
nos la guarde! Y aquel ni�o de oro que se sigue luego, �qui�n es?

--El Principe, nuestro se�or--dijo don Cleof�s--, que pienso que le cri�
Dios en la turquesa de los �ngeles.

--Dios le bendiga--replic� Rufina--, y mi ojo no le haga mal[519]; y


viviendo m�s que el mundo, nunca herede a su padre, y viva su padre m�s
siglos que tiene almenas en su monarqu�a. �Ay, se�or!--prosigui�
Rufina--, �qui�n es aquel caballero que, al parecer, est� vestido a la
turquesca, con aquella se�ora tan linda al lado, vestida a la espa�ola?

--No es--dijo el Cojuelo--traje turquesco; que es la usanza h�ngara,


como ha sido rey de Hungr�a: que es Ferdinando de Austria, ces�reo
emperador de Alemania y rey de Romanos, y la emperatriz su esposa Mar�a,
seren�sima infanta de Castilla, que hasta los demonios--volvi�ndose a
don Cleof�s--celebramos sus grandezas.

--�Qui�n es aquel de tan hermosa cara y tan alentadas


guedejas[520]--pregunt� la Mulata--, que est� tambi�n en la cuadrilla
vestido de soldado, tan gal�n, tan bizarro y tan airoso, que se lleva
los ojos de todos, y tiene tanto auditorio mir�ndole?

--Aqu�l es el seren�simo infante don Fernando--respondi� el


Cojuelo--quest� por su hermano gobernando los estados de Flandes, y es
arzobispo de Toledo y cardenal de Espa�a, y ha dado al infierno las
mayores entradas de franceses y holandeses que ha tenido jam�s despu�s
que[521] se representa en �l la eternidad de Dios, aunque entren las de
Jerjes y Dar�o, y pienso que ha de hacer dar grada[522] a mujeres de las
luteranas y calvinistas y protestantes que siguen la seta de sus
maridos, tanto, que los m�s de los d�as vuelve el dinero el purgatorio.

--Gana me da, si pudiera--dijo la Mulata--, de dalle mil besos.

--En pa�s est�--dijo don Cleof�s--, que tendr� el original bastante


mercader�a de eso; que esta ceremonia dej� Judas sembrada en aquellos
pa�ses[523].

--�Oh, c�mo me pesa--dijo la Rufina--que va anocheciendo, y


encubri�ndose el concurso de la calle Mayor!

--Ya todo ha bajado al Prado[524]--dijo el

Cojuelo--, y no hay nada que ver en ella; tome vuesa merced su espejo;
que otro d�a le ense�aremos en �l el r�o de Manzanares[525], que se
llama _r�o_ porque _se r�e_ de los que van a ba�arse en �l, no teniendo
agua; que solamente tiene regada la arena, y pasa el verano de
noche[526], como r�o navarrisco[527], siendo el m�s merendado y cenado
de cuantos r�os hay en el mundo.

--El m�s caudal[528] d�l es--dijo don Cleof�s--, pues lleva m�s hombres,
mujeres y coches que pescados los dos mares.

--Ya me espantaba yo--dijo el Cojuelo--que no volv�as por tu r�o.


Resp�ndele eso al vizca�no que dijo: �O vende puente, o compra r�o�.
--No ha menester mayor r�o Madrid[529]--dijo don Cleof�s--, pues hay
muchos en �l que se ahogan en poca agua, y en menos se ahogara aquel
regidor que entr� en el Ayuntamiento de las ranas del Molino
quemado[530].

--�Qu� galante eres--dijo el Cojuelo--, don Cleof�s, hasta contra tus


regidores!

Baj�ndose con esto de la azutea, y la Rufina protestando al Cojuelo que


le hab�a de cumplir la palabra al d�a siguiente. Todo lo cual y lo que
m�s sucediere se deja para esotro tranco.

TRANCO IX

Y sali�ndose al ejercicio de la noche pasada, aunque las calles de


Sevilla, en la mayor parte, son hijas del Laberinto de Creta, como el
Cojuelo era el Teseo de todas, sin el ovillo de Ariadna, llegaron al
barrio del Duque, que es una plaza m�s ancha que las dem�s, ilustrada de
las ostentosas casas de los Duques de Sidonia, como lo muestra sobre sus
armas y coronel un ni�o con una daga en la mano[531], segundo Isaac en
el hecho, como esotro en la obediencia, el dicho que muri� sacrificado a
la lealtad de su padre don Alonso P�rez de Guzm�n el Bueno, alcaide de
Tarifa; aposento siempre de los asistentes de Sevilla, y hoy del que con
tanta aprobaci�n lo es, el Conde de Salvatierra[532], gentilhombre de la
c�mara del se�or infante Fernando y segundo Licurgo del gobierno. Y al
entrar por la calle de las Armas, que se sigue luego a siniestra mano,
en un gran cuarto bajo, cuyas rejas rasgadas descubr�an algunas luces,
vieron mucha gente de buena capa[533] sentados con grande orden, y uno
en una silla con un bufete delante, una campanilla, recado de escribir y
papeles, y dos ac�litos a los lados, y algunas mujeres con mantos, de
medio ojo[534], sentadas en el suelo, que era un espacio que hac�an
los asientos, y el Cojuelo le dijo a don Cleof�s:

--Esta es una academia de los mayores ingenios de Sevilla, que se juntan


en esta casa a conferir cosas de la profesi�n y hacer versos a
diferentes asumptos[535]: si quieres (pues eres hombre inclinado a esta
habilidad), �ntrate a entretener dentro; que por g��spedes y forasteros
no podemos dejar de ser muy bien recibidos.

Don Cleof�s le respondi�:

--En ninguna parte nos podemos entretener tanto: entremos norabuena.

Y trayendo en el aire, para entrar m�s de rebozo, el Diablillo dos pares


de antojos, con sus cuerdas de guitarra para las orejas, que se las
quit� a dos descorteses, que con este achaque pal�an su descortes�a, que
estaban durmiendo, por ejercella de noche y de d�a, entraron muy
severos en la dicha Academia, que apatrocinaba, con el agasajo que
suele, el Conde de la Torre, Ribera, y Saavedra, y Guzm�n, y cabeza y
var�n de los Riberas. El presidente era Antonio Ortiz Melgarejo, de la
insignia de San Juan[536], ingenio eminente de la M�sica y de la Poes�a,
cuya casa fu� siempre el museo de la Poes�a y de la M�sica. Era
secretario Alvaro de Cubillo, ingenio granadino que hab�a venido a
Sevilla a algunos negocios de su importancia[537], excelente c�mico y
grande versificador, con aquel fuego andaluz que todos los que nacen en
aquel clima tienen, y Blas de las Casas[538] era fiscal, esp�ritu
divino en lo divino y humano. Eran, entre los dem�s acad�micos,
conocidos don Crist�bal de Rozas[539] y don Diego de Rosas, ingenios
peregrinos que han honrado el poema dram�tico[540], y don Garc�a de
Coronel y Salcedo[541], f�nix de las letras humanas y primer[542]
P�ndaro andaluz.

Levant�ronse todos cuando entraron los forasteros, haci�ndolos acomodar


en los mejores lugares que se hallaron, y, sosegada la Academia al
repique de la campanilla del Presidente, habiendo referido algunos
versos de los sujetos[543] que hab�an dado en la pasada, y que daban
fin en los que entonces hab�a le�do con una silva al F�nix, que ley�
do�a Ana Caro[544], d�cima musa sevillana[545], les pidi� el Presidente
a los dos forasteros que por honrar aquella academia repitiesen algunos
versos suyos, que era imposible dejar de hacerlos muy buenos los que
hab�an entrado a o�r los pasados; y don Cleof�s, sin hacerse m�s de
rogar, por parecer castellano entendido y cortesano de nacimiento,
dijo:

--Yo obedezco, con este soneto que escrib� a la gran m�scara del Rey
nuestro se�or, que se celebr� en el Prado alto, junto al Buen Retiro,
tan grande anfiteatro, que borr� la memoria de los antiguos griegos y
romanos.

Callaron todos, y dijo en alta voz, con acci�n bizarra y airoso adem�n,
desta suerte[546]:

SONETO

Aquel que, m�s all� de hombre, vestido


De sus propios augustos esplendores,
Al sol por virrey tiene, y en mayores
Climas su nombre estrecha esclarecido,

Aquel que, sobre un c�firo nacido,


Entre los ciudadanos moradores
Del Betis, a quien m�s que paci� flores
Plumas para ser p�jaro ha bebido,

Aquel que a luz y a tornos desaf�a,


En la mayor palestra que vi� el suelo,
Cuanta le ve estrellada monarqu�a,

Es, a pesar del b�rbaro desvelo,


Filipo el Grande, que, arbitro del d�a,
Est� partiendo imperios con el Cielo;

aplaudi�ndolo toda la Academia con vitores y un dilatado estruendo


festivo; y apercibi�ndose el Cojuelo para otro, destosi�ndose como es
costumbre en los hombres, siendo �l esp�ritu, dijo deste modo:

A UN SASTRE TAN CABALLERO, QUE NO QUER�A CORTAR


LOS VESTIDOS DE SUS AMIGOS, REMITI�NDOLOS O SU
MASEBARRILETE[547].

SONETO

P�nfilo, ya que los eternos dioses,


Por el secreto fin de su juicio,
No te han hecho tribuno ni patricio,
Con que a la dignidad del C�sar oses,

Raz�n ser� que el �nimo reposes,


Haciendo en ti oblaci�n y sacrificio;
Que dicen que no acudes a tu oficio
Estos que cortan lo que t� no coses.

Los ojos vuelve a tu primer estado:


Las togas cose, y de vestillas deja;
Que un plebeyo no aspira al consulado.

Esto, P�nfilo, Roma te aconseja;


No digan que de plumas que has hurtado
Te has querido vestir, como corneja.

El soneto fu� muy aplaudido de toda la Academia, diciendo los m�s


noticiosos della que parec�a epigrama de Marcial, o en su tiempo
compuesto de alg�n poeta que le quiso imitar, y otros dijeron que
adolec�a[548] del Doctor[549] de Villahermosa, divino Juvenal aragon�s,
pidiendo el Conde de la Torre a don Cleof�s y al Cojuelo que honrasen
aquella junta lo que estuviesen en Sevilla, y que dijesen los nombres
supuestos con que hab�an de asistilla, como se us� en la Corusca y en la
academia[550] de Capua, de N�poles, de Roma y de Florencia, en Italia,
y como se acostumbraba en aqu�lla. Don Cleof�s dijo que se llamaba _el
Enga�ado,_ y el Cojuelo, _el Enga�ador,_ sin entenderse el fundamento
que ten�an los dos nombres; y repartiendo los asuntos para la academia
venidera, nombraron por presidente della al _Enga�ado_ y por fiscal al
_Enga�ador,_ porque el oficio de secretario no se mudaba, haci�ndoles
esta lisonja por forasteros, y porque les pareci� a todos que eran
ingenios singulares. Y sacando una guitarra una dama de las tapadas,
templada sin sentillo[551], con otras dos cantaron a tres voces un
romance excelent�simo de don Antonio de Mendoza[552], soberano ingenio
monta��s, y due�o eminent�simo del estilo l�rico, a cuya divina m�sica
vendr�n estrechos todos los agasajos de su fortuna. Con que se acab� la
academia de aquella noche, divi�ndose los unos de los otros para sus
posadas, aunque todav�a era temprano, porque no hab�an dado las nueve, y
don Cleof�s y el Cojuelo se bajaron hacia el Almeda, con pretexto de
tomar el fresco en la Alamenilla[553], baluarte bell�simo que resiste a
Guadalquivir, para que no anegue aquel gran pueblo en las continuas y
soberbias avenidas suyas. Y llegando a vista de San Clemente el Real,
que estaba en el camino, a mano izquierda, convento ilustr�simo de
monjas, que son se�oras de todo aquel barrio, y de vasallos fuera d�l,
patronazgo magn�fico de los Reyes, fundado por el santo rey don
Fernando porque el d�a de su advocaci�n gan� aquella ciudad de los
moros[554], le dijo el Cojuelo a don Cleof�s.

--Este real edificio es jaula sagrada de un seraf�n, o Serafina, que fu�


primero dulc�simo ruise�or del Tejo[555], cuya divina y extranjera voz
no cabe en los o�dos humanos, y sube en sim�trica armon�a a solicitar
la capilla impirea, prodigio nunca visto en el diapas�n ni en la
naturaleza; pero no por eso previlegiada de la envidia.

A estos hip�rboles[556] iba dando carrete (verdades pocas veces


ejecutadas de su lengua), cuando, al revolver otra calle, pocas veces
paseada a tales horas de nadie, oyeron grandes carcajadas de risa[557] y
aplausos de regocijo en una casa baja, edificio humilde que se indiciaba
de jard�n por unas peque�as verjas de una reja algo alta del suelo, que
malpar�a algunos rel�mpagos de luces, escasamente conocidos de los que
pasaban. Y pregunt�le al Cojuelo don Cleof�s qu� casa era aquella donde
hab�a tanto regocijo a aquellas horas. El Diablillo le respondi�:

--�ste se llama el garito de los pobres; que aqu� se juntan ellos y


ellas, despu�s de haber pedido todo el d�a, a entretenerse y a jugar, y
a nombrar los puestos donde han de mendigar esotro d�a, porque no se
encuentren unas limosnas con otras. Entremos dentro y nos entretendremos
un rato; que, sin ser vistos ni o�dos, haci�ndonos invisibles con mi
buena ma�a, hemos de registrar este conclave de San L�zaro.

Y con estas palabras, tomando a don Cleof�s por la mano, se entraron por
un balconcillo que a la mano derecha ten�a la mendiga habitaci�n, porque
en la puerta ten�an puesto portero porque no entrasen m�s de los que
ellos quisiesen y los que fuesen se�alados de la mano de Dios[558]; y
bajando por un caracolillo a una sala baja, algo espaciosa, cuyas
ventanas sal�an a un jardinillo de ortigas y malvas, como de gente que
hab�a nacido[559] en ellas, la hallaron ocupada con mucha orden de los
pobres que hab�an venido, comenzando a jugar al rento y limetas[560] de
vino de Alan�s y Cazalla[561], que en aquel lugar nunca lo hay
razonable, y algunos mirones, sentados tambi�n, y en pie. La mesa sobre
que se jugaba era de pino, con tres pies y otro supuesto, que pod�a
pedir limosna como ellos, un candelero de barro con una antorcha de
brea, y los naipes con dos dedos de moho hacia cecina[562], de puro
manejados de aquellos pr�ncipes, y el barato que se sacaba se iba
poniendo sobre el candelero. Y a estotra parte estaba el estrado de las
se�oras, sobre una estera de esparto, de retorno del ivierno pasado; tan
remendados todos y todas, que parece que les hab�an cortado de vestir de
jaspes de los muladares. Y entrando don Cleof�s y su compa�ero y
diciendo una pobra, fu� todo uno. �Ya viene el Diablo Cojuelo�, alter�se
don Cleof�s y dijo a su camarada:

--Juro a Dios que nos han conocido.

--No te sobresaltes--respondi� el Diablillo--; que no nos han conocido


ni nos pueden ver, como te previne; que el que ha dicho la pobra que
viene es aquel que entra agora, que trae una pierna de palo y una muleta
en la mano y se viene quitando la montera, y entre ellos le llaman el
Diablo Cojuelo por mal nombre, que es un bellaco, mal pobre, embustero y
ladr�n, y estoy harto cansado con �l y con ellas porque le llaman as�,
que es una s�tira que me han hecho con esto, y que yo he sentido mucho;
pero esta noche pienso que me lo ha de pagar, aunque sea con la mano del
gato[563], como dicen.

--Muy grande atrevimiento--dijo don Cleof�s--ha sido quererlas apostar


contigo, siendo t� el demonio m�s travieso del infierno, y no te la har�
nadie que no te la pague.

--Estos pobres--dijo Cojuelo--, como son de Sevilla, campan tambi�n de


valientes[564], y re�ir�n con los diablos; pero no se alabar�, si yo
puedo, �ste de haber salido horro desta chanza; que en el mundo se me
han atrevido solamente tres linajes de gente: representantes, ciegos y
pobres[565]; que los dem�s embusteros y gente deste g�nero pasan por
demonios como yo.

En esto, se hab�a acomodado o sent�dose en el suelo el Piedepalo, Diablo


Cojuelo segundo deste nombre, diciendo muchas galanter�as a las damas, y
entr� el Murci�lago, llamado as� porque ped�a de noche a gritos por las
calles, con Sopaenvino, que le hab�a encontrado agazapado en una taberna
y sacado por el rastro de los mosquitos que sal�an d�l, como de la cuba
de Sahag�n. Convid�les con su asiento el Chicharro y el Gallo, el uno,
que cantaba pidiendo por las siestas en verano y despertando los
lirones[566]; el otro mendigaba por las madrugadas; y tomando el suelo
por mejor asiento, porque cualquiera cosa m�s alta los desvanec�a, y
estando en esto, entr� un pobre en un carret�n, a quien llamaban el
Duque, y todos se levantaron, ellos y ellas, a hacelle cortes�a; y �l,
quit�ndose un sombrerillo que hab�a sido de un carril[567] de un pozo,
dijo:

--Por mi amor que se est�n quedos y quedas, o me volver� a ir.

Temieron el disfavor, y lleg�ndole el muchacho que le tra�a el carret�n


a la mesa donde se jugaba, pidi� cartas. Fara�n, que era uno de los del
juego, llamado desta suerte porque ped�a con plagas a las puertas de las
iglesias, y el Sargento, nombrado as� porque ten�a un brazo menos[568],
le dijeron que los dejase jugar su excelencia, que estaban picados; que
despu�s har�an lo que les mandaba; vini�ndose el Duque con el Marqu�s de
los Chapines, que era un pobre que andaba arrastrando[569], y de la
cintura arriba muy gal�n, y estaba entreteniendo las damas, diciendo:

--Con vusia[570] me vengo, que est� m�s bien parado.

Y a ninguno de los dos les hab�an las damas menester para nada.

La Postillona, llamada deste nombre porque ped�a a las veinte[571]


limosna, no dejando calle ni barrio que no anduviese cada d�a, tuvo
palabras con la Berlinga, tan larga como el nombre[572], que hab�a sido
senda de Esgueva a Zapardiel, sobre celos del Duque; y la Paulina[573],
que apellidaban ans� porque maldec�a a quien no le daba limosna, se pic�
con la Galeona, que llamaban desta suerte porque andaba artillada de
ni�os que alquilaba para pedir, sobre haber dicho unas palabras
pre�adas[574] al Marqu�s, sin dar causa su se�or�a a ello, meti�ndose
la Lagartija y la Mendruga a revolverlas m�s, y el Piedepalo a las
vueltas, con las Fuerzas de H�rcules, que eran dos pobres, uno sobre
otro, que a no meterse Zampalimosnas, que era el garitero, de por medio,
y Peric�n el de la Barquera, y Embudo el Temerario, Tragadardos,
Zancayo, Peru�tano y Ahorcasopas, hubiera un paloteado[575], entre los
pobres y pobras, de los diablos. El Duque y el Marqu�s interpusieron
sus autoridades, y para quietallo de todo punto inviaron por un
particular[576], que trujo luego Piedepalo, para pagarlo de
bonete[577], que fueron unos ciegos y una gaita zamorana que muy cerca
de all� se recog�an, que fu� menester pag�rselo adelantado porque se
levantasen, y se concert� en treinta cuartos, y dijo el Duque que no se
hab�a pagado tan caro particular jam�s, por vida de la Duquesa[578]. Y
al mismo tiempo que entr� Piedepalo con el particular, se entr� tras
ellos Cienllamas, con la vara en la pretina[579], y Chispa y Redina con
�l, preguntando:

--�Qui�n es aqu� el Diablo Cojuelo? Que he tenido soplo que est� aqu� en
este garito de los pobres, y no me ha de salir ninguno deste aposento
hasta reconocellos a todos, porque me importa hacer esta prisi�n.

Los pobres y las pobras se escarapelaron viendo la justicia en su


garito, y el verdadero Diablo Cojuelo, como quien deja la capa al toro,
dej� a Cienllamas cebado con el pobrismo, y por el caracolillo se
volvieron a salir del garito �l y don Cleof�s.

--Este es--dijo el Duque se�alando a Piedepalo--; que nosotros, ni


hombres como nosotros, no hemos de defender de la justicia a hombres tan
delincuentes;--tomando venganza de algunos embustes que les hab�a hecho
en las limosnas de la sopa de los conventos; y agarrando con �l Chispa y
Redina, comenz� a pedir iglesia[580] a grandes voces Piedepalo que en un
bodeg�n hiciera lo mismo, queriendo dalles a entender que era ermita, y
no garito, donde estaban, y que todos y todas hab�an venido a hacer
oraci�n a ella. El tal Cienllamas y Chispa y Redina comenzaron a sacalle
arrastrando, dici�ndole, entre algunos pu�etes y mojicones:

--No pens�is, ladr�n, que os hab�is de escapar con esos embustes de


nuestras manos; que ya os conocemos.

Entonces el Marqu�s[581], metiendo las manos en los chapines, dijo:

--�Por qu� hemos de consentir que no contradiga el Duque que lleve


preso un alguacil a un pobrete como el Cojuelo? �Por vida de la
Marquesa[582] que no lo ha de llevar!

Y haci�ndose los dem�s pobres y pobras de su parte, y apagando las


luces, comenzaron con los asientos y con las muletas y bordones a
zamarrealle a �l y a sus corchetes a escuras, toc�ndoles los ciegos la
gaita zamorana y los dem�s instrumentos, a cuyo son no se o�an los unos
a los otros, acabando la culebra[583] con el d�a y con desaparecerse los
apaleados.

TRANCO X

En este tiempo llegaban a Gradas[584] su camarada y don Cleof�s[585],


tratando de mudarse de aquella posada, porque ya ten�a rastro dellos
Cienllamas, cuando vieron entrar por la posta, tras un postill�n, dos
caballeros soldados vestidos a la moda, y d�jole el Cojuelo a don
Cleof�s.

--Estos van a tomar posada y apearse a Caldebayona[586] o a la


Pajer�a[587], y es tu dama y el saldado que viene en su compa��a, que,
por acabar m�s presto la jornada, dejaron la litera y tomaron postas.

--�Juro a Dios--dijo don Cleof�s--que lo he de ir a matar antes que se


apee, y a cortalle las piernas[588] a do�a Tomasa!

Sin riesgo tuyo se har� todo eso--dijo el Cojuelo--, ni sin tanta


demostraci�n p�blica: gobi�rnate por m� agora; que yo te dejar�
satisfecho.

--Con eso me has templado--dijo don Cleof�s--; que estaba loco de celos.

--Ya s� qu� enfermedad es �sa, pues se compara a todo el infierno[589]


junto--dijo el Diablillo--. V�monos a casa de nuestra mulata: almorzar�s
y conmutar�s en sue�o la pendencia; y acu�rdate que has de ser
presidente de la Academia, y yo fiscal.

--Pardiez--dijo don Cleof�s--, todo se me hab�a olvidado con la


pesadumbre; pero es raz�n que cumplamos nuestras palabras como quien
somos.

Y habi�ndose mudado de la posada de Rufina otro d�a[590] a otra de la


Morer�a[591], m�s recatada, pasaron los que faltaron para la Academia
en estudiar y escribir los sujetos que les hab�an dado y en hacer don
Cleof�s una oraci�n para preludio della, como es costumbre y obligaci�n
de las presidencias de tales actos; y, llegado el d�a, se aderezaron lo
mejor que pudieron, y al anochecer partieron a la palestra, donde les
esperaban todos los ingenios con admiraciones de los suyos, y con los
mismos antojos[592] de la pre�ez pasada se fueron sentando en los
lugares que les tocaban; y haciendo se�al con la campanilla para obligar
al silencio, don Cleof�s, llamado _el Enga�ado_ en la Academia, hizo una
oraci�n excelent�sima en verso de silva, cuyos n�meros ataron los o�dos
al aplauso y desataron los asombros a sus alabanzas. Y en pronunciando
la �ltima palabra, que es el _Dixi_[593], volviendo a resonar el p�jaro
de plata, dijo:

--Yo quiero parecer presidente en publicar agora, despu�s de mi oraci�n,


unas prem�ticas que guarden los divinos ingenios que me han constituido
en esta dignidad;--leyendo desta manera un papel que tra�a doblado en el
pecho:

�PREM�TICAS Y ORDENANZAS QUE SE HAN DE GUARDAR EN LA INGENIOSA ACADEMIA


SEVILLANA DESDE HOY EN ADELANTE.

�Y por que se celebren y publiquen con la solemnidad que es necesaria,


sirviendo de atabales los cuatro vientos y de trompetas el M�sico de
Tracia[594], tan marido, que por su mujer _descendit ad inferos_, y
Ari�n, que, siendo de los piratas con quien navegaba arrojado al mar
por roballe, le di� un delf�n en su escamosa espalda, al son de su
instrumento, jamugas para que no naufragase, _et coetus, et Amphion
Thebanae conditor urbis_[595]; y pregonero la Fama, que penetra
provincias y elementos, y secretario que se las dicte Virgilio Mar�n,
pr�ncipe de los poetas, digan desta suerte:

�Don Apolo, por la gracia de la Poes�a, rey de las Musas, pr�ncipe de la


Aurora, conde y se�or de los or�culos de Delfos y Delo, duque del Pindo,
archiduque de las dos Frentes del Parnaso y marqu�s de la Fuente
Cabalina, etc., a todos los poetas heroicos, �picos, tr�gicos, c�micos,
ditir�mbicos, dram�ticos[596], autistas, entremeseros, bailinistas[597]
y villancieres[598], y los dem�s del nuestro dominio, ans� seglares como
eclesi�sticos, salud y consonantes.

�Sepades: como, advirtiendo las grandes des�rdenes y desperdicios con que


han vivido hasta aqu� los que manejan nuestros ridmos[599], y que son
tantos los que sin temor de Dios y de sus conciencias, componen,
escriben y hacen versos, salteando y capeando de noche y de d�a los
estilos, conceptos y modos[600] de decir de los mayores, no imit�ndolos
con la templanza y per�frasis que aconseja Arist�teles, Horacio y C�sar
Escal�gero, y los dem�s censores que nuestra Po�tica advierten, sino
remend�ndose con centones de los otros y haciendo mohatras de versos,
fuller�as y trapazas, y para poner remedio en esto, como es justo,
ordenamos y mandamos lo siguiente:

�Primeramente se manda que todos escriban con voces castellanas, sin


introducillas de otras lenguas, y que el que dijere _fulgor_, _libar,
numen, purpurear, nieta, tr�mite, afectar, pompa, tr�mula, amago,
idilio_[601] ni otras desta manera, ni introdujere posposiciones[602]
desatinadas, quede privado de poeta por dos academias, y a segunda vez,
confiscadas sus s�labas y arados de sal[603] sus consonantes, como
traidores a su lengua materna.
�Item, que nadie lea sus versos en idioma de jarabe, ni con g�rgaras de
algarab�a en el g�tur[604], sino en nuestra castellana pronunciaci�n,
pena de no ser o�dos de nadie.

�Item, por cuanto celebraron el f�nix en la academia pasada en tantos


g�neros de versos, y en otras muchas ocasiones lo han hecho otros,
levant�ndole testimonios a esta ave[605] y llam�ndola hija y heredera de
s� propia y p�jaro del sol, sin haberle tomado una mano ni haberla
conocido si no es para servilla, ni haber ning�n testigo de vista de su
nido, y ser alarbe de los p�jaros, pues en ninguna regi�n ha encontrado
nadie su aduar, mandamos que se ponga perpetuo silencio en su memoria,
atento que es alabanza supersticiosa y p�jaro de ning�n provecho para
nadie, pues ni sus plumas sirven en las galas cortesanas ni militares,
ni nadie ha escrito con ellas, ni su voz ha dado m�sica a ning�n
melanc�lico, ni sus pechugas alimento a ning�n enfermo; que es p�jaro
duende, pues dicen que le hay, y no le encuentra nadie, y ave solamente
para s�; finalmente, sospechosa de su sangre, pues no tiene ag�elo que
no haya sido quemado; estando en el mundo el p�jaro celeste, el cisne,
el �guila, que no era bobo J�piter, pues la eligi� por su embajatriz, la
garza, el nebl�, la paloma de Venus, el pel�cano, afrenta de los
miserables[606], y, finalmente, el cap�n de leche[607], con quien los
dem�s son unos p�caros. Este s� que debe alabarse, y m�tenle un f�nix a
quien sea su devoto, cuando tenga m�s necesidad de comer. Dios se lo
perdone a Claudiano, que celebr� esta necedad imaginada, para que todos
los poetas pecasen en �l.

�Item, porque a nuestra noticia ha venido que hay un linaje de poetas y


poetisas hacia palaciegos, que hacen m�s estrecha vida que los monjes
del Paular[608], porque con ocho o diez vocablos solamente, que son
_cr�dito, descr�dito, recato, desperdicio, ferri�n, desm�n, atento,
valido, desvalido, baja fortuna, estar falso, explayarse_, quieren
expresar todos sus conceptos y dejar a Dios solamente que los entienda,
mandamos que les den otros cincuenta vocablos m�s de ayuda de costa, del
tesoro de la Academia, para valerse dellos, con tal que, si no lo
hicieren, caigan en pena de menguados y de no ser entendidos, como si
hablaran en vascuence.

�Item, que en las comedias se quite el desmesurarse los embajadores con


los reyes, y que de aqu� en adelante no le[609] valga la ley del
mensajero[610]; que ning�n pr�ncipe en ellas se finja hortelano por
ninguna infanta, y que a las de Le�n se les vuelva su honra con
chirim�as[611], por los testimonios que las han levantado; que los
lacayos graciosos no se entremetan con las personas reales si no es en
el campo, o en las calles de noche; que para querer dormirse sin qu� ni
para qu�, no se diga: �Sue�o me toma�, ni otros versos por el
consonante, como decir a _rey_, �porque es just�sima ley�, ni a _padre_,
�porque a mi honra m�s cuadre�, ni las dem�s; �A furia me provoc�[612],
�Aqu� para entre los dos� y otras civilidades, ni que se disculpen sin
disculparse, diciendo:

�Porque un consonante obliga


a lo que el hombre no piensa�[613].

�Y al poeta que en ellas incurriere de aqu� adelante, la primera vez le


silben, y la secunda, sirva a su Majestad con dos comedias en Or�n[614].

�Item, que los poetas m�s antiguos se repartan por sus turnos a dar
limosna de sonetos, canciones, madrigales, silvas, d�cimas, romances y
todos los dem�s g�neros de versos a poetas vergonzantes que piden de
noche, y a recoger los que hallaren enfermos comentando, o perdidos en
las _Soledades_ de don Luis de G�ngora; que haya una porter�a en la
Academia, por donde se d� sopa de versos a los poetas mendigos.

�Item, que se instituya una Hermandad y Peralvillo contra los poetas


monteses y jabal�es[615].

�Item, mandamos que las comedias de moros se bauticen dentro de cuarenta


d�as o salgan del reino.

�Item, que ning�n poeta, por necesidad ni amor, pueda ser pastor de
cabras ni ovejas, ni de otra res semejante, salvo si fuere tan Hijo
Pr�digo, que, disipando sus consonantes en cosas il�citas, quedare sin
ninguno sobre qu� caer poeta[616]; mandamos que en tal caso, en pena de
su pecado, guarde cochinos.

�Item, que ning�n poeta sea osado a hablar mal de los otros si no es dos
veces en la semana.

�Item, que al poeta que hiciere poema heroico no se le d� de plazo m�s


que un a�o y medio, y que lo que m�s tardare se entienda que es falta de
la musa; que a los poetas sat�ricos no se les d� lugar en las academias,
y se tengan por poetas bandidos y fuera del gremio de la poes�a noble, y
que se pregonen las tallas[617] de sus consonantes, como de hombres
facinerosos a la rep�blica. Que ning�n hijo de poeta que no hiciere
versos no pueda[618] jurar por vida de su padre, porque parece que no es
su hijo.

�Item, que el poeta que sirviere a se�or ninguno[619], muera de hambre


por ello.

�Y, al fin, estas prem�ticas y ordenanzas se obedezcan y ejecuten como


si fueran leyes establecidas de nuestros pr�ncipes, reyes y emperadores
de la Poes�a. M�ndanse pregonar, porque venga a noticia de todos.�

Celebrad�simo fu� el papel de _el Enga�ado_ por peregrino y caprichoso,


sacando, al mismo tiempo que le acababa, otro del pecho _el Enga�ador_,
llamado as� en la Academia y en los tres hemisferios[620], y fiscal de
la presente, que dec�a desta manera:

�PRON�STICO Y LUNARIO DEL A�O QUE VIENE, AL MERIDIANO DE SEVILLA Y


MADRID, CONTRA LOS POETAS, M�SICOS Y PINTORES. COMPUESTO POR �EL
ENGA�ADOR�, ACAD�MICO DE LA INSIGNE ACADEMIA DEL BETIS, Y DIRIGIDO A
PERICO DE LOS PALOTES, PROTO-DEMONIO Y POETA DE DIOS TE LA DEPARE
BUENA�;

interrumpiendo estas �ltimas razones un alguacil de los veinte[621],


guarnecido de corchetes[622] (y tantos, que si fueran de plata,
pudiera[623] competir con la capitana y almiranta de los galeones cuando
vuelven de retorno con las entra�as del Potos� y los corazones de los
que los esperan y los traen), do�a Tomasa y su soldado, como entraron
por la posta para estar a la vista de la ejecuci�n de su requisitoria;
la Academia se alter� con la intempestiva visita, y el atrevido
Alguacil dijo:

--Vuesas mercedes no se alboroten: que yo vengo a hacer mi oficio y a


prender no menos que al se�or Presidente, porque es orden de Madrid, y
la he de hacer de Evangelio[624].
Palotearon los acad�micos, y don Cleof�s se espeluz� tanto y cuanto, y
el Fiscal, que era el Cojuelo, le dijo:

--No te sobresaltes[625], don Cleof�s, y d�jate prender, no nos perdamos


en esta ocasi�n; que yo te sacar� a paz y a salvo de todo[626].

Y volviendo a los dem�s, les dijo lo mismo, y que no conven�a en aquel


lance resistencia ninguna; que si fuera menester, _el Enga�ado_ y �l
metieran a todos los alguaciles de Sevilla las cabras en el corral[627].

--Hombre hay aqu�--dijo un estudiant�n del Corpus[628], graduado por la


Feria y el pend�n verde[629]--, que, si es menester, no dejar� oreja de
ministro a manteazos, siendo yo el menor de todos estos se�ores.

El Alguacil trat� de su negocio sin meterse en m�s dimes ni diretes,


deseando m�s que hubiese dares y tomares, y do�a Tomasa estuvo empu�ada
la espada y terciada la capa a punto de pelear al lado de su soldado;
que era, sobre alentada[630], muy diestra, como hab�a tanto que jugaba
las armas[631], hasta que vi� sacar preso al que le negaba la deuda,
libre de polvo y paja. El Cojuelo se fu� tras ellos, y la Academia se
malogr� aquella noche, y muri� de viruelas locas.

El Cojuelo, arrim�ndose al Alguacil, le dijo aparte, meti�ndole un


bolsillo en la mano, de trecientos escudos:

--Se�or m�o, vuesa merced ablande su c�lera con este diaquil�n[632]


mayor, que son ciento y cincuenta doblones de a dos.

Respondi�ndole el Alguacil, al mismo tiempo que los recibi�:

--Vuesas mercedes perdonen el haberme equivocado, y el se�or Licenciado


se vaya libre y sin costas, m�s de las que le hemos hecho; que yo me he
puesto a un riesgo muy grande habiendo errado el golpe.

El soldado y la se�ora do�a Tomasa, que tambi�n hab�an regalado al


Alguacil, por m�s protestas que le hicieron entonces, no le pudieron
poner en raz�n, y ya a estas horas estaban los dos camaradas tan lejos
dellos, que hab�an llegado al r�o y al Pasaje[633], que llaman, por
donde pasan de Sevilla a Triana y vuelven de Triana a Sevilla, y,
tomando un barco, durmieron aquella noche en la calle del Altozano,
calle Mayor[634] de aquel ilustre arrabal, y la Vitigudino y su gal�n se
fueron muy desairados a lo mismo a su posada, y el Alguacil a la suya,
haciendo mil discursos con sus trecientos escudos, y el Cojuelo madrug�
sin dormir, dejando al compa�ero en Triana, para espiar en Sevilla lo
que pasaba acerca de las causas de los dos, revolviendo de paso dos o
tres pendencias en el Arenal[635].

Y el Alguacil despert� m�s temprano, con el alborozo de sus doblones,


que hab�a puesto debajo de las almohadas, y, metiendo la mano, no los
hall�; y levant�ndose a buscallos, se vi� emparedado de carb�n, y todos
los aposentos de la casa de la misma suerte, porque no faltase lo que
suele ser siempre del dinero que da el diablo[636], y tan sitiado desta
mercader�a, que fu� necesario salir por una ventana que estaba junto al
techo, y en saliendo, se le volvi� todo el carb�n ceniza; que si no
fuera ans�, tomara despu�s por partido dejar lo alguacil por carbonero,
si fuera el carb�n de la encina del infierno[637], que nunca se acaba,
am�n, Jes�s.
El Cojuelo iba dando notables risadas entre s�, sabiendo lo que le hab�a
sucedido al Alguacil con el soborno. Saliendo, en este tiempo, por cal
de Tintores[638] a la plaza de San Francisco, y habiendo andado muy
pocos pasos, volvi� la cabeza y vi� que le ven�an siguiendo Cienllamas,
Chispa y Redina; y, dejando las muletas, comenz� a correr, y ellos tras
�l, a grandes voces diciendo:

--�Tengan ese cojo ladr�n!

Y cuando casi le echaban las garras Chispa y Redina, ven�a un escribano


del n�mero[639] bostezando, y meti�sele el Cojuelo por la boca, calzado
y vestido, tomando iglesia, la que m�s a su prop�sito pudo hallar[640].
Quisieron entrarse tras �l a sacalle deste sagrado Chispa, Redina y
Cienllamas, y sali� a defender su juridici�n una cuadrilla de sastres,
que les hicieron resistencia a agujazos y a dedalazos, obligando a
Cienllamas a inviar a Redina al infierno por orden de lo que se hab�a de
hacer; y lo que trujo[641] en los aires fu� que, con el Escribano y los
sastres, diesen con el Cojuelo en los infiernos[642]. Ejecut�se como se
dijo, y fu� tanto lo que los revolvi� el Escribano, despu�s de haberle
hecho gormar al Cojuelo, que tuvieron por bien los jueces de aquel
partido echallo fuera, y que se volviese a su escritorio, dejando a los
sastres en rehenes, para unas libreas que hab�an de hacer a Lucifer a la
festividad del nacimiento del Antecristo; tratando do�a Tomasa,
desenga�ada, de pasarse a las Indias con el tal soldado, y don Cleof�s,
de volverse a Alcal� a acabar sus estudios, habiendo sabido el mal
suceso de la prisi�n de su Diablillo, desenga�ado de que hasta los
diablos tienen sus alguaciles, y que los alguaciles tienen a los
diablos[643]. Con que[644] da fin esta novela, y su due�o gracias a
Dios porque le sac� della con bien, suplicando a quien la leyere que se
entretenga y no se pudra en su leyenda[645], y ver� qu� bien se halla.

Notas:

[Nota 1: En la conferencia le�da en el teatro Espa�ol la noche del 4


de febrero de 1910, al estrenarse la refundici�n de _La Luna de la
Sierra_, hecha por don Crist�bal de Castro.]

[Nota 2: Narr�la--mejor dir�a _marr�la_--don Joaqu�n Mar�a Ferrer,


en el pr�logo de su edici�n de _El Diablo Cojuelo_ (Par�s, 1828), y la
extract� muchos a�os despu�s don Cayetano A. de la Barrera, en su
_Cat�logo bibliogr�fico y biogr�fico del Teatro antiguo espa�ol_.]

[Nota 3: Las investigaciones serias acerca de la vida del insigne


autor astigitano datan de los postreros a�os del siglo XIX. Yo encontr�,
y publiqu� muy en extracto en mi estudio sobre _Cervantes y la
Universidad de Osuna_, inserto en el tomo II del _Homenaje a Men�ndez y
Pelayo en el a�o vig�simo de su profesorado_ (Madrid, 1899), el acta del
grado de bachiller en Artes de V�lez; en 1902 hallaba el muy diligente y
erudito don Antonio Paz y Melia, y sac�bala a luz en _la Revista de
Archivos, Bibliotecas y Museos_, una carta de don Juan V�lez de Guevara,
hijo del poeta ecijano, escrita en 20 de octubre de 1645, documento
interesante, porque contiene, aunque abreviadamente y con algunos
errores de importancia, la biograf�a del autor de _El Diablo Cojuelo_.
Poco despu�s, don Felipe P�rez y Gonz�lez, al par que comentaba con
acierto algunos de los pasajes m�s oscuros de esta novela, dedic�se con
feliz �xito a allegar datos para la vida de su autor, y di�los a conocer
en diversos art�culos, que public� en _La Ilustraci�n Espa�ola y
Americana_ y reimprimi� juntos en 1903, con otros de car�cter cr�tico.
Entretanto, el merit�simo P�rez Pastor descubr�a y acopiaba muchas
noticias peregrinas referentes a los que en el buen tiempo fueron
pr�ceres de nuestras letras, a V�lez de Guevara entre ellos; no menos de
cincuenta y cuatro documentos tocantes a �l insert� en la tercera parte,
�ltima publicada (Madrid, 1907), de su excelente _Bibliograf�a
Madrile�a_ (p�gs. 499-515). Am�n de esto, en 1902, don Adolfo Bonilla y
San Mart�n daba a la estampa en la _Revista de Arag�n_ diversas poes�as
de Luis V�lez, las m�s de ellas in�ditas hasta entonces, y de las cuales
hay especialmente cuatro--las cuatro primeras--llenas de indicaciones
muy interesantes para la vida de su autor, raz�n por la cual en 1908 las
reproduje anotadas, con otra in�dita, en la _Revista de Archivos,
Bibliotecas y Museos_. A la buena luz de tan valiosos hallazgos, pod�a
ya intentarse sin temeridad la empresa de componer una biograf�a
circunstanciada de V�lez, cosa que ha efectuado don Emilio Cotarelo en
el _Bolet�n de la Real Academia Espa�ola_, cuadernos de diciembre de
1916 y abril de 1917, no sin aportar algunos otros datos debidos a sus
investigaciones.]

[Nota 4: Fu� hijo del licenciado Diego V�lez de Due�as, nacido en


Jerez de la Frantera, y de do�a Francisca Negrete de Santander, natural
de Ecija, quienes hab�an contra�do matrimonio en esta ciudad, siendo �l
vecino de Sevilla, a 10 de febrero de 1573. V�lez de Due�as--descendiente
de don Llorente V�lez de Guevara, uno

�de los trescientos hidalgos


que ganaron a Jerez�,

como record�, andando el tiempo, el autor de _Reinar despu�s de


morir_--era hijo de Alonso Rodr�guez V�lez y de do�a Isabel de Due�as, y
se llam� indistintamente Diego de Due�as y Diego Rodr�guez de Due�as
mientras fu� estudiante. Para graduarse de bachiller en Leyes en la
Universidad de Sevilla (22 de septiembre de 1570), present� los
siguientes recaudos: casi seis meses que en la dicha facultad hab�a
cursado en Salamanca por los a�os de 1563, 64 y 65; dos cursos m�s,
o�dos en Sevilla, el �ltimo, desde 1.� de mayo de 1568 hasta 7 de mayo
de 1569, y cinco lecciones de leyes que hab�a le�do. (Archivo
universitario de Sevilla, libro 1.� de Diligencias y colaciones de
grados menores, desde 1570 hasta 1574.) Este sujeto es, como columbr�
diez a�os ha, el mismo lincenciado Due�as, poeta m�s que razonable,
autor de once de las composiciones coleccionadas en M�jico, en 1577,
bajo el t�tulo de _Flores de varia poes�a_ (Biblioteca Nacional de
Madrid, Ms. 2973), y el mismo a quien se refiri� el licenciado Francisco
Pacheco, jerezano como �l, en su interesante composici�n intitulada _La
s�tira apolog�tica en defensa del divino Due�as_, escrita en 1569,
anotada por m� y publicada en la _Revista de Archivos, Bibliotecas y
Museos_ (1907-1908). Trasladado a �cija desde su casamiento, all� vivi�
pobremente ejerciendo la abogac�a y criando otros hijos, entre ellos, a
Diego, nacido en 1586 y poeta como su padre y su hermano, visti�ndose y
vistiendo a su familia de fiado, de lo cual es buena muestra cierta
escritura que encontr� en aquel archivo de protocolos, al buscar
documentos cervantinos (Antonio Trapel, libro 1.� de 1588, fol. 1899), y
componiendo de cuando en cuando tal cual epigrama latino, como el que
hizo en elogio de don Alvaro de Baz�n, marqu�s de Santa Cruz, para el
_Comentario en breve compendio de disciplina militar_, escrito por el
licenciado Mosquera de Figueroa (Madrid, Luis S�nchez, 1596).

Do�a Francisca Negrete de Santander era hija del licenciado Diego de


Santander, oriundo de la Monta�a, y de do�a Mar�a de Medina, vecinos de
�cija. De estos Negretes y Santanderes, unos hab�an negociado en las
Indias, y otros eran hombres de estudios, como lo demuestran los
diversos datos que allegu�: el doctor Pedro de Santander y su mujer do�a
In�s Melgarejo, vecinos de Sevilla, �l hijo del doctor Negrete, se
despacharon a la Nueva Espa�a, con los suyos, antes de mediar el siglo
XVI (Archivo general de Indias, Licencias de pasajeros, 1534 y 1554 (43,
2, 1/5), relaci�n n�m. 74 del cuaderno 9.�). En 25 de septiembre de
1553, Diego Negrete de Santander, vecino de Sevilla, hijo de Bernardo
Negrete de Santander y de Isabel G�mez Adalid, se despach� por mercader
por tres a�os para Tierra Firme y Popay�n (_Ibid._, al fin de la primera
hoja). El bachiller Juan de Santander, natural de �cija, prob� en 17 de
marzo de 1554 haber ganado un curso de Medicina, �oyendo del doctor
gudiel y del doctor ferrer� (Archivo universitario de Osuna, Pruebas de
cursos, fol. 6 del cuaderno del dicho a�o), y en 4 de mayo de 1555 prob�
otro en la Universidad complutense (Archivo Universitario de Alcal�, hoy
en el Hist�rico Nacional, Pruebas de cursos de 1540 a 1555, fol. 714
vto.). Con el nombre de Juan Antonio de Santander, se gradu� en Medicina
en la misma Universidad a 16 de mayo de 1555, y repitiendo en Osuna para
licenciado, se le asignaron puntos, hizo el examen secreto y se le
confiri� el grado en 28 de agosto de 1568, doctor�ndose en 16 de mayo de
1569 (Registro 1.� de grados, fol. 22 del dicho a�o), a presencia del
duque de Osuna don Pedro Gir�n, de su hijo don Juan, marqu�s de
Pe�afiel, de don Alonso T�llez Gir�n, hermano natural del Duque y de
muchos doctores y maestros. En la propia Universidad se gradu� de
bachiller en Artes, a 28 de julio de 1587, Alonso de Santander (Registro
2.� de Grados, fol. 28 de este a�o), asimismo natural de �cija, a quien
vuelvo a encontrar en Alcal� ganando un curso de Teolog�a escol�stica en
8 de mayo de 1590. (Archivo universitario de Alcal�, pruebas de cursos
de 1590 a 1593, fol. 21 del dicho a�o.) Y, en fin, un Pedro de Santander
figura, para la devoluci�n de la blanca de carne, entre los dignidades,
can�nigos, racioneros y capellanes de la Iglesia Mayor de Sevilla, en el
a�o de 1596 (Archivo Municipal de Sevilla, Libros de Propios, asientos
de 12 de junio de 1597). Este prebendado, probable deudo de Luis V�lez
de Guevara, fu� quiz�s quien le hizo entrar de paje en el palacio de don
Rodrigo de Castro, cardenal arzobispo de Sevilla.]

[Nota 5: As� vino a decirlo Cervantes en la jorn. III de _La gran


sultana do�a Catalina de Oviedo_:

�... hidalgo, pero no rico:


maldici�n del siglo nuestro;
que parece que ser pobre
al ser hidalgo est� anexo.�]

[Nota 6: En 1902 envi� desde Sevilla copia literal del acta de este
grado a don Felipe P�rez y Gonz�lez, en cuyo citado libro, p�gs. 132 y
siguientes, puede leerla el curioso.]

[Nota 7: _Las bodas de los Cat�licos Reyes de Espa�a don Felipe III
y do�a Margarita de Austria, celebradas en la insigne ciudad de
Valencia. Por Luis V�lez de Santander._ Sevilla, 1599.]

