Expresión oral
En lingüística, la expresión oral es el conjunto de técnicas que determinan las pautas
generales que deben seguirse para comunicarse oralmente con efectividad, es decir, es la
forma de expresar sin barreras lo que se piensa.
También se llama expresión oral a una de las habilidades a desarrollar en el aprendizaje
tanto de la lengua materna –de manera inconsciente– como de una lengua extranjera –de
manera deliberada, consciente–.
La expresión oral sirve como instrumento para comunicar sobre procesos u objetos
externos a él. Se debe tener en cuenta que la expresión oral en determinadas
circunstancias es más amplia que el habla, ya que requiere de elementos
paralingüísticos para completar su significado final.
Entre los aspectos que deben observarse con mucha atención, están los siguientes:
Voz: La imagen auditiva tiene un gran impacto para el auditorio. A través de
la voz se pueden transmitir sentimientos y actitudes.
Dicción: El hablante debe tener un buen dominio del idioma. Tal
conocimiento involucra un adecuado dominio de la pronunciación de las
palabras, la cual es necesaria para la comprensión del mensaje.
Estructura del mensaje: Es forzoso planear con anterioridad lo que se va a
decir. Un buen orador no puede llegar a improvisar.
Fluidez: Utilizar las palabras en forma continua
Volumen: Intensidad de voz.
Ritmo: Armonía y acentuación.
Claridad: Expresarse en forma precisa.
Coherencia: Expresarse de manera lógica.
Emotividad: Proyectar sentimientos acordes al tema
LA EXPRESIÓN ORAL.
CARACTERÍSTICAS
Las expresiones oral, escrita y corporal han constituido las formas más clásicas de
comunicación entre los seres humanos. Si interpretamos y comprendemos estos mecanismos
comunicativos, podremos entender la importancia de utilizar bien el idioma, aprender las reglas
gramaticales y desenvolvernos con soltura corporal.
LA EXPRESIÓN ORAL
Veremos algunas concepciones sobre la expresión oral.
Es la capacidad comunicativa creada y desarrollada por el hombre para generar conceptos,
ideas y términos con significados. Permite al ser humano ponerse en contacto y establecer
conexiones con sus pares, partiendo de ella entonces la oportunidad de fijar objetivos, metas y
proyectos en común. Se diferencia de la comunicación oral de los animales que, si bien es
realizada con objetivos y deseos, no es ordenada, consciente o llena de significados.
La expresión oral es un enunciado comunicativo coherente que se produce en una situación
determinada con una intención y finalidad.
Pero la expresión oral, es también la destreza lingüística relacionada con la producción del
discurso oral. Es una capacidad comunicativa propia de un sujeto ontológico que abarca no
sólo un dominio de la pronunciación, del léxico y la gramática de la lengua, sino, además,
conocimientos socioculturales y pragmáticos.
Tiene microdestrezas, tales como saber aportar información y opiniones, mostrar acuerdo o
desacuerdo, resolver fallos conversacionales o saber en qué circunstancias es pertinente
hablar y en cuáles no.
Indicadores de la expresión oral y su conceptualización
• Claridad en el lenguaje : Posibilidad de presentar un mensaje en forma asequible al otro,
teniendo en cuenta su nivel de comprensión.
• Fluidez verbal: Implica no hacer repeticiones o interrupciones en el discurso.
• Originalidad: En el lenguaje verbal, uso de expresiones no estereotipadas, vocabulario
suficientemente amplio.
Ahora bien, en la expresión oral se destaca la descripción de los actos, hechos, sucesos, etc,
en forma objetiva y subjetiva. La descripción es objetiva cuando no emite juicio de valor; la
subjetiva está condicionada entre otros aspectos, al estado de ánimo del observador.
Cassany, D; Luna, M y Sanz; G (1994 Enseñar lengua. Barcelona: Graó) proponen estos cuatro
criterios para la clasificación de las actividades de expresión oral:
a. Según la técnica: Diálogos dirigidos (para practicar determinadas formas y funciones
lingüísticas), juegos teatrales, juegos lingüísticos (p. ej., adivinanzas), trabajos en equipo, etc.
b. Según el tipo de respuesta: Ejercicios de repetición mecánica, lluvia de ideas, actuación a
partir de instrucciones (p. ej., recetas de cocina), debate para solucionar un problema,
actividades de vacío de información, etc.
c. Según los recursos materiales: Textos escritos (p. ej., completar una historia), sonido (p. ej.,
cantar una canción), imagen (p. ej., ordenar las viñetas de una historieta), objetos (p. ej.,
adivinar objetos a partir del tacto, del olor…), etc.
d. Comunicaciones específicas: Exposición de un tema preparado de antemano, improvisación
(p. ej., descripción de un objeto tomado al azar), conversación telefónica, lectura en voz alta,
debates sobre temas de actualidad, etc.
