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Los Últimos Incas Del Cuzco

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Franklin Pease G. Y.

Los últimos incas del Cuzco

1492· 1'1'12
<AANT0 CENIBNARIO
Alianza Editorial
Reservados todos los derechos. De confonnidad con lo dispuesto en el art. 534-bis del
Código Penal vigente, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad
quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o
científica fijada en cualquier tipo de soporte, sin la preceptiva autorización.

Copyright© Franklin Pcasc G. Y.


© Sociedad Quinto Centenario
© Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1991
Calle Milán, 38. 28043 Madrid; teléf. 200 00 45
ISBN: 84-206-4227-4
Depósito legal: M. 38.740-1991
Fotocomposición EFCA
Impreso en Lavel. Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid)
Printcd in Spain
Indice

Introducción .......... ..... ......... .......... •.. •••.. •••••••· •••· •· · ••· · · · · · · · 13

1. EL UNIVERSO SOCIAL. . . ..... .......... .. . .... ........ .. ... ,.·:, .····., 17


a) El ciclo de los orígen es...... .......... .......... .......... ...... 29
b) El ciclo de la guerra chanca . .. .. .. .. .. . .. .. . .. .. .. .. . . .. . .. .. . 29
e) El ciclo de la guerra entre hermanos .. .. . . .. .. .. .. .. .. .. .. .. 30
El dualismo: las mitade s........ .......... ........ ......... ......... .. 41

2. EL MUNDO ECONÓMICO . .......... ..... . ..... ......... ......... ....... 45


Reciprocidad y redistribución . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
La mita del Inca... .......... .......... .......... ... ......... ........ .... 49
La economía y el crecimiento del Tawan tinsuyu .......... ..... 51
Riqueza y pobreza ......... ......... ......... .. ......... ........ ........ 53
El control pluriecológico .... ...... ........ ......... ......... ......... . 56

3. EL PROBLEMA RELIGIOSO .. .. .. .. .. .. .. .. . .. . .. .. . . . .. .. . .. .. .. .. .. .. 61
Las conqms . . s: ¿h'1stona
. tas mca1ca . o ntua . l?. .. . . . .. .. .. .. . . .. . .. .. 73
Los muertos caminan al Cuzco ......... ......... ........ ......... .. 75
Dualidad, conflicto y guerra ritual. ......... ......... ......... ..... 80

4. LA SUCESIÓN AL PODER....... ......... ......... ......... ..... . ....... 87

7
lndiec
8
o, du al id ad y su ce si ón ... .. •••••••••••••••••••............ 95
Correinad 98
de la s cr ón ic as •• •· · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ••.
Los relatos
··· ·· · ··· · ··· ··· ··· ·· 113
R Y AT AH UA LP A ... ... ··· ··· ··· ··· ··· ···
5. HU ÁS CA
... .... .... 11 9
qu e haJJaron los es pa ño les ... . ••... . ••. •.. ... ...
EJ inca
... .. 133
DE L CO NF LI CT O · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·.. ...
6. EL DE SA RR OL LO ... ... ... . 138
m o la co nt ar on la s cr ón icas ... ... ... ... ...
La guerra co un ri tu al . ... . ... ... ... ... ... 143
ra o re la to de
Historia de una guer
. . .. . . . . 147
lNKARRf Y LA VI SI ÓN DE LOS VE NC ID OS
7. EL MITO DE .. .. . 148
le s co m o di os es ... ... . ... ... . .... ... ... . ... ... ... ... .
Los españo ... ... ... . .. .. ... ... ... ... . .. ...... 155
rr f.. ... ... .. ... ... ...
EJ mito de In ka . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. 164
de los ve nc id os . . . . . . . . . .
La visión
... ... ............ . 169
... ......... ... ....... .... .... .... .....
"

BJBLIOGRAFfA
A Mariana , siem pre
«Ayga otro cuzco en quito y otro en tumi y otro en
guanuco y otro en hatuncolla y otro en los charcas y
la cavesa que sea el cuzco. »

( Guarnan Poma)
Introducción

El) la historia del país de los incas hay ciertos momentos que marcan
la pauta de su desarrollo. Los cronistas que recogieron su información
entre los siglos XVI y XVII nos dejan entrever por lo menos tres momen-
tos capitales en la vida de los incas del Cuzco, el tiempo de los orígenes,
el del Inca Pachacuti, y la lucha final originada a la muerte del Inca
Huayna Cápac entre diferentes grupos que aspiraban al poder. Es este
último el que permite estudiar diferentes aspectos de la vida andina,
partiendo de los hechos que más cerca tuvieron los cronistas, pero con-
siderando siempre que estos sólo fueron testigos de los últimos aconte-
cimientos del drama de Cajamarca. Otro asunto es pensar que pudieron
asimilar correctamente lo que vieron, e interpretarlo a la manera histó-
rica occidental.
Los españoles vivieron los últimos días del Tawantinsuyu y recogie-
ron las versiones -difer entes , por ciert o-, que los habitantes del área
andina podían dar sobre su pasado anterior a Atahualpa, el último Inca
del Cuzco. Pero el problema más importante es reconocer que los andi-
nos no necesariamente interpretaban su pasado con criterios históricos,
sino fundamentalmente míticos. Los cronistas oyeron mitos y los trans-
. formaron en historias. Hacer la historia del Tawantinsuyu es entonces
una empresa arriesgada, si sólo se utiliza los criterios tradicionalmente
históricos, olvidando que no es posible dar a las crónicas el valor abso-
·luto que la Historia daba antes a los textos. Ya hace muchos años que

13
..
1

14
Franklin Pease G . y

Lucien Febvre esc~bió en sus Comba tes por la_Historia: «Indudablemen-


te, la historia se hace ~on documentos es~ntos_. Pero también PUede
hacerse, debe hacerse, sm documentos escnto s s1 estos no existen . Co
todo lo que el genio del histori ador pueda permitirle utilizar para fabri~
las flores usuales. Por tanto, con palabras , con
. de
car su miel ' a . falta .
signos , con paisa1es y con te1as. Con formas de campo y malas hierb
Con eclipses de luna y cabestros. Con exáme nes periciales de pied as.
realizados por geólogos y análisis de espada s de metal realizados ;as
químicos. En una palabra: con todo lo .. que, siendo del hombr e, expreor
· l d d l sa
al hombre, significa la presencia, a act1v1 a , os gustos y las formas d
ser del hombre. ¿No consiste toda una parte y, sin duda, la más apasio~
nante de nuestr o trabaj o como histori adores , en un consta nte esfuerzo
por hacer hablar a las cosas mudas , para hacerl as decir lo que no dicen
por sí mismas sobre los hombr es y sobre las socied ades que las han :
produc ido, y en constituir finalmente entre ellas esa amplia red de soli-
darida des y mutuos apoyos que suple la ausenc ia del documento es-
crito?».
Las crónicas ofrecen un mundo de posibilidades que no puede valo-
rarse sin considerar los otros análisis que se hacen de la realid ad andina '
sobre todo en la arqueología y la etnolo gía. Con relación al final del
Tawantinsuyu, hay que partir de la base de que aun lo que los cronistas
vieron es susceptible de serios errore s interp retativ os, pues el testigo
funciona y elabor a u~ testimonio sobre la base de catego rías conceptua-
les de su propio ·mund o, muy ajenas en este caso a las de los Andes.
Sólo en años todavía cercanos a la invasión europ ea, hombr es como
Domin go de Santo Tomás , Obisp o de Charc as y autor de numerosas
opiniones «Iascasistas» , basadas en un intent o de compr ensión de lo an-
dino, el funcionario Juan Polo de Ondeg ardo o Juan de Matie nzo, tam-
bién emple ado de la coron a españ ola, realiza ron un gigant esco esfuerzo
destin ado a comprender la realid ad andin a y la influe ncia que en ella
ejercía Ja implantación de modos de pensa r y vivir europ eos. ·
Desde este punto de vista, estudi ar el final del Tawan tinsuy u obliga
a buscar entre líneas en las crónic as los eleme ntos básicos de la organi-
zación andina y, como siemp re se ha plante ado en términ os políticos la
guerra entre los presun tos suceso res del Inca Huayn a Cápac , hay ~ue
intent ar hallar los molde s que regían el compl~cado asunto de la sucesión
del poder entre los incas. Somo s consc ientes de la dificu ltad -algun a
vez insalv able- que nos ofrece la limita da inform ación que poseem~s
gracias a las crónic as, pero ello no induc e a dejarl as de lado. Las crónt-
.6 rea-
cas, al estar basada s en una tradic ión oral, y en una reelab oract n
lizada por los propio s autore s de tales obras , obliga n a sus lecto~es ª
trabaj arlas consid erando tanto los criteri os que rigen el funcionamiento
Los últimos incas del Cuzco
15
de las tradiciones orales, como también los univ
ersos intelectuales de sus
respectivos autores. Las crónicas no son sola
mente escritos, son libros;
sus autores no son solamente receptores de
información, son activos
ordenadores de la misma, creadores de una hist
oria.
Es larga la búsqueda de los sistemas de organiz
ación del Tawantin-
suyu; la tradición oral de indudabl~ base sagrada
-m ito s- recogida P.?r
los cronistas, contiene los informes básicos par
a estudiarla. El mundo
religioso provee así de los elementos fundamenta
les. Pero en el caso del
conflicto entre el Cuzco y Tumipampa, la ciud
ad más importante de la
región de Quito, la cercanía -ap are nte o rea
l- de los « hechos» per-
mite encontrar una secuencia en la cual se apre
cie tanto el sistema de
acceso al poder como se atisbe los grupos en
pugna.
Los orígenes del pueblo andino se remontan
a varios miles de años
y cada día es más precisa su antigüedad como
conjunto humano organi-
zado en grupos localizados y, finalmente, en
el Tawantinsuyu. Es muy
conocido ya que éste no fue· la única organiz
ación de poder andina,
aunque sí la última y aquella de cuyas formas org
anizativas nos quedaron
mejores testimonios; es indudable que en su orig
en y expansión se apro-
vechó gran cantidad de elementos culturales prec
edentes.
Cada día se va dibujando más el perfil de las
sociedades andinas .
Específicamente, cuando se trata del Tawanti
nsuyu puede entenderse
que su imagen histórica, aquella recogida y
reflejada en las crónicas,
responde por lo menos a tres grandes ciclos
míticos: el mito de origen
cuzqueño, el ciclo mítico de Pachacuti y el de
la guerra «civil» -qu izá s
una guerra ritu al- entre Huáscar y Atahualpa
. Los cronistas escribieron
con ellos una historia. Es la que representa nor
malmente al Tawantinsu-
yu.
Hacer historia de la población andina es hoy
día una tarea impres-
cindible , especialmente desde que la misma
se va entendiendo como
parte real de la historia del Perú y de los otro
s países andinos de hoy.
Durante siglos, se entendió la historia andina
como cancelada en el mo-
mento de la invasión española del siglo XVI
; a partir de entonces se
habría mudado el mundo, ingresándose en
una historia universal (i.e .
europea). Lo andino se redescubrió académ
icamente en el siglo XX, a
pesar de los esfuerzos realizados en el siglo pre
vio, donde los prejuicios
campearon.
Este libro se escribió inicialmente en 1965 y
ha sido reeditado varias
veces; Bem ard Lelong hizo una traducción
al francés que apar_eció en
1974 (Mame, París). Fue reescrito íntegramen
te para esta versión que
incluye asuntos tratados en diferentes ocasion
es. En lo que se refiere a
la transcripción de los términos quechuas, en
la generalidad de los casos
se han escrito en formas modernas castellaniza
das .

h
16 Franklin Peasc G. Y.

chos amigos y COI .


He conversado asuntos de este libro con mu
alcanza la responsabil~gas,
su consejo ha sido inestimable, aunque no les
riana ha hecho posibl~ ad:
Desde su elaboración inicial, mi esposa Ma 011
trabajo, sólo ella sab e cuá nto le deb o.

Lima, octubre de l99()

r
l. El Universo social

Las crónicas relatan que en el momento en


que murió el inca Huayna
Cápac, la sociedad cuzqueña sufrió una hon
da crisis, manifestada tanto
en los ámbitos políticos y religiosos, com
o sociales y económicos, que
provocó y estimuló el conflicto entre el
Cuzco y Tumipampa, del cual
los cronistas guardaron memoria. Puede
afirmarse desde ahora que es
imposible señalar esta guerra únicamente
como la lucha fratricida y mo-
tivada por puras cuestiones de ambición
de poder de los respectivos
caudillos que la tradición registrada por
los cronistas ha conservado:
Huáscar (identificado con el Cuzco) y Ata
hualpa (identificado con Quito
o con Tumipampa), como se ha afirmado
durante tanto tiempo basán-
dose indiscriminadamente en los cronistas
de los siglos XVI y xvn, que
no pudieron comprender --o bnu bila dos
por su cosmovisión cristiana y
eur op ea- que el Tawantinsuyu era una
unidad social y política distinta
de la realidad eur ope a y que la diferencia
no se hallaba tan sólo en la
distancia geográfica, en la carencia de la fe
católica o en la comunicación
mediante lenguas diferentes. De ahí que
los autores mencionados sólo
comprendieran la sucesión de gobernantes
cuzqueños como la basada en
una continuidad genealógica, tal como suc
edía en la Europa renacentis-
ta. Sin embargo, los intentos de los cronist
as mantienen ciertos momen-
tos cruciales que rompen la unidad de sus
relatos, realizad~s estos ~~n
los naturales esquemas históricos europe
os y en los que la mformacion
se ord enó de acuerdo a categorías no and
inas; éste es el caso del llamado

17
Franklin Pease G. Y.
18
1
cam b10 . de dinastía de Urin Cuzco a .Hanan .Cuzco , y el momento e _
d . a
•t I d I gobierno del inca Pachacut1, menciona o amp11amente en 1
p1 a e . h . d . os
re Iat os t radicionalmente conocidos. Pac acut1 parece es1gnar un pen' _
_ ( . ,, . ? ) . o
do completo de la vida cuzquena_ ¿un c1c1o m_it_ico. , y la siempre arn-
. atente información de los cronistas ha permitido rodear de confusio'
bIV fl' 1C n
este problema. Por ot~o lado, ~I co~,, 1cto en_tre e _u~c~ y T~~ipampa,
inmediatamente antenor,, a _la 1nvas1on espa~ola, ong1~0 e! ultimo pro-
blema sucesorio -no el un1co, como se vera- en la h1stona del Cuzco·
permite así, mejor que otros momentos, el estudio de este asunto, fa~
cilitado por la cercanía temporal a la recolección de la información
oral.
Pero no se confunda: la cercanía de los hechos no se refiere a los
primeros cronistas, sino a aquellos que escribieron en la década de 1550.
En realidad, las primeras generaciones de cronistas no se hallaron, bajo
ninguna circunstancia, en condiciones de informarse correctamente acer-
ca de la población andina. Ni siquiera pudieron obtener conocimientos
concretos sobre la persona del gobernante que buscaban ansiosamente,
como tampoco pudieron identificarlo con el Inca. Sólo años más tarde
se podrá establecer la relación entre Inca y rey , que los españoles pre-
cisaban para organizar --entender- una estructura política como la que
acababan de encontrar en los Andes (vid. infra).
La sociedad incaica funcionó a base de una élite eficazmente organi-
. zada en torno al Cuzco y al Inca, y basada en una sociedad urbana,
pequeña y eminente, localizada en el Cuzco y en los demás centros
administrativos andinos, pero no compuesta por todos los habitantes de
los mencionados centros urbanos andinos. El grupo dirigente primigenio
fue denominado por los cronistas «nobleza de sangre»; aquellos autores
lo vincularon con la parentela del Inca, formada por los integrantes de
las panaqa o grupos de parentesco cuzqueños, que usufructuaban las

1
Riva Agüero enfocó este asunto con criterio tradicional considerándolo como un
proble~a dinástico (Riva Agüero 1910: 113 ss.) , aunque intu;ó que dicho cambio pudo
muy bien ser motivado por la existencia de problemas en la élite. Hay que añadir qu~ este
momento de cambio anotado por los cronistas aparece oscurecido por lo que sucedió en
la é Poca ªt n_
'b~1'da al Inca Pachacull· • , impar·
que los cronistas mencionan, y que es el mas as
tant~ ~n 1.ª visión del pasado incaico de estos autores (Pe ase 1970: 71-72). A fin de cue:t ~
la distmción en «dinastías» es sumamente discutible· puede aceptarse que se trata d •
orde · ·
de namiento andmo (dual), pero no que se tratara,' en realidad, de dos gruPos suceSJVOS
banan
gobernantes. Se ha planteado la simultaneidad de al menos dos incas (uno para dría
Y_otro para urin; incluso se ha sugerido la simultaneidad de todos los incas, lo cual ten y
cierto sentido, si se recuerda que cada uno de ellos era jefe de un grupo de parenteSCocÍel
cada _uno de estos (denominados panaqa) disponía de un jefe que ocupaba el lugar
epómmo fundador.
Los últimos incas del Cuzco
19

tierr~s de lo~ v~lles vecinos_ a la ciudad sagrada 2; constituían las panacas


el nucle~ prmc1pal de la éhte identificado con el Cuzco. Aparte de esto
se ha afirmado con frecuencia que los nuevos grupos de la clase dirigent~
estaban conformados por los curacas y señores locales ancestrales incor-
porados al d~minio del Cuzco, o reemplazados por personal adi~to. Sin
embar~o, recientemente se ha dudado seriamente acerca de la capacidad
de los meas para «nombrar» jefes étnicos 3 •
Durante el período primitivo del Cuzco, los grupos más antiguos de
la zona, que los propios cronistas del área señalaron, parecen haberse
regido por un tipo de gobierno colectivo. Como en toda la región andina
l?s panacas se pusieron de acuerdo con respecto al mando, y así lo ates~
t1guan ,algunas informaciones de las crónicas y, especialmente, en las
Informaciones mandadas hacer por el virrey Francisco de Toledo entre
1570 y 1572. Algunas de éstas se llevaron a cabo específicamente en el
Cuzco.
Si bien estos documentos y otros de la época, como el «Anónimo de
Yucay» de· 1571, intentaron justificar la invasión española alegando la
tiranía de los incas y la justicia del dominio local anterior a ellos -lo
que confirmaba la injusticia del dominio incaico-, y aunque esto puede
llevar a una idealización del período anterior al Tawantinsuyu, son esas
crónicas las que con mayor claridad hablan de este tipo de gobierno
anterior a los incas, donde el poder colegiado parece respaldado por
sinch'i o jefes de guerreros, de los cuales derivó posteriormente la auto-
ridad del futuro Tawantinsuyu. Los sinchis, muy respetados como auto-
ridades militares, son en realidad los «jefes de guerreros» hallados en
otras sociedades; las crónicas y otros documentos administrativos suelen
llamarlos «capitanes» 4 , identificándolos muchas veces con aquellos que
· dirigían la resistencia de los grupos sometidos por el Cuzco; pero, a la
vez llamaban así a una serie de personajes que resultaban de importan-
cia indudable en los propios dirigentes cuzqueños, como los jefes de las
huestes incaicas en campaña, o los protagonistas que, paralelos a los
incas, aparecen en la Nueva coránica y buen gobierno de Felipe Guarnan
Ponía de Ayala 5 •

2 Los propios cronistas informan que los incas det_er~inaron que las tierras de l_as áreas
vecinas a la ciudad del Cuzco se aplicaran al mantenmuento de las panacas. Sarmiento de
Gamboa, por ejemplo, informó que Pachacuti «despobló todos los pueblos questaba? dos
leguas en tomo del pueblo [del Cuzco]. Y las tierras de los pueblos que despobló aph~las
para el Cuzco y para sus moradores, y los que despobló echólos a otras partes» (Sarmiento
de Gamboa [1572) 1947: 179).
3
Pease 1989 y 1990. . d
4 Véase, por ejemplo, las informaciones mandadas hacer por el virrey Toledo (Tole o

1920, 119, 129-135). . . ..


5 Guarnan Poma (1615) 1936, 145. (Otra edición 1980, I: 104 Y ss.). hn adelante se
Franklin Pease O. Y.
20
. . . •mitivo de estos grupos, que luego formarían el
El gob1ern~ civi1 pbn O manos de un consejo de ancianos represen-
nuc, 1eo cuzqueno ' estad a eparentesco. El anciano . se I'dent1·t·1caba con el
tantes de los . ~rup~s- e no sólo en el área andina- ya que los hombres
gobierno tradiciona nfi~uraron siempre un sector privilegiado, sabio y
de ed_ad maddural co al se demuestra por la frecuente existencia de con-
0
expenmenta. ,
0 cue actúan como auton'd a d m áx1ma · d e 1 grupo o como
e1· os de ancianos qu . 11
s d 1 •efes en épocas postenores. Por e o no es sorprendente
asesores e · os ta Jcomo don Felipe Guarnan p orna d e A yaIa considere ·
que
que un croms . i·t· l 'd
-d d 80 años sea aquella que eJemp i ica a capaci a producto de d
la ed_a rienciae la sensatez, en una palabra, lasab'd
1 , 6 . T ampoco sor-
una
1a expe , . ., b t I ·
derá encontrar diversa informacron so re es e aspecto en a dtrec-
pren . , h 11 .
·6 colegiada de diversos grupos andinos; aun a amos en tiempos muy
c1 n d d'
posteriores a la invasión española, ~asos e grupos an 1n_os donde los
consejos de ancianos resultan determinantes. La importancia de esta éli-
te, generalmente confundida con una clase sacerd~tal _en la organización
del Tawantinsuyu, es evidente. Por un lado, es atnbu1ble a ella la trans-
formación religiosa ocurrida con la solarización del ser supremo Wira-
qocha en los tiempos que la tradición relaciona con el Inca Pachacuti de
los cronistas. Por otra parte, la importancia atribuida por la tradición a
la panaca o grupo de parentesco del Inca Wiraqocha, centro probable
del poder de este sector religioso, alude directamente a la participación
del grupo religioso en la organización cuzqueña, aún poco conocida a
pesar de los esfuerzos realizados. ·
Es alrededor de estos grupos de ancianos, que conservaban unificado
el poder civil con el religioso, y de los sinchis -jefes militares-, que
los mismos ancianos elegían, como parece haberse desarrollado la casta
gobe~ante del futuro Tawantinsuyu. Mientras los ancianos dirigentes
org~iza~on su poder a base de un prestigio religioso y de una cierta
«sapiencia de grupo», los sinchis hicieron aparecer una casta poderosa
basada en un prestigio militar que no ignoraba un respaldo religioso
adecuado, como luego veremos.
Los ancianos representaban una tradición de prudencia Y sabiduría
~~;a~~ t'ro~i~tas identificaron con los amautas. A éstos se les ~a consi-
.draddtctonalmente sólo como los maestros de la élite incaica, pero
en realt a responde · que con-
.
figuran . n no s61o a una función magisterial sino
una éhte 10 · t l ' · 'ó de
Sab1.d una , e ectual [sacerdotal] conservadora de la tradict n
que los · · · uta
pnmittvos ancianos representaban. Además, el ama

cí!.-8r~ ambas ediciones, 1 se . da se


anad1rá a la referencia d é\l dg~~da entre paréntesis. En caso de haber d1seordall_ ·a·
....A
6G e a e letón f í ·1 .ó CO(Te51-·
llaman Poma [16lSl 1936- raes mi , entre corchetes, la numeraet n 4J6).
· 979 997] 1094 [1104], 1108 (1118] (1980, 1,1: 351. 428 '
Los últimos incas del Cuzco
21

ocup aba cargos administrativos que, en la época de apog eo, le perm


itie-
ron actua r como legislador e intérp rete de las normas legales 7 • Por
me-
dio de ellos la vieja élite religiosa mantuvo un control efectivo sobre
la
educación de los dirigentes, y en la formación y desarrollo de la legisl
a-
ción, apart e del prestigio religioso, irreemplazable en una sociedad
ar-
caica, que presidía todo el traba jo del amauta. Este configura, como
se
ha indicado, una verda dera élite sacerdotal, que dirigió el impo rtante
cambio realizado en el mundo religioso en la época que las cróni
cas
atribuyeron al Inca Pachacuti, y que no tiene que confundirse neces
aria-
ment e -con los funcionarios sacerdotales tradicionalmente conocidos:
los
willaqa o waqakamayuj, aunq ue la documentación permite registrar
otros
nombres: kamaska, entre otros 8 •
Por otra parte , pode mos hallar en las crónicas un antagonismo per-
mane nte entre grupo s militares y religiosos del Cuzco. Mientras el
pri-
mitivo gobierno de la ciudad sagra da estuvo en manos del grupo sacer
-
dotal , que un cronista considerado extravagante, Ferna ndo de Mont
esi-
nos, llegara a identificar con una dinastía de ama utas 9 , los sinch
is pa-
recen habe r perm aneci do subor dinad os a dicho pode r, siempre siguie
ndo
la información de las crónicas, hasta el mom ento en que la invasión
de
un grupo foráneo -los chan cas- provocó una crisis que bien pudo
per-
mitir a un secto r de la élite -el militar, identificado con los sinch
is-
toma r el pode r. Fue enton ces cuan do -rela tan las crón icas- un
sinchi
[Yupanqui, luego llamado Pachacuti] obtuv o, gracias a una dura victo
ria
sobre los grupos chancas, concesiones que iniciaron la époc a del predo
-

7
Murúa [1616) 1964, 11: 60, ss.; Basadre 1936, 243; Basadre 1937:
84. Aunque los
cronistas los identificaron como profesores, la noción que hoy puede
tenerse sobre la tarea
concreta del amauta no es muy clara, pero es posible pensar que debió
influir poderosa-
mente en la administración cuzqueña. Para Tschudi, los amautas tenían
sobre todo una
función legal, no sólo interpretaban las leyes, sino que eran consul
tores legales del Inca
(Tschudi 1918, I, 73); pero añade las labores historiográficas que los
cronistas atribuyeron
a los amautas, al lado de la transmisión de los conocimientos y la asesor
ía en el gobierno
(Cf. Millones 1964).
8
Guarnan Poma [1615) 1936: 261 (1980, I: 183); Avila, [¿1598?] 1966,
65; Arriaga
1621, passim; Duviols 1967, 17, passim .
9
Montesinos es, sin duda, un autor poco fiable en cuanto a la inform
ación «histórica»
que proporcionó. Tiempos atrás, a inicios de siglo, autores como Riva
Agüero llamaban
la atención acerca de la discutible calidad de sus informaciones históri
cas (Riva Agüero
1910: 69 y ss.). Hoy puede decirse que mucha de la información que
proporcionó puede
muy bien no responder a datos obtenidos en los Andes, sino a la adecua
ción de algunos
de estos a una estructura de pensamiento cristiana; así ocurre con sus
«dinastías» de incas,
identificables con los días de la creación bíblica (John H. Rowe, comun
icación personal).
Hoy, para Montesinos, como para todos los cronistas, debe valer una
observación: oyeron
«datos» míticamente explicados y los transformaron en historias, adecuá
ndolas a la historia
tal como se entendía en el mundo europ eo.
Franklin Pease G
22
.y

. . d él'te militar en la zona del Cuzco. La presencia -perso


mm10 e Ia 1 d 1 • . . nal
achacuti en los relatos e os cromstas es suf1cienteme
o. no-- dte Porno para suscitar encen d'd . t
I as con roversias.
. M'1entras du nte
mteresan e e . d' . ran-
. mpo se pensó en él como una persona m 1v1dual ( un pe
te 1argo t1e ., , d' h . d' 'd . . rso-
. h' tóri·co) se discut10 despues 1c a tn 1v1 ua11zac16n, entendiénd
naJe 1s , - • 11.f.1cad o en un ciclo mít· o-
un período andino y cuzqueno, eJemp 1co
1e como M, ,
en el cual su presencia es fundamenta I. as aun, es e1ara su_ presentación
comO un arquetipo cuzqueño y solar, eventualmente . ,. repetible en for rna
cíclica. Es imposible olvidar que_ la memona m1~1ca transforma los acon-
tecimientos en categorías~ ideahza lo~ ~ersona1es re~~plazándolos por
repeticiones de modelos e1empla!es ong1na~es, y mod1f1ca sustancialmen-
te el concepto de tiempo sucesivo y medible que los hombres de hoy
conocemos.
Puede aceptarse, sin embargo, que Pachacuti -el Inca considerado
en las crónicas- simbolice en la memoria oral un período especialmente
importante. Dada la especial difusión del personaje en diferentes tradi-
ciones recogidas por los cronistas, no puede pensarse tampoco en una
desfiguración intencionada de la memoria oral. De otro lado, Pachacuti
no es sólo un «personaje» claramente identificado con el período de
inicio de la expansión cuzqueña o de la organización «estatal» que él
simbolizó, sino que se trata de una figura arquetípica repetida por los
incas, que las crónicas mencionan en los últimos años del Tawantinsuyu.
Se ha indicado también que el recuerdo de· acontecimientos suele impre-
sionar la memoria oral popular por un tiempo variable que no sobrepasa
jamás los 200-250 años, aun cuando su recuerdo· esté condicionado a las
repeticiones periódicas de situaciones arquetípicas que resumen el pasa-
do de los pueblos arcaicos 10 • Sólo a partir.de Pachacuti puede hablarse
de grandes expediciones de conquista, en los relatos de las crónicas, las
cuales se dirigieron primero a los espacios cercanos al Cuzco, como el
Callao y Charcas, y luego llegaron por los Andes del centro del Perú
actual hasta Cajamarca, hacia el norte. No es una novedad que el Ta-
wantinsuyu se expandió rápidamente como otras organizaciones políticas

10
Sin embargo, la forma como se recuerda los acontecimientos en la memoria oral de
las sociedades tradicionales es diferente de cómo se les precisa en la memoria histórica.
No sólo nos encontramos con diferencias importantes en tomo a la noción del tiempo,_ del
personaje, del papel del individuo o del grupo, sino que la propia narración a~qmere
diferenciaciones importantes en sociedades distintas a las europeas modernas. La imagen
«profana» de la narración de historias conocida modernamente no es compatible con la
sacralidad del mito, soportada ésta por un adecuado contexto ritual. Sólo en el s~glo ~
los humanistas desacralizaron los mitos grecolatinos, convirtiéndolos en alegorías, ~•stonas
falsas sin relación con un universo de lo sagrado. Cosa similar hicieron los crom5las en
América.
Los \\\timos incas de
\ Cuzco
23
antiguas y, también
como ellas, entró rá
del grupo de poder pidamente en crisis.
del Cuzco coincide L a aparición
con el advenimient con la derrota de lo
o de lo que \os cron s chancas Y
como una casta mili istas del siglo XVI id
tar, que compartió entificaron
giosa. H as ta entonc el poder con \a viej
es podemos encontra a élite reli-
en \a zona centro-sur r tr es grandes núcleos de po
de los Andes: \os gr der
des de\ lago Titicaca up os aymaras, de las veci
, los Chancas de la nda-
del Cuzco 11 • La vict zona de Ayacucho,
oria del Cuzco indicó y los incas
sión registrada en la el comienzo de la gr
s crónicas. an expan-
E s interesante reca
lcar que Pachacuti no
crónicas como un sólo es presentado po
renovador en el as r las
gubernativo o milita pe cto territorial o conq
r, sino especialmente ui stador,
esta manera un a ca en lo religioso, adqu
lidad arquetípica y iri en do de
considerar aquí un a un carácter sagrado.
identificación entre E s pr eciso
ño Manco Cápac (el el arquetipo primordi
primer Inca de las lis al cu zq ue-
ta s) , modelo tradic tas reconocidas por lo
ional de la región, y s cronis-
crónicas y qu e recl el Pachacuti que apar
ama nuestra atención ece en las
pe rm it en estudiar la , pues es una de las
«genealogía» de los claves que
ra lm en te , es precis gobernantes cuzqueño
o considerar la relaci s. Natu-
ria» del Cuzco, y cu ón que ésta tiene co
áles son las condicio n la «histo-
forma co m o las crón nes para que se orde
icas la dieron a cono nara en la
es to se hizo. Luego cer, aparte del momen
de relatar la victoria to en que
hablan de un a mar sobre los Chancas , la
cha hacia el Collao s crónicas
pr im er a, qu e ya fu realizada en dos etap
e favorable al Cuzco as; en la
pobladores de las , se produjo la conq
regiones situadas al ui st a de los
destacan los grupos norte del Cuzco, en
étnicos Soras y se vu lo s relatos
en tr e los pueblos qu elve a mencionar a lo
e se unen al Cuzco 12 s ch ancas
dirigió Pachacuti al . E n un segu
Collao, hacia el es nd o m om en to , se
curaca local Chuch te del Cuzco , don?e
i Cápac [curaca de venció ~1
darios a tr ab aj ar en Hatun Colla1, y llevo
las construcciones in a sus parti-
al Cuzco 13 • E n un caicas_ del valle de ':u
momento posterior ~ay, cerca
se registra en las crom
cas la re-
11 Los grupos
aymaraparlantes de
ik 1946; La Barre 19 la región del lago ha
46; Murra 1975; Mur n sido documentados
~te. Sobre los Chan ra 1964; Bou~oncle : Cf. Tscho-
cas puede consultar 1964; Flores Och~a 19
1971 · Matos y Parsons se Rostworowsk1 19 68 ,
19 53; Lumbreras 1958 ,
12 Véase por ejemplo Be 79; Pa rso ns y Matos 1978. M ato s
ta nz os [1 551] 1987: 90, donde se . .
nó con su ~nte ha
sta un asiento e sitio 1~d1ca que Pach~cuh. .
qu e llam an Curaguas1 que es «cam i-
donde co m ! allí fues de alh tres leguas
en los indios de aque
Ch llas co ma rcl~a s Qu de
raes e y anaguaras b' il chuas ay lUemd:a~~:~i
vasallaje hizo muchae um iv casd y Changas le sa 1eron e paz !~:ª;
s Y muy gran_ es m d y an si los llevó consigo con
(?) y gentes y ansi ca erce es sus poderes
13 Es im po rta nt
m in ó su ca mm,o ... »,. d de gent
e recordar qu e e tra e a trabajar en zonas
sa o alejadas es una
24 Franklin p
case G.'(
belión de estos .trabajado res forzados, lo.~ cuales huyeron al ·
organizar la res1stenc1a en torno a los h1Jos del curaca a t ~llao a
Vencido . Los relatos
14 de las crónicas hablan aquí de la n enorrnente
- d h.. campa·
Pachacuti acompanad o de dos e sus IJos, Amaru Yupa . na de
Páucar U~no quienes finalmente quedaron al mando de nqui YAPo
, I d h una eft1
expedición. A pesar de este re ato, na a aliamos que me . osa
'd d'~ d I . nc1one esta
situación en fuentes conoci as, 11erentes e as crómcas. En 1567
do muchas de las crónicas clásicas que hablan de los incas no -chu~n-
. . - I 1· ó . se ab12..
redactado- -, un func1onano espano rea 1z una visita a la re .6 "lJ
Chucuito, justamente en la z_on_a suroeste del lago Titicaca; engiel~:
menciona un estrecho somet1m1e1s nto al Cuzco, pero no deJ·a entrever
. •
conflictos relativamente recientes .
La organización del «estado» c~zqueño se hizo patente en la éPoca
que las crónicas atribuyero n al gobierno del Inca Pachacuti. Entonces
realizaron importantes reformas políticas y administrativas, al lado de,:
modificaciones religiosas y acciones militares, que van a configurar el
Tawantinsuyu que encontraro n los españoles al finalizar la segunda dé-
cada del siglo XVI. La antigüedad de ese proceso no puede extenderse
más allá de cien años antes de la propia invasión española, y este lapso
permite todavía el funcionamiento de la memoria oral recogida por las
crónicas, aun cuando se acepte que tal memoria oral no es específica-
mente histórica. .

vieja tradición andina, no inaugurada por los incas. Se trata de mittani [gente que participa
en un trabajo por tumo = mitta); este trabajo turnado tiene que ver específicamente con
la redistribución que el poder ejercía en los Andes prehispánicos. También se debe asociar
la movilización de poblaciones con los Amitmaqkun a ( = pobladores trasplantados por
períodos más largos, cuyas labores estaban asimismo vinculadas a la redistribución). La
zona de Yucay, vecina al Cuzco, reviste especial importancia pues, entre las informaciones
de las crónicas, se afirma que sus tierras fueron adscritas a las panacas o grupos de paren·
tesco de los incas.
l◄ S .
arm1ento de Gamboa [1572) 1947: 199200, Murúa [1616) 1962: 88. .
15
~íez de ~an Miguel [1567) 1964: 31, 34, 170, etc. Sin embargo, cr?nistas como~=
105 d
de Leon especifican que los Lupaca de Chucuito fueron estrechos «aliados» de
en . una guerra con los de Hatun Colla. Es visible que un visitador como Garci Dfez e
San -~guel interrogó a los habitantes del área acerca de las relaciones co_n los incas, ~~~
la VISita conserva información acerca del ganado del Inca del «tributo» al C~, ~~
pero no hay datos acerca de «hechos» que las versiones ctdqueñas sí consideraban unPo
::t~s. En can:'bio, en un momento específico, los informantes Lupaqa sí me nciona::
upaca «dieron una vez al yoga para la guerra de Tomebamba donde este que · ues
fue con él seis mil 10 .
· d'ios Y de estos muneron . ·¡ t dos los caciq
' en la guerra los cmco mid YsO Migue •
1[11:r.7]
·
menos dos y no vol~•eron , . JU
) Sobre
. . mas de mtl yndios de los seis mil.. .» (Díez e an
1964 106

1as guerras' declaraaón de Francisco Vilcacutipa señor étnico de llave hanansaya · de tos
del Inca y- h ' 1 derrota
habitantes de iracoc ª en ~I Collao, su alianza con los Lupaca Y ª
Hatuncolla, véase Cieza de León [1550) 1985: 121, ss.
Los últimos incas de\ Cu
zco
25
Si seguimos \os relato
s de las crónicas, y re
historiográfica (historic cogemos una tradición
ista) que empezaría co
del siglo pasado, podr n Heinrich Cunow a fin
emos encontrar una ex es
to du ra nt e mucho tiem plicación que ha tenido
po. El surgimiento de éxi-
te , (lógicamente la de una casta militar gobern
los incas) es un punto an-
zación estatal» cuzque culminante de la «esta
ña . Cuando la sociedad bili-
caica, aque\\a que se previa a la expansión
suponía gobernada po in-
resistir la violencia de r los «ancianos» 16 , no
l conflicto con los Chan podía
dificar su estructura de cas, se vio obligada a
poder; a\\í es cuando mo-
la figura del Inca que se forma (¿se reformu\
encontraron los españo a?)
estereotipo europeo les. Tal figura responde
del rey-conquistador-h a\ ·
em pl ea do pa ra desig éroe. El término sinch
narlo. Por eso, las crón i fue
m om en to es un caud icas mencionan que en
illo militar -P ac ha cu ese
co m o se ha dicho an ti - quien salva la situa
tes. Las crónicas relata ción,
po de r po r el Inca W n que ante el abandono
iraqocha, Yupanqui o del
tencia co nt ra los Cha Pachacuti organizó la
ncas invasores a base resis-
soldados, lo cual no de un pequeño númer
debe llamar la atención o de
cl ar am en te un hé ro e , por cuanto Pachacuti
mítico y estos actúan ca es
po co acompañamient si siempre solos o con
o. La fuente oral insp muy
crónicas afirma que iradora de los relatos de
durante el combate las las
en soldados po r la di piedras eran transform
vinidad, y apoyaban al adas
bl e qu e es te apoyo pu caudillo cuzqueño . Es
diera explicarse por el po si-
los cuzqueños sobre predominio alcanzado
los valles inmediatos po r
m al m en te , la neutralid al Cuzco. Como sucede
ad dura solamente m no r-
pu ed e se r el vencedor ientras está en duda qu
definitivo . Pero, por ot ién
pa ra delinear la figur ro lado , es importantísi
a de Pachacuti -y de mo
las crónicas pr es en ta n l In ca - estudiar el .~i
en esta parte de sus re to que
piedras en hombres latos. La convers1on de
po r acción solar y, de las
mismo Pachacuti com º! ro lado ,_el cará~ter
o enviado del sol, pe ?: l
del In ca como hi jo rmiten explicar la s1tua
de aquel dios andino c1on
dominio incaico. Y a del _p~ríodo de apogeo
no puede hablarse de del
un v1e30 culto solar a la
m a-
16 Ace té este unto de
vista en la primera versi
ón
p ~-
hoy me parece pa icu l rm en te difícil admitir un esq de este lib_ro,_redactad~ en 1965;
a , uema evolucionista tan sim
más que lo ~aya desta d autores es cia lmente importante , inicia ple , por
c~
Cunow , continuada por ~ un : hn ;~ a ~güero y v: ár ce l (Cunow 189 da por
e au~ e, , 1 , 18 96 (lo s traba-
jos de Cunow fueron al uno de ellos se publi
t~aduc1dos al fran~e~el: có en la Revue
Sociologique, y al espano un~e 1907 ; Riva Agüero
l: 1929 y 193~], 1910; Valcárcel
1925 · tal línea de explicació de los incas fue muy difun
dida.
derá'mejor el problema, n de l~s «ongenest . l mítico de la «guerra con Se enten-
si se considera que e dc, los Chancas»
constituye el punto fund tal de l mo clo vi·da cuzqueña de que
amen , . me nto e a estam os hablan-
do aqw., Es una explicación m1t1ca la que se proporcionó a los cronistas , es cie •
rto . Estos
la transformaron en un .
a histona.
Franklin Pease G
26 . Y.
ueña , sino que debe reco noce rse que. el
.. cult o sola r q ue enco
nera cuz q , . n-
los euro peos en el Cuz co teni a 1a ant1 gued ad del Tawantin sutn,
traro n I sos de Caj~ marc a) y estab~
(un máximo de 100 años ante s de os suce
.d t'ficado con él. A la vez, deb e reco rdar sed la existencia de otrosa
. d.
1 en 1
diversos cultos sola res en la regi ón an ina, e 1 e!
Cuz co no tuvo una
zaban .
primacía excl uyen te, ni fue pop ular , y sus cere mon ias se reali
ritar iame nte en los ushnu (pirá mid es, tem plos sola res) existentes e~~Oos-
. . . . '
centros admin1strat1vos 1nca1cos.
s en est
Sien do impo sible hace r una histo ria de los acon tecim iento
tiempos poste~
mom ento de la orga niza ción del Taw anti nsuy u, y de los
diatamente
riores hast a el conflicto entr e el Cuz co y Tum ipam pa, inme
atención pre-
ante rior a la invasión espa ñola , es prec iso dedi car algu na
creencias, el
fere nte a las insti tucio nes y al siste ma de orga niza ción , las
n la época,
mun do del pens amie nto y los mod elos míti cos que simb oliza
y que las trad icion es andi nas cons erva ron en sus mito s.
se aprecia
Pued e nota rse que a part ir del conf licto con los Cha ncas no
erno colec-
rastros claros en las crón icas acer ca de form a algu na de gobi
anteriores. Las
tivo, que los ama utas habr ían repr esen tado en tiem pos
una sucesión
crónicas abun dan desd e ese mom ento en deta lles acer ca de
incas de sus
de gobe rnan tes, disti nta de la algo conf usa suce sión de
eros incas,
primeras páginas, cuan do rela taba n los hech os de los prim
pudieron en-
desd e Manco Cáp ac hast a Wir aqoc ha. Dich os auto res sólo
clasificaron
tend er este prob lema a la luz del siste ma diná stico euro peo;
co, transfor-
así a los incas en dos dina stías : Urin Cuz co y Han an Cuz
vigente en los
man do de esta man era un siste ma dual de orga niza ción ,
nado s sucesiva
And es, en un esqu ema de dos grup os de gob erna ntes orde
valor simbó-
Y cronológicamente a la man era euro pea, sin cons ider ar el
de Manco Cá-
lico que grupos·y «per sona jes» tení an. Se escr ibió acer ca
ualp a que
pac como si fuer a un pers onaj e iden tific able com o el Atah
yna Cápac q~e
conocier~n los prop ios espa ñole s en Caja mar ca, o el Hua
10 precedió Y del cual los espa ñole s que se hall aron en Caja mar ca tuvie-
ia importante
ron sólo una borr osa imagen . Ya se advi rtió una dife renc
17
com o ante-
e_ntre los nebulosos pers onaj es iden tific ados en las crón icas
nore s ª !ª
época de Pach acut i, y los post erio re·s a ésta , mej or caracteri-
zado s. Siempre se ha supu esto que esta may or prec1s1o .. , n resp ond'1a fun-
d aconteci-
amentalmente ª un «me jor recu erdo » de los más recie ntes

., e e
orno se verá posteriorme halla ron en Cajam arca Y qu
escribieron las primeras 6 . nte, los españ oles que se de Jos
• . era de los cr ámeas ~ no esta b an en cond1•c10ne .
• s de infor mars e acerca
·meas, m· s1qu1
ificar a Atah ualpa , llama ndº
«el Cuzco viejoi. a su pre: s recientes. Sólo pudie ron ident
cronistas testij!os de Ca1·amecesor Huayna Cápa c; el Inca es «el Cuzc o» en el léxico de Jos
arca.
Los últimos incas del Cuzco
27
mientos y personajes por par te de la
memoria oral andina que los cro-
nistas recibieron. Se verá posteriorm
ente que ello no es totalmente cier-
to. Finalmente, puede apreciarse que
los incas de la primera época del
Tawantinsuyu descrito por los relatos
de los cronistas, aparecen clara-
mente identificados con la figura arq
uetípica de Manco Cápac, mientras
que los posteriores lo están con Pachac
uti, un nuevo arquetipo de natu-
raleza nítidamente solar 18 •
Las graves dificultades par a la aplicació
n de una cronología utilizable
provocan desconcierto en los cronistas
y en los historiadores, y proba-
blemente se originan porque la trad
ición oral no tiene el sentido de la
estricta sucesión de los hechos, ni siq
uiera del «hecho» mismo, puesto
que tan to las categorías temporales com
o las factuales son .diferentes en
la mentalidad tradicional y en la mo
derna, así como las relaciones entre
ambas. Po r otr o lado, lo poco que
se conoce del sentido del tiempo y
del sistema par a medirlo entre los
incas, permite ver hasta qué punto
funcionó un régimen diferente del usa
do por nosotros. El historiador que
tra baj a sobre los incas no puede olv
idar jamás este tipo de distinciones,
so pen a de caer en falsas identificacio
nes o interpretaciones que violen-
ten los esquemas andinos con criterio
s y puntos de vista extraños a los
Andes.
Es preciso considerar que «el tiempo
de Manco Cápac» o «el tiempo
de Pachacuti», configuran categorías
temporales asimilables a un tiempo
primordial, sagrado e inmutable, rep
etible y no medido ni medible, a un
tiempo indefinido (sin duración, que
es característica del tiempo histó-
rico) y al que siempre es posible reg
resar mediante ritos realizados en
momentos determinados. El rito per
mite hacer volver el tiempo o tras-
ladarse al tiempo anterior, haciéndol
o, de cualquier forma, presente. El
pasado, como nosotros lo entendem
os, no ent ra en las categorías andi-
nas, como tampoco en ningún pensam
iento tradicional.
La vinculación existente ent re los dos
arquetipos cuzqueños, Manco
Cápac y Pachacuti, y las divinidades
cuzqueñas de dos momentos deter-
minados: Wiraqocha e lnt i o puncha
o -e l So l-, permite entender me-
jor la identificación del tiempo en que
actúa el héroe (cualquiera de los
dos mencionados) con un lapso rela
cionado con la aparición del cosmos
o mundo ord ena do por la divinidad.
Con Pachacuti encontramos cl~ra-
mente identificada la presencia de
lo divino, no sólo en cuanto existe

18 Los cronistas presentan a Pachacuti com


o «hijo» de Manco Cápac; Mu~a [1616
1964, 11, 3; Guarnan Poma [1615] 1936:
87 (1980, I: 65); Garcilaso de la Ve~~ anad 1
primer hijo que le nació [a Wiraqocha Inca e:_«Al
] de la cuya Mama Runtu su legitima _mu1
hermana, mandó en su testamento que se er Y
llamase Pachacútec (llamándose antes Titu
co Cápac)» = (Garcilaso de la Vega [160 Man-
911943 .1: 284).
Franklin Pcase G. \'.
28
.b
la di vini da d al hé ro e, sino en tanto que éste re ~ su
velación de ig io que trans. form a piedras ( unCJ v,e·
m ed ia nt e un pr od .
unadre "ect. iva I9
. ) Id d
os v1 ct~ noso~. Jo
ayu a e,1 de creación andm o en so a
elemento
nu ev o or de na do r de l m~ndo idéntico a Manco .
Pachacuti es un an te s cu zq ue no s deberán referirse Cá
biables entre sí ' en ªtandotos
s go be rn
A partir de él, lo ut i, in te rc am
y Pa ch ac
pac. etipos·. Manco Cápac . J 'd t1'fi1can 20 . A qui es preciso 10
en
, . t,r.
. s1s
os .
arqu os , por ello los cr. omstas , 1. d I mundo andm
I
'den
,
, t·c
c 1c a e o. Zuidema con
1 en :1
con Zuidema sobre la imag uenos con los chancas como una cris'is que·
zq
'deró la guerra de los cu . repet1'bJ e cada ci. erto tiempo. «L a CUi-
s1 ríodo crítico , .
cae dentro de un pe • . , J 'd
ea
d
_e qu e ~1 be mp re después de un
conoc 10 a 1d
tura incaica -e sc n b e- e 1 m un o ex istente I a a desa.parecer Yse
00 0 añ os
eríodo de 500 a 1. E st e es qu em a, que es umversalme t
P uo d o ... ».
iba a renovar en otro m Ju lio C. Te llo y po r José Imbelloni 21 ' bna-e
ido fue anunciado po r
Conoc a de AyaJa
'en informaciones de autores como Guarnan Pom
sándose
e~ ~n s~ b~ e lo s A nd es . Esto refuerza la image!
otros cronistas que escribi_ c1 ch ca o «d el or de n eterno del mundo»
s1 0n
de la existencia de una v1 22 el ár ea andina, aunque debe cons
ide~
lase na pp en
como la )Jamaba G
,

espe cí fic a al «m ile ni o» (o aun al medio milenio)


rarse que la referencia an di na , sien do éste un aspecto que re-
m en os
es menos clara y tal vez nt ra s qu e po r un a pa rte recuerda esque-
.M ie
quiere de muchos estudios es qu e ro de aron el año 1.000 d.C. en
o los te rror
mas europeos, com im ie nt os m íti cos y de salvación, por la
ro n m ov
Europa, donde abunda el có m pu to de tie mpo andino, donde el
de si
otra plantea el problema co n la na tu ra le za , po día permitir la ima-
en te
mundo se renovaba anualm cu m ul at iv a- del milenio, y su precisión
a -a
gen claramente espe23culativ
temporal periódica • ia de lo s ac on te ci mientos en los Andes
hi st or
Es imposible hacer una s in ca s, e in cl us o de los tiempos pos-
da de lo
en este momento de la vi

uiendo la distin-
de «c rea ció n» , se en tiende «ordenación», sig lizada
Cuando aquí se habla diversas cosmovisiones rea
19
rea ció n» ex isten tes en
s de «c ordenación
ción entre diferentes forma te dis tin gu e ex pr esamente la creación por
, 55 1). Es
por Van der Leeuw (1964 l pe ns am iento bíblico y, por ende
, cristiano.
ilo, prop ia de
de ~ creación exnih ; 1973, cap. 2.
Pe~se 1967: 18; 1968: 6970
21 1939; ImbeUoni 1942.
Zu1dema 1965: 135. Tello 1972•
: Glasen~pp 1964, 1718. iri do am plia difusión , véase Cohn
milenio ha adqu r·
. En realidad, la noción de tes so br e la uto pía se han encargado de replantea
más recien en llamar
Bum<lge 1970, Ylos análisis los criter ios cristi anos del milenio, se dio
10: Co~o los más divulgados fue ron nolog.ía,
lib ert ad y sal va ció n (sobre esta última terrni
iento de o en Aménca
milenanSta ª todo movim rgo , es asun to aú n discutible. El milenarism 1983 '
19 Sio em ba YBaudot
vé ase Lantemari 65). les , vé as e, Ph elan 19 72
meros días de los españo
se encuentra desde los pri
Los últimos incas del Cuzco
29
tenores hasta la guerra ent re Huásc
ar y Atahualpa que encontraron los
españoles, lo cual se debe a que los
cronistas del siglo XVI recogieron
mitos y escribieron historias con ello
s. Po r ello es importante dedicar
atención preferente a las instituciones
y al régimen organizativo, las creen-
cias, el mundo del pensamiento y los
modelos míticos que simbolizan la
época, y que la tradición oral conservó
en su visión del mundo expresada
en mitos. Así, podría pensarse en, al
menos , tres ciclos míticos recogidos
por los españoles en el siglo XVI y que
les sirvieron para componer una
historia incaica: 1) los orígenes· y los
Ayar, 2) el ciclo de la guerra de
los Chancas, y 3) el conflicto entre Hu
áscar y Atahualpa.

a) El ciclo de los orígenes

Aparece en las crónicas identificado


con Wiraqocha en el Cuzco y,
por cierto, incluye al mito de los Ayar.
Verdaderamente, sobre este tem a
se han escrito cosas muy dispares, per
o habría una coincidencia en cuanto
se afirma que tanto las versiones del
mit o de Wiraqocha, como la de los
«hermanos» Ayar 24 , representan ele
mentos fundamentales de la memo-
ria más antigua del Cuzco y están cla
ramente relacionadas con el origen
de los incas.
En cierta forma, los elementos del cic
lo de los orígenes reaparecerán
en los otros, de tal modo que Pachac
uti, personaje clave del ciclo de la
guerra de los incas con los chancas,
puede ser un arquetipo similar a
Manco Cápac y reconocido en mucha
s crónicas como «hijo» del primero.

b) El ciclo de la guerra chanca

El mismo aparece claramente identif


icado en las crónicas como el
momento en que se produce la «expan
sión histórica» del Tawantinsuyu
de los incas. Se ha supuesto siempre
que el mito relataba una confron-
tación real con poblaciones que se
identificaron como habitantes de la
zona del río Pampas, en Ayacucho
. Al ent end erl o de est a manera, se
podía circunscribir la versión al inicio
de la expansión incaica definitiva,

24
Las versiones del mito de Viracocha y de
en el ciclo de cronistas cuzqueños: los Ayar se encuentran preferentemente
Cieza de León (1550) 1985, Betanz
Sarmiento de Gamboa (1572] 1947 y os (1551) 1987,
Molina [1575) 1943. No son, claro
textos; otros cronistas, como Santa está, todos los
Cruz Pachacuti (1613) 1879, Ramos
1988, etc., mencionarán uno o los dos Gavilán (1621]
, mientras que escritores religiosos de
mentos los podrán recordar, especialme diversos mo-
nte en lo que a Viracocha se refiere.

