HISTORIA DE LAS IDEAS POLÍTICAS Y SOCIALES MODERNAS
EL PROBLEMA DEL ESTADO
Prof. Verónica Güidoni
2024
¿HUBO O NO HUBO ESTADO MODERNO EN EL SIGLO XVI?
Es muy común que al empezar nuestro rol de profesores en el nivel secundario, nos
encontremos ciertos “tópicos” demasiado arraigados y casi incuestionables, pero que
carecen de validez científica o actualización en los coloridos manuales escolares.
En lo que a la Historia Moderna se refiere, hay dos o tres que nos resultan
particularmente “viralizados”:
a) Hablar de “clases sociales” a fines de la Edad Moderna y dentro de ese
concepto, considerar que el tercer estamento está compuesto exclusivamente
por pobres y campesinos.
b) El segundo, que Martín Lutero inició la Reforma por la venta de indulgencias y
la incoherencia de vida del clero. Ambas cosas fueron reales, pero ni se puede
generalizar, ni por eso inició Lutero la Reforma.
c) El tercero es uno de los que quiero que reflexionemos en esta sección: en el siglo
XV, de la noche a la mañana, aparece el ESTADO MODERNO. Entonces
¿existió o no existió el Estado?
Analizamos con espíritu crítico un cuadro típico de un texto de escuela
secundaria:
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¿EXISTIÓ EL ESTADO EN LA EDAD MODERNA? ES LA GRAN PREGUNTA.
Es habitual encontrar en los manuales de secundario y en ciertas corrientes
historiográficas mencionar -casi como generación espontánea- el surgimiento del
Estado Nacional junto con la Edad Moderna, pero, otros autores, consideran que esto
se trataría de un presupuesto hecho desde el presente pero mirando el pasado.
CONCEPTO DE ESTADO
- Según la RAE, estado significa:
“Forma de organización política, dotada de poder soberano e independiente, que integra la
población de un territorio. Conjunto de poderes y órganos de un gobierno de un país soberano”
- Y en el diccionario de Filosofía de Dangelo Rodríguez, se define el Estado
como:
“Una realidad histórica creada por Maquiavelo que no era ni imperio, ni urbs, ni feudo pero que
recibía la herencia de todo ello. Realidad novedosa que cambia en la Edad Moderna. Va
surgiendo poco a poco la idea de una contraposición entre aristocrático/ popular cosa que en la
Edad media no existía”
La pregunta que nos haremos junto a una corriente de historiadores es si realmente el
Estado surgió en la Edad Moderna temprana como se suele creer.
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Leemos en María Inés Carzolio que:
“En cuanto a la formulación hegeliana-weberiana, nos referimos a la
identificación del estado con un poder único, independiente, central y exclusivo, ejercido
por alguna autoridad, sobre una población y un territorio, valiéndose de los
instrumentos esenciales de la ley y la fuerza. La concentración en un solo polo de poder
del que estaba antes de ello disperso en el cuerpo social, se logró mediante el monopolio
de la fuerza legítima en un determinado espacio por la autoridad legítima (Portillo
Valdés, 2002, pp. 295-302; Poirat, 2003, pp. 642-648). Weber consideró que tal
expropiación se había concretado en la construcción del estado nacional y que exigió una
operación ideológica asumida por la historia, impregnada de la ideología liberal
burguesa” (p.58)
Explica Carlos Garriga:
“La historia y configuración del poder político en el tiempo largo que precede a
las revoluciones liberales, ha sido objeto principal de la historiografía jurídica europea
desde comienzos del siglo XIX y motivo de constante debate durante las últimas décadas
del XX, al calor entonces de la construcción y ahora de la crisis del Estado nacional. La
vinculación entre aquella historiografía y aquellos procesos históricos (…) podría
explicarse fácilmente, recordando que los historiadores se ocupan del pasado (la
historia), pero viven en el presente y al presente pertenece su obra” (Garriga, p.1)
Esto que Garriga critica, es lo que se llama el PARADIGMA ESTATALISTA.
La formación del Estado, su historia y conceptualización ha sido uno de los
aportes realizados por la historiografía propia del siglo XIX. El afán de demostrar que
el Estado nacional es la organización más acabada y propia de la naturaleza política del
hombre ha generado toda una teoría estatalista y ha sostenido con la historia este
postulado. Es por esto que toda la historiografía y el pensamiento del siglo XIX tienen
un alto contenido político.