Características del lenguaje oral. (http://roble.pntic.mec.es/msanto1/lengua/oral.htm)
• Expresividad.
La expresión oral es espontánea y natural y llena de matices afectivos, los que dependen del
tono que empleamos y de los gestos; por eso tiene gran capacidad expresiva.
• Vocabulario.
Emplea un vocabulario sencillo y limitado y normalmente está lleno de incorrecciones como
frases hechas (muletillas) y repeticiones.
O sea, entonces, no...
• Hablar correctamente.
• Hablar despacio y con un tono normal.
• Vocalizar bien.
• Evitar muletillas.
• Llamar a las cosas por su nombre evitando abusar de "cosa", "cacharro", "chisme"...
• Evitar palabras como "tío", "guay, "chachi"...
• Utilizar los gestos correctos sin exagerar.
CONDICIONES PARA UNA BUENA EXPRESIÓN ORAL
Claridad. Se debe exponer ideas concretas y definidas. Emplear frases bien construidas y
terminología común y al alcance de los destinatarios. Si se usan palabras que representen
dudas al receptor, mejor es explicarlas para que puedan ser comprendidas.
Concisión. Usar palabras justas. Dejar de lado la palabrería. No intentar ser lacónicos ni buscar
emboscar al receptor en una farragosa oratoria, por más preciosista que sea.
Coherencia. Debemos construir mensajes de forma lógica, concatenando ordenadamente las
ideas y remarcando que es un hecho objetivo y una opinión.
Sencillez. En el estilo de construir nuestro mensaje como las palabras empleadas.
Naturalidad. Requiere una expresión viva y espontánea, lo que no significa vulgaridad o
descuido. Es una muestra de dominio del lenguaje y es vía para lograr la naturalidad,
precisamente por una concienzuda preparación de la intervención. Con preparación y ensayo,
se puede lograr que el mensaje llegue a sus receptores de forma precisa y comprensible.
Estudios como los de Albert Mehrabian han demostrado, al analizar los impactos de la conducta
comunicativa, que sólo el 7% del significado social del mensaje se debe al contenido expresado por
palabras habladas o escritas, mientras que el 55% de la totalidad de ese impacto está relacionado con
la expresión del rostro, los gestos y el uso del cuerpo y el 38% restante a la voz del comunicante.
Olvidándonos de los porcentajes literales, que así escritos son desoladores, vemos que en reparto de
tarta de la comunicación en público, hay un buen trozo de pastel olvidado o dejado a la improvisación,
que es como hemos dicho, el uso de la voz.
Dedicamos mucho esfuerzo a escribir nuestros discursos, a estructurarlos correctamente en función de
un montón de técnicas muy útiles para captar la atención del auditorio y ensayamos concienzudamente
los gestos que haremos con las manos e incluso algunas expresiones faciales, todos podríamos decir,
casi sin pensar, cuales son los gestos característicos de cada uno de los políticos actuales, pero al
preparar una intervención pública… ¿entrenamos la voz?, es más, ¿sabemos que hay que entrenarla
para mejorar nuestros discursos?. Un discurso bien construido puede quedar arruinado si no se sabe
poner en escena adecuadamente y evidentemente ocurre al contrario, cuando un buen orador utiliza
todos los recursos expresivos que tiene a su disposición, entusiasma al auditorio con sus ideas y el
resultado es evidente: convencer, para vender nuestra idea al público al que nos dirigimos.
Nuestra voz es la materia prima de la comunicación oral y puede ser nuestra mejor herramienta o
nuestro peor enemigo, por lo tanto, con ella tenemos que trabajar para que el impacto de nuestro
mensaje sea el que queremos y para ello tendremos que empezar por conocerla, saber cómo suena y
dominarla como cualquier otra herramienta de trabajo.
Nuestro primer objetivo es simple: hacernos oír, conseguir que nuestra voz llegue a la audiencia y que
atrape su atención. Parece fácil, pero para hacer esto sin gritar hay que conocer el mecanismo vocal: la
respiración, fonación, articulación y proyección de la voz. Esta primera parte de cualquier
entrenamiento vocal básico, pasa por aprender a utilizar la respiración de forma correcta, es decir,
utilizar la respiración diafragmática, porque si decíamos que la voz era la materia prima de la
comunicación oral, el aire es la herramienta principal y para usarlo correctamente hay que controlarlo.
