Antropología del diseño-Resumen
Julieta Sorbera 2020
Contribuciones para una antropología del diseño
El diseño es fundamentalmente una prótesis, para multiplicar nuestras capacidades, subsanar
nuestras carencias, cualquiera sean éstas.
El diseño no es solamente un útil atractivo, es la expansión de las fronteras de nuestro cuerpo y
mente hacía aquello que por naturaleza nos está aparentemente vedado.
Sujeto al objeto: objetos rituales
Cuando una persona de untaba con pintura ocre y vestía con prendas rojas, era más que un
individuo atraviado de rojos, era en realidad un hombre rojo, es decir, un brujo.
De acuerdo con el contexto ritual, pasamos de un objeto a otro, y cada uno sirve como refuerzo,
como indicador, como eje sobre el que giran pautas y habilidades, concepciones del mundo y
vínculos con la otredad y nosotros mismos.
Inseguros, maniáticos, enfermos, irracionales… No son éstas más que algunas clasificaciones
sociales para lo inusual, que es también lo posible y se esconde en el bies de la norma y la
costumbre. Todos somos atípicos y todos sostenemos a través del uso de ciertos objetos nuestra
“patología” mental. Toda patología de la mente tiene sustento en tres problemas mayores: el
idealismo, el dogmatismo y la racionalización.
La sociedad, como agrupación ideal, quiere saberse idéntica; para ello sacrifica la personalidad,
establece la media, y nos hace sentir mortificados con aquello y aquellos que se separan de la
media. Al masificar lo que considera idéntico (como ocurre con los productos), la sociedad solo
reproduce un promedio de nuestras capacidades con las tendencias que señala la norma.
Objetos separados del sujeto
La ciencia occidental se fundó sobre la eliminación positivista del sujeto a partir de la idea de que
los objetos, al existir independientemente del sujeto, podrían ser observados y explicados en tanto
tales.
Ilusión de abundancia y pobreza
Ciertos objetos producen la ilusión de seguridad y amparo, de abundancia, progreso y opulencia-
introducida por los políticos y algunas instituciones-; los hay también capaces de lo contrario:
diseños que llevan adherida la idea de inseguridad, de marginación o de pobreza.
Objetos y vinculaciones espirituales
Todas las cosas pueden ser “lugares de adherencia”, “lugares de retención” o “habitáculos” para la
fuerza vital.
“…consiste, sobre todo, en una mezcla de vínculos espirituales entre las cosas que en alguna
medida son almas, y entre los individuos o grupos que de alguna forma interactúan como cosas”
Que difícil es entender a los hombres y a las mujeres si por ellos hablan tan solo los objetos.
Primero separamos al mundo, luego dimos a los objetos el papel protagónico, dada su aparente
estabilidad, su existencia neutral más allá de las opiniones y sentimientos; ahora descubrimos que
ellos no eran tan imparciales, que si naturaleza es la de prescribir un manejo y un sentido capaces
de diluir nuestra voluntad.
Decía Silvio Manuel, brujo del clan del nagual de Don Juan: “no me agarro ya de nada para así no
tener nada que defender”. El objeto aquí ya no sujeta.
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Alguna vez, sujeto y objeto eran un continuo sin énfasis, sin dictaduras: tan solo vínculo temporal
entre un deseo y una prótesis; una metáfora materializada en un diseño, dónde es posible el diálogo
sin abuso de dos “almas”.
Uso-utensilio-usuario: la conciencia participativa.
Estos grupos consideraban algunos objetos como inertes y otros objetos como animados, solo
aquellos que tenían cualidades inusuales o que se comportaban de forma impredecible o
misteriosa.
