TE ENCONTRARÉ
EN BUSCA DEL HOMBRE QUE ME VIOLÓ
JOANNA CONNORS
traducción de alba ballesta
Para mis queridos Dan y Zoë,
y para Chris, que pasó por esto conmigo.
pr imer a edición : enero de 2018
título or igina l : : I Will Find You.
In Search of the Man who Raped Me
© Joanna Connors, 2016
© de la traducción, Alba Ballesta, 2018
© Errata naturae editores, 2018
c/ Doctor Fourquet 11
28012 Madrid
[email protected] www.erratanaturae.com
isbn :
978-84-16544-69-1
depósito lega l : M-334-2018
código bic : FA
im agen de cubierta : © art-4-art, Getty Images
m aquetación : A. S.
impr esión : Kadmos
impr eso en espa ña – pr inted in spa in
Los editores autorizan la reproducción de este libro, de manera total o parcial,
siempre y cuando se destine a un uso personal y no comercial.
índice
nota de la autora 11
que conste 15
si tengo que ir a la cárcel ,
te echaré de menos 53
quiero que quede escrito en mi cuerpo 77
ya no está 85
el borracho 89
no te precipites 95
le cortó la lengua 103
así es la ley 113
he hablado con johnny .
conoce a gente 121
no puedo gritarle a la almohada 131
la pregunta 141
la respuesta 151
es mejor que la tele 157
de vez en cuando pienso en cosas
demasiado terribles para contarlas 173
cruzar el límite 185
david era el mayor misterio 197
si no hubiese sido tan tonta 221
trato de borrarlo de mi memoria 235
me daban mucho miedo los hombres 245 nota de la autora
un diamante en bruto 257
la casa de la muerte 279
exhumar a dave 293
¿ por qué quieres saber más ? 303
agradecimientos 313
No sorprende que el efecto Rashomon deba su nombre a
una película sobre una violación y un asesinato. La obra
maestra de Akira Kurosawa, inspirada en el cuento de
Ryūonsuke Akutagawa, narra la historia de un violento
encuentro en el bosque a través del testimonio de cuatro
personajes. Cada uno de ellos relata una versión diferente
de lo ocurrido, incluso el samurái asesinado, que habla a
través de un médium.
El efecto Rashomon se refiere a la forma en que un
cambio de perspectiva puede alterar la memoria. Las in-
vestigaciones en neurociencia sugieren que la memoria
no es sólida. Es caprichosa y muy susceptible a la influen-
cia externa y a los cambios con cada nuevo relato.
Si se le añade un momento traumático, la memoria se
convierte en el menos fiable de todos los posibles narra-
dores de nuestro pasado.
He cotejado los recuerdos de este libro con todas las
pruebas de las que he podido disponer, entre las que se
incluyen pilas de documentos, decenas de entrevistas gra-
badas y mis propios diarios.
Sin embargo, también he confiado en mis recuerdos.
Otras personas que han vivido este trauma, como el
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leñador o la esposa en Rashomon, tienen perspectivas di-
ferentes y distintas historias que contar. Para proteger su
intimidad, he cambiado los nombres de algunas de ellas
y alterado algunos rasgos con los que se les podría iden- «No todo aquello a lo que nos enfrentamos puede cambiarse,
tificar. pero no podemos cambiar nada hasta que no nos
enfrentemos a ello».
James Baldwin
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que conste
Tenía treinta años cuando abandoné mi cuerpo por prime-
ra vez.
Cuando ocurrió, no había tomado ninguna droga, por lo
menos en los últimos dos años. Estaba sobria, trabajando, en
pleno día, y no creía en testimonios de experiencias extra-
corpóreas más de lo que creía en alguien que pudiese doblar
una cuchara con la mente.
Trabajaba para un periódico, donde lo que contaba eran
los hechos y el escepticismo resultaba fundamental, así que
traté de desarrollar el cinismo que había visto en periodistas
veteranos mientras rezaba para que nadie descubriese que
era una impostora que no tenía nada que hacer en una re-
dacción.
Acababa de mudarme de Cleveland a Minneapolis para
empezar a trabajar en The Plain Dealer, el periódico local y,
tal como proclama el lema de su portada, el diario de mayor
tirada de Ohio. Era para mí el segundo trabajo en el que daba
continuidad a la saga de la familia. Mi abuelo había trabajado
para The Knickerbocker News en Albany, Nueva York, mi padre
había sido reportero y editor del Miami Herald cuando era
pequeña, y yo había trabajado en el Minneapolis Star (ahora
conocido como Star Tribune) antes de irme a Cleveland.