Este entrenamiento es sencillo y a las pocas semanas nuestro cuerpo habrá mecanizado el proceso y
podremos dar este objetivo por cumplido para poder dar un pasito más y trabajar la articulación y por lo
tanto, aportar expresividad a nuestro discurso oral mediante el dominio de la prosodia.
Pero vayamos por partes, y seamos claros, que es justamente lo que pretendemos con una buena
articulación: pronunciar sonidos claros y precisos. Si unimos la buena colocación y proyección de la voz
que nos ofrece la respiración diafragmática y una articulación correcta tendremos ya la oportunidad,
según nuestro entrenamiento, de conseguir un mensaje oral correcto, claro, natural, fluido y con cierta
seguridad vocal.
Controlando entonces la respiración, fonación y articulación, podremos dominar lo que se conoce como
las características de la voz, que son el tono, timbre, intensidad y duración, y poder combinarlos
acertadamente construyendo un mensaje oral atractivo. Para dotar de esa belleza al mensaje y con
estos conceptos dominados, recurrimos a la prosodia.
Pero contando con que tuviéramos aprendido lo anterior y que domináramos correctamente el
mecanismo de producción de la voz, aún corremos el riesgo de aburrir al auditorio. Para solucionar esto
tenemos a nuestra disposición el ritmo, la entonación y el acento prosódico. Estos recursos fónicos nos
permiten utilizar la expresividad del sonido de nuestra voz para variar el tono intencionalmente para
enfatizar un mensaje concreto, utilizar el acento prosódico para subrayar algo importante, provocar
expectación, variar la entonación para dar emoción o incluso sembrar la duda, etc. Sin olvidarnos, por
supuesto, del uso de pausas y silencios, que le servirán al orador para estructurar el ritmo de su mensaje
dependiendo del temperamento, el carácter, el sentimiento que queremos trasladar, el contexto en el
que nos situamos, el público que tenemos en frente y el sentido que queremos darle al mensaje.
Sin entrenar todos estos aspectos de la comunicación oral, cualquier orador, portavoz y por supuesto
político, tendrá serias dificultades para llegar de forma positiva a su público, perdiendo eficacia y
dejando parte del contenido por el camino, porque no nos habrá llegado o nos habrá llegado sin las
connotaciones y sentido que el emisor tenía previsto cuando lo escribía en casa.
Hablar en público es complicado, no vamos a discutir eso a estas alturas, pero se aprende practicando y
siendo consciente de la importancia de todos los factores que intervienen en la comunicación,
entrenando y no dejando ninguno de lado, trabajando sobre un buen contenido y cuidando la forma, la
estructura, la comunicación no verbal, pero por supuesto, también el uso de la voz. Y es que, como ya
sabemos: todo comunica y por lo tanto, todo significa.
Características de la voz humana.
La voz humana –según los especialistas- debe tener las siguientes
características:
Tono: Es la altura musical de la voz. Según el tono, las voces humanas se
clasifican en agudas o graves. La escala de registros de altura permite
clasificar a las voces masculinas, por lo común, en tres categorías: tenor,
barítono y bajo. Existen también tipos de voces intermedias. Desde el punto de
vista oratorio, la mejor voz es la del barítono.
Timbre: Es el matiz personal de la voz. Es un fenómeno complejo y está
determinado por el tono fundamental y los armónicos o tonos secundarios.
Por el timbre se reconoce a la persona que habla, aun cuando no se la perciba.
Hay voces bien timbradas y agradables, mas las hay también blancas, roncas y
chillonas.
Cantidad: Es la duración del sonido. Según la cantidad, los sonidos pueden ser
largos o breves, con toda la gama intermedia de semilargos, semibreves, etc.
La cantidad suele depender, en general, de las características de cada idioma,
de los hábitos lingüísticos de las regiones o países, de la psicología del
habitante, etc.
Intensidad: Es la mayor o menor fuerza con que se produce la voz. Hay voces
fuertes y voces débiles.
En fonética, se denomina acento al conjunto de los anteriores elementos, cuya
combinación especial en cada idioma, en cada región de un mismo idioma y
aun en cada individuo, da a ese idioma o habla una característica distintiva.