111 _J
FrankJin p
30 ea5e G

-no podía ser de otra mane ra- co · Y.


tendida por Jos croni stas
. R . t d.
en una
serie de guerras de conqud1_sdta. ec!óen eEs estu . ios perm iten hacer rnJo
. gencias a esta exten I a vers1 n. n pnm er lugar , O curre a gunas
a tm h , . los
grupos identificables con J~s c ancas son m1mmos en la región que _
ada 25 y en segundo térmm o, hay elem entos anter iorm ent rnenc¡0
, "d "fi ·ó d J h e no est Udia.
n s que perm iten una I ent1 cac1 n e «c anca » con pobI d
do . & ª ores arna.
e J arte cuzq ueño d e Ios k'
ónicos presentes de d. 1versasd 1orm as en d
z ,
-vas os de made ra ~ohc~oma a- y en anza s conte mpor áneas 26
e,-0
da eJ hech o de que, espec íficam ente Para · Esta
nueva discusión no mvab h l · · · d . Jos
cronistas Ja guerr a con Jos c ancas fu e e 1mc10 e Ja gran exp~~~
, .

Cuzco .

e) El ciclo de la guerra entre hermanos


ión
Así fue enten dida por Jods autor~ds es~fi~ñobles del siglo XVI la situac
ida
que encontraron en los An es: se I ent1 ca a con una guerr a fratric
licado.
por eJ trono. Se verá en su mom ento que este a~un to es _más comp
tam-
Por cierto, interesa tanto el relat o de los prop ios crom stas, como
bién el efecto de los criter ios andin os que pued en entre verse .
las
Lo último se refiere a las exten didas versi ones que apare cen en
ria
crónicas acerca de la form a que tenía n los incas de cons ervar la memo
conser-
de sus hechos. Las crónicas insis tiero n de diver sas form as en la
sos pro-
vación de una memoria oral, menc ionar on la utilización de diver
en tales
cesos mnemónicos y algun os IJegaron a trans form ar los quipu s
esceni-
instrumentos, aceptaron final ment e una form a de repre senta ción
últimos
ficada que identificaron con el teatr o. Dive rsos estud ios de los
criterio
a.ños han permitido ver que lo últim o es lo más cerca no a un
n de
específico de conservación ritual de la infor maci ón, y de trans misió
la misma.
las
En el siglo XVI, los croni stas dejar on opin iones acerc a de una de
, uno de
maneras que los incas empl eaba n para trans mitir infor maci ones
ilaso de
los ejemplos más conocidos es eJ que prop orcio na eJ Inca Garc
la Vega:
oner
No les faltó habilidad a Jos amautas, que eran los fiJósofos, para comp
te de
comedias Y tragedias, que en días y fiestas solemnes repre sentavan delan
no eran
s~ Reres ~del os señores que assistían en la corte . Los representantes
capitanes
viles, smo meas Ygente noble , hijos de curacas, y los mismos curacas y

= Hecho destacado por Matos Í971.


Aores Ochoa 1990: 15 y ss.
Los últimos incas del Cuzco 31

hasta maeses de campo; porque los autos de las tragedias se representassen al


proprio; cuyos argumentos siempre eran hechos militares, de triunfos y victorias.
de las hazañas y grandezas de los Reyes pasados, y de otros heroicos varones.
Los argumentos de las comedias eran de agricultura, de hacienda, de cosas ca-
seras y fami·1·1ares 27 .

Otros cronistas mencionarán una versión similar; Garcilaso nos la ofrece


vestida de un ropaje cortesano europeo. El uso de similar información
por otros cronistas hizo pensar siempre e~ una «representación teatral»;
puede opinarse distinto si se recuerda testimonios posteriores como el
que dejara Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela; éste reprodujo versiones
de testigos anteriores, de 1555, que relataban las fiestas realizadas en la
ciudad de Potosí al final de las luchas intestinas originadas en la rebelión
de Francisco Hernández Girón y otros encomenderos contra la corona
española. En tales fiestas se llevaron a cabo «escenificaciones>> previa-
mente censuradas:

Pasados los 15 días en que los moradores de Potosí solamente se dedicaron a la


asistencia de los divinos oficios acompañando al Santísimo Sacramento, a la
Santísima Virgen y al apóstol Santiago, trataron de continuar las fiestas con
demostraciones de sacrificios varios. Y poniéndolo a efecto les dieron principio
con ocho comedias: las cuatro primeras representaron con general aplauso los
nobles indios. Fue la una el origen de los monarcas ingas del Perú, en que muy
al vivo se representó el modo y manera con que los señores y sabios del Cuzco
introdujeron al felicísimo Mancco Ccápac I a la silla regia, cómo fue recibido
por inga (que es lo mismo que grande y poderoso monarca) las diez provincias
que con las armas sujetó a su dominio y la gran fiesta que hizo al sol en agra-
decimiento por sus victorias. La segunda fue los triunfos de Huayna Cápac, 11.º
inga del Perú, los cuales consiguió de tres naciones: changas, chunchos monta-
ñeses, y del Señor de los Collas, a quien una piedra desprendida del brazo
poderoso de este monarca por la presencia de una honda, metida por las sienes
le quitó la corona, el. reino y la vida: batalla que se dio de poder a poder en los
campos de Hatuncolla, estando el inga Huayna Ccápac encima de unas andas de
oro fino desde las cuales hizo el tiro. Fue la tercera, las tragedias de Cusi Huás-
car, 12. º inga del Perú: representóse en ella las fiestas de su coronación; la gran
cadena de oro que en su tiempo se acabó de obrar y de quien tomó este monarca
el nombre, porque Cusi Huáscar es lo mismo en castellano que soga del contento;
el levantamiento de Atahuallpa hermano suyo, aunque bastardo; la memorable
batalla que estos dos hermanos se dieron en Quipaypán, en la cual y de ambas
partes murieron 150.000 hombres; prision e indignos tratamientos que al infeliz
Cusí Huáscar le hicieron; tiranías que el usurpador hizo en el Cuzco quitando la
vida a 43 hermanos que allí tenía y muerte lastimosa que hizo dar a Cusi Huáscar

27
Garcilaso de la Vega (1609) 1943 I: 121.
32 Frankl in Pease G. Y·

en su prisió n. La cuarta fue la ruina del imper io inga: repres


entós e en ella la
allpa, 13.º
entrad a de los españ oles al Perú; prisió n injust a que hicier on a Atahu
en el cielo Y el
inga de esta mona rquía; los presa gios y admir ables señale s que
as que ejecuta ron
aire se vieron antes que Je quitas en la vida; tiraní as y lástim
ó por que
los españ oles en los indios ; la máqu ina (?) de oro y plata que ofreci
Cajam arca. Fuero n estas
no le quitas en la vida, y múert e que le diero n en
Dueña s le dan
comed ias (a quien es el capitá n Pedro Ménd ez y Barto lomé de
as, no sólo por lo costoso
título de sólo repres entaci ones) muy espec iales y famos
tambié n por
de sus tramo yas, propi edad de trajes y noved ad de histor ias, sino 28 •
la elegan cia del verso mixto del idiom a castel lano con el indian o

Es visible que duran te la colon ia conti nuaro n repre sentá ndose estas
escen ificac iones ejem plare s de histo rias o acon tecim iento s. Sin embargo,
debió varia r su conte nido ritual , que los croni stas como Garci laso seña-
laban al infor mar que se lleva ban a cabo en «días y fiesta s solemnes».
o-
Pero tales repre senta cione s colon iales temp ranas abun dan en el testim
nio de que la pobla ción andin a estab a acost umbr ada a realiz arlas, como
un medi o de trans mitir infor maci ón sobre el pasad o; los actos de Potosí
se
lo demu estra n. Tamb ién infor man de algo más impo rtant e: lo que
escen ificab a eran acont ecim iento s del pasad o que, de esta mane ra, que-
No
daban conve rtidos en parad igma s, el pasad o qued aba ejemp lariza do.
la
extra ñe enton ces la afirm ación previ amen te anota da de Garci laso de
Vega : se tratab a en tales repre senta cione s de hech os impo rtante s («de
Y
triunf os y victor ias, de las hazañ as y grand ezas de los reyes pasados,
de otros heroi cos varon es»). Eran las «hist orias verda deras », otros rela-
de
tos eran las «histo rias falsas ». Por eso pued e decir se que los relatos
ad,
las conqu istas incaic as que los croni stas recib ieron fuero n, en realid
29
relato s de un ritual .
Se dispo ne de much os ejem plos de repre senta cione s simila res a lo
largo de la colon ia, no sólo las cono cidas versi ones de la muer te de
30
Atah ualpa , sino otras repre senta cione s colon iales . En ellos se verá
en
cómo las repre senta cione s no sólo conti nuaro n hacié ndos e, sino que
algun os casos coinc idiero n con situa cione s confl ictiva s, rebel iones andi-
nas, por ejem plo.
Desd e la época atribu ida al Inca Pach acuti en las cróni cas, se aprecia
a
en ellas mism as un creci mien to de la élite milit ar de la que se afirm
llevó a aquél al pode r. Sin emba rgo, la fuerz a de estos grupo s vinculados
alti-
a los primi tivos sinch is de los que habla n las prop ias cróni cas tuvo

28
Anán s 1965, I: 98.
29
Pease 1989: 108.
30
Véase Pease 1984 a, 1984 b, Burga 1988.
Los últimos incas del Cuzco 33

bajos. Las crónicas explican la situación de Amaro Yupanqui, primer


sucesor de Pachacuti, quien fue apoyado por un sector de la vieja élite
religiosa, lo cual puede apreciarse sobre todo en las razones dadas en
las crónicas para explicar su caída por acción del grupo militar. No son
éstas relativas al gobierno, sino que se vinculan únicamente a cuestiones
básicas. Se acusó a Amaru Yupanqui de ser inhábil para el manejo de
tropas y de haber causado desastres para las armas cuzqueñas, pero esto
tiene todas las de ser un pretexto, puesto que la verdadera causa de su
separación del gobierno podría encontrarse, según las propias crónicas,
en un conflicto entre la élite religiosa, que lo apoyaba, y la militar,
partidaria de Tupa Inca Yupanqui y que sería a la larga la triunfadora 31 •
Los cronistas proporcionaron la imagen de una mayor intervención
en el gobierno de] sector militar de la élite, específicamente a partir de
Tupa Inca Yupanqui. Sin embargo, la organización política resultante no
dejó fuera de acción a la nobleza religiosa de antiguo ancestro cuzqueño,
como lo demuestra el apoyo que ésta siguiera prestando a Amaro Yu-
panqui y el peso que continuó ejerciendo en la administración del Ta-
wantinsuyu. En realidad, podría pensarse que la estructuración dual del
poder exigía la permanencia de dos sectores. Los cronistas no encontra-
ron mejor forma de solucionar el problema que afirmar la suplantación
de un régimen por otro, dando la impresión de un «péndulo» en el
ejercicio del poder entre dos grupos claramente diferenciables en las
historias relatadas por las crónicas: los grupos religiosos y los militares;
los primeros habrían apoyado a Amaru Inca Yupanqui, los segundos a
Tupa Inca Yupanqui.
De otro lado, es indudable la existencia de un «control religioso» de
la actividad política, pues también en los Andes la explicación del uni-
verso y la justificación del poder era religiosa. La población actuaba de
acuerdo al «designio divino» que el Inca representaba. Lo que es más
difícil, a la luz de_la investigación actual, es la identificación del Inca con
un monarca de tipo occidental. Si revisamos la historia relatada por las
crónicas puede verse que la figura del Inca se encuentra siempre rodeada

31
Casas 1948: 122 y ss; Garcilaso de la Vega [1609) 1943 11: 119121, 125127. La pro-
blemática que rodeó la competencia entre estos dos sucesores de Pachacuti ha sido ex-
puesta en Rostworowski 1953. La tendencia a mostrar al Inca como un «monarca» totali-
tario responde a la influencia del modelo común del príncipe europeo del XVI, y, como es
sabido, a la noción de que los incas debían ser «tiranos» para poder justificar el dominio
español (Cf. Pease 1989 e infra). En realidad, la «caída» de Amaru Yupanqui es un pro-
blema complejo, dado que se trataría de un gobierno dual, con la posibilidad de·tener un
Inca en hanan Cuzco y otro en urin Cuzco. (Vid. infra.). Si esto fuera así, estaremos frente
a un complejo ritual sucesorio que se verá más adelante.

Franklin p ease G. y
34
a la gu err a de los ch ·
pre stig io rel igi oso ; pre via me nte as p d
de un 1a fi gu ra d eI Inc a Virac anc h o ría
'
eh ·te re 1·1gi· osa co n
identificarse la c ª que las
nic as rel ata n 32
, lo cua l es co mp ren sib le, ad em ás cons·~ 1
cró
lle va el no mb re de la div ini dad o, al m~nos eledraocto que
el sacerd ote ' e uno de
sus atributos. r se manifiesta cla ,,
de la suc esi ón de l po de
En el cam po
t d' d un universo ram e 1a
ent
. 'fi be. ~nL~e E10 e ritual
influencia de la ~•~te, especl193c3amen_n 10 ms . Valcárcel que en
el cual ést a par t1c 1pa . En esc « O esa pa
· · d ere cho a1 tro · no , la designación d -
recido el príncipe co n me Jor
...
33
» • El lo se dij o en tor no I
e Inca
cor res po nd ió a la co rte de Ko sko
oc urr ido a la mu ert e de l Inc a Hu ay na Cá pa c entr: Jr~ ble -
ma sucesorio car
e qu e la intervención de la él'1t euas
y Atahualpa, pe ro podría afirm1ars 61 cti va cu an do d -e n
· 'ó · a »- no s o era efe
cuanto una «mtervenc1 n . ntud esapa-
,nc1. pe con meJor ere ch o» a I pod er, co mo afirmó Val eárcel
recía el «pn . ne s -y los eJ·ercic' .'
acc 1 'ó n fu e pe rm an ent e. L as pre sio tos n-
sino que su
, de mam.6.est o desde qu e el go be rna nte iniciab 1
tu ale s- se poman
o suc eso rio con la des ign aci ón de posibles sucesores, sometiéndª e
proces
la div ini ad me dia nte pru eb as ad ivinatorias qu e se realizaise
a juicio de ;~
la par tic ipa ció n de mi em bro s pro mi ne nte s de la élite, ejercien
con
erd ote s. La s cró nic as de jan la im pre sió n, sin embargo (debido
como sac va~
tal), de qu e la éli te intervenía acti
quizás a su punto de vista occiden ro
nte en fav or y en co ntr a de los asp ira nte s al po de r. El caso más cla
me
con flic to en tre el Cu zco y Tu mi pa mp a- se encontraría, se-
-a nt es del n
ato s de las crónicas, en la destitució
gún una primera lectura de los rel
aru Yu pan qu i y su cam bio po r Tu pa Inc a Yupanqui, impuesto
de Am
ueños.
po r un sector de los dirigentes cuzq
la designación del Inca, sino que
La élite no solamente intervenía en
nte nía , com o vem os -y esp ecí ficamente a través del rit ua l-, una
ma
aci ón con el go bie rno . Es tam os de ma sia do acostumbrados a
estrecha rel ilo
a o un mo na rca absolutista al est
pensar que el Inca era un au tóc rat ilo
mu nd o clá sic o ( un tir an o gri eg o) o un mo na rca au tor ita rio al est
del
del sig lo XV I. Pa ra los mi em bro s de las panacas o grupos de
europeo
qu eño s, el Inc a po día ser un o de ellos, divinizado por su
parentesco cuz i-
aci ón con el arq ue tip o pri mo rdi al y el ace rca mi en to qu e ello signif
rel
mu nd o de la div ini dad . Es ta co nc epción era diferente -af irm an
caba al
- de la qu e ten ía el /la qta run a u ho mb re del pueblo, _para
los cro nis tas
ino, hij o de la divinidad solar (igual
quien el Inca era de hecho un ser div
a) y sit uad o po r enc im a de tod o. As í era , po r lo menos, para los
a ell
de 1~ zon a del Cu zco : «In ca es mo de lo originante de todo
habitantes

32
Véase Ara níb ar 1964: 18.
33
Valcárcel 1933: 80.
Los últimos i.ncas del Cuzco J5

ser» dijeron los habitantes de Canas a José María Arguedas 34 ; con ello
entendemos la imagen divina del Inca difundida desde el Cuzco en esa
forma, y de la que luego me ocuparé en detalle. El Inca constituía un
centro que comunicaba el Hanan Pacha (mundo de arriba) con el Cay
Pacha (mundo de aquí); era a ojos de la gente la manifestación viva de
la divinidad, una guaca (waq'a = persona, cosa u objeto sagrado) como
otras.
Como las crónicas relatan una historia concebida en términos euro-
peos, proporcionan una imagen según la cual es factible distinguir dis-
tintas versiones de lo que era el Inca. Por ello, podría decirse que, para
los dirigentes (los miembros de las panacas), el Inca guardaba un inne-
gable prestigio divino, pero su poder era en cierta manera el de la élite.
Para ella era un primus ínter pares. Por esto, y por la influencia enérgica
que los grupos de parentesco cuzqueños ejercían sobre él, el Inca podía
llegar a convertirse en un instrumento de la élite o de un sector de ella,
porque las frecuentes expansiones hacia la zona chanca primero y, des-
pués, al Collao y en dirección al Chinchaysuyu originaron el crecimiento
decisivo del sector militar.
No sería ocioso pensar que quienes prestaron apoyo bélico a Yupan-
qui (Pachacuti) para combatir y vencer a los Chancas hubieran cobrado
en forma de «derechos» políticos la ayuda que aportaron. Esta fue la
ocasión para que aparecieran y se desarrollaran los ejércitos organizados
que serían Juego el instrumento principal en la gran expansión incaica,
claramente reconocible, en las propias crónicas, después de la victoria
sobre los Chancas.
Debió estar vinculada a este apoyo la organización de sucesivos «re-
partos de tierras» realizados en los valles contiguos formados por el río
Urubamba, y que las crónicas, así como una serie de interesantes docu-
mentos, nos relatan. Se dice en ellos que, a partir del Inca Pachacuti,
las panacas cuzqueñas adquirieron derechos sobre los productos de los
valles indicados, cuyos habitantes habrían sido desplazados y reemplaza-
dos con yanacuna 35 •

34
Arguedas 1955: 74. Véase, asimismo, Flores Ochoa 1976, sobre la noción de «Enqa».
Asimismo, ver Taylor 1976.
35
Sarmiento de Gamboa [1572] 1947: 179-180; Rostworowski 1953, 1%2: 134, 1966
passim, 1970, 158-159; Valcárcel 1964, 21, ss. Sobre los yanacuna el problema es más
complejo, puesto que los cronistas los consideraron simple y llanamente «esclavos» y cada
vez parece más claro que no lo fueron. Podría pensarse que una relación yana (no una
persona yana) responde a una situación de dependencia, más claramente, una interdepen-
dencia. Cualquier relación de dependencia podría ser catalogada como yana. El problema
está en que los europeos tradujeron términos que reflejaban una relación en otros que
36 Franklin Pease G. 'Y .

A e )as crónicas y otros docu ment os colon iales deno ta 1


. undqurupos «transplantados» en el valle de Yuca y por eJ·º a exis-
tencia e g . d b . , ' empJ 0 36
ser, tam ten, mitm aqkun a .,
es muy posible que los mismo~ pue an
ca es decir, poblaciones trasla dadas a una regió n Jej (rnu.
) d 11 icio de la redistª?bª P~ra
mas 1·e nna ;area de larga· durac ión•den benef uc1ó
cump tr37.u pero en eJ caso mas conoc1 o, e e curac a Franc isconCh· n
, J d J
. .
, ., d I C - ) . . llche
incaica , 1 e anar , quien eJerc ía autori da
(un mitma procedente d~ a reg1o n
lesd
sobre parte de la población del valle de ~uca y al !lega r los españo
·tuación era de yana del Inca, depen dient e de el. Otros casos Sltn1- . .,
su Sl • J
lares se encontrarán en los Ande s, espec ia ment e, dond e el nombram·
(curaca) había .sido hecho por el Inca ' tal 00~ ien-
to de una autoridad ~
ocurrió en Chachapoyas ·
Otra cosa importante que se aprec ia en inves tigaci ones recientes
)os valles vecinos al Cuzco es la prese ncia de lo que Rowe denom·en ma
. .
d Ios meas . ment e apare cen do-
«haciendas» o «resid encias » e , que cierta
con-
cumentadas en las regiones indic adas. En realid ad, este asunt o del
se
trol de las panacas sobre los valles .vecin os al Cuzc o podr á desarrollar
tierras
mucho con el mejo r estudio de los juicio s colon iales relati vos a
en el área.
Los dirigentes tradicionales cuzqu eños no fuero n prese ntado s como
de los
único grupo dirigente por las cróni cas que escri biero n Ja histor ia
aque-
incas. Siempre, desde los prime ros croni stas que se ocup aron de
Pero
llos, se habló de dos tipos de «nob leza» : de sangr e y de privilegio.
puede
esta distinción, si bien anuncia una clase dirig ente varia da, no
imagen
aceptarse al pie de la letra, pues respo ndió origi nalm ente a la
n pro-
europea que los cronistas tenían de la noble za, cuyo s título s podía
de una
ceder no sólo de una vinculación sangu ínea direc ta, sino tamb ién
paren-
decisión real, en prem io a mérit os espec iales. Pero el sistem a de
ye un
tesco andino - ·hasta dond e es posib le cono cerlo hoy día- exclu
oco era
régimen de herencia de privilegios simil ar al euro peo, como tamp
los
posible la transmisión de derec hos sobre los biene s. Sin emba rgo,
posi-
curacas, rápidamente acultu rados desde el siglo XVI, utiliz aron las
duran-
bilidades que les daba el acceso a los medi os proce sales europ eos
do al
te la colonia, para reclam ar tierra s que les perte necía n de acuer
nuevo derecho incorporado por los dominadores. Sólo así se puede ex-

sobre los yana,


d~nota b~ una situación o condición personal. Para una versió n clásica
ve~ ViUar ~rdov a 1966; Murra 1978: 240-241, tambié n Murra 1975.
.
37
Véase Villanueva 1970, también Rostworowskí 1970.
Acerca de lps·6mitmas (mitmnnkuna) ' llamados genera lment e mitimaes en las crónicas
y otra docu -·--, 1978 1983 1984.
• mentacr n, véase Regalado de Hurta do 1975
38
Espmoza 1967. ' ' '
Los últimos incas del Cuzco 37

plicar que los pleitos por los curacazgos fueran encasillados rápidamente
de acuerdo a los criterios jurídicos europeos de sucesión y legitimidad.
La imagen de la primogen itura, la herencia, etc., que los cronistas uti-
lizaron, proviene de la institució n matrimonial y de los criterios jurídicos
romano-g ermánico s, que no son aplicables llanamente al país de los incas.
Más clara parece una división del sector dirigente del Tawantinsuyu
en base al viejo grupo sacerdota l y a la encumbra da porción militar
cuzqueña , por un lado y, por el otro, a la comprobación de sectores que
parecen haber sido extrañad os del Cuzco o su área, posiblemente mitma.
R. T. Zuidema ha llegado a pensar en un criterio mediante el cual era
preciso que un grupo de parentesc o emigrara del Cuzco periódicamen-
te 39 . Si bien este asunto no ha quedado plenamen te comprobado, es
una sugerenci a digna de tomarse en consideración. Se ha Uegado a pen-
sar que los poseedor es de tierras en áreas vecinas al Cuzco, incluso en
las zonas del río Urubamb a, podrían haber conforma do un sector secun-
dario de la élite, al cual Valcárcel denominó «nobleza territorial ». Hay,
finalmente , un sector puramen te administrativo, constituido por los en-
cargados de la gestión de los centros administrativos creados por el Ta-
wantinsu yu, de los depósitos (qollqa), de los tampu , que los cronistas
considera ron posadas caminera s, etc. Puede adelantar se que el tipo de
centros administr ativos incaicos -general mente confundido con ciuda-
des por los cronista s- fue muy importan te, véase el caso de Jauja,
Huánuco Pampa, Tumi Pampa, Vilcas Guarnan, Cajamarca, etc. 40 .
Un último punto, siempre menciona do en las informaciones de las
crónicas, se refiere al «sector militar». Anteriorm ente, muchos autores
pensaban que los sinchis eran claramen te sus representantes, y ello se
relaciona ba con la convicció n acerca de la existencia de un ejército gran-
de y con intensa actividad política. Los cronistas se inspiraron en la
situación del ejército romano, donde el imperium de sus jefes les permi-
tía convertir se en autoridad es políticas. Posiblem ente· esta sea una más
de las muchas formas como la historiogr afía clásica influyó en los cro-
nistas que escribier on sobre los Andes 41 • Hoy podría pensarse mejor

39
Zuidema 1964.
40
Guarnan Poma señalaba en un breve y hermoso texto que figura entre las «orde-
nanzas» que habría dictado Tupa Inca Yupanqui (muy a la manera de las ordenanzas reales
españolas): «ayga otro cuzco en quito i otro en tumi (Tumi Pampa), y otro en guanoco
(Guánuco Pampa) y otro en hatuncolla y otro en los charcas y la cavesa que fuese el
cuzco...» (Guarnan Poma [1615) 1936: 185 [1980, I: 131)). Véase, también, Cieza de León
[1550) 1985: 174-175.
41Véase González 1981, acerca de la forma como las formas de concebir Roma y lo
romano ingresaron a la historiografía indiana.
Franklin Pease G
38 · Y.
.é •tos que el Inca movilizaba se hallaban constituid
que los grandes eJ rc1 b . os,
r cargadores que transporta an los objetos de 1
en su mayor par e, Po
t . , d Iado, en muchos casosa
. .b .6
re d1stn uc1 n que el propio
, Inca e1ercia;
. e otro . ,
• t
los transport1s as . (tantas veces confundidos con comerciantes) . eran aque-
llos que trasladaban a los depósitos, o desde ello~, los bienes de la re-
. .b . Adema's, muchos .de. los que acompanaban
d1stn uc16n. • 1 d dal Inca integra-
cuerpo de participantes en un ntua e esplazamient
b an un extensO l , · º·
Véase un buen ejemplo de ell~ en la n.!fnera como as cromcas _r~latan
el ingreso de Atahualpa a Ca1amarca . De manera que los eJercitos
, des deI Cuzco bien pueden ser puestos
gran d en duda. , .
Indudablemente, los curaca~ de ~ a g~po etmco ~onstituyen un
sector importantísimo. La cuestión sena avenguar en q~e sector de una
élite podrían ser encuadrados. N~rmalment~ se_ les ha situado dentro el
sector dirigente «estatal» cuzqu~no, es dectr, t~corporados dentro del
mismo. Se afirma con frecuencia que el .Inca mtegraba en éste a los
dirigentes étnicos afines, y tambi~n q~e nombraba autoridades en cada
lugar conquistado. Fuera de las h1stonas elaboradas por l?s cronistas, la
documentación local es más parca en hablar de nombramientos de cura-
cas; más bien, la documentación local colonial insiste en lo contrario:
los curacas ]ocales son anteriores a los incas, entraron en conflicto 0
consenso con ellos, y eran normalmente designados mediante prácticas
étnicas, aun en los tiempos del Tawantinsuyu de los incas. Es verdad
que existen documentos coloniales que mencionan el nombramiento de
curacas por el Inca, pero en condiciones específicas, por ejemplo en el
caso de regiones donde se hace visible un conflicto reciente, tal como
ocurre en Chachapoyas, donde el Inca nombró como curaca a un yana
suyo (dependiente de él) 43 . En otros casos, el Inca había nombrado un
curaca como consecuencia de la «creación» de un ayllu específico, como
ocurrió en la zona de Pacajes, al SE. del Lago Titicaca 44 .

42
.cLuego la delantera de la gente comenzó a entrar en la plaza: venía delante un
esquadrón de indios vestidos de una librea de colores a manera de escaques. Estos venfan
quitando las pajas del suelo y barriendo el camino. Tras estos venían otras tres esquadras
vestidos de otra manera, todos cantando y baylando. Luego venía mucha gente con arma•
duras, patenas Y coronas de oro y plata. Entre estos venía Atabalipa en una litera aforrada
de plum~ d~ papagayos de muchas colores guarnecida de chapas de oro y plata. Traíanle
muchos md1?s sobre los hombros en alto, tras desta venían otras dos literas y dos hamacas,
en que veman otras personas principales. Luego venía mucha gente en esquadras con
coronas de oro Y~lata ...~ (Xerez, [1534] 1983: 19). Estos son los «soldados>> que entraron
con el Inca en CaJamarca. Xerez presenta su información con otra: los hombres que en·
tra~~n a la plaza de Cajamarca traían armas «secretas debaxo de las camisetas».
. Este caso se encuent.ra ampliamente documentado en los papeles publicados por
Esp~no~ 1967. El tema es importante y requiere de mayor discusión.
Vease Pease 1989 a y 1990• Rea1mente, se trata de un caso interesante
. · o
del «Jueg
Los últimos incas del Cuzco 39

Con el tiempo, y con la expansión del Tawantinsuyu por el territorio


andino, el sector «local» de la élite debe haber alcanzado un peso mayor
dentro de la estructura política. No se conocen específicamente las for-
mas de las alianzas existentes entre el Inca y los curacas de cada grupo
étnico, pero se puede suponer que eran efec~vas y estaban relacionadas
con la redistribución; parte de tales alianzas era, sin duda alguna, el
matrimonio del Inca con mujeres de cada una de las dos parcialidades
45
(hanan-urin) de cada grupo étnico . , • •
Ahora bien, hay un problema espec1ficamente relac10nado con el sec-
tor dirigente el vínculo en general: ¿cuál era el vínculo que tenía entre
sí y con el Cuzco y su propia élite originada en las panacas? Los cr~nistas
relatan que en los tiempos de Huayna Cápac, inmediatamente antes del
conflicto entre Huáscar y Atahualpa, había problemas entre los dirigen-
tes locales y los cuzqueños. Las historias relatadas por las crónicas ha-
blarán en varias oportunidades de situaciones parecidas. Pero en el caso
de Huayna Cápac parece que los dirigentes locales alcanzaron a dispo-
ner de mucha mayor influencia sobre el propio Inca.
La gran expansión geográfica obligaba a los miembros del sector di-
rigente cuzqueño a alejarse del Cuzco; normalmente los ejércitos del
Inca se hallaban comandados por un miembro destacado de la élite, y
las crónicas hablan asimismo de cuerpos especiales de tropa compuestos
totalmente por miembros de las panacas cuzqueñas 46 • En algunas de las
más importantes campañas relatadas por las crónicas, el jefe es siempre
un miembro de una panaca, y de alta jerarquía, cuando no lo es el Inca
mismo. Así, un general llamado Cápac Yupanqui, acompañado del «he-
redero designado» Amaru Yupanqui y de otros miembros de la élite,
mandó en los relatos de las crónicas una gran expedición que avanzó
hacia el norte del Cuzco hasta alcanzar la región de Cajamarca; luego

de los ayllus», donde el Inca jugó un grupo de gente a los ayllus con el sol, al perder éste,
el Inca ganó el derecho sobre la gente (pues, según el documento, la provincia de los
Pacajes se hallaba «diputada para el sol»). Al nombrar al curaca, se generó un régimen
distinto de autoridades al previamente existente. El documento colonial partía del principio
del interés en restaurar el régimen previo al nombramiento del Inca. Al margen de la
verdad o no de la última afirmación, lo interesante es la forma de designar una autoridad,
en medio de un ritual específico. Cf. Zuidema 1967.
45
Un conjunto de documentos importantes para verificar el peso de las alianzas ma-
trimoniales de los incas con mujeres de diversos grupos étnicos es el relativo a las peticio-
nes de Francisco de Ampuero, antiguo paje de Francisco Pizarro y cónyuge después de
una de las mujeres del último, la célebre Doña Inés Huaylas, bautizada así por los espa-
ñoles. Véase Espinoza 1976.
46 ¿Se trataría, quizás, de un caso más de traslación a los Andes de costumbres euro-

peas en los escritos de los cronistas? En este caso, la constitución de cuerpos de tropas
nobles.
40 Fran klin Peas e G

com and ó las trop as cuz qu -


."·
es el mismo importante gen eral quie n
del Per ú actual 47 ¿m as en
la prim era gran marcha por la costa central
anqui informaron ·aceos des-
cen die nte s de la panaca de Tupa Inca Yup fi d de
rea
ía ent no
1a con qm·sta de su I·1ustre antecesor y a rmaron que hab .a
. a y top a yupangui yn ga>> -.8
con qui star «con sus herman. os ama,ro top a1yngd
men tos del tipo • ct· ·
Los relatos de los cromstas as1 como os ocu ien tes del Inca 10 ica-
s, par
do, incorporaron a los miembros de panaca
nte, otro s miembros •d~ºrno
jefe s de e~ércitos conquistadores. Visi?lem~ que tení an a su ca Pa-
os
nacas pudieron hallarse ent re los func1onan O
tencia crecie rf la
adm inis trac ión inca ica, con side ran do la exis
com ple ja
de tam bos y depósitos n e de
cen tro~ administrativos, aprovisionamiento
pro bar que en tod a~ rnans-
ten imi ent o de caminos, etc. Se ha pod.ido com esta
as tra b . an tanto gen te provemente e Ia él"1te cuz que ña ' corno
aJab
d
tare . 1 , .cos .
pos etm
curacas y personas pertenecientes a os gru
anti nsu yu dispuso d 1
Es difícil llegar a ace ptar , hoy, que el Taw
nistas sup usie ron . Sin em~ ª
eno rme burocracia centralizada que los cro
ple men te «ter rito rial») ::
go, cad a incorpo_ració~ étni_ca (ante~ q~e sim to cuz que ño, que
cluía una fundación s1mbóh ca en term mo s del. , cul d un cen tro adminisse-
, l cc1on e
complementa ba en cad a are a con a constru
o tem plo sola r, un acllahuas·
trativo en el cua l había siempre un ushnu
dencia del Inc a. Des de cad~
o casa de «mujeres escogidas», y una resi
ció n de las contribuciones
centro administrativo se org ani zab a la per cep
o la form a de ma no de obra
que el Cuzco recibía , fun dam ent alm ent e baj
, com o apa rec e en docu-
estrechamente vinculada con la redistribución
año s des pué s de la invasión
men tos administrativos del siglo XVI , pocos
cio nad o imp orta nte informa-
española. Las propias crónicas han pro por
obr a -m ita -.
ción acerca de la contribución en ma no de
asim ism o, ace rca de ban -
En las crónicas existe mu cha info rma ció n,
sor pre nde la aparición de
derías y divisiones en la élit e cuz que ña. No
la anu nci ada distinción entre
gru pos antagónicos, si se tien e en cue nta
, la pre sen cia de sec tore s que
el gru po religioso y el militar y, por la otra
uer da la info rma ció n de los
apo yar on a distintos con trin can tes, com o rec
fren te a Pac hac uti , de Amaru
cronistas. Tal es la situación de Inc a Urc on

192, 195; GarciJaso de la Vega [1609]


Véase Sarmiento de Gam boa [1572] 1947:
47
do 1920: 118121; Santillán [1563] 1879 : 1415
.
1943 Lib. VI, caps. XIII , XIV y XIX; Tole
cide con la linea informa tiva de las
Rowe 1985. Ciertamente, el documento coin
48
al·
uistador acom paña do de «cap itanes», norm
crónicas que hacen aparecer a un inca conq
es importantísimo, just ame nte por su novedad,
men te sus parientes. El documento aludido
descendientes de un Inca , mie mbros de una
se trata de una probanza presentada por los
nia inicial.
pana ca reconocida como tal dura nte la colo
. incas del Cuzco 4J
Los útumos

. en oposición a Tupa Inca Yupanqui, finalmente de Huáscar y


Yupanjui El problema se explica de una manera nueva cuando se pue-
f
Atahua ~~ncionamiento de una organización dual.
de ver e

El dualismo·. las mitades


a de las características reconocidamente más destacadas de la
Es. un •ón social andma;
· '
sus ratees se ha11an en Ias relaciones
· de pa-
organ1zac1 I d' .. , d I .
Y
se manifiesta en a 1v1s1on ua existente en los grupos ét-
rentesco,
.
b IC
e se da en las zonas ur anas como e uzco y otros centros
mcos, qu d' . . . dIT .
administrativos, visible en 1_stmtas_ ~ns~anc_ias e ~wantt~suyu de los
. general. No fue una mvenc1on mca1ca, por eterto, smo producto
meas en d . .
d. a larga historia. IncI uso cuan o 1os crorustas recogieron las infor-
e ~nones que hablaban de los incas del Cuzco, éstas los clasificaban de
mac1d dual; fueron dos las «d'masttas», cuzquenas: - Hanan cuzco y Hurin
~iz:O. Estos dos términos son equivalentes a otros existentes en los
Andes: Allauca-Ichoc, Alaasa-M~aa, Uma-Urco, _etc. Todos !os ~érmi-
os indicados podrían ser entendidos ,como alto-baJo, derecha-1zqmerda,
~entro-fuera, cerca-lejos, delante-detrás, etc. Específicamente la última
pareja de términos m~ncionada (u~~-urco) adquiere ~na t~~alidad es-
pecial, pues en la región del lago T1t1caca, pu~den s~r, identificados con
la zona más cercana al agua (Urna) y la mas leJana, mas alta (Urco); los
cronistas, como por ejemplo Cieza de León o el Inca Garcilaso de la
Vega, identificaron estos últimos términos con las riberas oriental (Urna)
y occidental (Urco) del propio lago.
Asimismo, cuando -desde los momentos iniciales de los españoles
en los Andes- se describió la ciudad del Cuzco, los cronistas llamaron
la atención acerca de que la misma se hallaba dividida en un sector
hanan y otro urin. Para aquellos autores, ambos sectores eran «barrios»,
y cada uno de ellos estaba identificado con una de las dos dinastías
aludidas. Con el tiempo se precisaron sectores similares en las organiza-
ciones étnicas, muchas veces confundidas éstas con «provincias» por los
cronistas. Las mitades son opuestas y complementarias, son yanantin
como las manos, o como las parejas, de signo opuesto, pero siempre
complementarias 49 •

49
La d'1scus1'ón acerca del dualismo en la organización social es larga, la información
fue r~conocida, recuérdese: Lévi-Strauss (1956] 1969. Véase, por ejemplo, Mayer 1980;
también Alberti-Mayer eds. 1974· Rostworowski 1977· Duviols 1980· Bouysse-Cassagne
1987 , cap. 4. Específicamente sobre' la noción de yanantin,
' véase Platt' 1980.

ee a ...
Franklin p
42 case G
DIAGRA MA l . "·
N

ANTISU YU

COLLASUYU
o CHINCH A YSUYU

CUNTIS UYO

La organización dual tiene funciones recono cidas en el parentesco,


en la conformación de los respectivos linajes de curacas o «señores» que
gobernaban cada unidad étnica (un curaca hanan y otro urin) . Cada una
de estas «mitades» tenía funciones específicas y era recípro ca con rela·
ción a la otra. Ahora bien si la presenc ia de las dos mitade s Y de tos
' • o
curacas que las representan es clara, menos eviden te es la imagen
configuración territorial de tales mitades .
Los últimos incas del Cuzco
43
La aparición de las mi. tades y subdivisiones aludidas está
en los mitos que los croms . . ada
registr
tas recogieron :
orno el Contiti Viracocha hub~ese ya des
ed.c pachado estos e ido en
icha , dicen que los dos
. . que ansí quedar on con él allí en el pueblo d1aT~anera ya
los env ió ans1m o a que 11amasen y sacasen las gen e 1ag
que . 'd 1sm [ d · 'd tes en la m uan(aco .
que ya habéis 01 o es ectr, - e( I_as cuevas,. ríos y fuentes e altaam era sic )
dividiendo estos dos en esta mana sic) s sierras'!
_qu e env ió el uno por la parte
de Condesuyo que es estando en este Ttaguanaco las espaldas do el soly provinci~
sa1e. .. 50 .
La pregunta final es importante : ¿P
. 1, d
or qué, si existen las mitad
en los curacazgos son s1m u taneas a os auton.dades, había un es, y
y 00 dos? La_ resp~esta es i~port solo Inc a
ante. Hay infor~aciones que permite~
afirmar la ex1stenc1a de dos meas,
uno por cada mitad . Específicamente
Guarnan Poma de Ayala afirmaría
la existencia de dos incas, uno hana~
y otro urin 51 . Más adelante, al ver
el problema de la sucesión, retorna-
remos a este asunto .
Otro punto ~mpo~an~e en la organi
za~ión social andina es el que se
refiere a la clas1ficac1on interna de
las umdades de parentesco, los ayllu
pueden ser collana, payan~ o cayao
. _Los tres términos informan sobre
una jerarquía donde el pnmero la
tiene mayor . Se ha mencionado la
importancia de tal tripartición, al mi
smo tiempo que se ha hecho hinca-
pié en la conformación de una cua
tripartición, que incluye el régimen
de mi.tades 52 .
Los problemas que rodean la organi
zación de las mitades, y de los
sectores aludidos, son amplios. Ad
quieren nuevas dimensiones cuando
intervienen en la explicación del Inc
a que encontraron los españoles, y
la forma como lo interpretaron, y
escribieron una historia que incluía la
sucesión de gobernantes del Cuzco
. Uno de los aspectos que aquí inter-
viene es, como se verá, la guerra
ritual entre mitades.

