Algunos cronistas de la conquista y colonia relatan que los Incas tenían una escritura en
la forma de sus qhipus, unos cordeles de diferentes colores y con nudos, y obtuvieron
algunas informaciones de esta fuente.
Los libros de cuatro cronistas (Inka Garcilazo de la Vega, Cristóbal de Molina (el
Cuzqueño), Felipe Guamán de Poma y Juan de Santa Cruz Pachakuti Yamki
Salkamaywa) contienen poesías en quechua que tienen su origen en el tiempo de los
Incas. La mayoría de estas poesías son oraciones y preces al dios creador de los Incas,
Wiraqocha. Además hay relatos de origen quechua escritos en castellano en algunos
libros de los cronistas.
En un manuscrito de fecha 1598 el religioso Francisco de Avila nos ha dejado un
maravilloso relato en quechua de las creencias, de los dioses y de los mitos originarios
de los habitantes del valle de Huarochiri.
Con estas obras se concluyen las que son netamente del tiempo de los Incas. Además
hay piezas de teatro de temática incáica que son basadas en leyendas o la historia
incáica que probablemente no fueron redactados en el siglo 16 sino después. Estas son
"Ollanta" (anónimo), "La muerte de Atahuallpa" (anónimo) y "Tragedia del fin de
Atawallpa" (anónimo) de las cuales alguna(s) fueron descubiertas en el siglo 20 y
otra(s) en el siglo 19.
Por añadidura, hay piezas de teatro de temática religiosa cristiana, las cuales fueron
redactadas en el siglo 17 o siglo 18. Estas son "Uska Paukar" (anónimo), "El pobre más
rico" (Gabriel Centeno de Osma) y "El hijo pródigo" (Juan Espinosa Medrano).
También durante la colonia se destacan dos excelentes cuerpos de poesías: la poesía
"Manchay Puytu" escrito por un sacerdote indio boliviano de Potosí, y las 12 poesías
extantes de Juan Wallparrimachi Mayta, un indio boliviano que luchó en las guerras de
la Independencia. (Para "Manchay Puytu" y poesías seleccionadas de Juan
Wallparrimachi Mayta refierase a la página web Quechua en Cochabamba.)
En las postrimerías del siglo 19 y en el siglo 20 tenemos varias piezas de teatro de
autores peruanos, algunas piezas de teatro del sucrense (boliviano) Luis Néstor
Lizarazu, la poesía "Katatay" de José María Argüedas en el Perú, y asimismo las
poesías de J.J. Tirado, José Lucas Caparó Muñiz, Nicanor Jara, Mariano C. Rodríguez,
César Guardia Mayorga (seudónimo: Kusi Pauqar), Andrés Alencastre Gutiérrez y Lily
Flores Palomino, estos también del Perú. En Bolivia a postrimerías del siglo 19
compusieron poesías en quechua Carlos Felipe Beltrán y José David Berríos. En el siglo
20 en Bolivia figuran los poetas quechuas Saturnino Olañeta, Emma Paz Noya
(Cochabamba) (vea una de sus poesías en la página web Quechua en Cochabamba),
Blanca Revuelta de Guamán (Cochabamba), Israel Zegarra Paniagua (Cochabamba), y
Emma Cladera.
En el siglo 20 ha proliferado bastante el género literario de la narración o relato. La
tradición oral nos transmite un sin fin de cuentos autóctonos y populares en quechua, los
protagonistas de muchos de los cuales son el Zorro Antonio y su "kumpa" ("amigo") el
conejo de Indias. "La tradición oral en Bolivia" de delina Aníbarro de Halushka, "Los
cuentos ¿tradiciones o vivencias?" de Federico Aguiló, "Cuentos andinos" del Instituto
Boliviano de Cultura y "El zorro en los Andes" de Edgar Ernalsteen, constituyen
recopilaciones maestras de la tradición oral quechua. Luego hay autores que han escrito
o traducido literatura en quechua en Bolivia, entre quienes se encuentran Héctor Fiorilo
quien tradujó "Martina en balada corta" (1975), cuento de Roberto Laserna ("Martina uj
juch’uy takiypi" (1975)), Alicia Terán de Dick, Israel Zegarra Paniagua ("Reinado y
costumbres de los Incas"), Angel Hérbas Sandoval, y Robert Beér (serie de 5 cuentos
del Portales Chaski del Centro Pedagógico y Cultural de Portales, Cochabamba (1982);
cliquee en los titulos para ver estos cuentos: Qori Chujchita, P’utusi Orqo, Atoj Antoño,
Kachi, Campo Kausay). El quechuista Luis Morató Peña ha publicado un valioso
testimonio de su madre acerca de la vida quechua en Pocona (Cochabamba) con el
Summer Institute of Linguistics.
Tampoco en el Perú faltan narraciones en quechua. Tanto allí como en Bolivia hay un
sin fin de recopilaciones de tradición oral quechua (los más destacados recopiladores
son: Max Uhle, Hildebrando Castro Pozo, J.M.B. Farfán, José María Argüedas, Jorge
A. Lira, Johnny Payne y Cecilia Granadino). También hay testimonios transcritos de
grabaciones o dictados por quechuas publicados por el Centro de estudios Regionales
Andinos "Bartolomé de las Casas", Cuzco.
Destacados recopiladores de tradición oral quechua en el Ecuador son Juan León Mera
y J. Fausto Jara. Siento por no haberlo estudiado, no poder decir más sobre la literatura
quechua del Ecuador de la que debe haber bastante, pero por favor vea las indicaciones
en la bibliografía (Bibliografía quechua ecuatoriana. 2) Literatura).
Dos excelentes libros sobre la literatura de los quechuas son: "La literatura de los
quechuas" por Jesús Lara y "Nueva historia de la literatura boliviana. I. Literaturas
aborigines" por Adolfo Cáceres Romero, ambos publicados y obtenibles de los Amigos
del Libro, Bolivia.
Se sabe que en tiempos prehispánicos, el quechua tenía una rica literatura oral, en forma
de cantos y asociados a los quipus. Con la llegada de los españoles, el quechua se
convirtió en una lengua escrita y ha sido, hasta hoy, el vehículo de una rica literatura
que incluye poemas, piezas de teatro, sermones, etc. Como muestra, he aquí un
fragmento del inicio de la pieza de teatro Ollanta, texto clásico escrito en época
colonial, que narra los trágicos amores entre el capitán Ollanta y la hija del Inca
Pachacútec, Cusi Cóyllor (en quechua, “Estrella Alegre”). En él, Ollanta confiesa sus
sentimientos a su sirviente Piqui Chaqui.
Quechua Castellano
Ollanta:Piki Chaki, rikunkichu Piqui Chaqui, ¿es que has visto
Kusi Quyllurta wasinpi? en palacio a Cusi Cóyllor?
Piqui Chaqui: Amataq Inti Que el dios Sol no lo permita
munachunchu que me muestre en esos lares.
chayman churakunaytaqa. ¿Es que acaso no te asusta
Manachu qamqa manchanki que ella sea hija del Inca?
Inqap ususin kasqanta?
Aunque sea, la amaré,
Ollanta:Chaypas kachun, mi muy tierna palomita.
munasaqmi Ya mi pecho es su ovejita,
chay llullukusqay urpita. ya la quiero sólo a ella.
Ñam kay sunquy paypaq chita,
payllallatam munachkani. ¿Será el diablo quien te mueve,
será acaso que deliras?
Piqui Chaqui:Supaycha Hay muchachas donde sea;
raykusqasunki, es por gusto que te agotas.
icha qamqa musphankipas? Algún día ha de saber
Hinantinpim warma sipas, nuestro Inca lo que tramas;
anchatam rukupakunki. rodará allí tu cabeza
Ima p’unchawpi yachanqa y serás carne de asado. [...]
Inqa yuyaykusqaykita.
Qhuruchinqam umaykita, Ya te he dicho, Piqui Chaqui,
qamtaq kanki aycha kanka. si la muerte y su guadaña,
si los cerros juntos todos
Ollanta:Ñam ñiykiña, Piki Chaki, contra mí se levantaran,
kikin wañuy ichhunantin así y todo, lucharía
hinantin urqu hinantin contra ellos con bravura.
sayarinman awqa waki, Aunque pierda yo la vida,
chaypachapas sayaymanmi, me topé ya con mi Estrella. [...]
paykunawan churakuspa.
Ñuqam, i, kawsay wañuspa,
Quyllurniypi mitk’asqani.
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prehispánica en el
Perú
Escriben los alumnos
Paula Budge Liceti, Lima (Perú)
Clasificamos dentro de “literatura prehispánica en el Perú” a toda aquella
obra literaria creada antes de la llegada de los españoles al Perú (1492). A pesar de
que el Imperio Incaico no tuvo escritura sí se cultivó la literatura oral. Todas las
obras eran contadas de padres a hijos como una tradición de la misma manera que
se aprendía a trabajar la tierra y otros oficios.
En líneas generales podemos decir que los temas principales estuvieron
relacionados con los dioses, la agricultura y la vida en sus comunidades o
ayllus. Además, los autores de las obras no son, ni fueron conocidos y toda la obra
que conocemos fue recopilada por los cronistas de la época colonial
1. Literatura épica: una de las características principales de los Incas era que
conservaban algunas tradiciones de las culturas antiguas. En sus obras
narran recuerdos de algún hecho histórico pero “adornado” con hechos
imaginarios, y es ahí donde está el valor literario.
1. Cantares serranos: El mito de Pacaritamu, Leyenda de Manco Cápac y
Las hazañas de los Incas.
2. Cantares costeño- serranos: El mito de la creación o de la Illa- Tici-
Viracocha y La leyenda de Tumbe.
3. Cantares costeños: El mito de Kon, El mito de Vichama y La leyenda
de Naylamp.
2. Lírica quechua: no es una poesía singular sino de comunidad cuyos temas
principales son el culto a la tierra, celebración del éxito militar, el culto a los
dioses. En los tiempos más antiguos se solía acompañar de música.
