Los Últimos Incas Del Cuzco
Los Últimos Incas Del Cuzco
1492· 1'1'12
<AANT0 CENIBNARIO
Alianza Editorial
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quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o
científica fijada en cualquier tipo de soporte, sin la preceptiva autorización.
Introducción .......... ..... ......... .......... •.. •••.. •••••••· •••· •· · ••· · · · · · · · 13
3. EL PROBLEMA RELIGIOSO .. .. .. .. .. .. .. .. . .. . .. .. . . . .. .. . .. .. .. .. .. .. 61
Las conqms . . s: ¿h'1stona
. tas mca1ca . o ntua . l?. .. . . . .. .. .. .. . . .. . .. .. 73
Los muertos caminan al Cuzco ......... ......... ........ ......... .. 75
Dualidad, conflicto y guerra ritual. ......... ......... ......... ..... 80
7
lndiec
8
o, du al id ad y su ce si ón ... .. •••••••••••••••••••............ 95
Correinad 98
de la s cr ón ic as •• •· · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ••.
Los relatos
··· ·· · ··· · ··· ··· ··· ·· 113
R Y AT AH UA LP A ... ... ··· ··· ··· ··· ··· ···
5. HU ÁS CA
... .... .... 11 9
qu e haJJaron los es pa ño les ... . ••... . ••. •.. ... ...
EJ inca
... .. 133
DE L CO NF LI CT O · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·.. ...
6. EL DE SA RR OL LO ... ... ... . 138
m o la co nt ar on la s cr ón icas ... ... ... ... ...
La guerra co un ri tu al . ... . ... ... ... ... ... 143
ra o re la to de
Historia de una guer
. . .. . . . . 147
lNKARRf Y LA VI SI ÓN DE LOS VE NC ID OS
7. EL MITO DE .. .. . 148
le s co m o di os es ... ... . ... ... . .... ... ... . ... ... ... ... .
Los españo ... ... ... . .. .. ... ... ... ... . .. ...... 155
rr f.. ... ... .. ... ... ...
EJ mito de In ka . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. 164
de los ve nc id os . . . . . . . . . .
La visión
... ... ............ . 169
... ......... ... ....... .... .... .... .....
"
BJBLIOGRAFfA
A Mariana , siem pre
«Ayga otro cuzco en quito y otro en tumi y otro en
guanuco y otro en hatuncolla y otro en los charcas y
la cavesa que sea el cuzco. »
( Guarnan Poma)
Introducción
El) la historia del país de los incas hay ciertos momentos que marcan
la pauta de su desarrollo. Los cronistas que recogieron su información
entre los siglos XVI y XVII nos dejan entrever por lo menos tres momen-
tos capitales en la vida de los incas del Cuzco, el tiempo de los orígenes,
el del Inca Pachacuti, y la lucha final originada a la muerte del Inca
Huayna Cápac entre diferentes grupos que aspiraban al poder. Es este
último el que permite estudiar diferentes aspectos de la vida andina,
partiendo de los hechos que más cerca tuvieron los cronistas, pero con-
siderando siempre que estos sólo fueron testigos de los últimos aconte-
cimientos del drama de Cajamarca. Otro asunto es pensar que pudieron
asimilar correctamente lo que vieron, e interpretarlo a la manera histó-
rica occidental.
Los españoles vivieron los últimos días del Tawantinsuyu y recogie-
ron las versiones -difer entes , por ciert o-, que los habitantes del área
andina podían dar sobre su pasado anterior a Atahualpa, el último Inca
del Cuzco. Pero el problema más importante es reconocer que los andi-
nos no necesariamente interpretaban su pasado con criterios históricos,
sino fundamentalmente míticos. Los cronistas oyeron mitos y los trans-
. formaron en historias. Hacer la historia del Tawantinsuyu es entonces
una empresa arriesgada, si sólo se utiliza los criterios tradicionalmente
históricos, olvidando que no es posible dar a las crónicas el valor abso-
·luto que la Historia daba antes a los textos. Ya hace muchos años que
13
..
1
14
Franklin Pease G . y
h
16 Franklin Peasc G. Y.
r
l. El Universo social
17
Franklin Pease G. Y.
18
1
cam b10 . de dinastía de Urin Cuzco a .Hanan .Cuzco , y el momento e _
d . a
•t I d I gobierno del inca Pachacut1, menciona o amp11amente en 1
p1 a e . h . d . os
re Iat os t radicionalmente conocidos. Pac acut1 parece es1gnar un pen' _
_ ( . ,, . ? ) . o
do completo de la vida cuzquena_ ¿un c1c1o m_it_ico. , y la siempre arn-
. atente información de los cronistas ha permitido rodear de confusio'
bIV fl' 1C n
este problema. Por ot~o lado, ~I co~,, 1cto en_tre e _u~c~ y T~~ipampa,
inmediatamente antenor,, a _la 1nvas1on espa~ola, ong1~0 e! ultimo pro-
blema sucesorio -no el un1co, como se vera- en la h1stona del Cuzco·
permite así, mejor que otros momentos, el estudio de este asunto, fa~
cilitado por la cercanía temporal a la recolección de la información
oral.
Pero no se confunda: la cercanía de los hechos no se refiere a los
primeros cronistas, sino a aquellos que escribieron en la década de 1550.
En realidad, las primeras generaciones de cronistas no se hallaron, bajo
ninguna circunstancia, en condiciones de informarse correctamente acer-
ca de la población andina. Ni siquiera pudieron obtener conocimientos
concretos sobre la persona del gobernante que buscaban ansiosamente,
como tampoco pudieron identificarlo con el Inca. Sólo años más tarde
se podrá establecer la relación entre Inca y rey , que los españoles pre-
cisaban para organizar --entender- una estructura política como la que
acababan de encontrar en los Andes (vid. infra).
La sociedad incaica funcionó a base de una élite eficazmente organi-
. zada en torno al Cuzco y al Inca, y basada en una sociedad urbana,
pequeña y eminente, localizada en el Cuzco y en los demás centros
administrativos andinos, pero no compuesta por todos los habitantes de
los mencionados centros urbanos andinos. El grupo dirigente primigenio
fue denominado por los cronistas «nobleza de sangre»; aquellos autores
lo vincularon con la parentela del Inca, formada por los integrantes de
las panaqa o grupos de parentesco cuzqueños, que usufructuaban las
1
Riva Agüero enfocó este asunto con criterio tradicional considerándolo como un
proble~a dinástico (Riva Agüero 1910: 113 ss.) , aunque intu;ó que dicho cambio pudo
muy bien ser motivado por la existencia de problemas en la élite. Hay que añadir qu~ este
momento de cambio anotado por los cronistas aparece oscurecido por lo que sucedió en
la é Poca ªt n_
'b~1'da al Inca Pachacull· • , impar·
que los cronistas mencionan, y que es el mas as
tant~ ~n 1.ª visión del pasado incaico de estos autores (Pe ase 1970: 71-72). A fin de cue:t ~
la distmción en «dinastías» es sumamente discutible· puede aceptarse que se trata d •
orde · ·
de namiento andmo (dual), pero no que se tratara,' en realidad, de dos gruPos suceSJVOS
banan
gobernantes. Se ha planteado la simultaneidad de al menos dos incas (uno para dría
Y_otro para urin; incluso se ha sugerido la simultaneidad de todos los incas, lo cual ten y
cierto sentido, si se recuerda que cada uno de ellos era jefe de un grupo de parenteSCocÍel
cada _uno de estos (denominados panaqa) disponía de un jefe que ocupaba el lugar
epómmo fundador.
Los últimos incas del Cuzco
19
2 Los propios cronistas informan que los incas det_er~inaron que las tierras de l_as áreas
vecinas a la ciudad del Cuzco se aplicaran al mantenmuento de las panacas. Sarmiento de
Gamboa, por ejemplo, informó que Pachacuti «despobló todos los pueblos questaba? dos
leguas en tomo del pueblo [del Cuzco]. Y las tierras de los pueblos que despobló aph~las
para el Cuzco y para sus moradores, y los que despobló echólos a otras partes» (Sarmiento
de Gamboa [1572) 1947: 179).
3
Pease 1989 y 1990. . d
4 Véase, por ejemplo, las informaciones mandadas hacer por el virrey Toledo (Tole o
7
Murúa [1616) 1964, 11: 60, ss.; Basadre 1936, 243; Basadre 1937:
84. Aunque los
cronistas los identificaron como profesores, la noción que hoy puede
tenerse sobre la tarea
concreta del amauta no es muy clara, pero es posible pensar que debió
influir poderosa-
mente en la administración cuzqueña. Para Tschudi, los amautas tenían
sobre todo una
función legal, no sólo interpretaban las leyes, sino que eran consul
tores legales del Inca
(Tschudi 1918, I, 73); pero añade las labores historiográficas que los
cronistas atribuyeron
a los amautas, al lado de la transmisión de los conocimientos y la asesor
ía en el gobierno
(Cf. Millones 1964).
8
Guarnan Poma [1615) 1936: 261 (1980, I: 183); Avila, [¿1598?] 1966,
65; Arriaga
1621, passim; Duviols 1967, 17, passim .
9
Montesinos es, sin duda, un autor poco fiable en cuanto a la inform
ación «histórica»
que proporcionó. Tiempos atrás, a inicios de siglo, autores como Riva
Agüero llamaban
la atención acerca de la discutible calidad de sus informaciones históri
cas (Riva Agüero
1910: 69 y ss.). Hoy puede decirse que mucha de la información que
proporcionó puede
muy bien no responder a datos obtenidos en los Andes, sino a la adecua
ción de algunos
de estos a una estructura de pensamiento cristiana; así ocurre con sus
«dinastías» de incas,
identificables con los días de la creación bíblica (John H. Rowe, comun
icación personal).
Hoy, para Montesinos, como para todos los cronistas, debe valer una
observación: oyeron
«datos» míticamente explicados y los transformaron en historias, adecuá
ndolas a la historia
tal como se entendía en el mundo europ eo.
Franklin Pease G
22
.y
10
Sin embargo, la forma como se recuerda los acontecimientos en la memoria oral de
las sociedades tradicionales es diferente de cómo se les precisa en la memoria histórica.
No sólo nos encontramos con diferencias importantes en tomo a la noción del tiempo,_ del
personaje, del papel del individuo o del grupo, sino que la propia narración a~qmere
diferenciaciones importantes en sociedades distintas a las europeas modernas. La imagen
«profana» de la narración de historias conocida modernamente no es compatible con la
sacralidad del mito, soportada ésta por un adecuado contexto ritual. Sólo en el s~glo ~
los humanistas desacralizaron los mitos grecolatinos, convirtiéndolos en alegorías, ~•stonas
falsas sin relación con un universo de lo sagrado. Cosa similar hicieron los crom5las en
América.
Los \\\timos incas de
\ Cuzco
23
antiguas y, también
como ellas, entró rá
del grupo de poder pidamente en crisis.
del Cuzco coincide L a aparición
con el advenimient con la derrota de lo
o de lo que \os cron s chancas Y
como una casta mili istas del siglo XVI id
tar, que compartió entificaron
giosa. H as ta entonc el poder con \a viej
es podemos encontra a élite reli-
en \a zona centro-sur r tr es grandes núcleos de po
de los Andes: \os gr der
des de\ lago Titicaca up os aymaras, de las veci
, los Chancas de la nda-
del Cuzco 11 • La vict zona de Ayacucho,
oria del Cuzco indicó y los incas
sión registrada en la el comienzo de la gr
s crónicas. an expan-
E s interesante reca
lcar que Pachacuti no
crónicas como un sólo es presentado po
renovador en el as r las
gubernativo o milita pe cto territorial o conq
r, sino especialmente ui stador,
esta manera un a ca en lo religioso, adqu
lidad arquetípica y iri en do de
considerar aquí un a un carácter sagrado.
identificación entre E s pr eciso
ño Manco Cápac (el el arquetipo primordi
primer Inca de las lis al cu zq ue-
ta s) , modelo tradic tas reconocidas por lo
ional de la región, y s cronis-
crónicas y qu e recl el Pachacuti que apar
ama nuestra atención ece en las
pe rm it en estudiar la , pues es una de las
«genealogía» de los claves que
ra lm en te , es precis gobernantes cuzqueño
o considerar la relaci s. Natu-
ria» del Cuzco, y cu ón que ésta tiene co
áles son las condicio n la «histo-
forma co m o las crón nes para que se orde
icas la dieron a cono nara en la
es to se hizo. Luego cer, aparte del momen
de relatar la victoria to en que
hablan de un a mar sobre los Chancas , la
cha hacia el Collao s crónicas
pr im er a, qu e ya fu realizada en dos etap
e favorable al Cuzco as; en la
pobladores de las , se produjo la conq
regiones situadas al ui st a de los
destacan los grupos norte del Cuzco, en
étnicos Soras y se vu lo s relatos
en tr e los pueblos qu elve a mencionar a lo
e se unen al Cuzco 12 s ch ancas
dirigió Pachacuti al . E n un segu
Collao, hacia el es nd o m om en to , se
curaca local Chuch te del Cuzco , don?e
i Cápac [curaca de venció ~1
darios a tr ab aj ar en Hatun Colla1, y llevo
las construcciones in a sus parti-
al Cuzco 13 • E n un caicas_ del valle de ':u
momento posterior ~ay, cerca
se registra en las crom
cas la re-
11 Los grupos
aymaraparlantes de
ik 1946; La Barre 19 la región del lago ha
46; Murra 1975; Mur n sido documentados
~te. Sobre los Chan ra 1964; Bou~oncle : Cf. Tscho-
cas puede consultar 1964; Flores Och~a 19
1971 · Matos y Parsons se Rostworowsk1 19 68 ,
19 53; Lumbreras 1958 ,
12 Véase por ejemplo Be 79; Pa rso ns y Matos 1978. M ato s
ta nz os [1 551] 1987: 90, donde se . .
nó con su ~nte ha
sta un asiento e sitio 1~d1ca que Pach~cuh. .
qu e llam an Curaguas1 que es «cam i-
donde co m ! allí fues de alh tres leguas
en los indios de aque
Ch llas co ma rcl~a s Qu de
raes e y anaguaras b' il chuas ay lUemd:a~~:~i
vasallaje hizo muchae um iv casd y Changas le sa 1eron e paz !~:ª;
s Y muy gran_ es m d y an si los llevó consigo con
(?) y gentes y ansi ca erce es sus poderes
13 Es im po rta nt
m in ó su ca mm,o ... »,. d de gent
e recordar qu e e tra e a trabajar en zonas
sa o alejadas es una
24 Franklin p
case G.'(
belión de estos .trabajado res forzados, lo.~ cuales huyeron al ·
organizar la res1stenc1a en torno a los h1Jos del curaca a t ~llao a
Vencido . Los relatos
14 de las crónicas hablan aquí de la n enorrnente
- d h.. campa·
Pachacuti acompanad o de dos e sus IJos, Amaru Yupa . na de
Páucar U~no quienes finalmente quedaron al mando de nqui YAPo
, I d h una eft1
expedición. A pesar de este re ato, na a aliamos que me . osa
'd d'~ d I . nc1one esta
situación en fuentes conoci as, 11erentes e as crómcas. En 1567
do muchas de las crónicas clásicas que hablan de los incas no -chu~n-
. . - I 1· ó . se ab12..
redactado- -, un func1onano espano rea 1z una visita a la re .6 "lJ
Chucuito, justamente en la z_on_a suroeste del lago Titicaca; engiel~:
menciona un estrecho somet1m1e1s nto al Cuzco, pero no deJ·a entrever
. •
conflictos relativamente recientes .
La organización del «estado» c~zqueño se hizo patente en la éPoca
que las crónicas atribuyero n al gobierno del Inca Pachacuti. Entonces
realizaron importantes reformas políticas y administrativas, al lado de,:
modificaciones religiosas y acciones militares, que van a configurar el
Tawantinsuyu que encontraro n los españoles al finalizar la segunda dé-
cada del siglo XVI. La antigüedad de ese proceso no puede extenderse
más allá de cien años antes de la propia invasión española, y este lapso
permite todavía el funcionamiento de la memoria oral recogida por las
crónicas, aun cuando se acepte que tal memoria oral no es específica-
mente histórica. .
vieja tradición andina, no inaugurada por los incas. Se trata de mittani [gente que participa
en un trabajo por tumo = mitta); este trabajo turnado tiene que ver específicamente con
la redistribución que el poder ejercía en los Andes prehispánicos. También se debe asociar
la movilización de poblaciones con los Amitmaqkun a ( = pobladores trasplantados por
períodos más largos, cuyas labores estaban asimismo vinculadas a la redistribución). La
zona de Yucay, vecina al Cuzco, reviste especial importancia pues, entre las informaciones
de las crónicas, se afirma que sus tierras fueron adscritas a las panacas o grupos de paren·
tesco de los incas.
l◄ S .
arm1ento de Gamboa [1572) 1947: 199200, Murúa [1616) 1962: 88. .
15
~íez de ~an Miguel [1567) 1964: 31, 34, 170, etc. Sin embargo, cr?nistas como~=
105 d
de Leon especifican que los Lupaca de Chucuito fueron estrechos «aliados» de
en . una guerra con los de Hatun Colla. Es visible que un visitador como Garci Dfez e
San -~guel interrogó a los habitantes del área acerca de las relaciones co_n los incas, ~~~
la VISita conserva información acerca del ganado del Inca del «tributo» al C~, ~~
pero no hay datos acerca de «hechos» que las versiones ctdqueñas sí consideraban unPo
::t~s. En can:'bio, en un momento específico, los informantes Lupaqa sí me nciona::
upaca «dieron una vez al yoga para la guerra de Tomebamba donde este que · ues
fue con él seis mil 10 .
· d'ios Y de estos muneron . ·¡ t dos los caciq
' en la guerra los cmco mid YsO Migue •
1[11:r.7]
·
menos dos y no vol~•eron , . JU
) Sobre
. . mas de mtl yndios de los seis mil.. .» (Díez e an
1964 106
•
1as guerras' declaraaón de Francisco Vilcacutipa señor étnico de llave hanansaya · de tos
del Inca y- h ' 1 derrota
habitantes de iracoc ª en ~I Collao, su alianza con los Lupaca Y ª
Hatuncolla, véase Cieza de León [1550) 1985: 121, ss.
Los últimos incas de\ Cu
zco
25
Si seguimos \os relato
s de las crónicas, y re
historiográfica (historic cogemos una tradición
ista) que empezaría co
del siglo pasado, podr n Heinrich Cunow a fin
emos encontrar una ex es
to du ra nt e mucho tiem plicación que ha tenido
po. El surgimiento de éxi-
te , (lógicamente la de una casta militar gobern
los incas) es un punto an-
zación estatal» cuzque culminante de la «esta
ña . Cuando la sociedad bili-
caica, aque\\a que se previa a la expansión
suponía gobernada po in-
resistir la violencia de r los «ancianos» 16 , no
l conflicto con los Chan podía
dificar su estructura de cas, se vio obligada a
poder; a\\í es cuando mo-
la figura del Inca que se forma (¿se reformu\
encontraron los españo a?)
estereotipo europeo les. Tal figura responde
del rey-conquistador-h a\ ·
em pl ea do pa ra desig éroe. El término sinch
narlo. Por eso, las crón i fue
m om en to es un caud icas mencionan que en
illo militar -P ac ha cu ese
co m o se ha dicho an ti - quien salva la situa
tes. Las crónicas relata ción,
po de r po r el Inca W n que ante el abandono
iraqocha, Yupanqui o del
tencia co nt ra los Cha Pachacuti organizó la
ncas invasores a base resis-
soldados, lo cual no de un pequeño númer
debe llamar la atención o de
cl ar am en te un hé ro e , por cuanto Pachacuti
mítico y estos actúan ca es
po co acompañamient si siempre solos o con
o. La fuente oral insp muy
crónicas afirma que iradora de los relatos de
durante el combate las las
en soldados po r la di piedras eran transform
vinidad, y apoyaban al adas
bl e qu e es te apoyo pu caudillo cuzqueño . Es
diera explicarse por el po si-
los cuzqueños sobre predominio alcanzado
los valles inmediatos po r
m al m en te , la neutralid al Cuzco. Como sucede
ad dura solamente m no r-
pu ed e se r el vencedor ientras está en duda qu
definitivo . Pero, por ot ién
pa ra delinear la figur ro lado , es importantísi
a de Pachacuti -y de mo
las crónicas pr es en ta n l In ca - estudiar el .~i
en esta parte de sus re to que
piedras en hombres latos. La convers1on de
po r acción solar y, de las
mismo Pachacuti com º! ro lado ,_el cará~ter
o enviado del sol, pe ?: l
del In ca como hi jo rmiten explicar la s1tua
de aquel dios andino c1on
dominio incaico. Y a del _p~ríodo de apogeo
no puede hablarse de del
un v1e30 culto solar a la
m a-
16 Ace té este unto de
vista en la primera versi
ón
p ~-
hoy me parece pa icu l rm en te difícil admitir un esq de este lib_ro,_redactad~ en 1965;
a , uema evolucionista tan sim
más que lo ~aya desta d autores es cia lmente importante , inicia ple , por
c~
Cunow , continuada por ~ un : hn ;~ a ~güero y v: ár ce l (Cunow 189 da por
e au~ e, , 1 , 18 96 (lo s traba-
jos de Cunow fueron al uno de ellos se publi
t~aduc1dos al fran~e~el: có en la Revue
Sociologique, y al espano un~e 1907 ; Riva Agüero
l: 1929 y 193~], 1910; Valcárcel
1925 · tal línea de explicació de los incas fue muy difun
dida.
derá'mejor el problema, n de l~s «ongenest . l mítico de la «guerra con Se enten-
si se considera que e dc, los Chancas»
constituye el punto fund tal de l mo clo vi·da cuzqueña de que
amen , . me nto e a estam os hablan-
do aqw., Es una explicación m1t1ca la que se proporcionó a los cronistas , es cie •
rto . Estos
la transformaron en un .
a histona.
Franklin Pease G
26 . Y.
ueña , sino que debe reco noce rse que. el
.. cult o sola r q ue enco
nera cuz q , . n-
los euro peos en el Cuz co teni a 1a ant1 gued ad del Tawantin sutn,
traro n I sos de Caj~ marc a) y estab~
(un máximo de 100 años ante s de os suce
.d t'ficado con él. A la vez, deb e reco rdar sed la existencia de otrosa
. d.
1 en 1
diversos cultos sola res en la regi ón an ina, e 1 e!
Cuz co no tuvo una
zaban .
primacía excl uyen te, ni fue pop ular , y sus cere mon ias se reali
ritar iame nte en los ushnu (pirá mid es, tem plos sola res) existentes e~~Oos-
. . . . '
centros admin1strat1vos 1nca1cos.
s en est
Sien do impo sible hace r una histo ria de los acon tecim iento
tiempos poste~
mom ento de la orga niza ción del Taw anti nsuy u, y de los
diatamente
riores hast a el conflicto entr e el Cuz co y Tum ipam pa, inme
atención pre-
ante rior a la invasión espa ñola , es prec iso dedi car algu na
creencias, el
fere nte a las insti tucio nes y al siste ma de orga niza ción , las
n la época,
mun do del pens amie nto y los mod elos míti cos que simb oliza
y que las trad icion es andi nas cons erva ron en sus mito s.
se aprecia
Pued e nota rse que a part ir del conf licto con los Cha ncas no
erno colec-
rastros claros en las crón icas acer ca de form a algu na de gobi
anteriores. Las
tivo, que los ama utas habr ían repr esen tado en tiem pos
una sucesión
crónicas abun dan desd e ese mom ento en deta lles acer ca de
incas de sus
de gobe rnan tes, disti nta de la algo conf usa suce sión de
eros incas,
primeras páginas, cuan do rela taba n los hech os de los prim
pudieron en-
desd e Manco Cáp ac hast a Wir aqoc ha. Dich os auto res sólo
clasificaron
tend er este prob lema a la luz del siste ma diná stico euro peo;
co, transfor-
así a los incas en dos dina stías : Urin Cuz co y Han an Cuz
vigente en los
man do de esta man era un siste ma dual de orga niza ción ,
nado s sucesiva
And es, en un esqu ema de dos grup os de gob erna ntes orde
valor simbó-
Y cronológicamente a la man era euro pea, sin cons ider ar el
de Manco Cá-
lico que grupos·y «per sona jes» tení an. Se escr ibió acer ca
ualp a que
pac como si fuer a un pers onaj e iden tific able com o el Atah
yna Cápac q~e
conocier~n los prop ios espa ñole s en Caja mar ca, o el Hua
10 precedió Y del cual los espa ñole s que se hall aron en Caja mar ca tuvie-
ia importante
ron sólo una borr osa imagen . Ya se advi rtió una dife renc
17
com o ante-
e_ntre los nebulosos pers onaj es iden tific ados en las crón icas
nore s ª !ª
época de Pach acut i, y los post erio re·s a ésta , mej or caracteri-
zado s. Siempre se ha supu esto que esta may or prec1s1o .. , n resp ond'1a fun-
d aconteci-
amentalmente ª un «me jor recu erdo » de los más recie ntes
., e e
orno se verá posteriorme halla ron en Cajam arca Y qu
escribieron las primeras 6 . nte, los españ oles que se de Jos
• . era de los cr ámeas ~ no esta b an en cond1•c10ne .
• s de infor mars e acerca
·meas, m· s1qu1
ificar a Atah ualpa , llama ndº
«el Cuzco viejoi. a su pre: s recientes. Sólo pudie ron ident
cronistas testij!os de Ca1·amecesor Huayna Cápa c; el Inca es «el Cuzc o» en el léxico de Jos
arca.
