Lectopolis H Prueba 3
Lectopolis H Prueba 3
H
Nombre: Curso:
Memorias de un tolstoiano
Fernando Santiván
Hace tres años tuve una enfermedad que me hizo sentir una mano helada sobre el cuello y escuché
una voz, como soplo de invierno, que me decía: “Es la hora, Fernando, es la hora”.
La “mano helada” y el “soplo de invierno” son figuras retóricas: me he propuesto en estas páginas
huir, en lo posible, de la literatura, la peor enemiga de la humilde verdad, de esa verdad que pasa
por nuestra vida como huésped vergonzante, oculto en pliegues de telones teatrales. Quisiera hacer
invisible el lenguaje y que el dolor se viese como en un acuario, la vida verdadera en transparencia
de aguas y cristales. ¡Orgullosa pretensión!
Tengo cuarenta y cuatro años1. ¿Es posible? ¡Si me parece fue solo ayer cuando reventaba de soberbia
por los poros de mis exuberantes primaveras! ¡Con qué desprecio pisaba sobre las florecillas del campo,
con qué desdén ponía en el ojal de la solapa rosas tempraneras u orquídeas de invernadero!
La “mano helada” me hizo sentir que ese rodar ruidoso de mis años idos había terminado de
pronto. Las horas alegres no volverían a sonar sus campanitas de plata, las horas melancólicas y
graves no dejarían oír su voz de bronce. ¡Nunca más, nunca más!... En mi paseo despreocupado
por el mundo, hallaba, de pronto, como término de recuerdos vividos y de esperanzas proyectadas
sobre la noche del futuro, un foso de infinita profundidad en cuyas sombras se mezclaban el vacío,
el misterio, la nada, el término de pasado y porvenir.
Una sala de clínica, calor de estufa, muebles blancos, niqueladas herramientas, delantales níveos de
médicos y enfermeras, máscaras de narcótico que llena el cerebro de fríos olores de fruta y la dulce
sensación angustiosa de que se cae en un planear de ascensores hacia una región lechosa a
donde llegan las voces del mundo, lejanas y sonoras. ¡Vida, adiós!
¡La muerte física no es trágica, no!... La “mano helada” sobre el cuello es simplemente figura de
retórica. La muerte es olvido del pasado y del presente, suave transición de la conciencia a la
inconsciencia, en cuyo arcano mueren odios y amores, recuerdos y esperanzas. Es terrible para los
que viven, inocua para los que mueren.
Durante mis días de clínica, ya convaleciente, tuve un sobresalto. Solo entonces prendió en mi
cerebro la noción exacta de que mi vida pudo haber terminado. A los cuarenta y un años, Fernando
Santiván, periodista, habría puesto término a la siembra estéril de cuerpo y espíritu en gran número
de tareas contradictorias, cuya dudosa utilidad nadie echaría de menos cuando una pequeña lápida
cubriese el agujero de la extensa muralla de nichos a perpetuidad.
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¿Qué cosa quedaría detrás de mí? Un puñadito de libros míseros, larga sucesión de “promesas”,
serviría apenas para que veinte años más tarde algún crítico erudito se diera el placer de
desenterrar, a modo de curiosidad, el esqueleto literario de un prójimo que vivió entre el año 1886 y
el de 1927 y que, según su perspicacia, habría tenido la manía de verterse en forma de garabatos
de tinta sobre carillas de papel.
Y toda esa vida acumulada en cuarenta y un años, todo ese prodigio de amar, esos
encantamientos de pensar, dormir y despertar, ese milagro de vivir, ¿no significarían nada para los
hombres de mañana?
Se apoderó entonces de mí un afán de burlar la muerte. Era preciso, era preciso que no muriesen
esos días vividos tan despreocupadamente, con tal criminal inconsciencia, con superficialidad de
pájaro migrador. Y, con apresuramiento, me puse a la tarea de salvar del pasado los hechos de mi
vida, triviales o profundos, como en un incendio se arrojan por la ventana catres, colchones y
estatuillas de mármol delicado.
Memorias de un tolstoiano (fragmento).
