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¡Cuidémonos!
Créditos
4
Traducción

Mona

Corrección

Karikai

Diseño

Bruja_Luna_
Índice
5
IMPORTANTE _________________ 3 Capítulo Trece ______________ 120
Créditos _____________________ 4 Capítulo Catorce ____________ 129
Sinopsis _____________________ 6 Capítulo Quince _____________ 137
Prólogo _____________________ 7 Capítulo Dieciséis ___________ 145
Capítulo Uno _________________ 9 Capítulo Diecisiete __________ 153
Capítulo Dos ________________ 19 Capítulo Dieciocho __________ 161
Capítulo Tres ________________ 27 Capítulo Diecinueve _________ 170
Capítulo Cuatro ______________ 36 Capítulo Veinte _____________ 179
Capítulo Cinco _______________ 46 Capítulo Veintiuno __________ 186
Capítulo Seis ________________ 55 Capítulo Veintidós ___________ 194
Capítulo Siete _______________ 64 Capítulo Veintitrés __________ 204
Capítulo Ocho _______________ 72 Capítulo Veinticuatro ________ 207
Capítulo Nueve ______________ 82 Capítulo Veinticinco _________ 212
Capítulo Diez ________________ 91 Epílogo ____________________ 223
Capítulo Once ______________ 100 Chasing Wild _______________ 225
Capítulo Doce ______________ 111 Acerca de la Autora __________ 227
Sinopsis
De la autora de bestsellers del New York Times, Kristen Proby, llega una serie
totalmente nueva ambientada en un pequeño pueblo de Montana, que comienza con

6
¡WILD FOR YOU, un romance de padre soltero, gruñón, niñera y sol!

Remington Wild es padre soltero de dos niños adorables y, como hijo


mayor de la familia Wild, se ha hecho cargo recientemente del rancho Wild River de
su padre. La vida es una locura, y por fin está dispuesto a admitir que necesita ayuda,
y cuanto antes mejor. No tiene ni idea de que la hermosa mujer que ve todos los días
en Bitterroot Valley Coffee Co. es la mujer que se presentaría para el trabajo.

Erin Montgomery no podía irse de Seattle lo bastante rápido. No es que no


quisiera a su gran familia, pero vivir en la gran ciudad no era para ella. En cuanto puso
un pie en Bitterroot Valley, supo que estaba en casa. Le encanta el ritmo más lento, la
gente amable y su trabajo en la cafetería. Ni siquiera el gruñón sexy que pasa por allí
todas las tardes puede hacer mella en lo mucho que le gusta la vida de pueblo.
Debido a problemas con el auto y a su terquedad a la hora de utilizar su fondo
fiduciario, Erin necesita un segundo trabajo y solicita el puesto de niñera a tiempo
parcial. Se sorprende al descubrir que es el mismísimo Gruñón quien abre la puerta
del rancho, pero Erin se da cuenta enseguida de que adora a sus hijos y el rancho, y
no le cuesta nada aceptar el trabajo. Sólo tiene que recordarse a sí misma que debe
resistirse al sexy ranchero y mantenerlo estrictamente profesional.
Remington se siente atraído por su niñera más joven y se enamora
perdidamente de ella. Él y sus hijos nunca han sido tan felices, y sabe que ella es el
miembro perfecto de su familia mientras esté dispuesta a quedarse. Con suerte, para
siempre.
Pero cuando se descubren secretos, uno de los cuales pone
en peligro a sus hijos, ¿sobrevivirá su amor? ¿O los separará?
Prólogo
Remington
7
—Señor?
Entumecido, y no un poco perdido, me giro desde la ventana que da a
Bozeman, hacia la mujer que está de pie detrás de mí.
—¿Sí?
—Sé que es un momento increíblemente difícil, pero ¿le gustaría conocer a su
hija?
Mi hija.
Nuestra hija. Mía y de Jessica.
—Oh, por supuesto. Sí.
—Por aquí. —Me hace un gesto para que la siga y me conduce por un pasillo
largo y austero, demasiado iluminado con luces fluorescentes. Detrás de las puertas
cerradas, oigo hablar a la gente, algunos lloran.
Y todo lo que puedo pensar es, sácame de aquí.
«Entiendo que las circunstancias son, bueno, diferentes, pero tengo que
hacerle algunas preguntas.
—Claro, sólo déjame ver al bebé primero, ¿de acuerdo? —Sí, mi voz es áspera
y corta, pero por el amor de Dios, ni siquiera he conocido a mi hija todavía.
—Por supuesto —dice y me lleva a una habitación.
Una sala de recuperación.
—Aquí es donde su esposa habría estado... —Se interrumpe y se aclara la
garganta—. Adelante, tome asiento, y yo llevaré a su hija.
Asiento con la cabeza y me siento en la única silla incómoda frente a la cama
vacía.
Ahí es donde Jessica debería estar, no de camino a un quirófano...
—Aquí está —dice la misma enfermera cuando vuelve a entrar en la habitación
y me trae la cuna de hospital.
Miro adentro, y ahí está mi niña.
—Dos kilos, ochocientos gramos —dice la enfermera—, y cuarenta y seis
centímetros de largo. Está perfectamente sana, Sr. Wild.
—Sí. —Tengo que aclararme la garganta mientras miro a la bebé—. Es
preciosa.
—¿Cómo se llama?
Alargo la mano y la recojo, me la acerco a la cara y la respiro. Huele a talco de
bebé e, irónicamente, a esperanza.
8 —¿Sr. Wild?
Beso la mejilla de mi hija y luego miro a la enfermera, enarcando una ceja.
—¿Sí?
—¿Cómo se llama?
—Holly —respondo, mirando la cara que se parece tanto a la de Jess—. Quería
llamarla Holly.
—Eso es encantador. Ahora los dejo. El doctor vendrá enseguida.
Asiento con la cabeza pero no respondo, y cuando estamos Holly y yo solos,
suelto un largo suspiro. La bebé tiene los ojos abiertos y, aunque sé que no puede
verme, me mira.
«Eres la niña más hermosa y asombrosa jamás nacida —susurro—. Y tú y tu
hermano mayor van a ser los mejores amigos.
Me limpio una lágrima que corre por mi mejilla mientras Holly abre su pequeña
boca y busca su puño.
Tiene hambre.
«No te preocupes, ¿okey? Vamos a hacer que esto funcione. Quiero decir, este
no es mi primer rodeo, y mis padres viven cerca. Diablos, tienes tres tíos y una tía
cerca también, así que hay un montón de adultos para cuidar de las cosas.
Suspiro y me inclino para presionar mis labios sobre su frente.
«Pero, mi dulce niña, tu mamá no lo logró. Lo siento mucho.
Trago saliva y acurruco a Holly contra mi hombro mientras me pregunto qué
demonios voy a hacer.
«Lo siento mucho.
Capítulo Uno
Erin
9
—Y ¡estás cambiando el cartel!
Sonrío al hombre que está atornillando el nuevo cartel.
Bienvenido a Bitterroot Valley, 8.746 habitantes.
—La población ha vuelto a cambiar —me dice, y asiento con la cabeza.
Sí, soy una de las nuevas residentes que ha cambiado la población de 8.731
habitantes. Me mudé aquí en diciembre y, desde entonces, han nacido tres bebés,
además de un par de familias nuevas que se trasladaron a la ciudad.
Sólo en los últimos cuatro meses.
—¿Cada cuánto lo cambias? —Le respondo.
—Una vez al año, cuando hace suficiente calor para subir a una escalera sin
morir congelado —me informa. Asiento con la cabeza, miro el cartel una vez más
satisfecha y sigo caminando, camino del trabajo.
Es oficial. Soy ciudadana de Bitterroot Valley, Montana. Es decir, técnicamente
lo soy desde diciembre, cuando vine aquí de vacaciones con mis primos y decidí
quedarme, pero ahora es más oficial y no podría estar más contenta. En cuanto
aterrizamos aquí supe que éste era mi hogar.
Con un poco más de brío, avanzo por la acera. Por fin es primavera, lo que
significa que el frío del invierno parece haber terminado. Todavía hay un poco de
nieve en el suelo, y me han dicho que las montañas tendrán nieve hasta principios de
verano, pero por fin hace suficiente calor para ir caminando a mi trabajo en Bitterroot
Valley Coffee Co.
Me encanta mi trabajo. Ya he conocido a mucha gente gracias a la cafetería.
Tengo mis clientes habituales que no faltan ni un solo día, y lo mejor es que sigo
conociendo gente nueva todo el tiempo. Nunca me he considerado realmente una
mariposa social, pero admito que fue duro alejarme de mi enorme y ruidosa familia a
un lugar donde no conocía absolutamente a nadie. Pero he empezado a integrarme
en la comunidad y eso ha hecho que me guste más esta pequeña ciudad.
Por no mencionar que mi nueva amiga, Millie Wild, trabaja conmigo. De hecho,
ella trabajó allí primero y me ayudó a conseguir el trabajo. Nos hicimos amigas
rápidamente, y ahora no puedo imaginar mi vida sin ella. Tenemos más o menos la
misma edad y es como si fuéramos amigas desde siempre.
Echo la cabeza hacia atrás, respiro hondo el aire fresco de la primavera y
sonrío.
Sí, aquí es exactamente donde se supone que debo estar.
No tardo en cruzar la línea imaginaria que separa las manzanas residenciales
de las céntricas y entro en la cálida cafetería. Me recibe el olor a café recién molido
10 y Millie me saluda con la mano.
—Buenos días. —Le sonrío y me voy detrás del mostrador, corriendo a la parte
de atrás para guardar mis cosas. Después de recoger un delantal y recogerme el
cabello, vuelvo al mostrador y observo la cantidad de gente que ya está tomando
café, conversando o tecleando en sus ordenadores por todo el local—. Hay mucha
gente aquí para ser jueves por la mañana.
—Lo sé —responde con un suspiro y se seca la frente con el dorso de la mano—
. Debería haberte pedido que vinieras antes.
—Lo habría hecho. ¿Por qué no lo hiciste?
Se vuelve y me sonríe.
—Sé lo mucho que te gusta dormir hasta tarde. Además, normalmente no es así,
sobre todo a mitad de semana. De todos modos, parece que ahora hay una tregua.
¿Cómo estás?
—Estoy genial. —Le cuento lo del cambio de población y se ríe, negándome
con la cabeza—. ¿Qué? Es una gran cosa.
—Eres tan adorable. Me encanta lo mucho que te gusta vivir aquí, Erin. Me
recuerda que debo estar agradecida por ello, también. Supongo que lo olvido, ya que
mi familia lleva aquí más de cien años.
—Es mi hogar. —Me encojo de hombros, pero lo digo en serio. Suena el timbre
de la puerta y Millie sonríe.
—¿Qué quieres? —exige, con la voz llena de humor.
—Un cambio de aceite —dice su hermano Chase con una sonrisa al entrar—. Y
quizá un corte de cabello.
—Aquí no conseguirás nada de eso —contesta Millie poniendo los ojos en
blanco. Toma un vaso y empieza a preparar el café favorito de su hermano.
—¿Cómo te va, Erin?
—Estoy genial, gracias. ¿Y tú?
Chase sonríe y se apoya en el mostrador. Hasta ahora he conocido a dos
hermanos de Millie, y los dos son guapísimos: Chase tiene una sonrisa que
probablemente podría derretir toda la nieve de la montaña de esquí. Por no
mencionar que es policía, y ese uniforme es sexy.
—No me puedo quejar.
—¿Han arrestado a alguien hoy?
Chase sacude la cabeza con tristeza.
—Hasta ahora, todo el mundo ha respetado la ley. Bueno, excepto la señora
Wilburn, que se niega a conducir al límite de velocidad en su camino a la ciudad.

11
—¿Es una corredora? —pregunto.
—No, no conduce por encima de los veinticinco —dice con expresión
apenada—. En cualquier sitio. Entonces, entorpece el tráfico y me llaman.
Aprieto los labios, intentando no reírme, pero no puedo evitarlo.
—Te da algo que hacer —dice Millie mientras le pasa el café a su hermano—.
¿Quieres un cupcake? Jackie Harmon trajo unos frescos de arándano y limón esta
mañana.
—No paso de los cupcakes de Jackie —dice Chase asintiendo—. Tomaré dos.
—Yo me encargo —le aseguro a Millie y, pinza en mano, coloco con cuidado
los enormes cupcakes en una bolsa para Chase. Cuando le paso la bolsa, sus dedos
rozan los míos, pero no hay chispa.
Lástima. Chase es definitivamente un tipo sexy.
—Bueno, señoras, ha sido un placer. Llamen si necesitan algo. Estoy caminando
por la cuadra para ver el nuevo restaurante que va a abrir.
—¿De qué tipo es? —Millie quiere saberlo.
—Italiano —respondo antes de que Chase pueda hacerlo—. Pasé por allí
anoche y hablé con el dueño. Se llama Ciao. Supongo que es un restaurante hermano
de uno del mismo nombre en Cunningham Falls.
—Eso está muy bien —decide Millie—. ¿Sabes cuándo se inaugura?
—No pregunté. ¿Lo sabes, Chase?
—El mes que viene —confirma con un movimiento de cabeza y da un sorbo a
su café—. Siempre es bueno que llegue algo nuevo. Bueno, me voy para mantener el
orden en nuestra pequeña ciudad. Que tengan un buen día.
Chase sale y recojo un trapo para limpiar la cafetera.
—¿Estás enamorada de mi hermano? —pregunta Millie sin dudar—. Si es así,
no pasa nada, pero he visto cómo coqueteaban y se sonreían, y necesito saberlo para
no poner los ojos en blanco sin cesar cada vez que coqueteas con él.
Me río, negando con la cabeza.
—No, definitivamente no. No me malinterpretes, es muy guapo, ¿y a quién no
le gusta un hombre de uniforme?
—Quiero decir, normalmente, sí. Pero es mi hermano.
Me vuelvo a reír.
—No, ahí no hay chispa. Pero es divertido coquetear un poco, ¿sabes?
—Claro, lo entiendo. Toda mi vida he tenido que lidiar con amigas o
simplemente con gente conocida que molestaba a mis hermanos, así que no es nada
nuevo para mí. Supongo que eso pasa cuando tienes cuatro, y todos son, por lo que
me han dicho, calientes.

12 —Sólo he conocido a dos de ellos —le recuerdo—. Pero sí, Chase y Brady están
buenísimos, así que lo entiendo. Además, crecí rodeada de una familia de gente
hermosa, y supongo que eso no me hace ponerme tonta y empalagosa, ¿sabes?
—Lo entiendo —dice asintiendo con la cabeza—. Supongo que a mí me pasa lo
mismo. Ojalá pudieras conocer a Ryan, pero nunca está en la ciudad.
—¿No vive aquí?
—Tiene una casa aquí, pero viaja mucho por trabajo. Hace un par de años que
no lo vemos. Y luego está Remington, el mayor. Sacarlo del rancho por cualquier cosa
es como tratar de sacarle los dientes a un tiburón. Es tan dedicado como se puede ser
a ese lugar. Pero te llevaré allí alguna vez porque es algo genial.
—Pero tú no vives ahí.
—¿Estás bromeando? Claro que no. Está demasiado lejos de la ciudad para mí.
Quiero estar donde está la acción y allí no me necesitan. Paso unos días allí en
primavera, cuando es el momento de marcar y castrar a los terneros.
Me giro y la miro.
—Eso suena... horrible.
Millie se ríe y se pasa el cabello oscuro por detrás de la oreja.
—Estoy acostumbrada. Llevo haciéndolo toda la vida. En fin, eso incluye a
todos los de mi familia. Háblame de la tuya.
Abro la boca, pero entonces un grupo de unas ocho personas se apresura a
entrar para pedir café y comida, y estamos ocupadas el resto de la mañana.

Como Millie tiene el turno de mañana en la cafetería, sale temprano del trabajo
y yo me quedo sola las dos últimas horas para cerrar por mi cuenta. En nuestros días
libres, las otras dos chicas, Candy y Marion, que resulta ser la dueña, trabajan en los
mismos turnos.
Al principio me sorprendió que sólo hubiera cuatro empleados, pero dado que
la cafetería cierra los lunes, nos viene bien. Todas nos llevamos bien y hacemos que
el local funcione a la perfección.
Disfruto de las dos horas que paso sola por la tarde. Para entonces, todo suele
estar bastante tranquilo, así que puedo limpiar y fregar sin demasiadas
interrupciones.
Hasta que él entra. Todos los días. Justo ahora...
Suena el timbre de la puerta y alzo la vista para ver entrar a mi cliente menos
favorito. Es alto, probablemente treintañero, y siempre lleva una gorra de béisbol.
Hoy lleva una camisa vaquera con las mangas remangadas justo por debajo de los
codos, vaqueros azul oscuro y botas. Y vaya si le quedan bien esos vaqueros. Por no

13
hablar de los músculos de sus antebrazos cuando saca la cartera del bolsillo trasero.
Todo en él grita vaquero, eso está claro.
Y es guapísimo. Sólo con mirarlo se me calienta la sangre.
Quiero decir, si te gusta el tipo gruñón y hosco.
—Hola. —Lo saludo con una sonrisa forzada mientras apoyo la fregona en la
pared y paso detrás del mostrador. Nunca le he preguntado su nombre porque nunca
ha sido lo suficientemente hablador como para entablar conversación—. ¿Qué te sirvo
hoy?
—Café solo —dice. Siempre pide lo mismo.
—Claro. Hoy tenemos cupcakes de arándanos y limón. Me quedan tres, si
quieres uno. Son populares.
Sonrío, pero él no me devuelve la sonrisa. Sin embargo, echa un vistazo a los
últimos cupcakes de la caja.
—Los llevaré.
—¿Todos?
Me lanza una mirada, y esos ojos... ¿marrones? No, demasiado claros para ser
marrones. Ojos color avellana, me miran el alma.
—Sí. Todos.
—Okey. Debes de tener hambre. —Mientras él hace lo suyo con la tarjeta de
crédito, yo embolso los cupcakes y le sirvo el café—. Hoy hace un día primaveral.
Con lo frío que ha sido este invierno, me sorprende lo rápido que está calentando.
Aunque todavía hay mucha nieve en las montañas.
—Hmm —es todo lo que dice como respuesta mientras da golpecitos en la
pantalla del ordenador, finalizando la venta.
—Bueno, aquí tienes. Espero que tengas una buena tarde.
—Sí. —Agarra la bolsa de papel marrón y su café y se da la vuelta para irse—.
Igualmente.
La puerta se cierra tras él y suelto un largo suspiro. Normalmente consigo
sacarle una sonrisa a la gente, sobre todo si me encuentro con ellos más de una vez,
pero este tipo es imposible.
Vaquero gruñón.
Sacudo la cabeza y vuelvo al trabajo. No tardo en cerrar la puerta, poner la
alarma que Marion instaló el invierno pasado y volver a casa. Me gusta pasear por la
ciudad y volver a casa por el camino más largo. Encontré el apartamento más bonito
encima del garaje de un anciano de la ciudad. Me gusta llevarle sopa y una galleta de
Mama's Deli, al final de la calle. Siempre me dice que no debería molestarme, pero

14
por la forma en que se ilumina me doy cuenta de que es su momento favorito del día.
Nunca veo a nadie venir a casa a visitarlo, y me recuerda a mi abuelo de Seattle.
—Hola, Erin —me dice Jeannie, la encargada de la charcutería, cuando entro—
. Hoy tengo su favorito. Ternera con cebada.
—Eso le alegrará el día. —Sonrío a la otra mujer mientras saco mi tarjeta de
crédito, pero ella niega con la cabeza.
—Hoy invito yo. Es el cumpleaños del Sr. Sherman.
Se me cae la boca.
—¿Hoy? Vaya, mierda, no lo sabía.
—Por supuesto que no. ¿Cómo lo harías?
—¿Cómo sabes tú?
Jeannie suspira y luego se encoge de hombros.
—Nunca olvido una cita, y mis padres debieron mencionarlo en algún
momento. Antes de morir, mi padre y el Sr. Sherman eran amigos.
—Jeannie, ¿Roger tiene familia aquí? Nunca veo a nadie que venga a verlo.
—No. —Jeannie sacude la cabeza mientras añade una galleta más a la bolsa—.
Roger y Sue nunca tuvieron hijos, y Sue se ha ido, cielos, hace ya veinte años,
supongo.
—Eso es muy triste. Es un buen tipo.
Jeannie me mira sorprendida y luego se ríe.
—¿Qué? Lo es.
—Bueno, puede que sea amable contigo, pero siempre ha sido una especie de
viejo gruñón. Es el típico sal de mi césped, ¿sabes?
Sacudo la cabeza.
—No, nunca he visto ese lado de él. Qué gracioso. Oye, ponme un cupcake de
chocolate y te lo pago.
—Qué dulce. Incluso tengo una vela que puedes tener.
—Eso es impresionante. Gracias. Bueno, será mejor que vaya a una de las
tiendas por un regalo para él de camino a casa. Gracias, Jeannie.
—De nada, cariño. Ve a disfrutar de ese tiempo.
Asiento y, con la sopa caliente y las galletas en una mano, me dirijo al otro lado
de la calle, a una tienda que vende tanto ropa de mujer como de hombre, y le busco
a Roger una bonita bufanda. Es azul y le quedará muy bien.
Una vez terminado, y contenta porque se han ofrecido a envolvérmelo para
regalo, me apresuro a llegar a casa y hago de la casa de Roger mi primera parada,

