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Agu Trot

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Nota del autor Hace algunos afios, cuando mis hijos eran pe- quefios, soliamos tener una o dos tortugas en el jardin. En aquellos tiempos era corriente ver alguna tortuga doméstica arrastrdndose por el césped de la casa o en el patio de atras. Se po- dian comprar muy baratas en cualquier tienda de animales y eran, probablemente, los menos molestos de todos los animales favoritos de los niftos, y completamente inofensivas. Las tortugas solian legar a Inglaterra a mi- llares, embaladas en cajas, y procedian casi siempre del norte de Africa. Pero no hace mu- chos afios se promulgé una ley que declaré ile- gal traer tortugas al pais. Eso no se hizo para io 10 protegernos. Las tortuguitas no representaban un peligro para nadie. Se hizo simplemente por consideracién hacia las propias tortugas. Lo que pasaba era que los comerciantes que las traian solian meterlas a la fuerza, a centenares, en las cajas de embalaje, sin comida ni bebida y en con- diciones tan horribles que muchisimas de ellas se mortan durante el viaje por mar. De modo que, para impedir que aquella crueldad conti- nuara, el Gobierno prohibié todo el negocio. Lo que van a leer en este cuento ocurrié en los tiempos en que cualquiera podia ir y com- prar una tortuguita preciosa en una tienda de animales. El senior Hoppy vivia en un pisito en lo alto de un elevado edificio de cemento. Vivia solo, Siempre habia sido un hombre solita- rio, y ahora que estaba jubilado se encontra- ba mas solo que nunca. En la vida del sefior Hoppy habia dos amores. Uno eran las flores que cultivaba en su balcén. Crecian en macetas, cajas y ces- tos, y el balconcito se convertia en verano en un derroche de colores. El segundo amor del senor Hoppy era un secreto que solo él sabia. El balcon que habia inmediatamente de- bajo del balcén del sefior Hoppy sobresalia del edificio bastante més que el suyo, de forma que podia ver siempre muy bien lo que pasaba alli debajo. Aquel balcon per- tenecia a una atractiva sefiora de mediana edad Iamada sefiora Silver. Era viuda y vi- via también sola. Y, aunque ella no lo sabia, era objeto del secreto amor del sefior Hoppy. Este levaba muchos atios amandola desde su balcén, pero era un hombre muy timido y nunca se habia atrevido a hacerle la menor insinuaci6n de su amor. Todas las mafianas, el sefior Hoppy y la sefiora Silver sostenian una educada con- versacién, él mirando hacia abajo desde arriba y ella’ mirando hacia arriba desde abajo, pero eso era lo nico que pasaba. Es posible que la distancia entre sus balcones no fuera mas que de unos metros, pero al sefior Hoppy le parecia de millones de ki- lometros. Tenia muchas ganas de invitar a la sefiora Silver a tomar un té con galletas, pero le faltaba el valor. Como ya he dicho, era un hombre muy timido. «Ay, si por lo menos —solia decirse—, si por lo menos pudiera hacer algo estupen- do como salvarle la vida o rescatarla de una Pandilla de maleantes armados, si por lo menos pudiera realizar alguna hazafia que me convirtiera en héroe a sus ojos. Si por lo menos...», Lo malo de la sefiora Silver era que daba todo su amor a otro, y ese otro era una tor- tuguita Hamada Alfie. Todos los dias, cuan- do el sefior Hoppy se asomaba al balcon y la veia susurrando a Alfie palabras carifiosas