1 ¿Qué mensaje recibe el emisor de parte de “la mano helada” y el “soplo de invierno?
A. Que está cerca de la muerte.
B. Que está preparado para la muerte.
C. Que se recuperaría de la enfermedad.
D. Que alguien cercano va a morir.
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4 ¿Qué función cumple el siguiente fragmento?
Tengo cuarenta y cuatro años. ¿Es posible? ¡Si me parece fue solo ayer cuando
reventaba de soberbia por los poros de mis exuberantes primaveras! ¡Con qué
desprecio pisaba sobre las florecillas del campo, con que desdén ponía el ojal
de la solapa rosas tempraneras u orquídeas de invernadero!
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Lee el siguiente cuento de misterio y responde las preguntas 5 a 7.
No confundirse
Villiers de L’Isle Adam
En una mañana gris de noviembre, caminaba yo apresuradamente por los muelles. Una fría
llovizna humedecía la atmósfera. Negros transeúntes se entrecruzaban, protegidos con
deformes paraguas.
El amarillento Sena acarreaba sus gabarras que semejaban desmesurados abejorros. En los
puentes, el viento hacía volar bruscamente los sombreros, que sus dueños disputaban al espacio
con actitudes y contorsiones cuya contemplación resulta siempre tan penosa para un artista.
Mis ideas eran pálidas y brumosas; la preocupación por una reunión de negocios, aceptada la
víspera, acosaba mi imaginación. La hora de la cita me apremiaba: decidí protegerme al abrigo de
un tejadillo desde donde podría, con mayor comodidad, llamar a algún coche.
En el mismo instante vi, justamente a mi lado, la entrada de un macizo edificio, de aspecto burgués.
Había surgido de entre la bruma como una pétrea aparición, y, a pesar de la rigidez de su
arquitectura, a pesar del vaho sombrío y fantástico que lo envolvía, tuve que reconocer,
inmediatamente, que tenía un cierto aire de cordial hospitalidad que apaciguó mi espíritu.
—¡Seguro —me dije—, que los habitantes de esta mansión son gente sedentaria! Este sitio
invita a detenerse: ¿está abierta la puerta?
Así pues, entré con una sonrisa, la más educada posible, con aspecto satisfecho, el
sombrero en la mano -incluso meditaba un madrigal para la dueña de la casa-, y me encontré,
al mismo nivel, ante una especie de sala con una techumbre de cristal, por la que entraba la
lívida luz del día.
En los percheros había ropas, vestidos, bufandas y sombreros.
Había mesas de mármol repartidas por todas partes.
Varios individuos, con las piernas estiradas, la cabeza levantada, los ojos fijos, y un aire real,
parecían meditar.
Eran miradas sin ideas, rostros color del tiempo.
Había carteras abiertas, papeles extendidos junto a cada uno de ellos.
Y entonces, me di cuenta de que la dueña del local, con cuya amable cortesía yo había contado,
era la Muerte.
Observé a mis huéspedes.
Seguramente para escapar a las preocupaciones de la agobiante existencia, la mayor parte de
los que ocupaban la sala habían asesinado sus cuerpos, esperando, de esta manera, alcanzar un
poco más de bienestar.
Mientras escuchaba el ruido de los grifos de cobre adosados a la pared y destinados al riego
cotidiano de esos restos mortales, oí el rodar de un coche. Se detenía ante el establecimiento. Yo
supuse que los hombres de negocios me esperarían. Me di la vuelta para aprovechar esa suerte.
En efecto, el carruaje acababa de dejar, ante la sede del edificio, a unos alegres colegiales que
necesitaban contemplar la muerte para creer en ella.
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5 A partir del texto se puede inferir que:
A. Se pudo concretar su reunión de negocios.
B. El personaje principal del cuento estaba muerto.
C. Era una época de guerra que causó innumerables muertes.
D. El personaje principal tuvo la opción de decidir un mejor pasar.
Varios individuos, con las piernas estiradas, la cabeza levantada, los ojos fijos,
y un aire real, parecían meditar.
Eran rostros color del tiempo, miradas sin ideas.