50
Betanzos [1551] 1987: 13.
51
Guaman Poma se refiera a la exis
tencia de un «Consejo Real» de los
serviría para asesorar al Inca, de ma incas, que
nera similar a como funcionaban los con
les. Tal «Consejo real» estaría form sejos españo-
ado por «dos ingas, hanancuzco y urin
grandes de Chinchaysuyo , y dos de cuzco, Ycuatro
Andesuyo, y cuatro de Collasuyo, y dos
yo» : Guarnan Poma (1615] 1936: 184 de Condesu-
[186], (1980, I: 130); de esta manera
Nueva cor6nica una jerarquía de los se indica en la
suyu del Cuzco, los dos sectores hanan
representantes en tal consejo, mientra tienen cuatro
52 s que los sectores urin sólo tienen dos
Zuidema 1964, 1989. .
-
2. El mundo económico

Desde el siglo XVI los cronistas intentaron proporcionar a sus lectores


una imagen determinada de la economía andina, al igual que lo que
ocurría con otros ámbitos de la vida americana. Prácticamente sin dis-
cusión, incorporaron a sus obras informaciones que configuraban una
economía de tipo occidental, con mercado, comercio y moneda, merca-
deres y artesanos que producían para un mercado. Interpretaron también
como «comerciales» las relaciones establecidas con los andinos desde los
primeros momentos de la invasión. No pudieron caer en la cuenta, nu-
blados por su punto de vista etnocéntrico, que los americanos carecían
de tales instrumentos de intercambio. Esta es una de las razones por las
que consideraron que los hombres americanos que habían recibido sus
«regalos» (entendidos como el inicio de un trueque por los europeos)
con amabilidad, y los habían retomado (entendido esto como la acepta-
ción de un intercambio bajo pautas europeas), «traicionaban» a sus nue-
vos amigos europeos al violentarse ante el saqueo que normalmente su-
cedía a los primeros intercambios. De otro lado, los americanos normal-
mente entendían el inicio de un intercambio, pero recíproco.
De igual forma que ocurrió con las pautas que regían el intercambio,
los europeos diseñaron otros ámbitos de la economía de acuerdo a pau-
tas occidentales. Tal ocurrió con la administración de la tierra, donde se
introdujo la noción de propiedad, por ejemplo, entendida a la manera
romana clásica. No pudieron caer en la cuenta los cronistas, ni los otros
españoles que escribían acerca de los Andes en el siglo XVI, funcionarios

45
Franklin Pease G
46 . 'i.
. que la tierra én sí no era un valor equivalente al con .
por e1emp1o, h d Oc1ct
ni podía venderse, comprarse o ere arse. Una soci d 0
en E uropa, . d' • 'd e act
como la an d1•na consideraba la tierra . , como una d , 1vm1
. ad (una gu aca)
e bienes en una relac1on que po na mterpretarse tamb·, ,
~o d ct ~ d
como recíproca. . .
, , se generalizaron senas confusiones, cuando los croo·
Mas aun, , 'd d I istas
buscaron explicar qué tierras habia_n. s1 o .6« e1 n~da». bEn este asunto
entraba un punto específico: la adm1mstrac1. n cons1 era a que aquellas
tierras identificadas como «del Inca»' es decu'. «del rey» en sus términos
debían ser asignadas en primer lugar a la propia cor~n~, española, la cuai
pod1'a , en consecuencia, sacarlas
. .a .remate. o .compos1c10n
. . , entre los espa_
1
ñoles que vivían en la región. S1m1 ar cnteno se s1gmo con los rebaños
que se afirmaba habían sido del In.ca o ?el sol. _
Sin embargo, los propios func1onanos espanoles se encargaron de
precisar dudas acerca de lo a~_terior. En ~566 ela?oró unas «Ordenanzas
de Indios» el visitador de TruJ1llo Gregono Gonzalez de Cuenca; en ellas
se hizo visible que su autor tenía ya una larga experiencia andina (había
llegado a los Andes en 1566). Cuenca indicó:

Yten porque dichos ca~iques sin tener poder para ello venden por su autoridad
las tierras del repartimiento por suyas siendo de la comunidad de lo qual los
yndios a ellos subjetos son danificados ( ... ) se hordena y manda que ningun
ca~ique ni principal pueda vender tierra (... ) a españoles ni a otra persona... 1.

Añadió otros comentarios como el anterior, dejando la impresión, que


otros autores corroboraron, de que la tierra era «comunah>, pero preci-
sando a la vez que la autoridad no. tenía tierras. Lo que ocurría era que
las mismas se le asignaban, como se comprobó en diversas relaciones;
por ejemplo, la Relación de Chincha, preparada por Cristóbal de Castro
y Diego Ortega Morejón en 1558, indicaba que a cada Inca se le daban
nuevas tierras 2 , lo cual bien puede interpretarse como que los incas no
«heredaban» las tierras asignadas a sus predecesores. De otro lado, po-
dría afirmarse que las tierras conocidas como «del ynga» podían ser,
asimismo, aquellas construidas por el propio Inca, como ocurría con los
andenes o terrazas de cultivo que se hacían en diversas zonas por su
encargo y aprovechando la mano de obra del circuito redistributivo. Tam-
bién hay indicios de que las tierras destinadas a determinados cultivos
podían ser «del ynga», tal cosa ocurría con las tierra sembradas de maíz,
entre otros casos:

1
Cuenca (1566) 1975: 141, subrayado mío.
2
Castro y Ortega (1558) 1974: 939s'.
Los últimos incas del Cuzco 47

Yten les preguntamos si tenyan chacaras del ynga y respondieron que no tenyan
ninguna chacaras suyas ni del ynga porque en el dicho pueblo no se da maíz ni
trigo ni papas sino solamente maca y que residian alli por la dicha maca y por
obejeros de las obejas de Canta que a su tiempo benyan a pa~er... 3 .

Una versión más precisa proviene de un ámbito cercano:

Yten les preguntamos de las chacaras del inga respondieron tener chacara de
media fanega de sembradura de maíz que las sembraban [en 1553] para pagar
parte de su tributo a su amo [encomendero español) que les cauia ... 4 .

Hay, por cierto, muchas evidencias de las tierras destinadas a la produc-


ción de coca, también del Inca 5 •
El problema inicial es precisar que la economía andina carecía de
mercado y moneda, y, por ende de comercio, incluso de tributo. La falta
del primero se explica por la presencia de la redistribución -étnica y
del Inca- que, en buena cuenta, reemplazaba el «espacio de intercam-
bio».
La moneda como tal era inexistente, a pesar de que se han hecho
intentos de identificarla con cualquier cosa que pudiera hallarse en can-
tidades significativas: conchas marinas o hachuelas de cobre o bronce.
Finalmente, la carencia del tributo ha sido recientemente propuesta por
Murra 6 , habida cuenta que lo que se entregaba a la autoridad era fun-
damentalmente energía humana. Podría añadirse que la noción tributaria
moderna supone la entrega de parte de la renta, mientras que el «tribu-
to» andino excluye específicamente tal posibilidad.
Justamente, frases del Inca Garcilaso de la Vega podrían aclararlo 7 .
Allí, Garcilaso distingue entre lo que se entregaba al «rey» -al Inca-
y a la «república» -la parcialidad, el ayllu, etc.-, da noción de dos
circuitos de redistribución, distinguiendo cuidadosamente entre el Ta-
wantinsuyu y el circuito étnico restringido al parentesco; el Inca estaba
escribiendo para lectores europeos, ello explica la significación de «re-
pública» que otorga al ayllu o grupo de parentesco, donde funcionaba
la «ayuda mutua» que él mismo mencionara.

3
Fernández y de la Fuente [1553) 1978: 240, subrayado mío. La alusión al trigo es,
por cierto, extraña, salvo que se refiera a sembríos recientes.
4
Ibídem., 250.
5
Véase Rostworowski 1973 y 1988.
6
Sobre la existencia de moneda prehispánica se abrió una discusión, véase por ejemplo
Hartmann 1971; Holm, 1967, y Hosler, Lechtman y Holm 1990; acerca de la inexistencia
del tributo, véase especialmente Murra 1987.
7
Garcilaso de la Vega (1609) 1943 I: 235.
48 Franklin Pease G
. )'

Ets e s1•stema era muy anterior a los incas


, , es verd ad, pero tamb ·,
d.
lo es que éstos lo expa~di~ron por e1 area ten
an ma en una forma que
reqm.ere au'n más investigación.. John V. Mur ra ha llam.ado la atenc·,
acerca de lo que denominó inicialmen. te el «con trol vertical de un ma·ton.
. Xt-
mo de Pt·sos ecológicos en las sociedade s andmas», recalcando espec'fi
l ,
camente que se trata del aprovecha~mento a max1. mo d e las
• t ¡.
posibilidades
de la pluriecología (vid. infra); de igual forma que, la_s pauta
_s de la rec¡.
proc1·dad y la redistribución, se trataba de una_ d prac tica andm a .muy
terior al Tawantinsuyu que, co?'o se ha sena 1a .º.' se ~udo ongi . an.
nar en
tiempos de Tiawanacu en el altiplano del lago T1ticaca .

Reciprocidad y redistribución

La economía incaica, como la andina en general, se halla


ba orga .
zada sobre la base de la reciprocidad y la redistribución.
Prestacio:•-
recíprocas, regidas por las reglas y vínculos del parentesco,
relacionab=~
a los hombres y mujeres; por ello, el ayllu o grupo de
parentesco era
tan importante en la organización social andina. La reciprocid
ad suponía
no solamente un «intercambio» de traba jo (de ener gía hum
ana), antes
que de cosas, sino la permanencia de las obligaciones deriv
adas de tal
intercambio a lo largo de las generaciones 9 •
La redistribución era, en cambio, la forma como los grup
os de poder
-étn ico o «est atal» - se relacionaban con la gente. El
pode r recibía
mano de obra, siempre trabajo, no cosas; organizaba con
ella tareas de
amplio espectro: construcción de andenes o terrazas culti
vables, de ca-
nales, de caminos, de depósitos, de edificios religiosos, etc.,
tejidos es-
peciales (cumbi, o tejido bordado fino, por ejem plo),
fabricación de
objetos de madera y metal, etc., así como mitas específicas
para la ob-
tención de productos a ·largas distancias. Se sabe, además,
que todas las
prestaciones que la autoridad recibía debían ser opor tuna
y ritualmente
«solicitadas», no existía una prestación estable en este senti
do. Por ello
puede explicarse que los habitantes de la provincia colonial
de Chucuito,
al ser interrogados por el visitador Garci Diez de San Migu
el acerca de
lo que entregaban a sus curacas, respondieran en alguna
ocasión que no
le habían sembrado en aquel año sus tierras, porq ue no lo
había pedido
expresamente 10 . •

Lumbreras 1974.
8
9
La bibliografía sobre la reciprocidad andina es amplia, véase
por ejemplo, ~ayer
1971, AJberti-Mayer 1974, Fonseca 1972, 1972 a, 1974, y 1985;
informaciones especificas
acerca de la reciprocidad incaica podrán encontrarse en Murra
1978; véase Murra 19?S.
'º Díez de San Miguel (1567] 1964: 111, 117.
Los últimos incas del Cuzco 49

Problemas similares surgieron en el siglo XVI acerca de la situación


del ganado andino y, en general, de todos los recursos. Por ello no debe
sorprender que los españoles consideraran que los pobladores andinos
pagaban un tributo con tales recursos, entregándolos de la manera que
parecía más visible: para alimentar los aparentemente inagotables depó-
sitos del Inca. Si bien al principio no cayeron en la cuenta del sentido
redistributivo de los mismos, como ocurrió con los primeros y sorpren-
didos cronistas hispánicos, observadores posteriores más agudos, como
el Licenciado Polo de Ondegardo, sí pudieron atestiguar que los bienes
de tales depósitos formaban parte de la «generosidad institucionalizada»
del Inca 11 •

La mita del Inca

La mita al Tawantinsuyu representaba la forma más importante de


contribución al Inca. En ella se encuentra la realización de las múltiples
tareas que el Tawantinsuyu coordinaba a cambio de una redistribución
de los propios bienes que las múltiples mitas establecidas permitían acu-
mular en los depósitos. Por ejemplo, en la visita hecha a Huánuco en
1549, los visitadores Juan de Mori y Hemando Alonso Malpartida ha-
lJaron numerosas formas de entrega de mano de obra al Inca: en primer
lugar, de cada 100 asignaban tres parejas a las minas de oro, así como
sesenta parejas para sacar plata.

CUADRO l .-Entregas de energía humana al Inca.

Personas o Tarea (Mita o tumo)


parejas

400 hacer paredes en el Cuzco


400 sembrar en el Cuzco
150 yanaconas de Huayna Cápac
150 guardas del cuerpo de Tupa Inga*
10 «guarda de sus armas»
200 guarda de los Chachapoyas
200 guarda de Quito
20 guarda del cuerpo de Huayna Cápac *
120 hacer plumas

11
Acerca de la redistribución, en términos generales, consúltese Murra 1975, 1978 y
1983. Con relación a la construcción de centros administrativos y su empleo en la redis-
tribución: Morris 1973.
• después de muerto, se refiere al cuidado de la momia.
Franklin Pease G
50 . 't',

:CU ~A ~D ~R O~ l~( ~co ~n~ t~in


:ua :c'. ::ió :n: )~- ~-- ---- ---- ---- ----
---
Personas o Tarea (Mita o tumo)
~pa~rc~jas~---
--------------------
-----
60 sacar miel .
400 cumbicus (tejedores de cumb1)
40 hacer tinturas y colores
240 guardar ganado
40 guardar las chacras del Inca en el valle
(maíz)
40 sembrar ají .
60 recoger sal (número van able )
60 recoger coca
40 acompañar al Inca a cazar
40 hacer suelas
40 carpinteros (platos)
40 olleros (ceramistas)
68 guardar el tambo de Huánuco
80 cargadores
40 guarda de «indias del ynga»
500 ir con el Inca, cargadores de and as, etc.
500 sembrar sin salir de sus tierras.
Fuente: Mori, Juan de y Hemando Alonso
Malpartida «La visitación de los pueb los
1967 12• de indios» (1549)

La lista anterior representa un con jun to


de informaciones valiosísi-
mas, que se añade a las obtenidas por
otr as rec ien tes investigaciones
acerca de la población andina en el sigl
o XVI 13 . Las .entregas de mano
de obra, dentro del esquema de la red
istribución, adquirían muchas y
variadas formas; algunas de ellas signific
aban viajes muy largos o estan-
cias prolongadas (estas últimas se pue
den con fun dir fácilmente con la
condición de mitma; por ejemplo, cua ndo
los Ch upa ych u se movilizaban
a regiones apartadas, como Qu ito o Ch ach
apo yas , par a eje rce r funciones
militares. En algunos casos, la document
ación indica expresamente que

12
. Un análisis de este _conjunto de prestaci
ones en Mu rra 1983. Este co~side_ra, :
aacr to, cada una de las afra s como corr
espondiente a una cue rda de un qu1pu
registrado por la administración y recordad inca, '.
o (t<lefdo~) en el momento de la visita
y Malpartida (1549) 1967. de Mon
13
Murra llamó la atención en anteriores ocas
muy posiblemente resultados de la «leq
, • e ura» de
iones acerca de que listas como éSla
un khipu. Los quipus, como es sabi o,
~:°
r~g ian •
m,ormac1ón cuantitativa, contable. (Véase Mur ra 1975
1983). , cap. 9; tamb"n
,e
Muera

&2::. ..- ..
Los últimos incas del Cuzco 51

se trataba de trabajo s «a la continua»; ello puede dejar la impresión de


una permanencia de la tarea (construcción por ejemplo), pero no signi-
fica que fuera la misma gente, sino que probablemente ésta se renovaba
por turnos. En otros casos no se indica nada relativo a la duración, pero
es visible que la recolección de miel, de coca, de plumas, etc., sólo podía
hacerse en determ inados momentos del año; de igual forma, la exigencia
de ir a cazar con el Inca era ocasional. Al parecer, la mayoría de los
casos registrados en la lista de Huánu co afectaba a parejas, especialmen-
te cuando se trataba de movilizarse fuera del área nuclear.
Al igual que lo mencio nado líneas arriba, toda forma de mita, re-
querida por la autorid ad étnica o por el Inca, debía -ser oportuna y ri-
tualmente, solicitada. No se entend ía necesariamente como un tumo fijo
y obligatorio (como ocurrió , después, con las diversas modalidades de la
mita colonial, que tantas resistencias generó). Además, debe mencionar-
se que los testimonios recogidos tanto por las crónicas como por los
documentos administrativos de diverso tipo, dejan entrever claramente
la obligación de quien solicita una mita de alimentar y vestir a los mitanis
durante el «turno».

La economía y el crecimiento del Tawantinsuyu

La construcción de centro s administrativos, como los anteriormente


mencionados, no fue uniforme. Se requie re de más investigación para
averiguar por qué determ inadas regiones tuvieron menor número o con-
centración de centro s, mientr as en otras abundan. Indudablemente, la
construcción de tales centro s urbano s no tuvo sólo una finalidad política.
Se ve en la documentación del siglo XVI que servían específicamente de
centros organizadores de mitas o lugares donde los mitani trabajaban
-como se vio en la información sobre Huánuco Pamp a-, así como de
depósitos locales donde se guarda ba productos que el Inca redistribuía;
aparte de ello servían para alojar tropas, cargadores y otra gente en
movimiento por el territo rio del Tawantinsuyu. La propuesta de que los
centros administrativos servían fundam entalm ente como lugares de labo-
reo para grupos de mitani ha sido plantea da por Morris. Se basa en que
las casas estudiadas en la ciudad incaica de Huánu co Pampa estuvieron
habitadas durant e períod os cortos por pobladores sucesivos que ejercían
el mismo oficio; ello explicaría la versión acerca de «barrios» de14olleros,
tejedores, carpinteros, etc., que incluye mucha documentación .

14
Morris 1973.
Franklin Pease G
52
. l'.
. yu en expansión

supuso nuevas pautas• redistributi·
. . . , vas
El Tawantmsu
. t los grupos que mgresaban en 1a•bred1stnbucion


Progres1vamen e, . d. eran
. tiempo , las cantidades a re istn mr eran crecientes
más y aI mismo , úJ • 1 .
, de obra que se requena para 1as m ttlpfues dmitas. El ana.,
como 1a mano _ . .,
lisis del crecimiento de tal orgamzac1on .es un pun o n amental Para
tinsuyu 15 . Un buen e1emplo •para observar la mag .
entender al Tawan . d n,.
tud de las mitas es el que proporciona un conJunto e documentos de
Cochabamba, allí se informa que el Inca Huayna Cápac organizó una
• d comunal de unas 14.000 personas (entonces ¿el doble, consi·d
m11a es d'f •d e-
rando pareja~?) .que, procedentes de, Ias 1 erentes. um ad~s étnicas al-
. lá ·cas y de ,Charcas, iban a Cochabamba a cultivar maiz. El grueso
ttp m h , . ) . .
de la gente, los mitanis (gente que ac1a un_a mita VIaJaba al valle de
Cochabam~a, sembraba y retoma~a ~.su ongen, ot~o grupo regresaría
para la cosecha. Un conju1_1to espec~ahzado ~~rmanecia en el_ lugar (estos
eran mitmas), cuidaba de los sembnos, admm1straba el regad10, etc. Cada
conjunto de,J]litanis trabaj~ba en 1,1n suyu ~o secto~) específico que eo-
rrespondía a su unidad étmca. Se han ,recog1d~ versiones o~ales contem-
poráneamente que informan de la conservación de esta imagen de la
., d. 16
mita en la poblac1on an ma .
El régimen de mitas debió ser particularmente útil en manos de los
curacas, para poder acceder a la multiplicidad ecológica de la región
andina.. Los trabajos de Murra han llamado la atención específicamente
acerca de la forma como las organizaciones andinas lograron aprovechar
al máximo tal dive~idad de pisos o nichos ecológicos, para obtener, así,
la mayor diversifi.ca~ión productiva. Distintos grupos étnicos necesitaron
usar los varios pisos a que tenían acceso natural, debido fundamental-
mente a la configuración especial de la geografía andina, que así lo exi-
gía. Son pocas las regiones de los Andes que proveen de extensas zonas
de cultivo continuas y de altura uniforme. Los valles costeños, desplo-
mado.s desde los Andes al mar en cortas distancias, forman conos de
extensión variable, y fueron usados con un régimen de regadío basado
en las crecientes inestable& de los ríos que están secos la mayor parte
del año. En cambio, en la sierra la agricultura se basó en el aprovecha-
miento de lluvias estacionales y en la esperanza de éstas en las zonas de
puna, visitadas_ periódicamente por la sequía. Frente a este territorio
quebrado, donde la mayor parte de la tierra cultivable está distribuida

·
• a considerar 'dad
. Murra 1978, llegó
15
que la expansión del Tawantinsuyu era una necesi
del s•st~m~ de prestaciones rotativas, cuyo crecimiento llegó a ser imprescindible para el
mai:!emllllento del propio sistema.
Véase, Morales 1977, y Pease ed. 1982, 158-161.
Los últimos incas del Cuzco 53

en pequeñas áreas escalonada s en los cerros y en el cultivo de tubérculos


y plantas adaptables a diferentes alturas, los valles amplios de la zona
quichua quedaron progresiva mente ocupados por cultivos que exigían
menos altura y más agua, principalm ente el maíz. Así, no hubo en los
Andes una agricultura de llanura, sino adaptada a un modo «vertical»,
escalonado.

Riqueza y pobreza

Uno de los problemas más amplios al estudiar las sociedades andinas


se asienta en las nociones de riqueza y pobreza. Desde los cronistas del
siglo XVI, se generalizó la imagen de que los hombres andinos, concre-
tamente los incas, habían desarrollad o un sistema social capaz de extir-
par la pobreza de su seno, organizand o una sociedad gobernada por la
justicia. Sin embargo, se contradecí a con tal imagen la noción, también
sustentada por los cronistas desde el siglo XVI, de que el gobierno del
Inca era una auténtica tiranía. Hoy puede entenderse que, ciertamente ,
la última afirmación se originaba en una urgencia de justificar la propia
conquista española.
De otro lado, suele afirmarse en forma común que a raíz de la inva-
sión europea se produjo un empobreci miento generalizad o en los Andes,
un ámbito donde los españoles encontraro n una población «rica». El
problema está, es cierto, en la propia noción de riqueza que podían tener
los propios españoles, así como en el tipo de riqueza que estaban bus-
cando. Cuando se escriben las primeras crónicas, las tan conocidas de
los testigos de Cajamarca -Hemand o Pizarro, el Anónimo sevillano de
1534, Francisco de Xerez, Miguel de Estete, Pedro Sancho--, se puede
apreciar un alto número de referencias al oro, la plata, las piedras pre-
ciosas. Un recuento numérico asombraría , pero está claro que los auto-
res mencionados representa ban el interés más general de los hombres
que•conformaban la hueste de Pizarro; su noción de la riqueza estaba
claramente restringida a los metales preciosos. Es conocido el relato
donde se menciona que un fraile -Reginald o de Pedraza- afirmaba
que las esmeraldas auténticas no se rompían a golpes, por lo que muchos
de sus incultos compañero s las rompían y el sentencioso fraile se llevó
los pedazos cosidos en su hábito; los encontraro n cuando murió en el
viaje de regreso a España. ••
Lo anterior permaneci ó en la tradición y en la memoria popular,
llegando incluso a influir en nociones, mitos y leyendas. Al llegar, los
españoles tenían la convicción de que los pobladores andinos habían
enterrado sus fabulosos tesoros por todas partes. Ya se aprecia ello en
54 Franklin Peas
e G. 't.
los momentos aún iniciales de la sublevación de Manco Inca, donct
crónicas en general coinciden en •~ •f
_ormar q~e lMancol h ab'•~ logradoe en 1as
gañar a quienes lo mante~ían pns~onero, me
uso a propio Hernanct.
Pizarro, contándoles que iba a sen~larles el
lugar don de se hallabaº
enterrados grandes tesoros. La creduhdad con
que se aceptó esta ver . ,n
se explica por la acumulación de piezas de oro
y plat a para el fa;10n
«rescate» que el Inca Atahualpa ofrec1e • t
. 11
ra en rega r a 1os españole·••Oso
Ca1amarca . . sen
Vale la pena señalar algunas cuestiones de ,
caracter terminoló .
En primer lugar, los diccionarios quechuas seña
lan una clara vinc ui!: ~
entre los. términos pobre y huérfano, ambos
se traducen como gua h
[waqcha). La noción de orfandad está bien
delimitada no sólo enccl ª
diccionarios, sino también en textos quechuas
importantes, como el e os
junto de relatos que fuera recogido para Fran
cisco de Avila, un cié ~n-
que fue párroco y extirpador de idolatrías en
la región de Hua roc hi;f
En el último caso se aprecia, _como ~a se indi
có, _que la pobreza va d~
la mano con una orfandad mas ampha, la ause
ncia o separación de u
grupo de parentesco y, por ende, del acceso a
la reciprocidad y la redi:
tribución.
Así, la identidad pobre-huérfano hace hincapié
en la relación pobreza
= soledad.= aislamiento, que sólo pue de dars
e en una situación en la
que se carece de las normales relaciones de pare
ntesco que permitan la
existencia de la reciprocidad 19 ; el propio hec
ho de que el diccionario de
Domingo de Santo Tomás -el primero que
se ed it~ mencione entre
las acepciones de traducción por guaccha, «est
ar de luto», «parir», «re•
brotes de raíces de árboles», permite supone
r una vinculación con el
parentesco en términos de linaje, descendenci
a. Ello explica las múltiples
informaciones de las crónicas acerca de la imp
ortancia que tenía, tam•
bién en los Andes, la pena de destierro, pues
ésta significaba en realidad
la pérdida de las relaciones de parentesco, y
con ello, la pobreza.
La identificación realizada entr e pobreza y orfa
ndad lleva a estable-
cer otra contraria: ser rico es consecuencia de
tene r muchos parientes,
pues a través de ellos es como. puede lograrse
una mayor participación

17
Hay numerosos datos en las crónicas acerca de los tesor
Acerca de los montos de los tesoros de Cajamarc os ofrecidos por el Inca,
18 a véase Lothrop 1964, y Cook 1968-
Santo Tomás [1560} 1951: 281; González Hoig
uín [1608} 1952: 168; Bertonio 116~1
1956, ll: 144 (este último precisa la validez
de la noció n en aymara); fin_almente, -~ d:
[¿1598 1966: 35: «Un hombre pobre llamado
Huatyacuri, de quien se dice er~ h•J0 ba
Pariacae3: ( ... ) el tal llamado Huatyacuri, vivía
comiendo miserablemente; se aitmenta
sólo de papas asadas en la tierra calentada...
19 »
Cf. Murra 1975: 126128.
Los últimos incas del Cuzco 55

en los recursos, a la vez que un acceso a recurso s múltipl es. A ello hace
referencia el texto anterio rmente mencio nado de los relatos recogid os
por Francisco de Avila en Huaroc hirí. Tambié n la forma como explica
el asunto el Inca Garcila so. Citando a Bias Valera, el primero escribió:

La tercera ley era que por ninguna causa ni razón indio alguno era obligado a
pagar de su hazienda cosa alguna en lugar de tributo, sino que solamente lo
pagava con su trabajo o con su oficio o con el tiempo que se ocupava en el
servicio del Rey o de su república; y en esta parte eran iguales el pobre y el
rico, porque ni éste pagava más ni aquél menos. Llamávase rico el que tenía
hijos y familia, que le ayudavan a trabajar para acaber más aína el trabajo
tributariq_ que le cabía; y el que no la tenía, aunque fuesse rico de otras cosas,
era pobre 20 •

La relación establec ida por Garcila so de la Vega entre pobreza y ausen-


cia de un grupo de parente sco con el cual relacion arse es evident e y
coherente con las informa ciones anterio res.
No existía, pues, en los Andes, una noción equival ente a la acumu-
lación o al atesora miento; la primera sólo podía tener sentido en térmi-
nos del grupo, adminis trada por las autorid ades étnicas, o en término s
de la redistribución incaica. Los curacas podían casarse con varias mu-
jeres, y así ser conside rados ricos, por cuanto acrecen taban su parente la
directa; igualme nte, podían accede r a yanacu na, un tipo de servicio per-
manente que los cronista s identifi caron como esclavo s -hoy parece que
no lo serían e incluso podría conside rárseles privile giados- , increme n-
tando de esta forma la mano de obra que directam ente les atendía y
ayudaba en sus tareas redistri butivas . Igual cosa ocurría , en otro nivel,
21

con el Inca, el cual contraí a matrim onio en cada grupo étnico, para
iniciar las pautas del parente sco que permiti rían posteri orment e la redis-
tribución. Así, el Inca adquirí a parient es por toda el área andina, y los
espáñoles hallaron muchas «mujer es del Inca» y su descend encia, de la
misma forma como se encontr ó en aquel tiempo «tierras del Inca», que
eran entrega das por cada uno de los grupos étnicos , como ocurría en
Chincha, por ejemplo .
Francisco Pizarro convivi ó y tuvo hijos con doña Inés, hija de una
de las «esposas del Inca» de Huayla s; ello sirvió -aun despué s de la
conquis ta- para estable cer un vínculo de-pare ntesco - a ojos andino s--
y hacerle honor, como ocurrió con ocasión de la subleva ción de Manco

20
Garcilaso de la Vega [1609] 1943 1: 255.
21
Véase Murra 1975, esp. cap. 7, y cuadro 11, donde se detalla los ingresos de los
curacas de los Lupaqa, un grupo étnico vecino al lago Titicaca.
Franklin Pease
56 G. \'.
uracas ide Huaylas acudieron a Lima para defe
Inca, donde 1osl _c tropas de Manco· Inca, (el.dat o es discutible pnder a
Pizarro contra as ) S . d t d , Ues Se
funda en una probanza' únicamente • pue e i en e? er' así, .que l
. d" d trun·onios· del Inca con mu1eres de las diferentes uni·d Os
m 1ca os. ma • "bl ades
étnicas originaban relaciones recíprocas, ~Xlgt es por 1as partes, Obli a
ban a la entrega de mano de obra, por ·e1emplo, y llevaban asimistn g •
. t ·bución de la autoridad. Como en otros casos, los poblad O a
la red1s n . . . ,1 - b . ores
andinos se relacionaron tmetalme~te os espano1es , aJo sus Pautas
tradicionales, pensaron establece'f con ello~ pautas reciprocas, que no
fueron comprendidas 22• .

El control pluriecológico
• • 1 • • t • ) • . . 1 ' '
Cuando d_es4e ~t' ai)o lOQO a.q. se inició ~na ~uev~ !P?ca en la región
andina, con la formación de gran~~s. p~gaµµ;ac,1ones etn1cas (calificadas
co,~o «r~gi9~'1~J~>)J qu_e, controlab1~ ,.~mplias.áreas pr~~uctoras .(Chavín,
Mocb,e, H~ri, Ji"w.ay,ac~ so~ los mas. ~noc1d os), asistimos a la.amplia-
ción del criteriq 1 ~el l de~~Iajna~~ «c9.ntrol vertical» o pluriecologismo.
Esto~ apr~? ID'}S clar~e ~te en la dqcumentación que permite estu-
diar l~ etni~1 ~l!iplá ~~' como los Lupaca, ~onde una concentracióp
de poblticjónJt:m J'l,zo~a. de .. provin~i~- colonial de Chucuito. (al S.O.
del_ l~~t!~ ti~ca) .~nt,-0lji~a.. _pr~dµ_ct~ras de maíz, ají, algodón,
etc., e~ilo~ valles costeros de1 S~m~, Moquegua, Lluta, etc.; a la vez,
extendía su.dominio a zonas tan alejadas hacia la selva amazónica, como
Lú-~j~, ~pino ~1 • Chiéa~oma, et~~; jn~lus~ ,Cochabamba 23. Ambas
ZQ,pas P!<?dqctor~, '1 est~. y oeste .~ltiplano del Titicaca, se encon-
Q1lb31' a.un.~4xim_o 9~ ·l?.,20 días d~j c~~no a pie. Lo que funcionab~
e0; ~sta_ltrgió~~~º. ~~-ª 1ern.torj~. ~xtendi~Q, justam ente 1.1n .«t~m-
~9no ~•~ntinuo».z.. R9r el19 ~u,.-r~ ;-:;-;i!; plantear t;l análisis de su mode-
1,,o--;- lo d~no,,minó «ar~hipiélago»124 • El control de las áreas productoras
• ·- ¡., • .
• -1 1 ,.....

22
. ~éase Espino~ 1~6, .~~re las ~ujf~~s del Inca y también sobre el apoyo ~e los
~racas de f:Iuaylas a Pizario; _sobr~ 'doña lriés !'{uaylas, como se llamó a la mu1er de
Pizarro, v~ Porras 1978: '36í14; acerca .de las tierras del lnka ver n. ·2,- supra, Murra
1~ y Pcase 1986._ . . . . ,
. trata, 9h~~e_n te, d~l valle ~e e~ nombre en .la actual Bolivia, si bien eXJSte~
otros lugares así denoounados, en Chachapoyas •documentado ya en el siglo XVI en ~p•·
noza 1967. '
.:da!; n°':ión de un te~tori~ discontinuo en lugar de la clásica imagen de una terri~:
n . contín~ como resadenaa de un grupo· humano va tomando mayor claridad en
sonNtadcs andm11 Lo más • ' . • par·
•0 nada la unportante 1que se .va aprendie ndo en la expenen
ª por
eta pro te
ntación es lque las poblaciones' andinas se hallaban generabDen
1
1

. ·ocas del Cuzco


1.,0s úlUlllOS 1
57
a . ca bo me dia nte «c olo
Se se nevaóa ~e lar go s pe río do s, nia s» de mi tm as , qu e pe rm an ec ían en
Ds
es
ellas du;:~
efectua psus' ám bit os nu cle are 2
y el tra ba jo de sie mb ra y
or mi tan i 1:e mp or ale s, ~u ien es
iba n· a rea liz ar su .ta
co se ch a era
rna ban a s • , Es cla ro qu e los po de ro rea y re-
a. to fieren los· cro nis.
tas en tre- 1os pn•me ro s gr up os
so s collas a
qué se re · conq'uis tad os po r.l , de-
a ue ,fuero n os incas· de l ,cu zc o, ..fu nc ion abim po rta nc ia
!s q ue los l,u pa ~a ; pu es h a pod.i d an de igual
J11anera q gru po s alt ipl án ico s ma o co mp ro ba rse qu '
e pr ác tic am
ls
dos 1os · · nt en ían co lon ias tan to en la en te
.o to •a de sel va . As í, los po bl ad . co sta co mo
en la ceJ d or es de l Al tip lan o Pe rú -B oli via no
cóntrolaóan ru tas y;·pro uc eto • .,
n en ~n ~xt en so am ., b.
it~ ,
·
Ju sta me nte do nd e
los Andes alcanzan·su- ma yo rló
El ré~ me n; de co ntr ol- ec o ~~ a~ p itu • . d .
co su ~a na m en te es cn to ~e •
• r otras po bla cio ne s de la- r~ em ple ad o
Po do qu e el mi sm o su po n1 agio n ~ndina;_ du r~ nte _much~
la dif ere nc ia alt itu di na l;p ertie mp o se ha
n ~: ::, qu e ámbitos· esp~cifico~ o ho y pu ed e
s de_ la cost_a tie ?e ~ cla ras v.a
. as y resta po r es tud iar un am ~a
bi to plu ne co log ico en es ta ult ~tes ec oló -
gtc ~s incas de l Cu zc o uti liz im a reg ión .
ab an , sin du da , es te sis tem a
de)recursos·a va rio s niv ele s so de ~bten_ción
br e el ma r, cu an do sa lie ro n'
aledañas a su ciu da d sa gr ad a y de las tie rra s
do mi na ro n los va lle s de Vi lca
bamba y·Apurímac. La ex pa ns no ta, Ur u-
ió n de l Ta wa nti ns uy u pu ed e
l entonces, no, ún ica me nte de nt co ns ide rar se ,
ro de un ré gi me n de ex pa ns
.!...:.COmo rel ata n las cró nic as 26 ion es mi lit are s
- , sin o de nt ro de
plia que~ más qu e co nt ro lar tie un a me cá nic a má s am -
rra s y ho mb re s en ge ne ral , bu
porar a su do mi nio los sis tem as sc ab
or ga ni za do s de pr od uc ció n de a inc or -
Su permanencia qu ed ab a ga ra rec ur so s.
nt iza da co n su ce siv as ex pe dic
mantenían su pr ee mi ne nc ia me ion es qu e
di an te el es tab lec im ien to de
redistrib,utivo ce ntr al. un rég im en

dis pe ~. (los Andes son un


mu
humana). Ello se deb ía a la dis emnd o do nd e la dis per sió n pri ma sob re la concentración
ina ció n de los ám bit os ecológ
~l Troll hizo saber qu e las con icos· en la déc ada de 1930
dic ion es ecológicas var iab an
al mente por encima de los 1.8 cad a' 200 me tro s aproxima:
00 m. sob re el nivel del ma r,
!:;- ª
s~r del Ecuador. Ca da un a de y cad a gra do qu e se descendía
est as var ian tes suf re nu me ros
_arrugada !az de los An des . As as distorsiones provocadas
~enos Y distanciados un os de otr í, los esp aci os par a cul tiv ar no sól o son escasos, sin o
os (Tr oll 1935 y 1958).
19S9, ~: ;~ e San ~ig ue l (1567)
1964: 203, 244, ~r eje mp lo;
Mu rra 1975,. cap . 5; Pease
me :e~e h: ~n cio na do qu e las
que dis ~ ro el esq uem a qu e lascon qu ista s de los inc as no pu ed en enc uad rar se simple-
pro pia s cró nic as pla nte aro n;
lllilitarc,-p::m: hablan. má s de en rea lid ad, los relatos de
un ritu al de con qu ist a qu e de
came~te sob p mente dichas (Pe rel ato s de expediciones
ase 1989). Pe ro ést e es un pro
las formas. d rell 1os modos com ble ma qu e rec ae específi-
o los aut ore s de l XV I con ceb
cimiento de e ev:u-~a ª cab o. Nu ían la exp ans ión , y acerca de
re1aciones de nca pen sar ían los cro nis tas en
• CI'd • «alianzas étnicas», estable-
reciprO ad mt eré tm.cas , etc .
.
58 Franklin Peasc
G. '(
De este modo, el Cuzco, incorporando a los Lupaca del altipl •
Lago Titicaca, inició un régimen exitoso que le permitió abrir sano de¡
zontes económicos a una región productora de gan~do (camélido~) hoti.
consecuencia de lana y ropa en gran escala. Gracias a ello, hab· Y, en
, b 1 • d ia or
nizado un sistema de control so re co ornas pro uctoras de aquellos b~a-
nes que no podían cosecharse en las alturas, donde había sol te.
• · 1 • - 1 L
tubérculos y pastos. Al conquistar . os. cuz~uenos a os . upaca, inco e ªtnent
rándolos dentro de un-régimen red1stnbuttvo más ampho, debier tpo.
d. • on con
siderar la_ posibilidad ~e. expan d1rse a .°tras zo.~asd yd a nuevos recur~
que ampbaran su dom1mo, basa o en a capact a esarrollada de .
tribuir bienes (obtenidos con mano de obra prestada por las un·d dis.
étnicas), en forma progresiva y variada. De esta forma, la org~ni~ftª?es
del control incaico en la zona Lupaca pemu·r1ó , postºblemente, orga -U1..c1ctón
.
la expansión del sistema a otras áreas, ya que la ropa, tan apreciadnizar
la redistribución, había servido
· de recurso financiador, en buena cueªntaen
de dicha, expansión. ,
. . . eran los recursos
Es fácil, de otro lado, preguntar cuáles . con los que
contaba el Cuzco en e1' momento , d e m1c1ar su expansión. Hoy se sabe
que el maíz, tan celebrado en la región, era más un recurso suntuario
en manos de los incas, que un recurso fundamental de la alimentación n
La condición «suntuaria» del -maíz es clara, si se recuerda que, en text~
andinos, comer sólo papas es considerado un síntoma de pobreza 28_
Pero puede entenderse, justamente por ello, que el Inca disponía en el
Cuzco y sus vecindades de un ,importante recurso redistribuible, especí-
ficamente por su ·alto prestigio. Así, el Tawantinsuyu inicial pudo 11tiliw
ciertos recursos claves en la orgánización de un macrosistema redistribu•
tivo: maíz, coca y ají en las cercanías del Cuzco, lana y ropa en el
altiplano del lago Titicaca: la utilización profusa de estos bienes puede
ser considerada determinante en la redistribución y, por ende, en la
expansión del Cuzco. Murra había llamado la atención, hace años, acer·
ca d~ que el empleo del tejido ~e lana se habría extendido en tiempos
incaicos. Así, la ropa ·originada en la región lacustre habría servido~
Tawantinsuyu para proveer a otras regiones, vía la redistribución; ~r
ello puede decirse que la ropa fue el recurso financiador de la expansión
incaica 29.
La redistribución, así organizada en gran escala, hizo posible al T~·
wantinsuyu establecer las pautas de relación con los demás grupos étfll·

V&se Grobman, Salhuana y Sevilla 1961, Horkheimer, 1973; Murra, 1975, cap,Z;
27

Pease
28
1989:
.
62 y JS. •
Avila [¿1598?) 1%6, cap. V; Cabello Balboa [1586) 1951: 451, por ejemplo.
29
Murra 1975: 145; Pease 1989: 7071.
. incas del: cuzco 59
l,()S 6}tunos
. organizar; de tal manera s~ expansió~-· Cabe, sin emb
cos andino~' Y blema originado· por la mcorporactón de extensas argo,
regio-
plantear un p~o los Andes, el área de Quito, que, según las
crónicas,
0es al no~~ .(:amente bajo el .control cuzqueño en tiempos de Huay
1 na
ingresó de 101 rir este hecho parece que se hubiera producido una
cierta
CáP.a•e•• Al. ocur
d la influencia• cuzquena- a1 norte_ de una lín • • •
ea 1mag
dis1111n~c•ó~. ;osta central del Perú con Huánuco ~, pasando por mana
Jauja;
que umer~a~ambién)que cuanto ínás se avanza al norte de esa
línea, la
y-se ap~e cuz ueña se va concentrando en grado mayor en los
centros
pres~~c•a . qs quedando reducida a aspectos más formales en
...1-in1strat1vo ' las zonas
auiu 31 El Cuzco se encontraba cada vez más remoto y era más d1fíc . tl.
rurales oÍ administración -des de ~1- del sistema redistribu
1 tivo del
el cono: yyu' que permitía. (en una zona nuclear del Tawantin
r Tawa
. ntmsu S y Cent ' ro peruana, cuando men ) 1 d' 'b •' d 1 suyu b'
: la
1 sierra ur os a 1stn uc1on e os 1enes
amplia escala por el Inca de1 Cuzco.
en ~a orte de la línea indicada -en tre las zonas de Huánuco
y de
e Chinch:- sería cada vez más «caro» para el Cuzco la recol
ección y
e d 'nistración (la distribución) de los recursos a escala general, pues
a ayore
m1 s son
o las distancias que deben recorrerse, a1 menos para adm1m .• strar
1
:s conjuntos de depósit~s del Cuzco mism~. _También son _más
frecu
tes las sublevaciones registradas por las cromcas. La solución para en-
rs este
! conjunto de problemas puede haber sido el fortalecimiento de los
centros
administrativos del norte, especialmente Tumipampa ubicada,
como el
Cuzco, en un área maicera, cercana a la coca, y a otro recurso
Í· impor-
tante: el mullu 32. Posiblemente, Tumipampa recibió especial
lf
atención
militar-administrativa, añadida la presencia del Inca, pues Huayna

Cápac
!I prácticamente se estableció en ella. En Tumipampa se hizo, ento
nces,
le una réplica simbólica del Cuzco.
la
r· 30
. E~ un trabajo anterior (1989: 100-107 dicho capítulo se escribió
)S
diferen en 1979) propuse
l . aas de modos.expansivos, distingw·endo la situación altiplánica arriba aludida de
al ª e~tente en la región central andina, justamente en el ámbito encer, rado dentro de, un
)( =to d~ cen~~ ~dministrativos: Vilcasguaman, Huánuco Pamp
a, Pumpu, Cerro Co-
in 31 •e': diVJSOna propuesta en el texto pasa justamente por en medio de
tal ámbito.
docum • Espmoza 1967; en general, su información es consi
stente con otras tanto de
entos ~loniales, como de estudios arqueológicos, acerca de una gradu
de la presen
a· 32 e·
cia incaica
• hacta
• los extrem al dísrninución
11·
os norteños del Tawantinsuyu.
Ouito ;ertame~te, el maíz, la coca y el ají se encontraban cerca
del Cuzco. También de
impo~an ~XCCJ)Clón probable del último; pero el mullu (Spondylus
) alcanzó una especial
Rostworo:~k:~~;.ez que tenía una reconocida importancia ritual
2; (Murra 1975: 255 y ss.;
Atico y CáraveU • Yss; Cf. Galdos 1977: 77); allí se menciona que los habitantes
ª
es decir, desde iaen costa sur peruana, llevaban al Inca mullu, desde de
«los Guancavilcas»,
cavelica como ~nfnsula de Santa Elena, en el Ecuador no
, sugiere Galdos. desde la sierra de Huan-
'
• '1.

Sin embargo, parece_ que ello n~ evitó el debilitamiento del Cuzco


su influencia en las re~~nes nortena_s, lo cual redunda_ en todo
elt/
t
wantinsuyu (hubo tamb1en una rebelión en el sur --Ch ile- duran
o tie e el
período que las crónicas asignaron a Huay na Cápa c). AJ mism
del
podría apreciarse un ciert~ reforzamiento ~e la ~lite de «fuera
co», especialmente en Quito, con la cerca ma a ciertos sectores adrn· .
• l • • CáIn1s
a•
trativos residentes en ~um1pampa a .m1sm~ tiem po que Huay na p c.
al C
De otro lado, la ausencia del Inca qmtó posiblemente prestigio
ión uz~~'
el cual vio mermada, a la vez, su posición religiosa y su posic
la p~~-
legiada en el ámbito económico y social (la administración de
entre is.
tribución, concretamente, que se trasladó a Tum ipam pa). Hay
dirionces,
razones suficientes para explicar una sublevación de los grup o;
y gentes
cuzqueños que Huayna Cápac llevó a •las regiones norte ñas ' que las
crónicas registran visiblemente.