y acaricidndole el caparazén, se sentia absur- damente celoso. Ni siquiera le hubiese im- portado convertirse en tortuga si ello hubie- ra hecho que la sefiora Silver le acariciase el caparaz6n todas las mafanas, susurrandole palabras carifiosas. Alfie Ievaba afios con la sefiora Silver y vivia en su balc6n verano e invierno. Habia tablas en los lados del balcén, para que Al- fie pudiera andar por alli sin caerse por el borde, y en una esquina habia una casita en la que podia meterse todas las noches para estar calentita. Cuando en noviembre llegaba el tiempo mas frio, la sefiora Silver llenaba la casa de Alfie de heno seco, y la tortuga se metia dentro y se enterraba profundamente en el heno para dormir durante meses de un tirén, sin comida ni bebida. Eso se llama hibernar. A principios de primavera, cuando Alfie sentia a través de su caparazén que el tiempo era més célido, se despertaba y salia muy des- pacio de su casa al balcén. Y la sefiora Silver palmoteaba de jubilo, gritando: «Bienvenida, carifio! ;Cudnto te he echado de menos!». En momentos como ese el sefior Hoppy de- seaba mas que nunca poder cambiarse por Alfie y convertirse en tortuga. ed proretadon de par sma{v- Y ahora llega- $ mos a una her- jee, mosa mafiana i oe de mayo en que ocurrié algo que 20 cambié y Ile- né realmente de excitacién la vida del senor 4 Hoppy. Fue cuando TH estaba inclinado sobre la Z% JZ % barandilla del balcén viendo ala “Mo sefiora Silver dar de desayunar a Alfie. —Toma este cogollito de lechuga, amor —decia ella—. Y esta rodajita de tomate fresco y esta ramita de apio tierno. —Buenos dias, seriora Silver —dijo el sefior Hoppy—. Alfie tiene muy buen aspecto esta mafiana, —iA que es preciosa! —dijo ella, miran- dola con expresién radiante. —Preciosisima —dijo el sefior Hoppy sin conviccién. Y juego, observando el rostro sonriente de la sefiora Silver que lo miraba a su vez, pens6 por milésima vez en lo guapa que ella era, lo encantadora y bondadosa y amable, y el corazén le dolié de tanto amor. —Me gustaria tanto que creciera un poco més deprisa —decia la sefiora Silver—. ‘Todas las primave- ras, cuando se des- pierta de su suefio invernal, la peso eu. TCE x, jj CRS ED. enlabascula dela (<4 cocina. jY en estos once afios que la tengo no ha ganado més que cien gramos! {No es casi nada! —,Cudnto pesa ahora? —pregunto el se- hor Hoppy. —Solo cuatrocientos —respondié ella—. Casi como un pomelo. —Bueno, las tortugas crecen muy despa- cio —dijo el sefor Hoppy solemnemente—. Pero viven cien afios. —Lo sé —dijo la sefiora Silver—. Pero me gustaria tanto que se hiciera un poquito ma- yor. Es tan chiquitaja. —A mi me parece muy bien tal como es —dijo el seior Hoppy. 24 S: Ee Rae wm probleme — Qué va, nada de muy bien! —exclamé la sefiora Silver—. jImaginese cémo debe de sentirse siendo tan poquita cosa! Todo el mundo quiere crecer. —Le gustaria realmente que se hiciera mayor, gno? —dijo él y, mientras lo decia, su cerebro hizo de pronto «clic» y una idea se precipité en su cabeza. —jClaro que me gustaria! —exclamé la se~ fora Silver—. ;Daria cualquier cosa porque cre- ciera! jPero si he visto fotos de tortugas gigan- tes tan enormes que la gente se puede subir encima! (Si oO Alfie las viera se moriria de envidial El cerebro del sefior Hoppy daba vueltas como una peonza. jAlli tenia, sin lu- gar a dudas, su gran oportunidad! «Aprovéchala —se dijo—. jApro- véchala corriendo!», ee Proc —Seiiora Silver —dijo—. La verdad es que sé como hacer que las tortugas crez- can mas deprisa, si eso es lo que realmente quiere. —;De veras? —exclamé ella—. jDigame- lo, por favor! 