Ejemplo: “Kayllallapi “al cantito
puñanki dormirás.
chaupi tutan Media noche
hamurayki” yo vendré.”
1. Lírica coral: el “Haylli”: eran expresiones alegres que presidían
festejos religiosos, militares o campesinos. Se <<cantan>> o recitan
en coro.
Tema religioso: “Yo soy rico en plata,
yo soy rico en oro;
de Viracocha, el creador,
yo soy su adorador.”
Tema militar: “Beberemos del cráneo del traidor;
de sus huesos haremos flautas;
de su piel haremos un tambor;
usaremos sus dientes en un collar;
después bailaremos.”
1. Lírica íntima: el “Harawi”: es la poesía popular. Tiene los siguientes
subgéneros:
Aymoray: canto de las siembras y de las cosechas. Ambiente
campesino.
Huacataqui: composición pastoral. Figuras de animales
domésticos.
Urpis: amor a la familia, tierra y hogar; es nostálgica,
lamentosa por el sentimiento de los indígenas que tenían que
marcharse de su pueblo para ir a trabajar a otro, pero con
esperanza de volver al hogar:
“Con el fuego sagrado
llegará el día de reunirnos
entonces con nuestros amigos
tendremos fiesta y alegría.”
Elegías: se distinguen dos tipos de composiciones, el
“ayataqui” que es el canto de la muerte y el “wanka” que es la
expresión del dolor ante la muerte. Ejemplo de wanka:
“¿Qué árbol me prestará ahora
su sombra?
¿Qué cascada me dará su canción?
¿Cómo he de poder quedarme
tan solo?
El mundo será un desierto
para mí...”
Aranway: composición sarcástica, irónica, burlesca.
Wawaki: se recitaban en las festividades de la Luna, se aprecia
un refinamiento poético dentro de las expresiones campesinas.
2. Literatura dramática: algunas obras se representaron en rituales ofrecidos a
dioses. Los argumentos variaron según el tipo de obra:
Tragedias: hazañas militares, sus batallas y victorias; proezas y glorias de
soberanos y héroes pasados.
Comedias: agricultura, labores del campo, cosas del hogar y de la vida de
familia.
Una de las obras más famosas se llama “Ollantay”.
. Introducción
" Y pues por una parte sabemos de
cierto, que hay muchos siglos que
hay muchos hombres en estas
partes, y por otra no podemos
negar que la Divina Escritura
claramente enseña de haber
procedido todos los hombres de un
primer hombre, quedamos sin duda
obligados a confesar, que pasaron
acá los hombres de allá de Europa
o de Asia o de África, pero el cómo
y por qué camino vinieron, todavía
lo inquirimos y deseamos saber.
Cierto no es de pensar que hubo
otra Arca de Noé en que aportasen
hombres a Indias, ni mucho menos
que algún Ángel trajese colgados
por el cabello, como el profeta
Abacuch, a los primeros
pobladores de este mundo. Porque
no se trata qué es lo que pudo hacer
Dios, sino qué es conforme a razón
y al orden y estilo de las cosas
humanas. (...) Cosa cierta es que
vinieron los primeros indios por
una de tres maneras a la Tierra del
Perú: porque o vinieron por mar o
por tierra; y por mar o acaso, o por
determinación suya, digo acaso,
echados con alguna gran fuerza de
tempestad, como acaece en
tiempos contrarios y forzosos; digo
por determinación, que
pretendiesen navegar e inquirir
nuevas tierras. Fuera de estas tres
maneras, no me ocurre otra
posible". #
A fines del siglo XV existían en
América culturas en diverso grado
de desarrollo como testimonian la
arqueología y la antropología. Las
más rudimentarias habitaban las
llanuras patagónicas en tanto que
las más adelantadas se encontraban
en Perú y México. A pesar que los
lingüístas han agrupado alrededor
de veintitrés lenguas diferentes
anteriores a la llegada de Colón,
sólo tres correspondieron a grupos
étnicos de gran desarrollo socio -
político y cultural: la azteca o
náhualt, que ocupaba el centro y
sur de México actual; la maya –
quiché, que se extendía por parte
de México, Guatemala, Honduras y
El Salvador; y la inca o quechua,
que correspondía los territorios de
Perú, Ecuador, Bolivia y parte de la
República Argentina.
Entre los rasgos comunes a las
grandes civilizaciones podemos
mencionar:
Desarrollo de conocimientos
científicos y manifestaciones
artísticas.
Existencia de tipos de organización
social muy avanzados.
Gran desarrollo en el cultivo de las
plantas agrícolas, especialmente el
maíz, base de la economía
indígena.
Teatro ritual y conocimiento de la
poesía (épica y lírica) y de la prosa
narrativa.
En el presente trabajo presentamos
una investigación detallada de las
culturas maya, azteca e inca, donde
enfocamos el análisis de estos
pueblos desde dos planos: un
‘Marco contextual’ (organización
política y social, economía,
religión, arte, etc.) y un ‘Marco
Cultural’, denominado ‘Las Letras
en las culturas Precolombinas’.
El Marco Contextual está dividido
en cuatro puntos:
Pueblos indígenas Americanos.
Imperio Azteca
Imperio Inca
Imperio Maya – Quiché
El Marco Cultural está desarrollado
en un solo punto (el quinto), donde
presentamos la literatura que ellos
cultivaron y la temática que
desarrollan, que en rasgos
generales coincide con la temática
desarrollada por escritores de
épocas mas recientes.
2. Pueblos Indígenas Americanos
Mesoamérica
Las civilizaciones se desarrollaron
en México y en la parte superior de
Centroamérica a partir del 1400
a.C. Estas civilizaciones surgieron
de un estilo de vida arcaico
cazador-recolector que hacia el
7000 a.C. incluía el cultivo de
pequeñas cantidades de frijol,
calabaza y maíz. Hacia el 2000
a.C. los antiguos mexicanos
dependían totalmente de las
plantaciones de estos cultivos,
además de amaranto, aguacate y
otras frutas, así como del chile
(ají). Las ciudades fueron
creciendo y hacia el 1400 a.C. la
civilización olmeca poseía una
capital con palacios, templos y
monumentos construidos sobre una
enorme plataforma de unos 50 m
de altura y cerca de 1,6 km de
longitud. Los olmecas vivían en la
selva de la costa del golfo de
México; sus rutas comerciales se
extendieron hasta Monte Albán en
el oeste de la República Mexicana
(en el actual estado de Oaxaca) y el
valle de México. A medida que fue
disminuyendo el poder de los
olmecas (hacia el 400 a.C.), fueron
en aumento los asentamientos en
las montañas del interior y, poco
antes del comienzo de la era
cristiana, la primera ciudad del
México precolombino había
alcanzado dimensiones urbanas en
Teotihuacán en el valle de México.
Desde el 450 hasta el 600
Teotihuacán dominó el Altiplano,
comerciando con Monte Albán y
con los reinos mayas que habían
surgido en el suroeste de México, y
conquistando a pueblos rivales por
el sur incluso en el valle de
Guatemala. Teotihuacán ocupaba
unos 21 km2 con bloques de
viviendas de varios pisos,
mercados, multitud de pequeños
talleres, templos sobre plataformas
y palacios cubiertos de murales.
La cultura maya también se
distinguió por desarrollar, caso
único entre los pueblos indígenas
americanos, una lengua escrita
basada en glifos.
Hacia el 700 d.C. Teotihuacán
sufrió una serie de ataques que le
arrebataron su supremacía. Más
adelante, en ese mismo siglo,
muchas ciudades mayas quedaron
abandonadas, tal vez arruinadas al
tocar a su fin el comercio con
Teotihuacán. Otras ciudades
mayas, sobre todo en el norte de
Yucatán, no corrieron la misma
suerte. Hacia el año 1000, una
nueva potencia del México central
—los toltecas— comenzaron a
formar un imperio alrededor del ya
existente en el valle de México y
penetraron en el territorio maya de
Chichén Itzá. Este imperio se
derrumbó en 1168. Hacia el 1433,
el valle de México había
recuperado el dominio sobre la
mayor parte de México como
resultado de una alianza de tres
reinos vecinos. Esta alianza
garantizaba una patria a partir de la
cual el rey Moctezuma I de los
aztecas inició sus conquistas
territoriales durante el siglo XV. El
imperio floreció hasta 1519, año en
el que el conquistador español
Hernán Cortés arribó a la costa
oriental de México y avanzó junto
a sus aliados mexicanos, los
tlaxcaltecas, enemigos de los
aztecas, en dirección a la capital
azteca, Tenochtitlán. Las luchas
internas y las epidemias vinieron a
debilitar a los mexicanos,
circunstancias que hicieron posible
que Cortés triunfara en su
conquista.
En el momento de las primeras
conquistas españolas, los pueblos
indígenas de México formaban
parte de los dominios del Imperio
azteca, de los reinos y señoríos
mixtecos en el actual estado de
Puebla y de los tarascanos en el
estado de Michoacán, así como de
los zapotecas en Oaxaca, los
tlaxcaltecas de Tlaxcala, los
otomíes en Hidalgo, los totonacas
en Veracruz, los supervivientes del
estado maya de Mayapán en
Yucatán y grupos menores de
filiación mayense en el sur, además
de otros grupos independientes en
las regiones fronterizas, como los
yaquis, huicholes y tarahumaras en
el norte de México. Tras la
conquista española —que tardó
más de dos siglos en abarcar a todo
México— la mayoría de los grupos
indígenas se vio obligada a
sobrevivir como campesinos
gobernados por la clase alta
hispano-mexicana.
El área cultural de Mesoamérica —
México, Guatemala, El Salvador,
la parte occidental de Honduras y
de Nicaragua— destacaba por su
carácter agrícola, abasteciendo a
los mercados de las grandes
ciudades en las que los
comerciantes traficaban con
utensilios, vestidos y artículos de
lujo importados a través de las
lejanas rutas terrestres y marítimas.
