JIMENA ISABEL GODOY FAJARDO
Magistrada ponente
SL4386-2021
Radicación n.° 74428
Acta 36
SENTENCIA DE INSTANCIA
Bogotá, D. C., veintinueve (29) de septiembre de dos
mil veintiuno (2021).
La Sala procede a proferir SENTENCIA DE
INSTANCIA en el proceso ordinario adelantado por
NOHELIA DE JESÚS BEDOYA AGUDELO contra el
MUNICIPIO DE TITIRIBÍ.
I. ANTECEDENTES
En el presente proceso la Corte en sentencia CSJ
SL4226-2020, CASÓ la proferida el 12 de febrero de 2016,
por la Sala Laboral del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Antioquia.
Para mejor proveer se dispuso oficiar al Municipio de
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Titiribí para que certificara la totalidad de pagos efectuados
a Noelia de Jesús Bedoya Agudelo, por cualquier concepto,
en el periodo comprendido entre el 25 de julio de 1988 y el
30 de noviembre de 2012; a la Administradora Colombiana
de Pensiones, para que hiciera constar si la demandante,
estuvo afiliada a esa entidad; y a la UGPP, con el propósito
de que, certificara si la promotora del litigio “acredita
afiliación a alguna administradora de pensiones, bien sea la
del régimen de prima media o del régimen de ahorro
individual”.
Colpensiones, a través de la Gerencia de Gestión de la
Información, contestó que “Consultadas las bases de datos
no se encontró información de aportes ni novedades
laborales bajo el número de cédula de ciudadanía:
22141704, por tanto, “no se genera historia laboral bajo este
número de identificación”. (f.°63)
La misma entidad atrás aludida, a través de la
Dirección de Afiliación, manifestó que “No se encuentra
registro de Afiliación para la señora NOHELIA DE JESÚS
BEDOYA AGUDELO (…) Así mismo, tampoco se evidencian
aportes, pagos o periodos de cotización”. (f.°65)
El Municipio de Titiribí, de acuerdo a lo solicitado allegó
planillas de algunos pagos efectuados a la actora por
concepto de “jornales” en el programa de restaurantes
escolares, y en el oficio remisorio anotó que “Es de anotar,
que el Municipio de Titiribí no está certificado en materia
educativa, por lo tanto los docentes y directivos docentes
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(rectores) pertenecen al departamento de Antioquia, quien
resulta ser la autoridad nominadora del personal para todos
los efectos legales” (f.°70 a 127)
La UGPP, explicó que había dado traslado al Ministerio
de Salud de los requerimientos (f.°129 a 130). Esta última
entidad, contestó que consultó la Base de Datos del Registro
único de Afiliados RUAF, donde aparece la actora como
afiliada al sistema de salud desde 17 de noviembre de 2017 y
al sistema de pensiones “No se han reportado afiliaciones a
esta persona” (140 a 140 Vto).
En otro documento remitido por la misma cartera
ministerial, el 9 de julio de 2021, hace constar que, según el
mismo sistema de información, a la actora le fue reconocida
pensión de sobrevivientes por parte de Colpensiones,
mediante resolución 6 de septiembre de 2017. (f.°151 y 151
Vto).
De las respuestas dadas, se corrió traslado a las partes.
El apoderado de la accionante, en el mismo escrito se
pronunció respecto de lo contestado por Colpensiones, la
UGPP y el Municipio de Titiribí, en síntesis, dijo que se
corroboraba que la entidad territorial, en calidad de
empleador, no cumplió con la obligación de afiliarla al
sistema de seguridad social. En relación con las misivas que
allegó la entidad territorial, adujo que, de mala fe, no certifica
el total de tiempos laborados, sino que remite unos cuadros
de liquidación y pago de jornales que ya estaban en el
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expediente, sin embargo, son prueba de que incluso sí estuvo
en la nómina del Municipio. (f.°136 a 137).
De la respuesta que dio el Ministerio de Salud, el
apoderado de la accionante, reiteró que el Municipio de
Titiribí, no cumplió con la obligación de afiliarla al sistema de
seguridad social y agregó que, aunque en el informe de
“consulta RUAF”, figuraba que recibía pensión de
sobrevivientes, la misma era compatible con la solicitada por
el tiempo de servicios de más de 30 años.