[Nota 8: En uno de los reimpresos por m� (_Cinco poes�as


autobiogr�ficas de Luis V�lez de Guevara_. Madrid, 1908, p�gi 11):

�Esto es cuanto al Archiduque;


cuanto a marciales papeles
de servicios _de seis a�os_,
escuchadme atentamente.
Si busca Antonio de Losa
soldados que a hablaros entren,
que no sin causa el aplauso
vuestro su atenci�n merece,
Saboya me vi� y Mil�n;
en los a�os diez y siete
de mi edad, medi� la pica
al grabado peto fuerte_(a)_,
con el tercio de Breta�a,
siguiendo al Conde de Fuentes
desde Baya de Zahona,
por ambiciones de nieve,
hasta que, treguas haciendo
con Saboya los franceses,
pas� a N�poles, de donde
a buscar en sus bajeles
la caravana sal�
por todo el mar del Oriente,
con don Pedro de Toledo,
rayo espa�ol de Berzeli.
De plomo, como de gorra,
nos saludamos mil veces
las turquescas escopetas
con los cristianos mosquetes,
descubrimos las monta�as
de la provincia que tiene
el obelisco de Dios
en prisi�n irreverente,
hasta que el heroico brazo
vuestro a rescatar se llegue,
para que el n�mero diez
acrecent�is a los Nueve,
y en la primera jornada
de Argel fu� mi coselete,
espejo al sol, que, Narciso,
por mi se neg� a las fuentes,
llegando a Valladolid
la misma noche del viernes
que, para dicha del mundo,
vos nac�is y Cristo muere.�

_(a)_ Como veremos en seguida, no ten�a diez y siete, sino veinti�n


a�os, cuando dej� su plaza de paje. Trascord�se, pues, V�lez, o, lo que
m�s creo, le hizo escribir _diez y siete_ la fuerza del asonante.]

[Nota 9: En pleito promovido por don Jer�nimo de Leyva en abril de


1604 ante el Provisor general del arzobispado de Sevilla, con motivo de
haber presentado don Francisco de Acu�a, can�nigo de aquella Santa
Iglesia, unas letras del Auditor de la C�mara de Su Santidad, por las
cuales le subdelegaba plenariamente sus veces para averiguar si don
Alonso de Ulloa habia sido criado del cardenal don Rodrigo de Castro,
declararon a tenor de cierto interrogatorio diversos testigos, entre
ellos Luis V�lez de Santander, o sea nuestro V�lez de Guevara, y Lope de
Vega Carpio. Mi querido amigo el docto cervantista don Adolfo Rodr�guez
Jurado, que hall� este pleito, sac� a la luz p�blica la interesante
declaraci�n de Lope en el _Bolet�n de la Real Academia Sevillana de
Buenas Letras_ (septiembre de 1917), y me ha favorecido copiando para m�
la declaraci�n de V�lez, por la cual se viene en conocimiento de algunas
cosas muy importantes para su biograf�a. Dijo �que es de hedad de veynte
y cinco a�os poco m�s o menos�, y respondiendo a la pregunta primera,
que �conoci� al Ilmo. don Rodrigo de Castro, ar�obispo que fue de
Sevilla, por queste testigo le sirvio de paje quatro a�os, que el
postrero fue en el que murio el dicho cardenal, porque dos meses antes
que muriera sali� este testigo del su servicio....� A la segunda: �que
sabe que el dicho don alonso de ulloa muri� en la ciudad de toro por el
mes de agosto del a�o pasado de seiscientos e tres, y este testigo le
vido en valladolid quince d�as o veynte antes que muriese....� Y a la
sexta: �queste testigo fue con el dicho cardenal a la dicha jornada de
madrid, valencia y binaros, donde tambi�n fu� el dicho don alonso de
ulloa....�]

[Nota 10: A�adi� al _V�lez_ el _Guevara_ y omiti� el apellido


materno, bien que en �cija siguieron llam�ndole _V�lez de Due�as_, como
a su padre. En 1630, a�o en que escrib�a el licenciado Andr�s Florindo
su _Addicion al libro de Eciia y svs grandezas_ (Sevilla, Luis
Estupi��n, 1631), a�n le nombraba as� (fol. 4): �Otro insigne Cavallero
desta Ciudad, de excelente ingenio, mui universal en todas historias
(otro don Alonso de Ercilla, o Luis _V�lez de Due�as_)....�]

[Nota 11: Como nota el se�or Cotarelo, V�lez de Guevara siempre hizo
caso omiso de este primer matrimonio, al cual tampoco se refiri� su hijo
don Juan en la carta dirigida a Pellicer que public� el se�or Paz y
Melia; pero en la canci�n que Salcedo Coronel dedic� a la muerte de
nuestro poeta (_Cristales de Helicona_, Madrid, Diego D�az de la
Carrera, 1649-1650, folio 31 vto.) hay una tan clara y circunstanciada
alusi�n a este enlace, que no s� como se desvirt�e:

�Coronado de aplausos y victorias


volviste a Espa�a, que fiel previno
en agradables lazos de Himeneo
refrenar la inquietud de tu destino.
Ingrato el esplendor a tus memorias
ardi� en las teas que encendi� el deseo,
y entre infaustos gemidos sin aseo,
al t�lamo condujo temerosa
pronuba Juno a tu querida esposa,
que en dulce nudo apenas
se vi� a tu firme voluntad unida,
cuando, de acerbo golpe interrumpida,
sulc� estigias arenas:
Eur�dice feliz fuera, si el llanto
no impidiera la fuerza de tu canto.�

�Qu� enlace fu� �ste? �Tuvo acaso m�s de arrebatado y soldadesco que de
sacramental?]

[Nota 12: 24 de septiembre de 1608. V�ase la partida matrimonial en


el citado libro de P�rez y Gonz�lez, p�g. 192.]

[Nota 13: Bautizado a 9 de febrero de 1611 (P�rez y Gonz�lez, obra


citada, p�g. 193). A este hijo y a la uni�n de que fu� dichoso fruto se
refiri� Salcedo Coronel en la estancia que sigue a la transcrita poco
ha:

�Segunda vez a m�s fecundos lazos


rendiste la cerviz a�n no domada,
gustoso de tu mismo vencimiento,
por quien, dichosamente dilatada,
conseguiste en rec�procos abrazos
la virtud que inspir� sagrado aliento,
hijo, en fin, que form� tu entendimiento
a�n m�s que la com�n naturaleza,
porque lograse con igual grandeza,
agradecido el mundo,
f�nix que del primero renaciese
y tus doctas cenizas ofreciese
al templo en que facundo
Apolo, por cien bocas espirante,
tus alabanzas dignamente cante.�]

[Nota 14: P�rez y Gonz�lez, obra citada, p�g. 196.]

[Nota 15: Tambi�n le se�al� pensi�n el Marqu�s de Pe�afiel:


cuatrocientos ducados en cada un a�o, desde 1.� de enero de 1622; pero
am�n de salir de ordinario inciertas las mercedes de los se�ores de
aquel tiempo, en las manos de Luis V�lez no hab�a dinero, presente o
futuro, que no se volviera sal y agua.]

[Nota 16: A estos memoriales me he referido en la nota �ltima de la


p�g. IX.]

[Nota 17: P�rez y Gonz�lez, obra citada, p�g. 203.]

[Nota 18: S�lo produc�an lo poco en que las compraban los autores de
compa��a o las corporaciones que las hab�an encargado: seiscientos
reales, u ochocientos a lo sumo. Por lo menos de seiscientos no cre�a
Jer�nimo Dalmao, en 1616, que Luis V�lez se prestase a componer cierta
comedia a lo divino _(Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos_, 1878).
Y don Pedro Calder�n, en la jorn. I de _Nadie fie su secreto_, comedia
anterior al a�o 1651, hizo decir a dos de sus interlocutores:

�D. ARIAS. Aqu� la doncella vive....

L�ZARO. Ni la oigas ni la veas,


se�or, hasta que se haga;
que son como las comedias:
sin saber si es buena o mala,
_ochocientos reales cuesta
la primera vez_; mas luego
dan por un real ochocientas.
D�jala imprimir primero;
que comedias y doncellas,
como est�n dadas al molde,
las hallar�s por docenas.�]

[Nota 19: Lope, en una de sus cartas al duque de Sessa (Barrera,


Adiciones a la _Nueva biograf�a de Lope de Vega_, p�gina 616): �Hablar�,
pues V. Ex.� lo manda, a Vallejo; que, en fin,

Mi sotana sin reparos


tiene, por ser de probecho,
quatro bocas en el pecho,
mas todas para alabaros.
Y no es por ynportunaros
al hablar en mi sotana,
pues tengo por cosa llana,
seg�n es agradecida,
que si os alaba rompida,
mexor os alabe sana.

_Parece cosa de Luis V�lez;_ mas, Se�or, V. Ex.� tubo la culpa; que yo
me hav�a remitido a la onrra portuguesa, que en Castilla llaman
bayeta.�]

[Nota 20: P�rez Pastor, _Bibliograf�a Madrile�a,_ tomo III, p�g.


509.]

[Nota 21: P�rez y Gonz�lez, obra citada, p�g. 207.]

[Nota 22: P�rez y Gonz�lez, obra citada, p�g. 210.]

[Nota 23: A fines del a�o 1851 un se�or Pianitzky, pensando en


traducir al ruso _El Diablo Cojuelo_, pidi� explicaciones a la Academia
Espa�ola acerca de ciertas dudas que se le hab�an ofrecido. Dado encargo
al acad�mico don Agust�n Dur�n para que respondiese, este se�or, por
abril del a�o siguiente, di� cuenta de haberlo cumplido, en la medida de
sus fuerzas. Pero �c�mo lo cumpli�, Dios santo! Hago gracia al lector de
los dem�s tr�mites de aquel desdichado asunto: baste decir, para que los
manes de Dur�n no se irriten demasiado, que en aquella ocasi�n durmi�
Homero a pierna suelta, y durmieron con �l cuantos pusieron las manos, o
formulariamente hicieron que las pon�an, que es lo m�s probable, en las
empecatadas _ilustraciones_ de Dur�n. Aquella larga serie de lamentables
yerros, que el lector curioso puede examinar en el departamento de
manuscritos de la Biblioteca Nacional (Ms. 13881)--pues a ella fueron a
parar, con la del, por otra parte, merit�simo colector de nuestros
romances, los borradores de su inveros�mil trabajo--, convidaba, �qu�
digo convidaba?, requer�a a volver por la honra del malparado V�lez, y,
en general, por los fueros de nuestro idioma; el se�or Bonilla no
resisti� a tentaci�n tan plausible, y es de justicia reconocer que en
mucha parte logr� su intento, explicando bien muchas cosas de que Dur�n
no hab�a sabido darse acertada cuenta.]

[Nota 24: Nota de la p�g. VIII de la introducci�n: �Tuve entonces


[en 1902] la fortuna (que por tal la disputo) de hallar un erudito y
amable cr�tico en la persona del se�or don Felipe P�rez y Gonz�lez, el
cual public� en _La Ilustraci�n Espa�ola y Americana_ y reuni� despu�s
en un volumen (_El Diablo Cojuelo_, Madrid, 1903) algunas _notas_ acerca
de mis Comentarios, que inmerecidamente declar� �dignos de aplauso y
alabanza�. La disconformidad en que estoy con algunas de sus
apreciaciones no obsta para que reconozca la exactitud de otras, ni para
que aproveche con gratitud sus ense�anzas, como aprovechar� y agradecer�
siempre las que se me den con fundamento. Aspiro constantemente a
realizar trabajos �tiles, pero jam�s tuve la rid�cula pretensi�n de que
fuesen perfectos.�]

[Nota 25: Santiago de Chile, Imprenta de San Jos�, 1915, p�gina 15.]

[Nota 26: Pag. 190 de la edici�n de Zaragoza, s.i., 1697.]

[Nota 27: Tomo IV, p�g. 386, 13.]

[Nota 28: Sin lugar ni a�o, pero en Sevilla, hacia 1630.]

[Nota 29: Archivo Hist�rico Nacional, Inquisici�n de Toledo, legajo


91 de causas, n�m. 176, fol. 85.]
[Nota 30: _Ibid_., legajo 94, n�m. 226.]

[Nota 31: Archivo Hist�rico Nacional, Inquisici�n de Valencia,


legajo 25 de causas, n�m. 1.]

[Nota 32: Archivo Hist�rico Nacional, Inquisici�n de Toledo, legajo


83 de causas, n�m. 41.]

[Nota 33: Inquisici�n de Toledo, legajo 86 de causas, n�mero 73.]

[Nota 34: El se�or Bonilla, al opinar en esto contra P�rez y


Gonz�lez, opin� tambi�n contra s�, pues en su edici�n de 1902, p�gina
XXVII, hab�a dicho: �Podemos conclu�r, pues, que _El Diablo Cojuelo,_
empezado hacia 1630, hubo de terminarse despu�s del mes de febrero de
1637, fecha de las mencionada fiestas�; refiri�ndose a las celebradas en
el Retiro, en que Luis V�lez, como presidente, ley� el mismo soneto que
don Cleof�s lee en la Academia Sevillana (tranco IX de la presente
edici�n) y, con leves variantes, las mismas _Prem�ticas y ordenanzas_
que lee en otra junta de la sobredicha Academia (tranco X.)]

[Nota 35: Tambi�n yo ca� en la tentaci�n de hacer sobre ello algunas


pesquisas, y a este fin, pues al principio del tranco IX se nombra
como asistente de Sevilla al Conde de Salvatierra, averig�� cu�ndo tom�
posesi�n de este cargo y cu�ndo ces� en su ejercicio, por si lo uno o lo
otro diese alguna luz para el pleito. No la da: su asistencia dur� desde
el d�a 24 de abril de 1634 hasta el 3 de julio de 1642, en que di�
posesi�n al Conde de la Puebla del Maestre, y haci�ndome el razonamiento
que en el texto queda, sobrese� en la investigaci�n.]

[Nota 36: C�rdoba, Salvador de Cea, 1630. 4 hs. sin foliar.]

[Nota 37: Verbigracia, en un pasaje del tranco I y en otro del IX.]

[Nota 38: P�gina 237 de mi edici�n cr�tica de _Rinconete y


Cortadillo_ (Sevilla, 1905). A mayor abundamiento, vea el curioso,
porque es concluyente y _definitivo_--como dicen ahora--algo de lo que
advirti� el sabio maestro Men�ndez y Pelayo para explicar por qu� en la
hermosa edici�n acad�mica de las _Obras de Lope de Vega_ no hab�a de
copiar servilmente los antiguos textos: �...Publ�quense
enhorabuena--observaba--con estricto rigor paleogr�fico (y no de otro
modo deben publicarse) todos los monumentos literarios anteriores a la
era de los Reyes Cat�licos; pero s�anos l�cito disfrutar, como de cosa
familiar y dom�stica, de todo el tesoro de nuestras letras cl�sicas, y
no nos empe�emos en ahuyentar a las gentes de la lecci�n de nuestros
autores de la edad de oro, present�ndolos en textos de aspecto
repulsivo, s�lo para que alg�n fil�logo tenga el placer de saber a
ciencia cierta que Calder�n, en _El M�gico prodigioso_ escribi� (verso
754), _hedad_ con _h_.�]

[Nota 39: _Naveta_, en su antigua acepci�n de _gaveta_ o cajoncillo


corredizo de una papelera o escritorio: _vne leyette d'vn cabinet ou
d'autre chose_, defini� C�sar Oudin en _Le Tresor des devx langves
espagnolle et fran�oise_. (S�rvome de la edici�n de Par�s, [Link].)]

[Nota 40: Llamaban _mosqueteros_, como dice el _Diccionario_ de la


Academia, a los que en los antiguos corrales de comedias las ve�an de
pie desde la parte posterior del patio. Y a silbar a los c�micos
llamaban, consiguientemente, _mosquetear_, verbo que falta en el dicho
l�xico. Ruiz de Alarc�n, en el acto I de _Mudarse por mejorarse_:
�REDONDO. ...Representante afamado
has visto, por s�lo errar
vna s�laba, quedar
a silbos _mosqueteado_.�

A lo que parece, o era reciente el silbar en el teatro cuando el


admirable poeta mejicano escribi� _Todo es ventura_, o se hab�a
introducido de nuevo esa grosera costumbre, pues en el acto I dicen dos
interlocutores:

�DUQUE. �T�, Fabio?

FABIO. Yo, en la comedia.

DUQUE. �Pareci� bien?

FABIO. No, se�or,


con ser divino su autor;
porque si no se remedia
_esta nueva introduci�n
de los silbos_, es forzoso
que pierda el m�s ingenioso
a los versos la afici�n.�]

[Nota 41: V�lez de Guevara fu� muy dado a buscar el donaire


acomodando a su intento los modismos y refranes vulgares, por medio del
trueque de una o m�s de sus palabras. As�, iremos viendo, verbigracia,
en el curso de esta novela, _Dar gato por demonio, Irse al infierno en
coche y en alma, Pre�ada de medio ojo, Astr�logo regoldano, Lo que es
del diablo, el diablo se lo ha de llevar, Si Dios me tiene de sus
consonantes, Siempre quiebra la soga parlo m�s forastero, Salud y
consonantes, Servir a su Majestad con dos comedias en Or�n,_ meras
modificaciones de los refranes y frases _Dar gato por liebre, Irse al
infierno en cuerpo y alma, Tapada de medio ojo, Casta�a regoldana, Lo
que es del agua, el agua se lo lleva, Si Dios me tiene de su mano,
Siempre quiebra la soga por lo m�s delgado, Salud y gracia_, y _Servir�
su Majestad con dos lanzas en Or�n_. Tales acomodamientos pertenecen,
sin duda, a la clase de _chistes baratos_; quiero decir que cuestan
poco al ingenio de su inventor. Por fortuna, V�lez de Guevara tiene, y
sabe lucirlos, m�ritos de muchos m�s quilates que estas gracias fr�as.]

[Nota 42: Lo de haber nacido _para n�mero de los dem�s_ puede ser
reminiscencia de aquel verso de una de las ep�stolas de Horacio:

�Nos numeri sumus, _fruges consumere nati_.�

An�logamente Ruiz de Alarc�n, en el acto I de _La verdad sospechosa_:

�D. GARC�A. Quien vive sin ser sentido,


quien _s�lo el n�mero aumenta_
y hace lo que todos hacen,
�en qu� difiere de bestia?�]

[Nota 43: Sabid�simo es que se llamaba _corral de comedias_, como


dice el _Diccionario_ com�nmente llamado _de autoridades_, �la casa,
patio o theatro donde se representan las comedias. Di�sele este
nombre--a�ade--porque ordinariamente est�n descubiertos�.]
[Nota 44: _Las bocas abiertas_, especie de ablativo absoluto,
frecuentemente usado por nuestros escritores.]

[Nota 45: Llam�se _corchetes_, figuradamente, a ciertos ministros


inferiores de la justicia, servidores de los alguaciles, porque, en
frase de Covarrubias, _Tesoro de la lengua castellana, o espa�ola,_
�asen como estos ganchuelos�.]

[Nota 46: _Con lo m�o me haga Dios merced_, dec�ase para indicar que
no se deseaba nada allegado con riesgo o por mal camino. As� lo dijeron,
simple o socarronamente, aquellos ben�ficos forajidos de la Sierra de
Cabrilla que part�an con el robado lo que �ste llevaba. De ellos dice
Luque Fajardo (_Fiel desenga�o_ _contra la ociosidad y los juegos,
Madrid, 1606,_ fol. 291) que, habiendo tropezado con ellos un labrador
�y como no llevase m�s de quinze reales, que eran expensas de su viaje,
hecha la quenta cabian a siete y medio; no se hallaua a la sazon trueque
de vn real, y el buen labrador (que diera aquella cantidad, y otra de
m�s momento, por verse fuera de sus manos) rogauales encarecidamente
tomassen ocho reales, porque �l se contentaua con siete.--De ninguna
manera (respondieron ellos): _con lo que es nuestro nos haga Dios
merced_�.]

[Nota 47: _Mareta_, en la acepci�n figurada que registra el l�xico


de la Academia: �Rumor de muchedumbre que empieza a agitarse, o bien a
sosegarse despu�s de agitaci�n violenta�.]

[Nota 48: En los pr�logos se ha solido llamar al lector _c�ndido,


ben�volo, pi�_ y otras cosas a este tono, y V�lez juega de las dos
acepciones del primero de estos vocablos, oponiendo a _c�ndido,_ que
etimol�gicamente significa _blanco_, el adjetivo _moreno_, cosa parecida
a estotro donaire que por los a�os de 1612 hab�a usado Quevedo en el
pr�logo de _El Mundo por de dentro_: �Al lector, como Dios me lo
deparare, _c�ndido_ o _purp�reo, p�o_ o _cruel, benigno_ o _sin
sarna_.�]

[Nota 49: Dice _de la jineta de los consonantes_ por lo encogido que
va el poeta sujet�ndose al metro y la rima; _y la brida de la prosa,_
porque en ella se extiende el ingenio libremente. Sabid�simo es que el
que cabalgaba a la jineta llevaba encogidas las piernas, y estiradas a
todo su largo el que cabalgaba a la brida.]

[Nota 50: _Despensas_, m�s bien que _gastos o costas_, significa en


este lugar _necesidades_.]

[Nota 51: Llam�base _autores de comedias por su Majestad_ a los


empresarios teatrales que ten�an licencia real para formar compa��a.]

[Nota 52: Porque algunos cojos andan a _trancos_ se les suele llamar
festivamente _cojitrancos_.]

[Nota 53: _Leyenda_, en su antigua acepci�n de _lectura. Leenda_


dice todav�a el vulgo andaluz.]

[Nota 54: _Y yo menos que agradecerte_, quiere decir.]

[Nota 55: _Por no ser para m�s_ era expresi�n usual en la respuesta
de las cartas y billetes de anta�o. V�ase, por ejemplo, el borrador de
una escrita al Secretario de la Universidad de Alcal� de Henares por un
su dependiente. Est� al fin del libro de matr�culas de 1566: Los d�as
pasados me hicieron merced de responderme con aquellos caballeros, los
quales vinieron de su tierra de V.m.; y _por no ser para m�s_ la carta
que V.m. me ynbi� no escribo m�s a V.m. el secretario mi se�or. Oi lunes
a catorze de mayo. (Archivo Hist�rico Nacional.) Por donaire, pas� tal
expresi�n a la pl�tica verbal; as�, verbigracia, en el _Quijote_ (II,
34), por boca de un supuesto demonio: �Y _por no ser para m�s_ mi
venida, no ha de ser m�s mi estada.� Y P�rez de Montalv�n, en la jornada
I de _La Doncella de labor_:

�D.� ISABEL ...Y lo dem�s, finalmente,


es que ya las doce son,
y que ha venido la silla,
y por ser tarde me voy,
de vos muy enamorada, _(A D. Diego_.)
y muy celosa de vos; _(A D.� Elvira_.)
y _por no ser para m�s,_
a buenas noches, adi�s.�]

[Nota 56: _A los que fueren entonces_, es decir, _a los d�as del mes
que fueren_ entonces, cuando el libro salga a luz.]

[Nota 57: Don Juan V�lez de Guevara naci� en Madrid y fu� bautizado
en la iglesia parroquial de San Andr�s, a 9 de febrero de 1611. Public�
su partida bautismal mi inolvidable amigo don Felipe P�rez y Gonz�lez,
en su excelente libro intitulado _El Diablo Cojuelo: notas y
comentarios_ (Madrid, 1903), p�gina 193.]

[Nota 58: De llamar los hechiceros _hora menguada_ a la que ya


estaba acab�ndose, por suponer que el resto de ella era ocasionado a
malos sucesos, se pas� a dar ese nombre al �tiempo fatal o desgraciado
en que se sucede un da�o o no se logra lo que se desea�. Y V�lez llama a
la de las once de la noche _hora menguada para las calles_, porque en
ella, al tiempo en que supone la acci�n de su relato, se vert�an, por
las puertas de las casas, las aguas inmundas. As� se mand� y pregon� en
la coronada villa a 23 de septiembre de 1639, por acuerdo de los
alcaldes de casa y corte (Archivo Hist�rico Nacional, Libros de gobierno
de la Sala de Alcaldes, fol. 221 del dicho a�o): �... que ninguna
persona bacie por las ventanas y canelones agua ni ynmundicias ni otras
cosas, sino por las puertas de las calles; _en berano las puedan baciar
a las once dadas de la noche_, y en ybierno dadas las diez della, pena
de quatro a�os de destierro y veinte ducados a los amos que lo
consintieren, y de zien azotes y seis a�os de destierro a los criados y
criadas que lo hecharen, y de pagar los da�os que hicieren....� Por esta
hora del ��agua va!� Ruiz de Alarc�n hizo decir a Hernando, de noche y
en la calle, en el acto III de _Los Favores del mundo_:

��Poh! �Mal hubiesen los gatos


que dan algalia a estos botes!
Ya empiezan las cosas malas
_de entre las once y las doce_.�]

[Nota 59: Con esto de _boqueaba coches_ se quiere decir que daba
las boqueadas el pasear por el Prado, del cual sal�an ya los pocos
coches que quedaban en �l.]

[Nota 60: Porque el agua del Manzanares no cubr�a las desnudeces de


los que se ba�aban en �l, dijo Celia en _La Dorotea_, de Lope de Vega,
acto II, escena II: �... �c�mo puedes negar la culpa que tiene [el r�o]
en que, siendo los veranos tan humilde, se deja entrar de mil g�neros de
hombres y mujeres, hecho un valle de Josafat?�]

[Nota 61: Con los donaires que se han escrito a costa del ru�n
caudal del Manzanares se podr�an llenar muchas p�ginas. V�anse siquiera
dos muestras. Tirso de Molina, en un romance que insert� en sus
_Cigarrales de Toledo_:

�Seg�n arenas cri�is


y est�is ya caduco y viejo,
morir�is de mal de orina,
como no os remedie el cielo.
Como Alcal� y Salamanca,
ten�is, y no sois colegio,
vacaciones en verano
y curso s�lo en invierno.�

Y Castillo Sol�rzano, _Tiempo de Regozijo, y Carnestolendas de Madrid_


(Madrid, Luis S�nchez, 1627), fol. 114 vuelto:

�...Este, pues, charco ambulante,


olla de tantos mondongos,
pelador de pies de puerco,
si no de pan�as de tomo,
reseru� entre dos alisos,
tres �lamos y dos pobos,
para retirados ba�os,
cierto cristal, aunque poco.�]

[Nota 62: _Ite, rio est_, dicho macarr�nicamente, a imitaci�n del


_Ite, missa est_, como si dijeran: ��Ea, se acab� el r�o!�, porque la
poca agua que de �l quedaba se la hab�an llevado los Adanes y las Evas
en las s�banas con que se hab�an enjugado. El se�or Bonilla dice en las
notas de su edici�n de 1910--pocas veces aludir� a la de Vigo
(1902)--que V�lez, con las palabras _Ite, rio est_, �evidentemente se
refiere al canon de la misa�. Si �l est� en lo cierto, no lo est� el
_Diccionario_ de la Academia Espa�ola, seg�n el cual _canon_ es aquella
parte de la misa que comienza en el _Te igitur_ y acaba con el _Pater
noster_.]

[Nota 63: A diferencia del se�or Bonilla, par�ceme que con la frase
_hidalgo a cuatro vientos_ no quiso decir nuestro autor que _don
Cleof�s_, yendo por el tejado, �se hallaba expuesto a todos los aires�,
sino que era un hacia hidalgo, sin casa solariega, y, por tanto, a la
intemperie o a _los cuatro vientos_. �l mismo dice m�s adelante que por
lo de llamarse Leandro, como el infortunado amador de Hero, ten�a su
ejecutoria en las obras de Bosc�n y Garcilaso.]

[Nota 64: Para ser encrucijada _de apellidos_ le faltaban dos, pues
no ten�a m�s de otros tantos. V�lez cont� con ellos los dos nombres de
pila.]

[Nota 65: Hoy dir�amos _que le iba a los alcances_.]

[Nota 66: Decir, por met�tesis, _estrupo_ fu� cosa corriente en los
siglos XV, XVI y XVII. V�ase alg�n ejemplo. Fern�n P�rez de Guzm�n, en
su _Confesi�n rimada_:

�De aqueste mal cuerpo otro nombre es


que se llama _estrupo_, e su propia maldad
es en desflorar la virginidad....�]

[Nota 67: Refi�rese a la expresi�n vulgar figurada _sin comerlo ni


beberlo_.]

[Nota 68: _Veintidoseno_, dicho en buen romance, y no _vig�simo


segundo_, que ser�a decirlo a la latina.]

[Nota 69: Por estas _multiestupradas_ de fines del siglo XVI y todo
el XVII dec�a Mateo Alem�n en su _Guzm�n de Alfarache_, parte I, libro
III, cap. II: �... nunca quien lo come lo paga, o por grand�sima
desgracia. Siempre suele salir horro el da�ador, y despu�s lo echan a la
buena barba; siempre suele recambiar en un desdichado.� Y, m�s tarde,
Moreto, en la jorn. II de _Todo es enredos amor_:

�D. F�LIX. ...Porque hay mujeres en esta


ciudad, de corta fortuna,
que al cebo de su belleza
suelen traer muchos peces,
y al ignorante que pesca
el anzuelo de su cara
le echan la justicia a cuestas
y la cruz del matrimonio.�]

[Nota 70: A las palabras _para en uno son_ pone el se�or Bonilla por
comentario: �Frase del ceremonial religioso del matrimonio�. Ignoro de
d�nde pudo sacar esta peregrina especie. _En uno_ significa
_juntamente_, como se echa de ver en muchas c�dulas reales de Don
Alfonso el Sabio, dadas _en uno_ con la reina Yolant su mujer, y en
otras de Don Fernando IV: �E nos el sobredicho rey, regnante _en uno_
con la reina do�a Constanza mi mujer....� Y _para en uno son_ d�jose de
los novios, desposados o por desposar, en el sentido de que est�n
destinados para vivir _en uno_ o _juntamente_. As� lo demuestran los
siguientes pasajes de Lope de Vega. En el acto I de _Perib��ez y el
Comendador de Oca�a_ cantan los m�sicos:

�Y a los nuevos desposados


eche Dios la bendici�n;
parabi�n les den los prados,
pues hoy _para en uno son_.�

Y en el acto I de _Fuente Ovejuna_:

�LAURENCIA ...En todo el lugar hay moza,


o mozo en el prado o soto,
que no se afirme diciendo
que ya _para en uno somos_.�]

[Nota 71: Llama a la muerte _el vicario Responso_, porque, como el


vicario o juez eclesi�stico, tiene poder para separar a los casados.]

[Nota 72: El l�xico de la Academia registra las formas _boarda_ y


_buharda_, y no la que ocurre en este lugar del texto.]

[Nota 73: A�ade _y la boca_ aludiendo a la costumbre de besar la


tierra los que llegaban a ella despu�s de haber corrido grande peligro
en el mar. As� dice el Cautivo en el _Quijote_ (I, 41): �Embestimos en
la arena, salimos a tierra, _besamos el suelo_, y con l�grimas de muy
alegr�simo contento dimos todos gracias a Dios....�]
[Nota 74: Llama _ministros del agarro_ a los que antes (7, 4)[45]
hab�a llamado _corchetes_.]

[Nota 75: As� en la edici�n original, que p�ginas adelante estampa


_Bitigudino_. Es apellido tomado del nombre _Vitigudino_, villa de la
provincia de Salamanca.]

[Nota 76: _Moneda chanflona_ es la toscamente falsificada, dif�cil


de pasar sino cuando hay poca luz. Nuestros diccionarios registran el
aumentativo _chanfl�n,_ y no el positivo _chanfla_, muy corriente en
Andaluc�a con id�ntico significado. Y aun de _chanfla_ dicen _�Chanfle!_
al acabar de contar alguna cosa poco cre�ble, como si dijeran: _�Pase,
como moneda chanflona_!]

[Nota 77: _A gatas_, porque andaban a cuatro pies por los tejados en
busca de don Cleof�s; y _jinetes que corr�an sus costas_, por alusi�n a
la que se llam� y llama Cervantes (_Quijote_, I, 41) _caballer�a de la
costa_, de la cual trat� largamente P�rez y Gonz�lez en _El Diablo
Cojuelo: notas y comentarios_, p�ginas 13-17.]

[Nota 78: Toda esta alegor�a es alusi�n a los frecuentes desembarcos


que hac�an en nuestras costas los corsarios moros, y a la presa que de
ellas sol�an arrebatar, no obstante el cuidado de los _atajadores_ o
_jinetes de la costa_.]

[Nota 79: _Mohatrera de doncellazgos_, porque, como el mohatrero,


volv�a a quedarse con lo mismo que vend�a; en este caso, con la propia
fingida doncellez, vendida ya a tantos galanes. �_Mohatra_--dice
Covarrubias--es la compra fingida que se haze vendiendo el mercader a
m�s precio del justo y teniendo otro de manga que lo buelva a comprar
con dinero contante a menos precio.�]

[Nota 80: _Chapet�n,_ significando _inocente_ o _boquirrubio_.


Llamaban _chapet�n_ en Indias a los que, por reci�n llegados, ignoraban
las costumbres y trato de aquella tierra. El adjetivo _doncellil_ falta
en el _Diccionario_ de la Academia.]

[Nota 81: Contra lo que pudiera sospecharse, _suceso_, en


equivalencia de _�xito_ o _resultado_, no tiene nada de galicismo.]

[Nota 82: El se�or Bonilla, anotando este lugar, habla de la _silla_


llamada _cadera, cadiera o cadira_, y de unas _mesas de cadera_ o _de
cadiera_; pero no de la _mesa de cadena_. Por s�, como creo, puede
aprovechar a alg�n investigador m�s afortunado que nosotros, dir� que en
la almoneda de los bienes que quedaron por muerte del maestro Juan de
Mallara se lee: �yten _vna mesa vieja de cadena_ con su banco....�
(Archivo de Protocolos de Sevilla, Gaspar Romano, libro 2.� de 1571,
fol. 1991.) Y en el inventario de los bienes de don Carlos de �lava:
�yten otra mesa de nogal de gonzes _con el banco de cadena_�. (Archivo
de Protocolos de Valladolid. Juan Ramos, 1604, folio 133 vto.)]

[Nota 83: Claro es que se refiere a lo que el l�xico de la Academia


llama _efem�rides astron�micas._]

[Nota 84: La _magia_ o _m�gica negra_ a diferencia de la blanca, que


es lo que podr�amos llamar mera prestidigitaci�n y _f�sica recreativa_,
fu� siempre arte reprobado, porque nada se hace en �l sin pacto expreso
o t�cito con el demonio.]
[Nota 85: Era cosa general creer que los hechiceros sol�an tener un
demonio familiar metido en una redoma. Rojas Zorrilla en la jorn. II de
_Lo que quer�a ver el Marqu�s de Villena_:

�ZAMBAPALO. Se�or, he de hablar de veras:


yo tengo miedo.

MARQU�S. �Por qu�?

ZAMBAPALO. Porque deste hombre me cuentan


que tiene en una redoma
un demonio.�]

[Nota 86: _Respondieron_, plural impersonal muy frecuente en


nuestros buenos escritores de anta�o, y a�n hoy en el habla de nuestro
vulgo. V�ase en mi edici�n del _Quijote_, publicada en esta colecci�n de
_Cl�sicos Castellanos_, c�mo lo usaba Cervantes (VI, 53, 14, 125, 3,
137, 8; VII, 14, 5, etc.).]

[Nota 87: En la superstici�n peninsular--como en otro lugar


indiqu�--los cuatro diablos mayores del infierno son _Lucifer, Belceb�,
Satan�s y Barrab�s._ As� lo dec�a en 1512, en una de sus confesiones,
Juan de Chaves (Archivo Hist�rico Nacional, Inquisici�n de Valencia,
legajo 24 de causas, n�m. 8): �... e yo lam� e crid� a satan�s, y a
Amanecidos, y a la rreyna Siuilla, y algunas vezes a los quatro mayores
del Infierno, es a saber, a Lucifer, belzebuc, satan�s y barrabas....�]

[Nota 88: _Chisme_ era femenino en los siglos XVI y XVII. Juan de
Castellanos, _Eleg�as de varones ilustres de Indias_, parte I, eleg�a
VI, canto I:

�Huye _la chisme_, cesa la conseja,


crece contento, nace regocijo....�

Covarrubias, en este art�culo: �... assi el chismoso dize a hurtadillas


_la chisme_ a la oreja, que parece lleg� tan solo a soplalla....�]

[Nota 89: Rec�nditas son las m�s de estas cosas que el diablillo
enredomado dice haber tra�do al mundo: ser�a preciso ser punto menos
diablo que �l mismo para averiguar noticias de algunas de ellas; pero de
otras puede decirse algo, y aun de tal cual se ha dicho no poco en
libros antiguos y modernos. De la _zarabanda_ trat� con bastante espacio
en mi _Loaysa de �El Celoso Extreme�o�_ (Sevilla, 1901), p�ginas
257-287, y para su estudio aporta el se�or Bonilla otros datos
estimables.]

[Nota 90: Del _d�ligo_ llam�ndole _deligo,_ s�lo dice Bonilla:


�Baile de la �poca�, y el se�or Puyol y Alonso, en su edici�n de _La
P�cara Justina_ (Madrid, 1912), tomo III, p�gina 155, a las palabras �en
el ayre repiqu� mis casta�etas de repica punto, _a lo deligo_, y di dos
vueltas a buen son�, comenta: �Era un g�nero de baile�, y cita el pasaje
de _El Diablo Cojuelo_. Algo podr� a�adir yo. En primer lugar, este
baile se llamaba _d�ligo,_ y no _deligo;_ lo demuestra Lope de Vega en
el siguiente pasaje del acto II de _Los Locos de Valencia_.

�FEDRA. Bailemos, que estamos tristes.

GERARDO. Creciendo va su porf�a.


_(Bailen.)_

LAIDA. _D�ligo, d�ligo, d�ligo_....

GERARDO. �Qu� es esto, sobrina m�a?

FLORA. _Que d�ligo del and�ligo._�

Haciendo breve a _d�ligo_ y _and�ligo_ no constar�an los versos en que


est�n estos nombres. _And�ligo_ llamaban tambi�n a este baile, como se
echa de ver en el ejemplo que antecede y en un pasaje del _Romancero
general_, folio 425 vto. de la edici�n de 1604, por la cual cito
siempre:

�No viue ufana Seuilla


con tantas damas de precio
que les tiene puesto el vso,
aunque valen mucho menos,
ni tiene tantos deuotos
aquel donayre inquieto
de _and�ligo_ y zarabanda
de Guadalquiuir a Ebro....�]

[Nota 91: Del baile de la _chacona_ trat� en mi citado estudio sobre


_El Loaysa_, p�g. 282. V�ase adem�s la nota 124 de Amez�a en su
excelente edici�n cr�tica de _El Casamiento enga�oso y el Coloquio de
los perros_. De _la zarabanda_ y _la chacona_ tomaron nombre ciertas
ropas mujeriles (_Romancero general_, fol. 387 vto.):

�...Ni que traygan verdugados,


alzacuellos y gorgeras,
vrracos, bobos, _chaconas,
�arabandas_ ni arandelas.�]

[Nota 92: Al _bullicuzcuz_ se refiere, como presume el se�or


Bonilla, esta letra que trae Quevedo en _El entremetido y la Due�a y el
Sopl�n_, y claro es que, seg�n por ella se infiere, el _bullicuzcuz_ era
un baile, y no un juego:

�Zarabull�,
Ay, bull�, bull�, de zambull�,
_bull�, cuz, cuz_,
de la Vera-Cruz,
yo me bullo y me meneo,
me bailo, me zangoteo,
me refocilo y recreo
por medio maraved�.
Zarabull�.�]

[Nota 93: _La capona_ era un baile andaluz, propio de gente


apicarada, a juzga por lo que dice Quevedo en su romance intitulado
_Cortes de dos bailes_ (Musa V):

�Muy lampi�a _la Capona_


y con ademanes brujos,
_por C�rdoba y por el Potro_
viene calzada de triunfos.�
_La capona_ no fu� sino _la chacona_ remozada, seg�n se colige por estos
versos de Salas Barbadillo en su _Entrem�s del Prado en Madrid y Baile
de la Capona_:

�D.� JULIA. �Puede haber cosa buena si es _capona_?

ROBLEDO. S�lo una que llaman _la chacona_.

D.� TOMASA. _La chacona_ �no es baile muy antiguo?

ROBLEDO. Remoz�la un cap�n con gran donaire.

ROSALES. Son los capones gente de buen aire.�]

[Nota 94: De algunos de estotros bailes populares, como de tal cual


de los antes nombrados, trata don Emilio Cotarelo en su introducci�n a
la _Colecci�n de entremeses, loas...,_ publicada en la _Nueva Biblioteca
de Autores Espa�oles._]

[Nota 95: Seg�n Covarrubias, �_pandorga_ es vna consonancia alocada


y de mucho ruido, que resulta de variedad de instrumentos.� G�mez de
Tejada, en un pasaje (que cita el _Diccionario_ de autoridades) de su
_Le�n prodigioso_, contrapone _pandorga_ a _m�sica._]

[Nota 96: Don Juan de Caramuel, en su _Rhytmica_ (apud _Sanctum


Angelum della Fratta; ex Typographia Episcopalis Satrianensi,
[Link].LXV_), al tratar (p�g. 135) _De versibus quos_ xacara _appellat
Hispanus_, quiere que este vocablo venga de la ra�z hebrea _zacar =
meminisse_, de donde _z�cara = memoria, commemoratio, narratio_. No hay
tal cosa, sino que al _rufi�n_ llamaron _j�caro_ o _jaque_ en el habla
germanesca, y _jacarandina_ a esta habla, y _j�cara_ al cantar de los
_jaques o j�caros_.]

[Nota 97: El se�or Bonilla asegura que _las papalatas_ son un


�g�nero de juego popular�, y no habr�a holgado a�adir de d�nde tom� esta
noticia. De m� confieso que no he hallado esa palabra m�s que en el
texto de V�lez.]

[Nota 98: Estos _comos_ no son ni parientes lejanos de otros _comos_


griegos que registra en su _Vniuersal vocabulario_ Alonso de Palencia, y
recuerda el se�or Bonilla antes de venir a parar al significado que
tienen en la enumeraci�n de V�lez de Guevara. _Como_, en esta acepci�n,
significa _burla, chasco_, y as� lo dice en su _Diccionario_ la
Academia, si bien da por anticuada tal voz. Si no es anticuado lo que se
ha dicho con alguna frecuencia desde el tiempo de los Reyes Cat�licos
ac� (y �sta es la norma que sigue la Academia), _como_ no es voz
anticuada, porque la han usado Tirso de Molina, Quevedo, Cubillo de
Arag�n, Salas Barbadillo, Belmonte, Qui�ones de Benavente y muchos
otros.]

[Nota 99: Sospecho que esta _mortecina_, que no hallo en nuestros


vocabularios, es lo que por otro nombre se llam� _culebra_, pesad�sima
broma, especialmente carcelaria, de que trat� en _El Loaysa de �El
Celoso Extreme�o�_, p�g. 175, nota, y que define el _Diccionario_
acad�mico en la cuarta acepci�n de la voz _culebra_.]

[Nota 100: _T�teres,_ dicho por las figurillas que los titereros,
como el maese Pedro del _Quijote_, mostraban en sus retablos. De los
antiguos _t�teres_, adem�s de la frase figurada _No qued� t�tere con
cabeza_, perdura en el habla vulgar otra, que falta en el l�xico de la
Academia: _D�rsela a uno por boca de t�tere._]

[Nota 101: Hoy llamamos _volatines_ a los ejercicios del _volat�n_


de a�os atr�s, y a �ste, _fun�mbulo_.]

[Nota 102: _Saltabanco_ llama preferentemente la Academia, aunque


registra adem�s las formas _saltabancos, saltaembanco_ y
_saltaembancos_, a los charlatanes de plazuela que, sobre un banco o
mesilla, con aprensi�n escasa y ch�chara abundante, enga�an a la gente
popular vendi�ndole fingidos medicamentos, o embauc�ndola con
cualesquier otras socali�as. Como suelen ser o suponerse extranjeros, el
vulgo, a lo menos en Andaluc�a, extranjeriza el nombre y los llama
_saltimbanquis_.]

[Nota 103: _Maese Coral_ nombraban al que hac�a juegos de manos, o


de pasa, pasa, porque, seg�n Covarrubias, art. _coral_, �los charlatanes
y embusteros que traen estos juegos se desnudan de capa y sayo, y quedan
en vnas jaquetas o almillas coloradas, que parecen troncos de coral�.
Tambi�n se llam� a los ejercicios de prestidigitaci�n _juego de Maese
Escolar o de Maese Gicomar_.]

[Nota 104: De la personalidad demoniaca llamada _el Diablo Cojuelo_


he tratado con alguna extensi�n en el pr�logo.]

[Nota 105: _Rebeli�n_ era anta�o del g�nero masculino, y as� M�rmol
Carvajal titul� uno de sus libros _Historia_ del rebeli�n _y castigo de
los moriscos del reino de Granada_. Francisco Santos, que tom� algo de
la novela de V�lez de Guevara para sus _Postrimer�as del hombre y
Tribunal espantoso_ (apud _Obras en prosa y verso_..., Madrid, 1723,
tomo I, p�g. 332), hace decir al Diablo Cojuelo: �Yo soy aquel que,
aunque estropeado el cuerpo desde aquella batalla _del rebeli�n
celestial_....�]

[Nota 106: _Y todo_, significando _tambi�n,_ como en diversos


lugares del _Quijote_ (I, 176, 9; IV, 259, 11; VI, 34, 15; VII, 85, 7,
etc.)]

[Nota 107: Es refr�n contrahecho, parodia de aquel que dice: _Camino


de Santiago, tanto anda el cojo como el sano_. Tambi�n don Jer�nimo
C�ncer parodi� este refr�n, en un vejamen que di� siendo secretario de
cierta Academia (_Obras po�ticas de_..., p�g. 107 de la edici�n de
Madrid, Manuel Mart�n, 1761): �... porque _camino del Parnaso, tanto
anda el cojo como el corcovado_.�]

[Nota 108: Como dice el _Diccionario_ de autoridades, _trato_,


�figuradamente se toma por traici�n oculta e infidelidad con que,
faltando a la fe debida, se ofrece entregar alguna plaza, ciudad o
fortaleza al enemigo�. Aqu� se refiere a persona, pero con ese mismo
significado.]

[Nota 109: Si V�lez no confundi� en este lugar lo que es refr�n con


lo que es modismo, parece que debe de haber, seg�n esto, un refr�n que
diga: _El Diablo Cojuelo trae a los dem�s al retortero_, o cosa
an�loga.]

[Nota 110: La frase _con sus tachas buenas y malas_, que aqu� se
aplica a s� propio el Cojuelo, es, como demostr� en otra ocasi�n, un
t�pico de las antiguas escrituras de venta de caballer�as. En el Archivo
de Protocolos de Illescas, escriban�a de Esquivias, encontr�, al buscar
documentos cervantinos, la escritura referente a una yegua (2 de
noviembre de 1591) �que de vos compr� e rezebi _con sus tachas buenas y
malas_, encubiertas o descubiertas, a vso de feria....�]

[Nota 111: _Cortes�a_, en su acepci�n, hoy poco usada, de


_tratamiento_.]

[Nota 112: _Pr�ncipes de la Guinea infernal_, aludiendo a ser el


infierno, como la Guinea, patria de negros habitantes.]

[Nota 113: De llamar _jigote_ a la carne asada y picada menudamente


se pas� a decir _hacer jigote_ una cosa, o de una cosa, significando
hacerla pedazos muy peque�os. Y a�n, para m�s exagerar, como buen
andaluz, escribi� don Francisco de Leiva en la jorn. II de _El Socorro
de los mantos_:

�D. FERN.� Por Dios que la bellaca me ha picado.

MOSTACH�N. _Hecho veinte jigotes_ te ha dejado.�]

[Nota 114: En la edici�n pr�ncipe, por yerro, _mulatas_.]

[Nota 115: D�jose _mayores de marca_, o _de m�s de la marca_, por


traslaci�n de lo que se dec�a de las espadas, de los cuellos y de otras
cosas que, como �stas, no deb�an exceder de la longitud o anchura que se
les fijaba en pragm�ticas u ordenanzas.]

[Nota 116: _Barbado en Hircania_, es decir, con los pelos de las


barbas tan recios como tienen los tigres los de sus bigotes. Sabid�simo
es que, especialmente en verso, pocas veces se nombra al tigre sin
llamarle _hircano_.]

[Nota 117: Tambi�n por este pasaje se echa de ver que Francisco
Santos, aun habiendo formado tan desfavorable juicio de la novelita de
V�lez de Guevara, como record� en el pr�logo, tuvo presente en sus
_Postrimer�as del hombre y Tribunal espantoso_ la pintura que del Diablo
Cojuelo hizo el escritor ecijano. Dice: �Este es Renfas, llamado por
otro nombre el Cojuelo.... Aqu� not� la figura del esp�ritu: era
_peque�o_, y corcobado, _mala barba_, y _calvo_; descansando el cuerpo
sobre dos muletas....�]

[Nota 118: Llamar _legumbre_ a los esp�rragos es evidente


impropiedad. Ya hab�a dicho Covarrubias en 1611, que �_legumbre_ es toda
mata cuyo fruto o semilla nace en baynas, como son los garban�os,
lentejas, hauas, frisoles, y otras semejantes�. Aunque yo, siendo
estudiante, tuve en Sevilla unos camaradas extreme�os que al pescado y a
cuanto no era carne llamaban despectivamente _legumbres_.]

