Informe Pomaire A. Benavente
Informe Pomaire A. Benavente
7) Bibliografía………………………………………………………………………………………… 58
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Cronología y descripción de las tradiciones culturales prehispánicas de la zona.
La riqueza de los valles y del área costera parece ser la razón por la cual los asentamientos
humanos fueron más numerosos en las provincias de Chile central, decreciendo en cantidad
y densidad a medida que se aproxima a los 2.100 metros sobre el nivel del mar, la que
define, aproximadamente, el área de vegetación arbórea. Desde allí, hasta los 3.000 metros,
especialmente en los valles y cajones cordilleranos, se extienden sectores con matorrales
bajos y, sobre todo, pastizales, hábitat de una fauna silvestre que era posible cazar y que,
con el paso del tiempo, fue ocupada para el pastoreo en ciertas temporadas. Así los pueblos
que desarrollaron la alfarería en el territorio chileno, además de dedicarse a labores
agrícolas, también fueron pastores y recolectaron elementos vegetales para su alimentación
y, en el borde costero, se dedicaron a la recolección de algas, mariscos y a faenas de pesca.
Dentro del llamado "Chile Central" quedan circunscritos los diversos grupos que hablaban
la lengua mapuche (mapudungu). Los más septentrionales serían los grupos que habitaban
desde por lo menos el río Aconcagua hasta el valle del Cachapoal y que dan forma a la
tradición Bato, al complejo cultural Llolleo, y a la posterior cultura Aconcagua. El área
comprendida entre el río Cachapoal y el Bío Bío, quizá porque posee excelentes tierras para
el cultivo, y ha sido constantemente trabajada desde los comienzos de la conquista, por lo
que el estudio de sus tradiciones alfareras ha sido tremendamente complejo; existe cierta
confusión en la denominación de los grupos que la habitaron, sólo queda el testimonio de
los cronistas que la destacan por hablar la misma lengua que los de más al sur. Nos
referimos a los llamados _promaucaes_ y otras denominaciones que podrían corresponder a
comunidades con localizaciones particulares o también con rasgos especiales referidos al
comportamiento de sus habitantes, como por ejemplo, los denominados picunches (gente
del norte).
Los vestigios de los antiguos habitantes fueron dando paso a asentamientos donde se
fabricó alfarería y existió el trabajo agrícola, desarrollándose un periodo conocido en
arqueología como Agroalfarero.
Chile central es una zona geográficamente intermedia, aquí se generaron vinculaciones con
grupos de los valles transversales del norte chico, con el noroeste y centro-oeste argentino y
con la zona sur de nuestro país. Desde esta perspectiva y durante el Periodo Temprano
Agroalfarero se distinguen coexistencias con poblaciones aún del Periodo Arcaico (etapa
anterior al uso de la cerámica y la agricultura), con otros de tradición nortina denominados
Tradición Bato, y otros con desarrollo espacial más local denominado Complejo Llolleo (F.
Falabella y R. Stehberg, 1989).
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el norte chico, son los tembetá (Fig. 1) y las pipas, pudiendo ser el primer artefacto, de
piedra o cerámica (Monleón, 1980).
La tradición alfarera más temprana corresponde a Bato (F. Falabella y M. Planella, 1987)
cuyas comunidades se organizan en los lomajes litorales junto a quebradas, en valles
interiores y ambientes cordilleranos, con una ocupación más intensa en los sectores al norte
del río Maipo. Por otro lado, la tradición Llolleo (F. Falabella y M. Planella, 1979)
manejaba las rinconadas de grandes valles fluviales, creciendo demografícamente hacia el
sur del río Maipo.
Cuando los Incas llegan a la Zona Central de Chile se encuentran con poblaciones
sedentarias, que practicaban la agricultura y alfarería. Probablemente, muchas de ellas
convivían al mismo tiempo, siendo algunas más antiguas que otras. Hasta el río Aconcagua,
por el norte, la lengua será la mapudungún (C. Farga, 1995).
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apreciar gran cantidad de restos óseos correspondientes a mastodontes (variante del mamut
norteamericano) asociado a herramientas de piedra dejadas por hombres (L. Cornejo, 1997).
La megafauna que caracteriza este sitio, se extingue a partir de los 8.000 a.C., como consecuencia del
cambio climático provocado por el fin de la última glaciación.
Las investigaciones en este sitio adscrito al Paleoindio, dieron como resultado que los grupos humanos
llegan a este territorio entre los 10.000 y 11.000 a.C.
Estas poblaciones debieron estar compuestas por pequeños grupos familiares que se desplazaban por el
territorio, obteniendo su sustento de una amplia gama de recursos animales y vegetales. No obstante, la
caza de grandes mamíferos es la actividad más conocida por los arqueólogos, debido a las evidencias
que deja la caza y faenamiento de estos animales.
Tagua Tagua es justamente un lugar de caza y faenamiento, a orillas de una antigua laguna, donde los
cazadores entrampaban a mastodontes, caballos americanos y ciervos en el pantanoso borde de la
laguna. Una vez muerto el animal se procedía a su procesamiento en el mismo lugar, con la finalidad de
transportar piezas de menor tamaño hasta los campamentos base (de los que no tenemos evidencia
arqueológica para Chile central).
Algunas herramientas utilizadas por los hombres quedaron en el lugar, como puntas de proyectil,
cuchillos, raederas, dejadas mezcladas con los huesos. Su ocupación fue fechada entre 8.000 y 9.500
a.C.
Si bien es cierto, que no contamos con mucha información acerca del sistema de subsistencia de estas
poblaciones, si se puede asegurar que la caza de grandes presas constituía el eje central de su modo de
vida. Es debido a lo anterior, que el cambio climático ocurrido hacia el 8.000 a.C. que termina con la
megafauna, afectó de forma directa a los grupos humanos del paleoindio de Chile central (Op.cit).
Así la desaparición de los grandes mamíferos obligó a las poblaciones a reorientar sus actividades
cazadoras, lo que trajo como consecuencia profundos cambios sociales y culturales. Esta situación hizo
definir a los arqueólogos un nuevo periodo cultural: el Arcaico, que se iniciaría hacia el 8.000 a.C.
El sistema de subsistencia se reorientó hacia la caza de fauna de menor tamaño, como guanacos y
huemules, además de zorros, aves y roedores. Restos de estos cazadores se pueden encontrar en cuevas y
aleros de la precordillera andina, en lugares como Piuquenes, en el curso del río Aconcagua, y El
Manzano, en el curso del río Maipo; con fechas iniciales que van desde 8.200 a 7.850 a.C.
En los modos de vida de estos grupos, los vegetales van paulatinamente adquiriendo importancia, lo que
se ve reflejado en el significativo aumento de instrumentos de molienda. La lenta modificación de la
economía de estas poblaciones estimula
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probablemente la disminución de la movilidad característica del modo de vida de los
cazadores-recolectores.
En la costa se vive un proceso similar al de los valles interiores. Los antecedentes más antiguos se
encuentran en el sitio Punta Curaumilla (30 Km. al sur de Valparaíso) con una fecha de 8.500 a.C. En
este caso, fue el mar el que ofreció el sustento para la subsistencia de estos grupos arcaicos, lo que se
especializaron en la explotación de moluscos, peces, crustáceos y mamíferos marinos (Op. Cit).
Desde el inicio de la alfarería en Chile central hasta alrededor del 200 d.C, los contextos arqueológicos
permiten determinar la existencia de un primer momento dentro del Periodo Agroalfarero Temprano,
lo que Falabella y Stehberg (1989) llaman _comunidades alfareras inciales_. Evidencias de estas
ocupaciones se han detectado en el valle central como en la costa.
Los contextos están caracterizados por cerámica de paredes delgadas con formas simples de perfiles
inflectados, en general sin asas o con asas mamelonares. Existe poca variedad en la decoración,
destacándose la pintura roja (Sanhueza y Falabella, 1999-2000).
El material lítico de estos contextos ha sido definido como un conjunto artefactual de caza,
caracterizado por la presencia de puntas de proyectil. Además, se encuentran instrumentos de
molienda. Así, la subsistencia de estos grupos tempranos estaría caracterizada por la caza y
recolección (Sanhueza y Falabella, 1999-2000).
Las adscripciones Bato y Llolleo se desarrollan primariamente en sitios costeros. En el caso del
Complejo Cultural Llolleo, la excavación de tres sitios habitacionales de la zona de la desembocadura
del río Maipo: Tejas Verdes, Rayonhil y Santo Domingo 2, permitieron reconocer un componente
cultural cuya cerámica era similar a la rescatada en otras localidades costeras de la zona central tales
como el Cementerio de Llolleo (Oyarzún, 1979) y Fundo El Peral (colección Calvo Larraín del Museo
de Historia Natural) y cuyo ámbito de dispersión quedó definido entre los ríos Aconcagua, por el norte,
y Cachapoal, por el sur. Con respecto a la Tradición Bato, la excavación del sitio Arévalo 2 (San
Antonio) se integró a un componente cultural reconocido en una serie de excavaciones realizadas por el
equipo de Bernardo Berdichewsky, al Sociedad Chilena de Arqueología, el Centro de Estudios
Antropológicos de la Universidad de Chile y la Sociedad Francisco Fonk de Viña del Mar. La dispersión
de este componente bato quedó definida desde Longotoma, por el norte, hasta San Antonio, por el sur
(Falabella, Sanhueza y Vásquez, 2003).
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Si bien es cierto, toda esta información provenía de la costa, existían evidencias de contextos en el
interior que tenían semejanzas con los materiales hallados en el litoral.
En el caso del Complejo Cultural Llolleo, las similitudes se referían a piezas cerámicas aisladas o
asociadas, que mayormente correspondían a entierros. Por lo que se establecieron semejanzas a partir
de las ofrendas funerarias, desde el valle del río Aconcagua, por el norte, hasta Lontué, por el sur. Esto
llevó a los investigadores a plantear que el Complejo Llolleo abarcaba prácticamente toda la zona
central (Falabella, Sanhueza y Vásquez, 2003).
Para la Tradición Bato, el panorama era mucho más complejo, ya que, existía una enorme diversidad
interna para dichos contextos. Encontrándose asociaciones reiteradas de ciertos patrones morfológicos,
como la presencia de vasijas sin quiebres abuptos en su perfiles, el uso de asas mamelonares,
decoración incisa lineal punteada, pintura roja gruesa en bandas, diseños negativos, pintura roja, hierro
oligisto, tembetás de cerámica o piedra, adornos de concha y entierros sin ofrendas cerámicas. Al
comparar las evidencias Bato con sitios del interior, se encontró que sí existían yacimientos excavados
en los cuales aparecían algunos de los elementos mencionados, con algunas variaciones en las
asociaciones contextuales distintas (Falabella, Sanhueza y Vásquez, 2003). _Dada la diversidad de
situaciones culturales y el lapso de más de 1000 años en que aparecían estos elementos en la zona, no
se planteó como una cultura o complejo cultural regional sino como una _tradición_ en el uso de
determinados materiales en esta región_ (Falabella et. all. 2003).
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Figuras 2 Vasijas de Tradición Bato
El material lítico de esta Tradición esta caracterizado por un conjunto artefactual de caza, debido a la
presencia de puntas de proyectil e instrumentos de faenamiento y procesamiento de presas, como lo son
los cuchillos.
El uso del tembetá es relativamente frecuente en esta unidad, aunque no está presente en todos los sitios.
Además se han encontrado morteros, elementos de piedra usados en la molienda de vegetales y
minerales.
Quienes pertenecían al Complejo Cultural Llolleo dejan huellas de su presencia desde cerca del río
Choapa hasta las proximidades del Maule y, hay antecedentes que los hacen penetrar en territorio
argentino, al oriente de la cordillera, realizando intercambios con los habitantes de sus valles. Se estima
que su aparición se produce cerca del 150 d.C. hasta los años próximos al 900 d.C, cuando se aprecia el
desarrollo de la Cultura Aconcagua, con algunos cambios en obras, usos y costumbres.
Su producción cerámica se caracteriza por vasijas de diversas formas, las más frecuentes, tanto pulidas
como alisadas, son las de perfiles compuestos, con una o dos asas en arco de correa (Fig. 3) (Falabella,
Sanhueza y Vásquez, 2003). Algunas de sus formas, por ejemplo, vasijas de cuerpo asimétrico y cuyo
vertedero se encuentra unido por un asa a una o dos cabezas humanas que se levantan en su frente
principal, parecen tener alguna relación con aquellos pertenecientes a los grupos que habitaron al sur del
río Maule, hasta el área de Valdivia, en la X Región, vinculándose con los tipos alfareros tempranos de
Pitrén (Fig. 4), hacia la orilla sur del lago Calafquén, y de Tringlo, en el borde sur del lago Ranco.
