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Lectura Crítica

El texto argumenta que el yo contemporáneo busca el reconocimiento y la conexión a través de la visibilidad en redes sociales debido a la soledad generada por la vida moderna. Internet ha permitido que personas aisladas se comuniquen, pero ahora la visibilidad en línea se ha vuelto más importante que el contacto real entre personas. Las redes sociales ofrecen una falsa sensación de no estar solo.
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Lectura Crítica

El texto argumenta que el yo contemporáneo busca el reconocimiento y la conexión a través de la visibilidad en redes sociales debido a la soledad generada por la vida moderna. Internet ha permitido que personas aisladas se comuniquen, pero ahora la visibilidad en línea se ha vuelto más importante que el contacto real entre personas. Las redes sociales ofrecen una falsa sensación de no estar solo.
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LECTURA

CRÍTICA
RESPONDA LA SIGUIENTE PREGUNTA DE ACUERDO CON LA SIGUIENTE INFORMACIÓN
EL FIN DE LA SOLEDAD
¿Qué quiere el yo contemporáneo? Quiere ser reconocido, quiere estar conectado: quiere visibilidad.
Si no ante millones de personas, como en un reality o en El show de Oprah, entonces ante cientos de
ellas en Twitter o Facebook. Ésta es la característica que nos define, así es como nos volvemos reales
ante nosotros mismos: al ser vistos por otros. El gran pavor contemporáneo es el anonimato.
Nuestro más grande miedo no es la asfixia de la masa sino el aislamiento de la manada. La
urbanización dio lugar a la suburbanización y con ésta vino la amenaza universal de la soledad. La
familia se hizo cada vez más pequeña o se disgregó, las mamás dejaron el hogar para irse a trabajar.
De la chimenea electrónica pasamos al televisor en cada cuarto. Incluso en la niñez, y por supuesto
en la adolescencia, todos estábamos atrapados en nuestro propio nido. Los altos índices de
criminalidad y, peor aún, las crecientes tasas de pánico moral, desterraron a los niños de las calles.
La costumbre de salir por el barrio con tus amigos, habitual en el pasado, se había vuelto algo
impensable. Estábamos perdidos en el espacio.
En medio de esas circunstancias, internet llegó como una bendición sin paralelo. No podemos
negarlo. Internet ha permitido que gente aislada se comunique entre sí y que personas marginadas
se encuentren entre ellas. El padre ocupado puede estar en contacto con sus amigos lejanos. Pero
como el tamaño de internet ha crecido, se ha vuelto inabarcable en muy poco tiempo. Hace diez años
escribíamos correos en computadores de escritorio y los transmitíamos a través de una conexión
telefónica. Ahora enviamos mensajes de texto desde nuestros celulares, montamos fotos en
Facebook y somos seguidores de completos extraños en Twitter. Un constante flujo de contacto
mediado, virtual, imaginario o simulado nos mantiene conectados al enjambre electrónico: aunque el
contacto, o por lo menos el contacto persona a persona, resulta cada vez menos importante. Parece
que la meta ahora es simplemente ser conocido, convertirse en una especie de celebridad en
miniatura. ¿Cuántos amigos tengo en Facebook? ¿Cuántas personas leen mi blog? ¿Cuántas entradas
aparecen en Google con mi nombre? La visibilidad asegura nuestra autoestima y se vuelve un
sustituto del contacto real; no hace mucho era fácil sentirse solo, ahora es imposible estarlo.

Tomado de: Deresiewicz, William (2009). “El fin de la soledad”, The Chronicle of Higher Education.
Versión electrónica extraída de Elmalpensante.com. Traducción Wilson Orozco

1. ¿Cuál de los siguientes enunciados como al contacto virtual en las redes


describe mejor la tesis principal del texto? sociales.

A. Al hombre contemporáneo se le dificulta


cada vez más estar solo, debido al auge de 2. En el último párrafo, la expresión
las redes sociales en internet y al deseo de “celebridad en miniatura” se acerca en
visibilidad. significado a
B. Dado que las ciudades han crecido y las
madres han tenido que salir a trabajar, la A. “persona que es popular en las redes
familia contemporánea es cada vez más sociales virtuales, no en las reales”.
pequeña y disgregada. B. “réplica realizada en pequeña escala de
C. La soledad nos da autoestima, permite una celebridad de los medios reales”.
descubrirnos y escapar de la asfixia que C. “persona que aparece en un reality o en
provoca la creciente masa humana. un show de televisión, como el de Oprah”.
D. El hombre contemporáneo da tanta D. “personaje que solo es famosa en su barrio
importancia al contacto persona a persona o municipio, pero no fuera de él”.