Se consolida entonces la propuesta de que el Estado es la forma política propia
del hombre civilizado y la historia de alguna manera ha sido un engranaje más para la
construcción de este Paradigma estatalista. A partir ciertas acciones como son el contar
con una tradición histórica construida –para demostrar el camino construido hacia el
Estado- y la construcción de una identidad nacional.
En consecuencia la historia política europea pareciera ser la descripción del
recorrido hasta alcanzar la forma del Estado liberal como forma ideal de gobierno.
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Este paradigma se dedicó a “inventar una tradición que contribuyera a
legitimar los nacientes Estados nacionales, es decir a fundar un derecho y un Estado
retrospectivos” (Garriga, 2004, p. 3)
Notemos su carácter retrospectivo. En vez de analizar el proceso histórico desde
el pasado, construye un proceso histórico desde el presente.
Esta es la idea que impregna la bibliografía clásica de los años 60 y 70 del siglo
XX. El autor pone como ejemplo a Maravall (1975) Estado Moderno y mentalidad
social. De esta idea de estado podríamos decir históricamente que nace en el
Renacimiento, que es un una construcción política consiente que es a la vez nuevo
(concentración de la soberanía) pero está plagado de tradiciones y supervivencias
antiguas, por ejemplo en las instituciones que siguen funcionando y tiene raíces
medievales.
Pero desde la Historia critica del Derecho, por ejemplo con Bartolomé
Clavero (1986) Tantas personas como estado. Por una antropología política de la historia
europea, o el texto clásico de Antonio M. Hespanha (1998) Cultura Jurídica Europea.
Síntesis de un Milenio comienzan las críticas a este paradigma. Especialmente desde el
derecho y lo que identificamos como la Cultura jurisdiccional. Desde este punto de
vista se argumenta que la formación del estado moderno más que ser una realidad
histórica es una creación pensada desde la historiografía liberal del siglo XIX.
¿De dónde salen los elementos para llegar a esa postura ESTATALISTA?
Garriga argumenta que se quiere justificar la existencia del Estado liberal
burgués, como consecuencia del progresivo avance del Estado nacional surgido en la
Edad Moderna, ya que en esa época existían:
-se sienten orgullosos de sus caracteres “nacionales”, se centran en las características
propias como pueblo, se identifican con sus propios héroes de su historia lejana.
-los escritos del Humanismo, incrementan ese sentir: la conciencia de la propia nación,
incentivado por el interés hacia el estudio del Derecho Romano. De todos modos, este
interés -incluso en las Universidades- por el estudio del Derecho ya se inició en la Edad
Media.
-las lenguas vernáculas cada vez más utilizadas, colaboran con este sentir.
-la economía más centralizada, dirigida desde la monarquía (Mercantilismo, por
ejemplo).
-los ejércitos, que ya nos son particulares ni clientelares, sino que pertenecen a la
Nación.
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-las divisiones religiosas, colaborarán para identificarse con tal o cual nación
(recordemos la Paz de Augsburgo, por ejemplo, en la que cada principado adopta la
religión asumida por el príncipe). En el caso del Imperio, defender el luteranimo se
relaciona con el sentimiento nacional frente al papismo romano. En la Inglaterra
reformada, el anglicanismo genera un vínculo con la nación y la corona, en
contraposición a la religión de Roma.
- Pero aún faltará el establecimiento de fronteras determinadas. La diplomacia
colaborará en este sentido a su progresiva definición en el siglo XVII a fin de evitar las
costosas guerras.
- Lo que sí empieza a extenderse es la solidaridad de los súbditos con el monarca, el
sentir como propias las victorias, por ejemplo, como si se hiciera causa común con la
autoridad.
-la autoridad creciente del monarca frente a los otros componentes sociales y su
reconocimiento en otras jurisdicciones o Estados, aunque no sea una norma
generalizada. La consolidación de una nobleza cortesana, por ejemplo:
“En torno a los reyes y grandes señores se articulaban las cortes
(Martínez Millán, 2006, pp.17-61, especialmente p. 35; Rivero Rodríguez, 2000,
pp. 49- 60). No me refiero a la institución asambleística de los reinos
peninsulares, sino al espacio de sociabilidad cortesano. Desde el siglo XV se
detecta con seguridad junto a los reyes europeos. Los estudios históricos acerca
de ellas no encajaban en el presupuesto de una racionalización progresiva e
ininterrumpida que llevaría al poder estatal, “porque a espaldas de un poder
único y exclusivo se proyectaba rápidamente la imagen de un juego de poderes
diversos, de cuyo antagonismo viene continuamente revocada toda pretensión
de abstracción absoluta e impersonalidad del Estado.” (Martínez Millán, 2006,
p. 18). Por otra parte, se suele confundir la administración con la política”
(Carzolio, pagina 63).