II. CONSIDERACIONES
El sentenciador de primer grado, luego de enunciar la
prueba testimonial concluyó que aunque estaba acreditada
la prestación personal del servicio por parte de Nohelia De
Jesús Bedoya Agudelo, pues ella “siempre estaba al frente
del restaurante”, sin embargo las sumas que durante años
le pagaron, no eran equiparables al elemento salarial, toda
vez, que provenían de las familias de los estudiantes; y
tampoco halló la subordinación, debido a que “si bien, el
rector y otras personas aparecían, en labores de vigilancia y
supervisión” e impartieron directrices, “no aparecen como
legítimos superiores jerárquicos o funcionales” de la actora.
Para concluir dijo que, aunque “es una pena, ver esta
situación, tantos años sacrificándose esta dama, pero al
parecer se dio (sic) errores de todas las partes al no haber
aclarado previamente y reconocido dicha relación”.
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La apelante insiste en que, con sustento en los
testimonios, incluso los que comparecieron a instancia de la
llamada a juicio, estaba probado el elemento de
subordinación. Agrega que el elemento salarial, se
encuentra también presente, por ende, todo estaba dado
para considerar que la demandante fue una “funcionaria de
hecho”.
Teniendo en cuenta lo planteado en la alzada, se
procede a examinar la prueba testimonial y documental,
para corroborar si, como lo dice, se equivocó el juzgador
plural, especialmente en el punto de no encontrar
demostrada la subordinación.
Inicialmente acudió a declarar Luís Gonzalo Granados
Restrepo, quien dijo que había fungido como Rector del
Colegio Benjamín Camargo, desde el 2006 y que para aquel
momento la accionante se encontraba prestando sus
servicios en la institución educativa, como “manipuladora
de alimentos”. Describió el contexto en el que se desarrolló
el vínculo, para lo cual narró que el suministro de alimentos
para los alumnos se presenta dentro del programa PAE
(Plan de Alimentación Escolar), para que los estudiantes no
abandonen el sistema educativo y que el programa había
tomado ese nombre “aproximadamente hace 2 años”.
Adujo que no había ningún tipo de vinculación laboral,
con quien asumiera la función de “manipuladora”, pues lo
que usualmente se hacía era que, en la asamblea de padres
de familia, se extendía la invitación para que alguien
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colaborara en ese proceso de preparación de alimentos, sin
un vínculo, sin un salario, era solo una colaboración, y sin
horario, por cuanto solo debía preparar el alimento.
Dijo que cuando llegó al colegio, en calidad de Rector,
en el año 2006, ya se encontraba Nohelia como
manipuladora, quien recibía $150 por cada almuerzo,
dinero que era suministrado por los padres de familia, toda
vez, que de lo pagado por ellos, una parte se destinaba al
gas, al aseo y otra parte para ella, sin embargo no era fijo
ese estipendio, por cuanto en ocasiones los padres tenían
problemas económicos.
Refirió que en un tiempo se acordó, que Nohelia
Bedoya se “autopagara”, del dinero de los aportantes, pero
ante el desorden que se generó la secretaria del colegio
asumió la función de manejar los recursos y sufragar los
servicios. También aludió que, para efectos de la actividad
que cumplía la actora, se designaba un veedor, pero el
mismo no daba órdenes.
Insistió en que no había un horario, por cuanto lo
relevante era que, en la hora de los descansos pedagógicos
entregara los alimentos a los alumnos, y luego de hacer el
aseo se podía ir. Apuntó que la accionante, debió efectuar
cursos para la manipulación de los alimentos que
“sanidad” exigía. Al concluir mencionó que, finalizado el
2012, no se volvió a llamar para la actividad debido a una
“serie de comentarios y yo opte que no permaneciera más en
la institución”.
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La testigo Miriam de Jesús Álvarez, relató que ella, fue
docente en la escuela, aproximadamente durante 30 años,
por cuanto llegó al centro educativo en 1978 y Nohelia
Bedoya ya estaba ahí como manipuladora de los alimentos.
Adujo que a la accionante le correspondía, “hacer las
medias mañanas, el almuerzo”, que llegaba
aproximadamente a las 6:30 a.m., pues debía adelantar las
comidas y era la última en irse aproximadamente a las 6:00
p.m.
