Los personajes femeninos son el centro de los cuentos y se mueven mecánicamente
en ambientes viciados y sofocantes. En el primero de ellos, “Gloria de amor”, una
madre que no se reconoce como tal debe ocuparse de las tareas del hogar, el cuidado del
“chico” y la complacencia de “su maridito” fatigado, en un contexto configurado por el
silencio asfixiante y una multiplicidad de olores, sensaciones y sabores, acentuado
con el final desorientador del relato:
“Raúl se posó sobre mí como un tábano, todavía me late su mordedura caliente. Empiezo
a tirar de mis pellejos. [...] Acumulo los montoncitos de carne sobre la mesa de luz. [...]
Cuando Raúl aparece pasadas las once y media me encuentra ya con la pinza en las
manos sobre el fuego, pescando uno a uno los pedacitos de carne. El olor es fuerte y
medio dulzón, como de agua florida. Ahora nos alimentamos de piel” (16).
“El otro” nos presenta nuevamente a una figura femenina que engaña a su pareja L., al
establecer una relación simbiótica con F. La protagonista es el reflejo y correlato de su
amante “demasiado intelectual”; incomprendidos y contra el mundo externo, se
fusionan en un mismo cuerpo, abozalados como caballos. El cuerpo del otro se
describe de manera fragmentada, por partes, y al respecto encontramos una reflexión
metaliteraria al interior del cuento, donde sigue predominando lo sensorial:
“Lo que no se puede soportar es que cada elemento aparezca separado, como un
objeto en sí, pegado sobre un vidrio, abierto de repente sobre un ruido de ventosa o
con la mudez de una masa sin peso” (23-24).
En el siguiente relato, “Los velorios empezaron después del doce”, hallamos una
peculiar congregación de mujeres: Francisca, su hermana Zenobia y su madre
Florinda, vieja brava que humilla a su marido. Aquí surge la intimidad del mundo
femenino, vinculada a la vida doméstica y a la irracionalidad de las creencias y
rituales religiosos. En esta misma línea, también “Las amigas” presenta un pacto entre
mujeres (Elvira y Sara), pero desde la relación con un otro masculino (Manuel). El deseo
guía a las figuras femeninas que, rompiendo con el “esquema del macho y la hembra”,
dan libre paso a su goce (“el calor alcohólico que les subía desde las piernas”) mediante
orgías y lesbianismo. En este caso, la contraparte del placer será una problematización
del lenguaje:
“He podido armarles un rostro nuevo, diferente, pensó, pero la palabra rostro se le quedó
pegada a la lengua, imbécil, elevada a categoría mística, a divino rostro del señor
estampado sobre el paño religioso y culpable de la Verónica” (40-41).
El cuarto cuento, “Strudel de manzanas”, esboza el vínculo entre Elba y Julián. Ella es
una prostituta que es considerada y descripta por Julián como un objeto, una adquisición.
Detengámonos un momento en la particular descripción de estos personajes:
“Julián es desparejo, Elba es sensible a sus desproporciones y por momentos llega a
darse cuenta de que necesita superficies más largas y agudas, no ese cilindro que a él
también lo debe poner triste cuando gira bajo su cabeza y pone en movimiento su
organicidad, sus nudos de dolor, sus arrebatos de alegría. Elba lo distribuye en zonas”
(51-52).
Fragmentado y geométrico, atravesado por el deseo, Julián se ve signado por la
vergüenza de su “disparidad”, pero frente a Elba, busca sentirse superior y pretende
amansarla como a una yegua. Esta caracterización animal también es notoria en “El
seicento”, prácticamente un monólogo sobre la configuración del universo doméstico y el
trabajo sobre la apariencia femenina (en este caso, en una situación de abandono
masculino): las “centauras”, como en una puesta en escena teatral, deben adornar su
superficie, peinar sus crines de jabalí, para salir al mundo.
A pesar de su brevedad, Celebrar a la mujer como a una pascua presenta múltiples
aristas que resultan complejas a la hora de la lectura, dejándonos en un estado de
permanente perplejidad; como nos dice Mercado, “La imaginación a veces depara
invisibles trampas y hay que estar preparado”.
Tununa Mercado
Cronología
1939
Nace el 25 de diciembre en la ciudad de Córdoba. Su padre es abogado
criminalista y legislador; su madre, escribana.