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Figuras 3
Figura 4
Con respecto a las decoraciones se aprecia una amplia variedad que va desde pintado e inciso al
modelado, con combinaciones de ellas.
El contexto lítico se configura como un conjunto no orientado hacia la caza debido a la baja frecuencia
de puntas de proyectil y una muy escasa presencia de restos animales. Por otro lado, hay presencia de
conjuntos artefactuales de molienda, particularmente en el sitio El Mercurio (Santiago) con una posible
especialización enfocada a la producción de harina (Vásquez, 2000).
Entre las costumbres funerarias del Complejo Cultural Llolleo figura la utilización de urnas de greda y
arcilla para enterrar a sus muertos, además de las ofrendas cerámicas, piedras horadadas y collares con
cuentas discoidales (circulares) que acompañaban estos enterratorios.
Los sitios estudiados para el Periodo Agroafarero Temprano no dan cuenta de un proceso de
transformación o transición hacia la Cultura Aconcagua, por lo que el cambio que significó la aparición
de esta cultura sigue siendo una interrogante (Falabella, Sanhueza y Vásquez, 2003).
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Agroalfarero Intermedio Tardío, la consolidación de la alfarería
Cultura Aconcagua
Cerca del 900 d.C. aparece una alfarería diferente entre los valles de los ríos Aconcagua y Cachapoal;
expresión que se extenderá desde el siglo IX al XV d.C., periodo conocido en arqueología como
Agroalfarero Intermedio Tardío. Esta cerámica se adscribe arqueológicamente al "Complejo
Cultural Aconcagua" (Durán y Massone, 1979).
Esta población se distribuía desde la costa hasta la Cordillera de Los Andes. Los principales
asentamientos se encuentran en el valle central y curso medio del río Aconcagua.
Se trata de comunidades de agricultores que cultivaban porotos, maíz, zapallos y otros productos en
valles y quebradas; cuando sus asentamientos se localizan en sectores costeros, preferentemente en la
desembocadura de ríos. En la precordillera y cordillera, tanto de la costa como de Los Andes, la
población ocupaba aleros y cuevas. La permanencia en este ambiente era breve y en época estival,
estaba orientada a la caza y extracción de materias primas para la fabricación de utensilios diversos. Los
lugares de habitación, de ocupación casi permanente y de mayor envergadura, se encuentran en todo el
valle central y el curso medio del río Aconcagua, constituyendo un _patrón de asentamiento disperso, ya
que no hay registro de aldeas (Sánchez y Massone, 1995).
Su economía se adaptó, por lo tanto, a los diferentes niveles ecológicos. Así recolectaban mariscos y
algas en la costa, además de realizar actividades agrícolas hacia el interior, en lugares aptos para ello,
para lo cual desarrollaron técnicas de regadío, las que se apoyaban en la distribución del agua mediante
sistemas de canales. Su técnica de sembrado habría consistido básicamente en abrir perforaciones no
muy profundos en el terreno, para luego depositar en ellos las semillas. En los sectores precordilleranos
desarrollaron labores de pastoreo y practicaron, a la vez, la caza de diversas especies pertenecientes a la
fauna nativa
(Op. Cit).
La alfarería Aconcagua evidencia un alto grado de especialización en su manufactura y diseño, que dan
gran homogeneidad al conjunto cerámico de esta cultura. Entre los tipos cerámicos podemos destacar
cuencos con la forma de un casquete esférico cuyo motivo principal, que aparece pintado en la pared
exterior mediante firmes trazos de color negro sobre la superficie anaranjada del objeto, ha sido
designado por los arqueólogos como "trinacrio", por su similitud con un motivo perteneciente a una
antigua cultura del mar mediterráneo (Fig. 5). Este motivo presenta una propuesta formal que
corresponde a un movimiento de giro, ya sea hacia la izquierda o hacia la derecha. La persistencia y
extensión del uso de este elemento decorativo ha llevado a pensar a los arqueólogos que sería una marca
emblemática de la sociedad Aconcagua, _un fuerte símbolo de unidad y cohesión cultural_ (Sánchez y
Massone, 1995).
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Figura 5 (trinacrio)
Los especialistas han definido cuatro tipos cerámicos principales, basándose en la composición de las
pastas, los tratamientos de superficie y los colores aplicados a las piezas:
1) Aconcagua Salmón, es el tipo que se encuentra con mayor frecuencia en las cuencas de los ríos
Maipo y Mapocho. Existen cuatro variedades:
Figura
Figura
6 (escudilla)
7 (olla)
Figura 8 (escudilla)
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2) Rojo Engobado, es el tipo más común en la cuenca del río Aconcagua. Presenta dos
variedades:
Figura 9 (escudilla)
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Figura 11 (escudilla)
Un reciente estudio del motivo del trinacrio permite observar que las aspas se orientan
preferentemente hacia la izquierda en los sitios de la cuenca del Maipo y Mapocho,
mientras que en la cuenca del Aconcagua se orientan preferentemente hacia la derecha
(Sánchez y Massone, 1995).
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El tema de la muerte constituía un ámbito de gran importancia. Los cementerios se
encontraban separados espacialmente de los sectores de las actividades cotidianas, los que
se desarrollaron en extensos e imponentes entierros en túmulos; los que se ubican
generalmente en valles interiores y rara vez en sectores cordilleranos o en la costa.
El desarrollo cultural de Chile central sufrirá a mediados del siglo XV un profundo cambio
con la llegada del Imperio Inca a esta zona, inaugurándose el periodo que los arqueólogos
llaman Agroalfarero Tardío.
Este proceso ocurrió de manera muy abrupta, significando para las poblaciones Aconcagua
una serie de cambios a nivel socio-político y modos de vida.
Según los cronistas podemos ubicar la conquista inca de Chile Central alrededor de 1470-
1480 -aún cuando el registro arqueológico indica que habría sido unos 50 a 80 años antes-
(L. Cornejo, 1997), a cargo del Inca Topa Yupanqui y luego su hijo Huayna Capac. El fértil
territorio de los valles de Aconcagua y Santiago era importante por sus recursos humanos y
mineros, sin embargo, la fuerte resistencia que opusieron los habitantes de Chile no
permitió que la dominación fuera muy profunda; ya que se señala que Huayna Capac llegó
sólo hasta el río Maule.
Una vez ocupado militarmente el valle de Santiago, se abre una puerta al extenso llano
longitudinal que se prolonga por más de mil kilómetros al sur. Este llano, situado entre
cordillera y mar, se encontraba densamente poblado por grupos mapuches (llamados
araucanos por los españoles). Su organización social se caracterizaba por la ausencia de un
poder político centralizado (salvo en caso de guerra) y su economía se basaba en la
horticultura, la recolección y la caza, aunque los grupos del norte practicaban una
agricultura de regadío.
Como una forma de asegurar el dominio, los Incas, trajeron colonos o "mitimaes" de otras
provincias del imperio, quienes en principio eran los encargados de enseñar nuevas técnicas
agrarias, textiles y cerámicas, pero en el fondo su papel era controlar y adoctrinar a la
población local, quienes al adoptar esta nueva ideología ofrecerían una menor resistencia al
Imperio.
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captura y amansamiento de guanacos silvestres. En la agricultura, la introducción de nueva
y más avanzada tecnología como mejores sistemas de riego y nuevos cultivos, fue un
impulso importante.
Toda esta situación sufrirá un abrupto corte con la llegada de los nuevos conquistadores: los
españoles, quienes definieron una nueva forma de ver el mundo.
En el siglo XVI, antes de la llegada de las huestes españolas, los habitantes del valle central
habían logrado desarrollar la agricultura de riego. A la gran cantidad de recursos hídricos
(arroyos, ríos, lagunas) se sumaba un extenso y bien planteado sistema de canales de
regadío que cruzaban los valles de Aconcagua y Mapocho. La vida de la población en estas
áreas dependía fundamentalmente de la agricultura, pero mantenían actividades asociadas a
la caza y recolección. La base de la alimentación era la papa y el maíz.
Otra fuente de subsistencia fue el _chiliweque_ o carnero de tierra como lo llamaban los
españoles, parecido a la llama y el guanaco, del cual se aprovechaba la carne, piel y
derivados. También es posible que mantuvieran en cautiverio algunos guanacos que
bajaban de la cordillera durante las temporadas de altas temperaturas.
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Además contaban con recursos silvestres como bosques de arrayanes, sauces, molles,
laureles, algarrobos, espinos y guayacanes (vegetación endémica de la zona), de los que
obtenían madera, frutos, combustible e insectos comestibles.
Durante el siglo XVI, en los valles de Aconcagua y Mapocho, habitó una población local
de agricultores con asentamiento permanente y un pequeño número de cazadores
recolectores cordilleranos, estacionales, que llegaban en verano atraídos por los guanacos y
el trueque; así como colonias de mitimaes provenientes de distintas zonas de a región
andina, vinculadas a los intereses administrativos y militares del Inca.
De esta forma, los Incas trasladaban poblaciones desde el norte con el fin de constituir
colonias de carácter militar y colonizador.
Las diversas denominaciones y divisiones de carácter político entre los grupos que
habitaban el valle central indicarían diferencias étnicas entre ellos. En este sentido, el valle
de Aconcagua representa el límite norte de una población con base cultural y lingüística
común, reflejada en el uso del mapudungún (lengua mapuche).
Los primeros documentos que hablan del _Reino de Chile_, indican la existencia de varias
provincias en el territorio. En algunos casos, son nombradas con el apelativo dado a sus
habitantes, como promaucaes o picones; en otros, recibían el nombre genérico asociado al
espacio geográfico de Chile, Mapocho, Apalta, Maule o Itata, que a su vez podía designar a
los habitantes como mapochoes, apaltas, maules o itatas (V. Manríquez, 1997).
Hacia la costa, cerca de Melipilla, se encontrarían los picones; hacia el sur, la _provincia
de los promaucaes_, desde el río Maipo hasta Angostura de Paine (C. Farga, 1995; V.
Manríquez, 1997). El término promaucaes viene desde la conquista incaica. Estos indígenas
del sur de la Angostura de Paine se resistieron fuertemente al avance de las tropas del Inca,
de ahí que se les denominara purun aucas, que se refiere a _rebeldes o enemigos no
sometidos_.
Jerónimo de Vivar señala respecto de los picones, quienes habrían tenido rasgos comunes
con los habitantes del Mapocho y que la diferencia entre aquellos y los promaucaes
radicaba en que los primeros fueron conquistados por los Incas, adquiriendo sus usos y
creencias, mientras que a los segundos los definía el hecho de _&haber rechazado dicha
conquista y luego de no querer _servir_ a los españoles, huyendo de sus tierras_ (E. Téllez,
1991).
El territorio Pico se situaba al norte del Maipo. Si bien se cree que el término picón es el
más adecuado para designar al grupo étnico denominado promaucaes, no existe claridad
acerca de su significado, el que podría estar relacionado con la palabra mapuche piku o
norte. En mapudungun pukuküraf o viento norte, mientras que lo nortino o gente del norte
equivale a pikümche. Pico probablemente sería una deformación de piku. Por otro lado, si
bien las poblaciones establecidas entre los ríos Aconcagua e Itata se denominan como
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pikunches, las diferencias culturales existentes en el siglo XVI entre dichos grupos, llevaron
a los españoles a tener múltiples dificultades al tratar de delimitar la identidad de las
diversas comunidades étnicas. Así, los españoles del siglo XVI nunca utilizaron un nombre
genérico para denominar a la población del centro de Chile. Identificaban a los indígenas de
Aconcagua, mapochoes o cauquenes, nunca pikunches. Dos siglos más tarde, aún se seguía
hablando de los quillotanos, mapochoes, y promaucaes para referirse a la población
autóctona. (E. Téllez, 1991)
Entre los años 1541 y 1544 se desarrolla el periodo más complejo para los habitantes de
Chile central. Fracasa rotundamente la estrategia militar conjunta, que esperaba destruir la
ciudad de Santiago, con un movimiento conjunto desde Aconcagua y Rancagua (a cargo de
Michimalonko y Cachapoal, respectivamente). Luego siguieron múltiples enfrentamientos
hasta que Valdivia les puso fin con su llegada al Maule. En este tiempo gran parte de los
mapochoes, maipoches, tagua-taguas, promaucaes y chiquillanes, emprenden el primer
gran éxodo registrado en la historia de nuestro país. Quemaron sus campos, destruyeron sus
aldeas, los habitantes originarios de Chile central comienzan a disgregarse y migrar hacia el
sur, hacia la frontera del Bio-Bio (J. Bengoa, 2004).