~.
3. El problema religioso

Muchas veces se ha afirmado que el conflicto entre el Cuzco y


Tumipampa fue originado por la rivalidad existente entre los dos diri-
gentes que los españoles encontraron en la región andina: Huáscar y
Atahualpa. Esto no parece ser cierto. Concurrieron a originar la guerra
diversas causas entre las que encontramos también elementos de orden
social y religioso.
No es fácil creer hoy día que la rivalidad entre ambos «hermanos»
pudiera ser la única causa de esta guerra. En primer lugar, carecemos
de información adecuada y directa, pero puede afirmarse que los crite-
rios sucesorios son visiblemente distintos en Europa y en los Andes. Los
cronistas aplicaron directamente aquí sus criterios dinásticos. Se hablaba
de mayoría de edad y de primogenitura. Los cronistas consideraron a
Atahualpa «mayor», aunque para algunos autores, Huáscar resultaría
indiscutiblemente mayor, porque sería él quien tenía «mejor derecho» al
poder luego de su «designación» por Huayna Cápac. Huáscar era así
mayor en las informaciones de las crónicas a consecuencia de la aplica-
ción de criterios europeos por parte de los autores de las mismas. En
realidad, para un estudio serio del país de los incas importa muy poco
o nada la mayoría de edad a la europea. De hecho, ni siquiera existía
en los Andes un criterio numérico para designar la edad de la gente, tal
como puede apreciarse en las propias crónicas, que proporcionan impor-
tante información acerca de un hecho comprobable etnográficamente: la
edad de una persona se entiende dentro de «grupos de edad» que abar-

61
Franklin p
Q e-G
-~
acios y corresponden a la capacidad de lleva •
can amplios esp • d. r a ca1._
ciertaS tareas i _ Por cierto que los ~o(j~1stas ~lo pu t~ron acceder a d vo
sobre la biografía previa uvem , especialmente) d ato8
es pecífidicos tes· Sarmiento de Gamboa habló brevemente de efªtnbos
conteo en , - re uer,"_
. d por Huáscar para apoyar las campanas de Huayna Cá -~
envia os . 2 d nfi Pac
las e xpe diciones militares en Qmto , pero na a co rma que los . eQ
d. • , b. d 1 . rn1slll0s
provinieran de tradición. an ma, smo mas ien e os cnterios dernost
tivos que los cronistas empleaban en _tanto autores de su tiempo. ra.
Con las mismas reservas, cab~ senalar que el nuevo manuscrito
cientemente editado, de la conocida obra de Betanzos, prefiere sefia~e-
la mayor edad de Atahualpa; sólo desp~és de un lar?o viaje del In ar
Huayna Cápac por el Collao aparece regist~ado el nacimiento de H _ca
car 3_ En realidad, la información es poco importante, salvo en 1 uas.
• •
respecta a la sucesión de acontecimientos dentro deI relato del eroo.que
• la sucesi.ón. re~1 de los ~msmos.
• 01stª
que. 00 necesariamente refleJa '
Pero aunque se acepte que los autores mdicados utilizaron materiales
conservados oralmente, y que estos fueran todo lo exactos que la trad·.
ción oral permite, ·no puede pensarse que los datos aludidos, en sí m~-
mos, sean más importantes que la mayoría de los elementos biográficos
que las crónicas conservaron -generalmel)te elaboraron- acerca de los
incas. Estos son más atribuibles al trabajo de reordenación realizado por
los a~tores 4e las, mismas, que a una conservación de relatos de acon-
t~im.ientos que la .memoria oral no registraba como tales en los Andes,
sino que 18$ transformaba rápidamente en categorías modelo 4 . Hoy es
sabido que los cronistas ordenaron sus informaciones de acuerdo a cri-
terios históricos europeos, inexistentes en los Andes. De esta manera,
no ~lo escribieron una historia con informaciones proporcionadas por
mitos y relatos de rituales, sino también emplearon técnicas específicas,
a veces poco.correctas, para redactar textos que tuvieran «buena pren·
sa»; .como es sabido, el plagio no era entonces punible, y la glosa abun-
daba en la mayoría de los textos, históricos o no 5. Sabiendo, entonces,
que los datos biográficos de los incas son cuando menos discutibles, no
es posible hablar de informaciones sobre Huáscar y Atahualpa, ni meo·

1
Rowe 1958.
2
3
Sannie~to de Gambo~ (1572] 1947: 241, 262.
Betamos (1551} 1987: 191, 192. · es
4
Véase Eliade 1955; Vansina aclara específicamente el carácter de las inforrnaaon
or~es (Vansina_ 1966: 114, 115, 117 y 119). nista había
. . En º? rea~nte artf~o, Rowe ha llamado la atención sobre cómo un ero ara, para
uti~do biografías de mu1eres mexicanas empleadas por Francisco López de Góm
nutnr su galería de .esposas de los incas (Rowe 1987).
Los últimos incas del Cuzco 63

cionar con seriedad relaciones entre ambos protagonistas de una guerra


que los cronistas transformaron en un problema sucesorio. De esta for-
ma, se ofrecía al lector europeo -funcionario o profano- una imagen
que le permitía calificar, como se hizo, de ilegal al régimen que hallaron
los españoles bajo Atahualpa. Esto último tiene repercusiones especial-
mente serias, como se verá 6 .
Llama la atención el problema religioso, debido sobre todo a que ha
sido estudiado al margen de una imagen propiamente andina. Es decir,
ha interesado mayormente a la investigación la progresiva profundiza-
ción del universo mítico y ritual, pero en conjunto se ha abandonado en
buena parte la relación de dicha información con una historia de los
incas. La religión andina carece todavía de estudios que permitan com-
prender cómo el pensamiento de la época --centrado en lo religioso--
regulaba la organización del mundo andino y de la estructura política
que los incas construyeron, y explicaba, mediante la transmisión de infor-
maciones orales mayormente, una ordenación del pasado con criterios
diferentes de los históricos. El panorama religioso incaico anterior a la
guerra previa a la invasión europea está centralizado en el Cuzco, centro
y origen del mundo de los incas. El Cuzco era el modelo básico del
Tawantinsuyu y el templo solar del Coricancha era no sólo el máximo
santuario oficial identificado por los españoles y por la tradición andina
sobreviviente, sino quizás una representación sintética del mundo incai-
co; estaba en el centro del cosmos, el mundo ordenado por los dioses,
y servía de punto de comunicación directa con el mundo de las divinida-
des.
Era el Cuzco un espacio sagrado en el cual se realizaron las revela-
ciones primordiales. Allí, relatan los mitos, fue iniciado el hombre en la
manera de alimentarse con el maíz, planta ritual incaica y solar, y de
utilizar la tierra según el esquema planteado en los mitos cuzqueños del
origen, el de los Ayar y el de Manco Cápac y Mama Ocllo, más proba-
blemente dos versiones que una sola 7 . «La noción de espacio sagrado
-escribe Mircea Eliade- implica la idea de repetición de la hierofanía

6
Más adelante me ocuparé de las imágenes que ·obtuvieron los europeos de los incas,
específicamente en las crónicas del siglo XVI, así como de la forma en que sucesivos cro-
nistas fueron redondeando una historia de los mismos.
7
Las versiones publicadas por los cronistas del mito de los Ayar, cuatro «hermanos»,
son distintas de la de Manco Cápac y Mama Odio, popularizada por el Inca Garcilaso
de la Vega, si bien contenida en versiones previas a la redacción de los Comentarios reales
de los Incas. A pesar de que existe nueva investigación sobre el asunto, especialmente
sobre el ciclo de los Ayar, se requiere de nuevas aproximaciones. Véase, para discusiones,
Urbano 1981; Pease ed. 1982; Pease ed. 1985, esp. introducción; Szemiñski 1985;· Durand
1990.
64
Franklin Pe
ase G. 'i.
Pn•mo rdi al qu e con sag ró aqu el esp aci o tra nsf igu rán do lo singul
lo ; en un a pal abr a, ais• lán do lo .
' del esp aci•o prof an o ctr • cun
' dant anzánd
ran te la do mi nac ión inc aic• a, e1 cul
to so1ar cuz qu eno - estuvo e» 8 l)o.
con el esp aci o sag rad o qu e era el ide ffi u.
Cu zco . Al lí fue do nd e la pare? 1 c_a~o
pri mo rdi al y fun dad ora rea liz ó po r
pri
del mu nd o inc orp ora nd o est a zo na me ra vez los rito s de la or~ ::tt .1ca
' iliz de ntr o de un cos mo s --c ao
zad o-- y civ aron a los ho m b res , seg un
' lata s
Clón
orga
re ron las versio nes n·1•
vad as en las cró nic as clásicas 9 • Lo
s rito s de cre aci ón [de ordena~,nser-
el áre a and ina , seg ún la clasifica
ción ofr eci da po r Va n der Lecton ~n
ser vir án entonces· pa ra com enz ar l a . .

1ncorporac16 n de nue vas tierraeuw ( 1
o.
vo mu nd o) al fut uro TawMant1nsuCáyu S • á l s nue.
fun dad or Ay ar Ma!)CO~ ane o . e re_Pedt~r nd os ~ctos del arquetíp ico
pa c, an a 1en o as1 la nueva región
mu nd o sag rad o de los inc as. al
Es tam os aco stu m? ~a~ os a rec on oce
incaico se hal lab a d1v1did<? en tre r qu e el cos mo s (mundo sagrado)
s zo n~ fun dam ent al~ s, según las ,in-
for ma cio nes de las cró mc as, . po
pu lan zad as po r la mvestigación: el
Ha na n Pa cha o mu nd o de am ba
, do nd e mo rab an los dioses celestes
el Ca y Pac ha o mu nd o de la superf
icie do nd e hab ita ban los hombres, y
Uc u Pa cha o Ur in ~a cha , mu nd o del el
sub sue lo ( ctó nic o) en que vivían los
dioses rel aci ona dos con la fer tili dad
y los mu ert os 11 • Una·discusión de
est a im age n pu ede ini cia rse co n la
con
mu nd o «de arr iba » son en rea lid ad sid era ció n de qu e los «planos» del
var ios , com o pu ede n ser varias las
instancias par a -llegar al «cielo» 12
. De otr o lad o, po drí
cuestión apa rte ; en det erm ina do s a discutirse una
mi tos , au n mo der no s, se puede apre
cia r un a visión dis tin ta del Ha na n -
Pa ch a, com o un mundo «que se ve
des de aquí» y del Uc u Pa cha en for
ma sim ila r, pe ro diferenciando am-
bo s, es dec ir, no ub icá nd olo s de ntr
o de un a im age n terciaria,' aparente-
me nte eur op ea y cri stia na 13 . El pla
no «d e aqu í» ser ía independiente.

8
Elia de 1954: 346.
9
Los diversos cro nist as pre sen taro n .
el uni ver so de info rma cion es más vari
mer lugar, aquellos aut ore s que esc ado; e~¡;;
ribi
1722; Cieza de Leó n [1550] 1985: 132 ero n en la déc ada de 1550: Betanzos 115511. Gar·
2; Sar mie nto de Gam boa [1572] 194
cilaso de la Veg a [1609] 1943, I: 39- 7: 117•131 •
10 42.
Van der Lee uw 1964: 549 y ss.
11 La • . ,
ima gen es clás1ca véa se Val cár cel 1967: 150 y ss. Pue . t'da a
pesar de que la sus ten tan tex tos de de ser ~uy d1SCU 1 '
12 cro nist as e info rma cio nes de dicciooa
Vé ~ Zui dem a y Qu isp nos.
13 e 196 7; Cf. tam bié n Zui dem a 1989, cap
Por ejem plo , en una ver sión rec opi . I._ xjsteocia
de «dos mu ndo s», ~l ,de. «aq uí» y el lad a en la déc ada de 1940, se su~er~
e
tex to ha sido pub lica do: Pea se 198
del sub sue lo (Jo bo H. Row e comuD1
dua l Y no ~rc iari a, en tan to pod
1: XX XII I, n. 53. En real idad , se
cae1ó J rsooal)·
de una
trat s:perior e
mfe nor pue den ser coi nci den tes en ría arg um ent ars e que los «planos,.
térm ino s and ino s.
Los últimos incas del Cuzco 65

Fuera cual fuera la situación, los diversos mundos conformaban, así,


un todo sagrado, y entre ellos se encontraban diversos puntos de con-
tacto. El más directo de estos era la propia ciudad del Cuzco, que re-
presentaba una «montaña cósmica», lugar desde el cual era más rápida
-más efectiva- la comunicación con el mundo sagrado, modelo funda-
mental del de aquí. Si el Cuzco era un centro del mundo, también lo
era el Inca, hijo del sol, que representaba su culto y, como dicen los
cronistas, propagaba los principios de «su civilización» 14 . El Inca era un
ser divino, un centro viviente, cuya presencia en un lugar determinaba
la inmediata e inevitable sacralización del mismo. El carácter divino y
solar del Inca hacía también qµe la mayor importancia y solemnidad de
ciertas celebraciones no estribara en su realización en la ciudad ságrada,
sino donde el Inca estuviera. Sin embargo, es necesario subrayar que lo·
divino del ague no era su persona, sino el cargo que ejercía. Era el cargo
el que tenía poder, posiblemente distinto al de la persona. Sólo así puede
explicarse la continuidad que muestran las crónicas y muchos otros tes-
timonios coloniales acerca del sentimiento hacia el gobernante ( aún des-
pués de la invasión española, como luego veremos) y, al mismo tiempo,
la «suplantación» de gobernantes ocurrida, según las mismas crónicas,
en varias oportunidades en los años finales del Tawantinsuyu. Como se
verá a su tiempo, dichas «suplantaciones» tienen mucho que ver con la
forma como los autores de las crónicas interpretaron el pasado andino.
Vale la pena llamar la atención sobre la similitud actualmente exis-
tente en los Andes entre los significados de Inca, arquetipo, y divinidad
ordenadora. De lo primero dejó testimonio José María Arguedas: «JNQA
(incca, conforme a la escritura tradicional) y no 'INKA' es como pro-
nuncian esta palabra los indios Canas; e 'INQA' no significa únicamente
emperador. 'INQA' denomina el modelo originan te de todo ser, según
la mitología quechua. Este concepto se conoce más comúnmente con el
término 'inkachu'. 'Tukuy Kausaq uywakunaq INQAKUNA' debe tra-
ducirse, pues, por el modelo o arquetipo originan te de todo ser» 15 . De
lo segundo, la información proporcionada por un campesino cuzqueño
actual fue clara cuando al preguntarle directamente si el Inca tenía po-
der, el informante precisó: «poder para mover las piedras, para orde-
narlas moverse» 16 . Con ello se afirmaba, igualmente, la capacidad or-

14
Esta es, ciertamente, una imagen europea que se puede ver en textos clásicos, como
los Comentarios reales de los Incas.
15
Arguedas 1955, 74.
16
Cuzco, agosto de 1971. Ciertamente, la imagen de que el lnka movía las piedras es
clara en las versiones del mito de Inkarrí, pero deben verse, asimismo, otros testimonios,
como la visita administrativa que hicieran a la región de Huánuco, en la sierra central del
(i6 Franklin Pease G
• Y.
sto que en los m·t
den ado ra del mun do que ejer cía el Inc a, pue ras con
1
su ho ~s de
Aya r Cac hi hab ía arro jad o pied
orig en del Cuz co,
así mod ific ar la fazn da en
~iversas dir~cciones, par a rom per ~er ros y
se analizarán más adelae la
tterra. Lo mismo har á Inkarri, en vers1_O,:i~ que plan os del mundo nt~.
Vol vien do por un mom ento a la dd1v1s1ón de
• ma cor resp on e o t·ros mas ,, espec1 camente r r . a
'fi ' POdn
pen sars e que a l a mis e •gio.
sos, es.d ecir , tipo s de divi nida des .
ord ena n el mu d
Es gen eral , se llam a «dioses» a los sere s que n °Y
o ello s;-a l llamarlos «crea
pres iden un con jun to de sere s sag. rad os .com do y/o de las
.
ia al ong en del mun
dor es» se hac e una -cla ra refe renc con fund ir la
1
:~.a-
refi eren . No es per tine nte
'cio nes sociales a los que se 00 10
bíblico y sus especiales ~
de dios crea dor úni cam ente con la del dios
anc ia a las divinidade~ª
racterísticas, ni tam poc o red ucir en últi ma inst
plar es; solamente aun~
la cali dad de hér oes , arq ueti pos o mod elos ejem
as. Al bus car a las divini-
que tod o ello' form a par te de sus cara cter ístic
ntar on organizarlas en un
dad es and inas , los cron ista s del siglo XVI inte
exp lica r el orden. Por ello
sist e~a com pati ble con la man era cató lica de
dirigiendo sus esfuerzos,
rela cion aron a los dios es and ino s con el bíbl ico,
del orig en del mundo y del
por ejem plo , a dem ostr ar tesis mon oge nist as
de los pobladores america-
ser hum ano , exp lica ndo , asim ism o, el orig en
des pué s del diluvio; de esta
nos gracias al trán sito de Noé _por el océ ano
es hab rían sido hijos de
man era, los prim eros pob lado res de los And
res que afirmaron que los
Noé . Pro sigu iend o esta disc usió n, hub o auto
sido evangelizados en los
hom bre s así apa reci dos en los And es hab ían
ron en esta s versiones tanto
tiem pos de' los Apó stol es de Cri sto. Abu nda

los cron ista s esp año les com o los and ino s. conclusión clara: sólo
De la info rma ción de las crón icas se obt uvo una
gen eral es en los Andes, ella
una divi nida d hab ía adq uiri do cara cter ístic as
cha o, etc. , en las crón_icas).
fue la sola r cuz que ña (de nom inad a Inti , Pun
n ent re una detennma_da
De esta form a se esta blec ió una iden tific ació es. Con P0steno-
la exp ans ión polí tica del Cuz co en los And
divi nida d y
uso con similares caracte·
rida d se com pro bó que otra s divi nida des , incl
se enc arga ron de·obt~~er
rísticas sola res, hab ían exis tido en los And es;
os exti rpad ores de la «i;
esta info rma ción , ent re otro s, los den omi nad
bar que el culto solar,;cos
latr ía». En la épo ca mo der na se pud o com pro
se real izab an en especi
que ño era clar ame nte elit ista , sus ritu ales
eso la población.
com plej os cere mon iale s y a ello s no tení a acc
1 cantidad
part ida en 1549 . _Allí, al d~ta llar b~mb res IY
Perú , Juan de Mor i y Hem ando Alon so Mal de construc·
tribu ción , se 1_nformaba.
de ~ent e que se entr egab a al Jnka para la redis ació n hacía
ón de la pobl mita .
muJeres] para hace r pare des, una alta prop orci nota 12)·
ida en-e l cap. 11 Y
ción (véase el cuad ro extr aído de la visita alud
.
LOS últimos incas del Cuzco 67
· ter esa nte es qu e las
Otro punt_o 10plo Wi raq oc ha , de bie div ini da de s en ten did as co mo «ce-
ron ten er un a co ntr ap art ida -u
testes», Pº~ ~: ub ter rá ne a. No na
es un asu nto sol uc ion ad o, pe
equivalencia los distintos no mb ro de be
res de las div ini da de s an din as
recordarsed quede ma ne ra div ers a ha n
0 po r los cro nis tas y los au tor es sid o
interpret~ . ~ les de los esp añ ole de los
t1·empos. m1c 1a s en los An de s, qu ien es les oto
d características. Co n re laciº6 • rga ron
•,
det~rm~n~ :: acerca de la ide nti fic n a est a sit ua cio n, po d na, b .
a nr -
aci ón de un a div ini da d ex pre sa
se un ,e ªagrada) con el pla no su ( un a
categona s pe rio r y co n el inf eri or. El Inc
, . d a ser ía
identl•t·1cable con el pla no •«d e aq ui»
.
, sie n o a 1 mi•sm o tie •
mp o 1
a co mu -
nicación de los diversos pla no s.
Desde el punto de vis ta de los esp _ . .
an ole s, esp eci fic ad o en los cro .
el Inca y el Cuzco cen tra liz aro n n1s-
tas, la pre sen cia de un cu lto sol ar
'modo. Este fue identificado co n 1 , do • • • d om -
e pe no ini cia o en 1os rea l tos d
crónicas con el go bie rno de l Inc e
a Pa ch acu ti. Ev ide nte me nte , res
ría de esa versión un a co nc lus ión ult a-
cas i dir ect a: los inc as «e va ng eli
los Andes con un culto sol ar, al zar on »
qu e ac om pa ña ba un a civilizaci
cífica. Ello se reflejaba, en la for ón esp e-
ma co mo vie ron la rel igi ón an
españoles, en el pre do mi nio de Int din a los
i so bre los otr os dio ses (W ira
Tonapa, Cuniraya, Vi ch am a, Pa ch qo ch a,
ac am a, etc .), los cu ale s fue ron
cados en una dimensión int erm ed colo-
ia en tre Int i, Pu nc ha o y otr os
solares, y los «dioses familiares», no mb res
«la res y pe na tes », de no mi na cio
manizadas que asignaron los esp añ ne s ro-
ole s a mu ch as gu aca s an din as.
En el Cuzco de los inc as, vin cu lad
o co mo ya se dij o a las hie rof an
cósmicas, se celebraban las ma yo ías
res ma nif est aci on es de l cu lto ,
más solemnes del mu nd o oficial, las fie sta s
de scr ita s ab un da nte me nte en
cas. A!lí se en co ntr ab a el tem plo las cró ni-
má s im po rta nte de l «e sta do inc
el Co?_cancha, y el pri nc ipa l acl aic o» ,
lah ua si o «c asa de mu jer es esc
Tambien era el Cuzco la res ide nc og ida s».
ia ofi cia l de l Inc a. Se vin cu lab

~parato político «estatal» y era el a, así , al
pri nc ipa l ce ntr o rel igi oso . Co mo
los cronis~as, en el Cu zco , qu e señ a-
,nea Pachacutt [en rea lid ad , fue fun se su po ne vu elt o a co nst rui r po
as pautas de la da do de nu ev o sim bó lic am en te r el
. d. .
nu ev a 1v1n1.dad sol ar] se ha lla seg ún
Tawantms uy 11 ba rep res en tad o tod o el
corre d. u , ya qu e la ciu .
da d se ha ' . . .
rizon:~i°~ tn tes ª los suy u. Es to lla ba d1v 1d1 da en cu atr o pa rte s
co rre sp on de a un a rep res en tac
todo el e cosmos. La s cu atr o pa ión ho -
rte s de l Ta wa nti ns uy u so n en
mundo, pu es tam bié n en los An rea lid ad
de s el nú me ro cu atr o pa rec e

cuatroCom o b' .
partes dten se exp hca en los d.1cc•
1 • s m1c
10nano • • 1a
• les, Taw · uyu que -
ceptos, como o~u mu nd0» 0 del Per ant ms na dec·u «las
ú, o de «to do el mu ndo », ide
rre en Go nzá lez Ho lgu ín (1608) ntif ica dos aqu ello s con -
1952: 336. .
68 Franklin Pease G
. 'l.
simbolizar la totalidad, la perfección Y la plenitud 18 • Veremos
· dad -un tamb··
que cuando se construía una c1u cent ro a d m1m
• • strati
vo- bten .
el régimen incaico, las cróni•cas anunciaro
• n qu~ ~e 11
~vab a tierra
• ª10
y otros
elementos procedentes de la ciudad sagrada ong1nana que era
el Cuzco
Así sucedió con Tumipampa, ciud~d. dond e se localiz? posteriorm
ente ei
poderío de un cierto. sector de. la elite que enc~mbr~ a Atahualpa
. Allí
se repitió el plano de la ciudad del Cuzco e .1nclus1ve -com
o apunta
Santa Cruz Pach acut i- se le dio un plano evidentemente simbó
lico de
laberinto en espiral 19 • • , . .
Siguiendo con su .propuesta, las cron1cas informaron que
desde
el Cuzco se inició la implantación del culto solar oficial. El
encarga-
do de hacerlo fue, según los propios cronistas, Ama ru Yupa
nqui, el
primer sucesor de Pachacuti, presentado en algunos momentos
como
correinante con él, que es una figura excepcional dentr o de la
capaccuna
o lista de los incas. Este fue. enviado a realizar un largo viaje
por los
territorios sujetos al. Cuzco «destruyendo las idolatrías anteriores»
, como
afirman algunos de los cronistas con evidente criterio europeo
y cristia-
no. En realidad, antes que una suplantación de los cultos locale
s por el
oficial del Cuzco, lo que ,se hizo fue instalar lugares de culto
en los
centros administrativos incaicos, los diferentes Cuzcos que se constr
uían,
pero sin destruir por ello los adoratorios previos ni prohibir
en forma
alguna los cultos existentes. Esto se confirma por el hecho
de que la
población de aquellos lugares no tenía acceso a los esc~sos templ
os so-
lares que los incas construyeron fuera del área del Cuzco, especi
almente
en los centros administrativos señalados anter iorm ente, pues
la partici-
pación en el culto de la élite estab a reser vada a sus miembros.
Como se ve bien en las propias crónicas, el Inca es una guaca
que
conci~rta con las otras guacas tanto las conquistas como la
forma de
orgamzar a la población. Ciert a crónicas o documentos especi
alme_nte
i~portantes por la información que comp rend en pued en precis
ar, ~;
eJemplo, que el Inca concierta conquistas con las guacas, pero
ta~bte
aparece en documentos específicos que el Inca «nombraba» autori d
ad~
de nuevos grupos ~rga_nizados a parti r de un ritual, donde
el pro~:i
gobema_nte cuzqueno «Jugó a los ayllus (i.e. boleadoras)» con
el sol,

. Véase Iª referenci•a prevta• a González Holguín. «Los reyes incas divi


18
• ·d·ieron su ilJI·
peno en cuatro partes q 11 . del
. . tro
mundo conforme a la ue amaron Tahua. ntmsuyu ' que qmere decir las cua partes , todª
. ' s
1a t ierra que había hacicuatro partes . .
del cielo ... Por estas cuatro provincias entend1an
IIas . de 1as
. .
prov10cias {Duchas 1 a aque cuatro partes aunqu e saliesen en los te, rnunos). esta5
•f . d '
m ormaetones de G eguas il
a elante ... » (Garcilaso de la Vega [1609) 1943, 1•• 89¡,or ,
ser
are aso confir ,
manan • l nte
COntemporáneas ya q las de Gonzá lez Holguín especia roe
• '
' ue mnguno de ellos pudo ver la obra del otro.
Los últimos incas del Cuzco 69

juego de azar aludido ( es decir, un ritual) permite al Inca dispone r de


mano de obra, que organiza en grupo de parentes co aparte 20 .
Al establecer una imagen definida de un plano superior religioso iden-
tificado con el culto solar, los cronistas obtuvier on una imagen precisa:
la evangelización era posible destruye ndo directa e inicialm ente la pre-
sencia de la idolatría solar incaica. Los incas aparecía n así en las crónicas
como los «fundadores» de la idolatría , mientras se dejaba la puerta abier-
ta a una identificación de las demás divinidad es (Wiráqo cha, Pachaca ma,
etc.) con el dios bíblico, con un apóstol de Cristo que evangeli zó a los
pobladores andinos en tiempos de la primera expansió n del cristiani smo,
etc. Probablemente, el efecto más importan te de esta presenta ción que
efectuaron los primeros autores -laicos o religios os- fue permitir la
sustitución del culto solar por el cristianis mo como religión oficial, sin
destruir otros planos de la vida religiosa andina, corno compro baron
después los propios españoles que dieron inicio a los procesos de extir-
pación de las «idolatrías», comenza dos a finales del siglo XVI y especial -
mente desarrollados en la primera mitad del siguiente siglo 21 .
Puede plantearse el problema de si Tumipam pa fue oonstrui do como
un centro administrativo o religioso local. De hecho, se sabe lo primero
con certeza 22, y también cabe recordar la afirmaci ón en este sentido que
ofreció Guarnan Poma, previame nte anotada. Se sabe, de otro lado, que
se llevó a dicha ciudad norteña piedras procede ntes del Cuzco, y por lo
tanto sagradas. El hecho de que se construy era en ella un templo solar
y, naturalmente, un aqllahuas i adjunto no debe llamar la anteción .
Era costumbre entre los incas (y, en general, entre los pueblos arcaicos )
que en toda ciudad edificada por ellos hubiera dichas construc ciones,
aparte de las repeticiones de lugares específic os (guacas, ceques, etc. 23).
Era la confluencia de estos elemento s lo que permitía que un nuevo
centro urbano pudiera ser consider ado como una réplica simbólic a del

19
Murúa [1616] 1962, I: 81, 82; Santa Cruz Pachacuti [1613) 1879: 302304.
20
Pease 1990.
21
En una bibliografía que se va ·ampliando , véase Duviols 1976, donde se reúne el
enfoque más conocido de las idolatrías y su extirpación , dentro del marco de la historia
peruana colonial. Entre otros estudios más recientes, véase Cock 1980. Duviols ha publi-
cado recientemente documentos de extirpadore s de las idolatrías (1986).
22
Uhle [1923) 1969. ·
23
Los ceques eran líneas, posiblemente imaginaria s, o caminos que comunica ban gua-
cas o adoratorios. Específicamentes se ha mostrado su presencia en el Cuzco, a partir de
un documento atribuido originariamente a Polo de Ondegard o, pero copiado más tarde
por el P. Bemabé Cobo en su Historia del Nuevo Mundo [1653). Algunos trabajos mo-
dernos intentan ubicarlos (véase Zuidema 1964 y 1989; Rowe 1981), pero también se les
buscaba en términos arqueológi~os (por ejemplo: Hyslop 1985).
70
Franklin p
case G
centro del mundo originario, en este caso el propio Cuzc N •\'.
ño, por ello, que lo hicieran en Tumipampa. Otro punto~-8 ¡° es extra.
llevar pi(?dras de la ciudad sagrada, elemento sugestivo q e detalle de
inuchos. ritos de fundación. ue aparece en
Sin embargo, la importancia religiosa de Tumipampa no sól
a que allí se había utilizado_ un plano simbólico copiado del se debía
como piedras traídas de ésta, o a que tenía copias del templo u~o, as¡
aqllawasi o del palacio del Inca; también debe tomarse en so ar, de¡
elemento fundamental de la presencia del gobernante, cuyo cacáuenta el
, T . r cter sa
grado convert1a a su vez a umtpampa en un centro en vigencia •
El Cuzco y el Tawantinsuyu estaban identificados. Su ~nculac.·ó
• 1 • , l I I n era
tan Ínttma como a ~ue extstta entre e_ nea y el arquetipo primordial
Manco Cápac (re_pet_1do luego por el _de Pa~hac~ti). El Cuzco y el Inca
estaban, además 1nd1solublement~ unidos; s1 la ciudad era un centro del
mundo fijo,-el Inca era uno movible y vivo. En el Cuz~o-·se hallaba la
«montaña sagrada» es decir, el punto básico de comunicación de los
planos del mundo. La ciudad del Cuzco ·era un centro- y I el simbolism~
del centro «abarca muchas,nociones: la del punto de intersección de los
niveles cósmicos (canal de unión entre el infierno y la:tierra ... ); la de
espacio hierofánico .y, en su virtud, real; la de espacio creacional por
excelencia, único en que se puede comenzar la creación» 24 . •
. Por ~odo ello, el Inca debía residir principalmente en el Cuzco. Si
esto es correcto, se entiende que cuando Huayna Cápac se, alejó_ de la
ciudad sagrada, y permaneció en el norte del Tawantinsuyu más tie~po
del requerido para la expansión, la .buena administración de la poblaCión
o del territorio, provocó una situación desordenada {caos) en el muorlo
religioso. Al alejarse largo tiempo del Cuzco, Huayna Cápac formó
eje del mundo rival. ,se instaló en Tumipampa que, de este modo, quel.
. . puesto que no so
. ,en un lugar. sagrado de mayor prest1g10,
convertida tal-a
mente era una réplica del Cuzco -lo cual ya la califica~a. co~~da en
sino que el Inca residía en ella. Tomó así una import~ncia mu:1terreno
la geografía. sagrada del Taw~ntinsuyu, realzada también en e cuzque-
social por la preponderancia cada vez mayor de los sectores ~º·amiento
ños de la élite, centralizados ahora en ella. El prolongado ª e!era una
de Huayna Cápac de_ 1? ·ciudad del Cuzco ·motivó de eStª ma
. .

' existidO
24 1 cuzeohab'ª ..
11
o
• FJiade 1954: ~54. Los .cronistas dije.ron, por ejemplo, que en e tos incas; asll ~~
una, ~cse~ón de. todas las guacas del área andina controla~a P:iaciones de UJl ~: i,
un 1~ lall .reP,utado q>mo ~olQ de ,Qndegardo, confinnaba las mfoenía arena trafd~,
fedr9 . ~ , ,al decir -'.que~ plaza_ central del Cuzco Aucaypata t réplicas del
costa, mieQtt'5 que la ~rra de la plaza llevada; a otros lugares,
como Tumipampa (Polo de On~gardo [1571) 1916: lO'J~
Los últimos incas del Cuzco
71
ruptura en varios campos de la estructura unitaria del Tawa t·
• 1d 1
originar un centro de 1 muo d o nva
· • d 1 • e Cuzco 25 e inaugurarn insuyu , ' al

de predom1n10 . e a anstocrac1a no cuzquena. - una epoc
Al morir el Inca Huaynaa
Cápac puede afirmarse, de acuerdo c?n _las crón
icas, que muchos de los
dirigentes que lo rod eab an eran «qu1tenos», aun
d • que posiblemente t
ne en reah.dad a los miembros de las élite
nombre de las crÓn1ca•
s es1g es e
locales en general. s
Los problemas plan tead os por la prolongada
ausencia de Huayna
Cápac de la ciudad del Cuzco ~o eran entonces de
puro carácter político.
Además de alborotar a _l~s m1emb_r~s de la élite
, se produjo un desqui-
ciamiento del centro rehg1oso trad1c1onal, que era
el Cuzco. El «hijo del
sol» llevaba consigo su cará cter divino dondequier
a que se encontrara.
Esto hizo que la posición de prestigio del Cuz
co se debilitara, aumen-
tando así la importancia de Tumipampa como cen
tro religioso, originado
fundamentalmente en la presencia del Inca en ella.
Sin embargo, obser-
varemos que el Cuzco no perdió a la larga, desp
ués del conflicto, su
tradicional posición de centro religioso original 1
del Tawantinsuyu. Al
morir Huayna Cápac, se nota rá que los ojos
1

de la población andina l
continuaban dirigidos hacia el Cuzco ancestral. 1
·1
El desconcierto originado por la creciente influ
encia de la éli_te forá-
nea en el medio político y administrativo, y la
crisis religiosa motivada
por el alejamiento de Hua yna Cápac de la ciud
ad del Cuzco y su insta-
lación en la ciudad nor teña , crearon un poderos
o movimiento de reac-
ción en la élite tradicional, destacado por las
crónicas. El mismo se
manifestó en una rebelión de los orejones 26 , sold
ados y administradores
de la élite cuzqueña llevados por el Inca a Tumipam
pa. Relata el cronista
Sarmiento de Gam boa , hom bre que tuvo acceso
a información secreta
en los días del virrey Francisco de Toledo (156
9-1581), que los nobles
cuzqueños del ejército se distanciaron violentamen
te del Inca Yllegaron
ª alzarse en armas. Las causas visibles de esa subl
evación fueron fun~a-
mentalmente dos, según las crónicas: una militar,
pues los ejércitos m-

25 El nuev .
o texto completo de la Sum a y narración, de Betanzos, recientemente
t:do_ (1987), no considera a Huayna Cápac com~ á edi-
,
el
P ecisa que Atahualpa era el que quería organizar constructor de Tu: i[~~ ft1: /
261) e· un «nuevo Cuzco . , es
• iertamente se requiere de más estudios para - lar los posib les ongen
de est dº . ' pode r sena tores
ª 1J.erenc1a de versiones toda vez que mc1d. . (
e tam bºé
I n en otros puntos) en au
que_ recogieron su informació~ en el Cuzco. La d Betan zos
aparición. del nuev~ texto :radicional-
sugiere la necesidad de iniciar un traba jo sistemáti
mente s fi . co con las cuatro O r~s que Molina a
_
las e re eren a los mfor mantes cuzqueno s:_ Betanzos, G1eza ' Sarmiento Y • '
r el virrey Toled o.
~ales_ hay que añadir, por cierto, las informae1ones nd
ma adas _h~:e;t~ debido a que los
Asi llamaron los españoles a los miembros del
ad0 rnos sector dmg
que empleaban en las oreja s hae1, an crecer, a vece desmesura damen ' te los lóbulos.
,
s

-d
72 Franklin p
eaac O
caicos habían sufrido una serie de derrot as en la zona de 1 •\'.
(actualmente el sur· de Colombia), y otra económica ya etnia Past ª
agi:avada por una carestía de alimentos en la región. E;tas mencionadaº
atribuidas por los. orejon es al prolon gado alejamiento del ~usas fuero~
7
que tener en cuent a que los militares y administradores c UZco ~- liay
bieron sen~rse, además, despléíZados_ por la arrolladora in~~~ue~os de.
nobleza regional y, por otro lado, atnbu yeron la situación al In~ia de la
del espacio sagrado que era el Cuzco. Estos factores se suma ª CJarniento
para provocar el conflicto .
28 n, entonces,
Declarados en rebeldía, los orejon es extraj eron la imag
templo de Tumipampa, y se dispusieron a regresar al CuzC:º solar de¡
espaldas
del Inca, quien al parec er había perdid o la confianza de sus subª rd1
cuzqueños. Huayn a Cápac apeló enton ces, según los cronist ~ados º
-Sarm iento y• Murú a-, a recursos extraordinarios, entre 1as Citados
menciona inclusive la intervención de un oráculo femenino qu que º\
tió la palabra -apaciguadora de Mama Ocllo, pero añadió un ¡: ransnu.
repart o de prebendas, especialmente ropa, con lo cual se habríapo~ante
el éxodo de los dirigentes sublevados. Parec e ser que las conceev~ tado
. s1ones
realizadas en aquel mome nto encer raban el compromiso de regresa 1
ciudad sagrada. En el mome nto de su muert e, Huayna Cápac se ha~I: ,ª
en pleno retom o a ella: No llamaría la atención que este regreso hubiena
ocasionado alguna reacción violenta local, que no puede dejar de rel:
clonarse con las posteriores acusaciones de haber envenenado a Huayna
Cápac, lanzadas contra el curaca Chuquimis de la región de Chachapo-
yas 29_
Es importante llamar la atención sobre el hecho más llamativo en la
actitud de los sublevados que es la sustracción de la imagen solar. Si el
Inca era hijo del sol (igual a él, poder oso como él, eternamente reno-
vable como él}, carácter éste no extendido jamás a la nobleza, el hecho
aumen ta en interés . Los insurrectos se atribuyeron con esa actitud
30 la

0
27
Sarmiento de Gamboa [1572) 1947: 244; Murúa [1616) 1962, I: 91. En esta ocasi? •
,q;~
como en otras, Murúa sigue muy de cerca la narración de Sarmiento de G~boa, 1
escribió años antes que él. Sarmiento finalizó la redacción de su Historia Indica
en '
Murúa llegó a hacer hasta tres redacciones de su obra, la edición que citamos aquí corres-
ponde a la tercera reda~ó n (aproximadamente de 1613,.1616). . fl4!TO•
28
Un cronista anterior, como Juan Díez de Betanzos, quien finalizó su Suma6r:a de
ción en 1551, no menciona semejante rebelión de los orejones; tam~ lo hace autores
León en la segunda parte de su Cr6nica. Esta omisión en los dos más unpo~tes
ci60 de
de la década de 1550, hace pensar en la posibilidad de que el relato de la sub eva
los orejones pudiera haber sido incorporado después.
29
Espinoza 1967: 227, 314, 320, 321. serlnkD,Je
30
Gu~an Poma ofrece un texto muy interesante, donde afirma que para
LOS ~-
. incas del cuzco

'd d de de e
f nsores
d l sol al que hab na
e '
,
que suponer veJ•ado por la
u alejamiento del centro sagrado
solar, perm1•-
73

cal~t:d del Inca Y Pd?r :nución de su


actt importancia y el predominio cre-
. do con ello la. ism
d"s tinta La reacci•ón d"1v1
• na hab ' "d
uen una éhte t •
• nar
na s1 o ocasio
ciente ~e castigos al Cuzco. .
desgracias ·-·

. incaicas: ¿bistona •
o n·tuat?•
LaS conquistas
. tas en general informaron de las
Los ~º~;5 conquistas incaicas de
como se desarrolló la llevada a cab
manera s1m1 ª~ ª Andes. No pudieron aproximarse
a
o por los propios
las nociones que
españoles enl º~ones entre los -hombres
and inos, que era n distintas de
reg,ia..n tas re aci
d orl os europeos en el sig . l p . l l •
o
tas u_ttliza as ~ten apreciar que su :versión XVI. or e1emp o, as propias
de las conquistas incaicas po-
cróntcas dp~rm:ible Se ha empleado con
dría ser iscu • generalidad una interpretación
.. d las pro pias obras de los cronis .
ongina ª en tas, que tend'ta a ofrecer una
. esiv a de las exp • • •
edictones tncatcas de conqui•sta. E s • "bl •
verst6n suc visi e, sm
,l . l
em bargo, que nos encontraremos con mu ttp es con tradicct•ones, que
. re se atribuyeron a la div . ers1"d d d • &
s1em p a. e in1ormact•ones que pod'tan o b
r diferen tes autores. Es necesano buscar otras for -
tene ma s de entender
tales contradicciones. Partiendo de la b
ase de que los croms •
tas recogi•e-
ron·versiones orales o relatos de rituale
s, y que est e tipo de informacio-
nes no se hallaba necesariamente reg
ido po r categorías históricas, será
útil tratar de encontrar otras formas com
o se representen las conquistas
incaicas.
, En términos generales, los cronistas
relatan expediciones de los incas,
destinadas a conquistas, que salen del
Cuzco y ret om an a él. Los propios
autores informan que al regresar al Cu
zco los incas victoriosos se reali-
zaban determinadas ceremonias en la
ciudad, ent re ellas un a suerte de
triunfo muy a la manera romana. Si qui
ere ofrecers~ un a imagen global,
p~ie~do de Pachacuti, po r ejemplo,
puede apreciarse que los incas
mtetaban generalmente sus expedicio
nes de conquista por el nor te, en
tod~ caso, las siguientes se van rea
lizando siguiendo el sentido de las
agujas de un reloj. Es decir, las expedi
ciones de conquista de los incas
salen del _Cuz~, regresan, vuelven a
iniciarse (las segundas y siguientes,
en una _d1recc16n o en un cuadrante esp
acial siguiente, en el sentido de
las agujas d~l reloj). La única excepc
ión notoria es justamente la de
ha de llamar en el t 1O
[1615)
1936. 118 9emp su pad re el_ sol y·nombrarle par a que sea rey ...• (Gu
andino puede (l ~, vol. _I, 86)_. Cie arnan Poma
rtamente, en
apreetarse la 10trus16n de categorías la lectura del propio texto del cronista
occidentales.
74 Franklin Pease
. G. \'
e del T . •
Hua yna Cáp ac, quie n -ha llán dos e en la zona nort
ino dea~antinsu}'U..._
inic ió expe dici ones , en el sent ido cont rari o, al térm as cuales en.
ferm ó y mur ió 31 .
sf .
Si bien se requ iere un esfu erzo espe cífic o de la inve pensigación Para
revi sar la topo nim ia, este tipo de info rma cion es hace
l. Ello ar~~ ~n un
rela to hist óric o, sino en la desc ripc ión de un ritua
rativ~:rrnitina e~.
plic ar por qué en algu nas crón icas o info rme s administ
s aparecen-:omo l_as
Rela cion es geog ráfic as de Ind ias- los últim os inca
rituáles conquJS.
tand o» nue vam ente espa cios cerc anos al Cuz co. Tan o estas
expe dici ones serí an las que real izab an los inca s a los com ie:m
• d • d a •
«v1s •1tar» e 1 espa cio cont rola do, es deci de su
• zos
go b iern o, est1na as
truc tura r las rela cion es de redi strib ució n.
r, rees. ª
hacer pensu~
Fina lme. nte, la exis tenc ia de la redi strib ució n pued e
las «con quis tas» eran plan eada s de otra s. form as .. De. un lado , por med'10
. d . el ingreso
d e a l1anzas y e otro , com o una negoc1ac16 n prev ia para
del Inca con mujer:
el siste ma de pare ntes co, es deci r, el mat rimo nio
puede apreciarse
del grup o étni co que se pret end ía «con quis tar» . Ello
insistencia que el
en las crón icas en gen eral , cuan do se men cion a con
étnicos. Los cronistas
Inca se casa ba con muj eres de los dive rsos grup os
de un serrallo, simi-
ente ndie ron esto com o si se refir iese a la exis tenc ia
los españoles del si-
lar al mus ulm án, conf usió n expl icab le dad o que
n hispánica más de
glo XVI en los And es cono cían a aque Ua pobl ació
se sabe que toda
cerc a que a cual quie r otra pob laci ón «infiel». Hoy
. basada en un régi·
reci proc idad -y tam bién toda redi stri buc ión- está
recíprocas. Por ello
men de pare ntes co, del cual surg en las obli gaci ones
una conquista, re:
es com pren sibl e que cuan do el Inca dese aba reali zar
nombre que alcanzo
quir iera pon erse de acue rdo con las otra s guac as,
de ponerse de acuer-
desd e los cron istas toda cosa sagr ada. Dic ha form a
as, en tanto paqa•
do con otra s guac as pue de expl icar se porq ue las guac
los regímenes de P~
rina , se cons ider an oríg enes , pun tos inici ales de
32
pasa do es una gua
rent esco , hast a ante pasa dos. Se sabe que todo ante
a los últimos C?mo
(ma l/qu i), los doc ume ntos de idol atría s33men cion an
lado , podría decirse,
«cue rpos mue rtos a quie nes ado raba n» . De otro
étnicos.
asim ismo , que las guac as repr esen tan a los grup os

¡936: 261
:; Véas e Peas e 1989: 8287. Guar nan Pom~ [16151
uede enco11·
La imag en del Jnka nego ciand o con las guac as en
(263), (1980, vol. I, 182); tamb ién en Avil a 1966: 23,
131 y ss. En Garci
de
laso
guaca
f
Garcilaso de
pronu nciac ión
trarse infor maci ón acerc a de las form as que tenía la
la Vega (1609) 1943, I: 72-73.
33
Peas e 1969.
t,os últimos incas del Cuzco 75

LoS 01uero t S caminan al Cuzco


H yna Cáp ac y desi gna do fina lme nte un suce sor
~ue rto (cf. cap.
hacia el Cuz co la cara van a fúne bre con los rest os
IV, mfra),_Iª Fue con ella un núm ero de dirig ente del
s nort eño s, al lado
Inca fal~~ct ~~ríos del Cuzco. Ata hua lpa no fue
a la ciud ad sagr ada,
de los d ign:gún algunas vers ione s, un distanciamien
to_ con Hua yna Cá-
alegan ~• sdo por razo nes mili tare s 34 • Beta nzo s no
pac moti men cion a este asun -
. vabargo habl a de que en sus tiem • pos h b'
a ta una .
to ' stO em·onaba que Ata oscu ra versión
que. mencusas
hua lpa ab'1a perd"d
h 1 o una oreJ•a, sena - l'andose
1 entr h b' .d d
e ella s, que le a 1a ocu .
vanas ca
. de tos, Cañaris, part1.d ano . d H , m o eso cuan o estu vo pn-
sione s e uasc ar.
p roteriores prob lem as ocas•iona ran , e1 env io ' d e t ropa s d l C
e uzco hacta •
1 º~e un hech o sobr e el cual los dist into s cron istas tend rán varias
eop1m_n~o ne's ast' como sobr e la con duc ta de cad a uno
. de los dirig ente s,
especialmente de Huá~car y Ata h~a lpa. C1e rt~mente, Beta nzo s, en _su
nueva versión, proporc10na un con1unto de vers ione
s muc ho más amp ho.
Mientras las obra s de Ciez a de Leó n y otro s cron
istas , com o Oliv a,
presentan una prim era bata lla don de Ata hua lpa
fue hech o pris ione ro,
Betanzos no menciona siqu iera la derr ota de Ata hua
lpa y muc ho men os
su cautividad, seña land o, en cam bio, que venc ió sob
re los sold ados que
Huáscar enviaba para som eter lo 35 .
Relató Giovanni Ane llo Oliv a, cron ista jesu ita que
recogió su infor-
mación andina en los últim os año s del siglo XVI e
inicios del XVI I, que ,
según una versión local, una vez apre sado Ata hua
lpa hab ía logr ado
escapa~se de la prisión en que se hall aba, desp ués
de hab er sido visitado
dentro de ella por un ante pasa do, el Inca Am aro,
quie n le tran smit ió el
encargo del Sol de que se tran sfor mar a en Inca .
Otro s auto res, com o
de ~ón , men cion aría n únic ame nte que Ata hua lpa
pnsmn utilizando una coa o barr eta 36 . La vers ión esca pó de su
de Oliv a prop orci ona
un elemento imp orta nte: el enca rgo que la divi nida
d sola r hace a Ata -
hualpa de que se tran sfor me en Inca es deci r se
trata ría de una verd a-
dera hierofanía, en la cual se apreci~ una m¡n ifes
taci ón con cret a de la
d:vi~idad Y su resolución es tran smi tida al héro e.
Por otro lado , indi ca
-~•s~o cronista la form a com o Ata hua lpa deb ió pasa
tntciación. Fue conv ertid o en serp ient e (Am aru , ¿coa r·po r un ritua l de
, barr eta com o la

: ~~e nto de Gam boa [1572) 1947: 252.