15
Estuve negándome a seguir la estela de mi padre hasta Ir a trabajar a una redacción era como ir a una fiesta to-
los diecinueve años. No quería la misma profesión. Por dos los días, pero con la ropa puesta y sin la bebida ni la san-
aquel entonces él era editor de una revista y estaba con- gre. En general. Cada periódico tiene sus rencillas, cotilleos y
vencida de que me alejaría de todo lo que tuviera que ver frivolidades; la mayoría cuenta con alguna que otra historia
con mis padres y su provincianismo. Cuando iba a visitar- sobre peleas. En The Plain Dealer, aseguraban que un repor-
los, utilizaba mucho el término «burgués». Era muy joven. tero había lanzado una máquina de escribir —una eléctrica y
La única razón por la que fui a pedir trabajo al perió- pesada— contra un editor y tras eso abandonó el edificio para
dico de mi universidad fue porque mi hermana Nancy no volver nunca. Todos recuerdan la disputa, nadie el motivo.
colaboraba con ellos y me dijo que me pagarían un dólar El cinismo constituye una divisa y al mismo tiempo una
por artículo. Di con mi profesión y conocí a mi marido obligación profesional. Los periodistas no empiezan así. La
en aquella pequeña redacción en un sótano, donde des- mayoría de los que conozco fueron en su momento jóvenes
cubrí que el trabajo de periodista te lleva a lugares en los idealistas con el deseo de hacer justicia en un mundo injus-
que nunca habrías acabado de otro modo y permite que to. El cinismo se va filtrando con los años, como un ácido
te presenten a gente a quien nunca te habrías acercado que poco a poco va erosionando el idealismo, y como conse-
sin un pase de prensa. Y, lo que es mejor, los periodistas cuencia de sentirse engañado constantemente, de llamadas
saben cómo divertirse. Eso lo aprendí a una edad tempra- nunca respondidas y documentos retenidos, de atajos para
na, cuando tenía siete años y mis padres daban una fiesta conseguir una historia a tiempo.
del Miami Herald en el jardín. Me quedé despierta hasta Después de eso no creía que existiesen experiencias ex-
tarde con mi hermana, mirando a través de la ventana, tracorpóreas. Y, sin embargo, a las cuatro y media de una
observándolos beber y reír y flirtear y, cuando ya avanzó calurosa tarde de julio, en un campus universitario de Cle-
la noche, saltar desnudos a la piscina. Mis padres no se veland, Ohio, me alejé de mi cuerpo y me fui elevando cada
desnudaron, algo que habría sido demasiado perturbador vez más, hasta que llegué a planear en el aire.
recordar, pero la fiesta terminó de forma trágica, con mi Miré hacia abajo, al escenario de un pequeño teatro en
madre pisando un cristal roto y teniendo que ir al hospital el que estaba arrodillada frente a un hombre que blandía un
para que le diesen puntos. Recuerdo a uno de los hom- cuchillo grande y oxidado a la altura de mi cuello, y me obli-
bres diciendo: «Sólo voy a echarle un chorrito de ginebra, gaba a chupársela.
Susie». Mi madre, mientras tanto, gritaba: «¡No!», y todo —Chúpamela —decía, empujándome la cabeza.
el mundo se reía. Aquello me asustó y me fascinó a partes Desde ese plano cenital en las alturas, observaba con
iguales. una serenidad que nunca antes había experimentado.
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Abandonar mi cuerpo ocurrió de repente, en cuanto darios. Desde lo alto, lo aceptaba como un giro argumen-
vi mi propia sangre en mi mano. La visión de la sangre tal necesario.
me sobrecogió. No había sentido ningún corte, tan sólo No estaba triste ni asustada, flotando allá arriba. En
el frío metal en la garganta, mientras el hombre me arras- todo caso, sentía curiosidad. ¿Cómo lo haría? ¿Qué expe-
traba por el escenario, pero no sabía que la había usado rimentaría yo?
hasta que, minutos más tarde, me pasé la mano por el Supuse que la chica de rodillas estaba sola, pero pronto
cuello. Estaba pegajoso. dejaría de estarlo. Se uniría al resto de chicas a quienes han
Me miré la mano y descubrí una mancha roja. violado y luego asesinado. Quería saber si así era como se
El terror me sacudió de golpe, se deslizó por el pecho y habían sentido cuando les ocurrió a ellas. Distantes. Solas.
llegó hasta el estómago. Sentí cómo el veneno se iba pro- Flotando por encima del tiempo.
pagando de dentro afuera, por las extremidades y, luego, Todas esas muchachas encantadoras y muertas. Toda-
subía hasta la garganta. Actuaba por fases rápidas: shock, vía sigo pensando en ellas muy a menudo.