[Nota 119: Como dice el _Diccionario_ de la Academia, _salvo el


guante_ es �expresi�n familiar de que se usa para excusarse de no
haberse quitado el guante al dar la mano a uno�. Tirso de Molina, en el
acto II de _Por el s�tano y el torno_:

�DON DUARTE. ...Quiso el cielo,


cuando el planeta mayor
de p�rpura entapizaba
su real peregrinaci�n,
que tropezase mi dama
en un hoyo, a intercesi�n
de mis ruegos; que en Madrid
todo sirve a la ocasi�n.
Llegu� diligente a darla
la mano, que recibi�
_salvo el guante_, aunque por �l
rayo o nieve me abras�....�

Otras veces se rogaba que _se perdonara el guante_. Lope de Vega, en el


acto I de _El Acero de Madrid_, hace decir a Lisardo al dar la mano a
Belisa, que ha tropezado y ca�dose en la calle:

_�Perdone vuesa merced


el guante_.�

Yesto quiere decir de su met�fora Luis V�lez: _que se le perdone_.]

[Nota 120: _Tiro_, significando el ca��n, y no, como hoy d�a, su


carga ni su disparo. Rojas Zorrilla, en la jorn. I de _El Desaf�o de
Carlos Quinto:_

�D.� LEONOR. Ea, don Luis, vuelve en ti;


tu brazo la pica empu�e;
el coselete en tu pecho
al Otomano deslumbre;
digiere aquel hierro ardiente
que _el tiro de bronce_ escupe.�]

[Nota 121: La iglesia parroquial de San Salvador, que por hallarse


ruinosa fu� derribada en 1842, estaba situada en la calle Mayor, frente
a la plazuela de la Villa, a la cual daba nombre. Era quiz� el templo
madrile�o m�s antiguo, pues como recuerda Jer�nimo de Quintana en su
_Historia de la antig�edad, nobleza y grandeza de la villa de Madrid_
(Madrid, Imp. del Reyno, [Link]), ya se la nombraba en la era de
1257, reinando Don Fernando III. V�ase Mesonero Romanos, _Manual de
Madrid: descripci�n de la Corte y de la Villa_ (Madrid, 1831), p�g. 137,
y _El Antigo Madrid_, edici�n de 1881, tomo I, p�gina 218. En la obra
�ltimamente citada dice Mesonero que �la torre de la misma iglesia,
apellidada _la atalaya de la villa_, era bastante elevada�; y en otro
lugar (p�g. 288), tratando del templo de Santa Cruz: �La torre ... era
llamada _la atalaya de la corte_, as� como la de San Salvador, _la
atalaya de la villa_�. O Mesonero tom� tal denominaci�n de la novela de
V�lez de Guevara, o �ste la hab�a tomado del habla vulgar.]

[Nota 122: Llam�base _basqui�a_ a lo que tambi�n se dijo _saya_ y


hoy nombramos _falda_. Se pon�a, seg�n Covarrubias, �encima de los
guardapieses y dem�s ropa�.]

[Nota 123: El _verdugado_ era, como dice el _Diccionario_ de


autoridades, �vestidura que las mugeres usaban debajo de las basqui�as,
al modo que hoy los tontillos....�]

[Nota 124: Era el _guardainfante_--dice el _Diccionario_ de


autoridades--�cierto artificio muy hueco, hecho de alambres con cintas,
que se pon�an las mujeres en la cintura, y sobre �l se pon�an la
basqui�a.� Muy pintorescamente lo defini� Rojas Zorrilla en la jorn. III
de _Los tres blasones de Espa�a:_

�REY DE CAST.� �Que es _guardainfante_?


GUARDAINFANTE. Vn enredo
para ajustar a las gordas;
vn molde de engordar cuerpos;
es una plaza redonda
adonde pueden los diestros
entrar a jugar las armas,
por lo grande y por lo extenso;
es un encubre-pre�adas,
estorbo de los aprietos,
arillo de las barrigas,
disfraz de los ornamentos;
y es, en fin, el _guardainfante_
vn enjugador perpetuo,
que est� secando la ropa
sobre el natural brasero.�

Don Juan de Zabaleta dice del _guardainfante_ en el cap. II de _El D�a de


fiesta por la ma�ana_ (apud _Obras hist�ricas, pol�ticas, filos�ficas y
morales, escritas por.... Con el D�a de fiesta por Ma�ana, y Tarde, y
los sucesos que en �l passan_ Madrid, Antonio Gon�alez de Reyes, 1692):
�Este es el desatino m�s torpe en que el ansia de parecer bien ha caido.
Si vna muger tuuiesse aquella redondez de cuerpo desde la cintura abaxo,
�huuiera quien se atreuiera a mirarla? Ponerse postizo vn defecto,
�puedelo hazer sino quien est� sin juizio? Ponerse postizo un ojo, vaya,
porque los ojos son hermosura; pero ponerse vna hinchaz�n contrahecha,
�qui�n lo puede hazer que no est� fuera de tino?... �chase sobre el
Guardainfante vna pollera con vnos r�os de oro por guarniciones....
Ponese sobre la pollera vna basqui�a con tanto ruedo, que colgada pod�a
seruir de pavellon. Ahuecasela mucho, porque haga m�s pompa, o porque
coja mucho ayre con que hazer su vanidad mayor.�]

[Nota 125: _Pollera_ llamaban al brial o guardapi�s, por su


semejanza con el cesto en que se cr�an los pollos.]

[Nota 126: _Engestarse_, verbo no registrado en el l�xico de la


Academia, est� usado aqu� en la acepci�n de _volver el rostro_ hacia
alguna persona o cosa; _encararse_.]

[Nota 127: Aunque de ordinario se llam� _picota_ al rollo,


propiamente no es _picota_ sino la _punta_ o _pico_ en que suele
terminar. V�lez usa aquella voz en sentido figurado.]

[Nota 128: As�, _mala�o,_ en la edici�n original, como, juntas las


palabras, escribimos _noramala_ y _norabuena_.]

[Nota 129: Llamaban _lo hojaldrado_ a la parte del pastel que cubre
la carne o dulce en �l contenido.]

[Nota 130: Nombr�base _pepitoria_ a un guisado que se hac�a con los


cuellos, manos y pies de las aves. Era plato propio de s�bado, d�a en
que no se pod�an comer de los animales terrestres sino los despojos.
Todo esto se indica en los siguientes versos de Anastasio Pantale�n de
Ribera _(Obras de_ ... Madrid, Francisco Mart�nez, 1634, fol. 55 vto.):

�Del p�jaro que en Arabia


cinco edades vive enteras,
y naciendo de su muerte,
cunas le arrullan sabeas,
ser�n menudo jigote
sus pechugas y caderas,
_y en s�bado, pepitoria
sus alones, cuello y piernas_.�]

[Nota 131: _Haya_, dir�amos hoy.]

[Nota 132: Era _hacer media noche_, seg�n Covarrubias, �vn abuso
grande de aguardar a que den las doze del Viernes en la noche para comer
vna olla regalada de menudo�. Tropol�gicamente, llam�se _media noche_ a
esa misma cena. Quevedo, dirigi�ndose a una ni�a de quien quer�a ser
tercera una vieja (Musa VI):

�Cuando quieres persuadirme,


dices que es mujer de porte:
mucho tiene de estafeta;
temo que de ti la cobre.
De docientas leguas huele
almuerzos y _medias noches_;
lo que come, bien lo s�;
mas no s� con lo que come.�]

[Nota 133: _No conocer_ a uno _si no para servirle_ es frase de


comedimento que, por usual, no debiera faltar en el _Diccionario_ de la
Academia. V�lez vuelve a emplearla en los trancos VII y X. Castillo
Sol�rzano, en _La Gardu�a de Sevilla y anzuelo de las bolsas_: ��C�mo
alguacil?--replic� el mismo alguacil--. �Con�ceme vuesa merced? Yo le
dije:--_No conozco a vuesa merced si no es para servirle_.�]

[Nota 134: Llam�se _llave capona_ o _capona_ a secas, la que


honor�ficamente se concede a ciertos gentilhombres de la c�mara real,
sin ejercicio ni servidumbre, porque tal llave no tiene sino apariencia
de tal, pues con ella no se abre ni se cierra puerta alguna. Moreto, en
la jorn. III de _Ant�oco y Seleuco_:

�REINA. Y cuando sea mi esposo,


como es cierto, �te parece
que a m� ese amor me entristece?

FLORETA. Pues, se�ora, �no es forzoso?

REINA. �Por qu�?

FLORETA. �No es claro el indicio?


Porque hasta aqu� tu persona
es, como _llave capona_,
esposa sin ejercicio.�]

[Nota 135: A prop�sito de esta frase, P�rez y Gonz�lez record� (p�g.


75 de su mencionada obra) que se llamaba _proa_ a la parte delantera del
coche; que los asientos de �ste se dec�an _de proa, de popa_ y _de
estribos_, y que �el _de proa_ era el m�s humilde, destinado al modesto
acompa�ante, ya servidor, ya devoto del personaje due�o del veh�culo�.
Pero si en esto de _la proa_ rectific� el erudito sevillano al se�or
Bonilla, que en su edici�n de Vigo (1902) hab�a sospechado que se
hubiese dicho en contraposici�n a la frase _jayanes de la popa_, no creo
que estuviese igualmente acertado al presumir �que _culto_ es una
errata, y debe leerse _cultor_�. A mi entender, con lo de _culto
vergonzante_ se quiso aludir a que los de escasa calidad que acompa�aban
a los magnates ocupando los asientos _de proa_ de sus coches sol�an
profesar de _cultos_, m�s o menos declaradamente, poniendo en tortura el
mag�n para hacer frases adulatorias y de ingenio que agradaran a sus
patronos.]

[Nota 136: Tanto era la barba cosa indispensable para los letrados,
que dijo Quevedo en una de las letrillas de su Musa V:

�Deseado he desde ni�o,


y antes, si puede ser antes,
ver un m�dico sin guantes
_y un abogado lampi�o.�_

Y que sol�an llevar la barba en forma de cola de delf�n lo hab�a dicho


el mismo autor en un romance de la Musa VI:

�Era Alejandro un mocito


a manera de la hampa,
muy menudo de faiciones
y muy g�tico de espaldas.
_Barba de cola de pez_,
_en alcance de garnacha_....�]

[Nota 137: _Do�a F�fula,_ como si dijera _do�a Fulana_, o _do�a


Fabulana_, nombre este �ltimo que aun suele o�rse en Andaluc�a, y con el
cual parece tener estrecho parentesco el que ha originado esta nota.
V�ase antepuesto al apellido, como se anteponen estos otros nombres.
Espinel, _S�tira contra las damas de Sevilla (Revista de Archivos,
Bibliotecas y Museos_; mayo-junio de 1904):

�No hab�a entonces do�a Berenjena,


_do�a F�fula_ Ortiz ni do�a Paula,
sino Francisca, Paula, Minga, Elena.�]

[Nota 138: La _bigotera_ est� definida en el _Diccionario_


acad�mico; y que los presumidos sol�an pon�rsela para dormir, para no
descomponer sus bigotes, cuidadosamente peinados y levantados, d�cenlo
ac� y all� nuestros escritores de anta�o. Don Guill�n de Castro, _El
Narciso en su opini�n_, jorn. I:

�D. GUTIERRE. �Bueno est� el bigote?

TADEO. Bueno.
Pero sobrado le cuesta
al que, como t�, se acuesta
como braquillo, con freno.�

Y Lope de Vega, en el acto II de _El Cuerdo en su casa_:

�GILOTE. ...Hay mil tontos marquesotes


con cuidados de mujer,
que nacieron para ser
m�rtires de sus bigotes;
mil que a bestias los condeno,
porque ellas a dormir van
sin freno, y ellos est�n
toda la noche con freno.�]

[Nota 139: El uso masculino de los _copetes_ y _guedejas_, por


denotador de vil afeminamiento, fu� prohibido en 1617; pero de tal
manera continu� y aun se extendi� a�os despu�s, que a 13 de abril de
1639 se di� en Madrid el _Pregon en qve sv Magestad manda qve por qvanto
el abvso de las gvedejas y copetes con que andan algunos hombres, y los
rizos con que componen el cabello, ha llegado a hazer escandalo en estos
Reynos, ningun hombre pueda traer guedejas ni copete_. (Escudo real.)
(En Madrid. En la imprenta de Francisco Mart�nez. A�o [Link]) Se
mandaba: �que ning�n hombre pueda traer copete, o jaulilla, ni guadejas
con crespo o otro rizo en el cabello, el qual no pueda passar de la
oreja; y los barberos que hizieren qualquiera de las cosas susodichas,
por la primera vez caygan e incurran en pena de veinte mil maravedis y
diez d�as de carcel, y por la segunda la dicha pena doblada y quatro
a�os de destierro desta Corte, o del lugar donde viuiere, y por la
tercera sea lleuado por quatro a�os a vn presidio para que en ellos
siruan. Y a las personas que traxeren copete o guedejas y rizos en la
forma dicha no se les d� entrada en la Real presencia de su Magestad, ni
en los Consejos, y los porteros se lo prohiban, y los Ministros no les
puedan dar audiencia, ni oygan sobre sus pretensiones, reseruando a los
se�ores del Consejo poder hazer la demostracion y castigo que
conuenga....�]

[Nota 140: Mujeres y lindos cuidaban mucho de sus manos y de sus


rostros, y para adobar �stos y aqu�llas hac�an mil extravagancias, y
hasta verdaderas porquer�as. En un libro in�dito de recetas de afeites
(Biblioteca Nacional, Manuscrito 2019) hallas con ep�grafes como �stos:
�Memoria de la manteca que do�a Mar�a de Mendoza tra�a en las manos...�
(fol. 13). �Recepta para hazer seuo para las manos, que se ha de traer
nueve d�as� (fol. 52 vto.). �V�ase qu� �recepta para las manos�! (fol.
16): �T�mese suziedad de perros de la blanca y muelanla y despues
echenla con miel y con hueuo y ponganla en las manos, y no en las
palmas, y tenganlo una noche y un d�a....� Y �v�ase qu� �recepta para el
rostro�! (fol. 66): �Tomareis tocino tanto como vn hueuo, que sea todo
gruesso, e poneldo con vinagre fuerte que est� nueue d�as; tomareis
sahin de culebra....�]

[Nota 141: _Descabezados_, para poder usar de las yemas de los dedos
y valerse de las manos aun teni�ndolas untadas con los sebillos. Porque
es de notar que el hacer sudar las manos, enguant�ndolas, sol�a ser
obligado complemento del untarlas. Terminantemente lo declara una receta
para _muda de manos,_ que hay hacia el fin de cierto libro de cocina y
reposter�a (Biblioteca Nacional, Ms. 6058, fol. 167 vuelto): �Tomar�s
media libra de trementina labada nuebe vezes y quatro hiemas de huebos
frescos y el agrio de dos limones redondos y seis dineros de cardenillo,
todo mezclado; vntar�s las manos antes de acostarte y _sudar�slas con
guantes, y fiat confetio� (sic)_.]

[Nota 142: De estas _pasas_ hablaba Areusa en el acto IX de _La


Celestina_, levantando, por ruin envidia, mal testimonio a Melibea:
�Todo el a�o se est� encerrada con mudas de mil suciedades, por una vez
que haya de salir donde pueda ser vista; enviste su cara con hiel y
miel, con _uvas tostadas_ y _higos pasados_, y con otras cosas....�]

[Nota 143: La colaci�n de los ayunadores sol�a consistir en un poco


de pan y dos o tres docenas de pasas.]

[Nota 144: _Una doncella sobre su palabra_, es decir, una que s�lo
ten�a de doncella el hacerse pasar por tal.]

[Nota 145: V�lez de Guevara juega del vocablo _curso_ en dos de sus
acepciones. Tambi�n en esto le hab�a precedido Quevedo, al relatar en un
desenfadado romance (Musa IV) el _Rid�culo suceso del trueco de dos
medicinas_, haciendo decir a la triste desposada:

�Tu cuerpo, que no me goza,


a lo menos, me grad�a,
si los _cursos_ a las novias
valen como a los que estudian.�]

[Nota 146: _Hacer_, en su frecuente acepci�n de _representar_.]

[Nota 147: Quiz� se refiere a _Il Dvello del Mutio Iustinopolitano_,


libro del cual se hicieron varias ediciones, muy difundidas en Espa�a,
por nuestra constante comunicaci�n con Italia.]

[Nota 148: Antes y m�s propiamente que el _Diccionario_ de


autoridades defini� el _patac�n_ C�sar Oudin, en su _Tresor des devx
langves_...: �Patac�n, _monnoye de cuiure en Portugali, qui vaut enuiron
deux liards, c'est aussi la grande reale d'argent de Castille de huict,
c'est � dir� de quarante sols_....�]

[Nota 149: Con sus propias palabras se llama ladr�n al que iba a ser
robado. La frase _ac� estamos todos_ tuvo origen, seg�n el vulgo, en un
cuentecillo relatado mil veces por las abuelas a sus nietezuelos: �Un
duende hac�a tantas diabluras en una casa, escondiendo mil cosillas, y
rompiendo otras mil, que el inquilino, por huir de �l, se resolvi� a
mudarse a otro barrio. Pero cuando, al llevar la �ltima carrada de
muebles, pregunt� a su mujer: �--�Falta algo?�, se oy� la vocecilla del
duende, que, escondido en un palanganero, dec�a: �_--�Ac� estamos
todos!_� Es frase popular en Andaluc�a, y suele decirla el que llega a
una reuni�n donde no se contaba con �l: _�Aqui estamos todos!, dijo el
duende._ Ayala y Guzm�n versific� este cuento, con poca fidelidad y
menos gracia, en su comedia intitulada _Las Travesuras de don Luis
Coello, primera parte_.]

[Nota 150: �Alude--dice el se�or Bonilla--a los autos o misterios


populares de la Resurrecci�n de Cristo, en que al descender el �ngel del
cielo y revolver la piedra del sepulcro, se asombran los guardas y caen
a un lado y a otro como muertos (Cf. _San Mateo_, XXVIII, 1-4.�)]

[Nota 151: Algo que dije de Sevilla en el discurso preliminar de mi


edici�n cr�tica de _Rinconete y Cortadillo_ (Sevilla, 1905), p�gina 13,
es aplicable a toda la Espa�a de los siglos XVI y XVII: �Al olor, y,
sobre todo, al sabor de estas cuantios�simas riquezas [las que tra�an �
la metr�poli las flotas de Indias] viv�an en la magn�fica ciudad del
Guadalquivir una muchedumbre crecid�sima de extranjeros, en especial, de
italianos, flamencos y franceses, cada cual en busca de su av�o y en
solicitud de su medra; cada cual discurriendo medios e inventando artes,
artima�as o artificios para apropiarse, industriosa y m�s o menos
limpiamente, alguna mielecilla de las �ptimas colmenas indianas,
consol�ndose as� de no haber sido ellos ni sus naciones los que tuvieron
la dicha de descubrir y conquistar el Nuevo Mundo.�]

[Nota 152: _Abada_, o _bada_, que equivale a _rinoceronte_.]

[Nota 153: _La Bermuda_, como explic� P�rez y Gonz�lez (p�g. 80 de


_El Diablo Cojuelo: notas y comentarios_), �era la isla principal del
grupo descubierto en Am�rica por el navegante espa�ol Juan Berm�dez....
Lugar peligroso para la navegaci�n, por los frecuentes temporales y
terribles accidentes del mar y por los atrevimientos de los piratas
extranjeros, all� corr�an grav�simo riesgo los barcos que a Espa�a
tra�an los tesoros americanos....�]

[Nota 154: En el texto original falta la palabra _bebe_, que suplo,


como el se�or Bonilla.]

[Nota 155: De la renombrada _cuba de Sahag�n_ dijo Covarrubias en su


_Tesoro_, compuesto en los primeros a�os del siglo XVII, que �cab�a
_tantas_ mil c�ntaras, y dizen que oy sirve de echar trigo en ella,
porque devia ser costosa y peligrosa de reparar y conservar�.]

[Nota 156: _A dar_, como si dijera _en dar_, que equivale a _dando_,
porque es sabido que el infinitivo con _en_ antepuesto equivale al
gerundio. V�anse algunos ejemplos an�logos al pasaje del texto. Guevara,
_Menosprecio de corte y alabanza de aldea_, cap�tulo VIII: �... y a las
vezes gana en la corte mejor de comer vn malsin _a malsinar_ que no vn
theologo _a predicar_�. Cervantes, _Quijote_, II, 38: �... y sab�a hacer
una jaula de p�jaros, que solamente _a hacerlas_ pudiera ganar la
vida....�]

[Nota 157: Como nota el se�or Bonilla, V�lez de Guevara se refiere


�a los hu�spedes que como aves de paso paran en la posada, y reparan
poco, porque no han de consumirlos por mucho tiempo, en los manjares que
les sirven�.]

[Nota 158: La _puerta de Guadalajara_, que era una de las m�s


famosas de Madrid, estaba situada en la calle Mayor, enfrente de la
entrada o embocadura de la calle de los Milaneses y de Santiago. Aunque
se quem� por septiembre de 1582, qued� su antiguo nombre al sitio en que
tal puerta estuvo, como pasa hoy todav�a con la llamada _puerta del
Sol_. En aquel lugar ten�an sus tiendas ricos mercaderes, a quienes
muchas personas sol�an entregar sus ahorros para que se los invirtieran
y manejaran.]

[Nota 159: Es reminiscencia del refr�n que dice: _Cobra buena fama,
y �chate a dormir_.]

[Nota 160: _H�bito,_ en su antigua acepci�n de insignia con que se


distinguen las �rdenes militares. �_Cauallero de abito_--dice
Covarrubias--, el que trae en el pecho la insignia de alguna orden de
Caualler�a, que comunmente llaman abitos.�]

[Nota 161: La _ropilla_, como dice el _Diccionario_ de autoridades,


era �vestidura corta con mangas y brahones, de quienes penden
regularmente otras mangas sueltas o perdidas, y se viste ajustadamente
al medio cuerpo, sobre el jub�n�.]

[Nota 162: _Diluvio en pena_, como _alma en pena_.]

[Nota 163: _Antes de mil a�os_, es decir, _antes que pase mucho
tiempo_. Es hip�rbole andaluza: bien se echa de ver qui�n habla por boca
del Cojuelo.]

[Nota 164: Como el jugar ca�as era propio de caballeros, con estas
palabras indica el Diablillo que pronto hab�a de subir de categor�a el
tabernero bautizante, mudanza de que hubo, hay y habr� siempre grande
copia de ejemplos.]
[Nota 165: _Hablar en_ un asunto o negocio, que hoy decimos _hablar
de_. Era r�gimen usual�simo en los siglos XVI y XVII (_Quijote_, I, 193,
10; III, 17, 4; 311, 22; etc.)]

[Nota 166: Tambi�n aqu� sigue V�lez los pasos de Quevedo, que dijo
en su _S�tira a los coches_ (Musa VII):

�Tras aqu�llos lleg� al puesto


vn coche verde, que ha sido
el sujeto a quien m�s debe
cierta mujer y marido.
Desde el alba hasta la noche
les sirve de albergue y nido,
y aunque duermen dentro d�l,
ha dicho un contemplativo:
�Aqueste es coche imprestable,
porque ambos han prometido
no desamparar su popa
por cosa de aqueste siglo.��

A lo que parece, no hab�a grande exageraci�n en estas referencias. De


una tal do�a Juana dec�a otra dama en la jorn. I de _El socorro de los
mantos_, comedia de don Francisco de Leiva y Ram�rez de Arellane:

�Yo donde vive os dir�:


y es, porque busqu�is el fin
de ese fuego que os abrasa,
la calle Mayor su casa
y un coche su camar�n.
En �l de d�a y de noche
a sus gustos se dedica,
y aun harto se mortifica
en no dormir en el coche.�

Y Calder�n, en la jorn. II de _Nadie f�e su secreto_:

�L�ZARO. Laura vive aqu�, que dijo:


�Con lo que la casa cuesta
de alquiler, he de hacer coche,�
Y respondi�ndole a ella
d�nde hab�a de vivir,
dijo: �Cuando coche tenga,
en el coche todo el d�a,
y la noche en la cochera.�]

[Nota 167: Para el se�or Bonilla, _terceruela_ �puede ser la tercera


menor o semitono�. Y yo, que _tampoco_ s� lo que es _terceruela_--digo,
a qu� _terceruelas_ se refiere V�lez de Guevara--y, a mayor
abundamiento, no he logrado entender que _tercera menor_ equivalga a
_semitono_, recuerdo lo que un su interlocutor dijo a cierto poeta culto
que intentaba comentar a otro, sin dejarse entender;

�--Comentador, comentaos.�]

[Nota 168: Todos estos son remedios populares para el mal de madre,
muy usados cuando escrib�a V�lez y cuando, siglo y medio antes, compuso
Rojas _La Celestina_, en cuyo acto VIII, como recuerda Bonilla, enumera
la vieja protagonista las cosas con que se curaba ese mal: �Todo olor
fuerte es bueno, as� como de poleo, _ruda_, axienjos, humo de plumas de
perdiz, de romero, de moxquete, de encienso, recebido con mucha
diligencia, aprovecha e afloxa el dolor, e buelve poco a poco la madre a
su lugar.� Especialmente, acud�an a _la ruda_. Tirso de Molina en el
acto I de _El Celoso prudente_:

�CAROLA ...Uno de la vecindad


buscaba (aquesto es sin duda)
de parte de la comadre
_para cierto mal de madre
unos cogollos de ruda_.�]

[Nota 169: _Y trescientas cosas m�s_ es frase tomada del bordoncillo


de un antiguo disparatorio que empieza:

�Pari� Marina en Orgaz,


y ta�eron, y cantaron,
y bailaron y danzaron,
_y trescientas cosas m�s.�_

Cay� en gracia esta frase, y los poetas la llevaron y la trajeron, como


a la _In�s_ de _Yo te lo dir� despu�s_, y como un siglo antes hab�an
llevado y tra�do a _la bella malmaridada_. Lope de Vega, en el acto III
de _Los Novios de Hornachuelos:_

�BERRUECO ...Un Barrab�s sois vestido,


una fantasma calzada,
una arp�a bautizada,
y un camello con marido....
Longinos a pie, Caif�s,
cap�n molde de hacer monas,
India de las Amazonas
_y trescientas cosas_ m�s.�

Tirso de Molina, _Cautela contra cautela_, acto I:

�ENRIQUE. �No es bien nuevo amar a dos?

CHIRIM�A. No, se�or, ni amar a mil;


porque t� tienes criado
que en un mismo tiempo ha amado
un salchich�n, un pernil
y una bota de hipocr�s,
dos de Candia, cuatro griegas,
treinta fregonas gallegas
_y trescientas cosas m�s,
que es socorro y estribillo
de poetas de repente_.�

El se�or Foulch�-Delbose public� en la _Revue Hispanique_ (tomos IX,


261, y X, 234) un curioso estudio acerca de las _Coplas de Trescientas
cosas m�s._]

[Nota 170: _Regatones_, que hoy m�s bien dir�amos _regateadores_,


aunque esta palabra falta en el _Diccionario. Regatear_--dice
Covarrubias--, �procurar abaxar el precio de la cosa que compra es muy
del _regat�n�_.]

[Nota 171: _Si la podemos dar roma, no la demos aguile�a_, dice el


refr�n, aludiendo a moza, y no a nariz, contra lo que opina el se�or
Bonilla. Es dicho de ruines de alma atravesada, y lo recuerda Cervantes
en el _Quijote_ (II, 48): �... que yo he o�do decir muchas veces y a
muchos discretos, que si �l [el diablo] puede, _antes os la dar� roma
que aguile�a.�_]

[Nota 172: Refi�rese a una de las muchas pendencias que se promov�an


en los _mandrachos_ o casas de juego sobre dar barato a los mirones que
actuaban como jueces de las suertes dudosas.]

[Nota 173: Desliz�ronsele aqu� a V�lez dos versos endecas�labos:

�..._a una mujer de un sastre que ha jurado


que los ha de coser a pu�aladas.�_]

[Nota 174: Juega del vocablo _fuga_ en sus dos acepciones musical y
de _hu�da_, y alude a la frecuencia con que hu�an los m�sicos callejeros
al primer asomo de peligro, por lo cual dijo Lope de Vega en la silva
III de _La Gatomaqu�a_:

�Los m�sicos, en viendo


el belicoso duelo comenzado,
huyeron como suelen;
que no hay garzas que vuelen
tan altas por los vientos,
dicen que por guardar los instrumentos....�]

[Nota 175: Lo m�s corriente era llamar _caballero del milagro_, no a


un sujeto como el que pinta V�lez, sino al que viv�a bien, y hasta
aparatosamente, sin que se le conociera renta, oficio ni beneficio. Lope
de Vega, en el acto II de _El Caballero del milagro_:

�TRIST�N. �Cosa es de ver la vida deste mozo!


�Qu� ricamente viste, y c�mo gasta!
�C�mo juega tan pr�digo y reparte
lo que tiene entre todos sus amigos,
sin que le conozcan en su tierra
dos florines de renta o patrimonio?

LOFRASO. Por eso es _caballero del milagro_.�]

[Nota 176: De la _piedra bezar_, �concreci�n calc�rea que suele


encontrarse en las v�as digestivas y en las urinarias de algunos
cuadr�pedos�, escribi� un curios�simo tratado el doctor Nicol�s
Monardes, famoso m�dico y farmac�logo sevillano: _Dos libros, el vno que
trata de todas las cosas que traen de nuestras Indias Occidentales, que
sirven al vso de la Medicina, y el otro que trata de la Piedra Bezaar, y
de la Yerua Escuer�onera_. Cito por la edici�n de Sevilla, Hernando
D�az, 1569, la m�s antigua de las tres de que poseo ejemplares. La
pr�ncipe de estos _Dos libros_ es tambi�n de Sevilla, 1565.]

[Nota 177: Dice _pre�ada de medio ojo_ para indicar que ocultaba su
pre�ez, como ocultaban el rostro las que _se tapaban de medio ojo_. De
�stas habr� ocasi�n de tratar en las notas del tranco IX.]

[Nota 178: De _tate_ se hac�a festivamente una persona,


anteponi�ndole _Pero_, que es, a la vez que conjunci�n, nombre propio
(_Per, Pero, Pedro_). Calder�n, en la jornada II de _El m�dico de su
honra_:
�COQU�N. _(Aparte.) ...Pero �tate!_
(que es un _Pero_ muy honrado
del celebrado linaje
de los _Tates_ de Castilla),
porque el Rey est� delante.�]

[Nota 179: _Pocas cosas_ equivale a _cosas menudas_ o _de poco


momento_. Cervantes, _Quijote_, I, 20: �... y no querr�a que _pocas
cosas_ penase mi �nima en el otro mundo.� Calder�n, en su _Entrem�s de
las Carnestolendas_:

�VEJETE. Hombre, �comes, o engulles?

GRACIOSO. �Lindo chasco!


_Pocas cosas_, se�or, nunca las masco.�]

[Nota 180: _Murci�galo_ (de _mar_ y _caeculus_) como a�n lo dice el


vulgo, m�s etimol�gicamente que los que, con una met�tesis innecesaria
decimos _murci�lago._]

[Nota 181: _Quien_, haciendo a plural, cosa frecuent�sima en


nuestros escritores de los siglos XVI y XVII.]

[Nota 182: Como recuerda el se�or Bonilla, llamaron _los Siete


Durmientes_ �a siete hermanos que se dice sufrieron martirio en �feso,
en tiempo del emperador Decio. Habi�ndose ocultado estos hermanos en una
caverna, fueron emparedados en ella de orden del Emperador; ciento
noventa y seis a�os despu�s se les encontr� dormidos en el mismo sitio
(V�ase la _Leyenda �urea_ de Jacobo de Vor�gine)�. Tirso de Molina, en
el acto I de _La Villana de la Sagra_:

�CARRASCO ...Nunca de dormirme acabo;


mas con vinos excelentes,
si son siete los durmientes,
yo ser� _durmiente octavo_.�]

[Nota 183: Es decir, _que dir� que no lo siente_. Juega del vocablo
_sentir_, en dos de sus acepciones.]

[Nota 184: �_Vistas_--dice el _Diccionario_ de autoridades--llaman


los vestidos y tocador que los novios env�an a sus futuras esposas.�]

[Nota 185: Contra lo que ligeramente pudiera imaginarse, _pared y


medio_ no es errata por _pared en medio_. �Error de caja� lo crey� el
se�or Fitzmaurice-Kelly al encontrar esa expresi�n en el cap�tulo XIX de
la primera parte del _Quijote_. A los ejemplos que cit� en nota del
dicho cap�tulo podr�an agregarse muchos otros: cuantos acertara a desear
el m�s descontentadizo.]

[Nota 186: _Del gallo_, es decir de la hora en que canta el gallo,


queriendo ya venir el d�a.]

[Nota 187: Porque de Judas se dice que fu� despensero, y los


despenseros acaparaban muchos mantenimientos para venderlos a precios
elevad�simos. Es frecuente en nuestros escritores festivos la alusi�n al
oficio de Judas. Quevedo, por ejemplo, en su romance de _Los Borrachos_
(Musa VI):

�...Y yo, que en diez y seis a�os


que tengo de _despensero,
aun no he podido ser Judas_
y vender a mi maestro.�

Lope, aludiendo a la costumbre de ahorcar un pelele el Jueves Santo,


figurando a Judas:

�MENDOZA. Y �qu� importa que una dama


tenga el cuerpo diligente...,
las caderas como en Flandes,
las piernas como un jinete,
si el rostro puede ser molde
de hacer diablos para el jueves
en que _al despensero_ cuelgan
que afrent� los calabreses?�

�Los despenseros de los monasterios--dije en el discurso preliminar de


mi edici�n cr�tica de _Rinconete y Cortadillo_--tomaban el pescado por
cargas, diciendo ser para aqu�llos, y revend�anlo despu�s entre sus
parroquianos; acord� el cabildo [de Sevilla] que se hablara a los
priores y guardianes para que corrigiesen el abuso; pero no se logr� la
enmienda.�]

[Nota 188: _Por partes de,_ y no por _por parte de_, como habr�a
enmendado Clemenc�n si hubiese editado la presente novelita. _Por partes
de_, o _de partes de_, sol�a decirse anta�o, como demostr� en mis notas
al _Quijote_ (IV, 267, 4).]

[Nota 189: Pregunta el se�or Bonilla: ��Querr� decir V�lez que el


padre de ese ni�o era infiel (jud�o o moro)?� No, ciertamente--respondo--,
sino que ese ni�o, por partes de su padre, pod�a pretender tal beca como
hijo de cl�rigo. Sabido es que, seg�n la creencia vulgar, el Antecristo
ha de ser hijo de un cl�rigo y una monja, y por �stas dijo Quevedo en una
de sus _prem�ticas:_ �Condenamos en los galanes de monjas los _antecristos
pensamientos_....�]

[Nota 190: Debiera decir V�lez _el domingo de cuasi raci�n_, para
que recordase mejor el de _Cuasimodo_, al cual quiso referirse.]

[Nota 191: Llamaban _letuario, lectuario, electuario_, a cierto


g�nero de conserva, ya medicinal o ya simplemente alimenticia, como la
que sol�a tomarse al par que el aguardiente. Quevedo, _Vida del busc�n
llamado don Pablos...,_ libro II, cap. II: �Pasamos adelante, y en una
esquina, por ser de ma�ana, tomamos dos tajadas de _letuario_ y
aguardiente de una picarona....� Las mujeres que vend�an el _letuario_
acostumbraban a pregonarlo por las calles en las primeras horas de la
ma�ana. Lope de Vega, en unas d�cimas de la _Justa po�tica en la
beatificaci�n de San Isidro_, refiri�ndose a esas horas:

�...La mula el m�dico ensilla,


da la purga el boticario,
_preg�nase el letuario_....�]

[Nota 192: Contra lo que dijo Dur�n y copi� Bonilla, el juego de


_salga la parida_ no consiste en gritar los muchachos �ese refr�n(?)
cuando observan que la luna llena, atravesando grupos de nubes, va
apareciendo clara en los sitios despejados�. _Salga la parida_, como
dice el _Diccionario_ de autoridades, es �juego com�n con que se
divierten los muchachos estrech�ndose y apret�ndose entre s� para echar
a alguno del corro, en cuyo lugar admiten otro�.]

[Nota 193: Llama _p�ldora_ al mundo, por lo esf�rico.]

[Nota 194: Llaman _cruzado_, seg�n el l�xico de la Academia, a la


�mudanza que hacen los que bailan, formando una cruz y volviendo a
ocupar el lugar que antes ten�an�.]

[Nota 195: Ocasionales o no, ocurren aqu� dos versos octos�labos


aconsonantados:

�... _haciendo un cruzado al son


de su misma confusi�n.�_]

[Nota 196: Llama a los coches _ballenas_, recordando la de Jon�s,


porque tragan y vomitan personas.]

[Nota 197: �Qu� exacta alusi�n a las cien mil falsedades, enga�ifas
y _cumplo-y-mientos_ propios del trato cortesano!]

[Nota 198: _Haci�ndose cocos a ellos mismos_, o _a s� mismos_, que


dir�amos hoy, esto es, gustando de s� propios y recre�ndose en sus
ademanes y miraduras, como unos Narcisos. _Hacer cocos_ se dijo de
_cocar_, que significa _agradar, captar la benevolencia_.]

[Nota 199: El se�or Bonilla sospecha que _de ri��n_ sea errata, por
_de pi��n._ No hay tal cosa: la boquita que llamaban _de pi��n_ era
naturalmente peque�a, como aquella a que se refiere el _Romancero
general,_ fol. 253:

�Vna boca, chica era;


que con _vn pi��n_ se mide,
segura de que haya otra
que assi enamore y cautiue�;

pero el texto se refiere a una boca achicada artificiosamente. Quien ve


el ri��n de un corderillo, ve una boca de esas frunciditas y amaricadas.
Para persuadirse de que no hay la errata que sospech� Bonilla basta
parar la atenci�n en que a esta calle de espejos que pinta V�lez nadie
iba a verse como era, sino a estudiar gestos; uno de ellos, el
fruncimiento de labios. Quevedo, en _El Entremetido y la Due�a y el
Sopl�n_, mencion� una de estas bocas estudiadamente fruncidas: �Y al
punto, muy esparrancado de ojos, dec�a: �No hay sino dejar correr; Dios
lo remedie, que tal y cual, lo del camino carretero: s� por s�, no por
no�; y al decir �ello dir�, _pon�a una boquita escarolada_, como le d�
Dios la salud.�]

[Nota 200: _Roncando_, como los ojos de aquella Mari P�rez de quien
dijo Quevedo (Musa VI):

�Tus dos ojos, Mari P�rez,


_de puro dormidos, roncan_,
y duermen tanto, que sue�an
que es gracia lo que es modorra.�

Cuanto a ojos, como a todo lo del mundo, cambian las modas, y por esto
dec�a Calder�n, en la jorn. II de _Eco y Narciso_:
�BATO ...Vn tiempo que se dieron
en usar _ojos dormidos_,
no hab�a hermosura despierta
y todo era mirar bizco....�

Pero si V�lez aprendi� en Quevedo lo de _roncar los ojos_, de puro


dormidos, una poetisa, do�a Catalina Clara, aprendi� de V�lez lo de
_roncar hermosura_, pues escribi�, retratando a cierta dama:

�Sus ojos, que _hermosura est�n roncando_,


dormidos saben m�s que otros velando,
y dice en ellos cada ni�a airosa:
_Nigra sum, sed formosa_.�]

[Nota 201: _De Gloria Patri_ quiere decir, como not� el se�or P�rez
y Gonz�lez en su citada obra, p�gs. 23 y 24, �inclinados como fieles que
pronuncian o escuchan el _Gloria Patri_�.]

[Nota 202: Sobre las _maretas_ qued� nota p�ginas atr�s (8, 1)[47].]

[Nota 203: _Para desacreditar la naturaleza_, porque le hacen


poqu�simo favor carilindos que no acaban de semejar hombres ni mujeres;
y _para desacreditar el rentoy_, porque no parece sino que est�n jugando
a este juego, en que los compa�eros se entienden por medio de gestos y
se�as, a lo cual se refiri� don Antonio Hurtado de Mendoza en estas
seguidillas de la segunda parte del _Entrem�s de Micer Palomo_:

�De las damas de hoga�o, �qu� te parece?


--Capadillo, pues juegan con seis y siete.
--�Y de las que se atapan en la comedia?
_--Al rentoy, pues te muelen haciendo se�as.�_]

[Nota 204: El nombre de _damas cortesanas_ era uno de los muchos que
se sol�an dar a las mujeres p�blicas. As�, en una representaci�n de los
Alcaldes de Casa y Corte al Rey (11 de enero de 1617): �Se�or: Los
Alcaldes dicen que de estar las mugeres de mala vida _que llaman damas
cortesanas_ alojadas en las calles principales desta corte y con
libertad de vivir donde quieran sean seguido y siguen muy grandes
inconuinientes....� (Archivo Hist�rico Nacional, Libros de gobierno de
la Sala de Alcaldes, tomo VII, fol. 470.)]

[Nota 205: _Albillas_, como las uvas llamadas as�, o _tempranillas_


por otro nombre. _Tempranillas_ asimismo llama el vulgo andaluz a las
muchachas que, sobre cuajarse pronto de mujeres, dan a entender, por la
demasiada viveza y libertad con que miran y hablan, que, jovencillas y
todo, no les pesar�a dejar de ser solteras.]

[Nota 206: En Bonilla, _e Giron,_ sin duda por errata.]

[Nota 207: _Vuelven las aguas_..., dice el refr�n, que V�lez acomod�
aqu� a su prop�sito.]

[Nota 208: A la _plazuela de los Herradores_, aun hoy llamada as�,


concurr�an los que alquilaban sus servicios. En los antedichos Libros de
gobierno de la Sala de Alcaldes he visto un auto del a�o 1621 por el
cual se mand� que los mozos de sillas (los que conduc�an las sillas de
manos) asistiesen en la _plazuela de Herradores_ y llevasen el corre�n
al hombro. Y Tirso de Molina, en el acto III de _Por el s�tano y el
torno_, hace decir a Santillana, escudero viejo, cuando se dispone a
dejar de servir a su ama, porque le ha reprendido:

��Miren, porque la doy luz


de amantes embustidores!
_Plazuela habr� de Herradores_
y puerta de Santa Cruz:
no me han de faltar dos reales
y se�oras de alquiler.�]

[Nota 209: _Damas de achaque_, o sea que se achacan o atribuyen


falsamente la damer�a.]

[Nota 210: Poco despu�s dice de qui�nes hab�an de ser pasto tales
libros: respectivamente, de pajes y doncellas.]

[Nota 211: No tachar� de defectuosa la expresi�n _le pregunt� ...


que le dijese_ quien est� advertido de que, como _preguntar_ significa
_demandar_ y _demandar_ y _pedir_ son una cosa misma, sol�a decirse
_preguntar_ por _pedir_, de lo cual hay en el _Quijote_ muchos ejemplos
(I, 137, 10; III, 85, 19, etc.)]

[Nota 212: Dice _de media talla_, como pudiera decir _de medio
pelo_, o _de medio mogate_.]

[Nota 213: Bien explica esto don Fernando de Lore�a en su _Entrem�s


de los Relojes_ (Biblioteca Nacional, Ms. 17237):

�D.� TORRE. Mira qui�n llama aqu�, do�a Escalera.

QUITERIA. �Qui�n es do�a Escalera?

D.� TORRE. Vna criada.

QUITERIA. �Con don?

D.� TORRE. Si, _que autoriza una donada_.�

Del uso y abuso de los _dones_ trat� largamente en mi estudio sobre _El
retrato de Cervantes_ (Madrid, 1917), p�gs. 30-53.]

[Nota 214: Por _el tus�n de las damas_ (que tambi�n se llamaba
_damas_, a secas, a las _damas cortesanas_) ha de entenderse la
categor�a de las que entre ellas eran de mayor calidad, a las cuales
llamaban _tusonas_.]

[Nota 215: _Quererse volver al pa�o_, frase que no registra el


_Diccionario_, pero que o� muchas veces en Andaluc�a, se dice de las
alhajas muy limpias y brillantes, leg�timas o falsas, por alusi�n al
pa�o en que las ten�a envueltas el platero o quincallero cuando las
vendi�.]

[Nota 216: _Don extravagante_, como _cl�rigo extravagante_, que se


dice de aquel que vive sin incorporarse a la clerec�a de ninguna
di�cesis.]

[Nota 217: La _ginebra_ est� bien definida en el _Diccionario_


acad�mico. Es el mismo grosero instrumento que los andaluces llamamos
_carrasqui�a._]
[Nota 218: El _castrapuercos,_ instrumentillo compuesto de algunos
ca�utos, es ni m�s ni menos que la zampo�a con que suelen representar al
Dios Pan. En el _Diccionario_ de la Academia, como en el de autoridades
y en el Tesoro de Covarrubias, _castrapuercas:_ pero en el _Tr�sor_ de
Oudin, _�Castra puercos, vn sifflet de chastreur_�. Tambi�n se llamaba
_castrador_, y debe tomarlo en cuenta la Academia Espa�ola, bajo la fe
de Quevedo y Salas Barbadillo. El primero dijo en un romance referente a
los bailes del vulgo:

�Su�ltales las seguidillas


y a ejecutor de la vara,
y a la capona, que en llaves
hecha _castradores_ anda.�

Y el segundo, en el _Entrem�s del Prado de Madrid, y Baile de la


Capona_:

�Para el baile previnieron


las cuerdas de una guitarra,
sin ver que a un baile cap�n
vn _castrador_ le bastaba.�]

[Nota 219: Iba narrando V�lez de Guevara, y s�bitamente y sin


preparaci�n deja la palabra a don Cleof�s. Estos cambios bruscos de la
persona que habla, y aun de la persona a quien se habla, no escasean en
nuestros escritores del buen tiempo, como de Cervantes hice notar en
diversos lugares del _Quijote_ (I, 10, 17; II, 136, 8; IV, 259, 21; VI,
70, 3, etc.)]

[Nota 220: �Entre los muchos--dije en otra ocasi�n--que han escrito


acerca de los arbitristas, plaga que infest� a Espa�a en los siglos XVI
y XVII, merece menci�n se�alada don Antonio C�novas del Castillo, que
trat� de ellos en sus _Problemas contempor�neos_ (Madrid, 1884), tomo I,
p�gs. 305-328.... Mi querido amigo don Agust�n G. de Amez�a, en su
edici�n cr�tica de _El Casamiento enga�oso y el Coloquio de los Perros_,
p�ginas 147-151 y notas 349-351, cita algunos arbitrios notables por su
extravagancia....�]

[Nota 221: As� en la edici�n original. A escribir hoy, de seguro


habr�a dicho V�lez: �... que tiene en la mano el retrato de su
dama....�]

[Nota 222: El gram�tico pedante y engre�do, para quien no hay en el


mundo cosa que valga dos maraved�s sino sus gramatiquer�as, fu� siempre
odiado por los escritores. El se�or Bonilla recuerda lo que contra ellos
dijo el doctor Su�rez de Figueroa en su _Plaza universal de todas
ciencias y artes_ (1615). Y antes que Su�rez, Barahona de Soto, en su
_Ang�lica,_ maltrat� � los finchados gramaticones al inclu�rlos en la
relaci�n de aquellas gentes que Zenagrio, en la morada de Gleoricia, no
se digna de mirar:

�Tanto del soez _gram�tico_ arrogante


que, porque punta y coma sus diciones
y ordena lo de atr�s para adelante,
no estima los grav�simos varones....�

Yo dije a un consumado gram�tico, veinte a�os ha: ��Qu� har� usted con
toda su gram�tica, si no tiene nada que decir que interese al p�blico?
Usted posee un admirable libro de cocina, cierto; pero, vac�a la
despensa, �de qu� pueden servirle sus excelentes f�rmulas culinarias?�]

[Nota 223: Como _ropa_, seg�n una de las acepciones que registra
Covarrubias, es �la vestidura suelta que traemos sobre la que est�
ce�ida y junta al cuerpo�, llam�se _ropa_, especialmente, a la talar, y
_plazas de ropa_ a los oficios o puestos en que se vest�a toga o
garnacha. Quevedo, en una de sus j�caras (Musa V), jugando de los verbos
_bogar_ y _abogar_.