"En una casa ubicada en un barrio de la ciudad de Córdoba, habitada por una
familia perteneciente a la burguesía ilustrada de la provincia, Tununa Mercado
pasó su infancia. Abogado, amigo de artistas, apasionado por la pintura y la
cultura libresca, el padre de Tununa tenía el living de esa casa atestado de
cuadros que compraba con el entusiasmo de quien invierte en algo doblemente
valioso, y de libros, enorme cantidad de textos que sostenían la estructura
intelectual de esa casa, así como las vigas podían soportar el techo", escribió
Guillermo Saavedra, en "La curiosidad impertinente", Beatriz Viterbo Editora,
Buenos Aires, 1993.
1941
A pesar de haber sido inscripta con el nombre de "Nilda", a los dos años de
edad su familia comienza a llamarla "Tununa". Con el tiempo ella decidirá
firmar con este sobrenombre las primeras notas periodísticas que firmará.
1958
Comienza a cursar la carrera de Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional de Córdoba.
1960
Siendo alumna de la cátedra de Literatura Argentina, conoce a su futuro
marido, Noé Jitrik quien en ese momento estaba dictando clases como profesor
contratado.
1961
En el mes de enero se casa con Noé Jitrik.
1962
Nace en Córdoba su hijo Oliverio.
1964
Se traslada a Buenos Aires, junto con su familia. Abandona la carrera
faltándole sólo dos materias para terminarla.
"Ya no volví. El golpe del 66 me vedaba regresar a dar las materias con
profesores que no se habían solidarizado con los que fueron echados, o que se
habían quedado con sus cátedras. Después ya nos fuimos a Francia. Siempre
lamenté no haberme recibido," dirá.
Conoce al grupo de amigos de su marido: César Fernández Moreno, Paco
Urondo, Alberto Vanasco, Miguel Brascó y Juan Gelman.
1966
En el mes de junio, nace su hija Magdalena.
Sin comentarlo a su familia y amigos, envía el libro de cuentos "Celebrar a la
mujer como a una pascua" al Premio Casa de las Américas, de La Habana
(Cuba). Estando su marido de paso por esa ciudad, se entera de que Tununa
había obtenido la Mención del concurso.
Ante la propuesta que recibe Noé Jitrik de trabajar como docente en una
Universidad francesa, la familia se instala en el este de Francia por casi tres
años.
Durante su estadía, Tununa reparte su tiempo entre el estudio del francés y el
dictado de cursos sobre historia y civilización de América Latina.
1968
Durante mayo del ’68, viaja a París casi diariamente para sentirse más cerca
de los acontecimientos.
1970
Junto con su familia, regresa a Buenos Aires.
1971
Trabaja como periodista en el diario La Opinión, publicación que llegó a
convertirse en referente de los sectores intelectuales y progresistas de la
época.
"Mi vida transcurría en torno al Diario La Opinión. [...] Era un momento de
lucha política muy fuerte, era una época de huelgas, de sindicatos, de vida
gremial, y yo formaba parte de eso", recuerda Tununa.
1973
A partir del golpe militar chileno, participa junto a su marido de comisiones de
solidaridad con Chile y, más tarde, con otros países de América Latina.
1974
En septiembre, Noé Jitrik es invitado a dar clases durante seis meses en
México. Tununa y sus hijos tenían pensado reunirse con él durante el verano
para pasar las vacaciones. Sin embargo, comienza a recibir amenazas
telefónicas de la Triple A y decide adelantar el viaje. Pero lejos de tratarse de
unas vacaciones, ya no pueden regresar. Vivirán en México hasta el final de la
dictadura argentina.
1975
Forman una comisión de solidaridad con los exiliados argentinos en México.
Esta comisión también organizó un cine-club que funcionaba como lugar de
encuentro afectivo. Compartía las experiencias con un gran número de
exiliados llegando a formar una verdadera colonia.
En México, trabajó fundamentalmente como periodista free-lance, en los
primeros tiempos. Más tarde, consiguió como editora de una revista. Trabajó
también en "Femme", una de las primeras revistas feministas y realizó la
prensa de la Dirección de Artes Plásticas del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Durante los años de exilio escribe "Canon de alcoba".
1987
Regresa definitivamente a Buenos Aires junto a su marido y su hija.