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3. ¿En qué lugar de la infografía habría de 4. Según la infografía, en caso de mordedura
encontrarse el enunciado “Suministrar o rasguño de un animal infectado con
analgésicos en caso de fuerte dolor”  ? rabia, NO se debería
A. Tratamiento. A. lavar la herida con agua y jabón.
B. Transmisión. B. administrar inmunoglobulina antirrábica.
C. Síntomas. C. entrar en contacto directo con material
D. Prevención. infeccioso.
D. acudir al médico para la aplicación de una
vacuna antirrábica.

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5. La frase que aparece en la caricatura C. afectada por el calentamiento global.
D. a punto de sufrir una gran destrucción.
A. pone en palabras la imagen que muestra el
televisor.
B. describe la situación en la que se 7. El contenido de la caricatura puede
encuentra el planeta. considerarse una crítica contra
C. pone en evidencia la perspicacia del
personaje. A. los fabricantes de armas en general.
D. resalta la inconsciencia del televidente. B. la gente que se divierte viendo televisión.
C. el capitalismo, dados sus efectos sobre el
6. En la caricatura, se presenta la Tierra como medio ambiente.
D. el televidente despreocupado frente a las
A. amenazada por una guerra nuclear. noticias internacionales.
B. inmersa en una catástrofe ecológica.
8. La caricatura critica C. la indiferencia de las clases altas frente
a los problemas que no las afectan.
A. la ausencia de movilizaciones sociales D. la falta de comprensión de que algunos
que busquen el bien común. problemas tienen dimensión global.
B. la convicción de que las cosas malas
solo le pasan a la gente mala.

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Es noche de martes
Diego lava lechuga. Yo corto cebollas, pico tomates, controlo una salsa. Abrimos un vino. Después de
comer, cruza sus cubiertos y me dice que qué bien cocino. Que soy rebuena ama de casa. Ahora –
mucha confianza y años juntos– solo finjo que me enojo y él, que me conoce, finge que se sorprende
con mi ceño fruncido. Sabe que me gusta cocinar y tener la casa ordenada, pero sabe, también, que
imagino el infierno bajo la forma de las tareas del hogar como ocupación obligatoria y excluyente.
Tenemos cuentas separadas, casa compartida y responsabilidades iguales. En fin: casi. Porque si
bien no hay nada que sea tarea exclusiva de Diego, sacar la ropa del tendedero y guardarla en los
placares es una de esas cosas que “si-no-las-hago-yo-no-las-hace-nadie”. A Diego, simplemente, no
le importa ver la ropa colgada durante meses, y yo prefiero que las medias y los calzones no me
arruinen la vista del balcón, de modo que una vez por semana me transformo en mi mamá, que
volvía del fondo con una parva de sábanas oliendo a sol, y junto la ropa recién lavada.
Cada tanto me canso y revoleo mi derecho a la igualdad, entonces Diego dice con ternura “Sí,
gordita, tenés razón”, dobla un par de remeras y a la semana otra vez: ahí voy yo, juntando broches.
También soy la encargada de la sección “comidas difíciles” (Diego es del Club del Bifecito a la
Plancha, si le toca cocinar). Si llego tarde a casa, sobre el pálido desierto de la mesada lucirá, con
suerte, el laguito rojo de un tomate cortado al medio. Si es Diego el que llega tarde, de guacamole
para arriba habrá de todo. Antes pensaba que estas cosas –el orden, la comida caliente, una casa
agradable– tenían que ver con cierta sensibilidad femenina en la que, por cierto, me cuesta creer:
tengo amigos varones que viven solos y sus casas son tan agradables como la mía y cocinan mejor
que yo. Prefiero pensar que son síntomas –visibles– de mi educación de buen partido: prolija, limpia,
ordenada. Cosas que aprendí de mi madre: perfumar la casa con cascarita de naranja, sacar las
frazadas al sol.

Tomado de: Leila Guerrero, (2009). “Me gusta ser mujer… y odio a las histéricas“.
En Frutos extraños, Bogotá, Aguilar. pp. 330-331.