Y si bien la sociedad cristiana de la época moderna es corporativa, estos cuerpos ya no
resultan suficientes y se busca ser parte de una realidad superior, más allá del sistema
feudal y corporativo. En Corvisier leemos que no es el Estado el que crea la nación sino
al contrario. La República –así se llamaba al “Estado” en Italia por ejemplo- crece y se
transforma en la expresión de la nación
¿Pero, por qué nos confundimos?
Porque solemos identificar ESTADO con formas de gobierno.
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En la época, la forma de gobierno era la Monarquía, que no fueron las mismas según
las diferentes juridicciones ni épocas. Por ejemplo, vimos una monarquía de los Reyes
Católicos que no será la misma que la de Luis XIV en el siglo XVII ni la que surge en
Inglaterra después de la Revolución de 1688. En estas mismas formas de Monarquía,
veremos que no podemos nunca identificar el absolutismo, por ejemplo, con los
monarcas de la Antigüedad en el Cercano Oriente o en el Imperio romano. El monarca
absoluto si bien estará “absuelto” del juicio de los hombres, no gobierna solo ni puede
hacer su voluntad arbi1123trariamente. Los Reyes Católicos y las Cortes, los reyes
ingleses frente al Parlamento nos hablan de un monarca que tiene límites y que se aleja
de la tiranía. La monarquía electiva del Imperio es también otra forma de monarquía.
En la misma España notamos diferencias en cuanto a la monarquía de Castilla y de
Aragón, además.
Y estos tipos de monarquía, en muchos casos, no son construcciones nuevas, pues
cuentan con raíces antiguas y medievales.
LOS ELEMENTOS PREEXISTENTES
¿Qué factores, a grandes rasgos, vemos ya presentes desde el comienzo y que
conformarán el Estado?
-el sentimiento nacional propiciado por tanto estudio de la Antigüedad y admiración
hacia esos ideales de patriotismo, de heroísmo propios de esos siglos en unión con la
consolidación de las lenguas vernáculas.
-el espíritu de intolerancia hacia lo extranjero: el francés odia lo inglés por ser inglés, el
alemán al italiano y viceversa.
-la solidaridad entre los miembros del mismo territorio
-un territorio con fronteras naturales claras a las que se pretende llegar o reclamar.
-un cuerpo diplomático estable y profesional (y no los enviados ocasionales del
Medioevo)
-una nobleza que ya no conspira –por lo general- sino que es cortesana y hasta ocupa
puestos de importancia junto al rey además de cargos militares. Esto Es relativo en
cada reino…
-una manipulación importante del dinero (en el sentido de “manejo”) por parte de los
monarcas.
-el abandono paulatino por parte de los reyes de intereses más personales y a veces
hasta caprichosos, en vistas al interés de toda la nación: por eso sorprende a Europa
que el problema “de alcoba” de Enrique VIII de Inglaterra en pleno siglo XVI, haya
decantado en una ruptura con la Iglesia.
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-Tanto volverse a la Antigüedad y sus textos, los hombres de comienzos de la
Modernidad han redescubierto el Derecho Romano. Éste será también sustento para las
monarquías que asumen una autoridad más fuerte y sólida.
-Los monarcas, se rodean de juristas y letrados, los nuevos “nobles de toga” que en los
comienzos, resultan más leales y efectivos que los nobles de sangre y de espada.
-Y por supuesto, una tendencia a controlar la unidad religiosa y los nombramientos de
los puestos jerárquicos dentro del territorio.
-Ciertas autonomías regionales perduran. No se da aun la estructura para que el rey
esté en todas partes, pero sí hay “ojos y oídos del rey” en las personas que él nombra y
envía a las regiones más alejadas, como serán los corregidores, los virreyes o más tarde
los intendentes.
-Un control más o menos estable de las asambleas estamentales.