15
antes de entrar en mi apartamento.
—¿Hola? —grito al abrir la puerta. Roger me dijo hace un tiempo que no tenía
que llamar, ya que vengo tan a menudo—. Soy yo.
—Oh, hola, querida.
Lo dice así todos los días, como si fuera una sorpresa verme, aunque me ve
todos los días. Sus ojos se iluminan cuando ve la caja envuelta en mi mano.
—No me dijiste que es tu cumpleaños. —Dejo la bolsa de comida en la mesa y
le tiendo la caja envuelta—. Pero por suerte, tengo mis maneras de enterarme de las
cosas.
—Es un día más —empieza, pero niego con la cabeza.
—No, señor, es tu cumpleaños. Has sido increíblemente amable conmigo desde
que me mudé aquí, y eres uno de mis mejores amigos. Celebro a mis amigos en sus
cumpleaños.
Sus cejas se arquean mientras mira fijamente la caja y luego me mira con sus
suaves ojos marrones.
—Gracias —es todo lo que dice.
—De nada.
—Ahora, ya que es mi cumpleaños, me gustaría que te quedaras a cenar.
Jeannie siempre empaca suficiente sopa para dos.
—Hoy es tu favorito —le informo. Personalmente, no me encanta la ternera con
cebada, pero por Roger, me atragantaré con un cuenco pequeño—. ¿Qué hiciste hoy?
—Di mi paseo matutino —dice mientras me muevo en su cocina, sirviéndonos
la sopa y acomodándonos en la mesa—. Han vuelto a cambiar el cartel.
—¡Ya lo vi! Me hizo mucha ilusión porque soy una de las nuevas personas que
han añadido.
—Demasiada gente se muda a nuestro pueblo —refunfuña mientras se sienta a
la mesa conmigo—. Ahora, tú, no me importa, pero tenemos demasiados que se
mudan intentando cambiar nuestro pueblo. Hacerlo más grande y lo que ellos creen
que es mejor. Si quieren que Bitterroot Valley sea como California, que se queden en
California.
—Quizá deberías presentarte a alcalde. O concejal.
Roger se burla mientras da un bocado a su sopa.
—Ya he pasado por eso. Hace muchos años. Nadie quiere escuchar las
opiniones de un viejo.
—Sí, yo quiero. Toma, abre tu regalo.
Noto el ligero temblor en la mano de Roger mientras rasga el papel de regalo.
Hace tiempo que noto que los temblores empeoran. Cuando me mudé, no tenía
16 ningún temblor, y ahora su mano derecha nunca está quieta.
Si fuera mi abuelo, le preguntaría si ha ido al médico, pero no es mi abuelo. Y
no es asunto mío.
—Ahora, ¿qué hiciste aquí?
—Es sólo una bufanda —le digo con una sonrisa—. Pensé que estarías guapo
con ella en tus paseos matutinos. Al menos hasta el verano.
Inmediatamente se la pone alrededor del cuello y me sonríe como un niño en
la mejor fiesta de cumpleaños de su vida.
—Me encanta. Gracias.
—De nada.
Paso unas horas con Roger, ayudándolo a planificar unos jardines para su patio
trasero, e incluso vemos un episodio de un viejo programa de televisión que le gusta.
Después de sorprenderlo una vez más con el cupcake y la vela de cumpleaños, me
dirijo a mi apartamento, encima del garaje.
No es más que una habitación con una pequeña cocina, pero es lo que puedo
permitirme sin tener que recurrir a mi fondo fiduciario.
Y estoy decidida no a sumergirme en eso en absoluto si puedo evitarlo. Mi
padre se enfadaba mucho conmigo cuando no lo dejaba comprarme una casa lujosa
en la montaña o en una urbanización cerrada. Pero yo no quería eso.
Quiero esto, vivir dentro de mis posibilidades, en la comunidad.
Quiero hacerlo por mi cuenta.
Y, hablando de mis padres, es hora de mi videollamada semanal con ellos. Así
que me pongo ropa más cómoda y me acomodo en el sofá con el teléfono.
Mamá contesta al primer timbrazo.
—Aquí estás —dice con una sonrisa—. Me preguntaba si ibas a llamar esta
noche.
—Sólo llevo media hora de retraso —respondo y sacudo la cabeza. Luego miro
más de cerca—. Mamá, ¿tienes rosa el cabello?
—Sí. —Gira la cabeza para que pueda verlo más claramente—. Solía ponerme
colores en el cabello todo el tiempo antes de tenerlos, y he decidido que quiero
volver a hacerlo. ¿Cómo estás, pequeña?
—Estoy muy bien. Siento llegar tarde. Es el cumpleaños de Roger, así que pasé
un rato con él después del trabajo.
—¿Está mal que me encante que te hayas hecho amiga de un anciano en esta
nueva ciudad tuya, y no tenga que preocuparme por un hombre de tu edad?
—No está mal. Roger es dulce. De todos modos, ¿en qué anda papá?
17 —Estoy aquí —lo oigo decir desde otro lugar de la habitación—. Ya voy.
De repente, los dos están en la pantalla. Puede que papá tenga un par de canas
más mezcladas con el castaño oscuro, y estoy segura de que todo es gracias a mí y a
mi traslado a Montana.
—Hola, papi.
—Tienes buen aspecto —dice—. ¿Estás haciendo ejercicio?
—Por supuesto. —No puedo evitar reírme. Deja que mi padre, antiguo
quarterback profesional, se preocupe por eso—. Incluso hace calor como para
empezar a ir y venir caminando del trabajo otra vez. Me paso el día de pie. ¿Qué hay
de nuevo con ustedes?
—Siempre hay algo pasando con la familia —dice mamá—. Ya sabes cómo es.
—Sí, todos se han portado muy bien enviándome mensajes de texto con las
novedades. Pero ¿qué hay de nuevo con usted?
Se miran y frunzo el ceño.
—¿Se van a divorciar?
Papá se ríe y mamá se me queda mirando estupefacta.
—¿Qué? ¿Por qué demonios preguntas algo así?
—Estoy tan obsesionado con tu madre como el día que me casé con ella —me
asegura papá.
—Parecen... serios. ¿Zoey está bien?
—Esta estupenda —dice mamá—. Papá y yo estamos pensando en vender la
casa y mudarnos a algo un poco más pequeño. Somos un nido vacío y ya no
necesitamos esta casa enorme.
Me da un vuelco el corazón pensar que venden la casa en la que crecí. Todos
mis primeros viven en esa casa.
—Al menos no es un divorcio —respondo con una sonrisa forzada.
—Pero te pone triste —acierta a adivinar mamá—. Te conozco.
—Tiene sentido para ustedes. Si eso es lo que quieren hacer, yo digo que lo
hagan. Compren algo elegante y moderno, pero un poco más pequeño. No puedo
esperar a verlo.
—Zoey la pasó peor con la idea —dice papá—. De hecho, hubo lágrimas y
amenazas.
—Ya se le pasará. —Suspiro y bostezo—. No tienes que guardar mis cosas
viejas. Dónenlas o tírenlas.
—Esa es mi chica sentimental —dice mamá riendo—. Te echo de menos,
18 cariño.
—Yo también te echo de menos. ¿Cuándo vienes a verme?
Los ojos de papá se entrecierran.
—Quizá antes de lo que crees.
Capítulo Dos
Remington
19 —Entonces, tú mamá quiere jubilarse. —Mi padre y yo estamos sentados a
caballo, casi listos para retirarnos después de un largo día revisando terneros.
—Se supone que ya estás jubilado —le recuerdo—. Por eso ahora mando yo.
Sin embargo, vienes a trabajar todos los días.
—Claro que sí. Puedo disfrutar del rancho sin ninguna responsabilidad por
primera vez desde antes de que nacieras. Me lo estoy pasando en grande. ¿Estoy en
el camino?
No puedo evitar reírme y sacudo la cabeza.
—Por supuesto que no. No sé qué haría este lugar sin ti. Entonces, ¿qué quiere
decir mamá, exactamente?
—Ella quiere jubilarse —dice, subrayando el ella, y yo asiento lentamente—.
Ha llevado la contabilidad de este lugar desde que nos casamos, y lo hace muy bien.
Pero le gustaría pasar el puesto a otra persona.
—Lo intentamos. —Me froto la nuca con la mano—. Hemos pasado por varios
contables, pero nunca están a la altura de mamá, y acabamos dejándolos marchar, y
mamá vuelve a las andadas.
—Lo sé —dice con un suspiro—. Tal vez sea hora de buscar otro y ver si ese se
queda. Joy quiere viajar, y sabes tan bien como yo que nunca podría decirle que no a
esa mujer.
—¿Quiere viajar? —Lo miro sorprendido—. Odia volar. Siempre ha jurado que
no se subiría a una lata con alas.
—Ha cambiado de opinión. —Se encoge de hombros—. Tal vez sea hormonal.
¿Cómo diablos voy a saberlo? De todos modos, quería que lo supieras para que esté
en tu radar.
Estupendo. Una cosa más en mí ya sobrecargado radar.
—No hay problema. Me ocuparé de ello. Tuve noticias de Ryan el otro día.
Papá levantó una ceja.
—¿Y?
—Vuelve a casa la semana que viene. Me estaba avisando. Querremos hacer
una gran cena familiar, supongo.
—A tu madre le gustaría eso —está de acuerdo—. Sabes, Ryan y tú tienen que
resolver sus mierdas.
Sonrío y me encojo de hombros.
—Hablo en serio, Rem. Ustedes dos pueden ser tan diferentes como vienen,
pero él es tu hermano.
—No me desagrada.

20
Okey, es mentira. Me disgusta mi hermano. Es sólo un año menor que yo, y
siempre estuvimos tan unidos como podíamos estarlo. Los mejores amigos.
Planeábamos vivir nuestras vidas en este rancho, como nuestro padre y su padre
habían hecho antes que nosotros. Entonces Ryan le tomó el gusto al dinero. Capitales
de riesgo, y toda la mierda involucrada en eso que no entiendo ni me importa.
Pero ha convertido a Ryan en multimillonario antes de los treinta y cinco.
—No él —señala papá.
—Queremos cosas diferentes.
Papá asiente pensativo.
—Eso es seguro. ¿Cuándo salen los niños de la escuela?
Miro el reloj.
—Dentro de una hora. Debería volver a casa y asearme antes de ir al pueblo a
recogerlos.
—El autobús escolar tiene una parada justo al final de nuestra entrada.
Sacudo la cabeza mientras damos la vuelta a los caballos y volvemos al establo.
—No quiero que mis hijos estén sentados en ese autobús dos horas después de
la escuela. No es justo. Voy por ellos.
—Quizá necesites una niñera —sugiere papá, y vuelvo a negar con la cabeza.
—Estoy bien con mis hijos.
—Lo estás haciendo fantásticamente —me corrige—. Eso no significa que no te
vendría bien algo de ayuda. Si tu madre y yo empezamos a viajar, no estaremos aquí
para ayudar tanto.
Lo he pensado, por supuesto. Lo admito, dependo mucho de mi madre cuando
se trata de los niños. Si ella no está, tendré que utilizar más a mis peones para cubrir
el trabajo que yo no puedo hacer.
Y eso tampoco me parece bien.
—Otra cosa en la que pensar —dice papá con una sonrisa.

Me siento un poco culpable de que cada vez que entro en la cafetería por las
tardes, de camino a buscar a los niños, mi hermana ya se ha ido por ese día. Apenas
la veo ahora que se ha mudado a la ciudad y se dedica a sus cosas. A pesar de lo
molesta que podía llegar a ser cuando era pequeña, admito que la echo muchísimo
de menos.
Pero no tengo tiempo de llegar a la ciudad más temprano. Diablos, tengo suerte
si consigo salir del rancho a tiempo para parar a tomar el café.
Algunos días, Marion, la propietaria, está aquí e intenta charlar conmigo.
21 Marion siempre ha sido muy habladora. Es bastante simpática, pero mi mente suele
estar en otra parte.
Hoy, la otra mujer de la tarde está aquí. No sé su nombre. Supongo que es nueva
en la ciudad porque empecé a verla por Navidad.
Es hermosa. Vale, hermosa es un puto eufemismo. Es preciosa, de los pies a la
cabeza. Tiene el cabello oscuro y abundante recogido en un moño en la base del
cuello. Lleva una camiseta verde de Bitterroot Valley Coffee Co. un delantal negro y
unos vaqueros que le abrazan el trasero de una forma que hace que se me retuerza la
polla, y está empuñando una fregona cuando entro por la puerta.
Levanta la vista y su sonrisa amistosa se atenúa, sustituida por una falsa.
—Hola —dice contenta y deja la fregona a un lado antes de pasar detrás del
mostrador para atenderme—. Hombre, ha estado lloviendo todo el día.
Justo cuando estoy a punto de decirle que no ha llovido nada en el rancho,
empieza a estornudar sin control. Se aparta y estornuda en la toalla que ha recogido
de la encimera. No es un estornudo femenino, como los que sueltan algunas mujeres.
No, el suyo es fuerte y suena como el de un defensa.
La verdad es que es una lindura.
—Oh, hombre, lo siento. Debe haber algo en el aire ahora que es primavera y
todo eso. Llevo todo el día estornudando. —Se acerca a lavarse las manos antes de
volver a acercarse a mí.
—Medicamentos para la alergia —le digo simplemente, y cuando me mira
sorprendida, enarco una ceja—. Ayudan, ya sabes.
—Sí, compraré un poco de camino a casa. —Se coloca un mechón de cabello
detrás de la oreja y vuelve a la caja registradora—. ¿Qué te sirvo? ¿Te gustaron los
cupcakes del otro día?
—Sí. —Los chicos pensaron que habían muerto he ido al cielo cuando subieron
a mi todoterreno y les pasé uno a cada uno—. ¿Qué te queda?
—Veamos. —Se muerde el labio y estudia la vitrina—. Tenemos algunas
galletas con chispas de chocolate y un danés de arándanos.
—Me lo llevo todo —respondo—. Y un café. Solo.
Asiente, tocando mi pedido en su pantalla, luego lo gira hacia mí para que
pueda introducir mi tarjeta mientras prepara el pedido.
Me gusta verla rebotar ahí detrás. Es alegre e incluso canturrea mientras
trabaja. Sus movimientos son eficaces y elegantes.
Mierda, es jodidamente sexy.
No es que tenga tiempo para pensar en mujeres sexys, ni siquiera en alguien
tan interesante como ésta. Me recuerda a los siete enanitos que tanto le gusta ver a
22 Holly.
La he visto feliz, que es la mayoría de los días. Al principio, era tímida. Luego,
un día, entré y estaba prácticamente dormida sobre sus pies.
Y hoy, está estornudando.
Obviamente, veo demasiada televisión con mi hija de cinco años.
Se cruza para pasarme la bolsa de galletas antes de servirme el café. Pero
cuando se vuelve para dármelo, estornuda y un poco de café cae sobre mi mano, está
hirviendo.
—Mierda, no quería hacerlo, lo siento. —Se apresura a recoger un cubito de
hielo y me agarra la mano, colocando el cubito sobre la pequeña quemadura—. Esto
debería aliviarla.
—Está bien.
—Está caliente —replica—. No quiero que te quemes.
—De verdad, está bien —repito y limpio el café -y el hielo derretido- con una
servilleta—. No tiene ni una marca.
—De acuerdo. —Exhala un suspiro de alivio y luego me sonríe—. Espero que
tengas un buen día.
—Gracias, Doc. —Se me escapa, pero no puedo decir que lo siento.
Especialmente cuando me mira con el ceño fruncido.
—¿Eh?
—Como el enano. Doc. Has estado feliz y estornudando y hasta boba ese día
que dijiste que tuviste un momento rubio. Luego me curaste la quemadura.
Ahora esos ojos verdes se estrechan sobre mí.
—Entonces, eso te haría Gruñón.
No puedo contener la carcajada, y cuando sonríe, mi sangre zumba como no lo
había hecho en años.
«Vaya, sabes sonreír. Y por lo visto hablas, ya que esto es lo máximo que me
has dicho en los cuatro meses que llevo trabajando aquí.
Me pone el café delante.
—Supongo que sí. —Tomo un sorbo y me doy la vuelta para irme—. Nos vemos,
Doc.
Antes de que la puerta se cierre tras de mí, la oigo decir:
—Paz, Gruñón.
Satisfecho de que la interacción haya ido bien, me subo a mi todoterreno y
conduzco hasta la escuela primaria, donde me hago sitio en la fila para estacionar.
Aprendí pronto que si quiero un buen sitio para recoger a los niños, tengo que llegar
23 pronto.
Mientras espero, me tomo el café y me pongo al día con el correo electrónico,
compruebo los precios de la carne vacuna y me pongo en contacto con los
proveedores. En realidad, hago mucho trabajo de oficina desde el asiento del
conductor en la fila de recogida de la escuela.
Y hoy, mientras lo hago, me como un pan danés.
Al poco rato, oigo sonar el timbre y los niños salen corriendo por las puertas
de la pequeña escuela primaria. Mis hijos de corren hacia el auto, tomados de la mano
y con una sonrisa en la cara.
Dios, me encantan.
—Hola, papá —dice Johnny mientras salta al asiento trasero y se desplaza para
hacer sitio a su hermana.
—Hola, papá —dice Holly.
—Hola, chicos. ¿Han tenido un buen día?
—Sí, pero mañana tengo que entregar un proyecto. Se me olvidó decírtelo —
dice Johnny mientras les paso galletas de la cafetería—. ¡Sí, con chispas de chocolate!
—¿Qué tipo de proyecto? —pregunto mientras espero mi turno para salir al
tráfico.
—Tengo que hacer un póster sobre mí —continúa, chupándose el chocolate de
los dedos—. Ya sabes, sólo usar algunas fotos y esas cosas. Será fácil.
—Claro, excepto que no tenemos ninguno de los suministros en casa —
murmuro y me alejo de la escuela, dirigiéndome a la tienda de manualidades más
cercana—. Realmente necesitas contarme sobre estas cosas, amigo.
—Recibiste un correo electrónico de la señora Holt —dice encogiéndose de
hombros, y suspiro mentalmente. Probablemente sí, pero no le presté atención.
Jesús, estoy cansado.
Cuando elegimos los materiales para el proyecto de Johnny y volvemos al
rancho, ya es hora de cenar. Por suerte, mi madre tiene una olla de estofado en el
fuego, esperándonos cuando entramos.
—También hay pan enfriándose en una rejilla —dice y me besa la mejilla—. Me
tengo que ir. Tengo una reunión del club de lectura dentro de un rato.
—Gracias por hacer la cena —respondo—. De verdad. Es de gran ayuda.
—De nada. Tenemos que mantener a nuestros bebés alimentados.
Besa a cada uno de los niños, y luego se va por la noche, y me pongo a trabajar,
sirviendo la cena y bañando a los niños para que puedan disfrutar de un rato de
televisión o lectura antes de acostarse.
—Quiero ir al establo —anuncia Holly—. Para ver los nuevos caballos bebé.
24 —Yo también —coincide Johnny.
—Lo siento, tenemos que hacer tu proyecto. —Sacudo la cabeza mientras
ambos fruncen el ceño—. Eso es lo que pasa cuando esperas hasta el último minuto.
Vamos, a trabajar. Mañana podrán ver los caballos.
—No esperé hasta el último minuto —refunfuña Holly—. Es tonto que no pueda
ir.
—No vas a ir sola —le informo—. Así que puedes ayudarnos, o puedes tomar
un libro para leer o ver algo en la tele.
—No puede ayudarnos —argumenta Johnny, y suspiro mientras mis hijos
empiezan a pelearse.
—Ya basta. —Mi voz es profunda y aguda, lo que hace que dejen de
manotearse—. Holly, ve a buscar algo que hacer mientras trabajamos en esto.
Sale de la habitación dando pisotones y me vuelvo hacia mi hijo, que frunce el
ceño.
—Esto no es culpa de tu hermana.
—Es una entrometida.
—¿Dónde has oído esa frase?
—De la abuela.
Es tarde cuando por fin llevo a los niños a la cama y me siento a comer un poco
de estofado. Tengo más hambre de lo que pensaba y vuelvo a repetir antes de sellar
las sobras y meterlas en la nevera.
Con dos dedos de whisky, me siento en mi sillón de cuero frente al fuego y
suspiro.
Hoy habría sido el trigésimo sexto cumpleaños de Jessica.
No se lo mencioné a nadie. Johnny sólo tenía dos años cuando ella murió y no
la recuerda. La familia de Jessica se mudó de Bitterroot Valley después de su muerte
porque decían que era demasiado doloroso que les recordaran a ella todo el tiempo.
Así que no hay nadie aquí para recordarla conmigo.
Jess no era el amor de mi vida. Nos casamos porque estaba embarazada y
éramos amigos. Me gustaba mucho, y lo hicimos bien como co-padres. Éramos un
buen equipo.
¿Pero había amor? ¿Pasión? La verdad es que no.
Y nunca me sentí culpable por ello porque a ella le pasaba lo mismo.
Pero se siente mal que hoy, en su cumpleaños, sea un día más. Diablos, ni
siquiera me acordé hasta que acosté a Holly y pasé por delante de la foto de Jess en
el pasillo.
25 Exhalo un suspiro y levanto mi copa en señal de saludo.
—Feliz cumpleaños, Jess.

—No puedo encontrar a Holly.


Me giro y miro a mi hijo con el ceño fruncido.
—¿Qué?
Sin esperar a que responda, subo corriendo las escaleras, con Johnny justo
detrás de mí.
—No está en su habitación —dice—. No sé a dónde ha ido.
—¡Holly! —grito su nombre mientras busco en cada habitación del segundo
piso y hago lo mismo abajo—. ¡Carajo, Holly!
—¿Murió? —pregunta Johnny con los ojos llenos de lágrimas. Me vuelvo hacia
él y lo recojo en brazos.
—Definitivamente no. Sólo se esconde. —Le beso la mejilla y saco el teléfono
del bolsillo, justo cuando suena.
Es mi ranchero mayor, Lucky.
—Sí.
—Tu princesita está en el establo, jefe —me dice al oído, y me desinflo de
alivio—. La encontré acariciando a la potra.
—Voy para allá. —Cuelgo y pongo a Johnny de pie—. Recoge tus cosas para la
escuela, y yo recogeré las de Holly.
Nos dirigimos al establo, entro corriendo y encuentro a mi hija riéndose
mientras la potra le olisquea el cuello.
—Holly Wild.
Su mirada se dirige a la mía, y hay culpa en sus ojos.
—Sal de ese puesto ahora.
—Papá, sólo quería ver a los bebés.
—Sabes que no se te permite estar sola en el granero. —La levanto y me dirijo
al todoterreno—. Gracias, Lucky.
—Ya lo creo, jefe.
—Menos mal que estás vestida, o irías al escuela en pijama.
—¿Por qué estás enfadado? —me pregunta mientras la acomodo en el asiento
trasero—. Es sólo el granero.

26
—Tienes cinco —le recuerdo—. Yo pongo las reglas aquí, y sabes que no se te
permite pasear sola por la propiedad. Aquí tenemos animales, Holly. Ya viste el gran
oso que tuvimos el otoño pasado.
—Parecía simpático —dice.
—Él es no amistoso. —Arranco el auto, y entonces Johnny jadea—. ¿Qué?
—Olvidé mi póster.
Cierro los ojos y cuento hasta diez, luego conduzco de vuelta a casa y corro por
el proyecto de Johnny antes de volver al auto para llevarlos al escuela.
—No estarás en el granero durante el resto del mes —informo a Holly—. Estás
castigada por ello.
—¡Pero, los bebés!
—Deberías haber pensado en eso antes de romper las reglas. Y no podrás ir a
la fiesta de cumpleaños de Kayla el sábado.
—¡Pero si ya compramos un regalo!
—Esa es la consecuencia, nena.
Holly resopla en el asiento trasero.
—Lo siento mucho, papá. No sabía qué hacer.
Pero en lugar de caer en ese viejo truco, me río.
—Oh, sí, lo hacías. Simplemente eres testaruda, y hoy has tomado una decisión
potencialmente peligrosa, así que tendrás que pagar el precio por ello. No bromeo
cuando digo que no quiero que andes por ahí sola.
—¡No soy una bebé!
—Sí, lo eres —respondo—. Eres mi bebé, y harás lo que yo diga mientras vivas
en mi casa.
—Quiero mudarme con la abuela.
Suelto una risita y sacudo la cabeza, no dispuesto a seguir participando en esta
conversación.
Maldita sea, tal vez mi padre tiene razón. Necesito ayuda.
Capítulo Tres
Erin
27 —¿Qué estás haciendo ahora?
Suspiro y vuelvo a tumbarme en el sofá, agotada pero contenta de tener noticias
de mi hermana.
—Acabo de llegar del trabajo y estoy muerta de cansancio. Aquí son las
vacaciones de primavera y estamos llenos de turistas.
—Interesante. —Mi hermanita, Zoey, que en realidad tiene dos años menos que
yo pero siempre la llamo bebé, llamó para charlar. Porque me echa de menos. Por
supuesto, justo cuando empezábamos a llevarnos mejor después de una infancia en
la que estuvimos peleando, me mudé—. ¿Sientes una gran diferencia allí durante la
temporada turística?
—Sí, mucho, en realidad. Y me he dado cuenta de que cuando la gente se va
de vacaciones, como que pierden la cabeza.
—¿Qué quieres decir?
—Son estúpidos. Hacen preguntas realmente estúpidas que, cuando están en
casa, estoy seguro de que nunca preguntarían. Como, ¿Llevas spray para repeler a los
osos? o ¿Dónde guardas los caballos? Es muy raro.
—Ahora quiero ir allí y escucharlo.
—Deberías. Pasa un día en la cafetería y se te llenarán los oídos. De todos
modos, basta de eso. ¿Cómo estás?
—Estoy bien. Ayer fui de compras con Haley y Chelsea, y acabamos todas en
un salón de tatuajes, y lo siguiente que supimos es que teníamos tatuajes a juego.
Aparto el teléfono de mi cara y lo miro con el ceño fruncido.
—¿En serio?
—Sí, son muy bonitos. Me sorprende que no hayas visto nuestros posts en el
'gram sobre ello.
—Sabes que no uso las redes sociales. Definitivamente no después de lo que
pasó cuando estaba en la universidad. —Esto me hace sentir excluida y como si me
estuviera perdiendo todo en casa.
—Erin. —Casi puedo oírla poner los ojos en blanco—. Lo del acosador pasó
hace más de cinco años, y sabes que papá se encargó de ello. Entiendo que no quieras
tener una gran presencia en las redes sociales, pero invéntate un perfil falso para
poder acechar y comentar nuestras cosas. Estás demasiado lejos para alejarte de
todos nosotros.
Suspiro y me froto los ojos con la mano. Entiendo que Zoey crea que lo
entiende, pero no es ella la que tenía a un psicópata siguiendo todos sus movimientos.
—Lo sé. La verdad es que no añoro mucho mi casa y sé que tomé la decisión
correcta cuando decidí quedarme, pero los echo mucho de menos a todos. Echo de
menos reunirme todo el tiempo y poder enterarme de lo que hace todo el mundo. Las

28
fiestas de primos son lo mejor.
—Fuimos anfitriones de una que fue salvaje el fin de semana pasado —dice
Zoey riendo entre dientes—. Sí, ponte en el 'gram, ¿okey? Sólo envía el mensaje de
grupo para que todos sepamos que eres tú.
—Lo pensaré.
—Erin...
—Sé qué piensas que estoy siendo tonta, pero lo que pasó fue realmente
aterrador, y no quiero correr el riesgo de pasar por eso otra vez, ¿de acuerdo?
—Lo entiendo. Sólo piénsalo porque quiero que estés al tanto de todas las cosas
divertidas que pasan por aquí. Quiero decir, estarás aquí para las cosas importantes,
pero el día a día también lo es. Oh, ¿escuchaste que Haley va a ir a la escuela de
sanación por sonido y Reiki?
—¿Eso es, como, trabajo de energía?
—Sí —confirma Zoey.
—No, no lo había oído, pero suena muy bien para ella. Tengo que decir, sin
embargo, ¿no está la herboristería tomando todo su tiempo? —A nuestra prima le
gustan los cristales y las hierbas desde que tengo memoria.
—Sí, claro, pero también quiere hacer estas cosas. Es divertido ser su conejillo
de indias. La próxima vez que estés en casa, tienes que pedirle que te prepare sus tés
especiales. Son deliciosos.
—Lo recordaré.
No se me escapa que llamó casa a Seattle, pero ahora pienso en Bitterroot
Valley como en casa.
No se lo diré a Zoey porque heriría sus sentimientos.
Pasamos una hora hablando de todos los primos, que son muchos, y de lo que
hacen. Cuando por fin cuelgo con ella, me muero de hambre.
—No quiero cocinar —murmuro mientras miro fijamente el interior de mi
pequeña nevera. Estoy tan cansada y me duelen todos los músculos del cuerpo...
Quiero acurrucarme en mi pequeño pero acogedor sofá y ver una serie de
crímenes reales. Con pizza.
Así que recojo el teléfono y llamo a Old Town Pizza.
—OTP, habla Heather.
Sonrío al oír la voz de la dueña.
—Hola, Heather. Me gustaría hacer un pedido para entregar, por favor.
—Claro. Espera; déjame recoger un bolígrafo. ¿Eres Erin?
Parpadeo sorprendida.