A. involucrar al lector usando un lugar común.


B. simpatizar con el lector por medio de un
9. Las dos primeras frases del texto
comentario irónico.
introducen el conflicto, pues señalan
C. atraer al lector mediante un juego de
palabras.
A. un desbalance en las labores del hogar.
D. compartir con el lector sus preferencias
B. un problema fundamental de las parejas.
gastronómicas.
C. la complementariedad entre los géneros.
D. las malas intenciones de los miembros del
11. En este texto, se sanciona una cultura
hogar.
en la que

A. los hombres maltratan a las mujeres.


10. Con la expresión “Diego es del Club del B. las mujeres adoptan el papel de madres.
Bifecito a la Plancha, si le toca cocinar”, la C. los hombres no asumen las tareas del
autora busca hogar.
D. las mujeres trabajan más que los hombres.
D. el papel de la mujer no ha cambiado con
los años.
12. En la parte final del texto, la narradora
concluye que
13. En el texto, se muestra a Diego como un
hombre
A. las labores del hogar están asociadas a
la educación y no a las diferencias de
A. emocional y desinteresado.
género.
B. cariñoso y humanitario.
B. las diferencias de género han sido
C. serio y machista.
suprimidas con el tiempo.
D. comprensivo y negligente.
C. el orden, la cocina y la limpieza son
propias de la sensibilidad femenina.

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Su cuerpo apareció en la sala. La policía lo encontró acurrucado sobre una alfombra sucia. Una
vecina dio la alarma, alertada por el olor fétido que salía del apartamento. La vivienda pertenecía a
un tal George Bell que vivía solo, así que era fácil suponer que el cuerpo era suyo. Sus vecinos le
habían visto por última vez seis días antes, el domingo. El auto que movía de lado a lado de la calle
para evitar las multas de tráfico se habían quedado desde el jueves en el lado equivocado con una
sanción en el parabrisas. Su vecina le llamó por teléfono sin obtener respuesta…
Cincuenta mil personas mueren al año en Nueva York. La mayor parte de quienes mueren tiene
amigos y parientes que se enteran de inmediato. Unos pocos mueren solos, sin testigos. Nadie
reclama sus cuerpos, nadie guarda luto. Apenas un nombre en la lista. En la de 2014, George Bell, de
72 años, fue uno de ellos. George Bell, nombre simple, dos sílabas. Sin respuesta sobre quién era,
cuál fue su vida, qué le preocupó, a quién amó o quién le amó. Como la mayor parte de los
neoyorkinos, su vida transcurrió al margen. Cuando los bomberos forzaron la puerta, la policía
irrumpió en una vivienda llena de cosas. No cabía duda de que se trataba de uno de esos ancianos,
aquejados de síndrome de Diógenes, que lo acumulan todo. En la oficina del condado trabajan tres
investigadores que peinan las viviendas de los fallecidos y buscan pruebas de qué pudieron poseer en
vida o de quiénes pudieron ser sus familiares. Es un trabajo peculiar ese de ver lo que alguien
guardó. El 24 de julio, dos investigadores, Juan Plaza y Ronald Rodríguez, ingresaron al apartamento
de Bell. Habían visto cosas peores. Como una vivienda tan llena de cosas que su inquilina murió de
pie porque era imposible caerse. O un lugar del que tuvieron que salir espantando pulgas…
Rebuscaron entre la anarquía del apartamento, de 74 metros cuadrados. El aire, denso y hediondo.
Por única cama, el sofá. Parecía que alguien había saqueado dormitorio y baño. La cocina estaba
llena de basura, inservible. El grifo no funcionaba. Hacía mucho que la estufa no se usaba para
cocinar. Hurgar entre las posesiones de los muertos, percibiendo su miseria, ha cambiado a estos
hombres. Rodríguez, de 57 años, divorciado, siente la urgencia: “Trato de vivir la vida como si fuera
el último día… nunca sabes cuándo te vas a morir”. La soledad de tantas muertes ha hecho mella en
Plaza, tiene miedo de ser él quien acabe tirado en el suelo. “Este trabajo enseña mucho… Aprendes
que debes compartirte. La gente se muere sin tener con quién hablar. Se muere y los parientes salen
de quién sabe dónde. 'Era mi tío. Era mi primo. Dame lo que tenía'. Dame, dame. Pero en vida nunca
le hicieron una visita. Me cambió la vida desde que trabajo en esta oficina”…
Kleinfield, N.R. (2015, diciembre). Morir solo en Nueva York. The New York Times. Recuperado y
adaptado el 23 de junio de 2016 de  http://www.nytimes.com/2015/10/18/universal/es/george-bell-
morir-solo-en-nueva-york.html?_r=0

14. ¿Cuál es el tema central del texto? B. Las disputas en torno a la herencia de un
difunto.
A. El afán de acumulación de muchos C. Las precarias condiciones de vida en Nueva
ancianos. York.
D. La soledad en la que mueren muchos
neoyorquinos.

15. Tanto los investigadores Plaza


como Rodríguez

A. han aprendido a valorar la soledad


gracias a sus trabajos. 
B. se han transformado a raíz de sus
experiencias laborales.
C. admiten que esculcar en las
pertenencias de otro es un trabajo
extraño.
D. creen que los ancianos son compradores
y acumuladores compulsivos.

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