"Creo que nunca dejaré de sentirme aquí una extranjera, y me relaciono con
muchas personas y lugares de esta ciudad como si lo hiciera por primera vez",
dirá en la entrevista de Guillermo Saavedra, para "La curiosidad impertinente",
Beatriz Viterbo Editora, Buenos Aires, 1993.
1988
La editorial Ada Korn, de Buenos Aires, publica el libro de cuentos "Canon de
alcoba", que recibe el Premio Boris Vian, otorgado por un grupo de escritores
argentinos.
1990
Aparece en Buenos Aires "En estado de memoria" (Ada Korn).
"No se trata de relatos, al menos en el sentido más habitual del término,
tampoco de artículos ni de memorias, pero algo hay de todo eso, y también de
ensayo y de confesión. Aparecido por primera vez en 1990, En estado de
memoria no sólo rompía entonces con la noción de género literario o la
desconocía drásticamente, sino incluso con la de literatura tal como se la suele
entender. [...] El peso que en ese tránsito tienen las muertes, las
enfermedades y, con especial fuerza e insistencia, la descolocante y nunca del
todo elaborada experiencia que implican tanto el exilio como el desexilio en
Buenos Aires, dan al conjunto una atmósfera sombría, pero es el precio que
debe pagar un ejercicio de lucidez dispuesto a hacerse cargo ante todo de lo
oscuro, lo irracional, lo que no tiene nombre, lo que tiene mucho más el
aspecto de una carencia que el de un patrimonio. Si importa, sin embargo, no
es sólo por lo que ese trabajo revela sino por la experiencia específicamente
literaria que pone en juego. El placer de leer este libro es, puede decirse, el de
percibir cómo alguien negocia con su lenguaje para arrancarle una capacidad
de presentar los hechos y las sensaciones sin traicionar lo que tienen de
singular e irrepetible. Sedosa, consistente, morosa y a la vez tensa, la prosa
de Tununa Mercado se parece mucho a la poesía: cualquier cosa, supone, aun
la más abstracta o difusa, puede ser escrita si encuentra su ritmo y su tono.
No faltan, en el fluir de esa corriente, las frases y las observaciones que
emergen como la súbita condensación de una verdad, pero esto no parece
responder a un saber previo sino a la capacidad de descubrimiento que la
escritura suele tener cuando se la ejerce de un modo tan solitario e
intransigente", escribió Daniel Freidemberg para la Revista Ñ, Clarín, domingo
7 de febrero de 1999.
1994
La editorial Beatriz Viterbo, de Rosario, publica el libro de ensayos "La letra de
lo mínimo".
"’La letra de lo mínimo’, en efecto, aunque integrado por textos muy diversos
entre sí, se construye bajo la relativa homogeneidad de los tonos del susurro.
Incluso en sus tramos más vehementes, en las intervenciones políticas, en los
debates sobre género. ’La letra de lo mínimo’ es un libro en el que, antes de
alzarse la voz, se susurra. Ese susurro, sin embargo, nos recuerda que hablar
en voz baja es una manera de sustraerse al control del oído ajeno: que la
murmuración es, al fin de cuentas, la modalidad que corresponde al complot;
que si al susurro se lo puede considerar un tono menor, la minoridad puede ser
una forma estratégica de resistencia antes que un matiz de debilidad. Se
murmura por decisión, no por imposibilidad: el susurro no es afonía; aún más:
es su contrario, porque sólo queda afónico aquel que ha gritado.", escribió
Martín Kohan para la revista "Espacios", Facultad de Filosofía y Letras de la
UBA, Nº 18 junio/julio 1996.
1996
Se publica, en Buenos Aires, la novela "La madriguera" (editorial Tusquets).
1998
Recibe la beca Guggenheim.
Alción Editora, de Córdoba, reedita su libro "En estado de memoria".
2003
La editorial Beatriz Viterbo, de Rosario, publica el libro de ensayo "Narrar
después".
2004
Recibe el Premio Konex Diploma al Mérito en el rubro "Cuento: quinquenio
1999-2003".
2005
La editorial Planeta publica, en Buenos Aires, la novela "Yo nunca te prometí la
eternidad".
"’Yo nunca te prometí la eternidad’ reexamina uno de los temas constantes en
la obra de Mercado: la memoria, un tópico en el que aparece implicada
también su biografía con las peripecias de exiliada sin tierra [...] Pero la novela
es también una narración que reflexiona, en acto, sobre el hecho de narrar.