¿SE LE PUEDE LLAMAR ESTADO A ESA REALIDAD POLÍTICA DE LOS SIGLOS
MODERNOS?
En la genial novela histórica “El enigma Montefeltro”, Marcello Simonetta nos presenta
un cuadro muy esclarecedor de la realidad política de las ciudades italianas:
La Italia del Renacimiento todavía no era una nación, sino un mosaico de
“ciudades estados. Distintas dinastías controlaban cada una de ellas, con diversos
niveles de tiranía: los Sforza en Milán y buena parte de la Lombardía; los Médici, en
Florencia y una vasta área de la Toscana; los Aragón, en Nápoles y todo el sur. La
República de Venecia era una oligarquía gobernada por ricos y nobles mercaderes. Y
Roma estaba bajo la eterna y siempre cambiante égida de las familias papales. En los
Estados menores, las dinastías reinantes eran los Montefeltro, en Urbino; los Malatesta
en Rímini; los Este en Ferrara y los Gonzaga en Mantua. Los señores de estos últimos
cuatro Estados (…) solían ser empleados como capitanes mercenarios, o codottieri, por
potentados más ricos que ellos… (…) El sistema de la condotta o contrato
salvaguardaba el equilibrio político…”sin embargo, en 1476…” (p.19)
En general los historiadores han mantenido la denominación pero han analizado y
aportado novedades a su contenido o a la “cosa”. No se deja de usar el nombre Estado
moderno, pero el concepto se llena de otro contenido, más apropiado y más
circunscripto a la época.
En realidad el autor considera una mayor relación de continuidad con lo medieval que
con lo contemporáneo: “lo medieval no desaparece sustituido por lo moderno sino que
a lo sumo se superpone a aquello” (Garriga, 2004, p.)
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Atiende entonces a elementos estatales y no estatales que perviven en este camino de
concentración del poder, como un proceso de integración que da lugar a unidades
mayores pero que no disuelve las menores. Entonces estos elementos que se han
gestado en la Baja Edad Media como condiciones políticas y jurídicas, sumado a lo
propio de la modernidad, pueden ser consideradas como parte de una unidad que el
autor propone se identifique como Antiguo Régimen. Sería mejor llamarlo bajo ese
concepto.
Desde esta perspectiva de continuidad medieval-moderno, podemos preguntarnos
¿cuál es la importancia de esos elementos medievales o también como relacionamos
esos elementos medievales (no estatales) con lo propiamente estatal? Para el paradigma
estatal, esos elementos eran un lastres o residuos que había que terminar, para el
paradigma jurisdiccional esos elementos son los más importantes, son casi
fundamentales o fundacionales, por eso a los revolucionarios franceses les costó tanto
destruir.
Para Garriga entonces, no será desde la cultura estatalista sino de lo propio del
Antiguo Régimen que se desarrolla el Estado, es decir desde una cultural
jurisdiccional.
¿Y qué es eso de “la cultura jurisdiccional”?
Las vías para conocer el Antiguo Régimen son los saberes consensuados (acordados,
compartidos): la teología y el derecho. La dimensión política del Antiguo Régimen es
mucho más que la idea de Estado Moderno.
Esta cultura –heredera del Derecho romano y de la fe cristiana- formada desde la Baja
Edad Media considera al poder como una potestad iurisdictio, como la potestad de
decir el derecho. Dar un orden jurídico, pero lo diferente de lo contemporáneo es que
ese derecho responde a un orden preexistente. El poder debe responder y está atado a
ese derecho anterior. El poder está sujeto a un orden divino (natural e indisponible)
que debe ser descubierto y respetado, este orden se revela a través de la tradición y la
propia historia del territorio. Es decir, no es el Estado quien forma el Derecho (p.
estatalista) sino al revés…
Una clave para comprenderlo es ver el pluralismo institucional formado por estados y
corporaciones. Lo importante no es el estado, tampoco el individuo sino las personas
(de ahí el título del libro de Clavero) que forman estados y corporaciones con
capacidad de auto administrarse.
Estas corporaciones van a verse envueltas durante la Edad Moderna en un proceso de
integración corporativa, que dará lugar a formaciones políticas complejas llamadas
Estados Modernos. Pero este proceso se realiza con los dispositivos institucionales ya
existentes, sin desconocer el fortalecimiento de la autoridad real.