Era común que los españoles utilizaran los mismos lugares donde se encontraban
anteriormente los _pueblos de indios_, aprovechando las tierras agrícolas, canales y
acequias existentes. Paralelamente, alrededor de los sectores de La Chimba (al norte de
Mapocho) y El Salto, Ñuñoa y los terrenos del convento de San Francisco al sur de la
Alameda, por la actual Av. Brasil, y las tierras que llegaban hasta el Cerro de Navia, al
oeste de Santiago; los habitantes originarios del valle comenzaron a asentarse en
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_rancherías_, establecidas en las fronteras de la ciudad, junto a población venida de otras
regiones producto de las encomiendas (Bengoa Op. Cit).
Hacia fines del siglo XVI, el panorama étnico-geográfico había cambiado sustancialmente.
El colapso demográfico fue notorio y dramático. A ellos se sumaron las enfermedades
traídas por los hispanos y sus esclavos (viruela, influenza, tuberculosis), la desarticulación
de las economías domésticas a causa del traslado de hombres y mujeres para los obrajes y
labores de servicio personal, produciendo un enorme impacto por las malas condiciones de
vida.
Muchos grupos originarios que habitaban el valle central no lograron sobrevivir, otros lo
hicieron a través del mestizaje y la asimilación de sus costumbres, trabajando para los
encomenderos.
Pedro de Valdivia y sus hombres llegaron al valle del río Mapocho el 19 de diciembre de
1540, acamparon en el sector conocido como La Chimba (actuales comunas de Recoleta e
Independencia), en la vertiente norte del mencionado río. Esto porque venían viajando
desde Cuzco hacia el sur, siguiendo el Camino del Inca, que llegando a Santiago coincidía
con la actual Av. Independencia.
Apenas llegados, Valdivia formó un cuerpo con los peones que lo acompañaban y con
veinte hombre a caballo a los que confió el equipaje. Los demás hombres fueron repartidos
en tres cuadrillas que recorrieron toda la cuenca de Santiago. El objetivo era reconocer el
terreno, evaluar la cantidad de población indígena y tratar de convencer a dichos indios
para que fuesen a parlamentar con Valdivia.
La urgencia que tenían los recién llegados por establecer vínculos con las comunidades
originarias, se debía a que habían consumido todos sus alimentos y necesitaban
rápidamente abastecerse, y los indígenas al ser advertidos de la presencia de estos hombres
habían escondido todos sus alimentos.
La zona que recorrieron abarcó desde el río Mapocho hasta los Llanos del Maipo y, por el
oriente, llegaron hasta los faldeos cordilleranos. A este último sector se le denominaba
Ñuñohue, del mapudungún _lugar del ñuño_, haciendo referencia a unas pequeñas flores
amarillas que crecían por todo este lugar.
Una vez delineada la planta de la ciudad, distribuidos los solares en forma equitativa y
jerárquica entre los miembros de la expedición, designado el Cabildo y autoridades
edilicias, quedó fundada la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, el 12 y 24 de febrero de
1541, pues se hicieron dos ceremonias (L. Echaiz, 1972).
Antes de celebrar estos actos, Valdivia había convocado a los caciques de la región para
informarles de sus propósitos.
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La reunión convocó al Gobernador Quilacanta, principal de Aconcagua, miembro de la
Panaca real de Cuzco, quien habría tenido a su cargo la _gente de guarnición_; en la cuenca
de Santiago; a Butacura o Vitacura a cargo de _gente de presidio_. Ambos cuzqueños, el
primero era el representante de la autoridad imperial, mientras el segundo debió estar a
cargo de la administración de los mitimaes. Junto a ellos, el cacique Huelén-Huara, cacique
de las tierras donde se iba a fundar la ciudad; Apoquindo, del sector precordillerano; Huara-
Huara, jefe de los indios llamados guaycones del sector que más tarde sería La Dehesa del
Rey; los de Lampa, Colina, Melipilla, Teno, Maipo, etc. y otros caciques y señores de la
tierra. La reunión tuvo lugar a principios del febrero de 1541(A. De Ramón, 1974-75).
Durante la asamblea, Valdivia les explica los motivos de su viaje y las razones para su
establecimiento en la cuenca de Santiago. Les expresó que debían prestar juramento de
obediencia al Rey español y servir a los cristianos, en las tareas de levantar sus
asentamientos, habitaciones y lugares de culto, y proveerlos de los alimentos necesarios.
Los caciques acordaron colaborar, más bien como una estrategia para prepararse de mejor
forma para enfrentar esta nueva situación, ya que poco tiempo después se sublevarían
arrasando con la incipiente ciudad e interrumpiendo constantemente el desarrollo y
expansión de ésta con sus constantes ataques. Situación que sólo pudo frenarse dos años
después de fundada la ciudad, con la llegada de refuerzos traídos desde el Perú por el
Capitán Monroy y por el piloto García de Villalón.
En este nuevo contexto de dominación, los indígenas se convierten en mano de obra barata
para la instalación de la sociedad colonial, que impondrá los valores, costumbres y usos de
la cultura cristiana.
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Descripción de la Provincia de Melipilla en la _Descipción histórico-jeográfica del Reino
de Chile_ de Vicente Carvallo y Goyeneche, 1740-1816.
_Confina por el oriente con la de Santiago, deslindándolas los montes de la cuesta de Prado,
i por las llanuras de Maipo los distritos de Tango i la Calera. Por el poniente llega hasta, el
mar Pacífico A la de Quillota tiene por el norte, i a la de Rancagua por el sur, con el río
Maipo, que las divide. Se estiende 25 leguas de oriente a poniente, i 10 de norte a sur, i
resulta una área de 250 leguas cuadradas, que admiten 133,334 habitantes, i en el dia solo
tiene 8,365, inclusos los de la villa capital, i 1,283 indios que pueblan seis pueblos
Su fecundidad es igual a la que goza la de Santiago, i por la parte de los montes i valles de
Puangue, que lo riega el rio de este nombre, cuyas aguas son saludables para baños; lleva
las mismas simientes que la de Quillota, i se pudieran establecer cuantiosas sementeras de
cáñamo i lino. Hoi se cosecha mucho trigo por la proporcion de conducirlo al puerto do
Valparaiso con poco costo. El mejor vino de este obispado. Hai ocho mineras de oro, i se
criar muchos ganados caballar, vacuno, cabrío, i de lana; i a mitad del siglo pasado aun
permanecian las fabricas de paño i mantas para cama, que a pocos años de 1° conquista de
aquel reino establecieron sus activos gobernadores, i se lucen gruesas matanzas del vacuno.
En sus costas tiene el puerto de San Antonio, en la embocadura del rio Maipo sobre los 33°
32 de latitud. En él se hace abundante pesca para abasto de la ciudad de Santiago, a donde
lo conducen fresco, i hace un grande renglon de su comercio. En el rio Maipo se pescan
excelentes truchas, que tambien las llevan a la misma ciudad.
Su capitales la villa de San José de Logroño, fundada en 1742 por el conde de Superada,
sobre los 33º 33' de latitud. Es gobernada por un subdelegado, i actualmente lo es don
Francisco de Bascuñan descendiente de don Francisco Núñez de Pineda i Bascuñan autor
de la obra intitulada Cautiverio feliz, i fué uno de los buenos capitanes que sirvieron en las
guerras de Chile. Su poblacion es tan corta que no llega a 50 vecinos. Tiene una parroquia,
cuyo párroco es...... con dos anexos i seis viceparroquias, i hai un conventillo de relijiosos
mercenarios, i una residencia de los ex-jesuitas, que todo ello es poca cosa.
Sus fuerzas son un cuerpo de milicias de caballería, de dos escuadrones de a 150 hombres
cada uno, compuesto de los habitantes españoles, cuyo comandante es don Joaquín de
Bustamante_.
20
Localidades objeto de estudio
Talagante
El año 1430, el Inca Tupac Yupanqui, inicio una gran campaña militar que culmino con el
establecimiento de una verdadera frontera en el río Maule.
Ilabe, uno de los Incas qué comandó las fuerzas invasoras se estable en el valle de
LLOLLEHUE, entre los ríos Maipo y Mapocho, donde funda una colonia de mitimaes y un
pukara (de Chena), tarea que confío a su hijo Tala Canta (en Aymara _Tala_ significa
hechicero y _Canta_ lazos _lazos del hechicero_).
Tala Canta Inca Ilabe poseyó autoridad para nombrar curacas o gobernadores, a la vez que
dependió directamente del Inca del Cuzco. Su mandato fue fructífero pues pudo establecer
un sistema social, económico, político característico del imperio de los Incas; haciendo
repartos de tierras de propiedades comunitarias, iniciando la construcción de importantes
obras, como caminos, graneros para guardar los frutos de las cosechas y la construcción de
viviendas. La producción agrícola y ganadera logro tal desarrollo que permitió remitir
alimentos hacia los pukaras del norte.
Los caminos del inca y el sistema de canales hicieron posible no solo el viaje de Diego de
Almagro en 1535 y 1536, sino que también la expedición de Pedro de Valdivia, iniciada en
1540.
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Así fue como Blumenthal llego a las tierras del mitimae del Inca Tala Canta Ilabe, con
quien logró entenderse perfectamente. No solo logra obtener las maderas que buscaba, sino
que también trabajadores para las obras de construcción de Santiago, telas y vasijas de
arcilla que le asombraron mucho, por lo avanzado de su factura. Además, logra el
consentimiento de Tala Canta para casarse con una de sus nietas, de la familia del cacique
ya llamado TALAGANTE. La novia de Blumenthal fue bautizada con el nombre cristiano
de Elvira de Talagante, con lo que quedaba al mando de todas las tierras del cacique.
En Mayo de 1604, Gines de Lillo, en cumplimiento por ordenanza del reino, llegó a
Talagante procediendo a medir y ratificar las dominaciones de Elvira de Talagante, que
falleció a fines de ese año, pasando todas sus posesiones a Agüeda Flores, con quien se
caso con el capitán Pedro Lisperguer.
El 13 de Mayo de 1647, Talagante, al igual que toda la zona central de Chile, quedó
destruido por un fuerte terremoto. Los edificios sólidos que desde hacia 100 años venían
construyéndose quedaron por el suelo y un crudo invierno que siguió, en el cual nevó
durante 3 días, dejó en una situación desastrosa a la ciudad.
Ya a mediados del siglo XVIII, Talagante, era un lugar de paso para las carretas que se
dirigían hacia Valparaíso.
Durante la Reconquista Española, Casimiro Marcó del Pont, nombró a la nueva cacica
Martina Talagante de los Santos Toro, quien dirigió a 200 familias. Después de la Batalla
de Chacabuco en febrero de 1817, no se supo nada más de ella.
Asumió José de los Santos Toro, quien en el año 1822, fue visitado por María Graham,
inglesa que recorrió la zona de Talagante, dejando algunas referencias a esta área en su
_Diario de mi residencia en Chile_.
Desde que llegaron aquí las monjas clarisas en el siglo XVII se elabora la loza policromada,
tradición que se conserva hasta hoy.
22
Talagante, fue fundada oficialmente por Decreto Supremo N° 422 de Diciembre de 1837,
documento que lleva las firmas de don Joaquín Prieto y don Joaquín Tocornal, con el
nombre de Villa Santa María de Talagante. Su trazado es el tradicional en tablero de
ajedrez propio de las aldeas, pueblos y ciudades americanas del periodo colonial.
Luego de la derrota de los hispanos y expulsión desde la ciudadela de Osorno en 1602, las
monjas Clarisas fueron llevadas a Chiloe. Desde allí Fray Juan Barbero las trajo a
Santiago, y luego a San Francisco -nombre del santo patrono de la aldea- y con el cual se
conoció desde entonces el pueblo de El Monte. Las monjas Clarisas enseñaron aquí a los
indios el trabajo de cerámica policromada, costumbre que ha prevalecido durante siglos.