Los últimos incas del Cuzco
27
mientos y personajes por par te de la
memoria oral andina que los cro-
nistas recibieron. Se verá posteriorm
ente que ello no es totalmente cier-
to. Finalmente, puede apreciarse que
los incas de la primera época del
Tawantinsuyu descrito por los relatos
de los cronistas, aparecen clara-
mente identificados con la figura arq
uetípica de Manco Cápac, mientras
que los posteriores lo están con Pachac
uti, un nuevo arquetipo de natu-
raleza nítidamente solar 18 •
Las graves dificultades par a la aplicació
n de una cronología utilizable
provocan desconcierto en los cronistas
y en los historiadores, y proba-
blemente se originan porque la trad
ición oral no tiene el sentido de la
estricta sucesión de los hechos, ni siq
uiera del «hecho» mismo, puesto
que tan to las categorías temporales com
o las factuales son .diferentes en
la mentalidad tradicional y en la mo
derna, así como las relaciones entre
ambas. Po r otr o lado, lo poco que
se conoce del sentido del tiempo y
del sistema par a medirlo entre los
incas, permite ver hasta qué punto
funcionó un régimen diferente del usa
do por nosotros. El historiador que
tra baj a sobre los incas no puede olv
idar jamás este tipo de distinciones,
so pen a de caer en falsas identificacio
nes o interpretaciones que violen-
ten los esquemas andinos con criterio
s y puntos de vista extraños a los
Andes.
Es preciso considerar que «el tiempo
de Manco Cápac» o «el tiempo
de Pachacuti», configuran categorías
temporales asimilables a un tiempo
primordial, sagrado e inmutable, rep
etible y no medido ni medible, a un
tiempo indefinido (sin duración, que
es característica del tiempo histó-
rico) y al que siempre es posible reg
resar mediante ritos realizados en
momentos determinados. El rito per
mite hacer volver el tiempo o tras-
ladarse al tiempo anterior, haciéndol
o, de cualquier forma, presente. El
pasado, como nosotros lo entendem
os, no ent ra en las categorías andi-
nas, como tampoco en ningún pensam
iento tradicional.
La vinculación existente ent re los dos
arquetipos cuzqueños, Manco
Cápac y Pachacuti, y las divinidades
cuzqueñas de dos momentos deter-
minados: Wiraqocha e lnt i o puncha
o -e l So l-, permite entender me-
jor la identificación del tiempo en que
actúa el héroe (cualquiera de los
dos mencionados) con un lapso rela
cionado con la aparición del cosmos
o mundo ord ena do por la divinidad.
Con Pachacuti encontramos cl~ra-
mente identificada la presencia de
lo divino, no sólo en cuanto existe
uiendo la distin-
de «c rea ció n» , se en tiende «ordenación», sig lizada
Cuando aquí se habla diversas cosmovisiones rea
19
rea ció n» ex isten tes en
s de «c ordenación
ción entre diferentes forma te dis tin gu e ex pr esamente la creación por
, 55 1). Es
por Van der Leeuw (1964 l pe ns am iento bíblico y, por ende
, cristiano.
ilo, prop ia de
de ~ creación exnih ; 1973, cap. 2.
Pe~se 1967: 18; 1968: 6970
21 1939; ImbeUoni 1942.
Zu1dema 1965: 135. Tello 1972•
: Glasen~pp 1964, 1718. iri do am plia difusión , véase Cohn
milenio ha adqu r·
. En realidad, la noción de tes so br e la uto pía se han encargado de replantea
más recien en llamar
Bum<lge 1970, Ylos análisis los criter ios cristi anos del milenio, se dio
10: Co~o los más divulgados fue ron nolog.ía,
lib ert ad y sal va ció n (sobre esta última terrni
iento de o en Aménca
milenanSta ª todo movim rgo , es asun to aú n discutible. El milenarism 1983 '
19 Sio em ba YBaudot
vé ase Lantemari 65). les , vé as e, Ph elan 19 72
meros días de los españo
se encuentra desde los pri
Los últimos incas del Cuzco
29
tenores hasta la guerra ent re Huásc
ar y Atahualpa que encontraron los
españoles, lo cual se debe a que los
cronistas del siglo XVI recogieron
mitos y escribieron historias con ello
s. Po r ello es importante dedicar
atención preferente a las instituciones
y al régimen organizativo, las creen-
cias, el mundo del pensamiento y los
modelos míticos que simbolizan la
época, y que la tradición oral conservó
en su visión del mundo expresada
en mitos. Así, podría pensarse en, al
menos , tres ciclos míticos recogidos
por los españoles en el siglo XVI y que
les sirvieron para componer una
historia incaica: 1) los orígenes· y los
Ayar, 2) el ciclo de la guerra de
los Chancas, y 3) el conflicto entre Hu
áscar y Atahualpa.
24
Las versiones del mito de Viracocha y de
en el ciclo de cronistas cuzqueños: los Ayar se encuentran preferentemente
Cieza de León (1550) 1985, Betanz
Sarmiento de Gamboa (1572] 1947 y os (1551) 1987,
Molina [1575) 1943. No son, claro
textos; otros cronistas, como Santa está, todos los
Cruz Pachacuti (1613) 1879, Ramos
1988, etc., mencionarán uno o los dos Gavilán (1621]
, mientras que escritores religiosos de
mentos los podrán recordar, especialme diversos mo-
nte en lo que a Viracocha se refiere.
111 _J
FrankJin p
30 ea5e G
Cuzco .
27
Garcilaso de la Vega (1609) 1943 I: 121.
32 Frankl in Pease G. Y·
Es visible que duran te la colon ia conti nuaro n repre sentá ndose estas
escen ificac iones ejem plare s de histo rias o acon tecim iento s. Sin embargo,
debió varia r su conte nido ritual , que los croni stas como Garci laso seña-
laban al infor mar que se lleva ban a cabo en «días y fiesta s solemnes».
o-
Pero tales repre senta cione s colon iales temp ranas abun dan en el testim
nio de que la pobla ción andin a estab a acost umbr ada a realiz arlas, como
un medi o de trans mitir infor maci ón sobre el pasad o; los actos de Potosí
se
lo demu estra n. Tamb ién infor man de algo más impo rtant e: lo que
escen ificab a eran acont ecim iento s del pasad o que, de esta mane ra, que-
No
daban conve rtidos en parad igma s, el pasad o qued aba ejemp lariza do.
la
extra ñe enton ces la afirm ación previ amen te anota da de Garci laso de
Vega : se tratab a en tales repre senta cione s de hech os impo rtante s («de
Y
triunf os y victor ias, de las hazañ as y grand ezas de los reyes pasados,
de otros heroi cos varon es»). Eran las «hist orias verda deras », otros rela-
de
tos eran las «histo rias falsas ». Por eso pued e decir se que los relatos
ad,
las conqu istas incaic as que los croni stas recib ieron fuero n, en realid
29
relato s de un ritual .
Se dispo ne de much os ejem plos de repre senta cione s simila res a lo
largo de la colon ia, no sólo las cono cidas versi ones de la muer te de
30
Atah ualpa , sino otras repre senta cione s colon iales . En ellos se verá
en
cómo las repre senta cione s no sólo conti nuaro n hacié ndos e, sino que
algun os casos coinc idiero n con situa cione s confl ictiva s, rebel iones andi-
nas, por ejem plo.
Desd e la época atribu ida al Inca Pach acuti en las cróni cas, se aprecia
a
en ellas mism as un creci mien to de la élite milit ar de la que se afirm
llevó a aquél al pode r. Sin emba rgo, la fuerz a de estos grupo s vinculados
alti-
a los primi tivos sinch is de los que habla n las prop ias cróni cas tuvo
28
Anán s 1965, I: 98.
29
Pease 1989: 108.
30
Véase Pease 1984 a, 1984 b, Burga 1988.
Los últimos incas del Cuzco 33
31
Casas 1948: 122 y ss; Garcilaso de la Vega [1609) 1943 11: 119121, 125127. La pro-
blemática que rodeó la competencia entre estos dos sucesores de Pachacuti ha sido ex-
puesta en Rostworowski 1953. La tendencia a mostrar al Inca como un «monarca» totali-
tario responde a la influencia del modelo común del príncipe europeo del XVI, y, como es
sabido, a la noción de que los incas debían ser «tiranos» para poder justificar el dominio
español (Cf. Pease 1989 e infra). En realidad, la «caída» de Amaru Yupanqui es un pro-
blema complejo, dado que se trataría de un gobierno dual, con la posibilidad de·tener un
Inca en hanan Cuzco y otro en urin Cuzco. (Vid. infra.). Si esto fuera así, estaremos frente
a un complejo ritual sucesorio que se verá más adelante.
◄
Franklin p ease G. y
34
a la gu err a de los ch ·
pre stig io rel igi oso ; pre via me nte as p d
de un 1a fi gu ra d eI Inc a Virac anc h o ría
'
eh ·te re 1·1gi· osa co n
identificarse la c ª que las
nic as rel ata n 32
, lo cua l es co mp ren sib le, ad em ás cons·~ 1
cró
lle va el no mb re de la div ini dad o, al m~nos eledraocto que
el sacerd ote ' e uno de
sus atributos. r se manifiesta cla ,,
de la suc esi ón de l po de
En el cam po
t d' d un universo ram e 1a
ent
. 'fi be. ~nL~e E10 e ritual
influencia de la ~•~te, especl193c3amen_n 10 ms . Valcárcel que en
el cual ést a par t1c 1pa . En esc « O esa pa
· · d ere cho a1 tro · no , la designación d -
recido el príncipe co n me Jor
...
33
» • El lo se dij o en tor no I
e Inca
cor res po nd ió a la co rte de Ko sko
oc urr ido a la mu ert e de l Inc a Hu ay na Cá pa c entr: Jr~ ble -
ma sucesorio car
e qu e la intervención de la él'1t euas
y Atahualpa, pe ro podría afirm1ars 61 cti va cu an do d -e n
· 'ó · a »- no s o era efe
cuanto una «mtervenc1 n . ntud esapa-
,nc1. pe con meJor ere ch o» a I pod er, co mo afirmó Val eárcel
recía el «pn . ne s -y los eJ·ercic' .'
acc 1 'ó n fu e pe rm an ent e. L as pre sio tos n-
sino que su
, de mam.6.est o desde qu e el go be rna nte iniciab 1
tu ale s- se poman
o suc eso rio con la des ign aci ón de posibles sucesores, sometiéndª e
proces
la div ini ad me dia nte pru eb as ad ivinatorias qu e se realizaise
a juicio de ;~
la par tic ipa ció n de mi em bro s pro mi ne nte s de la élite, ejercien
con
erd ote s. La s cró nic as de jan la im pre sió n, sin embargo (debido
como sac va~
tal), de qu e la éli te intervenía acti
quizás a su punto de vista occiden ro
nte en fav or y en co ntr a de los asp ira nte s al po de r. El caso más cla
me
con flic to en tre el Cu zco y Tu mi pa mp a- se encontraría, se-
-a nt es del n
ato s de las crónicas, en la destitució
gún una primera lectura de los rel
aru Yu pan qu i y su cam bio po r Tu pa Inc a Yupanqui, impuesto
de Am
ueños.
po r un sector de los dirigentes cuzq
la designación del Inca, sino que
La élite no solamente intervenía en
nte nía , com o vem os -y esp ecí ficamente a través del rit ua l-, una
ma
aci ón con el go bie rno . Es tam os de ma sia do acostumbrados a
estrecha rel ilo
a o un mo na rca absolutista al est
pensar que el Inca era un au tóc rat ilo
mu nd o clá sic o ( un tir an o gri eg o) o un mo na rca au tor ita rio al est
del
del sig lo XV I. Pa ra los mi em bro s de las panacas o grupos de
europeo
qu eño s, el Inc a po día ser un o de ellos, divinizado por su
parentesco cuz i-
aci ón con el arq ue tip o pri mo rdi al y el ace rca mi en to qu e ello signif
rel
mu nd o de la div ini dad . Es ta co nc epción era diferente -af irm an
caba al
- de la qu e ten ía el /la qta run a u ho mb re del pueblo, _para
los cro nis tas
ino, hij o de la divinidad solar (igual
quien el Inca era de hecho un ser div
a) y sit uad o po r enc im a de tod o. As í era , po r lo menos, para los
a ell
de 1~ zon a del Cu zco : «In ca es mo de lo originante de todo
habitantes
32
Véase Ara níb ar 1964: 18.
33
Valcárcel 1933: 80.
Los últimos i.ncas del Cuzco J5
ser» dijeron los habitantes de Canas a José María Arguedas 34 ; con ello
entendemos la imagen divina del Inca difundida desde el Cuzco en esa
forma, y de la que luego me ocuparé en detalle. El Inca constituía un
centro que comunicaba el Hanan Pacha (mundo de arriba) con el Cay
Pacha (mundo de aquí); era a ojos de la gente la manifestación viva de
la divinidad, una guaca (waq'a = persona, cosa u objeto sagrado) como
otras.
Como las crónicas relatan una historia concebida en términos euro-
peos, proporcionan una imagen según la cual es factible distinguir dis-
tintas versiones de lo que era el Inca. Por ello, podría decirse que, para
los dirigentes (los miembros de las panacas), el Inca guardaba un inne-
gable prestigio divino, pero su poder era en cierta manera el de la élite.
Para ella era un primus ínter pares. Por esto, y por la influencia enérgica
que los grupos de parentesco cuzqueños ejercían sobre él, el Inca podía
llegar a convertirse en un instrumento de la élite o de un sector de ella,
porque las frecuentes expansiones hacia la zona chanca primero y, des-
pués, al Collao y en dirección al Chinchaysuyu originaron el crecimiento
decisivo del sector militar.
No sería ocioso pensar que quienes prestaron apoyo bélico a Yupan-
qui (Pachacuti) para combatir y vencer a los Chancas hubieran cobrado
en forma de «derechos» políticos la ayuda que aportaron. Esta fue la
ocasión para que aparecieran y se desarrollaran los ejércitos organizados
que serían Juego el instrumento principal en la gran expansión incaica,
claramente reconocible, en las propias crónicas, después de la victoria
sobre los Chancas.
Debió estar vinculada a este apoyo la organización de sucesivos «re-
partos de tierras» realizados en los valles contiguos formados por el río
Urubamba, y que las crónicas, así como una serie de interesantes docu-
mentos, nos relatan. Se dice en ellos que, a partir del Inca Pachacuti,
las panacas cuzqueñas adquirieron derechos sobre los productos de los
valles indicados, cuyos habitantes habrían sido desplazados y reemplaza-
dos con yanacuna 35 •
34
Arguedas 1955: 74. Véase, asimismo, Flores Ochoa 1976, sobre la noción de «Enqa».
Asimismo, ver Taylor 1976.
35
Sarmiento de Gamboa [1572] 1947: 179-180; Rostworowski 1953, 1%2: 134, 1966
passim, 1970, 158-159; Valcárcel 1964, 21, ss. Sobre los yanacuna el problema es más
complejo, puesto que los cronistas los consideraron simple y llanamente «esclavos» y cada
vez parece más claro que no lo fueron. Podría pensarse que una relación yana (no una
persona yana) responde a una situación de dependencia, más claramente, una interdepen-
dencia. Cualquier relación de dependencia podría ser catalogada como yana. El problema
está en que los europeos tradujeron términos que reflejaban una relación en otros que
36 Franklin Pease G. 'Y .
plicar que los pleitos por los curacazgos fueran encasillados rápidamente
de acuerdo a los criterios jurídicos europeos de sucesión y legitimidad.
La imagen de la primogen itura, la herencia, etc., que los cronistas uti-
lizaron, proviene de la institució n matrimonial y de los criterios jurídicos
romano-g ermánico s, que no son aplicables llanamente al país de los incas.
Más clara parece una división del sector dirigente del Tawantinsuyu
en base al viejo grupo sacerdota l y a la encumbra da porción militar
cuzqueña , por un lado y, por el otro, a la comprobación de sectores que
parecen haber sido extrañad os del Cuzco o su área, posiblemente mitma.
R. T. Zuidema ha llegado a pensar en un criterio mediante el cual era
preciso que un grupo de parentesc o emigrara del Cuzco periódicamen-
te 39 . Si bien este asunto no ha quedado plenamen te comprobado, es
una sugerenci a digna de tomarse en consideración. Se ha Uegado a pen-
sar que los poseedor es de tierras en áreas vecinas al Cuzco, incluso en
las zonas del río Urubamb a, podrían haber conforma do un sector secun-
dario de la élite, al cual Valcárcel denominó «nobleza territorial ». Hay,
finalmente , un sector puramen te administrativo, constituido por los en-
cargados de la gestión de los centros administrativos creados por el Ta-
wantinsu yu, de los depósitos (qollqa), de los tampu , que los cronistas
considera ron posadas caminera s, etc. Puede adelantar se que el tipo de
centros administr ativos incaicos -general mente confundido con ciuda-
des por los cronista s- fue muy importan te, véase el caso de Jauja,
Huánuco Pampa, Tumi Pampa, Vilcas Guarnan, Cajamarca, etc. 40 .
Un último punto, siempre menciona do en las informaciones de las
crónicas, se refiere al «sector militar». Anteriorm ente, muchos autores
pensaban que los sinchis eran claramen te sus representantes, y ello se
relaciona ba con la convicció n acerca de la existencia de un ejército gran-
de y con intensa actividad política. Los cronistas se inspiraron en la
situación del ejército romano, donde el imperium de sus jefes les permi-
tía convertir se en autoridad es políticas. Posiblem ente· esta sea una más
de las muchas formas como la historiogr afía clásica influyó en los cro-
nistas que escribier on sobre los Andes 41 • Hoy podría pensarse mejor
39
Zuidema 1964.
40
Guarnan Poma señalaba en un breve y hermoso texto que figura entre las «orde-
nanzas» que habría dictado Tupa Inca Yupanqui (muy a la manera de las ordenanzas reales
españolas): «ayga otro cuzco en quito i otro en tumi (Tumi Pampa), y otro en guanoco
(Guánuco Pampa) y otro en hatuncolla y otro en los charcas y la cavesa que fuese el
cuzco...» (Guarnan Poma [1615) 1936: 185 [1980, I: 131)). Véase, también, Cieza de León
[1550) 1985: 174-175.
41Véase González 1981, acerca de la forma como las formas de concebir Roma y lo
romano ingresaron a la historiografía indiana.
Franklin Pease G
38 · Y.
.é •tos que el Inca movilizaba se hallaban constituid
que los grandes eJ rc1 b . os,
r cargadores que transporta an los objetos de 1
en su mayor par e, Po
t . , d Iado, en muchos casosa
. .b .6
re d1stn uc1 n que el propio
, Inca e1ercia;
. e otro . ,
• t
los transport1s as . (tantas veces confundidos con comerciantes) . eran aque-
llos que trasladaban a los depósitos, o desde ello~, los bienes de la re-
. .b . Adema's, muchos .de. los que acompanaban
d1stn uc16n. • 1 d dal Inca integra-
cuerpo de participantes en un ntua e esplazamient
b an un extensO l , · º·
Véase un buen ejemplo de ell~ en la n.!fnera como as cromcas _r~latan
el ingreso de Atahualpa a Ca1amarca . De manera que los eJercitos
, des deI Cuzco bien pueden ser puestos
gran d en duda. , .
Indudablemente, los curaca~ de ~ a g~po etmco ~onstituyen un
sector importantísimo. La cuestión sena avenguar en q~e sector de una
élite podrían ser encuadrados. N~rmalment~ se_ les ha situado dentro el
sector dirigente «estatal» cuzqu~no, es dectr, t~corporados dentro del
mismo. Se afirma con frecuencia que el .Inca mtegraba en éste a los
dirigentes étnicos afines, y tambi~n q~e nombraba autoridades en cada
lugar conquistado. Fuera de las h1stonas elaboradas por l?s cronistas, la
documentación local es más parca en hablar de nombramientos de cura-
cas; más bien, la documentación local colonial insiste en lo contrario:
los curacas ]ocales son anteriores a los incas, entraron en conflicto 0
consenso con ellos, y eran normalmente designados mediante prácticas
étnicas, aun en los tiempos del Tawantinsuyu de los incas. Es verdad
que existen documentos coloniales que mencionan el nombramiento de
curacas por el Inca, pero en condiciones específicas, por ejemplo en el
caso de regiones donde se hace visible un conflicto reciente, tal como
ocurre en Chachapoyas, donde el Inca nombró como curaca a un yana
suyo (dependiente de él) 43 . En otros casos, el Inca había nombrado un
curaca como consecuencia de la «creación» de un ayllu específico, como
ocurrió en la zona de Pacajes, al SE. del Lago Titicaca 44 .
42
.cLuego la delantera de la gente comenzó a entrar en la plaza: venía delante un
esquadrón de indios vestidos de una librea de colores a manera de escaques. Estos venfan
quitando las pajas del suelo y barriendo el camino. Tras estos venían otras tres esquadras
vestidos de otra manera, todos cantando y baylando. Luego venía mucha gente con arma•
duras, patenas Y coronas de oro y plata. Entre estos venía Atabalipa en una litera aforrada
de plum~ d~ papagayos de muchas colores guarnecida de chapas de oro y plata. Traíanle
muchos md1?s sobre los hombros en alto, tras desta venían otras dos literas y dos hamacas,
en que veman otras personas principales. Luego venía mucha gente en esquadras con
coronas de oro Y~lata ...~ (Xerez, [1534] 1983: 19). Estos son los «soldados>> que entraron
con el Inca en CaJamarca. Xerez presenta su información con otra: los hombres que en·
tra~~n a la plaza de Cajamarca traían armas «secretas debaxo de las camisetas».
. Este caso se encuent.ra ampliamente documentado en los papeles publicados por
Esp~no~ 1967. El tema es importante y requiere de mayor discusión.
Vease Pease 1989 a y 1990• Rea1mente, se trata de un caso interesante
. · o
del «Jueg
Los últimos incas del Cuzco 39
de los ayllus», donde el Inca jugó un grupo de gente a los ayllus con el sol, al perder éste,
el Inca ganó el derecho sobre la gente (pues, según el documento, la provincia de los
Pacajes se hallaba «diputada para el sol»). Al nombrar al curaca, se generó un régimen
distinto de autoridades al previamente existente. El documento colonial partía del principio
del interés en restaurar el régimen previo al nombramiento del Inca. Al margen de la
verdad o no de la última afirmación, lo interesante es la forma de designar una autoridad,
en medio de un ritual específico. Cf. Zuidema 1967.
45
Un conjunto de documentos importantes para verificar el peso de las alianzas ma-
trimoniales de los incas con mujeres de diversos grupos étnicos es el relativo a las peticio-
nes de Francisco de Ampuero, antiguo paje de Francisco Pizarro y cónyuge después de
una de las mujeres del último, la célebre Doña Inés Huaylas, bautizada así por los espa-
ñoles. Véase Espinoza 1976.
46 ¿Se trataría, quizás, de un caso más de traslación a los Andes de costumbres euro-
peas en los escritos de los cronistas? En este caso, la constitución de cuerpos de tropas
nobles.
40 Fran klin Peas e G
49
La d'1scus1'ón acerca del dualismo en la organización social es larga, la información
fue r~conocida, recuérdese: Lévi-Strauss (1956] 1969. Véase, por ejemplo, Mayer 1980;
también Alberti-Mayer eds. 1974· Rostworowski 1977· Duviols 1980· Bouysse-Cassagne
1987 , cap. 4. Específicamente sobre' la noción de yanantin,
' véase Platt' 1980.
ee a ...
Franklin p
42 case G
DIAGRA MA l . "·
N
ANTISU YU
COLLASUYU
o CHINCH A YSUYU
CUNTIS UYO
50
Betanzos [1551] 1987: 13.
51
Guaman Poma se refiera a la exis
tencia de un «Consejo Real» de los
serviría para asesorar al Inca, de ma incas, que
nera similar a como funcionaban los con
les. Tal «Consejo real» estaría form sejos españo-
ado por «dos ingas, hanancuzco y urin
grandes de Chinchaysuyo , y dos de cuzco, Ycuatro
Andesuyo, y cuatro de Collasuyo, y dos
yo» : Guarnan Poma (1615] 1936: 184 de Condesu-
[186], (1980, I: 130); de esta manera
Nueva cor6nica una jerarquía de los se indica en la
suyu del Cuzco, los dos sectores hanan
representantes en tal consejo, mientra tienen cuatro
52 s que los sectores urin sólo tienen dos
Zuidema 1964, 1989. .
-
2. El mundo económico
45
Franklin Pease G
46 . 'i.
. que la tierra én sí no era un valor equivalente al con .
por e1emp1o, h d Oc1ct
ni podía venderse, comprarse o ere arse. Una soci d 0
en E uropa, . d' • 'd e act
como la an d1•na consideraba la tierra . , como una d , 1vm1
. ad (una gu aca)
e bienes en una relac1on que po na mterpretarse tamb·, ,
~o d ct ~ d
como recíproca. . .
, , se generalizaron senas confusiones, cuando los croo·
Mas aun, , 'd d I istas
buscaron explicar qué tierras habia_n. s1 o .6« e1 n~da». bEn este asunto
entraba un punto específico: la adm1mstrac1. n cons1 era a que aquellas
tierras identificadas como «del Inca»' es decu'. «del rey» en sus términos
debían ser asignadas en primer lugar a la propia cor~n~, española, la cuai
pod1'a , en consecuencia, sacarlas
. .a .remate. o .compos1c10n
. . , entre los espa_
1
ñoles que vivían en la región. S1m1 ar cnteno se s1gmo con los rebaños
que se afirmaba habían sido del In.ca o ?el sol. _
Sin embargo, los propios func1onanos espanoles se encargaron de
precisar dudas acerca de lo a~_terior. En ~566 ela?oró unas «Ordenanzas
de Indios» el visitador de TruJ1llo Gregono Gonzalez de Cuenca; en ellas
se hizo visible que su autor tenía ya una larga experiencia andina (había
llegado a los Andes en 1566). Cuenca indicó:
Yten porque dichos ca~iques sin tener poder para ello venden por su autoridad
las tierras del repartimiento por suyas siendo de la comunidad de lo qual los
yndios a ellos subjetos son danificados ( ... ) se hordena y manda que ningun
ca~ique ni principal pueda vender tierra (... ) a españoles ni a otra persona... 1.
1
Cuenca (1566) 1975: 141, subrayado mío.
2
Castro y Ortega (1558) 1974: 939s'.
Los últimos incas del Cuzco 47
Yten les preguntamos si tenyan chacaras del ynga y respondieron que no tenyan
ninguna chacaras suyas ni del ynga porque en el dicho pueblo no se da maíz ni
trigo ni papas sino solamente maca y que residian alli por la dicha maca y por
obejeros de las obejas de Canta que a su tiempo benyan a pa~er... 3 .