36 ;~1.a de León [1550l 1985: 208; Beta
O nzos [1551) 1987: 213-214.
Oliva ava (1631) 1895. Suel e seña larse 1631 como
la fecha de term.inacion de la obra de
ccles iás':C :: trata en reali dad de la corre spon dient
e· a la
e su traba jo. Ciez a de León [1550) 1985: 208. segu nda de las aprobaciones
76 Franklin Pease G
, ?) y gracias a ell o, pu do ·"-
de Manco e ap ac • ' es ca pa r de la
, en
q ue lo h ab tan ce rra do los victoriosos pa rtI•d ar io • d H , prisión en·¡a
s e uascar, a trav~-
del suelo po r un a re ndiJ·a O un agu1•ero en e l mi•sm o. E • ica Q
. ' do ctó ni sto ind
ingreso a1 mun co pu es to qu b' é
e el am ar u es ta m 1 n un . . un
a dtVInidad
subterra, nea, en re ali da d ' un se r sa gr ad o qu e co m un ic • a d'
1versos sector
del mundo' reP re se nt ad o ba jo las fo rm as d e 1 ra yo o e 1 ar co . .
1ns, y ques
se ha11a, po r Otro lado ' vi nc ul ad o co n 1os po d er es fer tt·¡·tzad
ores del sole
T odo ello convierte a At ah ua lp a en un env1•ad o so1ar
. , In ca con pleno•
derecho' Pues re pi te los an tig uo s ar qu et ip · -
os cu zq ue no s. E s, entonces
·gu ra de ca riz rel igi os d •
o-con po de r en vado d e e 11
una fi o, un a guaca, cuya,
actitud aparece~respaldada
po r la d'1v1•n1'da d solar .
Sin embargo, el en fo qu e
religioso de l pr ob le m a en
Tumipampa no de be ha ce rn tre el Cuzco y
os ol vi da r -:- lo re pi to un a
blema encarnado en un a so vez m ás - el pro-
rd a lu ch a po r el po de r en
ños y con posible participac tre grupos cuzque-
ión de gr up os de fu er a de
información de las crónicas l Cuzco; pero la
. en re ali da d os cu re ce nu es
sobre lo último, al in ten tar tro s conocimientos
asimilar el de se nv ol vi mi en
cimientos a lo que ocurriría to de los aconte-
en un a so cie da d eu ro pe a,
problemas que surgen en el és te es uno de los
m om en to en qu e se inicia
una historia (con característ la elaboración de
icas eu ro pe as ) de lo s An de
La forma en que la versi s.
ón de Ol iv a fu e pr es en ta
extendida opinión de qu e los da , así como la
cronistas te m pr an os tie ne
cía sobre los más tardíos, ha n siempre prima-
he ch o pe ns ar no rm al m en
mación de Oliva no valía la te qu e esta infor-
pe na . Sin em ba rg o, su im
se halla en el lugar do nd e portancia especial
afirma ha be r re co gi do su
otras informaciones atribuida información. Hay
s a la re gi ón de Qu ito y qu
con Atahualpa. De un lad e tienen que ver
o, Cieza de Le ón m en cio
mente antes de su ejecució nó qu e inmediata-
n po r los españoles· At ah
ªrasu s partidarios que re to rn ar ía
j n. en Qu ito co n~ er tid o en
ua lp a habría dicho
' culebra (ama-
_La versi~? de Oliva no tiene
1aó «valor hi stó ric o» , co m o tam
1:° form l
t nco e testim ac i~n ºº! m al de ningún cr on ist a, en te nd ie poco lo tiene
onial po rq 1 nd o como valor his-
ron no se conservab'a e 1ue a t rad'1c1• ,on or al qu e es to s auto •
valor p . os b res recogie-
' pu e los ar ca icos co n cr ite rio s históricos.. S
de Ciezaesde aLe su ah1stoncid d
, · u
e on que se a t , ª ' es no to rio -a l igual qu e la infonnacio •,
no o- - pu es to qu e re fle ja n
claramente un en•·
37 p·d·
« 1 16 el bautismo [At ah
e por cunplir la ~en ten~ia 1 .
otro desatino; dizen alg un o; 1 ua pa] Y el fraile [Valverde] se lo dio. Luego
¿u ~m aro n co n un as pa jas lo ahogaron
le aguardasen en Quito qu e algunos de los cavellos, que
• alleá losbyndios qu e At av ali pa fue
ser ... >) (c.1eza de León '[1553] e- olve ' dixo an tes qu e le matasen
1987 : ¡68 . na n a ve r he ch o cu leb ra. Dichos dellos ben de
que
de
. cas del Cuzc o 77
'ltilllO S IO
1,0s u . • la ree nca rna ció n sist emá tica del hér oe sol
. cíclico andino _ef. m~a•c~;ta vez por Ata hua lpa ar
. El hér oe par te siem -
1ertº1 Inc a- pers~nt idea oºstracismo afir mab a
.-e Ott o Ran k 38' y Ata hua lpa
re de una posic1ó, n ele Cuz co --c ent '
ro sag rad o por exc e1enc•1a- 39 sin•
pO sólo no e st e 0
n ª tra en Tum ipa mp a y es apr esa do ( en la ver sión
o
que tampocO se, . enc uenlo) fue ra de ella . Des pue, s ser a., llev ado a • d d
de Ol ·v·1 por cJem p · · · • on
., que re lato' O11·va· la c1u a
1 '· • de m1c 1ac1
donde pasó por e1 n 10 •
• ión de Tum ipam pa] inue ntar on los indi
ª
De esta fuga [de 1 prlil~s que com o este Ata hua
lpa des< ;end
os aqu ella fábu la
iese por líne a rect a
que se quenta entrye ca
e Am ' aro se
enc ome ndo, a el,
, y con • ·é d l
de aquel famoso J:ro peq ueñ o de la pare d y mrt t n o e en cule b ra
1 sacó por un agu que lueg o bue lto en su form a y
e natu . 40
ral se auía ido a Qui to •
fí,gura
. Lo'pez de Góm ara hab ía esc rito a inic ios
francisco de la déc ada de 155 0:
era de noche, rom pió [Ata hua lpa] una grue sa
como par ed con una bar ra de plat a
de cobre que cierta mu1•er Ie d.10, y f uese a l Q • • que l • os lo
mto sm os ene mig
:intiesen. Convocó sus vasa llos, hízo les un gran
razo nam ient o pers uad iénd oles a
su venganza; díjoles que el Sol le hab ía con vert
ido en cule bra par a sali r de la
prisión por un agujeruelo de la cám ara don de
. .a s1. guer d' lo tení an cerr ado , y pro met ido
viton ra 1ese... 41 .

Un aspecto inte resa nte es que , seg ún las cró nic


as, Ata hua lpa es con -
siderado l~ca una vez que esc apa de la me nci
ona da pris ión y no vue lve
a perder mnguna bata lla. El Inc a no pod ía ser
der rota do.
Es interesante reco rda r que Gó ma ra no estu
d vo nun ca en el Per ú d
manera que e b., 10 tom ar su info rma ción de , e
alg ún otro no pre cisa do
~r:sta ahora en la inve stig ació n. Sin em bar go,
la info rm; ció n se enc on-
ba en manos de los hom bre s que se hal lab an
en los An des al inic io

M 38 • Rank: 1961·• 79 ' 80, 88 • Los h'eroe s sale n d


oisés de las aguas del río C . t d l d . •
e una s1tua •
habí~ condenado su «antec~so;>:~ ~l :é es1ert~. c1ón de caos haci a un cosm os·
Pach acut i vuel ve del dest ierro al que l~
195~ 60! passim). roe recib e una llam ada y acud e a ella (Cam
pbel l
tas co Vease infra la paut a d e la «sucesión» d 1
h mo Sarmiento de Gam boa o •
e os mea s, que pue de enco ntra rse en cron
Ó
a11!11 ~rin) simultáneos y en o:os :~:~ d~~ de
se pres enta !ª exis tenc ia de dos inca s ( d~
is
blement~v~ [1631] 1895: 65. El Inca Ard a;o nka
hana n e~ siem pre «de fuer a» del Cuz co.
Yupanqui, ;::;is ;!~~ c Ama ro, que el mism oª c;~:
i:~a ri~~:~ffi~~ text o de Oliv a es prob a-
•... uoa serpiente t fiqu e «••• en las mon taña s
de los A d com o suce sor de Lloq ue
u~as alas a la man :º era y ~emible ... tan gran de
unas...,. (lbidem 42ra de las del mur ~éla go los com o el n es ••• », _es deci r, en la selv a
4t r· , , b may or anim al de la tierr a tení a
•oina,a f I sr;-,l-43) • , rac;os cort os y muy
.-· - ... 1Q..t6_ T· ,,,("\ grue sos con gran des
• - .. -·v.
78 Franklin p .
r.ise G. Y.

de la déca da de 1550, pue s el prop io Ciez a de León ' en otra Parte de


su obra habí a indi cado :
y fue a Quit
mas, poni éndo lo en un apos ento del tanb o, se soltó para sal' o,dd0nde hizo
bol unta d de su dios
ente nder aver se buel to cule bra por •
d os se apar eJasen tr epoder de
enen •
ugos ; por tanto , que to para comern;ar I
sus
os afirman p ª guerr~ Pú-
blica y al desc ubie rto porq ue así conv enía . Otro s yndi 1
el capi tán Atoc o con su jente alleg ó a los Caña res, adon de esta~: ~uy ~~rto
que
. Creo yo para 1_tabaltpa,
y quél fue el que lo pren dió y se soltó com o está dicho
prisi ón de Atab at • aunque
podr [í)a ser otra cosa , que Atoc o se halló en la yd muy
más jente que
sent ido porq ue así se avía desc abul lido, saca ndo la ;ar los go e los
caña res, se parti ó para1 Quit o, enbi ando por toda s parte s a esfon overna-
.. T . .,
• d d e G uasc ar. 1enese por averiguado que At b.
dore s y m1t1maes en e amis ta
", que una muger Cell::
lipa se soltó hazi endo con una "coa ", ques "pal anca
o calien~es _de lo que avÍa:
dio~ un aguj ero, e~ta ndo los_ que estav an en el _tanb
com o esta dicho, sin ser al-
vev1do, y pudo , dand ose pne~ a, alleg ar al Omt o
rlo [a J aver a las manos 42_
can~ ado de los enem igos que muc ho quis ieran toma
critas es que en
Lo imp orta nte en las vers ione s ante rior men te trans
ba consolidada la in-
los mom ento s inici ales de la déca da de 1550, esta
de su fuga, así como
form ació n acer ca de la caut ivid ad de Ata hua lpa y
Oliva quien la «in-
la prec isión de su tran sfor mac ión en ama ru. No fue
vent ó», ento nces .
dos élites rivales,
Prod ucid o el conf licto , con el enfr enta mie nto de
como hijo del sol.
resa lta aho ra la posi ción de Ata hua lpa, reco noci do
do como Inca, las
Des de el mom ento en que , en cuan to tal, fue reco noci
, con la conf~roi;:1
cosa s se com plic aron . EJJo tení a que ver, cier tam ente
hecho referencia.
ción del esqu ema dual hana n-ur in, al cual se ha
ién eran, cada un~
Huá scar y Ata hua lpa repr esen taba n «fac cion es», tamb
La oposición era,
hana n o urin , es deci r, ocu pab an un espa cio ritua l.
mism o tiem po, ritua l, no únic ame nte polí tica.
Una clar a com prob ació n de que se trata ba de lo últim
d ha·
o, pue tia· i
recientemente ª,e
llars e en una info rma ción que prop orci ona el text o ·orrnenue·'
de Beta nzos . Hab land o de un tem a que, ante n
do de Juan
apas ionó la histo riog rafía : la. cues tión de si Atah ualp a era O ?º c~q sin
• Ie pod'1a cons ider ar han an o unn . , Beta nzos afirmara,
no ,
- 43
o s1 se

42
] 1985: 208. · 6 d~
Cieza de León (1550 . Ternu necedtnie•
43 T J d. .ón apasi. onó a los histo riado res en tiemp os antenores.
a 1scus1 de pr• ..,NIS de
• as conte mpor áneo s pues se otorg ó caráedter en
• nalist

mgre so a e1emen tos.
naCio . . , °ue,..r 8d
. ó .
h1st neo a su posib le nacu ruent o en actua l territ orio ecua toria no, cuan 11cio0
vo, rne
• el mss. nue
no pod'aa h acers e seme Jante difer encia . Beta nzos en

1os meas •
(Beta nzos [1551] 1987: 191-192, 220).
nacim iento de Atah ualpa en el Cuzc o,
Los últimos incas del Cuzco
-
79
u ar a dudas, que At ahu alp a nac ió en
,el Cu ~co : [H uay na Cá pac ] « ... vol-
l -~ 1 Cuzco de la cua l vu elt a hal lo nac ido a At agu alp a su
vt ~e :ac imi ent o se hol gó mu cho y hij o del
híz ole un a fie sta sol em ne» 44 . El
cua
propt•o texto de Be tan.zos pro po rci on a un a inf orm aci ón dif íci lm ent e com
sible si no se ent ien de qu e se tra ta de . -
pren O hecho his tór ico . En un mo me un rel ato ntu al tra nsf orm ado
en u . nto ava nza do del con flic to ent re
Huáscar y Ata hua lpa , el pn me ro:

mandó que nad ie le tuv ies e por de


Ha nan Cu zco por que Ata hua lpa era
Hanan Cuz co y de la líne a de Yn ga Yu de
pan gue que él no qui sie ra ser de aqu
línea y que si della ven ía que él des ella
de allí dec ía que no ven ía del la si
de Hurin Cuzco porque los del pue blo no (sic)
de Gu ase ar do él nació era n del ape
Hurin Cuzco que él lo era ansí mis mo y llido de
que de allí ade lan te le nom bra sen de
Cuzco... .
45 Hu rin

La información es im po rta nte no ún


ica me nte po rqu e señ ala la pos i-
bilidad de variar de han an a uri n, sin
o po rqu e rec on oce exp líc ita me nte
la condición han an de At ahu alp a.
Desde el mo me nto en qu e At ah ua lpa
ten ía la con dic ión de hij o del
sol e Inca, han an adq uir ía el pre sti gio
qu e tal con dic ión le con fer ía 46 .
Desde ese mo me nto se enc on tró a ma
yo r niv el qu e Hu ásc ar, no sól o en
lo religioso sino en lo pol ític o. El ind
ud abl e pre stig io rel igi oso qu e ob-
tuvo Atahualpa per mi tió la sup erv ive
nci a de su im age n en la me mo ria
oral gracias a las ver sio nes qu e se dis
eña ron pa ra esc eni fic ar su sup lici o
Ymuerte, com o al mi to de Ink arr í, qu
e lue go ver em os.
El símbolo religioso qu e es el Inc a
se enc uen tra en est e mo me nto
aparentemente dup lic ado , ori gin and o
así un a sue rte de dis yun tiv a pa ra
el hombre and ino . Hu ásc ar en el Cu
zco y At ahu alp a en Tu mi pam pa
forman dos pol os de acc ión (¿d ual ?)
rel igi osa y pol ític a. La situ aci ón
parece ambivalente. Int ere ses y lea
lta des div ers os van a mo vil iza r las
dec_isiones de los pu ebl os pa ra inc lin
ars e al Cu zco o a Tu mi pam pa. Es
cunoso. obs erv ar qu e alg uno s lug are
s de la cos ta no rte del Pe rú act ual
Yespecialmente cie rta s zon as del act ual ,
Ec ua do r com o la reg ión Ca ñar ,
son_ partidarios dec idi dos de Hu ásc ar,
mi ent ras ~u e la cos ta cen tra l, es-
pecialmente Ch inc ha, se dec lar ará en
fav or de At ahu alp a 47 , jun to con

de : ~::anzos_ (1551] 1987: 191 , par a


4su ~ar , lbid em, 192. el info rme del pro pio cro nist a sobre·
el nac imi ento
46 B~tanzos (1551) 1987:
210.
47 ~~eza de Leó n (1550]
1985: 209.
destacadí~raca de C_hincha se hal lab a
en Caj am arc a el día de la cap tura del
simo, por cier to; Cf. Piz arro (1571] Ink a, en lug ar
1986: 39.
Franklin Pcase G
80 . )',

•erra que actúan de diverso modo según se pueda prev


zonas d e Ia si d p h er o
lta do del conflicto. La zona e ac acama parece haber
no e I resu de los
• • t
acontec1m1en
d d J>er-
os a , a• su e Ievada cate&ona.
manec1 .do a I margen
. . . L
. 1 y su reconocido prest1g10 oracular. as cromcas . relatan cómo am.
ntua
bos contendientes Je hacían consultas en determmados momentos.

Dualidad, conflicto y guerra ritual

Reconocida Ja presencia e importante posición de los sectores hana


y urin, debe tenerse en consider~ción lá P<?sibilidad de que el conflict:
entre ambos sea de naturaleza ntual. Hab1a, en este sentido reglas es-
pecificas que, en determinados _contextos rituales, permitía~ que urin
siempre fuera vencido y hanan siempre vencedor.
Betanzos es, nuevamente, un cronista ·que nos proporciona;importan-
tísimas informaciones al respecto. La organización dual hanan-urin ha
sido entendida siempre como un sistema de mitades, incluso considera-
das erróneamente como físicamente determin~bles. Se acaba de ver la
importancia que podía tener el hecho de _que los incas fueran hanan o
urin. Cuando Betanzos relata el ritual que se realizaba a la muerte de
un Inca (lo señala también al fallecimiento de Paullu Inca en el Cuzco),
afirmará que se celebraba una ceremonia, en la cual llevaba una danza
celebrada en la plaza grande del Cuzco (la ·fiesta se llamaba Purucaya),
donde en medio de ceremonias diversas, que el cronista detalla cuida·
dosamente, y con grandes llantos

... saliesen [a la plaza) dos escuadrones de gente de guerra, uno de la gente de


Hanan Cuzco y otros de Hurin Cuzco y que el un escuadrón saliese por la una
part~ de la plaza y el otro por la otra y que batallasen y que se mostrasen
v~n~1dos los de la gente de Hurin Cuzco y vencedores los de Hanan Cuzco
srgmficando las guerras que el señor tuvo en su vida ... 48 •

Así, el cronista llamó la atención sobre una situación de preeminencia


ritual, donde se precisa quiénes son los vencedores de un conflicto ritual
entre mitades.
~ur~nte el. ~nflicto, las ·relatos de las crónicas dejan entrever qu~
1ª situa~ión rehgiosa se mantuvo dividida. Ambos contendientes most ra
ron ~chtudes diversas, también mantuvieron puntos de vista religioSOS
propios. Se sucedieron entonces consultas a las divinidades oracutares,
.
como Pachacama V t a l vez W1raqocha e rea·
en Urcos. No es raro que s

48 Betanzos [1551] 1987: 147.


• cas del cuzco 81
¡.,os úttirnOS Ul
• . 1 divin idad era inter roga da sobre los prob lema s
consu ltas, a ueJ·ab
licen estas
. rtante s an al homb re, no sólo en e l muod o an d.100
que aq .
más 1mpo
cualq
. O t lugar . Era cono cido en el Tawa ntlns
mer rolipa por ejem uyu e l ntua
. l
sino en . - • l
plo, graci as al cua l a d.1v1ni
• ·da d res-
• • tono. de 1ª ca
adivina ' l
, cierta pregun tas ' entre ellas las refer.entes a a suces •ion ' del
Poº.d1ª ª ar solític o, que debía estar nece sana ment e respa ldado por
máximo_ c dgO P r La callp a consi stía en infla r los pulm ones de
. ·mda so1a • un ca-
la d_1v1 también podía usars e órga nos de aves, y de acue rdo a
méhdo, aunquetomaban los mism os se obten ía una infor maci ón sobr
las formas .que e la
·na De esta mane ra, el sol parti •cipa
• b a en forma d fi • •
voluntad dIVI • e in1t1v a
rmina ción de quién era llama do
••
«hiJo del sol». •
Reic hlen pu-
en la dete . d , .
blicó en 1950 la fotografía de una pieza e ·ceram 1ca que repre senta e 1
, 49
nto0 ¡spués de tas jorna das inicia !es del confl i~t?,' abun dant emen
te des-
critas por los cronistas que recog ieron la trad1~1on y la ador naro
n a su
manera con mil y un detal les euro peos , es sabid o que Atah ualp
a no se
acercó mucho al Cuzco. Nos cons ta, en palab ras de Sarm iento de
Gam -
boa, que se mantuvo en la sierra del norte , y que viaja ndo hacia
el sur
llegó cuando más a Cajam arca y Huam achu co. En este últim
o luga r
existía un célebre santu ario, en el cual se vene raba al dios Cate quil,
que
parece cumplir en la zona una misió n simil ar a la de otros diose
s del
área central, por ejem plo, como los de las difer entes edad es del
mun do
mencionados en los texto s recop ilado s por Fran cisco de A vita en
la re-
gión de ~uarochirí, o quizá , ya que la infor maci ón es impr ecisa , se
vene -
rase a Wuaqocha, aunq ue otros rasgo s lo hace n más simil ar a Pach
aca-
ma. Los cronistas afirm aron que Atah ualpa cons ultó a Cate quil
acerc a
del resultado del enfre ntam iento con Huás car y como la respu
fuera advers esta le
. . a , h12·o dest·ruu• a l 1'do lo, o inclu
• ' , por su prop ia
so mato . man o
ªagusust~nncip al sacerdote, destr uyen do desp ués el temp lo. Los relig iosos
mos que traba·
la vi'd . . 1 ·, • • . •
a re 11g1osa de Jaron en a regio n y escn biero n un infor me acerc a de
divinidad 1
ª misma, a rmar on que se deca pitó la imag en de la
• fi
recogida Ysu cab~za fue arroj ada al río. Tiem po desp ués la cabe
, Y aparecieron en la za fue
reconocido , . zona mue os h d .
s como «replicas» de Cate quil so. pe azos de piedr a que eran

--; --
Sarmiento de Gambo
:~: 258-259. La imagen d: l.1~ 211947= 165 , 250251; Cobo (1653] 1956,
11, 127; Reich len
ennanos
Para ate • Ayar, donde una m ar.1os pulmo nes de una llama apare ce ya en los mitos de
muJer Mam H
de rronzar a sus enemi (B , a uaco, rea1·iza dicha
.
acción , supue stame nte
Pul~n rito contemporáneo ~:s et_anzos (1551] 1987: 20, por ejemp
lo). Una descri pción
soo~es'. ~unque no tengaq u cons~dste en emple ar los órgan os de una
ehg1osos Agust· llama , inclus o los
[ n senti O oracul ar, en Nacht igall 1975
tnos 1557] 1952· 60-7 . •
• _ • 1; Sarmi ento de Gamb oa [15721 1947: 259.
Frank1·
82 •n Pcasc G. Y.

Esto podría hacer pensar, a p~mera vista, que la relación d


hualpa con el mundo religioso era distante u hostil, pero en realidad e At~.
tratarse asimismo de un combate entre guacas ( = entre diose s) . Püdiia
. f. A h l PrPl'n
en Cajamarca , los cronistas a trmaron que ta _ua p~ dijo a sus ca to-..v
que tampoco creía en el Pachacam a, pues ese dios había sido co P1 res
por Huáscar y por él, y a ambos había dado respuestas equivo:~a:ª~~
Ciertamen te que en Huamachu co, Atahualpa demostró su propia r1 •
divina al destruir al dios local y a su templo, y no tenemos info ca ~ad
sobre otras destruccio nes de lugares sagrados, aunque vale la pnnación
'd C • 1 ena re-
calcar que el oro tra1 o a a1amarca para e «rescate» de Atah 1
había estado depositado en los templos fundament almente , e me pa
• ualuso
.
corrió esta suerte el que se hallabab en el Concanch a del Cuzco e·
• • l C • Ieza
afirma que después d e 1a v1ctona so re e uzco, Atahualpa habría d' ho
• pe1eab an por e'I 52 . T o d. o esto no permite llamar «imp'io»
IC
que sus d toses . ·bt
con criterio europeo, d1scut1 e, a quien saqueó los templos para lleva
el oro a Cajamarca , cuando una situación crítica determinada compr:
metía a todo el Tawantins uyu.
Sin embargo, y a pesar de esta «irreligios idad» de que hizo gala oca-
sionalment ~, frente a Huamachu co por ejemplo, Atahualpa y sus gene•
rales mantendrá n un respeto religioso por el Cuzco sagrado. Esta ciudad
no fue violada, y vale la pena recordar que el simple ingreso de tropas
-y aun de gente extraña- significaba una violación del espacio sagrado
que era el Cuzco. Si bien las crónicas hablan vagamente de un saqueo
después de la victoria final sobre Huáscar, no puede recogerse ningún
testimonio de alteración de los espacios sagrados del Coricancha, por
ejemplo.
Más grave todavía que la violación del espacio sagrado era la muerte
violenta en los recintos, y de la misma forma que no se profanó el área
sagrada del Cuzco, tampoco se realizó dentro de su perímetro la matanza

d" b0 preguntóle
51
«Pues entendido el Marqués de la lengua lo que Ataualpa auía ic • n{an p0r
que por qué auía dicho aquello que no hera su dios Pachacama, pues ellos le tetó -¿en
tal. El Ataualpa rrespondió que porque hera mentiroso. El Marqués le _pre~ ,nalo en
qué os a mentido?'; Ataualpa dixo: -As de sauer, señor, ~ue estando':!: al sol, yen
Quito le ynbió a preguntar que qué haría para su salud, Y dixo que le~ ufa de ue~r:
sacándole, murió. Guáscar, mi hermano, le ynbió a preguntar que qu~~; 1
ª
preguntar que
yo u él, y dixo que ~l, y uen~í yo. Quando vosotros benistes, yo le yn f :eis vosatfOS···'
quién auía de uen~r: vosotros u yo; ynbióme a dezir que yo, Y be~J.s eat,ello aaJb03
1 '
Pizarro (1571) 1986: 5758. Véase también Murúa (1616) 196-264:
(1586) 1951, caps. XXIX, XXI. . . can~, dlatan~ Y
52
Cicza de León (1551) 1985: 213, «Los enemigos s1gweron al dal-rJa que sus dioses
cativando y robando los reales' y Atabalipa estava tan alegre que e
pclcavan por él...»
LOS últimos incas de l Cu zc o
83

1
f Tares del In ca ve nc id
o qu e lo s cr on is ta s re la ta 1
de . ºlo r: ~: ón de los s~brev ro n, re co gi en do
\ iv ie nJ es . Lo s ve nc ed or es de 1~ ~u er ra
la 1,0 d la batalla decisiva de , de s-
1 O u1 pa yp an (o Q ue pa yp
~~es ed·cional se re un ie ra a) , h1c1eron qu e la
ehte tra 1oblig en el lu ga r lla m ad o Q ui
\ aron a pr es ta r o b e dº1enc1a bi pa y po r lo s cr on is -
1 • a 1 nu ev I
tas,dY ªna efigie de A ta hu al o ne a, di•ce n qu e ad o-
ran es ºu tambi d
pa or ie nt ad a ha ci a el no rt e. C ur io sa m en te
norte ars én el pu nt o e part1ºda d e 1a tr adº1c•1o ., n, A ta hu . el
al pa pa re ce
compOr t e como, un .
nu ev o ar qu et ip• o. se
m en c1•on ó as •
1m •
na ocasión -s eg un m fo rm a 1smo en aq ue -
~e ta nz os - qu e A ta hu al
nuevo Cuzco y qu e lo s m ie pa . d~
0 m br os de la s pa na ca s de se ab a fo rm ar
instalarse en la nu ev a ci ud ad b1 an di sp on er se
. D e es ta m an er a se ex pl
la aceptación del nuevo In ca ic a en la s cr ón ic as
po r pa rt e de la vi ej a él
\ hualpa es claramente de sd e
vencedores, con él a la ca
es te m om en to el ej e de
ite cu zq ue ña . A ta -
la vi da an di na . Lo s
be za , va n a in te gr ar se
cuzqueñizándose, ad op ta nd o al C uz co an ce st ra l
lo s es qu em as de la ci ud '
do. La nueva élite su pl an
tó en to nc es a la tr ad ic io ad -c en tr o de l m un -
integró en ella. na l, de sp la za da , o se
84 Frank lin Pcasc G,y

. M A PA-MVl,1 • l
· ~VH R EU 1~ -L .~~A~0:'1,,1~Jt~
o -~ - • '-(1---=
· =~ -lk_ -::i:I -..,:;.,,- ... __
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• 1¡
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- ••
• _- - .-,-
1
~---v --,,. _~~ 11~ ~ •

'
tp
85
. del Cuzco
LOS últimos ,neas
4.
La su ce si ón al po de r
l
1
1

Ha hab ido mu ch a co nfu sió n ac erc


a de los mo me nto s en qu e se tra
mitía el po de r en tre los inc as. Só lo s-
sab em os qu e ha bía en ton ces co nm
ciones en la éli te y en la ciu da d de o-
l Cu zc o, las cu ale s rep erc utí an fue
temente en el res to de l ter rit ori o r-
go be rna do po r los inc as. Má s aú
forma como los cro nis tas pre sen tab n, la
an ca da cá so suc eso rio , co n los
flictos y nat ura les sub lev aci on es co n-
qu e se me nc ion ab an , pu ed e lle
hacer pen sar qu e ca da Inc a de bía ga r a
org an iza r nu ev a e ínt eg ram en te
«imperio» . As í, de be ría mo s lle ga r el
a la co nc lus ión de qu e en los últ
cien años an tes de la inv asi ón eu ro im os
pe a, y qu e co rre sp on de n al lla ma
«imperio» de los inc as, po drí a ha do
bla rse no ya de un o, sin o de va
«imperios». Ell o se ex pli ca po rqu e rio s
en el Ta wa nti ns uy u pu ed en ide nti
carse sucesivas org an iza cio ne s dir fi-
igi da s a la bú sq ue da y co ntr ol
cursos, a través de un a red de rel ac de re-
ion es de rec ipr oc ida d; ren ov ad a
cada nuevo Inc a, es de cir , est ab lec co n
itla de nu ev o. En est e sen tid o,
!ncá cre aba su pro pio Ta wa nti ns uy ca da
u, si en ten de mo s a ést e co mo un
Jun!o de rel aci on es de l po de r ce ntr co n-
étnicos qu e lo int eg rab an . al cu zq ue ño co n los dif ere nte s gru po s
~ue tra dic ion al en tre los his tor iad
ore s qu e se oc up aro n de la vid
a~d_ma, pre sen tar la tra nsm isi ón de a
l po de r en tre los inc as de ma ne ra
:m tla r a com o oc urr ía en el me dio mu y
eu ro pe o ha cia 15 00. Pa ra ell o
asaron ind isc rim ina da me nte en los se
cro nis tas de los sig los XV I y XV
qu~, si bie n son fue nte s ine xc usa ble II
s pa ra est e est ud io y cu alq uie r otr
so re el áre a an din a pre his pá nic a, o
no pu ed en ser uti liz ad os sin un a
crí-
87
,
1
Franklin p
~~ G
~ . ~-
o aqu ello que el cronista. asimilaba a .
. h ustiva que elimine tod ,
ttca ex amodelos eur ope os. Solo d e esta ma ner a,, y. gracias a •la prese Slls•
. d ,
propios de ent en ers e com o 1as cro mc as nos habla d 0C!a
d t modelos pue e una
e es. ~ns dinásti~a» en la cua l el hijo ma yor recibía, automátir~~ ""lluente
d d
suces10 « el pod er a la mu erte et su pa re y pre decesor en el cargoY
eren cia , . d
por h , as una pau a que par ect a m udable: s~ trataba.
esta bleció en los cronist . . ól fu . b
Se nc10!1a a de forma estable
de una monarquía hered1t~na, ~u~ nods 1º
os cr?!11s~as se discutió la du.
en el Cuzco, ~n las propia~ pag1?a~ e
b1en mcorporaron los
ración del regimen, no su ex1stenc1a - . Tam o.
oge nitu ra, básicos para el cr_
nistas los conceptos de leg itim ida d y prim sts-
y tambié.n del poder rea1
tem a eur ope o de transmisión de la . pro . pie dad
s y has ta ine xis ten tes ent re 1os meas. El siste
0 señorial, per o distinto ituc ión de la primogenitur:ª
de herencia del gob iern o me dia nte la inst
tra en la región andina, com~
el mayorazgo de tipo eur ope o no se enc uen
esc o and ino , basado éste en
lo demuestran los trab ajo s sob re el par ent
nci a matrilocal. Ya en 1946
un régimen de familia ext end ida y de res ide
ha ten den cia generalizada e~
Joh n H. Rowe hab ía rea ccio nad o con tra dic
cia de un sistema de designa-
las crónicas, cua ndo señaló la cla ra exi sten 1
bre s andinos no tenían una
ción de sucesores, aun que afir mó2 que los hom
regla detallada par a esto s casos •
sucesión de gobernantes
Las crónicas hab laro n mu cha s vec es de una
lpa ; per o esta línea dinástica
desde Manco Cáp ac has ta Hu ásc ar y Ata hua
XV I y XVI I, sobre la base de
establecida por sus aut ore s ent re los siglos
os recogidos oralmente por
su •pro pia experiencia eur ope a y de los dat
erie nci a, no es satisfactoria
ellos ·e intr epr etad os ·a la luz de aqu ella exp
con oce acerca de la tradición
si se tiene en consideración lo que hoy se ning ún mo_d0
ació n del Taw ant ins uyu , que no es, de
oral en sí y de la dur
ma yor de un período de oen
Y~a la luz de las investigaciones act ual es,
s ant es de la inv asió n eur ope a del sigl o XVI 3 • · .
ano
nco Cáp ac es un arquetJPo
Deb e rec ord arse , en prim er lug ar, que Ma

cilacisla.s»•
aoi·
1 1 "fi en «toledanos» Y ~gar
. istas fu eron c as1 cados, ya en este siglo
, Los cron
se~ón hub~~ran defendido una posi ción que definiera

a O 1arga d urac1ón; .
:1
Tawantinsuyu como unaL~~~ ea
. a este esquema sedistiJlO
lllSJJ
Ófl•
zaCJ n política de cort
. la pnm era men ción
la ob d M ) Otro s auto res recogieron la lJl3 se
~a e eans {l928; hay reimpresión en 1973
~~:~;:P!º1ª.p::~ª
se agot a ahí ca
1986 [primera edición 1962; I~s estudios de Porras sobr ~~:ó o oO
de
st
1?40). Más reci ente men te he argumentado que e ª 1 cooquisl'
justificación o no justificación_ de ªse cuestio-
española ~ ~m~I q~e. r~mite, más bien, a la
). En ningún caso los croOIStas sibilidadeS
naro n la :st eª0 i_e~ti mid ad del Inca (cf. infra rmación sobre las Po
. ~ª e una mon arqu ía, si bien dier on info
d e ~na organµac1ón dual del pod er
· ·
Rowe íl946J 1963: 257. 9· 313 YS.S·
3
Rowe [1946] 1963 ·. 199-200; Lan ning 1967: 157 y ss.; Lumbreras 196 ·
1,os últimos incas del Cuzco
89

fundador primordial, modelo básico cuz~ueño que dio origen a la forma


de vida que los hombres d~l Cuzco consid~raban propia. Por cierto que
tal origen se encuentra registrado en ,los IDitos del Cuzco, que hablan de
Ayar Manco o de Manco Cápac segun la versión. Fue Manco Cápac un
fundador, que orcJe,nó el ~undo de acuerdo a las disposiciones de la
divinidad solar, segun menciona el Inca Garcilaso de la Vega 4. Sin em-
bargo, la figura de ~~ne~ Cápac que r_elataron los cronistas, responde
en realidad a la modificación del arquetipo cuzqueño, adaptándolo a las
necesidades del grupo dominante, posiblemente a la vez que se estable-
cía un segundo ciclo mítico: el que relata el conflicto con los Chancas.
Las crónicas atribuyen al tiempo de este último el período de organiza-
ción del Tawantinsuyu como un «estado». Cuando con Pachacuti se rea-
lizó, afirman las crónicas, un reordenamiento de la tradición cuzqueña
de acuerdo a nuevos modelos, permaneció la figura del arquetipo tradi-
cional cuzqueño.
Frente a esta realidad, la historiografía tradicional, siguiendo muy
directamente a los cronistas, presentó una lista genealógica de gobernan-
tes. Si en algún momento se aceptó como distinta la figura de Manco
Cápac, fue ésa la única concesión que se hizo. Por lo demás, se admitía
que desde Sinchi Roca habría funcionado una lista no interrumpida de
gobernantes, hasta el final del Tawantinsuyu, con la excepción de una
crisis mencionada generalmente como un <<cambio de dinastía» y la su-
plantación relatada por los cronistas de Inca Urcon por Pachacuti, repe-
tida en el caso de Amaru Inca Yupanqui y Tupa Inca Yupanqui. Un
último problema habría sido la guerra entre el Cuzco y Tumipampa,
simbolizada en la lucha entre dos hermanos, Huáscar y Atahualpa. Lue-
go se verá que este asunto es mucho más complejo, en una lectura más
atenta de las propias crónicas.
Una interpretación de este asunto, del pasado tal y como lo consi_de-
raban los incas en el momento de la invasión española, puede precisar
que con Pachacuti comenzó un nuevo período, al que generalmente se
llamó estatal 5 • El momento en el cual, según las informaciones de las

4 Se ha mencionado. .
antenormente . de d os c1c
la presencia . los d·& 11e rentes • uno de ellos
específicamente relac10nado. con Manco Cápac en el cua1 se encuentran no sólo los Co- h
mentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega.' En un reciente artículo, Dur_and ha hec 0
una
, fili aciM·ón de elementos que aparecen en la versión
ed apac de Garci·1aso de1 nuto de Manco •a1
.
Y ama Ocllo, que se encuentran en cromstas previos. . U de los puntos cruc1 es
no
e su argumentación es el situar su origen en el lago Titicaca (Durand l990). b. t
sH , . . t l incluso se ha a ier o
oy podna haber mayor discusión sobre tal cond1c1ón e sta ª , e . . t ha
el debat b .
. e so re la naturaleza de tal estado antiguo. A partir e · d trabaJOS rec1en es,
. .. (CT
P0d1do d" · • · líticas «pnnuttvas» ·
Cl •scuttrse la situación política real de orgamzac1ones P0
astres 1975 y 1981).
90 Franklin Pease G
·\'.
. · habría originado el «esta do incaico», ha sido estudiad
crórucas, se . R d •
que owe enom mo, «versión tJ>or
0
. autores 6 La lista de incas
d1versos · . h
ue
dard» es la q , con alguna altera ción, a 11 amos • en el cuadro 1 s an.
podemos modificarla en cuant o a los orden amien tos y elementos ,depero se.
'ón y encon trarem
, . d M cuadro II · s·1
parac1 , os enton ces la repre senta da en el
,
consideramos, además, qu~ el ~aracter ar~ue tlpico e aneo Cápac está
demostrado , no podemos mcluirlo e~ la ~ista comp leta que culmina con
Wiraqocha. Interesan entonces los siete incas ~ue aparecen en la men.
cionada lista desde Sinchi Roca , N.º 2, hasta Wlfaq ocha N. 8. Llama la 0

atención que figuren aquí siete incas, es decir representantes de siete


panacas y que, por otro lado, algunos croni stas nos permitan distinguir
entre Manco Cápac (Ayar Manco) y sus siete herm anos; por ejemplo,
Santa Cruz Pachacuti informa:

Dizen que aquel dicho palo que hauian dejado s (sic) el dicho Tunapa, estregán-
doles (sic) en las manos del dicho Apota mpo, se conbe rtió en oro ·fino en el
nacimiento de su desendiente, llamado Mancopacynca (sic), cuyos ermanos y
ermanas eran ~iete, llamados Ayarcachi, Ayaruchu, Ayaraoca ... 1 .

Sin dejar de lado el reconocido simbolismo del núme ro siete, no puede


olvidarse que en el área andin a tiene un presti gio secular, reflejado en
el culto .ª l~s estrellas denominadas Onco y (Pléy ades) , que son siete, Y
las referencias a los siete ojos de Imay mana , una de las formas de Wi·
raqocha O uno de los hijos de Wiraq ocha la divinidad ordenadora del
mundo más antigua del Cuzco 8 '
Sie~do las panacas grupos de. desce ndien tes de cada inca mencionado
en la bsta clásica o C'" . ad los meas
·
dadores» de cada u upac cuna, corre spond en en realid «fun·
.
eP6n1D10 [ na de e 11as, a un antep asado comú n fun dador Y
el que d
aparece co f ª nom bre] ; en realid
.
ad, cada uno de los' .
meas qu
e
nicas presemntºa ormador de una panac a es un símbo lo de ella. Las cró-
mayor» del I n un esquema inicia
· · ·
l de la panac a basad o en el «hennano
nea, el «hereder , . ~
por los cronistas o», segun los cnten os europ eos enunciados.
cesor' para así p,oqdue Jueda fuera de la panac a organ izada por su ante
tesco.
Por otro lad er 1ormar poste norm
·
ente un nuevo grupo de Paren·
I
o, e «segund d l ..
o» e os h11os 1 au·
qued aba convert'do
6

7 ase Rowe [1946] 19
Santa Cruz p 63; Rostworo k'
mujeres. Nótese achacuti [1613] 1879· ws I 1953; Zuidema [1967] 1989. . 1as
de los Ayar que denomina ... a . 240; curiosamente el autor no mencion a a 1.c
e · ,v, neo Cá '
. Molina (1575] pac al Ayar Manco 0 ortJ13 ""
sun• u 19 de las versiones
' rton 1988: 200 43·· 12; Lehmann N' pas·
· itsche 1928: 124; Tschudi 1918, I: 117 Y5-5.
Los últimos incas del Cuzco
91

toroáticamente en jefe de la pana ca fundada por el d


esto supone una sucesión indefinida de grupos dpre ecesor· De un
lado ' · · T b. , se b asa en que las panacas , tesco e paren . ,
p· _
nn
cipio d1scut1ble. am 1en ., . ' as1 suces ivas van
,
de la mano con los -tamb1en suce sivo s- incas que las •10rman En fin
·ó · d a d e las crónicas deJ· a ve
d anza · '
la propia vers1 n estan .· r a1go más· una
; .
dualidad entre e1 h IJO «mayor»· y ·el hijo «segundo» ' donde e1 u1timo
· • d e 1a orgamzac1ón parental de su padre s·
Je1e b
q uedab a como • m em ar-
ca un grup o d, e parentesc o autónomo , la orgamzac1 · .6n
go, siendo la pana .ó d • . .
tales grupos de parentes-
del Cuzco de b I . e a1ectar . a num eros . f11os de
men a
co, y no a ~na l1sta. continua_~ creciente,. co1!1o las crónicas presu
europeos.
consecuencia de la mtroducc10? d~ ,los cnte nos genealógicos
o que
En el n:iomen,t~ de la orgamza~1on -reo rgan izac ión- del Cuzc
debieron
señala el ciclo m1t1co de Pach acutt y la guerra con los Chancas,
(¿sinchi?,
existir siete panacas, cada una de ellas con su respectivo jefe
orden su-
¿anciano? ¿ama uta? ). Esta mos acostumbrados a ponerlas en
ema, y
cesivo, pero cabe la posibilidad, anunciada por Imbelloni y Zuid
ad de
apoyada por Duviols (véase cuad ro 3), de que se trate en realid
el tiem-
grupos contemporáneos, com o se acab a de indicar, los cuales en
ón del es- ·
po del Inca Pachacuti -ide ntifi cado como el de la organizaci
un nuevo
tado -- se trans form aron en doce. Esto significa en realidad
replantea-
ordenamiento del mun do, que presupone naturalmente · un
los mitos.
. miento de la imagen del pasa do explicado -jus tific ado- por
La propuesta de Duviols se basa en el texto de la Historia Natu
ral Y
es
Mora/, de las Indias del jesui ta José de Acosta; originado en aut?r
o Capac
previos (posiblemente Polo de Ond egar do), que coloca a Manc
n ,cuzc_o);
como antecesor .c omú n de ambos linajes (Urin Cuzco Y ~ana
an Sid~
allí aparecen ambas «dinastías» como paralelas, pues asi-- h~bn
de ~ue
ambas «parcialidades» cuzqueñas • Lo fundamental es exphcar
9
suceSIVOS
manera estos grupos cont emp orán eos fueron transformados ~n
el pa-
Yen qué momento. Se sabe que la mentalidad arcaic? conside_ra rd
sado como un todo hom ogén eo referido siempre a un. tiempo pnmo ial,
. . . . 1 elata do en las cos-
cto e inmu table , que es e r t·empo
onginano, etern o perfe . . , · trans porta n ese 1
, .' , ui·ble
mogoruas. El mito ' el nto y tambien e· 1 Juego 'bl h · , ndolo asi aseq
h d la creación
asta el presente perm iten que sea reversi e, acie I
tiempo de
al hombre. En el ~un do cuzqueño tal tiempo s~grado;s e : 1
-en realidad orde naci ón- del mun do ·por Wiraqoc a, esAyar Manco.
· · dad '10 y term ina con la fun d acion
esa d'1v1m , del Cuzco por on el sol en
Est do con
w·tragoch'b' a que c
on en el Cuzco
e héro e apar ece más relac iona escn ier
las versi. ones recogidas por los croms as . t que

-~---
9 Duviols 1980· 183 y ss

11
[1551) 1987: caps. 1 Y ·
, ' ·'io En la versió~ de Bet¡n zos, por ejemplo, véase Betanzos
Franklin Pea
92 se G. y
, d d l550 cuando empezó a escribirse la historia d
desde la deca a e ' e los
11
incas • • la aparició n -o definic ión- del aparato poi' .
Como ya se vio, , l . •treo
. Tawantinsuyu fue contemp oranea a a presenci a O expansió
fmal del el desarrol lo de una casta sacerdot al organizada E 11
del culto soIar Y
rupo
. . depositario de la sabt.d una , d. •
tra 1c1ona1, bº1en pudo · re ste.
re l1gtoso, .,
g
1 bora ción -reelab orac1o n- d e 1 mito . d
e
.
ongen, de la q
a11-
zar una e a ..
.á ltara la versión del lago T1t1caca, d.1st1nta . d
e la de los Aya
ue
.
qu1z resu . . · d · d. r,
en t al vers1 •ón había 1
una .preem1nenc1a notona e nt1, e1 10s sol de
. . 1os
incas. Como se vio antenor mente, Garctlas o no es el pnmero que señala
ta l r'"'n.lato ' sino que puede rastrears· ·
e hasta autores como el de la relación
anónima de un clérigo, atnb_u1da a C nsto · 'ba1 d; M o 1·1na o a
Bart?lomé
de Segovia, a Gómara y sus 1nf~rmantes,. etc. 1. . En esta elaboración se
mantenía la vinculación con el tiempo pnmord1 al.
Cualquiera que haya sido ta~ ~laborac i~n, lo cierto es que después
de la conquista española se mod1f1caron sename nte las normas para de-
finir el poder; con ello, se modificó la imagen de .Jos incas y se estableció
una genealogía que consider aba únicame nte a uno de los dos gobernan-
tes simultán~os del Tawantinsuyu. · ·
Frente a esta situación es como debemo s encarar el problema de la
organización y sucesión del poder entre los incas. Recuérdese que, en
los ·relatos de las crónicas, los primero s tiempos aparecen más cercanos
a una forma ·de behetría , mientras que los relatos de los últimos incas,
posterio~es ª·Pachacuti, proclam an una organiza ción distinta y hasta su-
gieren un •«huevo ,orden», resultad o de la victoria sobre los Chancas y
del gobierno ,del Inca Pachacuti. Ciertam ente, es posible que la panaca
del l~ca Wiraqocha haya sido prepond erante, y tal vez pueda decirse
con cierta seguridad que fue en realidad el núcleo básico del poderoso
g~po sacerdotal cuzqueño tradicion al, anterior al período «estatal» ini-
ciado por Pachacut1.· No solo , por la rivalidad que aparece
en la trad'1cion
·'
oral ~?tre Pachacuti Y Wiraqoc ha (luego veremos que tal rivalidad tiene
tamb1en otras exp1·1cac1ones · ) , atnbu1d
• • a a que el pnmero . era fun dador de

.11 Véase Betanzos ¡ • .


versión de tos A ' oc. cu.• Y Cieza de León [1550] 1985· caps. V y VI, donde la
.
Vuacocba yar está relac10· d .' . · • 1 ndo par
La ve - d
· rs16n e Sann· na a con la antenor creac1ón-ordenac16n de mu
cuatro mujeres] no
1 ~ento de Gamboa precisa: «A estos [los cuatro A Yar y susn
'd se es conoció p d
Produci os de la dicb
í
que s quet Viracochaa ventana
ª re m. madre más del que dicen que sa11ero · n y fuero
'aJI
h por mandato del Ticci Viracocha ' s dect
1947· 118) Ios abía c · d y ellos mesmo [ 72¡
no ·
·
• Una vérsión andina na ~ para ser señores» (Sarmient' boa 15
o de Gam CáPª'
tuvo padre conocido y f .P0stenor, la de Guarnan Poma señala que Manco ble[llª
aparte (Gu • ue mcestu '
12 aman Poma [161S]
19
. oso con su madre y esposa, pero éste es pro
Cf. Durand 1990. 36 - 81 (1980 I: 58).
.<.1u·01os incas del Cuzco 93
1,0SUJ

uevo orden» presidi do por Inti, mientr as el segund o rep b


un ~ -0 ordena miento , más relacio nado con Wiraq ocha -sáber esenta ~
0

el viedJote suele llevar el mismo nombr e de la divini dad- y esse que e


sacer li d . • ese sa-
I
dote quien aparec e en as stas e los cronist as como detenta do d 1
cerd r antes que el héroe. solar-I1nca Pachac uti. .r e
pae ,
Pachacuti es un termin o que. os autore s se detuvi eron a explicar. No
se empleó únic~ment~ ~ara design ar a uno de los incas (tambié n deno-
minado Pachacutec, si. bien se_ha anotad o qu~ es una nominación tardía).
Suele señalarse com~ traduc ciones del mencio nado términ o algunas que
son particularmente import antes:

[ha] habido otro~ muchos ?1ilagros y castigo s en ~l tiempo del Inga, no se escribe,
sino son los testigos 1~ ~a1da de los cerros y penas derrum badas y así se escribe
toda la suma, por eso el castigo de Dios le llaman Pachac uti -pacha -tierra - y
así algunos reyes fueron llamado s Pachac uti, y en esta vida como he/mos visto
el reventar del volcán y llover fuego del infierno y arena asolar una ciudad y su
comarca, y también se dice mílagro del temblo r de la tien:a y morir mucha
gente... 13 .