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Lee el siguiente discurso público y responde las preguntas 8 a 10.
Tengo el honor de estar con ustedes hoy, en su ceremonia de graduación de una de las mejores
universidades del mundo. Yo nunca me gradué. En realidad, esto es lo más cerca que jamás he
estado de una graduación universitaria. Hoy les quiero contar tres historias de mi vida. Nada
especial. Solo tres historias. […]
Fui afortunado, porque descubrí pronto lo que quería hacer con mi vida. Woz y yo creamos Apple
en el garaje de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos mucho, y en diez años Apple creció
de ser solo nosotros dos a ser una compañía valorada en dos mil millones de dólares y 4.000
empleados. Hacía justo un año que habíamos lanzado nuestra mejor creación –el Macintosh–, y
hacía poco que había cumplido los 30.
Luego me despidieron. ¿Cómo te pueden despedir de la empresa que tú has creado? Bueno,
mientras Apple crecía, contratamos a alguien que yo creía muy capacitado para llevar la compañía
junto conmigo, y durante el primer año, más o menos, las cosas fueron bien. Pero luego nuestra
perspectiva del futuro comenzó a ser distinta y finalmente nos apartamos completamente. Cuando
eso pasó, nuestra junta directiva se puso de su parte. Así que a los 30 estaba fuera, y de forma muy
notoria. Lo que había sido el centro de toda mi vida adulta se había ido y fue devastador. Por unos
cuantos meses, realmente no supe qué hacer. Sentía que había decepcionado a la generación
previa de emprendedores, que había dejado caer el testimonio cuando me lo pasaron. Me encontré
con David Packard y Bob Noyce e intenté disculparme por haberlo echado todo a perder tan
estrepitosamente. Fue un absoluto fracaso público e incluso pensaba en alejarme del valle [Silicon
Valley, California]. No obstante, lentamente comencé a entender algo. Todavía amaba lo que hacía.
El revés ocurrido con Apple no había cambiado eso ni un milímetro. Había sido rechazado, pero
seguía enamorado. Y decidí empezar de nuevo.
En ese entonces no lo entendí, pero ser despedido de Apple fue lo mejor que podía haberme
pasado. La pesadez de tener éxito fue reemplazada por la iluminación de ser un principiante otra
vez. Me liberó y entré en una de las etapas más creativas de mi vida. Durante los siguientes cinco
años, fundé una compañía llamada NeXT, otra empresa llamada Pixar, y me enamoré de una
asombrosa mujer que se convirtió en mi esposa. Pixar continuó y creó la primera película en el
mundo animada por computador, Toy Story, y ahora es el estudio de animación de más éxito a nivel
mundial. En un notable giro de los hechos, Apple compró NeXT, regresé a Apple y la tecnología que
desarrollamos en NeXT constituye el corazón del actual renacimiento de Apple.
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Con Laurene tenemos una maravillosa familia. Estoy muy seguro de que nada de esto habría
sucedido si no me hubiesen despedido de Apple. Fue una amarga medicina, pero creo que el
paciente la necesitaba. En ocasiones la vida te golpea con un ladrillo en la cabeza. No pierdan la fe.
Estoy convencido que lo único que me permitió seguir fue que yo amaba lo que hacía. Tienen que
encontrar lo que aman. Y eso es tan válido para el trabajo como para el amor. El trabajo llenará gran
parte de vuestras vidas y la única manera de sentirse realmente satisfecho es hacer aquello que
crean que es un gran trabajo. Y la única forma de hacer un gran trabajo es amar lo que se hace. Si
todavía no lo han encontrado, sigan buscando. No se detengan. Al igual que con los asuntos del
corazón, lo sabrán cuando lo encuentren. Y al igual que cualquier relación importante, mejora con el
paso de los años. Así que sigan buscando. Y no se detengan.
Discurso en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford, 2005.
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Hiroshima y el resto del mundo. Y empecé a hablar”. Como directora de una agencia de traducción
y activista, viajó hace unos años a Washington para dar unas charlas.