Una de las manifestaciones más comunes del animismo se da cuando utilizamos por primera vez
un objeto con el que no estamos muy familiarizados. Es común entonces atribuirle cualidades que
“expliquen” sus primeras resistencias a nuestro uso. Sin embargo, aún cuando logramos finalmente
dominar su manipulación y podemos describir muchas de sus propiedades físicas, límites y
potencialidades, persiste la percepción de que el objeto posee o puede poseer atributos más allá
de sus características materiales: lo que hacemos es cargarlo de sentidos, asignarle un carácter
propio y, con él, un alma.
Ni almas, ni sujetos, ni objetos, aunque sean los personales, son el argumento de ésta historia. La
trama se centra en la existencia de un proceso- en los mamíferos superiores a través del
pensamiento- que permite crear vínculos entre los objetos y los usuarios; vínculos capaces de
sostener la confrontación y, en su caso, aprovechar el encuentro.
Morris Berman llama a este vínculo conciencia participativa y lo describe como: un estado de
conciencia en el que se rompe la dicotomía sujeto/objeto y la persona se siente identificada con lo
que está percibiendo.
El objeto, como prótesis, se convierte temporalmente en extensión real de nuestro cuerpo; y
también, por momentos, aquello sobre lo que actúa se diluye de la atención y se integra en unidad
con el utensilio y el usuario.
El objeto: un espacio cualificado
Hay muchas maneras de dividir el espacio, puesto que el espacio en si no está dividido. Si aparece
ante nosotros parcelado es porque caracterizamos límites para los objetos que lo ocupan. Un objeto
es un espacio cualificado. Los espacios y los bordes entre entidades son producciones culturales.
Los límites pueden parecer continuos o discretos, e incluso no ser perceptibles para algunos; todo
depende del nivel de resolución que adoptemos para hablar de las cosas y el contexto en que las
ubiquemos.
Si pensamos que la sartén tiene que adecuarse a las características y el tamaño del alimento que
se pretende cocinar, a la forma de los quemadores de cierto tipo de cocina, a un modo de cocción,
a un modo peculiar de manipulación, a un sistema de almacenado, etc. Los límites externos, las
dimensiones de la esfera virtual de un objeto comienzan en él y atraviesan muchos diseños hasta
terminar dónde otros objetos, eventos y seres determinan partes de su función y las posibilidades
reales de su uso.
El “trago” como medida está vinculado a contextos, tiempos, otros objetos, y estados de ánimo; la
dimensión de un trago (y sus efectos) depende de más cosas que solo la cantidad de alcohol
administrada. El objeto es forzado a convertirse en un estándar; sin embargo, como tal, es relativo;
es una calificación, una medida, una norma circunstancial.
Menos compleja en apariencia y más de orden tecnológico, ergonómico y material, es la
comprensión de los límites “internos” de un diseño: la dimensión material del objeto, incluida
cualquier extensión física que lo conecten con otros que lo complementen.
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De nuevo, las restricciones dimensionales del orden cultural se deslizan al interior de la lista de
variables que determinan, ahora, los límites “internos” de un diseño. Extensiones virtuales y reales
que son para unos, no son las mismas para otros; las dimensiones materiales y mentales que
percibimos y juzgamos adecuadas en un momento y en un contexto, cambian en otros.
Factores de orden físico, biológico y mental:
1. Las características antropométricas del usuario y sus destrezas: aquellas que le
permiten la manipulación del objeto y son de orden psicomotor.
2. Las características de la materia sobre la que actúa: por ejemplo, el tipo de líquido
utilizado en un recipiente determina si este es una taza, un tazón, una tacita, un vaso,
una copa, etc.
3. Las más importantes: las habilidades de orden cognoscitivo y los hábitos del usuario
como individuo y como miembro de una comunidad específica (con sus verdades y
sus creencias).
Áreas de pautas, arquetipos y metáforas. Síntesis objeto.
El objeto es un espacio cualificado. Está categorización considera a un diseño cualquiera como una
entidad discernible, cargada de atributos, relativa y vinculada externa e internamente, a través de
sus partes o componentes a otros objetos u eventos.