2A lo mejor es que no le doy de comer las cosas que le convienen? —Hace tiempo trabajé en el norte de Africa —conté él—. De alli es de donde vienen todas las tortugas de Inglaterra, y un beduino de una tribu me revelé su se- creto. —jDigamelo! —exclamé la sefiora Sil- ver—. ;Se lo ruego, sefior Hoppy! Seré siem- pre su esclava. = Aloir las palabras «seré siempre su escla- va», el sefior Hoppy sintié un escalofrio de excitacién. —Espere —dijo—. Voy a entrar para es- cribirle algo. Al cabo de unos minutos, el sefior Hoppy estaba de vuelta en el balcén con un papel en la mano. —Se lo bajaré con una cuerda —dijo— para que no se vuele, Ahi va. La sefiora Silver cogié el papel y lo sostu- vo ante sus ojos. Lo que leyé fue esto. 28 AGU TROT, AGU TROT, jETZAH ROYAM, ROYAM! jECERC, ETAHCNIH, EBUS! jETATNAVEL! |ETALFNI! |EDNEICSA! jELLUGNE! jAPMAZ! |ETARROF! ;AGART! jADROGNE, AGU TROT, ADROGNE! jETALLORRASED, ETALLORRASED! jEMOC NU NOTNOM! —Es verdad —dijo ella. —También las demés palabras est4n es- critas al revés —dijo el sefior Hoppy—. Si ue les da la vuelta para ponerlas en lenguaje humano, no dicen més que: TORTUGA, TORTUGA, jHAZTE MAYOR, MAYOR! jCRECE, HiNCHATE, SUBE! \LEVANTATE! j[NFLATE! |ASCIENDE! \ENGULLE! |ZAMPA! |FORRATE! {TRAGA! jENGORDA, TORTUGA, ENGORDA! iDESARROLLATE, DESARROLLATE! ;COME UN MONTON! —{Qué significa esto? —pregunts ella—. Es otro lenguaje? —Es lenguaje de tortuga —dijo el sefior Hoppy—. Las tortugas son animales muy enrevesados. Por eso solo entienden las pa- labras escritas al revés. Es légico, sno? —Supongo que si —dijo la sefiora Silver, perpleja. La sefiora Silver examiné mas atenta- mente las palabras del papel. —Agu Trot no es mas que tortuga al re- vés —dijo el sefior Hoppy—. Mire. No esté mal —dijo el sefior Hoppy—. Pero trate de darle algo mas de expresién euando se lo diga a Alfie. Si lo hace como es de- bido, le apuesto lo que quiera a que, dentro de ‘unos meses, serd el doble de grande que ahora. —Lo intentaré —dijo la sefiora Silver—. Intentaré lo que sea. Claro que si. Pero no puedo creer que dé resultado. —Ya vera —dijo el sefior Hoppy, son- riéndole. 30 —Creo que tiene raz6n —dijo—. Qué in- teligente. Pero hay muchas palabras que co- mienzan por «eta», ¢Quieren decir algo? —«Bta» es una palabra muy fuerte en cualquier idioma —dijo el sefior Hoppy—, especialmente en el de las tortugas. Lo que tiene que hacer, sefiora Silver, es ponerse a Alfie ante los ojos y susurrarle esas palabras tres veces al dia: por la mafiana, al mediodia y por la noche. Vamos a ver cémo lo hace. Muy despacio y tropezando un poco en aquellas palabras tan raras, la sefiora Silver ley6 en voz alta todo el texto escrito en len- guaje de tortuga. 