Yten les preguntamos de las chacaras del inga respondieron tener chacara de
media fanega de sembradura de maíz que las sembraban [en 1553] para pagar
parte de su tributo a su amo [encomendero español) que les cauia ... 4 .
3
Fernández y de la Fuente [1553) 1978: 240, subrayado mío. La alusión al trigo es,
por cierto, extraña, salvo que se refiera a sembríos recientes.
4
Ibídem., 250.
5
Véase Rostworowski 1973 y 1988.
6
Sobre la existencia de moneda prehispánica se abrió una discusión, véase por ejemplo
Hartmann 1971; Holm, 1967, y Hosler, Lechtman y Holm 1990; acerca de la inexistencia
del tributo, véase especialmente Murra 1987.
7
Garcilaso de la Vega (1609) 1943 I: 235.
48 Franklin Pease G
. )'
Reciprocidad y redistribución
Lumbreras 1974.
8
9
La bibliografía sobre la reciprocidad andina es amplia, véase
por ejemplo, ~ayer
1971, AJberti-Mayer 1974, Fonseca 1972, 1972 a, 1974, y 1985;
informaciones especificas
acerca de la reciprocidad incaica podrán encontrarse en Murra
1978; véase Murra 19?S.
'º Díez de San Miguel (1567] 1964: 111, 117.
Los últimos incas del Cuzco 49
11
Acerca de la redistribución, en términos generales, consúltese Murra 1975, 1978 y
1983. Con relación a la construcción de centros administrativos y su empleo en la redis-
tribución: Morris 1973.
• después de muerto, se refiere al cuidado de la momia.
Franklin Pease G
50 . 't',
12
. Un análisis de este _conjunto de prestaci
ones en Mu rra 1983. Este co~side_ra, :
aacr to, cada una de las afra s como corr
espondiente a una cue rda de un qu1pu
registrado por la administración y recordad inca, '.
o (t<lefdo~) en el momento de la visita
y Malpartida (1549) 1967. de Mon
13
Murra llamó la atención en anteriores ocas
muy posiblemente resultados de la «leq
, • e ura» de
iones acerca de que listas como éSla
un khipu. Los quipus, como es sabi o,
~:°
r~g ian •
m,ormac1ón cuantitativa, contable. (Véase Mur ra 1975
1983). , cap. 9; tamb"n
,e
Muera
&2::. ..- ..
Los últimos incas del Cuzco 51
14
Morris 1973.
Franklin Pease G
52
. l'.
. yu en expansión
•
supuso nuevas pautas• redistributi·
. . . , vas
El Tawantmsu
. t los grupos que mgresaban en 1a•bred1stnbucion
•
•
Progres1vamen e, . d. eran
. tiempo , las cantidades a re istn mr eran crecientes
más y aI mismo , úJ • 1 .
, de obra que se requena para 1as m ttlpfues dmitas. El ana.,
como 1a mano _ . .,
lisis del crecimiento de tal orgamzac1on .es un pun o n amental Para
tinsuyu 15 . Un buen e1emplo •para observar la mag .
entender al Tawan . d n,.
tud de las mitas es el que proporciona un conJunto e documentos de
Cochabamba, allí se informa que el Inca Huayna Cápac organizó una
• d comunal de unas 14.000 personas (entonces ¿el doble, consi·d
m11a es d'f •d e-
rando pareja~?) .que, procedentes de, Ias 1 erentes. um ad~s étnicas al-
. lá ·cas y de ,Charcas, iban a Cochabamba a cultivar maiz. El grueso
ttp m h , . ) . .
de la gente, los mitanis (gente que ac1a un_a mita VIaJaba al valle de
Cochabam~a, sembraba y retoma~a ~.su ongen, ot~o grupo regresaría
para la cosecha. Un conju1_1to espec~ahzado ~~rmanecia en el_ lugar (estos
eran mitmas), cuidaba de los sembnos, admm1straba el regad10, etc. Cada
conjunto de,J]litanis trabaj~ba en 1,1n suyu ~o secto~) específico que eo-
rrespondía a su unidad étmca. Se han ,recog1d~ versiones o~ales contem-
poráneamente que informan de la conservación de esta imagen de la
., d. 16
mita en la poblac1on an ma .
El régimen de mitas debió ser particularmente útil en manos de los
curacas, para poder acceder a la multiplicidad ecológica de la región
andina.. Los trabajos de Murra han llamado la atención específicamente
acerca de la forma como las organizaciones andinas lograron aprovechar
al máximo tal dive~idad de pisos o nichos ecológicos, para obtener, así,
la mayor diversifi.ca~ión productiva. Distintos grupos étnicos necesitaron
usar los varios pisos a que tenían acceso natural, debido fundamental-
mente a la configuración especial de la geografía andina, que así lo exi-
gía. Son pocas las regiones de los Andes que proveen de extensas zonas
de cultivo continuas y de altura uniforme. Los valles costeños, desplo-
mado.s desde los Andes al mar en cortas distancias, forman conos de
extensión variable, y fueron usados con un régimen de regadío basado
en las crecientes inestable& de los ríos que están secos la mayor parte
del año. En cambio, en la sierra la agricultura se basó en el aprovecha-
miento de lluvias estacionales y en la esperanza de éstas en las zonas de
puna, visitadas_ periódicamente por la sequía. Frente a este territorio
quebrado, donde la mayor parte de la tierra cultivable está distribuida
·
• a considerar 'dad
. Murra 1978, llegó
15
que la expansión del Tawantinsuyu era una necesi
del s•st~m~ de prestaciones rotativas, cuyo crecimiento llegó a ser imprescindible para el
mai:!emllllento del propio sistema.
Véase, Morales 1977, y Pease ed. 1982, 158-161.
Los últimos incas del Cuzco 53
Riqueza y pobreza
17
Hay numerosos datos en las crónicas acerca de los tesor
Acerca de los montos de los tesoros de Cajamarc os ofrecidos por el Inca,
18 a véase Lothrop 1964, y Cook 1968-
Santo Tomás [1560} 1951: 281; González Hoig
uín [1608} 1952: 168; Bertonio 116~1
1956, ll: 144 (este último precisa la validez
de la noció n en aymara); fin_almente, -~ d:
[¿1598 1966: 35: «Un hombre pobre llamado
Huatyacuri, de quien se dice er~ h•J0 ba
Pariacae3: ( ... ) el tal llamado Huatyacuri, vivía
comiendo miserablemente; se aitmenta
sólo de papas asadas en la tierra calentada...
19 »
Cf. Murra 1975: 126128.
Los últimos incas del Cuzco 55
en los recursos, a la vez que un acceso a recurso s múltipl es. A ello hace
referencia el texto anterio rmente mencio nado de los relatos recogid os
por Francisco de Avila en Huaroc hirí. Tambié n la forma como explica
el asunto el Inca Garcila so. Citando a Bias Valera, el primero escribió:
La tercera ley era que por ninguna causa ni razón indio alguno era obligado a
pagar de su hazienda cosa alguna en lugar de tributo, sino que solamente lo
pagava con su trabajo o con su oficio o con el tiempo que se ocupava en el
servicio del Rey o de su república; y en esta parte eran iguales el pobre y el
rico, porque ni éste pagava más ni aquél menos. Llamávase rico el que tenía
hijos y familia, que le ayudavan a trabajar para acaber más aína el trabajo
tributariq_ que le cabía; y el que no la tenía, aunque fuesse rico de otras cosas,
era pobre 20 •
con el Inca, el cual contraí a matrim onio en cada grupo étnico, para
iniciar las pautas del parente sco que permiti rían posteri orment e la redis-
tribución. Así, el Inca adquirí a parient es por toda el área andina, y los
espáñoles hallaron muchas «mujer es del Inca» y su descend encia, de la
misma forma como se encontr ó en aquel tiempo «tierras del Inca», que
eran entrega das por cada uno de los grupos étnicos , como ocurría en
Chincha, por ejemplo .
Francisco Pizarro convivi ó y tuvo hijos con doña Inés, hija de una
de las «esposas del Inca» de Huayla s; ello sirvió -aun despué s de la
conquis ta- para estable cer un vínculo de-pare ntesco - a ojos andino s--
y hacerle honor, como ocurrió con ocasión de la subleva ción de Manco
20
Garcilaso de la Vega [1609] 1943 1: 255.
21
Véase Murra 1975, esp. cap. 7, y cuadro 11, donde se detalla los ingresos de los
curacas de los Lupaqa, un grupo étnico vecino al lago Titicaca.
Franklin Pease
56 G. \'.
uracas ide Huaylas acudieron a Lima para defe
Inca, donde 1osl _c tropas de Manco· Inca, (el.dat o es discutible pnder a
Pizarro contra as ) S . d t d , Ues Se
funda en una probanza' únicamente • pue e i en e? er' así, .que l
. d" d trun·onios· del Inca con mu1eres de las diferentes uni·d Os
m 1ca os. ma • "bl ades
étnicas originaban relaciones recíprocas, ~Xlgt es por 1as partes, Obli a
ban a la entrega de mano de obra, por ·e1emplo, y llevaban asimistn g •
. t ·bución de la autoridad. Como en otros casos, los poblad O a
la red1s n . . . ,1 - b . ores
andinos se relacionaron tmetalme~te os espano1es , aJo sus Pautas
tradicionales, pensaron establece'f con ello~ pautas reciprocas, que no
fueron comprendidas 22• .
El control pluriecológico
• • 1 • • t • ) • . . 1 ' '
Cuando d_es4e ~t' ai)o lOQO a.q. se inició ~na ~uev~ !P?ca en la región
andina, con la formación de gran~~s. p~gaµµ;ac,1ones etn1cas (calificadas
co,~o «r~gi9~'1~J~>)J qu_e, controlab1~ ,.~mplias.áreas pr~~uctoras .(Chavín,
Mocb,e, H~ri, Ji"w.ay,ac~ so~ los mas. ~noc1d os), asistimos a la.amplia-
ción del criteriq 1 ~el l de~~Iajna~~ «c9.ntrol vertical» o pluriecologismo.
Esto~ apr~? ID'}S clar~e ~te en la dqcumentación que permite estu-
diar l~ etni~1 ~l!iplá ~~' como los Lupaca, ~onde una concentracióp
de poblticjónJt:m J'l,zo~a. de .. provin~i~- colonial de Chucuito. (al S.O.
del_ l~~t!~ ti~ca) .~nt,-0lji~a.. _pr~dµ_ct~ras de maíz, ají, algodón,
etc., e~ilo~ valles costeros de1 S~m~, Moquegua, Lluta, etc.; a la vez,
extendía su.dominio a zonas tan alejadas hacia la selva amazónica, como
Lú-~j~, ~pino ~1 • Chiéa~oma, et~~; jn~lus~ ,Cochabamba 23. Ambas
ZQ,pas P!<?dqctor~, '1 est~. y oeste .~ltiplano del Titicaca, se encon-
Q1lb31' a.un.~4xim_o 9~ ·l?.,20 días d~j c~~no a pie. Lo que funcionab~
e0; ~sta_ltrgió~~~º. ~~-ª 1ern.torj~. ~xtendi~Q, justam ente 1.1n .«t~m-
~9no ~•~ntinuo».z.. R9r el19 ~u,.-r~ ;-:;-;i!; plantear t;l análisis de su mode-
1,,o--;- lo d~no,,minó «ar~hipiélago»124 • El control de las áreas productoras
• ·- ¡., • .
• -1 1 ,.....
,¡
22
. ~éase Espino~ 1~6, .~~re las ~ujf~~s del Inca y también sobre el apoyo ~e los
~racas de f:Iuaylas a Pizario; _sobr~ 'doña lriés !'{uaylas, como se llamó a la mu1er de
Pizarro, v~ Porras 1978: '36í14; acerca .de las tierras del lnka ver n. ·2,- supra, Murra
1~ y Pcase 1986._ . . . . ,
. trata, 9h~~e_n te, d~l valle ~e e~ nombre en .la actual Bolivia, si bien eXJSte~
otros lugares así denoounados, en Chachapoyas •documentado ya en el siglo XVI en ~p•·
noza 1967. '
.:da!; n°':ión de un te~tori~ discontinuo en lugar de la clásica imagen de una terri~:
n . contín~ como resadenaa de un grupo· humano va tomando mayor claridad en
sonNtadcs andm11 Lo más • ' . • par·
•0 nada la unportante 1que se .va aprendie ndo en la expenen
ª por
eta pro te
ntación es lque las poblaciones' andinas se hallaban generabDen
1
1
V&se Grobman, Salhuana y Sevilla 1961, Horkheimer, 1973; Murra, 1975, cap,Z;
27
Pease
28
1989:
.
62 y JS. •
Avila [¿1598?) 1%6, cap. V; Cabello Balboa [1586) 1951: 451, por ejemplo.
29
Murra 1975: 145; Pease 1989: 7071.
. incas del: cuzco 59
l,()S 6}tunos
. organizar; de tal manera s~ expansió~-· Cabe, sin emb
cos andino~' Y blema originado· por la mcorporactón de extensas argo,
regio-
plantear un p~o los Andes, el área de Quito, que, según las
crónicas,
0es al no~~ .(:amente bajo el .control cuzqueño en tiempos de Huay
1 na
ingresó de 101 rir este hecho parece que se hubiera producido una
cierta
CáP.a•e•• Al. ocur
d la influencia• cuzquena- a1 norte_ de una lín • • •
ea 1mag
dis1111n~c•ó~. ;osta central del Perú con Huánuco ~, pasando por mana
Jauja;
que umer~a~ambién)que cuanto ínás se avanza al norte de esa
línea, la
y-se ap~e cuz ueña se va concentrando en grado mayor en los
centros
pres~~c•a . qs quedando reducida a aspectos más formales en
...1-in1strat1vo ' las zonas
auiu 31 El Cuzco se encontraba cada vez más remoto y era más d1fíc . tl.
rurales oÍ administración -des de ~1- del sistema redistribu
1 tivo del
el cono: yyu' que permitía. (en una zona nuclear del Tawantin
r Tawa
. ntmsu S y Cent ' ro peruana, cuando men ) 1 d' 'b •' d 1 suyu b'
: la
1 sierra ur os a 1stn uc1on e os 1enes
amplia escala por el Inca de1 Cuzco.
en ~a orte de la línea indicada -en tre las zonas de Huánuco
y de
e Chinch:- sería cada vez más «caro» para el Cuzco la recol
ección y
e d 'nistración (la distribución) de los recursos a escala general, pues
a ayore
m1 s son
o las distancias que deben recorrerse, a1 menos para adm1m .• strar
1
:s conjuntos de depósit~s del Cuzco mism~. _También son _más
frecu
tes las sublevaciones registradas por las cromcas. La solución para en-
rs este
! conjunto de problemas puede haber sido el fortalecimiento de los
centros
administrativos del norte, especialmente Tumipampa ubicada,
como el
Cuzco, en un área maicera, cercana a la coca, y a otro recurso
Í· impor-
tante: el mullu 32. Posiblemente, Tumipampa recibió especial
lf
atención
militar-administrativa, añadida la presencia del Inca, pues Huayna
l·
Cápac
!I prácticamente se estableció en ella. En Tumipampa se hizo, ento
nces,
le una réplica simbólica del Cuzco.
la
r· 30
. E~ un trabajo anterior (1989: 100-107 dicho capítulo se escribió
)S
diferen en 1979) propuse
l . aas de modos.expansivos, distingw·endo la situación altiplánica arriba aludida de
al ª e~tente en la región central andina, justamente en el ámbito encer, rado dentro de, un
)( =to d~ cen~~ ~dministrativos: Vilcasguaman, Huánuco Pamp
a, Pumpu, Cerro Co-
in 31 •e': diVJSOna propuesta en el texto pasa justamente por en medio de
tal ámbito.
docum • Espmoza 1967; en general, su información es consi
stente con otras tanto de
entos ~loniales, como de estudios arqueológicos, acerca de una gradu
de la presen
a· 32 e·
cia incaica
• hacta
• los extrem al dísrninución
11·
os norteños del Tawantinsuyu.
Ouito ;ertame~te, el maíz, la coca y el ají se encontraban cerca
del Cuzco. También de
impo~an ~XCCJ)Clón probable del último; pero el mullu (Spondylus
) alcanzó una especial
Rostworo:~k:~~;.ez que tenía una reconocida importancia ritual
2; (Murra 1975: 255 y ss.;
Atico y CáraveU • Yss; Cf. Galdos 1977: 77); allí se menciona que los habitantes
ª
es decir, desde iaen costa sur peruana, llevaban al Inca mullu, desde de
«los Guancavilcas»,
cavelica como ~nfnsula de Santa Elena, en el Ecuador no
, sugiere Galdos. desde la sierra de Huan-
'
• '1.
~.
3. El problema religioso
61
Franklin p
Q e-G
-~
acios y corresponden a la capacidad de lleva •
can amplios esp • d. r a ca1._
ciertaS tareas i _ Por cierto que los ~o(j~1stas ~lo pu t~ron acceder a d vo
sobre la biografía previa uvem , especialmente) d ato8
es pecífidicos tes· Sarmiento de Gamboa habló brevemente de efªtnbos
conteo en , - re uer,"_
. d por Huáscar para apoyar las campanas de Huayna Cá -~
envia os . 2 d nfi Pac
las e xpe diciones militares en Qmto , pero na a co rma que los . eQ
d. • , b. d 1 . rn1slll0s
provinieran de tradición. an ma, smo mas ien e os cnterios dernost
tivos que los cronistas empleaban en _tanto autores de su tiempo. ra.
Con las mismas reservas, cab~ senalar que el nuevo manuscrito
cientemente editado, de la conocida obra de Betanzos, prefiere sefia~e-
la mayor edad de Atahualpa; sólo desp~és de un lar?o viaje del In ar
Huayna Cápac por el Collao aparece regist~ado el nacimiento de H _ca
car 3_ En realidad, la información es poco importante, salvo en 1 uas.
• •
respecta a la sucesión de acontecimientos dentro deI relato del eroo.que
• la sucesi.ón. re~1 de los ~msmos.
• 01stª
que. 00 necesariamente refleJa '
Pero aunque se acepte que los autores mdicados utilizaron materiales
conservados oralmente, y que estos fueran todo lo exactos que la trad·.
ción oral permite, ·no puede pensarse que los datos aludidos, en sí m~-
mos, sean más importantes que la mayoría de los elementos biográficos
que las crónicas conservaron -generalmel)te elaboraron- acerca de los
incas. Estos son más atribuibles al trabajo de reordenación realizado por
los a~tores 4e las, mismas, que a una conservación de relatos de acon-
t~im.ientos que la .memoria oral no registraba como tales en los Andes,
sino que 18$ transformaba rápidamente en categorías modelo 4 . Hoy es
sabido que los cronistas ordenaron sus informaciones de acuerdo a cri-
terios históricos europeos, inexistentes en los Andes. De esta manera,
no ~lo escribieron una historia con informaciones proporcionadas por
mitos y relatos de rituales, sino también emplearon técnicas específicas,
a veces poco.correctas, para redactar textos que tuvieran «buena pren·
sa»; .como es sabido, el plagio no era entonces punible, y la glosa abun-
daba en la mayoría de los textos, históricos o no 5. Sabiendo, entonces,
que los datos biográficos de los incas son cuando menos discutibles, no
es posible hablar de informaciones sobre Huáscar y Atahualpa, ni meo·
1
Rowe 1958.
2
3
Sannie~to de Gambo~ (1572] 1947: 241, 262.
Betamos (1551} 1987: 191, 192. · es
4
Véase Eliade 1955; Vansina aclara específicamente el carácter de las inforrnaaon
or~es (Vansina_ 1966: 114, 115, 117 y 119). nista había
. . En º? rea~nte artf~o, Rowe ha llamado la atención sobre cómo un ero ara, para
uti~do biografías de mu1eres mexicanas empleadas por Francisco López de Góm
nutnr su galería de .esposas de los incas (Rowe 1987).
Los últimos incas del Cuzco 63
6
Más adelante me ocuparé de las imágenes que ·obtuvieron los europeos de los incas,
específicamente en las crónicas del siglo XVI, así como de la forma en que sucesivos cro-
nistas fueron redondeando una historia de los mismos.
7
Las versiones publicadas por los cronistas del mito de los Ayar, cuatro «hermanos»,
son distintas de la de Manco Cápac y Mama Odio, popularizada por el Inca Garcilaso
de la Vega, si bien contenida en versiones previas a la redacción de los Comentarios reales
de los Incas. A pesar de que existe nueva investigación sobre el asunto, especialmente
sobre el ciclo de los Ayar, se requiere de nuevas aproximaciones. Véase, para discusiones,
Urbano 1981; Pease ed. 1982; Pease ed. 1985, esp. introducción; Szemiñski 1985;· Durand
1990.
64
Franklin Pe
ase G. 'i.
Pn•mo rdi al qu e con sag ró aqu el esp aci o tra nsf igu rán do lo singul
lo ; en un a pal abr a, ais• lán do lo .
' del esp aci•o prof an o ctr • cun
' dant anzánd
ran te la do mi nac ión inc aic• a, e1 cul
to so1ar cuz qu eno - estuvo e» 8 l)o.
con el esp aci o sag rad o qu e era el ide ffi u.
Cu zco . Al lí fue do nd e la pare? 1 c_a~o
pri mo rdi al y fun dad ora rea liz ó po r
pri
del mu nd o inc orp ora nd o est a zo na me ra vez los rito s de la or~ ::tt .1ca
' iliz de ntr o de un cos mo s --c ao
zad o-- y civ aron a los ho m b res , seg un
' lata s
Clón
orga
re ron las versio nes n·1•
vad as en las cró nic as clásicas 9 • Lo
s rito s de cre aci ón [de ordena~,nser-
el áre a and ina , seg ún la clasifica
ción ofr eci da po r Va n der Lecton ~n
ser vir án entonces· pa ra com enz ar l a . .
•
1ncorporac16 n de nue vas tierraeuw ( 1
o.
vo mu nd o) al fut uro TawMant1nsuCáyu S • á l s nue.
fun dad or Ay ar Ma!)CO~ ane o . e re_Pedt~r nd os ~ctos del arquetíp ico
pa c, an a 1en o as1 la nueva región
mu nd o sag rad o de los inc as. al
Es tam os aco stu m? ~a~ os a rec on oce
incaico se hal lab a d1v1did<? en tre r qu e el cos mo s (mundo sagrado)
s zo n~ fun dam ent al~ s, según las ,in-
for ma cio nes de las cró mc as, . po
pu lan zad as po r la mvestigación: el
Ha na n Pa cha o mu nd o de am ba
, do nd e mo rab an los dioses celestes
el Ca y Pac ha o mu nd o de la superf
icie do nd e hab ita ban los hombres, y
Uc u Pa cha o Ur in ~a cha , mu nd o del el
sub sue lo ( ctó nic o) en que vivían los
dioses rel aci ona dos con la fer tili dad
y los mu ert os 11 • Una·discusión de
est a im age n pu ede ini cia rse co n la
con
mu nd o «de arr iba » son en rea lid ad sid era ció n de qu e los «planos» del
var ios , com o pu ede n ser varias las
instancias par a -llegar al «cielo» 12
. De otr o lad o, po drí
cuestión apa rte ; en det erm ina do s a discutirse una
mi tos , au n mo der no s, se puede apre
cia r un a visión dis tin ta del Ha na n -
Pa ch a, com o un mundo «que se ve
des de aquí» y del Uc u Pa cha en for
ma sim ila r, pe ro diferenciando am-
bo s, es dec ir, no ub icá nd olo s de ntr
o de un a im age n terciaria,' aparente-
me nte eur op ea y cri stia na 13 . El pla
no «d e aqu í» ser ía independiente.
8
Elia de 1954: 346.
9
Los diversos cro nist as pre sen taro n .
el uni ver so de info rma cion es más vari
mer lugar, aquellos aut ore s que esc ado; e~¡;;
ribi
1722; Cieza de Leó n [1550] 1985: 132 ero n en la déc ada de 1550: Betanzos 115511. Gar·
2; Sar mie nto de Gam boa [1572] 194
cilaso de la Veg a [1609] 1943, I: 39- 7: 117•131 •
10 42.
Van der Lee uw 1964: 549 y ss.
11 La • . ,
ima gen es clás1ca véa se Val cár cel 1967: 150 y ss. Pue . t'da a
pesar de que la sus ten tan tex tos de de ser ~uy d1SCU 1 '
12 cro nist as e info rma cio nes de dicciooa
Vé ~ Zui dem a y Qu isp nos.
13 e 196 7; Cf. tam bié n Zui dem a 1989, cap
Por ejem plo , en una ver sión rec opi . I._ xjsteocia
de «dos mu ndo s», ~l ,de. «aq uí» y el lad a en la déc ada de 1940, se su~er~
e
tex to ha sido pub lica do: Pea se 198
del sub sue lo (Jo bo H. Row e comuD1
dua l Y no ~rc iari a, en tan to pod
1: XX XII I, n. 53. En real idad , se
cae1ó J rsooal)·
de una
trat s:perior e
mfe nor pue den ser coi nci den tes en ría arg um ent ars e que los «planos,.
térm ino s and ino s.
Los últimos incas del Cuzco 65
14
Esta es, ciertamente, una imagen europea que se puede ver en textos clásicos, como
los Comentarios reales de los Incas.
15
Arguedas 1955, 74.
16
Cuzco, agosto de 1971. Ciertamente, la imagen de que el lnka movía las piedras es
clara en las versiones del mito de Inkarrí, pero deben verse, asimismo, otros testimonios,
como la visita administrativa que hicieran a la región de Huánuco, en la sierra central del
(i6 Franklin Pease G
• Y.
sto que en los m·t
den ado ra del mun do que ejer cía el Inc a, pue ras con
1
su ho ~s de
Aya r Cac hi hab ía arro jad o pied
orig en del Cuz co,
así mod ific ar la fazn da en
~iversas dir~cciones, par a rom per ~er ros y
se analizarán más adelae la
tterra. Lo mismo har á Inkarri, en vers1_O,:i~ que plan os del mundo nt~.