�Por buen supuesto te tienen,


pues te env�an a _bogar;
ropa_ y _plaza_ tienes cierta,
y a subir empezar�s.�

Y _ropas_, a secas, se llam� tambi�n a los oidores, como se echa de ver


por otra j�cara de Quevedo, en que dice un jaque encarcelado:

�Porque no pueda salir,


me engarzaron en las cormas,
y siempre mandan que siga:
�Qui�n entender� las _ropas_?�]

[Nota 224: El se�or Bonilla, despu�s de recordar con Covarrubias que


_pastel_ se dijo de _pasta_, y �es como una empanadilla hojaldrada, que
tiene dentro carne picada o pistada�, a�ade: �Los hab�a de a real, de a
cuatro, de a ocho, de a medio real, etc�tera.� Y don Am�rico Castro,
anotando en la _Vida del Busc�n,_ de Quevedo (p�g. 89 de la edici�n de
_Cl�sicos Castellanos_), aquel pasaje en que dice: �pero yo entiendo que
los pasteleros desta tierra nos consolar�n, acomod�ndole a [un ahorcado]
en los de a cuatro�, coment�: _�los de a cuatro_: pastel de a cuatro
reales.� El se�or Bonilla, antes de revisar en las pruebas su nota, pudo
hacerse estas preguntas: ��C�mo un avariento, por ahorrar, hab�a de
gastar cuatro reales en un pastel para su comida?� Pues �no era el
pastel, seg�n el invocado Covarrubias, �refugio de los que no pueden
hazer olla?� Y el costo de la olla aun para dos personas, que no para
una, �llegaba, ni con mucho, a _cuatro reales_? La Gerarda de _La
Dorotea_ de Lope (acto V, escena II), teniendo convidada, gastaba en su
olla: �una libra de carnero, catorze marauedis; media de baca, seis, son
veinte; de tozino, vn quarto, otro de carb�n, de peregil y cebollas dos
marauedis, y quatro de aceitunas, es vn real cabal�: �hab�a, pues, de
gastar el avariento cuatro reales en un pastel para s� solo, cuando,
aunque se considere que _La Dorotea_ se refiere a tiempo muy anterior al
en que se alteraron los valores de la moneda de vell�n, al escribir
Zabaleta _El d�a de fiesta por la tarde_; publicado en 1659, �una libra
de carnero val�a once cuartos, y un pan cinco, y media azumbre de vino
siete, veintitr�s cuartos en junto, o sea once menos que el pastel de
V�lez de Guevara?� Y esto preguntado, o parte de ello, la bien
acreditada diligencia del se�or Bonilla le habr�a abierto camino para
averiguar cu�nto costaba un _pastel de a cuatro_ en el tiempo en que el
escritor ecijano escribi� su novela.

Pues otro tanto digo del se�or Castro, y aun digo m�s: que pudo
preguntarme sobre ese punto, como me pregunt� sobre muchos otros. Esto,
am�n de que buena respuesta ten�a en el cap�tulo XI del mismo libro I de
_El Busc�n,_ donde un verdugo, un animero, un mulato y otros sujetos de
esta laya comen, entre todos, despu�s de algunas cosas de bodeg�n,
�cinco _pasteles de a cuatro_. �Hab�an de gastar _veinte reales_ en el
postrecillo...?�
No, ciertamente no eran _de a cuatro reales_ los _pasteles de a cuatro_,
sino de la trig�simacuarta parte de ese valor: eran pasteles _de a
cuatro maravedis._ Con dar un vistazo a los tan socorridos Libros de
gobierno de la Sala de Alcaldes, que se conservan en el Archivo
Hist�rico Nacional, habr�an echado de ver los mencionados comentadores
que en 1596 se mand� que no se hicieran pasteles y cubiletes _de a doce
maraved�s_, y s� _de a ocho y de a cuatro_; que en 1642 se trat� de que
no se hicieran pasteles _de a ochavo_, y que en 1644 mandaron los
Alcaldes que no se impidiese la venta de cubiletes _de a cuatro
cuartos_. A los que hac�an pasteles de _a cuatro maravedis_, por la
misma exig�idad de su precio, no se les pod�a exigir ninguna goller�a,
ni aun siquiera una mediana pulcritud; por eso dijo Quevedo en una de
sus j�caras: (Musa V).

�Con las manos en la masa


est� Domingo Tiznado,
_haciendo tumbas a moscas
en los pasteles de a cuatro_.�

Y en un romance de la Musa VI hizo decir a un manto plebeyo:

�Con poco temor de Dios,


pecaba en _pastel de a cuatro,
pues vend�, en traje de carne,
huesos, moscas, vaca y caldo_.�]

[Nota 225: Es uno de los modos de decir que quiso desterrar Quevedo
en la _Prem�tica que este a�o de 1600 se orden�_...: �... _no tiene a
nadie en lo que pisa_.�]

[Nota 226: El�ptico: _no sea que nos embarguen_, quiere decir.]

[Nota 227: _Los unos de los otros_, como tambi�n lo dice Correas en
su _Vocabulario de refranes_..., p�g. 421 b, y _no los unos y los
otros,_ como malamente se suele enmendar ahora. Lope de Vega, en el acto
II de _El Caballero del Sacramento_, explica bien el sentido del refr�n:

�DORISTA. Leerla quiero, por ver


en mi desdicha un proverbio.
_(Lee:) �Todos somos locos,
los unos de los otros.�_
�Qu� discretamente dice!
Unos por otros hacemos
disparates y locuras;
todos andamos sin seso,
ya los padres por los hijos,
ya los deudos por los deudos,
ya las damas por sus cuyos,
ya por las damas sus due�os.�]

[Nota 228: _Sobrepelliezes_, dice la edici�n original, sin duda por


errata.]

[Nota 229: Este _donde_, equivalente a _de manera que_, quiz�s no se


entender� bien por quien ignore que est� dicho a la andaluza, tal como
alguna vez lo us� Cervantes: �Venida la noche, cenar� con el Rey, Reina
e Infanta, _donde_ nunca quitar� los ojos della, mir�ndola a furto de
los circunstantes....� (_Quijote_, I, 21).]
[Nota 230: _Actos positivos_ son, como dice el _Diccionario_
acad�mica, los �hechos que califican la virtud, limpieza o nobleza de
alguna persona o familia�. Para las pruebas, por ejemplo, de limpieza y
nobleza en lo escolar, tres _actos positivos_ hac�an cosa juzgada, seg�n
la _Nueva Recopilaci�n,_ leyes XXXV-XXXVII, t�t. VII, libro I.]

[Nota 231: Seg�n Covarrubias (art. _tor�uelo_), �los que saben de


cetrer�a dizen que comunmente la cria de los a�ores es de tres pollos:
los dos primeros se llaman primas y son hembras, y grandes de cuerpo; y
el _tor�uelo_ es menor que ellas y es macho. Dixose _tor�uelo_, quasi
ter�uelo, por ser tercero en orden....� V�lez de Guevara dice
figuradamente _caballero torzuelo_, indicando su baja condici�n.]

[Nota 232: P�ginas atr�s qued� nota acerca de una frase parecida a
_con los m�os me haga Dios bien_.]

[Nota 233: Este verso est� impreso a rengl�n corrido, como prosa, en
la edici�n original.]

[Nota 234: Refi�rese don Cleof�s a su tocayo el Leandro amador de


Hero y al soneto de Garcilaso que comienza:

�Pasando el mar _Leandro el animoso,


en amoroso juego todo ardiendo_....�.

soneto que, en efecto, figura en las diversas ediciones de _Las Obras de


Roscan y algvnas de Garcilaso de la Vega, repartidas en qvatro libros_,
fol. 121 de la de Anvers, Mart�n Nucio, 1556, que es la que poseo.]

[Nota 235: El�ptico: _merced de un h�bito,_ quiere decir.]

[Nota 236: _Salicio y Nemoroso_, como es sabid�simo, son los


interlocutores de la m�s famosa de las �glogas de Garcilaso.]

[Nota 237: Por aqu� se averigua que don Cleof�s, como de �l se dijo
en el tranco I (15, 2)[63], era _hidalgo a cuatro vientos_, sin otro solar
que el muy conocido de los versos de Salicio y Nemoroso.]

[Nota 238: _Pedir las pajaritas del aire_ es una frase de


encarecimiento equivalente a _pedir goller�as._ Espinel, en su _S�tira
contra las damas de Sevilla_, tratando de las doncellitas de su tiempo:

�Luego les duele el h�gado y el bazo;


luego _piden las paxarus del ayre_....�

Esta frase lleg� a hacerse tan enfadosa, por lo repetida, que don
Francisco de Quevedo la proscribi� en su _Prem�tica_ de 1600: �Qu�tanse
por nuestra prem�tica los modos de decir siguientes: _... las pajaritas
que vuelan_....�]

[Nota 239: Tambi�n sol�an pedir _el f�nix empanado_, o cosas poco
menos imposibles, bien que por broma y regodeo, los que com�an en ventas
y mesones. A los ejemplos que transcribe el se�or Bonilla podr�an
a�adirse otros, �ste, verbigracia del _Entrem�s de los invencibles
hechos de Don Quijote de la Mancha_, compuesta por Francisco de �vila,
publicado en 1617, y reimpreso en 1905 con pr�logo y notas de don Felipe
P�rez y Gonz�lez:

�MUJER. Est�nme echando todos bernardinas,


pidi�ndome imposibles por momentos.

VENTERO. �Qu� os piden, por mi vida?

MUJER. Disparates:
los �tomos del sol, _el ave f�nix,_
y la leche de todas las cabrillas

VENTERO. �No veis, mujer, que aqueso es regodeo,


y siempre se acostumbra por las ventas
echar pullas a todos?�]

[Nota 240: _Regoldano_ se dice del fruto del casta�o silvestre, a


diferencia del que da el injerto, que es mejor. V�lez aplica estos
adjetivos al hechicero en sus respectivas cualidades de astr�logo y
nigromante.]

[Nota 241: Alude V�lez a algunos pasajes b�blicos, tales como �stos:
_�Aprehendens autem David vestimenta sua scidit, omnesque viri qui erant
cum eo_ (II _Reyes_, I, II).--_Quoe cum audisset Ezechias rex, scidit
vestimenta sua_....� (IV _Reyes_, XIX, I).]

[Nota 242: El _besar las manos_ era obligado principio en todo


mensaje verbal. As� comienza el suyo a don Quijote, en la cueva de
Montesino (II, 23), la compa�era y emisaria de Dulcinea: �Mi se�ora
Dulcinea del Toboso _besa a vuesa merced las manos_, y suplica a vuesa
merced se la haga de hacerla saber c�mo est�....�]

[Nota 243: El se�or Bonilla corrige _comission_ donde la edici�n


pr�ncipe dijo _comisson_, y no corrige, cuatro palabras despu�s,
_comissionario_ donde la propia edici�n dice _comissonario_.]

[Nota 244: _Demonios a las veinte_, como _correos a las veinte_, que
eran los que hab�an de andar veinte leguas cada veinticuatro horas. En
el pleito entre Salvador de Toro y Pedro de Isunza, proveedores de las
galeras reales, hay una certificaci�n de Diego de Ruy Saenz (Puerto de
Santa Mar�a, 8 de marzo de 1593) referente a haber despachado �tres
correos, los dos a la ciudad de malaga y el otro a la villa de madrid,
_a las veynte leguas�._ (Archivo. General de Simancas, Expedientes de
Hacienda, leg. 516.)]

[Nota 245: Que _la mula de Li��n_ es el aire, no ofrece duda; pero
�cu�ndo y por qui�n se dijo esta frase? Esto es lo que hab�a que
averiguar, y ni Dur�n, ni P�rez y Gonz�lez, ni Bonilla, ni yo, hemos
tenido la fortuna de ponerlo en claro.]

[Nota 246: _Vara alta_, esto es, _derecha, vertical_, quiere decir
_autoridad, poder, jurisdicci�n._ All� donde los investidos de autoridad
dejaban de tenerla, soltaban o _bajaban las varas_. Esto ocurri� al
entrar Felipe II en Portugal, seg�n refiere Isidro Vel�zquez en _La
entrada qve en el reino de Portvgal hizo la S.C.R.M. de don Philippe,
invict�ssimo Rey de las Espa�as, segundo deste nombre_.... (Lisboa,
Manuel de Lyra, [Link]), fol. 70: �Prosiguiose el camino, y a la
llegada de vn r�o, mojonera o diuision de los terminos de los Reynos,
salio orden que los ministros de justicia Castellana _baxassen las
varas_, o no las traxessen....�]

[Nota 247: En los siglos XVI y XVII se sol�a llamar _figones_ a los
que despu�s se llam� _figoneros_, dejando aquel nombre para sus
bodegones o fondines. Por un acuerdo de la Sala de Alcaldes pregonado a
18 de mayo de 1595, se mand� que se notifique �a los que guisan de
comer, que llaman _figones_� que no diesen de comer a las personas que
fuesen a sus casas, ni manjar blanco, ni tostadas, ni pastelillos, ni
otras cosas dulces. (Archivo Hist�rico Nacional. Libros de gobierno de
la Sala de Alcaldes, tomo II, fol. 47.)]

[Nota 248: Como advierte el se�or Bonilla, �el Infante don Pedro de
Portugal recorri�, no las _siete_, sino las _cuatro_ partidas del mundo.
As� lo dice el mismo t�tulo de la obra famosa donde se relatan sus
andanzas: _Libro del infante don Pedro de Portugal, que anduvo las
quatro partidas del Mundo_ (�arago�a, Juan Mill�n, 1570).� �Por qu�,
pues, dijo el vulgo ser _siete,_ y no _cuatro_, las tales _partidas?_
Probablemente, seg�n observ� en otro lugar, por contaminaci�n de esa
frase con el nombre de nuestro c�lebre c�digo _de las Siete Partidas_.]

[Nota 249: Estas palabras patentizan que a�n en el segundo tercio


del siglo XVII perduraba con su renombre, si bien llam�ndose _de la
Sevillana_, aquel c�lebre _mes�n del Sevillano_ que inmortaliz�
Cervantes haci�ndole lugar de la acci�n de _La Ilustre fregona_. V�anse
las noticias que acerca de esta posada di ha poco en el pr�logo de mi
edici�n cr�tica de la mencionada novela cervantina. (Madrid, 1917.)]

[Nota 250: _Por miedo que conspiren_, dir�amos hoy, omitiendo ese
_no_ que en realidad redunda, pero que anta�o se usaba con los verbos
que significan temor, como not� en diversos lugares del _Quijote_ (II,
80, 15; III. 59, 24; 144, 12; 217, 8; IV, 50, 1; 126, 15, etc.).]

[Nota 251: El se�or Bonilla puntu� as� este pasaje: �... a otras
diligencias, deste modo por sobornar....� En la edici�n pr�ncipe no hay
coma alguna despu�s de la que sigue a la voz _esgu�zaros_, hasta otra
que sigue a las palabras _contra m�_. Creo que el verdadero sentido
requiere esa coma donde la he puesto: dice el Cojuelo que regresar� por
Suiza _a otras diligencias deste modo,_ o sea, parecidas a la ya
indicada de hacer degollara los hermanos del Gran Turco.]

[Nota 252: _�Mearle la pajuela_--dice Covarrubias--; g�nero de


desaf�o que usan los ni�os vnos contra otros.� Correas, en su
_Vocabulario de refranes y frases proverbiales_, publicado por la
Academia Espa�ola en 1905, explica la frase de esta manera (p�g. 618
_b_): �Vsaban los muchachos luchar, y a las tres ca�das, el vencedor
_cog�a una pajuela_ del suelo _y la meaba_, y con ella daba por la boca
al vencido sin que lo viese, y de este modo le afrentaba, y as� en otras
cosas.� Pero tal frase tiene, adem�s del significado natural, otro
figurado, m�s usual, que defini� as� el _Diccionario_ de autoridades:
�Aventajarse, sobresalir y exceder a otro en la ejecuci�n de alguna
cosa�, y �ste, como nota el se�or Bonilla, �es el sentido de la frase en
el pasaje del _Cojuelo�._ E igualmente en los siguientes versos de Lope
(_Los novios de Hornachuelos_, acto III):

�E. REY. �Sois los novios mal contentos


que celebra este lugar?
Llegad. No, no teng�is miedo.

BERRUECO. Somos, se�or; pero sepa


que hay otros dos en el pueblo
que _nos mean la pajuela_,
pues somos los dos con ellos
paloma y palomo....�]
[Nota 253: Con esto de _la jerigonza cr�tica_ alude V�lez al
culteranismo; a la _culta latiniparla_, como llam� Quevedo al
vocabulario que usaron G�ngora y sus secuaces.]

[Nota 254: Arist�teles dec�a que la belleza es _una carta de favor_,


y do�a Isabel la Cat�lica, que �el hombre de buena cara lleva consigo
_carta de recomendaci�n_ para cualquier cosa que emprendiere�.]

[Nota 255: Claro que estos brindis eran _por las damas y los amigos_
de los que brindaban y no por los del Rey.]

[Nota 256: Dije en mi conferencia acerca de _El yantar de Alonso


Quijano el Bueno_ (Madrid, 1916), p�g. 32: �...Pero lo m�s usado era
acabar de comer con aceitunas�, de donde se dijo: _llegu�_, o _lleg� a
las aceitunas_, para significar que se lleg� tarde a alg�n convite o
reuni�n. El acabar de comer con este postre se menciona con frecuencia
en nuestros libros del buen tiempo: Don Antonio Hurtado de Mendoza, en
el _Entrem�s del Examinador micer Palomo_:

�VALIENTE. Yo he tenido quinientos desaf�os;


he hecho sobre el duelo dos comentos;
seiscientos antuviones he pegado
y he re�ido cien veces en ayunas.

MR. PALOMO. �Qu� fuera _al fenecer las aceitunas_...?�

Y por lo que hace al _palillo_, dije en la citada conferencia que �entre


los abuelos de nuestros tatarabuelos era el _palillo_ o mondadientes
obligado postre �ltimo de toda comida; tanto, que entre gente hidalga el
comer pod�a faltar, y aun faltaba, en efecto, muchas veces; pero el
_palillo_ no�.]

[Nota 257: En el _Quijote_ (II, 44), apenas se hubo partido Sancho


para su �nsula, �cuando don Quijote sinti� su _soledad_�, y de esta
_soledad_ dije en las notas de mi edici�n cr�tica de la inmortal novela
de Cervantes lo que, aunque �sta peque por harto extensa, voy a
transcribir: �Sinti�, no la _soledad en que_ le hab�a dejado Sancho,
como entendi� malamente Unamuno, sino la _soledad de �l;_ la _soledad
con que_ lo hab�a dejado; que aqu� _soledad_ no significa �falta de
compa��a�, sino �pesar que se siente por la ausencia de una persona, y
deseo de volverla a ver�. Esta _soledad_ es, ni m�s ni menos, la
_saudade_ portuguesa que en todo tiempo han pretendido imponernos los
que ignoraban que ac� la ten�amos castellana, tan rancia, a lo menos,
como la de nuestros vecinos. V�anse algunos ejemplos:

�De _sentir soledad_ de una persona o cosa, como en el lugar que anoto.
Rivadeneyra, _Flos sanctorum_, en la Ascensi�n del Se�or....� Los
ap�stoles tambi�n sent�an la huerfanidad de tal padre, _la soledad de
tal maestro_, de tal pastor y de tal capit�n, especialmente vi�ndose
entre tantos y tan crueles enemigos.� Lope de Vega, en el acto I de _El
Animal de Hungr�a:_

�TEODOSIA. Rezien casada, y venida


a Ungr�a de Ingalaterra,
_sent� soledad notable
de mi tierra_ en tierra agena.�

�Lo mismo _tener soledad de_. Un cantarcillo del siglo XV:


�Aldea donde nac�,
_soledad tengo de_ ti.��

En el cap�tulo cxxvij del libro primero de _Don Clarian de Landanis,_


fol. clxxxiiij: �_Teniendo_ [Gradamisa] gran _soledad_ de su buen amigo
don clarian, dio vn sospiro y dixo consigo....� Don Felipe II, en carta
escrita en Lisboa a 16 de abril de 1582 (Gachard, _Lettres de Philippe
II � ses filles....):_ �Y de lo que m�s _soledad he tenido es del cantar
de los ruise�ores,_ que oga�o no les he oydo, como esta casa es lexos
del campo.�

�Tambi�n se dec�a _hacer soledad_ una persona o cosa, en equivalencia de


apesadumbrar por su ausencia o falta. Santa Teresa, en carta a fray
Jer�nimo Graci�n (�vila, 10 de junio de 1579): ��Oh, qu� _soledad me
hace_, cada d�a m�s, para el alma estar tan lexos de vuestra
paternidad...!� En carta aut�grafa de _Margareta_ (do�a Margarita de
Austria) al rey don Felipe III (11 de octubre de 1599) dec�ale: �Se�or,
no puedo dejar describir a V. Md. para pasar con alg�n consuelo la
_soledat q me ase_, q con aber tan pocas horas q se fui V.M. me pari�e q
a mil a�os....�

�Muchos portugueses, y aun algunos espa�oles, verbigracia, don Adolfo de


Castro en su _Himno a una palabra_ (apud _Estudios pr�cticos de buen
decir y de arcanidades del habla espa�ola,_ C�diz, 1880, p�g. 293), han
querido y cre�do que nuestra _soledad_ no signifique enteramente lo que
la _saudade_ lusitana, o por lo menos, que sea mera traducci�n de �sta,
afirmaciones contra las cuales protest� nuestro espa�ol�simo Men�ndez y
Pelayo _(Or�genes de la Novela_, tomo I, p�g. CCXXI) en estas palabras:
_�Soledad,_ en el sentido de melancol�a que se siente por la ausencia de
una persona amada o por el recuerdo del bien perdido, es palabra tan
leg�timamente castellana como es portuguesa _saudade_; se ha usado en
todos los tiempos, da nombre a un g�nero especial de cantares andaluces,
y nuestro _Diccionario_ acad�mico consigna esta voz como de uso
corriente.� Y en las _Adiciones y rectificaciones_ del mismo tomo (p�g.
DXXVI) insert� la notable carta, ya publicada en la _Revue Hispanique_
(1901), en que don Juan de Silva, portugu�s de origen, sostuvo y
demostr� que nuestra _soledad_ expresa tanto y a�n m�s que la _saudade_
de nuestros vecinos.

��Se usa a�n hoy en tal acepci�n la palabra _soledad_? En Espa�a no


recuerdo haberla o�do; pero en Colombia todav�a llaman _soledades_ a los
pesares amorosos causados por la ausencia. V�ase una linda copla popular
de Casanare, publicada por fray Pedro Fabo del Coraz�n de Mar�a,
cult�simo agustino recoleto, en su interesante libro intitulado _Idiomas
y etnograf�a de la regi�n oriental de Colombia_ (Barcelona, 1911), p�g.
228:

�Empr�stame tus ojitos


para completar dos pares;
que con los m�os no puedo
llorar tantas _soledades_.�]

[Nota 258: Para el l�xico de la Academia, _quedarse como un


pajarito_ significa �morir con sosiego, sin hacer gestos ni ademanes.�
Sea eso; pero sea tambi�n _quedarse muy dormido_, como en este lugar del
texto, y as�, dije en las _Mil trescientas comparaciones populares
andaluzas_ (Sevilla, 1899), p�ginas 104 y 105: _�Se que� como un
pajarito...: Dormido,_ y m�s a menudo, _muerto_; del que se duerme
profundamente tambi�n se dice: _Se que� frito_ o _fritito_.�]

[Nota 259: Suplo un _las_ que falta en el texto original, por


omisi�n mec�nica de una de dos s�labas iguales e inmediatas.]

[Nota 260: Con lo de _Adanes del baratillo_ quiz� se referir�a V�lez


a alguna tienda de baratijas en que se vendiesen figurillas de barro, y
entre ellas la de nuestro primer padre.]

[Nota 261: �Alusi�n--como dice el se�or Bonilla--a unos zapatos de


cuero.� Eran famosos los cueros curtidos en Fregenal de la Sierra, por
lo cual, en una j�cara de Quevedo, refiri�ndose a _la penca_ o azote del
verdugo, dice Lampuga a la Perala:

�M�s me cuestas de pregones


y _suela de Fregenal_
que valen seis azotados
si los llegas a tasar.�]

[Nota 262: _De grana de polvo,_ es decir, te�ida con el polvo de los
gusanillos que llaman _grana_. Tambi�n dec�an, a secas, _te�ido,_ o
_te�ida, de polvo_. Entre los regalos que los padres trinitarios de la
Redenci�n de cautivos hicieron al Rey de Argel en 1591 figuraba �una
manta fra�ada de la marca maior _te�ida de polvo_, con su franxa de oro
y seda�, que hab�a costado 19.550 maraved�s. (Archivo Hist�rico
Nacional, Libros de la Orden Trinitaria, 121 _b_, fol. 50 vto.)]

[Nota 263: _Severo_, en su acepci�n de _grave, serio, mesurado_.]

[Nota 264: Dice de las comedias de este loco que _se las hab�an
apedreado como vi�as,_ recordando la frecuencia con que el pedrisco da�a
los vi�edos.]

[Nota 265: _Menalao_, por _Menelao_, no es errata; sol�an decirlo


as�, por asimilaci�n de vocales. Francisco Santos, en _Los Gigantones en
Madrid por de fuera_, apud _Obras en prosa y verso_..., tomo I, p�g.
396: _�A Menalao_, por aver entrado en su casa Paris....�]

[Nota 266: La _Casa del Nuncio_ llamaban al hospital de dementes de


Toledo, porque lo fund�, a fines del siglo XV, mi nuncio apost�lico
llamado don Francisco Ortiz. Tambi�n sol�an llamarlo _el Nuncio_, a
secas, y por las celdas o jaulas en que se encerraba a los locos
furiosos, _los alberguillos de Toledo_.]

[Nota 267: _Cual tenga la salud_, es decir, _mal_. Era corriente


esta comparaci�n imprecatoria. V�ase alg�n ejemplo. Lope de Vega, en el
acto II de _El Caballero de Illescas_:

�ROBERTO ...Y tengo gracia en hacer


versos, que canto a un la�d.

JUAN. _Cual teng�is vos la salud_


todo eso debe ser.�]

[Nota 268: Parece que debiera decir: _fu� tal_....]

[Nota 269: En mis notas al _Quijote_ (VIII, 56, 10) expliqu� por qu�
debe escribirse _�Cierra, Espa�a!_, y no _�Cierra Espa�a!_, como
generalmente se estampa y se dice. _Espa�a_ en esta locuci�n es un
vocativo, y exclamar _�Cierra, Espa�a!_ equivale a exclamar: _�Espa�a,
cierra_, o _faja, con los enemigos_!]

[Nota 270: Exaltarse los poetas hasta el punto de tomar sus


imaginaciones por realidades y parecer locos, nunca fu� cosa harto rara:
ya dec�a de Horacio su siervo: _�Aut insanit homo, aut versas facit_.�
Ni fu� raro tampoco el exagerarlo festivamente nuestros escritores.
P�rez de Montalv�n, en la jorn. I de _No hay vida como la honra_.

�TRIST�N. Se�or, mi amo es poeta


y los tales, cuando escriben,
mudan m�s de cuatrocientas
caras en una hora sola;
porque, si es de cosa tierna,
se retozan ellos mismos,
se miman y se gorjean;
si de guerras se ensayonan,
se encolerizan y emperran
de manera, que tal vez,
llevados de aquella idea,
encasquetando el sombrero,
al primero con que encuentran,
como si fuera de Holanda,
de Francia o Inglaaterra,
diciendo: ��Santiago, a ellos!
��Cierra, Espa�a! �Todos mueran!�,
le dan dos o tres pu�adas,
o le quiebran la cabeza.�]

[Nota 271: _El basilisco de Malta_ debi� de ser, como conjetura el


se�or Bonilla, nombre vulgar de una pieza de artiller�a que tuviese la
Orden de San Juan en la isla de Malta.]

[Nota 272: _Alojaron_, refiri�ndose a _compa��a,_ que, como _gente,


manada_, y los dem�s nombres colectivos, puede concertar, por silepsis,
con un adjetivo o verbo en plural, cuando concurren los dos requisitos
que menciona Bello en el �818 de su _Gram�tica,_ anotada por Cuervo
(p�g. 215 de la edici�n de 1908).]

[Nota 273: Por _legumbre_ ha de entenderse aqu�, aunque


impropiamente, cosas arrojadizas de huerta, como tronchos, pepinos,
nabos, etc. Las comedias de Cervantes--�l lo dice--�se recitaron sin que
se les ofreciese ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza�. Y con
lo de _edificio_ alude V�lez, como supone el se�or Bonilla, a _cascote_
o _escombros_.]

[Nota 274: _A pleito de tenuta_, o sea a pieza de autos judiciales


tan abultada como sol�an ser las en que se trataba de la tenuta o
posesi�n provisional de las rentas y frutos de un mayorazgo en litigio.]

[Nota 275: Puigblanch, en sus _Op�sculos gram�tico-sat�ricos_ (tomo


1, p�g. 30), sostiene fundadamente que, contra lo que creyeron muchos
autores, el _Paladi�n_ no fu� el caballo de Troya, sino una peque�a
imagen de la diosa Palas.]

[Nota 276: �_Armado de punta en blanco_ quiere decir armado de pies


a cabeza, con todas las piezas de un arn�s, y las dem�s armas defensivas
y ofensivas, desnudas, a punto y guisa de acometer y pelear.� (Correas,
_Vocabulario de refranes_..., p�gina 31 _a_).]
[Nota 277: El socorrido expediente de hacer de pasta las due�as que
faltaran para completar el n�mero de once mil parece reminiscencia de lo
que cuenta Cervantes (_Quijote,_ II, 48) de aquella se�ora �de quien se
dice que ten�a dos due�as de bulto con sus antojos y almohadillas al
cabo de su estrado, como que estaban labrando, y tanto le serv�an para
la autoridad de la sala aquellas estatuas como las due�as verdaderas�.]

[Nota 278: Tambi�n Quevedo llam� _sabandijas_ a las due�as, pues


hizo decir a una del gremio (Musa VI):

�Fu� Dios servido despu�s


de que yo me convirtiese
en _sabandija_ tocada,
en un lechuzo de _r�quiem.�_

En ranas dijo el mismo autor, en _Las Zahurdas de Plut�n,_ haberlas


visto convertidas: �As� supe como las due�as de ac� son ranas del
infierno, que eternamente como ranas est�n hablando, sin ton y sin son,
h�medas y en cieno, y son propiamente ranas infernales; porque las
due�as ni son carne ni pescado, como ellas. Diome grande risa el verlas
convertidas en _sabandijas_ tan pierniabiertas....�]

[Nota 279: _Oyones_, dicho en tono festivo por _oyentes_.]

[Nota 280: _Saber_, o _entender, poco de filis_, frase que falta en


el _Diccionario_, significa no ser capaz de ciertas delicadezas o
finuras. Calder�n, en la jorn. II de _Gu�rdate del agua mansa_:

�D. TORIBIO. Pues de mi cuidado


�en qu� estriban los desvelos?

EUGENIA. Pregunt�dselo a los cielos,


a los astros y a los hados,
que no inclinan mi albedr�o.

D. TORIBIO. Pues en algo est� el busilis.

EUGENIA. En que vos no ten�is _filis_


para ser esposo m�o.�

Picado don Toribio por esta expresi�n, aun sin entenderla, dice poco
despu�s a don Alonso:

�Y para que se averig�e


si los hombres como yo
tienen o no tienen _filis_,
por no obligarme a retarla
en extranjeros pa�ses,
haced que me compren luego
cuantos _filis_ sean vendibles,
y cuesten lo que costaren.�]

[Nota 281: Por analog�a con las _encamisadas_ a que se refieren los
diccionarios, llama V�lez _encamisada_ a los sujetos que acudieron a las
alarmantes voces del Poeta; bien que si los m�s de ellos estaban �hechos
Adanes del baratillo, poniendo las manos donde hab�an de estar las hojas
de higuera�, m�s pod�a llamarse _descamisada_ que _encamisada_ a su
junta o reuni�n.]
[Nota 282: _Mediar el caso_, como _mediar la causa_ (_Quijote_, I,
46), y _m�diese la partida_ (II, 26).]

[Nota 283: Se refiere a un ejemplar de alguna de las diversas


ediciones que antes de mediar el siglo XVII se hab�an hecho del _Arte
po�tica espa�ola_ de Diego Garc�a Rengifo, publicada a nombre de Juan
D�az Rengifo, y cuya edici�n pr�ncipe es de Salamanca, Miguel Serrano de
Vargas, 1592.]

[Nota 284: �_Omenaje_ tanto quier dezir--seg�n la ley V, t�tulo XXV


de la partida IV--como tornarse ome de otro, e fazerse suyo por darle
seguran�a sobre la cosa que prometiere de dar o de facer, que la
cumpla.� Se hac�a _pleito homenaje_ metiendo la mano derecha, o las dos
manos, entre las del que lo recib�a, y jurando hasta tres veces cumplir
aquello a que se obligaba. V�ase, por ejemplo, un pleito homenaje tan
ecijano como el mismo V�lez de Guevara y como el gran poeta Garci
S�nchez de Badajoz, en manos de cuyo padre se hizo. En �cija, a 20 de
marzo de 1475, ante el escribano Alf�n de Aguilar, estando ayuntados en
la casa del cabildo los honrados se�ores concejo, asistente, alcaldes,
alguaciles, regidores, jurados y caballeros, y presente el comisario
Francisco Velasco, en nombre y con poderes de �la muy alta y muy
esclarecida Princesa, Reyna e se�ora nuestra se�ora la Reyna do�a
Isauel�, habiendo recibido del concejo y el asistente �la fidelidad,
juramento e omenaje que eran tenudos de fazer a la dicha se�ora Reyna
como primogenita heredera destos Reynos de Castilla y de Leon, e al muy
alto e esclarecido principe don Fernando su legitimo marido, luego el
dicho Comisario en el dicho nombre e por virtud de los dichos poderes
dixo que juraba e jur� por el nombre de Dios e de Santa Mar�a e por las
palabras de los santos evangelios e por la se�al de la Cruz, en que puso
su mano derecha, e fizo pleito omenage en manos de Fernan Sanchez de
Badajoz, cauallero fijodalgo, una, dos e tres veces segun fuero e
costumbre de Espa�a, so cargo del qual prometi� e jur� en el �nima e
persona de la dicha se�ora Reyna de confirmar e guardar los privilegios
e buenos usos e costumbres e ordenanzas, esenciones e libertades desta
cibdad....� (Archivo Municipal de �cija).]

[Nota 285: Esto se cuenta de los Siete Durmientes, de quienes ya


trat� en nota del tranco II (59, 16)[182]. P�rez de Montalv�n, en la
jornada I de _Santo Domingo en Soriano_, se hizo eco de la vulgar
conseja:

�CHOCOLATE. Si a la venganza saliesen


quantos ay en Sor�ano,
y lloviera Dios valientes,
con solo un dedo me�ique,
sin mover essotros nueve,
los arrojara tan altos,
_que quando a baxar bolviessen,
hallassen otra moneda,
como los Siete Durmientes_.�]

[Nota 286: Asemej�ndolos a los censos, V�lez llama _g��spedes al


quitar_ a los hospedados en el mes�n, porque al ausentarse, dejaban de
ser hu�spedes, y _g��sped de por vida_ al mesonero, porque lo hab�a de
ser hasta su muerte. En este pasaje pudo echar de ver don Antonio de
Valbuena que, contra lo que, sin duda ofuscado, defendi� en alg�n
peri�dico, _hu�sped,_ como _hospes_ latino, significa, y as� lo advierte
Covarrubias, tanto el forastero que viene a nuestra casa, o a nuestro
pueblo, como el mesonero o el que tiene casa de posadas. En el cap. LIX
de la segunda parte del _Quijote_ ocurren juntas, como en el texto que
anoto, las dos acepciones de esta voz: ��Por Dios--respondi� el
_hu�sped_ (el hospedador)--que es gentil relente el que mi _hu�sped_ (el
hospedado) tiene!�

El decir _al quitar_ de cosas extra�as a los censos no fu� original de


V�lez de Guevara: ya se le�a en el _Romancero general_ (fol. 257 vto.):

�Teneys vn custodio falso,


vn Argos astuto artero,
m�s velador que velado,
_novio al quitar, como censo_.�

Y en Tirso de Molina, acto II, de _La Villana de la Sagra_:

�CARRASCO. No hay tal pariente en el mundo


como el dinero en la mano;
�ste es pariente de veras;
que lo dem�s es quimeras:
�l es padre, primo, hermano.

D. Luis. Carrasco, lo propio pienso


que se usa en cualquier lugar.

CARRASCO. _Hay parientes al quitar_,


_que son de casta de censo_.�]

[Nota 287: En cuanto a la voz _saudade_, v�ase lo dicho acerca de


_soledad_ en nota del tranco IV (95, 4)[257]. Aqu� se ocurri� a V�lez usar
el vocablo portugu�s, corriente en Espa�a; pero lo mismo pudo decir
_soledad_.]

[Nota 288: El refr�n dice: _De amigo a amigo, chinche en el ojo_, y


ense�a que no es discreto confiar en todos los que se nos venden por
amigos. En lugar de _chinche_, algunos dijeron _chiz_ (significando
_agraz_), y otros, _chincha, china, chinilla_ o _chineuela, chispa,
chispe_, etc. _Sangre_ dice el l�xico de la Academia.]

[Nota 289: _Galanter�a,_ en la acepci�n de _broma_ o _chanza_, no


registrada en los diccionarios.]

[Nota 290: Parece faltar un _por: y por la amistad_....]

[Nota 291: Algunos editores corrigieron: _�c�mo te ha ido_...? por


no parar mientes en que el plural del texto es de frecuente uso popular:
_�C�mo andamos_?, decimos al preguntar a uno por su salud.]

[Nota 292: No hay monta��s que no se tenga por hidalgo: �Monta��s,


hidalgo es�, dice un refr�n, que yo supongo inventado por ellos.]

[Nota 293: Se refiere a la Valtetina, comarca situada entre el lago


de Como y el Adda.]

[Nota 294: En la edici�n pr�ncipe hay coma despu�s de la palabra


_infierno_, y tambi�n despu�s de _Indias_ en el reclamo del folio 49
recto, si bien a la vuelta se omiti�. El se�or Bonilla punt�a as�: �...
y este es el juro de heredad que m�s seguro tenemos en el infierno;
despu�s, de las Indias fu� a Venecia...�; pero como no ha dicho que
fuese a las Indias, sino a Suiza, muy cercana a Italia y a la Valtelina,
que era italiana, col�gese que a tal puntuaci�n es preferible la m�a,
aun siendo m�a, m�xime cuando con ella es clar�simo el sentido del
pasaje. Y dijo el Diablillo que los suizos y valtelinos eran el mejor
juro de heredad del infierno, _despu�s de las Indias_, porque �stas no
pod�an dejar de ser campo fertil�simo para aqu�l, por lo mal que los que
iban all� sol�an cumplir con sus conciencias. Cabalmente por eso, en el
tranco VIII, dice el Cojuelo, estando en Sevilla: �... y me hallo en este
lugar muy bien, porque alcanzan a �l las conciencias de Indias�.]

[Nota 295: _Clar�simo_--dice el _Diccionario_ de autoridades--�es


tambi�n renombre y t�tulo honor�fico con que en algunas rep�blicas, y
especialmente en la de Venecia, se distinguen algunas familias o sujetos
de conocida nobleza�.]

[Nota 296: _Hablar en_, como en el tranco II, donde qued� nota (50,
5)[165].]

[Nota 297: Refi�rese a don Pedro Gir�n; a aquel a quien, como dijo
Quevedo en un soneto admirable, _falt� su patria_, y de quien escribi�
Lope de Vega, celebrando su vuelta de Italia (_Vega del Parnaso_, parte
I):

�T� solo, claro pr�ncipe de Osuna,


de las armas de Espa�a en pie tuviste
la ofendida opini�n, y a los gigantes
contrarios a su pr�spera fortuna,
J�piter espa�ol, castigo diste,
y en sus aguas gimieron arrogantes....�]

[Nota 298: Entre tantos extranjeros como ven�an a Espa�a con la


golosa determinaci�n de catar la miel indiana de que habl� en nota del
tranco II (46, 8)[151], los genoveses fueron las m�s escondedoras urracas
de nuestro dinero, por lo cual dijo Quevedo de �l en una de sus
letrillas:

�Nace en las Indias honrado,


donde el mundo le acompa�a;
viene a morir en Espa�a,
_y es en G�nova enterrado_.�]

[Nota 299: _Golfo lanzado_, ablativo absoluto, o _de golfo_, o _a


golfo lanzado_, modo adverbial, son frases italianas, muy corrientes en
Espa�a en otro tiempo, por nuestra continua comunicaci�n con Italia.
�_Navigare, o Andare a golfo lanciato, vale Navigare per linea retta, a
dirittura; contrario di Costeggiare.� (Vocabolario degli Accademici
della Crusca_, 4.� ed., Firenze, [Link].)]

[Nota 300: Los que ven�an a Espa�a desde G�nova sol�an desembarcar
_en Vinaroz_. As� aquel supuesto conde italiano de Tirso de Molina, en
el acto II de _La Huerta de Juan Fern�ndez_:

TOM�S. De G�nova me sac�


la capitana o sargenta....
Desembarqu� en _Vino-arroz_....

D.� PETRONILA. _Vinaroz_ se llama.]

[Nota 301: _Oviar_, que es _obviar_, escrito como generalmente se


pronuncia: el grupo _bv_ es poco acomodado para labios espa�oles.]

[Nota 302: _Anduluc�a,_ por asimilaci�n de vocales, como _purtugu�s,


munumento, resuluci�n_, etc.]

[Nota 303: �La copla �ntegra--nota Bonilla--se lee al final del


_Entrem�s y baile del Invierno y el Verano_, de Benavente:

_�Tendr� el invierno en Sevilla


y el veranito en Granada_,
en Motril la ca�a dulce
y en M�laga la patata.�]

[Nota 304: En la edici�n pr�ncipe, _de Durazut�n._ T�ngolo por


yerro, pues _de Dara�ut�n_ la llama el _Reportarlo de todos los caminos
de Espa�a_ ... de Juan Villuga (Medina del Campo, Pedro de Castro,
[Link]), en el itinerario de Toledo a C�rdoba; y aun llam�ndola en
otro _venta dalaru�atan_, se echa de ver que es errata, por _de
dara�utan_ o _de lara�ut�n;_ que tambi�n pudieron llamarla as�,
convertida la _d_ en _l_, como en _lucho_ por _ducho, litado_ por
_ditado_, etc.]

[Nota 305: P�rez y Gonz�lez llam� la atenci�n acerca del evidente


yerro que hay en el se�alamiento de esta distancia. En efecto, seg�n el
citado _Reportario_, de Toledo a C�rdoba hay veintinueve leguas y media,
que empiezan a contarse as�:

�a las ventas de diezma ii. m.


a horgaz ij. y media.
a yuenes j.
a la venta guadalerce ij.
a la venta dara�utan ij.�

Son, pues, _diez leguas_, y no las _veintid�s o veintitr�s_ que, quiz�s


por andaluzada, dijo el Cojuelo. Por andaluzada, si no se lo hizo decir
el cajista, porque es de notar que en la edici�n pr�ncipe el n�mero de
leguas est� en guarismo, y no habr�a sido dif�cil leer _22_ � _23_ donde
V�lez hubiese escrito confusamente _12_ � _13_.]

[Nota 306: Sabid�simo es que se llama _portante_ aquel paso de las


caballer�as en que mueven a un tiempo la mano y el pie del mismo lado.
Por extensi�n se dice del paso ligero de las personas.]

[Nota 307: _De si mismos_, porque ning�n arco los hab�a lanzado al
aire, y, con todo, salieron r�pidos como saetas.]

[Nota 308: _Salmorejo_--dice Covarrubias--es �vn cierto g�nero de


salsa o escabeche con que suelen adere�arse los conejos, ech�ndoles
pimienta, sal y vinagre, y otras especies.�]

[Nota 309: _Lo de las adherencias e incidencias_ es frase escribanil


que sol�a usarse en las escrituras de poder, expresando que �ste se daba
no s�lo para lo principal que era su objeto, sino tambi�n para sus
_adherencias e incidencias_, o _para todo lo incidente y dependiente_, o
_para todas sus anexidades y conexidades_; que de estas y aun de otras
maneras se dec�a.]

[Nota 310: �_ir el nauio a or�a_ es--dice Covarrubias--ir recostado


a vn lado para poder tomar el viento que no le viene derecho y assi se
pone la vela diferentemente.� De aqu�, en sentido figurado, _tener a
orza la testa_, significa, como dice el se�or Bonilla, _tenerla
inclinada_.]

[Nota 311: _Zorra_ es uno de los nombres familiares de la


_borrachera_, de donde, como registra Oudin en su _Tresor_, se dijo
_estar hecho zorra, estre yure_, y _ca�ar vna zorra, s'enyurer. Tan
zorra,_ pues, es el�ptico, por _tan hecho zorra_.]

[Nota 312: De llamarse _costados_, refiri�ndose a una persona, a las


l�neas de sus abuelos paternos y maternos (_noble por todos cuatro
costados_, etc.), vino a significar por extensi�n _de todo en todo,
enteramente_.]

[Nota 313: _Con quien vengo, vengo_ es m�xima que indica que cada
cual debe seguir el partido de aquel a quien acompa�a, auxili�ndole en
cualquier peligro. Calder�n tiene una comedia con tal frase por t�tulo,
y a cuyo final don Juan, _por venir con quien viene_, llega a re�ir con
su mismo padre, admirado de lo cual el gobernador de Verona, dice
Vrsino:

�A aquesto obliga el honor


de quien a campa�a sale
con otro; que este es precepto
de la ley del duelo.�

El mismo autor en la jorn. II de _Cada uno para si_:

�D. F�LIX ...Pero s� s�, pues que s�


que la ley del duelo dijo
que yo _con quien vengo, vengo_
y as�, a don Enrique sigo.�]

[Nota 314: Sobre estas virtudes curativas que se atribuyeron


respectivamente a los reyes de Francia y a los de Espa�a, debe leerse
una de las _Cartas eruditas y curiosas_ del padre Feijo�, la XXV del
tomo I. �Es hecho constante--dice en ella, y advi�rtase que la escrib�a
aun no mediado el siglo XVIII--que a la Corte de Francia concurre de
varias partes gran n�mero de los que padecen la enfermedad dicha
[lamparones], y que anualmente, el d�a de Pentecost�s, el Rey
Christian�ssimo, haviendose confessado y comulgado en el convento de San
Francisco, los toca a todos en la frente, puesta la mano en forma de
Cruz, pronunciando aquellas palabras: _Rex tangitte, Deus sanat te, in
nomine Patris, & Filij & Spiritus Sancti_. En unos autores he le�do
_sanat_, en otros _sanet_.� Y en cuanto a nuestros reyes: �Sepa m�s v.
mrd. que el mismo Gaspar de los Reyes cita no menos que doze autores que
afirman que los Reyes de Hespa�a gozan la admirable prerogativa de
expeler los Demonios de los cuerpos de los Energ�menos; y esto, sin m�s
diligencia que ponerse en presencia de ellos.� Feijo� dice claramente
que no cre�a en tales virtudes curativas de los monarcas de all� ni de
los de ac�, y, en efecto, o esa virtud se ha perdido, o, lo que es m�s
probable, no la hubo nunca.]

[Nota 315: _Falso_ parece dicho aqu� en una acepci�n que no


registran los diccionarios. Quiere decir que los extranjeros se sonre�an
disimuladamente.]

[Nota 316: �_Tomar la mano_ se dize--seg�n Covarrubias--el que se


adelanta a los dem�s para hazer alg�n razonamiento.� _Quijote,_ I, 29:
�... y aunque luego quisiera el Cura consolarla y aconsejarla, _tom�_
primero _la mano_ Cardenio, diciendo....�]

[Nota 317: _Con su Majestad_, el�ptico: _comparados con su Majestad_


ha de entenderse.]