31 Otra vez en su piso, el sefior Hoppy sen- cillamente temblaba de excitacién. No hacia més que repetirse: «Seré siempre su escla- va». (Qué maravilla! Pero habia que hacer atin muchas cosas para que eso sucediera. Los tinicos muebles que habia en su sa- loncito eran una mesa y dos sillas. Trasladé las sillas al dormitorio. Luego salié, compré una gran lona y la extendio por el suelo del sal6n para proteger la moqueta. Después cogié la guia de teléfonos y ano- to la direccién de todas las tiendas de ani- males de la ciudad. Habia catorce en total. Necesité dos dias para visitar todas las. tiendas de animales y elegir sus tortugas. Queria muchas, por lo menos cien, tal vez mds. Y tenia que elegirlas con mucho cuidado. Para ustedes y para mi no hay gran dife- rencia entre una tortuga y otra. Solo se dis- tinguen por el tamatio y el color del capara- On. Alfie tenia un caparazén que tiraba a 34 oscuro, por lo que el sefior Hoppy eligié solo tortugas de caparazén oscuro para su gran coleccién. El tamaiio, desde luego, era lo mas impor- tante. El sefior Hoppy eligio tortugas de to- dos los tamafios, algunas que pesaban solo algo mas que los cuatrocientos gramos de Alfie, otras que pesaban mucho mis, pero ninguna que pesara menos. —Deles hojas de col —Ie decian los due- fios de las tiendas—. No necesitan otra cosa. Y un cacharro con agua. Cuando terminé, el sefior Hoppy, arras- J tlistintos tamajfios, unas caminando lenta- trado por su entusiasmo, habia comprado nada menos que ciento cuarenta tortugas, y se las lev a casa en cestos, de diez en diez y de quince en quince. Tuvo que hacer muchos viajes y estaba totalmente agotado al termi- 36 nar, pero habia valido la pena. jVaya si habia valido la pena! jY qué aspecto tan sorpren- dente tenia su salén cuando estuvieron to- das reunidas! El suelo hervia de tortugas de mente y explorando, otras mordisqueando hojas de col, otras bebiendo agua de un gran plato poco profundo. Hacian un suavisimo ruido crujiente al moverse por la lona, pero nada mas. El sefior Hoppy tenia que abrir- se camino de puntillas cuidadosamente por aquel mar ondulante de caparazones pardos cuando atravesaba la habitacién(Pero ya) hasta. Jenia que continuar su trabajo. 37 La sefiora Silver no trabajaba todo el dia. Lo hacia de doce a cinco de la tarde los dias labo- yables en una tienda de periddicos y caramelos. Liso facilitaba mucho las cosas al sefior Hoppy. De modo que, aquella primera tarde exci- tante, después de comprobar que ella se habia do a trabajar, el sefior Hoppy salié al balcén armado de su largo tubo de metal. Lo llamaba gu cazatortugas. Se incliné sobre la barandilla y bajo el tubo hasta el balcén de la sefiora Sil- ver. A un lado, Alfie tomaba el palido sol. —Hola, Alfie —dijo el sefor Hoppy—. Vas a dar un paseito. Movié el cazatortugas hasta que estyfo 41 Cincuenta gramos no es mucho. Es me- nos de lo que pesa un huevo de gallina mas bien pequefio. Pero, ya saben, lo importan- te de su plan era cerciorarse de que la nue- va tortuga era mayor que Alfie, pero solo un poquitin mayor. La diferencia tenia que ser tan pequefia que la sefiora Silver no la 43 notara. El senior Hoppy iz6 a Alfie hasta su balcén. Fue facil. El sefior Hoppy pesé a Alfie en la bascu- la de su cocina para comprobar que los cua- trocientos gramos que habia dicho la sefiora Silver eran exactos. Lo eran. Luego, agarrando a Alfie, se abrié paso cuidadosamente por su enorme coleccién de tortugas hasta encontrar una que, en pri- mer lugar, tuviera el caparazén del mismo color que Alfie y, en segundo, pesara exacta- mente cincuenta gramos mas. 44 Con aquella enorme coleccién, al sefior Hoppy no le result6 dificil encontrar exac- tamente la tortuga que queria. Queria una que pesara exactamente cuatrocientos cin- cuenta gramos en su bascula de cocina, ni més ni menos. Cuando la encontré, la puso en la mesa al lado de Alfie e incluso a él le resulté dificil ver que una era mds grande que la otra. Pero lo era. Cincuenta gramos més grande. Era la Tortuga n° 2. El sefior Hoppy sacé la Tortuga n.