Vol vien do por un mom ento a la dd1v1s1ón de
• ma cor resp on e o t·ros mas ,, espec1 camente r r . a
'fi ' POdn
pen sars e que a l a mis e •gio.
sos, es.d ecir , tipo s de divi nida des .
ord ena n el mu d
Es gen eral , se llam a «dioses» a los sere s que n °Y
o ello s;-a l llamarlos «crea
pres iden un con jun to de sere s sag. rad os .com do y/o de las
.
ia al ong en del mun
dor es» se hac e una -cla ra refe renc con fund ir la
1
:~.a-
refi eren . No es per tine nte
'cio nes sociales a los que se 00 10
bíblico y sus especiales ~
de dios crea dor úni cam ente con la del dios
anc ia a las divinidade~ª
racterísticas, ni tam poc o red ucir en últi ma inst
plar es; solamente aun~
la cali dad de hér oes , arq ueti pos o mod elos ejem
as. Al bus car a las divini-
que tod o ello' form a par te de sus cara cter ístic
ntar on organizarlas en un
dad es and inas , los cron ista s del siglo XVI inte
exp lica r el orden. Por ello
sist e~a com pati ble con la man era cató lica de
dirigiendo sus esfuerzos,
rela cion aron a los dios es and ino s con el bíbl ico,
del orig en del mundo y del
por ejem plo , a dem ostr ar tesis mon oge nist as
de los pobladores america-
ser hum ano , exp lica ndo , asim ism o, el orig en
des pué s del diluvio; de esta
nos gracias al trán sito de Noé _por el océ ano
es hab rían sido hijos de
man era, los prim eros pob lado res de los And
res que afirmaron que los
Noé . Pro sigu iend o esta disc usió n, hub o auto
sido evangelizados en los
hom bre s así apa reci dos en los And es hab ían
ron en esta s versiones tanto
tiem pos de' los Apó stol es de Cri sto. Abu nda
•
los cron ista s esp año les com o los and ino s. conclusión clara: sólo
De la info rma ción de las crón icas se obt uvo una
gen eral es en los Andes, ella
una divi nida d hab ía adq uiri do cara cter ístic as
cha o, etc. , en las crón_icas).
fue la sola r cuz que ña (de nom inad a Inti , Pun
n ent re una detennma_da
De esta form a se esta blec ió una iden tific ació es. Con P0steno-
la exp ans ión polí tica del Cuz co en los And
divi nida d y
uso con similares caracte·
rida d se com pro bó que otra s divi nida des , incl
se enc arga ron de·obt~~er
rísticas sola res, hab ían exis tido en los And es;
os exti rpad ores de la «i;
esta info rma ción , ent re otro s, los den omi nad
bar que el culto solar,;cos
latr ía». En la épo ca mo der na se pud o com pro
se real izab an en especi
que ño era clar ame nte elit ista , sus ritu ales
eso la población.
com plej os cere mon iale s y a ello s no tení a acc
1 cantidad
part ida en 1549 . _Allí, al d~ta llar b~mb res IY
Perú , Juan de Mor i y Hem ando Alon so Mal de construc·
tribu ción , se 1_nformaba.
de ~ent e que se entr egab a al Jnka para la redis ació n hacía
ón de la pobl mita .
muJeres] para hace r pare des, una alta prop orci nota 12)·
ida en-e l cap. 11 Y
ción (véase el cuad ro extr aído de la visita alud
.
LOS últimos incas del Cuzco 67
· ter esa nte es qu e las
Otro punt_o 10plo Wi raq oc ha , de bie div ini da de s en ten did as co mo «ce-
ron ten er un a co ntr ap art ida -u
testes», Pº~ ~: ub ter rá ne a. No na
es un asu nto sol uc ion ad o, pe
equivalencia los distintos no mb ro de be
res de las div ini da de s an din as
recordarsed quede ma ne ra div ers a ha n
0 po r los cro nis tas y los au tor es sid o
interpret~ . ~ les de los esp añ ole de los
t1·empos. m1c 1a s en los An de s, qu ien es les oto
d características. Co n re laciº6 • rga ron
•,
det~rm~n~ :: acerca de la ide nti fic n a est a sit ua cio n, po d na, b .
a nr -
aci ón de un a div ini da d ex pre sa
se un ,e ªagrada) con el pla no su ( un a
categona s pe rio r y co n el inf eri or. El Inc
, . d a ser ía
identl•t·1cable con el pla no •«d e aq ui»
.
, sie n o a 1 mi•sm o tie •
mp o 1
a co mu -
nicación de los diversos pla no s.
Desde el punto de vis ta de los esp _ . .
an ole s, esp eci fic ad o en los cro .
el Inca y el Cuzco cen tra liz aro n n1s-
tas, la pre sen cia de un cu lto sol ar
'modo. Este fue identificado co n 1 , do • • • d om -
e pe no ini cia o en 1os rea l tos d
crónicas con el go bie rno de l Inc e
a Pa ch acu ti. Ev ide nte me nte , res
ría de esa versión un a co nc lus ión ult a-
cas i dir ect a: los inc as «e va ng eli
los Andes con un culto sol ar, al zar on »
qu e ac om pa ña ba un a civilizaci
cífica. Ello se reflejaba, en la for ón esp e-
ma co mo vie ron la rel igi ón an
españoles, en el pre do mi nio de Int din a los
i so bre los otr os dio ses (W ira
Tonapa, Cuniraya, Vi ch am a, Pa ch qo ch a,
ac am a, etc .), los cu ale s fue ron
cados en una dimensión int erm ed colo-
ia en tre Int i, Pu nc ha o y otr os
solares, y los «dioses familiares», no mb res
«la res y pe na tes », de no mi na cio
manizadas que asignaron los esp añ ne s ro-
ole s a mu ch as gu aca s an din as.
En el Cuzco de los inc as, vin cu lad
o co mo ya se dij o a las hie rof an
cósmicas, se celebraban las ma yo ías
res ma nif est aci on es de l cu lto ,
más solemnes del mu nd o oficial, las fie sta s
de scr ita s ab un da nte me nte en
cas. A!lí se en co ntr ab a el tem plo las cró ni-
má s im po rta nte de l «e sta do inc
el Co?_cancha, y el pri nc ipa l acl aic o» ,
lah ua si o «c asa de mu jer es esc
Tambien era el Cuzco la res ide nc og ida s».
ia ofi cia l de l Inc a. Se vin cu lab
tº
~parato político «estatal» y era el a, así , al
pri nc ipa l ce ntr o rel igi oso . Co mo
los cronis~as, en el Cu zco , qu e señ a-
,nea Pachacutt [en rea lid ad , fue fun se su po ne vu elt o a co nst rui r po
as pautas de la da do de nu ev o sim bó lic am en te r el
. d. .
nu ev a 1v1n1.dad sol ar] se ha lla seg ún
Tawantms uy 11 ba rep res en tad o tod o el
corre d. u , ya qu e la ciu .
da d se ha ' . . .
rizon:~i°~ tn tes ª los suy u. Es to lla ba d1v 1d1 da en cu atr o pa rte s
co rre sp on de a un a rep res en tac
todo el e cosmos. La s cu atr o pa ión ho -
rte s de l Ta wa nti ns uy u so n en
mundo, pu es tam bié n en los An rea lid ad
de s el nú me ro cu atr o pa rec e
cuatroCom o b' .
partes dten se exp hca en los d.1cc•
1 • s m1c
10nano • • 1a
• les, Taw · uyu que -
ceptos, como o~u mu nd0» 0 del Per ant ms na dec·u «las
ú, o de «to do el mu ndo », ide
rre en Go nzá lez Ho lgu ín (1608) ntif ica dos aqu ello s con -
1952: 336. .
68 Franklin Pease G
. 'l.
simbolizar la totalidad, la perfección Y la plenitud 18 • Veremos
· dad -un tamb··
que cuando se construía una c1u cent ro a d m1m
• • strati
vo- bten .
el régimen incaico, las cróni•cas anunciaro
• n qu~ ~e 11
~vab a tierra
• ª10
y otros
elementos procedentes de la ciudad sagrada ong1nana que era
el Cuzco
Así sucedió con Tumipampa, ciud~d. dond e se localiz? posteriorm
ente ei
poderío de un cierto. sector de. la elite que enc~mbr~ a Atahualpa
. Allí
se repitió el plano de la ciudad del Cuzco e .1nclus1ve -com
o apunta
Santa Cruz Pach acut i- se le dio un plano evidentemente simbó
lico de
laberinto en espiral 19 • • , . .
Siguiendo con su .propuesta, las cron1cas informaron que
desde
el Cuzco se inició la implantación del culto solar oficial. El
encarga-
do de hacerlo fue, según los propios cronistas, Ama ru Yupa
nqui, el
primer sucesor de Pachacuti, presentado en algunos momentos
como
correinante con él, que es una figura excepcional dentr o de la
capaccuna
o lista de los incas. Este fue. enviado a realizar un largo viaje
por los
territorios sujetos al. Cuzco «destruyendo las idolatrías anteriores»
, como
afirman algunos de los cronistas con evidente criterio europeo
y cristia-
no. En realidad, antes que una suplantación de los cultos locale
s por el
oficial del Cuzco, lo que ,se hizo fue instalar lugares de culto
en los
centros administrativos incaicos, los diferentes Cuzcos que se constr
uían,
pero sin destruir por ello los adoratorios previos ni prohibir
en forma
alguna los cultos existentes. Esto se confirma por el hecho
de que la
población de aquellos lugares no tenía acceso a los esc~sos templ
os so-
lares que los incas construyeron fuera del área del Cuzco, especi
almente
en los centros administrativos señalados anter iorm ente, pues
la partici-
pación en el culto de la élite estab a reser vada a sus miembros.
Como se ve bien en las propias crónicas, el Inca es una guaca
que
conci~rta con las otras guacas tanto las conquistas como la
forma de
orgamzar a la población. Ciert a crónicas o documentos especi
alme_nte
i~portantes por la información que comp rend en pued en precis
ar, ~;
eJemplo, que el Inca concierta conquistas con las guacas, pero
ta~bte
aparece en documentos específicos que el Inca «nombraba» autori d
ad~
de nuevos grupos ~rga_nizados a parti r de un ritual, donde
el pro~:i
gobema_nte cuzqueno «Jugó a los ayllus (i.e. boleadoras)» con
el sol,
19
Murúa [1616] 1962, I: 81, 82; Santa Cruz Pachacuti [1613) 1879: 302304.
20
Pease 1990.
21
En una bibliografía que se va ·ampliando , véase Duviols 1976, donde se reúne el
enfoque más conocido de las idolatrías y su extirpación , dentro del marco de la historia
peruana colonial. Entre otros estudios más recientes, véase Cock 1980. Duviols ha publi-
cado recientemente documentos de extirpadore s de las idolatrías (1986).
22
Uhle [1923) 1969. ·
23
Los ceques eran líneas, posiblemente imaginaria s, o caminos que comunica ban gua-
cas o adoratorios. Específicamentes se ha mostrado su presencia en el Cuzco, a partir de
un documento atribuido originariamente a Polo de Ondegard o, pero copiado más tarde
por el P. Bemabé Cobo en su Historia del Nuevo Mundo [1653). Algunos trabajos mo-
dernos intentan ubicarlos (véase Zuidema 1964 y 1989; Rowe 1981), pero también se les
buscaba en términos arqueológi~os (por ejemplo: Hyslop 1985).
70
Franklin p
case G
centro del mundo originario, en este caso el propio Cuzc N •\'.
ño, por ello, que lo hicieran en Tumipampa. Otro punto~-8 ¡° es extra.
llevar pi(?dras de la ciudad sagrada, elemento sugestivo q e detalle de
inuchos. ritos de fundación. ue aparece en
Sin embargo, la importancia religiosa de Tumipampa no sól
a que allí se había utilizado_ un plano simbólico copiado del se debía
como piedras traídas de ésta, o a que tenía copias del templo u~o, as¡
aqllawasi o del palacio del Inca; también debe tomarse en so ar, de¡
elemento fundamental de la presencia del gobernante, cuyo cacáuenta el
, T . r cter sa
grado convert1a a su vez a umtpampa en un centro en vigencia •
El Cuzco y el Tawantinsuyu estaban identificados. Su ~nculac.·ó
• 1 • , l I I n era
tan Ínttma como a ~ue extstta entre e_ nea y el arquetipo primordial
Manco Cápac (re_pet_1do luego por el _de Pa~hac~ti). El Cuzco y el Inca
estaban, además 1nd1solublement~ unidos; s1 la ciudad era un centro del
mundo fijo,-el Inca era uno movible y vivo. En el Cuz~o-·se hallaba la
«montaña sagrada» es decir, el punto básico de comunicación de los
planos del mundo. La ciudad del Cuzco ·era un centro- y I el simbolism~
del centro «abarca muchas,nociones: la del punto de intersección de los
niveles cósmicos (canal de unión entre el infierno y la:tierra ... ); la de
espacio hierofánico .y, en su virtud, real; la de espacio creacional por
excelencia, único en que se puede comenzar la creación» 24 . •
. Por ~odo ello, el Inca debía residir principalmente en el Cuzco. Si
esto es correcto, se entiende que cuando Huayna Cápac se, alejó_ de la
ciudad sagrada, y permaneció en el norte del Tawantinsuyu más tie~po
del requerido para la expansión, la .buena administración de la poblaCión
o del territorio, provocó una situación desordenada {caos) en el muorlo
religioso. Al alejarse largo tiempo del Cuzco, Huayna Cápac formó
eje del mundo rival. ,se instaló en Tumipampa que, de este modo, quel.
. . puesto que no so
. ,en un lugar. sagrado de mayor prest1g10,
convertida tal-a
mente era una réplica del Cuzco -lo cual ya la califica~a. co~~da en
sino que el Inca residía en ella. Tomó así una import~ncia mu:1terreno
la geografía. sagrada del Taw~ntinsuyu, realzada también en e cuzque-
social por la preponderancia cada vez mayor de los sectores ~º·amiento
ños de la élite, centralizados ahora en ella. El prolongado ª e!era una
de Huayna Cápac de_ 1? ·ciudad del Cuzco ·motivó de eStª ma
. .
' existidO
24 1 cuzeohab'ª ..
11
o
• FJiade 1954: ~54. Los .cronistas dije.ron, por ejemplo, que en e tos incas; asll ~~
una, ~cse~ón de. todas las guacas del área andina controla~a P:iaciones de UJl ~: i,
un 1~ lall .reP,utado q>mo ~olQ de ,Qndegardo, confinnaba las mfoenía arena trafd~,
fedr9 . ~ , ,al decir -'.que~ plaza_ central del Cuzco Aucaypata t réplicas del
costa, mieQtt'5 que la ~rra de la plaza llevada; a otros lugares,
como Tumipampa (Polo de On~gardo [1571) 1916: lO'J~
Los últimos incas del Cuzco
71
ruptura en varios campos de la estructura unitaria del Tawa t·
• 1d 1
originar un centro de 1 muo d o nva
· • d 1 • e Cuzco 25 e inaugurarn insuyu , ' al
•
de predom1n10 . e a anstocrac1a no cuzquena. - una epoc
Al morir el Inca Huaynaa
Cápac puede afirmarse, de acuerdo c?n _las crón
icas, que muchos de los
dirigentes que lo rod eab an eran «qu1tenos», aun
d • que posiblemente t
ne en reah.dad a los miembros de las élite
nombre de las crÓn1ca•
s es1g es e
locales en general. s
Los problemas plan tead os por la prolongada
ausencia de Huayna
Cápac de la ciudad del Cuzco ~o eran entonces de
puro carácter político.
Además de alborotar a _l~s m1emb_r~s de la élite
, se produjo un desqui-
ciamiento del centro rehg1oso trad1c1onal, que era
el Cuzco. El «hijo del
sol» llevaba consigo su cará cter divino dondequier
a que se encontrara.
Esto hizo que la posición de prestigio del Cuz
co se debilitara, aumen-
tando así la importancia de Tumipampa como cen
tro religioso, originado
fundamentalmente en la presencia del Inca en ella.
Sin embargo, obser-
varemos que el Cuzco no perdió a la larga, desp
ués del conflicto, su
tradicional posición de centro religioso original 1
del Tawantinsuyu. Al
morir Huayna Cápac, se nota rá que los ojos
1
de la población andina l
continuaban dirigidos hacia el Cuzco ancestral. 1
·1
El desconcierto originado por la creciente influ
encia de la éli_te forá-
nea en el medio político y administrativo, y la
crisis religiosa motivada
por el alejamiento de Hua yna Cápac de la ciud
ad del Cuzco y su insta-
lación en la ciudad nor teña , crearon un poderos
o movimiento de reac-
ción en la élite tradicional, destacado por las
crónicas. El mismo se
manifestó en una rebelión de los orejones 26 , sold
ados y administradores
de la élite cuzqueña llevados por el Inca a Tumipam
pa. Relata el cronista
Sarmiento de Gam boa , hom bre que tuvo acceso
a información secreta
en los días del virrey Francisco de Toledo (156
9-1581), que los nobles
cuzqueños del ejército se distanciaron violentamen
te del Inca Yllegaron
ª alzarse en armas. Las causas visibles de esa subl
evación fueron fun~a-
mentalmente dos, según las crónicas: una militar,
pues los ejércitos m-
25 El nuev .
o texto completo de la Sum a y narración, de Betanzos, recientemente
t:do_ (1987), no considera a Huayna Cápac com~ á edi-
,
el
P ecisa que Atahualpa era el que quería organizar constructor de Tu: i[~~ ft1: /
261) e· un «nuevo Cuzco . , es
• iertamente se requiere de más estudios para - lar los posib les ongen
de est dº . ' pode r sena tores
ª 1J.erenc1a de versiones toda vez que mc1d. . (
e tam bºé
I n en otros puntos) en au
que_ recogieron su informació~ en el Cuzco. La d Betan zos
aparición. del nuev~ texto :radicional-
sugiere la necesidad de iniciar un traba jo sistemáti
mente s fi . co con las cuatro O r~s que Molina a
_
las e re eren a los mfor mantes cuzqueno s:_ Betanzos, G1eza ' Sarmiento Y • '
r el virrey Toled o.
~ales_ hay que añadir, por cierto, las informae1ones nd
ma adas _h~:e;t~ debido a que los
Asi llamaron los españoles a los miembros del
ad0 rnos sector dmg
que empleaban en las oreja s hae1, an crecer, a vece desmesura damen ' te los lóbulos.
,
s
-d
72 Franklin p
eaac O
caicos habían sufrido una serie de derrot as en la zona de 1 •\'.
(actualmente el sur· de Colombia), y otra económica ya etnia Past ª
agi:avada por una carestía de alimentos en la región. E;tas mencionadaº
atribuidas por los. orejon es al prolon gado alejamiento del ~usas fuero~
7
que tener en cuent a que los militares y administradores c UZco ~- liay
bieron sen~rse, además, despléíZados_ por la arrolladora in~~~ue~os de.
nobleza regional y, por otro lado, atnbu yeron la situación al In~ia de la
del espacio sagrado que era el Cuzco. Estos factores se suma ª CJarniento
para provocar el conflicto .
28 n, entonces,
Declarados en rebeldía, los orejon es extraj eron la imag
templo de Tumipampa, y se dispusieron a regresar al CuzC:º solar de¡
espaldas
del Inca, quien al parec er había perdid o la confianza de sus subª rd1
cuzqueños. Huayn a Cápac apeló enton ces, según los cronist ~ados º
-Sarm iento y• Murú a-, a recursos extraordinarios, entre 1as Citados
menciona inclusive la intervención de un oráculo femenino qu que º\
tió la palabra -apaciguadora de Mama Ocllo, pero añadió un ¡: ransnu.
repart o de prebendas, especialmente ropa, con lo cual se habríapo~ante
el éxodo de los dirigentes sublevados. Parec e ser que las conceev~ tado
. s1ones
realizadas en aquel mome nto encer raban el compromiso de regresa 1
ciudad sagrada. En el mome nto de su muert e, Huayna Cápac se ha~I: ,ª
en pleno retom o a ella: No llamaría la atención que este regreso hubiena
ocasionado alguna reacción violenta local, que no puede dejar de rel:
clonarse con las posteriores acusaciones de haber envenenado a Huayna
Cápac, lanzadas contra el curaca Chuquimis de la región de Chachapo-
yas 29_
Es importante llamar la atención sobre el hecho más llamativo en la
actitud de los sublevados que es la sustracción de la imagen solar. Si el
Inca era hijo del sol (igual a él, poder oso como él, eternamente reno-
vable como él}, carácter éste no extendido jamás a la nobleza, el hecho
aumen ta en interés . Los insurrectos se atribuyeron con esa actitud
30 la
•
0
27
Sarmiento de Gamboa [1572) 1947: 244; Murúa [1616) 1962, I: 91. En esta ocasi? •
,q;~
como en otras, Murúa sigue muy de cerca la narración de Sarmiento de G~boa, 1
escribió años antes que él. Sarmiento finalizó la redacción de su Historia Indica
en '
Murúa llegó a hacer hasta tres redacciones de su obra, la edición que citamos aquí corres-
ponde a la tercera reda~ó n (aproximadamente de 1613,.1616). . fl4!TO•
28
Un cronista anterior, como Juan Díez de Betanzos, quien finalizó su Suma6r:a de
ción en 1551, no menciona semejante rebelión de los orejones; tam~ lo hace autores
León en la segunda parte de su Cr6nica. Esta omisión en los dos más unpo~tes
ci60 de
de la década de 1550, hace pensar en la posibilidad de que el relato de la sub eva
los orejones pudiera haber sido incorporado después.
29
Espinoza 1967: 227, 314, 320, 321. serlnkD,Je
30
Gu~an Poma ofrece un texto muy interesante, donde afirma que para
LOS ~-
. incas del cuzco
'd d de de e
f nsores
d l sol al que hab na
e '
,
que suponer veJ•ado por la
u alejamiento del centro sagrado
solar, perm1•-
73
. incaicas: ¿bistona •
o n·tuat?•
LaS conquistas
. tas en general informaron de las
Los ~º~;5 conquistas incaicas de
como se desarrolló la llevada a cab
manera s1m1 ª~ ª Andes. No pudieron aproximarse
a
o por los propios
las nociones que
españoles enl º~ones entre los -hombres
and inos, que era n distintas de
reg,ia..n tas re aci
d orl os europeos en el sig . l p . l l •
o
tas u_ttliza as ~ten apreciar que su :versión XVI. or e1emp o, as propias
de las conquistas incaicas po-
cróntcas dp~rm:ible Se ha empleado con
dría ser iscu • generalidad una interpretación
.. d las pro pias obras de los cronis .
ongina ª en tas, que tend'ta a ofrecer una
. esiv a de las exp • • •
edictones tncatcas de conqui•sta. E s • "bl •
verst6n suc visi e, sm
,l . l
em bargo, que nos encontraremos con mu ttp es con tradicct•ones, que
. re se atribuyeron a la div . ers1"d d d • &
s1em p a. e in1ormact•ones que pod'tan o b
r diferen tes autores. Es necesano buscar otras for -
tene ma s de entender
tales contradicciones. Partiendo de la b
ase de que los croms •
tas recogi•e-
ron·versiones orales o relatos de rituale
s, y que est e tipo de informacio-
nes no se hallaba necesariamente reg
ido po r categorías históricas, será
útil tratar de encontrar otras formas com
o se representen las conquistas
incaicas.
, En términos generales, los cronistas
relatan expediciones de los incas,
destinadas a conquistas, que salen del
Cuzco y ret om an a él. Los propios
autores informan que al regresar al Cu
zco los incas victoriosos se reali-
zaban determinadas ceremonias en la
ciudad, ent re ellas un a suerte de
triunfo muy a la manera romana. Si qui
ere ofrecers~ un a imagen global,
p~ie~do de Pachacuti, po r ejemplo,
puede apreciarse que los incas
mtetaban generalmente sus expedicio
nes de conquista por el nor te, en
tod~ caso, las siguientes se van rea
lizando siguiendo el sentido de las
agujas de un reloj. Es decir, las expedi
ciones de conquista de los incas
salen del _Cuz~, regresan, vuelven a
iniciarse (las segundas y siguientes,
en una _d1recc16n o en un cuadrante esp
acial siguiente, en el sentido de
las agujas d~l reloj). La única excepc
ión notoria es justamente la de
ha de llamar en el t 1O
[1615)
1936. 118 9emp su pad re el_ sol y·nombrarle par a que sea rey ...• (Gu
andino puede (l ~, vol. _I, 86)_. Cie arnan Poma
rtamente, en
apreetarse la 10trus16n de categorías la lectura del propio texto del cronista
occidentales.
74 Franklin Pease
. G. \'
e del T . •
Hua yna Cáp ac, quie n -ha llán dos e en la zona nort
ino dea~antinsu}'U..._
inic ió expe dici ones , en el sent ido cont rari o, al térm as cuales en.
ferm ó y mur ió 31 .
sf .