En las ciudades vivían los
artesanos y los trabajadores, los
mercaderes, la clase opulenta, así
como los sacerdotes y eruditos que
registraban las obras literarias,
históricas y científicas en textos
jeroglíficos (la astronomía estaba
especialmente desarrollada, véase
Astronomía maya). Las ciudades se
decoraban con esculturas y vistosas
pinturas, que representaban los
símbolos mesoamericanos del
poder y el saber: el águila, el jaguar
y la serpiente.
3. Sudamérica
Las áreas culturales de Sudamérica
abarcan desde la parte inferior de
Centroamérica —el este de
Honduras, Nicaragua y Costa Rica
— hasta el extremo meridional de
América del Sur. Cabe distinguir
cuatro áreas principales: 1) la parte
norte de Sudamérica y el Caribe; 2)
los Andes centrales y meridionales
y la costa adyacente del Pacífico;
3) la selva tropical del este de
Sudamérica, y 4) la Sudamérica
meridional, un área que alberga
sólo a pueblos nómadas de
cazadores-recolectores.
El área cultural de la parte norte de
Sudamérica y el Caribe incluye
tierras bajas de selva, sabanas
cubiertas de hierba, la parte
septentrional de la cordillera de los
Andes, algunos territorios áridos
del oeste de Ecuador y las islas del
Caribe. Debido a su ubicación
geográfica, la región podría
prestarse a servir de vínculo entre
las grandes civilizaciones de
México y Perú, pero por la
dificultad que entrañan los
desplazamientos por tierra a través
de la selva y las montañas de la
parte baja de Centroamérica, los
contactos precolombinos entre
Perú y México se desarrollaron
sobre todo por mar, desde el golfo
de Guayaquil en Ecuador hasta los
puertos occidentales de México.
Los pueblos indígenas de la parte
norte de Sudamérica y el Caribe
vivían en pequeños estados
independientes. Aunque
comerciaban directamente con
México y Perú a través de Ecuador,
estos grandes imperios nunca
entraron en contacto con ellos.
Andes centrales y meridionales
La cordillera de los Andes, que se
extiende por toda la mitad
occidental de Sudamérica, junto
con los angostos valles costeros
entre las montañas y el océano
Pacífico, constituyeron el territorio
de una de las grandes
civilizaciones del continente.
En tiempos recientes, las
excavaciones del yacimiento del
Monte Verde en el sur de Chile han
proporcionado pruebas irrefutables
de la existencia humana ya por el
13.000 a.C. Algunas excavaciones
algo más al norte, en Perú, revelan
que hacia el 700 a.C. se cultivaban
frijol y ají. Algunos siglos más
tarde se produjo la domesticación
de las llamas. A veces se criaban
cobayas o cuis como alimento
comestible; el algodón, la papa, el
maní y otros alimentos se fueron
incorporando a la agricultura
peruana, y hacia el 2000 a.C. se
introdujo el maíz procedente de los
Andes septentrionales. Los pueblos
de la costa del Pacífico, Chile, Perú
y Ecuador, también supieron
aprovechar la riqueza marina, con
su abundancia de especies, así
como las aves acuáticas, las
morsas, los delfines y los
crustáceos.
Después del año 2000 a.C. los
pueblos asentados en los diferentes
valles costeros del Perú central se
aliaron para construir grandes
templos de piedra y adobe sobre
enormes plataformas. Después del
900 a.C. estos templos se
destinaron a una nueva religión,
centrada en la ciudad de Chavín de
Huantar. Esta religión tenía como
símbolos el águila, el jaguar, la
serpiente (probablemente una
anaconda) y el caimán, que
simbolizaba el agua y la fertilidad
de las plantas. Estos símbolos son
en cierta forma análogos a los de
las religiones de México, pero no
se conoce ningún vínculo concreto
entre ambas culturas. Después del
300 a.C. comenzó a declinar la
influencia de Chavín, o
posiblemente su dominio político.
Surgió así la cultura moche o
mochica en la costa septentrional
de Perú y la nazca en la costa sur.
Ambas dieron lugar a la
construcción de grandes proyectos
de regadío, ciudades y templos,
desarrollándose un comercio
intenso que incluía la exportación
de cerámica fina. Los moche
representaron su vida cotidiana y
sus mitos en pinturas y en
esculturas cerámicas; se retrataban
como feroces guerreros y también
fabricaron esculturas de cerámica
modelada que representaban
viviendas con familias, plantas
cultivadas, pescadores e incluso
parejas de amantes. También eran
diestros trabajadores del metal.
Hacia el 600 d.C. las culturas
moche y nazca desaparecieron y
surgieron dos nuevos estados
poderosos en Perú: Huari en las
montañas centrales y Tiahuanaco
en las montañas meridionales del
lago Titicaca. Tiahuanaco fue un
gran centro religioso que hizo
resurgir los símbolos de Chavín,
pero ambos estados duraron pocos
siglos. A partir del siglo XI
volvieron a adquirir importancia
los estados costeros, especialmente
Chimú en el norte, con su amplia y
esplendorosa ciudad capital
Chanchán, construida de adobe y
piedra. Todo Perú llegó a estar
dominado por un estado que nació
en las montañas centrales en
Cuzco; era el estado quechua,
pueblo que pasó a ser el
componente más poderoso del
Imperio inca. El emperador inca de
aquella época, Pachacutec Inca
Yupanqui, inició la expansión de
su Imperio en el siglo XV; hacia
1525, los incas dominaban desde
Ecuador hasta Chile y Argentina.
Entre 1525 y 1532 se desencadenó
una guerra civil en su seno y a su
término desembarcó en Perú el
conquistador español Francisco
Pizarro, que apenas tuvo
dificultades para conquistar al
devastado Imperio inca.
Durante este periodo, las partes
central y meridional de los Andes
estaban habitadas por campesinos
que cultivaban diversas plantas.
Los productos locales,
transportados en caravanas de
llamas, se exportaban y se
intercambiaban hacia la costa, las
montañas y la selva tropical
oriental. Los reinos de esta región
estaban gobernados por
administradores auxiliados por
soldados y sacerdotes. Los
peruanos carecían de lenguaje
escrito, pero utilizaban el ábaco
para sus cálculos aritméticos, y
llevaban un registro numérico de
carácter administrativo con ayuda
de unos collares anudados,
parecidos a los ábacos,
denominados ‘quipus’.
4. Aztecas
Orígenes, el surgimiento de los
aztecas
Azteca o Mexica, es el nombre que
recibían los mienbros de un pueblo
que dominó el centro y sur del
actual México, en Mesoamérica,
desde el siglo XIV hasta el siglo
XVI y que es famoso por haber
establecido un vasto imperio
altamente organizado, destruido
por los conquistadores españoles y
sus aliados tlaxcaltecas. Algunas
versiones señalan que el nombre de
‘azteca’ proviene de un lugar
mítico, situado posiblemente al
norte de lo que hoy en día es
México, llamado Aztlán; más tarde
se autodenominaron mexicas.
Los aztecas ocuparon un breve
período de la historia de la
civilización mesoamericana La
mayoría de los investigadores
creen que los primeros habitantes
de México emigraron de Asia a
Alaska por el estrecho de Bering,
desde donde se desplazaron hacia
el sur. Afirman los arqueólogos
que la cultura más antigua que
floreció en Mesoamérica fue la
olmeca, la cual, surgió hacia el año
1200 a.C. y prevaleció alrededor de
ochocientos años. Pero no fue sino
hasta 1200 d. C. –más de dos
milenios después- cuando
empezaron a destacarse los aztecas,
cuya cultura duraría apenas
trescientos años y cuyo poderoso
imperio dominaría en la zona solo
cien años antes de caer por la
espada de los invasores españoles.
No obstante, en el cenit de su
gloria, el Imperio azteca reflejó un
esplendor pocas veces igualado,
The World Book Encyclopedia
dice de ellos los siguiente: "Fueron
los aztecas poseedores de una de
las civilizaciones más adelantadas
de América. Construyeron
ciudades tan grandes como
cualquier ciudad europea de la
época".
Tras la caída de la civilización
tolteca que había florecido
principalmente en Tula entre los
siglos X y XI, oleadas de
inmigraciones inundaron la meseta
central de México, alrededor del
lago de Texcoco. Debido a su
tardía aparición en el lugar, los
aztecas-mexicas se vieron
obligados a ocupar la zona
pantanosa situada al oeste del lago.
Estaban rodeados por enemigos
poderosos que les exigían tributos,
y la única tierra seca que ocupaban
eran los islotes del lago de
Texcoco, rodeados de ciénagas
El hecho de que, desde una base
tan poco esperanzadora, los aztecas
fueran capaces de consolidar un
imperio poderoso en sólo dos
siglos, se debió en parte a su
creencia en una leyenda, según la
cual fundarían una gran
civilización en una zona pantanosa
en la que vieran un nopal (cactus)
sobre una roca y sobre él un águila
devorando una serpiente. Los
sacerdotes afirmaron haber visto
todo eso al llegar a esta zona; como
reflejo de la continuidad de esa
tradición, hoy en día esa imagen
representa el símbolo oficial de
México que aparece, entre otros, en
los billetes y monedas.
Al aumentar en número, los aztecas
establecieron organizaciones
civiles y militares superiores. En
1325 fundaron la ciudad de
Tenochtitlán (ubicada donde se
encuentra la actual ciudad de
México, capital del país).
La capital
Tenochtitlán, capital de los aztecas,
situada en una isla del lago de
Texcoco, en la actual ciudad de
México. Fue fundada en 1325 y
planificada siguiendo el esquema
cuadriculado de calles y canales
construidos en torno a un recinto
ceremonial formado por pirámides,
templos y palacios, entre los que
destacan: el Templo Mayor, el de
Quetzalcóatl, el Juego de Pelota y
el Tzompantli o altar de sacrificios
(ver ‘Recinto sagrado de México -
Tenochtitlán, pág. ). Estaba
protegida contra inundaciones
mediante diques y conectada a
tierra firme por medio de varias
calzadas: Xochimilco, Iztapalapa y
Tlacopan que hoy forman parte de
la inmensa ciudad de México.