Acompañando a otros ponentes, y creyendo que lo tenía todo superado, visitó el Museo de la
Aeronáutica del Smithsonian. “Ahí estaba el Enola Gay. Por un momento volví a ser una niña de 8
años, y me vino todo lo que pasó aquel día a la mente. Rompí a llorar como entonces”.
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12 ¿Cuál es el propósito del reportaje?
A. Narrar lo sucedido en la caída de la bomba atómica de Hiroshima.
B. Recordar lo ocurrido tras la caída de la bomba atómica en Hiroshima.
C. Informar cómo se ha reconstruido el lugar después de la caída de la bomba atómica.
D. Informar cómo los supervivientes reconstruyeron sus vidas.
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Lee la siguiente obra dramática y responde las preguntas 14 a 19.
ACTO PRIMERO
ESCENA PRIMERA
LISANDRO.— ¿Qué te ocurre, mi amor? ¿Por qué están tan pálidas tus mejillas? ¿Cómo es
posible que desaparezca el color de esas rosas con tanta rapidez?
HERMIA.— Tal vez, por la escasez de lluvia que un diluvio de mis ojos podría aliviar.
LISANDRO.— No desesperes. De acuerdo con todo lo que he leído y he oído contar, nunca ha
sido sencillo para el amor verdadero seguir su curso sin obstáculos. A veces, el problema se
debe a diferencias sociales…
HERMIA.— ¡Qué sufrimiento! Ser cautivado por alguien inalcanzable...
LISANDRO.— Otras veces, el obstáculo es la diferencia de años…
HERMIA.— ¡Oh, desconsuelo! Ser demasiado viejo para comprometerse con alguien joven.
LISANDRO.— Y a veces ocurre que son los parientes quienes eligen…
HERMIA.— ¡Oh, infierno, que otros ojos elijan a quien uno debe amar!
LISANDRO.— Incluso estando en total acuerdo con la elección del ser amado, a veces puede
ocurrir que la muerte, la guerra o la enfermedad acechen al amor verdadero y lo tornen
efímero como un sonido; raudo como una sombra; breve como los sueños; fugaz como el
relámpago en la noche tenebrosa.
HERMIA.— Si los amantes verdaderos se han visto eternamente contrariados, ha de ser por
determinación del destino. Aprendamos a ser pacientes, entonces, porque es una
contrariedad habitual, tan inherente al acto de amar como los pensamientos, sueños y
suspiros, deseos y lágrimas.
LISANDRO.— Sensata reflexión. Por eso, escúchame, Hermia: tengo una tía viuda, rica y sin hijos.
Vive a siete leguas de Atenas, y me ama como si fuese su único hijo. Allí puedo casarme
contigo evitando que la severa ley de Atenas nos persiga. Si en verdad me amas, ven
conmigo. Mañana por la noche, en el bosque que se halla a una legua de la ciudad –donde
nos reunimos con Helena para celebrar el rito matinal de las fiestas de Mayo–, en ese sitio, te
estaré aguardando.
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HERMIA.— Mi gentil Lisandro, te juro por el arco más fuerte de Cupido, por su mejor flecha de
punta de oro, por la sencillez de las palomas de Venus, por todo cuanto entrelaza las almas,
que en ese mismo lugar que has señalado, mañana, sin duda, me encontraré contigo.
LISANDRO.— Cumple tu juramento, amor mío. Mira, ahí viene Helena. (Entra HELENA).
HERMIA.— ¡Qué apuro, bella Helena! ¿Adónde te diriges?
HELENA.— ¿Me has llamado “bella”? Retira la palabra “bella”. Demetrio ama tu belleza. ¡Dichosa
belleza la tuya! Si el mundo fuese mío, te entregaría todo con tal de ser como eres. ¡Oh,
enséñame tu forma de mirar y el arte por el cual dominas los latidos del corazón de Demetrio!
HERMIA.— Le frunzo el ceño, y él, sin embargo, continúa amándome.
HELENA.— ¡Si tu mirada pudiera educar a mis sonrisas!
HERMIA.— ¡Cuanto más lo detesto, más me persigue!
HELENA.— ¡Cuanto más lo amo, más me odia!