Si bien se requ iere un esfu erzo espe cífic o de la inve pensigación Para
revi sar la topo nim ia, este tipo de info rma cion es hace
l. Ello ar~~ ~n un
rela to hist óric o, sino en la desc ripc ión de un ritua
rativ~:rrnitina e~.
plic ar por qué en algu nas crón icas o info rme s administ
s aparecen-:omo l_as
Rela cion es geog ráfic as de Ind ias- los últim os inca
rituáles conquJS.
tand o» nue vam ente espa cios cerc anos al Cuz co. Tan o estas
expe dici ones serí an las que real izab an los inca s a los com ie:m
• d • d a •
«v1s •1tar» e 1 espa cio cont rola do, es deci de su
• zos
go b iern o, est1na as
truc tura r las rela cion es de redi strib ució n.
r, rees. ª
hacer pensu~
Fina lme. nte, la exis tenc ia de la redi strib ució n pued e
las «con quis tas» eran plan eada s de otra s. form as .. De. un lado , por med'10
. d . el ingreso
d e a l1anzas y e otro , com o una negoc1ac16 n prev ia para
del Inca con mujer:
el siste ma de pare ntes co, es deci r, el mat rimo nio
puede apreciarse
del grup o étni co que se pret end ía «con quis tar» . Ello
insistencia que el
en las crón icas en gen eral , cuan do se men cion a con
étnicos. Los cronistas
Inca se casa ba con muj eres de los dive rsos grup os
de un serrallo, simi-
ente ndie ron esto com o si se refir iese a la exis tenc ia
los españoles del si-
lar al mus ulm án, conf usió n expl icab le dad o que
n hispánica más de
glo XVI en los And es cono cían a aque Ua pobl ació
se sabe que toda
cerc a que a cual quie r otra pob laci ón «infiel». Hoy
. basada en un régi·
reci proc idad -y tam bién toda redi stri buc ión- está
recíprocas. Por ello
men de pare ntes co, del cual surg en las obli gaci ones
una conquista, re:
es com pren sibl e que cuan do el Inca dese aba reali zar
nombre que alcanzo
quir iera pon erse de acue rdo con las otra s guac as,
de ponerse de acuer-
desd e los cron istas toda cosa sagr ada. Dic ha form a
as, en tanto paqa•
do con otra s guac as pue de expl icar se porq ue las guac
los regímenes de P~
rina , se cons ider an oríg enes , pun tos inici ales de
32
pasa do es una gua
rent esco , hast a ante pasa dos. Se sabe que todo ante
a los últimos C?mo
(ma l/qu i), los doc ume ntos de idol atría s33men cion an
lado , podría decirse,
«cue rpos mue rtos a quie nes ado raba n» . De otro
étnicos.
asim ismo , que las guac as repr esen tan a los grup os
¡936: 261
:; Véas e Peas e 1989: 8287. Guar nan Pom~ [16151
uede enco11·
La imag en del Jnka nego ciand o con las guac as en
(263), (1980, vol. I, 182); tamb ién en Avil a 1966: 23,
131 y ss. En Garci
de
laso
guaca
f
Garcilaso de
pronu nciac ión
trarse infor maci ón acerc a de las form as que tenía la
la Vega (1609) 1943, I: 72-73.
33
Peas e 1969.
t,os últimos incas del Cuzco 75
42
] 1985: 208. · 6 d~
Cieza de León (1550 . Ternu necedtnie•
43 T J d. .ón apasi. onó a los histo riado res en tiemp os antenores.
a 1scus1 de pr• ..,NIS de
• as conte mpor áneo s pues se otorg ó caráedter en
• nalist
•
mgre so a e1emen tos.
naCio . . , °ue,..r 8d
. ó .
h1st neo a su posib le nacu ruent o en actua l territ orio ecua toria no, cuan 11cio0
vo, rne
• el mss. nue
no pod'aa h acers e seme Jante difer encia . Beta nzos en
•
1os meas •
(Beta nzos [1551] 1987: 191-192, 220).
nacim iento de Atah ualpa en el Cuzc o,
Los últimos incas del Cuzco
-
79
u ar a dudas, que At ahu alp a nac ió en
,el Cu ~co : [H uay na Cá pac ] « ... vol-
l -~ 1 Cuzco de la cua l vu elt a hal lo nac ido a At agu alp a su
vt ~e :ac imi ent o se hol gó mu cho y hij o del
híz ole un a fie sta sol em ne» 44 . El
cua
propt•o texto de Be tan.zos pro po rci on a un a inf orm aci ón dif íci lm ent e com
sible si no se ent ien de qu e se tra ta de . -
pren O hecho his tór ico . En un mo me un rel ato ntu al tra nsf orm ado
en u . nto ava nza do del con flic to ent re
Huáscar y Ata hua lpa , el pn me ro:
--; --
Sarmiento de Gambo
:~: 258-259. La imagen d: l.1~ 211947= 165 , 250251; Cobo (1653] 1956,
11, 127; Reich len
ennanos
Para ate • Ayar, donde una m ar.1os pulmo nes de una llama apare ce ya en los mitos de
muJer Mam H
de rronzar a sus enemi (B , a uaco, rea1·iza dicha
.
acción , supue stame nte
Pul~n rito contemporáneo ~:s et_anzos (1551] 1987: 20, por ejemp
lo). Una descri pción
soo~es'. ~unque no tengaq u cons~dste en emple ar los órgan os de una
ehg1osos Agust· llama , inclus o los
[ n senti O oracul ar, en Nacht igall 1975
tnos 1557] 1952· 60-7 . •
• _ • 1; Sarmi ento de Gamb oa [15721 1947: 259.
Frank1·
82 •n Pcasc G. Y.
d" b0 preguntóle
51
«Pues entendido el Marqués de la lengua lo que Ataualpa auía ic • n{an p0r
que por qué auía dicho aquello que no hera su dios Pachacama, pues ellos le tetó -¿en
tal. El Ataualpa rrespondió que porque hera mentiroso. El Marqués le _pre~ ,nalo en
qué os a mentido?'; Ataualpa dixo: -As de sauer, señor, ~ue estando':!: al sol, yen
Quito le ynbió a preguntar que qué haría para su salud, Y dixo que le~ ufa de ue~r:
sacándole, murió. Guáscar, mi hermano, le ynbió a preguntar que qu~~; 1
ª
preguntar que
yo u él, y dixo que ~l, y uen~í yo. Quando vosotros benistes, yo le yn f :eis vosatfOS···'
quién auía de uen~r: vosotros u yo; ynbióme a dezir que yo, Y be~J.s eat,ello aaJb03
1 '
Pizarro (1571) 1986: 5758. Véase también Murúa (1616) 196-264:
(1586) 1951, caps. XXIX, XXI. . . can~, dlatan~ Y
52
Cicza de León (1551) 1985: 213, «Los enemigos s1gweron al dal-rJa que sus dioses
cativando y robando los reales' y Atabalipa estava tan alegre que e
pclcavan por él...»
LOS últimos incas de l Cu zc o
83
1
f Tares del In ca ve nc id
o qu e lo s cr on is ta s re la ta 1
de . ºlo r: ~: ón de los s~brev ro n, re co gi en do
\ iv ie nJ es . Lo s ve nc ed or es de 1~ ~u er ra
la 1,0 d la batalla decisiva de , de s-
1 O u1 pa yp an (o Q ue pa yp
~~es ed·cional se re un ie ra a) , h1c1eron qu e la
ehte tra 1oblig en el lu ga r lla m ad o Q ui
\ aron a pr es ta r o b e dº1enc1a bi pa y po r lo s cr on is -
1 • a 1 nu ev I
tas,dY ªna efigie de A ta hu al o ne a, di•ce n qu e ad o-
ran es ºu tambi d
pa or ie nt ad a ha ci a el no rt e. C ur io sa m en te
norte ars én el pu nt o e part1ºda d e 1a tr adº1c•1o ., n, A ta hu . el
al pa pa re ce
compOr t e como, un .
nu ev o ar qu et ip• o. se
m en c1•on ó as •
1m •
na ocasión -s eg un m fo rm a 1smo en aq ue -
~e ta nz os - qu e A ta hu al
nuevo Cuzco y qu e lo s m ie pa . d~
0 m br os de la s pa na ca s de se ab a fo rm ar
instalarse en la nu ev a ci ud ad b1 an di sp on er se
. D e es ta m an er a se ex pl
la aceptación del nuevo In ca ic a en la s cr ón ic as
po r pa rt e de la vi ej a él
\ hualpa es claramente de sd e
vencedores, con él a la ca
es te m om en to el ej e de
ite cu zq ue ña . A ta -
la vi da an di na . Lo s
be za , va n a in te gr ar se
cuzqueñizándose, ad op ta nd o al C uz co an ce st ra l
lo s es qu em as de la ci ud '
do. La nueva élite su pl an
tó en to nc es a la tr ad ic io ad -c en tr o de l m un -
integró en ella. na l, de sp la za da , o se
84 Frank lin Pcasc G,y
. M A PA-MVl,1 • l
· ~VH R EU 1~ -L .~~A~0:'1,,1~Jt~
o -~ - • '-(1---=
· =~ -lk_ -::i:I -..,:;.,,- ... __
__. . ' -·
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. . .. .-"fr. ----- --::
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t". -~-- ,....
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.-
-
.- , '1 JI'. {<,1
• 1¡
- - -- -- , 1'
- ••
• _- - .-,-
1
~---v --,,. _~~ 11~ ~ •
'
tp
85
. del Cuzco
LOS últimos ,neas
4.
La su ce si ón al po de r
l
1
1
cilacisla.s»•
aoi·
1 1 "fi en «toledanos» Y ~gar
. istas fu eron c as1 cados, ya en este siglo
, Los cron
se~ón hub~~ran defendido una posi ción que definiera
•
a O 1arga d urac1ón; .
:1
Tawantinsuyu como unaL~~~ ea
. a este esquema sedistiJlO
lllSJJ
Ófl•
zaCJ n política de cort
. la pnm era men ción
la ob d M ) Otro s auto res recogieron la lJl3 se
~a e eans {l928; hay reimpresión en 1973
~~:~;:P!º1ª.p::~ª
se agot a ahí ca
1986 [primera edición 1962; I~s estudios de Porras sobr ~~:ó o oO
de
st
1?40). Más reci ente men te he argumentado que e ª 1 cooquisl'
justificación o no justificación_ de ªse cuestio-
española ~ ~m~I q~e. r~mite, más bien, a la
). En ningún caso los croOIStas sibilidadeS
naro n la :st eª0 i_e~ti mid ad del Inca (cf. infra rmación sobre las Po
. ~ª e una mon arqu ía, si bien dier on info
d e ~na organµac1ón dual del pod er
· ·
Rowe íl946J 1963: 257. 9· 313 YS.S·
3
Rowe [1946] 1963 ·. 199-200; Lan ning 1967: 157 y ss.; Lumbreras 196 ·
1,os últimos incas del Cuzco
89
4 Se ha mencionado. .
antenormente . de d os c1c
la presencia . los d·& 11e rentes • uno de ellos
específicamente relac10nado. con Manco Cápac en el cua1 se encuentran no sólo los Co- h
mentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega.' En un reciente artículo, Dur_and ha hec 0
una
, fili aciM·ón de elementos que aparecen en la versión
ed apac de Garci·1aso de1 nuto de Manco •a1
.
Y ama Ocllo, que se encuentran en cromstas previos. . U de los puntos cruc1 es
no
e su argumentación es el situar su origen en el lago Titicaca (Durand l990). b. t
sH , . . t l incluso se ha a ier o
oy podna haber mayor discusión sobre tal cond1c1ón e sta ª , e . . t ha
el debat b .
. e so re la naturaleza de tal estado antiguo. A partir e · d trabaJOS rec1en es,
. .. (CT
P0d1do d" · • · líticas «pnnuttvas» ·
Cl •scuttrse la situación política real de orgamzac1ones P0
astres 1975 y 1981).
90 Franklin Pease G
·\'.
. · habría originado el «esta do incaico», ha sido estudiad
crórucas, se . R d •
que owe enom mo, «versión tJ>or
0
. autores 6 La lista de incas
d1versos · . h
ue
dard» es la q , con alguna altera ción, a 11 amos • en el cuadro 1 s an.
podemos modificarla en cuant o a los orden amien tos y elementos ,depero se.
'ón y encon trarem
, . d M cuadro II · s·1
parac1 , os enton ces la repre senta da en el
,
consideramos, además, qu~ el ~aracter ar~ue tlpico e aneo Cápac está
demostrado , no podemos mcluirlo e~ la ~ista comp leta que culmina con
Wiraqocha. Interesan entonces los siete incas ~ue aparecen en la men.
cionada lista desde Sinchi Roca , N.º 2, hasta Wlfaq ocha N. 8. Llama la 0
Dizen que aquel dicho palo que hauian dejado s (sic) el dicho Tunapa, estregán-
doles (sic) en las manos del dicho Apota mpo, se conbe rtió en oro ·fino en el
nacimiento de su desendiente, llamado Mancopacynca (sic), cuyos ermanos y
ermanas eran ~iete, llamados Ayarcachi, Ayaruchu, Ayaraoca ... 1 .
-~---
9 Duviols 1980· 183 y ss
•
11
[1551) 1987: caps. 1 Y ·
, ' ·'io En la versió~ de Bet¡n zos, por ejemplo, véase Betanzos
Franklin Pea
92 se G. y
, d d l550 cuando empezó a escribirse la historia d
desde la deca a e ' e los
11
incas • • la aparició n -o definic ión- del aparato poi' .
Como ya se vio, , l . •treo
. Tawantinsuyu fue contemp oranea a a presenci a O expansió
fmal del el desarrol lo de una casta sacerdot al organizada E 11
del culto soIar Y
rupo
. . depositario de la sabt.d una , d. •
tra 1c1ona1, bº1en pudo · re ste.
re l1gtoso, .,
g
1 bora ción -reelab orac1o n- d e 1 mito . d
e
.
ongen, de la q
a11-
zar una e a ..
.á ltara la versión del lago T1t1caca, d.1st1nta . d
e la de los Aya
ue
.
qu1z resu . . · d · d. r,
en t al vers1 •ón había 1
una .preem1nenc1a notona e nt1, e1 10s sol de
. . 1os
incas. Como se vio antenor mente, Garctlas o no es el pnmero que señala
ta l r'"'n.lato ' sino que puede rastrears· ·
e hasta autores como el de la relación
anónima de un clérigo, atnb_u1da a C nsto · 'ba1 d; M o 1·1na o a
Bart?lomé
de Segovia, a Gómara y sus 1nf~rmantes,. etc. 1. . En esta elaboración se
mantenía la vinculación con el tiempo pnmord1 al.
Cualquiera que haya sido ta~ ~laborac i~n, lo cierto es que después
de la conquista española se mod1f1caron sename nte las normas para de-
finir el poder; con ello, se modificó la imagen de .Jos incas y se estableció
una genealogía que consider aba únicame nte a uno de los dos gobernan-
tes simultán~os del Tawantinsuyu. · ·
Frente a esta situación es como debemo s encarar el problema de la
organización y sucesión del poder entre los incas. Recuérdese que, en
los ·relatos de las crónicas, los primero s tiempos aparecen más cercanos
a una forma ·de behetría , mientras que los relatos de los últimos incas,
posterio~es ª·Pachacuti, proclam an una organiza ción distinta y hasta su-
gieren un •«huevo ,orden», resultad o de la victoria sobre los Chancas y
del gobierno ,del Inca Pachacuti. Ciertam ente, es posible que la panaca
del l~ca Wiraqocha haya sido prepond erante, y tal vez pueda decirse
con cierta seguridad que fue en realidad el núcleo básico del poderoso
g~po sacerdotal cuzqueño tradicion al, anterior al período «estatal» ini-
ciado por Pachacut1.· No solo , por la rivalidad que aparece
en la trad'1cion
·'
oral ~?tre Pachacuti Y Wiraqoc ha (luego veremos que tal rivalidad tiene
tamb1en otras exp1·1cac1ones · ) , atnbu1d
• • a a que el pnmero . era fun dador de
[ha] habido otro~ muchos ?1ilagros y castigo s en ~l tiempo del Inga, no se escribe,
sino son los testigos 1~ ~a1da de los cerros y penas derrum badas y así se escribe
toda la suma, por eso el castigo de Dios le llaman Pachac uti -pacha -tierra - y
así algunos reyes fueron llamado s Pachac uti, y en esta vida como he/mos visto
el reventar del volcán y llover fuego del infierno y arena asolar una ciudad y su
comarca, y también se dice mílagro del temblo r de la tien:a y morir mucha
gente... 13 .
Una identificación de Pachac uti con catástr ofe, situaci ón de caos, etc.
Tal situación· coincide con la expues ta por otros cronistas: Pachacuti es
«El fin del mundo, o grande destrui ció_n pestile ncia, ruyna o pérdid a o
daño común», matiza ndo despué s:. Nina Pachac uti equiva le al fin del
14
mundo por fuego, Llocllaunu Pachac uti por el diluvio • El Inca Gar-
cilaso de la Vega hizo otras precisiones:
Al primer hijo que tuvo [el Inca Wiraqo cha] ... mandó en su testame nto que se
llamase Pachacútec {llamándose ~ntes Titu Manco Cápac) : es participio de pre-
sente; quiere dezir el que buelve o el que transto ma o trueca el mundo; dizen
por vía de refrán pácham cutin; quiere dezir el mundo se trueca, y por la mayor
Part~ lo dizen cuando las cosas grandes se truecan de bien en mal, y raras vezes
10 dizen cuando se truecan de mal en bien; porque dizen que más cierto es
trocarse de bien en mal que de mal en bien. Confor me al refrán, el Inca Vira-
cocha se havía de llamar Pachac útec, porque tuvo en pie su Imperio y lo trocó
de mal en bien, que por la rebelió n de los Chanca s y _p or la huida de su padre
se trocava de bien en mal. Empero , porque no le fue possible llamarse _assí,
¡rque todos sus reinos le llamaro n Viracoc ha desde que se le aparesc1 6 .la
15
antas~a, por esto dió al príncip e, su hereder o, el nombre Pachacútec ... ·
13
14 guarnan Poma [1615] 1936: 9495 0980 I : 68). . . .
Holguín [1608] 1952·· 270. Otras ·acepciones y amplias d1sc\J$1o nes sobre
los pachaOnzález
· ·
1s cuti en Bouyssse-Cassagne 1988
Garcilaso de la Vega [1609] 1943
Pan .ICUlar
I: 284. Visiblem ente se trata de una explicac
- o afirmó que v·rracoch ª
dªd0 que, a diferencia de los demás ~utores, Garcilas
ión
'
L
Franklin p ,
94 case G. Y.
. .,
La apancion a que se refiere Garcil y
aso es la misma que otr
. unciaron cuando Inca upanqm'. o sunple . os cron·
mente y is.
tas previos an
. .. d w· raqocha' recib10 . ., ·, d ,
una reve ac1on e caracter sola upan-
1
1
qm, h_ J.º el o~er del I~ca, como refieren los textos clásicamentr que le
transfin6 e P • 'b I d M 1- 16
. d
c1dos e ua 1 n de Betanzos o Cnsto
. a e o ma . Así es e1cono•
. solar que el Inca Pachacut1 prod uce. ' e ara 1
a
imagen d ·d d
La suCes
ión del poder no pu o estar revestt a e las caracte , .
. . . .
de uniformidad y orden que los cromstal_s. 1e as1gnlaro?' m siquieranst1cas
con la
organización de un ~ue~o esquema po 1t1co en os tiempos at~buidos a
Pachacuti. Tal orgamzac1ón presupone n~ solamente la centrahzación d
la autoridad, sino también la. estructuración de un nuevo sistema jurídi~
co, de un conjunto de normas que regulen n? sólo la actividad del mis-
mo, sino también las relaciones entre sus miembros. Por ello, los ero.
nistas, como Guarnan Poma, atribuyen a Tupa Inca Yupanqui, sucesor
de Pachacuti, la promulgación de una colección de «ordenanzas» legales,
presep.tadas a la manera de sus similares españolas. Como es obvio, tal
«ordenamiento legal» estaba organizado en y bajo esquemas míticos.
No se puede aceptar a priori que desde el tiempo del Inca Pachacuti
hubiera funcionado -<orn o tampoco antes - una transmisión del poder
«a la eur?pea», ·dinástica y patrilineal; pero sí puede verse una continui•
fue quien venció a los Chancas; no Pachacuti. A pesar de ello y de las implicaciones que
pudiera tener la modifi~ción, anotada y discutida muchas veces, lo interesante del párrafo
ant~~or es que precisa una definición de Pachacuti como catástrofe. . .
«e apai:tándose Ynga Yup~ngue de sus compañeros la noche que ~a la histo~a:
ha ~ntado dicen que se fue a cierta parte do ninguno de los suyos le viesen espacio
dos tiros de onda de la ciudad e que allí se puso en oración al hacedor de todas las ~
que el~os ·ll_aman Viracocha Pacha Yachachic y que estando en la oración (...) se cayo
adormido siendo venc1'dO d 1 - . a él eI v·rracocha en
figura de hombre y qu I d" e sueno y que estando en su sueño vmo
. 1 H"
e e 10: IJO no tengas pena que yo te enviaré el dta , que a bat~ª1
estuvieses con tus enem · . . (BetallZ05
[155l] 1987:
31 ss igos_ gente con que los desvarates e quedes v1cton~so». mediodía,
¿establece así su y .~-.Segun Betanzos, Inca Yupanqui (Pachacuti) venció al arición
tuvo ciertas caractconríd1t~16n de sol del día? En la versión de Cristóbal de Molina la_aptar aSil
padre Viracocha In e s 1cas solare . o· - yendo a v1s1
s. « icen que antes que fuese senor, . mpO que
llegó a una fuente 1 ~~~~: ~ ªba e~ ~acs~huana, _cinco leguas del Cuzco, ª\:;a fuente,
st
dentro de la cual vio una fi ;surpu9u1?, v10 caer una tabla de cristal en la ~el col()(!rill°.
della a lo alto le ü g ra de md10 en la forma siguiente: en la cabeza d sol 1~
'
unos y los otros· ysa en I
an tres ray .
os muy resplandesciente s a manera
d yos eI
e ra la cabeza
un llauto como Inca' os encuent de Ios das·' en
. ros brazos unas culebras enrosca i
1os tra1es. Y 1as ore1as ho d d 0 inca•·
y vestidos co I ra a as, y en ellas puestas unas oreJe· ras colll
. rnas, Y ,o
las espaldas otro león lmo bnca. Salíale la cabeza de un león por entre tas pite tro; yuo31
,os razosd l I parecían
manera de culebra que
d. h Ie tomaba ed cua abrazar el un hombro yeº sí visto . (
te o bulto y figura echó h . l . y que a rsu
e O alto de las espaldas a abaJO, llallló p0 (
nombre de dentro de la fu:nt~u ~n~a Yupanqui, y el bulto de la estatua 'ts temor, qu
yo soy el Sol vuestro pad ' dici~ndole: «Venid acá, hijo mío, no teng
re ... » (Molina f1575l 1943: 21).
1.,os últimos incas del Cuzco
95
11 R .
18
ostworowski 1953: 230 y ss., 244 y ss. nización
d Díez de San Miguel (1567) 1964: 37, 114, 119, 121, 140, etc.; sobre la orga
ual en Juli, por ejemplo.
96 Franklin p
ease G. t
«mitad» tiene un curaca, ~odría pensarse en un dualismo similar
las dos «mitades» del propio Cuzco. Puede pensarse, asimismo Para
redominio de hanan está identificado con el Inca de ese sector' que el
P . . 1 , o que
más bien, se trata de una preeminencia estructura . Hanan muestr . ,
. b . , d . . a s1em.
P re preeminencia so re uno, asi como en sus enom1naciones sim•l1
· ·
Entre otras denommac1ones, puede sena - larse a 11auca-ic
· hoq, donde
· ares·
. . da; en o t ro caso muy conoCI"do, uma-urco a re- 1
lación es derecha-12quier
ca la cercanía al agua (zona m ás hume , da y ca'l"d
i a en el altiplano == ,umar- )
mientras que la otra es más alta y fría = urcu); así, Umasuyu pued:~,
toda la ribera del Titicaca y las de los ríos, como el propio Desaguaderor
mientras que Urcusuyu es la zona más alta y fría. La dualidad se pre:
senta como arriba-abajo, derecha-izquierda, dentro-fuera, cerca-lejos,
húmedo-seco, etc.
Es difícil llegar a establecer concretamente todas las funciones que la
dualidad tenía en los Andes; donde es más visible es en la reciprocidad,
como se pudo apreciar anteriormente (cap. 1). Ello permite comprender
por qué los curacas de Hanansaya y Urinsaya eran claramente comple-
mentarios en cualquier organización étnica andina y, por cierto, en los
niveles internos de la misma. Los curacas de ambas «mitades» participa-
ban en el gobierno y, en las informaciones de los primeros años de la
presencia española, los curacas de mitades así documentados pertenecían
generalmente al mismo grupo de edad. Ello hace pensar que podría
existir un régimen que permitía el nombramiento de los dos curacas en
forma simultánea a la falta de uno de los curacas previos.
Las propias crónicas presentan información que muestra cómo puede
entenderse la existencia de dos incas simultáneos, uno hanan y otro urin.
Por ejemplo, en la obra de Pedro Sarmiento de Gamboa, puede ras-
trearse una forma de sucesión que hace ver una posibilidad interesante:
cada Inca ha nombrado un sucesor que no llega a hacerse cargo_ del
poder, tal sucesor designado se enfrenta a un rival de su mismo mvel,
el cual vence.
Según la versión de Sarmiento de Gamboa Pachacuti designa a Inca
Urcon, «y como fuese ya muy viejo nombró ~or sucesor del ingazgo ª
Inca Urco[n) su hijo bastardo» ambos huyen del Cuzco «por miedo de
los chancas». Inca Urcon combate ' --compite- con Pachacut1· a ralZ , del
conflicto con los Chancas y termina muriendo en un combate con las
tr~pas d~ Pachacu~i. Este, a su vez, designará a Amaro Topa Inga,;
qmen «h~o renunciar» en favor de Tupa Inga Yupanqui, «mandó 1 !.ª~s·
[Pacha~uti) sus deudos de los aillos de Hanancuzco y Urincuzco YdtJ~1 ·
-¡Amigos
. y panen· tes mios!
, Ya como veis soy muy vieJO, . • y quiero
dejaros. quien despues , de mis . días' os gobierne' y defienda de uestros
v ·
enemigos. Y dado que algunos [años] ha que nombré por mi sucesor ª
Los últimos incas del Cuzc o
97
rni hiJ. 0 mayor. legítimo Am aro Top a Inga no me parece
cumple para gobema r tan grand e sen_ono , '
... Y lueg
que es e1 que
, o diJ·o que b
Por inga y sucesor suy o a su
h.. T
IJO opa Inga » a quie nom raba
n hi·zo
Tupa Inca Yupanqm. hizo . ' reconoc
.,. a su
d. vez una desi
. gna ción y al de • d Ser·
miento ' la camb10. ,
«otr os icen que al tiempo de su muertc1r e ar-
, ,
tiempo ~ntes hab1~ nm_nb~ado por_sucesor a un .. e o a1gun
htJO suyo bastardo, lla-
rnado Capac G~a n», s1 bien _se -~fi ~a que ante
s de morir explicó: «Yo
nombro por m1 suces~r, a m1 h110 Tito Cusi Gua
lpa [Guayna Cápac]».