Aseveró que el Rector del colegio era quien daba
órdenes y fijaba el horario a Nohelia Bedoya, especialmente
a través de una profesora que designaba como encargada
del restaurante. Narró que ese profesor que el Rector
eligiera como encargado, era quien cobraba la cuota del
restaurante y de esos recursos, el 50% lo destinaba a pagar
a la manipuladora, el 25% iba para el municipio y el
restante 25% para comprar el gas y útiles de aseo, aunque
en una época el propio municipio fue quien remuneró a la
accionante. Agregó que los utensilios para las funciones
que desplegó la actora, algunos los daba el Municipio y
otros eran adquiridos por el colegio.
Al ser interrogada sobre eventuales permisos, expuso
que en ese evento lo autorizaba el Rector, pero que la
demandante nunca faltó a su labor y si llegaba a estar
enferma avisaba. Expuso que, el control del restaurante
también lo ejercía, en materia de sanidad e higiene, una
funcionaria del Municipio.
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La declarante Blanca Muriel Orozco, dijo que fue
docente desde 1983, desde ese momento conoció a Nohelia
Bedoya, quien era manipuladora de alimentos en los
“últimos años”, pues con anterioridad se encargaba de
atender a los niños de primaria y secundaria y recibir los
alimentos en cualquier momento del día que llegaran.
Relató que, la accionante, atendía eventos del colegio, como
por ejemplo, cuando llegaban visitas de otros estudiantes a
hacer encuentros con los niños de la institución y con los
sacerdotes de la diócesis. Afirmó que las órdenes para que
atendiera esos “eventos”, provenían de rector, quien
también actuaba a través de la secretaria del colegio o de
un coordinador.
Contó que sí cumplió horario, por cuanto los docentes
comenzaban a las 8 a.m., y cuando llegaban ella ya estaba
ahí y era la última en irse de la sede de la institución, a las
“4, 5, 6, 7 de la noche”, por cual tenía llaves de la
institución, para abrir y cerrar cuando se retirara. Refirió
que, por delegación del Rector, una profesora ejercía la
supervisión de las tareas que desarrollaba la manipuladora
de alimentos.
Respecto de la remuneración, declaró que de las
sumas que los estudiantes pagaban se remuneraban los
servicios d de la manipuladora. Dijo que, aunque
inicialmente Bienestar Familiar, había orientado que el
restaurante fuera manejado por la asociación de padres,
terminó esa actividad siendo dirigida por el colegio. Al
concluir mencionó que, Nohelia Bedoya era llamada todos
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los años para la función del restaurante, por cuanto ningún
padre de familia se ofreció para colaborar en esa tarea.
La testigo Alba Luz Agudelo, expresó que cuando se
vinculó al colegio en el año 2000, Nohelia Bedoya se
encontraba en la institución, en el cargo de manipuladora
de alimentos del restaurante escolar, tenía como funciones
la preparación de los refrigerios que se servía a los niños. Al
ser preguntada por el horario de la demandante, expuso
que cuando ella llegaba a las 7 a.m., Nohelia Bedoya ya
estaba ahí, y desconocía la hora de salida. Aseveró que, si la
mencionada señora no podía acudir, enviaba a la sobrina y
que nunca la vio sola en el desarrollo de la actividad, sino
con la sobrina.
Sobre la supervisión del restaurante escolar y de la
actora, contó que había un docente que era designado por
el rector, para que asumiera esa función, controlara que se
sirviera el refrigerio a la hora y de acuerdo a una “minuta”.
Los utensilios para la actividad los suministraba el
colegio, y la accionante recibía cada 15 días un estipendio,
pero desconocía el monto y que no era “remuneración”, sino
que se trataba de una bonificación, derivada de la
“colaboración” que Bedoya Agudelo prestaba a la
institución.
Así mismo, se presentó a declarar Yadira Alexandra
Gómez, Secretaria del claustro educativo, enunció que para
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efectos de la atención del restaurante escolar se postulaban
los padres de familia y se determinaba quién prestaría la
colaboración en esa tarea. Manifestó que Bedoya Agudelo
no tenía horario, por cuanto solo se encontraba
determinada la hora del refrigerio, pero la accionante era
quien decidía a qué hora llegaba y el momento de irse.
Al ser preguntada sobre las eventuales orientaciones
que ella en su condición de secretaria del colegio daba a
Bedoya Agudelo, dijo que estaba pendiente que se
diligenciara bien la minuta, en la cual se encontraban unos
parámetros especiales para cada día y que, para
ausentarse, quien daba el permiso era el rector.