HERMIA.— No me culpes, Helena, por su locura.
HELENA.— Tu única culpa es tu belleza. ¡Ojalá fuese mía esa culpa!
HERMIA.— Quédate tranquila. No volverá a ver mi rostro. Lisandro y yo escaparemos de aquí.
Antes de que mis ojos se posaran en Lisandro, Atenas me parecía un paraíso. ¡Qué don tiene
mi amor para transformar el paraíso en un infierno!
LISANDRO.— Te contaremos nuestro secreto. Mañana a la noche, cuando Febo observe su
plateado rostro sobre el espejo del agua, hemos resuelto traspasar furtivamente las puertas
de Atenas.
HERMIA.— Y en ese bosque donde, frecuentemente, nosotras solíamos vaciar nuestros corazones
de sus dulces sufrimientos, yaciendo entre flores de primavera, me reuniré con Lisandro. De
allí partiremos, alejando nuestros ojos de Atenas, en búsqueda de amigos nuevos y de
compañías desconocidas. ¡Adiós, dulce compañera de juegos! Ruega por nosotros, y que la
buena fortuna te otorgue a tu Demetrio. (A LISANDRO). Cumple con tu palabra, Lisandro.
LISANDRO.— Lo haré, Hermia mía. (Sale HERMIA). ¡Adiós, Helena! ¡Que Demetrio
consiga amarte tanto como tú lo amas a él! (Sale LISANDRO).
HELENA.— ¡Cuánto más dichosos pueden ser unos que otros! En Atenas, se me aprecia tan bella
como a Hermia. ¿Sin embargo, de qué me sirve? Demetrio no piensa de esa manera. Insiste
en ignorar lo que todos saben, menos él. Y, así como él se equivoca admirando los ojos de
Hermia, me equivoco yo adorando sus cualidades. El amor no mira con los ojos, sino con la
mente; por eso pintan ciego al alado Cupido. Y por eso se dice que el amor es un niño,
porque suele confundirse en la elección. Como los chicos traviesos que en sus juegos
rompen sus promesas, así el niño Amor falta siempre a su palabra. Antes de que Demetrio
contemplase los ojos de Hermia, dejó caer sobre mí, como una lluvia de granizo, promesas
de fidelidad absoluta; pero este granizo, expuesto al calor de Hermia, se derritió. Le revelaré
la fuga que la bella Hermia planea; él irá tras ella por el bosque mañana por la noche. ¡Qué
alto precio pago por un poco de su agradecimiento! Pero mayor es mi pena al seguirlo con la
mirada y permanecer atrás. (Sale HELENA).
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14 ¿Qué quiere expresar Hermia con “Tal vez, por la escasez de lluvia que un diluvio de mis ojos
podría aliviar”?
A. Que en verano llueve poco en Atenas.
B. Que el verano es una estación de penas.
C. Que llorar intensamente le quitaría la congoja.
D. Que cuando llueve su ánimo está mejor.
15 ¿Qué actitud tiene el duque Teseo cuando Egeo le expone la situación de su hija?
A. Arrogante.
B. Impositivo.
C. Irrespetuoso.
D. Complaciente.
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Lee el siguiente poema y responde las preguntas 20 a 23.
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22 ¿Cuál es la intención del hablante lírico?
A. Narrar su visión de la poesía y la vida.
B. Explicar cómo la poesía aporta débilmente en la vida de las personas.
C. Expresar que la poesía está en todas partes y todos tenemos la capacidad poética.
D. Expresar lo que siente a partir de los detalles cotidianos de la vida.
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Lee el siguiente fragmento de epopeya y responde las preguntas 24 a 28.
Canción de Roldán
Siente Oliveros que lo han herido de muerte. Nunca llevará a cabo venganza suficiente. En lo
más compacto de la turba, acomete como verdadero barón. Hace pedazos escudos y picas, pies y
puños, monturas y espinazos. Quien lo hubiera visto descuartizar infieles, amontonar los
muertos sobre los muertos, tendría memoria de un buen caballero. No hay cuidado de que olvide
la contraseña de Carlos y lanza su grito, alto y claro:
—¡Montjoie!