Una identificación de Pachac uti con catástr ofe, situaci ón de caos, etc.
Tal situación· coincide con la expues ta por otros cronistas: Pachacuti es
«El fin del mundo, o grande destrui ció_n pestile ncia, ruyna o pérdid a o
daño común», matiza ndo despué s:. Nina Pachac uti equiva le al fin del
14
mundo por fuego, Llocllaunu Pachac uti por el diluvio • El Inca Gar-
cilaso de la Vega hizo otras precisiones:

Al primer hijo que tuvo [el Inca Wiraqo cha] ... mandó en su testame nto que se
llamase Pachacútec {llamándose ~ntes Titu Manco Cápac) : es participio de pre-
sente; quiere dezir el que buelve o el que transto ma o trueca el mundo; dizen
por vía de refrán pácham cutin; quiere dezir el mundo se trueca, y por la mayor
Part~ lo dizen cuando las cosas grandes se truecan de bien en mal, y raras vezes
10 dizen cuando se truecan de mal en bien; porque dizen que más cierto es
trocarse de bien en mal que de mal en bien. Confor me al refrán, el Inca Vira-
cocha se havía de llamar Pachac útec, porque tuvo en pie su Imperio y lo trocó
de mal en bien, que por la rebelió n de los Chanca s y _p or la huida de su padre
se trocava de bien en mal. Empero , porque no le fue possible llamarse _assí,
¡rque todos sus reinos le llamaro n Viracoc ha desde que se le aparesc1 6 .la
15
antas~a, por esto dió al príncip e, su hereder o, el nombre Pachacútec ... ·
13
14 guarnan Poma [1615] 1936: 9495 0980 I : 68). . . .
Holguín [1608] 1952·· 270. Otras ·acepciones y amplias d1sc\J$1o nes sobre
los pachaOnzález
· ·
1s cuti en Bouyssse-Cassagne 1988
Garcilaso de la Vega [1609] 1943
Pan .ICUlar
I: 284. Visiblem ente se trata de una explicac
- o afirmó que v·rracoch ª
dªd0 que, a diferencia de los demás ~utores, Garcilas
ión
'

L
Franklin p ,
94 case G. Y.
. .,
La apancion a que se refiere Garcil y
aso es la misma que otr
. unciaron cuando Inca upanqm'. o sunple . os cron·
mente y is.
tas previos an
. .. d w· raqocha' recib10 . ., ·, d ,
una reve ac1on e caracter sola upan-
1
1
qm, h_ J.º el o~er del I~ca, como refieren los textos clásicamentr que le
transfin6 e P • 'b I d M 1- 16
. d
c1dos e ua 1 n de Betanzos o Cnsto
. a e o ma . Así es e1cono•
. solar que el Inca Pachacut1 prod uce. ' e ara 1
a
imagen d ·d d
La suCes
ión del poder no pu o estar revestt a e las caracte , .
. . . .
de uniformidad y orden que los cromstal_s. 1e as1gnlaro?' m siquieranst1cas
con la
organización de un ~ue~o esquema po 1t1co en os tiempos at~buidos a
Pachacuti. Tal orgamzac1ón presupone n~ solamente la centrahzación d
la autoridad, sino también la. estructuración de un nuevo sistema jurídi~
co, de un conjunto de normas que regulen n? sólo la actividad del mis-
mo, sino también las relaciones entre sus miembros. Por ello, los ero.
nistas, como Guarnan Poma, atribuyen a Tupa Inca Yupanqui, sucesor
de Pachacuti, la promulgación de una colección de «ordenanzas» legales,
presep.tadas a la manera de sus similares españolas. Como es obvio, tal
«ordenamiento legal» estaba organizado en y bajo esquemas míticos.
No se puede aceptar a priori que desde el tiempo del Inca Pachacuti
hubiera funcionado -<orn o tampoco antes - una transmisión del poder
«a la eur?pea», ·dinástica y patrilineal; pero sí puede verse una continui•

fue quien venció a los Chancas; no Pachacuti. A pesar de ello y de las implicaciones que
pudiera tener la modifi~ción, anotada y discutida muchas veces, lo interesante del párrafo
ant~~or es que precisa una definición de Pachacuti como catástrofe. . .
«e apai:tándose Ynga Yup~ngue de sus compañeros la noche que ~a la histo~a:
ha ~ntado dicen que se fue a cierta parte do ninguno de los suyos le viesen espacio
dos tiros de onda de la ciudad e que allí se puso en oración al hacedor de todas las ~
que el~os ·ll_aman Viracocha Pacha Yachachic y que estando en la oración (...) se cayo
adormido siendo venc1'dO d 1 - . a él eI v·rracocha en
figura de hombre y qu I d" e sueno y que estando en su sueño vmo
. 1 H"
e e 10: IJO no tengas pena que yo te enviaré el dta , que a bat~ª1
estuvieses con tus enem · . . (BetallZ05
[155l] 1987:
31 ss igos_ gente con que los desvarates e quedes v1cton~so». mediodía,
¿establece así su y .~-.Segun Betanzos, Inca Yupanqui (Pachacuti) venció al arición
tuvo ciertas caractconríd1t~16n de sol del día? En la versión de Cristóbal de Molina la_aptar aSil
padre Viracocha In e s 1cas solare . o· - yendo a v1s1
s. « icen que antes que fuese senor, . mpO que
llegó a una fuente 1 ~~~~: ~ ªba e~ ~acs~huana, _cinco leguas del Cuzco, ª\:;a fuente,
st
dentro de la cual vio una fi ;surpu9u1?, v10 caer una tabla de cristal en la ~el col()(!rill°.
della a lo alto le ü g ra de md10 en la forma siguiente: en la cabeza d sol 1~
'
unos y los otros· ysa en I
an tres ray .
os muy resplandesciente s a manera
d yos eI
e ra la cabeza
un llauto como Inca' os encuent de Ios das·' en
. ros brazos unas culebras enrosca i
1os tra1es. Y 1as ore1as ho d d 0 inca•·
y vestidos co I ra a as, y en ellas puestas unas oreJe· ras colll
. rnas, Y ,o
las espaldas otro león lmo bnca. Salíale la cabeza de un león por entre tas pite tro; yuo31
,os razosd l I parecían
manera de culebra que
d. h Ie tomaba ed cua abrazar el un hombro yeº sí visto . (
te o bulto y figura echó h . l . y que a rsu
e O alto de las espaldas a abaJO, llallló p0 (
nombre de dentro de la fu:nt~u ~n~a Yupanqui, y el bulto de la estatua 'ts temor, qu
yo soy el Sol vuestro pad ' dici~ndole: «Venid acá, hijo mío, no teng
re ... » (Molina f1575l 1943: 21).
1.,os últimos incas del Cuzco
95

dad más clara entre los gobernantes. El problema es que , Jus • t


amente
desde aquellos momentos de los relatos de las crónicas pueden d .
· · '
11amense a vertuse
· d o (Rostworowski), dualidad.
nuevas situaciones, ,correina 0
Desd~ 1953, en que Mana R~stworowski de Díez Canseco publicó
su estudio sobre el Inca Pachacuti
. · se ha visto la i·nst't
y su época, .
i UCl6n
del correinado entre los inca_s como una posible solución a parte del
Problema planteado por el. sistema sucesorio. Sin embargo , la m·IBma
autora reconoce 9ue ese sistema sólo ~~tuaría en el proceso sucesorio
del Inca Pacha~uti, y no en otr?s casos . El correinado en este caso no
supone en reahdad una here?cia de ~adre a hijo, sin embargo. Dado el
carácter de antep~sado comun qu~ tiene el fundador de la panaca, los
miembros de la misma so? en realidad descendientes suyos, de la misma
manera que todo nuevo Jefe de la p~naca reemplaza al fundador, ocu-
pando su lugar de antepasado y posiblemente con su mismo nombre,
que designa el cargo. En este sentido, son hijos de Pachacuti tanto Ama-
ro Yupanqui -confundido a veces con Inca Yupanqui- como Tupa
Inca, los dos correinantes estudiados por la autora mencionada.

Correinado, dualidad y sucesión

El correinado supone que se trata en realidad de un proceso selectivo


que permite la designación del sucesor más idóneo. Sin embargo, los dos
correinantes de Pachacuti dejan entrever un conflicto, que podría ser
identificado, por ejemplo, como una situación tensa entre dos sectores
de la élite cuzqueña, el religioso tradicional representado por Wiraqo~ha
el Inca, y el ·nuevo sector, identificado con el sol y con la nueva admi-
nistración que desde la victoria de Pachacuti predominó sobre el anterior .
. Podría plantearse el problema en otros términos, si se parte del su-
puesto de que la organización del Tawantinsuyu suponía un dualismo en
el poder, como se puede apreciar a nivel de parcialidad, ayllu y etnia,
en diferentes organizaciones étnicas, por ejemplo entre los Lupaqa de
Chucuito, gracias a las informaciones proporcionadas por la visita que 18
realizara a aquella provincia colonial Ga-:-ci Díez de San Mi~u~l en 1567 •
Allí puede apreciarse cómo la propia etnia y cada parciahdad _de ella,
cada «pueblo» o «cabecera», tiene un curaca hanan Y otro unn. Estª
dualidad ha sido bastante divulgada desde la aparición de la doc~men-
tación aludida y ha podido encontrarse en otros muchos casos. Si cada

11 R .
18
ostworowski 1953: 230 y ss., 244 y ss. nización
d Díez de San Miguel (1567) 1964: 37, 114, 119, 121, 140, etc.; sobre la orga
ual en Juli, por ejemplo.
96 Franklin p
ease G. t
«mitad» tiene un curaca, ~odría pensarse en un dualismo similar
las dos «mitades» del propio Cuzco. Puede pensarse, asimismo Para
redominio de hanan está identificado con el Inca de ese sector' que el
P . . 1 , o que
más bien, se trata de una preeminencia estructura . Hanan muestr . ,
. b . , d . . a s1em.
P re preeminencia so re uno, asi como en sus enom1naciones sim•l1
· ·
Entre otras denommac1ones, puede sena - larse a 11auca-ic
· hoq, donde
· ares·
. . da; en o t ro caso muy conoCI"do, uma-urco a re- 1
lación es derecha-12quier
ca la cercanía al agua (zona m ás hume , da y ca'l"d
i a en el altiplano == ,umar- )
mientras que la otra es más alta y fría = urcu); así, Umasuyu pued:~,
toda la ribera del Titicaca y las de los ríos, como el propio Desaguaderor
mientras que Urcusuyu es la zona más alta y fría. La dualidad se pre:
senta como arriba-abajo, derecha-izquierda, dentro-fuera, cerca-lejos,
húmedo-seco, etc.
Es difícil llegar a establecer concretamente todas las funciones que la
dualidad tenía en los Andes; donde es más visible es en la reciprocidad,
como se pudo apreciar anteriormente (cap. 1). Ello permite comprender
por qué los curacas de Hanansaya y Urinsaya eran claramente comple-
mentarios en cualquier organización étnica andina y, por cierto, en los
niveles internos de la misma. Los curacas de ambas «mitades» participa-
ban en el gobierno y, en las informaciones de los primeros años de la
presencia española, los curacas de mitades así documentados pertenecían
generalmente al mismo grupo de edad. Ello hace pensar que podría
existir un régimen que permitía el nombramiento de los dos curacas en
forma simultánea a la falta de uno de los curacas previos.
Las propias crónicas presentan información que muestra cómo puede
entenderse la existencia de dos incas simultáneos, uno hanan y otro urin.
Por ejemplo, en la obra de Pedro Sarmiento de Gamboa, puede ras-
trearse una forma de sucesión que hace ver una posibilidad interesante:
cada Inca ha nombrado un sucesor que no llega a hacerse cargo_ del
poder, tal sucesor designado se enfrenta a un rival de su mismo mvel,
el cual vence.
Según la versión de Sarmiento de Gamboa Pachacuti designa a Inca
Urcon, «y como fuese ya muy viejo nombró ~or sucesor del ingazgo ª
Inca Urco[n) su hijo bastardo» ambos huyen del Cuzco «por miedo de
los chancas». Inca Urcon combate ' --compite- con Pachacut1· a ralZ , del
conflicto con los Chancas y termina muriendo en un combate con las
tr~pas d~ Pachacu~i. Este, a su vez, designará a Amaro Topa Inga,;
qmen «h~o renunciar» en favor de Tupa Inga Yupanqui, «mandó 1 !.ª~s·
[Pacha~uti) sus deudos de los aillos de Hanancuzco y Urincuzco YdtJ~1 ·
-¡Amigos
. y panen· tes mios!
, Ya como veis soy muy vieJO, . • y quiero
dejaros. quien despues , de mis . días' os gobierne' y defienda de uestros
v ·
enemigos. Y dado que algunos [años] ha que nombré por mi sucesor ª
Los últimos incas del Cuzc o
97
rni hiJ. 0 mayor. legítimo Am aro Top a Inga no me parece
cumple para gobema r tan grand e sen_ono , '
... Y lueg
que es e1 que
, o diJ·o que b
Por inga y sucesor suy o a su
h.. T
IJO opa Inga » a quie nom raba
n hi·zo
Tupa Inca Yupanqm. hizo . ' reconoc
.,. a su
d. vez una desi
. gna ción y al de • d Ser·
miento ' la camb10. ,
«otr os icen que al tiempo de su muertc1r e ar-
, ,
tiempo ~ntes hab1~ nm_nb~ado por_sucesor a un .. e o a1gun
htJO suyo bastardo, lla-
rnado Capac G~a n», s1 bien _se -~fi ~a que ante
s de morir explicó: «Yo
nombro por m1 suces~r, a m1 h110 Tito Cusi Gua
lpa [Guayna Cápac]».
Antes de tom ar poses1on, Hua yna Cápac debió
afrontar un conato d
sublevación para entr oniz ar a Cáp ac Gua ri, el cual
fue desterrado. Mien~
tras Huayna Cápac esta ba fuer a del Cuzco, esco
ndido, fueron vencidos
los sublevados, tras lo cual entr ó en la ciudad
y fue Inca. Finalmente
Huayna Cápac designó a Nin an Cuyochi, quien
murió, y después paree;
haber hecho lo pro pio con Huáscar . Qui en resu
ltó siendo Inca fue Ata-
bualpa, como sabemos 19 .
Si bien luego explicaré el con junt o de datos de
este último asunto,
la línea general de la información de Sarmient
o de Gamboa permite
apreciar una situación singular: siempre hay, de
una u otra forma, al
menos dos candidatos, que compiten o pelean abie
rtamente . Así, podría
decirse que los incas han an: Wiraqocha , Pachacu
ti, Topa Inca, Huayna
Cápac y Atahualpa viven fuer a del Cuzco, con
quistando, por ejemplo,
mientras que los incas urin: Inca Urc on, Amaru
Yupanqui, Cápac Guari
y Huáscar, se identificarían más con el Cuzco,
lo cual es evidente en el
caso de Huáscar, que luego se trat ará. Los prim
eros resultan vencedores
siempre, como ya se hab ía anunciado, y los últim
os perdedores, tal como
ocurría en el ritual de la mue rte del Inca , ya men
cionado, que Betanzos
describió como la fiesta de Purucaya.
1 Obviamente, pod ría argumentarse que las afirm
aciones de ~os cr~ni~-
f tas en este sentido deb en entenderse como una
forma de exphcar h1sto-
¡ ricamente tales informaciones a sus lectores euro
peos. Es verdad que en
la propia información de los cronistas acerca de
la situación a la muerte
de Pachacuti, Tup a Inca es claramente hanan,
en el sentido de que es
visiblemente un militar victorioso que conquista,
mientras que a Amaru
se le relacionaría mas fácilmente con un sector
productivo, vinculado ª
10 religioso (sus chacras son las únic
as que producen en tiempos _d~ se-
quía). Tupa Inca se vería como guerrero, opuesto
a un Amaru rehgioso ,
al que los cronistas relacionan con el culto solar 20
• Per o podría p~nsars~,
también, en una posibilidad diferente: la caracter
izada por la exiSlencia

: Sarmiento de Gam boa [1572) 1947: 160, 181,


204, 234-235 , 249-~51. f (1 lS?9:
Rostworowski 1953· 236- Peas e 1967· 131 132;
282-283. . Santa Cruz Pac acu 1' 6131
' . '
98 Franklin Pe
ase o. y
de una guerra ritual para acceder al poder , al ganador d l .
considera hanan. Esto resulta particularmente interesante ; . ª cual se
da, de un lado, la información proporcionada por Betan~o; se recuer.
un combate ritual entre gente de hanan y de urin Cuzco do ~cerca de
declararse por vencidos los de urin y vencedores los de 'han: e21debfan
otro lado, la existencia de batallas rituales en los Andes am ni' Y, de
documentadas en la etnografía moderna. Si se recuerda lo 'ante~ iamente
mencionado acerca de que las informaciones que las crónic~o~en te
O
sobre las conquistas incaicas. podían ser entend idas como prod ecen
. I d conqmsta, se apreciará que no sería extraucto-.del
.
relato de un ntua e
pensar que similar situación pudie ra presentarse en los relatos qJagan te
.h d . , e escu-
charon d1c os autores acerca e 1aI suces1on ,al·1poder . Es sabido que e1
. 1& l . . d
re1ato ntua , 1ormu ano, es partlcu armente utI para la conservacióne
.
Ia memona ora . 1Lo ·
mteresante es que puede hablarse más clarame t
de una _guerra ritual como una parte -quiz á la totali dad- del esque~:
sucesono.

Los relatos de las crónicas

Si bien las crónicas proporcionaron mucha información acerca de di-


versos momentos del acceso al poder , donde destaca el de la sucesión
de Pachacuti, que permitió a Rostworowski la propuesta del correinado,
es en la sucesión de Huayna Cápac cuando los relatos de los cronistas
adquieren mayor riqueza, especialmente a raíz de la aparición de un
nuevo manuscrito de la Suma y narración de los Incas de Juan Díez de
Betanzos.
Las informaciones de los cronistas confirman la existencia de un ritual
para designar al Inca. Ello se refleja , ciertamente , en los propios con-
flictos que se encuentran a la muert e de cada Inca y que, obvi~mente,
los cronistas entendieron (y explicaron a sus lectores) como plei~os ?1°·
tivados por la competencia entre grupos distintos por el poder, nvabda-
des entre panacas, etc. Por ejemplo, Sarmiento de Gamboa relató que,
al morir Pachacuti, «diputaron dos orejones que guardasen el cueJº'
para que nadie entrase ni saliese a dar nueva de su muerte ha ª la ~r :;.
st
que se había de dar ...» • Esto podría vincularse, de un _lado, ª ªque
22

tuación conflictiva entre panacas, pero también puede expbcarse por


la muerte del Inca se encuadra dentro de un ritual.

21
Véase supra, capítulo anterior y nota 49.
22
Sarmiento de Gamboa (1572) 1947: 221.
LOS últimos incas del Cuzco

99
Para explicar esto se dispone de una important . f .
os
tanz ' el cual indic a que Pach acuti estableció -ene m ormación de Be-
tipo igual a Manco e,apac - un ntua . l específico cuanto
que d b' nuevo arque-
ta muerte del Inca. El mismo -Pur ucay a- se celeb ,e 1ª ce~ebrarse
a
al morir dicho Inca, segú n Betan zos, pero el propio reo P~r P~m~ra vez
.
vio celebrarse nuevamente ta1 ntua
. l a la muerte de Paromsta mdica que
b . . , . 11
diente de los incas que so rev1v10 a la mvasión espan-u0 u 1nea E ' deseen-
1
de Betanzos, Pach acutl· ha b'1a mandado que a su muerte:ª· n el relato

le hiciesen una fiesta a la cual llamó y mand ó que se llama p


... . 1 . d' se urucaya en la
cual fiesta saliesen e pnme r ia a la plaza cuatro homb res vest·d
vestimentas de pluma s y 1os gesto s con much as pintur as y otras 1 os con unas
t
las vestimentas de estos fuese n hecha s de tal mane ra que de nadi'eunfuuras y que
23
cidos y a todos fuese n espan tabl~s y es verda d que yo ví hacer esen cono-
esta fiesta en
la ciudad del Cuzco dond e a un ano que Paulo murió por él y
, estos ho b
ansí di~frazad os mas me paresc1e~on fi1~ras 24 en s~ traje y cosas
. m res
que hacían
demomos que no de perso nas m de angel es del cielo y volvie
ndo a nuestra
historia mand ó que estos cuatr o homb res trujes en atada s a las
cinturas unas
cuerdas largas hecha s de oro y lana fina y que trujes e casa uno
destos diez
mujeres consigo vestid as y adorn adas de vestiduras preciadas y
estas mujeres
viniesen asidas de la cuerd a que cada uno dellos traía atada a la
cintura y que
los dos destos estuv iesen a la una parte de la plaza y los otros
a la otra 25
apartados los unos de los otros algún tanto y que cada uno destos
trujese un
muchacho y una much acha consigo los cuales le trujesen en medio
y que la
muchacha trajes e a cuesta s un costal ejo de coca el cual costal fuese
y había de
ser de oro o plata y que el much acho trujes e unos ayllos 26 en las
manos lo cual
fuese arrast rando por el suelo y que cada uno de aquellos cuatro
anduviese
haciendo visajes a una parte y a otra por la plaza y las diez mujer
es estando en
un lugar queda s tenien do el corde l en su mano con que el disfrazado
anda atado
y cuando fuese un trech o dellas el disfrazado que largasen parte
del cordel el
que a ellas les parec iese y cuand o anduv iese para atrás hacia ellas
que cogiesen
el cordel y que la much acha que la coca llevase que [~e] cuando
en cuand~ le
metiese coca ella en la boca sacán dola de aquel costalejo de oro o
plata Y mien-

n Puede entend ·
erse esto dada la mform ac1'6n frecuente en las crónicas acerca de que
el tejido y el peinado identificaban a los pobladores de diferentes grupos ; .
24
etmcos .
«los persona1es
.
que representan los comed'1antes», Covarrubias 1987: 593b.
is
Es decir, dos en el sector hanan Y dos en el unn. .
26
Especie de boleadora compuesta de tres ramales tej~dos, c~.:
d
finalizaba en una bola de piedra o metal recubierta por el mismo teJt to, «de
O
de los cuales
_u\abrán de saber
los dos cabos
que este ayllo es una cordezuela hecha en tn'ángulO Y en las dos punas . y ansí
están atadas en cada una dellas una pelota del gordor de una na~ania s de redonda y en
piedra de metal
la otra punta del otro ramal otra ni más ni menos las cuales son e~ ªen t,·rar
tráenla en el
Y[se] asen de la una bola y cuelgan las dos abªJº •
Y cu
ando 1as quier
[1551]
a.ire b'1en ans1, como cuando • tuar
· una honda · · ·» Betanzos 1987: 146.
uno qmere
100 Franklin Pease G
. Y.
tras él anduviese haciendo estos visajes que esta muchacha fuese a saltico .
a un lado del llevando un palillo en las manos y amagándole con él comºCilios
se lo quería tirar so bra<;o y el muchachu elo ansí mismo fuese descendiendo que
el suelo aquella cordezuela y ayllo que le servía con él y con las demás O l>Or
. . . ·t·
1car la voluntad de armas
cuando ansí peleaban ( ... ) las diez mu1eres d'
icen sigm
.
señor que si la voluntad (?) le daba larga de la cuerd a con que le tenía aquel t do
que hacía como hombre suelto y si le tiraba della que no hacía cosa más de ~a
le daba larga de cuerda diciendo que la voluntad tenía atado al hombre y e mt0
. .
cansados que saliesen de la_ plaza y que 1uego h_1c1esen gr~n lla~to en ella porsosel
nuevo señor y los demás senores y la demás gente que alb estuviese y esto hecho
que saliesen dos escuadron es de gente de guerra uno de la gente de Hanan c\17.CO
y otros de Hurin Cuzco y que el un escuadró n saliese por la una parte de la
plaza y el otro por la otra y que batallasen y que se mostrasen vencidos los dt
la gente de Hurin Cuzco y vencedores los de Hanan Cuzco significando las gue.
rras que el señor tuvo en su vida y que esto acabado su llanto todos los señores
del Cuzco asidos por las manos en el cual llanto en el cual llanto dijesen en alta
voz y relatasen sus victorias y grandezas y esto acabado que saliesen otros dos
escuadrones de mujeres vestidas como hombres encima de sus mesmos vestidos
y en las cabezas ansí mismo las ataduras de hombre y que ansí mesmo trujeseo
en la cabeza unos plumajes y que el un escuadrón de mujeres trujesen unos
paveses 27 y el otro unas alabardas altas en las manos y que anduviesen estas
mujeres en torno de la plaza a cierto paso moderado a manera de sus bailes
entre las cuales fuesen algunos hombres los cuales llevasen unas hondas en las
manos como varones .. . 28 •

Al margen de la propia interpretación que el cronista incluyóyJ nal


del texto aludido, debe considerarse que, inicialmente, se presenta una
clara división hanan-urin, acerca de la cual se continúa informando en
el texto, hasta dar cuenta de la batalla ritual ocurrida a la muerte del
Inca, en la que urin debe ser ven~ido por hanan. De otro lado, la propia
·~ .
m1.onnac 16n del texto hace saber que cuatro hombres deben safula ª
plaza al inicio del rito. Ellos así como las cuatro pare1· as de mucbac~os

que postenor mente aparecen' estarían relacionados con la organjzactÓO·
'
del Cuzco Y del mundo en cuatro
• •
Por otra parte cada uno de los pn·

meros cuatro badanne s trae consigo a diez mu1· eres' asidas por una .cuer·.
d a a tª.da a su Cintura;
· el número es exacto y no podría dar una U1ter
pretac16n acerca de su significado.

21 p és E . , en ti
av · (( specie d_e escudo largo que ocultaba el cuerpo del soldado Yrecib1a
tiellll'°5 ~
los golpes de los enemigos ( .. .) En Castilla se usaron los paveses basta tos ()(IOS, q~
nuestros abuelos( ... ). Hubo en España una ceremonia en tiempo de los reyes gl reill"···'
para cor~narlos los llevaban sobre unos paveses en ombros de los grandes de
Covarrubias 1987: 857.
28
Betanzos (1551) 1987: 146-147.
LOS últimos incas del Cuzco
101
Finalmente, requiere alguna explicación el hecho d
aludido, se mencion e la aparición de dos «escuade que, al final del
texto rones de m ·
vestidas como hombres, con paveses [escudos] y alabardas en UJ~res»
las cuales aparecen algunos hombres con hondas com ' medio de
. "ó
ista aventura una expl1cac1 n europea: ello significa q o varones El e
· . ro-
º·elo. Pero en realidad los elemento s indicados del rituaulet· e1 1nea iba al
et
muy posiblemente, con 1a estructur a. social del Cuzco 29 1enen
A,
que ver
. '
"f" d ·
de sucesión, «escem 1ca o», como dice el cronista a la m rt d · SI, e1 ntual
,
Inca inclma claramen te un comb ate ntual . ue e e un
donde los de hanan ,
'
siempre. l · "ó d A venetan
Tal es_ a s1tuac1 n e tahualpa , vencedor, en tanto Inca ha-
nan, como se vio.
Otro cronista, un clérigo anónimo al cual se atribuyeron los nomb
.
de Cristóbal de Mo l1na Y tamb"1en , d
e Bartolomé de Segovia, de recono- res
cidos conocimientos s?bre los Andes en los primeros tiempos, informa
asimismo acerca del ntual que pudo conocer, realizado al momento de
morir Paullu Inca. Lo interpret ó, sin embargo , muy a la manera euro-
pea, como una defensa para impedir que los enemigos se apoderaran de
la «casa del señor» 30 • Clarame nte, en textos como el mencionado se
relacionaba situaciones de este tipo con pugnas por el poder, pero tam-
bién podían pensarse como parte de actividades rituales como las men-
cionadas en el largo texto de Betanzos, anteriormente_mencionado.
Las crónicas informar on que había mecanismos que permitían la de-
signación del o de los posibles sucesores. Rostworowski pensó que tal
designación estaba vinculada a la institución del correinado, pero ésta
sólo se ve clara en lo que se refiere a la sucesión de Pachacuti. En
cambio, las informaciones tomadas previamente de Sarmiento de Gam-
boa, permitieron delinear un esquema que sirve también para entender