29
—Sí, ¿cómo lo supiste?
—Tengo facilidad para los nombres, pero también salió en el identificador de
llamadas.
Me río.
—Por un momento me impresionaste. Okey, quiero una mediana de pepperoni
y piña con corteza tostada a mano, y también unas alitas picantes. Con salsa ranch.
—Entendido —dice lentamente—. ¿Qué tal unos palitos de pan?
—Estoy tentada, pero no gracias. Esto me servirá. Estoy encima del garaje de
Roger.
—Okey, cariño, esto te llegará en unos treinta minutos.
—Perfecto. Pagaré en efectivo cuando llegue, si te parece bien.
—Bien por mí. Gracias, Erin. Te veré pronto en la cafetería.
Apago el teléfono y sonrío mientras lo dejo. Hay tantos sitios en Seattle en los
que pido o como a todas horas, pero no me conocen así por mi nombre. Y no es sólo
Heather. Ocurre en toda la ciudad.
Y me encanta.
Con el ánimo renovado, decido darme una ducha rápida y ponerme cómoda
mientras espero la entrega. Y es el tiempo justo porque, cuando salgo de mi
habitación, llaman a la puerta.
Esperaba encontrarme a un adolescente repartiendo pizzas, pero me quedo de
piedra cuando al otro lado de la puerta veo a una Millie muy enfadada.
—Hola, entra.
—Gracias. —Pasa a mi lado y empieza a pasear por mi pequeño salón—. Solo
estoy muy enojada, y necesito desahogarme, pero no puedo hacerlo en un
apartamento vacío.
—Obviamente no. ¿Qué pasa? —De repente, llaman a la puerta y levanto el
dedo—. Mantén ese pensamiento. Eso es la comida.
Abro la puerta y esta vez es un adolescente larguirucho y torpe el que está en
mi entrada, cargado de cajas.
—Hola, Srta. Erin —dice y se aclara la garganta mientras se sonroja—. Heather
metió los palitos, aunque no son parte de tu pedido.
—No tenía por qué hacerlo. —Le paso el dinero y acepto las cajas—. Pero dale
las gracias. Puedes quedarte con el cambio. Buenas noches.
—Gracias, igualmente.
Cierro la puerta, llevo las cajas directamente al salón y las dejo sobre la mesa
de centro.
30 —Okey, tenemos pizza, alitas de pollo, palitos de pan y vino. Estamos
totalmente preparadas para una gran sesión de ventilación.
Millie suspira.
—Lo siento. No debería haberme presentado en tu casa así, de pronto, cuando
estás a punto de cenar.
—¿Por qué no? —La miro con el ceño fruncido mientras abro la botella de
vino—. Tengo un millón de primos y una hermana pequeña. Esto es lo que hacemos,
Mill. Ahora, comamos y hablemos.
—De verdad tengo hambre —admite y se muerde el labio—. ¿Segura que
tienes suficiente?
—No puedo comerme toda esta pizza, ese pollo, y una orden de palitos de pan
yo sola. Me harás un favor ayudándome a comer esto.
—Bueno, yo soy todo sobre estar ahí para mis amigos. —Se sienta en el suelo
junto a la mesa de café, toma un ala caliente y la muerde—. Okey, esto está bien.
Tendré energía para todas las quejas que voy a hacer.
—No puedo esperar. Dámelas. —Le paso unas servilletas y muerdo la pizza,
luego suspiro de felicidad.
Old Town Pizza rivaliza con cualquier pizza de que haya probado en Seattle.
—Okey, estaba pasando el rato en The Wolf Den, tomando una copa de vino en
el bar y charlando con Belinda, la camarera. No quería estar sola en casa esta noche,
así que pensé en ser social, ¿sabes?
—Claro. —Doy otro mordisco—. Es un bar divertido. Me gusta estar ahí.
—Lo mismo. Así que estoy ocupándome de mis asuntos, bebiendo mi vino, y
como es una maldita semana turística, llegan estos completos idiotas que están aquí
para hacer senderismo durante la semana. Están enojados porque todavía es
demasiado pronto para hacer senderismo, ya que la nieve no se ha derretido del todo
en las montañas, y no se han molestado en investigar para ver si es un buen momento
para hacer actividades al aire libre.
—Así que son imbéciles.
—Imbéciles totales —asiente con un enérgico movimiento de cabeza—. Si te
vas de vacaciones a algún sitio, ¿no deberías investigar un poco para ver si lo que
quieres hacer existe en esa época del año? De todos modos, estoy ahí sentada, sin
comprometerme con ellos en absoluto. Puede que en algún momento pusiera los ojos
en blanco porque, mierda, qué odiosos eran, pero me guardé mis opiniones. Y tengo
que decirte que estaba orgullosa de ello, porque podría haberme desahogado con
ellos.
—Yo también estoy orgullosa de ti.
—Gracias. —Agarra un trozo de pizza y le da un mordisco, masticando
31 pensativamente—. Así que lo de aguantarse no duró mucho.
No puedo evitar reírme, y Millie me estrecha los ojos, así que me detengo, me
aclaro la garganta y oculto la sonrisa tras mi copa de vino.
—Lo siento. Continúa.
—Bueno, hablaban mal del pueblo. Nos llamaban tontos y nos decían que
éramos demasiado estúpidos para saber caminar por la nieve. Fue una falta de
respeto de mierda.
—Sí, eso no está nada bien.
—Así que me di la vuelta en mi taburete y les dije que si no les gustaba estar
aquí, podían irse a casa. No los echaríamos de menos. A lo mejor aprendían a
investigar sus vacaciones en el futuro.
—Y eso no les gustó.
—No. No lo hicieron. —Respira hondo y recoge otro trozo de pizza—. Y no me
importó. Acabé cara a cara con el líder de su pequeña banda, y luego me empujó.
Mis ojos se abren de par en par.
—¿Él te empujó?
—Sí, y tenía el puño levantado hacia atrás para darme un puñetazo en la cara,
pero entonces él recibió de repente un puñetazo en la cara, y varios tipos los echaron
a los cuatro del bar.
—Bien, qué grupo de idiotas.
—Pero eso no es todo. —Sacude la cabeza, se levanta y empieza a pasear por
mi piso una vez más—. No, es mucho peor.
—¿Te estaban esperando afuera, y tuviste que patearles el trasero a todos?
—Ojalá. Eso habría sido mejor. —Se termina la última corteza y se vuelve hacia
mí—. La persona que acudió para saltar a mi rescate fue el maldito Holden Lexington.
—¿Quién es? —La miro con el ceño fruncido, intentando buscar en mi mente
ese nombre, pero no lo conozco.
—Es el hijo mayor y único de la maldita familia Lexington. ¿Has oído la historia
de los Hatfields y los McCoys?
—Supongo. Familias rivales, ¿verdad? ¿En algún lugar del este?
—Sí, se odiaban. Aquí es lo mismo, pero son los Wild y los Lexington. Nuestras
familias han luchado durante generaciones.
—¿Por qué?
Agita las manos en el aire y empieza a caminar más deprisa.

32
—Porque tenemos propiedades una al lado de la otra, y siempre hay algo por
lo que pelear. Nuestras dos familias se asentaron en Bitterroot Valley. Holden tiene
más o menos la edad de Remington, y siempre se han odiado. De hecho, todos los
hermanos nos odiamos.
—Eso es mucho odio —comento y luego frunzo el ceño—. Espera, ¿entonces
son cinco hermanos Wild? ¿Cuántos hermanos hay en la familia Lexington?
—Cinco —dice olfateando—. Pero donde nosotros somos cuatro chicos y una
chica, ellos son un chico y cuatro chicas.
—Que fascinante —murmuro, sentándome de nuevo en el sofá—. ¿Y deduzco
que fue malo que Holden saliera en tu defensa?
—Sí. —Su voz se vuelve cada vez más chillona por la frustración—. Por
supuesto, es malo. No quiero que Holden salte e intente salvarme. ¿Parezco como si
no pudiera defenderme de unos estúpidos turistas?
—No, podías manejarlo, pero él te presionó.
—Y estaba a punto de recibir una patada en las gónadas, te lo aseguro. Pero no
pude hacerlo porque Holden decidió ser el maldito héroe. Imagínate.
Mueve la cabeza con disgusto.
—Entonces como que trató de sonreír y calmarme, y sólo porque dormimos
juntos una vez no significa que quiero que haga eso.
—Guau. —Levanto una mano—. ¿Te acostaste con él?
—Una vez —escupe—. Una vez. Porque Holden es jodidamente hermoso en
todos los sentidos. Es tan injusto que esté tan bueno porque eso no puede ir a ninguna
parte. Nuestras familias se odian, ¿recuerdas? Remington mataría a Holden si alguna
vez se entera de que Holden me puso las manos encima.
—Pero ¿fue divertido? ¿El momento sexy con las manos?
Millie suelta un suspiro y se pasa las manos por la cara.
—Claro que sí. Fue muy buen sexo. Pero no puede volver a pasar, y no volverá
a pasar, aunque Holden crea que puede defenderme de los turistas. Aunque fue un
poco caliente cuando le dio un puñetazo a ese tipo.
—Ya lo creo. Ojalá hubiera estado allí para presenciarlo.
Millie entrecierra los ojos.
—No voy a pensar más en Holden y su atractivo. No es sexy. Es molesto.
—Claro, sigue diciéndote eso.
Ahora me mira, y parece que lo peor de su ira se ha disipado.
—Tienes un aspecto horrible —decide—. ¿Te ha pasado algo? Dios mío, soy
una amiga horrible porque he tenido diarrea por la boca todo este tiempo, y tú tienes
problemas propios que ni siquiera he escuchado.
33 —Estoy bien —respondo, sacudiendo la cabeza—. Estoy muy cansada. Ha sido
un día muy largo. Luego he hablado con mi hermana y me ha contado algunas cosas
que han pasado en casa, y me lo estoy perdiendo. No quiero volver a Seattle, pero
odio perderme cosas divertidas con ella y mis primos. Me dijo que no me lo perdería
tanto si me metía en las redes sociales, pero no es buena idea.
—¿No estás en las redes sociales?
Vuelvo a sacudir la cabeza.
—Tuve un acosador hace unos años, y se originó en las redes sociales. Me
asustó.
—Okey, Boomer, pero puedes tener una cuenta secreta que sólo uses para
interactuar con tu familia.
—Eso es más o menos lo que dijo mi hermana. —Sonrío y sirvo más vino en
nuestras copas—. Supongo que podría hacerlo si no tengo que usar mi nombre real
ni fotos mías.
—No tienes por qué hacerlo —insiste Millie—. Descarga la aplicación en tu
teléfono. Te ayudaré a configurarla.
—¿Ahora mismo?
—Absolutamente. Esto me quitará de la cabeza a la familia Lexington. Un
miembro en particular.
—De acuerdo. —Me encojo de hombros y golpeo la pantalla de mi teléfono—.
¿Cuál debo crear?
—Sólo Instagram —responde.
—Bien, se ha descargado. ¿Y ahora qué?
—Ahora tenemos que idear un nombre y un nombre de usuario para ti.
—Puedo ser Erin McBride. Es el apellido de soltera de mi madre.
—Perfecto. Es fácil de recordar —me dice mientras escribo el nombre en la
aplicación—. Okey, ahora un nombre de usuario. ¿Qué tal SexyCoffeeGirl69?
Parpadeo y niego con la cabeza.
—No. Definitivamente no.
—CoffeeVixenXO.
—No.
—BigSkyRideorDie.
Sonrío.
—Mierda, no. ¿Por qué tenemos que morir? Por supuesto que no.
—Esto es divertido. Estoy en racha. —Millie vuelve a sentarse y mordisquea el

34
extremo de un palito de pan—. Okey, ¿qué tal...?
—Espera. —Levanto una mano y sonrío—. Lo tengo. BigSkyBarista. Es
genérico.
—Me gusta. Ahora, ¿qué vas a poner como foto de perfil?
—Tengo una foto que hice de un café con leche que preparé en el trabajo el
otro día. —Me muerdo el labio inferior mientras me desplazo hacia atrás y selecciono
la foto de un café con leche espumoso—. Ya está. Ya tengo una cuenta. Ahora sólo
tengo que enviar un mensaje a los primos y decirles que soy yo.
—Perfecto. —Millie sonríe soñolienta—. Ahora no te perderás nada.
—¿Quieres dormir aquí esta noche? —le pregunto—. Estás a punto de
desmayarte de tanta emoción.
—Sí. —Suspira—. Creo que sí. Pero ese sofá es pequeño.
—Tengo una cama King. Cabemos las dos.

Con el suelo fregado, y todas mis otras tareas de limpieza al final del día
terminadas, estoy lista para cerrar la cafetería por hoy. Estoy tan lista para ir a casa.
Tengo los dos próximos días libres seguidos y pienso dormir, limpiar mi apartamento
y ayudar a Roger en su jardín.
Los turistas me han agotado.
Antes de que pueda acercarme a la puerta para cerrarla, entra Gruñón.
Estupendo.
Pero pego una sonrisa.
—Hola. Hoy llegas más tarde, así que no me queda mucho.
—Café —dice brevemente, aún más brusco que antes. Su atractivo rostro se
dibuja en un ceño oscuro—. Negro.
—Oh, no tengo más café preparado, pero puedo hacerte un café con leche o
algo así.
Sus ojos se entrecierran en rendijas.
—¿No tienes más café preparado?
—Pues no. Cerramos —miro el reloj—, hace un minuto. Estaba a punto de irme.
Pero no me importa hacerte el café con leche. Incluso tengo un par de bollos que
acababa de empaquetar, por si los quieres. Invita la casa.
Gruñón murmura en voz baja, y tengo que respirar hondo para no gritarle.
—No importa —gruñe y gira sobre sus talones para salir por la puerta principal.
35 —Nos vemos, Gruñón —le digo, lo suficientemente alto como para que me
oiga, pero no se gira para mirarme.
Mierda, todo el mundo ha estado tan malhumorado hoy. Mi prima Haley diría
que es por una fase lunar, o Aries está en Júpiter, o algo así.
Signifique lo que signifique.
Personalmente, creo que la gente simplemente está enojada. ¿Por qué? No lo
sé. Pero por primera vez desde que empecé este trabajo, estoy lista para unos días
de descanso para no tener que estar rodeada de gente.
Capítulo Cuatro
Remington
36 —Jesús, has estado de un humor de mierda toda la puta semana.
Me giro para mirar a mi hermano, Brady.
—¿Y?
—Entonces, ¿qué te pasa? Quiero decir, sueles ser un maldito gruñón, pero no
sueles ser un idiota. ¿Qué se te metió en el trasero?
Deja que mis hermanos me llamen la atención.
Estamos reparando una valla en el límite de la propiedad por el sur, pero me
tomo un minuto para quitarme los guantes y frotarme los ojos.
—Ha sido una semana de mierda. —Resoplo y miro por encima del pasto hacia
las montañas más allá. Somos los dueños de toda la montaña.
A veces eso me para en seco.
—¿Por qué? —pregunta Brady—. Los niños están de vacaciones de primavera,
así que no has tenido que llevarlos y traerlos de la escuela, y mamá ha estado con
ellos toda la semana.
—Sí, pero Holly está enojada porque está castigada a no ir al granero después
de su numerito de la semana pasada. Luego, ese mismo día, recibí una llamada de la
profesora de Johnny, y me dijo que mi chico está suspendiendo matemáticas.
Brady frunce el ceño.
—¿Cómo suspende matemáticas un niño de segundo grado?
—Se lo pregunté. Me dijo que lo odia, así que no le importa.
—Quiero decir, yo odio las matemáticas —dice Brady con un gesto sombrío.
—No le digas eso. De todos modos, entre los niños, perder esa potra ayer, y
tener un puma en la propiedad matando a mi ganado y al que parece que no puedo
atrapar, ha sido una semana de mierda.
—Me parece justo —dice Brady.
—¿Cuándo empiezas con las cosas del rodeo? Necesitaré contratar otra mano
antes de que te vayas.
Brady se encoge de hombros.
—En un mes más o menos. Los espectáculos empiezan en mayo. Puedo seguir
trabajando aquí; sólo entraré y saldré durante el verano, como siempre.
—Sí, pero quiero asegurarme de tener la cobertura aquí para que no sientas
que tienes que apresurarte a casa. Sé cuál es tu primer amor, y no es el rancho.
—Me encanta esa pista de rodeo —dice con una sonrisa—. Puede ser una puta
ama, pero no me canso de ella. Nunca tienes problemas para encontrar manos.
Especialmente con ese nuevo barracón. Es jodidamente agradable.

37 —El viejo se caía a pedazos. Quiero que nuestros chicos estén cómodos
viviendo aquí. Además, estamos haciendo una tonelada de mierda de dinero ahora.
El rancho debería reflejarlo.
Brady asiente y cambia de tema.
—Hablando de una tonelada de dinero, hablé con Ryan esta mañana.
Me concentro en volver a ponerme los guantes.
—¿Sí? Creo que vuela mañana por la mañana.
—Sí, lo hará. Mamá quiere que cenemos el viernes por la noche en tu casa, ya
que es la más grande. ¿Te parece bien?
—Claro. Ella cocina la cena casi todos los días en mi casa de todos modos.
—¿Alguna vez vas a dejar de estar enojado con Ryan?
—No estoy enojado. —Recojo mis herramientas y bajo la valla, para nada
interesado en hablar de nuestro hermano—. Volvamos al trabajo.
—Bien. Tú no estás enojado, y yo soy un vampiro.
—¿Es así? A lo mejor eres tú el que está matando a mis terneras.
—Ja. Ja. Eres un cómico normal.

—Hola, Mamá, ¿está todo bien en la casa?


—Claro que sí. Estoy en el jardín, preparando algunas flores para alegrarlo
este verano. Los niños están adentro. Me ayudaron un rato, pero luego quisieron
entrar a jugar videojuegos, y no le vi el inconveniente.
—Me alegro de que haya ido sin incidentes. Estaré en casa en unos treinta
minutos. Estamos terminando algunas cosas.
—Me parece bien. Te veré cuando llegues, cariño.
Cuelgo y tengo una reunión rápida con mis chicos para establecer un plan de
juego para el fin de semana. La semana ha pasado rápido.
Diablos, cada semana pasa rápido en estos días.
—El cumpleaños de mi sobrina es el domingo —dice Bruiser. Es un tipo
grande, de casi dos metros y todo músculo. Y es muy empalagoso cuando se trata de
su sobrina.
—Entonces supongo que será mejor que te tomes el domingo libre —respondo
asintiendo.

38 —Gracias, jefe.
—Hay algo en esta propiedad matando a mis reses. Mantengan un ojo afuera.
Tenemos cámaras de vida silvestre instaladas, pero hasta ahora, no hemos capturado
nada.
—Vimos huellas de oso —dice Lucky, levantando la vista de su cuaderno.
—Lo sé, pero esto me parece más un puma —respondo y me giro hacia Brady—
. ¿Qué te parece?
—Podría ser un lobo, o un par de lobos —dice Brady—. Diablos, podría ser
cualquiera de los anteriores.
—Estaremos atentos —dice Lucky, tomando notas en su viejo cuaderno. Lleva
el mismo cuaderno de espiral metido en el bolsillo de su camisa de trabajo desde que
yo era niño.
Al menos, siempre ha parecido el mismo cuaderno.
Tras unos minutos más poniéndonos al día, rompo la reunión y me dirijo a casa.
Mis hijos han estado de vacaciones toda la semana y apenas los he visto.
Mañana es viernes y no he pasado nada de tiempo con ellos.
Soy un maldito idiota.
Mañana tengo que llevar a Holly al oculista para una revisión, y he pensado
llevar a Johnny con nosotros y salir a comer cuando acabemos.
Eso les gustará.
—Hola, mamá —la llamo cuando la veo recoger unos hierbajos y tirarlos a un
cubo de basura.
—Hola, cielo. ¿Cómo te fue hoy?
—Estuvo bien. ¿Quieres entrar a tomar un té helado?
—En realidad, he quedado con tu padre en la ciudad para cenar dentro de un
rato. Será mejor que vaya a casa y me cambie esta ropa sucia. Tengo lasaña en el
horno para los tres. Que pasen buena noche.
—Gracias. Puedes dejar eso. Lo limpiaré. Quizá más tarde encienda un fuego
afuera y ase malvaviscos con los niños.
—Oh, les encantará. Que se diviertan. Y te aceptaré para que me limpies esto.
Se quita los guantes, levanta la mano y me acaricia la cara.
—Mi niño. Siempre fuiste el tranquilo y serio. No olvides divertirte un poco.
—Gracias, mamá. —Me inclino y beso su mejilla—. Hasta luego.
—¡Adiós, me voy!
Saluda con la mano y se marcha a casa. Mi padre hizo construir una casa para

39
ellos a menos de un kilómetro de mi casa, y me gusta tenerlos cerca.
—¡Te vas a meter en un buen lío!
Bienvenido a casa, pienso mientras cuelgo el sombrero en el guardabarros y
me quito las botas sucias.
—No, tú lo hará. Te dije que no lo sirvieras así.
—¿Qué está pasando? —pregunto mientras entro en la cocina y me detengo en
seco.
Hay leche derramada por toda la encimera y el suelo. Alguien ha arrastrado
una toalla de baño por la leche, manchándola toda.
—¿Eso es chocolate? —pregunto, señalando la sustancia marrón que gotea
sobre el granito.
—Quería leche con chocolate —dice Holly mientras se le llenan los ojos de
lágrimas—. Y Johnny derramó la leche por todas partes.
—Se cayó —insiste Johnny. Le tiembla la voz—. La jarra estaba llena y pesaba,
y se cayó. No podía hacer que dejara de salir.
—No te enfades —suplica Holly, y me doy cuenta de que debo de ser un
auténtico idiota si mis hijos tienen tanto miedo de meterse en problemas por un error
tonto.
—No estoy enfadado. —Respiro hondo, observando la escena—. Parece que
tienen que ir a cambiarse de ropa porque se han mojado.
—Sí. —La voz de Johnny ya está mucho más calmada—. Realmente nos salpicó.
—¿Podemos ponernos la pijama?
Levanto las cejas mirando a mi hija.
—¿Antes de las seis de la tarde? Claro, si quieres. Ve a ponerte cómoda y yo
limpiaré esto.
—Gracias, papá. —Holly se lanza alrededor de mis piernas y me abraza con
fuerza antes de salir corriendo a cambiarse.
Johnny, sin embargo, se queda atrás, con el rostro totalmente serio.
—¿Qué pasa? —le pregunto mientras tomo las toallitas de papel.
—Gracias por no gritar. —Camina arrastrando los pies—. Quiero decir, no
sueles gritar muy alto, pero no solemos cometer errores tan mal, y has estado muy
enfadado últimamente. Así que gracias por no gritar.
Y con eso, sale corriendo detrás de su hermana, y tengo que tomarme un
minuto para mí.
Sí, me he enfadado.
Me he sentido frustrado.