Luego llegaron otros vecinos, como el ilustre Ignacio de La Carrera Cuevas y Lisperguer,
descendiente directo de Bartolomé Flores. Don Ignacio de la Carrera el 3 de febrero de
1773, recibió como dote de su matrimonio con la distinguida dama de la sociedad
santiaguina, doña Paula Verdugo, la hacienda de San Miguel de El Monte, de 665 hectáreas
de extensión, la que estaba ubicada a los pies del lado sur del cerro La Campana y
cercándolo por el este lo hacia el río Mapocho. Aquí pasaron su infancia y juventud quienes
un día serian protagonistas de la lucha por la Independencia de Chile, los hermanos Carrera.
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Años más tarde, José Miguel Carrera radicado en el fundo San Miguel de El Monte su
padre lo nombra administrador de la hacienda, con el objeto de detener el robo de ganado
que sufría su propiedad a mano de los indios. Don José Miguel inicio las pesquisas en El
Monte, El Paico, Vado de Lonquén (Isla de Maipo) y Naltagua, lugar donde encuentra a los
indios faenando animales robados a su padre.
Días después el joven se marchó a Europa para enrolarse en el ejército del rey que luchaba
contra Napoleón, fue herido en la batalla de Ocaña y por su valor se le ascendió al grado de
Sargento Mayor. Retornó a Chile totalmente cambiado al comprobar que en España los
americanos eran mirados como indígenas aunque en el nuevo mundo fueran grandes
personajes.
Sus diferencias con la llamada Logia Lautarina, compuesta de cinco miembros (tres
argentinos y dos chilenos) de la cual eran miembros San Martín y O´Higgins; llevó a
declarar enemigo del Gobierno, al amigo y vecino de la infancia de los hermanos Carrera,
don Manuel Rodríguez. Quien, cuarenta y tres días después, corría igual suerte que los
Carrera al ser asesinado por la espalda en Til-til el 20 de mayo de 1818.
A partir de entonces la persecución contra los Carrera y sus seguidores se hizo intensa. La
hacienda San Miguel de El Monte fue asolada en múltiples ocasiones por escuadrones
o´higginistas.
Don José Miguel Carrera fracasa en su empresa libertadora y pierde la flota de guerra que
adquirió en Estados Unidos. Además de saber de la muerte de sus hermanos en Mendoza,
entra a la clandestinidad en Buenos Aires. Se convierte en bandido, asolando diversas
poblaciones logrando gran prestigio entre los indígenas. Cayo prisionero después de la
derrota de Punta del Médano y tras un largo juicio se le fusiló también en Mendoza el 4
de septiembre de 1821.
La escritora inglesa María Graham relata en su libro que un día antes de cruzar el vado
de Lonquen (Isla de Maipo) encontró en Viluco al desterrado Lastra, que era hijo de doña
Javiera Carrera, el cual debía hacerse el demente (_tonto_ como el mismo se definió). Este
joven vivía oculto en el bosque, durmiendo en cavernas de la montaña y alimentándose con
raíces de árboles, para vivir en constante fuga y escapar de la furia anticarrerina impulsada
por el gobierno de O´Higgins. Doña Javiera Carrera debió asilarse en Montevideo bajo la
protección de las tropas portuguesas de ocupación. Ella fue quien bordó la primera bandera
que tuvo Chile. Envía a Mendoza a su amigo llamado Miguel Cornejo, natural de El
Paico, el cual se puso en contacto con el _carrerino_ Toribio Rojas natural de El Monte y
entre ambos una noche se robaron la calabera de don José Miguel Carrera que estaba
expuesta frente al Cabildo de Mendoza y sorteando mil dificultades la trajeron a Chile.
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Tiempo después regresó doña Javiera la cual conservo con cariño la calavera de su hermano
en El Paico.
A estas alturas el cacique Llopeo era el heredero por quinta generación de los extensos
dominios de sus antepasados, suelos que se habían reducido enormemente, perdió el
dominio de las dos terceras partes del pueblo de San Francisco al cual se le agregó el
nombre de El Monte por estar cerca de la montaña y como una manera también usada por
los colonos para quitarles la tierra a los indios.
A causa del exterminio contra los Carrera en San Francisco de El Monte, muchos
lugareños pensaron que tal vez dada la situación de terror reinante podía ocurrir un
sacrilegio en el templo. Entonces tomaron la imagen de Nuestra Señora de La Merced
huyeron con ella hacia el archipiélago del vado de Lonquén, convirtiéndose en los primeros
colonos de la actual ciudad de Isla de Maipo, pueblo que con el tiempo le dedicó su
devoción a esta Virgen al atribuirle el milagro que salvo la aldea de una inundación y desde
entonces anualmente le celebra su hermosa fiesta y mes de La Merced.
San Francisco de El Monte lentamente afianzándose como un pueblo. A principio del siglo
XIX llegó la vía férrea y surgió la estación de El Monte, gracias a la explotación del
mineral de Naltagua. Casi simultáneamente se construye el enorme puente carretero sobre
el río Mapocho como parte de la ruta hacia Melipilla y el Puerto de San Antonio.
Su destino final eran las grandes usinas europeas. Pero para llegar al Puerto de San Antonio
tenía que cruzar los ríos Mapocho y Maipo en un tramo de seis kilómetros. Esta distancia
era cubierta en tres fases. La primera salía desde el mineral de Naltagua hacia la puntilla
de San Antonio en un tren hasta el puerto de San Antonio.
Desde El Monte los capachos del andarivel retornaban cargados con mercaderías y
alimentos para los 650 trabajadores y sus familias que en total pasaban de 3500 habitantes.
25
De esta forma el pueblo de San Francisco de El Monte adquirió gran importancia y
movimiento comercial por ser el corazón que activaba el mineral.
Cuando la empresa francesa Societe des Mines de Cuivre_ con sede en París, del
industrial Conde de Saint Semé, puso en marcha el mineral con su fundición, se trasladó a
Europa dejando de reemplazante al señor Henry Hall quien la condujo con gran éxito antes
de dejar el puesto a Jules Bouliniers, personaje que consolida plenamente la marcha del
mineral hasta ubicarlo como el mas importante de la Provincia de Santiago.
No solo los mineros llegaban al El Monte, sino que también lo hacían los campesinos del
fundo San Vicente (propiedad donde estaba la fundición de Naltagua) los que con menos
recursos económicos, se dirigían a la ciudad montina.
Antes de que existiera el andarivel que unía a Naltagua y la estación de El Monte, la rica
producción agraria del inmenso territorio naltaguino entre el río y la montaña, se sacaba
hacia los centros de consumo en balsas que unían San Antonio de Naltagua y el pueblo de
Lo Chacón en la confluencia de los ríos Mapocho y Maipo. Esta travesía en balsa era
tremendamente peligrosa, y terminó cuando comenzaron los envíos, en forma más segura,
por medio del andarivel. San Antonio de Naltagua y La Higuerilla recibían sus provisiones
por el mismo medio. En múltiples ocasiones el andarivel sirvió como transporte de
pasajeros, que se atrevían a abordarlo aun en las peores condiciones climáticas y con
ambos ríos desbordados.
Este momento es considerado como época de auge y esplendor económico para comuna.
26
Pomair
e
El territorio y asentamiento de los indios Pico estaba instalado al norte del río Maipo. Se
menciona la existencia del pueblo de Pico a mediados del siglo XVIII, junto a Pomaire,
ubicado en la conocida hacienda Pico (E. Téllez, 1991). La palabra Pico sería
probablemente una mala utilización de la palabra mapuche Piku norte- (Téllez Op. Cit).
Durante la Colonia, mientras desaparecían los _pueblos de indios_ a razón del aumento de
indios en encomienda, los primeros núcleos indígenas del río Puangue, Melipilla y
Pomaire, fueron de los pocos poblados que mostraron alguna capacidad de subsistencia (J.
Bengoa, 2004)
En sus orígenes, Pomaire, se remonta a un _pueblo de indios_ que entre los siglos XVI y
XVIII fue trasladado de lugar numerosas veces por encomenderos, estancieros y
hacendados. A través de este largo período, el pueblo de indios fue perdiendo sus tierras. El
actual emplazamiento de Pomaire data de 1771, fecha del último traslado.
Las características de aldea alfarera, tras una herencia indígena y un pasado campesino,
parecen haberse reforzado a partir de la mitad del siglo pasado, cuando el cacique Juan
Bautista Salinas a sugerencias de doña Remigia Castro Montana, su esposa de origen
español, comienza a incentivar a los habitantes de la aldea a elaborar cerámicas para ser
vendidos en Valparaíso, en el mercado El Cardonal.
A contar de 1853, caravanas de carretas llenas de loza viajan a Valparaíso antes de Pascua
y, posteriormente, se dirigen al Santuario de la Virgen de Lo Vásquez, para la celebración
de la Purísima. También se elaboraban cerámicas para el trueque y la venta en las
haciendas. Las loceras, en carretas o a pie, acompañadas por sus maridos o hijos salían
(chaveleo) a cambiar loza (conchavo de loza) por alimentos con los campesinos e
inquilinos de las haciendas vecinas.
Con el paso del tiempo las antiguas haciendas se subdividieron originando fundos y
parcelas y la pequeña propiedad se fue pulverizando.
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Isla de
Desde
Maipo siglos antes de que llegaran los españoles al nuevo mundo, el territorio que hoy ocupa
Isla de Maipo, ya era visitado por los indígenas en sus desplazamientos en busca de caza y
frutos silvestres, que en ese territorio de características especiales, se daba en abundancia al
ser inundado por el río en sus crecidas, dejando allí todo tipo de árboles cordilleranos,
transformando el hábitat de los islotes, cuando el torrente pasaba La Puntilla de Lonquén. A
lo anterior hay que agregar la abundante pesca ofrecida por los múltiples brazos del caudal.
La serpenteante trayectoria de las aguas entre una isla y la otra, denominada vilú por los
indígenas, permitió que el sector tomara el nombre mapuche de Viluco (culebra de agua) y
a los espacios de tierra ubicados entre los cauces, es decir las islas, les llamaban huapí.
Durante la época precolombina, no existía un pueblo, dado que levantaban sus habitaciones
distantes unas de otras, siempre junto a un curso de agua, hecho que la evidencia
arqueológica ha constatado en sitios de Lonquén (L. Sanhueza, F. Falabella y M. Vásquez,
2000).
Antes de llegar los españoles, estas tierras ya habían sido dominadas por los Incas. Este
Imperio avanzó hacia el sur de Chile llegando hasta la ribera norte del río Maule (L. Cornejo,
1997). En ese lugar fueron rechazados por la población indígena local. Reconociendo la
dificultad de continuar hacia el sur denominaron, como se ha mencionado anteriormente, a
los aborígenes de esa zona con el nombre de Promaucaes (V. Manríquez, 1997)
A la llegada de los españoles, algunos de los principales representantes de los Incas en Chile
central Quilacanta y Michimalonco (jefe de mitimaes) en el Aconcagua, Vitacura (piedra
grande) en el Mapocho y Talagante (lazo del hechicero) en el Maipo.
A la llegada de los españoles, las tribus picunches que habitaban el lugar dependían
totalmente del cacique Talagante. En 1653 llegan a Chile los Jesuitas y estas tierras pasaron
a pertenecer a la Compañía de Jesús, cuyo centro de control se ejercía desde la Hacienda
Calera de Tango. La comuna debe su nombre, originalmente e plural (Islas del Maipo), a
que hasta comienzos del siglo XXI consistía efectivamente en un archipiélago cruzado de
este a oeste por los seis brazos en que se dividía el río Maipo. Tal situación persistió hasta
1952 cuando bajó el caudal.
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Fue la llamada _Quintrala_, que con la esperanza de ser perdonada en el cielo, legó su
hacienda a La Compañía de Jesús.
Luego que esta laboriosa orden religiosa saliera en forma repentina del país, se procedió a
rematar en subasta pública todos sus bienes. La hacienda de la Compañía, donde hoy están
las comunas de Mostazal, Codegua, Graneros y Rancagua fue rematada en 91.000 pesos de la
época, adjudicándosela el próspero comerciante don Mateo Toro y Zambrano, el mismo que
43 años después sería el Presidente de la Junta de Gobierno celebrada el 18 de Septiembre de
1810.
En la subasta de los bienes de la Compañía de Jesús, por las magníficas condiciones en que
estas producían cultivos y ganado, se remataron en elevadas sumas de dinero. Pero, hubo un
predio que no interesó a nadie por su inestabilidad, inseguridad y escasa capacidad cultivable.
Otorgándosele un ínfimo valor como sitio de pastoreo de animales, no exento del peligro de
perderlos ahogados en cualquier momento, era Isla de Maipo. Territorio que se adjudicó doña
María Cajales.