En lo concerniente a la remuneración, dijo que del
aporte de cada estudiante se pagaba a la manipuladora,
“hace unos 4 años”, $100,000 la quincena, pero se trataba
de un “incentivo”, y enunció que ese monto era acordado
entre “el rector y la manipuladora”, cuando hacía falta
dinero se le pagaba una parte y luego el saldo. Así mismo,
adujo que, los utensilios para el trabajo eran del colegio.
Al compendiar lo narrado por los testigos se tiene que,
la accionante era la encargada del restaurante escolar,
proyecto que inicialmente se esperó que fuera manejado por
la asociación de padres de familia, pero que en realidad
fueron las directivas de la institución, de manera particular
el Rector, quien asumió la dirección del mismo y delegaba a
un docente para que ejerciera la supervisión y a la
Secretaria del Colegio, esta última era además quien
efectuaba un pago quincenal a la demandante.
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Se infiere que sí había subordinación, que se ejercía en
ocasiones directamente por el Rector y de manera cotidiana,
a través del docente que periódicamente éste designaba, o
por la secretaria del colegio, quienes se encargaban que la
accionante cumpliera los parámetros de la minuta
respectiva y los alimentos se sirvieran en las horas
establecidas, además respecto de la vigilancia periódica de
las autoridades de sanidad del Municipio y el cumplimiento
de horario por parte de la actora.
En relación con esto último, es decir el horario,
aunque el rector del colegio y la secretaria del mismo, se
esforzaron en desvirtuarlo, para lo cual adujeron que el
mismo no existía, pues la actividad se limitaba a preparar y
servir los alimentos, el mismo no solo sí existía, sino que la
misma función desplegada, implicaba disponibilidad plena,
desde tempranas horas de la mañana, dado que los
refrigerios se debían preparar para los descansos
pedagógicos y luego el almuerzo de los estudiantes e incluso
esperar en las tardes que llegará el mercado.
Además que todos los declarantes, excepto el rector y
la Secretaria del colegio, explicaron cómo la accionante era
la primera en llegar a la institución y la última en irse, con
plena disponibilidad para la tarea encomendada, pues como
se mencionó, no solo era preparar los alimentos, sino
realizar el aseo respectivo de su punto de trabajo, recibir el
mercado e incluso una de las declarantes (Blanca Muriel
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Orozco), que dijo que trabajó en el colegio desde 1983,
contó que Bedoya Agudelo atendía por orden del rector los
eventos que se realizaran en el centro educativo. Era tal el
grado de disponibilidad de la demandante, que según lo
dicho por la testigo antes mencionada, tenía llaves del
claustro, lo que no puede pensarse que fuera posible sin la
anuencia del rector.
Aunque el director de la institución, la secretaria y la
docente Alba Luz Agudelo, trataron de narrar que la actora
no era una trabajadora, sino que se trataba de una simple
colaboración voluntaria, sin salario, sino que se pagaba una
bonificación, y que incluso en las reuniones de padres de
familia se hacía la invitación a que los mismos asumieran
esa función, sin embargo, quedó claro que ningún padre
quiso vincularse con esa gestión, por eso cada año siempre
era Bedoya Agudelo quien la asumía, se repite, desde muy
temprano y hasta tarde, con plena disponibilidad, pues así
lo imponía la función.
También quedó determinado que si necesitaba
ausentarse, la accionante debía requerir permiso al rector y
aunque la testigo Alba Luz Agudelo, trató de infirmar el
elemento intuitu personae del contrato de trabajo, para lo
cual adujo que si la demandante no podía ir simplemente
enviaba a la sobrina, no se encontró probado un solo evento
donde hubiera ocurrido esa situación, por el contrario,
Miriam de Jesús Álvarez, que dijo haber trabajado en la
institución por 30 años, desde 1978, afirmó que la
promotora del litigio nunca faltó a su trabajo.
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Como lo narró el rector de la institución educativa, la
obra que se denominó en los últimos años PAE, tenía un
propósito loable, sin embargo, esa finalidad noble para
mejorar la condición de los menores, no puede construirse
sobre la base de la trasgresión de los derechos de otras
personas, como en este evento, Bedoya Agudelo, pues la
finalidad no justifica el medio para lograrla.