40
Y a partir de ahora, voy a dejar de desquitarme con mis hijos.

—Definitivamente es un puma.
Me giro al oír la voz de Lucky y enarco una ceja.
—¿Lo grabaste con la cámara?
—Sí, hace unos minutos, antes de que saliera el sol. Estaba cazando y se habría
llevado un ternero si no hubiéramos llegado antes. Vas a querer ver esto, jefe.
Me pongo de pie y recojo mi sombrero.
—Enséñamelo.
Asiente sombríamente, y nos apresuramos a salir al Jeep que compré el verano
pasado para momentos como éste, cuando necesitamos llegar rápido a algún lugar
de la propiedad y no hay un camino que tomar.
Es un viaje lleno de baches, pero no tardamos en ver a algunos de los nuestros
alrededor del cadáver.
—Tuve que disparar —dice Bruiser, pareciendo completamente miserable—.
Estaba a punto de acabar con ese ternero de ahí. Tenía que hacerlo.
—Bien, lo entiendo.
—Es una mamá —dice Lucky, y señala la línea de árboles donde tres cachorros
nos observan desde la maleza.
—Bueno, hijo de puta. —Inmediatamente saco mi teléfono y llamo a Chase. Mi
hermano es policía, no de Pesca y Vida Silvestre, pero sabrá a quién llamar para esto.
—Hey —responde.
—Necesito a alguien de Pesca y Vida Silvestre aquí de inmediato, y no sé a
quién llamar.
—Puedo encargarme de eso. ¿En qué parte del rancho estás?
Le doy nuestra ubicación y lo esencial de lo que está pasando.
—Es un maldito desastre, Chase.
—Yo también estaré allí. Danos treinta para llegar. No toques a esos bebés,
Rem.
—Lo sabemos bien —le aseguro y termino la llamada, volviéndome hacia mis
chicos—. Están en camino. No toquemos a esos cachorros.
—¿Qué pasará con ellos? —Bruiser quiere saberlo.
—Probablemente irán a un rescate de animales salvajes. —Me froto las manos
por la cara—. Mierda.
41 —No es caza furtiva —insiste Lucky—. Tenemos derecho a proteger la manada.
Por supuesto, no es caza furtiva, y el hecho de que Lucky sienta que tiene que
intervenir para defender a Bruiser me dice que respeta al otro hombre, porque todos
sabemos que Bruiser no cazó ilegalmente a ese puma.
—No, nadie tiene problemas. Sólo apesta que sea madre. Esos bebés aún no
están destetados.
—¿Quieres que nos quedemos aquí? —Bruiser pregunta.
—Sí, vamos a esperar para que todos podamos responder a las preguntas. Sólo
sé honesto, ¿entiendes? No hiciste nada malo y no tendrás problemas.
Bruiser, con cara de estar lleno de culpa, asiente.
Tal y como dijo Chase, treinta minutos después, dos vehículos salen al prado y
estacionan junto al Jeep.
Chase sale del todoterreno policial y otros dos hombres bajan del camión.
—Hola, Rem. —Nathan Price extiende su mano para que la estreche—. Siento
mucho todo esto.
—Tú y yo. —Le doy la mano y me vuelvo hacia el otro agente. No lo reconozco—
. Soy Remington Wild.
—Cole Sutton —responde y me estrecha la mano—. ¿Qué ha pasado?
—Voy a dejar que Bruiser lo explique. —Hago un gesto a mi ayudante de
rancho y retrocedo junto a Chase mientras lo escuchamos describir cómo vio al puma
en la cámara y cómo salió corriendo hacia el campo.
—Estaba preparada y lista para matar al ternero. Lleva un mes matando ganado
y teníamos que proteger al ternero. —Bruiser se pasa la mano por la cara—. Así que
le disparé, y cuando me acerqué, los oí.
A su gesto, nos volvemos hacia la línea de árboles, y Cole dice:
—Maldita sea.
—Tengo trampas en el camión —dice Nathan sombríamente—. Los llevaremos
a un santuario. Incluso podrían ser capaces de ser liberados de nuevo en la naturaleza
en algún momento.
—Sólo lejos de mi rancho.
—Va a haber papeleo —me advierte Nathan.
—Claro que sí. —Suena mi teléfono y al sacarlo veo que es mi madre—. Hola,
mamá.
—Hola, cariño. ¿Te olvidaste de la cita de Holly con el oculista?
Cierro los ojos. Sí, lo había olvidado con todo este lío.

42
—Mierda, sí, lo hice.
—No puedo llevarla porque tengo cita con el médico —dice—. Supongo que
podría cambiar la cita.
—No, lo resolveré. Dame un minuto.
Miro la hora y maldigo en voz baja. Tengo menos de una hora para llevar a mi
hija a su cita, pero no puedo salir del rancho hasta que todo este lío esté resuelto.
Así que llamo a mi hermana.
—Hola, hermano mayor favorito —me dice al oído.
—Recuerda que soy tu favorito, ¿okey? Necesito ayuda. Dime que hoy no
trabajas.
—Hoy no trabajo.
—Bien. ¿Puedes venir a buscar a Holly y llevarla a su cita con el oculista? Estoy
colgado aquí en el rancho.
—Claro. Dame una hora.
Cierro los ojos.
—No puedo. Tiene que estar allí en menos de eso.
—Jesús, Rem, avisa a una chica. Okey, me estoy recomponiendo y estaré allí
en breve.
—Le avisaré a mamá. Estoy en el pasto norte, así que no estaré en casa cuando
la recojas.
—Hablamos luego —dice antes de colgar.
—¿Estás bien? —Chase pregunta.
No. No estoy bien.
Pero fuerzo una sonrisa.
—Sí, genial. Vamos a ocuparnos de esto.

Tarda dos horas en responder a un millón de preguntas, atrapar a las crías y


enterrar el cadáver de la madre para que no atraiga a otros visitantes no deseados.
Cuando vuelvo a casa para retomar el trabajo administrativo en mi despacho,
Millie ya está llegando con los niños.
—Tengo que comprarme unas gafas —anuncia Holly al salir del auto de mi
hermana y correr hacia mí—. ¿Los niños de la escuela me van a llamar Cuatro Ojos?
—Sólo si son idiotas —le respondo y le doy un beso en la mejilla.
—La ayudé a elegirlos. Le van a quedar preciosos. —Millie sonríe a los dos
niños mientras se apresuran a entrar.
43 Hoy hace un frío primaveral, así que subimos los escalones detrás de ellos.
—Rem, tenemos que hablar.
—Un momento. —Levanto un dedo y encuentro a los niños en la sala de estar,
ya instalados para jugar a su juego—. ¿Están bien aquí un ratito? Quiero charlar con
la tía Millie.
—Estamos bien —me asegura Johnny—. Desayunamos en McDonald's de
camino a casa. Llegamos justo a tiempo, antes de que cambiaran al almuerzo.
—La abuela ya te había dado de desayunar.
Mi hijo me sonríe disimuladamente.
—Bien. Bien, terminaremos pronto.
Entro en mi despacho y cierro las puertas tras de mí.
—Bien, ¿qué pasa? ¿Tienes problemas?
Millie frunce el ceño.
—¿Eh? No, ¿por qué? ¿Qué has oído? No ha sido culpa mía. Los estúpidos
turistas estaban siendo idiotas, y yo sólo...
Se interrumpe y ladea la cabeza.
—Eso no es lo que querías decir, ¿verdad?
—No, pero ahora quiero saber sobre los turistas idiotas.
Se ríe y sacude la cabeza.
—No es para tanto. No tengo problemas, Rem. No quería hablar contigo por
eso.
—Bien.
—Tus hijos te echan de menos.
—Perdona, ¿qué?
—Mira, nunca he sido nadie para decirte cómo criar a tus hijos. Diablos, yo era
una niña cuando Johnny nació, y eres un gran padre. Realmente lo eres. Pero tus
responsabilidades aquí en el rancho son enormes ahora, Rem. Compraste diez mil
acres más al oeste el año pasado, lo que significa más trabajo. Papá decidió que como
ahora el rancho da siete cifras de beneficios al año, podía jubilarse, lo cual es
estupendo para él, pero eso significa mucho más trabajo para ti porque ahora tú estás
al mando.
—Gracias por el resumen.
—Tienes mucho pasando, y sí, mamá ayuda con los niños una tonelada, pero
incluso ella sólo puede hacer una parte. Hoy les he preguntado a los niños qué has
hecho en las vacaciones de primavera, y Holly me dijo que apenas te ha visto en toda
la semana porque te vas antes de que se levanten por la mañana y llegas a casa a la

44
hora de cenar.
—Como dijiste, estoy dirigiendo un negocio aquí, Mill.
—Pero tienes hijos, y estas eran sus vacaciones de primavera, y se la han
pasado jugando videojuegos y ayudando a mamá en el jardín. No te lo digo para que
te sientas culpable.
—Sí, bueno, estás haciéndome sentir culpable. —Me froto una mano sobre el
dolor del pecho—. Mierda, Millie, lo hago lo mejor que puedo.
—Creo que necesitas una niñera —anuncia.
—¿Cómo contratar a otra persona para que esté con mis hijos va a darme
realmente más tiempo con mis hijos?
—Necesitas ayuda para llevarlos y traerlos de la escuela. Llevarlos a las citas.
Ayudarlos con los deberes y todas esas pequeñas cosas para las que no tienes tiempo.
Entonces, cuando estés aquí, podrás estar con ellos, y no preocuparte por toda la
mierda que no has hecho. Puedes pasar tiempo de calidad con ellos, Rem. Están
deseando eso contigo ahora mismo.
—Llevar un rancho no es un trabajo de nueve a cinco.
—Lo sé, y tú lo sabes. Pero son sólo niños, y te echan de menos. Has asumido
mucho más en el último año, y lo están sintiendo.
—Necesito ayuda. Mamá no da abasto, y de todas formas debería disfrutar de
su tiempo con papá.
—Sí, debería.
Me siento y golpeo con los dedos la parte superior de mi escritorio lleno de
cicatrices. Solía ser el de mi padre, y el de su padre antes que él.
Pienso en lo apresurado que siempre es todo cuando se trata de los niños, y en
cómo no soy capaz de disfrutar de ellos, ni ellos de mí, porque siempre parece que
vamos de un lado para otro con la cabeza cortada.
—Bien. Contrataré a una niñera. Pero tiene que ser alguien con buena
reputación y de confianza. No un niño.
—De acuerdo —dice Millie, asintiendo—. Voy a mantener los ojos y los oídos
abiertos, y te mantendré informado.
—Hazlo, porque para lo último que tengo tiempo es para buscar una niñera.
—Tengo tiempo —dice con una sonrisa brillante—. Déjamelo a mí.
—Trato hecho.

45
Capítulo Cinco
Erin
46 —Tienes que estar bromeando. —Me inclino hacia delante y apoyo la frente en
el volante con absoluta desesperación. En los últimos días ha hecho demasiado frío
para pasear por la ciudad para ir al trabajo o a hacer recados, gracias a una tormenta
primaveral que ha pasado y nos ha recordado que, aunque la estación haya
cambiado, el invierno sigue agarrado con sus uñas heladas.
Pero a mitad de camino a casa desde la tienda de comestibles, mi auto decide
simplemente dejar de funcionar.
Está muerto. Más muerto que un clavo.
—Mierda. Mierda. Mierda.
Tengo el maletero lleno de comida que necesito guardar en casa, y estoy al
menos a tres kilómetros de mi apartamento. Contenta de que mi padre insistiera en
que invirtiera en el seguro de asistencia en carretera, busco la tarjeta en la guantera
y llamo al número gratuito.
—Una hora —repito cuando me dicen cuánto tendré que esperar—. Bueno, al
menos mi helado no se derretirá.
—Enviaré a alguien lo antes posible. El conductor llamará o enviará un mensaje
cuando esté de camino —me aseguran antes de que termine la llamada.
Respiro hondo, lo expulso y frunzo el ceño porque puedo ver mi aliento en el
aire frío. Hace un frío de mil demonios. La semana empezó bastante bien en cuanto al
tiempo, pero ahora parece febrero otra vez. Y, por supuesto, no me he traído guantes
ni gorro, porque pensaba ir simplemente del auto a la tienda y viceversa.
Justo cuando me planteo caminar dos manzanas hasta un restaurante para
sentarme a esperar a la grúa, suena mi teléfono.
—Hola, soy Peter de A-1 Towing. Estaré allí en unos diez minutos.
—Oh, gracias a Dios. Te lo agradezco.
—No hay problema. Hasta pronto.
Mis dientes acaban de empezar a castañear cuando la grúa se detiene delante
de mí y un hombre alto, muy guapo sale del lado del conductor y camina hacia mí.
Me bajo para hablar con él y para que la circulación se mueva en mis piernas.
—No sé qué pasa —empiezo—. Simplemente se paró, y apenas pude hacer que
se detuviera a un lado de la carretera.
—Interesante —dice, mirando mi auto—. No es un batidor.
—No, en realidad sólo tiene unos años, pero no parece que le guste el clima
invernal.
Peter sonríe.
—No lo culpo. Bueno, haré que lo remolquen al taller de Brooks, al otro lado de
la ciudad, y te lo arreglarán.
47 —Te lo agradezco. Pero tengo comestibles en la parte de atrás.
Peter asiente.
—Te llevaré a tu casa primero, si te parece bien.
— ¿En serio? Eso sería increíble.
—Hagámoslo —dice, y en poco tiempo tiene mi auto sujeto a su camioneta, y
yo estoy en el asiento del copiloto, dándole indicaciones para llegar a mi
apartamento—. Vives encima del garaje de Roger.
—Sí, lo hago. ¿Conoces a Roger?
—Por supuesto, es un pueblo pequeño. Te ayudaré a subir la compra.
—No pasa nada. Necesito el ejercicio de todos modos. Pongamos las bolsas en
la acera y haré viajes.
Peter parece agradable, pero sé que no debo dejar entrar a extraños en mi
casa.
—Lo que quieras —dice encogiéndose de hombros y me ayuda a descargar la
compra. Me acuerdo de recoger el bolso y las pocas cosas personales que tengo en
el vehículo antes de que Peter se marche, en dirección al garaje.
—Genial —murmuro mientras cargo más bolsas de las que debería y me dirijo
a las escaleras que llevan a mi casa—. Otro gasto. Espero que esto no me cueste un
ojo de la cara porque apenas puedo hacer frente a todas las facturas que tengo tal y
como están las cosas.
Después de tres viajes, todo está arriba y estoy sin aliento.
Así que me apoyo en la encimera y recupero el aliento.
—Bien, pues necesito hacer más ejercicio. —Me quito el jersey y me pongo a
guardar mis cosas. Justo cuando cierro la puerta del armario de lo que he convertido
en despensa, suena mi teléfono.
—¿Hola?
—¿Eres Erin Montgomery?
—Sí, soy yo.
—Hola, soy Brooks. Soy del garaje donde remolcaron tu auto, y he echado un
vistazo a tu auto.
—Vaya, eso fue rápido.
—Sí, bueno, no fue difícil de encontrar. ¿Estás sentada?
Parpadeo y frunzo el ceño.
—¿Debería?
—Yo lo aconsejaría, sí.

48
De mala gana, me dejo caer al borde de mi sofá.
—Bien, dame con ello.
—Bueno, parece que tuviste un fallo informático completo, que es
honestamente algo que nunca he visto. No hasta este punto, al menos.
—Genial. —Cierro los ojos y respiro hondo—. ¿Cuánto costará esto?
Suelta un suspiro.
—Van a ser un par de miles, por lo menos. Todavía estoy diagnosticando otras
cosas, pero sí, unos cuantos miles. Puedo tener una estimación más completa para
mañana, pero no quiero engañarte. Te enfrentas a mucho dinero.
Claro que sí.
—¿Merece la pena arreglarlo?
—Supongo que eso depende de ti, ¿no? Si fuera mi auto, probablemente lo
arreglaría, sí. Pero, si fuera el auto de mi mujer, no sé si volvería a confiar en él.
Podrías venderlo por piezas y comprar otro auto.
Claro, si tuviera dinero para pagar el auto.
—Okey, voy a pensarlo.
—Me pondré en contacto mañana con una estimación más precisa. Siento las
malas noticias.
—Sí, gracias.
Cuelgo y dejo el teléfono a un lado, frotándome la cara con las manos. No
quiero usar el dinero de mi padre.
Pero necesito un auto fiable. El tiempo es demasiado inestable aquí para
depender de poder caminar.
Tendré que buscarme un segundo trabajo y estirar lo que tengo.

—Mierda, hace frío. —Entro corriendo en la cafetería a la mañana siguiente,


frotándome las manos enguantadas—. De verdad que frío.
—¿Has venido caminando? —pregunta Millie con el ceño fruncido—. Por el
amor del Viejo Invierno, Erin, no puedes andar por ahí con eso.
Miro hacia atrás y veo que la nieve cae de lado, gracias al viento.
—Tuve que hacerlo —respondo, y me apresuro a quitarme el abrigo y las botas
y a ponerme el delantal para ir a trabajar. Cuando vuelvo, Millie está abarrotada de
clientes, así que me pongo inmediatamente a ayudar.
Nos mantenemos ocupadas durante la hora punta del almuerzo, y vamos y
49 venimos entre tomar pedidos y servirlos.
Finalmente, cuando hay una pausa, ambas respiramos y observamos el
desorden que nos rodea.
—Guau. —Parpadeo ante las migas, el café derramado y otros restos en el suelo
de baldosas—. Parece que hubo una batalla.
—La hubo —dice—. Y ganamos. Buen trabajo.
Justo cuando sonrío a Millie, se abre la puerta y entra un grupo de chicos. Millie
se pone rígida a mi lado.
—Los turistas idiotas —sisea, y siento que mis ojos se entrecierran en rendijas.
—Yo me encargo —le aseguro.
—Lo tenemos —responde cuando el líder del grupo -con unos brillantes ojos
negros y azules- se acerca—. ¿En qué podemos ayudarte?
—Mierda, eres tú —se burla.
—Sí, soy yo. Ahora, podemos resolver esto de dos maneras. O tú y tus amigos
pueden ser amables, o pueden irse.
—¿Yo? Siempre soy amable —responde y mira descaradamente a Millie de
arriba abajo de la forma más espeluznante que existe, luego vuelve su mirada hacia
mí—. Ahora, tú estás buena. Y no eres tan habladora.
Levanto una ceja antes de empezar a reír. Me río tanto que tengo que sujetarme
el estómago.
—¿Habladora? Oh, cariño, no tienes ni idea de lo habladora que puedo llegar
a ser.
—Vámonos, hombre. —Uno de los tipos que están detrás le da un golpecito en
el hombro al idiota del líder—. Podemos tomar café en otro sitio.
—Al diablo con eso. Lo quiero de aquí. ¿Qué pasa con las zorras de este pueblo
que son unas perras?
Sin decir palabra, saco el teléfono del bolsillo trasero y marco el 9-1-1.
—Habla Erin de Bitterroot Valley Coffee Co. Necesitamos ayuda.
—Oh, por favor —se burla, pero empieza a retroceder un par de pasos—. ¿Vas
a delatarme? Jesús, qué grupo de bebés lloronas. Supongo que no son tan valientes
cuando no tienen a un idiota preparado para librar sus batallas, ¿verdad?
Hay varios clientes de pie, esperando a intervenir si este imbécil se pasa de la
raya y nos pone la mano encima.
Espero que lo haga, porque me encantaría que le dieran una patada en las
bolas.
—No necesito que nadie de luche por mí —dice Millie con calma—. Pero no me
50 acosarán, ni aquí en mi trabajo ni en ningún otro sitio. Esta es mi casa. Esta es mi
gente. Y tú no eres más que un bichito molesto.
Justo cuando da un paso adelante, la puerta se abre de golpe y entra el hermano
de Millie, Chase, con la mano en el arma y fuego ardiendo en esos ojos color avellana.
—¿Cuál es el problema? —pregunta.
—Queremos que estos clientes sean acompañados afuera —respondo mientras
Millie sigue teniendo un concurso de miradas con el idiota en cuestión—. Han sido
maleducados y amenazantes, y no los queremos aquí.
—No soy maleducado —dice Idiota con una sonrisa burlona.
—Ya la has oído —dice Chase—. Vamos, chicos.
—Tengo derecho a estar aquí —insiste—. Todos lo tenemos. Este es un país
libre.
—Este —enfatiza Chase—, es un negocio privado, y se te ha pedido que te
vayas. No me obligues a arrestarte por allanamiento.
—Pequeña perra —le gruñe a Millie—. No has hecho más que causarme
problemas en este viaje, y vas a pagar por ello, ¿me oyes?
—Dios mío —dice uno de los otros con exasperación—. ¿Por qué no puedes
mantener la boca cerrada?
—Pensándolo mejor, creo que te arrestaré por allanamiento, alteración del
orden público y agresión verbal. ¿Quieren presentar cargos, señoras?
—Sí —respondemos al unísono justo cuando Imbécil lanza un golpe a Chase,
que lo esquiva fácilmente y tuerce el brazo de Imbécil detrás de su espalda mientras
Chase busca sus esposas.
—Añadamos agresión a un agente —dice Chase con un guiño para Millie y para
mí—. Nos llevaremos a tus amigos para que paguen tu fianza o se vayan sin ti. En
cualquier caso, no me importa mientras se larguen de mi ciudad. Vamos, chicos.
—Eres un hijo de puta imbécil —le dice el callado a su amigo Idiota mientras
todos salen por la puerta.
—Bueno —dice desde la esquina Polly, la dueña de la tienda de vestidos más
lindos de la ciudad—. Casi me acerco para darle un puñetazo a ese tipo.
Polly no mide más de metro y medio, y no puede pesar más de cuarenta y cinco
kilos, pero puedo ver por su mirada que es una fuerza a tener en cuenta.
—Chase debió estar cerca —dice Millie después de tragar saliva. Sé que ese
matón la puso nerviosa, y odio ver eso—. Me alegro de que viniera rápido.
—Lo estabas manejando —le aseguro—. No es más que un matón.
—Sí, lo sé. Espero que se vayan a casa y se larguen de mi ciudad.