Rápidamente se fueron disgregando los dominios del cacique Talagante. Entre algunos de sus
nuevos propietarios podemos contar a don Juan Rodolfo Lisperguer, abuelo de la Quintrala,
que obtuvo los suelos de las actuales comunas de El Monte, que pertenecieron al cacique
Llupeo (río hermoso) y Peñaflor, antiguamente llamado Caramapu (caserío muy poblado)
donde gobernaba el cacique Pelvin (plumaje húmedo).
A mediados del siglo XVIII, don Ignacio de la Carrera Cuevas y Lisperguer, descendiente de
_la Quintrala_. Contrajo matrimonio con la bella joven Paula Verdugo Valdivieso, de 15 años
de edad, hija de don Juan Verdugo, Oidor de Real Audiencia de Santiago. Entre los regalos
nupciales la pareja recibió como dote para comenzar su nueva vida, la hacienda de San
Miguel de El Monte. En ella, pasaron su infancia, como ya hemos mencionado, los hijos de
este matrimonio llamados: Francisca Javiera, Juan José, José Miguel y Luis Carrera Verdugo,
quienes tendrían una destacada participación en la lucha por la independencia de Chile.
Desde La Isla de Maipo salió el guerrillero Manuel Rodríguez en compañía del isleño José
Gallego, para asaltar el estanco de Melipilla, poco antes de la batalla de Chacabuco.
Algunos colonos llegados de El Monte, se radicaron en todas las porciones de tierra que
brindaban seguridad ante las eventuales crecidas del río, y muy especialmente en la llamada
Isla Grande, que era la séptima ubicada de norte a sur del archipiélago y limitaba por el sur
con las de La Villita, Las Mercedes y Lo Jélvez.
En 1830, los colonos ya tenían una capilla, a la cual venían de vez en cuando sacerdotes de
Calera de Tango a oficiar misa. Estos religiosos impusieron como santo patrono del lugar a
San Francisco de Asís, situación que se oponía a la creencia del pueblo pues su fe estaba con
29
Nuestra Señora de La Merced.
En 1822 estas tierras son visitadas por la inglesa María Graham, quién describió el lugar
luego de salir de la hacienda de Viluco de propiedad de doña Ana María Salinas, viuda de
don Juan José Carrera, en Melipilla. Escribe esta viajera en su libro que como cruzó el
archipiélago isleño: "Atravesamos seis grandes brazos, cuatro de los cuales llegaban a la
cincha de los caballos, algunos de ellos se asustaron y comenzaron a perder terreno, pero el
ejemplo de los demás los animó a luchar contra la corriente y pasamos con toda felicidad.
Lejos del vado la corriente es tan compacta y poderosa, que sería una locura pretender
atravesar por ahí_.
La escritora y su comitiva cruzaron de Viluco hacia Naguayan para llegar a Lonquén, al cual
calificó como un "pueblo bonito y bien cuidados jardines_. Desde la mansión más
importante enclavada en la cima de un pequeño cerro, pudo observar las montañas de Aculeo,
Naltagua y Chocalán, las cuales a pesar de su importancia se veían pequeñas antes la
majestuosidad de la cordillera de Los Andes. Tras un breve descanso en Lonquén, María
Graham siguió su viaje a El Monte, donde esta escritora tuvo la oportunidad de presenciar
importante hecho para la historia de Isla de Maipo. Gracias a su relato, se puede conocer el
inició del poblamiento del archipiélago.
Con el paso del tiempo, calmados los eventos de la Independencia, Isla de Maipo creció
pródiga y todas las islas contaban con habitantes. En 1830 la aldea tenía, a ambos costados
de la vertiente, una docena de casas y un amplio sitio plano en el cual construyeron una
pequeña capilla, en donde se veneraría a la Virgen de La Merced, la misma que llegó con
ellos en su éxodo desde El Monte.
Las carretas les traían las necesidades básicas desde Santiago, luego de un viaje de tres días
de ida y tres de regreso.
Así pasó tranquilamente el tiempo hasta finalizar 1895, fecha en que el dueño del fundo
Lonquén, Adolfo Fernández Jara, decidiera construir defensas en La Puntilla para desviar el
curso del río hacia el sur, con el fin de proteger su propiedad de la erosión y socavamiento
que éste, por medio de su brazo principal llamado Agua Gato o Río Lonquén, le ocasionaba.
Si bien el señor Fernández Jara con esta medida solucionaba su problema, creó otro aún
mayor a las haciendas de Lo Gelvez, las Mercedes y al propio archipiélago isleño. El dueño
de Lo Jélvez, don Miguel Silva Ureta, demandó al propietario de Lonquén y la justicia
ordenó a este último, destruir las defensas en múltiples oportunidades: la primera de ellas el
30 de Marzo de 1896 y la última el 14 de Septiembre de 1899.
Sin embargo, estas disputas y las crecidas, causaron graves daños en las islas. La indignación
estalló cuando en la noche del 8 al 9 de Diciembre de 1898, con los deshielos de verano y
teniendo cerrado su curso principal en Lonquén, el Maipo se fue por el pequeño cauce del río
de La Isla que no pudo contenerlo, desbordándose sobre la aldea isleña ocasionando enormes
daños y tres muertos. La peligrosa situación de tener al río amenazando al pueblo, originó un
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espontáneo cabildo destinado a buscar una solución rápida al riesgoso momento.
La violencia del caudal era tremenda, se llevó parte del cementerio e inutilizó los caminos
existentes llevándose varias casas y dejando las calles Comercio, Lillo, Manuel Rodríguez y
Cortés convertidas en auténticos ríos.
El desastre era tremendo, el paisaje al sur del río de La Isla, se transformó; la isla central se
partió en dos, dando vida a un nuevo brazo llamado de La Higuera. Las aguas, hacían
estragos en todos los sectores de La Villita.
Los días pasaban sin que el Alcalde de Talagante, ni el Gobernador de La Victoria dieran
señales de vida o muestra alguna de preocupación en favor del inundado archipiélago, ni
mucho menos recurrieran en socorro de sus habitantes. Se insistió con una dramática segunda
nota con copia a un diario de la capital. Los isleños se sintieron desamparados e impotentes
por la desidia de las autoridades. El más desilusionado de todo el pueblo fue don Nicanor
Gálvez, que como tercer Alcalde de la comuna de Talagante, desempeñaba el rol o hacia las
veces de Alcalde de La Isla, quien junto a otros vecinos se dirigieron a Santiago para pedir el
apoyo del Diputado por la agrupación de La Victoria y Melipilla, señor Daniel Santelices
Cerda. Este hombre se puso en campaña llegando a La Isla acompañado de un ingeniero y
con los dineros necesarios para iniciar las obras se salvamento en el acto.
Don Daniel Satelices obtuvo el día 26 de Diciembre de 1899 la creación de la comuna de Isla
de Maipo. No conforme con ello, obtuvo también la construcción del nuevo camino que la
uniría con la estación ferroviaria de Talagante.
Constituida la comuna, el pueblo isleño se dio a la tarea de elegir a sus primeros ediles, ellos
fueron los siguientes:
Alcaldes:
1.- Don David López
2.- Lizardo Cabrera
3.- Nicanor Gálvez
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Regidores:
Leonor Jiménez
Fco. Javier Olea
Nicolás Herrera
Manuel Fajardo
Raimundo Pinto
Alfredo Lillo
El título de _Villa de Isla de Maipo_ obtenido el 2 Junio de 1902 la convertía capital comunal.
La labor de don Daniel Santelices Cerda como parlamentado fue muy fructífera, pues
también se preocupó de la extensión del ferrocarril hasta la costa, ya que en esa época solo
llegaba a Melipilla y gracias a su gestión, se prolongó hasta el puerto de San Antonio.
También fue gran impulsor de la construcción sobre el río Maipo, del puente carretero al sur.
En tiempos normales, el viaje en carreta entre la Isla y Santiago, demoraba tres días. De
manera que una persona tenía que disponer, como mínimo, de una semana de su tiempo para
realizarlo. Contar con un caballo en un caso de suma urgencia era fundamental, pues
viajando al máximo de la capacidad del animal, se podía efectuar el mismo trayecto en solo
un día.
Los viajes en carreta hacia la capital, se efectuaban en forma de caravanas por temor a los
asaltantes, siempre presentes en los desolados campos existentes, inmediatamente después de
salir del archipiélago. De tal forma, los viajes se proyectaban con bastante anticipación, de
común acuerdo con los carreteros de Lonquén, y de quienes vivían en la ruta Calera de
Tango, San Bernardo y Santiago, con el objeto de proveerse de alojamiento y comida. En
verano con los deshielos o los temporales de invierno, impedían el paso seguro de las
carretas, haciendo fracasar los viajes. En ese caso, los isleños optaban por utilizar la ruta
alternativa de: Valdivia de Paine, Viluco, Maipo, Buin y San Bernardo hasta Santiago. Esta
opción duplicaba el tiempo del viaje, pero tenía la ventaja de cruzar el cauce en El Monte de
las Mercedes, que en aquellos tiempos llevaba solo las aguas de río Angostura y una mínima
cantidad del río Maipo, pues el grueso de este último, se desprende por los brazos de
Lonquén, Isla y en menor cantidad por el Chancho.
Hasta el Gobierno del Presidente don José Manuel Balmaceda (1886-1891), el único camino
existente para unir el archipiélago con los pueblos y ciudades del país, era el de Lonquén. Fue
durante su Gobierno que el Diputado don Daniel Santelices logra impulsar la construcción
del actual camino hasta la estación ferroviaria de Talagante.
Con el nuevo camino todo se simplificó, al surgir el servicio de coches de trompa a la citada
estación. Estos carretones salían diariamente de madrugada, retornando al atardecer. Los
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pasajeros salían dispuestos a cruzar los ríos de la Isla y Lonquén, que eran vecinos al actual
puente de Naltagua, atravesando vados brazos menores bautizados como: "Agua Clara", "La
Arena" (Miraflores) y "El Gato", que en tiempos normales no presentaban problemas, mas
cuando el río venía hondo, la situación cambiaba radicalmente.
Los viajeros al llegar a los cauces, seguían las órdenes del conductor o _auriga_, quién
gritaba: ¡Hay que subirse arriba de los asientos, porque el agua va a entrar! De esa manera
vadeaban el torrente y una vez en la ribera opuesta, se esperaba que el agua escurriera del
interior, por unos agujeros hechos especialmente para tal efecto. Superado este contratiempo,
se continuaba el viaje dando tumbos hasta la misma estación Talagante, para de esta forma
dar cumplimiento al servicio. El valor del pasaje era de cuarenta centavos, tarifa que incluía
el trayecto de 14 Km. hasta la estación.
Los antiguos dueños de coche entre la Isla y la estación Talagante, dieron paso al progreso,
más tarde, don Elíseo Calderón inauguró el ultramoderno servicio de góndola, cubriendo la
misma ruta en un tiempo tres veces menor, aunque más caro. Este avanzado recorrido,
también tenía sus inconvenientes, cuando el vehículo del año 1930 se acercaba a los ríos, los
varones tenían la obligación de bajarse a empujar la góndola, para ayudarla a pasar la
corriente y luego, volver a subirse mojados y continuar el viaje.
En 1935 se fundó la Asociación de _góndolas_ Santiago-Isla de Maipú, que fue la cuarta más
antigua de Chile, después de la Valparaíso-Viña del Mar, Concepción-Talcahuano y La
Serena-Coquimbo; con un servicio que cubría toda la comuna al crear nuevos recorridos
según las necesidades de la población. Así surgieron las rutas por Las Parcelas, La Laguna,
Las Pircas, Las Mercedes, Carampangue, Santa Ana, San Luis y La Puntilla. Algo más tarde,
surge un servicio expreso del cual fue pionero don Mario Bertero, quien en 1932 en una
_mini góndola_ marca Dodge con capacidad para 11 pasajeros redujo en forma apreciable el
tiempo para llegar a Santiago, el que años antes demoraba tres días, en las lentas y pesadas
carretas se redujo a poco mas de una hora y media. Luego, los _expresos_ conducidos por
Eduardo Dumas llegaron a hacerlo en 40 minutos (similar tiempo demoran hoy los buses).