[Nota 318: Este derramar juncia y poleo ensalzando hasta las nubes
el poder de Espa�a era muy del tiempo de Luis V�lez de Guevara. Quevedo,
en la rese�a de una fiesta de toros (Musa VI):

�Iba el Rey nuestro se�or


con su talle y con su cara
repitiendo hasta el Hermoso
los Filipes de su casta.
Lleva el Segundo en el seso,
lleva el Tercero en el alma,
y en el Cuarto lleva el Quinto,
en victorias que le aguardan.
Dije (no s� si lo oy�):
�Glorioso Le�n de Espa�a,
no tienes para un pellizco
en cien mil fardos de Holandas.
Si en Italia los franceses
ya volvieron las espaldas
a los graznidos de un ganso,
�d�nde parar�n si bramas?�]

[Nota 319: Las injurias que profieren el Franc�s y el Italiano,


aunque espa�olizadas un tanto, se entienden f�cilmente: _bugre (bougre)_
significa _sodomita; coqu�n, bergante, belitre; forfante (furfante),
brib�n;_ pero �y _nitesgut?_ �Aqu� de los diccionarios y de las
conjeturas eruditas! Para el se�or Bonilla, en sus notas a la edici�n de
1902, _Nitesgut_ era �vocablo que procede de la corrupci�n del alem�n
_Nichtsgut_, compuesto de _nicht--_nada, y _gut_ = bueno�. P�rez y
Gonz�lez observ�, con su discreci�n acostumbrada, lo uno, que
_��Nitesgut!--_o como sea--es una frase ofensiva que V�lez de Guevara
pone en boca de un ingl�s para insultar, seria y airadamente, a su
contradictor�; y lo otro, que �no parece propio que, insultando al
espa�olizado diablillo el franc�s en franc�s y el italiano en italiano,
tuviera el ingl�s que recurrir a _inventar_ dicterios alemanes, como si
en su idioma no los hubiera; ni resulta natural que despu�s de llamarlo
el franc�s _p�caro y sodomita_, y el italiano, _traidor o jud�o y
brib�n,_ el ingl�s se contentara con decirle: _�Nada bueno espa�ol!,_
porque esto, despu�s de aquellos improperios, m�s que para encolerizar a
don Cleof�s y al diablo y sacarlos de sus casillas, hubiera servido, por
el contraste, para hacerlos destornillar de risa�. Hasta aqu� iba bien y
rebi�n mi antiguo camarada y querid�simo amigo Felipe P�rez; pero, por
no ser menos que su comentado comentador, quiso, como �l, echar su
cuarto a filolog�as, y crey� sacar en claro que pues _nitty_ significa
en castellano _lleno de liendres_, y _goose_ (l�ase _gus) mentecato,
�niti gus_ bien pudo convertirse, por obra y gracia del cajista, en ese
_nitesgut_ incomprensible�. �ltimamente, al volver al asunto el se�or
Bonilla en la edici�n de 1910, abandona su alem�n de anta�o y conjetura
que _nitesgut �puede ser_ un vocablo compuesto de _naughty_ = revoltoso,
malvado, y _guest_--hu�sped, palabras ambas--a�ade--que vienen de
perilla al Cojuelo, y que V�lez junt�, escribi�ndolas sin ortograf�a y
atendiendo principalmente al sonido _(noti-guest)�._

No entrar� yo por terreno donde es tan f�cil desbarrar como revolver


diversos diccionarios de lenguas que no se conocen, o, lo que suele ser
peor, no se conocen bien; pero s� dir�, abriendo camino para otros, que
no me parece muy seguro que _nitesgut_, aun puesto en boca de un ingl�s,
sea locuci�n inglesa, porque mientras que Castillo Sol�rzano la hace
decir a _un gabacho,_ Lope la atribuye a _un tudesco_, por cierto
pronunci�ndola _ni te gote_. V�anse los textos a que aludo, el primero,
de un romance a una mujer roma (apud _Donayres del Parnaso. Segunda
parte_, Madrid, Diego Flamenco, 1625, fol. 26):

�Si te condenas, bien puedes


fiar tu romanitud
de Lucifer, que ha de hazerte
entre demonios Monsiur.
Y dir�s mascando brasas
(siendo palo de su flux)
_tan bien como el m�s gauacho,
�nitifiston, nites gut._�

Y Lope, en el acto II de _El Caballero del Sacramento_:

�CRISP�N. Mucho encubren los vestidos;


mas si me llegan a hablar
�pardiez que yo quedo fresco!
Que s�lo s� _de tudesco_
esto que llaman _brindar_
y el tener donde me quepa;
porque _brindis y caraus_,
_Deo gloria et santis laus,_
no hay ni�o que no lo sepa.
Como me traten de vino,
dir� _�trinque, non denece_�,
_y �ni te gote fortece_�,
y pasar� mi camino.
Y si en alguna ocasi�n,
tales el tiempo las fragua,
me convidaren con agua....

Luis. �Qu� dir�s?

CRISP�N. _�Niti fiston.�_

Con todo esto, V�lez, a no dudar, ten�a por inglesa la injuriosa


expresi�n _nitesgut_ o _nitis gut_, pues alter�ndola festivamente, la
hab�a empleado como tal muchos a�os antes de escribir su novela, en un
soneto que compuso _cuando le nombraron portero del de Gales_ (1623),
soneto que descubr� en el Ms. 3796 de la Bibliota Nacional y publiqu� en
1908 en la _Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos_, con otras
poes�as autobiogr�ficas del mismo autor. Dice el �ltimo terceto:

�No tengo a _nitis brut_ por buen lenguaje;


s�queme Dios desta empanada _inglesa_,
y deme para Espa�a buen viaje.�]

[Nota 320: Alude el autor sat�ricamente a los h�bitos sodom�ticos,


anta�o muy extendidos en Italia, por lo cual, en 1578, hab�a dicho
Vicente Espinel en su _S�tira contra las damas de Sevilla_, despu�s de
pintar muy al vivo a un mozuelo melifluo y alcorzado:

�Todo el negocio va _por lo de Italia_.


�Volved, oh juventud b�rbara y ciega,
a aquel antiguo ser de la Vandalia!�

A la cuenta, don Pedro Francisco Lanini recordaba este pasaje de _El


Diablo Cojuelo_ cuando, al tratar de los disciplinantes en el _Entrem�s
de la Tataratera_, hace decir a dos de sus interlocutores:

�ITALIANO. En la Italia no azotamo


en la ant�fona.

COSME. _Es que pagan_


_por donde pecan_.�]

[Nota 321: Toda esta reyerta con unos extranjeros es, como advirti�
P�rez y Gonz�lez, reminiscencia e imitaci�n de un pasaje quevediano de
_La Hora de todos y la Fortuna con seso_: �Ven�an tres franceses por las
monta�as de Vizcaya a Espa�a, el uno con un carretoncillo de amolar
tijeras y cuchillos por babador, el otro con dos corcovas de fuelles y
ratoneras, y el tercero con un caj�n de peines y alfileres. Top�los en
lo m�s agrio de una cuesta descansando un espa�ol que pasaba a Francia a
pie, con su capa al hombro. Sent�ronse a descansar a la sombra de unos
�rboles: trabaron conversaci�n.� Departen largamente, y en la pl�tica
sale a relucir el sanar de lamparones el Rey de Francia, y al cabo los
cogi� _la hora_ y desatinando la c�lera al espa�ol, dijo: �Los demonios
me est�n retentando de mataros a pu�aladas, y abernardarme, y hacer
Roncesvalles estos montes. Los _bugres_, vi�ndole demudado y col�rico,
se levantaron con un zurrido _monsiur_, hablando galalones, pronunciando
el _mon di�_ en tropa, y la palabra _coquin_�. Y enr�dase gran batahola,
hasta que unos pasajeros los desparten y se llevan al espa�ol a las
ancas de una mula.]

[Nota 322: De _Peralbillo_ o _Peroalbillo_, lugar cercano a Ciudad


Real en donde la Santa Hermandad ajusticiaba, asaete�ndolos, a los
malhechores, dijo Pedro de Medina en su _Libro de grandezas y cosas
memorables de Espa�a_ (Sevilla, [Link], fol. lxxxiij): �Saliendo yo
desta ciudad para Toro, vi junto al camino en ciertas partes hombres
asaetados en mucha cantidad, mayormente en vn lugar que se dize
Peraluillo, y m�s adelante en vn cerro alto a donde est� el arca, que es
vn edificio en que se echan los huesos destos asaetados despu�s que se
caen de los palos....� Por esto �ltimo llama V�lez _cecinas_ a tales
despojos humanos, a�adiendo de _Gestas_, en recuerdo del Mal Ladr�n.]

[Nota 323: _Bohemio_, seg�n el _Diccionario_ de autoridades, era


�especie de ropa o capa peque�a al modo de capotillo, que pudo traher su
nombre de la provincia de Boemia�. Franciosini, en su _Vocabulario
espa�ol e italiano_, hab�a dicho de esta prenda: �un _mantelleto
cortissimo, che in Ispagna soglion portar le donne quando vanno di
fuora_.�]

[Nota 324: Era el _chap�n_--seg�n Covarrubias--�calcado d� las


mugeres, con tres o quatro corchos: y algunas ay que llevan treze por
dozena....� Dice V�lez _con plata_, porque acostumbraban poner a los
chapines virillas de plata, tan anchas a las veces como indic� Tirso en
el acto I de _La Huerta de Juan Fern�ndez:_

�TOMASA ...No gastara la mulata


manto fino de Sevilla,
_ni cubriera la virilla
el medio chap�n, de plata_....�
Y lleg� a ser tan general lo de las _virillas de plata_, que los ten�an
con tal adorno hasta las cortesanas de medio pelo. Quevedo pinta con
chapines de esta clase a una cortesana ociosa (Musa VI):

�A la jineta sentada
sobre un bajo taburete,
con su avantalillo blanco
y su vestidillo verde,
en valoncilla redonda
y perlas con brazaletes,
con apretador de vidro
y rizas entrambas sienes,
con herraduras de plata
y faldell�n de ribetes....�

Los chapines se pon�an sobre los zapatos; pero, pues yendo las
comediantas en sus jamugas, no los hab�an de llevar puestos, llev�banlos
_colgando de los respaldares_, como dice el autor.]

[Nota 325: Refi�rese a los cuellos que llamaron _valonas_. Los


llevaban estos comediantes en los sombreros, para no ajarlos ni
ensuciarlos por el camino.]

[Nota 326: Dice festivamente _ciclones de estribos,_ para indicar


que llevaban uno, y no dos. _�Cicl�n_--Dice Oudin en su _Tresor--vn qui
n'a qu'vn testicule, que nous disons leger d'vn grain.�_]

[Nota 327: As�, _le sirven_, en la edici�n original. El se�or


Bonilla a�adi� entre corchetes la _s_ que gramaticalmente falta; yo no,
porque m�s bien que a supresi�n mec�nica de una de dos letras iguales e
inmediatas, hubo de deberse esta omisi�n a emplear el _le_ como dativo
de plural, fen�meno sobre el cual, anotando el _Quijote_, llam� la
atenci�n m�s de una vez (II, 217, 6; III, 106, I; VII, 329, II, y VIII,
67, 3).]

[Nota 328: _Representantas_, como lo dijo Lope en el ep�grafe de uno


de sus sonetos, mal que pese a los feministas de hoy, que quieren que se
diga _la consejero, la catedr�tico y_ aun la _maestro_. Cervantes dec�a
_preguntanta (Quijote,_ II, 62).]

[Nota 329: _Recalcado_, como adverbio: _recalcadamente_. Otro autor,


no recuerdo cu�l (quiz�s Quevedo), llam� _hablar jeringado_ al hablar
as�, y est� muy propiamente dicho, porque denota bien que salen las
palabras premiosamente alquitaradas y como empujadas por el �mbolo de
una jeringa. _Recalcado_ y _jeringado_, lo mismo que en otras calendas,
siguen hablando hoy los malos c�micos, dentro y fuera del teatro.]

[Nota 330: Los escritores de la �ltima moda _(dernier cri_, suelen


decir ellos) omitir�an hoy la preposici�n y escribir�an galicadamente:
�... _que hab�an robado Lisboa, asombrado C�rdoba y escandalizado
Sevilla_, y que _hab�an de despoblar Madrid_....� Y es lo peor que, como
todo se pega, menos lo bonito, hasta peri�dicos que siempre blasonaron
de escribir a lo castizo han entrado por la p�sima costumbre de
prescindir de esa preposici�n en tales casos.]

[Nota 331: Probablemente ser�a persona de carne y hueso este


_tundidor de �cija,_ poeta a ratos. A vivir todav�a mi buen amigo
ecijano don Manuel Ostos y Ostos, �l, con aquella grande afici�n que
siempre tuvo a la historia de su ciudad, buscar�a y rebuscar�a, hasta
hallar noticias de este autor de loas mencionado por su ilustre paisano
Luis V�lez de Guevara.]

[Nota 332: _Severo_, en la acepci�n de _grave, serio, mesurado_,


como y indiqu� en otro lugar (99, 8)[263].]

[Nota 333: Este verso, que en la edici�n original est� impreso a


rengl�n tirado, como prosa, es del conocid�simo romance de Ner�n:

�Mira Nero de Tarpeya


a Roma c�mo se ard�a;
gritos dan ni�os e viejos,
_y �l de nada se dol�a.�_]

[Nota 334: _Perdigado_ es, ciertamente, como dice el se�or Bonilla


con Covarrubias, �el que est� se�alado para hacer alguna justicia del�.
Pero, siendo eso, es tambi�n algo m�s: pru�balo el no convenir al
_perdigado_ del texto la definici�n del _Tesoro. Perdigarse_ es,
figuradamente, �disponerse a hacer bueno o malo�, como dice Correas en
su _Vocabulario de refranes_ ...� p�gina 601 _a_, y _perdigar_, seg�n el
l�xico de la Academia, �disponer o preparar una cosa para un fin�. Ahora
s� se entiende el lugar del texto.]

[Nota 335: _De all�: de Dinamarca_, dicho ir�nicamente por alusi�n a


Oriana, la fiel amada y amante de Amadis de Gaula, a la cual se suele
llamar _la Doncella de Dinamarca_ en la historia de este caballero
andante. Asimismo la recuerda Tom�s en _La Ilustre fregona_ de
Cervantes, a prop�sito de las desenvueltas mozas de la posada del
Sevillano: ��Mirad qu� _doncellas de Dinamarca_ nos hab�a ofrecido la
suerte esta noche!�]

[Nota 336: Refi�rese a Andr�s de Claramente y Corroy, famoso


escritor y representante murciano.]

[Nota 337: En la edici�n pr�ncipe, por errata, _entre los dos_.]

[Nota 338: _En la legua_, o, lo que es lo mismo, _entre los c�micos


de la legua_, a la manera que se dec�a _en el siglo_ y _en la
religi�n._]

[Nota 339: _Amarilis_, nombre con que era conocid�sima la c�lebre


comedianta Mar�a de C�rdoba, mujer de Andr�s de la Vega, autor de
comedias, es decir, director y empresario de compa��a.]

[Nota 340: La expresi�n es el�ptica al par que hiperb�lica: quiere


decir que no sabr�a, no ya representar lo que representaba ella aun con
lo m�s humilde: con su zapato; pero _ni mirarlo_ siquiera.]

[Nota 341: Se refiere, como dice el se�or Bonilla, a la comedia del


bizarro ingenio valenciano intitulada _Dido y Eneas_.]

[Nota 342: Devolviendo una imputaci�n ofensiva, o rechazando una


exigencia inadmisible, sol�a y suele a�adirse, por �nfasis _y tu alma_,
o _y su alma_, bien que no lo registre el _Diccionario_. V�anse algunos
ejemplos. P�rez de Montalv�n, en la jorn. I de _Santo Domingo en
Soriano_:

�PIERRES. ...Pero ll�gate al difunto


y preg�ntale a qu� viene.

CHOCOLATE. _Llegue el franc�s y su alma_.�

Don Francisco de Leiva, en la jorn. III de _La Dama presidente_:

�ANGELA. Otro criado....

MART�N. (Aqu� entro yo.)

ANGELA. Que all� tuvisteis declara


lo mismo.

C�SAR. Ese es un borracho.

MART�N. _(�T� lo eres y tu alma_!)�

Nuestro V�lez mismo, en _La Sarna de los banquetes_, apud _Flor de


entremeses y sainetes de diferentes autores_ (1657), p�gina 20 de la
edici�n de Men�ndez y Pelayo, Madrid, 1903:

�TARJETA. �Habr� un jarro de agua?

CRIADO 1.� Y bueno.

TARJETA. _Pues b�bale �l y su alma_.�]

[Nota 343: Esta expresi�n es una de las m�s malas de entender que
hay en _El Diablo Cojuelo_, con haber otras muy oscuras y dif�ciles. Por
lo de Roncesvalles alude a la memorable batalla en que nuestro Bernardo
del Carpio derrot� a los franceses y en que murieron los doce pares de
Francia. _Molino del papel_ se llama al edificio donde, para fabricarlo,
se comienza por moler y reducir a pasta los trapos de que se hace.
�Habr�a _en Roncesvalles_ cuando se escribi� _El Diablo Cajuela_, o poco
antes, alg�n _molino de papel_? Porque si se averiguara que lo hubo,
ser�a f�cil de entender la afirmaci�n, ya claramente burlona, de que la
venta, a no llegar el Ventero con la Hermandad, habr�a sido _un
Roncesvalles del molino del papel_; esto es, una parodia de la batalla
de Roncesvalles.]

[Nota 344: Con la _Hermandad_, o sea con algunos _cuadrilleros de la


Santa Hermandad_, que, como es bien sabido, era una de las _tres santas_
de quienes se dijo: �Tres Santas y un Honrado traen al Reino agobiado�.]

[Nota 345: _Tantos_, en la acepci�n de fichas o pedrezuelas menudas,


propias para se�alar los puntos que se ganan en ciertos juegos. Nuestro
autor quiere decir que los jarros, tinajas y platos quedaron hechos
tiestos menudos, tan peque�os como para servir de tantos a los
jugadores. Lo mismo Quevedo, en la primera de sus j�caras (Musa V):

�Sobre el pagar la patente,


nos venimos a encontrar
yo y Perotudo el de Burgos:
acab�se la amistad.
_Hizo_ en mi cabeza _tantos_
un jarro que fu� orinal
y yo, con medio cuchillo
le trinch� medio quijar.�]
[Nota 346: Como una parte del producto de los teatros, en Madrid y
en muchos pueblos, se aplicaba al sostenimiento de las casas de
beneficencia, cuando estas mismas no eran propietarias de los coliseos,
y las de la Corte necesitaban siempre esta importante ayuda de costa,
cuid�base de que no faltaran compa��as, requiriendo de orden del Consejo
de Castilla a tales o cuales comediantes de los que andaban por otras
regiones de Espa�a, para que acudiesen a Madrid, y hasta despachando
alg�n alguacil que los condujese. Vea el curioso el citado libro de
P�rez y Gonz�lez, p�gs. 87 y siguientes.]

[Nota 347: Sabido es que de los camaleones cree el vulgo que se


mantienen del aire.]

[Nota 348: En lo _del mayor Mecenas_ se refiere nuestro autor al


Conde Duque de Olivares, hijo, en efecto, de don Diego L�pez de Haro,
quinto marqu�s del Carpio.]

[Nota 349: Aunque la edici�n pr�ncipe estampa _gamenosas_, y as�,


dicho de esas mismas dehesas, recuerdo haberlo le�do en la comedia _El
amigo hasta la muerte_, de Lope de Vega, ha de leerse _gamonosos,_ de
_gam�n (asphodelus ramosas_), planta espont�nea por la cual se dijo �A�o
de _gamones_, a�o de montones�, bien que otros, burl�ndose del vaticinio
refranesco, lo modifican as�: �A�o de _gamones_, a�o de hambrones� (p�g.
5 de mi libro intitulado _Los Refranes del Almanaque_; Sevilla, 1896).]

[Nota 350: Esta f�bula de la antig�edad hab�a sido cre�da por hombre
de tan buen entendimiento como Ambrosio de Morales, pues dijo en Las
_Antigvedades de las civdades de Espa�a_ (Alcal� de Henares, Juan N��ez
de Lequerica, [Link]), fol. 32: �De tal manera son celebrados sobre
todos los del mundo [los caballos espa�oles], que nadie les sale a la
competencia. No es en ellos encarecimiento fabuloso de nuestros
cauallos, aunque a Iustino le parezca tal, que las yeguas en Portugal y
cerca de Lisboa se empre�auan del viento. Que clara verdad es de Plinio,
que lo pudo ver estando ac�, y de Marco Varron, que dize ser cosa
aueriguada, y trae sus conueniencias, para que a nadie parezca estra�a
ni impossible. M�s de prop�sito lo prueua con razones naturales
Columela, y como espa�ol, que bien lo sab�a, lo da por cosa manifiesta,
y en que nadie dudaua.... El potrico que desta pre�ez nac�a sacaua la
ligereza de su padre el viento; mas no era de prouecho, pues jam�s
passaua de tres a�os.�]

[Nota 351: Los cordobeses llaman _Campo de la Verdad_ al barrio del


Esp�ritu Santo, unido a lo dem�s de la poblaci�n por un antiqu�simo
puente de diez y seis arcos bajo el cual corre el Guadalquivir. Cu�ntase
que tal nombre se origin� de una frase dicha por don Alonso Fern�ndez de
C�rdoba en 1367, cuando don Pedro I de Castilla fu� sobre aquella
ciudad, auxiliado por el Rey de Granada (Don Teodomiro Ram�rez de
Arellano, _Paseos por C�rdoba,_ C�rdoba, 1873-1877, tomo III, p�gs. 370
y siguientes). Por el nombre de este barrio y por otras particularidades
de topograf�a y nomenclatura local, se dijo festivamente que los
cordobeses tienen _la Verdad en el Campo, la Salud en el Cementerio, la
Caridad en el Potro y el punto en un cuerno_. Esto �ltimo se refiere a
un altar llamado _del punto_, inmediato a un gran colmillo de elefante
(cuerno seg�n el vulgo) que, como s�mbolo de la fortaleza, pende de la
b�veda de una de las naves de la Iglesia Catedral.]

[Nota 352: As� el texto en la edici�n pr�ncipe; pero probablemente


falta una palabra: _a la Colonia Patricia_, dir�a el original, porque
�ste fu� el nombre de la C�rdoba romana, seg�n vemos en sus monedas
aut�nomas de aquella �poca.]

[Nota 353: Acerca del significado de _acto positivo_ qued� nota en


el tranco III (83, 4)[230].]

[Nota 354: Escrib� preguntando por este antiguo mes�n a don Enrique
Romero de Torres, mi docto y amable _paisano_ (porque �l es natural de
C�rdoba y yo soy cordob�s adoptivo), y ha satisfecho mi curiosidad,
comunic�ndome que por el libro primero de padrones de confesiones de
aquella iglesia catedral (1604-1609) consta que el _Mes�n de las Rexas_
era la segunda casa de la calle de la Herrer�a, hoy n�m. 83 de la del
Cardenal Gonz�lez. Y a�adi� mi amigo en su carta: �La casa es muy
hermosa y por su aspecto debi� de ser uno de los mejores mesones de
aquella �poca; est� situada cerca de la Puerta del Puente y en la v�a
principal de C�rdoba, que era desde esta puerta hasta la que llamaban
Puerta Nueva (que ya no existe), y que constitu�a la carretera de
Sevilla a Madrid.� En el _mes�n de las Rejas_ sol�an hospedarse las
compa��as de comediantes que representaban en C�rdoba: all� se alojaban
en 1610 Pedro de Castro Jer�nima de la Fuente, de la compa��a del famoso
Granados, cuando se desposaron. (V�anse mis _Aportaciones para la
historia del histrionismo espa�ol en los siglos_ XVI y XVII, Madrid,
1914, p�g. 34.)]

[Nota 355: De la _Corredera_, sita en el barrio de San Pedro, dijo,


entre otras cosas, el citado autor de los _Paseos por C�rdoba,_ tomo II,
p�g. 105: �Su nombre es el que en general se daba en muchas poblaciones
al punto en que, por su extensi�n, se celebraban los actos m�s
concurridos, y en particular las corridas de toros, cintas y ca�as.
Tiene una superficie de siete mil cuatrocientas noventa y seis varas
cuadradas, es cuadrilonga y mide trescientos sesenta y dos pies de
longitud por ciento treinta y ocho de latitud en la parte inferior, o
sea el Arco bajo, y ciento cincuenta y seis en la superior; los balcones
llegan, en sus tres filas, a cuatrocientos treinta y cinco, y los arcos
de sus portales a cincuenta y nueve....�]

[Nota 356: Esta _linea_ y estos �ngulos son t�rminos de lo que a�n
al mediar el siglo XVII se llamaba _nuevo arte de la destreza_, debido
principalmente a los estudios y las obras de Jer�nimo de Carranza y don
Luis Pacheco de Narv�ez, su continuador.]

[Nota 357: Alude V�lez--como dice Bonilla--al diestro retratado por


Quevedo en su donos�sima _Historia de la vida del busc�n llamado don
Pablos_. Quevedo, ac�rrimo enemigo de Pacheco de Narv�ez, se burlaba de
su _nueva destreza_; no as� Cervantes, que en el _Quijote_ (II, 19) la
ensalza y hace quedar vencido por ella al bachiller Corchuelo.]

[Nota 358: Este _pensar_, o _creer_, siempre usado en pret�rito y


ante infinitivo y equivalente a _imaginar_, es popular�simo en
Andaluc�a, donde a menudo se oye: �_Pens�_ morirme�; _�Cre�_ reventar de
risa�. Cervantes lo us� con frecuencia en el _Quijote: �Pens�_ perder el
juicio� (II, 23); �_me pens�_ caer muerta de puro gozo� (II, 52).]

[Nota 359: Llamaban _espadas negras_, porque tiraban a ese color, a


las de hierro, sin lustre ni corte, que serv�an para los ejercicios de
esgrima, y a las cuales, a fin de que no hiriesen con la punta, se les
pon�an en ella botones de cuero, dichos com�nmente _zapatillas_. Tirso,
en el acto II de _La Huerta de Juan Fern�ndez:_

�TOMASA ...Dele al gusto puerta franca;


quiera bien, que eso me alegra;
ensaye en la _espada negra_
tretas que logre en la _blanca_.�]

[Nota 360: Dirig�a los juegos de esgrima un maestro de destreza, con


un _montante_, o espada grande de dos manos, con el cual, atraves�ndolo
entre los luchadores cuando era menester, pon�a fin a la contienda.
Tambi�n lo usaba, como dice el texto, haciendo adem�n de _barrer los
pies a los mirones_, para que, dando algunos pasos atr�s, agrandasen la
palestra.]

[Nota 361: _Aplauso_, equivaliendo a _solemnidad_ o _pompa_,


acepci�n no registrada en el _Diccionario_.]

[Nota 362: El _vellor� o vellor�n,_ era seg�n el _Diccionario_ de


autoridades, un �pa�o entrefino de color pardo ceniciento, u de lana sin
te�ir�. V�lez llama _vellor�_ a la pendencia, por alusi�n al color de
las espadas, a las cuales, seguidamente y por la misma raz�n, da el
nombre de _mulatas_.]

[Nota 363: _Cuarto c�rculo_ es un t�rmino de la destreza, que yo no


he de definir, porque estas y otras voces t�cnicas que ocurren poco
despu�s se encuentran en cualquier diccionario. A estos c�rculos y a
Pacheco de Narv�ez se refer�a el an�nimo autor del _Entrem�s del
Estudiante_:

�PEROTE. Rebano y corto en _c�rculos pachecos_


varas y plumas como cardos secos.�]

[Nota 364: _Movimiento accidental_ es otro t�rmino de la llamada


pomposamente _esgrima cient�fica y filosof�a de las armas_.]

[Nota 365: Dice Covarrubias, en el art�culo _tvmba_ de su _Tesoro_:


�Del ilustre linage de los Castillas se cuenta que en el entierro que
tienen en Santa Clara de Valladolid dentro del coro de las Monjas,
quando alguno dellos muere, se oyen muchos golpes que se dan en la tumba
que est� sobre la boueda do se entierran: y cuentan que en cierta
ocasi�n, despues de auer oido estos golpes pass� mas de vn a�o que no se
supo quien era muerto, hasta que con vna armada que vino de las Indias
se entendi� auer muerto all� vn cauallero de la casa, el mesmo d�a que
las Religiosas auian oido los golpes de la tumba....�]

[Nota 366: Si nuestros periodistas no hubieran olvidado que en


castellano tenemos la palabra _riza_, que significa �destrozo o estrago
que se hace en una cosa�, y la frase _hacer riza_, equivalente a �causar
gran destrozo y mortandad en una acci�n de guerra�, es seguro que no
acudir�an a cercado ajeno por la palabra _razzia_ ni por la frase _hacer
razzia_, con lo cual lograr�an tres cosas buenas: hablar en castellano,
ahorrarse comillas o letra cursiva, y evitar que alg�n malpensado
sospeche que el decir _razzia_ es indicio de no conocer la palabra
_riza_. �Ejemplos del uso de este vocablo? Hailos en abundancia; pero
b�stame citar dos. Lope de Vega, en el canto VIII de _La Dragontea:_

�... y como tero que la frente eriza,


en ellos _hace_ sanguinosa _riza_.�

El padre Baltasar Graci�n, en _El Critic�n,_ primera parte, crisi V:


�... de modo que en los m�s principales, como m�s lucidos, _au�an hecho_
las fieras mayor _riza_�.]
[Nota 367: Porque tales desbragados quedaron de suerte, que dejaron
ver aquello en que di� el sol al don Bueso del antiguo romance.]

[Nota 368: Sobre la frase _muy falsos_ qued� nota en el tranco V


(123, 4)[315].]

[Nota 369: Modifica por donaire el conocid�simo refr�n _Siempre


quiebra la soga por lo m�s delgado_.]

[Nota 370: _Por barba_, como dice nuestro _Diccionario_, equivale a


�por cabeza, o por persona�. As�, como pudieran decir unos soldados
cristianos, convid�ndose a matar moros, _�A moro por barba!,_ dijeron
valientemente unos aficionados a la mesa: _��A perdiz por barba_, y
caiga el que caiga!�]

[Nota 371: _�Favor a la justicia_!, porque �ste era de ordinario el


grito de alguaciles y corchetes, cuando no clamaban �_�Favor al Rey!_�,
de lo cual vino el decirse que tales ministros siempre llevaban el Rey
en el cuerpo.]

[Nota 372: _Coger, dar, hacer_ o _tomar puntas_ es volar el ave de


cetrer�a de un lado para otro, en diversas direcciones, pero subiendo
siempre, en espera de saz�n para caer sobre el animal en que quiere
hacer presa.]

[Nota 373: Para Covarrubias, _rollo_ era �la picota o horca hecha de
piedra en forma redonda, quasi _r�tulo�._ El _Diccionario_ de la
Academia lo define: �Columna de piedra ordinariamente rematada por una
cruz, y que en lo antiguo era insignia de la jurisdicci�n de la villa�.
El rollo de Ecija, fu�, como afirma V�lez, celebrad�simo, y as�, dec�a
cierto poeta apicarado del _Romancero general_ (fol. 470 vto.):

�De Cordoua he visto el Potro,


que ha engendrado pocos asnos;
tambi�n la fuente del Toro,
que hizo a Lazarillo cauto;
_de Ezija he visto el rollo,
que el mundo celebra tanto_,
el Arenal de Seuilla
y Corral de los Naranjos.�

Don C. Bernaldo de Quir�s nombra como a�n existente el _rollo de Ecija_,


en su interesante librito intitulado _La Picota_ (Madrid, 1907), p�g.
13; pero ni lo describi�, ni lo di� a conocer como otros, por medio del
grabado, bien que no hubiera podido efectuarlo, por lo que ahora dir�.

Como para estudiar las cosas de un pueblo debe empezarse--y Pero Grullo
patrocinar�a esta verdad--por consultar los libros que de aquel pueblo
tratan, eso hice yo, y tomando el intitulado _��Alfajores de Ecija_!!
(Sevilla, 1909), de mi difunto amigo don Manuel Ostos, le� en la p�g.
68: �Potente y grande deb�a ser la curia ecijana, cuando el signo de la
Justicia en Ecija, el altar en que se ofrec�an los sacrificios a la
diosa Justicia, _el Rollo_, con su hijillo _el Rolluelo_, que a�n
existe, o _Mesa del Rey,_ como a los restos del _Rollo_ denomin�bamos
los ecijanos hace treinta a�os, ten�a resonancia universal....� Y en
otro libro del mismo malogrado autor (cuyo m�rito no supieron apreciar
los ecijanos tanto como debieran, quiz�, y sin quiz�, porque _nemo
propheta est in patria sua_), en su _Bartolom� de G�ngora_ (Sevilla,
1913), p�g. 84, volvi� a recordar _el Rolluelo_, en unos renglones en
que rebosa el amor a la patria chica, y que no resisto al deseo de
copiar, por honrar a un ecijano moderno en las notas del libro de un
ecijano antiguo: ��Puede existir--dec�a Ostos--algo menos art�stico que
_El Rolluelo_, y que m�s nos recuerde la b�rbara �poca en que usaban ese
_pimponote_ para colgar los restos de los pobres reos que eran
descuartizados?... Cuando cansados de zascandilear por la capital nos
metemos en el tren y tras parada y parada llegamos molidos y maltrechos
a las angosturas de la Argamasilla, lo primero que hace un buen ecijano
es asomarse a la ventanilla de su departamento, y, ojo avizor, desde
ella va se�alando los caser�os, los predios, los accidentes del terreno
que se�alan la proximidad de Ecija: �_El Rolluelo_ ... La Casilla Alta
... El pozo de la Argamasilla ... Las arquillas del agua ...� Y luego,
al minuto, si es de noche, se exclama: �Ya se ven las luces�; y si es de
d�a: �Ya se ven las torres...: El Carmen ... La Victoria ... San Gil ...
Santa Mar�a....� Y m�s adelante (p�g. 69), por unos _Apuntes de lo
ocurrido en Ecija desde el d�a 23 de Septiembre de 1868_, se viene en
conocimiento de que el d�a 20 de octubre el Ayuntamiento acord�
derribar, entre otras cosas, �_la Mesa del Rey_, o _el Rollo_, donde se
descuartizaba en la antig�edad a los ahorcados para poner los miembros
por los caminos�. Y poco despu�s: �D�a veintisiete, se echa abajo _el
Rollo_ o _Mesa del Rey_.� No exist�a, pues, el famoso _rollo de Ecija_
cuando el se�or Bernaldo de Quir�s escribi� y public� su libro.

Deseoso de m�s noticias, las ped� a mi antiguo y culto amigo donju�n de


los Reyes Sotomayor, quien, con amabilidad y presteza que cordialmente
le agradezco, respondi� a mi interrogatorio en unas cuartillas que
quisiera yo publicar �ntegras; pero que no podr� sino extractar, porque
ya esta nota va siendo demasiado larga. El _Rollo_ se elevaba cerca de
la margen derecha del Genil, a la salida del puente, en direcci�n a
C�rdoba. Consist�a en una gran columna de granito azul y negro, como de
cinco a seis varas de altura, y de unas tres cuartas de di�metro. En su
parte superior ten�a una losa de piedra tosca, blanca, caliza, como de
una vara en cuadro, puesta a modo de plato o bandeja, y sobre esta losa
se ve�a un le�n sentado sobre sus patas traseras, que con las garras
sujetaba contra su cuerpo, mirando al norte, el escudo de la ciudad de
Ecija. �El escudo--glosar� yo--a que se refiri� V�lez de Guevara
diciendo: �Esta es Ecija, la m�s f�rtil poblaci�n de Andaluc�a, _que
tiene aquel sol por armas a la entrada de esa hermosa puente!�_ La
menguada cultura de unos ecijanos destruy�, por culpas del
_rollo_--�como si cupiera culpa en las cosas! y �como si el _rollo no
fuera emblema_ glorioso de libertad y de autonom�a municipal!--,
destruy�, dec�a, aquel escudo de piedra nombrado y celebrado por el
insigne autor de _La Luna de la Sierra_. Derruido todo el monumento, la
columna qued� tendida y medio enterrada a un lado de la carretera
general de Madrid � C�diz, y en tal estado contin�a a la hora presente.]

[Nota 374: En efecto, son las armas de Ecija un sol radiante, con la
leyenda _Civitas solis vocabitur una_, tomada del _Libro de Isa�as,_
XIX, 18.]

[Nota 375: Dice _pueblo de abril y mayo_ por la muchedumbre de


flores que _pueblan_ en ese tiempo los prados andaluces.]

[Nota 376: De Garci S�nchez de Badajoz he hallado peregrinas


noticias, y pronto las publicar� en el _Bolet�n de la Real Academia
Espa�ola;_ de Juan Bermudo, de don Diego de Avalos, de N��ez de Navarro,
de don Pedro Manuel Prieto, de tantos otros hombres eminentes que, como
�stos, vieron la primera luz en Ecija, y de los modernos Pacheco, Mas y
Prat, Giles, etc�tera, acu�rdese la _ciudad del sol_, ya que al presente
cuenta con una juventud muy culta y activa.]

[Nota 377: Esta especie de cogerse en Ecija el algod�n estaba muy


sabida; porque la divulgaron Pedro de Medina y su ampliador P�rez de
Mesa en la _Primera y segunda parte de las grandezas y cosas m�s
notables de Espa�a_ (Alcal� de Henares, 1595), folio 128: �C�gese en
ella [en Ecija] grande quantidad de algod�n, de que se prouee mucha
parte del reyno�. Pero que s�lo se cogiera el algod�n en Ecija, no lo he
visto sino en Florindo, _Addicion al libro de Eciia i svs grandezas_
(Sevilla, Luis Estupi�an, 1631), fol. 31, donde dice, tratando de la
especial influencia del sol en las tierras ecijanas: �Porque me consta
por vista de ojos que en Marchena i Sevilla se a sembrado algod�n, i
llega a tener capullo, i no a madurar, ni abrir, ni ser de provecho. Lo
cual es cierto que nace de la falta de calor, requisito para su
perfecci�n. Y pues en Ecija es tan perfecto y tan bueno....� Durante la
dominaci�n �rabe se cultiv� mucho el algod�n en aquella ciudad; tanto
que por �l la llamaron alg�n tiempo _Medina Alcot�n_ (Varela y Escobar,
_Bosquejo hist�rico de la ciudad de Ecija_, Sevilla, 1906, p�g. 52).]

[Nota 378: El humanista Francisco Cascales, en su _Discurso de la


ciudad de Cartagena_ (Valencia, Juan Chrysostomo Garriz, [Link])
dec�a: �El campo, fertil�ssimo, que de su bella gracia ofrece
copiosissimamente caracoles, setas, hongos, criadillas, esparragos,
salut�feras tortugas, infinidad de palmitos, grandes colmenares de buena
miel y cera. A cuyo respeto dice bien el refr�n: Cabritos y palmitos
miel y cera, de Cartagena�. Pues bien, Ecija, a juzgar por el dicho de
V�lez, se aventajaba a Cartagena con mucho. Mas �cu�les son los
veinticuatro frutos que, �Sin sembrallos�, da aquella campi�a y vend�a
la gente necesitada? Probar� a enumerarlos, por los del campo de Osuna,
mi pueblo natal, cuyo t�rmino linda con el de la _ciudad de las torres_.
De primer intento anoto los frutos siguientes: setas, macucas o
criadillas de tierra, esp�rragos, palmitos, uvas de palma o palmiches,
moras de zarza, cardillos, tagarninas, morrillas o alcachofas de p�as,
higos chumbos, berros, alcaparras, alcaparrones, or�gano, poleo,
hinojos, almoradux, tomillo salsero, palo dulce o regaliz, flor de
manzanilla. Son veinte, y para las cuatro que me faltan, se me ocurren
el esparto, algunas hierbas tint�reas, como la gualda, y diversas
plantas medicinales, como las malvas, la borraja, el culantrillo, etc.]

[Nota 379: Esta renombrada sima est� a cinco kil�metros de la


ciudad, en la falda oriental de la sierra. Tiene de profundidad 146
varas castellanas. Mencion�ronla, entre otros autores, el cartujano don
Juan de Padilla, en _Los doze triumphos de los doze Apostoles_ (1521);
Gonzalo G�mez de Luque, en su _Celidon de Iberia_ (1583), y Cervantes,
en _El Celoso extreme�o (Novelas ejemplares_, 1613), en la _Adjunta al
Parnaso (Viage del Parnaso_, 1614) y en el cap. XIV de la segunda parte
del _Quijote_ (1615).]

[Nota 380: A la celebridad de los melones de Guadix alud�a el


guadije�o Gin�s, en la jorn. III de _La Ni�a de G�mez Arias_, de
Calder�n:

�Pues �hasme gozado a mi,


ni yo te he desagradado
siendo _mel�n de Guadix_
de mala cala�a, para
que tu me vendas as�?�]
[Nota 381: Del doctor Mira de Amescua (as� firmaba �l, y no
_Mescua_) y de su arcedianato di algunas noticias hasta entonces
ignoradas en mi libro acerca de Pedro Espinosa (p�gs. 91-96) y otras en
mi folleto intitulado _El ap�crifo �secreto de Cervantes_� (Madrid,
1916), p�gs. 60-64.]

[Nota 382: Esta fuente databa de principios del �ltimo tercio del
siglo XVI: don Manuel Varela y Escobar (_Bosquejo hist�rico de la ciudad
de Ecija_, p�g. 107) vi� y copi� una inscripci�n por la cual consta que
reinando Felipe II, a�o de 1567, �Ecija, truxo el agua y mand� hazer las
fuentes�. De las ninfas trat� don Juan M.� Garay y Conde en sus _Breves
apuntes hist�rico-descriptivos de la ciudad de Ecija_ (Ecija, 1851),
p�g. 436, diciendo: �A un estremo de este paseo [del de la Plaza Mayor]
se encuentra una hermosa fuente, circundada tambi�n de arbolado y
asientos de piedra: su mar es un gran pol�gono de nueve varas de
di�metro y una de profundidad; cuatro ninfas de altura m�s que natural y
de buena escultura, que se dicen las Amazonas, dan un ca�o de agua por
medio de un cantarillo, y este lindo grupo sostiene un gran taz�n de
jaspe de una sola pieza, con dos varas y media de di�metro y cuatro
ca�os a su borde....� �Qu� ha sido de esta fuente? Al hacerse en 1866 la
reforma de la Plaza Mayor, fu� desmontada y �sus piedras o bloques de
jaspe encarnado, con las ninfas y dem�s componentes de la obra fueron
enterrados al lado Sur de la Plaza, a poca distancia y profundidad de
donde antes se levantaba, y all� yacen esperando que una mano caritativa
y amante del arte y del embellecimiento de la ciudad las desentierre y
erija de nuevo....� Esto me dicen de Ecija, y yo escrib� a don Eduardo
Garc�a de Castro, actual alcalde de aquella ciudad, que, pues tal
fuente, cualquiera que sea su m�rito, debe conservarse en sitio c�ntrico
y muy transitado, por haber hecho menci�n de ella un ecijano tan ilustre
en una tan famosa novela, celebrar�a poder asentar en mis notas a _El
Diablo Cojuelo_ �que la Ecija de hoy, lejos de ser la que ayer
_enterraba_ sus preseas m�s estimables, por cierto sin reemplazarlas con
otras mejores o tan buenas, enmienda antiguos yerros y vuelve por el
buen nombre de su cultura�. Las respuestas han sido dos: la primera,
�All� veremos�; y la segunda, �No hay consignaci�n para _exhumar_ la
fuente�. �Pero la hubo para _inhumarla_! Repare en ello, por su honra,
_la ciudad del sol_: �es una verg�enza tener enterrado ese monumento!]

[Nota 383: Quiz� son aut�nticamente de ciego estas seguidillas, y


no obra de V�lez de Guevara; a lo menos, muy de ciegos era acabar sus
relaciones con alg�n villancico contra el Diablo Cojuelo, a juzgar por
lo que, refiri�ndose a un ciego relacionista, dice Rojas Zorrilla en la
jorn. I de _El m�s impropio verdugo por la mas justa venganza_:

�COSME. Para un ciego en verso y prosa


era �relaci�n famosa
(diciendo a voces) que trata
como, dando testimonio
de coraz�n palad�n,
vn mancebo florent�n
pele� con el demonio,
y, haciendo a su ardor lisonjas,
a arrojarle se dispuso
por una escala que puso
a un monasterio de monjas;
y despu�s, dando en el suelo,
volvi� a acometellas bravo;
_con un villancico al cabo
contra el Diablillo Cojuelo_.�]
[Nota 384: En nota del tranco IV (107, 6)[278] vimos c�mo Quevedo en
_Las Zahurdas de Plut�n_ pinta a las due�as convertidas en ranas, y
cierto es que se las ten�a por lo peor y m�s abominable del mundo. En un
ejemplar apostillado de mano (letra del siglo XVII) del libro intitulado
_Vida pol�tica de todos los estados de mugeres_, de fray Juan de la
Cerda, diciendo el autor, al folio 394, con referencia a unas palabras
de cierta mujer que estaba en el cielo, �y as� lo hizo la devota
_due�a_, el apostillador, sin parar mientes en que esta palabra estaba
usada en la acepci�n de _matrona_, escribi� al margen: ��_Due�as_ en la
gloria?, linda cosa�.]

[Nota 385: _Dando barato_, es decir, repartiendo entre los


concurrentes algo de lo que tra�an entre manos. Algunos _baratos_ de
esta clase quedaron en proverbio, como _el barato de Juan del Carpio_,
que aporre� a su mujer pidi�ndole barato, y _el barato de Cordobilla_,
que explica as� Correas (_Vocabulario de refranes_..., p�g. 88 _a_):
�Vno que se llamaba Cordovilla alumbr� toda una noche a unos que
jugaban, porque le diesen barato, y despu�s tuvieron enfado y di�ronle
con el candelero�.]

[Nota 386: _A vedar que ... no les valiese.... Hoy lo_ dir�amos sin
ese _no_ que en lo antiguo acompa�aba a los verbos de negaci�n o
privaci�n.]

[Nota 387: _Aunque se retrujesen_, quiere decir. El _si_ suele


equivaler a _aunque_, como not� en diversos lugares del _Quijote_ (II,
216, 10; VIII, 125, 10, etc.).]

[Nota 388: Seg�n advirti� P�rez y Gonz�lez (p�gs. 56 y 57 de su tan


citado libro), el mismo V�lez explic� este pasaje en la jorn. I de _El
Diablo est� en Cantillana_, de donde es el siguiente di�logo:

�PERAF�N. �C�mo dejas a Sevilla?

RODRIGO. Como siempre: buena y brava,


dime un filo en el Corral
de los Olmos, y una mandria
tuvo un no s� qu� conmigo,
sobre si pasa o no pasa:
llev� una mohada a cuenta,
sigui�me la gurullada,
no pude tomar iglesia
ni embajador, y en _las ancas
de la mula de un doctor_
me salv� con linda gracia.

PERAF�N. �En las ancas de la mula


de un doctor?

RODRIGO. Pues dime, �hay casa


de embajador, hay iglesia,
hay torre, hay tierra del Papa,
de preeminencias mayores,
pues hay m�dico que acaba
de matar cuarenta enfermos
y no hay quien le pida nada
en poni�ndose en la silla?
_Pues lo mismo son las ancas_;
que el platicante m�s zurdo,
en asiendo la gualdrapa,
_aunque mate, es como asirse_
_de una iglesia a las aldabas_;
que hay aquestos privilegios
en las mulas doctoradas.�]

[Nota 389: _Alguaciles chanflones_, como _doncella chanflona_ en el


tranco I (18, 5)[76], donde qued� nota.]

[Nota 390: P�rez y Gonz�lez crey� errata _resoluci�n:_ �Debe ser


_revoluci�n;_ inquietud, alteraci�n, alboroto�.]

[Nota 391: Los buenos nebl�es eran de Noruega, tierra donde apenas
luce el sol; pero el Cojuelo era nebl� de otra Noruega a�n m�s obscura:
del infierno.]

[Nota 392: Aqu� supone nuestro autor que el Genil y el Guadalquivir


se juntan o casan por _el vicario de las aguas_, como habl� del _vicario
Responso_ en el tranco I, donde qued� nota (17, 2)[71].]

[Nota 393: Pues en el uso actual _camarada_ s�lo significa


_compa�ero,_ y con tal significado ocurre poco despu�s, podr�a parecer
que no hace buen sentido esta expresi�n. _Camarada_, en este lugar,
significa _compa��a._]

[Nota 394: _Tender la raspa_, o _tender raspa_, es acostarse para


dormir o descansar. Quevedo, en una de sus j�caras:

�Llegamos a Babilonia
un mi�rcoles por la noche;
_tend� raspa_ en el mes�n
de Catalina de Torres.�]

[Nota 395: El _ferreruelo_ o _herreruelo_ era una capa sin capilla.]

[Nota 396: Como advierte Covarrubias, _dar papilla_ a uno, o


_papillas_, es �enga�arle o tratarle como a ni�o�. �No piense vuesa
merced _darme papilla_�, dice un ventero en el _Quijote_ (I, 32).]

[Nota 397: Dijolo, verbigracia, el maestro Valdivielso, en el auto


de _El Hospital de los locos_:

�LUZBEL. Tres partes hab�a de estrellas


encima la imp�rea bola,
siendo yo de las m�s bellas;
_mas derrib� con la cola
la tercera parte dellas_.�]

[Nota 398: _Del Galileo_, antepuesto el art�culo al nombre propio, a


la manera italiana.]

[Nota 399: Acerca de este hombre extravagante, sus aficiones y su


museo, puede verse el libro de don Emilio Cotarelo, intitulado _Don Juan
de Espina_, Madrid, 1908.]

[Nota 400: As�, _�btica,_ en la edici�n pr�ncipe, tal como el vulgo


sol�a y suele pronunciarlo. �Conocida es--dice don Rufino Jos� Cuervo
(_Apuntaciones cr�ticas sobre el lenguaje bogotano_, �756 de la 6.�
edici�n, Par�s, 1914) la repugnancia que tiene el castellano a usar las
explosivas sordas en fin de s�laba. ... y hoy es comun�simo pronunciar
... con _b optar, opci�n, aptitud_.�]

[Nota 401: Para hacer su chiste, V�lez de Guevara, por boca del
Cojuelo, confunde el _camino de Santiago de Compostela_, que es el
aludido en el refr�n, con el otro _camino de Santiago_ o _V�a l�ctea._
Es curiosa la conjetura de Faria y Sousa acerca del nombre vulgar
castellano de la _V�a l�ctea._ Dice, comentando una octava de los
_Lusiadas_, de Camoens: �En griego se llama _Galaxia_, que vale _v�a de
leche_, i es lo que el vulgo llama _Camino de Santiago_; que devia
principiarse en dezir _Camino de Galicia,_ por corrupci�n de
_Galaxia_.�]

[Nota 402: _De posta_, equivalente a _de centinela_. Rey de Artieda,


en un soneto de los _Discvrsos, ep�stolas_ y _epigramas de Artemidoro_
(Zaragoza, Angelo Tavanno, 1605), fol. 104, usa las dos formas, _hacer
centinela_ y _hacer la posta_:

�Como a su parecer la bruxa vuela


y vntada se encarama y precipita,
assi un soldado, dentro vna garita,
esto pensaua, _haziendo centinela_....