51
—Chase los echará —grita otro cliente. Echo un vistazo y veo que es Peter, el
conductor que me ayudó ayer con el auto—. Pero si quieres que alguien te acompañe
a casa más tarde, díselo a uno de nosotros.
—Gracias, Pete —dice Millie con un guiño—. Eres el más dulce. Bueno, todos,
volvamos a lo nuestro.
Entendiendo su indirecta, todo el mundo vuelve a lo que estaba haciendo antes
del incidente, y Millie y yo empezamos a limpiar el desorden de nuestro ajetreo
anterior.
—Oye, tengo una pregunta —digo mientras escurro un trapo en el fregadero—
. ¿Sabes de algún sitio que esté contratando a tiempo parcial?
Millie me mira con el ceño fruncido.
—¿Por qué lo preguntas?
—Necesito un segundo trabajo. —Suspiro y limpio la encimera junto a la
cafetera exprés—. Mi auto ha decidido ponerse dramático y necesita un lote de
atención, así que necesitaré otra fuente de ingresos durante un tiempo.
—¿Ah, sí? —Millie se apoya en la encimera y me sonríe—. Puede que sepa de
algo perfecto, pero primero tengo que preguntarte si te gustan los niños.
—Uh, ¿seguro? ¿Por qué siento que es una pregunta capciosa?
—No lo es. Es una pregunta honesta.
—Me gustan los niños. Tengo primos más jóvenes que yo, y siempre estábamos
de niñeras y esas cosas. ¿La escuela está contratando o algo así?
—No sabría decirte, pero sí sé que mi hermano mayor, Remington, está
buscando una niñera que lo ayude en el rancho. Holly y Johnny son los niños más
amables, educados e increíbles del planeta.
—Seguro que sí. —No puedo evitar sonreír por lo orgullosa que suena Millie.
—Es padre soltero y, como los niños crecen y tienen más actividades y demás,
ya no puede arreglárselas solo. Al final lo convencí para que contratara a alguien, y
sé que eres de total confianza.
—¿Sabes cuál sería el horario?
—No estoy segura, pero creo que podrías arreglarlo. Sé que le gustaría tener
ayuda, ya sea por las mañanas para llevarlos a la escuela, o cuando salen de la escuela
hasta la hora de la cena.
—No parece muy difícil.
—No creo que sea difícil en absoluto —me asegura Millie.
—No quiero tener que dejar este trabajo. Me gusta aquí, y de lo que se trata es
de tener ambas fuentes de ingresos.
—Bueno, si quiere que tome las tardes, cambiaré turnos contigo para que
salgas del trabajo antes de que termine la escuela.
52 Me muerdo el interior del labio, pensándolo.
—Estaría bien tener esa flexibilidad.
—Ve a reunirte con él —sugiere Millie—. Puedes hacerte una idea, y si te
gustan él y los niños, acepta el trabajo. Si no, no pasa nada.
—Creo que es una gran idea.
—Impresionante. —Millie rebota sobre los dedos de los pies mientras saca su
teléfono del bolsillo—. Le estoy enviando un mensaje ahora mismo para ver cuándo
está disponible para charlar.
—Espera. Ahora mismo no tengo auto. No tengo una manera de conducir de
ida y vuelta al rancho.
—Tengo uno para prestar —dice Pete mientras tira su basura en la papelera
junto a nosotras—. Puedes tomarlo prestado hasta que tu auto esté listo.
Atónita, miro a Pete con sorpresa.
—¿En serio?
—Claro. Está ahí parado. Probablemente necesita ser conducido. Lo
estacionaré aquí delante dentro de media hora.
—Mierda, qué maravillosos son todos conmigo.
—Ahora eres una de las nuestras —dice Pete con un guiño y se da la vuelta para
salir por la puerta.
—Pete está bueno y es agradable —le digo a Millie mientras me doy la vuelta.
—Lo sé —responde con un suspiro—. Es una pena que esté casado. Bien, Rem
dice que puede quedar contigo mañana por la mañana sobre las nueve, pero espera
que puedas ir al rancho porque tiene algo que hacer allí después. Claro que lo tiene.
Millie pone los ojos en blanco y yo sonrío.
—Sí, puedo encontrarme con él en el rancho a las nueve, ahora que tengo un
auto prestado.
—Genial, se lo diré. —Millie teclea su mensaje y guarda el teléfono—. Te daré
las indicaciones para llegar al rancho. No es difícil de encontrar, pero está lejos de la
ciudad. Vas a conducir mucho, debo advertirte.
—¿Has estado alguna vez en Seattle? Está todo desparramado, y si quieres ir a
algún sitio, tienes que conducir mucho. No es gran cosa.
—Dios mío, a los niños les vas a encantar. Lo sé.

53 Okey, así que el auto que me ha prestado Pete es un poco viejo y hace un par
de ruidos raros, pero funciona, y la calefacción también, así que no me quejo. La
carretera de la ciudad al rancho está helada en algunos puntos, así que me lo he
tomado con calma.
Lo último que necesito es poner un auto que ni siquiera poseo en la cuneta.
Finalmente, veo la señal del rancho Wild River que Millie me describió y entro
en el camino de entrada.
Esto es bonito, con muchos árboles y arbustos de hoja perenne cubiertos de
nieve. Hay una familia de tres ciervos junto al camino de entrada, observándome
mientras paso.
La tormenta ha pasado, y espero que hoy haga un día cálido para derretir lo
que queda de hielo y nieve, pero tengo que admitirlo, es tan bonito aquí en el rancho,
todo reluciente de hielo.
Siguiendo las indicaciones de Millie, me mantengo a la izquierda cuando el
camino se bifurca. Me dijo que si iba a la derecha, me encontraría con la nueva casa
de sus padres y la pequeña cabaña en la que vive su otro hermano, Brady.
Remington y sus hijos viven en la granja, ahora que él se encarga de todo en el
rancho y su padre se ha jubilado. Además, sus padres querían una casa más pequeña
de la que ocuparse.
Justo lo que mis padres están pensando hacer.
Giro a la izquierda y me encuentro con una gran granja. Parece sacada de un
cuadro de Currier e Ives, tan clásica y.... robusta. El exterior es marrón con una gran
chimenea de piedra. Las contraventanas de las ventanas son rojas y parece que
alguien las ha pintado recientemente durante el verano.
Hay un Jeep en la entrada, junto a un gran todoterreno en el que parece que
cabrían fácilmente seis niños. A la derecha hay un garaje grande, y como la puerta
está levantada, veo que hay un camión dentro.
Me imagino esta casa en Navidad, cubierta de luces y guirnaldas. Los árboles
de hoja perenne más pequeños del camino de entrada serían magníficos con ristras
de luces.
Y cuando contemplo el campo y veo ganado negro, sonrío.
Parece que deberíamos ir sobre la nieve en trineo.
Con una amplia sonrisa, subo a grandes zancadas los escalones, que han sido
limpiados y descongelados hace muy poco, y llamo al timbre.
Antes de que pueda retroceder para esperar pacientemente una respuesta, la
puerta se abre de golpe y mi corazón se detiene.
—Gruñón.
54
Capítulo Seis
Remington
55 —¿Estás perdida? —No sé qué tiene esta mujer, pero mi cuerpo zumba cada
vez que estoy cerca de ella.
Y no tenía ni idea de que este era la persona a la que Millie me enviaba para
entrevistarla como posible niñera.
No me jodas. ¿Cómo se supone que voy a tenerla en mi casa todo el tiempo y
mantener las manos quietas?
—No —dice con una sonrisa—. ¿Consigues mucha gente que se pierde por
aquí? Porque es un infierno conducir desde la ciudad para encontrarse perdido.
—No, no vienen muchos perros callejeros. Entra —le respondo y doy un paso
atrás, luego cierro la puerta y la sorprendo frotándose las manos—. ¿Tienes frío?
—Un poco —confiesa encogiéndose de hombros—. Siento frío desde que
llegué en diciembre. No pasa nada, con el tiempo me adaptaré al clima. Tienes una
casa preciosa.
Me vuelvo para mirar la casa en la que crecí a través de sus ojos. Aparte de
algunos muebles nuevos aquí y allá, y una mano de pintura, no ha cambiado mucho
desde que era niño. La misma lámpara de araña cuelga en el vestíbulo sobre una
alfombra desgastada. A la derecha está la cocina y el salón, y a la izquierda, mi
despacho. Hago un gesto hacia allí, la conduzco dentro y cierro las puertas tras
nosotros.
—Gracias por venir hasta aquí. —Tomo asiento tras el escritorio y la veo
pasearse lentamente hasta la silla de enfrente, sus ojos recorren mis estanterías, los
cuadros y fotos de la pared y la ventana a mi espalda. Su jersey verde se ciñe
perfectamente a cada curva de su cuerpo, sin dejar nada a la imaginación. Me siento
aliviado de estar sentado—. Siéntate.
—Bien. Así que, eres Remington. Y yo que pensaba que te llamabas
simplemente Gruñón.
—Y tú eres Erin. No Doc en absoluto.
Esos labios suyos se inclinan hacia un lado.
—Culpable. Soy Erin Montgomery, y en serio amo a tu hermana.
Me siento y pongo las manos delante de mí.
—Todo el mundo ama a mi hermana. Supongo que empezaré diciéndote lo que
necesito, y partiremos de ahí.
—Suena muy bien.
—Tengo dos hijos, y los dos van al escuela. Me resulta todo un reto alejarme
del rancho para llevarlos y traerlos de la escuela, ocuparme de los deberes y las
comidas, y seguir divirtiéndome también con ellos.
—Ya lo veo —dice, asintiendo lentamente—. Por lo que Millie me dice, tu
rancho está muy ocupado.

56 —Sí, eso es quedarse corto. Pero no sé cómo puedes ayudarme si no piensas


dejar la cafetería. Seguirás trabajando cuando acaben las clases.
—Cambiaré con Millie —responde fácilmente—. Ya se ha ofrecido. Haré el
turno de la mañana y saldré una hora antes de que acaben las clases. Será el momento
perfecto para correr a casa, cambiarme y llegar hasta ellos. Aunque no creo que
pueda hacerlo por las mañanas. Así que, si necesitas a alguien para las dos cosas,
quizá no nos convenga.
Respiro, pensándolo bien. El mero hecho de tener a alguien que haga la
recogida por la tarde sería de gran ayuda.
—Creo que puedo seguir dirigiendo por las mañanas, si decidimos que es
mutuamente beneficioso.
Erin me mira con sus alegres ojos verdes mientras le explico el salario, lo que
espero y lo que no toleraré en absoluto. Cuando llego al final de mi discurso, su
sonrisa crece.
—Creo que todo eso suena perfectamente razonable.
—¿Puedes empezar el lunes? Por supuesto, le pediré a mi hermano que
compruebe tus antecedentes para asegurarme de que no hay ninguna orden de
arresto contra ti, pero si todo va bien, estás contratada.
—Genial, pero antes de aceptar oficialmente el trabajo, ¿puedo conocer a los
niños?
—Por supuesto. —Me pongo de pie, feliz y aliviado a la vez de que haya pedido
conocerlos antes de aceptar. Me demuestra que esto no es sólo un sueldo extra para
ella—. Sígueme. Mi madre está en la cocina con ellos ahora mismo.
Pasamos a la cocina, donde mi madre está poniendo el lavavajillas.
—La abuela nos hizo tortitas —dice Holly con deleite mientras mastica y se
vuelve hacia Erin—. Yo soy Holly. ¿Cómo te llamas?
—Encantada de conocerte, Holly. Soy Erin. Parecen unas tortitas deliciosas.
—Puedes comer un poco —ofrece Johnny—. La abuela hace las mejores.
—Por muy tentador que sea, tendré que pasar por hoy. Tú debes ser Johnny. —
Me gusta cómo sonríe a los niños. Es cálida y no es falsa.
Siempre se nota cuando a la gente no le gustan los niños y sólo son amables
porque es lo que se espera de ellos. Y mis hijos también notan la diferencia.
—Hola, Erin —dice mamá con una sonrisa—. Soy Joy, la mamá de Remington.
Estoy a punto de dejar de molestarte, Rem. Me voy a la peluquería.
—Gracias por venir, mamá —le contesto y le beso la mejilla antes de que se
marche.
—¿Dónde vives? —Holly le pregunta a Erin.
57 —En la ciudad, en un apartamento encima de un garaje —responde Erin y se
apoya en la encimera, acomodándose para hablar con los niños—. Y trabajo con su
tía Millie en la cafetería.
—De mayor quiero trabajar en una cafetería —decide Holly—. También quiero
tomar clases de ballet. Tengo amigas en la escuela que lo hacen y parece muy
divertido. Mira, incluso puedo hacer ya algunos de los movimientos.
Holly, siempre tan artista cuando hay gente nueva cerca, salta de su taburete y
empieza a dar vueltas, con los bracitos en alto y por encima de la cabeza, y veo que
se dirige directamente a la esquina de la encimera.
Erin también debe sentirlo, porque empieza a avanzar igual que yo para evitar
el golpe en la cabeza, pero los dos llegamos demasiado tarde. Holly choca contra la
esquina y su nariz empieza a sangrar.
—No pasa nada —dice Erin, completamente tranquila, mientras toma una toalla
y se la acerca a Holly a la nariz—. Oye, no pasa nada. Sé que duele. Lo siento. Vamos
a parar la hemorragia y a hacer que te sientas mejor. Johnny, ¿podrías traerme un par
de cubitos de hielo del congelador?
Todavía estoy a punto de intervenir, pero veo que Erin lo tiene todo bajo
control, así que me quedo atrás y observo cómo lo maneja.
—Auch —grita Holly.
—Lo sé, cariño. —Erin arrastra la mano por el cabello de Holly mientras
mantiene la presión sobre su nariz. Johnny toma el hielo y se acerca corriendo con
unos cubitos en las manos. Erin lo envuelve expertamente en la toalla y lo presiona
contra la nariz de Holly una vez más—. Ya ha dejado de sangrar. Ahora, este hielo va
a ayudar a que se sienta mejor.
Holly ya no llora y observa a Erin con sus grandes y húmedos ojos marrones.
—¿Cómo supiste hacer eso? —Johnny pregunta.
—Bueno, tengo una familia muy numerosa, y siempre había alguien que recibía
un golpe en la cara y le sangraba la nariz cuando crecíamos. Eso es lo que pasa
cuando lanzas balones de fútbol y de béisbol y todo tipo de cosas cuando se supone
que no debes hacerlo. Duele mucho, pero esto ayuda.
—Puedo sostenerla —dice Holly mientras toma la toalla entre sus manitas—.
¿Así?
—Sí, justo así. Buen trabajo. —Erin asiente y da un paso atrás, todavía sonriendo
a los niños.
—No siempre es tan torpe —dice Johnny—. Sólo estaba presumiendo.
—Huh. —Erin frunce el ceño y mira alrededor de la habitación—. Yo no veo
ningún torpe aquí. Sólo veo a una niña a la que le encanta bailar. Mi tía es bailarina
58 profesional. Tiene una escuela de danza en Seattle. Creo que te encantaría aprender
a bailar, Holly.
Eso arranca una enorme sonrisa a mi hija, y sé sin lugar a dudas que Erin sería
una gran incorporación a la vida de mis hijos. Puede que me cueste mantener las
manos quietas porque es jodidamente preciosa y me hace sentir cosas que hacía
mucho tiempo que no sentía.
Demonios, quizás nunca.
Pero por mis hijos, puedo sufrirlo.
Incluso Johnny sonríe cuando Erin se acerca y le alborota el cabello.
—Bueno, chicos, será mejor que me vaya porque tengo que trabajar esta tarde,
pero puede que los vuelva a ver pronto, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —responden al unísono, y acompaño a Erin a la puerta para que
recoja sus cosas y luego a su auto, que miro con recelo.
—¿Este es tu auto?
Erin suspira.
—No, es un préstamo. Mi auto está en el taller y no sé cuándo me lo devolverán.
Brooks está tratando de encontrar algunas respuestas para mí. Mientras tanto, Peter
tuvo la amabilidad de prestarme este.
—No quiero que mis hijos viajen en ese montón de óxido.
Erin frunce el ceño.
—Funciona muy bien.
—Puede ser, pero cuando lleves a mis hijos, los quiero en un vehículo que sé
que está en perfecto estado. Te llevarás mi Suburban.
Sus ojos vuelan hacia mi gran todoterreno y luego hacia mí.
—Pero ese es tu auto. No puedo quitarte el auto así como así.
—También tengo el Jeep, así que no es gran cosa.
—Esto es ridículo. El auto está bien.
—No para mis hijos —replico negando con la cabeza—. Te dejaré el
todoterreno mañana. Eso si aceptas el trabajo.
—Me gustan mucho tus hijos —admite con una sonrisa—. Son adorables y no
son monstruitos. Su padre tiene algunas vibraciones alfa, pero puedo lidiar con eso.
Me gusta su boca inteligente. Quiero morderla. Pero por ahora, me meto las
manos en los bolsillos.
—Los niños salen de la escuela a las 3:00. Querrás estar en la fila de recogida
sobre las 2:30.
—Entendido. —Asiente y se dirige a la puerta del conductor—. Estaré allí para
59 recogerlos el lunes por la tarde. Que tengas un buen fin de semana.
Saluda con la mano y arranca, el auto hace todo tipo de ruidos mientras baja
por el camino de entrada. Absolutamente no quiero que mis hijos viajen en esa cosa.
Demonios, ni siquiera me gusta que Erin vaya en él.
Brady me seguirá a la ciudad mañana para dejar el Suburban y traerme de
vuelta al rancho.

—Rem ha contratado a una niñera —anuncia Millie a la familia en la cena de esa


misma noche. Estamos todos sentados alrededor de mi gran mesa de comedor,
terminando una cena de pollo frito con todos los ingredientes que mi madre preparó
desde cero—. Mi amiga, Erin. Es la mejor, y ya me dijo que le encantó conocer a los
niños.
—¿Erin? —Chase levanta la cabeza—. Me gusta mucho. Es alegre y simpática.
Y es caliente.
—¿Por qué no llevo a los niños afuera a jugar con sus nuevos drones? —sugiere
papá, levantándose de la mesa—. Vamos a buscar unas vacas y a ver si vemos también
otros animales.
—¡Sí!
Los dos niños corren detrás de mi padre por la puerta trasera hacia el patio.
—Esos drones fueron un regalo genial —le dice Millie a Ryan, que está sentado
frente a mí—. Están en el cielo. Será divertido hacerlos volar por el rancho.
—Tenía que traerles algo divertido —dice Ryan encogiéndose de hombros.
—Háblame más de la hermosa Erin —dice Brady, moviendo las cejas.
—No —respondo secamente—. Mantén tus manos lejos de mi maldita niñera.
—Bueno, veo que Rem es el encantador de siempre —dice Ryan, ganándose
una mirada fulminante por mi parte—. La última vez que lo comprobé, aún no iba
contra la ley salir con alguien, aunque fuera una niñera.
—Eres un maldito listillo —le respondo—. ¿Y cómo sabes si soy encantador o
no? No has estado en casa en dos putos años. Así que, ¿por qué ahora?
—Que elija tener un trabajo que no sea aquí, en Bitterroot Valley, no significa
que no quiera venir a ver a mi familia.
—A mí me lo parece. —Estoy tan jodidamente enojado. Quiero darle un
puñetazo en la cara—. Entonces, ¿qué demonios estás haciendo aquí?
Ryan se me queda mirando, con cara seria, y se limpia la boca con la servilleta.
—¿Sabes qué? Creo que me iré a casa.

60
—No. —Millie golpea la mesa con el puño, llamando nuestra atención—. No. Te
quedarás porque, como Rem acaba de señalar en un realmente modo de mierda, no
te hemos visto en mucho tiempo, y te echamos de menos. Rem, tienes que calmarte
de una puta vez.
—Mis hijos ni siquiera te conocen —digo, con voz uniforme ahora—. Y quieren.
Preguntan por ti. Puede que disfruten de tus regalos caros en el momento, pero eso
no es lo que quieren de ti, Ry. Sólo te quieren a ti. Así que, la pregunta sigue en pie.
¿Por qué estás en casa ahora, y cuánto tiempo pasará hasta que te vayas, y tenga que
decirles a los niños que no sé cuándo volverán a verte?
Ryan exhala un suspiro y se hunde las yemas de los dedos en los ojos. Nadie se
opone a la pregunta esta vez, porque sé que todos se preguntan lo mismo.
—Nos gusta tenerte aquí —añade Brady.
—Estoy en casa indefinidamente —dice finalmente Ryan con un suspiro de
cansancio—. Puedo trabajar desde cualquier sitio, y he decidido que ésta tiene que
ser mi base durante un tiempo. ¿Por qué? Mierda, no lo sé. Mi instinto me dice que es
aquí donde tengo que estar porque los echo de menos a todos y quiero estar aquí.
Jesús, quiero subirme a un caballo y marcar algunos terneros.
—Eso será dentro de un par de semanas —dice mamá, secándose una lágrima
del ojo—. Nos vendría bien tu ayuda.
No me fío. No estará aquí mucho tiempo.
Nunca lo hace.
—Quiero jugar con los drones —dice Chase, levantándose de la mesa—. ¿Por
qué los niños deben tener toda la diversión?
—Estoy contigo —añade Brady y se une a Chase. Mamá y Millie también salen,
dejándome aquí con Ryan.
Durante un largo minuto, nos miramos por encima de la mesa. Sí, es bueno
verlo. Pero estoy tan enfadado con él que quiero patearle el trasero.
—Me la ganaré —dice al fin.
—¿Qué?
—La confianza. —Exhala un suspiro y parece más emocionado de lo que lo he
visto desde que perdimos el campeonato estatal de fútbol en mi último año—. Sé que
llevará tiempo, pero me la ganaré.
—Llevará tiempo —me hago eco con un movimiento de cabeza—. Mierda,
vamos a jugar con los drones.
Ryan sonríe.
—Tengo un par más para el resto de nosotros.
—Sácalos.

61 —Debería haber ido a buscarlos yo mismo. —Apoyo el pie en el último peldaño


de una valla mientras Brady y yo vemos a Ryan trabajar con una yegua en la pista—.
Hoy ha sido un día más lento y podría haberme escapado a recogerlos.
—La mayoría de los días no serán tan relajados, ya lo sabes —responde
Brady—. Deja que se acostumbren unos a otros. Erin tiene tu auto y, por lo que he
oído, es una chica competente. Deja de preocuparte tanto.
Sonrío y miro el teléfono. Ya debería estar en la fila para recogerlos.
—Obviamente no tienes hijos. En la vida todo son preocupaciones, amigo mío.
—Deja de mirar tu teléfono. Jesús, ¿has puesto un rastreador de localización en
el suyo o algo así?
—Espera, ¿puedo hacer eso?
Brady pone los ojos en blanco.
—No, acosador, no puedes. Es una invasión de la privacidad.
—Voy a mandarle un mensaje y preguntarle dónde está.
Yo: ¿Llegaste a la fila de recogida?
—Eso es, fastidiarla el primer día —dice Brady mientras mi teléfono suena con
una respuesta.
Es una selfie de ella en mi auto.
Erin: ¡Estoy aquí!
—Oye, es caliente —dice Brady, mirando por encima de mi hombro—. ¿Sus
ojos son... verdes?
—Sí. —Me aclaro la garganta—. Ojos verdes, cabello castaño.
Los malditos labios más sexys que he visto en mi vida.
No es que lo diga en voz alta.
Al cabo de unos minutos, mi teléfono recibe otro mensaje. Esta vez es una selfie
de Erin con los niños en el asiento trasero.
Erin: ¡Prueba de vida! Todo va bien.
Sonrío.
Yo: Conduce con cuidado. Mándame un mensaje cuando llegues a casa.
—Cualquiera diría que ayer montó a caballo —dice Brady mientras seguimos
observando a Ryan, que murmura al caballo—. Siempre tuvo un talento natural.
—Todos lo hacemos —contraataco—. Crecimos a caballo.
—Sí, pero es como si Ryan hablara su idioma. Siempre me dio envidia. —Brady
se encoge de hombros—. ¿Cuándo hacemos la marca?
62 —El próximo fin de semana. Tenemos una tormenta más a mediados de
semana, y luego el tiempo se despejará. Estaremos listos para el fin de semana.
—Genial. Será bueno tener manos extra.
—Creo que quiero comprarme unos cuantos caballos —dice Ryan mientras se
une a nosotros junto a la valla—. Tengo establos en mi propiedad que nunca he usado.
—Siempre puedes venir aquí y montar —le recuerdo—. Ni siquiera tienes que
decírnoslo. Sólo ven a montar.
—Lo sé, y te lo agradezco —responde Ryan—. Pero hay algo que decir sobre
poder salir por la puerta de atrás a tu propio establo, ensillar un caballo y
simplemente irte. Lo echo de menos.
—Siempre hay caballos en venta en la zona —dice Brady—. No tendrás
problemas para encontrar un par.
—Eso es lo que me imaginaba —asiente Ryan—. Puede que necesite contratar
a alguien de vez en cuando para que me ayude, sobre todo si tengo que viajar.
—Eso también lo puedes encontrar fácilmente —dice Brady—. Conozco a
algunos tipos que apreciarían el trabajo y son de confianza.
—Te lo agradezco —dice Ryan asintiendo con la cabeza y luego se vuelve hacia
mí—. Estás haciendo un buen trabajo aquí, Rem. El rancho está prosperando, y eso es
gracias a ti.
Asiento con la cabeza, mirando a mi alrededor el legado de nuestra familia.
—Tenía una buena base sobre la que trabajar. Sólo estoy construyendo sobre
lo que se me dio.
—No te lo dieron —responde Ryan—. Lo ganaste.
—Claro que sí —dice Brady.
—Sí, bueno. —El teléfono en mi mano suena, y mi corazón tartamudea cuando
veo que es Erin. No debería estar aquí todavía—. ¿Qué pasa?
—Jesús, no pasa nada, Nellie Nerviosa 1. Traje a los niños a la cafetería para ver
a Millie y darles un capricho, y me preguntaba si querrías algo. Tienen otra vez los
cupcakes de arándanos.