Antes de tom ar poses1on, Hua yna Cápac debió
afrontar un conato d
sublevación para entr oniz ar a Cáp ac Gua ri, el cual
fue desterrado. Mien~
tras Huayna Cápac esta ba fuer a del Cuzco, esco
ndido, fueron vencidos
los sublevados, tras lo cual entr ó en la ciudad
y fue Inca. Finalmente
Huayna Cápac designó a Nin an Cuyochi, quien
murió, y después paree;
haber hecho lo pro pio con Huáscar . Qui en resu
ltó siendo Inca fue Ata-
bualpa, como sabemos 19 .
Si bien luego explicaré el con junt o de datos de
este último asunto,
la línea general de la información de Sarmient
o de Gamboa permite
apreciar una situación singular: siempre hay, de
una u otra forma, al
menos dos candidatos, que compiten o pelean abie
rtamente . Así, podría
decirse que los incas han an: Wiraqocha , Pachacu
ti, Topa Inca, Huayna
Cápac y Atahualpa viven fuer a del Cuzco, con
quistando, por ejemplo,
mientras que los incas urin: Inca Urc on, Amaru
Yupanqui, Cápac Guari
y Huáscar, se identificarían más con el Cuzco,
lo cual es evidente en el
caso de Huáscar, que luego se trat ará. Los prim
eros resultan vencedores
siempre, como ya se hab ía anunciado, y los últim
os perdedores, tal como
ocurría en el ritual de la mue rte del Inca , ya men
cionado, que Betanzos
describió como la fiesta de Purucaya.
1 Obviamente, pod ría argumentarse que las afirm
aciones de ~os cr~ni~-
f tas en este sentido deb en entenderse como una
forma de exphcar h1sto-
¡ ricamente tales informaciones a sus lectores euro
peos. Es verdad que en
la propia información de los cronistas acerca de
la situación a la muerte
de Pachacuti, Tup a Inca es claramente hanan,
en el sentido de que es
visiblemente un militar victorioso que conquista,
mientras que a Amaru
se le relacionaría mas fácilmente con un sector
productivo, vinculado ª
10 religioso (sus chacras son las únic
as que producen en tiempos _d~ se-
quía). Tupa Inca se vería como guerrero, opuesto
a un Amaru rehgioso ,
al que los cronistas relacionan con el culto solar 20
• Per o podría p~nsars~,
también, en una posibilidad diferente: la caracter
izada por la exiSlencia
21
Véase supra, capítulo anterior y nota 49.
22
Sarmiento de Gamboa (1572) 1947: 221.
LOS últimos incas del Cuzco
99
Para explicar esto se dispone de una important . f .
os
tanz ' el cual indic a que Pach acuti estableció -ene m ormación de Be-
tipo igual a Manco e,apac - un ntua . l específico cuanto
que d b' nuevo arque-
ta muerte del Inca. El mismo -Pur ucay a- se celeb ,e 1ª ce~ebrarse
a
al morir dicho Inca, segú n Betan zos, pero el propio reo P~r P~m~ra vez
.
vio celebrarse nuevamente ta1 ntua
. l a la muerte de Paromsta mdica que
b . . , . 11
diente de los incas que so rev1v10 a la mvasión espan-u0 u 1nea E ' deseen-
1
de Betanzos, Pach acutl· ha b'1a mandado que a su muerte:ª· n el relato
n Puede entend ·
erse esto dada la mform ac1'6n frecuente en las crónicas acerca de que
el tejido y el peinado identificaban a los pobladores de diferentes grupos ; .
24
etmcos .
«los persona1es
.
que representan los comed'1antes», Covarrubias 1987: 593b.
is
Es decir, dos en el sector hanan Y dos en el unn. .
26
Especie de boleadora compuesta de tres ramales tej~dos, c~.:
d
finalizaba en una bola de piedra o metal recubierta por el mismo teJt to, «de
O
de los cuales
_u\abrán de saber
los dos cabos
que este ayllo es una cordezuela hecha en tn'ángulO Y en las dos punas . y ansí
están atadas en cada una dellas una pelota del gordor de una na~ania s de redonda y en
piedra de metal
la otra punta del otro ramal otra ni más ni menos las cuales son e~ ªen t,·rar
tráenla en el
Y[se] asen de la una bola y cuelgan las dos abªJº •
Y cu
ando 1as quier
[1551]
a.ire b'1en ans1, como cuando • tuar
· una honda · · ·» Betanzos 1987: 146.
uno qmere
100 Franklin Pease G
. Y.
tras él anduviese haciendo estos visajes que esta muchacha fuese a saltico .
a un lado del llevando un palillo en las manos y amagándole con él comºCilios
se lo quería tirar so bra<;o y el muchachu elo ansí mismo fuese descendiendo que
el suelo aquella cordezuela y ayllo que le servía con él y con las demás O l>Or
. . . ·t·
1car la voluntad de armas
cuando ansí peleaban ( ... ) las diez mu1eres d'
icen sigm
.
señor que si la voluntad (?) le daba larga de la cuerd a con que le tenía aquel t do
que hacía como hombre suelto y si le tiraba della que no hacía cosa más de ~a
le daba larga de cuerda diciendo que la voluntad tenía atado al hombre y e mt0
. .
cansados que saliesen de la_ plaza y que 1uego h_1c1esen gr~n lla~to en ella porsosel
nuevo señor y los demás senores y la demás gente que alb estuviese y esto hecho
que saliesen dos escuadron es de gente de guerra uno de la gente de Hanan c\17.CO
y otros de Hurin Cuzco y que el un escuadró n saliese por la una parte de la
plaza y el otro por la otra y que batallasen y que se mostrasen vencidos los dt
la gente de Hurin Cuzco y vencedores los de Hanan Cuzco significando las gue.
rras que el señor tuvo en su vida y que esto acabado su llanto todos los señores
del Cuzco asidos por las manos en el cual llanto en el cual llanto dijesen en alta
voz y relatasen sus victorias y grandezas y esto acabado que saliesen otros dos
escuadrones de mujeres vestidas como hombres encima de sus mesmos vestidos
y en las cabezas ansí mismo las ataduras de hombre y que ansí mesmo trujeseo
en la cabeza unos plumajes y que el un escuadrón de mujeres trujesen unos
paveses 27 y el otro unas alabardas altas en las manos y que anduviesen estas
mujeres en torno de la plaza a cierto paso moderado a manera de sus bailes
entre las cuales fuesen algunos hombres los cuales llevasen unas hondas en las
manos como varones .. . 28 •
21 p és E . , en ti
av · (( specie d_e escudo largo que ocultaba el cuerpo del soldado Yrecib1a
tiellll'°5 ~
los golpes de los enemigos ( .. .) En Castilla se usaron los paveses basta tos ()(IOS, q~
nuestros abuelos( ... ). Hubo en España una ceremonia en tiempo de los reyes gl reill"···'
para cor~narlos los llevaban sobre unos paveses en ombros de los grandes de
Covarrubias 1987: 857.
28
Betanzos (1551) 1987: 146-147.
LOS últimos incas del Cuzco
101
Finalmente, requiere alguna explicación el hecho d
aludido, se mencion e la aparición de dos «escuade que, al final del
texto rones de m ·
vestidas como hombres, con paveses [escudos] y alabardas en UJ~res»
las cuales aparecen algunos hombres con hondas com ' medio de
. "ó
ista aventura una expl1cac1 n europea: ello significa q o varones El e
· . ro-
º·elo. Pero en realidad los elemento s indicados del rituaulet· e1 1nea iba al
et
muy posiblemente, con 1a estructur a. social del Cuzco 29 1enen
A,
que ver
. '
"f" d ·
de sucesión, «escem 1ca o», como dice el cronista a la m rt d · SI, e1 ntual
,
Inca inclma claramen te un comb ate ntual . ue e e un
donde los de hanan ,
'
siempre. l · "ó d A venetan
Tal es_ a s1tuac1 n e tahualpa , vencedor, en tanto Inca ha-
nan, como se vio.
Otro cronista, un clérigo anónimo al cual se atribuyeron los nomb
.
de Cristóbal de Mo l1na Y tamb"1en , d
e Bartolomé de Segovia, de recono- res
cidos conocimientos s?bre los Andes en los primeros tiempos, informa
asimismo acerca del ntual que pudo conocer, realizado al momento de
morir Paullu Inca. Lo interpret ó, sin embargo , muy a la manera euro-
pea, como una defensa para impedir que los enemigos se apoderaran de
la «casa del señor» 30 • Clarame nte, en textos como el mencionado se
relacionaba situaciones de este tipo con pugnas por el poder, pero tam-
bién podían pensarse como parte de actividades rituales como las men-
cionadas en el largo texto de Betanzos, anteriormente_mencionado.
Las crónicas informar on que había mecanismos que permitían la de-
signación del o de los posibles sucesores. Rostworowski pensó que tal
designación estaba vinculada a la institución del correinado, pero ésta
sólo se ve clara en lo que se refiere a la sucesión de Pachacuti. En
cambio, las informaciones tomadas previamente de Sarmiento de Gam-
boa, permitieron delinear un esquema que sirve también para entender
29
Habrá que estudiar, por ejemplo, la relación de este rito con ,las da_n~s Y represen- .
taciones escénicas de la población andina durante la colonia, y aún supery1V1entes en nues-
tros días. Este es un tema importante y amplísimo por sí solo. ,
30
«Quiero poner aquí una cosa que hicieron todos los naturales del Cuzco el día ~e
su muerte [de Paullu], por ser cosa notable y de buena disciplina Y ejemplo. Como supie-
ron que había expirado todos los indios de guerra, vecinos al Cuzco, con tod~ sus armas
de flechas y ' , en 1a guerra se subieron a 1as
lanzas y porras cada uno con lo que servia • al
"'"''"~ d · ' , enruna· de todos
...._ el dicho Inca Paulo y la cercaron toda y se poruan odlos tos mo-Y
Paredes, apoderándose de ella y dando grandes voces Y grita, alle nde que t os 1os_ n
rad - á allí se estuVIero
ores del Cuzco lloraban a voz en gn·to· éstos se senalaron ms Y d por
gu dan ' . pregunta os que
ar do la casa del dicho Paulo Inca hasta que le enterraron, Y rí h ta cua-
qué h b'
a •ao ocurrido allí aquellos indios de guerra en aque1 tºiempo' que se anrí asf señor
trOcie t . . .
n os o qulillentos diJeron que era costumbre de I CuzcO que
.
cuando mo a e
. la casa del
nat_ural, porque ' · álgu'n urano en
con la. alteración de la novedad no se metiese Anónimo í1552-591
J
~~~~ ~ enseñorease de la mujer e hijos del señor Y los matase ... »
9
102 FrankJ'in Peasc G
.y
la existencia de un conflicto ritualmente necesario. Los eronistas . ·
· · ,, ·
maron claramente que ta l d es1gnac1on no bastaba para i tnfor.
gobierno, puede decirse que se requería el apoyo de det:co~rarse al
·
tores de la e"l.1te, pero sob re t o d o era 1mpresc1n · d.b rminados _sec.
1 le el respald O
de la divinidad y, ciertamente, la realización de los rituales definitivo
dición establecía. que la tra.
La influencia de la élite ya había sido resaltada por Riva A ..
1910 y Valcárcel afirmó que la corte del Cuzco era quien tenía 1f~ro_en
31
a elegir una vez que desaparecía un Inca ; pero, en realidad pción
debía ser suficiente, dados los antecedentes mostrados. En los' eSío no
. T I . l casos de
Amaru Y upanqu1 y upa nea, se aprecia c aramente la designac·ó 1
el Inca anterior en las informacion es de las crónicas 32 • Cuando sent por
de nom b rar al u,, ltimo,
. .
Sarm1ento .
d e G am b oa incluye la descripció rata
d
una ceremonia en la cual Pachacuti nombra sucesor delante «de los e
·
. d eu d os d e H anancuzco y H unncuzco», ngas
t
mis y el cronista hace aparee
el hecho como una imposición del gobernante; pero, dadas las circun:~
tandas ya explicadas del contexto ritual existente, puede pensarse en una
situación diversa y que el cronista está interpretándo la de acuerdo con
modelos europeos 33 . _
La figura del correinado podría sugerir que el sucesor debía ser ne-
cesariamente hijo del Inca que lo precedía, pero no siempre funcionaba
así, considerando lo ya explicado sobre la situación del Inca como ante-
pasado simbólico de su panaca. Algunas veces puede verse en las cró-
nicas que un pretendiente «bastardo» o que no era «hijo del rey» trata
de apoderarse del poder, lo cual hace presumir que el acceso a éste les
estaba permitido a quienes no tenían «derecho», siempre que una fuerza
o prestigio suficiente los amparase; tal sería el caso del prestigio sagrado
Riva-Agüero 1910: 113 y ss., 1937: Ieee. VIII; Valcárcel 1933: 80: Tanto _Riv~Agü:;
31
,>i
~,1
,,,1-
~
oJ~ 34
35
Cf. Sarmiento de Gam boa [15721 1947: 236, 238;
Sobre estos términos véase Zuid ema 1964, y Row
Murú a [1616) 1962,
e 1981 y 1985.
1: 70-72.
1
...
104
El 1llJ
••0
del sol for ma ba un. .pun) to esp eci al de com
ren o; era un centro del mundo
Fran klin Pe
unicación entre 1
os
ase G. Y.
l~ Irj
dos cel est e (m ora da d1v1na y f'ter p
. camente. or est a Tazón .
/'
J,
mu n I 1s1
. •ente , así com o el Cu zco o era b. , d , e1fuga ~
v1v1
don de se hal lab a el I~c a er~ ta? Idie ;
sa: ;a_ od su¡ re~ nc ia lo transro/ I'
l Cena eT u~ pam pa, donde ~ I
ma ba, y est o se apre,c1a en 1 ~ ,c1ud a dno ,.
ed u~ ~- dum1parnpa era uncen
estableció Hu ayn a Ca pac , a e~~n ose1·iza a s1gu1en o modelos cuzq . .·
I
rea ¡'
tro ade má s po r su construcc1on uenos ;
' ya indica ' mos? per o la resd1 e nTc1. a d e I .I nea est~vo a punto de trans.
"d
'J
que
r cen tro e 1 awant1nsuyu. 810 embargo no U ,
re el Cu zco y Quito, de la ~~
forma rla en el pn me ;
}
a realizarse la división del «im per io» ent
e_ba de ello ~~ que a pesar de la
hab lar on tan t~s vec es los cr~ ~is tas , pru ..
na qu e part1C1paban en la adm·-
reb elió n de rm em bro s de la eli te cuz que
y
nto de Hu ayn a Cá pac , pos ibl em ent e rel aci ona do con la decisión de ¡Í
mie 38
ret orn ar al Cu zco .
des ign ó a ningún correinante,
Pró xim o a mo rir, Hu ayn a Cá pac no
J
ant es de él. Tampoco está cJaro
com o par ece hab erl o hec ho Pac hac uti
!l
má s, pue de afirmarse, siguiendo
que hub ier a des ign ado «he red ero ». A lo
~
,
inf orm aci one s de las cró nic as, qu e Hu ásc ar hab ía sido «designado» ..
las
ern ar el Cu zco en aus enc ia del Inc a. La s crónicas afirman que
par a gob ¡,
e Hu ayn a Cá pac abandonara el
tal designación fue rea liz ada ant es qu
e con tra dic e otras de las mismas
Cuzco, per o est a es una inf orm aci ón qu
la ant eri or propuesta que ex-
obr as; pod ría inf eri rse -d e acu erd o con
sa la dua lid ad del In ca - que Hu ásc ar hab ría sido designado como
pre
cos a que los cro nis tas dif ícil me nte pod ían entender y me~_os
ínca uri n,
el Cu zco y no salir con los eJe~-
aún explicar. Po r ello deb ió qu eda r en
qui teñ as. En est o, en su presenoa
citos de Hu ayn a Cá pac a las cam pañ as
e~ ~l Cuzco y en su rel aci ón con las gua
cas y el mu ndo s~grad? -co:~
en el cas o de Hu ásc ar, com o lue go ve rem os- se identifica e
fhc tiva
· lacionado
Js E . · .-, · · tal hec ho pud o esta r re -
n 1a pnm era vers1on de• este trab ajo , adm ití que · os mom entos
. · do
con aq ueUos gru pos que apa reci ero n «ah ado s» con los esp año les en los pnmer 00
pu
1971 y 1974). Hoy pienso que tal alian za . tt'
de la _conquista (véase Esp inoz a Sor iano cJal~ d~o
real men te, al men os en la form a com o la pre sen taro n los cronistas Ynespe los
ocu mr , . mas son doc ume nto s pro bato nos · , e . CUill""'\l!lil
las pro banzas · eorno se sa be, las ulti r
.
enta · t . te . nc1. onado que sus tesugos. •ap<>
mte . tos
mte resa do pres un m erro gat ono ' gen eral men ' ·erv1 00S,
normalment_e sm · reservas. Abu nda ron ent re los esp año les par a demostrarespa s . 1 M~
nora.emPk
cura cas deb 1ero h 1 · par a obt ene r priv ileg ios de la coro na
n ace r os igua lme nte . -•mismo,
a de lante volv eré sob re este asu nto . Sob re el env ene nam ient o, véase as•
J937-l 948 _
LOS últimos incas del Cuzco
105
AJnarll Yupanqui. Como se indicó anteri ormen te
bao en el Cuzco, no conqu istaba n. 1 . .
' os meas uno queda-
Huayna Cápac enferm ó finalm ente de una pest
orte del Tawantinsuyu, cuyo recuer do perdu ró d;s qu~ ~oló l~ región
0
uropea basta que los cronis tas escribieron, algunos pdues e la mvasi_ón
ep<>steriores identificaron tal epidem ia como viruela 39 eE e~tos Y estudios
cordar ta documentac1ºón poste nor, · · s importante r
especialmente admin · t . . ~-
. . . d" ó h ,
cial. Anten ormen te se 10 1c que ab1a versiones que babi is rattva o 1ud1
· to de H uayna Cá b -
v enenam 1en · ª
pac, por e1emplo en un 1·u1·et·o d an del en-
de Chachapoyas se menci•ona que uno de los antece ' e
sores de 1 curaca ..
s
. os p1e1ttstas
había sido sancionad<? por haber enven enado a Huayna Cápac 40 •
. Betanzos no menci
. . ona expre samen te el envenenamiento , pero
da una información intere sante, que relaciona fácilmente con recuer-
los au _
rios. En su relato, Huayn a Cápac recorr ía la región quiteña y sus tro:s
libraron una batalla en Y~guarcoc~~ [Yaguar cocha, laguna de sangre],
donde Atahualpa fue vencid o; aux1bado por Huayn a Cápac y derrotados
sus enemigos, el Inca encon tró en una casa (¿un depósito?):
un rimero de muchas mantas unas sobre otras y pensando que estuviese debajo
dellas aquel cacique tras quien él iba él mesmo por sus manos empezó a quitarla
s
y a deshacer el montó n dellas y halló debajo un indio enano y muy pequeño y
como Guayna Cápac oyese las palabr as y viese el altor del enano holgóse en tal
manera y tuvo en tanto haber topado con el enano como de la victoria que ansí
había habido de sus enemig os y luego mandó ( ... ) que todos le tuvie~en por su
•
1
hijo mayor....
39 •
. Pos1blemente, aquella famosa epidem ia que se ~xpand"ó I d sde Panamá por la parte
e dé da de 1520, aunque
OCcidtntal de Améric a del Sur antes de la llegada de Pizarro , en la ca
hayjiscusio nes al respect o, Dobyns 1963, y Rabell Y Assado ~an 1
Murúa (1616) 1962, I: 103; Rowe (11946] 1963: 208; Espmoz
97;67.
a ·
2zg 320-321.
'
41
Betanzos [1551) 1987: 200 y 208. 6
l
106 Franklin p
ease G. )'
nas hacía un mes que había,, nacido y se hallaba con HuaYna Cap , ·
. •
la región del Cañar. Al dia sigmen te, a1 pregun tar de n ac en
enfermo, éste dijo que design aba a Atahua lpa y, como és~e~~. al Inca
no deseaba serlo, el Inca designó a Huásca r; según Betanzeos IJera que
,, 'l . la g
que se hallaba con e1 I nea acato esta u tima voluntad. As' '8 ente
zanja buena parte del proble ma sucesorio y, con esta inforn/' ·/tanzos
liza la primera parte de su obra. Despu és, dedicará la segu: n, fina.
la historia del conflicto entre Huásc ar y Atahua lpa. De otro 1ª/ªrte a
miento de Gambo a afirma que Ninan Cuyochi y Atahualpa tuªeron o, Sar.
cargados de llevar tropas de refuerz o a Huayn a Cápac durante 1
e
°·
pañas en las regiones norteñ as del Tawan tinsuyu . Finalm ente asMca~-
. e que A t ahua1pa acomp ano - ' a Huayna apac en sus últimos d' urua
C' '
sostien 42
242; Murúª
42
Betanzos (1551) 1987: 200-201; Sarmiento de Gamboa, (1572) 1947:
. ación
(1616) 1962, I: 108.
43
_ Sarmiento (1572) 1947: 250; un historiad or moderno
sugirió que ante la
1
d;f;º8()).
y 250;
de Nman Cuyochi, los dirigentes cuzqueños impusieron a Huáscar (Valcárce ~.
44 to de Gamboa (15?2] 194 · 165 : 22;
Cieza de León (1550) 1985: 200-201; Sarmien 57511943: 258.
Espinoza 1967: 228, 294, 320-321. Sobre la callpa, ver también Molina _(1 1950
Cobo (1653) 1956: Lib. XIII, cap. XXXIV; Rowe (1946) 1963: 302-308; Reichlen
LOS últimos incas del Cuzco
107
después para Huáscar; fracasó en ambos intento 0 ,
Y quiso pedir un tercer candidato al Inca enfermo ,\ icese 9ue cuando
se Las tensiones que pudieron salir a la luz en a'qeusele momen ya babia fallecido.
. . to s fl e-
. ron en informacione s cunosa s de las crónicas si· b' , e re
'd d d 1 ·
Jª rse a la neces1 a e os propios autores de expl' ' ten h'istóricuct·1eron
estas p
debe . . icar
los hechos, o adecua rlos al cnteno de sus lectores. Por e·em 1 ~mente
Betanzos señala que al fallecer Huayna Cápac J P 0 , mientras
los señores metiero n en cierto aposento a Ragua Ocllo que era madre del
.. · · para que ayunasen segu'n su
.. Chuqut'h mpa
Guasear y a su htJa , - , uso Ycostumbre
d 1gun senor era ans1 nombrado y la que hab'1a de ser su
que tenían . cuan o a
. que
mujer pnnc1pal ...
Betanzos (1551) 1987: 201. «Y assi, como digo, que el cuerpo de Guaynacápac entra
45
con gran aparato como si estuuier a bibo y por la gente al cuerpo muerto de Guaynacápacl
· reuerencia. Y despues de haber metido en la sepultura de sus passa os, pregona
bazia ' d d" e
llant0 general por su muerte que hasta entonces no abia· d muerte Y mas igo
nueva e su · d.
. ' ¡¡O el cuerpo •-•
que el lntztopacusivallpahuáscarynga haze cassar á su madre Rauaoc
1
con
de temor' Y assi
fuOt0 Pachacuti
Ti , P~ra que los ligitimase y por los menistros del templo os cassa C
opacUfigua/pa les intitula por hijo legitimo de Guaynacapac ... » (Santa ruz
16
[ 13) 1879: 308.
__j
l08 Fr·.t ll k lin p
case G
aculturación que lo llevó a dejar determinados testimonio d · Y.
cismo militante o su adhesión a Su Majestad Católica, por s. e su ca101¡.
el primer caso, 1n · d'1cara., que sus antepasa d os fueron de loseJernplo
. • para
convertirse; por eso, Santa Cruz Pachacuti escribía en form P;rneros en
za, para buscar la protección real. Cosa similar sucedió co ª e Proban.
., . ·1
res, que no solo as1m1 aron Ias 1nst1tuc1ones
. . . andinas a las n otros auto.
en su propio · muod o, sino · que 1nc· Iuso carecieron,
· en tantoque
t COnOcí
. an
un criterio adecuado para juzgar las informaciones que po eStigos, de
. . _ seen y
luego escnben; tal ocurre con los cronistas espanoles que se hallaro que
Cajamarca. nen
Por todo lo anterior se requiere una nueva interpretación de 1
tos de los cronistas, a la luz de los nuevos estudios acerca del os tbex.
.
andino, aun para tra b aJar . los momentos fº1nales del Tawantinsuyupue lo
.
el que estud1amos. L a d es1gnac1on
. . ., que hºizo recaer Huayna Cápacomo
Ninan Cuyochi y Huáscar estaría dentro del sistema mencionado.
no aparece claro hasta ahora es la presencia de Atahualpa.
Lo\~~
Puede partirse de la base que Atahualpa no fue en ningún momento
~es~gnado como ~uces<?~, a excepción de l~ información _de Betanzos, ya
1nd1cada. Tal des1gnac1on aparece en medio de una sene que incluyó a
Ninan Cuyochi y Huáscar. Los cronistas en general propusieron una
situación distinta, que fue elaborándose con el tiempo. Los autores que
se hallaron en Cajamarca asentaron que Atahualpa y Huáscar habían
tenido guerras, y calificaron al primero de regicida y fratricida, por tan-
to, usurpador. Más adelante fue precisándose una versión según la cual
Huayna Cápac habría hecho un testamento, que habría establecido el
derecho de Atahualpa a «heredar» el «reino de Quito» 46 • Esta tesis fue
muy difundida, presumía un derecho sucesorio, que Atahualpa habría
ejercido y que le habría sido estorbado por Huáscar al no reconocer su
herencia del «reino éle Quito».