° 2 al balcén y la sujeté con las pinzas de su caza- tortugas. Luego la bajé al balcén de la sefio- ra Silver, dejandola al lado de una preciosa hoja de lechuga fresca. La Tortuga n° 2 no habia comido nun- ca antes hojas de lechuga jugosas y tiernas. Solo hojas de col rancias y gruesas. Le en- canté la lechuga y empez6 a darle bocados ¢on entusiasmo. Siguieron dos horas de bastante nervio- sismo esperando a que la sefiora Silver vol- viera del trabajo. 45 46 éNotaria alguna diferencia entre la nue- va tortuga y Alfie? Iba a ser un momento de tensi6n. La sefora Silver se dirigié rapidamente al balcén y al verla exclamé: —jAlfie, carifio! Ya ha vuelto mamita! {Me has echado de menos? El sefior Hoppy, mirando por encima de la barandilla, pero bien escondido detras de dos enormes macetas de plantas, contuvo el aliento. La nueva tortuga seguia tirndole boca- dos a la lechuga. —Vaya, Alfie, hoy pareces muy ham- brienta —decia la sefiora Silver—. Deben de ser las palabras magicas del sefior Hoppy que te he estado susurrando. El seftor Hoppy la vio levantar la tortuga y acariciarle el caparaz6n. Luego ella se sacé del bolsillo la hoja del sefior Hoppy y, soste- niendo a la tortuga muy cerca de sus ojos, le susurré: 47 AGU TROT, AGU TROT, jETZAH ROYAM, ROYAM! jECERC, ETAHCNIH, EBUS! iETATNAVEL! |ETALENI! |EDNEICSA! iELLUGNE! ;APMAZ! jETARROF! |AGART! jADROGNE, AGU TROT, ADROGNE! jETALLORRASED, ETALLORRASED! jEMOC NU NOTNOM! El sefior Hoppy Qs sont ig bap. entre el follaje y SC“ grité: cr Buenas tardes, sefiora Silver. «Como esté Alfie? —Oh, muy bien —dijo ella, Jevantando la vista radiante—. jY se le est4 abriendo tanto el apetito! jNunca la habia visto co- mer asi! Deben de ser las palabras magicas. __Nunca se sabe —dijo el sefior Hoppy misterioso—. Nunca se sabe. 49 50 El sefior Hoppy espers siete dias enteros antes de actuar otra vez, Enla tarde del séptimo dia, cuando la se- fora Silver estaba trabajando, el sefior Ho- Ppy iz6 la Tortuga n.° 2 del balcén de abajo y la meti6 en su salén. Lan 2 pesaba exac- tamente cuatrocientos cincuenta gramos. E] Sefior Hoppy tenia que encontrar ahora otra que pesara exactamente quinientos gramos: cincuenta mas, En su enorme coleccién encontré facil- mente una tortuga de quinientos gramos y otra vez se cercioré de que el color de los ca- Parazones era el mismo. Luego bajé la Tor- tuga n.° 3 al balcén de la sefiora Silver. Como habran adivinado ya, el secreto del sefior Hoppy era muy sencillo. Si un animal crece suficientemente despacio —quiero de- cir realmente muy despacio—, no se nota que haya crecido nada, sobre todo si uno lo ve todos los dias. Lo mismo ocurre con los nifios. La ver- dad es que crecen todas las semanas, pero sus madres no lo notan hasta que la ropa se les queda chica. : —Despacio, funciona —dijo el sefior Ho- ppy—- No hay que apresurarse. Las cosas ocurrieron asi en las ocho se- manas siguientes. Alprincipio ALFIE: 400 gramos 51 Al terminar la séptima semana ToRTUGA N- 8: 750 gramos Alfie pesaba 400 gramos, La Tortuga n° 8, setecientos cincuenta, Muy despacio, a lo largo de siete semanas, el tamafio del animalito