Luego llama a Roldán, su par y amigo, y le dice:
—Señor compañero, venid a mi lado, muy cerca, ¡con gran dolor habremos de separarnos en
este día!
Roldán mira el semblante de Oliveros: lo ve desencajado, pálido, sin color. Corre su clara
sangre a los costados de su cuerpo y van cayendo los coágulos a tierra.
—¡Dios! —exclama el conde—, ¡no sé qué hacer! Señor compañero, ¡lástima grande de
vuestro denuedo! Nadie habrá de igualaros jamás. ¡Ah, dulce Francia! ¡Cuán desierta quedarás
sin tus mejores vasallos, humillada y vencida! ¡Gran daño sufrirá el emperador!
Y con estas palabras, se desmaya sobre su corcel.
He aquí a Roldán sin conocimiento sobre su montura y a Oliveros mortalmente herido. Perdió
tanta sangre que se han empañado sus ojos: ya no ve, ni de lejos ni de cerca, para reconocer a
nadie. Al aproximarse a su compañero, lo golpea sobre el yelmo cubierto de oro y de piedras
preciosas, y se lo parte hasta el nasal, mas sin herirle la cabeza. Ante la acometida, Roldán vuelve
hacia él sus ojos y le pregunta con dulzura y afecto:
—Señor compañero, ¿sabéis lo que estáis haciendo? ¡Soy yo, Roldán, aquel que tanto os ama!
¡Nunca recibí vuestro reto!
—Oigo ahora vuestra voz —responde Oliveros—. Mas no os ven mis ojos: ¡Juré a Dios,
nuestro Señor, no apartar de vos y los suyos! Os he herido, perdonádmelo.
—No me habéis causado daño —responde Roldán—. Os perdono aquí y ante Dios.
A estas palabras, se inclinan el uno hacia el otro. Y así se separan, con gran afecto.
Siente Oliveros la angustia de la muerte. Se le ponen en blanco los ojos, va perdiendo el oído y
se apaga su vista. Baja del caballo y se recuesta sobre la tierra.
En alta voz hace acto de contrición, juntas y alzadas al cielo ambas manos, rogando a Dios que
le otorgue el paraíso, que bendiga a Carlos y a Francia, la dulce, y a Roldán, su compañero, por
sobre todos los hombres. Le flaquea el corazón, se le desprende el yelmo y todo su cuerpo se abate
contra la tierra. Ha muerto el conde, no ha demorado por más tiempo su partida; el esforzado
Roldán llora por él y se lamenta; nunca os será dado ver en la tierra hombre más dolorido.
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Ve Roldán que ha muerto su amigo, y que yace con el rostro contra el suelo. Con gran dulzura, le
dirige palabras de adiós:
—¡Señor compañero, lástima grande de vuestra intrepidez! Días y años nos vieron juntos: jamás me
causasteis daño alguno, ni yo a vos. Ahora que os veo muerto, me es ya dolor vivir.
A estas palabras, el marqués pierde el sentido sobre su corcel, cuyo nombre es Briador. Sus estribos
de oro fino lo mantienen derecho en la silla: por dondequiera que se incline, no podrá caer.
Canción de Roldán (fragmento).
27 A partir de la lectura se puede interpretar que Oliveros y Roldán tenían una relación:
A. Rival.
B. Familiar.
C. Cordial.
D. Amistosa.
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Lee el siguiente fragmento de comedia y responde las preguntas 29 a 34.
ACTO PRIMERO
Una sala con muchos instrumentos de música. El discípulo del maestro de música, sentado ante una
mesa, está componiendo una serenata que Monsieur Jourdain ha encargado.
ESCENA I
El MAESTRO DE MÚSICA, el MAESTRO DE BAILE, el DISCÍPULO, MÚSICOS y BAILARINES.
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ESCENA II
MONSIEUR JOURDAIN, en bata y gorro de dormir, DOS CRIADOS, el MAESTRO DE MÚSICA, el
MAESTRO DE BAILE, el DISCÍPULO, MÚSICOS y BAILARINES.