El más famoso de los transportes de pasajeros que ha tenido la Isla fue la legendaria
"Guagua", un enorme vehículo con capacidad para 60 pasajeros. Mister Edward Schal, su
dueño fue quien fabricó personalmente la carrocería de este espectacular medio de transporte
de pasajeros en su casa de calle Garcías Reyes en Santiago. _Don Eduardo de la Guagua", era
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holandés, convirtió su bus en un auténtico reloj, por el cual se regían todas las actividades de
la zona, hasta donde se podía escuchar su característica bocina. Su interior era similar a un
coche ferroviario aunque más bajo, estaba totalmente forrado en fina madera, lo que lo hacía
muy acogedor.
Cuando se inició la pavimentación del camino entre Talagante e Isla de Maipo, debido a las
dificultades que ocasionaron las obras al desplazamiento vehicular en la ruta, la "Guagua" no
pudo seguir funcionando debido sus grandes dimensiones. Así murió la legendaria "Guagua",
el vehículo más famoso entre 1947 y 1956.
Otra importante forma de transporte que tuvo Isla de Maipo fueron los lanchaderos ubicados
en San Antonio, San Vicente y Los Huertos en Naltagua y El Rosario.
Todos tenían un trayecto no superior a los cincuenta metros, en los períodos de sequía, y de
cien o más metros en las épocas normales. Cuando el caudal aumentaba por los deshielos, el
servicio se suspendía por temor a un volcamiento ante los frecuentes derrumbes de barrancas
y el consecuente arrastre de árboles.
Por un camino hoy en manos particulares, pero que por siglos fue publico, se conducía la cal
a la Puntilla. En ese mismo lugar, existía una excelente cantera en el acceso poniente del
futuro puente, de allí se extrajo la piedra necesaria para su construcción.
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La población favorecida con este progreso recibió con alegría el paso del ferrocarril, que les
serviría de locomoción y transporte de mercancías. Lonquén, zona que se transformó en un
verdadero mercado para los isleños, les acercaba productos de áreas lejanas tales como
semillas, alimentos y especialmente salitre, que hasta entonces era imposible de traer.
La Empresa minera a cargo de las faenas era, como hemos mencionado anteriormente, la
"Societé des Mines de Cuivre" con asiento en la ciudad de París. Su gestor, fue el industrial
Conde de Saint Semé, quien luego de ponerla en marcha, se trasladó a Europa,
reemplazándolo el señor Henry Hall, que seria el conductor de nuevos e innovadores
proyectos; antes de dar paso a su sucesor, Jules Bouliniers.
A mediados de 1909, los frutos del progreso eran evidentes al enviarse a Francia 50 toneladas
de cobre, justo el doble de lo extraído en forma rudimentaria hasta esa fecha. La prometedora
proyección de este mineral significaba también, el progreso de la comuna a cuya jurisdicción
perteneciera.
La veta mineral se hallaba en distintos lugares del cordón montañoso de Naltagua. La más
próxima a Isla de Maipo era la situada en la Quebrada de Las Carretas, la antigua quebrada
del "Agua Santa"; la más lejana, El Durazno, deslindando con El Alto del Carmen; la más
alta, San Ramón, en la cumbre del Yerba Buena; y la más productiva, era La Higuera.
Inagotable veta cuprífera que mientras _El Establecimiento_ funcionó, aportó sin cesar una
importante cuota cuprífera a la fundición.
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Melipilla, llevándolo a la mina por los cerros de Aculeo o Chocalán. Las mercaderías se
adquirían en Santiago, conduciéndolas en tren hasta El Monte, y desde ese punto en andarivel
hacia Naltagua.
La red ferroviaria del mineral funcionaba en dos niveles. El primero y más alto; podía
transitar desde la mina La Carpa, en El Rosario; a su similar de San Ramón, en San Antonio
de Naltagua; pasando por un túnel de más de cien metros. El segundo nivel, iba desde El
Buitre hasta la Fundición, prolongándose a la vez hasta El Andarivel. El pique El Buitre era
el punto en el cual se recibían de la red superior, los carros cargados de material, por medio
sistema de piolas dispuesto en tal forma, que permitía subir los carros vacíos y bajar los
cargados, en una interminable sucesión. Ese vital punto, por unir todas las líneas del tren
minero, se llamaba "Trinidad".
Todo el gran movimiento extrayendo la riqueza del mineral, hubiera sido estéril o
antieconómico, si no estuviera funcionando el andarivel de seis kilómetros de extensión, cuyo
comando estaba en la Estación de El Monte. Desde allí se enviaban los capachos, uno tras
otro, llevando sacos repletos de mineral de alta ley, a fin de extraer el cobre y también el oro
según se dice por el proceso de fundición. Luego, de Naltagua hasta La Puntilla de San
Antonio llegaba el pequeño convoy de trocha angosta, tirando carros colmados de barras de
cobre. Hay que hacer notar también, el servicio prestado por el andarivel a la hacienda San
Antonio de Naltagua, donde había árboles frutales y se fabricaba aceite comestible a partir de
la maravilla. Todos esos productos, que antiguamente se sacaban por medio balsas hacia Lo
Chacón, comenzaron a transportarse por el andarivel. Con el nuevo sistema, desapareció el
lanchadero y la balsa para siempre.
Después que el visionario Presidente de la República, don Pedro Aguirre Cerda, creara la
Corporación de Fomento a la Producción, surgió el rumor en Naltagua de que las vetas
cupríferas se estaban agotando. Debido al término de la Segunda Guerra Mundial, el
Gobierno dictó un decreto autorizando el cierre de algunos yacimientos. De este decreto se
aferró la _Societé des Mines de Cuivre_, para concluir sus operaciones en Naltagua, poniendo
fin al período más prospero que jamás haya vivido esa comunidad.
Distritos
LA VILLITA
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LONQUEN
Desde los tiempos preincaicos hasta las primeras décadas del siglo XX, Lonquén fue un
sitio de extraordinaria importancia por su ubicación inmediatamente al norte del
archipiélago isleño, que facilitaba el paso por el peligroso río Maipo. Uno de los primeros
que valoró se condición estratégica fue Talagante, cuyos hombres y el mismo, lo llamaba
_llonca_ voz quechua que quiere decir _vado_ y que con el tiempo se españolizó como
_Lonquen_. Aunque no se debe descartar que su nombre indígena pueda venir del
mapudungún, sitio para designar a su cacique o _loncos_.
Durante la época colonial Lonquén fue paso obligado para quienes viajaban entre la
capital y la conflictiva zona sur del país, para luego ir decayendo su importancia con la
apertura de nuevas rutas. Hasta 1930 todo el transporte de carretas entre Santiago y el sur
se hacia por Lonquén, al que se ingresaba o salía por el camino de El Recreo a La
Puntilla.
EL ROSARIO
Antiguamente formó parte integral de la enorme hacienda de Naltagua, y a fines del siglo
pasado su dueño era don Aniceto Izaga González.
Años después El Rosario lo compró don Antonio Ferrer Ferrer. Casi todos los años y, a
veces cada seis meses, don Antonio debía construir puentes de madera para salir del
aislamiento, pero el río los arrasaba. Igual situación ocurría con _El Lanchadero_ en donde
perdió muchas embarcaciones, incluidas las piolas y los soportes. La solución a este
problema surgió cuando se planificó la construcción de un puente que comunicara
también a la aislada Naltagua con el resto del país, entonces don Antonio Ferrer ofreció
todo su apoyo y las facilidades para que este se levantara desde La Turbia hacia La Isla.
Esta obra que hubiera dado un innegable impulso al progreso de este pueblo, no prosperó
por resultar más económico ubicarlo donde hoy está. Don Antonio, de sus propios
recursos costeó los trabajos destinados a construir una cuesta de seis kilómetros de
longitud que concluyó cuando se terminaba el puente Naltagua el año 1945. A partir de
entonces El Rosario salió del enclaustramiento que tuvo que soportar durante casi medio
siglo.
LA PUNTILLA
Su ubicación permitía al río tras bordear el cerro Lonquén, desprenderse en casi una
docena de brazos dando forma a un basto archipiélago que hoy es conocido como Isla de
Maipo. Aquí levantó el hacendado Adolfo Fernández Jara unos refuerzos para desviar el río
hacia el sur y con ello proteger los potreros, que hoy son Las Parcelas y El Castillo, que
eran erosionados por el caudal. Esta situación era tremendamente desfavorable para los
isleños, ya que el torrente era desviado en dirección a un pequeño canal que inundaba el
pequeño pueblo.
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Años después como resultado de la puesta en marcha del mineral de El Teniente se
construyó el ramal ferroviario, acortando así la distancia entre el Puerto de San Antonio y
Rancagua en más de 80 kilómetros.
Don Ramón Jiménez Pandilla, Alcalde de La Isla, propuso construir un viaducto para que
transitaran vehículos y así también dar salida hacia el sur del país a las comunas costeras.
El proyecto fue desechado por Ferrocarriles, pero tiempo después, ellos lo pusieron en
funcionamiento con el agregado de cobrar _peaje_ en su favor.
EL CASTILLO
Los potreros de El Guindo, El Nogal, El Alamo, y Cambuco que en las crecidas del brazo
conocido como río Lonquén eran gravemente erosionados, obligaron a su dueño a levantar
refuerzos en La Puntilla con el fin de desviar el Maipo hacia el sur y terminar con su
problema. Creándole a la Isla, como consecuencia, graves daños y muertes, debido a que
tuvieron que enfrentar las creces del río.
El Castillo es sede de una radio de la Armada Nacional que es custodiada por efectivos
navales día y noche.
LAS PARCELAS
Todo el sector que ocupaban _Las Parcelas de Lonquén_ hasta fines del siglo XIX era el
cauce del brazo del Maipo llamado Río Lonquén, y una vez que este fue desviado al sur se
procedió a parcelar su lecho, con lo cual se condenaba a La Isla a vivir en permanente
amenaza. Hoy ajenos a esa preocupación, se han levantado un conjunto de campings en los
alrededores de lo que fue su cause.
EL ALAMO HUACHO
La gran inundación del verano de 1898, tuvo su apogeo en el invierno de 1899, con
desastrosas consecuencias para el sector, ya que casi desaparecen todas las islas del
archipiélago, resistiendo solo un gran álamo. De esta manera a ese sector se le empezó a
conocer con el nombre de _El Alamo Huacho_ ya que desde aquí hacia el oriente, donde
esta el nuevo curso que tomó el río, solo quedó el suelo cubierto de piedras, totalmente
estéril, que con el paso del tiempo se fue cubriendo vegetación.
Los hermanos Enzo y Mario Bartolucci Matera fueron los impulsores del aeródromo en
este sector. Don Mario, ex piloto italiano, emprendió la tarea de hacer allí una cancha de
aterrizaje, muy modesta, pero que recibió el nombre de _Aeródromo El Alamo Huacho_.
Don Mario Batolucci consiguió el patrocinio del Aeródromo de Tobalaba. Allí se
realizaron algunos espectáculos aéreos, siendo el último el año 1975. Luego vinieron los
problemas con Argentina, que en 1978 estuvo a punto de terminar en guerra. En esta
emergencia nacional la FACH distribuyó en muchos lugares sus naves de combate, entre
ellos en el _Álamo Huacho_.
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Actualmente en su lugar hay una parcelación.
NALTAGUA
Naltagua, del mapudungún _lugar de nalcas_, desde tiempos prehispánicos fue visitada por
los indígenas de la zona, luego paso a manos del Conde de Quinta Alegre, cuyos
descendientes convirtieron un sector de esta enorme hacienda, que se extendía desde
Chocalán hasta El Rosario, en el mejor huerto del país, ya que en el se podía encontrar
una inmensa variedad de frutales, incluidos algunos tropicales como el plátano.
Con el paso del tiempo el lugar contó con un lanchadero hacia La Isla y en la actualidad
es conocido gracias a sus bondades agrícolas como _Los Huerto de Naltagua. Algunos
kms. hacia el oeste estaban las casas de la administración de la hacienda, donde estaba _La
Llavería_ del fundo San Vicente de Naltagua, enorme propiedad en la cual en 1909 se
instaló la famosa Fundición Naltagua (la segunda en importancia en la zona central de
Chile después de El Teniente y la más importante de provincia de Santiago). La explotación
minera en los cerros de naltagua duro por cerca de cuarenta años.
LAS MERCEDES
Situada en el extremo sureste de la comuna, en un principio fue una gran hacienda tal vez
de propiedad de doña Mercedes Fontecilla, viuda de Carrera, ello se presume al basarse en
el relato que hace la escritora inglesa María Graham Dundas, quien estuvo en la hacienda
Viluco, de donde el 12 de Septiembre de 1822 inició otra etapa de su viaje desde la
confluencia del Angostura con el brazo más austral del Maipo.