Desde 1376 comenzó el desarrollo
de la ciudad, bajo el soberano
azteca Acamapichtli. Se
engrandeció con la anexión de
Tlatelolco, y llegó a ser una de las
ciudades más bellas y grandes del
mundo (con cerca de 300.000
habitantes). El conquistador
español Hernán Cortés capturó la
ciudad en 1521, arrasándola hasta
los cimientos. Sobre sus ruinas
fundó la ciudad de México.
Las excavaciones realizadas en el
Templo Mayor, llevadas a cabo por
arqueólogos mexicanos durante los
años 1978-1982, han sacado a la
luz los hallazgos más
espectaculares del siglo XX en
México. Los españoles habían
construido la catedral de México
sobre una parte de las ruinas del
Templo Mayor, utilizando las
piedras originales.
Los aztecas convirtieron el lecho
del lago, que era poco profundo, en
chinampas (jardines muy fértiles,
construidos con un armazón de
troncos que sostenían arena, grava
y tierra de siembra, atados con
cuerdas de ixtle, para lograr islas
artificiales donde se cultivaban
verduras y flores y se criaban aves
domésticas). Se hicieron calzadas y
puentes para conectar la ciudad con
tierra firme; se levantaron
acueductos y se excavaron canales
por toda la ciudad para el
transporte de mercancías y
personas. Las construcciones
religiosas —gigantescas pirámides
escalonadas recubiertas de piedra
caliza y estuco de vivos colores,
sobre las que se construían los
templos— dominaban el paisaje.
La ciudad floreció como resultado
de su ubicación y del alto grado de
organización. En la época en la que
los españoles, capitaneados por
Hernán Cortés, comenzaron la
conquista en 1519, el gran mercado
de Tlatelolco atraía a unas 60.000
personas diarias. Las mercancías
llegaban a manos aztecas gracias a
los acuerdos sobre tributos
establecidos con los territorios
conquistados. Muchas de esas
mercancías se exportaban a otras
zonas del Imperio azteca y a
América Central.
La confederación azteca
Los aztecas-mexicas establecieron
alianzas militares con otros grupos,
logrando un imperio que se
extendía desde México central
hasta la actual frontera con
Guatemala. A principios del siglo
XV Tenochtitlán gobernaba
conjuntamente con las ciudades-
estado de Texcoco y Tlacopan
(más tarde conocida como Tacuba
y en la actualidad perteneciente a
ciudad de México) bajo la
denominación de la Triple Alianza.
En un periodo de unos 100 años los
aztecas lograron el poder total y,
aunque las demás ciudades-estado
continuaron llamándose reinos, se
convirtieron en meros títulos
honoríficos.
Al final del reinado de Moctezuma
II, en 1520, se habían establecido
38 provincias tributarias; sin
embargo, algunos pueblos de la
periferia del Imperio azteca
luchaban encarnizadamente por
mantener su independencia. Estas
divisiones y conflictos internos en
el seno del Imperio azteca
facilitaron su derrota frente a
Cortés en 1521, ya que muchos
pueblos se aliaron con los
españoles. Además de los
problemas internos que
contribuyeron a su caída, el
emperador Moctezuma había dado
una bienvenida pacífica a Cortés y
lo instaló junto a sus capitanes en
los mejores palacios, desde donde
se hicieron con la ciudad. Es
posible que la interpretación de
antiguos presagios sobre el regreso
del dios Quetzalcóatl indujera a
Moctezuma a confundirlo con
Cortés, si bien lo que más
interesaba al emperador era colmar
de regalos a los españoles para que
se retiraran.
Sociedad y religión aztecas
La sociedad azteca estaba dividida
en tres clases: esclavos, plebeyos y
nobles. El estado de esclavo era
similar al de un criado contratado.
Aunque los hijos de los pobres
podían ser vendidos como
esclavos, solía hacerse por un
periodo determinado. Los esclavos
podían comprar su libertad y los
que lograban escapar de sus amos y
llegar hasta el palacio real sin que
los atraparan obtenían la libertad
inmediatamente. A los plebeyos o
macehualtin se les otorgaba la
propiedad vitalicia de un terreno en
el que construían su casa. Sin
embargo, a las capas más bajas de
los plebeyos (tlalmaitl), no se les
permitía tener propiedades y eran
campesinos en tierras arrendadas.
La nobleza estaba compuesta por
los nobles de nacimiento, los
sacerdotes y los que se habían
ganado el derecho a serlo
(especialmente los guerreros).
En la religión azteca numerosos
dioses regían la vida diaria. Entre
ellos Huitzilopochtli (deidad del
Sol), Coyolxauhqui (la diosa de la
Luna que, según la mitología
azteca, era asesinada por su
hermano el dios del Sol), Tláloc
(deidad de la lluvia) y Quetzalcóatl
(inventor de la escritura y el
calendario, asociado con el planeta
Venus y con la resurrección).
Los sacrificios, humanos y de
animales, eran parte integrante de
la religión azteca. Para los
guerreros el honor máximo
consistía en caer en la batalla u
ofrecerse como voluntarios para el
sacrificio en las ceremonias
importantes. Las mujeres que
morían en el parto compartían el
honor de los guerreros. También se
realizaban las llamadas guerras
floridas con el fin de hacer
prisioneros para el sacrificio. El
sentido de la ofrenda de sangre
humana (y en menor medida de
animales) era alimentar a las
deidades solares para asegurarse la
continuidad de su aparición cada
día y con ella la permanencia de la
vida humana, animal y vegetal
sobre la Tierra.
Los aztecas utilizaban la escritura
pictográfica grabada en papel o
piel de animales. Todavía se
conserva alguno de estos escritos,
llamados códices. También
utilizaban un sistema de calendario
que habían desarrollado los
antiguos mayas. Tenía 365 días,
divididos en 18 meses de 20 días, a
los que se añadían 5 días ‘huecos’
que se creía que eran aciagos y
traían mala suerte. Utilizaban
igualmente un calendario de 260
días (20 meses de 13 días) que
aplicaban exclusivamente para
adivinaciones. La educación era
muy estricta y se impartía desde los
primeros años. A las mujeres se les
exhortaba a que fueran discretas y
recatadas en sus modales y en el
vestir y se les enseñaban todas las
modalidades de los quehaceres
domésticos que, además de moler y
preparar los alimentos, consistían
en descarozar el algodón, hilar,
tejer y confeccionar la ropa de la
familia. A los hombres se les
inculcaba la vocación guerrera.
Desde pequeños se les formaba
para que fueran fuertes, de modo
que los bañaban con agua fría, los
abrigaban con ropa ligera y
dormían en el suelo. A la manera
de los atenienses de la Grecia
clásica, se procuraba fortalecer el
carácter de los niños mediante
castigos severos y el fomento de
los valores primordiales como
amor a la verdad, la justicia y el
deber, respeto a los padres y a los
ancianos, rechazo a la mentira y al
libertinaje, misericordia con los
pobres y los desvalidos. Los
jóvenes aprendían música, bailes y
cantos, además de religión,
historia, matemáticas,
interpretación de los códices, artes
marciales, escritura y conocimiento
del calendario, entre otras
disciplinas.
5. Mitología azteca
Los dioses
De carácter politeísta, el panteón
azteca abarcaba una abundante
jerarquía de dioses. Tezcatlipoca
era una de las deidades principales
y representante del principio de
dualidad. Portaba un espejo (su
nombre significa espejo que
humea), en el que se reflejaban los
hechos de la humanidad. Divinidad
aérea, representaba el aliento vital
y la tempestad y llegó a asociarse
posteriormente con la fortuna
individual y con el destino de la
nación azteca. La fiesta más
importante consagrada a
Tezcatlipoca era el Tóxcatl, que se
celebraba en el mes quinto. En esa
ocasión se le sacrificaba un joven
honrado como representación del
dios en la tierra, guarnecido con
todos sus atributos, entre ellos un
silbato, con el que producía un
sonido semejante al del viento
nocturno por los caminos.
Considerado como padre de los
toltecas, Quetzalcóatl, la serpiente
emplumada, aparece enfrentado a
Tezcatlipoca, quien, según la
leyenda, le hizo beber varios tragos
de pulque (bebida alcohólica que
se obtiene haciendo fermentar el
aguamiel o jugo extraído del
maguey, una variedad del agave),
supuestamente beneficioso para su
salud, pero Quetzalcóatl,
avergonzado por haber perdido su
entereza, se ocultó y finalmente
desapareció, prometiendo que
volvería. Está relacionado con la
enseñanza de las artes y, por tanto,
actúa como introductor de la
civilización. Sus devotos, para
venerarlo, se sacaban sangre de las
venas que están debajo de la lengua
o detrás de la oreja y untaban con
ella la boca de los ídolos. La
efusión de sangre sustituía el
sacrificio directo.
Huitzilopochtli, dios de la guerra,
representaba los dardos y lanzas
del guerrero, la sabiduría y el
poder, símbolos que lo identifican
con la serpiente. Pero además su
nombre alude al colibrí, precursor
del verano, la estación de los
relámpagos y la fertilidad. Se le
honraba en el decimoquinto mes
azteca, en una ceremonia muy
semejante al Tóxcatl de
Tezcatlipoca, el Panquetzaliztli, en
la que el sacerdote atravesaba con
una flecha una masa preparada con
sangre de personas sacrificadas
para tal ocasión.
Otro de los dioses importantes era
Tláloc, dios de la lluvia, casado
con Chalchiuhtlicue (la de la falda
de jade) diosa del agua, a la que se
solía representar con la imagen de
una rana, y con la que tuvo muchos
hijos: los tlalocas o nubes. Vivía en
un paraíso de aguas llamado
Tlalocan, donde iban los que
habían muerto en inundaciones,
fulminados por un rayo o enfermos
de hidropesía, que allí disfrutaban
de una felicidad eterna. Le ofrecían
niños y doncellas en sacrificio. Los
campesinos, en previsión de
sequías, hacían fabricar ídolos a
imagen de Tláloc y los veneraban
ofrendándoles maíz y pulque.