de la sefiora Silver se habia dupli- cado casi sin que la buena sefiora hubiera notado nada, Hasta al sefior Hoppy, que miraba por encima de su barandilla, la Tortuga n° 8 le Parecia muy grande. Era sorprendente que la sefiora Silver apenas hubiera notado nada durante aquella gran operacion. Solo una vez habia levantado la vista y habia es —Sabe, sefior Hoppy, creo que estd cre- ciendo un poquito. Qué le parece? —Yo no veo mucha diferencia —habia respondido él sin darle importancia. ss 56 Pero tal vez habia llegado el momento de hacer una pausa, y aquella tarde el senor Hoppy estaba a punto de salir y sugerir ala Sefiora Silver que pesara a Alfie, cuando un Brito de sobresalto que venia del balcon de abajo lo hizo salir, —iMire! —gritaba la sefiora Silver—, iAlfie es demasiado grande para entrar por la puerta de su casita! ;Debe de haber creci- do muchisimo! La sefiora Silver lo hizo y, medio minuto més tarde, estaba de vuelta sosteniendo la tortuga con las dos manos, balanceandola itando: sobre su cabeza y gritan —{Sabe una cosa, sefior Hoppy? ¢Sabe una cosa? ;Pesa setecientos cincuenta ae Ms dos veces mayor de lo que era! jAy, carifio! —exclamé, acariciando a la tortuga—. {Qué chicarrona més enorme! |Fijate en lo que ha i fi il hecho contigo el sefior Hoppy! El sefior Hoppy se sintié de pronto muy —Pésela —dijo terminantemente el senior Hoppy—. Llévela dentro y pésela enseguida, valiente. 58 —Setiora Silver —dijo—. jLe importaria que bajara un momento a su balcon para te- ner un ratito a Alfie? —iClaro que no! —exclamé ella—. Baje ahora mismo, El sefior Hoppy bajé las escaleras corrien- do y la setiora Silver le abrié la puerta. Jun- tos salieron al balcén. —iMfrela! —le dijo orgullosa. espléndida? —Ahora es una tortuga de muy buen ta- matio —dijo el serior Hoppy. —iY ha sido usted quien lo ha hecho! —exclamé la mujer—. jEs usted realmente Prodigioso! Pero ¢qué voy a hacer con su ca- sita? Tiene que tener una casa donde pasar la noche, y ahora no pasa por la puerta, Los dos estaban en el balcon mirando a la tortuga, que trataba de entrar en su casa haciendo fuerza. Pero era una tortuga de- masiado grande. . gNo es 60 —Tendré que ensanchar la puerta —dijo la sefiora Silver, —No lo haga —dijo el sefior Hoppy—. No destroce esa casa tan bonita. Después de todo, Alfie solo necesita ser un poqui- tin mas pequefia Para poder entrar sin di- ficultad. —& cémo se va a volver mas pequefia? —pregunts la sefiora Silver, —Eso es facil —dijo el sefior Hoppy—. Cam- bie las palabras mégicas. En lugar de decirle que se haga mayor y mayor, digale que se haga un poco menor. Pero en lenguaje de tortuga, claro. — funcionara? —Claro que funcionaré. —Digame exactamente lo que tengo que 61 decir, sevior Hoppy. El sefior Hoppy sacé un pedazo de papel yun lapiz y escribio: AGU TROT, AGU TROT, ETZAH SAM ATINEUQEP, SAM ATINEUQEP. —Eso bastaré —dijo, dandole el papel. —No me importa intentarlo —contesto ella—. Pero una cosa: no quiero que se vuel- va otra vez tan chiquitaja. —No se volver, sefiora, no se volvera Digaselo solo esta —dijo el sefior Hoppy—. 