En cuanto a la remuneración, sí existía, era precaria,
pero esa era la fuente de supervivencia de la actora,
ascendía a $100.000, quincenales, que fueron acordados
entre el Rector y la percutora del proceso, y aunque
proveían de los padres, ello en nada elimina el nexo de
subordinación que se detalló, ni da asidero a la tesis según
la cual se trató fue de una simple colaboración que la
demandante efectuó por más de 20 años.
Así mismo es del caso resaltar, que mientras el Rector
narró lo que vio desde el 2006 que llegó a la institución
educativa, la declarante Miriam de Jesús Álvarez, describió
en detalle el desarrollo del nexo desde 1978 y hasta el 2007,
que ella fue docente y lo mismo la Blanca Muriel Orozco que
prestó servicios desde 1983.
De todo lo dicho por los declarantes es indubitable que
Nohelia de Jesús Bedoya Agudelo, sí prestó sus servicios
subordinados en el colegio Benjamín Correa Álvarez del
Municipio de Titiribí.
En lo que atañe a los extremos temporales, la
declarante Miriam de Jesús Álvarez, describió que en 1978
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cuando ella llegó como profesora, Bedoya Agudelo ya se
encontraba en el claustro educativo; Blanca Muriel Orozco,
llegó en 1983, adujo que para aquel entonces, la actora se
encontraba en la institución educativa, sin embargo, en la
demanda se afirma que los servicios los prestó desde 1988,
lo que eventualmente podría ser un lapsus, pues las dos
declarantes atrás mencionadas coincidieron en observar
que prestaba sus servicios con anterioridad a esta última
anualidad, sin embargo, dado que en el libelo gestor, se
reitera que la fecha inicial fue 25 de julio de 1988, se tendrá
esta última.
De la fecha final, el Rector narró que terminado el año
2012, no volvió a prestar sus servicios, por tanto, se tendrá
como fecha de culminación de la actividad el 30 de
noviembre de 2012, según lo solicitado en la demanda, es
decir, prestó en total 24 años, 4 meses y 5 días, de
servicios.
Para corroborar lo explicado, es preponderante acudir
también a las pruebas documentales, en las que se halla:
En el folio 18 (cuaderno principal), se aprecia
certificado del 26 de marzo de 2012, en el que el Alcalde del
Municipio de Titiribí, enuncia que la demandante “laboro
(sic) para el Municipio de Titiribí 123 días como obrero raso” y
en el folio 20 a 21 (cuaderno principal), en misiva suscrita
por la Auxiliar Administrativa de Archivo Municipal, se
reitera que prestó sus servicios de “obrero raso”, y aparecen
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tiempos de servicios interrumpidos desde 1988 y hasta
1994.
Lo anterior se encuentra complementado por las
documentales que, con ocasión de la solicitud de esta Sala,
remitió el Municipio de Titiribí (f.°71 a 126 Vto, cuaderno
Corte), en las que se observan diferentes órdenes de pago de
la administración municipal, todas firmadas por el Alcalde,
en las que se sufragaron dineros a favor del “Programa
RESTAURANTE ESCOLAR”, y se detalla que es para pagar
“(…) los trabajadores que figuran en el cuadro anterior”,
dentro de los cuales se encuentra la accionante.
En estas documentales, se encuentran pagos de
diversos periodos discontinuos, desde el 25 de julio de
1988, hasta 4 de septiembre de 1994; en todas se identifica
a Nohelia Bedoya, como “obrero raso” y se sufraga el
“jornal”, cada una de esas documentales con la respectiva
firma del Alcalde Municipal, con destino al remunerar los
servicios del restaurante escolar.
Lo precedente, unido a las declaraciones analizadas,
sirve para corroborar que la accionante sí prestó sus
servicios en el restaurante escolar del Colegio Municipal,
actividad que no era ajena, ni desconocida para la entidad
territorial, quien incluso le dio la denominación de “Obrero
raso” y fue el propio Alcalde Municipal, quien rubricó las
planillas donde aparece la accionante en esa condición y
autorizó los pagos.
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Se aclara que, aunque los periodos que allí aparecen,
como se describió, son interrumpidos o discontinuos, estas
pruebas al analizarse de manera armónica con las
testimoniales, permiten arribar a la tesis aludida, según la
cual, Bedoya Agudelo prestó sus servicios subordinados en
la institución educativa desde el 25 de julio de 1988 y hasta
30 de noviembre de 2012.