Relacionados con la agricultura
había un grupo de dioses, entre
ellos Cinteotl, a los que se
identificaba con partes de la planta
del maíz. La diosa principal del
grupo era Chicomecoátl, otra
forma de la deidad del agua,
Chalchiuhtlicue. Su festival se
celebraba entre junio y julio,
cuando la planta del maíz había
madurado completamente.
Xolotl, como dios del lucero de la
tarde, representaba las formas
ascendentes y descendentes del
fuego. Dios monstruoso, aparece
en algunas de sus representaciones
con las cuencas de los ojos vacías
porque, según la leyenda, al
sacrificarse los dioses para dar vida
al nuevo Sol, se puso tan triste y
lloró tanto que los ojos se le
cayeron de las órbitas. Tlazolteotl,
diosa de la inmundicia, la lujuria y
el deseo, absolvía a los fieles de
sus faltas o pecados; representaba
la basura, el abono y, por tanto, la
fecundidad de la tierra.
Mictlantecuhtli era el dios de las
tinieblas y la muerte. Vivía en una
región del Mictlán, en el Ombligo
de la Tierra; a este lugar iban los
muertos que no merecían ninguno
de los diversos grados de cielos, y
su castigo era el tedio.
También presente en la mitología
maya, las almas, que salían de la
boca de los muertos, llevaban
jabalinas para afrontar varias
pruebas antes de llegar a su morada
e iban acompañadas por la sombra
de su perro favorito: paso entre dos
peñas peligrosas, lucha con una
serpiente, enfrentamiento con un
caimán, travesía por ocho desiertos
y ocho montañas, superación de un
torbellino capaz de hender las
rocas más sólidas, además de una
serie de demonios que le impiden
el paso.
Como contraste con esta visión
heroica de la travesía después de la
muerte, el dios Omacahtl
simbolizaba el regocijo y el
espíritu festivo. Especie de Dioniso
azteca, se representaba como un
gordo, en blanco y negro, tocado
con una diadema de papel de la que
colgaban papeles de colores.
Festejado sobre todo por los ricos,
a través de orgías y banquetes,
Omacahtl castigaba los errores en
el culto con indigestiones o
mareos, lo que habla de la
necesidad de un mito para regular
las reglas de urbanidad y el
comportamiento en la mesa.
El cómputo del tiempo
Derivado del maya, el calendario
azteca reúne el Tonalpohualli, ciclo
ritual de 260 días, con el año solar
de 365. En cada año había cinco
días funestos, llamados
nemontemi, durante los cuales no
se trabajaba. En su concepción
cíclica del paso del tiempo, los
aztecas creían que pasados
cincuenta y dos años el mundo
acabaría. En la víspera del final de
ese periodo, atemorizados,
intentaban aplacar a los dioses con
ofrendas y sacrificios. Si no se
producía la catástrofe, volvían a
encenderse los fuegos del hogar y
se reanudaba la vida normal. En el
Museo Nacional de Antropología
de México se encuentra la piedra
solar del calendario azteca, que
mide casi 4 metros de diámetro y
pesa 25 toneladas. En el centro está
el dios del Sol, Tonatiuh, rodeado
por cuatro secciones cuadradas que
representan las encarnaciones de la
divinidad y las cuatro edades
anteriores del mundo. Alrededor
del conjunto, unos signos
manifiestan los veinte días del mes
azteca.
Cosmogonía y edades del cosmos
Ometecuhtli representaba la
dualidad de la generación,
equivalían respectivamente al
cielo, lo masculino, y la tierra, lo
femenino, y ocupaban el primer
lugar en el calendario. Los aztecas
creían que cuatro mundos o soles
habían precedido al actual. Como
en muchas otras mitologías y
concepciones religiosas, entre los
aztecas existía la idea de la
sucesión de distintas eras o
mundos, interrumpidos y
transformados a través de
cataclismos.
El primer Sol se llamaba Nahui-
Ocelotl (Cuatro-Ocelote o Jaguar),
porque el mundo, habitado por
gigantes, había sido destruido,
después de tres veces cincuenta y
dos años, por los jaguares, que los
aztecas consideraban nahualli o
máscara zoomorfa del dios
Tezcatlipoca.
El segundo Sol, Nahui-Ehécatl
(Cuatro-Viento), desapareció
después de siete veces cincuenta y
dos años al desatarse un gran
huracán, manifestación de
Quetzalcóatl, que transformó a los
sobrevivientes en monos.
Durante el tercer Sol, Nahui-
Quiahuitl (Cuatro-Lluvia de
fuego), al cabo de seis veces
cincuenta y dos años, cayó una
lluvia de fuego, manifestación de
Tláloc, dios de la lluvia y señor del
rayo, de largos dientes y ojos
enormes, todos eran niños, y los
sobrevivientes se transformaron en
pájaros.
El cuarto Sol, Nahui-Atl (Cuatro-
Agua), acabó con un terrible
diluvio, después de tres veces
cincuenta y dos años y del que sólo
sobrevivieron un hombre y una
mujer, que se refugiaron bajo un
enorme ciprés (en realidad,
ahuehuete). Tezcatlipoca, en
castigo por su desobediencia, los
convirtió en perros, cortándoles la
cabeza y colocándosela en el
trasero. Cada uno de estos soles
corresponde a un punto cardinal:
Norte, Oeste, Sur y Este,
respectivamente.
El Sol actual es el quinto y se llama
Nahui-Ollin (Cuatro-Movimiento),
porque está destinado a
desaparecer por la fuerza de un
movimiento o temblor de tierra,
momento en el que aparecerán los
monstruos del Oeste, tzitzimime,
con apariencia de esqueletos, y
matarán a toda la gente.
Quetzalcóatl, junto con Xolotl,
creó a la humanidad actual, dando
vida a los huesos de los viejos
muertos con su propia sangre. El
Sol presente se sitúa en el centro,
quinto punto cardinal y se atribuye
a Huehuetéotl, dios del fuego,
porque el fuego del hogar se
encuentra en el centro de la casa.
Arte Azteca
Sus manifestaciones (1250-1521
d.C.) se encuentran entre las más
importantes de Mesoamérica antes
de la llegada de los europeos. El
término azteca, junto con los de
mexica y tenochca, se utiliza hoy
día para designar a los siete
pueblos que llegaron al valle de
México procedentes de Aztlán,
lugar mítico situado al norte de
Mesoamérica. El arte azteca es,
fundamentalmente, un arte al
servicio del Estado, un lenguaje
utilizado por la sociedad para
transmitir su visión del mundo,
reforzando su propia identidad
frente a la de las culturas foráneas.
De marcado componente político-
religioso, el arte azteca se expresa
a través de la música y la literatura,
pero también de la arquitectura y la
escultura, valiéndose para ello de
soportes tan variados como los
instrumentos musicales, la piedra,
la cerámica, el papel o las plumas.
Lo primero que llama la atención
es la asimilación azteca de las
tradiciones artísticas anteriores y la
impronta personal que otorgaron a
sus manifestaciones. El arte azteca
es violento y rudo pero deja
entrever una complejidad
intelectual y una sensibilidad que
nos hablan de su enorme riqueza
simbólica.
Escultura
Era fundamentalmente
monumental y aparecía asociada a
las grandes construcciones
arquitectónicas. Muy realista en su
concepción, contenía un
componente simbólico y abstracto
de gran importancia relacionado
con su universo religioso. Existen
piezas de gran tamaño que
representan a los dioses, los mitos,
los reyes y sus hazañas. De las
obras que han llegado hasta
nosotros y que se encuentran en el
Museo de Antropología de México
destacaremos la imponente
Coatlicue (diosa de la tierra), de
relieve plano y repleta de símbolos;
la cabeza de Coyolxauhqui (diosa
de la Luna e hija de Coatlicue); la
Piedra del Sol o Calendario azteca,
enorme bloque circular trabajado
en relieve y dedicado a la divinidad
solar Tonatiuh que algunos
investigadores atribuyen al
monstruo de la tierra Tlaltecuhtli y
la Piedra de Tizoc, enorme disco
que narra en un friso las conquistas
del que fuera famoso Tlatoani
(emperador) de los aztecas entre
1481 y 1486. Existen obras
escultóricas de menor envergadura
entre las que destacaremos el
llamado Caballero Águila en la que
se representa el rostro de un
guerrero surgiendo del pico de un
águila y algunas imágenes del dios
Tláloc y de la diosa
Chalchiuhtlicue. La más conocida
es la imagen de la diosa de las
flores Xochipilli, sentada sobre un
gran taburete, con todo el cuerpo
cubierto por flores tatuadas. La
escultura de pequeño tamaño en
piedra tuvo también una gran
importancia. Suele pertenecer más
al ámbito de lo cotidiano,
reproduciendo, generalmente,
animales y objetos comunes.
Algunas piezas conservan restos de
pintura e incrustaciones realizadas
con piedras diferentes. La técnica
mexica creó obras extraordinarias
con materiales muy difíciles de
labrar. Entre ellas debemos
destacar una vasija de obsidiana
que representa a un mono, o una
excepcional calavera de cristal de
roca que se encuentra en el
Mankind Museum de Londres,
donde se percibe el detallado
conocimiento anatómico que
poseían los mexicas, así como su
pericia con el trabajo de la piedra,
presentando una pieza casi
transparente de un pulido perfecto.
Los trabajos escultóricos en
madera y turquesa, aun siendo
mucho menos numerosos,
supusieron un aporte interesante.
Encontramos tambores con relieves
muy complejos, marcos para
espejos de obsidiana y los llamados
mosaicos de turquesas (esculturas
en madera cubiertas con mosaicos
de piedras) que continúan la
antigua tradición mesoamericana y
de los que sólo se conservan
algunas cabezas zoomorfas y
máscaras.