62 noche y mariana por la mafiana, y a ver qué pasa. Tal vez haya suerte, —Si funciona —contest6 ella, tocandole suavemente el brazo—, es que es usted el hombre mis inteligente del mundo. A la tarde siguiente, tan pronto como la Sefiora Silver se fue a trabajar, el sevior Hoppy iz6 la tortuga del balcon de ella y la metié en su piso. Todo lo que tenia que hacer era en- contrar otra que fuera un pelin més peque- fia, de forma que pasara apenas por la puerta de la casita. Eligio una y la bajé con su cazatortugas. Luego, sin soltarla, probé si pasaba por la puertecita. No pasaba. Eligio otra. La probé igualmente. Pasaba muy bien. Estupendo. Deposité la tortuga 63 en el centro del balcén, al lado de un her- moso pedazo de lechuga, y entré en su piso para esperar la vuelta de la sefiora Silver. ‘Aquella tarde, el senor Hoppy estaba re- gando sus plantas del balcOn cuando de re- pente oyé los gritos agudos de excitacion de la sefiora Silver. Seftor Hoppy! Seftor Hoppy! Donde esta? —gritaba—. jMire! El sefior Hoppy asomé la cabeza por la barandilla y dijo: —jQué pasa? —jAy, sefior Hoppy, ha funcionado! —gritaba—. ;Sus palabras magicas han cam- biado otra vez a Alfie! jAhora puede pasar por la puerta de su casita! (Es un milagro! —jLe importa que baje a echar un vista- 20? —grit6 a su vez el sefior Hoppy. 66 —iBaje enseguida, hombre! —respondio ella—. jBaje enseguida y vea el milagro que ha hecho con mi querida Alfie! El sefior Hoppy dio la vuelta y entré corriendo desde el balcén en su salon, sal- tando de puntillas como un bailarin por el mar de tortugas que cubria el suelo. Abrié de golpe la puerta y bajé los escalones de dos en dos, mientras en sus ofdos resonaban las canciones de amor de un millar de cupi- dos. «Ahora! —se decia a si mismo en voz baja—. Ahora llega el momento mas impor- tante de mi vida. jNo debo desaprovechar- lo! jNo debo desaprovecharlo! iTengo que estar muy tranquilo!». Cuando habia bajado las tres cuartas partes de los escalones vio a la sefiora Silver que estaba ya con la puerta abierta esperandolo con una ancha sonrisa en la cara. Ella le eché los brazos al cuello y m6: vs is usted realmente el hombre mas maravilloso que he conocido! jSabe hacerlo todo! Entre y deje que le prepare una taza de té. {Es lo menos que se merece! Sentado en un cémodo sillén de la sa- lita de la sefiora Silver, tomandose su té, el sefior Hoppy estaba nerviosisimo. Miré a la encantadora sefiora que se sentaba ante él y le sonrié. Ella le devolvié la son- risa. : Aquella sonrisa de ella, tan cdlida y amis- tosa, le dio de pronto el coraje que necesita- ba, y dijo: —Seriora Silver, gquerria casarse con- migo? ; —jSefior Hoppy! —exclamé ella—. jNo creia que llegaria a pedirmelo nunca! {Claro que quiero casarme con usted! El dejé su taza de té y los dos se pusieron de pie y se abrazaron tiernamente en el cen- tro de la habitacion. —Todo se lo ‘debemos a Alfie —dijo la se- fiora Silver—, un poco sin aliento. —Ala buena de Alfie —puntualizé él—. 68 Vivird siempre con nosotros. Al dia siguiente, el sefior Hoppy regalé todas sus tortugas a las tiendas de anima- les. Luego limpio su sal6n, sin dejar ni una hoja de col ni un rastro de tortuga. Unas semanas mis tarde, la sefiora Silver se convirtié en sefiora de Hoppy y los dos vivieron felices por siempre jams. L < 72 P.D.: Me imagino que se estaran pre- guntando qué pas con la pequefia Alfie, la primera tortuga de todas. Bueno, una se- mana mas tarde la compré en una de las tiendas una nifia Iamada Roberta, y se qued6 a vivir en el jardin de su casa. Todos los dias, ella le daba lechuga, rodajas de to- mate y apio tierno, y en los inviernos Alfie hibernaba en