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32 Se puede deducir que el maestro de baile:
A. denigra explícitamente a Monsieur Jourdain.
B. cede a lo propuesto por el maestro de música.
C. demuestra un interés real por las obras de Monsieur Jourdain.
D. cambia de opinión con respecto a qué pensaba de Monsieur Jourdain.
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Lee la siguiente columna de opinión y responde las preguntas 35 a 40.
Amor y mariposas
Recuerdo que la primera vez que le pregunté a mi madre, siendo yo niña, qué se sentía al
enamorarse, mi madre me contestó que era como tener un montón de mariposas en el estómago,
revoloteando felices.
No entendí demasiado lo que me dijo. En mi mente infantil no terminaba de entender qué tenía que ver
enamorarse de alguien con albergar mariposas dentro de uno. Siempre amé a las mariposas y recuerdo
que me pareció una crueldad guardarlas dentro de uno en señal de amor hacia alguien. ¿Por qué? ¿Qué
tenían que ver ellas con el amor? ¿Cómo hacían las mariposas para entrar dentro de nosotros? Y una
vez allí, ¿qué hacían? ¿Se quedaban hasta que el amor durase? Y si era un amor para toda la vida,
¿terminaban viviendo dentro de nosotros para siempre? Ciertamente no me pareció una buena idea.
Las mariposas deben vivir libres, volar hacia donde quieran, disfrutar de su corta vida y mostrar al mundo
su belleza, por más efímera que fuere su vida.
Cuando fui jovencita y sentí por primera vez que me enamoraba de alguien, debo reconocer que esa
sensación hermosa de cosquilleo en el estómago, de algo que revoloteaba dentro de mí y que era difícil
de explicar y definir, en algo se parecía a tener mariposas dentro de mí. Supe que mi madre me había
explicado algo muy difícil de poner en palabras de un modo sencillo. ¿Cómo explicar el amor? ¿Cómo
transmitir a otro la sensación de estar enamorado?
Y cuando fui más grande, luego de algunos desencantos y decepciones, recuerdo haber pensado, con
una sonrisa, que las mariposas habían volado hacia otro lugar, que me habían abandonado y que me
habían dejado vacía.
Ya no soy esa niña que amaba ver esos bellos insectos en su jardín, aquella que se preocupó cuando
pensó que enamorarse era encerrarlos dentro de uno mismo.
Hoy que amo de distintas formas y que sé que no se ama igual a todos, pero que el amor parece uno y
no lo es, también a mí me cuesta definir de qué se trata. Tal vez sea porque el amor se trata de sentir y
no de explicar, porque es universal y único a la vez, porque forma parte de experiencias íntimas que
difícilmente puedan explicarse con palabras a los demás.
Y vuelve a mí muchas veces la explicación que mi madre me diera acerca de las mariposas en el
estómago y que tan poco creíble me había parecido en su momento y luego no tanto.
Hoy creo que el amor tiene mucho de esas bellas criaturas, es libre, no hay uno igual, es bello, es
multicolor, aunque no se pueda ver. Sé que las mariposas no viven demasiado y hay amores que sí,
que viven hasta el fin de nuestros días, pero aun así creo que se parecen. El amor no es cada día
igual, cada día renace si sabemos cultivarlo. Todos los días crece o muere un poquito, se seca o
florece, muta, se transforma.
Algo es seguro, vive dentro de cada uno de nosotros y vuela hacia el cielo de nuestra vida que se
embellece cuantos más amores haya revoloteando como mariposas felices.
Liana Castello.
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35 ¿Qué le pareció a la emisora la explicación que le dio su madre con respecto a qué se sentía
enamorarse?
A. Extraña.
B. Especial.
C. Amorosa.
D. Incomprensible.
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39 ¿Qué caracteriza a esta columna de opinión?
A. Que el tema se basa mayormente en investigaciones científicas.
B. Que el tema está supeditado a las experiencias de otras personas.
C. Que el tema deja cerrada la posibilidad de dar opiniones con respecto al tema.
D. Que el tema se desarrolla de acuerdo con la visión y experiencia de su autora.
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