1
Nellie Nerviosa: Nervous Nelly en inglés, es una frase que se usa para describir a una
persona preocupada o ansiosa constantemente.
Ryan y Brady se ríen del comentario Nellie nerviosa, lo que hace que me
arrepienta del altavoz, pero mi corazón se ha calmado ahora que sé que están a salvo.
—Sí, me comeré uno. Demonios, compra los que le queden y te lo devolveré.
—De acuerdo, lo haré. Nos vemos pronto.

63
Cuelga y me vuelvo hacia mis hermanos.
—Cállense.
—No dijimos nada —dice Ryan riendo.
—Voy a empezar a llamarte Nellie —dice Brady—. Te queda muy bien.
—Jódete. —Pero no puedo evitar reírme—. Son un par de idiotas.
—Ah, vamos, Nellie. Vamos a encontrarnos con ella en la casa por unos
cupcakes.
Capítulo Siete
Erin
64 El primer sorbo de café es diferente cuando es tu día libre.
Acurrucada en el sofá, envuelta en una manta roja que me envió mi madre,
respiro hondo y luego bebo otro sorbo.
Me encantan las mañanas tranquilas, observando las montañas. Bueno, el
trocito que puedo ver desde la ventana de mi pequeño apartamento. Me gusta ver
cómo el mundo se despierta conmigo.
Y por primera vez en una semana, no tengo que trabajar en ninguno de los dos
empleos.
Puedo admitir que estoy agotada, pero no en el mal sentido. Mi primera semana
con Holly y Johnny fue genial, y también pude mantener el ritmo en la cafetería, que
es exactamente lo que esperaba. Hasta ahora, todo el mundo parece contento, y he
podido dar a Brooks el visto bueno para empezar con las reparaciones del auto.
Sí, voy a estar cansada de tener dos trabajos durante un tiempo, pero no pasa
nada. No me importa.
Con la mitad de la taza consumida, recojo el teléfono y abro el 'gram' para ver
qué están haciendo mis primos. Parece que algunos de ellos salieron de marcha
anoche, así que presiono el corazón de las publicaciones y comento algunas.
Me alegro de que Zoey y Millie me hayan convencido para estar en la
aplicación, aunque sea de incógnito, y así poder estar al día de todo el mundo.
Hablando de Millie, busco su nombre e inmediatamente la sigo, y me doy cuenta de
que ha publicado una foto hace una hora en el rancho.
El pie de foto dice: ¡Amaneceres en el rancho FTW!
Madre mía, la foto de las montañas es simplemente increíble, con los primeros
rayos de sol tocando los picos casi amorosamente. Las montañas de esta zona siempre
me dejan sin aliento, pero las de esta foto no las he visto en el rancho. ¡Y los árboles!
Son tan verdes y hermosos.
Nunca pensé que sería la chica a la que le gustan los árboles, pero aquí
estamos.
Cierro la aplicación, busco el número de Millie y le envío un mensaje.
Yo: ¡Has madrugado! No sabía que ibas a pasar el fin de semana en el rancho.
¿Qué tan grande es? Ni siquiera he visto esas montañas, ¡y he pasado allí toda la semana!
Doy un sorbo a mi café mientras veo que los tres puntos empiezan a bailar en
la pantalla, indicando que Millie está tecleando una respuesta.
Millie: ¡Anoche dormí con Brady! ¡Chica, deberías venir hoy! Ven ahora. Es un
gran día en el rancho que no deberías perderte. Puedo mostrarte los alrededores,
incluyendo donde tomé esa foto. ¡Vístete con ropa cómoda y ven!
Había planeado hacer algunas tareas hoy. La compra, la limpieza, todo lo que
no he podido hacer desde que tengo dos trabajos. Ni siquiera he visto a Roger en toda

65
la semana, y debería echarle un vistazo.
Pero realmente me encanta el rancho, y tengo curiosidad por ver más de él.
Realmente quiero ver donde tomó esa foto.
Cuando no contesto enseguida, Millie envía otro mensaje.
Millie: Saca tu trasero de ahí, Montgomery.
Eso me hace reír, así que me levanto y me quito la manta de encima mientras
respondo.
Yo: Estaré allí en una hora.
Tardo menos que eso en vestirme con unos vaqueros unas zapatillas viejas,
junto con una camiseta del concierto de Nash, y conducir el Suburban de Remington
hasta el rancho.
Al principio, odiaba este enorme todoterreno. Es gigante. Estacionarlo es una
mierda, incluso con todas las cámaras y sensores que lleva.
Pero hubo un día durante la semana en que se desató otra tormenta que dejó
las carreteras heladas, y me sentí completamente segura en el vehículo grande con
los niños. Mucho más segura de lo que me habría sentido en el auto prestado o incluso
en mi auto.
Odio admitir que Gruñón tenía razón, pero la tenía. Esta es la opción más
segura si voy a llevar a sus hijos, y no volveré a discutirlo.
Aunque me gusta discutir con Remington. Es tan... fácil. Y, si soy sincera
conmigo misma, es sexy. Remington Wild es quizá el hombre más sexy que he
conocido, y supongo que eso significa que me gustan los hombres melancólicos
porque puedo contar con una mano el número de veces que lo he visto sonreír. Claro
que siempre se las dirige a los niños. No sé qué haría si alguna vez me sonriera
directamente. Probablemente desnudarme y suplicar, lo cual no es precisamente
normal en mí.
Me hace sentir cosas que son puramente poco profesionales.
Millie me está esperando cuando llego a la granja principal y sonríe cuando
salgo del auto.
—Me alegro mucho de que estés aquí —dice mientras me rodea con sus brazos
y me da un abrazo—. Puedes ver cómo marcamos y castramos a los terneros.
—No estoy marcando ni castrando nada —recalco—. No soy un vaquero. No
puedes obligarme a hacerlo. Quizá vuelva a casa.
—No te preocupes, chica de ciudad —dice riendo—. No tienes por qué hacerlo.
Quiero enseñarte un poco el rancho y que veas lo que hacemos cuando llegan los
demás. Todas las familias de los ranchos vecinos vienen a ayudarse.
—¿Incluso la familia Lexington?
Eso la hace detenerse en seco y me mira con los ojos entrecerrados.
66 —No. No están incluidos. No digas ese nombre en este rancho. Soy bastante
tranquila al respecto, pero si mi padre o mis hermanos lo oyen, podrían volverse
homicidas.
—Vaya, es una enorme rivalidad la que tienen.
—No tienes ni idea. De todos modos, todo el mundo ya está afuera
preparándose para más tarde. Los vecinos empezarán a llegar dentro de una hora. Si
quieres, puedes pasar el rato con mi madre y algunas de las otras mujeres en la carpa
de la comida.
—Eso no es sexista en absoluto.
Eso hace reír de nuevo a Millie.
—Lo sé, ¿verdad? Pero la gente tiene que comer, y en esa carpa siempre se
prepara buena comida. Sin embargo, si quieres ver la marca, también puedes
hacerlo.
—Lo pensaré —respondo—. No sé si quiero ver cómo torturan a animales
bebés.
—No es una tortura. —La voz de Millie es tranquila y paciente mientras me lleva
al Jeep y subimos—. Hay que marcarlos para saber quién es quién en caso de que
falle una valla. Hay que vacunarlos para que no enfermen y castrar a los machos. Es
lo que hay y estarán bien.
—Lo dice la chica que creció en un rancho ganadero.
Millie sonríe y conduce por los campos, sin carreteras, mientras me lleva a
recorrer el lugar.
—No podremos abarcarlo todo en una hora —dice—. Aquí hay mucho terreno.
Pero te enseñaré mi lugar favorito, donde hice esa foto esta mañana. Por cierto, me
encanta tu camiseta. Nash es mi grupo favorito. ¿Tuviste la suerte de verlos en
concierto?
—Yo… —Suspiro y asiento con la cabeza—. Sí, lo he hecho.
—Eso es impresionante.
Sólo pasan unos diez minutos hasta que Millie se detiene y apaga el motor del
Jeep. Tengo el estómago un poco inquieto por los baches y los empujones, pero
cuando veo las montañas se me cae la mandíbula.
—Mierda, Mill.
—Lo sé. —Se calla mientras nos quedamos aquí de pie asimilándolo todo.
Las montañas parecen estar superpuestas, una detrás de otra, y se elevan hacia
el cielo con picos dentados que aún conservan mucha nieve.
—¿Alguna vez se derrite la nieve allá arriba? —me pregunto.

67
—En julio, la mayor parte de la nieve habrá desaparecido —responde—. Y
luego, en septiembre, volverá a nevar.
—Guau. —Delante de las montañas hay un valle que acuna miles de árboles de
hoja perenne de todas las formas y tamaños. Son tan majestuosos, tan hermosos, que
lo único que puedo hacer es mirar con total asombro.
—Siempre he venido aquí —dice Millie y cruza los brazos sobre el pecho—. La
mayoría de nosotros lo hacemos, en realidad, porque no está lejos de casa y, sin
embargo, es probablemente la vista más hermosa de Montana. Cuando necesitamos
algo de tiempo, aquí es donde nos encontramos la mayoría de nosotros. Creo que
deberíamos añadir un banco aquí para poder sentarnos un rato, pero hasta ahora, me
han superado.
«Puedes sentarte en el suelo.
Y así lo hago, simplemente me siento en el suelo y me apoyo en las manos para
poder mirar esas increíbles montañas.
—¿Cómo pudiste soportar alejarte de esto? —pregunto—. Dejaste esto por la
ciudad.
—Quería estar más cerca del trabajo —dice Millie mientras se sienta a mi
lado—. Y necesitaba algo propio. Este es mi hogar - lo llevo en la sangre - pero ahora
es de Remington. Y ya no soy una niña, así que era hora de hacer otra cosa. Pero me
encanta venir al rancho a veces sólo para estar aquí. Es mi lugar feliz. ¡Oh, mira!
Millie señala hacia los árboles y, justo delante de nosotras, una cierva sale de
entre la maleza con dos cervatillos moteados que la siguen. Son tan pequeños.
—Son bebés precoces —susurra Millie—. Y tan dulces.
La madre mueve las orejas y nos ve observándola. No huye; simplemente sigue
caminando, con sus crías siguiéndola de cerca.
—Lo entiendo —susurro cuando los ciervos se pierden de vista—. Lo entiendo
totalmente.

—¡Erin! —Johnny viene corriendo desde la valla provisional donde está


observando a los hombres que se preparan para el trabajo que se avecina. Se detiene
bruscamente justo delante de mí y sonríe, mostrando sus dientes y el hueco donde
obviamente acaba de perder uno—. ¡Estás aquí!
—Lo estoy. —Percibo que Remington se acerca a nosotros, pero mantengo la
mirada fija en el chico e ignoro la piel de gallina que me acaba de recorrer el
cuerpo—. Hay algo diferente en ti. Hmm.

68 Johnny está tan excitado que prácticamente vibra.


«No me lo digas —murmuro, frotándome la barbilla como si estuviera
pensando mucho—. ¿Te has cortado el cabello?
—¡No!
—¿Botas nuevas?
—Estas son realmente viejas. —Ensancha los labios y mete la lengua por el
hueco de los dientes.
—Bueno, mira eso. Finalmente perdiste ese diente terco.
—Esta mañana —dice asintiendo con la cabeza—. Esta noche vendrá el hada
de los dientes. Espero que me dé un millón de dólares.
—Vaya, es una hada muy rica. —Me vuelvo hacia Remington y le guiño un ojo—
. Espero que esté bien que Millie me haya invitado a salir y mirar.
—No me importa —dice Rem. Si no me equivoco, sus ojos se calientan cuando
me mira, como si realmente se alegrara de verme—. ¿Quieres venir a ayudar?
Observo el corral donde están reunidos un montón de terneros negros y hago
un gesto de dolor.
—¿Puedo solo mirar por ahora?
—Claro, Doc —dice y me palmea el hombro—. Puedes mirar.
Rem se acerca a grandes zancadas al corral y Johnny corre tras él, dispuesto a
saltar para ayudar.
—Esa es la tienda de comida —dice Millie señalando a la izquierda.
—Eso es más que una tienda.
Es una carpa blanca para eventos, de las que se alquilan para bodas, con
paredes enrejadas para que no entren los bichos. Hay una docena de mesas con sillas
para que los trabajadores se sienten y coman, y en un extremo hay una enorme cocina
improvisada, con un generador para alimentarlo todo.
—Esto no estaba aquí el viernes.
—Ayer lo teníamos todo listo —dice Millie mientras camina conmigo hacia la
tienda—. Unas cuarenta personas vienen a ayudar y nadie se va con hambre. Esta
noche, una vez terminado todo el trabajo, tendremos chili y pan de maíz y luego
malvaviscos alrededor de la hoguera. Tienes que quedarte.
Por un breve instante, pienso en todas las cosas que debería estar haciendo
hoy en casa y luego desecho esos pensamientos.
Quiero estar aquí. Esto es absolutamente fascinante, y el aire ya vibra con
energía.
—Me quedaré —acepto asintiendo y sonrío a Joy cuando me hace señas para
69 que entre en la tienda.
—Te veré un poco más tarde. Estoy a cargo de las vacunas —dice Millie
mientras se apresura hacia las vacas.
—Erin, bienvenida —dice Joy mientras me aparta el biombo—. Si no
tuviéramos los biombos, estaríamos plagados de moscas y abejas. Ahora, tienes una
opción. Puedes ayudar a cocinar.
Levanto una ceja.
—¿O?
—O puedes ayudar a cocinar.
Me río y sigo a Joy a la cocina.
—Por suerte, soy bastante decente en la cocina. Soy especialmente buena con
el cuchillo. ¿Qué puedo hacer?
Joy empieza a dar órdenes y el día pasa volando.
Hay mucho alboroto con todos los niños y la gente de un lado para otro. Entran
en la tienda para tomar un tentempié y una bebida, y luego vuelven a hacer lo que
sea que estén haciendo en ese corral provisional.
Los terneros lloran y hacen ruido, y a mí me da escalofríos, pero Joy es increíble
dándome palmaditas en el hombro y diciéndome que todo va como debe.
Al final del día, somos un grupo de personas sudorosas y cansadas, pero creo
que he pasado uno de los mejores días de mi vida.
Me encanta la sensación de comunidad que se respira en el rancho. Me
recuerda un poco a mi gran y ruidosa familia de Seattle, y eso me hace añorar un poco
mi hogar.
Antes de que me dé cuenta, todo el mundo ha terminado con los terneros, los
sacan del corral y los llevan a los pastos para que se reúnan con sus madres, y todos
los trabajadores se dirigen a la carpa para comer abundante chili y pan de maíz.
Aunque todo el mundo está cansado, hay tantas risas y camaradería que me
hacen sonreír. Incluso conozco a algunas personas de la cafetería, y eso me hace
sentir que formo parte de algo.
Como si perteneciera a esta comunidad. Y tengo que parpadear para evitar
que las lágrimas se cuelen en mis ojos.
—A ver si lo entiendo —dice un hombre llamado Leonard después de probar
su chili—. ¿Haces un café condenadamente bueno y cocinas? ¿Dónde has estado toda
mi vida?
—Es demasiado joven para ti, Leonard —dice el padre de Rem, John, mientras
se une a nosotros y llena un cuenco con chili mientras el otro hombre se ríe y se

70
aleja—. ¿Qué te pareció todo el alboroto de hoy, Erin?
—Creo que lo que tiene aquí es increíblemente especial, Sr. Wild.
El rostro de John se suaviza y asiente.
—Yo también. Eres bienvenida aquí cuando quieras, trabajes o no.
—Gracias.
No sé por qué eso me emociona un poco. Tal vez porque John me recuerda un
poco a mi padre. Quiero decir, no se parecen en nada, pero ambos tienen una ética
de trabajo increíble, y obviamente aman y protegen a sus familias. No puedo evitar
pensar en mi padre y en los demás hombres de mi familia.
—Vamos a sentarnos junto a la hoguera —dice Millie cuando se une a nosotros.
Le da un abrazo a su padre antes de llevarme hasta donde ya está ardiendo el fuego
mientras el sol se oculta tras las montañas. Hay un gran puesto de s'mores con todos
los ingredientes y palos para asar los malvaviscos.
Veo que Holly se esfuerza por colocar un malvavisco en su palo, así que
intervengo para ayudarla.
—Hola, preciosa. No te he visto casi nada hoy.
—Estuve trabajando mucho —me dice mientras me ve colocar el malvavisco
inflado en un palito para ella—. Tengo mucha hambre.
—Apuesto a que sí. ¿Conseguiste algo de chili?
—Sí, pero ahora quiero esto.
—Lo entiendo, confía en mí. Vamos, te ayudaré si quieres.
—¡Sí! —Holly rebota sobre sus dedos de los pies—. ¡Hagámoslo!
—Oye, ¿puedo ir? —pregunta Millie riendo. Encontramos un sitio en unos
troncos convertidos en taburetes cerca del fuego y nos sentamos. Enseguida ayudo a
Holly a echar su malvavisco al fuego.
—Hace mucho calor —dice. La rodeo con los brazos y la ayudo a agarrar el
palo.
—Sí, debes tener cuidado con el fuego, ¿okey? Siempre podemos conseguir
más malvaviscos, pero no podemos conseguir más Hollys.
La niña se ríe y luego jadea cuando su malvavisco prende fuego. La ayudo a
apagarlo y luego preparamos su golosina.
—Voy a comer con Johnny —anuncia y se apresura a salir—. ¡Gracias!
—De nada. —Sonrío tras ella y me pongo a preparar mi propio s'more. Busco a
Millie y descubro que se ha ido a hablar con un par de chicos al otro lado del fuego,
así que me siento en mi taburete y pongo el chocolate y las galletas Graham, junto
con el malvavisco quemado y crujiente.
—Así que eres de esos tipos de personas, ¿eh?

71 Me giro cuando Remington se sienta en el taburete contiguo al mío.


—¿De qué tipo?
—De las que lo queman.
—Está delicioso. —Doy un mordisco y gimo de felicidad, no ajena a la forma en
que Remington fija su mandíbula como reacción—. ¿Ves? Delicioso.
Sus ojos se posan en mis labios y, antes de darme cuenta, levanta la mano y me
limpia un poco de chocolate de la comisura de los labios.
Y ahí está ese cosquilleo de nuevo, el que parece aparecer cada vez que estoy
cerca de este hombre. Él es tan... jodidamentecaliente.
—¿Qué te ha parecido el día de hoy? —me pregunta. No me quita los ojos de
encima, y me encanta cómo el fuego se refleja en esos ojos color avellana, iluminando
las motas doradas que allí habitan.
—Fue divertido. Interesante. Un trabajo duro.
Sus labios se inclinan hacia un lado.
—Es todo eso. Siento que hayas renunciado a tu día libre para estar aquí.
—Yo no lo siento. —Tomo otro bocado y cierro los ojos cuando todo ese azúcar
pegajoso y derretido golpea mi sistema—. Me gustó estar en la cocina con tu madre.
Es un encanto, y está muy orgullosa de ti y de tu familia. También pude conocer a
todos tus hermanos y a tu padre. Y pude ver algo del trabajo que se hace en este
lugar. Es tan hermoso aquí, Remington. No sabía que un lugar pudiera ser tan
hermoso, y eso es mucho decir porque he estado en muchos lugares hermosos.
—¿Cuál era tu lugar favorito para visitar?
—¿Antes de venir aquí? Islandia. Pero ahora es aquí. Podría estar aquí, en
Bitterroot Valley, el resto de mis días y no cansarme nunca. Supe en cuanto aterricé
aquí que era aquí donde tenía que estar.
—¿Cómo lo supiste? —pregunta mientras hace su propio s'more.
Me relamo los labios, pensándolo.
—Fue en el fondo, en mis entrañas. En mi corazón. Fue como si el universo me
diera la bienvenida a casa y, por primera vez en mi vida, sentí que pertenecía a él.
¿Te parece una tontería?
—No. —Sacude la cabeza y mira hacia el fuego—. No parece ninguna tontería.
Cuando estás en casa, estás en casa.
Capítulo Ocho
Remington
72
Contraté a la niñera más sexy del planeta. Su piel es luminosa a la luz del fuego,
y esos ojos verdes suyos... bueno, creo que nunca he visto nada igual. Es jodidamente
hermosa, y a mis hijos les encanta.
Si fuera una mierda en el trabajo que necesito que haga, me caería mal, la
despediría y la enviaría lejos. Pero no, Erin Montgomery tiene una ética de trabajo
sólida como una roca, piernas que duran días y una cara expresiva que nunca deja de
mostrarme exactamente lo que está pensando.
Y ahora mismo, quiere que la bese.
Se resiste. Esa ética de trabajo sin escrúpulos la tiene discutiendo consigo
misma, pero ha estado observando mis labios desde que me senté a su lado. Ella cree
que está siendo discreta al respecto, pero no lo es.
Y esa es una de las cosas que me atraen de ella. No hay conjeturas. Lo que ves
es lo que obtienes con Erin, y eso es jodidamente sexy.
—Gracias por no hacerme sentir tonta —dice mientras se lame lo último del
malvavisco del pulgar.
Jesucristo, puedo pensar en otras cosas que preferiría que esa boca estuviera
chupando.
«A veces —continúa, como si no acabara de ponérmelo difícil—, los lugareños
de toda la vida aquí en Bitterroot Valley se enfadan porque una forastera como yo
sienta que este es su hogar.
—No somos idiotas —le contesto y veo cómo saca un caramelo de menta del
bolsillo y se lo mete en la boca—. Quiero decir puedo serlo, pero no por eso. No todo
el mundo nace en un lugar al que siente que pertenece. A veces, hay que encontrarlo.
Se le ilumina la cara y me siento como si me hubiera tocado la lotería.
—Sí, eso es exactamente. No es que no me guste Seattle, ni que no quiera a mi
familia. Los amo. Pero no quiero vivir allí.
—Tiene sentido.
—¿Tienes tíos, primos? —pregunta.
—Tengo una tía. La hermana de mi padre, Melissa. Está casada con mi tío Brian
y viven en Spokane. Sólo vienen en vacaciones o eventos especiales.
Erin asiente pensativa.
—¿Tienen hijos?
—Dos. El mayor, Spencer, está en el ejército. Lo último que supe es que estaba
destinado en Alemania. Shelly es agente inmobiliaria en Portland.
—¿Y no los ves a menudo? —pregunta, como si eso fuera un concepto extraño
para ella.
73 —Más o menos una vez al año.
Miro a mi padre, que tiene a Holly en el regazo con los ojos cerrados. Johnny
está sentado junto a mi madre, con la cabeza apoyada en su brazo. Todavía no se ha
ido nadie, y me parece bien. Me gusta como tener a mis vecinos aquí, como hemos
hecho durante generaciones, reuniéndonos para ayudarnos unos a otros y
celebrando después un duro día de trabajo.
—Te encanta esto —murmura Erin, y miro hacia abajo para verla
observándome con esos preciosos ojos verdes—. Tener a esta gente aquí.
—Sí, me gusta. —Asiento pensativo mientras estiro las piernas hacia delante—
. Lo hemos hecho así durante cien años o más. Los tiempos cambian, con la tecnología
y demás, pero esto sigue igual. Supongo que hay algo que decir al respecto.
Sorprendido de haberle dicho tanto, miro hacia ella y veo que me sonríe.
—¿Qué?
—No siempre eres gruñón después de todo.
No puedo evitar la carcajada de sorpresa que se me escapa al oír eso, y cuando
le sonrío, los ojos de Erin se dilatan y se posan en mi boca.
Sí, quiere que la bese.
—Voy a llevar a mis hijos a la cama —digo mientras me levanto, necesitando
poner distancia entre esta mujer y yo antes de hacer algo estúpido como besarla
tontamente delante de toda mi familia y de todos nuestros amigos.
Mis hermanos nunca me dejarían vivirlo.
Me acerco y sonrío mientras Johnny me mira con ojos pesados.
—Creo que estoy cansado, papá.
—A mí me lo parece —asiento y comparto una sonrisa con mis padres—. ¿Por
qué no los llevo a ti y a tu hermana a la cama?
—Pero la fiesta no ha terminado —dice Holly sin abrir los ojos—. Tengo que
quedarme. Soy la anfitriona.
—Y la mejor —asiento mientras recojo a mi hija de los brazos de mi padre y la
beso en la mejilla—. Todo el mundo lo entenderá. Vamos, colega.
Johnny me toma la mano sin rechistar, lo que me indica que mis hijos están
agotados. Este ha sido el primer año en el que Holly ha tenido edad suficiente para
prestar atención a todo lo que ocurre, y lo ha absorbido con sus emocionados ojos
marrones.
Es una chica de Montana hasta la médula.
—Lo han hecho muy bien hoy —les digo a mis dos hijos—. Estoy muy orgulloso
de ustedes. Gracias por escuchar y ayudar tanto.
74 —Es nuestro trabajo —dice Johnny—. Este será nuestro rancho algún día.
—Ahora es tu rancho, pero sí, entiendo lo que quieres decir. ¿Son felices aquí?
Johnny abre la puerta delante de mí y la cierra detrás mientras los conduzco a
sus dormitorios.
—¿Dónde más podríamos ir? —pregunta Holly bostezando.
—Bueno, en ninguna parte, pero quiero saber si les gusta el rancho.
—A mí no —dice Johnny con una sonrisa soñolienta y desdentada—. Me
encanta. Es jodidamente increíble.
—Y has estado saliendo demasiado con vaqueros. No digas esa palabra en la
escuela. —Lo beso la parte superior de la cabeza—. Me alegro de que se ducharan
antes de cenar. Vayan a lavarse los dientes antes de acostarse.
Dejo a Holly en el suelo y los dos se dirigen al baño para seguir mis órdenes.
Definitivamente no siguen la regla del cepillado de dos minutos, porque vuelven al
cabo de veinte segundos, pero no quiero discutir esta noche.
Estamos demasiado cansados para eso.
—Buenas noches, papá —dice Johnny mientras se dirige a su dormitorio.
—Ahora mismo voy —le digo y llevo a Holly a la cama. Se mete en la cama y la
arropo con las sábanas antes de inclinarme para besarle la frente—. Te amo, preciosa.
—Te amo, papá.
—Lo has hecho muy bien hoy.
—Lo sé.
Sonrío, complacido de que mi chica tenga una confianza tan sana, y apago su
luz antes de cerrar la puerta tras de mí y caminar por el pasillo hasta la habitación de
Johnny, que resulta ser mi antigua habitación cuando era niño.
La luz ya está apagada cuando entro, y él está bajo las sábanas, respirando
tranquilamente.
—Te amo, grandullón —le susurro al oído.
—Mm —es todo lo que dice mientras se gira hacia el otro lado.
Mi hijo duerme profundamente, así que me siento seguro al meter la mano bajo
su almohada, encontrar su diente y sustituirlo por un billete de cinco dólares.
Con el diente guardado en el bolsillo, salgo de su habitación y cierro la puerta
tras de mí.
Tengo que volver a la hoguera para asegurarme de que estoy allí para dar las
gracias a todos por venir a ayudar hoy cuando se vayan. Pero cuando salgo por la
puerta principal, veo que Erin está caminando sola hacia la Suburban, obviamente