29
Habrá que estudiar, por ejemplo, la relación de este rito con ,las da_n~s Y represen- .
taciones escénicas de la población andina durante la colonia, y aún supery1V1entes en nues-
tros días. Este es un tema importante y amplísimo por sí solo. ,
30
«Quiero poner aquí una cosa que hicieron todos los naturales del Cuzco el día ~e
su muerte [de Paullu], por ser cosa notable y de buena disciplina Y ejemplo. Como supie-
ron que había expirado todos los indios de guerra, vecinos al Cuzco, con tod~ sus armas
de flechas y ' , en 1a guerra se subieron a 1as
lanzas y porras cada uno con lo que servia • al
"'"''"~ d · ' , enruna· de todos
...._ el dicho Inca Paulo y la cercaron toda y se poruan odlos tos mo-Y
Paredes, apoderándose de ella y dando grandes voces Y grita, alle nde que t os 1os_ n
rad - á allí se estuVIero
ores del Cuzco lloraban a voz en gn·to· éstos se senalaron ms Y d por
gu dan ' . pregunta os que
ar do la casa del dicho Paulo Inca hasta que le enterraron, Y rí h ta cua-
qué h b'
a •ao ocurrido allí aquellos indios de guerra en aque1 tºiempo' que se anrí asf señor
trOcie t . . .
n os o qulillentos diJeron que era costumbre de I CuzcO que
.
cuando mo a e
. la casa del
nat_ural, porque ' · álgu'n urano en
con la. alteración de la novedad no se metiese Anónimo í1552-591
J
~~~~ ~ enseñorease de la mujer e hijos del señor Y los matase ... »
9
102 FrankJ'in Peasc G
.y
la existencia de un conflicto ritualmente necesario. Los eronistas . ·
· · ,, ·
maron claramente que ta l d es1gnac1on no bastaba para i tnfor.
gobierno, puede decirse que se requería el apoyo de det:co~rarse al
·
tores de la e"l.1te, pero sob re t o d o era 1mpresc1n · d.b rminados _sec.
1 le el respald O
de la divinidad y, ciertamente, la realización de los rituales definitivo
dición establecía. que la tra.
La influencia de la élite ya había sido resaltada por Riva A ..
1910 y Valcárcel afirmó que la corte del Cuzco era quien tenía 1f~ro_en
31
a elegir una vez que desaparecía un Inca ; pero, en realidad pción
debía ser suficiente, dados los antecedentes mostrados. En los' eSío no
. T I . l casos de
Amaru Y upanqu1 y upa nea, se aprecia c aramente la designac·ó 1
el Inca anterior en las informacion es de las crónicas 32 • Cuando sent por
de nom b rar al u,, ltimo,
. .
Sarm1ento .
d e G am b oa incluye la descripció rata
d
una ceremonia en la cual Pachacuti nombra sucesor delante «de los e
·
. d eu d os d e H anancuzco y H unncuzco», ngas
t
mis y el cronista hace aparee
el hecho como una imposición del gobernante; pero, dadas las circun:~
tandas ya explicadas del contexto ritual existente, puede pensarse en una
situación diversa y que el cronista está interpretándo la de acuerdo con
modelos europeos 33 . _
La figura del correinado podría sugerir que el sucesor debía ser ne-
cesariamente hijo del Inca que lo precedía, pero no siempre funcionaba
así, considerando lo ya explicado sobre la situación del Inca como ante-
pasado simbólico de su panaca. Algunas veces puede verse en las cró-
nicas que un pretendiente «bastardo» o que no era «hijo del rey» trata
de apoderarse del poder, lo cual hace presumir que el acceso a éste les
estaba permitido a quienes no tenían «derecho», siempre que una fuerza
o prestigio suficiente los amparase; tal sería el caso del prestigio sagrado

Riva-Agüero 1910: 113 y ss., 1937: Ieee. VIII; Valcárcel 1933: 80: Tanto _Riv~Agü:;
31

ro como Imbelloni (1946: 49-50), mencionaron el problema del cambio de dmastía, Y


segundo planteó la confusión posible de los incas de la llamada «segunda dinastía» con ~
de la primera. Es indudablemente difícil creer la versión «oficial» (atribuida al mun °
oficial incaico) de los cronistas acerca de que cada Inca estableció una panaca nueva/:
grupo de parentesco); sobre este asunto las crónicas añaden que, al formarla, ca~~en
nd0 un r; para
confería el mando de la propia al segundo de sus hijos [se está entendie
de filiación y derecho hereditario europeo], puesto que el «mayor» quedaba r~~e~~a ser
«heredar» el poder y, con él, el derecho a fundar una nueva panaca. _Es I mundo
asimilado a las normas occidentales de acceso al poder, pero no encaJa en e
andino. . 1613) ¡879:
32
Véase, por ejemplo, Las Casas 1939: 148 y ss.; Santa Cruz Pachacutl [ \
281; Garcil~o de la Vega (1609) 1943, 11: 31 y ss. . . udo hacer 1'
33
Sarrn_1ento ~e Ga~~oa (1572) 1947: 205-206; tal tip~ de mformac~:t:que era la
pensar a R1va Aguero s1 bien no cita expresamente a Sarrmento en eS te P.
élite o, al menos, un sector de ella, la que imponía a Tupa Inca Yupanqui
-
LOS últimos incas del Cuzc o 103

Ve niente de un ritu al .adivinatorio. A última hora, era v·181'bl


pro stas que tales pretendientes 1rre . e en las
. 'ormaciones de los crom d" gula re
101' s no eran
hermanos» del con ten 1ente, salvo en el sentido d
t:d¿ ~:s :e:a n -~iem-
bros de Ja misma g~n~ración en una pan aca 34_ En 1regimen
llam ar «he rma nos» a los miem b d '
arentesco perm1t1a. Itura » generacional q ros e una .panaca
de P ma «a
estuvieran a la mis O ue pertenecier
qUe d.
es de un ante pasa do· el asu t an a
·gual rango de deseen 1ent 1· . . ' n o es más com -
J •
s no se rea ice una may or mve sttga ción acer e d
pleJ·0 ' mientraºd d I · C 11 y Cay ao ª
3s_ e 1os sec-
tores recon~c1 os e as panacas . o ana , Pay an
Las crómcas pres enta ron clar ame nte,, el correinado de Am aru y upan-
.
P hacu t 1, no as1 el. de Huayna Cápac con Tupa
qui y Tupa Inea con.. ac . . . _t
Inca, como .ya se dIJO; se 1ns1ste en las mformaciones de los croms as
.6 d H era aún muy jove n, y ello
que este últ1m~ mun c~an o uay na ~áp ac
explica por que un cron ista com o Sarmient o de Gamboa requirió expli'-
. d d. 36
se aprecia una si-
car el nombram1~nto e ~n «coa Jutor» . Tampoco
:I
tuación co~ o la del co,rre1nado con nombramient
o de Ninan Cuyochi ,
rádicamente .
designado Junto a Hua scar , y que solo aparece espo
al ya mencionado
Así, el correiriado es discutible en casos distintos
en los demás casos
de Amaru Yupanqui y Tup a Inca. Lo que sí funciona
ser el Inca hanan, 0
es la designación del sucesor, aun que no llegue a
ue, como ya se in-
de probables sucesores por el Inca gobernante, aunq
s del Inca y de la
dicó, no pueda pensarse que estos fueran siempre hijo
cronistas; el caso de
Coya, su mujer y herm ana como la retr atar on los
yna Cápac en los
Cápac Guari, quien dirigió un alzamiento contra Hua
vo motivado, dicen,
primeros momentos del gobierno de este último estu
o sucesor a pesar de
porque antes de mor ir Tup a Inca lo habría designad
37
no ser hijo de la Coya •
figura política.
No puede considerarse al Inca únicamente como una

,>i
~,1
,,,1-
~
oJ~ 34
35
Cf. Sarmiento de Gam boa [15721 1947: 236, 238;
Sobre estos términos véase Zuid ema 1964, y Row
Murú a [1616) 1962,
e 1981 y 1985.
1: 70-72.

a es altamente confusa e?_ las


Sarmiento de Gam b~a [1572] 1947: 238. Esta figur
36
tipo de documentos, como las vi~itas
bi-11 crónicas e informaciones prop orcio nada s por otro
es en el caso de los Lupaca v~cmos
t coloniales. Cuando se trata de grup os étnicos, como
ipales, Martín Cari Y Ma_rtín ~si, q~~
~f al Lago Titicaca, se ve que los dos curacas princ
el [1567) 1964), habian sido_de~dig
~·~ figuran en el momento de ·la visita (Díe z de San Migu p d Cut' bo que babia. s1 o
im • .
~I nados «muy Jóven • es» por lo cual un «ayo» o «tuto r», e ro , un preshg10. ex-
'
«g bemador» por la mino ría de edad de los mencionados curacas, tema n proporcionar
o . podía
jl, cenr. a1 Y era llamado a decla rar cuan do los curacas Jóvenes no
. ,.,..,on 1964 -) R t
ién Murra
Inform ación. (Véase adem ás Murr a 1975· cap. 7 y tamb 86 1951 357 Yss; os -
oa [15 ]
Sarmiento de Gam boa [1572) ·1947: 238; Cabello Balb
:~I
37 =

Worowski 1953: 244.

1
...

104

El 1llJ
••0
del sol for ma ba un. .pun) to esp eci al de com
ren o; era un centro del mundo
Fran klin Pe

unicación entre 1
os
ase G. Y.
l~ Irj
dos cel est e (m ora da d1v1na y f'ter p
. camente. or est a Tazón .
/'
J,
mu n I 1s1
. •ente , así com o el Cu zco o era b. , d , e1fuga ~
v1v1
don de se hal lab a el I~c a er~ ta? Idie ;
sa: ;a_ od su¡ re~ nc ia lo transro/ I'
l Cena eT u~ pam pa, donde ~ I
ma ba, y est o se apre,c1a en 1 ~ ,c1ud a dno ,.
ed u~ ~- dum1parnpa era uncen
estableció Hu ayn a Ca pac , a e~~n ose1·iza a s1gu1en o modelos cuzq . .·
I

rea ¡'
tro ade má s po r su construcc1on uenos ;
' ya indica ' mos? per o la resd1 e nTc1. a d e I .I nea est~vo a punto de trans.
"d
'J
que
r cen tro e 1 awant1nsuyu. 810 embargo no U ,
re el Cu zco y Quito, de la ~~
forma rla en el pn me ;

}
a realizarse la división del «im per io» ent
e_ba de ello ~~ que a pesar de la
hab lar on tan t~s vec es los cr~ ~is tas , pru ..
na qu e part1C1paban en la adm·-
reb elió n de rm em bro s de la eli te cuz que
y

ión y pel eab an en el ejé rci to de Hu ayn a Cá pac en la región -~1 j


nistrac
hab ló, las miradas no se alejaron )
nor te de Tu mi pam pa, de la cua l ya se
doc um ent os conocidos abundan ~
del Cu zco anc est ral . La s cró nic as y los
inc lus o el int ent o de envenena-
aqu í en inf orm aci one s qu e me nci ona ban
j.

nto de Hu ayn a Cá pac , pos ibl em ent e rel aci ona do con la decisión de ¡Í
mie 38
ret orn ar al Cu zco .
des ign ó a ningún correinante,
Pró xim o a mo rir, Hu ayn a Cá pac no
J
ant es de él. Tampoco está cJaro
com o par ece hab erl o hec ho Pac hac uti
!l
má s, pue de afirmarse, siguiendo
que hub ier a des ign ado «he red ero ». A lo
~
,
inf orm aci one s de las cró nic as, qu e Hu ásc ar hab ía sido «designado» ..
las
ern ar el Cu zco en aus enc ia del Inc a. La s crónicas afirman que
par a gob ¡,
e Hu ayn a Cá pac abandonara el
tal designación fue rea liz ada ant es qu
e con tra dic e otras de las mismas
Cuzco, per o est a es una inf orm aci ón qu
la ant eri or propuesta que ex-
obr as; pod ría inf eri rse -d e acu erd o con
sa la dua lid ad del In ca - que Hu ásc ar hab ría sido designado como
pre
cos a que los cro nis tas dif ícil me nte pod ían entender y me~_os
ínca uri n,
el Cu zco y no salir con los eJe~-
aún explicar. Po r ello deb ió qu eda r en
qui teñ as. En est o, en su presenoa
citos de Hu ayn a Cá pac a las cam pañ as
e~ ~l Cuzco y en su rel aci ón con las gua
cas y el mu ndo s~grad? -co:~
en el cas o de Hu ásc ar, com o lue go ve rem os- se identifica e
fhc tiva

· lacionado
Js E . · .-, · · tal hec ho pud o esta r re -
n 1a pnm era vers1on de• este trab ajo , adm ití que · os mom entos
. · do
con aq ueUos gru pos que apa reci ero n «ah ado s» con los esp año les en los pnmer 00
pu
1971 y 1974). Hoy pienso que tal alian za . tt'
de la _conquista (véase Esp inoz a Sor iano cJal~ d~o
real men te, al men os en la form a com o la pre sen taro n los cronistas Ynespe los
ocu mr , . mas son doc ume nto s pro bato nos · , e . CUill""'\l!lil
las pro banzas · eorno se sa be, las ulti r
.
enta · t . te . nc1. onado que sus tesugos. •ap<>
mte . tos
mte resa do pres un m erro gat ono ' gen eral men ' ·erv1 00S,
normalment_e sm · reservas. Abu nda ron ent re los esp año les par a demostrarespa s . 1 M~
nora.emPk
cura cas deb 1ero h 1 · par a obt ene r priv ileg ios de la coro na
n ace r os igua lme nte . -•mismo,
a de lante volv eré sob re este asu nto . Sob re el env ene nam ient o, véase as•
J937-l 948 _
LOS últimos incas del Cuzco
105
AJnarll Yupanqui. Como se indicó anteri ormen te
bao en el Cuzco, no conqu istaba n. 1 . .
' os meas uno queda-
Huayna Cápac enferm ó finalm ente de una pest
orte del Tawantinsuyu, cuyo recuer do perdu ró d;s qu~ ~oló l~ región
0
uropea basta que los cronis tas escribieron, algunos pdues e la mvasi_ón
ep<>steriores identificaron tal epidem ia como viruela 39 eE e~tos Y estudios
cordar ta documentac1ºón poste nor, · · s importante r
especialmente admin · t . . ~-
. . . d" ó h ,
cial. Anten ormen te se 10 1c que ab1a versiones que babi is rattva o 1ud1
· to de H uayna Cá b -
v enenam 1en · ª
pac, por e1emplo en un 1·u1·et·o d an del en-
de Chachapoyas se menci•ona que uno de los antece ' e
sores de 1 curaca ..
s
. os p1e1ttstas
había sido sancionad<? por haber enven enado a Huayna Cápac 40 •
. Betanzos no menci
. . ona expre samen te el envenenamiento , pero
da una información intere sante, que relaciona fácilmente con recuer-
los au _
rios. En su relato, Huayn a Cápac recorr ía la región quiteña y sus tro:s
libraron una batalla en Y~guarcoc~~ [Yaguar cocha, laguna de sangre],
donde Atahualpa fue vencid o; aux1bado por Huayn a Cápac y derrotados
sus enemigos, el Inca encon tró en una casa (¿un depósito?):

un rimero de muchas mantas unas sobre otras y pensando que estuviese debajo
dellas aquel cacique tras quien él iba él mesmo por sus manos empezó a quitarla
s
y a deshacer el montó n dellas y halló debajo un indio enano y muy pequeño y
como Guayna Cápac oyese las palabr as y viese el altor del enano holgóse en tal
manera y tuvo en tanto haber topado con el enano como de la victoria que ansí
había habido de sus enemig os y luego mandó ( ... ) que todos le tuvie~en por su

1
hijo mayor....

Esta versión, de por sí curios a, se completa en una posterior declaración


del mismo cronista, quien relató que, cuando llegó el cuerpo embalsa-
mado de Huayna Cápac al Cuzco, acompañado del enano (cuya desig-
nación no volvió a ser menci onada ), lo echaron a la cárc_el con otros
prisioneros 41 •
Las crónícas menci onan que, antes de morir, Huayna _Cápa~ señal~
como sucesores -posi bles suces ores- a Ninan Cuyochi Y !ttu Cusi
Huallpa, luego llamad o Huásc ar; en los primeros mom~ntos no todos
mencionan claramente a Atahu alpa. ,
Los datos sobre el prime ro de los nombrados son vagos en 1ª~ ero-
.
rucas. Betanzos informó que, cuand o fue design· ado, Nºinan Cuyoch1 ape-

39 •
. Pos1blemente, aquella famosa epidem ia que se ~xpand"ó I d sde Panamá por la parte
e dé da de 1520, aunque
OCcidtntal de Améric a del Sur antes de la llegada de Pizarro , en la ca
hayjiscusio nes al respect o, Dobyns 1963, y Rabell Y Assado ~an 1
Murúa (1616) 1962, I: 103; Rowe (11946] 1963: 208; Espmoz
97;67.
a ·
2zg 320-321.
'
41
Betanzos [1551) 1987: 200 y 208. 6

l
106 Franklin p
ease G. )'
nas hacía un mes que había,, nacido y se hallaba con HuaYna Cap , ·
. •
la región del Cañar. Al dia sigmen te, a1 pregun tar de n ac en
enfermo, éste dijo que design aba a Atahua lpa y, como és~e~~. al Inca
no deseaba serlo, el Inca designó a Huásca r; según Betanzeos IJera que
,, 'l . la g
que se hallaba con e1 I nea acato esta u tima voluntad. As' '8 ente
zanja buena parte del proble ma sucesorio y, con esta inforn/' ·/tanzos
liza la primera parte de su obra. Despu és, dedicará la segu: n, fina.
la historia del conflicto entre Huásc ar y Atahua lpa. De otro 1ª/ªrte a
miento de Gambo a afirma que Ninan Cuyochi y Atahualpa tuªeron o, Sar.
cargados de llevar tropas de refuerz o a Huayn a Cápac durante 1
e
°·
pañas en las regiones norteñ as del Tawan tinsuyu . Finalm ente asMca~-
. e que A t ahua1pa acomp ano - ' a Huayna apac en sus últimos d' urua
C' '
sostien 42

Pero Ninan Cuyochi desapa rece de la escena rápida y misterio s tas ·


. d 1 . & amen-
te, tal vez a consecuencia e a misma en1ermedad (¿envenenamient ?)
que matara a Huayn a Cápac, y qu~dó s~l~ Huás~ r en el camino\¡
pode~. En este punto, aunque por v1as d1stmtas_, comciden Betanzos y
Sarmiento; se ha emplea do a ambos autores como representantes de
aquellos cronistas que recogieron su información en el Cuzco, con años
de diferencia. Una diferencia import ante entre ambos es que Sarmiento
afirma que la designación inicial de Ninan Cuyochi fue válida y que
Huásca r fue propue sto para el caso que la callpa, un ritual oracular 43
empleado en los casos sucesorios, fa~llara en contra del primero • La
discusión entre éstas y otras crónicas puede ser larga, pero debe consi-
derarse que tanto para la aplicación del criterio anuncfado anteriormen-
te, que supone un Inca hanan y otro urin, simultáneos, como para un
ritual como la callpa, se requie ren dos; en el c~so del rito adivinarorio,
porque al interro gar a la divinidad suele decidir entre dos opciones.
Para realizar la callpa fue designado Colla Topa, según Cieza de
León y las informaciones de Chachapoyas, que lo presentan como «her-
mano» del Inca y person aje de altísima importancia no sólo religiosa sino
política, pues fue él quien llevaba la imagen solar al Cuzco después de
la muerte del Inca, lo cual lo presen ta como un sacerdote del sol: Otr~s
44
cronistas lo llaman Topa Cusi Yupan qui . Este sacerdote o ~ci~nano
procedió a realizar el ritual, aparen tement e para Ninan Cuyoch1 pnmero

242; Murúª
42
Betanzos (1551) 1987: 200-201; Sarmiento de Gamboa, (1572) 1947:
. ación
(1616) 1962, I: 108.
43
_ Sarmiento (1572) 1947: 250; un historiad or moderno
sugirió que ante la
1
d;f;º8()).
y 250;
de Nman Cuyochi, los dirigentes cuzqueños impusieron a Huáscar (Valcárce ~.
44 to de Gamboa (15?2] 194 · 165 : 22;
Cieza de León (1550) 1985: 200-201; Sarmien 57511943: 258.
Espinoza 1967: 228, 294, 320-321. Sobre la callpa, ver también Molina _(1 1950
Cobo (1653) 1956: Lib. XIII, cap. XXXIV; Rowe (1946) 1963: 302-308; Reichlen
LOS últimos incas del Cuzco
107
después para Huáscar; fracasó en ambos intento 0 ,
Y quiso pedir un tercer candidato al Inca enfermo ,\ icese 9ue cuando
se Las tensiones que pudieron salir a la luz en a'qeusele momen ya babia fallecido.
. . to s fl e-
. ron en informacione s cunosa s de las crónicas si· b' , e re
'd d d 1 ·
Jª rse a la neces1 a e os propios autores de expl' ' ten h'istóricuct·1eron
estas p
debe . . icar
los hechos, o adecua rlos al cnteno de sus lectores. Por e·em 1 ~mente
Betanzos señala que al fallecer Huayna Cápac J P 0 , mientras

los señores metiero n en cierto aposento a Ragua Ocllo que era madre del
.. · · para que ayunasen segu'n su
.. Chuqut'h mpa
Guasear y a su htJa , - , uso Ycostumbre
d 1gun senor era ans1 nombrado y la que hab'1a de ser su
que tenían . cuan o a
. que
mujer pnnc1pal ...

Santa Cruz Pachac~ti describe un forzado matrimonio entre el recién


fallecido .Huayna Capac Y Ragua Ocllo, madre de Huáscar el caso
45

último indica el peso que tiene la legitimación de tipo occidenial en un


autor andino de inici?~ del siglo XVII. Así, algunos autores de aquellos
tiempos buscaron leg1t1mar el «derecho» de Huáscar al poder. La cues-
tión del ~atrimonio pó~!umo no venía rea,lmente al caso, toda vez que
entre los meas la suces1on al poder no sobrevenía por primogenitura 0
filiación legítima, sino teniendo en consideración otros factores. Las in-
formaciones anteriores permiten explicar que el acceso al poder se rea-
lizó partiendo de una designación por el Inca, pasando por una acepta-
ción oracular -sola r-, que explica la anteriormente citada frase de
Guarnan Poma, que para ser Inca le tiene que llamar el sol. Tal desig-
nación y aprobación divina permitía u originaba el respaldo de los diri-
gentes cuzqueños.
Las informaciones de los cronistas acerca de una sucesión dinástica y
patrilineal, basada en la primogenitura y la filiación legítima son, como
ya-se dijo, originadas en moldes europeos a los que estos autores estaban
hechos, y no correspondían a la realidad del país de los incas. El hecho
de que un autor andino como Santa Cruz Pachacuti proponga la tesis de
un matrimonio póstumo entre Huayna Cápac y Ragua Ocllo, sólo puede
explicarse porque tal autor se encontraba inmerso en un proceso de

Betanzos (1551) 1987: 201. «Y assi, como digo, que el cuerpo de Guaynacápac entra
45

con gran aparato como si estuuier a bibo y por la gente al cuerpo muerto de Guaynacápacl
· reuerencia. Y despues de haber metido en la sepultura de sus passa os, pregona
bazia ' d d" e
llant0 general por su muerte que hasta entonces no abia· d muerte Y mas igo
nueva e su · d.
. ' ¡¡O el cuerpo •-•
que el lntztopacusivallpahuáscarynga haze cassar á su madre Rauaoc
1
con
de temor' Y assi
fuOt0 Pachacuti
Ti , P~ra que los ligitimase y por los menistros del templo os cassa C
opacUfigua/pa les intitula por hijo legitimo de Guaynacapac ... » (Santa ruz
16
[ 13) 1879: 308.

__j
l08 Fr·.t ll k lin p
case G
aculturación que lo llevó a dejar determinados testimonio d · Y.
cismo militante o su adhesión a Su Majestad Católica, por s. e su ca101¡.
el primer caso, 1n · d'1cara., que sus antepasa d os fueron de loseJernplo
. • para
convertirse; por eso, Santa Cruz Pachacuti escribía en form P;rneros en
za, para buscar la protección real. Cosa similar sucedió co ª e Proban.
., . ·1
res, que no solo as1m1 aron Ias 1nst1tuc1ones
. . . andinas a las n otros auto.
en su propio · muod o, sino · que 1nc· Iuso carecieron,
· en tantoque
t COnOcí
. an
un criterio adecuado para juzgar las informaciones que po eStigos, de
. . _ seen y
luego escnben; tal ocurre con los cronistas espanoles que se hallaro que
Cajamarca. nen
Por todo lo anterior se requiere una nueva interpretación de 1
tos de los cronistas, a la luz de los nuevos estudios acerca del os tbex.
.
andino, aun para tra b aJar . los momentos fº1nales del Tawantinsuyupue lo
.
el que estud1amos. L a d es1gnac1on
. . ., que hºizo recaer Huayna Cápacomo
Ninan Cuyochi y Huáscar estaría dentro del sistema mencionado.
no aparece claro hasta ahora es la presencia de Atahualpa.
Lo\~~
Puede partirse de la base que Atahualpa no fue en ningún momento
~es~gnado como ~uces<?~, a excepción de l~ información _de Betanzos, ya
1nd1cada. Tal des1gnac1on aparece en medio de una sene que incluyó a
Ninan Cuyochi y Huáscar. Los cronistas en general propusieron una
situación distinta, que fue elaborándose con el tiempo. Los autores que
se hallaron en Cajamarca asentaron que Atahualpa y Huáscar habían
tenido guerras, y calificaron al primero de regicida y fratricida, por tan-
to, usurpador. Más adelante fue precisándose una versión según la cual
Huayna Cápac habría hecho un testamento, que habría establecido el
derecho de Atahualpa a «heredar» el «reino de Quito» 46 • Esta tesis fue
muy difundida, presumía un derecho sucesorio, que Atahualpa habría
ejercido y que le habría sido estorbado por Huáscar al no reconocer su
herencia del «reino éle Quito».
La hipótesis mencionada puede someterse a seria crítica, puesto q~e
la institución testamentaria que los cronistas atribuyeron a Huayna Ca-
pac no existía en el área andina, y menos con las características europeas

· Zárate (1555] 1944: 48. La obra de Zárate se editó pÓr primera vez en 1555
46

beres); tal edición no se reprodu1·0 en español pero sí en otros idiomas. Todas las e cio-s
- . ' · ·eron tre

nes en espanol provienen de la segunda edición (1577) y, al hacer ésta, se supnnu . de
6
capítul~s del libro I y se modificó sustancialmente el libro V; por _e~lo, la_ n_umer~~:ara,
los cap1tulos no corresponde en la edición citada de 1944 con la ed1c1ón ongtnal. entre
que había impreso apenas tres años antes su obra, indicó únicamente que la ~u~rrª·ca de
3
H~áscar Y Atahualpa se inició porque «Atabalipa ocupó a Tumebamba, pr~VIDC1 ~ntara
mmas Y al Quito vecina, diciendo que le pertenescia como tierra de su herencia_.. ; _251, y
49
[l552] 1946: 230 b. Véase, asimismo, Garcilaso de la Vega [1609] 1943 , 11 ·
Velasco 1946, parte 11, Lib. 11: 90.
LoS últimos incas del Cuzco
109
cronistas le atribuyeron. No es cierto que H
que los . .
Cas en un bastón y que esto 1nd1cara la manifestuayna .
Cápa d ·
d e eJara
mar b' . . ac1 6 n e su ' lt·
d Si tal cosa hu 1era existido , es seguro que u •ma
volunta · encontraría ·
. •os similares en otros lugares de los Andes y segur _mos !n-
d1c1 . . . as supervivenc
'pocas postenores a 1a mvas1ón europea, cosa que
e h . ias
en e recordarse 1 . . d b no a sucedido
Deb a ex1stenc1a e astones de madera h 11 d ·
d 1 p ,. . . ' a a os en abun-
dancia en la costa norte e eru,· no, hhay b'
mnguna noticiad
e que
fu
leados de ta manera, pero s1 as1 u 1era sido al menos h b , eran
1
emp . , . ·¡ 1 '
dado una informac1on s1m1 ·ar ab a que se dispone acerca d 1a na que- .
· . e os qu1pus
O Cuerdas anudadas que registra an mformac1ones básicamente .
cuantita-
tivas.
Por otro lado, el afecto que Huayna Cápac sintiera por Atah
. 'ó . . ua1pa
00 podía llevar1o a un~ d es1gnac1 n. que d1v1diera el territorio. El Ta-
wantinsuyu era una umdad establecida en la cosmovisión dividida e
sectores cuya reunión establecía la totalidad, tanto se referia esto a lo~
planos del universo como a las cuatro partes o suyu en que se hallaba
dividido el mundo y el Cuzco, representación simbólica de aquél. El
Tawantinsuyu -las cuatro partes del mundo, todo el mundo- centrali-
~ · zado -representad o- en el Cuzco, era un mundo ordenado por acción

:~,_~ de la divinidad y que nadie tenía poder para separar, ni aun el Inca. El
centro religioso que era el Cuzco, era un umbilicus mundi; el lugar desde
el cual se había comenzado la ordenación del mundo. Y esta ordenación
-una forma de «creación»- era continuada -permanentemente mediante
h los rituales de fundación celebrados en cada nueva conquista o anexión
11 de un grupo étnico al Tawantinsuyu. Dichos rituales permitían incor-
it po rar simbólicamente nuevas gentes y espacios a un mundo orde-
al nado y poseedor de una unidad imposible de disolver o romper. Huay-
na Cápac jamás pudo dividir el Tawantinsuyu, y las informaciones
que en este sentido proporcionaro n los cronistas son explicaciones mo-
º1
_, tivadas, como en otros casos, por puntos de vista europeos. Los terri-
torios de un rey europeo podían ser divididos entre sus hijos o suceso-
•º res; así sucedió con Carlos el Calvo, Luis y Lotario, los nietos de Car-
lomagno, y con Felipe II y Fernando de Habsburgo a la muerte de
Carlos V. Además, hay que tener en consideración las observacion~s ~e
los autores actuales acerca de los grupos•étnicos del Ecuador prehispa-
nico, nunca existió el reino de Quito del que hablaba el P. Juan de
Velasco, presunta «herencia materna» o designación paterna de Ata-
hualpa.
Muerto Huayna Cápac, «sus parientes y capitanes embals~maron _su
cuerpo Y con todo el silencio del mundo, sin hacer llantos_ m_ mueStras
de dolor ninguno porque los naturales de la tierra no lo smtiesen Yd se
alzasen, lo truxeron ' a Tomebamba con el mismo · recat0 , hasta dar or en
110 Franklin p
· · 47 ease G y
provincias ... » . El texto de Marr ·.
en el gobierno de. aquellas
,
da una impresión mas cercana ~ ~~ contexto político In ~e ~u
realidad ' la muerte del Inca era 1ruc10 de un amplio Y que ntuaJ ~a
. cornpJ . . ~n
como se ha mencionado antenormente. Era necesario ernbaJeJo ritual
• • . .
llevarlo al Cuzco, , «como s1 estuviese vivo» . sarnarJo y,
dirían los cron1stas
. t . . •
no tenía que ver umcamen e con una s1tuac1ón de incerf d , Pero eu
0 con la necesidad de evitar una
sublevación, por eje~U:bre_ Políti~
directamente con el hecho de que la muerte del Inca suced~ '. sino lll~-
1a ntu I e¡:¡
en el Cuzco. ªIl]ente
Altos dignatarios acompañaron a Huayna Cápac. Los ero .
taron que se había encargado a la propia Ragua Ocllo ' madred n1stas rela.
. tr
car, adelantarse. a~ ~uzco ~para informar a Huáscar, como .e nuás.
crónicas? ¿para iniciar los ntuales? El hecho es que los mis quieren las
relatan cómo el «legítimo heredero» que defendieron en mos cronistas
maltrató a Ragua ~ello y originó_ una serie de conflictos. ~s escnt~,
versiones que recogieron los cromstas hablaban de que H ás propias
mala impres1'ón me· 1uso en 1a propia · gente del Cuzco; no puedu car. cau. so·
esto únicamente a los «problemas políticos de la sucesión» ~ atnbuirse
·
identl'fican, espec1'ficamente, con 1a vio · 1enc1a· que ejerce Huás ' sino que se
. ·
pectos re l1giosos, ' en 1a 1orma
y tam b'1en &
como los cronistas lo car en as·
. d b h . . , acusan de
violador y e orrac o, v1c1os que merec1an a sus 01·os un repud'10 mo-
ra 148 .
CUADRO l.

1. Manco Cápac
2. Sinchi Roca
3. Lloque Yupanqui URIN CUZCO
4. Mayta Cápac («Primera dinastía»)
5. Cápac Yupanqui

6. Inca Roca
7. Yahuar Huaca
8. Viracocha
9. Pachacuti
10. Amaru Inca Yupanqui • HANAN CUZCO
11. Tupa Inca Yupanqui («Segunda dinastía»)
12. Huayna Cápac
13. Huáscar
14. Atahualpa

41 M , [
48
urua 1616] 1962: I: 109.
• Betanzos [1551J 1987: 2ITT.
· embargo en la lista de Rowe «Inca Culture...» , 202.
No aparece • san
'
LOS últimos incas del Cuzco
111
CUADRO 2.
Tiempo sagrado l. Manco Cápac
Arquetipo primordial
cuzqueño
El primer tiempo 2. Sinchi Roca
3. Lloque Yupanqui
4. Mayta Cápac
S. Cápac Yupanqui
URIN CUZCO
6. Inca Roca
7. Yahuar Huaca
8. VIR ACO CHA
Comienza el conflicto
con los Chancas-caos
Tiempo sagrado 9. PACHACUTI Vencedor de los Chan-
cas-nuevo cosmos
Tiempo del Inca 10. Amaru Inca hanan
Yupanqui
11. Tupa Inca Yupan-
qm
12. Huayna Cápac
HANAN CUZCO 13. Huáscar
14. Atahualpa Invasión europea-caos
Tiempo «actual» lnka rrí Esperanza mesiánica
caos en un nuevo cos-
mos, vigencia del mun-
do ctónico
CuA DRO 3

Manco Cápac
HANAN URIN
Inca Roca
1 1 Sinchi Roca
Yahuar Huaca
Viracocha 2 2 Cápac Yupanqui
Inca Yupanqui 3 3 Lloqui Yupanqui
Pachacuti
4 4 Mayta Cápac
T~pac Yupanqui
Tupac Yupanqui II s s Tarco Huaman
Huayna Cápac 6 6 Hijo
Huáscar 7 7? Tambo Mayta Don Juan
8 8? »
Diagrama correspondiente al texto de José de Acos
ta Historia Natural Y Moral de las 1ndias (lS90
r:ece_
s
provenir de un pasaje de Polo de Onde gardo ,'
según Duviols, «Algunas reflexiones acerca de
),
te is de la estructura dual del pode r incaico,., citado
.

1
...
r - --- - --,
}Iuáscar y Ata hua lpa
5.

Siempre se ha prese ntad o a los últim os incas com o herm anos enca
r-
nizadamente enem igos, dirig entes activ os de dos facci ones rival
es que
los endiosaban, defen sor el uno -Hu ásc ar- de una situa ción ~legí
tima»
y orden_ada, prete ndien te el otro -Ata hua lpa- - de lo que le era
no sólo
ajeno, sino veda do por la ley. Mien tras a Huás car se le cons
idera ba
siempre «hijo legít imo» , no se esca tima ban vitup erios para Atah
ualp a,
bastardo y prep otent e. Se ha discu tido hasta la sacie dad si el últim
o Inca
habría sido hijo de una conc ubin a cuzq ueña -un a muje r quila
co dice
Cieza de Leó n-, de la princ esa Pacc ha de Quit o que se cons
ideró in-
ventada por el P. Juan de Vela sco, o de una nativ a de Chac
hapo yas
como afirmaba Guar nan Pom a de Aya la 1 .
Debe reite rarse que no pued e enca rarse el prob lema entre el
Cuzc o
Y Tumipampa como la luch a fratr icida de la que tanto se ha
escri to;
Huáscar y Atah ualp a repre senta n facci ones dive rsas, es ciert o, pero
tam-
bién simbolizan pues tos ritua les que requ ieren de may or inves
tigac ión.
Con referencia a lo prim ero, el gobi erno de Hua yna Cápa c estuv
o indu -
dablemente influ ido por la admi nistr ación local izada en la regió
n del
norte del Tawa ntins uyu y por los secto res milit ares de la élite cuzq
ueña ,
que formaban parte de tal admi nistr ación en Tum ipam pa; a su
mue rte, •
1
Cieza de León (1550] 1985: 202-203; Guarn an Poma 1936: 114 (1980
p1e 1937-48; Guimaraes, 1942; Kuble r 1945. Más ampli a biblio grafía , I: 83-84); Tem-
ecuat oriana abund a
e5te tema, poco desap asion adam ente a veces ; Cf. Carri ón 1934;
Jaram illo 1958.

113
Franklin Peasc G ~•'
114 • Y.

upone rse que los mism os secto res apoya rían a Huáscar, de .,1
pued e . d p
"''
norm•aó1 end e 1l mun 6o •europ eo. Pero Io queser
S
t n a situac ión de tipo
. v"
és a u no solamente es seta lll
escon de en la propi a u~f<?rmac1 n e ~s ·ctcrdmcas_ smgul ar· no re
senda de secto res rehg1osos, cuya act1v1 a es
2
prHeuásca r quien se distin gue por ataca rlosH • áAlgun os cro~is tas spal~n fi
a , b Id' mencio.
nan asimi smo hecho s de re e ia contr a u _scar, Murú a habla de uO ,;,
•ntent o de despl azarlo , encab ezado por Chuq ms Guarn an, quien bUSCaba '"
:,,,
h. l
poner a otro -Titu Atauc d ~--- endsu ug;r ,Epiues erda «más llano y afable
i .
111
caséo Atahualpa es pos. ,
con ellos y más bien _acon 1c10na ~-. •; .t
terior , según las crómcas,_ ~e~o eqmv a_en e en t rmmo s rituales.
qi
El probl ema de la leg1t1m1dad h~ ~•do largam ~nte discutido, y sobre
ti,
,1
él se pronu nciaro n ,autor es de _pr~st1g10,fuco~o Ribva Agüero y Temple
pero ya se anotó como este ~~te!1 o no nc10na a para la sucesión del
p
poder en los Ande s. La Ieg1t1m1~ad de que ~abla n los cronistas está
calcad a de molde s europ eos y dJTec tamen te vmcu lada a la institució 11

matri monia l cristia na, mono gámic a e indiso l~ble, y muy distinta de 1~ 0
institu ción equiv alente entre los homb res andm os.
t
El hecho de que Huás car figure como cuzqu eño es indiscutible en las
crónic as. La tradic ión recog ida por ellas lo hizo nacer en Huascarque-
huar 4 , un lugar cerca no al Cuzc o y, aunqu e esto pudie ra llevar a una
discusión, no se cuest iona, en camb io, su vincu lación permanente con Ja
ciuda d sagra da de los incas . Sin emba rgo, los cronis tas que recogieron
versio nes direct as, como Betan zos, hacen notar que no todos los cuz.
queño s se hallab an de su lado; sus actos , precis ados en las propias pá-
ginas de la obra de Betan zos y ya menc ionad os, le granje aron la anim~
sidad de sus conci udada nos. Pero no se halla aquí lo más importante de
este asunt o. No se tratar ía simpl emen te de un conflicto producto de

mandó
2
«el cual [HuáscarJ como se viese señor luego salió a la plaza [del Cuzco] y
maíz al sol a los demás bultos [momias!
que luego fuesen quitadas las tierras de coca y y
de los se~ores [los incasJ que eran muerto s y las de su padre Guayna Cápac
t• m
padre que ya era muerto
cuales aphcó para sí ~ciend o que ni el sol ni los muerto s ni su
00
_ comian Y no comien do que él las había menes
ter lo cual fue muy aborreci a los ble
s[enores Y pesábales viendo sus principios de le haber consentido que fuese
señor el cual
Huásca ,rJ erª muy v1c1oso
• • en todos los vicios y mas en el de la bebedez que muy pocos
días babia que n0 es tuv1ese • tomad o y estand o tomad o de la embriaguez hada mil _.....,. .1-ft.;..,,.

• de los
• manceallí
como bo y muy 1·IVlano• y s1• le paresc ía bien alguna mu,·er de las mu1eres to
senores que
que más lü
t aí
ª •
r consigo luego que la viese manda ba que se la metiesen en el apasen
3 Mu~a [cC:f:1J~ ha~ía- Y dormía con ella ... » (Betan
zos [1551] 1987: W).
•s . 1 96 2. l. 112. b blan
arm1ento de Ga
simplemente del bl m d ª
bo [lS
72] 1947: 252; cronis tas previo s, como Betanw s ª
racterizó dicho p~::10 ° e «G~as car do él nació» ((1551] 1987: 210). Allí,
BetaJlZOS ca-
hanan en su propio I como unn, a pesar de que Huásc ar había sidoy se presentado
re ato. Huásc ar renunc ió a tal presun ta condic ión declaró uno-
. incas del Cuzco
lffi úttun05
115
r . d concretas de gob ern ant es det erm
ctitu es . d ina dos o de am bic ion es t .
:uidas a una persona, sm o e un com ple10 .
pro ble ma de vie jas raícesa en n-
·da del Cuzco. .
la VlRostworowski opinó, por e1emplo, qu
e el con flic to ent re el Cu zco y
rumipampa era el r~sub~tado deh la lucd~ad
ent re _dos pan aca s O gru pos
rivales de pan~cas, si . ien no an p~ t
sectores en la información de las cró mc as
f
pre cis ars e _claramente tale s
• Ell o no. 9,uiere dec ir, obvia-
roente, que se trata~a realmen_t~ ?e pro ble
~~ s fam iha res , com o die ron
ntender los cromstas. La div1s1ón de la
eht e cuz que ña no sól o ten ía
::e ver con razones polít_icas, sin o esp ecí
fic a~e nte ritu ale s. Es ta posibi-
lidad adquiere, mayor valide~, dad a la ~re
senc1a ~e gue rra s O confronta-
ciones rituales en otras sociedades, e mc
:\ 6
lus o ext ste nte s hoy día en los
Andes -
á La cuestión del nacimiento cuz que ño
o qui teñ o de Ata hua lpa originó
1\ una discrepancia entre los cronistas y tam
a bié n ent re los his tor iad ore s, ya
mencionada. En realidad, se tra ta de un
a cue stió n exa ger ada ; que Ata -
hualpa haya nacido en Qu ito o en el Cu
s zco no tie ne, en absoluto, la
importancia que se le ha que rid o dar 7 •
Ta mp
tancia que su madre haya sido Pac cha , «pr oco tie ne nin gun a impor-
a incesa» de un rei no quiteño
de cuya invención se responsabiliza al P.
a Jua n de Ve las co, per o que es
compartida por otros cronistas, o alg una
de las otr as mu jer es menciona-
1\ das; ello no incrementa el int eré s po r su
figura ni alt era su actuación
política posterior. Tampoco tie ne nad a
que ver con el nacimiento de
l· Atahualpa en algún lugar específico del
Ta wa nti nsu yu el hecho que la
tradición oral posterior a la invasión eur
e op ea lo rec uer de intensamente,
como se aprecia en los nom bre s de per son
aje
e cipan en movimientos coloniales (Ju an Ata s doc um ent ado s que parti-
gua llp a en la rebelión limeña
de 1666, Juan Santos Ata hua lpa un siglo
má s tar de) , o la presencia del
mismo en las diferentes versiones ora les
ló del mi to de lnk arr í, que luego
s) serán comentadas. Finalmente, mu ltit ud
de representaciones actuales,
1S originadas en la colonia, dan fe de su per
ma nen cia , com o se puede apre-
:o ciar en las múltiples formas que la fiesta
de
)S
en las poblaciones andinas aun en nue str la mu ert e del Inca adquiere
al os días 8 . La importancia de
)S
)S s Rostworowski 1953: 246.
6
)S _ Acerca de las guerras ritu
ales actuales, véase Gor bak , Liscetti
to le~ a (mss. Cuzco); Platt 1987. Pun tos inte y Mu ñoz 1962; Va-
resa ntes se enc ontr arán en Burga 198
Zárate 1555, Lib. I, cap. XV : 27, 1944, 8.
Lib . I, cap . XII : 47 (la diferencia se deb
los capítulos omitidos a part ir de la seg und e
241-241; Oliva 1895: 5859· Vel a edición); Garcilaso de la Vega [160 19 3a
lll asco 1946 par te III, cap . X: 87; Valcárc 9] ~ :
a· dá nse las afirmaciones '
de Betanzos. cuyo manuscrito más
' . com
el 1925: l09. _An á·
r~t a el origen cuzqueño de Ata hua lpa, plet o, rect•entemen te editado '
'º Véase Lara 1957; Burga 1988.
ya citado.
Franklin p
116
ease (}
d. '6n de I nea hanan •'t'•
stá en rea lJ·dad en su con 1c1 l . '
AtahuaJpa e • • ,
. to de Gamboa, qmen copto a inforn.. . ada resatt
sarm1en
Betanzos Y í decir a Huáscar que no deseab a ser han •uactó en
que haca , n de 0ti
canzos, te asimismo, en la ,orma como se explicó an•' s'. ituac¡óe.
que está_ pre_sóeno d~al del poder incaico. antenorrnen n
1 orgamza
ª c1 . b te
Vale Ia pena llamar la atenció , . n so. re lo que las ero'n1cas .
la relación entre los u1timos meas antes del cono· anotar
acerca de
.
mtere sa que Huáscar baya s1•do const•derad o represe ntant icto ., :
~1
1~0 Sól
on
_ . , _ e
• de la élite cuzquena, smo que aun en anos recient hpico y le .o
um 0 , . d . f es es f g1.
re sentarlo como una v1ct1ma e su m ortunio y de I f recuent
P h. ,
hermano bastardo. Se izo as1 conoc1.da d esde los croni·sta elo_n1a ,
de
e
un Huáscar bueno y apac1"ble, trad.1c1onal •
y religioso as. la 1rnagen d su
casta sacerd otal; parale 1a a e, 1 se vio • a un
Atahu alpa b' v1ncu1 ado a e
nario y reg1c1 • "da, astut o, am bº1c1oso • · · ado astardo , sangu·. 1a
y aficion
sentido. Pero ello no está en realida d vincul ado co crueldades si~ ª
andina pudo inform ar, sino más bien con los probl e: 10 que la gente
propios españo les en los Andes del siglo XVI, cuand asdque tenían los
ficar sus actos de conqui sta. Más adelan te volver é a O eseaban iusti.
asunto. ocuparrn d
e e este
La propia definición de Huásc ar como Inca urin .
mente por que, 1as cromca , • •'
s 1niorm aron que siempre viv·ó exp1ica má f,
s acil-
que no se movió de él ni siquier a en los ajetrea dos día1 den el CUZco y
con Atahualpa. Las crónicas habían explicado que cua:d e ~u conflicto
pac viajó al norte del Tawan tinsuyu dejó a Huáscar cumpf ;ayna Cá.
ciones de gobern ante interin o y local en el Cuzco. Las pr~e~ 0 las ~n-
mas a d elante que las actttu
. ,
d Iran , . d es p1as crómcas
de Huásca r le gran ·ea
• d ºd e Ios grupos d
mista e parent esco d e l Cuzco. Huáscar no 1apare ron 1a· ene-.
• 1 d d"
vmcu a o Irectam ente a l e1erc1t •, • d
o el Inca, limitándose a enviar ce Jamas
tropas
al norte contra Atahua lpa. De otro lado, Atahualpa aparece siem
. d
claramen te relac1ona o con los e1erc1t ., .
os de Huayna Cápac, como corres- pre
ponde a un Inca hanan, es conqui stador y vive fuera del Cuzco, se
00
acerca demas iado a él, si bien, al parece r, al final de la contienda se
hallaba ya en viaje hacia la ~iudad sagrad a de los incas. De la lectura
de las crónicas surgen otras inform acione s que tienden a presentar a los
últimos incas como auténti cos person ajes de una historia escrita a la
maner a europe a: Sarmie nto de Gambo a menciona que Atahualpa tuvo
una desgra ciada actuac ión en las últimas campañas militares de H~ayna
Cápac , lo que motivó que éste le enviara un afrentoso ob~qmo _d_e
ropa femeni na. Betanz os discutirá la versión que otros cromstas ut,h·
zarán despué s de él afirma ndo que Atahua lpa nunca fue pre~o duran·
' • • f ación en e1
te el conflicto; el cronist a, quien recogió toda ~u 10 orm Atahualpa
Cuzco , insistió en que era una falsedad la afirmac1ón de que
'·r. . cas del Cuzco
'ltirnos in
1..,0s u 117

, perdido un a or eja cu an do es tuv o pr es o en ma no s de


habta. 9 los
cañart5 . • •ón de Hu ásc ar al
La 51tua c1 mo rir Hu ay na Cá pa c ap are ce
las crónicas, a pe sar de 1os mt . ba sta nte
clara en h bo pa ra de sb an car lo y en tos qu e, co mo me nc ion an las
po ne r en su lug ar a otr o, inclus
r11isl1l 35 N.. un Cuyochi. Un a ve z
·on 1 mu ert o Hu ay na Cá pa c y ac ord o al
r11isJ11° . ,nacomenzaron al mi sm o ad a su
510
designa~ion - del pe rso na je va ac tip o su go bie rno y su s dif icu lta
:gí, ord e co n aq ue llo qu e la tra dic ión des. Lo
con trad1 cto n 0
lte . t s se pe ns ab a qu e se ha lla ba afir-
r11a. Míen rante pe rte ne cie nte s al sec ap oy ad o po r sec tor es cu zq ue ño s,
su are nte rne tor rel igi os o de la éli te,
ap a la vez como en em igo . Hu ásc ar ap a-
de de las gu ac as y rob an do su s pe ·
la re~ capturando los bie ne s de las pa rte ne nc ias ,
351 comotesco y na ca s, es de cir , de los gru po s
ui. sus cu lto s pa rti cu lar es, las mo
de paren, n mi as de los inc as. A la
;in cronista me nc ·ion a qu e H ua, sca r h'
vez, ª gu mandó « ... po ne r un ym
1 120 mo d'f 1 i1cac1o• nes
1te ag en de l so l ec ho de or o, y deen el cul-
t~ pueJeziendo qu e ad ora ba sp ~é s lo
Os
a Vi ra co ch an int i, añ ad ién do le
ti- ª or~ ti » 10_ No se pu ed e en tra r en un a el no mb re
con :;.lid~d, información his tór ica dis cu sió n so br e si tod o ell o es,
te , o
en nte
r a , .im la ne ce sid ad de pr es en tar ne ga tiv a-
me
Huáscar; lo ult o ten d na , sen 'd
tl o tan to s1• se tra ta d e un ve
il- ·do perteneciente en ton ce s a lo ne . n-
ga tiv o, a l ca os , co mo po rq ue era .
y ;, e~ cuanto tal, de bía se r ve nc ido un n
( «m os tra rse ve nc ido » en el co
to como se indicaba en el tex to de nfl ict o,
á- Be tan zo s).
Es coincidente qu e las cró nic as
ex pre sen en tre lín ea s un cie rto
1· lelismo entre las páginas en las cu pa ra-
ale s se ma nif ies ta un a cie rta dis
lS ción del apoyo qu e Hu ásc ar rec ibe mi nu -
, o de l pre sti gio rel igi os o de qu
y el incremento drá sti co de l res e go za ,
pa ldo po lít ico y de l pre sti gio
IS Atahualpa. De sd e el co mi en zo de sag rad o de
la gu err a --e n los rel ato s de
!S nic as- Atahualpa ad qu ier e un a las cró -
e sin gu lar pr es tan cia rel igi os a al
rito de iniciación qu e lo tra ns fo pa sa r un
rm a en In ca , arq ue tip o y or de
vino del mundo an din o. A pa rti r na do r di-
de l mo me nto en qu e las cró nic
en claro que At ah ua lpa es In ca as de jan
(p or eje mp lo, de sd e qu e pa sa
ritual de iniciación, co mo rel ata po r un
ba Ol iva ), és te no vu elv e a pe
guna batalla, el Inc a no po día se rd er nin -
r ve nc ido .
Curiosamente, en tre la «c am pa
ña de de sp res tig io» qu e los cro
realizan de Hu ásc ar, se inf or ma nis tas
qu e cu an do los res tos de Hu ay
llegaron a la ciu da d sa gr ad a, se na Cá pa c
ini ció un tip o de pr ob lem as
cronistas po día n en ten de r me jor qu e los
, pu es to qu e all í se rel ata qu
tomó represalias co ntr a los dig na e Hu ás ca r
tar ios -¿ de Tu m ip am pa ?- qu
e ha bía n
: Sarmiento de Gamboa [1572) 194
0 7: 243 y 252; Betanzos [1551) 198
309. Véase, por ejemplo, Betanzos 7: 229.
[1551) 1987: 207; San ta Cru z Pac
hacuti [1613) 1879:
118 Fra nkl in Pcasc G. Y.
ac om pa ña do el co rte jo , pr
las cró nic as se ña lan co moes idi do s po r Co lla T? Pª , jus tam en te aquel que
el qu e pr es id e el nt ua l ora
en la de sig na ció n de l su ce
so r de Hu ay na Cá pa c. At cu lar de la callpa
co mi tiv a, ale ga nd o ha be ah ua lpa no fue en la
r sid o ma ltr ata do po r su_
cró nic as Hu ás ca r ac us ó «p ad re» ll • Segú~ _las
en to nc es a es tos di gn ata
qu e At éil iua lpa se qu ed no s de ha be r permitido
ar a en Qu ito , y ma nd ó
es ta re be lió n aú n ine xis ten ca sti ga r con la muerte
te, es ta úl tim a ve rsi ón ap
cu zq ue ña s po ste rio re s a are ce en las crónicas
las de Be tan zo s y Ci ez a
Po ste rio rm en te, un nu ev de Le ón 12 •
o gr up o de dig na tar ios arr
ell os el hi jo de l eje cu tad ibó al Cuzco, entre
o jef e de la mi sió n an ter
ch ac uti afi rm a qu e es ta ior , y Santa Cruz Pa-
se gu nd a em ba jad a ten ía
pa ra At ah ua lp a el ca rg o co mo finalidad solicitar
de In ca p ra nt i o «g ob ern
de l Ta wa nti ns utJ 1, lo cu ad or » de la zona norte
al no pa re ce pr ob ab le da
de los he ch os 3 • Si At do el desarrollo ulterior
ah ua lp a er a In ca ha na n
ha lla ra fu er a de l Cu zc o, er a entendible que se
la ex pli ca ció n de Sa nt a
qu e ve r in du da bl em en te Cr uz Pachacuti tiene
co n un a ex pli ca ció n pla
Va le la pe na añ ad ir qu us ibl e para españoles.
e el no tab le pr es tig io qu
en tre las éli tes lo ca les po e ro de a a Atahualpa
dr ía es tar re lac io na do co
ha na n . 14 n tal situación de Inca
Si las cr ón ica s pr es en tar
on un a fig ur a de Hu ás ca
tal me nt e po r la éli te cu zq r apoyado fundamen-
ue ña , ell o pu ed e en ten de
de la ini cia l de fin ici ón rse como consecuencia
de At ah ua lp a co mo ile
cr on ist as qu e se en co nt gít im o, realizada por los
ra ba n en Ca jam ar ca (vi
do cu me nt ac ió n te m pr an d. infra); sin embargo,
a, si bi en du do sa , afi rm
pr oc ha ba n la of en sa de a qu e los cuzqueños re-
At ah ua lp a al Cu zc o, y
du ra s re pr es ali as to ma da criticaron acremente las
s en la ciu da d -p or Qu isq
hu alp a. Pe ro el do cu me uis , general de Ata-
nt o qu e tal co sa afi rm a
pr ete nd id as in fo rm ac io es el qu e contiene las
ne s ma nd ad as ha ce r po
ciu da d de l Cuzco. Ta le r Va ca de Castro en la
s in fo rm ac io ne s so n en
rea lid ad un resumen dis-

11 Sarm
iento de Gamboa [15
como el personaje que llevab 72] 1947: 253. Otros testimonios hablan de Colla Topa
a
paso por la zona de Chachapo al Cuzco la imagen solar que estuvo en Tumipampa. Asu
yas, este personaje o un hom
el gobierno local (Espinoza ónimo hizo modificaciones en
1966: 246, 294); otros autore
tutor de Atahualpa (Cieza [15 s señalan que fue una suerte de
12 Sarmiento de Ga
50] 1985: 200).
mboa [1572] 1947: 253; Cabel
[1616] 1962, I: 113. lo Balboa [1586] 1951: 406; Murúa
13 Santa Cruz Pach
acuti [1613] 1879: 310. El aut
pero que Atahualpa se titulab or insiste el que el título fue otorgad
a Inca. o,
14 Las informacion . ..
es publicadas por Espmoza (19
a tenía; asimismo, las crónicas 67) dan fe del prestigio que Atahual-
no discuten sus «pretensiones».
~m o Inca, no hay más reacci Cuando éste es reconocido
ón en los relatos de las crónic
proviene del razonamiento leg as de aquella que naturalmente
al español.
