La evaluación en el modelo educativo por competencias.
Edna Yael Domínguez Quintana
La educación es un factor determinante en el desarrollo de las sociedades. Considerada
como un proceso de intercambio en el que se transmiten conocimientos, costumbres,
valores y formas de actuar, propicia la oportunidad de formar individuos distintos en
cuanto a habilidades físicas, intelectuales, emocionales, morales y sociales. Por lo general,
se define como una forma de socialización de los individuos e implica que las nuevas
generaciones adquieran modos y normas de convivencia de generaciones anteriores.
Con el objetivo de afianzar y perfeccionar los conocimientos, habilidades y destrezas
de los sujetos ha sido necesario llevar a cabo diversas técnicas y/o metodologías que
arrojen los resultados obtenidos, tal es el caso de la evaluación.
Cuando se habla de evaluación se ha de estar consciente que es un proceso que se
realiza en la cotidianeidad, todos los días y en todo momento. Las personas, a modo de
ejemplo, al levantarse cada mañana, analizan la estación del año que es, el lugar del
mundo en el que se sitúan, el pronóstico meteorológico, las tendencias en moda, el lugar al
que se va a acudir, las acciones que se van a realizar, entre otras, y todo lo anterior con la
única finalidad de elegir la ropa adecuada para llevar a cabo las labores que tienen
programadas para su día. Lo mismo sucede en la elección de un restaurante, de la cena, de
un accesorio, de la escuela a la que han de asistir sus hijos, de la profesión que han de
elegir. En resumen, la evaluación es una constante de la vida diaria.
La evaluación educativa representa una de las áreas más complejas en el campo de la
acción docente. A partir de la evaluación, es posible estudiar el proceso de aprendizaje.
Toda intervención pedagógica, organizada y sistematizada, necesita ineludiblemente de
una forma de evaluación que le permita localizar errores y buscar la mejora permanente.
De esta manera, la evaluación es una parte fundamental del proceso global de aprendizaje.
En la actualidad, la educación en México se encuentra basada en un modelo educativo
por competencias lo cual requiere que los alumnos de educación básica, además de
adquirir conocimientos y habilidades, sepan ponerlos en marcha en la resolución de las
distintas problemáticas que se les presenten día a día. La evaluación en un modelo
educativo como el mencionado se vuelve un proceso complejo y en ocasiones hasta
subjetivo.
La propuesta curricular emitida por la SEP (Secretaria de Educación Pública) en el año
2011 consiste en un documento organizado y sistematizado en varios apartados de los
cuales destacan el Plan y los Programas de Estudios, mismos que analizan a continuación
el planteamiento que se hace acerca de la evaluación.
En primer lugar, en el apartado Características del Plan de Estudios 2011 y en el
Principio Pedagógico 1.7 Evaluar para aprender se hace referencia a la importancia de la
planificación de las actividades y cuáles deben ser sus implicaciones; asimismo, señala
que el docente es el encargado de la evaluación y quien realiza este seguimiento, crea
oportunidades y hace modificaciones en su práctica (PE, 2011: 35).
En este principio se encuentra una definición general acerca de la evaluación, la cual
señala que es un proceso que comienza con la recopilación de información, luego continúa
con el análisis de la misma y por último, se aplican las modificaciones sobre la enseñanza
que sean pertinentes y se realiza una retroalimentación sobre el aprendizaje para conducir
al progreso de los estudiantes y a un mejor desempeño docente.
La evaluación está presente en los Programas de Estudio, principalmente en la sección
dedicada a los Campos Formativos. El primer apartado está ubicado en la introducción de
la Guía para el Maestro denominado Orientaciones pedagógicas y didácticas para la
Educación Básica, y se subdivide en varios incisos de los cuales el f) se destina a la
evaluación. A su vez, cada Campo Formativo contiene una división específica sobre la
evaluación y sus características.
El principal objetivo de la evaluación es obtener datos sobre el nivel de logro de los
alumnos con relación a los aprendizajes esperados (PE, 2011: 254). Sin embargo, para
realmente efectuar este proceso se han de considerar una serie de principios o requisitos:
Se ha de efectuar una valoración tanto del proceso como del producto.
Se debe saber lo que se quiere lograr.
Se han de tener claros los criterios de elaboración y de resultado.
De acuerdo a está propuesta curricular, lo adecuado y necesario sería el permitir la
participación de los alumnos en las evaluaciones, realizar un monitoreo constante de la
colaboración en actividades autorreguladoras que generen la oportunidad de ajustar las
actuaciones y redefinir los procesos. De esta forma se puede obtener información sobre los
avances o dificultades para ser conscientes sobre cómo cambiar la enseñanza.
La evaluación también debe ser integral y recuperar la dimensión cognitiva, afectiva y
social del aprendizaje. Al efectuar una valoración se puede partir de varios momentos de
las secuencias didácticas: al inicio de las clases es conveniente realizar una evaluación
diagnóstica cuyo fin sea conocer los saberes previos de los estudiantes e identificar las
posibles dificultades que enfrentarán con los nuevos aprendizajes; durante el desarrollo se
puede efectuar una evaluación formativa para valorar los avances y el proceso de
movilización de saberes; y por último, en el cierre se puede hacer una evaluación sumativa
que tiene como objetivo tomar decisiones relacionadas con la acreditación (PE 4°, 2011:
214, 305, 349, 384).
Durante este proceso el papel del maestro resulta impresindible porque, además de ser
el encargado de la evaluación, es un guía y un acompañante del alumno en su aprendizaje
y en el desarrollo de niveles de desempeño cada vez más altos. Para realizar la evaluación,
los docentes y los alumnos cuentan con una serie de instrumentos que facilitan la
obtención de información: Rúbrica o matriz de verificación; Listas de cotejo; Registro
anecdótico; Observación directa; Producciones escritas: esquemas, mapas, pruebas;
Proyectos colectivos; Registros y cuadros de actitudes; Portafolio y diario.
Sin embargo, el diseño curricular muestra algunas inconsistencias referentes a la
evaluación que se relacionan con la modificación de la enseñanza y la retroalimentación al
aprendizaje derivada de los datos que arrojan las valoraciones, por ende es necesario
analizar la validez de los instrumentos propuestos para obtener información sobre las
finalidades del actual modelo educativo.
La evaluación tiene como finalidad ofrecer información válida sobre lo que los
alumnos dominan o no dominan en relación a los aprendizajes esperados. Además, se
pretende contribuir a la construcción del propio aprendizaje y hacer conscientes a los
alumnos de qué, cómo y para qué se aprende; es decir, ha de ayudar a que conozcan su
proceso de aprendizaje a través de la metacognición y promover cambios que mejoren la
práctica docente. Sin embargo, en el Plan y en los Programas de Estudio la evaluación se
concibe como un aspecto colateral no integrado a la enseñanza que arroja información
sobre la adquisición de los contenidos y no de los aprendizajes esperados.
Al evaluar se requiere hacer un monitoreo constante del procedimiento y la
participación de los alumnos en actividades autorreguladoras, conocer que se pretende
lograr y valorar tanto el proceso como el producto de la secuencia didáctica. Por ende es
ineludible evaluar en distintos momentos y no sólo al final de la planeación.
En conclusión, evaluar por competencias exige comprobar si se ha aprendido
significativamente y si los aprendizajes se relacionan con la capacidad de actuar en la vida
cotidiana. No obstante, las actividades propuestas en los Campos de formación no
consiguen recabar información para obtener una evaluación coherente y real y en
consecuencia, la evaluación continúa considerándose un proceso objetivo en el que los
resultados se reflejan en una calificación no sustentada en evidencias.