75
lista para irse a casa a pasar la noche.
—Oh, hola —dice con una pequeña sonrisa—. ¿Cómo están?
Señala con la cabeza el segundo piso de la casa, obviamente refiriéndose a los
niños, y me meto las manos en los bolsillos.
—Ya están soñando. Pero hoy se han divertido.
—Sé que te lo dije el otro día, pero son unos chicos estupendos, Rem. Me gustan
mucho.
—Bien, porque Holly preguntó si podía quedarse contigo después de que te
fueras el viernes.
Eso hace reír a Erin.
—Me alegro de que funcione en ambos sentidos. Además, para que lo sepas,
mi auto está oficialmente en reparación, así que no debería necesitar tu todoterreno
durante mucho más tiempo.
—No me importa el auto. Úsalo.
—Pero es tu auto. Si sigues incómodo con mi auto después de arreglarlo, lo
discutiremos.
Me balanceo sobre los talones.
—¿Eres siempre tan discutidora?
—No estoy discutiendo.
—Sí, lo haces. Me importa un bledo el auto. Los niños están cómodos en él.
—Sí, pero el tiempo sólo va a mejorar a medida que nos adentremos en el
verano, así que mi auto estará bien. —Resopla cuando la miro fijamente—. Estoy
intentando hacer lo correcto. No deberías entregarme tu vehículo sin más.
—¿Por qué no? Es mío. Si quiero que lo conduzca Mickey Mouse, se lo
entregaré.
—Me parece una tontería. Es un ratón.
Me relamo los labios, con ganas de empujarla contra mi auto y besarla hasta
que ninguno de los dos pueda respirar. Pero no quiero que me abandone, porque mis
hijos la adoran y ha sido un placer contar con su ayuda esta última semana.
Justo cuando estoy a punto de echarme atrás, sus ojos se posan en mi boca,
aprieta los labios y luego los lame.
Y de repente, mi autocontrol se evapora en el fresco aire primaveral, corro
hacia ella, le sujeto la cara con las manos mientras su espalda se aplasta contra la
puerta del todoterreno y respiro entrecortadamente mientras la miro fijamente. Sus
increíbles ojos verdes y la forma en que la luz del fuego baila en ellos. Sus labios
besables. Una guerra se libra en mi interior. Esto está mal. No debería besar a esta

76
mujer.
Erin se muerde el labio inferior, y eso es todo. Mi control se rompe.
—Mierda, qué labios —gruño antes de bajar la boca hasta la suya y hundirme
en ella. Gime y me agarra el cabello con las manos, aferrándose a mí mientras la toco,
explorando cada rincón de su dulce boca mientras ignoro las risas y las voces en torno
al crepitar de la hoguera y me pierdo en esta mujer.
Es suave y tersa y huele a humo de leña y menta.
Y cuando por fin levanto la cabeza para mirarla a los ojos, respira
entrecortadamente, con los ojos muy abiertos, y traga saliva con dificultad.
—No debería haber hecho eso. —Le acaricio la nariz con la mía—. Pero maldita
sea, tentarías a un santo, y yo no soy un santo. Eres tan jodidamente hermosa.
—Yo… —Vuelve a tragar saliva y arrastra la mano por mi mejilla—. Lo mismo
digo. Eres jodidamente hermoso.
Le sonrío, pero oímos voces que se acercan, frunce el ceño y niega con la
cabeza, así que doy un paso atrás, sintiendo ya su ausencia contra mí y deseando nada
más que meterla dentro y llevarla a mi cama.
—Pido disculpas si me he excedido.
Erin frunce el ceño, se mira las manos y vuelve a mirarme.
—No lo hiciste. Sé que podría haberte rechazado y no quería hacerlo. Te veré
mañana, después de clase.
Se apresura a subir a la Suburban, arranca el motor y, sin mirarme ni una sola
vez, se aleja hacia la autopista en dirección a la ciudad.
—Mierda. —Sacudo la cabeza y me miro las botas sucias—. Ha sido un puto
error, Wild. Eres un idiota.
Llamándome a mí mismo por todos los nombres del libro, vuelvo al fuego y a
mis amigos.
Es hora de que me tome una maldita cerveza.

—Estás casi... alegre esta semana. —Brady me mira con los ojos
entrecerrados—. ¿Qué te pasa?
—Nada. —Sacudo la cabeza y cuelgo mi montura en el guadarnés, luego me
giro para quitar la manta del lomo de mi caballo antes de recoger un cepillo para
cepillarlo—. Sólo ha sido una semana decente. Los niños se portan bien, no han
matado a ningún animal y por fin el tiempo no está siendo un imbécil. Es lo mejor que
hay por aquí, y eso me pone de buen humor.
—Ryan viene a montar esta tarde —me dice, y se ríe cuando mi sonrisa se
transforma en ceño fruncido—. Vaya, se acabó el buen humor. Lleva aquí un par de

77
semanas. ¿Aún no se han besado y reconciliado?
—No estoy enfadado. No pasa nada. Diviértanse montando.
—Oh, no voy a montar con él.
—¿Se va solo? —Me giro y miro a mi hermano con el ceño fruncido—. No es
que importe. Ya es mayorcito y puede ir solo si quiere.
—No, creo que trae una cita.
Me río y niego con la cabeza.
—Claro que sí. Típico de Ryan. ¿Con quién sale?
—¿Cómo diablos voy a saberlo? No soy un entrometido. —Brady intenta
parecer ofendido, pero sólo consigue que me ría más—. He oído que la otra noche
ligó con una turista en el bar y le dijo que podía hacérselo pasar bien a caballo.
Acaricio a mi propio caballo y lo acompaño a su cuadra.
—No dejes que se acerque.
—Él sabe qué caballos están disponibles. No es estúpido, ya sabes.
Resoplo y ruedo los hombros. Quiero una ducha caliente y algo de tiempo con
mis hijos.
—Voy a entrar.
—Yo también. Hasta mañana.
Saludo a Brady con la mano mientras se dirige a la cabaña y me pongo en
camino hacia la casa. Desde que ha mejorado el tiempo, voy caminando al granero
todos los días. Cuando llego a la casa, veo que mí Suburban está estacionada delante
y que las luces están encendidas dentro.
Ha pasado casi una semana desde la hoguera y el beso aquí mismo, en la
entrada de casa, y hasta ahora las cosas no han sido nada raras entre Erin y yo.
Ninguno de los dos ha mencionado el beso, y he tenido cuidado de mantener una
distancia amistosa pero profesional.
A cambio, Erin ha sido divertida, me ha llamado Gruñón delante de los niños y
los ha hecho reír, ha sido eficiente y ha estado tan sexy como siempre.
—Tienes que superar el factor sexy —me susurro mientras subo las escaleras
hacia la puerta trasera y me encuentro a los tres en la cocina, acurrucados alrededor
de la isla—. Hola, pandilla.
—¡Papá! —Los ojos de Johnny están brillantes y llenos de emoción cuando
levanta la cabeza para saludarme—. Tienes que venir a ver esto.
—Todos ayudamos —me asegura Holly mientras camino hacia ellos. Estiro el
cuello para ver qué hay en el mostrador y encuentro... un pastel.
—¿Hicieron un pastel?
78 —¡El mejor pastel de la historia! —Holly me tiende los brazos, así que la
recojo—. Es azul y morada por dentro, y Erin nos dejó decorarlo a nosotros, sin ayuda
de ella.
—Eso explica el glaseado azul de tu cuello. —Me inclino y hago ademán de
lamer el glaseado—. ¡Mmm, delicioso!
Holly suelta una risita y se escapa de mis brazos, me vuelvo hacia Erin, que nos
sonríe a todos.
—Querían ayudar —dice simplemente.
—¿Qué se celebra? —le pregunto.
—¿Por qué?
—Por el pastel. —Miro el pastel alto y redondo que hay en la encimera—.
Normalmente, es el cumpleaños de alguien o algo así.
—Papá —dice Johnny—, es el cumpleaños de Erin.
Mis ojos vuelan a los suyos y observo fascinado cómo se sonroja.
—¿En serio?
—Sí. Se me escapó porque mi hermana me llamó antes para cantarme, y los
niños lo oyeron, así que insistieron en que me comiera un pastel. Así que, juntos, me
horneamos uno. Tengo una cazuela en el horno, si te parece bien. Tu madre la hizo y
la trajo.
—Nos encanta la cazuela —le informa Holly—. ¡Ven, vamos a cortar nuestro
pastel!
—No hasta después de cenar —respondo, sin apartar la mirada de Erin—. Te
quedarás a comer con nosotros. Sé que hay de sobra, y los niños querrán ayudarte a
celebrar tu cumpleaños.
Erin sonríe y asiente.
—Suena divertido, gracias. Podemos comer cuando quieras.
—Si no te importa preparar las cosas aquí, iré a limpiarme.
—Ya lo tienes —dice y se vuelve hacia los niños—. ¿Quién me ayuda a poner
la mesa?
—¡Yo! —mis dos hijos se ofrecen voluntarios al unísono mientras me dirijo a las
escaleras y subo a mi habitación para limpiarme. No quiero ni pensar en el hecho de
que cuando les pido a los niños que me ayuden con la cena, ambos se quejan y
lloriquean, como si les estuviera pidiendo que cavaran zanjas en lugar de
simplemente poner la mesa.
Les cae bien y me alegro. Pasa mucho tiempo con ellos y, si consigo
convencerla para que trabaje a jornada completa durante el verano, pasará aún más

79
tiempo con ellos. Así que es bueno que quieran ayudarla y que no le den la lata con
las cosas.
Quince minutos más tarde, entro en el comedor y veo que todos tienen comida
en sus platos, junto con algo de ensalada y un trozo de pan, y los otros tres están
esperando a que me una a ellos.
—Esto es de lujo. —Me siento a la cabecera de la mesa y lo asimilo todo. No
sólo no he tenido que hacerlo yo, sino que tiene buena pinta y nadie grita ni discute
por nada.
—Erin dijo que lo educado es esperar a comer hasta que todo nuestro grupo
haya llegado —dice Johnny—. Eso significa que te esperamos.
Me río entre dientes y miro a la mujer del otro extremo de la mesa. Sonríe y
parece... feliz.
—Bueno, estoy aquí, así que vamos a cavar.
—Bien, porque tengo hambre —dice Holly mientras le da un mordisco a su pan.
Holly siempre va primero por el pan. Es mi chica de los carbohidratos.
—Johnny, deberías contarle a tu papá lo que pasó hoy en la escuela.
Parpadeo mirando a mi hijo.
—¿Ha pasado algo malo?
—No, fue bueno —dice—. Saqué un sobresaliente en matemáticas.
Parpadeo de nuevo y me acerco a él para chocarle el puño.
—Ese es mi chico. Buen trabajo, colega. Otra razón para comer pastel.
La cena es realmente divertida, llena de charlas sobre la escuela y mi día en el
trabajo, y Erin incluso comparte algunas historias divertidas sobre sus clientes que
nos hacen reír a todos.
Por último, llega la hora del pastel.
—Intentamos que los colores fueran los mismos que los del equipo de fútbol de
Seattle —me informa Johnny—. Pero éste nos salió demasiado morado.
—Creo que es bonito —añade Holly.
—¿Por qué el equipo de Seattle? —le pregunto a Erin, que se limita a encogerse
de hombros.
—Me gustan —es todo lo que dice antes de dar un bocado—. Oh, Dios mío, esto
es delicioso. Han hecho el mejor trabajo. Nunca he tenido un pastel tan bueno.
Los dos niños se acicalan bajo los elogios de Erin, y no pasa mucho tiempo
antes de que hayamos recogido la cena y los niños estén listos para subir a ducharse.
Me alivia tener unos minutos a solas con Erin.
—Gracias por la cena —dice Erin mientras se dirige hacia la puerta con su
bolso y su chaqueta—. Nos vemos el lunes.

80 —¿No quieres llevarte este pastel? Es tuyo.


—No puedo comerme un pastel entero —dice riendo—. Cómanlo ustedes.
Compártelo con tus padres o algo.
—Si estás segura. Oye, Erin...
Me interrumpe Johnny gritando:
—¡Paaaaaaapá!
Erin se ríe.
—Vete. Nos vemos la semana que viene.
No quiero que se vaya todavía. Quiero hablar con ella, como hicimos junto al
fuego la semana pasada. Jesús, quiero besarla de nuevo más de lo que quiero mi
próximo aliento. Ella debería estar viviendo aquí, en el rancho. Está aquí la mayor
parte del tiempo de todos modos.
Pero cuando Johnny vuelve a llamarme a gritos, suelto un suspiro, resignado a
discutir los arreglos de vivienda con ella en otro momento.
—Sí, nos vemos la semana que viene. Conduce con cuidado.
Erin saluda con la mano, se va y subo deprisa las escaleras hasta el baño.
—¿Qué pasa?
—¡He perdido otro diente! —Johnny sostiene el pequeño diente entre sus
dedos triunfalmente—. Tal vez consiga otro de cinco libras.
No puedo evitar reírme. A mis hijos a veces se les ocurren las cosas más
divertidas.
—Apuesto a que sí —le respondo y pongo la ducha en marcha para él—. Ahora,
vamos a limpiarte.
Cuando los dos niños están limpios y en pijama, bajamos a ver la tele antes de
acostarnos. Este siempre ha sido uno de mis momentos favoritos del día. Sé que
llegará un día en que mis hijos no querrán acurrucarse conmigo en el sofá, así que
disfruto de este rato tranquilo con ellos.
De repente, suena mi teléfono y el nombre de Erin se ilumina en la pantalla.
¿Se le ha olvidado algo?
—¿Hola?
—¿Rem? —Puedo oír el pánico en su voz, y me hace acercarme al borde del
sofá—. Lo siento, pero estoy en la zanja. No puedo salir. Necesito ayuda.
Sus palabras salen de golpe y miro a mis dos hijos, que la han oído. Tienen los
ojos redondos de preocupación.
—¿Estás herida? —pregunto inmediatamente mientras me pongo de pie.
81 —No. —Hace una pausa—. No, no lo creo. Pero la Suburban...
—¿Hasta dónde llegaste en la ciudad? —pregunto, interrumpiéndola.
—A mitad de camino, tal vez.
—Estoy en camino. Quédate donde estás.
—Realmente no puedo ir a ninguna parte —dice con una risa forzada—. Por
favor, date prisa.
—Estoy en camino —digo una vez más, suavizando mi tono—. Enseguida voy.
Cuelgo y me vuelvo hacia los niños, que también están de pie en medio de la
habitación.
—Tenemos que salvarla —anuncia Holly.
—Iré a buscarla, pero ustedes dos irán a casa de los abuelos. Es lo más seguro.
No discuten y se mueven más rápido de lo que nunca los he visto moverse
antes, agarrando sus chaquetas y metiendo los pies en los zapatos antes de salir
corriendo hacia el Jeep.
Cuando llegamos a la pequeña casa en la que viven mis padres, mamá abre la
puerta con un gesto de preocupación en su cara.
—¿Qué está pasando?
—Necesito un favor.
Capítulo Nueve
Erin
82 —Mierda. —Dejo caer el teléfono en mi regazo, aliviada de que Remington esté
en camino, y respiro hondo—. Mierda.
Me siento peligrosamente cerca de la hiperventilación, me inclino hacia
delante y aprieto la frente contra el volante.
Puedo no creer que puse la Suburban de Remington en la zanja. Ni siquiera sé
si está bien. No he intentado salir. Bueno, no lo he intentado todo.
Le llamé en cuanto ocurrió. Estaba al borde de las lágrimas y de un ataque de
pánico, pero oír su voz me calmó.
Podría haber llamado a Millie o a Brooks, pero Rem fue la primera persona que
se me vino a la cabeza. Él no es gruñón todo el tiempo, él es sólo... serio. Tiene el
peso del mundo sobre sus hombros. Sus hijos lo adoran, y puedo admitir que siento
una intensa atracción por él.
No quiero que Millie o Brooks vengan a ayudarme.
Es Remington.
Acabo de conseguir frenar la respiración y controlar el ritmo cardíaco cuando
veo que el Jeep se detiene detrás de mí. Remington, con el ceño fruncido, se acerca
al lado del conductor y abre la puerta.
—¿Estás bien? —me pregunta inmediatamente, sujetando mi mejilla con la
mano mientras me mira fijamente a los ojos.
—Sí. —Trago saliva y asiento—. Sólo conmocionada. No estoy herida.
Me desabrocho el cinturón de seguridad y me vuelvo hacia él, avergonzada al
comprobar que mi labio inferior quiere temblar.
—No sé por qué quiero llorar.
—Adrenalina —dice y simplemente me atrae hacia sus brazos, estrechándome
contra él—. Me has dado un susto de muerte. ¿Qué pasó?
—Había un ciervo. —No puedo evitarlo; rompo a llorar. Mi adrenalina está por
las nubes.
—Maldito ciervo —murmura mientras aprieta los brazos y me consuela—. Ve,
vamos a meterte en el Jeep y veré qué pasa con la Suburban.
Asiento con la cabeza y dejo que me lleve al asiento del copiloto. Cuando me
acomoda en el asiento, me pasa las yemas de los dedos por la mejilla, como si no
pudiera evitar tocarme.
—Vuelvo enseguida.
Asiento con la cabeza y le ofrezco una sonrisa valiente mientras cierra mi
puerta y vuelve a la Suburban. Echa un vistazo rápido a todo el auto, se apresura a
volver al Jeep y se mete dentro.
—No parece que haya muchos daños. Haré que un par de peones del rancho
83 vengan a buscarlo por la mañana.
—¿Estará bien aquí toda la noche?
Me mira y sonríe.
—Esto no va a ninguna parte. Ven, vamos a casa.
—¿Rem?
—¿Sí?
—Vivo en la ciudad.
—Te llevo a mi casa. —Sin más discusión, da la vuelta al Jeep para volver al
rancho—. No quiero que estés sola esta noche.
—Lo siento —empiezo, sacudiendo la cabeza—. Debería haber llamado a
Brooks o a Millie. No debería haberte molestado porque probablemente estabas en
medio de acostar a los niños, pero fuiste la primera persona que me vino a la mente
cuando ocurrió.
—Absolutamente debías llamarme —discrepa, con las manos blancas sobre el
volante donde lo agarra.
—No tengo nada en tu casa. Ropa o artículos de aseo.
—Seguro que tengo todo lo que necesitas para una noche. —Me lanza una
mirada—. Es obvio que todavía estás asustada, Doc. Estás temblorosa y muy pálida
como la nieve en una mañana de enero. No quiero que te vayas a casa sola. Además,
necesito asegurarme de que no estás herida.
—No lo estoy. —Me aclaro la garganta—. Pero supongo que tienes razón. No
quiero estar sola ahora mismo. Qué manera de acabar mi cumpleaños, ¿eh?
—Aún no ha terminado —me dice al entrar en su casa. Nos quedamos en
silencio mientras estaciona y me lleva de vuelta al interior de la casa. Todavía huelo
el pastel que ayudé a preparar con los niños. La televisión está encendida en el salón.
—¿Dónde están los niños?
—Con mis padres —responde y me lleva a la cocina—. Vamos a subirte a la
encimera.
Antes de que pueda objetar, Rem me agarra por las caderas y me levanta sobre
la encimera, y enarco una ceja.
—¿Por qué estoy aquí arriba?
—Para que pueda revisarte —responde mirándome a los ojos—. ¿Te golpeaste
la cabeza?
—No. En serio, no golpeó fuerte. Sólo entré en la zanja. Para evitar un ciervo. Y
sí, sé que se supone que no debes hacer eso, pero no podría vivir conmigo misma si
golpeara y matara a un pobre ciervo indefenso.