* * * * *

Con esto, se acab� de _hazer la posta_,


y hall�se en cuerpo, con la pica al hombro.�]

[Nota 403: Pues el Diablillo era cojo, p�ntalo nuestro autor velando
sobre un solo pie, como cuentan de la grulla, que, en efecto, duerme con
un pie levantado, y a�aden que la que est� de centinela para avisar a
las dem�s de cualquier peligro tiene sujeta una piedra en ese pie, a fin
de no dormirse; de donde dijo Mateo Alem�n en su _Guzm�n de Alfarache_,
parte II, libro II, cap. IX: �No hay duda que siempre continuaba velando
su honestidad, _como la grulla, la piedra del amor de Dios levantada del
suelo_....�]

[Nota 404: _Parecer_, significando, m�s bien que _ver, notar_ o


_advertir_.]

[Nota 405: _Grosura_, en una acepci�n no registrada en el l�xico de


la Academia, es, como dice Covarrubias, �lo interno y estremo de los
animales; conuiene a saber, cabera, pies, y manos, y asadura�. En las
condiciones que se pusieron para el obligado de la carne en la villa y
corte de Madrid, a�o de 1624, hay una referente a los despojos, que dice
(Libros de Gobierno de la Sala de Alcaldes, tomo XIV, fol. 732): �Con
condici�n que no sea obligado a dar despojos de carnero, que se entiende
cabezas y asaduras y vientres, los s�bados de cada semana que fueren _de
grossura_ m�s de tan solamente al Rey y Reyna nuestros se�ores y al
se�or ynfante y a los se�ores del Consejo Real....�]

[Nota 406: Dice el se�or Bonilla �que se recomendaban como remedios


de ella [de la opilaci�n] _comer barro_....� No s� de d�nde pudo sacar
tal especie, cuando precisamente el _comer barro_ era causa de aquella
enfermedad. Zabaleta, en _El d�a de fiesta por la tarde_, cap�tulo
referente a _El estrado_: �Ap�anse a este tiempo de vn coche en la
puerta de la casa vna muger mayor, que tiene el marido en vn govierno en
las Indias, y vna hija suya donzella _opilada_, tan sin color como si no
viuiera. Nadie juzgar� que salia del coche para la visita, sino para la
sepultura. _Com�a_ esta doncella _barro_, linda golosina. �Qu�nto diera
esta mo�a por estar enterrada, por tener la boca llena de tierra? Dios
hizo a esta muger de barro, y ella con el barro se deshaze.� Quevedo, en
su musa VI, tiene un soneto dirigido _A Amarili, que ten�a unos pedazos
de b�caro en la boca, y estaba muy al cabo, de comerlos_.]

[Nota 407: _Tomar el acero_, como dice el _Diccionario_ de


autoridades, era �remedio que se da a los que est�n opilados, que se
compone del acero, de diversas maneras preparado�.]

[Nota 408: Llam� _Minotauro_ la mitolog�a cl�sica al monstruo que


naci� de la uni�n de Pasifae, mujer de Minos, con un toro. Seg�n
Apolodoro, Higinio y otros, ten�a de hombre el cuerpo y de toro la
cabeza. Mat�le Teseo en el famoso laberinto de Creta.]

[Nota 409: _Chisme_, femenino, como en el tranco I, donde qued� nota


(23, 4)[88].]

[Nota 410: _Baraja_, en su acepci�n de _contienda_ o _reyer�a_; de


donde se dijo _barajar_, �re�ir, altercar o contender unos con otros�.]

[Nota 411: En la edici�n pr�ncipe, por mera errata, que copi� el


se�or Bonilla, _coredores_.]

[Nota 412: Sabid�simo es que este asno no era _de oro_, aunque se
llamara as� al libro en que de �l se trata, cosa que parece haber
olvidado V�lez de Guevara al hacerlo, por su nombre, cabalgadura del
riqu�simo Creso.]

[Nota 413: _Velic�men_, palabra que intrig� grandemente al se�or


Bonilla en su primera edici�n de _El Diablo Cojuelo_, y que antes que
V�lez hab�a usado Quevedo en _La Hora de todos_, significa _copa_ o
vaso, del alem�n _Wilkommenbecher_. No todos se hab�an olvidado del
texto del Se�or de la Torre de Juan Abad: el maestro C�via, despu�s de
cenar con unos amigos, como otros que llegaron les preguntasen qu�
hac�an, respondi�:

�Ya repletos los abd�menes,


alzamos los _velic�menes._�]

[Nota 414: _Selvajes_, que hoy, menos etimol�gicamente, decimos


_salvajes_.]

[Nota 415: _Correspondientes_, dicho por lo que ahora llamamos


_corresponsales_. Castillo Sol�rzano, _La Gardu�a de Sevilla y anzuelo
de las bolsas_, cap. IV: �Hab�a Marquina tomado por una deuda a un
_correspondiente_ suyo, que hab�a quebrado, una heredad fuera de la
ciudad....�]

[Nota 416: Entre las diversas marcas con que sol�a herrarse a los
esclavos en los siglos XVI y XVII, era la m�s frecuente la de una S y un
clavo, para indicar _esclavo_. Gestoso, en su interesante art�culo sobre
_La compraventa de los esclavos en Sevilla_, apud _Curiosidades antiguas
sevillanas_ (Sevilla, 1910), p�gs. 83 y siguientes, rese�a algunos
documentos en que hay referencias a esta marca. Indicar� uno: en el
testamento de Pedro Garc�a de Quesada (9 de marzo de 1520) se menciona
�vn esclabo moro del cabo, de hedad de quinze a diez y seys a�os
herrado en la cara, en vn carrillo con vna _S_, y en otro vn clavo, que
se dize abrahem....� La S y el clavo pasaron pronto a la literatura.
Baltasar del Alc�zar, p�g. 5 de mi edici�n de sus _Poes�as_ (Madrid,
1910):

�Pusome en el alma _el clavo_,


su dulce nombre _y la S_,
porque ninguno pudiese
saber de qui�n soy esclavo.�

Lope de Vega, en la jorn. III de los _Trabajos de Jacob_:

�RUB�N. Se�or, todos queremos, pues es justo,


quedar por tus esclavos:
_eses_ imprima _y clavos_
en todos nuestros rostros hierro adusto....�

Y, figuradamente, se dijo _echar_ a uno _una ese y un clavo_ en la


acepci�n de tenerle cautivada con beneficios su voluntad. As� en _La
P�cara Justina_: �Por cierto, se�ora, en lo que toca al ofrecerme el
empr�stito, usted _me ha echado una ese y un clavo,_ y una argolla, y un
virote, y una cadena, y unos grillos....�]

[Nota 417: _Gir�ndula_ es, como dice Covarrubias, �cierta rueda


llena de cohetes, que dando bueltas a la redonda, y gir�ndose, despide
de s� rayos de fuego a modo de cometa, con muy grandes tronidos�.]

[Nota 418: Dice _cohetes voladores_ para diferenciarlos de los


_rastreros_, tambi�n llamados _buscapi�s._]

[Nota 419: El mejor _brocado_ era _de tres altos_, como dije en mis
notas al _Quijote_ (V, 186, 20).]

[Nota 420: Esta pintura de la instabilidad de la fortuna trae a la


memoria aquella otra muy notable de Lope, en el acto II de _Porfiando
vence amor_:

�FABIO. �Sabes c�mo es la fortuna?


Como un baile de comedia:
ella toca, y bailan todos;
ya est�n aquestos aqu�,
y ya los otros all�,
mud�ndose de mil modos.
Donde aqu�l tiene la cara,
�ste las espaldas tiene;
uno pasa, y otro viene,
y hasta el fin ninguno para.
Nadie tiene lugar cierto
donde le piensa tener,
porque todo viene a ser
desconcertado concierto.
Aqu� dos bailando est�n,
y cuando suelen volver
el rostro, ya la mujer
baila con otro gal�n.
El que en este sitio estaba,
ya no est�; que siempre vi
andar de aqu� para all�
hasta que el baile se acaba.�]
[Nota 421: Popularizado sobremanera aquel romance sobre la muerte de
don Beltr�n en Roncesvalles, en que se lee:

�_Con la mucha polvareda,


perdimos a don Beltrane_...�,

se hizo esta frase topiquillo vulgar y con frecuencia nuestros poetas la


acomodaron festivamente en sus versos, m�s o menos variada. As�, por
ejemplo, Lope de Vega, en la jorn. II de _El Buen vecino_:

�BITONTO. ...Que son bastantes indicios


desto el haberme dejado,
entre el marcial alarido
y la confusa arboleda
de las armas, sin sentido,
_con la mucha polvareda,
como don Beltr�n perdido_.�

Tirso de Molina, en el acto I de _Desde Toledo a Madrid_:

�CARRE�O. ...Hasta que en una vereda,


_con la grande polvareda,
perdimos a don Beltrane_:
digo que a Madrid perdimos
de vista....�

Y, en fin, dejando atr�s muchas otras citas, Quevedo, en su romance


sobre los cuellos (Musa VI):

�Los polvos azules truje


del rebelado Flamenco,
_y con la gran polvareda,
perdimos a don Dinero_.�]

[Nota 422: Refi�rese, como nota el se�or Bonilla, al t�tulo de


ciudad concedido a Carmona por Felipe IV en 1630.]

[Nota 423: Juega de la voz _sereno_, adjetivo en una parte y


sustantivo en otra: _que nunca le tuvo_, es decir, que por ser Carmona
de cielo tan _sereno_, no se conoce en ella el _sereno_ o humedad
atmosf�rica propia de la noche. A esto atribuye seguidamente el no
padecerse all� el catarro.]

[Nota 424: De la frase de comedimiento _no conocer_ a uno _sino para


servirle_ trat� en nota del tranco II (38, 14)[133].]

[Nota 425: Aunque hoy, generalmente, llamamos _la Giralda_ a la


torre de la Catedral de Sevilla, este nombre no es sino el de la esbelta
y por todos estilos _airosa_ figura que le sirve de remate y veleta: una
hermosa imagen de la Victoria. He aqu� lo que de ella y de la torre dijo
Alonso Morgado en su _Historia de Sevilla_... (Sevilla, Andrea Pescioni
y Juan de Le�n, 1583), p�g. 285 de la reimpresi�n hecha por la ef�mera
Sociedad del �Archivo Hispalense� (Sevilla, 1887): �...Toda ella [la
torre] es quadrada, y cado un lien�o en igual proporci�n de cincuenta
pies de ancho y en vn mismo nivel de quadro, sin desmenguar ni crecer
por la parte de afuera poco ni mucho en toda la altura donde vemos las
campanas.... Desde el suelo hasta en altura de ochenta y siete pies es
todo raso y sin alguna moldura. Mas desde all� hasta lo m�s alto, sube
por medio de cada lien�o vna orden de ventanas, y tantas galanterias,
que hazen hermosissima la vista....� Trata despu�s del cuerpo de
campanas, y a�ade: �... y luego vna bola dorada de cinco pies de altura,
y encima vna Victoria, que es vna hermosa imagen de bronze, en que se
remata [la torre], dorada y a partes encarnada, do lo ha menester, que
tiene de altura quatro varas y media de medir, y de peso veynte y ocho
quintales, con vn ramo en la mano derecha, tambien de bronze, que pesa
dos quintales, que en tanta distancia de altura le da mucha gracia. Y en
la mano yzquierda, vna grande vela de quatro quintales, y tambi�n de
bronze, que denota y se�ala qualquiera viento que corra y sople, tras la
qual se va la misma Victoria con tanta facilidad y ligereza como si
fuera vna pluma: tal es el artificio maravilloso sobre que est�
puesta.�]

[Nota 426: Los �ltimos lugares del itinerario de C�rdoba a Sevilla,


seg�n el citado _Reportorio_ de Juan Villuga son:

�a la venta ronquera ij
a la venta _peromingo_ j
a la venta de lorsa media
a las ventas de las talleras m
a las ventas de torre blanca j
a seuilla j.�

E igualmente en otras _Guias o Reportorios_ que no hicieron sino copiar


a Villuga, con tal cual ligera modificaci�n, verbigracia, la _Gu�a de
caminos para ir y venir por todas las provincias de Espa�a_ que precede
al _Nuevo estilo y formulario de escrivir cartas missivas, y responder
en ellas en todos g�neros, y especies de correspondencia a lo
moderno_.... (Barcelona, Jayme Oss�t, 1765).]

[Nota 427: _Senda de plata_ hab�a llamado Lope de Vega al


Guadalquivir (_La Esclava de su gal�n_, acto I):

�ELENA. Div�dese Sevilla, como sabes,


por este ilustre y caudaloso r�o,
senda de plata por quien tantas naves
le reconocen feudo y se�or�o.�

�A la verdad--dije en el discurso preliminar de mi edici�n cr�tica de


_Rinconete y Cortadillo_ (p�g. 15), quien desde la esbelta torre de la
Giralda mira hacia el r�o por el sitio del puente y de la del Oro, si ha
le�do alguna vez la comedia _El Diablo est� en Cantillana_, del famoso
ecijano Luis V�lez, no puede menos de recordar aquellos versos de la
jornada I, en que, despu�s de encarecer la nobleza y bizarr�a de
Sevilla, al�bala por otras excelencias y dice:

�... tan populosa, que, haciendo


montes de soberbias casas,
impedir quiso que el Betis
tributase al mar de Espa�a;
y �l, rompiendo por en medio,
parece que agora aparta
de la una parte a Sevilla,
de la otra parte a Triana,
cuyos edificios bellos
le presentan la batalla,
y, a no estar en medio el r�o,
pienso que escaramuzaran.�]
[Nota 428: _Virgines_, a la latina, a�n frecuente en el siglo XVII,
como _im�gines, vol�mines_, etc.]

[Nota 429: Hoy, en Sevilla, y hasta en la misma Alcal�, que tiene


por sobrenombre el nombre de este r�o, no es raro o�r llamarle
_Guadaira_, en lugar de _Guada�ra_, que es como ha de decirse y como se
dijo por nuestros abuelos. En una _Relaci�n_ del recebimiento de Felipe
II en Sevilla (1570), por Gaspar Rodr�guez:

�Alcal� de _Guadayra_
estaua y tambien Utrera;
mostrandose placentera,
con ojos alegres mira
la gran ganancia que espera.�

Igualmente Tirso de Molina, en el acto II de _En Madrid y en una casa_:

�D.� MANUELA ...Aquella estancia, pues, que caudalosa


de esquilmos de Amaltea,
regalo a los sentidos, los recrea,
en nombre y en efectos deleitosa,
y por el logro que en sus ondas mira,
el Betis ronda y ba�a _Guada�ra_,
ocasionaba amena mis recreos.�]

[Nota 430: �De d�nde pudo sacar V�lez de Guevara la errada noticia
de que el Guada�ra, por medio de los ca�os de Carmona, surte de agua
potable a Sevilla, y esto, tan enteramente, que aquel r�o es el �nico
que no paga tributo al mar...? Presumo que lo tomar�a, por
inadvertencia, del ep�grafe del cap�tulo en que Alonso Morgado, en su
citada _Historia de Sevilla_, trata �De los ca�os de Carmona _y r�o que
entra por ellos en Sevilla_, y se reparte en fuentes por toda la ciudad�
(p�g. 148 de la edici�n moderna). Morgado llam� figuradamente _r�o_ al
gran caudal de agua que se conduce por los tales ca�os, y V�lez, que
aunque hab�a vivido en Sevilla mucho tiempo, no conocer�a bien los
pormenores de su abastecimiento de aguas, vi� el dicho ep�grafe, y lo
entendi� a la letra. No lo hubiera entendido as� a leer el muy raro
libro del maestro Juan de Mallara intitulado _Recebimiento que hizo la
muy noble y muy leal Ciudad de Seuilla, a la C.R.M. del Rey D. Philipe
N.S.... Con vna breve descripcion de la Ciudad y su tierra_ (Sevilla,
Alonso Escriuano, 1570), en cuyo fol. 132 dice, tratando de Alcal� de
Guada�ra: �Entre las cosas que tiene de notar es la fuente de los ca�os
que llaman de Carmona, no porque vengan de Carmona, sino porque desde
Torreblanca hasta Sevilla vienen por el mesmo camino y cal�ada que van a
Carmona. Ay vna pe�a leuantada en vn cerro, con vna profunda cueua a
donde baxan por sus gradas, y halla se siempre all� vn manantial de agua
tan gruesso como vn cuerpo de vn buey, que de tiempos sin memoria a esta
nuestra edad ante de Romanos, y despues en todos los siglos esta fuente
ha estado con el golpe de agua que aora tiene, sin apocarse o
enturuiarse.... Esta sale por vna canal de piedra tosca. Tiene sus
acequias, que duran mas de legua y media, yendo algun espacio por dentro
de los montes, lleuando sus lumbreras a trechos, hasta que viene a dar
en Torreblanca do passa vn molino, y despues va por vn lado del camino
hasta la Cruz y all� buelue a mano yzquierda, y comien�a a subir desde
el suelo por arcos de vna vara, y dos, y estado, hasta otro molino donde
se parte la tercia parte para la huerta del Rey, y de all� van los ca�os
leuantandose todo lo que la ciudad tiene de baxa, llegando al peso y
sitio de Seuilla. Subiendo por cima de la puerta donde est� el
repartimiento del agua, y de all� va por los muros que encaminan a la
puerta de la Carne hasta el Alca�ar mucha desta agua; en fin, _es vn
grande r�o_ [de esto debi� de tomar su expresi�n figurada Alonso
Morgado] que todo se consume dentro de la ciudad sin salir gota, ni
bastar Guadalquiuir a no quitar la falta que estos ca�os hazen, quando
ay algun impedimento en ellos. El principio desta agua en Alcal� est�
con grande guarda, y tiene su llaue....�]

[Nota 431: La _blanca_ val�a medio maraved�, y no huelga advertirlo,


porque muchas personas cultas, dej�ndose llevar por lo que suena el
nombre, imaginan que la _blanca_ era una moneda de plata. Por alusi�n a
su escas�simo valor se dijeron algunas frases, que registra Covarrubias
en su _Tesoro_: �No aver _blanca_, no tener dinero. No valer vna
_blanca_, valer poco. Pagar _blanca_ a _blanca_, muy poco a poco. De
tres a _blanca_, cosa muy vil....�]

[Nota 432: Alude a la exenci�n del fuero ordinario de cuantos


estaban matriculados en la Universidad de Alcal�, como, generalmente, en
cualquiera otra de las del reino.]

[Nota 433: El mismo V�lez de Guevara hab�a llamado a Sevilla, en la


jorn. I de _M�s pesa el rey que la sangre_:

�Este _Cairo espa�ol_, esta


_Babilonia castellana_,
este ej�rcito de almenas,
este esc�ndalo de casas....�

Y Ruiz de Alarc�n, por boca del gracioso, en el acto II de _Ganar


amigos_:

��V�lgate Dios, confusi�n


y embeleco de Sevilla!...
Un hombre conozco yo
que es tahur, y desde el d�a
que a un desdichado inocente
en el garito empestilla,
se va al de otro barrio, que es
como pasarse a Turqu�a:
cursa en �l hasta pegarle
a otro blanco con la misma,
y va visitando as�
por sus turnos las ermitas,
y en acabando la rueda,
se vuelve a la m�s antigua,
donde, como los tahures
se trasiegan cada d�a,
o no va ya su acreedor,
o �l hace del que se olvida,
o tiene conchas la deuda,
del tiempo largo prescripta.�]

[Nota 434: Como escribe Covarrubias, _traer la barba sobre el


hombro_ es �viuir recatado y con rezelo, como hazen los que tienen
enemigos, que van bolviendo el rostro a vn lado y a otro....� Es uno de
los modos de decir que proscribi� Quevedo en la _Prem�tica_ de 1600. Y
Qui�ones de Benavente, en su _Entrem�s de las Civilidades_:

�D�cenme por asombro:


�Se�or, _tra� la barba sobre el hombro_.�
No es buen consejo �se,
porque si yo trajese
la barba sobre el hombro solo un d�a
cordero de _agnus Dei_ parecer�a.�

Bien que esto �ltimo ya se lo tiene Quevedo en el pr�logo de su _Cuento


de cuentos_: �_Andar la barba sobre el hombro_, quien lo tuviere por
buen consejo lo pruebe, y andar� hecho corderito de _agnus dei_.�]

[Nota 435: Este edificio, que aun hoy subsiste, es la famosa _Casa
de Pilatos_, visitad�sima de cuantos curiosos van a Sevilla, por las
notables riquezas art�sticas que contiene. De este nombre ha inducido
recientemente un escritor italiano, Rosadi, que Pilatos fu� natural de
Sevilla, pues ten�a y aun tiene casa en ella(!!!). La Casa de Pilatos
fu� edificada por don Fadrique Enr�quez de Ribera, marqu�s de Tarifa y
duque de Alcal�, cuando volvi� de Tierra Santa en 1520. Devot�simo de la
Pasi�n de Jesucristo, hizo en Sevilla una _V�a Sacra_, que empezando en
su nuevo palacio, que recuerda la fortaleza de la Torre Antonia,
residencia del gobernador militar de Roma en Jerusal�n, terminaba en el
monumental humilladero de la llamada Cruz del Campo.]

[Nota 436: Esto no era ni es as� enteramente: no se nombraba _el


Candilejo_ a la calle en que est� _la cabeza del Rey don Pedro_, pues,
como dice P�rez y Gonz�lez, �la _calle del Candilejo_ llam�base antes
_de los Cuatro Cantillos_, y a la _Cabeza del Rey don Pedro_ le dec�an
_calle del Velador_�. El suceso de marras, tan universalmente conocido,
que holgar�a el contarlo una vez m�s, ocurri� junto a la esquina que
forman ambas calles. Y a�ade el docto escritor sevillano que, contra lo
que creyeron algunos histori�grafos hispalenses, �s�bese hoy de modo
cierto que la primitiva cabeza que mand� hacer y poner el rey don Pedro
(y que era s�lo una cabeza como cortada y separada del cuerpo por el
hacha del verdugo) no era de piedra. Seg�n testimonio de quien la
posey�, recogido por el can�nigo doctor don Ambrosio de la Cuesta en un
tomo de _Memorias hist�ricas sevillanas_, la cabeza era �de barro,
cocida y pintada, con el pelo corto, que s�lo le cubr�a el cuello,
cortado alrededor y cercenado por la frente como entonces se usaba, sin
bigotes ni barbas, el rostro algo abultado y en la cabeza un bonete
redondo, traje de aquel tiempo�. En dichas _Memorias_ l�ese tambi�n que
�cuando desapareci� aquella cabeza, la Ciudad acord� que se hiciese una
efigie de piedra, que representase la persona del rey don Pedro en traje
e insignias reales y se pusiesen las armas de Castilla y Le�n en un
escudo a costa de la Ciudad y se colocase en un nicho el bulto del Rey,
de medio cuerpo�.

De todo ello trat� eruditamente don Jos� Gestoso en su _Sevilla


monumental y art�stica,_ tomo III, p�g. 396, y a esta obra remite P�rez
y Gonz�lez, y yo con �l. En las frecuentes investigaciones que hice
durante mucho tiempo en el Archivo Municipal de Sevilla, encontr�,
examinando las actas capitulares (escriban�a segunda), diversas noticias
referentes a la nueva _Cabeza del rey don Pedro_: Cabildos de 30 de
julio y 24 de septiembre de 1599: Peticiones del escultor Marcos de
Cabrera para que se le pague su hechura.--Cabildo de 15 de octubre de
1604: �... y la echura de la caueza del Rey don Pedro que est� en poder
del jurado Juan de Perea se ponga en el sitio que est� mandado.�--Cabildos
de 10 de septiembre de 1607 y 26 de septiembre de 1608: Nuevo acuerdo de
que se ponga en el Candilejo, como estaba prevenido.--Cabildo de 19 de
agosto de 1609: Propuso don Fernando de Ulloa que se pusiera en el sitio
en que est� mandado la cabeza del Rey don Pedro.--Cabildos de 17 y 20 de
octubre de 1612: Otros acuerdos sobre lo mismo. La piedra de que se hizo
tal busto se hab�a pagado en 1598. (Libros de Propios, 8 de junio de aquel
a�o.)]

[Nota 437: _Cal_, por _calle_, como m�s adelante (tranco X) _cal
de Tintores_. Y fueron tan para en uno, a las veces, la calle y su
nombre, que se escribieron como una sola palabra (_Caldebayona,
Calderredes_), y aun olvidando que el _cal_ no era del nombre,
rebautizaron en Osuna, mi pueblo natal, la _cal de Negros_ o
_Caldenegros_, llam�ndola _calle de Caldenegros_.]

[Nota 438: _Borciguiner�a_, por asimilaci�n de vocales, en lugar de


_Borceguiner�a_. Esta fu� una de las muchas calles que tomaron su nombre
del repartimiento hecho por San Fernando, porque la se�al� para los
fabricantes de borcegu�es. Los modernos, sin tener en cuenta la
venerable antig�edad del nombre, lo han sustitu�do por el de _Mateos
Gago_.]

[Nota 439: _El Atambor_, como dice don F�lix Gonz�lez de Le�n en su
_Noticia hist�rica del origen de los nombres de las calles de Sevilla_
(Sevilla, 1839), p�g. 127, era una plazoleta muy peque�a, situada en la
Borceguiner�a. La llamar�an _el Atambor_ por alusi�n a su figura y aun
quiz�s a su reducido espacio. En ella, al mediar el siglo XVI, hab�a un
arquillo con una imagen: en 1547 Juan Alem�n, deudo propincuo del autor
del _Guzm�n de Alfarache_, arrend� a Bernardino de Morales unas casas
�que son el arquillo de la ymagen del _alambor_�. (Archivo de protocolos
de Sevilla, Garc�a de Le�n, libro 3.� de 1547, fol. 2554.) En esta
plazuela tuvieron su antigua casa los condes de Gelves, hasta que
trasladaron su morada a la collaci�n de la Magdalena.]

[Nota 440: _Calles_, y no _calle_, porque se refiere a la


propiamente llamada _del Agua_ y a la inmediata _del Chorro_, ambas de
la collaci�n de Santa Cruz y pertenecientes a la antigua Alham�a de
Sevilla. Cerca de ellas, como dice Gonz�lez de Le�n, est� el muro de la
ciudad por donde pasan las aguas de los Ca�os de Carmona que van al
vecino Alc�zar.]

[Nota 441: �La calle del Agua--dice el se�or Bonilla--distaba mucho


de ser recatada, y este vocablo, como advierte el se�or P�rez y Gonz�lez
(obra citada, p�g. 113), est� empleado por V�lez con intenci�n
sat�rica.� Y copia, para demostrarlo, un texto de Crist�bal de Chaves en
que se habla de cierto rufi�n que sac� una doncella y �la puso _en el
lugar m�s p�blico de Sevilla,_ que era una calle que la llaman _del
Agua_, donde hab�a otras muchas mujeres que viv�an como las del
partido�. Pero n�tese que el mismo texto alegado demuestra que P�rez y
Gonz�lez y Bonilla no estuvieron en lo cierto. La _casa p�blica_ se
llam� as�, no porque estuviese en sitio muy _p�blico_ o transitado, sino
por la condici�n de sus mujeres. Al contrario, estaba, en todas las
ciudades y villas, y bien se alcanza por qu�, en los lugares m�s
escondidos y secretos. A�n hoy no hay mejor medio para lograr que se
mude a otra casa una mujer de mala nota que tenerle muy alumbrada la
calle, cosa que retrae a los que hubieran de buscarla. El vicio requiere
oscuridad, cuando todav�a no ha llegado al l�mite de la desverg�enza.]

[Nota 442: _Aplopej�a_, met�tesis vulgar de _apoplej�a._]

[Nota 443: La historia de los amores de _Vireno_ y _Olimpia_ y del


consiguiente abandono de ella, est� contada por Ludovico Ariosto en los
cantos IX y X del _Orlando furioso_. En el _Romancero general_ hay un
romance (fol. 41 vto.) en que Olimpia, ya abandonada, se lamenta de la
deslealtad de su amante:

�Svbida en vn alta roca


donde bate el mar insano,
del enga�oso Bireno
Olimpia se quexa en vano.
Traidor tirano.�

Y Altisidora, en el _Quijote_ (II, 57), apostrofa en burlas al desde�oso


Caballero manchego, dici�ndole:

�_Cruel Vireno_, fugitivo Eneas,


Barrab�s te acompa�e, all� te avengas.�

La frase _de mala mano_, que falta en el _Diccionario_ de la Academia,


se dec�a de los malos pintores y de sus obras, y de ah� se pas� a
decirlo figuradamente de otras muchas cosas, equivaliendo a _de mala
calidad_ o _de poco m�rito._ V�anse algunos ejemplos. _Quijote_, II, 52:
�Las nuevas deste lugar son que la Berrueca cas� a su hija _con un
pintor de mala mano...._� Lope de Vega, en el acto I de _Santiago el
Verde_, por boca de Celia, refiri�ndose a que se sol�an pintar buenas
manos en los retratos:

�Los pintores dan en eso,


porque, por lo menos, digan
_que es de buena mano el lienzo_.�

Y Castillo Sol�rzano, en el _Entrem�s del Casamentero_:

�MUJER. �Un poeta en crep�sculo? Bien dijo:


que hay versos que, con ser _de mala mano_,
por escuros parecen del Ticiano.�]

[Nota 444: Alude nuestro autor a la vulgar creencia de que el


avestruz digiere el hierro. A lo propio se refiri� Rojas Zorrilla en la
jorn. I de _El Desaf�o de Carlos Quinto_:

�D.� LEONOR. Ea, don Luis, vuelve en ti;


tu brazo la pica empu�e;
el coselete en tu pecho
al Otomano deslumbre;
_digiere aquel hierro ardiente_
_que el tiro de bronce escupe,
y sean para sus balas
tus entra�as avestruces_.�]

[Nota 445: A ser esto as�, se habr�a acrecentado su peso en ocho


arrobas desde el tiempo en que Morgado escribi� su _Historia de
Sevilla_, pues dijo en ella (p�g. 317 de la reimpresi�n): �En lo que
menos se imagina, se manifiesta tambi�n la gran magestad y riqueza de la
Sancta Iglesia. Pues �qui�n dir� que el Cirio Pascual (que a su tiempo
se pone en la Capilla Mayor muy dorado y labrado) tiene de peso _setenta
y seys arrobas de cera_?�]

[Nota 446: De este famoso candelero dice Morgado en su _Historia_


_de Sevilla_ que �es la mayor parte de bronze�, y que lo juzgan �por el
m�s curioso y que m�s tiene que ver (con quinze figuras de Sanctos de
bulto por el alto) que otro ninguno. El qual por su mucho peso tiene en
los assientos sus ruedas de bronze, con que lo llevan dende la
sachristia, donde se guarda, al choro por las semanas sanctas�. Con
hip�rbole andaluza trat� del cirio pascual y del tenebrario de la
Catedral de Sevilla aquel _cicerone_ que figura en _Los Antoios de meior
vista_ de Rodrigo Fern�ndez de Ribera (fol. 6 de la edici�n pr�ncipe):
��A visto v.m., dijo, un Candelero de Tinieblas, en que se ingieren las
velas con que se dicen? Pues dos mil i sietecientos i treinta i seis
quintales, docientas arrobas i diez libras de bronce tiene, i creo que
cinco on�as. Poco cree v.m. de tanto peso, repliqu� yo. Pero todo me le
[e]ch� encima quando me lo acab� de decir, i sin dejarme respirar,
aunque dej� el Candelero, prosigui�: Pues si v.m. aguarda a la Pasqua
Florida, que bien podr� por esto solo (i era por san Iu�n), ver� un
Cirio, que de solo cera, sin el pavilo, que es de algodon de la India de
Portugal, i se trae para solo esto cargada una nave.... Ahorrele la
tra�da de la cera, i quedeme a descansar entre tanto algodon....�]

[Nota 447: De esta famosa custodia dice Morgado (p�g. 313 de su


_Historia de Sevilla_) que Juan de Arfe tard� seis a�os en hacerla, y
a�ade: �Tiene de altor tres varas y media, sin la Cruz de vna quarta que
lleva por remate. Tiene de peso mil y trezientos marcos, que hazen
veynte y seys arrobas de plata, y de costa treynta y seys mil ducados,
con todas hechuras....�]

[Nota 448: El antiguo monumento de la Catedral de Sevilla, al


cual--dice Morgado (p�g. 314)--�con razonable conjetura se le da el
nombre de Templo de Salom�n..., es de forma oct�gona, con quatro vistas
principales, de a nueve pies de coluna a coluna, y otras quatro vistas
menores con la mitad de claro de las mayores�.]

[Nota 449: Nuestro autor juega del vocablo, por el doble significado
de _lonja_, y alude a que la de Sevilla, como San Lorenzo del Escorial,
fu� traza de Juan de Herrera. La universidad de mercaderes sevillanos
acord� en 1585 levantar este soberbio edificio frente a la puerta de San
Crist�bal, de la Catedral, y en �l se empez� a negociar a 14 de agosto
de 1598.]

[Nota 450: As�, _Adtlante_, en la edici�n pr�ncipe, y aun pudo decir


_Adlante_, sin la _t_, porque as� sol�a y suele pronunciarlo el vulgo.
En otro lugar (tranco X) leeremos _ridmo_, por _ritmo_.]

[Nota 451: Acerca del _Retiro_, o _Buen Retiro_, el curioso puede


ver el interesante cap�tulo que le dedic� Mesonero Romanos en _El
Antiguo Madrid_, tomo II, p�gs. 161-175. Para una nota baste decir que
la fundaci�n de este real sitio se empez� el a�o de 1631, por lo que se
llam� _el Gallinero_, junto a la huerta de San Jer�nimo; que en 1632 se
terminaron la plaza y cuerpo principal del palacio; que en octubre del
mismo a�o se efectu� en ella alg�n juego de ca�as, y que de entonces en
adelante el Retiro fu� lugar de frecuentes y fastuosos divertimientos
cortesanos, entre los cuales tuvieron preferencia las representaciones
de obras de los m�s celebrados autores de aquel tiempo: Calder�n de la
Barca, Mendoza, Sol�s, etc. De los antiguos edificios del Retiro s�lo
uno resta en pie: el vulgarmente llamado _el Cas�n,_ donde al presente
est� instalado el Museo de Reproducciones Art�sticas.]

[Nota 452: Muchas ediciones leyeron _enjauladas_, siguiendo a la de


Zaragoza, 1671. En la de Vigo, 1902, el se�or Bonilla declar� que
�_enjaguadas_ est� por _purificadas_ o _depuradas_�, e intent� apoyarlo
en Covarrubias y el _Diccionario_ de autoridades. P�rez y Gonz�lez,
entendiendo que en el pasaje del texto �ni el _enjaguar_ ni el
_enjuagar_ ni el _enjaular_ encajan�, conjetur� que se trataba de una
errata y que deb�a leerse _amen-guadas_ donde la edici�n pr�ncipe
estamp� _enja-guadas_, �y cuando menos--a�adi�--, el sentido de la frase
quedar� completo y claro, sin necesidad de meter las grandezas en jaulas
como si fueran loros, ni de echarlas en lavaderos como si se tratara de
ropa sucia�. En su edici�n de 1910 Bonilla insiste en que �_enjaguadas_
(met�tesis de _enjuagadas_) encaja perfectamente en el texto�, pues al
decirse del Real Sal�n del Buen Retiro que �todas las admiraciones
vienen cortas, y las mayores grandezas _enjaguadas_, se da a entender
�que toda alabanza era escasa, y que las mayores grandezas se
encontraban all� _mejoradas, depuradas, purificadas,_ elevadas a un
grado superior�.

Creo que ser�n contados los que acompa�en al se�or Bonilla en la


persuaci�n de que, entendido como �l propone, queda claro el sentido del
pasaje, y por ello he de probar a explicarlo. _Enjaguar_, de donde por
met�tesis se dijo _enjuagar_, proviene de _ex aquare_, y ante todas
cosas significa _ensaguar_, o _enaguar_, esto es, _aguar_, una de cuyas
acepciones vulgares, reg�strela o no el _Diccionario_, equivale a
aminorar de calidad alguna cosa, como sucede al vino cuando se agua.
Entendido as�, est� clara la expresi�n, y se conserva el paralelismo o
correlatividad que existe (siquiera no la viese el se�or Bonilla) entre
la afirmaci�n de que �todas las admiraciones vienen cortas�, y la otra
afirmaci�n de que �las mayores grandezas [vienen] _enjaguadas_�, o
_aguadas_, que es como decir, _bastardeadas_, o _desmejoradas:
frustradas_; que esta acepci�n, figuradamente, suele tener el verbo
_aguar_, y as� se dice _se agu� la fiesta; me aguaron el contento_.
Quien dude que _enjaguar o ensaguar_ significa ante todo _aguar_, vea si
_ensangostar_ y _ensanchar_ (de _ex angustare_ y _ex ampliare_) no
significan respectivamente _angostar_ y _anchar_, verbo este �ltimo que,
como _enanchar_, se usa en Andaluc�a y en algunas rep�blicas
hispanoamericanas.]

[Nota 453: De la enormidad de riquezas que sol�an pasar por la Casa


de la Contrataci�n de Indias dije algo en el discurso preliminar de mi
edici�n cr�tica de _Rinconete y Cortadillo_, p�g. 11.]

[Nota 454: Tratando de la Plaza de la Universidad y Colegio de Maese


Rodrigo, dice don F�lix Gonz�lez de Le�n en su _Noticia art�stica,
hist�rica y curiosa de todos los edificios p�blicos, sagrados y profanos
de ... Sevilla, y de muchas casas particulares_ ... (Sevilla, 1844),
tomo I, p�g. 146: �La casa oriunda de los se�ores Vicentelos de Leca,
hoy Condes de Cantillana, es otro de los edificios que est�n en esta
plaza, como ya se dijo. Esta casa, com�nmente conocida por la _del
Corzo_..., es una de las magn�ficas de esta gran poblaci�n. Se entra por
un patio zagu�n en que, como en todas las principales, est�n las
cocheras, caballerizas y cuartos de criados, y se pasa al patio,
cuadrado, di�fano y alegre, con sus respectivos corredores bajos y altos
formados de arcos sobre iguales y hermosas columnas de m�rmol. En �l
est�n las multiplicadas y amplias habitaciones, muchas de ellas,
cubiertas sus paredes de ricos alicatados de buenos azulejos, y el piso
de losas de G�nova. Hay tambi�n ameno y delicioso jard�n y las piezas
del piso alto est�n cubiertas de muy costosos artesonados.�]

[Nota 455: Quiere decir que as� como es forzoso a las personas
cumplir con la parroquia, esto es, confesar y comulgar, a lo menos una
vez en el a�o, as� tambi�n era forzoso a los toros tarife�os y jarame�os
experimentar cada a�o los rejones del Conde de Cantillana. Es juego de
palabras revesado, sobre irreverente.]
[Nota 456: Pedro de Medina, corregido y ampliado por el ronde�o
Diego P�rez de Mesa, _Primera y segunda parte de las grandezas y cosas
notables de Espa�a_ (Alcal� de Henares, 1590), fol. 128 vto.: �Ay en
Seuilla vna casa de moneda que a mi parecer es la mexor del mundo, y
donde m�s moneda se labra. Porque ordinariamente andan labrando y
batiendo la moneda ciento y ochenta hombres: de manera, que cada d�a se
labran setecientos marcos de oro y plata. Haze admiracion ver los
montones de moneda que en ella ay. Desta casa salen continuamente requas
cargadas de oro y plata amonedada, como si fuesse otra mercadur�a
com�n.... C�rganse en esta ciudad [de mercader�as] para solamente las
Indias m�s de cien naos cada a�o, y la mayor parte de las mismas naos
vueluen cargadas de oro y plata y otras riquezas....�]

[Nota 457: De la antigua puente de barcas de Sevilla dijo Lope de


Vega en el acto I de _La Esclava de su gal�n_, refiri�ndose al casco de
la ciudad y a su populoso y alegre barrio de Triana:

�ELENA ... en esta puente de maderos graves,


sin pies que toquen a su centro fr�o,
mano que las dos partes divididas
por una y otra orilla tiene asidas.�]

[Nota 458: Por estar el monasterio de las Cuevas a _la lengua del
agua_, llamaban vulgarmente _espantaalbures_ a la campana con que sus
monjes tocaban a maitines. Lope de Vega, en el acto III de _El Amigo
hasta la muerte_:

�GUZM�N ...Cen� y brind� por tu salud en tanto,


incitado de almejas temerarias;
pero apenas sonaba _espantaalbures_
(ya sabes que es campana de las Cuevas),
cuando, llamando un envarado destos
con seis esbirros, me meti� en la c�rcel.�]

[Nota 459: El se�or Bonilla, por muy disculpable distracci�n, ley�


_del Guadalquivir_. De ordinario no se pon�a art�culo a los nombres de
los r�os, como indiqu� en mis notas a _El Licenciado Vidriera (Novelas
ejemplares de Cervantes_, tomo II, 9, 3, edici�n de _Cl�sicos
Castellanos_).]

[Nota 460: No _todos_ los romances de moros; pero s� algunos,


especialmente los de la serie de Gazul, inclu�da en el _Romancero
general_. Al fol. 4, verbigracia:

�Por la playa de Sanlucar


galan passeando viene
el animoso Ganzul _(sic)_,
de blanco, morado y verde.
Qui�rese partir el moro
_a jugar ca�as a Gelues_....�]

[Nota 461: En la edici�n pr�ncipe, _da sus ilustres condes_,


evidentemente por errata.]

[Nota 462: Estos dos versos est�n impresos corridamente, como prosa,
en la edici�n original.]

[Nota 463: Refi�rese a la huerta del Alamillo, que estaba pr�xima a


las Cuevas y, como este monasterio, a la orilla derecha del
Guadalquivir. Eran famosos los _s�balos del Alamillo_, y Lope de Vega,
en la jorn. I de _Los Vargas de Castilla_, los record� por boca de
Mill�n:

�Adi�s, Sevilla soberbio...,


pan de Gandul de mi vida,
roscas de Utrera del cielo,
alcaparr�n como el pu�o,
aceitunas como el cuerpo,
_s�balos del Alamillo_....�]

[Nota 464: As� la edici�n pr�ncipe; pero quiz� es errata, por _los
Z��igas_.]

[Nota 465: _De Medina Sidonia_, quiere decir.]

[Nota 466: Cuando estos elogios salieron a luz, el duque don Gaspar
Alonso de Guzm�n el Bueno hab�a dejado de merecerlos de todo en todo,
por un hecho harto deplorable: por la traidora confabulaci�n para
separar a Portugal y Andaluc�a de la obediencia de Felipe IV. V�ase
resumida esta negra historia en mi libro intitulado _Pedro Espinosa_
(Madrid, 1906), p�gs. 313 y siguientes.]

[Nota 467: A don Francisco Zapata, conde de Barajas, se debi�, en


efecto, el saneamiento de aquella parte de la ciudad que se llamaba la
Laguna, convertida por �l en deleitosa alameda, hermoseada con tres
copiosas fuentes, que en 1587, cuando Morgado public� su _Historia de
Sevilla_, regaban todo el a�o �los mil y setecientos �rboles que, entre
alisos, alamos blancos, naranjos, cipreses y �rboles de parayso, fueron
en esta Laguna plantados....� A la entrada de la nueva Alameda, sobre
grandes pedestales, se colocaron dos esbeltas columnas, gruesas de
catorce palmos en redondo y altas de cuatro estados, y encima de ellas,
respectivamente, las estatuas de H�rcules, fundador de la ciudad, y
Julio C�sar, que la cerc� de murallas. Toda esta obra se acab� el a�o de
1574, y ha de reconocerse que sali� mal su cuenta al Conde de Barajas,
pues queriendo que la hermosa Alameda sirviese para honesto solaz y
esparcimiento de Sevilla, no lo vi� conseguido; antes carg� sobre ella,
especialmente en las noches de la primavera y el verano, tal turba de
mujeres perdidas y de mancebillos boquirrubios y hombres p�caros y
arrufianados, que cuatro a�os despues, en 1578, Vicente Espinel, que
vivi� muy desbaratadamente una temporada en la ciudad del Betis, comenz�
as� la _S�tira contra las damas de Sevilla_:

�Invicto C�sar, H�rcules famoso,


espeio y luz de valerosos pechos,
patrones deste suelo venturoso,
ya que permite el hado que est�is hechos
de la Alameda vigilantes guardas,
injusto premio a tan gallardos pechos....�

Y dijo despu�s:

�Vuelva Zapata y su jard�n reforme;


que pues le hizo al culto de Diana,
no es bien que en puter�a se transforme.�]

[Nota 468: _Disignio_, dicho un poco a la italiana; y aun


enteramente en italiano _(disegno)_ lo escribi� tal cual vez el
sevillano Juan de la Cueva:
�... quel Franc�s furioso
viene a nosotros con _dise�os_ fieros.�]

[Nota 469: Era Tomasa, en lo tornajona, como la c�lebre Marica del


romance de Quevedo:

�Tomando estaba sudores


Marica en el hospital;
_que el tomar era costumbre_
y el remedio era sudar.�]

[Nota 470: _Como unos hermanos_, es decir, como unos cuadrilleros de


la Santa Hermandad que fuesen con requisitoria en busca de alg�n
malhechor.]

[Nota 471: _Regalados_, en la acepci�n de _agradables_ y


_deleitosos_ como dijo Lope de Vega:

�Pan de Sevilla, _regalado_ y tierno,


masado por la blanca y limpia mano
de alguna que os quisiera para yerno.�]

[Nota 472: Hasta ahora han sido in�tiles cuantas diligencias se han
practicado para averiguar por qu� se llamara _de Gallegos_ este
celebrado pan. Presumo que se apellidar�a _Gallegos_ el panadero que lo
fabricaba.]

[Nota 473: _En �l,_ refiri�ndose _al Prado_, y claro que no _al
espejo_ como en rigor gramatical podr�a colegirse.]

[Nota 474: Ocurren aqu�, como en el tranco II (56, 3)[173] dos versos
en decas�labos ocasionales:

�... _comen alas del viento por cebada,


no quiero que dejemos a Sevilla_....�]

[Nota 475: El hallarse muy bien el Cojuelo en Sevilla conviene con


lo que Santa Teresa de Jes�s dijo de esta ciudad en el cap. XXV de su
_Libro de las Fundaciones_: �No s� si la misma clima de la tierra, que
he o�do siempre decir _los demonios tienen m�s mano all� para tentar_,
que se la debe de dar Dios, y en esto me apretaron a m�, que nunca me vi
m�s pusil�nime y cobarde en mi vida que all� me hall�: yo, cierto, a m�
mesma no me conoc�a.�]

[Nota 476: _Alfaneques_ se llamaban unos halcones muy usados por los
cazadores de cetrer�a, y _volar_ est� dicho, no en la acepci�n
germanesca de _hurtar_, como crey� el se�or Bonilla, sino, aunque
figuradamente, en la cineg�tica de hacer que el ave se levante y vuele.
_Bret�n_ s� est� usado en la gen�rica y germanesca de _extranjero_. As�,
la frase _alfaneque de volar una bolsa de bret�n_ equivale a tercera a
prop�sito para trasponer la bolsa de cualquier extranjero incauto desde
la faldriquera de �ste a las sonrosadas u�as de cualquiera doncellita de
alquiler.]

[Nota 477: _Doncelliponiente_, a imitaci�n de _barbiponiente_ o


_barbipungente_, que se dice del mancebo a quien empieza a salir la
barba, pero tambi�n del principiante en una facultad u oficio. Nuestro
autor, pues, llama _doncelliponientes_ a las j�venes a�n poco
experimentadas en la venta y reventa de su doncellez, y necesitadas, por
tanto, de los sabios consejos de la experta mulata.]

[Nota 478: _Acuchillado_, esto es, abierta a trechos la tela y


puestos en las aberturas piezas fusiformes de otro tejido, de color
diferente de aqu�lla.]

[Nota 479: Llamaban y llamamos _coton�a_ a cierta tela hecha de hilo


de _algod�n._ Son tan a�ejos esta tela y su nombre, que nuestro vulgo,
cuando quiere ponderar la antig�edad de un dicho o costumbre, suele
decir: �Eso es m�s viejo que la _coton�a._�]

[Nota 480: _Ponlevi_, del franc�s _pont levis, puente levadiza_.