Estando determinado lo anterior, la primera
pretensión que se aprecia, se centra en que se declare “una
relación de carácter laboral” desde el 25 de julio de 1988 y
hasta el 30 de noviembre de 2012. De cara a esta petición,
debe subrayarse, que los servicios prestados, no fueron en
calidad de trabajador oficial, por cuanto las funciones que
desempeñó en la entidad territorial, no son atinentes a la
construcción y sostenimiento de obra pública, como lo
explicó esta Corporación en providencia CSJ SL9, mar.
2001, rad. 14869.
No obstante lo precedente, aunque el nexo no es
propio de un trabajador oficial, en esta oportunidad, ello no
constituye argumento para absolver, pues como se explicó
al resolver el recurso de casación y ahora se reitera, en este
caso, la demanda tuvo un largo trasegar, pues fue
presentada inicialmente ante la Jurisdicción de lo
Contencioso Administrativo, de donde fue remitida a la
Jurisdicción Ordinaria, quien a su vez la envió de nuevo a
la Jurisdicción de lo Contencioso Administrativo y
finalmente el Consejo Superior de la Judicatura, definió el
conflicto negativo de jurisdicción, en el sentido de adscribir
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el conocimiento a la Jurisdicción Ordinaria en su
especialidad laboral.
Con sustento en lo anterior, al estar corroborada la
prestación de servicios subordinados desde el 25 de julio de
1988 al 30 de noviembre de 2012, en funciones que no se
adecúan a las propias de un trabajador oficial, sin embargo,
actuó en el cargo de “obrero raso”, según lo certificó el
Municipio de Titiribí y bajo subordinación jurídica, tal y
como se expuso, por tanto, estaríamos ante lo que se ha
denominado un funcionario de hecho. Al respecto el
Consejo de Estado, Sección Segunda Subsección A, en fallo
del 3 de diciembre de 2020, proferido en el proceso radicado
1414-17, explicó:
Esta subsección en oportunidades anteriores 1 ha definido la
calidad de empleado público como aquella persona que es
designada «para ejercer un empleo y que haya tomado la
posesión del mismo.
(…)
Pese a lo expuesto en líneas anteriores, existe otra forma de
vinculación a la administración, excepcional, y que se configura
en virtud de una investidura irregular, esto es, cuando una
persona, sin cumplir con los requisitos previstos por la Ley,
desempeña funciones públicas como si fuese un verdadero
funcionario.
Frente a tal situación, esta Corporación ha sostenido que los
requisitos esenciales para que se configure una relación laboral
con un funcionario de hecho son: i) que existe de iure el cargo; y
ii) que la función ejercida irregularmente, se haga de la misma
forma y apariencia como la hubiera desempeñado una persona
designada regularmente.2
1
Véase la sentencia del 13 de febrero de 2014, expediente: 1943-12, consejero Ponente: Luis Rafael Vergara
Quintero
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De igual manera, se ha considerado que dicha figura puede
darse cuando una persona ejerce funciones públicas con la
anuencia y permiso de las autoridades encargadas de controlar e
impedir esta clase de situaciones y quienes permiten el ejercicio
irregular de una investidura, por circunstancias de facto, no
previstas en la ley. En todo caso, el trabajo prestado en tales
condiciones, debe ser objeto de protección a través del principio
de la realidad sobre las formas.3
(…)
Además, se requiere probar que su actividad en la entidad haya
sido personal, permanente y que por dicha labor haya recibido
una remuneración o pago y, además, debe probar que en la
relación con el empleador exista subordinación o dependencia,
situación entendida como aquella facultad para exigir al servidor
público el cumplimiento de órdenes en cualquier momento, en
cuanto al modo, tiempo o cantidad de trabajo, la cual debe
mantenerse por todo el tiempo de duración del vínculo4.
Se considera que, según lo analizado a partir de las
pruebas documentales y testimoniales, la accionante sí
fungió como funcionaria de hecho del Municipio de Titiribí,
entre el 25 de julio de 1988 y el 30 de noviembre de 2012,
es decir, 24 años, 4 meses y 5 días.