una caja Ilena de hojas secas en el cobertizo de las herramientas. Eso fue hace muchos afios. Roberta ha crecido, y ahora esta casada y tiene dos nifios. Vive en otra casa, pero Alfie sigue estando con ella, sigue siendo el animal favorito y mimado de la familia y Roberta calcula que debe de tener ya unos treinta afios. A Alfie le ha costado todo ese tiem- po hacerse dos veces mayor que cuando la tenia la sefiora Silver. Pero al fin lo ha con- seguido. Nacié en Llandaf, un pueblecito del Pas de Gales, en el seno de una familia acomodada de origen noruego, A los siete afios fue internado en un co- legio inglés, donde sufrio el rigido sistema educativo briténico que reflejaria luego en algunos de sus libros, Terminado el Bachillerato, y en contra de las recomendaciones maternas para que cursara estudios universitarios, entré a tra- bajar en Shell, la compafifa multinacional petrolifera, en Africa. En ese continente fue donde le sorpren- dio la Segunda Guerra Mundial, en la que tom6 parte. Se hizo piloto de aviacion en la Royal Air Force; fue derribado en combate, y paso seis meses hospitalizado. Después fue destinado a Londres, y en Washington empez6 a escribir sus aventuras de guerra. Su incursién en la literatura infantil es- tuvo motivada por los cuentos que narraba a sus cuatro hijos. En 1964 publica su pri- mera obra, Charlie y la fabrica de chocolate. También escribié guiones para peliculas; concibié personajes famosos como los Gre- mlins, y algunas de sus obras han sido lle- vadas al cine. Roald Dahl murié en Oxford a los 74 afios de edad. Quentin Blake Tlustrador Nacié en 1932 en la poblacién inglesa de Sid- cup. Comenzé a dibujar en sus afios de es- cuela y cuando tan solo contaba dieciséis, vio publicados sus primeros dibujos en la revista humoristica Punch. Durante sus estudios de Letras en la Universidad de Cambridge con- tinué colaborando con diferentes publicacio- nes. En 1960 aparecié su primer libro. Des- de entonces no ha parado de ilustrar libros para nifios y también para adultos, algunos de ellos escritos por él. Desde 1965 es profe- sor del Royal College of Art de Londres. Su dibujo es claramente identificable por su es- pontaneidad y aparente sencillez. Detras de su estilo fluido, esta el talento de un artista genial en el que se atinan el humor, la ternu- ray buenas dosis de provocacién y sétira. Su trabajo ha alcanzado una extraordinaria di- fusién, principalmente sus ilustraciones de los libros de Roald Dahl, tal vez el escritor para nitios y jévenes més leido y celebrado por estos en los tiltimos aiios. El propio Dahl opinaba de su amigo y colaborador: «Para mi es el mejor ilustrador de libros para nifios del mundo», COLECCION ROALD DAHL. Agu Trot Roald Dahl ‘tustraciones de Quentin Blake En la vida del sefior Hoppy hay dos amores. Uno son las flores de su balcén. El otro es su vecina, la sefiora Silver. jPero es un secreto! Ella solo esta pendiente desu” tortuga Alfie, que crece muy despacio. El sefior Hoppy quiere hacer feliz a la sefiora Silver. Qué se le habré ocurrido? Déjate sorprender por una tierna historia de amor que 7140 tortugas han hecho posible! a A ROALD {110% dels derechos de autor generados por Taventa de este libro se donard alas organizaciones Ba. (Mas informacion en el interior) www.roalddahl.com ‘SANTILLANA. raat

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