LA ISLITA
El caudal del río Maipo las emprendía contra una porfiada isla que separaba los brazos de
Lo Gacitúa y el llamado río de La Isla.
Todo cambió aquel invierno de 1899, cuando la tremenda inundación agravada por el
refuerzo que desviaba las aguas hacia el sur se lanzó sobre La Islita, destruyendo todo lo
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existente allí. Por muchos años la pequeña porción de terreno que permaneció estuvo
deshabitada, y fue conocida como La Islita, nombre que permaneció para siempre.
A partir de 1950 se empezó a poblar en forma muy rápida hasta convertirse en el núcleo
mas densamente habitado de toda la comuna.
CAPERANA
La historia de este sector está ligada a La Islita, ya que surgió sobre un loteo hecho por don
Luis Rodríguez al frente de las bodegas de la viña del mismo nombre, y en el mismo curso
del antiguo brazo Nº1 de Lo Gacitúa, que fue uno de los últimos en secarse.
CARAMPANGUE
GACITUA
El crecimiento demográfico del sector, llevó a muchos vecinos a instalarse a orillas del
camino a Santiago y el acceso al puente Naltagua; situación que se solucionó durante el
gobierno del presidente Jorge Alessandri, quien logró que estos isleños se trasladaran a
las márgenes del estero Gacitúa donde se ha formado una comunidad.
Talagante
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Esta comuna se encuentra en el valle central de Chile, a 35 km al sudoeste de Santiago.
Forma parte de la Provincia de Talagante, junto a las comunas de Peñaflor, con la que
limita por el norte; Padre Hurtado y El Monte con las que limita por el oeste; Isla de Maipo
por el Sur, y al Este con Calera de Tango. Existen también algunos poblados en el interior,
como es el caso de Lonquén.
Con respecto a las labores que realizan los artesanos de esta comuna, encontramos;
- el tallado en piedras
- el tallado en madera mimbre alambre de cobre esmaltado
- la orfebrería, macramé
- la cerámica esmaltada
- la cerámica en frío
- los retablos
- la totora
- la loza pintada de Talagante (tradición de monjas clarisas); entre otros.
Tragedia en la Ruta
En 1920 eran tan comunes los viajes en carreta a Santiago, tanto que a nadie sorprendió ver
a uno de estos lentos y ruidosso vehículos tirado por dos o tres yuntas de bueyes, en esos
tiempos, doblando desde la Alameda rumbo a San Diego en demanda de Isla de Maipo vía
San Bernardo, Calera de Tango, Lonquén. Ese trayecto había sido utilizado durante
décadas, pero no por ello dejaba de ser peligroso, de tal modo que para protegerse de los
cuatreros viajaban en caravana, varias carretas las cuales se unían de a poco durante la
marcha.
Un día se preparaba la carreta con las provisiones que acarreaba, con su carga completa,
para venderla en la Vega y/o entregarla a clientes ya convenidos, más tarde compraban sus
propias necesidades en distintos lugares de la ciudad, para luego juntarse todos en un sitio
preestablecido para retornar a la Isla.
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Mientras que los bueyes corrían desesperados hacia la Vega a la que llegaron
desfallecientes llevando muerto a su conductor que no resistió aquel susto.
A partir del día en que la cuesta de El Rosario se puso al servicio publico, allá por el año
1948, casi todos los peregrinos se trasladaban por demanda del puente Naltagua que les
permitiría cruzar el río y legar al transporte.
Con el tiempo este movimiento se hizo habitual a cualquier hora del día e incluso de noche,
repentinamente surgió un problema de desagradable consecuencia para los varones, si no
para las demás. Casi nunca, el trayecto de más de seis kilómetros de zigzagueante
desplazamiento por la falda del cerro, por la vía los vecinos la hacía solo. La mayoría de las
veces juntaban en grupos haciendo la caminata menos tediosa. Sin embargo apenas salían
del puente e iniciaban a la cuesta, aparecía un fornido sujeto que les emprendía a golpes de
puño con los hombres dejándolos en muy mail estado, no importaba el numero de que se
compusiera la caravana, al igual a todos los dejaba con moretones y magulladuras en todo
el cuerpo. Lo curioso y extraordinario de esta situación es que el _hombrunazo_, si iban
mujeres en el grupo, a ellas no les hacia el menor daño, pero a sus acompañantes varones
los dejaba muy mal heridos.
Un buen día a alguien se le ocurrió poner un Cristo en ese lugar, desde entonces el
MATÓN DESAPARECIÓ.
Las brujas de Talagante, son individuas maléficas, que se hallan esparcidas por todo el
país, señala el autor de Mitos y Supersticiones, Julio Cifuentes, que se encuentran
particularmente en el Monte, Talagante, Vilichuquén y Quivavé: así mismo, destaca que
son especialmente mujeres las que en nuestro país, se dedican al arte de la hechicería.
Son las brujas de Talagante, las que al nivel nacional adquieren mayor notoriedad En la
zona se cree que las brujas pueden volar, transformándose en animales con alas o
cabalgando en una escoba, pronunciando las concedidas palabras: _Sin Dios, ni Santa
María_.
Según la creencia popular, las brujas de Talagante tienen poder y conocimiento, para
atentar contra la vida de las personas, ya sea enviándoles una especial maldición, que las
hiere de manera fulminante, o con amuletos que la defiendan o sometan a matrimonio del
_daño_ o _mal impuesto_.
La gente más antigua cuenta, que hace mucho, cuando todavía no existía el alumbrado
eléctrico, el camino que actualmente se denomina: AVENIDA PEÑAFLOR, se llamaba
Camino del diablo.
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Cuentan que en esos tiempos eran sólo un callejón de tierra bastante angosto por cabina,
solo coches tirados por caballos o dos jinetes bordeados por un canal y zarzamora por
ambos lados, eran sus usuarios.
Por ahí dicen que se le aparecía el que maulló a las personas que generalmente llevaban
bastante dinero, para hacer sus compras. Ante la aparición de este jinete de negro, con un
diente de oro que le brillaba a la luz de la luna, se espantaban los caballos y huían
desesperados, perdiendo su dinero, casa y muchas veces... hasta la vida.
Esta historia comienza en el año 1960, lo que sucedió fue que una noche, en el cementerio
de Malloco, se sintieron unos ruidos, eran los llantos de una guagua, el cuidador luego se
asomo para ver de donde venían los ruidos, los cuales provenían de un nicho; se acercó y
vio un culebrón con cabeza de guagua. El cuidador asustado fue por ayuda y le empezó a
pegar palos al culebrón, pero no moría, tuvieron que ir a buscar a los carabineros quines le
dispararon y apalearon.
Así murió finalmente el culebrón, al cual después de quemado lo echaron a una fosa
común.
Hace muchos años atrás, yo diría en el año 1860 en el pueblo de El Monte, uno de los
frailes fue brutalmente asesinado y degollado, supuestamente asesinado por una mujer que
estaba enamorada de él.
Y dicen que años después, al otro lado del puente a las personas que pasaban por allí se les
aparecía, y les preguntaba por aquella mujer
La Quintrala
Con el apodo de La Quintrala se conoce en la historia colonial a una aristocrática mujer que
vivió en el siglo XVII, y que se llamaba Catalina de los Ríos y Lisperguer, tristemente
famosa por los asesinatos y sacrilegios que cometió, sin que la justicia pudiera hacer nada.
Al morir lego a los Agustinos parte de su fortuna, para que con su aporte se realice
perpetuamente una procesión a la imagen el día de aniversario del terremoto: 13 de mayo
de 1674.
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San Francisco de El Monte
San Francisco de El Monte es una comuna de la zona central Chile, ubicada en Provincia de
Talagante en la Región Metropolitana de Santiago. La comuna de El Monte, se ubica en la
Región Metropolitana, Provincia de Talagante, a 45 Km. al sur oeste de Santiago. Limita al
nororiente con la comuna de Peñaflor, al sur oriente con la comuna de Talagante, al sur con
la comuna Isla de Maipo y al norponiente con la comuna y provincia de Melipilla. Tiene
una superficie de 118,1Km2 que equivale al 0,76% de la superficie regional.
Pomaire
Las formas cerámicas producidas se clasifican en tres grupos: miniaturas, que son pequeñas
figuritas, con motivos generalmente campesinos y religiosos; las decorativas, que son de
mayor tamaño y motivos libres; y la utilitaria, para ser ocupada en labores domesticas.
Dentro de estas últimas las ollas, pailas, fuentes, maceteros, son las formas más apetecidas.
La cerámica se caracteriza por una tonalidad rojiza y superficie lisa (alisada) y brillante
(pulida o bruñida). Su tradición alfarera tiene sus raíces en los primeros habitantes
prehispánicos, para luego recibir la influencia de los Incas y, más tarde, de los españoles.
Este lugar también es reconocido por su característica comida criolla, con especialidades
como el chancho, pastel de choclo y empanadas, entre otros de la cocina chilena
tradicional.
_Hay muchas locitas que tienen su historia, su leyenda propia. Como esta famosa guitarrera
que se vende tanto, y es regalona de los gringos. Dicen que era una chiquilla enamorá que
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tenía su novio y, en la noche de San Juan se pusieron de acuerdo para juntarse bajo la
higuera, sacar las flores y hacerse ricos. Claro, como el novio no llegó, se convirtió en
piedra. Y se quedó con la guitarra en la falda cantándole al amor_.
Isla de Maipo
Isla de Maipo es otra de las comunas de la zona central Chile, ubicada en la Región
Metropolitana, Provincia de Talagante. Tiene una superficie de 189 m2 y 25.798 habitantes,
un 26,41% corresponde a población rural y 73,59% a población urbana; con una densidad
poblacional de 136,5 hab./m2 (Censo 2002).
Dentro de sus tradiciones culturales podemos nombrar algunas leyendas, algunas de las
cuales coinciden con las de otras comunas de la Provincia, como son _Tragedia en la ruta_
y _El gentil matón de la cuesta El Rosario_, de la comuna de Talagante, por lo que no
vamos a repetirlas.
Un duende anti-alcohólicos
En los tiempos de apogeo del mineral de Naltagua, un hecho anecdótico para muchos, pero
muy deprimente para don Custodio Curiante, se producía cuando este señor de un espíritu
de trabajo ejemplar y de una eficiencia reconocida por la propia administración de la
empresa, cada cierto tiempo de dura labor; caía en el vicio por semanas completas. Para
poner termino a ese flagelo sus familiares lo sometieron a todos los tratamientos que les
fue posible, pero su dependencia no arreciaba, ni lo humano, ni lo divino, incluido los
ruegos y mandas de sus parientes; llegado el momento de recaer, lo hacia religiosamente.
Nunca nadie de sus ocasionales acompañantes vio nada extraño, razón por lo que dudaban
de sus temores etílicos, pero cambiaban de parecer cuando a los pocos minutos de partir
solo, regresaba totalmente golpeado, diciendo que se había topado con el duende.
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Durante los muchos años que don Custodio Curiante residió en Naltagua, el mentado
duende, jamás lo dejó emborracharse tranquilo.
El cerro Lonquén, según se cuentan _sagrado_ para los aborígenes picunches, tiene una
historia relacionada con Satanás. Ya que en dicha montaña existe un sitio conocido como
_La Pata del Diablo o La Mesa_.
Cuentan los vecinos del sector que muchos años atrás vivía en ese lugar una tranquila
familia cuya hija menor tenía la habilidad de tocar la guitarra como los ángeles. Sus
manos sacaban unas espectaculares melodías del instrumento. La joven de voz privilegiada,
era especialista en interpretar cuecas, ganándose una gran fama. De la noche a la mañana
en el cerro se empezaron a sentir acompasados zapateos al ritmo de la cueca, cosa que se
repetía noche a noche, empezando a alarmar al vecindario cuando comprobaron que una
tosca roca se ponía lisa como una mesa gracias a aquellas chinganas.
Todo lo anterior preocupó mucho a la gente por lo que solicitaron a la niña que no tocara
más la guitarra ni menos cantara.
Atemorizada la joven obedeció a sus amigos y nunca más se escucharon sus melodías en
Lonquén, a tal extremo que dicen que el Diablo, al terminársele la música, se subía a la
enorme roca a esperar que empezara la fiesta, dejando así estampadas sus pisadas en su
pista rocosa. Dicen que cansado de tanto esperar se aburrió y decidió trasladarse al pueblo
de Peumo en la Sexta Región, para continuar sus chinganas en el cerro Gulutrun (fiesta en
mapudungún).