Como complemento de lo inmediatamente analizado,
es importante destacar, que la tesis del Contencioso
Administrativo sobre el “funcionario de hecho”, ha sido
estructurada a partir del artículo 53 del CP e incluso el
artículo 23 del CST5, normas que no son ajenas a esta
jurisdicción, por el contrario, son de uso cotidiano, para
arribar por esta vía a dar preponderancia a la primacía de
2
Consejo de Estado, Sección Segunda. Consejera Ponente: Bertha Lucía Ramírez de Páez. Sentencia del 9 de
junio de 2011. Radicación: 85001-23-31-000-2005-00571-01 (1457-08).
3
Ídem.
4
Véase la sentencia del 24 de enero de 2019, expediente 1150-14, consejero Ponente: Cesar Palomino Cortes
5
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Segunda, Subsección B, Rad. 4863-2010, del
27 de mayo de 2021
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la realidad, que fue lo que precisamente se estudió en la
causa sub examine.
Decantado lo anterior, estando determinada la calidad
de funcionaria por más de 20 años, para efectos de la
reclamación pensional, se encuentra que la accionante, está
cobijada por el régimen de transición, pues según el registro
civil obrante a folio 16, nació el 12 de diciembre de 1952, lo
que implica que para la entrada en vigencia de la Ley 100
de 1993, en el ámbito territorial, tenía más de 35 años de
edad, en consecuencia, el régimen aplicable es el de la Ley
33 de 1985.
Siguiendo el mandato de la anterior norma, la pensión
fue causada el 25 de julio de 2008, calenda en la cual
acreditó 20 años de servicios y más de 55 años de edad, sin
embargo, trabajó hasta el 30 de noviembre de 2012, como
se explicó, por ende, le asiste derecho a la pensión de
jubilación a partir del 1 de diciembre del mismo año, sin
que se encuentre prescrita mesada alguna, por cuanto:
Elevó solicitud de conciliación administrativa ante la
Procuraduría General de la Nación el 5 de marzo de 2012
(f.°27); radicó la demanda ante el Contencioso
Administrativo el 10 de mayo de 2012 (f.°30); el Juzgado 17
Administrativo del Circuito de Medellín en providencia del
18 de mayo de 2012, declaró la falta de jurisdicción y
decidió remitir el caso al “Juzgado Civil (sic) del Circuito de
Titiribí” (f.°41 a 42); el Juzgado Promiscuo del Circuito de
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Titiribí, en providencia del 15 de noviembre de 2013 (f.°45 a
50), dispuso rechazar la demanda por “falta de
competencia” y ordenó el envío a la jurisdicción de lo
contencioso administrativo; el Juzgado Once Administrativo
de Medellín, el 14 de julio de 2014, propuso conflicto
negativo de competencia (f.°72 a 73); el Consejo Superior de
la Judicatura, Sala Jurisdiccional Disciplinaria, el 10 de
septiembre de 2014 (f.°4 a 13), resolvió que el conocimiento
correspondía a la jurisdicción ordinaria; y el 1 de diciembre
de 2014, el Juzgado Promiscuo de Titiribí acató la decisión
atrás aludida e inició el trámite procesal.
Este recuento permite vislumbrar que, la solicitud de
conciliación fue radicada incluso antes de terminar el
vínculo y durante el largo trasegar por los diversos
despachos judiciales, operó la suspensión de la misma, por
ende, no prescribió ninguna mesada. En cuanto al IBL para
calcular la pensión, como devengó una suma inferior al
salario mínimo legal mensual vigente, de aplicarse la tasa
de reemplazo de la Ley 33 de 1985, es evidente que se
obtendría una suma inferior al ingreso mínimo legal, por
tanto, se tendrá como mesada pensional, a partir del 1 de
diciembre de 2012 el mínimo legal de esa calenda, es decir
$589.500, que se irá ajustando cada año, así:
Desde Hasta No. Pagos Valor mesada Total
1/12/2012 31/12/2012 1 $566.700 $566.700
1/01/2013 31/12/2013 14 $589.500 $8.253.000
1/01/2014 31/12/2014 14 $616.000 $8.624.000
1/01/2015 31/12/2015 14 $644.350 $9.020.900
1/01/2016 31/12/2016 14 $689.455 $9.652.370
1/01/2017 31/12/2017 14 $737.717 $10.328.038
1/01/2018 31/12/2018 14 $781.242 $10.937.388
1/01/2019 31/12/2019 14 $828. 116 $11.593.624
1/01/2020 31/12/2020 14 $877.803 $12.289.242
1/01/2021 31/12/2021 9 $908.526 $8.176.734
SCLAJPT-10 V.00
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Radicación n.° 74428
De acuerdo con el cálculo precedente, por mesadas
pensionales adeuda el Municipio de Titiribí, a 30 de
septiembre del corriente año, la suma de $89.441.996.