�Forma especial--dice el _Diccionario_ de la Academia--que se di� a los
zapatos y chapines, seg�n moda tra�da de Francia. El tac�n era de
madera, muy alto, inclinado hacia adelante y con disminuci�n progresiva
por su parte semicircular, desde su arranque hasta abajo.� A mi ver,
huelga en esta definici�n la referencia a los chapines, pues �stos jam�s
tuvieron tac�n; al contrario, el zapato con tac�n vino a sustitu�rlos,
dando, aunque s�lo en el carca�al, la altura que el chap�n daba a todo
el pie. Al tac�n sol�an llamar _tal�n._ Lope, en el acto I de _El
Desprecio agradecido_:

�D. BERNARDO. Cien escudos ten�is ciertos


por un zapatillo suyo.

IN�S. �Tan prest�simo?

D. BERNARDO. Soy tierno.

IN�S. Pues �para qu� le quer�is?

D. BERNARDO. Para traerle aqu� dentro.

IN�S. Son _de ponlev�: el tal�n_


os har� mal en el pecho.�

Como el _tac�n,_ terminado en semic�rculo peque�o, ven�a a acabar hacia


la mitad del largo del zapato, tal como hoy, los pies mayores parec�an
diminutos, especialmente en la huella. El mismo Lope, en el acto I de
_Las Bizarr�as de Belisa_:

�TELLO. ...Hay enanas; las hay con larga trampa:


unas con pie de ap�stol, _consoladas
del ponlev�, que imprime poca estampa_.�]

[Nota 481: �_Escarp�n_--dice el _Diccionario_ de autoridades--,


funda peque�a de lienzo blanco con que se viste y cubre el pie, y se
pone debaxo de la media o calza.�]

[Nota 482: _Tapetado_, seg�n Covarrubias, es el cuero envesado, dado


color negro. En el auto de _La Paciencia de Job_, de autor an�nimo, dice
el bobo a Sat�n:

��Mi hermano sois vos? Si tal ha parido


mi madre, yo muera vestido y calzado:
mi madre era blanca, vos sois _tapetado_....�

Y Quevedo, describiendo una _Boda de negros_ (Musa VI):


�Iba afeitada la novia
todo el _tapetado_ gesto
con holl�n y con carb�n
y con tinta de sombreros.�]

[Nota 483: _Se sub�a a tocar_, es decir, a _tocarse_, a arreglar su


tocado; pero, jugando del verbo _tocar_, a�ade lo de _tocar de la
tar�ntula,_ por alusi�n a que se hac�a _tocar_ o tentar el cabello por
la _tar�ntula_ de sus dedos; que eso semejaban con el teclear por toda
la cabeza. No hay aqu�, pues, contra lo que imaginaron los se�ores Dur�n
y Bonilla, referencia alguna a la m�sica o tonada llamada _de la
tar�ntula._]

[Nota 484: _Espejo de armar_, expresi�n que el l�xico de la Academia


da por anticuada, siendo as� que se us� mucho en los siglos XVI y XVII,
es--dice el _Diccionario_ de autoridades--�el que es de bastante grandor
para poder verse e �l todo el cuerpo humano u la mayor parte de �l�.]

[Nota 485: Leo _nigromanc�a_ (y no _nigromancia_, al uso de hoy),


porque en el siglo XVII a�n se pronunciaba as�. Calder�n, en la jorn. 1
de _El Jard�n de Falerina_:

�LISIDANTE. T�, que, sabia, la gran _piromanc�a_


escribes en pir�mides de fuego....

MARFISA. T�, que en el aire, a los conjuros ciego,


das a las aves la _eteromanc�a_....

LISIDANTE. T�, que en sepulcros la _nigromanc�a_


ejecutas....�]

[Nota 486: Visto que el _Diccionario_ de la Academia s�lo dice que


_echar las habas_ es �hacer hechizos o sortilegios�, el se�or Bonilla ha
reparado muy justamente: �Pero claro es que los _hechizos_ o
_sortilegios_ se pod�an hacer de muchas maneras, y una de ellas era
_echando las habas_.� Y esto advertido, cita dos versos de Quevedo, que
dicen:

�En mi vida _ech� las habas_;


antes me echaba a m� propia�,

y con ellos da por terminada su nota. Nos quedamos, por tanto, sin saber
qu� era _echar las habas_, aun despu�s de ver bien rectificada la
definici�n de la Academia.

_Echemos las habas_: quiero decir, veamos c�mo y para qu� se echaban,
aunque esta nota exceda de la extensi�n que de ordinario tienen las del
presente libro. Y para lograr bien nuestro prop�sito, tomemos por
maestras a las mismas gitanas que poco antes del a�o 1633 (tiempo en que
ya la Rufina Mar�a del texto practicaba esas habilidades) ten�an por
disc�pula, en la villa y corte de Madrid, a do�a Antonia Mex�a, la cual,
pesarosa, despu�s, de su aprendizaje, se denunci� al Tribunal del Santo
Oficio (Archivo Hist�rico Nacional, Inquisici�n de Toledo, legajo 91 de
causas, n�mero 176), manifestando, entre otras cosas: �Que las dichas
gitanas le ense�aron _la suerte de las habas_ en esta manera...: que
tomase nueue hauas, un poco de carbon, un grano de sal, un poco de �era,
un ochauo, un poco de piedra lumbre, un poco de a�ufre, un poco de pan,
un poco de pa�o colorado, un poco de pa�o a�ul, y que las dos de las
hauas las se�alase mordiendolas, o las m�s que quisiese, diciendo este
es Juan (su marido), este es Francisco, y esta Catalina, y que si
saliese la mordida, que es la persona que se quiere, junto al carbon,
significa noche; si junto a la sal, gusto; junto a �era, martelo, que
quiere de�ir golpe, porra�o o cosa semejante; junto al ochauo, que abr�
dinero; junto a la piedra alumbre, con lo colorado, sangre; y junto a
lo a�ul, �elos; y junto al a�ufre, si sale con la sal, oro, y si sale
solo, pesadumbre; junto al pan, que abr� comida....�

La sentencia de otro proceso inquisitorial, dictada en 1638, acaso en


los mismos d�as en que V�lez de Guevara revelaba las aficiones
hechicerescas de Rufina, nos permite ver en funciones a Isabel Bautista,
natural de Sevilla, quiz� trianera como la mulata hu�speda del Cojuelo y
de don Cleof�s (Inquisici�n de Toledo, legajo 82, n�m. 26): �... sac� una
bolsilla colorada con unas habas, y las ech�, y entre ellas un poco de
pa�o azul, y alumbre, y un poco de carbon, y un medio real, y otro
pedazo de grana, diciendo que el pa�o azul significaba celos, y el
alumbre, y el carb�n, noche, y el medio real, que les hab�an de dar
plata, y ech� vn maraved�, que significaba que les hab�an de dar
cuartos, y el pa�o de grana, alegr�a, todo lo qual ech� sobre vn pa�o
colorado, y las dichas habas traya a la mano halag�ndolas �hijitas mias,
decid la verdad�, y luego las soltaba, y en cayendo las habas las dec�a:
�Rociadas con el rocio del cielo�, y hablaba entre dientes, que no se le
entend�a lo que dec�a, y volvi� a decir: �Vosotras decid la verdad, que
la decis m�s que el Evangelio�; y a la dicha muger le dijo se�alando
vnas habas: �Este es tu padre, esta eres t� y esta tu madre; ya viene
por el camino; muy pronto le ver�s�, se�alando entre las habas y las
dem�s cosas el camino que dec�a por donde ven�a.� La propia Isabel
Bautista hab�a declarado en su confesi�n �... que era verdad que ech�
las habas, y que eran nueve pares, todas se�aladas cu�l era macho y
hembra; que echaba adem�s una haba partida y que las palabras que dec�a
entre dientes eran santas y buenas, porque dec�a:

�Con San Pedro y San Pablo


y el apostol Santiago
y con el bienaventurado San Cebrian,
suertes echasteis en la mar;
muertas las echasteis,
vivas las sacasteis;
as� me saqueis
vivas y verdaderas estas suertes.
Si fulano ha de venir,
salga en camino�;

que era hacer camino las habas, apart�ndose unas de otras, que era que
ven�a la persona que esperaban, y si se juntaban, era que no ven�a, y si
sal�a el haba junto al carb�n, era que ven�a de noche, y si junto al
pa�o colorado, era alegr�a, y si junto a la sal, que hab�an de tener
gusto, y si junto al ochavo, que le dar�an dineros, y si sal�a el haba
junto al haba partida, era ropa que le hab�an de dar....� Tambi�n sol�an
echar entre las dem�s cosas un pedazo de yeso blanco, que significaba
dolor, y un cantillo redondo de haba, que representaba a la iglesia.
Algunas echadoras de habas, antes de empezar a practicar con ellas, las
bautizaban, meti�ndolas en las pilas del agua bendita de tres templos, y
el conjurarlas antes de echarlas era constante, meti�ranlas o no en la
boca. Do�a Catalina M�rquez de Avalos, mujer del capit�n Francisco
Alonso de la Serna (Madrid), compareciendo a delatarse de su voluntad en
1631 (Inquisici�n de Toledo, leg. 90, n�m. 161), manifest�, entre otras
cosas, que dec�a a las habas, teni�ndolas en la boca:
�Hijas amadas,
hijas queridas,
por el labrador que os sembr�,
por la tierra en que estuvistes,
por San Pedro, por San Pablo,
por el apostol Santiago,
por el mar, por las arenas,
por San Cebrian,
que ech� suertes en la mar,
que ans� como le salieron ciertas y verdaderas,
ans� me dig�is lo que os quiero preguntar.�]

[Nota 487: Para el se�or Bonilla, _andar el cedazo_ es �lo mismo que
_adivinar por tela de cedazo_�, especie que quiso justificar con el
_Diccionario_ de autoridades, seg�n el cual es �el ejercicio de la arte
m�gica, cuando el demonio hace que los profesores de esta diab�lica
ciencia, mirando por un cedazo, vean las cosas que est�n muy distantes,
ocultas, o por venir, a lo cual llam� la gentilidad _coscinomancia_�.
Pero no s�lo ah� est� la frase con que el se�or Bonilla intent� explicar
lo de _andar el cedazo: �adivinar por tela ceda�o_--dice Covarrubias,
art. _ceda�o_--es dezir lo que claramente se ve y se entiende ser assi,
porque como dize otro Proverbio, muy ciego es el que no ve por tela de
ceda�o.� Con todo esto, pues _ver_ uno una cosa _por tela de cedazo_
significa, seg�n el l�xico actual de la Academia, �verla o entenderla
confusamente, o juzgarla, no como es en s�, sino como se la presenta su
pasi�n o preocupaci�n�, voy a demostrar que en este punto el
_Diccionario_ de autoridades y cuantos le han seguido _vieron por tela
de cedazo_. Con acudir a nuestra literatura bastar�a, y aun sobrar�a
mucho, para convencerse de que _andar el cedazo_ no es ni lejano
pariente de _adivinar_, ni de _ver, por tela de cedazo_, y aun el
mencion�rselo casi siempre con el _echar las habas_ da, por s� solo,
clara sospecha de ser otra especie de sortilegio. Cervantes, en la
cantaleta del acto I de _El Rufi�n dichoso_:

�...La que en darse a s� excedi�


a las gode�as m�s francas;
_la que echa por cinco blancas
las habas y el cedacillo_....�

Tirso de Molina, en el acto 1 de _En Madrid y en una casa_:

�MAJUELO. �Lo de Toledo ha sabido


tambi�n! �Vive Dios que _ha habido
haba y cedazo_!�

Y Ruiz de Alarc�n, en el acto II de _La Cueva de Salamanca_:

�LUC�A. �Hay alguna que no tenga,


si ausente o celosa est�,
un poco de _echar las habas_
y un mucho de conjurar
_el cedacillo_, el rosario
(que de eso les sirve ya)
el chap�n y la tijera,
espejo de agua o cristal....�

Pero si estos ejemplos indican sobradamente que lo _del cedazo_ era un


sortilegio, que jam�s podr�a hacerse mirando al trav�s de la tela,
estotras citas demostrar�n muy claro que tal sortilegio se hacia
_moviendo_ o _movi�ndose, el cedazo_, cosa que ya se echaba de ver por
la expresi�n _andar el cedazo_, usada por V�lez de Guevara. Agust�n de
Rojas, en el libro I de _El Viaje entretenido_, cuenta que las
hechicer�as de una vieja su amiga vinieron a parar en que la
encorozaron, y despu�s, ida a Antequera, �cogi�ronla _haciendo bailar un
cedazo y echando unas habas_, y di�ronle otros doscientos tocinos�.
Mateo Alem�n dice en su _Guzm�n de Alfarache_, parte II, libro III, cap.
III: �Resp�ndame por vida de sus ojos..., si pasando la raya sin rebozo
ni temor de Dios, _no dej� cedazo con sosiego, ni habas en su lugar, que
todo no lo hizo bailar_, por malos medios y con palabras detestadas y
prohibidas por nuestra santa religi�n....� Y, en fin, Quevedo, en el
soneto referente a una hechicera antigua, que deja sus herramientas a
otra reciente (Musa VI):

�Esta redoma rebosando babas,


_el cedazo que sabe hacer corvetas_,
estas que se metieron a profetas,
con poco miramiento, siendo _habas_....�

Ahora bien, �quiere el lector ver qu� corvetas eran las que sab�a hacer
el cedazo de la vieja de Quevedo? Pues sin ninguna clase de hechicer�a
nos lo va a revelar Mar�a L�pez, que era vecina de Malag�n por los a�os
de 1625; la cual, dando su declaraci�n en causa contra Ana Hern�ndez
(Inquisici�n de Toledo, legajo 88, n�m. 117), manifest� que esta Ana le
pidi� un cedazo y unas tijeras, y pregunt�ndole para qu� los quer�a,
dijo que ten�a un mozo en Almagro y deseaba saber si la esperaba o si
hab�a de venir; �y tom� las tisseras y las hinc� en el aro del �edazo la
una punta, asiendo en la mano el anillo de la misma punta de la tissera,
y la otra tissera puesta en cruz, colgando el �edazo dellas, y diciendo
unas palabras que esta declarante no entendi�, anduvo el �edazo muy
re�io a la redonda, y le dixo la susodicha: �Yo me voy ma�ana, que �me
esperan�; y quando no era ansi lo que quer�a, se estaba quedo el
�edazo�.

Las palabras que Mar�a L�pez no hab�a entendido eran el conjuro propio
del sortilegio. Tengo hasta cuatro o cinco versiones de �l, halladas en
otros tantos procesos inquisitoriales; pero las dejo a un lado,
prefiriendo una recogida de la tradici�n oral en nuestros d�as, de boca
de ciertos gitanos errantes, por mi buen amigo don Pedro D�az Cassou,
excelente folklorista murciano, con el nombre de _Orasi�n der seaso_.
Dice as�:

�San Sim�n,
suerte quiero arcans�,
que me digas la berd�,
las tijeras est�n agarr�s;
en er seaso est�n clav�s;
personas que reselo boy a nombr�;
que ande er seaso si la sospecha es berd�.
San Sim�n que lo sabe lo declarar�.
Entro y consiento en er pauto cremin�.�

�Est� ahora bien claro que _andar el cedazo y adivinar por tela de
cedazo_ son dos casos distintas, aunque el cedazo sea un solo cedazo
verdadero?]

[Nota 488: Ruiz de Alarc�n, en el acto I de _Mudarse por mejorarse_,


explicaba as� la raz�n del nombre de esta calle:
�LEONOR. �_Calle Mayor_! �Tan grande es,
que iguala a su nombre y fama?

D.� CLARA. Dir�te por qu� se llama


_la calle Mayor_.

LEONOR. Di, pues.

D.� CLARA. Filipo es el rey mayor,


Madrid, su corte, y en ella
la mayor y la m�s bella
calle es la _calle Mayor_.
Luego ha sido justa ley
_la calle Mayor_ llamar
a la mayor del lugar
que aposenta al mayor rey.�]

[Nota 489: Hoy dir�amos _es mesa_, sin repetir el _que_ de la l�nea
anterior. De este _que_ superfluo trat� largamente en una nota del
_Quijote_ (I, 229, 16).]

[Nota 490: Por eso se llamaron caballeros _de la Tabla Redonda_


aquellos de que se acompa�aba el rey Art�s.]

[Nota 491: Bien se echa de ver que el Cojuelo mostr� a Rufina Mar�a
la calle Mayor en una de las tardes que en Madrid llamaban _de rua_.
Mesonero Romanos, en _El Antiguo Madrid_, tomo I, p�g. 265, tratando de
la estancia del Pr�ncipe de Gales en la coronada Villa, cuando en 1623
vino a ofrecer su mano a do�a Mar�a, hermana de Felipe IV, dice: �El
domingo siguiente hubo _rua o paseo por la calle Mayor_, a que asisti�
gran concurso de pr�ncipes y magnates en sus carrozas, y todas las
hermosas de la Corte�.]

[Nota 492: _Con tanto ojo_, el�ptico, por _con tanto ojo abierto_,
frases que faltan en el _Diccionario_.]

[Nota 493: Ocasionalmente ocurren aqu�, como pocas p�ginas atr�s


(205, 23)[474], dos versos endecas�labos:

�... _que con los malos t�rminos se abrasa,


y con los agasajos se destempla_!�]

[Nota 494: Dice _de dos yemas_, como de los huevos nombrados as�,
bien que la _litera_, por lo com�n, ten�a dos asientos. �Es--nota el
_Diccionario_ de autoridades--de la misma hechura que la silla de manos,
algo m�s prolongada, y con dos assientos, aunque algunas veces no los
tiene, y en su lugar se tienden colchones, y en este caso va recostado
el que la ocupa. Ll�vanla dos machos, mulas o caballos, afianzadas las
varas en dos grandes sillones.�]

[Nota 495: As� en la edici�n pr�ncipe, por _Eliche_.]

[Nota 496: _Alca�izas_ en la edici�n original, por _Alca�ices._]

[Nota 497: Mejor sintaxis fuera �sta: y _grande hombre de a caballo_


en entrambas sillas. Alude a las dos maneras de cabalgar: la brida y la
jineta. Recu�rdese lo dicho en nota de los preliminares (9, 6)[49].]
[Nota 498: Dice _Simancas_, por decir con alguna novedad
_archivos_.]

[Nota 499: En la edici�n original, sin duda por yerro, _de vna misma
edad y al parecer que lleuan_....]

[Nota 500: _Espumando sangre generos�sima_, como _espumando valor_


en el tranco I (22, 5) [Nota del transcriptor: "Don Cleof�s, espumando
valor, prerrogativa de estudiante de Alcal�, le dijo:"].]

[Nota 501: _A s� mismos_, dir�amos hoy.]

[Nota 502: Hace aplicaci�n, algo violentamente, del cabalgar en


ambas sillas, de la brida y de la jineta, a la destreza en ambas
espadas, negra y blanca. Desliz�ronsele aqu� a V�lez no menos de cinco
versos octos�labos involuntarios:

�_... don Francisco de Mendoza,


gentilhombre cortesano,
favorecido de todos
y diestro en entrambas sillas
de la espada blanca y negra._�]

[Nota 503: _Hallar�_, en la edici�n pr�ncipe, pero sin duda es


errata, por _hallara_.]

[Nota 504: Es manera t�pica de alabanza. En el _Quijote_ (II, 17),


dice el Caballero del Verde Gab�n al Ingenioso Hidalgo: �... entiendo
que si las ordenanzas y leyes de la caballer�a andante _se perdiesen, se
hallar�an_ en el pecho de vuesa merced como en su mismo dep�sito y
archivo.�]

[Nota 505: El se�or Bonilla corrigi� _Ildefonso_, notando al pie de


la p�gina que el texto original dice _Ilefonso_. E _Ilefonso_ se dec�a,
y se escrib�a, y se estampaba. Rector del Colegio de San _Ilefonso_, de
Sanl�car de Barrameda, se llam� Pedro Espinosa en las portadas de sus
obras _Espejo de cristal (1625), El Perro y la Calentura (1625), Elogio
al retrato de ... don Manuel Alonso Perez de Guzman el Bueno ... (1625),
Paneg�rico a la ... ciudad Antequera_ (1626) y _Pronostico
judiciario_ ... (1627).]

[Nota 506: _Velmar_, por _Bedmar_.]

[Nota 507: _Ladrada,_ por _la Adrada_.]

[Nota 508: _N�jara_, por _N�jera._]

[Nota 509: Jer�nimo de Quintana, en su _Historia de la antig�edad,


nobleza, y grandeza de la villa de Madrid_ (Madrid, Imprenta del Reyno,
[Link]), fol. 376 vto., menciona muchas casas �de grandes se�ores
fabricadas con sumptuosidad, hermosura y grandeza�, y, entre ellas, �las
del Conde de O�ate, en la calle Mayor�. Y Mesonero Romanos, en _El
Antiguo Madrid_, tomo I, p�g. 259, dice: �Esta casa-palacio, una de las
m�s espaciosas e importantes de la grandeza, debi� ser constru�da a
fines del siglo XVI, si bien la portada y balc�n principal son obra del
XVII o principios del pasado, al estilo apellidado _churrigueresco_�.
Demolido este edificio pocos a�os ha, para ensanchar la calle Mayor, su
portada, sueltas pero numeradas las piedras de que se compone, espera,
en el jard�n del Museo Arqueol�gico Nacional, que se determine d�nde ha
de levantarse de nuevo, para conservarla como preciada muestra del
estilo arquitect�nico a que pertenece.]

[Nota 510: Como antes (230, 22) dijo _Simancas_, por decir con
novedad _archivos_, ahora dice _Mercurio Mayor_, por no decir _Correo
Mayor_. Sabido es que Mercurio fu�, no ya el correo, sino hasta el
correveidile y terceruelo de los dioses.]

[Nota 511: Se refiere al c�lebre _mentidero_ de Madrid, del cual, en


el cap. I del _Viage del Parnaso_, fol. 3 vto. de la edici�n pr�ncipe,
se hab�a despedido Cervantes diciendo:

�A Dios de san Felipe el gran passeo,


donde si baxa o sube el Turco galgo
como en Gazeta de Venecia leo.�

Moreto, en la jorn. I de _De fuera vendr�_..., pinta admirablemente, por


boca de un alf�rez, cuan r�pidamente crec�a la diaria alm�ciga de
embustes en las famosas Gradas:

�ALF�REZ. Mas al despique apelo;


que yo con estas gradas me consuelo
de San Felipe, donde mi contento
es ver luego cre�do lo que miento.

LISARDO. �Que no sep�is salir de aquestas gradas!

ALF�REZ. Amigo, aqu� se ven los camaradas.


Estas losas me tienen hechizado;
que en todo el mundo tierra no he encontrado
tan f�rtil de mentiras.

LISARDO. �De qu� suerte?

ALF�REZ. Crecen tan bien aqu�, que la m�s fuerte


sembrarla por la noche me sucede,
y a la ma�ana ya regarse puede.

LISARDO. De vuestro humor, por Dios, me estoy riendo.

ALF�REZ. Por la ma�ana yo, al irme vistiendo,


pienso una mentirilla de mi mano,
vengo luego, y aqu� la siembro en grano,
y crece tanto, que de all� a dos horas
hallo quien con tal fuerza la prosiga,
que a cont�rmela vuelve con espiga.
Aqu� del Rey m�s saben que en palacio;
del Turco, esto se finge m�s de espacio,
porque le hacen la armada por diciembre,
y viene a Espa�a a fines de setiembre....�]

[Nota 512: En la edici�n principe, sin duda por yerro del impresor,
se lee as�, y lo mismo en las del se�or Bonilla: ��Qu� entierro es este
tan sumptuoso, _pregunt� don Cleof�s, que passa por la calle Mayor, que
estaua tan aturdido...._�]

[Nota 513: El lujoso entierro del Astr�logo ser�a, _plus minusve_,


como aquel que pinta Quevedo en _El mundo por de dentro_: �En esto,
llegamos a la calle Mayor.... Tomamos puesto conveniente para registrar
lo que pasaba: fu� un entierro, en esta forma: ven�an envainados en unos
sayos grandes de diferentes colores unos p�caros, haciendo una taracea
de mu�idores. Pas� esta recua incensando con las campanillas; segu�an
los muchachos de la Dotrina, meninos de la muerte y lacayuelos del
ata�d, chirriando la calavera; segu�anse luego doce galloferos,
hip�critas de la pobreza, con doce hachas, acompa�ando el cuerpo y
abrigando a los de la Capacha, que, hombreando, testificaban el peso de
la difunta....�]

[Nota 514: Como si dijera, tal como suele decirse: _�Con su pan se
lo coma!_]

[Nota 515: Vend�ase, en efecto, mucha fruta en la Puerta del Sol.]

[Nota 516: El antiguo Hospital Real de Corte se llam�, como su


iglesia, _del Buen Suceso_, por una imagen de la Virgen que bajo tal
advocaci�n se veneraba en ella. �Esta plaza--dice Mesonero Romanos _(El
antiguo Madrid_, tomo II, p�g. 115)--, o m�s bien espaciosa encrucijada
de las diversas calles principales de la poblaci�n, presentaba la figura
que todos recordamos, de un prolongado trapecio, y se hallaba dominada
en su frente principal, entre las calles de Alcal� y San Jer�nimo, por
la modesta fachada de la iglesia del Buen Suceso, la cual, antes de la
ocupaci�n francesa, estaba algo m�s decorada, y ten�a una peque�a lonja
o atrio con verjas de hierro. Delante de ella estaba la famosa fuente
churrigueresca de principios del siglo pasado, y que reemplaz� a otra no
menos extravagante, si hemos de creer a la vista de ella que estampa
�lvarez Colmenar en la obra titulada _Annales d'Espagne et de Portugal_.
Una y otra estuvieron coronadas por la estatua de Venus, no la Medicea,
de Pafos o de Citeres, sino la c�lebre _Mariblanca_, que hoy yace
relegada a la plazuela de las Descalzas.�]

[Nota 517: Dice Mesonero (_El antiguo Madrid_, tomo I, p�g. 291) que
el convento de la Victoria, con su iglesia, huerta y tahona ocupaba gran
parte de una manzana, y di� lugar con su derribo (1836) a la formaci�n
de la calle de Espoz y Mina, al ensanche de la de la Victoria, y a la
construcci�n entre ambas de las manzanas de casas de los se�ores
Mari�tegui y Mateu, pasaje o galer�a cubierta, y otros varios edificios.
Los lugares respectivos de la Victoria y de la fuente del Buen Suceso
est�n bien indicados en los siguientes versos de Tirso de Molina (_Por
el s�tano y el torno_, acto II):

�D. DUARTE. Salieron las dos hermanas,


que, a ser tres como eran dos,
las tres Gracias en mentira
fueran verdaderas hoy.

De las manos y tapadas,


hacia la Puerta del Sol
echaron, y yo tras ellas
siguiendo sus pasos voy.
Llegamos al Buen Suceso
(bueno me lo d� el amor),
por las gradas de la fuente
ellas, por la puerta yo
frontera de la Victoria....�

Hartzenbusch, al llegar aqu�, pone esta nota. �_Ventana_, dice la


edici�n que seguimos; pero es claro que se habla de la puerta del Buen
Suceso, frente a la calle de Espoz y Mina, cuya entrada era antes la
lonja del convento de la Victoria.�]

[Nota 518: _Estar_, por _ser_, como en m�s de un lugar del _Quijote_
(I, 292, 7; III, 333, 16, etc.).]

[Nota 519: As� sol�an decir al ver a un ni�o, refiri�ndose al mal de


ojo, las que iban, o pod�an ir, para brujas. Esto, cuando con el propio
intento no le daban una higa, porque, como dec�a Covarrubias, �tambi�n
es cosa vsada al que ha parecido bien darle vna higa diciendo: tom� para
que no os ahogen (_aojen_)�. Igualmente se hac�a y se dec�a esto por v�a
de pulla, y as� Feliciano de Silva, por boca de Elicia, en la cena XXXIX
de la _Segunda comedia de Celestina_: ��Al diablo la vieja, que no se
contenta con cuanto ha ganado conmigo, sino que si tengo amor a uno, no
le tengo de osar mirar! _�Toma para tus ojos_: que yo le hablar� aunque
te pese...!�]

[Nota 520: En la edici�n pr�ncipe, _guedegas_, por evidente errata,


que copia el se�or Bonilla.]

[Nota 521: _Despu�s que_, equivaliendo a _desde que_, usad�simo en


los siglos XVI y XVII, como advert� m�s de una vez en mis notas al
_Quijote_ (I, 265, 8; II, 74, 4; III, 124, 17; IV, 282, 12, etc.).]

[Nota 522: Siguiendo su alegor�a, dice _dar grada_, por alusi�n a la


_grada_ o esca�o corrido que en el teatro ocupaban las mujeres.]

[Nota 523: Alude a la costumbre, general en algunas naciones, de


saludarse bes�ndose p�blicamente hombres y mujeres, de la cual dec�a
Juan Minsheu, por boca de Guillermo, en el sexto de sus _Pleasant and
delightfvll dialogves in Spanish and English_ ... (Londres, Edm.
Bellifant, 1599), p�g. 51: �Yo para mi tengo que la mayor causa de la
desolu�ion en algunas mugeres de Ynglaterra es esta costumbre de
besallas en p�blico, por que con esto pierden la verguen�a y a el
tocamiento del beso, les entra vn veneno que las ynficiona�. Y poco
despu�s:

�EGIDIO. �En Espa�a no se vsa besar los hombres a las mugeres?

DIEGO. S�, besan los maridos a sus mugeres, y esto all� detr�s de siete
paredes, donde aun la luz no los pueda ver.

GUILLERMO. Es porque los espa�oles son demasiadamente celosos.

ALONSO. No, sino porque somos tan trabiessos, que no hemos menester este
apetito para hacer mil malos recaudos. �Qu� ser�a si tubiessemos essa
ocasion?�]

[Nota 524: _La calle Mayor_ y _el Prado_: en estas dos universidades
estudiaban discreci�n y cortesan�a los galanes y las damas de Madrid.
Lope de Vega, en el acto II de _El Desconfiado_:

�PEDRO. ...Que una mujer en la Corte


es imposible ser necia,
y m�s cuando ella se precia
de que esta fama le importe;
pues para tomar el grado
de doctas, gastan, se�or,
_cursos de calle Mayor
y cuodlibetos del Prado�_.
El enamorado, pues, ten�a ambos lugares, _la calle Mayor_ o _Carrera_ y
_el Prado de San Jer�nimo,_ por estaciones principal�simas de su diaria
devoci�n. Calder�n de la Barca, en la jorn. I de _Hombre pobre todo es
trazas_:

�D. DIEGO. Por la ma�ana estar�


en la iglesia a que acud�s;
por la tarde, si sal�s,
en _la Carrera_ os ver�;
al anochecer, ir�
_al Prado_, al coche arrimador
luego, en la calle embozadador
ved si advierte bien mi amor
horas de _calle Mayor_,
misa, reja, coche y _Prado_.�

De este paseo se lee en la _Primera y segunda parte de las grandezas y


cosas notables de Espa�a_, de Pedro de Medina, corregidas y ampliadas
por P�rez de Mesa, fol. 205: �A la otra mano derecha del mismo
monasterio [de San Jer�nimo], saliendo de las casas, ay otra alameda
tambien muy apacible, con dos �rdenes de �rboles, que hazen vna calle
muy larga hasta salir al camino que llaman de Atocha.... Llaman a estas
alamedas _el prado de san Hieronymo_, donde de invierno al sol y de
verano a go�ar de la frescura, es cosa muy de ver y de mucha recreacion
la multitud de gente que sale, de vi�arrisimas damas, de bien dispuestos
caualleros, y de muchos se�ores y se�oras principales, en coches y
carro�as. Aqui se goza con gran deleyte y gusto de la frescura del
viento todas las tardes y noches del est�o, y de muchas buenas
musicas....�]

[Nota 525: As� en la edici�n pr�ncipe, aunque sin acentuar el


pronombre, pues no se acostumbraba hacerlo. El se�or Bonilla ley�
equivocadamente: �que otro d�a le ense�aremos en el r�o de Man�anares�,
diciendo abajo en nota: �El texto repite �el�. Claro es que no se
trataba de ense�ar _el espejo en el r�o_, como parece haber entendido el
se�or Bonilla, sino de ense�ar _el r�o en el espejo_.]

[Nota 526: _Y pasa el verano de noche_, es decir, _y pasa durante el


verano de noche_.]

[Nota 527: Compara V�lez el Manzanares con la moneda de Navarra, o


_navarrisca_, que no era de curso legal en Castilla, pero que sol�a
pasarse de noche, a favor de la poca luz, como las monedas chanflonas de
que trat� en nota del tranco I (18, 5)[76]. La voz _navarrisco_ falta en
el _Diccionario_ de la Academia, aun habiendo sido de uso muy corriente.
Juan de Castellanos, _Eleg�as de varones ilustres de Indias_, parte II,
_Elogio de Rojas,_ canto IV:

�... y el _navarrisco_, que por ellas muere,


dijo que le dar� cuanto pidiere.�]

[Nota 528: _Caudal_, como adjetivo, equivalente a _caudaloso_.]

[Nota 529: Otros dijeron que el Manzanares, tan merendado, cenado y


concurrido de gente, era r�o que lo ten�a todo, excepto r�o. Calder�n,
en la jorn. I de _Fuego de Dios en el querer bien_, refiri�ndose � las
orillas del Manzanares en una tarde de julio:
�D. ALVARO. Aqu� cantan, all� bailan,
aqu� parlan, all� gritan,
aqu� ri�en, all� juegan,
meriendan aqu�, all� brindan:
pa�s tan hermoso y vario,
que para ser la Florida
estaci�n de todo el orbe
la m�s bella, hermosa y rica,
_s�lo al r�o falta el r�o_;
mas ya es objeci�n antigua.�

Y Lope de Vega hab�a comenzado as� un soneto de _Burguillos_ en que


_Lam�ntase Manzanares de tener tan gran puente:_

�Qu�tenme aquesta puente que me mata,


se�ores regidores de la villa;
miren que me ha quebrado una costilla:
que, aunque me viene grande, me maltrata.�]

[Nota 530: No s� a qu� conseja o cuentecillo se refiere aqu� don


Cleof�s. A no pedir lo del ahogarse que las ayuntadas fuesen _ranas_, se
podr�a sospechar que estaba errado el texto, por _ratas_. A lo menos, en
Andaluc�a es muy vulgar la desenfadada expresi�n: _�Al ... diablo,
ratas; que se quem� el molino_!]

[Nota 531: A este escudo se hab�a referido Lope de Vega en el acto


II de _El Anzuelo de Fenisa_:

�ALBANO ...Tiene el Duque de Medina


(ya entender�s que es Sidonia)
justo a su casa en Sevilla
un corredor de pelota....
Tiene aqueste corredor,
no enfrente, sino en la popa,
las armas de los Guzmanes,
y sobre el timbre y las hojas
que con diversos penachos
cercan el escudo y orlas,
al gran don Alfonso P�rez
de Guzm�n que el Bueno nombran,
sobre el muro de Tarifa,
que al moro la daga arroja
para que mate a su hijo
(�divina haza�a espa�ola!),
y debajo de las armas,
aquella sierpe espantosa
que mat� en �frica, haciendo
la haza�a de H�rcules corta....�]

[Nota 532: Del Conde de Salvatierra trat� en el pr�logo.]

[Nota 533: _De buena capa_, es decir, _de buena apariencia_. Tambi�n
se dec�a _de buena ropa_.]

[Nota 534: Punt�o como la edici�n pr�ncipe: _�... con mantos, de


medio ojo_, sentadas en el suelo�; esto es, _tapadas de medio ojo_, que
era una de las maneras de taparse, y no _con manto de medio ojo_, como
lee el se�or Bonilla, porque nunca hubo tal suerte de mantos. De las
mujeres sevillanas dec�a Alonso Morgado (p�g. 142 de su _Historia de
Sevilla_): �Vsan el vestido muy redondo, precian se de andar muy
derechas y menudo el passo, y assi las haze el buen donayre y gallardia
conocidas por todo el Reyno, en especial por la gracia con que se
lo�anean _y se atapan los rostros con los mantos, y miran de vn ojo�_.
�De d�nde vino el taparse de esta manera? A esto responde fray Juan de
la Puente, recordado por Antonio de Le�n Pinelo en su curioso libro
_Velos Antiguos i modernos en los rostros de las mugeres, sus
conueniencias, y da�os_ ... (Madrid, Juan S�nchez, 1641), fol. 47 vto.:
�De los �rabes tomaron las mugeres espa�olas el _taparse de medio ojo_,
de lo qual las alaba Tertuliano....� Y a�ade Le�n Pinelo (fol. 48) que,
�como las Moriscas siempre andavan tapadas con sus almalafas o sabanas
blancas..., en visti�ndose a lo Espa�ol, convirti�ndolas en los mantos
negros, dieron en taparse con ellos del modo que solian con las
sabanas.... I como es uso garvoso, lascivo, alegre i (como dezimos) de
garavato, i las Moriscas, por ser todas de excelentes ojos, andavan assi
m�s briosas i apuestas que las Espa�olas, i estas avian comen�ado, ya
desde antes del a�o de MDxxvj, a agradarse del Tapado, i a usarle
tambi�n, confundiendose por este modo las unas con las otras, lleg� a
introduzirse del todo por este de sesenta i seis o sesenta i siete
[alude a una pragm�tica sobre mudar de trajes los moriscos, promulgada
en 1566]: i fue con tanto excesso, que veinte a�os despu�s, en las
Cortes de Madrid de MDxxxvj, se trat� de su prohibicion, que se promulg�
la vez primera por ley el de noventa....� El _taparse de medio ojo_,
aunque se extendi� por casi toda Espa�a y fu� comun�simo en la Corte,
era se�aladamente sevillano. As� Lope, en el acto I de _Las Bizarr�as de
Belisa_:

�Ponte _el manto sevillano;


no saques m�s de una estrella_....�

Y Tirso de Molina, en el acto I de _El Amor m�dico_, cuya acci�n pasa en


Sevilla:

��Qu� quieres que diga?


Cada cual su rumbo siga:
tu amor, t�; yo, a la tapada;
que el diablo del sombrerete,
que parece tajador
de aldea, para mi humor
tiene no s� qu� sainete
que alienta mis disparates.
�Oh anascote, oh caifascote,
oh basqui�a de picote,
oh ensaladas de tomates
de coloradas mejillas,
dulces a un tiempo y picantes!
�oh chapines, no brillantes,
mas negros y con virillas!
�Oh _medio ojo_ que me aoj�!
�Oh atisbar de basilisco!
�Oh _tapada a lo morisco_!
�Oh fiesta, y no de la O!�

La costumbre de taparse las mujeres, de medio ojo, o derribando el manto


hasta la barba, y aun hasta el pecho, arraig� tanto, que en balde fu�
objeto de reiteradas prohibiciones en el �ltimo tercio del siglo XVI y
en el primero del siguiente. Por el citado cap�tulo de Cortes de 1586 se
prohibi� que las mujeres anduviesen tapadas, y sobre su observancia y
cumplimiento se public� una pragm�tica en 1594, mandada guardar por otra
de 1600, que es la ley XIV, cap. XX, t�t. XII, libro VII de la _Nueva
Recopilaci�n_; pero como, aun as�, esto no se cumplia, por otra
pragm�tica, dada en Madrid a 12 de abril de 1639, se mand� �que en estos
Reinos y Se�or�os todas las mugeres de qualquier estado y calidad que
sean anden descubiertos los rostros, de manera que puedan ser vistas y
conocidas, sin que en ninguna manera puedan tapar el rostro en todo ni
en parte con mantos ni otra cosa...,� y que, adem�s de la pena de tres
mil maraved�s que se hab�a impuesto por las pragm�ticas y leyes
anteriores, �por la primera vez caigan e incurran en perdimiento del
manto y de diez mil marauedis, aplicados por tercias partes, y por la
segunda, los dichos diez mil marauedis sean veinte, y se pueda imponer
pena de destierro, segun la calidad y estado de la muger�.]

[Nota 535: La academia sevillana a que alude V�lez debi� realmente


de existir; pero de ella no han quedado m�s noticias que las que aqu� da
nuestro autor. As�, pues, mi docto amigo don Joaqu�n Haza�as, en su
_Noticia de las Academias Literarias, Art�sticas y Cient�ficas_ de los
siglos XVII y XVIII (Sevilla, 1888), se limit�, en cuanto a la de la
calle de las Armas, a rese�ar el pasaje del escritor ecijano.]

[Nota 536: Antonio Ortiz Melgarejo hab�a nacido en 1580, pues al


declarar (diciembre de 1637) en las pruebas de Juan Antonio del Alc�zar
y Z��iga para el h�bito de Calatrava, dijo tener cincuenta y siete a�os.
Por esta declaraci�n consta que, en efecto, era presb�tero y del h�bito
de San Juan (Archivo Hist�rico Nacional, Pruebas de Calatrava, n�m. 72,
fols. 81 y 82).]

[Nota 537: Qu� negocios fueran �stos no se sabe; pero s� que por los
a�os de 1635 y 1637 se representaron en Sevilla algunos autos del Corpus
compuestos por Cubillo de Arag�n, por los cuales la ciudad le libr�
ciertos dineros (S�nchez-Arjona, _Noticias referentes a los anales del
Teatro en Sevilla desde Lope de Rueda hasta fines del siglo XVII_,
Sevilla, 1898, p�ginas 300 y sigts.).]

[Nota 538: Lo poco que se sab�a de Blas de las Casas Al�s, y algo
m�s que logr� averiguar, est� resumido en mi libro _Pedro Espinosa_
(Madrid, 1906), p�gs. 270 y 277. Adem�s, de un curioso papel in�dito
suyo di noticia, y aun copia, al fin de las _Obras de Pedro Espinosa_
(Madrid, 1909), p�gs. 409 y sigts.]

[Nota 539: Don Crist�bal de Rozas, quiz�s antequerano, fu� autor de


tres obras dram�ticas citadas por Barrera en su _Cat�logo bibliogr�fico
y biogr�fico del Teatro antiguo espa�ol_.... De don Diego de Rosas puede
presumirse que sea el don Diego de Rosas y Argomedo citado en el mismo
_Cat�logo_ como autor de la comedia _Donde hay valor, hay honor_, cuyo
manuscrito posey� don Agust�n Dur�n, bien que la misma obra fu� impresa
con otras de diversos autores en Zaragoza, 1640, bajo el nombre de _don
Diego de Rojas_.]

[Nota 540: _Dragm�tico_ en la edici�n original.]

[Nota 541: Don Garc�a de Salcedo y Coronel es escritor muy conocido


en nuestra rep�blica de las letras por sus diversas colecciones de
poes�as, y a�n m�s que por ellas, por sus comentos de G�ngora. Tuvo
estrecha amistad con V�lez, cuya muerte lament� en dos composiciones
insertas en sus _Cristales de Helicona_ (1649).]

[Nota 542: _Primero_, en la acepci�n de _sobresaliente_.]


[Nota 543: _Sujeto_, en su acepci�n, hoy poco usada, de _materia_,
_tema_ o _asunto_.]

[Nota 544: Llam�base esta celebrada poetisa do�a Ana Caro de Mall�n,
y de ella di� curiosas noticias don Manuel Serrano y Sanz en sus
_Apuntes para una Biblioteca de Escritoras espa�olas desde el a�o 1401
al 1833_ (Madrid, 1903), y aun reprojo algunos de sus trabajos.]

[Nota 545: _D�cima musa andaluza_ se la llama en el ep�grafe de su


comedia _El Conde de Partinupl�s,_ publicada en el _Laurel de Comedias
de diferentes autores. Quarta parte_ (Madrid, Imprenta Real, 1653). Fu�
muy frecuente esta denominaci�n de _d�cima musa_. Garcilaso, al
principio de uno de sus sonetos:

�Ilustre honor del nombre de Cardona,


_d�cima moradora del Parnaso_...�;

y dijo el Brocense en su comento: �Muchos han usado esta frasi, de


llamar a la damas doctas _D�cima Musa_ o _Quarta Gracia,_ siendo las
Musas nueve y las Gracias tres....� Lope de Vega hab�a escrito en 1604,
en la _Representaci�n moral del Viaje del alma_:

�...Do�a Oliva de Nantes, _musa d�cima_,


y do�a Valentina de Pinedo,
la _cuarta gracia_, o verso o prosa escriba.�

Y a�os despu�s, en la silva II del _Laurel de Apolo_, dijo de Juliana


Morella:

�...Porque mejor por ti, _que has hecho cuatro


las Gracias, y las Musas diez_, pudiera
que por Safo Antipatro
decir aquella hip�rbole....�]

[Nota 546: En efecto, el soneto que a continuaci�n lee don Cleof�s


hab�a sido escrito por V�lez a la m�scara que indica, celebrada en la
noche del domingo 15 de febrero de 1637, y lo ley� por v�a de
introducci�n a la oraci�n que hizo en el certamen literario que presidi�
el viernes siguiente.]

[Nota 547: Coment� Dur�n y copi� Bonilla, acerca de este


_masebarrilete:_ �Seg�n el sentido del per�odo, puede entenderse que
habla del Sota u oficial mayor del sastre. Acaso Barrilete sea alg�n
personaje que haga papel de oficial de sastre en alg�n entrem�s o en
alguna j�cara. Si as� fuere, el autor habr� usado de dicha palabra
aludiendo al personaje popularizado en la escena c�mica o en el romance
popular.�]

[Nota 548: De las acepciones de _adolecer_ que hallo en los l�xicos,


la que menos desconviene a este pasaje es la de �aficionarse o
apasionarse por alguna cosa o por alg�n sujeto�, y aun �sta no
satisface.]

[Nota 549: A lo que creo, _Doctor_ es errata, por _Rector_, pues sin
duda se refiere a Bartolom� Leonardo de Argensola, que tuvo esa
_rector�a._]

[Nota 550: Refi�rese V�lez de Guevara a la renombrada _Academia de


la Crusca_, fundada en Florencia en el siglo XVI.]
[Nota 551: _Templada sin sentillo_ es gentil encarecimiento, pues el
o�r templar un instrumento fu� siempre cosa harto molesta, por lo cual
don Guill�n de Castro hizo decir a un rey en la jornada I de _El Amor
constante_:

�Cante, pues, lo que cantare,


muy melanc�lico sea,
_y no temple, porque es cosa
que nunca esperarla pude_....�

Este y otros fastidiosos preliminares del ta�er y el cantar resumi�


Qui�ones de Benavente en su _Entrem�s de los Mariones:_

�MAR�A. M�sico, desabrigue la guitarra


y haci�ndola sonar como chicharra,
_sin templar, sin toser, sin escombrarse,
ni aguardar a la s�plica o al ruego_,
cante un romance, y pagar�le luego.�]

[Nota 552: Se refiere a don Antonio Hurtado de Mendoza, excelente


autor dram�tico y l�rico.]

[Nota 553: Gonz�lez de Le�n, en su citada _Noticia hist�rica_...,


p�gina 472, dice de _la Almenilla_: �La puerta inmediata [a la de San
Juan], que pertenece al mismo cuartel y parroquia de Omnium Sanctorum,
se llama de la Barqueta, por estar junto a ella la barca p�blica que
tiene la ciudad para facilitar el tr�nsito del r�o por esta parte.�
Antiguamente se llam� _de la Almenilla_, por una que ten�a encima.
Tambi�n se llam� de Vib-arragel, por el nombre de la plaza que tiene
junto. Pero por extensi�n se nombr� _la Almenilla_ a esta plaza, en la
cual--dice el mismo autor--�est� el sitio que llaman el Blanquillo, que
es un pedazo de la muralla que da sobre el r�o, muy ancho, al cual se
sube por dos c�modas escaleras de piedra, y su suelo est� ladrillado y
muy c�modo, por lo que en otro tiempo habla en �l muchas funciones y
bailes en las noches de verano.�]

[Nota 554: El real monasterio de San Clemente, de Sevilla, en la


collaci�n de San Lorenzo, siempre se tuvo, como dice Morgado (p�g. 435),
�por el m�s antiguo y primero que de Monjas en ella fu� fundado despu�s
de ganada de poder de los Moros...�, y su comp�s, �llamado (por ser
suyo) de San Clemente, que tiene poco menos de trezientos vez�nos,
posseen y an posse�do continuamente sus Monjas, con verdadero t�tulo y
real donaci�n�.]