La hipótesis mencionada puede someterse a seria crítica, puesto q~e
la institución testamentaria que los cronistas atribuyeron a Huayna Ca-
pac no existía en el área andina, y menos con las características europeas
· Zárate (1555] 1944: 48. La obra de Zárate se editó pÓr primera vez en 1555
46
beres); tal edición no se reprodu1·0 en español pero sí en otros idiomas. Todas las e cio-s
- . ' · ·eron tre
r·
nes en espanol provienen de la segunda edición (1577) y, al hacer ésta, se supnnu . de
6
capítul~s del libro I y se modificó sustancialmente el libro V; por _e~lo, la_ n_umer~~:ara,
los cap1tulos no corresponde en la edición citada de 1944 con la ed1c1ón ongtnal. entre
que había impreso apenas tres años antes su obra, indicó únicamente que la ~u~rrª·ca de
3
H~áscar Y Atahualpa se inició porque «Atabalipa ocupó a Tumebamba, pr~VIDC1 ~ntara
mmas Y al Quito vecina, diciendo que le pertenescia como tierra de su herencia_.. ; _251, y
49
[l552] 1946: 230 b. Véase, asimismo, Garcilaso de la Vega [1609] 1943 , 11 ·
Velasco 1946, parte 11, Lib. 11: 90.
LoS últimos incas del Cuzco
109
cronistas le atribuyeron. No es cierto que H
que los . .
Cas en un bastón y que esto 1nd1cara la manifestuayna .
Cápa d ·
d e eJara
mar b' . . ac1 6 n e su ' lt·
d Si tal cosa hu 1era existido , es seguro que u •ma
volunta · encontraría ·
. •os similares en otros lugares de los Andes y segur _mos !n-
d1c1 . . . as supervivenc
'pocas postenores a 1a mvas1ón europea, cosa que
e h . ias
en e recordarse 1 . . d b no a sucedido
Deb a ex1stenc1a e astones de madera h 11 d ·
d 1 p ,. . . ' a a os en abun-
dancia en la costa norte e eru,· no, hhay b'
mnguna noticiad
e que
fu
leados de ta manera, pero s1 as1 u 1era sido al menos h b , eran
1
emp . , . ·¡ 1 '
dado una informac1on s1m1 ·ar ab a que se dispone acerca d 1a na que- .
· . e os qu1pus
O Cuerdas anudadas que registra an mformac1ones básicamente .
cuantita-
tivas.
Por otro lado, el afecto que Huayna Cápac sintiera por Atah
. 'ó . . ua1pa
00 podía llevar1o a un~ d es1gnac1 n. que d1v1diera el territorio. El Ta-
wantinsuyu era una umdad establecida en la cosmovisión dividida e
sectores cuya reunión establecía la totalidad, tanto se referia esto a lo~
planos del universo como a las cuatro partes o suyu en que se hallaba
dividido el mundo y el Cuzco, representación simbólica de aquél. El
Tawantinsuyu -las cuatro partes del mundo, todo el mundo- centrali-
~ · zado -representad o- en el Cuzco, era un mundo ordenado por acción
:~,_~ de la divinidad y que nadie tenía poder para separar, ni aun el Inca. El
centro religioso que era el Cuzco, era un umbilicus mundi; el lugar desde
el cual se había comenzado la ordenación del mundo. Y esta ordenación
-una forma de «creación»- era continuada -permanentemente mediante
h los rituales de fundación celebrados en cada nueva conquista o anexión
11 de un grupo étnico al Tawantinsuyu. Dichos rituales permitían incor-
it po rar simbólicamente nuevas gentes y espacios a un mundo orde-
al nado y poseedor de una unidad imposible de disolver o romper. Huay-
na Cápac jamás pudo dividir el Tawantinsuyu, y las informaciones
que en este sentido proporcionaro n los cronistas son explicaciones mo-
º1
_, tivadas, como en otros casos, por puntos de vista europeos. Los terri-
torios de un rey europeo podían ser divididos entre sus hijos o suceso-
•º res; así sucedió con Carlos el Calvo, Luis y Lotario, los nietos de Car-
lomagno, y con Felipe II y Fernando de Habsburgo a la muerte de
Carlos V. Además, hay que tener en consideración las observacion~s ~e
los autores actuales acerca de los grupos•étnicos del Ecuador prehispa-
nico, nunca existió el reino de Quito del que hablaba el P. Juan de
Velasco, presunta «herencia materna» o designación paterna de Ata-
hualpa.
Muerto Huayna Cápac, «sus parientes y capitanes embals~maron _su
cuerpo Y con todo el silencio del mundo, sin hacer llantos_ m_ mueStras
de dolor ninguno porque los naturales de la tierra no lo smtiesen Yd se
alzasen, lo truxeron ' a Tomebamba con el mismo · recat0 , hasta dar or en
110 Franklin p
· · 47 ease G y
provincias ... » . El texto de Marr ·.
en el gobierno de. aquellas
,
da una impresión mas cercana ~ ~~ contexto político In ~e ~u
realidad ' la muerte del Inca era 1ruc10 de un amplio Y que ntuaJ ~a
. cornpJ . . ~n
como se ha mencionado antenormente. Era necesario ernbaJeJo ritual
• • . .
llevarlo al Cuzco, , «como s1 estuviese vivo» . sarnarJo y,
dirían los cron1stas
. t . . •
no tenía que ver umcamen e con una s1tuac1ón de incerf d , Pero eu
0 con la necesidad de evitar una
sublevación, por eje~U:bre_ Políti~
directamente con el hecho de que la muerte del Inca suced~ '. sino lll~-
1a ntu I e¡:¡
en el Cuzco. ªIl]ente
Altos dignatarios acompañaron a Huayna Cápac. Los ero .
taron que se había encargado a la propia Ragua Ocllo ' madred n1stas rela.
. tr
car, adelantarse. a~ ~uzco ~para informar a Huáscar, como .e nuás.
crónicas? ¿para iniciar los ntuales? El hecho es que los mis quieren las
relatan cómo el «legítimo heredero» que defendieron en mos cronistas
maltrató a Ragua ~ello y originó_ una serie de conflictos. ~s escnt~,
versiones que recogieron los cromstas hablaban de que H ás propias
mala impres1'ón me· 1uso en 1a propia · gente del Cuzco; no puedu car. cau. so·
esto únicamente a los «problemas políticos de la sucesión» ~ atnbuirse
·
identl'fican, espec1'ficamente, con 1a vio · 1enc1a· que ejerce Huás ' sino que se
. ·
pectos re l1giosos, ' en 1a 1orma
y tam b'1en &
como los cronistas lo car en as·
. d b h . . , acusan de
violador y e orrac o, v1c1os que merec1an a sus 01·os un repud'10 mo-
ra 148 .
CUADRO l.
1. Manco Cápac
2. Sinchi Roca
3. Lloque Yupanqui URIN CUZCO
4. Mayta Cápac («Primera dinastía»)
5. Cápac Yupanqui
6. Inca Roca
7. Yahuar Huaca
8. Viracocha
9. Pachacuti
10. Amaru Inca Yupanqui • HANAN CUZCO
11. Tupa Inca Yupanqui («Segunda dinastía»)
12. Huayna Cápac
13. Huáscar
14. Atahualpa
41 M , [
48
urua 1616] 1962: I: 109.
• Betanzos [1551J 1987: 2ITT.
· embargo en la lista de Rowe «Inca Culture...» , 202.
No aparece • san
'
LOS últimos incas del Cuzco
111
CUADRO 2.
Tiempo sagrado l. Manco Cápac
Arquetipo primordial
cuzqueño
El primer tiempo 2. Sinchi Roca
3. Lloque Yupanqui
4. Mayta Cápac
S. Cápac Yupanqui
URIN CUZCO
6. Inca Roca
7. Yahuar Huaca
8. VIR ACO CHA
Comienza el conflicto
con los Chancas-caos
Tiempo sagrado 9. PACHACUTI Vencedor de los Chan-
cas-nuevo cosmos
Tiempo del Inca 10. Amaru Inca hanan
Yupanqui
11. Tupa Inca Yupan-
qm
12. Huayna Cápac
HANAN CUZCO 13. Huáscar
14. Atahualpa Invasión europea-caos
Tiempo «actual» lnka rrí Esperanza mesiánica
caos en un nuevo cos-
mos, vigencia del mun-
do ctónico
CuA DRO 3
Manco Cápac
HANAN URIN
Inca Roca
1 1 Sinchi Roca
Yahuar Huaca
Viracocha 2 2 Cápac Yupanqui
Inca Yupanqui 3 3 Lloqui Yupanqui
Pachacuti
4 4 Mayta Cápac
T~pac Yupanqui
Tupac Yupanqui II s s Tarco Huaman
Huayna Cápac 6 6 Hijo
Huáscar 7 7? Tambo Mayta Don Juan
8 8? »
Diagrama correspondiente al texto de José de Acos
ta Historia Natural Y Moral de las 1ndias (lS90
r:ece_
s
provenir de un pasaje de Polo de Onde gardo ,'
según Duviols, «Algunas reflexiones acerca de
),
te is de la estructura dual del pode r incaico,., citado
.
1
...
r - --- - --,
}Iuáscar y Ata hua lpa
5.
Siempre se ha prese ntad o a los últim os incas com o herm anos enca
r-
nizadamente enem igos, dirig entes activ os de dos facci ones rival
es que
los endiosaban, defen sor el uno -Hu ásc ar- de una situa ción ~legí
tima»
y orden_ada, prete ndien te el otro -Ata hua lpa- - de lo que le era
no sólo
ajeno, sino veda do por la ley. Mien tras a Huás car se le cons
idera ba
siempre «hijo legít imo» , no se esca tima ban vitup erios para Atah
ualp a,
bastardo y prep otent e. Se ha discu tido hasta la sacie dad si el últim
o Inca
habría sido hijo de una conc ubin a cuzq ueña -un a muje r quila
co dice
Cieza de Leó n-, de la princ esa Pacc ha de Quit o que se cons
ideró in-
ventada por el P. Juan de Vela sco, o de una nativ a de Chac
hapo yas
como afirmaba Guar nan Pom a de Aya la 1 .
Debe reite rarse que no pued e enca rarse el prob lema entre el
Cuzc o
Y Tumipampa como la luch a fratr icida de la que tanto se ha
escri to;
Huáscar y Atah ualp a repre senta n facci ones dive rsas, es ciert o, pero
tam-
bién simbolizan pues tos ritua les que requ ieren de may or inves
tigac ión.
Con referencia a lo prim ero, el gobi erno de Hua yna Cápa c estuv
o indu -
dablemente influ ido por la admi nistr ación local izada en la regió
n del
norte del Tawa ntins uyu y por los secto res milit ares de la élite cuzq
ueña ,
que formaban parte de tal admi nistr ación en Tum ipam pa; a su
mue rte, •
1
Cieza de León (1550] 1985: 202-203; Guarn an Poma 1936: 114 (1980
p1e 1937-48; Guimaraes, 1942; Kuble r 1945. Más ampli a biblio grafía , I: 83-84); Tem-
ecuat oriana abund a
e5te tema, poco desap asion adam ente a veces ; Cf. Carri ón 1934;
Jaram illo 1958.
113
Franklin Peasc G ~•'
114 • Y.
upone rse que los mism os secto res apoya rían a Huáscar, de .,1
pued e . d p
"''
norm•aó1 end e 1l mun 6o •europ eo. Pero Io queser
S
t n a situac ión de tipo
. v"
és a u no solamente es seta lll
escon de en la propi a u~f<?rmac1 n e ~s ·ctcrdmcas_ smgul ar· no re
senda de secto res rehg1osos, cuya act1v1 a es
2
prHeuásca r quien se distin gue por ataca rlosH • áAlgun os cro~is tas spal~n fi
a , b Id' mencio.
nan asimi smo hecho s de re e ia contr a u _scar, Murú a habla de uO ,;,
•ntent o de despl azarlo , encab ezado por Chuq ms Guarn an, quien bUSCaba '"
:,,,
h. l
poner a otro -Titu Atauc d ~--- endsu ug;r ,Epiues erda «más llano y afable
i .
111
caséo Atahualpa es pos. ,
con ellos y más bien _acon 1c10na ~-. •; .t
terior , según las crómcas,_ ~e~o eqmv a_en e en t rmmo s rituales.
qi
El probl ema de la leg1t1m1dad h~ ~•do largam ~nte discutido, y sobre
ti,
,1
él se pronu nciaro n ,autor es de _pr~st1g10,fuco~o Ribva Agüero y Temple
pero ya se anotó como este ~~te!1 o no nc10na a para la sucesión del
p
poder en los Ande s. La Ieg1t1m1~ad de que ~abla n los cronistas está
calcad a de molde s europ eos y dJTec tamen te vmcu lada a la institució 11
matri monia l cristia na, mono gámic a e indiso l~ble, y muy distinta de 1~ 0
institu ción equiv alente entre los homb res andm os.
t
El hecho de que Huás car figure como cuzqu eño es indiscutible en las
crónic as. La tradic ión recog ida por ellas lo hizo nacer en Huascarque-
huar 4 , un lugar cerca no al Cuzc o y, aunqu e esto pudie ra llevar a una
discusión, no se cuest iona, en camb io, su vincu lación permanente con Ja
ciuda d sagra da de los incas . Sin emba rgo, los cronis tas que recogieron
versio nes direct as, como Betan zos, hacen notar que no todos los cuz.
queño s se hallab an de su lado; sus actos , precis ados en las propias pá-
ginas de la obra de Betan zos y ya menc ionad os, le granje aron la anim~
sidad de sus conci udada nos. Pero no se halla aquí lo más importante de
este asunt o. No se tratar ía simpl emen te de un conflicto producto de
mandó
2
«el cual [HuáscarJ como se viese señor luego salió a la plaza [del Cuzco] y
maíz al sol a los demás bultos [momias!
que luego fuesen quitadas las tierras de coca y y
de los se~ores [los incasJ que eran muerto s y las de su padre Guayna Cápac
t• m
padre que ya era muerto
cuales aphcó para sí ~ciend o que ni el sol ni los muerto s ni su
00
_ comian Y no comien do que él las había menes
ter lo cual fue muy aborreci a los ble
s[enores Y pesábales viendo sus principios de le haber consentido que fuese
señor el cual
Huásca ,rJ erª muy v1c1oso
• • en todos los vicios y mas en el de la bebedez que muy pocos
días babia que n0 es tuv1ese • tomad o y estand o tomad o de la embriaguez hada mil _.....,. .1-ft.;..,,.
• de los
• manceallí
como bo y muy 1·IVlano• y s1• le paresc ía bien alguna mu,·er de las mu1eres to
senores que
que más lü
t aí
ª •
r consigo luego que la viese manda ba que se la metiesen en el apasen
3 Mu~a [cC:f:1J~ ha~ía- Y dormía con ella ... » (Betan
zos [1551] 1987: W).
•s . 1 96 2. l. 112. b blan
arm1ento de Ga
simplemente del bl m d ª
bo [lS
72] 1947: 252; cronis tas previo s, como Betanw s ª
racterizó dicho p~::10 ° e «G~as car do él nació» ((1551] 1987: 210). Allí,
BetaJlZOS ca-
hanan en su propio I como unn, a pesar de que Huásc ar había sidoy se presentado
re ato. Huásc ar renunc ió a tal presun ta condic ión declaró uno-
. incas del Cuzco
lffi úttun05
115
r . d concretas de gob ern ant es det erm
ctitu es . d ina dos o de am bic ion es t .
:uidas a una persona, sm o e un com ple10 .
pro ble ma de vie jas raícesa en n-
·da del Cuzco. .
la VlRostworowski opinó, por e1emplo, qu
e el con flic to ent re el Cu zco y
rumipampa era el r~sub~tado deh la lucd~ad
ent re _dos pan aca s O gru pos
rivales de pan~cas, si . ien no an p~ t
sectores en la información de las cró mc as
f
pre cis ars e _claramente tale s
• Ell o no. 9,uiere dec ir, obvia-
roente, que se trata~a realmen_t~ ?e pro ble
~~ s fam iha res , com o die ron
ntender los cromstas. La div1s1ón de la
eht e cuz que ña no sól o ten ía
::e ver con razones polít_icas, sin o esp ecí
fic a~e nte ritu ale s. Es ta posibi-
lidad adquiere, mayor valide~, dad a la ~re
senc1a ~e gue rra s O confronta-
ciones rituales en otras sociedades, e mc
:\ 6
lus o ext ste nte s hoy día en los
Andes -
á La cuestión del nacimiento cuz que ño
o qui teñ o de Ata hua lpa originó
1\ una discrepancia entre los cronistas y tam
a bié n ent re los his tor iad ore s, ya
mencionada. En realidad, se tra ta de un
a cue stió n exa ger ada ; que Ata -
hualpa haya nacido en Qu ito o en el Cu
s zco no tie ne, en absoluto, la
importancia que se le ha que rid o dar 7 •
Ta mp
tancia que su madre haya sido Pac cha , «pr oco tie ne nin gun a impor-
a incesa» de un rei no quiteño
de cuya invención se responsabiliza al P.
a Jua n de Ve las co, per o que es
compartida por otros cronistas, o alg una
de las otr as mu jer es menciona-
1\ das; ello no incrementa el int eré s po r su
figura ni alt era su actuación
política posterior. Tampoco tie ne nad a
que ver con el nacimiento de
l· Atahualpa en algún lugar específico del
Ta wa nti nsu yu el hecho que la
tradición oral posterior a la invasión eur
e op ea lo rec uer de intensamente,
como se aprecia en los nom bre s de per son
aje
e cipan en movimientos coloniales (Ju an Ata s doc um ent ado s que parti-
gua llp a en la rebelión limeña
de 1666, Juan Santos Ata hua lpa un siglo
má s tar de) , o la presencia del
mismo en las diferentes versiones ora les
ló del mi to de lnk arr í, que luego
s) serán comentadas. Finalmente, mu ltit ud
de representaciones actuales,
1S originadas en la colonia, dan fe de su per
ma nen cia , com o se puede apre-
:o ciar en las múltiples formas que la fiesta
de
)S
en las poblaciones andinas aun en nue str la mu ert e del Inca adquiere
al os días 8 . La importancia de
)S
)S s Rostworowski 1953: 246.
6
)S _ Acerca de las guerras ritu
ales actuales, véase Gor bak , Liscetti
to le~ a (mss. Cuzco); Platt 1987. Pun tos inte y Mu ñoz 1962; Va-
resa ntes se enc ontr arán en Burga 198
Zárate 1555, Lib. I, cap. XV : 27, 1944, 8.
Lib . I, cap . XII : 47 (la diferencia se deb
los capítulos omitidos a part ir de la seg und e
241-241; Oliva 1895: 5859· Vel a edición); Garcilaso de la Vega [160 19 3a
lll asco 1946 par te III, cap . X: 87; Valcárc 9] ~ :
a· dá nse las afirmaciones '
de Betanzos. cuyo manuscrito más
' . com
el 1925: l09. _An á·
r~t a el origen cuzqueño de Ata hua lpa, plet o, rect•entemen te editado '
'º Véase Lara 1957; Burga 1988.
ya citado.
Franklin p
116
ease (}
d. '6n de I nea hanan •'t'•
stá en rea lJ·dad en su con 1c1 l . '
AtahuaJpa e • • ,
. to de Gamboa, qmen copto a inforn.. . ada resatt
sarm1en
Betanzos Y í decir a Huáscar que no deseab a ser han •uactó en
que haca , n de 0ti
canzos, te asimismo, en la ,orma como se explicó an•' s'. ituac¡óe.
que está_ pre_sóeno d~al del poder incaico. antenorrnen n
1 orgamza
ª c1 . b te
Vale Ia pena llamar la atenció , . n so. re lo que las ero'n1cas .
la relación entre los u1timos meas antes del cono· anotar
acerca de
.
mtere sa que Huáscar baya s1•do const•derad o represe ntant icto ., :
~1
1~0 Sól
on
_ . , _ e
• de la élite cuzquena, smo que aun en anos recient hpico y le .o
um 0 , . d . f es es f g1.
re sentarlo como una v1ct1ma e su m ortunio y de I f recuent
P h. ,
hermano bastardo. Se izo as1 conoc1.da d esde los croni·sta elo_n1a ,
de
e
un Huáscar bueno y apac1"ble, trad.1c1onal •
y religioso as. la 1rnagen d su
casta sacerd otal; parale 1a a e, 1 se vio • a un
Atahu alpa b' v1ncu1 ado a e
nario y reg1c1 • "da, astut o, am bº1c1oso • · · ado astardo , sangu·. 1a
y aficion
sentido. Pero ello no está en realida d vincul ado co crueldades si~ ª
andina pudo inform ar, sino más bien con los probl e: 10 que la gente
propios españo les en los Andes del siglo XVI, cuand asdque tenían los
ficar sus actos de conqui sta. Más adelan te volver é a O eseaban iusti.
asunto. ocuparrn d
e e este
La propia definición de Huásc ar como Inca urin .
mente por que, 1as cromca , • •'
s 1niorm aron que siempre viv·ó exp1ica má f,
s acil-
que no se movió de él ni siquier a en los ajetrea dos día1 den el CUZco y
con Atahualpa. Las crónicas habían explicado que cua:d e ~u conflicto
pac viajó al norte del Tawan tinsuyu dejó a Huáscar cumpf ;ayna Cá.
ciones de gobern ante interin o y local en el Cuzco. Las pr~e~ 0 las ~n-
mas a d elante que las actttu
. ,
d Iran , . d es p1as crómcas
de Huásca r le gran ·ea
• d ºd e Ios grupos d
mista e parent esco d e l Cuzco. Huáscar no 1apare ron 1a· ene-.
• 1 d d"
vmcu a o Irectam ente a l e1erc1t •, • d
o el Inca, limitándose a enviar ce Jamas
tropas
al norte contra Atahua lpa. De otro lado, Atahualpa aparece siem
. d
claramen te relac1ona o con los e1erc1t ., .
os de Huayna Cápac, como corres- pre
ponde a un Inca hanan, es conqui stador y vive fuera del Cuzco, se
00
acerca demas iado a él, si bien, al parece r, al final de la contienda se
hallaba ya en viaje hacia la ~iudad sagrad a de los incas. De la lectura
de las crónicas surgen otras inform acione s que tienden a presentar a los
últimos incas como auténti cos person ajes de una historia escrita a la
maner a europe a: Sarmie nto de Gambo a menciona que Atahualpa tuvo
una desgra ciada actuac ión en las últimas campañas militares de H~ayna
Cápac , lo que motivó que éste le enviara un afrentoso ob~qmo _d_e
ropa femeni na. Betanz os discutirá la versión que otros cromstas ut,h·
zarán despué s de él afirma ndo que Atahua lpa nunca fue pre~o duran·
' • • f ación en e1
te el conflicto; el cronist a, quien recogió toda ~u 10 orm Atahualpa
Cuzco , insistió en que era una falsedad la afirmac1ón de que
'·r. . cas del Cuzco
'ltirnos in
1..,0s u 117
11 Sarm
iento de Gamboa [15
como el personaje que llevab 72] 1947: 253. Otros testimonios hablan de Colla Topa
a
paso por la zona de Chachapo al Cuzco la imagen solar que estuvo en Tumipampa. Asu
yas, este personaje o un hom
el gobierno local (Espinoza ónimo hizo modificaciones en
1966: 246, 294); otros autore
tutor de Atahualpa (Cieza [15 s señalan que fue una suerte de
12 Sarmiento de Ga
50] 1985: 200).
mboa [1572] 1947: 253; Cabel
[1616] 1962, I: 113. lo Balboa [1586] 1951: 406; Murúa
13 Santa Cruz Pach
acuti [1613] 1879: 310. El aut
pero que Atahualpa se titulab or insiste el que el título fue otorgad
a Inca. o,
14 Las informacion . ..
es publicadas por Espmoza (19
a tenía; asimismo, las crónicas 67) dan fe del prestigio que Atahual-
no discuten sus «pretensiones».
~m o Inca, no hay más reacci Cuando éste es reconocido
ón en los relatos de las crónic
proviene del razonamiento leg as de aquella que naturalmente
al español.
del cu zc o 119
¡oc
·y ií\tit1las as
un cuest1•0 na do fr ay A nt om o, m ueho ti. em po des é
~os •
\\te bechº por pu s,
.110b\e 1s
lpa bi o qu e la im ag en qu .
:n 1038e r~iterars~,.en ca 1: e la s cr ón ic as pr es en ta n
l\a n A ta hu al pa pr ep ot en
pe~uáscar le gi tir nº Ja ja m te y ba st ar do , pe rm it
las ar ca ju st if ic ar su pr op ió
ido de un spañoles des~e
ve re ia em pr es a de co n-
tte ªl~~ae pues, c~~o u: !aOrq uí a»m os , ex pl ic ab a su co nd ic ió n de re st au ra -
cu zq ue ña y
cas qUl5 'de \a «v1e1a rn
t ra qu e A ta hu al pa ha pe rm it e en te nd er la ir a de
~~::ro cuando se,en ~egunt m an da do m at ar a H uá
ar se ha st a dó sc ar .
rlJ, ""- 1·d d nd e la m ue rt e de H
lte f,n rea 1_ a ' cabn ap
r los pr op io s es pa no - l uá sc ar no
Pa. fue roouvada es .
. el he ch o de qu e A
tar Un punto fihna1·otorio de ta hu al pa ap ar ez ca si.
sp ué s de la in ic ia ci ón em pr e co rn o
rte vencedor, . he c o n qu e lo tr an sf or m ó en
ior •de nt1 con un a si tu ac.ió n e l ar
6 ca
\nea, se . . to de qu e go
1 a y ya an un ci•ad a, rel at lv • a
a qu e
se
el reconocimienn Inca ve rd
za A ta hu al pa es cl ar o. C o .