Orfebrería
Aunque los orfebres mixtecos que
realizaron las ofrendas de las
tumbas de Monte Albán fueron los
mejores de Mesoamérica, los
aztecas alcanzaron tal pericia en la
fundición, combinando oro y plata,
que no se quedaron atrás. Los
metales se utilizaban
fundamentalmente para hacer
joyas: collares, pendientes,
pectorales, orejeras, bezotes
(adornos que se colocaban en un
orificio practicado bajo el labio
inferior) y pulseras. También se
hacían figuras y recipientes.
Utilizaban la cera perdida y eran
maestros en la fundición, hasta el
punto de fabricar figuras
articuladas. Frecuentemente se
combinaban los metales con
piedras semipreciosas como el
jade, la amatista y la turquesa,
formando collares y adornos de
gran belleza.
Plumería
Fue una de las expresiones más
originales y características de los
aztecas, especialmente la
elaboración de mosaicos de
plumas. Las aves utilizadas para
estos trabajos procedían de los
bosques tropicales del sur de
México y Guatemala, o bien eran
criadas en cautividad y cazadas con
técnicas refinadas que no dañaban
el plumaje de la presa. Eran
clasificadas de acuerdo con el
tamaño, calidad y color, siendo las
más apreciadas las verdes de
quetzal (sobre todo las larguísimas
caudales); las rojas del
tlauquecholli, parecido al
flamenco, y las azules turquesa del
xiuhtótotl. Los especialistas
dedicados a estos menesteres se
llamaban amanteca y eran muy
apreciados, destacando los de
Tlatelolco, Texcoco y Huaxtepec.
Se conservan buenos ejemplares de
escudos y tocados en museos de
América y Europa. Destacaremos
el escudo del Dios de la Lluvia,
que representa un coyote (quizá el
emblema del Tlatoani Ahuizotl),
pero, sobre todo, el gran tocado de
plumas de quetzal con adornos de
oro, conocido como el Penacho
(Corona) de Moctezuma,
conservado en el Museo
Etnográfico de Viena.
Cerámica
Constituye la forma de expresión
más popular, sobre todo en lo
relativo a las figuras de personas y
divinidades entre las que destacan
figurillas femeninas de fertilidad y
representaciones de dioses. Las
figurillas femeninas aparecen de
pie, con el cabello dividido en dos
crestas o bucles que se elevan
sobre la cabeza, un faldellín
decorado que llega hasta los pies, y
suelen llevar en sus brazos otras
dos figuras más pequeñas. Se ha
interpretado como una
representación de la diosa madre
azteca (Tonantzin, Xochiquetzal,
Coatlicue o Cihuacóatl), aunque en
la actualidad son consideradas
como un símbolo de la maternidad.
Otras figuras son representaciones
de los dioses Tláloc y Quetzalcóatl
Ehecatl.
6. Imperio Inca (principios del
siglo XVI)
Historia
Inca (del quechua, inka, ‘rey’ o
‘príncipe’), nombre genérico de los
gobernantes cuzqueños, con
equivalencia a soberano, quienes
establecieron un vasto imperio en
los Andes en el siglo XV, muy
poco antes de la conquista del
Nuevo Mundo por los españoles.
El nombre también se aplica por
extensión, a todos los súbditos del
Imperio incaico o Incanato. Inca
es, arqueológicamente, el nombre
de una cultura y un periodo
prehispánico.
Los incas no eran un grupo étnico
natural del Cuzco, región que
después será su área central, se
trataba de una población que
emigró hacia el año 1100 d.C.,
probablemente desde el Altiplano,
hacia el valle de Cusco o Cuzco,
donde durante casi trescientos años
llevaron a cabo incursiones y
alianzas con los pueblos de la zona.
Con el paso del tiempo se
convirtieron en un grupo muy
poderoso e importante, sin
embargo permanecieron en la
región hasta la invasión chanca y el
gobierno de Pachacutec Inca
Yupanqui, cuando empezaron a
expandirse por otras regiones.
Cuenta la leyenda que eran años en
que gobernaba el Inca Viracocha,
cuando aparecieron rodeando la
ciudad del Cuzco los chancas, un
pueblo muy belicoso de la sierra
central, quienes atacaron y
destruyeron la ciudad, tras de lo
cual Viracocha huyó. Frente a las
ruinas del viejo templo solar, el
Inticancha, el general Yupanqui
imploró su ayuda al dios Sol, el
cual convirtió a las piedras que
rodeaban la ciudad en soldados
(conocidos como pururaucas) y
éstos derrotaron a los enemigos. La
gente entonces aclamó a Yupanqui
como su nuevo inca y éste asumió
el cargo con el nombre de
Pachacutec (‘el que transforma el
mundo’). Con el nuevo inca, el
sector militar se vio fortalecido y la
expansión adquirió importancia.
Pachacutec conquistó la meseta del
Collao, Arequipa, el valle del
Mantaro, a los chinchas (icas),
Lima, entre otros territorios, y
organizó el Tahuantinsuyu. A
Pachacutec le sucedió Túpac Inca
Yupanqui, quien como auqui
(‘príncipe heredero’) continuó la
expansión por la costa y la sierra
norte, dominando a los
chachapoyas, los chimú y otros
pueblos importantes hasta el actual
territorio de Ecuador.
Posteriormente, ya como inca, se
dirigió al sur, donde avanzó hasta
el río Maule, punto que se
convertirá en la frontera sur del
Imperio. Éste, no obstante, alcanzó
su mayor extensión con el reinado
(1493-1525) del hijo de Túpac,
Huayna Cápac. Hacia 1525, el
territorio bajo control inca se
extendía por la zona más
meridional de la actual Colombia,
por Ecuador, Perú y Bolivia y por
zonas de lo que hoy en día es el
norte de Argentina y Chile,
abarcando un área de más de 3.500
km de norte a sur, y de 805 km de
este a oeste. Los investigadores
estiman que esta inmensa región
estuvo habitada por una población
de entre 3,5 y 16 millones de
personas de distintas culturas
andinas.
La muerte de Huayna Cápac en
1525, antes de que pudiera
designar a su sucesor, provocó la
división del Imperio. Sus dos hijos,
los hermanastros Huáscar y
Atahualpa, aspiraban al trono. La
consiguiente y encarnizada lucha
entre ambos, que finalizó en 1532
con la captura de Huáscar, debilitó
seriamente al Imperio. En este
crítico momento el conquistador
español Francisco Pizarro
desembarcó en la costa con una
fuerza de unos 180 hombres
dotados de armas de fuego.
Pizarro, apoyado por distintos
grupos de indígenas descontentos
por la dominación inca, logró
controlar el Imperio, altamente
centralizado, haciendo prisionero a
su jefe, Atahualpa. Temeroso de
que Pizarro pudiera ordenar su
destitución en favor de Huáscar,
Atahualpa dio la orden de ejecutar
a su antiguo rival, lo que sería una
de las causas de su propia condena
en el proceso al que le sometieron
los españoles un año después. El
26 de julio de 1533, cuando
todavía se estaba acumulando un
enorme depósito de ornamentos de
oro procedentes de todos los
rincones del Imperio, Pizarro
ejecutó al garrote a Atahualpa.
Ese mismo año, los españoles
iniciaron su marcha a Cuzco. En
Jauja (un punto intermedio)
conocieron a Túpac Hualpa
(Toparpa), quien se presentó como
hijo de Huayna Cápac y legítimo
heredero al cargo de inca, Pizarro
lo nombró entonces como tal. Al
llegar y ocupar Cuzco, recibieron
la noticia de que Toparpa había
sido asesinado, entonces Francisco
Pizarro nombró a Manco Inca
(Manco Cápac II) como nuevo
soberano. Manco Inca se rebeló
contra los españoles en 1536, cercó
Lima y Cuzco por algunas
semanas, hasta que finalmente fue
derrotado en Sacsahuamán. Tras la
derrota huyó hacia el oriente,
fundando un centro de resistencia
conocido como Vilcabamba: por
ello a él y a sus descendientes se
les conoce como incas de
Vilcabamba. Al morir Manco Inca,
le sucedió en el trono su hijo Sayri
Túpac, quien firmó la paz con el
virrey Andrés Hurtado de
Mendoza, marqués de Cañete, pero
falleció en 1561, siendo
reemplazado por Titu Cusi
Yupanqui, que reinició las
hostilidades; finalmente, en 1570,
asumió el poder Túpac Amaru,
quien fue derrotado y decapitado
en 1572 por orden del virrey
Francisco de Toledo.
Cultura
Los incas fueron gobernantes que
recopilaron y dieron gran extensión
a una serie de costumbres que
ancestralmente existían en los
Andes. Su valor no se halla tanto
en su capacidad creativa, sino en su
habilidad para difundir, ordenar y
administrar el sistema andino en un
amplio territorio. La base de la
cultura y la organización andina se
encuentra en el parentesco, es
decir, en el ayllu, un conjunto de
personas que se consideran
parientes pues creían descender de
un antepasado común. Éstos están
a su vez unidos por vínculos de
reciprocidad, es decir, están
comprometidos a ayudarse
mutuamente en las labores
cotidianas; a este tipo de trabajo se
le conoce con el nombre de ayni.
También tienen la obligación de
trabajar juntos para el beneficio de
todo el ayllu: este trabajo se conoce
como minca. Los miembros de un
ayllu responden a la autoridad de
sus curacas (caciques), que son los
encargados de regular las
relaciones sociales, de ejecutar las
fiestas, de almacenar recursos,
repartir las tierras entre su gente y
disponer de la mano de obra. La
economía inca no conoció ni la
moneda, ni el mercado, por lo tanto
los intercambios y la fuerza laboral
se obtenían a través de lazos de
parentesco o por reciprocidad.
Entre parientes existía un
intercambio de energía constante,
pero también se daba trabajo para
la autoridad, conocido como mita.