En cuanto a los intereses previstos en el art. 141 de la
Ley 100 de 1993, los mismos no tienen el carácter de
sanción, sino que su finalidad es resarcir a quienes
cumplieron los requisitos para acceder al derecho, sin
embargo, dadas las características particulares del presente
litigio, atendiendo que la condenada se sustenta en la
inferencia de la calidad de funcionaria de hecho, a la que se
arribó con soporte en la tesis jurisprudencial vista, se
estima que no es procedente la condena por este concepto,
por lo que se absolverá y en su lugar se impartirá condena
por indexación.
Si bien dicho ajuste no hizo parte de las pretensiones
del escrito inicial, lo cierto es que su imposición oficiosa es
viable comoquiera que la indexación no comporta una
condena adicional a la requerida (sentencia CSJ SL359-
2021 reiterada en la SL859-2021). Lo precedente, de
acuerdo con la siguiente fórmula:
VA = VH x IPC Final
IPC Inicial
Donde:
VA = Valor actualizado
VH = Valor histórico que corresponde a la suma a indexar
IPC Final = Índice de Precios al Consumidor del mes en que se
haga efectivo el pago de lo adeudado
SCLAJPT-10 V.00
21
Radicación n.° 74428
IPC Inicial = Índice de Precios al Consumidor del mes en que se
causa cada mesada pensional.
En lo que concierne a la pretensión de indemnización
por despido sin justa causa, como se estudió, no existió un
acto jurídico contractual que de viabilidad a la misma; de
igual manera, el despido no fue acreditado, pues desde la
demanda inicial se hizo alusión a que “desde el 30 de
Noviembre de 2012 no volvieron a llamar a la señora (…)”, es
decir, no hubo un acto de despido, como ella misma lo
confesó en el interrogatorio de parte, por tanto, no tiene
asidero esta petición.
En armonía con lo analizado, se declararán no
probadas las excepciones propuestas, que fueron, la de
prescripción, y las que denominó, inexistencia de la
obligación de reconocer pensión de jubilación, buena fe e
imposibilidad de condena en costas.
Costas en ambas instancias a cargo de la llamada a
juicio.
En mérito de lo expuesto la Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Laboral, administrando Justicia
en nombre de la República de Colombia y por autoridad de
la Ley,
III. RESUELVE
SCLAJPT-10 V.00
22
Radicación n.° 74428
REVOCAR la sentencia proferida por el Juzgado
Promiscuo del Circuito de Titiribí, el 15 de septiembre de
2015, en su lugar se dispone:
PRIMERO: CONDENAR al Municipio de Titiribí, a
reconocer a NOHELIA DE JESÚS BEDOYA AGUDELO, a la
pensión vitalicia de jubilación, a partir del 1 de diciembre
de 2012, en cuantía inicial de $566.700, con los
correspondientes ajustes legales anuales, en catorce
mensualidades por año.
SEGUNDO: DECLARAR no probadas las excepciones
de prescripción, y las que denominó, inexistencia de la
obligación de reconocer pensión de jubilación, buena fe e
imposibilidad de condena en costas.
TERCERO: CONDENAR al Municipio de Titiribí, a
pagar a NOHELIA DE JESÚS BEDOYA AGUDELO, el
retroactivo de las mesadas adeudadas, que a la fecha de
esta sentencia se ha liquidado, por valor de $89.441.996 y,
las que se sigan causando de forma vitalicia.
CUARTO: CONDENAR a la indexación de los
anteriores conceptos de acuerdo con lo explicado en la parte
motiva.
Costas, como se dijo.
Cópiese, notifíquese, publíquese, cúmplase y
devuélvase el expediente al tribunal de origen.
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Radicación n.° 74428
DONALD JOSÉ DIX PONNEFZ
JIMENA ISABEL GODOY FAJARDO
JORGE PRADA SÁNCHEZ
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