:ne . • ·dad es u ad er o (e l In ca ha na n) rn o en vi ad o de la
es. d1vin1 ' Se trata en to nc es de un , es in ve nc ib le , es en ví a-
1
do_ del So· uista ritualm . hé ro e so la r qu e co nq ui. st a [re
lpa en te ] el m un co n-
quista'. conq do , es de ci r, el C uz co
1ca tuvo «mala pr en sa l ó . H uá sc ar no
fue quiAentahualpa A H uá sc » en as cr m•ea s, qu ie • n la
tu vo fue Ju • st a-
mente • . ar se le at ri bu yó to da
~n- d d sustancial a OJ OS es _ la ca rg a de la le gi tim
pa no le s, el de re ch o i-
cia ;e~dida por la falacia de su a go be rn ar , la «b on
los op os it or ( a pe sa r de qu da d»
~o acusaban, como se vio
en el ca so de B et an zo e la s pr op ia s cr ón ic as
~o, figura romántica de H uá sc s) . Se co
re- ar , el hé ro e ve nc id o pr m pl et a as í la
aparece empequeñecida po em at ur am en te ; su ca íd
r a
las Tawantinsuyu a una do m in la de A ta hu al pa , qu e si gn if ic ó el pa so de
ta- ac ió n ex tr añ a al m un do l
Huáscar aparece algo de sf an di no . P or to do el lo
las ig ur ad o en lo s re la to s ,
pasó con un carácter se m ej de la s cr ón ic as , de do
an nd e
paron primero de qu ie n ha te a lo s hi st or ia do re s. L os cr on is ta s se oc u-
la
ll
de la situación rea\ de H uá ar on en el po de r, A ta hu al pa ; el pr ob le m
IS·
sc ar vi no de sp ué s. a
pa
El Inca que hallaron lo s
su españoles
en
de a) Ata~ualpa. L a di sc us
~:\ Tawantms':1yu se in au ió n de \a s cr ón ic as y la hi st or io gr af ía ac er ca
gu
. gar~? a Ca1amarca. L as ró en lo s pr op io s dí as en qu e lo s es pa ño le
úa
121
zco
Los últ imo s inc as del Cu
-
de nti na no tol era ba , po r eje mp lo esq ue ma s joa qu ini
la Igl esi a po st tri la Doctrina
1 an do el co nc ili ? de 1;,ima au tor izó la impresión de el tér mi no
tas_ ~- Cu Lim a, 1584),
C~1Sllana (q ue fu e _el
pn me r bb ro im pre so en to con
du cid o al qu ec hu a ni al ay ma ra, len gu as qu e, jun
Di os no fu e tra na ron los criterios
em ple aro n en tal ed ici ón ; se ab an do
el ca ste lla no , se , y se pre fir ió in-
ad os po r cro nis tas an ter ior es , y au n po ste rio res 18 dificulta-
em ple
co mo ne olo gis mo en las len gu as an din as . Las
tro du cir Di os cierta-
y la int ro du cc ión de ne olo gis mo s co nti nu aro n,
des de tra du cc ión
sig lo XV I e ini cia do el XV
II.
me nte , aú n av an za do el do pro ve nía de las dif ere nc ias cultura-
ele me nt o an un cia
Un se gu nd o las co sas qu e se
igi na nd o se rio s pr ob lem as de int erp ret ac ión pa ra s en los
les, or
cr on ist as de los tie mp os ini cia les de los esp añ ole
veían. As í, los
l µg o de «m ez qu ita s» , de un ser ral lo de l Inc a,
An de s inf or ma ba n de ha lJ. da d de de-
s ca so s se tra tab a, ob via me nte , de un a inc ap aci
etc. En am bo y rel igi ón , de bie nd o
na r co rre cta me nte un tem plo de ot ra so cie da d ieles de
no mi
los mu su lm an es pe nin su lar es era n los ún ico s inf
rec ord ars e qu e rta._ Pe ro au to-
yo ~ª - de co nq uis tad or es t~n ía no tic ia cie
los qu e la ma los ro, To do -
b1 en co nf un de n; en un reCJente y su ge ren te bb
res ac tua les tam nd a:
la ate nc ión so br e un as fra ses de Di eg o de La
rov lla mó
y bien dispuesta y
Al on so Ló pe z de A vil a pre nd ió un a moza india marido,
El capitán
da nd o en la gu err a de Bacalar. Esta prometió a su y así
gentil mujer, an ma tas en , no co no cer otr o hombre sino él,
gu err a no la
temiendo que en la r no quedar en
pe rsu asi ón co n ell a pa ra qu e no se qu ita se la vida po rrear. 19.
no bastó ieron ape
otr o va rón , po r Jo cual la hic
peligro de ser en suc iad a po r
fueron popularizados
ven ien tes de las obras de Joaquín de Fiore
11 Los esq uem as pro reclutaban a la ma-
en det erm ina do s sec tor es de las órdenes religiosas, que formas de
y difundidos
bro s en zon as i:ur ale s, y ~stos ªJ>C?rtaban a,1~ órdenes sus r ejemplo
yoría de sus miem xico (véase, po
ocidas estas mfluenCJas en Me
catolicismo rural. Fueron recon el tema ha sido estudiado, aunque no con la precisió~
Phelan 1972); para el área andina alida 1977; también infra).
enz
requerida (véase Ossio 1973, y Fu or principal de la Doctrina, pudo muy bien tomar esa
is El P. José de Acosta, red act la experiencia
ta de los res ult ado s de la traducción de Dios al japonés en urante
decisión, en vis
la Co mp añí a de Jesús, como San Francisco Xavier: «D
s de orai
de destacados miembro
guc hi Xa vie r se dio cue nta por primera vez que Dainichi Ny
la segunda visita a Yama ntico a su Dios creador. Desde
ese momento e~
la sec ta Sh ing on, no era idé a ser usada
el Buda de abr~ latina para dios, Deusu, iba ses u
!ª
adelante, pronun ci_ ación j~p _on esa de la pal
Debe haber sido muy confuso
para los japone
para refenrse a la deidad cnst1ana. jeros exhortarlos a 'rezarle a Dainichi' oírlos 1' qose
habían oído a los sacerdotes ext
ran
D • •
' ª
• No es de extrañar que muy pronto Jos mOD·Jes
gun
h"b " 1
• más tarde pro 1 1r es rezar e a 1 am 1ch 1.
dias fi D eusu era en rea l"d I ad Daiuso, la gran
mentira,.. (Knauth 1972.
- • • n qu e •
ant1cnstianos a lfmara
~-
19
Todorov 1987: fll J.
Franklin Pease G
122 • Y.
. hace ver una nítida confusión de nociones de honor
La referencta d
.. , como de la forma en que ca a cuItura ,
concebía 1
as rela
Y
verguenza, as1 . . l Lo
. ales y aun la vida matnmoma • que s1 quedará clara •
ciones sexu .. f t· 1 d . es la
. . de Landa .de cnt1car 1a orma ma que a qmere el casttg .
mtenc16 n - 0
hispano de aperrearn1ento. _
autores espanoles -tanto espontáneos escn't
E n CaJ·amarca ' los d' • d' 'b ores
como funcionarios y sa~rdotes- 1eron por m 1scut1 le que había ha'.
bido comunicación y clandad en ella. At~hi°~Pª aparece en las crónicas
iniciales elaborando parlamentos ~n espano ! 1zarro 1o hace en quechua
Hemando de Soto y Hernando P1zarro hab1an hablado co_n el Inca, au~
antes de producirse la entrada d~ éste en la plaza de CaJamarca, y los
españoles en general aparecen dialogando con pobladores andinos de
diversas etnias a lo largo de su marcha desde la costa hasta Cajamarca
Sin embargo, las versiones andinas de la conquista, específicamente 1~
fiestas de la muerte del Inca, dan fe de una situación diferente; la versión
de la Tragedia del fin de Atawallpa publicada en_ Bolivia, informa que
en Cajamarca y en otros momentos de la conqmsta, los españoles no
hablaban, únicamente movían los labios; los andinos son los que hablan.
Ese es un testimonio de incomunicación, tan claro como el que aparece
en versiones diversas, donde los roles son ininteligibles, e incluso Ata-
hualpa murió por no saber leer 20 • La propia muerte de Atahualpa será
objeto de discusión entre fuentes españolas y andinas, como se verá
oportunamente.
Un segundo problema que se observa en las primeras crónicas es el
establecimiento de algunos estereotipos concretos, producto de la inco-
municación aludida. Posiblemente, uno de los más conocidos sea el que
podría denominarse «los andinos traicioneros». Este se anuncia desde el
momento en que los cronistas informan que los nativos suelen recibir a
los europeos en son de paz y, después, no sólo los repudiarán, sino que
con frecuencia iniciarán guerras contra ellos. De amigos se convierten
en enemigos sin causa ni razón, lo cual se explica únicamente por una
naturaleza traicionera. Es verdad que tal punto podría hallarse desde las
primeras experiencias colombinas, pero en realidad se reprodujo en cada
conquista española. Un buen ejemplo para ver la forma como se diseña
el mencionado estereotipo será ver la conducta de los españoles con
Atahualpa.
Llegó Francisco Pizarro a la región andina en medio de la guerra
entre Huáscar Y Atahualpa. Los cronistas están de acuerdo en señalar
que las primeras noticias de la llegada de los españoles a los Andes (los
20
. Lara 1957: 127 Y ss. Y Ortiz 1973. Véase además: Meneses 1985; Ravines 1985;
Millones 1988; Burga 1988.
123
Los último s incas del Cuzco
ción de la Noticia del Perú fue realiz ada en fecha tempr ana ue redac.
dole la del año 1535, fecha en que -~igu el de Estet e retorn ó :t;~uy~n-
Si esto fuera así, el texto de la NottcUl sería cerca no a los del A P~na.
sevillano de 1534 y de Francisco de Xerez , pero ocurr e que 1a ~~ni~o
. • d "ºhe'
dispone de infonnac1ones que nmgu no e Ios otros autore s que se hallalil
· rse Han •
ron en Cajamarca conoció, de mane ra que no puede afirma • • ntos de a amen.
I
te que su redacc1'ón fu era tan cerca na a os aconte c1m1e
quelJa
.
ciudad • ad os con Ia muert e d e A tah uaIpa. Sobre este asunto
, culmin se
volverá después.
La acusación contra Atahu alpa (fratr icida y regici da, aparte de us .
d" á I ur
pador y tirano) se registra, como se IJO, m s c arame nte en el Anónim
•
sevillano de 1534. A pesar de la cerca nía tempo ral, la Verdadera relaci6:
de Xerez no plantea de fonna tan precis a la mism a acusación. El último
indica:
Entre muchos mensageros que venían a Atabalipa Je vino uno de los que traía
preso a su hermano a deziJJe que quando sus capitanes supieron su prisión auían
ya muerto al Cuzco fnombre que los primeros cronistas daban a Huásca r, cuyo
25
nombre no registran así como tampoco el término Inca, ynga, etc.] .
... supimos como este cacique fAtahualpaJ auía prendido a otro señor que se
dezia el Cuzco que era mayor señor que él: éste era su hermano de padre Y,ºº
de m~dre Y el mesmo Cuzco que venía preso supo como los christia~os hauian
prendido a su hermano: y dixo si yo viesse a los christianos yo sería senor por~ue
tengo gran deseo de verlos: y yo sé que vienen en busca mía: y que Atabahpa
la daríll qwatro
les prometió vn bohío de oro que yo tenía para darles: mas yo
que .rnc h.1 de
bohíos y ellos no me matarían como ~stc (AtahuaJp.af picmo auí.J dicho n,uo
matar. Luego que Atabalipa supo Jo que su hermano el Cuzco
y :t.191rfan por
gran temo r que sabiendo esto los christianos luego lo maunan : y assí lo
lo matas sen prestamente
señor al Cuzco su hermano: y mandó que Ambalip.:a
el gouem ador puso
mataron que no aprou ech6 el mucho temor que
31
lo 1cn(a dCJolc fa
quando supo fPizarro] que vn capitán suyo fde Atahualpa) allJ
traer
AtahuaJpa! que no lo mandasse matar: sino que lo hiziesse
donde
6
estauan. .. .
la ejecución de
Más adela nte, cuan do el mism o autor anón imo relata
arca otros
Atah uaJpa , indic ó brev emen te que había n llega do a Cajam
o de su herma•
herm anos de Atah ualp a « ... muy escon didos por mied
Xerez utiliza.
no... ». A conti nuac ión viene un texto , muy simil ar al que
un ejérc ito para
para expli car que Atah ualpa había mand ado levan tar
luchar contr a los españ oles. aba que
El texto de la Notic ia del Perú , atrib uido a Estet e. afirm
pizar ro había dicho a Atah ualp a que él sabía que
[la de Atabual-
...su hermano venía preso y había sido desbaratado por su gente
mandar que,
paJ, y que le habían dicho que él {A_tahualpa] había enviado na manera
en; que en ningu
dondequiera que le topasen en el camino, le matas
, era deserv ido, y
él tal· hiciese, porqu e de aquellas cosas Dios, Nuestro Señor
información
que también lo sería el Empe rador ; que venido él {Huáscar], habría
administrarla justicia y se
de entrambos; cúyo fuese el señorío de la tierra, y les
daría orden de paz y concordia entre ellos, lo cual le debió
de hacer mal sabor
que su hermano
[a Atahualpa], porqu e luego, de ahí a pocos días, sino nueva
era muerto y él se desculpó con decir que él 27no lo había mandado y que los que
le tenían a cargo lo habían fecho de suyo... •
sobre la con-
Es inter esant e que el texto anter ior espec ifiqu e un juicio
a la opini ón del
ducta de Atah ualp a, que se encu entra muy cerca no
cono ce el nom-
Anón imo sevil lano. De otro lado, el auto r de la Notic ia
bre de Huás car, si bien no lo empl ea en el texto anter iorm ente citad o,
28 ]os demá s au-
sino en otro lugar de la Notic ia , dato desco nocid o por
ente; ni si-
tores que estuv ieron en Caja marc a y escri biero n temp ranam
dond e finalizó su
quiera Pedr o Sanc ho, que alcan zó a estar en el Cuzc o,
crónica en 1534.
29
Anónimo 1987: 300, por ejemplo.
127
Los últim os inca s del Cuz co
le auían en el campo muerto, segun 1o av1a tem o por nueva ' que hera 1a causa
.
de estar con tanto enoJo....
.1!Cieza de León [1553) 1987: 144. Véanse las semejanzas entre estas frases Yaquellas
nzos
O~Ij 1
11';;,t~.to
r del Anónimo seviJlano escribió sobre el asunto, n. 26, supra. Beta
Los últimos incas del Cuzco 129
.
El primero que logró disponer de una inte r t . n _del térmmo Inca
e el autor de la Noticia del Perú que tu!ae ªatc~ób a Miguel de
fu • uel de Est_ete fu e autor de' una relación ndeluida
Mig vía.
Este te. Je de Heman-
o Piza rro desde CaJamarca hasta Pachacama ' incl uy6 su en la
d
l 'ón de Xerez (1534) ; tampoco mencionó lli Itexto I
Verdadera re acz f: ª nea. Sólo
la Noticia del Perú lo menciona y lo identifica de una ue quedó
table cida. Si buscamos esta blecer una cronoloao-ía brev;1dªe qtexto s que
eS • d I fi etc)
permitan ir bosqueJan ? orma com o se fija Inca (ynga, ingu a,
•'
Podríamos señalar 1os s1gu1entes:
s en depósito ni otros nin-
Otrosí q. ninguna de Ibas personasdq. t~udier?n yndio
ca'riques ni yndios q. no an
gunos sean . azerh
osados de enten er m ezu. a sus
1 1 ue Tupa Inga (se refiere a
de obed e~er al ca~1que y azer o q. e_dicho_ C~fiq
pal de toda la tierra y a quien
Tupa Huallpa o a Ma~ fº Inca] ques el senor pnn~
sirven y obedes~en... •
en manos de la
Cuando se redactaba el texto anterior no existía
uica» del Inca. La
administración metropolitana la identificación «monárq
proporciona similar
documentación administrativa propiamente dicha
bre propio. Léase el
identificación: en el texto anterior, Inga es un nom
siguiente fragmento de una carta del rey:
ue atabalipa que preodistes
Ví lo que me dezís de la Justicia que hizistes del caciq
a dentes [sic, de gentes] de
porque os avisaron que avía mandado hazer Junt
que fueron y se hallaron en lo
guerra para venir contra vos y contra los xpianos
a su hermano hijo del cuzco
prender y aver puesto en el señorío deste atabalipa
ce tener buena voluntad a la
(habla, es obvio, de Manco Inca] que dezis pare
imp heredero por ser más
amistad y conversión (sic) de los xpianos y más legít
la muerte de atabalipa por ser
principal hijo de su padr34e y como quiera que de
señor me ha desp/azido .
lo, si todos es 05
documentos son originales o copias posteriores.
37
Anónimo 1987: 316.
131
LOS últimos incas del Cuzco
. .
propio autor de la Not',c,a uti1izará otras ex-
. re s a la m ism a. Pe ro el
Inca (Inguar).
no iones pa ra designar al C
to r de la No tic ia alc an zó, además, a estar e ne I uzco, no duda
preEsI au • dad , no como un nomb ap11c . o a la
· al C uzco como cm . re ad
dJ ir
·stingu . h l Ca jam arca . Lo s únicos
en ac en cr or us tas de
autoridad andina, como en CaJamarca y que fueron al Cuzco fu eron
nl·stas qu e. se ha(llaronfu d'1ch a cm • dad después de habe
r
.
escnto suó
ero rro qu e e a .
tl rn an do PIZa . S D . go), y Pedro Sancho que fima112
ne id or es de an to om m . ,
a los O E , • fu rro y participó en
e arta ión en 153_4• ste u1timo e secretario de Piza r de la u • •
su relac A pa rte de ello, el auto "'º11c1a
da ción espanola del Cuzco.1 d' • .6n del mundo en cuatro suyu,.
la fun Jos primeros qu e conoce a 1vts1 , s au-
es de ac 1
.
6 n co n s~ co n_ tem poraneo Pedro Sancho. Lo
comparte tal inform 1d en t1~ car el Collao, el anónimo
de 1534
ar ca no pu ed en
tores de Cajam
Co al lo ', m ie nt ra s Xe re z lo ~n sid er ó una ciu-
o
duda si Uamarlo Collad_o. Pe ru sa be qu e es la «provtncia del Collao»
ia de l
dad. El au to r de la Notic a du lc e, do nde está una mezquita qu
e se
un a «l ag un
ue en ella había .
y q .. a». .
dic e T1 t1cac se gene ra lIZ ar á po ste no rmente. Por
l In ca co m o re y só lo
La noción de blevación de
m en ta ci ón ad m in istrativa posterior a la su
•erto que la do cu
rm in os ; pe ro fu e co n los cronistas de Ja década
~a ne o Inca aclaró sus té nz os -- co n quienes cambió sustancial
-
ón y Be ta
de 1550 -C ie za de Le un a hi sto ria de los incas. En ellos, el
Inca
de nt ro de
mente para incluirse e, co m o ca rgo sagrado, como parte
de una
m o pe rs on aj antes. Ha-
es identificable co se de una historia incaica, no
pu ed e ha bl ar
dinastía; entonc es
sa r de pu bl ic ar en 15 55 , Agustín de Zárate
pe
brá que aclarar qu e, a an te s; co no ci ó la noción de Inca com
o
dé ca da
abandonó el Perú una
s o capaccuna.
rey, no así Ja lista de inca
6. El desarrollo del conflicto
milita-
Las crónicas presentan generalmente el comienzo de las acciones
tiva cuz-
res de la guerra entre el Cuzco y Tumipampa como una inicia
ra como
queña, de Huáscar, pues relatan con lujo de detalles la mane
Atahualpa
Atahualpa enviaba muestras de acatamiento y obsequio. Así,
dirigente
aparecía, en las versiones de las propias crónicas, como un
spondía
llevado por los acontecimientos a la sedición. Esto no se corre
vas a la
tan fácilmente con las propias versiones de las crónicas relati
detenta-
condición de Atahualpa: ilegítimo, usurpador, cruel y violento
panora-
dor del poder. En realidad, dichos autores presentan un oscuro
otra tesis.
ma que siempre se ha querido explotar en favor de una u
tuvo
Puede, sin embargo, discutirse si la élite que apoyaba a Atahualpa
se trataría
inmediatas pretensiones de capturar el poder. Si así fuera, no
de la única intentona, aunque los cronistas sólo registraron el
caso de
rrollo de
Ninan Cuyochi y el de Cusi Atauchi, ya mencionados. El desa
creer que
los acontecimientos que relatan los cronistas puede hacemos
o final de
el conflicto entre el Cuzco y Tumipampa no fue sino el punt
de una
una lucha por la sucesión del poder que se planteara al comienzo
manera velada entre Ninan Cuyochi, Cusi Atauchi y Huáscar.
Ata-
Eliminados los dos primeros quedaría el último para discutir con
embargo,
hualpa la preeminencia en una ardua lucha por el poder. Sin
• de sorprender el' carácter ritual del conflicto -sob re este asunto
no deJa
nte en
volverá más ade lant e- notorio en la oposición permanenteme . s·
Juego ' euzco-Tumipampa ' o, dicho de otra forma, hanan-unn. 1 estos
133
-
Franklin Pease G. Y.
152
a de Guamachuco [que
... y mas os hago sabe r que estan do el ynga en la guac
ron dos taJlanes de Tan-
destr uyó, según otros testimonios] do yo partí le vinie
mar el Viracocha y otros
garal a y le truje ron nuev as como habí an salido de la
viracochas antiguos que
muchos Viracochas con el y tiéne nse (sic) que son los
Je dijeron que habían
hicieron la gent e y con esta nuev a el Ynga holgóse y como
do vino al Quito y en el
saJido por aque lla parte quie re volverse [el YngaJ por
que haga qué es la orden
cami no enco ntrar se con elJos para ver lo que mandan
oyesen fueron maravi-
que le dan para su conservación los capit anes como esto
les decía Cuxi Yupanqui
llados de la tal nuev a y pens ando que aque llo era como
J le había de venir dellos
que eran dioses y el hacedor y que a su seño r [el Inca
llaman Viracocha y al
suceso holg áron se y diero n gracias al hace dor que ellos
sol en lugar del Yoga ...
entrevista entre
Aña dirá más adel ante el mismo cron ista, al referir una
ijaguana, que se
Atah ualp a y Cinquichara, un «ore jón» nativ o de Jaqu
en la costa norte
habr ía entre vista do con Piza rro en Tang aralá (Piu ra,
a y le informó:
del Perú actuaJ) y de allí fue adon de esta ba Atab ualp
y los
sabe r que gent e fuesse por ver si era el Contiti Viracocha
... he proc urad o
dí dellos que son hom-
viracochas que en el tiem po antiguo vinieron ( ... ) y enten
n sierras ni las allanan
bres como noso tros y no hace n milagro ninguno ni hace
s dond e hay necesidad de
ni hacen gentes ni producen ríos ni fuentes en las parte
agua en cántaros, y cala-
agua porq ue pasa ndo por parte s estér iles desto traen 7
todo lo que he dicho ... •
bazas y el Viracocha que antig uo hizo el mun do hacía
do, aJJanó ce-
La imagen finaJ resulta clara , Wira qoch a hizo el mun
ón anterior de
rros, hizo nace r ríos y fuentes, prod ujo gent e. La versi
su obra) es algo
Betanzos sobr e la divinidad ( en los capítulos iniciales de
de haber ordena-
más compleja, pues aquella solo hizo la gent e después
cielo y la tierra,
do, en una salida ante rior en el prop io lago Titic aca, el
el día y Ja noche.
man dand o al cielo al sol y a la luna , distinguiendo así
, al referirse
En todos los textos previos se ofrece imágenes del otro
propios hombres
un cronista español y otro andi no a la forma com o los
casos, se trataba
andinos veían a los euro peos ; posiblemente, en ambos
ento, la atribu-
de una situación previa que hacía posible, en aquel mom
a discutir hoy el
ción de cualidades divinas a los españoles. Nadie va
peos, pero tam-
estu por que pudieron sentir los americanos ante los euro
una serie de
poco pued e pone rse en duda que los últimos buscaban
eotipos propios,
identificaciones (reconocimientos) de arquetipos o ester
la capacidad
tal ocur re con la identificación de caracteres de santidad ' to
• gros , etc., que se aprecian en héroes O seres sagrados ~n
de hace~ mila de Tunupa, iden-
en México com o en los And es; en los últimos el caso
obra del aguSIÍnO
tificado con Wira qoch a, 8es frecuente, como se' ve en la
Alon so Ram os Gav ilán • de la Suma
Tam bién Beta nzos habí a señalado, en el segundo capítulo los seres
generó
y narración de los Incas, la forma como Wiraqocha
hizo llover fuego
hum anos . Sólo rela ta un «milagro» cuando la divinidad
an los habitantes
del cielo , el cual corr ió por una ladera hacia donde estab
debe olvi da~
que habí an «falt ado» a (pec ado contra) Wiraqocha. No
Cusí Yupanqu,,
la men ción que apar ece indicada en Betanzos y en Titu
nzos pone como
relativa a que Wira qoch a apla naba cerros (que Beta
n ser wiraqochas,
milagro que los espa ñole s no hacen, por lo cual no debe
a cerros en los
en el últim o texto anal izad o); el único héroe que allan
... sacó su honda_ Y
mitos cuzq ueño s es Aya r Cachi con su hond a, éste «
golpe que le dio
puso en ella una pied ra y tiról a a un cerro alto y del
motivó que sus
derr ibó el cerr o y hizo en él una queb rada... », cosa que
ernos hacen que
«hermanos» Jo ence rrara n en una cueva. Los mitos mod
simiJares cambios
Inka rrí mue va pied ras con su sola orde n, produciendo
9
en la tierr a . información
El relat o del cron ista se amp liará , proporcionando una
na los españoles
acerca de la man era en que los hom bres andinos viero
que son aficio-
tal como debí an ser si no fues en wiraqochas: <~ ... he visto
paresce la toman
nados [los espa ñole s] a toda cosa que ven y bien les
y ropas buenas
para sí dond e son muj eres moz as y vasos de oro y plata
s de hierro (?)
traen ansí mism o en una quiJJa e guascas que dice soga
traen sus trata-
indios atad os que les trae n sus cargas y petacas en que
ranchean y tan
mientos y doqu iera que Hegan no deja n cosa que no
Añadirá, en otro
facilmente le tom an com o si fuese suyo propio ... ».
n ser quitas pu-
mom ento , « ... a mí me pare sce des tas gent es que debe
adores ... ». El mis-
mara ngra que dice gent es sin seño r derr ama das y salte
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