Con refinada precisión, Mercado refiere los resultados de la investigación y la
investigación misma que subyace al libro, trabajosa tarea que incluye, en una
suerte de vocación por el dato cierto y verificable, la traducción de los
documentos y el seguimiento en un mapa, con la lupa en la mano, de las
carreteras de Francia que transitó Walter Benjamin. Este tipo de operaciones,
en que la investigación y la ficción tienden a confundirse, ponen en suspenso
las clasificaciones genéricas. ’Me llamó la atención que al libro no le pusieron
’novela’ en la tapa. Y aunque yo pienso que es una novela, creo también que
es un artefacto diferente, un texto. Siempre tuve problemas para designar lo
que yo hago. Las fronteras entre ficción y no ficción en mi escritura son muy
lábiles. En el momento en que yo me comprometo con el texto, estoy haciendo
ese trasvasamiento entre lo literario, lo histórico y lo personal. Yo no invento
novelas de caballerías. De todas maneras, creo que es muy diferente a las
novelas históricas que hemos estado leyendo en Argentina en los últimos
años’". Entrevista de Pablo Gianera, La Nación, domingo 19 de junio de 2005.
Un libro de tu biblioteca, casi derruido, que aún conservabas, las obras completas de Guy de
Monpasant (otro de Fereico García Lorca; es un libro, como tantos, víctima de la dictadura. Es uno
de los libros que quedaron en tu casa cuando debieron irse al exilio en México, fueron depositados
en unos cajones de metal y llevados a la fábrica de un pariente; en esa fábrica permanecieron y se
salvaron, pero sufrieron las inclemencias del tiempo e inundaciones. Cuando uds recuperan esos
libros.
Facundo, Macedonio fernández, Manuel Puig,
Entrevista a Tununa Mercado
Acaba de publicarse El vuelo de la pluma, una compilación de periodismo y
Literatura. En esta entrevista Tununa Mercado repasa los tópicos del libro, del
feminismo militante a Chavela Vargas. Recuerda a Juan Forn y cuenta acerca de
un nuevo trabajo en preparación sobre las lecturas de su vida.
La editorial Miluno acaba de publicar El vuelo de la pluma, de Tununa Mercado. Con prólogo,
selección y notas de Facundo Giuliano, se recuperan y recorren en casi cuatrocientas
páginas cinco décadas de trabajos tan periodísticos como literarios a lo largo de diversas
ciudades del mundo y provincias argentinas: La Habana, Ciudad de México, Guadalajara,
Mérida, Eichstätt, San Pablo, Chaco, Córdoba, Rosario. Los temas: el deseo, una marcha
del orgullo, un poemario, las Madres de Plaza de Mayo, el sistema carcelario, un congreso
de escritoras latinoamericanas, Cuba y su revolución, Saramago, Cortázar, Borges, Bioy, la
dictadura y el exilio –sufridos por la misma escritora–, la memoria y la traducción.
Desde los artículos en México, a fines de la década de 1970 en la revista fem., hasta textos de
ponencias e intervenciones públicas más recientes (2017), Tununa Mercado ha sabido
conjugar una delicada, aguda, sensible y versátil pluma en torno al Eros, al feminismo, a
las marcas y desgarros de la historia, a la recomposición por la vía del recuerdo. Autora de
libros que ya son clásicos y siempre se están leyendo y redescubriendo cual “escritora oculta”, la
autora de Canon de alcoba, En estado de memoria y Yo nunca te prometí la eternidad postula en un
breve “Decálogo” escrito en 2000: “No escribas con el corsé femenino ni con el masculino; déjala
ser (a la escritura)”. Y seguidamente: “No escribas con los corsés de los otros géneros: novela,
cuento, poesía, ensayo, etc., déjala ser (a la letra) en los etcéteras”.
Tununa ¿cuál es el origen del libro?
–Fue Facundo Giuliano el que me convocó para armar El vuelo de la pluma. Recoge varias notas,
artículos y textos que publiqué a lo largo del tiempo. Una sección de la revista fem., y cosas
como una entrevista a Saramago. Hubo vía libre para armar lo que mejor le pareció.
Sorprenden gratamente, entre otras cosas, la amplia variedad temática de las notas y la
relación que se manifiesta entre periodismo y literatura.