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Esta cultura jurisdiccional es reconocible por los siguientes elementos:
Preeminencia de la religión: no se entiende el derecho y la política de la época sino la
ubicamos en el marco de “una cultura preceptiva de carácter tradicional- constituida en
sentido propio por la religión” Clavero cit por Garriga, p. 14
Orden jurídico tradicional y pluralista. Pluralista en dos sentidos: ya sea por la
variedad entre órdenes, instituciones (cada uno con su Private lex) o porque coexistían
varios derechos: divino, natural, de gentes, positivo.
Orden jurídico probabilista. Frente al orden jurídico legalista propio de las
revoluciones liberales, en el Antiguo régimen hay que considera que el legislador se
encuentra con un orden ya dado que debe mantener a través de consensos, que pone
en juego para solucionar problemas de toda índole. No está atado a reglas sino que
antepone el derecho a la regla.
Es propio de la Edad Moderna la consideración de una potestas extraordinaria o
absoluta que tiende a la figura del prínceps que puede modificar el derecho mediante
actos de voluntad imperativa para resolver problemas que no encontraban solución
con los medios ordinarios pero que eran dignos de remedio. El rey cumplía así un
papel ordenador en el sentido clásico de justicia de dar a cada uno lo que le
corresponda. Eran para perfeccionar el orden y no en su contra, respondían a la idea de
causa justa, y dieron lugar a un Poder Soberano es el rey que armoniza entre los
cuerpos sociales.
Como consecuencia de esta importancia del derecho los legistas pasan a ser las
personas más idóneas para participar en la administración. La concepción
jurisdiccionalita hace que este orden (ley, derecho) actúe como limite al poder político.
Llegamos entonces al fin de este proceso en el que los cambios marcaran hacia
una monarquía administrativa: “en cuanto que orientada al ejercicio del poder sin
atenerse a los requerimientos procesales de la iusdirictio, que desencadenó en el último
tramo del siglo XVIII toda una dinámica estatal. Esta vía desembocaría en el complejo
proceso que terminó por absolutizar jurídicamente (o desvincular del derecho
tradicional) el poder político, es decir el Estado” (Garriga, p. 20)
CONCLUSIÓN
¿Podemos hablar de Estado? En efecto, pero no es el Estado- Nación que
pretende la bibliografía sino las monarquías o repúblicas con persistencia de elementos
medievales que se mantienen a lo largo de la Edad Moderna. El Estado que conocemos
en la Edad Moderna tiene raíces medievales que va adquiriendo un matiz propio en los
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tres siglos siguientes. No se trata de una construcción nueva, pero tampoco se puede
afirmar que surgió en el Renacimiento.
Por otro lado, este Estado parte de los dos pilares conocidos, el derecho y la
teología. Ese derecho es anterior al Estado, por cuanto deriva del Derecho romano, del
derecho natural y de las legislaciones regionales entre las cuales la autoridad, solía ser
árbitro en los casos de conflicto.
Se tiende a la centralización del poder del monarca como así también al manejo
de la economía y al dominio de la nobleza, a rodearse de letrados y a intentar pero eso
no nos da elementos para considerar que es el Estado Nación que nos quiere mostrar
como propio del Renacimiento, la postura estatalista.
PROF. VERÓNICA GÜIDONI
BIBLIOGRAFÍA:
BENIGNO, Francesco (2013). Las palabras del tiempo. Un ideario para pensar
históricamente. Cap. 6. Madrid: Cátedra.
CLAVERO, Bartolomé (1981). Institución política y derecho: acerca del concepto
historiográfico de “Estado Moderno” En: Revista de Estudios Políticos. N°19.
Universidad de Sevilla. Pp.43-58.
CARZOLIO, M.I. (2015). Conflicto. El lado sombrío de la formación del Estado
Moderno (s.XVI-XVII). En: Pasado abierto. Estudios en Historia Moderna desde una
visión Atlántica. Mar del Plata.
GARRIGA, C. Orden jurídico y poder político en el Antiguo Régimen. Centro de
Investigación y Docencia Económica, AC. Universidad Pública en la Ciudad de
México.
VAZQUEZ DE PRADA, V. Renacimiento, Reforma, Expansión europea. Historia
Universal EUNSA. TVII. Pamplona: Editorial Universidad de Navarra.
Pueden encontrar aquí la bibliografía citada:
https://drive.google.com/drive/u/1/folders/1yoniM8ObIJeJ6SAVu4zNS70lXbBP1-
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