[Nota 555: El se�or Bonilla ley� _del Tejo_, como la edici�n


pr�ncipe; pero rectific� al pie de la p�gina: �Por _Tajo_.� Y yo,
releyendo el pasaje de V�lez y viendo asociado a lo del _Tejo_ (que me
tra�a a la memoria aquellos versos del preclaro poeta Camoens:

_�Vejo o puro, suave e brando_ Tejo,


_Com as concavas barcas, que nadando
V�o pondo em doce effeito seu desejo_...,�)

lo de la _estranjera voz_ de aquel _Seraphin_ o _Seraphina_, me di a


sospechar si en San Clemente habr�a habido, por el tiempo en que V�lez
escrib�a su novela, o poco antes, alguna monja portuguesa, tan famosa
por su buena voz como aquella otra monja de Santa Paula, tambi�n en
Sevilla, de que habl� Cervantes en _La Espa�ola inglesa_. Y esto
pensado, acud� una vez m�s, como en otros casos, � la bondadosa voluntad
de mi antiguo amigo y compa�ero de aulas don Jos� Mar�a de Valdenebro,
rog�ndole que hiciera en San Clemente la deseada investigaci�n. Hecha
est�, y v�ase cu�n acertada ha salido mi conjetura. En 30 de octubre de
1630, el doctor Alonso Jofre de Loaysa, visitador de monjas de aquella
ciudad, estando a la reja del comulgatorio del convento de San Clemente
el Real, explor� a do�a Mariana, a do�a Ana Mar�a _Serafina_ y do�a
Isabel Bravo, de diez y nueve, diez y siete y quince a�os
respectivamente, hijas de Gonz�lez G�mez Bravo y de Leonor Rodr�guez,
_vecinos de Lisboa_, antes de darles el h�bito de novicias del dicho
convento. Y dado en el mismo d�a, las tres hermanas profesaron en 16 de
abril de 1632. La que nos interesa firm� en el acta de la profesi�n _Ana
Sarafina_. Esta monja era, pues, el _seraf�n_, o _Serafina_, que hab�a
sido primero dulc�simo ruise�or _del Tejo_. Y conviene a�adir que al
practicarse tal b�squeda, con el inmejorable resultado que acabamos de
ver, las monjas de San Clemente, enteradas del objeto de ella, han
manifestado que por referencia venida de unas en otras saben que hubo en
su convento una cantora tan admirable, �que se llenaba la iglesia por
o�rla, y a m�s, el comp�s, cundiendo por toda la ciudad sus elogios�.]

[Nota 556: _Hip�rbole,_ femenino hoy, fu� masculino en otras


calendas. Tirso de Molina, en sus _Cigarrales de Toledo_: �Buscando
estoy comparaciones para las mexillas de quien ellas son _el hyp�rbole,_
y no las hallo....�]

[Nota 557: _Carcajadas de risa_, pleonasmo aun muy usado por el


vulgo, especialmente en Andaluc�a. Tambi�n lo tiene Espinel en sus
_Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obreg�n._]

[Nota 558: Como dice el l�xico de la Academia, _se�alado de la mano


de Dios_ es frase �con que se suele zaherir al que tiene un defecto
corporal�.]

[Nota 559: Se dice _nacido en las malvas_ del que tuvo humilde
origen, y aun a�aden tal cual vez _criado en las ortigas_. G�ngora, en
una de sus letrillas burlescas:

�Al que pretende m�s salvas


y ceremonias mayores
que se deben por se�ores
a los Infantados y Albas,
siendo _nacido en las malvas
y criado en las ortigas_,
cinco higas.�]

[Nota 560: Por _limeta_ nunca se entendi� _vaso_ sino gen�ricamente;


es y fu� siempre _botella, redoma_. Oudin, en su _Tresor des devx
langues...: �Limeta, vne espece de phiole de verre comme ce que l'on
appelle � Par�s vn bocal_.� Y Franciosini, en su _Vocabolario_, la da
por equivalente de _guastada_ o _caraffa_.]

[Nota 561: Entre los vinos andaluces eran muy celebrados los de
_Alanis_ y _Cazalla_. Cervantes, en el _El Licenciado Vidriera: �_...
ofreci� a Esquivias, _a Alanis, a Cazalla_, Guadalcanal y la
Membrilla....� Ser�a bien f�cil citar veinte o m�s autores que celebran
estos vinos.]

[Nota 562: Como si dijera: _de moho que tiraba a cecina_. Quevedo,
en la _Visita de los chistes_: �Y diles a todos los _dones_ a teja vana,
caballeros chirles, _hacia hidalgos_ y casi dones, que hagan bien por
mi....� _Hacia_, as� antepuesto, es menos que _semi_ y mucho menos que
casi, porque no denota sino tendencia � direcci�n.]

[Nota 563: Llaman figuradamente _sacar la sardina con la mano del


gato_ a servirse de otro para que se arriesgue, o haga la costa, en
costa de nuestra utilidad.]

[Nota 564: De la proverbial valent�a--o, mejor,


_valentoner�a_--sevillana dije en el discurso preliminar de mi edici�n
cr�tica de _Rinconete y Cortadillo_ (p�g. 71): �Mas �tambi�n singular
cosa! con esa propensi�n al ocio coexist�an, en los hombres de todas las
clases sociales, una altivez y un como orgullo, provenientes en mucha
parte de ser hijos de la magn�fica ciudad, y aun de solo residir en
ella, que sol�an traducirse, cuando no en actos de ostensible valor, en
contiendas verbales llenas de interjecciones, p�setes, mentises e
hiperb�licas amenazas, en que pon�a lo menos el prop�sito de hacer da�o
a nadie, y pon�an lo m�s la exuberancia de fantas�a y la facundia
ret�rica que da pr�digamente a sus naturales aquella noble y
privilegiada tierra.� Y a�ad� poco despu�s: �Quien lo hereda, no lo
hurta, y como de herencia ten�an los sevillanos aquel decoro, y aquella
noble arrogancia. �Todos, hasta los ni�os--escrib�a el bachiller Luis de
Peraza, cabalmente hacia el a�o referido (1540)--, presumen de hombres,
y andan con sus �espadicas� a los lados, y aun se las pegan a las veces
con �el diablo�. Con raz�n, pues, dec�a Castillo Sol�rzano en _La
Gardu�a de Sevilla y anzuelo de las bolsas_, cap�tulo III: �... dem�s
desto era un poco dado a la valent�a, cosa en que pecan todos los m�s
hijos de Sevilla que se cr�an libres como este que decimos�. No hab�a,
pues, de ser una excepci�n de la regla la pobrer�a hispalense.]

[Nota 565: Aqu� parece aludir el Cojuelo a las seguidillas y


villancicos en que los ciegos sol�an burlarse de �l, como dije en nota
del tranco VI (158,4)[383].]

[Nota 566: _Hasta a los lirones_, quiere decir.]

[Nota 567: _Carril_ o _carrillo_ llaman en Andaluc�a a la garrucha


por donde pasa la soga con que se saca el agua del pozo; y para que el
eje, que es de hierro, no se entorpezca con las lluvias, suelen cobijar
la tal polea con una esportilla de palma o un sombrerillo viejo. Uno de
ese jaez era el que luc�a el Duque.]

[Nota 568: No he logrado hallar explicaci�n a esto de llamar el


Sargento a un mendigo �porque ten�a un brazo menos�. Creo que ha de
referirse alguna insignia (lazo, capona, o cosa semejante) que los
sargentos llevar�an en un solo brazo. Con todo, a m�s se�ores.]

[Nota 569: El andar arrastrando, por solo ello, no explica el por


qu� del mote de este marqu�s. Le llamaban Marqu�s de los Chapines porque
para andar se ayudaba de las manos, calzados en ellas unos chapines
viejos. As� dice V�lez poco despu�s (265, 12). �Entonces el Conde [es
errata, por _Marqu�s_], metiendo las manos en los chapines....�]

[Nota 570: _Vusia,_ contracto de _vuestra se�or�a._ Falta en el


_Diccionario_ de la Academia, que registra, entre otros, _vuese�or�a,
use�or�a y usir�a._]

[Nota 571: Recu�rdese lo dicho en nota del tranco IV a prop�sito de


la frase _demonios a las veinte_ (89, 18)[244].]
[Nota 572: P�rez y Gonz�lez recuerda que estos dos r�os eran famosos
por lo sucios y mal olientes, tanto, que Salas Barbadillo, en una j�cara
inserta en su novelita picaresca titulada _La Ingeniosa Elena, hija de
Celestina_, pone asimismo juntos sus nombres, �como en competencia de
suciedad�;

�A Valladolid la rica,
con quien el sol suele hacer
tal divorcio, que el invierno
de sus ojos no le ve,
donde _el espeso Esguevilla,
�mulo de Zapardiel,
portador de malas nuevas
para las narices es_....�

Y pregunta P�rez y Gonz�lez: �Al decir V�lez de Guevara que la Berlinga


hab�a sido _senda de Esgueva a Zapardiel_, �quer�a referirse a la
distancia que media entre ambos r�os, o quer�a indicar que aquella pobre
mendiga era sucia en extremo, como si hubiera reunido la suciedad de
Zapardiel y de Esgueva?� A mi parecer, con todo ello quiso decir de esta
pordiosera que era tan sucia como larga, aun llam�ndose la Berlinga.]

[Nota 573: _Paulina_, como dice el _Diccionario_ de autoridades, es


�la carta o edicto de excomuni�n que se expide en el Tribunal de la
Nunciatura, u otro Pontificio. Llam�se assi porque en tiempo del papa
Paulo III tom� fuerza la costumbre de estos edictos. Por extensi�n se
dice por el conjunto de palabras injuriosas con que uno zahiere a
otro�.]

[Nota 574: _Palabra pre�ada_, seg�n el _Diccionario_ de autoridades,


es �el dicho que incluye en si m�s sentido del que manifiesta, y se dexa
al discurso del que lo oye�.]

[Nota 575: Hoy lo dir�amos con m�s clara sintaxis: �hubiera entre
pobres y pobras un paloteado de los diablos�. Esta pobrer�a lisiada y
mendigante, por serlo, nunca podr�a menos de parecerse mucho a la que
esboz� Quevedo en su _Boda de pordioseros_ (Musa V):

�...Quando por una calle


el Manquillo de Ronda
entr�, dando chillidos,
recogiendo la mosca:

�Denme, nobles cristianos,


por tan alta se�ora,
ans� nunca se vean,
su bendita limosna.�

Columpiado en muletas
y devanado en sogas,
Juanazo se ven�a
profesando de horca.

En un carretoncillo,
y al cuello unas alforjas,
Pallares, con casquete
y torcida la boca,
y el Ronquillo a su lado,
fingiendo la temblona,
cada cual por su acera
desataron la prosa,

y levantando el grito,
dijeron con voz hosca
lo del aire corruto
y aquello de la hora.

Con sus llagas postizas,


Arenas el de Soria
pide para una bula,
que eternamente compra.

Romero el estudiante,
con sotanilla corta,
y con el _quidam pauper_,
los bodegones ronda.

Con ni�os alquilados,


que de continuo lloran
a poder de pellizcos,
por lastimar las bolsas,

la taimada Gallega,
m�s bellaca que tonta,
entr� de casa en casa,
bribando la gallofa....�]

[Nota 576: Como dice el _Diccionario_ de autoridades, se llamaba


_particular_ �la comedia que se representa por los farsantes fuera del
theatro p�blico�. Agust�n de Rojas dec�a en _El Viaje entretenido:_
�Hacen _particulares_ a gallina asada, liebre cocida, cuatro reales en
la bolsa, dos azumbres de vino en casa, y a doce reales una fiesta con
otra�. Y Qui�ones de Benavente, en el _Baile de los Zarrapastrones_:

�BRAS. Prega a Dios que no seais Menga


con quien los poetas anden
de d�a con las comedias,
de noche en _particulares_.�]

[Nota 577: _Para pagarlo de bonete_, esto es, de la limosna que para
ello se recogiera entre la pobrer�a; _echando_, como dicen, _un
guante._]

[Nota 578: Entre personas principales era cosa muy frecuente el


jurar por la vida del c�nyuge--as�, verbigracia, la Duquesa en el
_Quijote_ (II, 31)--, y V�lez, donosamente, pone tal juramento en boca
de este Duque de los Andrajos.]

[Nota 579: En la pretina o cinto sol�an llevar la vara los


alguaciles, para tener desembarazadas y libres entrambas manos. Lo mismo
hacen los arrieros, como dice esta copla popular:

�Echemos la despedida,
la que echan los harrieros:
_con la vara en la cintura_,
��Harre, borrico platero!�]
[Nota 580: _Por iglesia_, en una de sus acepciones, se entiende el
refugio, favor e inmunidad que da a quien se vale de su sagrado.
Dijeron, pues, _pedir iglesia_ a alegar esa inmunidad, bien por estar
acogido a lugar que ten�a ese privilegio, o bien por haber sido sacado
de �l por fuerza. Pero como a todo criminal a quien deten�a la justicia
importaba mucho hacer entender que ten�a ganado el derecho de asilo, por
estar, o haber estado, acogido, era frecuente el _llamarse Iglesia,_ es
decir, el empe�arse en no responder otra palabra que _Iglesia_ a cuanto
le preguntaban. Quevedo, en una de sus j�caras:

�Tienen gran tirria conmigo


los confesores de historias;
mas s�lo _iglesia me llamo_
pueden hacer que responda.�

Y Lope de Vega, en el acto III de _El Alcalde mayor_, donde Rosarda hace
llamar a Dinardo, que est� preso en la c�rcel, y cuando le traen con
grillos, dicen:

�ROSARDA. �Conoc�as a Camilo?

DINARDO. _Iglesia_.

ROSARDA. (Pluguiera a Dios


que nos vi�semos los dos
a su puerta.) �Lindo estilo
de delincuentes! El d�a
que al campo sali� contigo,
�no llevabas otro amigo?

DINARDO. _Iglesia_.

BERNARDO. Verdad ser�a.�]

[Nota 581: Como nota el se�or Bonilla, _el Conde_, ahora, y _la
Condesa_ cinco l�neas despu�s, que as� se lee en la edici�n pr�ncipe,
son manifiestas erratas, por _el Marqu�s_ y _la Marquesa_.]

[Nota 582: Nuevo juramento aristocr�tico, como atr�s el del Duque.]

[Nota 583: Dar _culebra_--dice el _Diccionario_ de autoridades--�es


dar alg�n chasco pesado, que suele ser con golpes�.]

[Nota 584: Eran y son los famos�simas _Gradas_, seg�n a fines del
siglo XVI las describi� Mateo Alem�n _(Guzm�n de Alfarache_, parte I,
libro I, cap. II), �un and�n o paseo hecho a la redonda della [de la
Iglesia Mayor o Catedral] por la parte de afuera, tan alto como a los
pechos, considerado desde lo llano de la calle, todo cercado de gruesos
m�rmoles y fuertes cadenas�. Durante el siglo XVI y casi todo el
siguiente--advert� en mi edici�n cr�tica de _Rinconete y Cortadillo_,
p�g. 383--�_las Gradas_ fueron el sitio m�s concurrido de Sevilla:
tienda donde se vend�a y se compraba de todo lo que no eran cosas de
comer; almoneda de cuanto la muerte y la pobreza hac�an salir de las
casas; mentidero de toda la ciudad; lugar en que los ciegos rezaban o
mascullaban sus oraciones; punto de cita para todo sevillano, y plaza de
curiosidad para todo forastero.�]

[Nota 585: Hoy no ser�a de buen pasar decirlo as�: dir�amos _don
Cleof�s y su camarada_.]

[Nota 586: _La calle de Bayona_--dice Gonz�lez de Le�n, _Noticia


hist�rica del origen de los nombres de las calles de Sevilla,_ p�g.
204--�es otra de las calles que tomaron el nombre despu�s de la
conquista, de la naci�n o provincia que pas� a habitarlas.... No es muy
ancha; sus casas son c�modas y grandes, y pasa, tomando una vuelta, de
las Gradas de Poniente de la catedral, pasada la callejuela de la Mosca,
a la puerta del Arenal�. En esta calle tuvo su casa de posadas el ex
farandulero y notable amigo de Cervantes Tom�s Guti�rrez, de quien hemos
sacado a luz curiosas noticias mi querido amigo don Adolfo Rodr�guez
Jurado y yo en diversos trabajos cervantinos. Recientemente han mudado
el nombre de esta calle, llam�ndola de _Federico S�nchez Bedoya_.]

[Nota 587: La antigua calle _de la Pajer�a,_ tambi�n nombrada en


otro tiempo _del Mes�n de los Caballeros_, se llama desde a�os ha _de
Zaragoza_, en conmemoraci�n del bizarr�simo comportamiento de los
zaragozanos durante nuestra gloriosa guerra de la Independencia.]

[Nota 588: Era grande agravio cortar la cara a una mujer, porque
esto, sobre menoscabar su hermosura, hac�a p�blico para siempre la
afrenta, por ir indeleblemente marcada en el sitio m�s visible; pero a
las malas mujeres se las sol�a amenazar adem�s con _cortarles las
piernas_, dando a entender con ello que por su torpe oficio las ten�an
poco menos a la vista que el rostro.]

[Nota 589: As� lo dijo Andr�s de Claramonte, en la jorn. III de _De


lo vivo a lo pintado_:

�LISBELLA. Cuando yo no os conoc�a,


viles y b�rbaros celos,
como enga��is, como cielos,
por deidades os ten�a;
mas despu�s que he conocido
vuestros rigores eternos,
_veo que sois los infiernos_,
en que padece el sentido.�]

[Nota 590: _Otro d�a,_ en equivalencia de _al d�a siguiente_, como


en muchos lugares del _Quijote_ (II, 331, 4; III, 30, 15; IV, 91, 6; VI,
26, 1, etc.).]

[Nota 591: La calle de _la Morer�a,_ que va desde la de San Pedro a


la plaza de los Descalzos, perteneci� al barrio que se llam� _del
Adarvejo_ y habitaron los moros hasta que en 1503 se les expuls� por
mandado de los Reyes Cat�licos.]

[Nota 592: Refiri�ndose V�lez a los _antojos_ o _anteojos_ con que


el Cojuelo y don Cleof�s concurrieron a la academia anterior, juega de
aquel vocablo en sus dos acepciones.]

[Nota 593: Con el _dixi_, en efecto, del cual nos queda el _he
dicho_ de hoy, sol�an terminarse las oraciones acad�micas. En el
_Quijote_ (II, 36), Trifald�n el de la Barba Blanca no acaba el discurso
que hace en casa de los Duques sin el _Dije_ de r�brica.]

[Nota 594: Claro es que se refiere a Orfeo y a su mujer Eur�dice.


Quiz� V�lez le llam� _el M�sico de Tracia_ recordando aquellos versos de
Lope, en _La Gatomaquia_, silva I:
�...Cant� un soneto en voz medio formada
en la arteria bocal, con tanta gracia
como pudiera _el m�sico de Tracia_....�

Pero antes que Lope, le hab�a llamado as� Camoens en una de sus eleg�as:

�E o musico de Thracia, _ja seguro


De perder sua Eurydice tangendo,
M'ajudara ferindo o ar escuro_.�]

[Nota 595: Reminiscencia de una de las ep�stolas de Horacio, citada


por el se�or Bonilla.]

[Nota 596: Nuevamente se lee _dragm�ticos_ en la edici�n original,


como _dragm�tico_ en el tranco anterior (245, 2)[540].]

[Nota 597: Llamaban _bailinistas_ a los que escrib�an la letra para


los bailes. A continuaci�n de las _Pregm�ticas y Ordenanzas_ de la
academia que se celebr� en el Buen Retiro en 1637, presidida por Luis
V�lez de Guevara, que no son sino estas mismas, con ligeras variantes
(Biblioteca Nacional, Ms. 10293), hay algunas _c�dulas_, una de las
cuales comienza as�: �A un poeta _bailinista_ nuevo se le han perdido
dos seguidillas y unas mudan�as de cruzado....�]

[Nota 598: Dice festivamente _villancieres_, por _poetas de


villancicos_, como se dec�a, al uso de Borgo�a, _panetier_, _salsier_,
_grefier_, etc. Tirso de Molina, en el acto II de _Privar contra su
gusto_:

�CALVO. Ha dado en mudar los nombres


el palacio a sus oficios,
en nuestra Espa�a novicios;
ya llama a sus gentilhombres
_acroyes_; ya hay _sanserv�n,
furriel, costiller, salsier,
guardamangel, sumiller,
panatiel_, que guarda el pan,
y otros mil; con que deseo
que el palacio me sustente
y ocupe principalmente
entre aquestos del bureo,
por holgarme y burear.
Quisiera yo, pues, se�ora,
que, siendo mi intercesora,
el Duque me hiciera dar
uno que, acabado en _el_,
a los dem�s imitara
y de nuevo se criara.

INFANTA. Y �cu�l es?

CALVO. _Murmuratiel_.�

_El Titeretier_ (por _El Titerero_ o _El Titiritero_) se titula una


mojiganga de don Francisco de Avellaneda, n�m. 3260 del _Cat�logo de las
piezas del Teatro que se conservan en el departamento de Manuscritos de
la Biblioteca Nacional_. Y el mismo V�lez, en un romance dirigido al Rey
(v�ase mi folleto intitulado _Cinco poes�as autobiogr�ficas de Luis
V�lez de Guevara_):

�... que agora son m�s que nunca


sus escudos menesteres,
para caminar con Vos
desde aqu� a Jerusal�n,
protestando que ser�
en todo el Pentecost�s
de las alabanzas vuestras
eterno _versifiquier_....�]

[Nota 599: As�, _ridmos_, en la edici�n pr�ncipe, cambiada la _t_ en


_d_, como en _atm�sfera_, _atl�ntico_, etc., que el vulgo, por la ley
del menor esfuerzo, pronuncia _adm�sfera_, _adl�ntico_, etc.]

[Nota 600: El se�or Bonilla ley� distra�damente _modo_.]

[Nota 601: De estas once voces que reprobaba por nuevas y ex�ticas
V�lez de Guevara, diez son hoy de uso corriente, y aun _purpurear_, que
se emplea poco, est�, como las otras, en todos los diccionarios. Cuando
al hojear nuestros libros del siglo XVII encuentro listas de palabras
que entonces se rechazaban por nuevas, y ahora estamos a pique de
arrinconarlas por antiguas, la resistencia que mi cl�sica educaci�n
literaria opuso siempre al habla modernista que va cundiendo tira a
ceder, de tal manera, que me desconozco. Veo, adem�s, que entre estas
novedades con que quieren regalarnos hay muchas que no lo son sino
porque cayeron en desuso cuatro o cinco siglos ha, y recuerdo aquel
_Multa renascentur_ ... de Horacio, que aprend� en la adolescencia y que
el cordob�s Rosal acomodaba en verso, en esta guisa:

�Muchos vocablos ser�n


estimados, que cayeron,
y muchos que florecieron
otro vez se olvidar�n.�

Vea el curioso, para demostraci�n de ello, algunas listas de palabras


cuyo uso o abuso afeaban nuestros antiguos dram�ticos. Lope de Vega, en
el acto I de _El Desprecio agradecido_:

�FLORELA. �Qu� bueno estuvo esta tarde


el Prado!

LISARDA. La procesi�n
de los coches fu� notable.

FLORELA. �Bravo humo, brava gloria,


brava prosa de galanes!
Muy valido anduvo _riesgo,
superior, inexcusable,
valimiento, acci�n, despejo,
ruidoso, activo, desaire,
lucimiento_ y _carabanas_.

LISARDA. �Caso extra�o! �Que el lenguaje


tenga sus tiempos tambi�n!

FLORELA. Vienen a ser novedades


las cosas que se olvidaron.�
Lo de _bravo humo_ y _brava gloria_ se refiere--y d�golo porque hoy no
es f�cil de entender--a los mantos que se llamaron _de humo_ y _de
gloria_. Tirso de Molina, en el acto III de _Celos con celos se curan_:

�GASC�N ...Miren vuesir�as dos


cu�l anda ya nuestro idioma:
todo es _brilla, emula, aroma,
fatal_.... �Oh! Maldiga Dios
al primer dogmatizante
que se visti� de _candor_.�

Y Rojas Zorrilla, en la jorn. I de _Entre bobos anda el juego, don Lucas


del Cigarral_:

�ANDREA. �Habla culto?

D.� ISABEL. Nunca entabla


lenguaje disparatado;
antes, por hablar cortado,
corta todo lo que habla.
Vocablos de estrado son
con los que a obligarme empieza:
dice _cr�dito, fineza,
recato, halago, atenci�n_....�]

[Nota 602: _Posposiciones_, o sea _transposiciones_, pues en ellas


siempre hay palabra o expresi�n _pospuesta_, que con buena sintaxis no
lo estar�a. Lleg� a arraigar tanto el abuso de esta licencia, por poetas
y aun por prosistas, en la primera mitad del siglo XVII, que ni las
mayores burlas fueron freno que los contuviese. En vano escribi� Quevedo
contra G�ngora y sus secuaces aquella _receta para hacer soledades en un
d�a_, que empezaba:

�Quien quisiere ser culto en solo un d�a,


_la jeri_ (aprender�) _gonza_ siguiente...�,

y en balde Lope de Vega, en la silva IV de _La Gatomaquia_:

�...Y con estas demencias y furores,


_en una de fregar cay� caldera_
(trasposici�n se llama esta figura)
de agua acabada de quitar del fuego....�

Pero en todo nuestro parnaso no se hallar� una burla tan donosa contra
el hip�rbaton gongorino como aquel soneto que el mismo Lope insert� en
el acto I de _El Capell�n de la Virgen_. Dice as�:

�In�s, tus bellos ya me matan ojos


y al alma roban pensamientos m�a,
desde aquel triste que te vieron d�a
con tan crueles por tu causa enojos.

Tus cabellos, prisiones de amor, rojos


con tal me hacen vivir melancol�a,
que tu fiera en mis l�grimas porf�a
dar� de mis la cuenta a Dios despojos.

Creyendo que de mi no amor se acuerde,


temerario lev�ntase deseo
de ver a quien me por desdenes pierde.

Que es venturoso si se admite empleo


esperanza de amor me dice verde,
viendo que te desde tan lejos veo.�

Este soneto est�, adem�s, con leves variantes, en una colecci�n de


_Poes�as manuscritas_ (letra del siglo XVII), procedente de la librer�a
de Usoz y que hoy para en la Biblioteca Nacional, Mss. 3795-97, tomo I,
fol. 103.]

[Nota 603: _Sembrados de sal_, quiere decir, como se acostumbraba


hacer con el solar de las casas de algunos traidores, despu�s de
derribarlas, a fin de que ni hierbas produjese aquel terreno.]

[Nota 604: Lo dice en lat�n, por donaire: _guttur = garganta_.]

[Nota 605: Bien se echa de ver que V�lez, al decir todo esto del
f�nix, ten�a en memoria el romance de Quevedo: uno de los cuatro
referentes a otros tantos animales fabulosos (_la ph�nix_, el pel�cano,
el basilisco y el unicornio). Lo de �hija y heredera de s� propia� y lo
de que �en ninguna regi�n nadie ha encontrado su aduar� son
reminiscencias de estos versos de aquel romance:

�T�, a quien ha dado la aurora


una celda y una ermita,
_y s�lo saben tu nido
las coplas y las mentiras_;
t�, _linaje de ti propria,
descendiente de ti misma_,
abreviado matrimonio,
marido y esposa en cifra....�]

[Nota 606: _Afrenta de los miserables_, porque, seg�n la f�bula, se


abre el pecho para alimentar con su sangre a sus hijos.]

[Nota 607: _El cap�n de leche_ cit�base como el m�s apetitoso de los
manjares. Lope de Vega, en una ep�stola, hablando de la muerte:

�Tan presto se merienda los ayunos


como los hartos del _cap�n de leche_,
y pasados por agua sorbe algunos.�]

[Nota 608: _El Paular_ fu� un famoso monasterio de Cartujos, en la


provincia de Madrid.]

[Nota 609: Acerca del _le_ usado como dativo de plural qued� nota en
el tranco V (131, 5)[327].]

[Nota 610: Un antiguo romance de Bernardo del Carpio vulgariz�


sobremanera lo que se suele llamar _la ley del mensajero_, en los versos
siguientes, recordados por Cervantes en el _Quijote_ (II, 10), y por
otros muchos escritores:

�Con cartas un mensajero


el Rey al Carpio envi�;
Bernardo, como es discreto,
de traici�n se recel�.
Las cartas echa en el suelo,
y al mensajero ans� habl�:
�_Mensajero sois, amigo:
non mereceis culpa, non_....�

En la escena II de la _Comedia llamada Florinea_, del bachiller Juan


Rodr�guez Flori�n (1554) dice Belisea al paje de Floriano: �... y en
saber c�yo eres entiendo c�ya ser� la carta, y en saber c�ya ella sea,
s� que busco de mi enojo su da�o y tu perdicion por mensajero: dado que
diz que _los mensajeros no merescen culpa_....� Y en la escena VI (fol.
23) dice la misma Belisea: �Vengas, paje, en buen hora: y porque _de ley
de mensajero no meresces pena_, aunque no te limpias de la culpa....�
Con todo esto, para tal exenci�n el mensajero hab�a de ser de casa
extra�a, porque del de la propia dec�a otra cosa el refr�n: �Mensajero
de casa, palos demanda.� As�, en el _Di�logo de los pajes_, de Diego de
Hermosilla, escrito hacia el a�o de 1575, aunque nunca impreso hasta el
de 1901, rogando Lorza a Godoy, criado del Duque, que recuerde a �ste
que ha de pagar cierta deuda, resp�ndele Godoy: �Id, se�or, con Dios...;
y en esotro, vos por carta se lo acordad al Duque, porque mensajero de
casa, palos demanda; que sienten mucho que sus criados les traigan a la
memoria ninguna cosa de las que ellos est�n obligados a hacer....�]

[Nota 611: As� se acostumbraba volver la honra a los deshonrados


injustamente, bien que el remedio, como dicen, sol�a ser peor que la
enfermedad. Cu�ntase--y lo tiene referido en una de sus comedias uno de
nuestros mejores ingenios, no recuerdo cu�l--que habiendo sido azotado
injustamente un sujeto, �l logr� que se reconociese el error, por lo
cual le sacaron en p�blico a caballo y con chirim�as, proclamando el
pregonero su inocencia; mas con ello s�lo se consigui� que todo el mundo
le llamase _el azotado_, siendo as� que antes del ruidoso desagravio muy
pocos hab�an tenido noticia de la injusta pena.]

[Nota 612: Esto de _a furia me provoco_ es un ripio de cuyo uso


pocos poetas del tiempo de V�lez se escapar�an, ni �l mismo quiz�s. S�lo
de Lope, del gran Lope, versificador correcto y facil�simo, podr�an
citarse muchos ejemplos. V�anse dos. En el acto III de _Contra valor no
hay desdicha_:

�Rey ...Di, villano, al otro infame


que mi nieto no se llame:
que _a m�s furor me provoco_.�

En el acto II de. _Dineros son calidad_:

�CAMILA ...Ya el mundo dello se admira:


que es, _si a furia me provoco_,
espada en manos de loco
lengua en la mujer con ira.�

Y _a risa_, porque lo que importaba era el _provoco_, para la


consonancia con _loco, poco, toco_, etc. El mismo Lope, en el acto III
de _Santiago el Verde_:

�CELIA. Yo, Teodora, har� muy poco


en dejarte un hombre tal;
pues _a risa me provoco_,
de ver que siendo oficial
tuviese intento tan loco.�]

[Nota 613: Estos dos versos, estampados como prosa en la edici�n


original, tienen curiosa historia. Cuando, antes de terminar el siglo
XVI, ciertos percances amorosos de que fueron consecuencia algunos
desahogos sat�ricos dieron con Lope de Vega, desterrado de Madrid, en la
hermosa ciudad del Turia, compuso, entre otros romances, uno que se
encuentra en el _Romancero general_, fol. 153 de la edici�n de 1604, y
que empieza as�:

�Hortelano era Belardo


de las huertas de Valencia
_que los trabajos obligan
a lo que el hombre no piensa_.�

Vulgariz�se la sentencia contenida en los dos versos �ltimamente


copiados, y, corriendo el tiempo, al escribir en 1620 un largo romance
para la conclusi�n de la justa po�tica celebrada con motivo de la
beatificaci�n de San Isidro, los parodi� su mismo autor en la forma
siguiente:

�En la glosa del soneto


fu� mayor la diferencia,
porque el acabar en _fruto_,
adonde tan pocos quedan,
hizo buscar consonantes
que, aun referidos, disuenan;
_porque un consonante obliga
a lo que el hombre no piensa_.�]

[Nota 614: _Servir con dos comedias en Or�n_, como _con dos lanzas_,
que era condena que sol�a imponerse a algunos nobles.]

[Nota 615: Hace adjetivo a _jabal�_, y lo es, en efecto, aunque por


tal no lo tenga el _Diccionario_. En Andaluc�a rara vez dicen _jabal�_ a
secas, sino _cochino jabal�_.]

[Nota 616: _Sobre qu� caer poeta_, dicho a imitaci�n de _no tener
sobre qu� caer_, o _caerse, muerto_, que equivale a haber llegado a la
m�s extremada pobreza.]

[Nota 617: _Talla_, en la acepci�n de premio que se ofrece por la


prisi�n de un criminal.]

[Nota 618: Hoy omitir�amos el _no_, diciendo: �Que ning�n hijo de


poeta ... pueda jurar...�; pero en otro tiempo sol�a decirse con ese
_no_, que bien se echa de ver que en realidad no redunda, ordenando de
otra manera las palabras: �Que _no_ pueda jurar ning�n hijo de
poeta....�]

[Nota 619: _Ninguno_, equivaliendo a _alguno_. �Los negativos de


origen positivo--dice Bello, _Gram�tica,_ anotada por Cuervo (Par�s,
1908)--se emplean a veces en su significado antiguo ... y aun sucede que
por analog�a se extiende el mismo uso a los que son negativos de suyo y
lo han sido siempre: �Las m�s altas empresas que hombre _ninguno_ haya
acabado en el mundo, esto es, _hombre alguno, nadie_.�]

[Nota 620: Nuestro mundo no puede tener m�s de dos _hemisferios,_ o


miente la etimolog�a del vocablo; pero V�lez cuenta por otro, del mundo
ultraterreno, la regi�n infernal.]

[Nota 621: _Alguacil de los veinte_.--�Frase--dice el se�or Bonilla


en su comento--con la cual alude V�lez al n�mero de los alguaciles de
Sevilla�. No, no eran _veinte_ los alguaciles de aquella ciudad; sino
que, adem�s de otros muchos de diferentes clases y categor�as (alguacil
mayor, sus tenientes, alguacil de las entregas, alguacil de Triana, y
alguaciles de los tribunales y juzgados), hab�a unos alguaciles de a
caballo, llamados _de los veinte_, porque �ste, por tasa, era su
n�mero.]

[Nota 622: Juego de las acepciones del vocablo _corchete_.]

[Nota 623: En la edici�n pr�ncipe, por errata, _pudieran_.]

[Nota 624: _Y la he de hacer de Evangelio_. Juega de la palabra


_orden_, dando a entender que siendo _orden_ (mandato) de Madrid, la ha
de convertir en _orden_ (grado sacerdotal) de Evangelio, es decir, la ha
de hacer tan verdadera (por lo bien cumplida) como el Evangelio.]

[Nota 625: _No_, antepuesto a un subjuntivo, suele equivaler a _no


sea que. Quijote_, I, 34: �Acaba, corre, aguija, camina, _no se esfogue_
con la tardanza el fuego de la c�lera que tengo....�]

[Nota 626: _Sacar a paz y a salvo_ a uno es, como dice el


_Diccionario_ de la Academia, �librarle de todo peligro y riesgo�. Tal
frase naci� del objeto de aquellas escrituras en que, habiendo una
persona, en otras anteriores o simult�neas, salido por fiador de otra
persona, �sta se obligaba a sacarla con bien de cualquiera reclamaci�n o
procedimiento que con tal motivo se intentara o siguiera. Tales
escrituras se llamaban de _a paz y a salvo_.]

[Nota 627: _Meterle_ a uno _las cabras en el corral_ es, como dice
el l�xico de la Academia, _atemorizarle, infundirle miedo_.]

[Nota 628: A este _acad�mico_ llama V�lez _un estudiant�n del


Corpus_, no como conjeturaba el se�or Puyol y Alonso y dec�a el se�or
Bonilla, porque estudiase el _Corpus juris civilis_ o el _Corpus juris
canonici_, sino refiri�ndose, tal cual lo not� P�rez y Gonz�lez, a su
corpulencia y aspecto, lo mismo que pudo llamarle _un giganton del
Corpus_, por alusi�n a los que sacaban en la procesi�n del Sacramento,
que por cierto sol�an ir vestidos con sotana, manteo y valona, a lo
estudiante. �La paronomasia--a�ade el malogrado escritor
hispalense--entre _estudiant�n_ y _gigant�n_ bien puede servir para
hacer la frase sin que lo _del Corpus_ tuviera m�s alcance, o acaso con
la intenci�n de referirse m�s claramente a la estatura y fortaleza,
teniendo en cuenta que el _estudiant�n_ no ser�a peque�o ni desmirriado,
cuando ofrec�a �no dejar oreja de ministro a manteazos.�]

[Nota 629: En el tan citado libro de P�rez y Gonz�lez, p�gs. 33, 41


y 140, hay para colmar las medidas al m�s deseoso de entender a derechas
y cabalmente qu� sea esto de _graduado por la Feria y pend�n verde_. Se
llam� _de la Heria y pend�n verde_ una sublevaci�n popular que ocurri�
en Sevilla por los a�os de 1521, porque los amotinados, en su mayor�a
gente avalentada del barrio de _la Heria_ o _Feria_, para llevar alguna
insignia o bandera, sacaron de la inmediata iglesia parroquial de Omnium
Sanctorum un estandarte verde cogido a los moros, que por trofeo estaba
colgado en la capilla de Jes�s Nazareno. La gente de _la Heria_ ten�a
merecida fama de ahigadada y pendenciera, por lo cual, en la jorn. I de
_El Rufi�n dichoso_, de Cervantes, una mujer alaba a Lugo diciendo:

��Hay m�s que ver que le dan


parias los m�s arrogantes,
_de la Heria los matantes_,
los bravos de San Rom�n?�

Y desde aquel mot�n de 1521, para nombrar gente del bronce y


arrufianada, fuera o no de Sevilla y del dicho barrio, se la llam�, tal
cual vez _gente de la Feria y pend�n verde_. En uno de los romances de
german�a publicados por Juan Hidalgo:

�Un hombre que ser sol�a


tenido hace algunos meses
por uno de los que llaman
_de la Heria y pend�n verde_,
vino huyendo de Sevilla,
que es Chipre de los valientes,
por no s� qu� ni�er�as,
robos, capeos y muertes.�

Y hasta a los ojos salteadores se les di� ese dictado. Qui�ones de


Benavente, en su _Entrem�s de los Cuatro galanes_:

�... ojos de rastro y estafa,


jiferitos y corchetes,
que son rufianes azules
_de la Heria y pend�n verde_.�]

[Nota 630: Hoy lo dir�amos sin posponer la oraci�n causal: �que,


como hab�a tanto que jugaba las armas, era, sobre alentada, muy
diestra....� En los siglos XVI y XVII fu� muy frecuente esa posposici�n,
cosa que demostr� con diversos ejemplos en mis notas al _Quijote_ (VII,
41, 2).]

[Nota 631: _Que jugaba las armas_, frase sat�rica, de cuya intenci�n
y alcance sabr� darse cuenta el lector.]

[Nota 632: El _diaquil�n_ era--dice el _Diccionario_ de


autoridades--�emplasto compuesto de varios zumos viscosos de hierbas,
que usa la Ciruj�a para ablandar tumores�.]

[Nota 633: Morgado, en su _Historia de Sevilla_, p�g. 174: �... y


assi mismo [pueden contarse por excelencia de la ciudad] los muchos
barqueros que biven de solo passar gente de vna a otra vanda en _el
Passaje_ de Sevilla a Triana, aun con estar a pocos pasos por cima la
puente....�]

[Nota 634: _El Altozano_ de Triana no era calle, sino una plaza a la
salida del puente de barcas. Mal-lara, _Recebimiento_..., fol. 48:
�... la Puente est� armada sobre barcos grandes, es de gruessos maderos y
tablas, que viene a parar al _Alto�ano_ de Triana, junto al Castillo
adonde est� el Sancto officio de la Inquisici�n....� V�lez, al decir
�_la calle del Altozano_, calle Mayor de aquel ilustre arrabal�,
compar�ndola con la calle Mayor de Madrid, se refiri�, sin duda, a la
que en 1839, cuando Gonz�lez de Le�n public� su _Noticia hist�rica del
origen de los nombres de las calles de ... Sevilla_, se llamaba calle
_Larga,_ y de la cual dijo: �No tiene la ciudad una calle en su
longitud, anchura y rectitud que pueda igualarse con esta. Llega desde
_el altosano_ al puerto de camaroneros, que es casi la mitad de la
estensi�n de toda Triana.�]
[Nota 635: Nombraban _el Arenal_ a una grande explanada que hab�a
entre la ciudad y el r�o, y en la cual se labr� despu�s todo el que hoy
llaman barrio de la Carreter�a. Lope de Vega tiene una comedia
intitulada _El Arenal de Sevilla_, porque una buena parte de su acci�n
sucede en este sitio, concurrid�simo anta�o de gente de todas las
naciones del mundo, y por eso mismo, de la flor de la picaresca
andaluza.]

[Nota 636: M�s com�nmente se dice de los tesoros de los duendes lo de


convertirse en carb�n; as� Cervantes, en el _Quijote_ (II, 67): �... y
los tesoros de los caballeros andantes son, _como los de los duendes_,
aparentes y falsos....� Y Tirso de Molina, en el acto II de _Cautela
contra cautela_:

�CHIRIM�A. Lo que da mujer es viento:


_tesoros de duende son.
�No se nos vuelva carb�n!_
�Abre la caja con tiento!�]

[Nota 637: Alude a la conseja seg�n la cual en medio del infierno


hay una encina de cuyas ramas se hace todo el carb�n que all� se
consume, sin que se ameng�e jam�s en este menester la le�a de aquel
gigantesco �rbol.]

[Nota 638: Hasta pocos a�os ha conservaba su antiguo nombre esta


calle, que sale por uno de los extremos a la llamada hoy _de Fern�ndez y
Gonz�lez_, antes _de Vizca�nos, y de Castro_ en tiempo de Cervantes, y
por el otro extremo a la calle _de Zaragoza_, que se nombr� _de la
Pajer�a_. Hoy la calle de _Tintores_ se llama de _Joaqu�n Guichot_.]

[Nota 639: _Un escribano del n�mero,_ que quiere decir uno de los
veinticuatro escribanos que por tasa hab�a en Sevilla, ante quienes se
otorgaban las escrituras p�blicas. Hab�a, adem�s, muchos otros
escribanos: los de los juzgados, los de provincia, los de rentas reales,
etc.]

[Nota 640: De la moralidad de los escribanos y de estar perdigados


para el infierno se escribi� tanto, que ser�a bien prolija tarea
resumirlo. Vea el lector un texto, por todos. Mateo Alem�n _(Guzm�n de
Alfarache_, parte I, libro I, cap. I), despu�s de enumerar las proezas
escribaniles, dijo: �Y as�, me parece que cuando alguno se salva..., al
entrar en la gloria dir�n los �ngeles unos a otros, llenos de alegr�a:
�_Laetamini in domino_: �escribano en el cielo, fruta nueva, fruta
nueva!�]

[Nota 641: As� en la edici�n original; pero quiz�s _lo que trujo_ es
errata, por _la que trujo_.]

[Nota 642: La opini�n vulgar siempre hizo de una misma camarada a


escribanos y sastres, y de ah� la conocida copla:

�_Un sastre y un escribano


fueron al infierno juntos:_
el sastre se fu� por varas,
y el escribano por puntos.�

Que es alusi�n a los puntos de la pluma. Quevedo, con quien siempre


estuvieron muy malquistos los sastres, dijo en la _Visita de los
chistes_: �Pues sastres, �a qui�n no matar�n las mentiras y largas de
los sastres, y hurtos? Y son tales, que para llamar a la desdicha peor
nombre, la llaman _desastre_, del sastre....� E hizo decir a Escarram�n
en una de sus j�caras (Musa V):

�Como el �nima del sastre


suelen los diablos llevar,
iba en poder de corchetes
tu desdichado jay�n.�

A�os despu�s, Tirso de Molina, record� estos versos de Quevedo en su


comedia _Santo y sastre_:

�PEND�N. Mira que te han de agarrar


cuando la muerte te arrastre,
_como el �nima del sastre
suelen los diablos llevar_.�]

[Nota 643: Juega del verbo _tener_ en dos de sus acepciones: la de


_poseer_ y la de _asir_.]

[Nota 644: Este _con que_ equivale a _con lo que_ o _con lo cual_, y
aunque poco usado ahora, ocurre con frecuencia en nuestros escritores de
anta�o.]

[Nota 645: _No se pudra en su leyenda_, es decir, _no se enfade_, o


_aburra, con su lectura_.]

�NDICE

Dedicatoria de esta edici�n

Pr�logo de la misma

Dedicatoria de V�lez de Guevara

Pr�logo a los mosqueteros de la comedia de Madrid

Carta de recomendaci�n al c�ndido o moreno lector

Soneto de don Juan V�lez de Guevara a su padre

Tranco I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
End of Project Gutenberg's El Diablo Cojuelo, by Luis V�lez de Guevara

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you already use to calculate your applicable taxes. The fee is
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returns. Royalty payments should be clearly marked as such and
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the Project Gutenberg Literary Archive Foundation."

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License. You must require such a user to return or
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and discontinue all use of and all access to other copies of
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money paid for a work or a replacement copy, if a defect in the
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of receipt of the work.

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distribution of Project Gutenberg-tm works.

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electronic work or group of works on different terms than are set
forth in this agreement, you must obtain permission in writing from
both the Project Gutenberg Literary Archive Foundation and Michael
Hart, the owner of the Project Gutenberg-tm trademark. Contact the
Foundation as set forth in Section 3 below.

1.F.

1.F.1. Project Gutenberg volunteers and employees expend considerable


effort to identify, do copyright research on, transcribe and proofread
public domain works in creating the Project Gutenberg-tm
collection. Despite these efforts, Project Gutenberg-tm electronic
works, and the medium on which they may be stored, may contain
"Defects," such as, but not limited to, incomplete, inaccurate or
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property infringement, a defective or damaged disk or other medium, a
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1.F.2. LIMITED WARRANTY, DISCLAIMER OF DAMAGES - Except for the "Right


of Replacement or Refund" described in paragraph 1.F.3, the Project
Gutenberg Literary Archive Foundation, the owner of the Project
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Gutenberg-tm electronic work under this agreement, disclaim all
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LIABILITY, BREACH OF WARRANTY OR BREACH OF CONTRACT EXCEPT THOSE
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your written explanation. The person or entity that provided you with
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If any disclaimer or limitation set forth in this agreement violates the
law of the state applicable to this agreement, the agreement shall be
interpreted to make the maximum disclaimer or limitation permitted by
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that arise directly or indirectly from any of the following which you do
or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm
work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any
Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause.

Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm

Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of


electronic works in formats readable by the widest variety of computers
including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists
because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from
people in all walks of life.

Volunteers and financial support to provide volunteers with the


assistance they need, is critical to reaching Project Gutenberg-tm's
goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
and the Foundation web page at [Link]

Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive


Foundation

The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit


501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at
[Link] Contributions to the Project Gutenberg
Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
permitted by U.S. federal laws and your state's laws.
The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
throughout numerous locations. Its business office is located at
809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
business@[Link]. Email contact links and up to date contact
information can be found at the Foundation's web site and official
page at [Link]

For additional contact information:


Dr. Gregory B. Newby
Chief Executive and Director
gbnewby@[Link]

Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg


Literary Archive Foundation

Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide


spread public support and donations to carry out its mission of
increasing the number of public domain and licensed works that can be
freely distributed in machine readable form accessible by the widest
array of equipment including outdated equipment. Many small donations
($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
status with the IRS.

The Foundation is committed to complying with the laws regulating


charities and charitable donations in all 50 states of the United
States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
with these requirements. We do not solicit donations in locations
where we have not received written confirmation of compliance. To
SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any
particular state visit [Link]

While we cannot and do not solicit contributions from states where we


have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
against accepting unsolicited donations from donors in such states who
approach us with offers to donate.

International donations are gratefully accepted, but we cannot make


any statements concerning tax treatment of donations received from
outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff.

Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation
methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
ways including including checks, online payments and credit card
donations. To donate, please visit: [Link]

Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic


works.

Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm


concept of a library of electronic works that could be freely shared
with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support.

Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed


editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S.
unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily
keep eBooks in compliance with any particular paper edition.

Each eBook is in a subdirectory of the same number as the eBook's


eBook number, often in several formats including plain vanilla ASCII,
compressed (zipped), HTML and others.

Corrected EDITIONS of our eBooks replace the old file and take over
the old filename and etext number. The replaced older file is renamed.
VERSIONS based on separate sources are treated as new eBooks receiving
new filenames and etext numbers.

Most people start at our Web site which has the main PG search facility:

[Link]

This Web site includes information about Project Gutenberg-tm,


including how to make donations to the Project Gutenberg Literary
Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to
subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks.

EBooks posted prior to November 2003, with eBook numbers BELOW #10000,
are filed in directories based on their release date. If you want to
download any of these eBooks directly, rather than using the regular
search system you may utilize the following addresses and just
download by the etext year.

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(Or /etext 05, 04, 03, 02, 01, 00, 99,


98, 97, 96, 95, 94, 93, 92, 92, 91 or 90)

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filed in a different way. The year of a release date is no longer part
of the directory path. The path is based on the etext number (which is
identical to the filename). The path to the file is made up of single
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example an eBook of filename 10234 would be found at:

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