–Periodismo y literatura siempre estuvieron conectados. No hacía yo demasiado
discernimiento. La cosa periodística se daba especialmente cuando tenía que entrevistar, o
cuando tenía que “salir” dentro de mí, para ver lo que pensaban otros, como Saramago, o
Chavela Vargas, por ejemplo. Digamos que la entrevista responde a mi situación de fondo,
que es que he sido periodista toda mi vida. Siempre he estado entrevistando, buscando a
gente, datos. La entrevista es algo fundamental para eso.
En la charla que hay al final del volumen entre vos y el equipo de edición del libro, se te
califica de “pensadora-intelectual”, cosa perfectamente lógica por la dimensión
ensayística y teórica que se encuentra en muchos textos. ¿Qué opinas de esta categoría?
–Me sorprende nuevamente el planteo. Pero evidentemente, si hablamos de escritura alguien
siempre tiene que ser pensador; no se puede ser un escritor “en bruto”, sin un contexto, un
universo que lo recubre. Yo pienso que como escritora he estado marcada por experiencias de
tipo académicas, universitarias, y las veces en las que estuve “a la inversa”, como cuando yo
daba clases en Francia, por ejemplo. Es intercambiable, digamos, la situación. De pronto soy
más pasiva, y en otro momento soy más abierta, más creativa, más protagonista de una
situación, ya sea de enseñanza o de comunicación; lo que sería el periodismo.
Te pregunto por tus artículos en la revista fem., teniendo en cuenta que ocupan bastante
más de cien páginas, el primer tercio del libro.
–Para mí fue un privilegio estar en México y haber sido convocada a pertenecer a la revista fem.,
y compartir las temáticas feministas con las compañeras de la revista, y que era un poco más
que la revista, porque era un proyecto más abierto, e incluía otros sectores y otras experiencias.
Fue muy importante porque fem. me llevó a pensar sobre esta problemática de la mujer con un
poco más de dedicación y concentración. Y eso también me abrió a un mundo de mujeres con
las que confraternicé, conviví e hicimos cosas juntas. Ya sea acompañar una huelga, o más
“recluidamente” escribir en la revista. Era un grupo que estaba despierto a todos los
movimientos de mujeres que estaban en México y en América Latina. Y eso fue muy importante
porque me mantuvo en conexión con México y América Latina a partir de esta temática de la
mujer.
¿Te convocaron desde el primer número, o fue después?
–Ya existía la revista fem., y entonces, en un momento dado, me invitaron a participar. La había
fundado gente con mucha claridad de pensamiento, entre otras Alaíde Foppa, que era una
guatemalteca que vivía en México y que tuvo sobre mí mucha influencia, porque era una mujer
muy formada, muy inteligente, y muy capaz de ligar el feminismo con la cuestión social, con las
cuestiones políticas. Era de un espíritu muy amplio, muy abierto y muy rico. Fui muy amiga de
ella, y así había otras compañeras, con las que tuve una relación muy fuerte.
Pero tu experiencia periodística comienza antes de México, acá mismo en Argentina, a
comienzos de la década de 1970 en el diario La Opinión.
–Sí. Yo estaba con Felisa Pinto, que era la jefa de una sección, que logramos que se llamara “La
mujer”, porque creo que más bien nos querían poner en cualquier otra cosa.
¿Hacer recetas de cocina y cosas así?
–Aunque también hacíamos recetas (risas). Pero siempre con algún giro, con alguna vuelta…
Pero sí. Para mí eso fue muy importante. Porque entrar a trabajar en un periódico era toda una
experiencia. Y sobre todo porque Felisa tenía un espíritu muy abierto, y bueno: convocaba a
mucha gente. Entre otras personas, a Manuel Puig. Manuel estaba muy vinculado con ella. Ya en
esa época empecé a tener una relación muy fuerte con él, hasta que se murió. Y cuando vino
Perón, a Ezeiza, yo quise ir. Entonces había que inventar un argumento. Decirle a Timmerman
que yo iba a Ezeiza ¿pero para qué? Entonces se le ocurrió a Felisa decirle que yo iba a ir
“buscando la iconografía del peronismo”. Que iba con esa misión. Y efectivamente fui a Ezeiza.
Fue una cosa…
De llegar y rajar.