El inca pedía como tributo
exclusivamente mano de obra, que
era enviada a trabajar sus tierras, a
hacer cerámica, a construir andenes
o grandes obras arquitectónicas. A
cambio, el inca devolvía estos
servicios organizando rituales,
manteniendo los caminos,
repartiendo bienes en caso de
necesidad o en fiestas; esta relación
por la cual el inca devolvía el
trabajo del ayllu se conoce como
redistribución.
En el cenit de su poderío, los incas
habían desarrollado un sistema
político y administrativo no
superado por ningún otro pueblo
nativo de América. El Imperio
incaico era una teocracia basada en
la agricultura y en el sistema de
ayllus, o grupos de parentesco,
dominada por el inca, que era
adorado como un dios viviente. En
la organización política inca llama
la atención la existencia de un
sistema de poder dual, donde todas
las autoridades aparecían siempre
emparejadas: por ejemplo, en el
caso del inca, se propone la
existencia de dos incas que
gobiernan en simultáneo, un inca
hanan (‘arriba’) y un inca hurin
(‘abajo’). De igual forma, las
autoridades a nivel local eran
también duales: a nivel de los
ayllus, las máximas autoridades
fueron los curacas; todo ayllu tenía
dos curacas, uno hanan y otro
hurin. Por debajo de los incas, se
encontraban las familias de los
antiguos incas, las cuales formaban
grupos de parentesco conocidos
como panacas (‘familia noble’),
quienes se encargaban de mantener
el recuerdo del inca fallecido, de
realizar ceremonias en su nombre y
de cuidar de sus bienes y alianzas
hechas en vida. Las panacas tenían
gran influencia en la decisión del
nombramiento de los sucesores al
cargo de inca. Debajo de este
sector se encontraban los jefes de
los pueblos conquistados por los
incas, los cuales, en caso de no ser
rebeldes, recibían una educación
cuzqueña y una serie de
privilegios. El siguiente nivel de
autoridad lo constituían los
curacas, jefes de los ayllus. La
gente común estaba agrupada en la
categoría de hatun runa, se trataba
de campesinos miembros de un
ayllu, éstos tenían la obligación de
ir a la mita (trabajo por turnos)
para el Estado inca. Algunos salían
temporalmente de esta condición y
eran movilizados fuera de su lugar
de origen: a estos se les conoce
como mitimaes o mitmaqunas,
población que era movilizada a
distintas zonas con diferentes
objetivos, como obtener recursos o
poblar regiones. Finalmente, cabe
mencionar a los yanacona, los
cuales eran separados
definitivamente de su ayllu y
pasaban a depender directamente
del inca, para quien desempeñaban
una labor especializada.
Administrativamente, todo el
territorio estaba dividido en cuatro
grandes regiones o suyos (‘parte’),
a ello debe su nombre
Tahuantinsuyu (una palabra
quechua que significa literalmente
‘Tierra de los Cuatro Cuarteles’ o
‘de las Cuatro Partes’), que estaba,
a su vez, subdividido en cuatro:
Antisuyu, Collasuyu, Cuntisuyu y
Chinchaysuyu.
Fue el inca un pueblo de
agricultores avanzados: para cada
zona desarrollaron una estrategia
que permitía obtener el máximo
provecho. Utilizaron andenes o
terrazas de cultivo para aprovechar
las laderas de los cerros,
camellones o waru waru en zonas
altas inundables, irrigaciones, etc.
Es destacable la existencia de un
arado de pie conocido como
chaquitaclla. Los cultivos más
importantes fueron la papa (patata)
y el maíz, además del ají, la
chirimoya, la papaya, el tomate y el
frijol. Las llamas fueron los
animales básicos de transporte;
también se domesticaron las
vicuñas y alpacas por su fina lana.
Otros animales domesticados
fueron guanacos, perros, cobayas y
ocas. Las principales manufacturas
incas fueron la cerámica, los
tejidos, los ornamentos metálicos y
las armas con bellas
ornamentaciones. A pesar de no
contar con caballos, ni vehículos de
ruedas ni un sistema de escritura,
las autoridades de Cuzco lograron
mantenerse en estrecho contacto
con todas las partes del Imperio.
Una compleja red de caminos
empedrados que conectaban las
diversas zonas de las regiones,
permitía esta comunicación;
mensajeros entrenados —los
chasquis—actuando en relevos,
corrían 402 km al día a lo largo de
esos caminos. Los registros de
tropas, suministros, datos de
población e inventarios generales
se llevaban a cabo mediante los
quipus, juegos de cintas de
diferentes colores anudados según
un sistema codificado, que les
permitía llevar la contabilidad.
Botes construidos con madera de
balsa constituían un modo de
transporte veloz a través de ríos y
arroyos.
La religión tuvo un carácter de
gran formalidad. El dios supremo
de los incas era Viracocha, creador
y señor de todas las cosas
vivientes. Otras grandes deidades
fueron los dioses de la creación y
de la vida, Pachacamac, del Sol,
Inti (padre de los incas), y las
diosas de la Luna, Mamaquilla, de
la Tierra, Pachamama, y del rayo y
la lluvia, Ilapa (véase Mitología
inca). Las ceremonias y rituales
incas eran numerosos y
frecuentemente complejos y
estaban básicamente relacionados
con cuestiones agrícolas y de salud,
en particular con el cultivo y la
recolección de la cosecha y con la
curación de diversas enfermedades.
En las ceremonias más importantes
se sacrificaban animales vivos y
raramente se exigía la realización
de sacrificios humanos como
ofrenda a los dioses (véase págs.
34-36 ). Los incas produjeron un
rico corpus de folclore y música,
del cual sólo perviven algunos
fragmentos.
7. Mitología inca
Abarca un conjunto de creencias,
normalmente de base animista,
propia de los pueblos de origen
quechua y aymara que
constituyeron el imperio inca, cuya
capital era la ciudad de Cuzco.
Los dioses
El dios creador, con rasgos de
héroe cultural, es Viracocha,
calificado como Anciano hombre
de los cielos o Señor maestro del
universo. Por haber creado la
tierra, los animales y los seres
humanos, y ser el poseedor de
todas las cosas, los incas lo
adoraban. Creó, destruyó a los
hombres y volvió a crearlos a partir
de la piedra. Después los dispersó
en cuatro direcciones. Como héroe
cultural, enseñó a los seres
humanos varias técnicas y oficios.
Emprendió muchos viajes hasta
que llegó a Manta (Ecuador), desde
donde surcó el océano Pacífico:
según algunos, en una embarcación
hecha con su capa; según otros,
caminando sobre el agua.
Inti, el dios Sol, era la divinidad
protectora de la casa real. Su calor
beneficiaba a la tierra andina y
hacía madurar las plantas. Se
representaba con un rostro humano
sobre un disco radiante. Cada
soberano inca veía en Inti a su
divino antepasado. La Gran Fiesta
del Sol, el Inti Raymi, se celebraba
en el solsticio de invierno. Para dar
la bienvenida al sol, le ofrecían una
hoguera, en la que quemaban a la
víctima del sacrificio, coca y maíz.
Culminada la celebración,
exclamaban: "¡Oh, Creador, Sol y
Trueno, sed jóvenes siempre!
¡Multiplicad los pueblos! ¡Dejad
que vivan en paz!". La mujer de
Inti se llamaba Mamaquilla, la
Madre Luna, y era la encargada de
regular los ciclos menstruales de la
mujer. El dios dador de lluvia,
Illapa, era una divinidad agrícola.
En época de sequía se hacían
peregrinaciones a los templos
consagrados a Illapa, construidos
en zonas altas. Si la sequía era muy
persistente, llegaban a ofrecerle
sacrificios humanos. Los incas
creían que la sombra de Illapa se
encontraba en la Vía Láctea, desde
donde arrojaba el agua que caería
en la tierra en forma de lluvia.
Otros dioses importantes son
Pachamama, la Madre Tierra, el
mundo de las cosas visibles,
Señora de las montañas, las rocas y
las llanuras, y Pachacamac, dios
del fuego y del cielo, el espíritu
que alienta el crecimiento de todas
las cosas, espíritu padre de los
cereales, animales, pájaros y seres
humanos.
8. Las edades del mundo
Según el testimonio del cronista
peruano Felipe Huamán Poma de
Ayala en Nueva crónica y buen
gobierno (1612), entre los incas
existía la creencia en la sucesión de
cinco edades. La primera, llamada
Huari Viracocha Runa (o
Pakarimok Runa, ‘los habitantes de
la aurora de la humanidad’), duró
ochocientos años. Por ser la
primera generación, los pobladores
no morían ni se mataban entre sí.
Parían de dos en dos, hombre y
mujer. Eran nómadas, vivían en
cuevas y se cubrían con hojas de
árboles y esteras de paja. Al llegar,
destruyeron a los animales
(jaguares y osos) y a los monstruos
que habitaban la tierra. Adoraban
como dios a Runa Camac
Viracocha. Llamaban al diluvio
Uno Yaco Pachacuti.
La segunda edad, llamada Huari
Runa (‘gente autóctona’), duró mil
trescientos años. Se caracteriza
porque en ella se inició el trabajo
de la tierra y de los cultivos
agrícolas, además del
aprovechamiento del agua de ríos,
lagunas y pozos. Vivían en casas
semejantes a hornos, llamadas
pukullos, y se cubrían con pieles de
animales. Adoraban a un solo dios
en tres personas, soberanos del
cielo y de la tierra, llamadas Yayan
Illapa (‘rayo padre’), Chaupichurin
Illapa (‘rayo hijo intermedio’) y
Sullca Churin Illapa (‘rayo hijo
menor’).
La tercera edad, Purun Runa, duró
mil ciento treinta y dos años y sus
contemporáneos "se multiplicaron
como la arena del mar, tanto que ya
no cabían en la tierra".