después pánico y, al final, parálisis. Publicábamos sus fotos de la graduación del instituto
Para cuando recobré la conciencia, estaba observándo- en nuestro periódico, con el rostro girado y con una lige-
me desde arriba, en lo alto del teatro, por entre las cuer- ra inclinación, según las indicaciones del fotógrafo para
das y las luces. Desde aquella posición privilegiada veía que parecieran estar mirando hacia el futuro que apenas
cómo el hombre me violaba. habían empezado a imaginar, con el pelo largo y tan bri-
Lo contemplaba con una insólita distancia. Era como llante que uno casi podía oler el champú Herbal Essences
si lo que estaba sucediendo en el escenario le pasase a otra con sólo mirarlo.
persona. Estaba viendo un thriller hollywoodiense y ha- Los editores enviaban a reporteros y fotógrafos a los
bíamos llegado a la escena de violación de marras. Eran bosques y las cunetas. Allí estaban cavando los agentes
actores; yo, el público. de policía, donde yacían aquellas jóvenes, pacientes, a la
La mujer en el escenario alzaba la vista hacia el hom- espera de ser encontradas. Los periodistas entrevistaban
bre. Se movía a cámara lenta. a las madres que expresaban a gritos su dolor mientras,
—Chúpamela —volvió a decir—. Tengo que correrme. en silencio, los maridos, conmocionados por la pérdida
Quería saber cuándo mataría a la mujer. No me pre- y la rabia, trataban de consolarlas. Los reporteros traían
guntaba si acabaría matándola, sino cuándo. Sabía que al periódico las fotos de graduación y, llegado el mo-
pasaría, del mismo modo que uno está seguro de que en mento, cubrían los juicios de los asesinos. Si llegaba el
una película asesinarán a determinados personajes secun- momento.
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Luego, una semana, un mes más tarde, las olvidába- No emprendía viajes. Si podía elegir, casi nunca salía
mos. Pasábamos a la siguiente. Siempre había una si- de casa.
guiente. No siempre había sido así. Hubo un tiempo en que
Me imaginé a todas esas jóvenes juntas, en un mismo iba a dedo a todas partes, cuando los que me rodeaban
lugar. Tal vez estuviesen viendo lo que sucedía, como yo también lo hacían, invadidos por un impulso temerario
lo hacía, y me estaban esperando. cada vez que un coche paraba y nos precipitábamos a la
puerta que se acababa de abrir sin saber quién ocuparía
el asiento del conductor. Caminaba sola por la noche, a
Esto se podría concebir como la historia de una búsque- cualquier lado, infringiendo la norma que se les enseña
da. Sin embargo, cuando todo empezó no lo percibía de a las niñas desde muy pequeñas con los cuentos de los
ese modo. Las grandes historias detectivescas giran en Hermanos Grimm: nunca te aventures sola en el bosque
torno a hombres: hombres que se dirigen a tierras desco- oscuro. A los dieciséis, decidí que esa norma no valía para
nocidas en busca de trepidantes aventuras. Los reyes y los mí. Si un hombre podía, yo también tenía que ser capaz
dioses los lanzan a la travesía, a veces hasta los obsequian de hacerlo.
con espadas mágicas. Los poetas les dedican canciones ¿Qué le ocurrió a aquella chica testaruda? Cada vez
que cuentan las hazañas de héroes que navegaban en bar- que pensaba en ella, me embargaba un sentimiento de
cos por el vinoso mar1, atravesaban montañas a lomos de melancolía. La echaba de menos.
elefantes, buscaban tesoros y rescataban a hermosas mu- Ahora me asustaba sentarme en un cine. Como por
jeres. aquel entonces era la crítica cinematográfica del periódi-
Yo era una mujer de mediana edad, una madre trabaja- co, trabajar en aquellas condiciones resultaba complica-
dora de clase media, que vivía a las afueras de Cleveland, do. Cuando acudía a una proyección sola, algo que ocu-
Ohio; una mujer que en algún momento llegó a conside- rría con frecuencia en una ciudad con un único periódico,
rarse valiente, pero que ahora le tenía miedo a casi todo. me sentaba con los músculos contraídos, esforzándome
para centrarme en la película. Al final, pedía a los encar-
gados que cerrasen con llave las puertas, y lo hacían, pese
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Referencia a la Ilíada. Homero alude, en varias ocasiones, al mar color del vino,
o de negro vino (αἴθοπα οἶνον). Muchas son las hipótesis que tratan de explicar esta a que seguramente estaban transgrediendo la normativa
asociación. Algunos afirman que el vino que bebían los antiguos tenía un tono azulado,
semejante al del mar. Otros teóricos sostienen, en cambio, que el mar era color vino por
antiincendios. Con esto, y con otras tantas soluciones ridí-
la sangre derramada, o incluso que no señalaba tanto un color, sino más bien un estado o culas pero inevitables, logré organizar mi vida para evitar
textura, y que el mar vinoso se relacionaba con la profundidad en contraposición al agua
de la orilla. (Todas las notas son de la traductora). cualquier riesgo.
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