–Estuve en todo. Cuando se armó el “lío”. Cuando tuvimos que tirarnos cuerpo a tierra. El
regreso fue muy difícil. ¿En qué regresábamos? En ese momento estaba Lilia Ferreyra que era
compañera nuestra pero que ahí, en ese momento, tuvo un papel importantísimo, porque ella
tomó la decisión, para que pudiéramos regresar, de tomar un ómnibus que estaba ahí. Fue y
directamente le dijo al chofer: “Usted se baja, porque nosotras vamos a volver". Tomó una
decisión muy fuerte. Ya se sabía quién era ella, de valiente y de arrojada.
Para vos podría haber habido una continuidad de esa experiencia en la Argentina, de ir
modificando y ampliando los temas y tipos de notas en el diario, el nombre de la sección,
pero la dictadura y el exilio cortaron todo.
–Sí, claro. Nuestra sección con Felisa era “de la mujer”. Después en México ya tuve contactos
con las feministas y la relación fue diferente. Aquí era muy incipiente todo. Y además la realidad
política y social siempre te obligaba a estar en una dimensión que era más jugada en términos
políticos que la cosa feminista propiamente dicha. Fueron años muy intensos.
Se aprecia esa intensidad, ya que a una problemática específica como el aborto se suman
otras experiencias, como una huelga de hambre de mujeres con sus hijos en Bolivia, o el
relato de un sindicato de “empleadas domésticas” que surge en Perú.
–Yo si ahora estuviera expuesta a situaciones de ese tipo, estaría impregnándome de ellas,
produciendo periodísticamente. Lo que pasa es que ahora estoy aislada, no tengo contacto con
la comunidad. Pero sí: mi tendencia natural es hablar de política y de la realidad social en todo
momento, desde que empecé a hacer periodismo. Hoy hay un periodismo feminista,
indudablemente. Habría que ver qué temáticas toca.
Te pregunto por Chavela Vargas. Le hacés preguntas de fibra íntima. Como sus victorias y
derrotas en el amor. Hay un diálogo intenso, que además se reproduce por primera vez
completo.
–Bueno, desde el momento en que se hizo presente la figura de Chavela, la pregunta era “¿Qué
habías hecho?”. No había estado en las portadas. Y contó. Recuerdo que esa aparición de
Chavela fue en el espacio de un grupo que hacía música, que tenía alguna difusión, en donde
había gente muy valiosa en su campo. Ya fueran músicas, escritoras. Y ahí apareció Chavela. Y
bueno, me pareció que era una nota fundamental. En ese momento yo estaba haciendo notas
para Vogue, y dijeron que sí cuando la propuse. “Sí, por supuesto”. Después le perdí la pista.
Cuando yo me fui de México, todos esos personajes se fugaron. No tuve más contacto con ella.
Mi recuerdo de la charla es que fue muy amena, con ella muy locuaz y directa.
¿Y algún recuerdo de tu charla con Saramago?
–Creo que el diálogo lo hicimos donde él vivía. En Lanzarotte. Nosotros estuvimos ahí, con Noé
fuimos y en un momento dado dije: “Le voy a hacer una entrevista a Saramago”. Eso fue muy
amistoso, porque estábamos viviendo ahí. Era algo muy natural la relación con Saramago. Creo
que él logró decirme muchas cosas.
¿Cómo estás sobrellevando la pandemia? ¿Lecturas, planes actuales?
–En lectura, estoy con un libro de Guillermo Saccomanno. Que son diálogos con Fernanda
García Lao, su compañera. Recién lo he comenzado. Y tengo este otro de él, Soy la peste. Y estoy
un poco atribulada por la muerte de Juan Forn. Eso me llevó a buscar artículos y cosas de Juan.