Como recuerdo aquello dicen muchos residentes de Lonquén, que a veces en las noches se
siente un fuerte olor a azufre anunciando el paso de Satán, con la esperanza de escuchar
alguna cueca.
Explosión en la noche
Años antes que se construyera el puente de Naltagua y la cuesta de El Rosario, allá por
1920, un grupo de jóvenes isleños iba a trabajar a Los Huertos de Naltagua. Salían muy de
madrugada de La Isla por la calle Santelices para cruzar el río antes de que aclarara y
remontar el cerro a toda carrera, llegando a sus labores junto con la salida del sol.
Al final de la jornada el ritual se repetía, y más de una vez alguno de los muchachos tuvo
que quedarse trabajando hasta muy entrada la noche, debiendo hacer el trayecto solo.
Así fue como, un día uno de ellos regresaba de madrugada a la Isla. Subió por la huella tan
familiar de sus diarias andanzas hasta la cima donde la claridad de la luna llena le indicaba
en qué parte del río debía cruzar. Estaba bajando cuando se produjo un gran resplandor
seguido de una fuerte explosión tras él. Espantado emprendió una loca carrera cerro abajo,
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siendo alcanzado por unos brillantes peñascos que lejos de golpearlo, parecía que trataban
de ponerse en su marcha para que él los tomara.
Pese al miedo que sobre-cogió a algunos y a toda una carrera que sin desvestirse cruzó el
río y continuó la marcha hasta su casa, lugar donde mostró las brillantes piedras que
resultaron ser trozos de oro. Días después los vendió en Santiago a un buen precio, tanto
que le alcanzó para comprarse un pedazo de terreno y algunos animales, dejando algo para
el bolsillo que le permitió a partir de entonces llevar una vida más tranquila.
Este inesperado golpe de suerte trajo consigo muchas envidias y hasta un personaje que sin
tener justificación alguna intentó hacer el mismo recorrido ciñéndose a todos los detalles
de la historia, incluida la hora (medianoche). El resultado fue desastroso, ya que cuando
bajaba la montaña hacia el río por noveno día consecutivo, repentinamente desde la cima
surgió un enorme ser, que con grandes pasos le seguía. Rápidamente, el hombre al darse
cuenta de la situación emprendió una carrera, con tan mala suerte que al afirmarse en un
risco lo hizo sobre el lomo de una _huiña_ (o gato salvaje). El animal se engrifó
horriblemente, aumentando su temor, a tal punto que no supo como atravesó el Maipo, pues
se vino a dar cuenta que estaba vivo, solo semanas después de reponerse del tremendo
susto.
Lo primero que dijo después de sacar el habla, ya de vuelta en su casa, fue una promesa:
que jamás volvería a repetir dicha empresa.
El zorro plateado
¡Casémoslo! gritaron. Luego se inició la persecución del animal, el cual no ponía mucho
interés en escapar, por el contrario al verlos se escondió en una cueva. ¡Lo tenemos!,
gritaban los muchachos.
Como el zorro no dejaba su escondite, juntaron maleza en la entrada para encenderla para
que el humo forzara al animal a salir. Tras horas de inútil espera y esfuerzos por sacarlo se
aburrieron, disponiéndose a continuar el viaje rumbo a la Laguna, cuando de repente uno
de los jóvenes tropezó con algo extraño. Lo cogió tirando suavemente hasta desenterrar
una espada, la cual a simple vista parecía muy antigua.
Días después vendieron la espada en Santiago, donde el anticuario les dijo que esa arma
era del tiempo de la conquista española y seguramente en el sitio de este hallazgo existía
algún entierro importante, y eso fue lo que les reveló el extraño _zorro plateado_.
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Los jóvenes picados en el amor propio volvieron a _La Cuesta de Los Pescadores_ pero
por más que buscaron nunca pudieron encontrar rastros del extraño encuentro.
Un kilómetro al poniente de la Plaza de Armas de Isla de Maipo está _El Terraplén_, lugar
en donde muchas personas vivieron dramáticas experiencias. El sitio preciso de estos
sucesos se encuentra entre el lugar antes señalado y el Canal San Luis, por el oriente, y no
a más de 500 mts. al sur de la Av. Santelices.
Así llegó a un deslinde tras el cual serpenteaba un sendero que le conduciría a su casa, un
poco más allá de _El Paso de La Escopeta_ conocido como El Rincón. Cuando quiso
traspasar la cerca, se puso frente a él un enorme bulto negro al que le brillaban unos
descomunales ojos del tamaño de un huevo frito. Al muchacho se le helaron los huesos y el
efecto del alcohol se le esfumó como por encanto. Desorientado, sacó fuerzas de flaqueza e
instintivamente corrió hacia la casa más cercana. En el momento de máxima angustia
corrió, pero el _bulto_ solo alargó el paso para alcanzarlo, acogiéndole de la ropa, lo
levantó hasta la altura de sus hombros, dejándolo caer de varios metros de altura. El golpe
fue tremendo.
A partir de ese momento rezo y grito a todo lo que daban sus pulmones. Tal vez eso lo
salvó, pues logro llegar a la casa mencionada. Golpeo con todas sus fuerzas la puerta de
ese lugar pidiendo ayuda desesperadamente. Salió un joven amigo a socorrerlo, y le
preguntó ¿te salió El Bulto, verdad? ¡Si! respondió casi sin habla. Acto seguido tomó un
enorme sable militar, gritando ¡hasta cuando asusta a la gente este maldito bulto!, ya verá
lo que va a pasar, rugió y ordenando a su mujer que diera algún calmante al visitante,
salió al patio. En ese preciso instante un violentísimo sacudón similar a un terremoto
estremeció la casa botando todo al suelo. Blanco como un papel y apenas sosteniéndose en
pie el dueño de casa, volvió al comedor y con entrecortadas palabras decía: El Bulto tiene
agarrada la casa como si fuera un baúl y la está remeciendo.
El susto de esa interminable noche tuvo por varios meses a muy mal traer al joven e igual
suerte corrió su amigo. La esposa no resistió la impresión y no vivió en paz hasta que
consiguió irse a vivir al pueblo.
Otro vecino del _Rincón de Los Muñoces_, que vivió la dura experiencia de conocer el
Bulto. Con unas copas de más, caminaba por Santelices doblando en El Terraplén al
camino de Los Muñoces, pero cuando cruzaba entre el tupido bosque de eucaliptos que por
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el oeste flanqueaba la ruta y una frondosa higuera por el este, vio que un árbol se partía en
dos y una parte empezó a caminar junto a él, acompañándolo casi un kilómetro, que le
parecieron eternos hasta dejarlo en su misma casa, donde desfalleciente lo encontraron sus
familiares.
Casi un año le costó reponerse de tamaño susto, claro que renunciando también a seguir
viviendo en el sector.
E más dramático episodio inexplicable lo vivió Antonio Pinto, bastante conocido por su
afición y gran técnica como boxeador, al igual que su hermano Serafín.
Una noche después de despedirse de sus amigos el _Tuco_ Pinto, como lo llamaban, se
dirigió a su casa donde lo esperaban sus abuelos Socorro Rodríguez y Gregorio Pinto), al
enfrentar Antonio la frondosa higuera, le salió al encuentro un burro que no le dejaba
pasar. Pero su temperamento no decayó, por el contrario, con enojosas palabras hacia el
animal después de un rato le dijo: ¿Que te crees burro desgraciado? ¿Acaso piensas que no
puedo irme por dentro del bosque?, y acto seguido, tomo un atajo usado por algunos
vecinos para acortar la ruta en diagonal hacia el pueblo. Esta maniobra fue fatal para el
joven, ya que apenas ingresó al bosque, con una altura similar a la de los altos eucaliptos y
confundiéndose con ellos, le estaba esperando _El Bulto_ que lo cogió lanzándolo a las
moras, desesperado Antonio Pinto buscó una salida, la cual no encontró, y por más que se
esforzaba por salir del pequeño bosque no lo consiguió. Cuando llegó el nuevo día, con sus
ropas destruidas, sangrando por las múltiples heridas causadas por la foresta, se dio cuenta
de que toda la noche vagó en circulo sin alejarse del sitio donde lo esperó _El Bulto_.
Se dirigió a la casa cercana, narrando a don Isidro Vera la trágica aventura que le tocó
vivir. Minutos después, dejó de existir.
Una de las últimas noticias sobre El Bulto la contó don Antonio Muñoz, cuando junto a su
esposa volvían a su casa desde el pueblo. Fuertes ronquidos sobresaltaron su camino,
pensando en que algún conocido se pudo quedar dormido luego de alguna parranda a quien
bien podía pillarle la noche y pasar un gran susto si se encontraba con el _Bulto_, ya
que estaba justo en sus dominios. Se acercó al tupido deslinde de mora para observar quien
roncaba tan fuerte y vio con espanto estirado entre las hileras de duraznos un ser de más de
diez metros de largo, absolutamente negro que dormía tranquilamente.
Sin decir una sola palabra, cogió del brazo a su mujer, alejándose presurosamente de ese
sitio tan temido por los isleños.
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El bulto salía del agua
Las muchas personas que vivieron aterradoras experiencias con _El Bulto_ en el sector
de El Terraplén y el Camino de Los Muñoces por más conjeturas que hicieron a lo lardo
de los años, jamás se imaginaron que esta gigantesca aparición surgía de las múltiples
vertientes y arroyuelos del sector.
Quien sin proponérselo descubrió el misterio fue un joven estudiante de no más de catorce
años de edad, que en una tarde de diciembre de 1960 se dirigía desde un liceo isleño a su
casa en _El Paso de La Escopeta_.
Acostumbrado el muchacho a caminar entre los espesos matorrales del cerro y los valles
rosarinos, nunca tuvo temor para internarse en el bosque de El Terraplén, siguiendo el
atajo que todos hacían, y menos ahora que los viejos eucaliptos estaban siendo cortados
para dar paso a la plantación de viñedos.
El calor de las tres de la tarde lo tentó a beber de las cristalinas aguas de una vertiente que
surgía a la vera del sendero. En el preciso momento en que el joven se inclinaba para tomar
el primer sorbo, desde el agua empezó a elevarse un gigante negro. El niño al ver el
sobrenatural fenómeno saltó hacia un lado cayendo desmayarse.
Horas más tarde fue encontrado por transeúntes del sector y llevado al hospital donde por
dos semanas estuvo sin habla y presa de pavor.
Desde que el muchacho contó de donde salía _El Bulto del Terraplén_ este no volvió a
aparecer.
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Vinculación patrimonial de los antecedentes anteriores con la realidad actual.
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Formas actuales Formas arqueológicas
Cultura Aconcagua
Cultura Aconcagua
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Conclusiones
3. Del recorrido en la localidad de Pomaire, pudimos observar que estas formas son
fabricadas por artesanos que se encuentran en las áreas aledañas a la calle principal.
4. Producto de la investigación en general, pudimos detectar que dichas formas son las
que se encuentran en el área Metropolitana, como por ejemplo el Pueblito de Los
Dominicos (Las Condes) y en el Museo de Arte Popular de la Universidad de Chile
(Santiago).
53
Formas tradicionales
5. Lo anteriormente mencionado nos hace pensar que dichas formas, por su similitud
con las arqueológicas, podrían corresponder a los tipos cerámicos más tradicionales
de la zona.
6. Referente a los jarros pudimos observar, recorriendo los cementerios municipales de
la zona, que éstos son utilizados como contenedores de diversa floristería en las
tumbas. Lo que implica que la alfarería está profundamente arraigada en el
imaginario simbólico de la zona.
Cementerio de Melipilla
54
Producción tradicional a gran escala
De las conclusiones anteriores, que a fin de cuentas hablan de una tradición alfarera de
larga data en la zona, nos permiten sugerir que además de las formas antes expuestas, los
artesanos de la localidad de Pomaire podrían, perfectamente, con el conocimiento que
poseen innovar en formas nuevas como las que a continuación presentamos.
55
Cultura Aconcagua
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Dichas formas se seleccionaron porque cumplen varios requisitos:
" Colores llamativos y de fácil fabricación, ya que no varían mayormente de las
coloraciones actualmente utilizadas.
" Son estéticamente novedosas y sugerentes.
" Son formas de fácil replicabilidad para un artesano con experiencia.
" El costo de producción de debería variar, ya que se introducen motivos y formas,
pero no cambia necesariamente la materia prima y la cantidad de ésta.
" Son formas atractivas para ser exportadas.
" Darían cuenta de una verdadera revaloración del patrimonio cultural de la zona.
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