del cu zc o 119
¡oc
·y ií\tit1las as
un cuest1•0 na do fr ay A nt om o, m ueho ti. em po des é
~os •
\\te bechº por pu s,
.110b\e 1s
lpa bi o qu e la im ag en qu .
:n 1038e r~iterars~,.en ca 1: e la s cr ón ic as pr es en ta n
l\a n A ta hu al pa pr ep ot en
pe~uáscar le gi tir nº Ja ja m te y ba st ar do , pe rm it
las ar ca ju st if ic ar su pr op ió
ido de un spañoles des~e
ve re ia em pr es a de co n-
tte ªl~~ae pues, c~~o u: !aOrq uí a»m os , ex pl ic ab a su co nd ic ió n de re st au ra -
cu zq ue ña y
cas qUl5 'de \a «v1e1a rn
t ra qu e A ta hu al pa ha pe rm it e en te nd er la ir a de
~~::ro cuando se,en ~egunt m an da do m at ar a H uá
ar se ha st a dó sc ar .
rlJ, ""- 1·d d nd e la m ue rt e de H
lte f,n rea 1_ a ' cabn ap
r los pr op io s es pa no - l uá sc ar no
Pa. fue roouvada es .
. el he ch o de qu e A
tar Un punto fihna1·otorio de ta hu al pa ap ar ez ca si.
sp ué s de la in ic ia ci ón em pr e co rn o
rte vencedor, . he c o n qu e lo tr an sf or m ó en
ior •de nt1 con un a si tu ac.ió n e l ar
6 ca
\nea, se . . to de qu e go
1 a y ya an un ci•ad a, rel at lv • a
a qu e
se
el reconocimienn Inca ve rd
za A ta hu al pa es cl ar o. C o .
:ne . • ·dad es u ad er o (e l In ca ha na n) rn o en vi ad o de la
es. d1vin1 ' Se trata en to nc es de un , es in ve nc ib le , es en ví a-
1
do_ del So· uista ritualm . hé ro e so la r qu e co nq ui. st a [re
lpa en te ] el m un co n-
quista'. conq do , es de ci r, el C uz co
1ca tuvo «mala pr en sa l ó . H uá sc ar no
fue quiAentahualpa A H uá sc » en as cr m•ea s, qu ie • n la
tu vo fue Ju • st a-
mente • . ar se le at ri bu yó to da
~n- d d sustancial a OJ OS es _ la ca rg a de la le gi tim
pa no le s, el de re ch o i-
cia ;e~dida por la falacia de su a go be rn ar , la «b on
los op os it or ( a pe sa r de qu da d»
~o acusaban, como se vio
en el ca so de B et an zo e la s pr op ia s cr ón ic as
~o, figura romántica de H uá sc s) . Se co
re- ar , el hé ro e ve nc id o pr m pl et a as í la
aparece empequeñecida po em at ur am en te ; su ca íd
r a
las Tawantinsuyu a una do m in la de A ta hu al pa , qu e si gn if ic ó el pa so de
ta- ac ió n ex tr añ a al m un do l
Huáscar aparece algo de sf an di no . P or to do el lo
las ig ur ad o en lo s re la to s ,
pasó con un carácter se m ej de la s cr ón ic as , de do
an nd e
paron primero de qu ie n ha te a lo s hi st or ia do re s. L os cr on is ta s se oc u-
la
ll
de la situación rea\ de H uá ar on en el po de r, A ta hu al pa ; el pr ob le m
IS·
sc ar vi no de sp ué s. a

pa
El Inca que hallaron lo s
su españoles
en
de a) Ata~ualpa. L a di sc us
~:\ Tawantms':1yu se in au ió n de \a s cr ón ic as y la hi st or io gr af ía ac er ca
gu
. gar~? a Ca1amarca. L as ró en lo s pr op io s dí as en qu e lo s es pa ño le
úa

lo, si~aeton rea\ de H uá sc ar du da s qu e se pr es en ta n aq uí ac er ca de s


yA la
~lSlas que estuvieron en di ta hu a\ pa ad qu ie re n se nt id o po rq ue \o s cr
ch o-
al· nea no se hallaron en re al a ci ud ad en lo s m om en to s de la ca pt ur a de
do id ad en co nd ic io ne s de l
,te ob te ne r in fo rm ac io ne s
IS V
y e\ m· aca de <;:astro 19
20: 23-2
ismo se titula en re ali da 4. El au to r de l te xt o es un ta rd ío y discutid
d «D isc ur so so br e la de o fray An to ni o,
sc en de nc ia y go bi er no de lo
s Incas».
120 Franklin p
ease G. 'r'
coherentes. Se sabe hoy día que_ los españoles en Cajamarca no . •
disponer realmente de traduccIOnes para las complejas infor:ud~eron
s
que deseaban hacer llegar a los pobladores andinos. Se rec d ac,one
en un viaje anterior al Perú, el navío de Bartolomé Ruiz lleº~ ará que
jóvenes capturados en la co~ta norte del Perú actual; ellos a;re: ~nos
español y retomaron con P,zarro, hallándose en la hueste e t d~eron
sembarco y los ª':°~tecimient~s de Caj~ arca . Pero Felipen ~e~I d~-
-Feli piJlo y Martmdlo en la Jerga conq msta dora - no se hall b ªrtin
condiciones de llevar a cabo la delicada tarea que se esperaba an ~n ª
ran. Habían aprendido, ciertamente, un español náutico O portuac~mp h~-
S ·11 no-v i

vieron en b~rcos y puert os cod.mo evi a-., pdero ello no los capacitab~
1
para convertir en 1e~gu_as an mas Iaé comp 1ca ab tenninología que incluía
.
el ya famoso requenIDiento, pues ste emp1ea a una complicada t
:
?ología jurídica Y_ teológica, ~~adiendo latinajos. Los intérpretes d:~
Jamarca se hallanan en cond1c1ones de hacer y traducir preguntas g é-
• en

neas, pero nunca pod' nao hb a erse encontra o capaCitados para tradu .
d
conceptos que requerían una aculturación más vasta: rey y monarquícrr
Dios, Papa e Iglesia; podrían habe r hecho enten der a los poblador:~
andinos qué era el oro, pero jamá s se encontrarían en situación de poder
16
explicar lo que era dinero .
De un lado, la insuficiencia idiomática y, de otro, las diferencias
Se
culturales, hacían muy difícil, si no imposible, traducir categoóas.
requiere, ciertamente, de mucho análisis, pero un par de ejemplos pue-
las
den dar una idea de la dimensión del problema. En primer lugar,
confusiones y dudas acerca de la traducción pued en ser serias y tener
o
amplios alcances; los españoles tradu jeron muy libremente el términ
Dios en los Andes del siglo XVI, como pued e apreciarse en las crónicas
os
más tempranas. Ciertamente, mote jaban de ídolos a los seres sagrad
os
de los pueblos que encontraban, pero emplearon rápidamente términ
las
de los recién aprendidos idiomas andinos para designar no sólo a
a
divinidades andinas mismas, sino para traducir los términos relativos
la evangelización.
Tal proceder se extendió no solamente a los cronistas, sino, por cier-
to, a los evangelizadores. La situación debió de ser muy confusa avan-
zado el siglo, cuando se celebraron las sesiones del 111 Concilio de Lima,
rar
en 1583, pues una disposición específica del Concilio obligaba a incine
las cartillas bilingües utilizadas hasta entonces para la evangelización por
las Ordenes religiosas. Ello podría atribuirse tanto a la validez de tales
traducciones, como también a la presencia en esas cartillas de ideas que
h
E! asunto va adquiriendo importancia en la investigación; véase Solano 1975; Haensc
16

1984; Rivarola, 1985 y 1990; Pease 1980, etc.


- -- -~ = -

121
zco
Los últ imo s inc as del Cu
-
de nti na no tol era ba , po r eje mp lo esq ue ma s joa qu ini
la Igl esi a po st tri la Doctrina
1 an do el co nc ili ? de 1;,ima au tor izó la impresión de el tér mi no
tas_ ~- Cu Lim a, 1584),
C~1Sllana (q ue fu e _el
pn me r bb ro im pre so en to con
du cid o al qu ec hu a ni al ay ma ra, len gu as qu e, jun
Di os no fu e tra na ron los criterios
em ple aro n en tal ed ici ón ; se ab an do
el ca ste lla no , se , y se pre fir ió in-
ad os po r cro nis tas an ter ior es , y au n po ste rio res 18 dificulta-
em ple
co mo ne olo gis mo en las len gu as an din as . Las
tro du cir Di os cierta-
y la int ro du cc ión de ne olo gis mo s co nti nu aro n,
des de tra du cc ión
sig lo XV I e ini cia do el XV
II.
me nte , aú n av an za do el do pro ve nía de las dif ere nc ias cultura-
ele me nt o an un cia
Un se gu nd o las co sas qu e se
igi na nd o se rio s pr ob lem as de int erp ret ac ión pa ra s en los
les, or
cr on ist as de los tie mp os ini cia les de los esp añ ole
veían. As í, los
l µg o de «m ez qu ita s» , de un ser ral lo de l Inc a,
An de s inf or ma ba n de ha lJ. da d de de-
s ca so s se tra tab a, ob via me nte , de un a inc ap aci
etc. En am bo y rel igi ón , de bie nd o
na r co rre cta me nte un tem plo de ot ra so cie da d ieles de
no mi
los mu su lm an es pe nin su lar es era n los ún ico s inf
rec ord ars e qu e rta._ Pe ro au to-
yo ~ª - de co nq uis tad or es t~n ía no tic ia cie
los qu e la ma los ro, To do -
b1 en co nf un de n; en un reCJente y su ge ren te bb
res ac tua les tam nd a:
la ate nc ión so br e un as fra ses de Di eg o de La
rov lla mó
y bien dispuesta y
Al on so Ló pe z de A vil a pre nd ió un a moza india marido,
El capitán
da nd o en la gu err a de Bacalar. Esta prometió a su y así
gentil mujer, an ma tas en , no co no cer otr o hombre sino él,
gu err a no la
temiendo que en la r no quedar en
pe rsu asi ón co n ell a pa ra qu e no se qu ita se la vida po rrear. 19.
no bastó ieron ape
otr o va rón , po r Jo cual la hic
peligro de ser en suc iad a po r

fueron popularizados
ven ien tes de las obras de Joaquín de Fiore
11 Los esq uem as pro reclutaban a la ma-
en det erm ina do s sec tor es de las órdenes religiosas, que formas de
y difundidos
bro s en zon as i:ur ale s, y ~stos ªJ>C?rtaban a,1~ órdenes sus r ejemplo
yoría de sus miem xico (véase, po
ocidas estas mfluenCJas en Me
catolicismo rural. Fueron recon el tema ha sido estudiado, aunque no con la precisió~
Phelan 1972); para el área andina alida 1977; también infra).
enz
requerida (véase Ossio 1973, y Fu or principal de la Doctrina, pudo muy bien tomar esa
is El P. José de Acosta, red act la experiencia
ta de los res ult ado s de la traducción de Dios al japonés en urante
decisión, en vis
la Co mp añí a de Jesús, como San Francisco Xavier: «D
s de orai
de destacados miembro
guc hi Xa vie r se dio cue nta por primera vez que Dainichi Ny
la segunda visita a Yama ntico a su Dios creador. Desde
ese momento e~
la sec ta Sh ing on, no era idé a ser usada
el Buda de abr~ latina para dios, Deusu, iba ses u

adelante, pronun ci_ ación j~p _on esa de la pal
Debe haber sido muy confuso
para los japone
para refenrse a la deidad cnst1ana. jeros exhortarlos a 'rezarle a Dainichi' oírlos 1' qose
habían oído a los sacerdotes ext
ran
D • •
' ª
• No es de extrañar que muy pronto Jos mOD·Jes
gun
h"b " 1
• más tarde pro 1 1r es rezar e a 1 am 1ch 1.
dias fi D eusu era en rea l"d I ad Daiuso, la gran
mentira,.. (Knauth 1972.
- • • n qu e •
ant1cnstianos a lfmara
~-
19
Todorov 1987: fll J.
Franklin Pease G
122 • Y.
. hace ver una nítida confusión de nociones de honor
La referencta d
.. , como de la forma en que ca a cuItura ,
concebía 1
as rela
Y
verguenza, as1 . . l Lo
. ales y aun la vida matnmoma • que s1 quedará clara •
ciones sexu .. f t· 1 d . es la
. . de Landa .de cnt1car 1a orma ma que a qmere el casttg .
mtenc16 n - 0
hispano de aperrearn1ento. _
autores espanoles -tanto espontáneos escn't
E n CaJ·amarca ' los d' • d' 'b ores
como funcionarios y sa~rdotes- 1eron por m 1scut1 le que había ha'.
bido comunicación y clandad en ella. At~hi°~Pª aparece en las crónicas
iniciales elaborando parlamentos ~n espano ! 1zarro 1o hace en quechua
Hemando de Soto y Hernando P1zarro hab1an hablado co_n el Inca, au~
antes de producirse la entrada d~ éste en la plaza de CaJamarca, y los
españoles en general aparecen dialogando con pobladores andinos de
diversas etnias a lo largo de su marcha desde la costa hasta Cajamarca
Sin embargo, las versiones andinas de la conquista, específicamente 1~
fiestas de la muerte del Inca, dan fe de una situación diferente; la versión
de la Tragedia del fin de Atawallpa publicada en_ Bolivia, informa que
en Cajamarca y en otros momentos de la conqmsta, los españoles no
hablaban, únicamente movían los labios; los andinos son los que hablan.
Ese es un testimonio de incomunicación, tan claro como el que aparece
en versiones diversas, donde los roles son ininteligibles, e incluso Ata-
hualpa murió por no saber leer 20 • La propia muerte de Atahualpa será
objeto de discusión entre fuentes españolas y andinas, como se verá
oportunamente.
Un segundo problema que se observa en las primeras crónicas es el
establecimiento de algunos estereotipos concretos, producto de la inco-
municación aludida. Posiblemente, uno de los más conocidos sea el que
podría denominarse «los andinos traicioneros». Este se anuncia desde el
momento en que los cronistas informan que los nativos suelen recibir a
los europeos en son de paz y, después, no sólo los repudiarán, sino que
con frecuencia iniciarán guerras contra ellos. De amigos se convierten
en enemigos sin causa ni razón, lo cual se explica únicamente por una
naturaleza traicionera. Es verdad que tal punto podría hallarse desde las
primeras experiencias colombinas, pero en realidad se reprodujo en cada
conquista española. Un buen ejemplo para ver la forma como se diseña
el mencionado estereotipo será ver la conducta de los españoles con
Atahualpa.
Llegó Francisco Pizarro a la región andina en medio de la guerra
entre Huáscar Y Atahualpa. Los cronistas están de acuerdo en señalar
que las primeras noticias de la llegada de los españoles a los Andes (los
20
. Lara 1957: 127 Y ss. Y Ortiz 1973. Véase además: Meneses 1985; Ravines 1985;
Millones 1988; Burga 1988.
123
Los último s incas del Cuzco

halla ba aún vivo.


prim eros viaje s) ocur riero n cuan do Huay na Cápa c se
rios señal aron su
e in_cluso se detie n~n a prec isar que deter mina dos augu
croni stas retra taron
vemd a. Pero más inter esan te es la form a como los
eras obra s escri tas
a Atah ualp a, pues a éste se le repro chó ya en las prim
al legíti mo here-
en Caja marc a, habe r usur pado el pode r, desp lazan do
se esgri miero n jun-
dero y, lueg o, habe rlo hech o asesi nar. Esta s razon es
ejérc ito -llev an-
to con el argu men to que estab a hacie ndo orga nizar un
dos por Pizar ro.
do a efect o la traic ión- cont ra los espa ñole s acau dilla
Atah ualpa como
La versi ón más clara que seña ló la culpa bilid ad de
la Nuev a Castilla,
regic ida y fratr icida es La conq uista del Perú llama da
a vario s autor es
texto impr eso en Sevi lla en 1534 y que fuera atrib uido
su auto r pudo ser
con resu ltado dive rso. En prim er luga r, se pens ó que
y hasta Migu el de
Franc isco de Xere z, Gon zalo Fern ánde z de Ovie do 21
Raú l Porr as la atrib uyó a Crist óbal de Men a _ • La cróni ca
Estet e, pero
SeVJUa, aun antes
atrib uida a Men a se editó , com o se sabe , en 1534 , en
de la conq uista del
que se hicie ra lo prop io con la Verd ader a relac ión
ado ser una
Perú de Fran cisco de Xere z 2~ue, norm alme nte, se ha pens
réplica al Anó nimo de 1534 •
la califi cació n de
Otro texto que apor ta impo rtant e infor maci ón para
Notic ia del Perú ,
Atah ualpa en los térm inos alud idos es uno intitu lado
prev ias de Jimé -
atrib uido a Migu el de Este te - a raíz de infor maci ones
entre los pape les
nez de la Esp ada - y publ icad o en este siglo ; se halló 23
de Sant a Cruz , el prim er Cron ista May or de India s • Migu el
de Alon so
hubo otros de igual
de Estet e habí a sido sold ado en Caja marc a, pero

Hoy surgen proble-


21 Porras Barrenechea 1948, reproducido en Porras 1986: 601 y ss. frases de Andrade
mas con tal atribución, Jobn H. Rowe llamó mi atención sobre unas r de Espinosa al
Gaspa
Reimers (1978: 104-105). Este anotó una carta deJ Licenciado se afirma que Cristóbal
Emperador, fechada en Panamá el l.º de agosto de 1533, donde
y debía llevar a España
de Mena, el propio capitán, se encontraba en Panamá en ese día
de Mena se hallaba en
la carta que estaba escribiendo Espinosa. Si tal fecha indica que ocurrida el 26 de julio
Panamá, éste no pudo estar presente en la muerte de Atahualpa, y su descripción, si el
previo. La duda afecta primordialmente a la credibilidad del texto
autor fuera Mena.
22 La obra de Xerez publicada en Sevill
a en 1534 ha sido especialmente valorada,
testigo presencial y par-
teniendo en consideración no solamente su definida condición de
tícipe de la conquista desde viajes anteriores al definitivo, sino
especialmente su especifica
razones esgrimidas con
calidad de secretario de Francisco Pizarro. Esa fue una de las
imo sevillano de 1534;
frecuencia para considerar su crónica como una respuesta al Anón
que la oposición podría ser
ésta es una posición que merece ser reconsiderada, toda vez
menos importante de lo pensado.
ndo Pizarro en su
23
Miguel de Estete fue soldado en Cajamarca y acompañó a Hema
que Xerez incluyó en
expedición de saqueo a Pachacama. Escribió un relato de ese viaje,
e~stencia, y afirmó que
su Verdadera relación. ,Jiménez _de la Espada había mencionado su
pnmer editor fue Carlos
Esrete era el autor (prologo a J1ménez de la Espada 1879: IX). Su
124 Franklin p
case G
nombre en el Perú del siglo XVI;E Larre a ya lo había sup •"·
• & '6 n. ste u, 1timo
• d.1screpa de lauesto.' pero Po.
rras incrementó la m1onnac1 •
• a a Es afirmaClone
t 1 &
de Larrea, especi•a1men e en a 1orma como se I'dentific stete d s
. • llí
de los hechos de Ca1amarca; quien a estuv o retom ó a E _ espués
y aparentemente se quedó allí much os años, figurando co:an a ste? 1535
diversas probanzas de méritos y servicios y otras informacion t~ ~go en °
hasta por lo menos 1550 • Se ha afirm ado contin uame nte qes J1Udtciales
24

ción de la Noticia del Perú fue realiz ada en fecha tempr ana ue redac.
dole la del año 1535, fecha en que -~igu el de Estet e retorn ó :t;~uy~n-
Si esto fuera así, el texto de la NottcUl sería cerca no a los del A P~na.
sevillano de 1534 y de Francisco de Xerez , pero ocurr e que 1a ~~ni~o
. • d "ºhe'
dispone de infonnac1ones que nmgu no e Ios otros autore s que se hallalil
· rse Han •
ron en Cajamarca conoció, de mane ra que no puede afirma • • ntos de a amen.
I
te que su redacc1'ón fu era tan cerca na a os aconte c1m1e
quelJa
.
ciudad • ad os con Ia muert e d e A tah uaIpa. Sobre este asunto
, culmin se
volverá después.
La acusación contra Atahu alpa (fratr icida y regici da, aparte de us .
d" á I ur
pador y tirano) se registra, como se IJO, m s c arame nte en el Anónim

sevillano de 1534. A pesar de la cerca nía tempo ral, la Verdadera relaci6:
de Xerez no plantea de fonna tan precis a la mism a acusación. El último
indica:

Entre muchos mensageros que venían a Atabalipa Je vino uno de los que traía
preso a su hermano a deziJJe que quando sus capitanes supieron su prisión auían
ya muerto al Cuzco fnombre que los primeros cronistas daban a Huásca r, cuyo
25
nombre no registran así como tampoco el término Inca, ynga, etc.] .

El texto del Anónimo sevillano de 1534 propo ne, en cambio, una


versión distinta:

... supimos como este cacique fAtahualpaJ auía prendido a otro señor que se
dezia el Cuzco que era mayor señor que él: éste era su hermano de padre Y,ºº
de m~dre Y el mesmo Cuzco que venía preso supo como los christia~os hauian
prendido a su hermano: y dixo si yo viesse a los christianos yo sería senor por~ue
tengo gran deseo de verlos: y yo sé que vienen en busca mía: y que Atabahpa

~- Larrca (l918); en adelante, de acuerdo a la denominación que Je dio Larrea, se pre_fie~


otnr nquí co~o Noticia del Ptrú, una nueva edición que ha sido preparada por Migue
Al~no Guénn, en Salas 1987.
• Larren 1918: 8; Porras 1986: 597-598. •h p¡zarro :que
" Xcrez l1534) 1983·• 22b·, unas páginas
. atrás AtahuaJpa había die• O da Jas cr6n...-...e
Col rcgarfa a 1os español H -<~--- Esto se entiend
'
irucialcs se d . esª u~. e porque en las páginas e Ata·
CJn cl~ro
hualpa. esto es dinmJrsobe ,
e~. que los españoles desean «hacer ,·usticia» entre Huáscar Y
. . europeos.
' • " rarua», «derecho aJ trono», etc., bajo cntenos
Los últimos incas del Cuzco

la daríll qwatro
les prometió vn bohío de oro que yo tenía para darles: mas yo
que .rnc h.1 de
bohíos y ellos no me matarían como ~stc (AtahuaJp.af picmo auí.J dicho n,uo
matar. Luego que Atabalipa supo Jo que su hermano el Cuzco
y :t.191rfan por
gran temo r que sabiendo esto los christianos luego lo maunan : y assí lo
lo matas sen prestamente
señor al Cuzco su hermano: y mandó que Ambalip.:a
el gouem ador puso
mataron que no aprou ech6 el mucho temor que
31
lo 1cn(a dCJolc fa
quando supo fPizarro] que vn capitán suyo fde Atahualpa) allJ
traer
AtahuaJpa! que no lo mandasse matar: sino que lo hiziesse
donde
6
estauan. .. .
la ejecución de
Más adela nte, cuan do el mism o autor anón imo relata
arca otros
Atah uaJpa , indic ó brev emen te que había n llega do a Cajam
o de su herma•
herm anos de Atah ualp a « ... muy escon didos por mied
Xerez utiliza.
no... ». A conti nuac ión viene un texto , muy simil ar al que
un ejérc ito para
para expli car que Atah ualpa había mand ado levan tar
luchar contr a los españ oles. aba que
El texto de la Notic ia del Perú , atrib uido a Estet e. afirm
pizar ro había dicho a Atah ualp a que él sabía que
[la de Atabual-
...su hermano venía preso y había sido desbaratado por su gente
mandar que,
paJ, y que le habían dicho que él {A_tahualpa] había enviado na manera
en; que en ningu
dondequiera que le topasen en el camino, le matas
, era deserv ido, y
él tal· hiciese, porqu e de aquellas cosas Dios, Nuestro Señor
información
que también lo sería el Empe rador ; que venido él {Huáscar], habría
administrarla justicia y se
de entrambos; cúyo fuese el señorío de la tierra, y les
daría orden de paz y concordia entre ellos, lo cual le debió
de hacer mal sabor
que su hermano
[a Atahualpa], porqu e luego, de ahí a pocos días, sino nueva
era muerto y él se desculpó con decir que él 27no lo había mandado y que los que
le tenían a cargo lo habían fecho de suyo... •
sobre la con-
Es inter esant e que el texto anter ior espec ifiqu e un juicio
a la opini ón del
ducta de Atah ualp a, que se encu entra muy cerca no
cono ce el nom-
Anón imo sevil lano. De otro lado, el auto r de la Notic ia
bre de Huás car, si bien no lo empl ea en el texto anter iorm ente citad o,
28 ]os demá s au-
sino en otro lugar de la Notic ia , dato desco nocid o por
ente; ni si-
tores que estuv ieron en Caja marc a y escri biero n temp ranam
dond e finalizó su
quiera Pedr o Sanc ho, que alcan zó a estar en el Cuzc o,
crónica en 1534.

lb Anónimo [1534) 1929: 67.


11 Anónimo 1987: 300.
ZB Anónimo 1987: 297, 304, etc. Se verá, poster
iormente, que el hecho de conocer éste
es mucho más tardío
yotros nombres, términos y lugares, explica que el texto de la Noticia
de lo que anteriormente se pensaba.
Franklin p
126 case G. \'
. •
ificaba allí co mo falsa y tra1c. 10
La conducta de At ah ua lpa se cal • l t ) . nera,
sac ión qu e se cen tra ba especia me n e en a levantar
una acu cito
a ma tar a los esp año les des pu és de ha be rlo s recibido co ;: :Jé!1
par e), y b) engaña ~ gos,
hab er lle gad o a una transacción (el res cat • o era un inequ' r ª Piza rro
0 • ato de H uas ' car; 1o u'l tim s'
ara encubrir el asesm Ar tzcz fi ivo
• •a a rm ará que tant p· in. co
P , l d e 1a JYO
toma de crueldad. As1, e au tor
O 12
n ve rba lm en te a At ahu alp a arro
como el padre Valverde rep ren día er
añ ad ien do sibilinamente qi ;r hab
dispuesto la ejecución de Hu ásc ar,
ahu~lpaJ aco stu mb rab a a hacer
en sus
cos a que ori gin aria m~ nte él [At
...era mismo di'ohe~-
manos, dábasele poco de nmgun
a rep ren sió n; por que a lo que él
s [de sus her ma nosJ que habían
se -~ 0' el
erto otr os mu chos de ello
había mu
Y uno , dice, que. viéndole [;vini·égund,o1e?)la
arcialidad de su hermano [de Huásc. arJ; . ..,

P
ada de su her ma no, 1e hizo qm tar e 1 cue ro vivo delante de, él ' Ycon
con em baj
"da d e oro , be b'1a; é sta se tomó el día de su
la cabeza del29 hermano guarnec1
desbarate... .

ver sió n his tór ica má s co mp let a sol am en te pu do elaborarse cuando


La de
cronis tas dis pus ier on de ma yo res y me jor es informaciones acerca
los an-
casos, los cronistas fueron organiz
los Andes. En éste, como en otr os on-
biándola, dis eñ án do la pa ra que resp
do su versión, moldeándola, cam
fin es. La def ini ció n de At ah ua lpa co mo mentiroso, cruel, y
diera a sus
ent e usu rpa do r y tira no , se ha lla ba dirigida a justificar la
específic am
sta esp año la po r hab erl o de rro cad o y buscar devolver la libertad
conqui
y la justicia a los habitantes de
los An de s.
añ os, la versión irá perfeccionán·
Naturalmente, con el paso de los tie-
e cu an do se escriben crónicas que
dose; ello adquiere especial reliev y, por
ión de un a historia de los incas)
nen un nuevo diseño (la elaborac
va y mu cho má s nu me ros a inf ormación. Sus autores ya son no
cierto, nue üís-
extrañ os a los An des y su ge nte , ha n ad qu irid o instrumentos ling
tan han
s má s apr opi ado s o pu ede n em ple ar me jor es intérpretes, ellos
tico res
edieran a versiones qu e los escrito
hecho posible que los autores acc io de
pu die ron co no cer jamás. Al inic
que se hallaron en Cajamarca no
de 155 0, los cro nis tas -c om o muchos de los españoles enst los
la década
oc~ an mu cho me jor el ter rito rio , ha bía n logrado una ~ a~·
An ?e ~ con '
zac ion rel ativ a de la top on im ia, de los no mb res y límites espaciale
dan .
Yhasta de los personajes.
Entre 1550 Y 1551 se finalizaron do
zco ;
s ob ras importantísimas, cuya .LO·
se tra ta de la seg un da parte_ ?e ! 1
fo~ ~c ión fue originada en el Cu
za de Le ón , y la Suma y narrac1on
d
Cro mc a del Per ú, de Pe dro de Cie

29
Anónimo 1987: 300, por ejemplo.
127
Los últim os inca s del Cuz co

se finalizó, apa rent eme nte,


los Incas, de_ J~a n de Bet anz os. La prim era cua tro año s más tard e); la
en 155 0, al viaJ a~ su aut or ª. ~sp aña (mo riría
1. Am bas inco rpor an una visión
seg und a se term mó de esc nbi r en 155
s; son las prim eras crón icas que
esta nda riza da de la hist oria de los inca
a de vers ione s parc iale s, com o la
lo hac en: ant es de eJJa s sólo se disp oní
Agu stín de Zár ate, imp resa en
pro vist a por la Historia del con tad or
s ante s, cua ndo su auto r salió del
155 5, per o fina liza da qui zás diez año s
man usc rito s de las men cion ada
Per ú. La rec ien te pub lica ció n de nue vos itos 30
nue vo inte rés a sus escr •
obr as de Cie za y Bet anz os pro por cio na
anz os con stitu yen una elab o-
Tan to la obr a de Cie za com o la de Bet
ja que la que pud iero n hac er los
raci ón pos teri or y mu cho más com ple
s que fue ron de los prim eros que
cron ista s de Caj am arc a, o aun aqu ello
, Ped ro San cho o el auto r de la
escr ibie ron des de el Cuz co (po r ejem plo
las crue ldad es que los gen e-
Noticia del Perú). Rat ific an amb os aut ore s
ero ~ en el Cuz co cumpliendo sus
rale s y par tida rios de. Ata hua lpa hi~
hIZo con oce r a Ata hua lpa, pres o
órd ene s 31 . Cie za pre cisa rá que algu ien
r se enc ont rab a cerc a de aqu ella
en Caj ama rca , que su her ma no Huá sca
er qué ord ena ba Ata hua lpa
ciud ad, y que sus cap tore s des eab an sab
emo grad o d~sear verse en poder de
... porque Gua sear a (sic) mos trav a en estr
. Este mensaJero hab ló-l lega do que
los cristianos, sus ene mig os [de Ata hua lpa]
qua) [Atahualpa], como era tan pru-
fue- - largo con Ata bali pa dest as cosa s, el

:w La obra de Cieza de León fue completa


da gracias a las investigaciones de la profe-
un manuscrito
tú. Encontró en el Archivo Apostólico Vaticano
sora italiana Francesca Can sión española) y un segundo que propor-
completo de la tercera parte (dedicada a la inva
Cieza de León (1550) 1985, y (1553) 1987.)
cionaba alternativas a la segunda parte. (Véase Juan de Betanzos fue descubierto en la
de
De otro lado, un nuévo manuscrito de la obraMallorca y publicado por Maria del Carmen
a de
biblioteca de la Fundación March en Palm nuevos, específicamente en lo que se refiere a
Martín Rubio; contiene muchos capítulos
edición citada en este libro).
la guerra entre Huáscar y Atahualpa (véase la ... se mostrava muy arogante y que le pare~a
31 Cieza de León afirmó que
Atahualpa «
desvaríos afirmándolos por verdad quel
ser poco el reyno del Perú todo para él; fingía milihazia el Cuzco, poniendo debaxo de su
Sol le fabore~ía y aun hablava ... Fue caminando
e dexava de su mano puestos delegados y
señorío las provin~ias por donde pasava, dond y desafueros ...» (Cieza de León {1553]
govemadores; y quentan que usó de gran crueldad ueños «fueron todos los demás sacados
1987: 113). Betanzos añadirá que los dirigentes cuzqe [publicó sus delitos) y siendo ya hecho
y llevados a un sitio que llaman Quicpay dond
en apartadas y ya que apartadas fueron
esto mandó que las mujeres del Guáscar fues
como estaban les fuesen sacadoos de los
mandó que a las preñadas tuviesen ansí vivas como las que vivas estaban y todas )as
vientres los hijos [luego) mandó que las abriesen
aquellos palos e de lo alto dellos y Jos
d~más hijas de Guay_na Cava fuesen colgadas de
h110s sacados de los vientres fuesen colgados de
las manos y brazos y pies de sus madres... »
la crueldad que los españoles testigos de
(Betanzos [1551] 1987: 261). Imagen pura de
Cajamarca atribuían a Atahualpa.
Franklin p
128 ease G·\'
le convenía, que su hermano vi . n• •
dente y
mañoso, . que no
parecióle , ruese
. delante de los cristianos, porque 1od teman en mas que no a él • Pare.
Por
arIe ma r por miedo
Ciese , ta . de p·•~rr ser e/
_ atura/· mas no se atreVIa a man ,1 E .
senor n ,
uchas veces le abía preguntado por e. por cono~r s1 le pesaba [ p·º que
m su muerte O si le constreñí
con .
a que le mandase •
ª
traer bivo, fingió estar conIZarro¡
pa~ón y dolor, tanto que P1~_rro 1o supo y vmo con~lar lo, preguntándotegran
por qué tenía aquella ~ngoJa. Atahualpa fingiendo tenerla más, le di'o que
supiese que auía, en el tiempo que llegó a Caxam~lca con los cristianos, J ;ue
travada entre su hermano Guáscar y él; Y que aVJéndose dado muchas Vatallas gu rra
'I [At h 1 ] C • ·
entre unos y otros, quedándos~ e a ua pa en, aJamalca, auía cometido
negnrio de la guerra a sus• capitanes , los quales aman preso a Guáscar, a quien . el
1 d
trayan adonde él estava sm e averdtoca º, en s~dpersona, y que viniendo con él
~"S"·

le auían en el campo muerto, segun 1o av1a tem o por nueva ' que hera 1a causa
.
de estar con tanto enoJo....

Betanzos resumirá la versión, sin entrar en un relato de tantos detalle


pero insistirá más clarame nte en la respons abilidad moral de Atahualp:,
afirmando, también cerca del Anónim o sevillan o, que Atahualpa sabí~
que Huáscar entregaría mucho más oro a los español es, insistiendo •en
que el propio Pizarro había indicado a Atahual pa que no se atreviera a
32
mandar matar a Huáscar •
b) La noción de Inca. Los autores que se hallaron en Cajamarca
no supieron quién era el Inca. Más aún, ni siquiera mencionaron esta
palabra. Su máxima aproximación fue identific ar a Atahualpa, pero ni
siquiera lograron hacerlo con Huáscar , cuyo nombre no conocen, como
obviamente, tampoco conocían el de Huayna Cápac. Cuando se trataba
de denominar a la autorida d andina, emplear on -y dejaron estableci-
do-- el término cacique, que los autores de Cajama rca aplicaron a Ata-
hualpa, si bien lo llamaron también «el señor»; a Huáscar lo llamaron
«el Cuzco» y, ocasionalmente, Huayna Cápac sería el «Cuzco viejo». Así
ocurrió con la Carta de Hemand o Pizarro a Jos Oidores de la Audiencia
de Santo Domingo, con el Anónim o seviJlano de 1534, con la Verdadera
relación de la conquista del Perú de Francisc o de Xerez. Tal primera
g~neració~ de cronistas sufrió, también en este aspecto, las consecuen-
c~as de ~a m_comunicación entre españole s y andinos . Sus datos pertene-
ci.an al amb_ito de lo visual, también sus explicaciones; ignoraban lo au-
dt~le, carecia de explicación. Por ello llamaro n indiscriminadamente ~ez-
iglesias.
ª
9u•t~s templos u otros edificios; obviame nte no los podían denommar
'

.1!Cieza de León [1553) 1987: 144. Véanse las semejanzas entre estas frases Yaquellas
nzos
O~Ij 1
11';;,t~.to
r del Anónimo seviJlano escribió sobre el asunto, n. 26, supra. Beta
Los últimos incas del Cuzco 129
.
El primero que logró disponer de una inte r t . n _del térmmo Inca
e el autor de la Noticia del Perú que tu!ae ªatc~ób a Miguel de
fu • uel de Est_ete fu e autor de' una relación ndeluida
Mig vía.
Este te. Je de Heman-
o Piza rro desde CaJamarca hasta Pachacama ' incl uy6 su en la
d
l 'ón de Xerez (1534) ; tampoco mencionó lli Itexto I
Verdadera re acz f: ª nea. Sólo
la Noticia del Perú lo menciona y lo identifica de una ue quedó
table cida. Si buscamos esta blecer una cronoloao-ía brev;1dªe qtexto s que
eS • d I fi etc)
permitan ir bosqueJan ? orma com o se fija Inca (ynga, ingu a,
•'
Podríamos señalar 1os s1gu1entes:
s en depósito ni otros nin-
Otrosí q. ninguna de Ibas personasdq. t~udier?n yndio
ca'riques ni yndios q. no an
gunos sean . azerh
osados de enten er m ezu. a sus
1 1 ue Tupa Inga (se refiere a
de obed e~er al ca~1que y azer o q. e_dicho_ C~fiq
pal de toda la tierra y a quien
Tupa Huallpa o a Ma~ fº Inca] ques el senor pnn~
sirven y obedes~en... •
en manos de la
Cuando se redactaba el texto anterior no existía
uica» del Inca. La
administración metropolitana la identificación «monárq
proporciona similar
documentación administrativa propiamente dicha
bre propio. Léase el
identificación: en el texto anterior, Inga es un nom
siguiente fragmento de una carta del rey:
ue atabalipa que preodistes
Ví lo que me dezís de la Justicia que hizistes del caciq
a dentes [sic, de gentes] de
porque os avisaron que avía mandado hazer Junt
que fueron y se hallaron en lo
guerra para venir contra vos y contra los xpianos
a su hermano hijo del cuzco
prender y aver puesto en el señorío deste atabalipa
ce tener buena voluntad a la
(habla, es obvio, de Manco Inca] que dezis pare
imp heredero por ser más
amistad y conversión (sic) de los xpianos y más legít
la muerte de atabalipa por ser
principal hijo de su padr34e y como quiera que de
señor me ha desp/azido .

de marzo de 1534; en Loh-


33
Ordenanza para los vecinos de la ciudad del Cuzco, 26
mann 1986: 150, énfasis mío. artida por el Inca Garcilaso
34
¿Sería un texto así el que origina la afirmación, comp
«desplazido» por la conducta de
de la Vega y por Guarnan Poma, de que el rey quedó sancionó? Garcilaso de la Vega
lo
Toledo al ejecutar este último a Tupa Amaro, y por ello [460J, 459 [461J (1980, I: 339,
[l617) 1944, 111: 251-252; Guarnan Poma [1615 J 1936: 458
igo del rey» a Pizarro (1957:
340-344). La Tragedia del fin de Atawallpa extiende el «cast rey, se había ejecutado a un
189). De un lado, se tiene una explicación de la conducta del
lesa majestad, peligrosa, de ser
monarca por acción de un súbdito, era una forma de
da e~ ~a el 13 de noviembre
:ryada. ~na carta de Pizarro y los oficiales real~s, fecha 1c10 de S.M. la muerte de
deserv
A 153~, anadía: «y a lo que toca a haber sucedido en quera y que vino a la tierra en
ti:~bahpa, bien parece que Vuestra Señoría habla de talan e tememos que fuera en más
po que no le alcanzaron los temores pasados, porqu
130
,,
1
Franklin p 1
case G. )'
Tal carta del rey no conoce aún el término Inca, utiliza •
aprecia tanto Atabalipa como «el Cuzco» y «cacique» para d' c~rno
se
la autor,idad. Con postenon • ·dad , ot_ras d d. esigna
or enanzas 1ctadas Por p· r a
confirman la imagen de que Inca (mg~) es un nombre: «Porque lZarro
vicio de Su Mg'. y a la paz E concordia entre los españoles E al ser.
ymporta que el cacique ynga sea favores9do Acatado y bi naturales
do ·••''> 35 • A raíz de la rebelión de Manco Inca, autoridad , cen tracta.
por Pizarro, contra los españoles (1536), las precisiones conti,<núoronªd

sentido anotado. Así, una nueva real cédula fechada el 3 de fe~n en
et
1537 y dirigida a Pizarro, habla de que: «havemos sido ynform dero
de
el cacique ynga se levant6 y altero, contra vos ... »; el mismo díaa os que
enviaba una cédula al propio Manco Inca, encabezándola asi'• '~1rey
.
Yo he sabido que vos os habéis levantado contra los españoles nu ª
• « i ngu

súbditos ... ». Inme~1ata ~ente después se despachó otra real cédulestros
a con
el nombre del destmatano en blanco; queda claro, entonces, que Yn
(Inca, Inga) era en aquel momento un nombre propio 36. a
gu
Informaciones como las anteriores son las que hacen pensar que
texto como la Notic~ del Perú~ donde se afi~ a «Yngua, que quie~:
decir rey» 37 , fue escnto necesanamente despues de la rebelión de Man-
co Inca, puesto que las reales cédulas y otros papeles citados son poste-

deservicio que los españoles todos murieran y que S.M. perdiera la


tierra», obviamente
la carta no está dirigida al rey, sino a algún funcionario que vino al
Perú; Zavala 1973;
849 (citando la Colección de Documentos relativos al Adelantado capitá
n
Benalcázar, 1535-1565, Quito, 1936, y Archivo General de Indias, PatronDon Sebastián de
35 ato 192112).
Lohmann 1986: 152. La frase aparece repetida al pie de la letra
en una cédula
posterior, firmada por la Reina en Valladolid el 26 de noviembre
de 1536; Cf. Porras
1944-48, 11: 277. Allí se aprecia la manera como la terminología proced
ente
las nominaciones genéricas y propias, van copiándose de texto en texto. del quechua,
Pizarro repetirá
la denominación de Inca como nombre propio en otro documento, de
diciembre de 1535,
vid. Lohmann 1986: 88.
36
Porras 1944-48, 11: 301. Las cosas pueden complicarse, sin embargo,
en una carta
de Pizarro y los oficiales reales, respondiendo los reparos del Obispo
Berlanga, se escribe
« ...que lo que toca al inga se le ha escrito e hecho
saber a su Mg1, y en lo demás q. la
persona del cafique prinfi pal sea confinada e guardada puesto q. yncurr
a
y altera9ones Dezimos q. se bara aquello q. mas al serui o de su mgt en levantamy°5.
conuenga...», Los
Reyes, 13-XI-1535; en Lohmann 1986: 207. Tal nominación de Inga
podría ser dudosa
todavía en aquel momento. En una carta del 14 de diciembre del
mismo año, Pizarro
escribía: « ...por ynform on que tuvo que el cacique Ynga se quería
absentarse e yr a las
prouin9as do esta el sor don diego de Almagro (... ) le prendio e le
tiene con guardas E
la Altera9on que [se] themia a cessado y el dho Cllfique ...» (Ibidem.,
88). En una carta
posterior, de Pizarro a Alonso Enríquez de Guzmán, hay una frase que
a al1s3do ese traydor del ynga... » (lbidem., 47), su fecha es mayo del
Ciertamente, siempre habrá diferentes lecturas, no se sabe, por ejemp
año s1gu1ente 15 t
dice_ «~n como se

lo, si todos es 05
documentos son originales o copias posteriores.
37
Anónimo 1987: 316.
131
LOS últimos incas del Cuzco
. .
propio autor de la Not',c,a uti1izará otras ex-
. re s a la m ism a. Pe ro el
Inca (Inguar).
no iones pa ra designar al C
to r de la No tic ia alc an zó, además, a estar e ne I uzco, no duda
preEsI au • dad , no como un nomb ap11c . o a la
· al C uzco como cm . re ad
dJ ir
·stingu . h l Ca jam arca . Lo s únicos
en ac en cr or us tas de
autoridad andina, como en CaJamarca y que fueron al Cuzco fu eron
nl·stas qu e. se ha(llaronfu d'1ch a cm • dad después de habe
r
.
escnto suó
ero rro qu e e a .
tl rn an do PIZa . S D . go), y Pedro Sancho que fima112
ne id or es de an to om m . ,
a los O E , • fu rro y participó en
e arta ión en 153_4• ste u1timo e secretario de Piza r de la u • •
su relac A pa rte de ello, el auto "'º11c1a
da ción espanola del Cuzco.1 d' • .6n del mundo en cuatro suyu,.
la fun Jos primeros qu e conoce a 1vts1 , s au-
es de ac 1
.
6 n co n s~ co n_ tem poraneo Pedro Sancho. Lo
comparte tal inform 1d en t1~ car el Collao, el anónimo
de 1534
ar ca no pu ed en
tores de Cajam
Co al lo ', m ie nt ra s Xe re z lo ~n sid er ó una ciu-
o
duda si Uamarlo Collad_o. Pe ru sa be qu e es la «provtncia del Collao»
ia de l
dad. El au to r de la Notic a du lc e, do nde está una mezquita qu
e se
un a «l ag un
ue en ella había .
y q .. a». .
dic e T1 t1cac se gene ra lIZ ar á po ste no rmente. Por
l In ca co m o re y só lo
La noción de blevación de
m en ta ci ón ad m in istrativa posterior a la su
•erto que la do cu
rm in os ; pe ro fu e co n los cronistas de Ja década
~a ne o Inca aclaró sus té nz os -- co n quienes cambió sustancial
-
ón y Be ta
de 1550 -C ie za de Le un a hi sto ria de los incas. En ellos, el
Inca
de nt ro de
mente para incluirse e, co m o ca rgo sagrado, como parte
de una
m o pe rs on aj antes. Ha-
es identificable co se de una historia incaica, no
pu ed e ha bl ar
dinastía; entonc es
sa r de pu bl ic ar en 15 55 , Agustín de Zárate
pe
brá que aclarar qu e, a an te s; co no ci ó la noción de Inca com
o
dé ca da
abandonó el Perú una
s o capaccuna.
rey, no así Ja lista de inca
6. El desarrollo del conflicto

milita-
Las crónicas presentan generalmente el comienzo de las acciones
tiva cuz-
res de la guerra entre el Cuzco y Tumipampa como una inicia
ra como
queña, de Huáscar, pues relatan con lujo de detalles la mane
Atahualpa
Atahualpa enviaba muestras de acatamiento y obsequio. Así,
dirigente
aparecía, en las versiones de las propias crónicas, como un
spondía
llevado por los acontecimientos a la sedición. Esto no se corre
vas a la
tan fácilmente con las propias versiones de las crónicas relati
detenta-
condición de Atahualpa: ilegítimo, usurpador, cruel y violento
panora-
dor del poder. En realidad, dichos autores presentan un oscuro
otra tesis.
ma que siempre se ha querido explotar en favor de una u
tuvo
Puede, sin embargo, discutirse si la élite que apoyaba a Atahualpa
se trataría
inmediatas pretensiones de capturar el poder. Si así fuera, no
de la única intentona, aunque los cronistas sólo registraron el
caso de
rrollo de
Ninan Cuyochi y el de Cusi Atauchi, ya mencionados. El desa
creer que
los acontecimientos que relatan los cronistas puede hacemos
o final de
el conflicto entre el Cuzco y Tumipampa no fue sino el punt
de una
una lucha por la sucesión del poder que se planteara al comienzo
manera velada entre Ninan Cuyochi, Cusi Atauchi y Huáscar.
Ata-
Eliminados los dos primeros quedaría el último para discutir con
embargo,
hualpa la preeminencia en una ardua lucha por el poder. Sin
• de sorprender el' carácter ritual del conflicto -sob re este asunto
no deJa
nte en
volverá más ade lant e- notorio en la oposición permanenteme . s·
Juego ' euzco-Tumipampa ' o, dicho de otra forma, hanan-unn. 1 estos

133
-
Franklin Pease G. Y.
152

a de Guamachuco [que
... y mas os hago sabe r que estan do el ynga en la guac
ron dos taJlanes de Tan-
destr uyó, según otros testimonios] do yo partí le vinie
mar el Viracocha y otros
garal a y le truje ron nuev as como habí an salido de la
viracochas antiguos que
muchos Viracochas con el y tiéne nse (sic) que son los
Je dijeron que habían
hicieron la gent e y con esta nuev a el Ynga holgóse y como
do vino al Quito y en el
saJido por aque lla parte quie re volverse [el YngaJ por
que haga qué es la orden
cami no enco ntrar se con elJos para ver lo que mandan
oyesen fueron maravi-
que le dan para su conservación los capit anes como esto
les decía Cuxi Yupanqui
llados de la tal nuev a y pens ando que aque llo era como
J le había de venir dellos
que eran dioses y el hacedor y que a su seño r [el Inca
llaman Viracocha y al
suceso holg áron se y diero n gracias al hace dor que ellos
sol en lugar del Yoga ...
entrevista entre
Aña dirá más adel ante el mismo cron ista, al referir una
ijaguana, que se
Atah ualp a y Cinquichara, un «ore jón» nativ o de Jaqu
en la costa norte
habr ía entre vista do con Piza rro en Tang aralá (Piu ra,
a y le informó:
del Perú actuaJ) y de allí fue adon de esta ba Atab ualp
y los
sabe r que gent e fuesse por ver si era el Contiti Viracocha
... he proc urad o
dí dellos que son hom-
viracochas que en el tiem po antiguo vinieron ( ... ) y enten
n sierras ni las allanan
bres como noso tros y no hace n milagro ninguno ni hace
s dond e hay necesidad de
ni hacen gentes ni producen ríos ni fuentes en las parte
agua en cántaros, y cala-
agua porq ue pasa ndo por parte s estér iles desto traen 7
todo lo que he dicho ... •
bazas y el Viracocha que antig uo hizo el mun do hacía
do, aJJanó ce-
La imagen finaJ resulta clara , Wira qoch a hizo el mun
ón anterior de
rros, hizo nace r ríos y fuentes, prod ujo gent e. La versi
su obra) es algo
Betanzos sobr e la divinidad ( en los capítulos iniciales de
de haber ordena-
más compleja, pues aquella solo hizo la gent e después
cielo y la tierra,
do, en una salida ante rior en el prop io lago Titic aca, el
el día y Ja noche.
man dand o al cielo al sol y a la luna , distinguiendo así
, al referirse
En todos los textos previos se ofrece imágenes del otro
propios hombres
un cronista español y otro andi no a la forma com o los
casos, se trataba
andinos veían a los euro peos ; posiblemente, en ambos
ento, la atribu-
de una situación previa que hacía posible, en aquel mom
a discutir hoy el
ción de cualidades divinas a los españoles. Nadie va
peos, pero tam-
estu por que pudieron sentir los americanos ante los euro
una serie de
poco pued e pone rse en duda que los últimos buscaban
eotipos propios,
identificaciones (reconocimientos) de arquetipos o ester

r al último en Titu Cusi


B e ~ [1551J 1987: 261-262 y 264; véase un texto simila
7

Yupanqu1 [1570] 1985: 26a.


153
Los últim os incas del Cuzc o

la capacidad
tal ocur re con la identificación de caracteres de santidad ' to
• gros , etc., que se aprecian en héroes O seres sagrados ~n
de hace~ mila de Tunupa, iden-
en México com o en los And es; en los últimos el caso
obra del aguSIÍnO
tificado con Wira qoch a, 8es frecuente, como se' ve en la
Alon so Ram os Gav ilán • de la Suma
Tam bién Beta nzos habí a señalado, en el segundo capítulo los seres
generó
y narración de los Incas, la forma como Wiraqocha
hizo llover fuego
hum anos . Sólo rela ta un «milagro» cuando la divinidad
an los habitantes
del cielo , el cual corr ió por una ladera hacia donde estab
debe olvi da~
que habí an «falt ado» a (pec ado contra) Wiraqocha. No
Cusí Yupanqu,,
la men ción que apar ece indicada en Betanzos y en Titu
nzos pone como
relativa a que Wira qoch a apla naba cerros (que Beta
n ser wiraqochas,
milagro que los espa ñole s no hacen, por lo cual no debe
a cerros en los
en el últim o texto anal izad o); el único héroe que allan
... sacó su honda_ Y
mitos cuzq ueño s es Aya r Cachi con su hond a, éste «
golpe que le dio
puso en ella una pied ra y tiról a a un cerro alto y del
motivó que sus
derr ibó el cerr o y hizo en él una queb rada... », cosa que
ernos hacen que
«hermanos» Jo ence rrara n en una cueva. Los mitos mod
simiJares cambios
Inka rrí mue va pied ras con su sola orde n, produciendo
9
en la tierr a . información
El relat o del cron ista se amp liará , proporcionando una
na los españoles
acerca de la man era en que los hom bres andinos viero
que son aficio-
tal como debí an ser si no fues en wiraqochas: <~ ... he visto
paresce la toman
nados [los espa ñole s] a toda cosa que ven y bien les
y ropas buenas
para sí dond e son muj eres moz as y vasos de oro y plata
s de hierro (?)
traen ansí mism o en una quiJJa e guascas que dice soga
traen sus trata-
indios atad os que les trae n sus cargas y petacas en que
ranchean y tan
mientos y doqu iera que Hegan no deja n cosa que no
Añadirá, en otro
facilmente le tom an com o si fuese suyo propio ... ».
n ser quitas pu-
mom ento , « ... a mí me pare sce des tas gent es que debe
adores ... ». El mis-
mara ngra que dice gent es sin seño r derr ama das y salte
o Viracocha sino
mo info rman te de Atah ualp a « .. .Je dijo yo no los llam
¿quién los llama
supai cuna que dice dem onio s y el Yng a Je dijo pues
Viracocha? resp ondi ole el indi o los bestiales de los yungas los IJamaron
coincidirán con
así pens ando que eran dios es ... » . Esta s calificaciones
10

63, 7980. Sobre casos mcxi·


Ramos Gavilán [1621] 1988: 53 y ss., especialmente 56,
8

aJcóatl bajo caracteres de san•


c_anos, véase Mot?linía 1970: 7, dond e se presenta a Quetz
31.
t1da9d; Betanzos hizo lo propi o con Pachacuti {1551) 1987:
1982: 215-216, 221, 227. El
Beta~zos [1551] 1987: 18; véase Arguedas 1964; Pease
r agua del subsuelo dona el
lnc~ no solo hace moverse las piedras, sino que hace brota a Viracoch '

ma1z, todas características que el texto de Betanzos atribu ª···
JO Betanzos {1551] 1987: 164 y
264.
170 Franklin Pease G. Y.

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