Tema: durmiendo y despertando con el peor de los pecadores
Pasaje: A la mujer dijo: En gran manera multiplicaré tu dolor en el parto, con dolor darás a
luz los hijos; y con todo, tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti. Gen,
3:16
Introducción
Cuantas veces has metido la patada con tu esposo o esposa. Si me permietes date un suspiro por
el momento y pon atención, a la siguiente anécdota:
Mi esposa se había retrasado un poco en lo que habíamos planeado en la semana. Y en lugar de
esperarla pacientemente (o tal vez hasta tomar la iniciativa para ayudarle) hice lo que hago con
tanta excelencia: exagere, poniéndome a especular en voz alta sobre cuántos minutos en total de
nuestra vida ella había desperdiciado en retrasos. Mis cálculos no la impresionaron, pero el
impacto devastador de mis palabras fue obvio al observar su rostro. Qué bien, Dave, pensé
demasiado tarde, qué constructivo. ¡Qué oportuno comentario! Ante todo meti la pata.
Podría pensarse que un pastor, alguien llamado a pensar y hablar de manera considerada,
alentadora y bíblica, hubiera encontrado algo mejor que decir en ese momento, o por lo menos
algo menos dañino. Pero a pesar de mis palabras arrogantes y pecaminosas, Kimm pudo, una vez
más, perdonarlas en amor y con paciencia ayudarme a ver el error en ellas.
Te has preguntado algunas vez ¿Por qué no soy amoroso? O ¿Por qué no soy mas amoroso con mi
esposa o esposo? Depsues de 10, 20 o 30 años de casado no has podido ser ese hombre o mujer
amable y amoroso, porque te es difícil tratarla como si no la o lo amaras.
La realidad de vivir con alguien día tras día en un mundo caído es la parte desagradable del
matrimonio. ¿Pero qué es lo que revela? Cuándo veo mi degeneración ¿qué me indica? ¿Que el
enemigo me ha señalado para recibir alguna atención particular? Quizás soy una amenaza a su
reino. Eso no excusa el hecho de que yo sé lo que es correcto, y sin embargo a menudo elijo hacer
algo diferente.
Pablo le escribió a Timoteo, “Palabra fiel y digna de ser aceptada por todos: Cristo Jesús vino al
mundo para salvar a los pecadores, entre los cuales yo soy el primero” (1 Timoteo 1:15). ¿Medio
sobrio no? No hay mucha flexibilidad allí. Pablo inicia llamándola, “Palabra fiel y digna de ser
aceptada por todos”. Eso es el equivalente antiguo de poner puntos de exclamación en un correo
electrónico—¡Esto es de alta prioridad! Su “palabra” tiene dos partes. “Cristo Jesús vino al mundo
para salvar a los pecadores ...” Esto nos lanza al corazón del evangelio y nos prepara para la
segunda parte: “...entre los cuales yo soy el primero”. Ahora bien, ¿qué debemos hacer con esto?
¿Cómo puede el apóstol de los gentiles—el teólogo original de la fe cristiana—decir esto con
honestidad? ¿A quién se está comparando? ¿Y cuál estándar está empleando?
Simplemente está diciendo, “Miren, yo conozco mi pecado. Y lo que he visto en mi propio corazón
es más tenebroso y horrible; es más arrogante, egoísta, y auto-enaltecido; y es más insistente y
constante en su rebelión contra Dios que cualquier otra cosa que haya visto en el corazón de otro.
Por lo tanto, el pecador más grande que conozco soy yo.”
Así que nuestro pecado—el mío y el suyo—es indeciblemente feo. Es vil; es perverso. Pero a la vez
provee el fondo para un drama mayor. Seremos obras en proceso, tristemente propensos a pecar,
sin embargo podemos ser obras gozosas, porque—gracias a Dios—hemos sido redimidos por
gracia a través de la muerte y resurrección de Cristo. Nuestro Salvador ha venido a rescatarnos de
la pena del pecado y a otorgarnos una vida en abundancia por medio de su Espíritu. Cuando dos
personas casadas abrazan esta perspectiva de la realidad, y viven en acuerdo con ella, sus vidas y
su matrimonio comienzan a verse más y más como la imagen que Dios quiere mostrarle a un
mundo perdido. Hasta que el pecado sepa amargo, el matrimonio no podrá ser dulce.
Así que el término “pecador”, cuando es usado en las Escrituras, claramente implica que hay
alguien (por lo menos uno) contra quien pecamos. Cuando yo le hablo críticamente y duramente a
Kimm enfrente de nuestros hijos, mi pecado es de cierta manera contra mis hijos. Obviamente, es
mucho más contra Kimm. Pero lo que necesito ver, es que ¡este pecado es primero y más
fuertemente contra Dios! Y eso es algo que tiene en común con cualquier otro pecado que yo haya
cometido o que vaya a cometer. Cada pecado, tan chico o grande como sea su aparente impacto
con la gente, viola la pureza del perfectamente justo y santo Dios. El pecado siempre es primera y
principalmente contra Dios (Deuteronomio 9:16, 1 Samuel 15:24, Salmo 51:4). Jerry Bridges nos lo
remacha cuando escribe: El pecado no es malo por lo que me hace a mí, o a mi cónyuge, o a mi
hijo, o a mi vecino, sino porque es un acto de rebelión contra el Dios infinitamente santo y
majestuoso.
He aquí mi conclusión: Soy un mejor esposo y padre, y un hombre más feliz cuando me reconozco
como el peor de los pecadores. Ese estatus se me hace más obvio con el pasar de cada semana.
Pero a la vez, usted también es el peor de los pecadores. También lo es su cónyuge. Por lo menos
no estamos tan solos aquí en el fondo. ¿Le preocupa que tal vez sea muy estricto consigo mismo?
De ser que sí, nada más recuerde que para Pablo su perspectiva de ser “el peor de los pecadores”
sólo era una evidencia de una auto-examinación honesta y una sana conciencia de la santidad de
Dios. Recuerde quienes somos en Cristo a pesar de nuestro pecado: somos hijos atesorados del
Padre, quien nos amó lo suficiente como para enviar a su hijo unigénito a padecer el castigo por
nuestros pecados, aun los pecados que todavía no hayamos cometido. Y
recuerde que Dios está obrando en usted, conformándolo a un ejemplo genuino, de adentro hacia
afuera, de Cristo.