Argumento de la obra LAS BRUJAS DE SALEM
El reverendo Parris muestra angustia por la enfermedad de su hija Betty e incitado por
los rumores del pueblo de que su hija sufre de brujería, interroga a Abigail (su sobrina)
sobre el baile en el bosque con su esclava Títuba y su hija Betty, pero Abigail responde
que no hacían brujería. Pronto llegan los esposos Tomás y Ana Putnam, confiesan que
Títuba puede hablar con los muertos y ellos están indignados, ya que la única hija que
tienen con vida, Ruth, padece lo mismo que Betty. Juan Proctor, preocupado por el
estado de Betty, visita la casa y se encuentra con Abigail, quien le hace recordar su
amorío y lo vuelve a seducir, pero Proctor le afirma que jamás volverán a estar juntos,
Abigail culpa por este rechazo a la esposa de Proctor, Isabel. Luego llega el reverendo
Hale interroga a Abigail y ella dice que Títuba si invocó al diablo, La esclava sorprendida
se niega al principio pero termina confesando por la presión y admite que hay otras
brujas en el pueblo, entre ellas, Sara Good y Sara Osborne. Las jóvenes del pueblo,
entre ella Maria Warren imitan a Abigail y comienzan a acusar a otras mujeres.
Ya en casa de los Proctor, Isabel le pide a Juan que vaya al pueblo y confiese que
Abigail solo bromeaba y así poder ayudar a Maria Warren, su empleada doméstica.
Isabel, recuerda el amorío entre su esposo y Abigail y le increpa el por qué mintió y dijo
que no se quedaron solos en casa de los Parris, Juan enojado le responde que no ha
tenido nada con ella desde los 6 meses en que Abigail abandonó la casa, llega Maria
Warren muy exhausta, Juan Proctor le reclama, pero ella responde que le salvó la vida
a Isabel, ya que la nombraron en la corte. Maria le regala una muñeca a Isabel y se
retira a su cuarto. Luego Isabel le exige a su esposo que debe hablar con Abigail y
decirle que no volverá a suceder nada entre ellos, empiezan a discutir y llega el
reverendo Hale y otras personas de la corte buscando pruebas contra Maria, ya que
Abigail dijo en la corte que sintió que la pincharon con una aguja en el abdomen y que
fue Maria. Hagel encuentra la muñeca que Maria le regaló a Isabel con una aguja en el
centro, al ver esto se la lleva inmediatamente a la corte, ignorando los reclamos de Juan
Proctor.
En la corte Guillermo Corey y Francis Nurse, habitantes de Salem, y Juan Proctor
interrumpen el proceso judicial y muestran una declaración con firmas de los habitantes,
que afirma la buena reputación de sus señoras acusadas. Además, Juan Proctor lleva
a María Warren, para que confiese. Cuando confrontan a Abigail Williams y a la demás
chicas, ellas se ponen en contra de María Warren y la acusan de hacer brujerías. La
tensión aumenta y Proctor decide confesar, la verdad: que él cometió adulterio con
Abigail Williams, y eso prueba que es una adúltera mentirosa. Abigail niega la acusación.
Proctor pide que traigan a Isabel para confesar, llega Isabel pero niega todo, es por ello
que Danforth sostiene que el adulterio nunca sucedió e envía a Isabel a prisión. El
Reverendo Hale, conmovido, le dice a Danforth que él le cree a Juan Proctor, y asegura
que siempre desconfió de Abigail Williams. Pero Abigail emite un grito escalofriante y
asegura que ve un pájaro amarillo y que es María Warren. Finalmente, después de una
espeluznante escena donde las chicas imitan a Abigail, María Warren se quiebra y
vuelve a ponerse del lado de ellas. En un estado de histeria, miente y dice que Juan
Proctor la estuvo persiguiendo noche y día y le hizo firmar el libro del Diablo. Arrestan a
Proctor y lo llevan a prisión. El Reverendo Hale, avergonzado, critica al tribunal y se va.
Llega el día de ejecución de Rebecca Nurse y Juan Proctor. Ambos se negaron a
confesar hasta el momento, aparece el Reverendo Hale y el reverendo Parris, quienes
desean que confiesen. Parris se muestra preocupado porque Abigail se escapó y se
llevó todo su dinero.
Los jueces Hathorne y Danforth llaman a Isabel, para que convenza a su marido de que
confiese. La pareja tiene unos minutos para hablar a solas en la corte. Proctor le pide a
Isabel que lo perdone, y ella le dice que él debe perdonarse asímismo, además fue una
esposa fría. Le pide que la perdone y sostiene que nunca conoció a alguien tan bueno
como él en toda su vida. Al principio, esto motiva a Proctor a vivir y se confiesa
verbalmente con Danforth y Hathorne. Pero Proctor no puede firmar la "confesión". Cree
que debería bastar con su confesión verbal y sincera. Pero la corte se niega a aceptar
esto, por lo cual Proctor, lleno de emociones, rompe el papel de la confesión y lo abolla.
Estupefactos, el Reverendo Hale y el Reverendo Parris le ruegan a Isabel que haga
entrar en razón a su esposo, pero ella se da cuenta de que éste es, al fin y al cabo, su
momento de redención. Y así se encamina Juan Proctor a su muerte.