Construyeron casas de piedra con
tejados de paja y formaron
poblados. Mejoraron las técnicas
de aprovechamiento del suelo y los
sistemas de riego. Criaron llamas y
alpacas y desarrollaron los
procedimientos de teñido y
tejeduría. Organizados bajo el
mando de reyes, señores y
capitanes, su elevado número y sus
posesiones despertaron la codicia y
las guerras. Adoraban al señor del
cielo, Pachacamac. Dicen que la
tercera edad acabó con una
epidemia que no dejó a nadie con
vida y que eran tantos los muertos
"que en seis meses los buitres y
cóndores no pudieron terminar con
los cadáveres".
Los indios de la cuarta edad, Auka
Runa, vivieron y se multiplicaron
durante dos mil cien años. Hubo
tres periodos, que se caracterizaron
por las luchas de expansión y
conquista: el primero, de guerras
para aumentar o consolidar el
dominio territorial; en el segundo,
la nación Chincha sometió a las
demás y las confederó, asegurando
su paz y su prosperidad; en el
tercero, los incas dominaron la
confederación y extendieron el
cultivo de distintas variedades de
maíz y de patata. La expansión del
imperio inca, Tahuantinsuyu,
define y da nombre a la quinta
edad, que incluye además el
periodo de la conquista española.
9. Tiempo y calendario
Entre los incas, el tiempo se medía
según las fases en el curso natural
de la Luna. El año, de trescientos
sesenta días, estaba dividido en
doce lunas de treinta días cada una.
Los cuatro hitos del recorrido del
Sol, que coincidían con los
festivales más importantes
consagrados al dios Inti, se
indicaban por medio del
intihuatana, una gran roca,
coronada por un cono que hacía
sombra en unas muescas de la
piedra. En Cuzco los solsticios se
medían con pilares llamados
pachacta unanchac o indicadores
de tiempo. La organización mítico-
religiosa determinaba la sucesión
en el calendario a través de las
doce lunas, correspondientes a
festividades y actividades
cotidianas:
Capac Raimi Quilla (Luna de la
Gran Fiesta del Sol), equivalente a
diciembre, mes de descanso;
Huchuy Pucuy Quilla (Pequeña
Luna Creciente), enero, tiempo de
ver el maíz en crecimiento;
Hatun Pucuy Quilla (Gran Luna
Creciente), febrero, tiempo de
vestir taparrabos;
Pacha Pucuy Quilla (Luna de la
Flor Creciente), marzo, mes de
maduración de la tierra;
Ayrihua Quilla (Luna de las
Espigas Gemelas), abril, mes de
cosecha y descanso;
Aymoray Quilla (Luna de la
Cosecha), mayo, el maíz se seca
para ser almacenado;
Haucai Cusqui Quilla (Luna de la
Preparación), junio, cosecha de
patata y descanso, roturación del
suelo;
Chacra Conaqui Quilla (Luna del
Riego), julio, mes de redistribución
de tierras;
Chacra Yapuy Quilla (Luna de la
Siembra), agosto, mes de sembrar
las tierras en medio de cantos de
triunfo;
Coia Raymi Quilla (Luna de la
Fiesta de la Luna), septiembre, mes
de plantar;
Uma Raymi Quilla (Luna de la
Fiesta de la Provincia de Uma),
octubre, tiempo de espantar a los
pájaros de los campos cultivados;
Ayamarca Raymi Quilla (Luna de
la Fiesta de la Provincia de
Ayamarca), noviembre,
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la literatura pre- 21:32
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Grupo: Nuevo usuario
. Introducción
" Y pues por una parte sabemos de cierto, que hay
muchos siglos que hay muchos hombres en estas
partes, y por otra no podemos negar que la Divina
Escritura claramente enseña de haber procedido
todos los hombres de un primer hombre,
quedamos sin duda obligados a confesar, que
pasaron acá los hombres de allá de Europa o de
Asia o de África, pero el cómo y por qué camino
vinieron, todavía lo inquirimos y deseamos saber.
Cierto no es de pensar que hubo otra Arca de Noé
en que aportasen hombres a Indias, ni mucho
menos que algún Ángel trajese colgados por el
cabello, como el profeta Abacuch, a los primeros
pobladores de este mundo. Porque no se trata qué
es lo que pudo hacer Dios, sino qué es conforme
a razón y al orden y estilo de las cosas humanas.
(...) Cosa cierta es que vinieron los primeros
indios por una de tres maneras a la Tierra del
Perú: porque o vinieron por mar o por tierra; y
por mar o acaso, o por determinación suya, digo
acaso, echados con alguna gran fuerza de
tempestad, como acaece en tiempos contrarios y
forzosos; digo por determinación, que
pretendiesen navegar e inquirir nuevas tierras.
Fuera de estas tres maneras, no me ocurre otra
posible". #
Epifanía
De Wikipedia, la enciclopedia libre
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La Epifanía (Por etimología del griego: επιφάνεια que significa: "manifestación; un
fenómeno milagroso") se trata de una fiesta religiosa cristiana en la que Jesús toma una
presencia humana en la tierra, es decir Jesús se "da a conocer". El término Epifanía és
utilizado, según Giacomo Cannobio, en los Setenta para traducir el concepto de "gloria
de Dios" que indica las huellas de su paso o, más simplemente su presencia. En el
Nuevo testamento, en las cartas paulinas tardías,se refiere a la entrada de Cristo en el
mundo, presentada como la del emperador que viene a tomar posesión de su reino (latín:
adventus, de ahi el tiempo de Adviento como preparación a la Navidad). A partir de este
significado el término de usó en oriente para indicar la manifestación de Cristo en la
carne y a continuación, a partir del siglo IX, para designar la fiesta de la revelación de
Jesús al mundo pagano. Esta es la fiesta que se sigue celebrando el dia 6 de enero.
En la narración de la Biblia Jesús se dio a conocer a diferentes personas y en diferentes
momentos, pero el mundo cristiano celebra como epifanías tres eventos, a saber: La
Epifanía ante los Reyes Magos (tal y como se relata en Mateo 2, 1-12) y que es
celebrada el día 6 de enero de cada año. La Epifanía a San Juan Bautista en el Jordán. Y
la Epifanía a sus discípulos y comienzo de su vida pública con el milagro en Caná en el
que inicia su actuación pública.
En realidad la fiesta de epifanía que más se celebra es la que corresponde al día 6 de
enero de cada año en la que los tres reyes magos, según la tradición (en las traducciones
de Biblias protestantes, y ya actualmente en las últimas traducciones de las biblias
católicas, elaboradas en colaboración ecuménica e interconfessional, se menciona el
adjetivo sabios) denominados: Gaspar, Melchor y Baltasar que aparecen del oriente para
adorar la primera manifestación de Jesús como niño ofreciendo tres regalos simbólicos:
oro, incienso y mirra. En realidad, la Biblia no habla del número de los magos, o sabios,
ni tampoco de sus nombres. Ha sido la tradición posterior la que ha identificado su
número y nombres.
Tabla de contenidos
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1 Orígenes
2 Día de los Reyes Magos
3 Costumbres por Países
o 3.1 España
o 3.2 América Latina
4 Epifanía en el Arte
5 Enlaces externos
[editar] Orígenes
La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas más antiguas, más aún que la misma
Navidad. En Egipto y Arabia se celebraba el solsticio de invierno en el año 361.
En el siglo XV existía en Florencia una hermandad denominada la "Compagnia dei
Magi" se trataba de una de las congregaciones más importantes de la ciudad. Esta
hermandad imitaba cada cinco años el viaje de los Reyes Magos por las calles de
Florencia, encuadrándose entre los episodios más suntuosos de la ciudad toscana.
[editar] Día de los Reyes Magos
En algunos países este día es tradicional hacer regalos a los niños conmemorando los
presentes que los Reyes Magos llevaron al Niño Jesús, según cuenta el evangelio de San
Mateo. Este evangelio menciona que unos Magos siguieron una brillante estrella para
adorar y llevar regalos al Niño Jesús.
Según la tradición, Melchor, Gaspar y Baltasar, (Según creencias representan a Europa,
Asia, y África respectivamente), llegaron en un caballo, en un camello y un elefante (o
en tres camellos dependiendo del país) trayendo consigo oro, incienso y mirra.
[editar] Costumbres por Países
La celebración se hace en muchos países de forma casi similar, por ejemplo en Chile se
denomina La Pascua de los negros.
[editar] España
En España, la tradición es que los niños escriban una carta a los Reyes Magos y que se
envía días antes del día de Epifanía. En este día, popularmente conocido como Día de
los Reyes Magos se consume el deseado roscón de reyes que contiene una sorpresa en
forma de figurilla.
El día anterior se realiza una cabalgata de Reyes Magos en diferentes lugares y ciudades
de España donde aparecen los reyes magos con los regalos que durante esa noche
ofrecerán a los niños.
[editar] América Latina
En casi toda la region, en la noche del 5 de enero los pequeños ponen una carta para los
Tres Reyes Magos dentro de sus zapato debajo del árbol de Navidad antes de irse a
dormir, y de esta forma hacen saber a los Reyes Magos cuantos niños viven en esa casa.
En Puerto Rico en la Víspera de Reyes los niños cortan grama fresca y la ponen en una
caja de zapatos junto a sus camas para que los camellos de los Tres Reyes Magos se la
coman.
Los niños se levantan en la mañana del 6 de enero y abren sus regalos. En Puerto Rico
los niños encuentran la caja de grama vacía, ya que los camellos se comieron la grama,
y junto a la cama encuentran sus regalos. Aunque muchas familias dan regalos a sus
hijos en Navidad, el día de Reyes sigue siendo una de las más importantes tradiciones.
El ritual empieza en la tarde o a la hora de cenar. La familia comparte una deliciosa
rosca, el pan está hecho con Flor de Naranja y mantequilla, decorado con frutas
cristalizadas (rosca de reyes en Argentina, Chile y Uruguay). Dentro de la rosca se
encuentra una pequeña figura que representa al niño Jesús (solamente en México). La
persona que encuentre el muñeco en su trozo de rosca tiene que preparar una fiesta el 2
de febrero, día de la Candelaria, ofreciendo tamales y atole (una bebida que se espesa
con harina de maíz y se sirve caliente).