Yo era bastante amiga de él, y me parece tan injusto, tan insoportable la muerte de él, un tipo
joven, que apenas tenía sesenta años. Eso me ha dolido mucho estos días. Y la otra pérdida es
la de Horacio González. Así que estamos de duelo. Pero Juan, sobre todo, conmigo, tenía una
relación muy particular. Fue una vez a Córdoba, coincidimos ahí, porque él tenía relación en La
Cumbre con alguna gente –o había vivido ahí, o había pasado una temporada cuando era
chico–, y pasamos unos días lindísimos, donde él recuperó el espacio, estuvo conectado con el
pueblo, y muy contento de recuperar cosas de cuando era adolescente. Fue muy lindo ese
encuentro de Juan con La Cumbre. Y en relación a los planes, tengo en camino un libro sobre la
lectura. Está un poco verde todavía, pero tiene ya una sustancia como para continuar. En ese
libro recupero situaciones de lectura de cuando era chica, del entorno, de las personas que me
rodeaban. Un mundo de libros. Mi padre, las casas donde vivíamos, y cómo pesaban las
bibliotecas. Es decir, una reconstrucción del mundo, situándome exclusivamente en el tema
“lecturas”.
¿De tus lecturas en particular?
Sí. Y de “la lectura” en general. Voy a seguir con eso ahora.
>El decálogo de Tununa Mercado
Borrar todos los decálogos y empezar desde cero.
La silla debe ser recta, de 46 cm, y la mesa de 70.
Templar el rumor de la computadora al encenderse.
Probar los sistemas de seguridad.
Borrar el comando F7 de ortografía y gramática.
Eliminar el solitario de Accesorios-Juegos.
Echar al asistente.
Entrar en la dimensión de la luz.
Trazar la línea del horizonte.
No dejarse amilanar por el Fatal Error.
Deshacer escritura sin piedad.
Aguantarse el "Imposible rehacer".
Acostúmbrate a tu aldea: no porque quieras pintarla pintarás el mundo.
No escribas para concursos.
No escribas con el corsé femenino ni con el masculino; déjala ser (a la escritura)
No escribas con los corsés de los otros géneros: novela, cuento, poesía, ensayo, etc, déjala ser (a
la letra) en los etcéteras.
No pases todo el tiempo contando las líneas ni el número de páginas ni la cantidad de palabras;
abandónate a la sorpresa de haber engordado sin pensar lo que comías.
No estés imprimiendo todo el tiempo, esas páginas prematuras se vuelven hojas muertas.
No andes contando por ahí que estás escribiendo "la novela" o "el libro".
Si después de tantos requisitos persistes, y aun subsistes a pesar de los bloqueos, señal de que
eres pertinaz y de que habrá recompensa, Adelántate unas casillas.
México me entró por los oídos, por los ojos, por el olfato; sentí como un enmoramiento, una
excitación, como un Eros que se despertó viniendo yo de un territorio de muerte.
Aprendí a tejer… metáfora con el escribir
Solo a través de la escritura que la liberación de la mujer será más real
En estado de memoria porque es algo más complejo que contar una historia. Reproducir la
experiencia interior de todo lo que implica el exilio… no puede hacer nada, la tarea más trivial sin
recordar a algo o alguien que quedó atrás (sea en Francia o México). Cómo el presente siempre está
cargado con alguna cosa que nos hace recordar a alguien.
Siempre estoy en estado de memoria, comparando, contrastando. Es una decisión deliberada. Lo
más sano es tratar de olvidar, desconectar, ella elige esta intranquilidad, recordar constantemente, no
renunciar a esa memoria, es resistir. El día que no pase por esa experiencia dolorosa se habrá
dejado ganar por la insignificancia.
“Reírse en un país es incluso más fuerte que llorar, y más fuerte aún reírse después de haber
llorado”
Pone el acento en detalles que nosotros podemos pasar por alto. Esa conexión es emocional,
biográfica, corporal, física y política.
El exilio por un extrañamiento interno, no es afuera, es adentro. Es una suerte de fenomenología del
exilio. Hay una dislocación insalvable, tanto con el país al que se llega, como cuando uno vuelve.
En estado de memoria era escrito desde el reencuentro con Argentina, el no encontrar lo que uno
había dejado, ese shock, lo hice en ese libro.
Quisiste rescatar a esos escritores que llamaste “atípicos” que fueron verdaderamente emblemáticos.
Bonino, Luiy, Filloy, Baron Bisa, personajes trágicos cordobeses. Ellos tienen un principio de
ruptura, de incomodidad, incomodidad con una sociedad muy pacata, muy mezquina
Tradujiste Con Trotsky de Prinkipo a Coyacan de Jean Van Heijenoort la biografía de los siete de
Trotsky en México, el secretario y guardaspladas de él . Había hecho una traducción de Octubre.
Eisenstein. Le pagaron con tres tomos de Trosky y su biografía.