84 —Hmm —es todo lo que dice mientras se pone a trabajar, revisándome. Lo


admito, me gusta que me toque, aunque solo sea para asegurarse de que no estoy
herida.
—¿Rem? —Me acaricia las piernas y quiero rodearle la cintura con ellas—.
Estoy bien.
Con un suspiro, apoya la frente en la mía y, por primera vez desde que lo
conozco, parece... vulnerable.
Y eso es tan sexy como sus firmes músculos y su atractivo rostro.
Incapaz de contenerme, marco su cara entre mis manos.
—Gracias por venir a rescatarme.
—Deberías mudarte aquí, al rancho.
Parpadeo y retrocedo para poder mirarlo mejor.
—¿Qué?
—Ya me has oído. Estás aquí la mayor parte del tiempo de todos modos.
—No puedo mudarme aquí, Remington. —Me bajo del mostrador y me alejo de
él—. Tengo un apartamento. Tengo otro trabajo.
—Puedes dejar el otro trabajo.
—Guau. —Levanto la mano, deteniéndolo—. No. Yo necesito ese trabajo.
Además, me gusta estar allí.
Rem se baja la mano por la cara, agitado.
—Obviamente, estoy jodiendo todo esto. No intento ser un imbécil controlador.
Estoy siendo lógico.
—Lógico. —Me río y me alejo de él—. No es para nada lógico que deje el
trabajo que necesito.
—Escucha, de todas formas iba a pedirte que trabajaras a tiempo completo
durante el verano —dice—. Necesitaré la ayuda, y a mi madre le gusta tener más
tiempo libre. Renegociaremos tu sueldo por eso, y compensaré con creces lo que
perderías dejando la cafetería.
—No voy a renunciar. —Sí, parezco testaruda, y no me importa—. Pero tal vez
podría bajar a un día a la semana.
—¿Por qué harías eso?
—Porque son como mi familia —respondo, alzando la voz—. Me dieron una
oportunidad cuando me mudé aquí, y me encanta estar allí. Quiero quedarme.
—Bien. —Suspira y se mete las manos en los bolsillos, algo que he descubierto
que hace cuando está agitado.
—Y no quiero mudarme de mi apartamento. —Mi voz se ha calmado, pero me
85 siento igual de fuerte al respecto—. Le alquilo a Roger Sherman. ¿Lo conoces?
—Claro.
—Está solo. Me gusta, y quiero seguir viviendo cerca, por si me necesita.
—No digo que no puedas tener vínculos con la ciudad. Si quieres ir a visitar a
Roger todos los días, te digo que lo hagas. Pero no quiero que vayas y vengas tan
tarde o tan temprano que sea peligroso. Si estás aquí cada vez más, lo lógico es que
vivas aquí.
—Como tu niñera.
Ahora sus ojos se entrecierran y su mandíbula se tensa.
—Escucha, voy a ser brutalmente honesta aquí porque así es como me criaron,
y me gusta explicar las cosas. Siento la química entre nosotros. La atracción. ¿Crees
que no quiero que me beses otra vez? Porque lo quiero totalmente.
Saca las manos de los bolsillos y las cierra en puños.
«Pero no me voy a mudar aquí, y a tu cama, cuando tienes aquí dos niños
pequeños que....
—Jesús, eso no es lo que estoy pidiendo —dice, sacudiendo la cabeza—. Estoy
jodiendo esto. Ven aquí.
Me sujeta de la mano y me lleva por la casa hasta una puerta que siempre ha
estado cerrada. Cuando la abre, me quedo boquiabierta.
Hay una bonita cama matrimonial de latón vestida con sábanas blancas. En una
pared hay una cómoda de madera con un gran espejo encima, y junto a la ventana
hay una silla perfecta para acurrucarse con un libro o contemplar las montañas y los
pastos.
—Hay un baño en suite —dice, señalando la puerta—. Este sería tu cuarto. No
voy a confundir a mis hijos, Erin. Y no te voy a pedir que hagas nada con lo que te
sientas incómoda. La habitación forma parte de tu sueldo, así que de todos modos te
ahorrarías dinero en el alquiler.
Bueno, si lo dice así, me ayudaría mucho.
«Sí —continúa—, aquí hay química. Atracción. Mierda, quiero tirarte en esa
cama y besar cada centímetro de tu cuerpo tanto que me duele, pero no soy idiota.
Hay un límite.
—Hay una línea que ambos parecemos querer cruzar —le respondo y observo
cómo esos ojos se entrecierran sobre mí una vez más—. Como he dicho, estoy siendo
sincera. Pero trabajo para ti. Necesito el trabajo, y si eso significa que mantengamos
esto estrictamente profesional, entonces eso es lo que haremos.
—¿Crees que no puedo hacer las dos cosas? ¿Ser profesional y tener una
relación personal contigo?
—Tal vez tú puedas. Tal vez soy yo quien no puede.
86 Su suspiro es fuerte y profundo mientras me observa desde el otro lado de la
habitación.
—¿Por qué no me dijiste que era tu cumpleaños?
Parpadeo sorprendida por el cambio de tema.
—Puede que tengamos química, pero no es que hablemos mucho, Rem. Habría
sido raro que, mientras me decías qué preparar para cenar, te interrumpiera con: Por
cierto, mañana es mi cumpleaños.
—Esto es lo que vamos a hacer —dice en voz baja mientras vuelve a meterse
las manos en los bolsillos—. Vamos a hablar. Quiero conocerte mejor. Y me gustaría
que te mudaras aquí.
—Hablaré con Roger mañana.
Levanta una ceja.
—Eso fue fácil.
—No soy fácil. Pero tampoco soy estúpida. Me han inculcado la seguridad toda
mi vida, así que no discutiré que es más seguro quedarse aquí. Y, sí, también quiero
conocerte mejor.
Se balancea sobre sus talones, observándome atentamente antes de caminar
hacia mí. No retrocedo porque sé lo que va a hacer, y lo llevo deseando desde aquella
noche en la hoguera.
En cuanto llega a mí, mis manos se hunden en su espesa melena oscura y me
agarro con fuerza mientras me besa como el demonio. Es ardiente y lleno de
necesidad, y me hace sentir tan deseada como nunca antes.
Esta vez me levanta y le rodeo con las piernas, aferrándome a él mientras me
besa como si se estuviera ahogando y yo fuera su salvavidas.
—Tan jodidamente dulce —murmura contra mis labios—. Jesús, eres tan
malditamente dulce.
Gimo y me aprieto aún más contra él justo cuando empieza a sonar el teléfono
de alguien.
—Maldita sea —murmura—. Es mi madre.
Sonrío.
—No he oído esa frase desde el instituto.
Remington se ríe y me pone de pie antes de sacar su teléfono. Tras una última
mirada llena de lujuria, contesta.
—Hola, mamá. Sí, ella está bien. La traje aquí al rancho porque estaba un poco
agitada. Sí, iré a buscar a los niños en un minuto. Seguro que están cansados y listos
para irse a la cama. No, no tienes que hacerlo. Estaré allí pronto. Gracias, mamá.

87
Adiós.
—¿Va a asustar a los niños que esté aquí?
—No. Se alegrarán de ver que estás a salvo. También estaban preocupados por
ti. Voy a ir a buscarlos muy rápido. Siéntete como en casa aquí.
—No tengo nada conmigo para sentirme como en casa —le recuerdo con una
sonrisa apenada—. Pero gracias. Es una habitación muy bonita.
—Te traeré algunas cosas en cuanto vuelva. O, si quieres, sube a mi habitación
y toma una camiseta para dormir y lo que quieras de mi baño.
Levanto una ceja, sorprendida.
—No pasa nada. Puedo esperar.
—Tú decides —dice encogiéndose de hombros—. Ahora vuelvo.
Se da la vuelta para marcharse, pero luego vuelve corriendo y me besa, más
suavemente que antes, pero no menos apasionadamente.
—Eso va a tener que ayudarme un poco —murmura—. Vuelvo enseguida, Doc.
Me guiña un ojo y luego se va, y no puedo evitar tocarme el cosquilleo de los
labios.
—Qué cumpleaños más raro —murmuro.

—Bueno, maldita sea. —Roger suspira y parece tan triste que me dan ganas de
echarme a llorar—. Seguro que me entristecerá verte marchar.
—No me voy muy lejos —le aseguro—. Y aún podré venir a visitarte. No has
visto lo último de mí, Roger.
Sonríe, pero no le llega a los ojos.
—No pasa nada, cariño. Sé que tienes las mejores intenciones. Pero la gente
sigue adelante. Como debe ser. Me alegro de que estés disfrutando de tu estancia en
el rancho. Siempre me gustó mucho John Wild. Es un buen hombre. También tiene
buenos hijos.
—Son todos muy buena gente —asiento con un movimiento de cabeza—. No
bromeo cuando digo que seguiré viniendo. Puede que no tan a menudo, pero ¿qué
haría yo sin ti?
Eso lo hace sonreír mientras alargo la mano y se la acaricio.
—Siento si te dejo en la estacada con el apartamento.
—Oh, no lo harás. Lo alquilaré muy rápido. Los alquileres son difíciles de
encontrar por aquí.

88
—Es verdad. ¿Quieres que deje los muebles? No tendré necesidad de ellos, y
encajan muy bien en el apartamento.
—Te los compro —dice con severidad y, por la expresión de su cara, sé que no
me dejará discutir—. Y te agradezco la oferta.
No puedo evitarlo. Voy directa a los brazos de Roger para darle un largo
abrazo.
—Gracias por todo, Roger. Estoy muy agradecida por todo lo que has hecho
por mí.
—No fue mucho. —Me sujeta con fuerza y luego me suelta—. Y tú también has
hecho mucho por mí. Es lo que hacen los amigos, ¿verdad?
—Sí. —Sonrío y asiento con la cabeza—. Eso es lo que hacen los amigos. Tendré
la casa limpia y lista para ti al final de la semana.
—Te lo agradezco —dice—. Y si alguna vez necesitas un sitio, éste te está
esperando.
—Es maravilloso saberlo. —Beso la mejilla de Roger y me dirijo a la puerta—.
Gracias, Roger.
—De nada.
Temía esa conversación. No me gusta decepcionar a la gente y sé que Roger
se siente solo. Pero encontraré la manera de visitarlo al menos una vez a la semana.
Tal vez más. Tal vez los niños disfruten de un viaje a la ciudad para llevarle a Roger
sopa o galletas.
Haré que sea divertido para todos.
—Ahora tengo que hacer la maleta —murmuro mientras miro todo lo que hay
en mi apartamento. Por suerte, no tengo un montón de cosas. Como Roger se quedará
con los muebles, solo tengo que empaquetar mi ropa y algunos objetos personales,
además de las cosas de la cocina.
No debería ser tan malo.
Pero en lugar de hincar los codos, me dejo caer en el sofá y abro las redes
sociales para ver qué han estado haciendo mis primos.
Parece que Hudson se ha comprado una moto nueva. Parece tan orgulloso de
la nueva Harley, así que le doy un corazón y comento debajo de la foto, Nacido para
ser salvaje, con un emoji de guiño.
Parece que todo el mundo ha estado ocupado y no tiene problema en
documentarlo en las redes sociales, así que tardo un poco en peinar y comentar aquí
y allá. Antes de cerrar la aplicación, veo que tengo un mensaje.
Parece que es de un spammer, así que no lo abro antes de borrar y cerrar la
aplicación.

89 Con un suspiro, vuelvo a mirar a mi alrededor.


—Realmente tengo que empacar. —Remington y los niños volverán en un par
de horas a recogerme, y me gustaría tener la mayoría de mis cosas listas para
entonces. Me dejaron para que pudiera hacer algunas cosas mientras Rem hacía
recados. Se ofreció a ayudarme, pero prefiero meterme de lleno y ocuparme yo
misma. No tardaré mucho.
Afortunadamente, la Suburban estaba bien después de mi incidente. No tenía
ni un rasguño en el parachoques. Realmente tuve suerte. No es bueno destrozar la
camioneta de tu jefe.
O el tipo ardiente al que has estado besando y deseando.
Especialmente cuando esas personas son la misma.
—Okey, no le demos tantas vueltas —murmuro mientras me levanto y me dirijo
al dormitorio, abro el armario y saco las maletas—. Sólo haz la maleta.
Tengo más de lo que pensaba, pero supongo que eso es lo que pasa cuando
vives en un sitio durante mucho tiempo. Acumulas cosas.
Por suerte, Roger tiene unas cuantas cajas vacías en su garaje, y puedo terminar
de recoger todo lo que trasladaré al rancho conmigo. Estoy empaquetando las últimas
cosas cuando llaman a mi puerta.
Cuando la abro, Remington está al otro lado, apoyado en el marco de la puerta.
—Sabes —digo, y luego tengo que hacer una pausa para poder tragar saliva—
. Lees sobre lo caliente que es cuando un hombre se apoya en el marco de la puerta,
pero no tenía ni idea.
Una lenta sonrisa se dibuja en sus labios mientras me mira de arriba abajo.
—Encantado. ¿Esas son tus cosas?
Señala las dos maletas y las tres cajas que hay en el salón.
—Sí.
—¿Dónde está el resto?
—Eso es todo.
Sus ojos se vuelven hacia los míos.
—¿Eso es todo con tus cosas?
—Sí, no tengo mucho. Roger se queda con los muebles.
—De acuerdo —dice Rem mientras entra y levanta dos cajas, una apilada sobre
la otra.
—Esas son pesadas, ¿sabes?
Sus ojos se entrecierran.

90
—No necesito que me insultes.
Con una carcajada, recojo una maleta y lo sigo hasta la Suburban que nos
espera. Con un viaje más cada uno, lo tenemos todo amontonado en el vehículo, y
Holly y Johnny prácticamente rebotan en sus asientos cuando subo junto a Rem.
—Te quedas a dormir en nuestra casa —anuncia Holly—. Hemos puesto cosas
especiales en tu habitación.
—Cállate —dice Johnny—. Es una sorpresa.
—No voy a decirle lo que es —dice Holly en su propia defensa y luego me
sonríe—. Son flores, y he puesto mi peluche favorito en tu cama para que no te asustes,
ya que es un lugar extraño y todo eso.
—¡Holly! —exclama Johnny, pero yo me río y miro a Rem mientras pone el
vehículo en marcha.
—Vamos —dice mientras se aparta del bordillo—. Vamos a casa antes de que
Holly derrame más secretos.
Capítulo Diez
Remington
91 —Hola, mamá. —Le sonrío mientras me abre la puerta y me invita a pasar.
¿Tengo tiempo hoy para charlar con mi madre? La verdad es que no, pero me pidió
que fuera a verla, y aprendí muy temprano en la vida a mantenerme en el lado bueno
de mi madre—. ¿Qué pasa?
—¿Tiene que pasar algo para que pueda ver a mi hijo? —me pregunta mientras
me conduce a su cocina, donde ya me ha servido una taza de café solo y tiene un
cupcake de arándanos recién hecho esperándome.
—Normalmente —respondo asintiendo con la cabeza y le doy un sorbo al café,
observando cómo me sonríe—. Pareces nerviosa. ¿A quién tengo que patearle el
trasero?
—Te pareces tanto a tu padre —dice con un suspiro—. Es una de las cosas que
me encantan de ti. Rem, lo dejo.
Siento que se me suben las cejas de la sorpresa.
—¿Perdona?
—Renuncio —repite, y vuelve a suspirar, esta vez más fuerte—. Sé que hemos
intentado encontrar un nuevo contable varias veces y que nadie ha funcionado, pero
hablo en serio cuando te digo que tienes treinta días para encontrar a alguien y
formarlo. Esto es un negocio. Claro, es un negocio familiar, pero es un negocio al fin
y al cabo. He terminado de trabajar. He hecho este trabajo durante casi cuarenta años,
y estoy quemada. Quiero disfrutar de mis nietos, hacer viajes con mi marido, y tal vez
ver algo de Netflix sin preocuparme de la parte financiera de este rancho.
—Lo sé, mamá. —Suelto un suspiro y bebo más café—. Y te mereces hacer todo
eso. Lo haré realidad. Hay despachos en la ciudad que puedo contratar para que se
hagan cargo. Gracias por tener paciencia.
—Te amo, y puedo ver que ya estás sobrecargado. Más de lo que tu padre y yo
tuvimos que lidiar, ahora que el rancho se ha expandido y es más rentable que nunca,
y por un lado, lo siento por eso.
—¿Sientes que tengamos éxito?
—Siento que ya no sea tan sencillo como antes. Que te alejes cada vez más de
tus hijos. Sin embargo, diré que me gusta mucho Erin. Es inteligente y divertida, y los
niños la adoran. Ha sido una adición encantadora al rancho.
Asiento con la cabeza y no puedo evitar sonreír un poco al pensar en mi
preciosa niñera.
—La adoran. Las cosas van muy bien allí, sobre todo desde hace un par de
semanas que se ha mudado. Es de gran ayuda.
—Y es hermosa.
Entrecierro los ojos, observando a mi madre.

92
—¿Estás intentando jugar a la casamentera?
—No tengo por qué —responde con una gran carcajada—. Cariño, ya veo cómo
la miras.
—¿Y cómo es eso?
—Como si la hubieras esperado toda tu vida. Y eso es otra cosa que me encanta
de ella. Ha despertado algo en ti que ha estado durmiendo durante mucho tiempo.
—Creo que es raro estar sentado en tu cocina, discutiendo si siento algo o no
por la niñera de mis hijos.
—Oh, por favor. Puede que sea tu madre, pero no estoy muerta cuando se trata
de estas cosas. Lo veo, y me gusta mucho. Erin es buena para ti.
La miro con el ceño fruncido.
—¿Cómo es eso?
—Has sonreído más en el último mes que desde que nació Holly. Eso me dice
todo lo que necesito saber.
—Mamá...
—Está bien, me detendré. —Levanta ambas manos en señal de rendición
mientras suena mi teléfono.
Frunzo el ceño ante el nombre de mi padre.
—¿Papá y tú están confabulando? Ahora me llama.
—No tengo ni idea de para qué llama —me asegura mientras acepto la llamada.
—¿Hola?
—Oye, hijo, hay un vehículo que no reconozco en la propiedad, dirigiéndose a
tu casa. Pensé en hacértelo saber.
—Gracias, voy para allá ahora mismo. —Apago y me vuelvo hacia mi madre—
. Tengo que ir a ver una cosa. Ahora mismo busco a ese contable.
—Gracias, cielo. —Se levanta y me besa la mejilla antes de que yo vuelva al
jeep y a la granja.
Efectivamente, hay un todoterreno de alquiler delante de la casa y un hombre
que se acerca a mi puerta.
—¿Puedo ayudarle? —Salgo del jeep hacia el porche y el hombre se vuelve
hacia mí, clavándome sus penetrantes ojos azules.
Conozco esa cara.
—Estoy buscando a Erin Montgomery —dice, con voz de negocios—. Me han
dicho que se ha mudado aquí.
—Así es. —¿De dónde conozco a este tipo? — ¿Puedo decirle quién la busca?

93
—Su padre —responde con facilidad y me ofrece una mano para
estrechármela—. Will.
—Will Montgomery —respondo lentamente al estrecharle la mano y darme
cuenta de quién es exactamente—. Erin no mencionó que su padre es una leyenda
del fútbol.
—Sí, bueno, eso no me sorprende. ¿Ella está aquí?
—Creo que sí. —Abro la puerta, le hago un gesto a Will para que me siga y
grito—: ¿Erin? ¿Estás aquí?
La casa se queda en silencio y me doy cuenta de que no hay nadie.
—Llevó a los niños al escuela esta mañana, pero suele volver al rancho
después. —Frunzo el ceño y me vuelvo hacia Will—. La llamaré.
—Por favor, hazlo. No me contesta. —Su voz está llena de frustración.
Erin contesta al tercer timbrazo.
—¿Hola?
—Oye, ¿dónde estás? ¿Estás en el rancho?
—Sí, estoy en el granero. ¿Me necesitas?
—Iré a verte —respondo y termino la llamada mientras me vuelvo hacia Will—
. Te llevaré al granero.
—¿Qué hace exactamente mi hija aquí y por qué vive contigo?
Me detengo ante la agudeza de su voz y entrecierro los ojos hacia el hombre
mayor. Claro, estoy impresionado, pero está en mi propiedad.
—Erin aceptó un puesto de niñera para mis dos hijos pequeños. Puedo
enseñarte su habitación si quieres.
—Sí, quiero verla.
Lo conduzco a la parte trasera de la casa y abro su puerta.
—No voy a entrar ahí porque es una invasión de la privacidad, pero esta es su
habitación.
Will suspira y da un paso justo dentro de la puerta, mira a su alrededor y vuelve
a salir.
—Bien, vamos al granero.
Con un gesto seco de la cabeza, le conduzco de vuelta a la casa.
—Tomaremos el Jeep —digo simplemente y espero a que suba conmigo antes
de dirigirme al granero—. Quiero dejar claro que aquí no la tengo cautiva ni nada por
el estilo. Mis hijos la adoran.
—Claro que sí. Es la mejor que hay —dice antes de frotarse los ojos—. No me
ha devuelto las llamadas y decidí venir aquí para asegurarme de que está a salvo.

94 —Como padre, lo entiendo. Te prometo que está a salvo. Lo verás por ti mismo.
No puedo culparlo por estar preocupado. Si Holly dejara de atender mis
llamadas, yo haría lo mismo.
En cuanto llegamos al granero, Will se baja del Jeep y entramos en el granero,
donde encontramos a Erin limpiando un establo.
—¿Tienes a mi hija paleando mierda? —exige Will, y Erin levanta la cabeza,
sus ojos enormes mientras mira fijamente a su padre.
—¿Papá? ¿Qué haces aquí? —exige mientras apoya su pala contra la pared.
—Yo tengo la misma pregunta —responde Will.
Me echo hacia atrás, cruzo los brazos sobre el pecho y observo cómo se
desarrolla el espectáculo.
—Trabajo aquí afuera —dice Erin con el ceño fruncido—. Quiero decir, no aquí,
en el granero. Estaba aburrida y salí a preguntar si podía ayudar en algo. Pero trabajo
en la casa como niñera de Holly y Johnny. Ya le conté todo esto a mamá.
—Pero no me lo has dicho —responde Will con frustración—. Y no me
devuelves las malditas llamadas.
Erin se muerde el labio inferior y hace una mueca de dolor.
—Así que fleté el jet y vine aquí, sólo para encontrarme con que te has juntado
con él —me señala con el pulgar—, y estás en un granero, paleando mierda. ¿Qué
demonios, Erin?
—En primer lugar —replica Erin, con la ira subiendo a sus mejillas—, soy una
mujer adulta. Si quiero ganarme la vida paleando mierda, lo haré. Además, estoy
limpiando una caseta, no simplemente paleando mierda. En segundo lugar, me gusta
aquí. Estoy agradecida de que Remington me diera el trabajo porque lo necesitaba.
Eso la hace callar, y sus ojos se abren de par en par como si no hubiera querido
decir eso.
—¿Qué quieres decir, con necesitar? —Will pregunta, su voz de repente muy
tranquila.
—Se me averió el auto. —Trata de mantener su voz indiferente, pero sólo
agrava más a Will—. No es para tanto. Sólo necesitaba un ingreso extra para pagar
las reparaciones, eso es todo.
Sin importarle que yo esté aquí, junto con Lucky y Bruiser, al otro lado del
granero, Will se acerca a su hija y se mete las manos en los bolsillos.
—Tienes un fondo fiduciario con millones de dólares a tu disposición con sólo
pulsar un puto botón —dice, con la ira irradiando a través de él—. Has dejado claro
lo que sientes por mi dinero, pero no permitiré que mi hija conduzca un auto inseguro
en una ciudad donde tenemos cero contactos, todo por tu maldito orgullo. Cómprate
un auto nuevo, Erin.

95
Levanta la barbilla en señal de desafío.
—Remington me prestó su vehículo hasta que arreglen el mío. Lo he
solucionado, papá. Todo está bien.
—Todo va bien —se hace eco él y retrocede alejándose de ella. Veo el dolor
en sus ojos, y Erin también debe de verlo, porque corre hacia él y lo abraza con
fuerza. Él hace lo mismo, aferrándose a su pequeña—. No está bien, cariño. No tienes
que palear mierda para llegar a fin de mes.
—No lo hago —le asegura ella, sin soltarlo—. De verdad que no. Realmente
vine aquí porque estaba aburrida. Los niños están en la escuela y la casa es demasiado
tranquila. Me encanta el rancho, papá. Déjame mostrarte un poco el lugar. Estoy tan
feliz de verte. Te he echado mucho de menos.
—¿Me has echado tanto de menos que no me hablas?
Erin ofrece a su padre una sonrisa acuosa.
—Sabía que reaccionarías así y no quería discutir. No esperaba que
aparecieras sin más. Espera, ¿dónde está mamá? ¿Se están quedando en el
apartamento de London y Drew?
¿Quiénes son London y Drew? ¿La familia tiene un condominio en Bitterroot
Valley? Obviamente, no sé nada sobre esta mujer, y eso me inquieta. Will puede tener
preguntas, pero yo tengo un montón de las mías, y tengo la intención de obtener
respuesta hoy.
—No, he venido solo y vuelvo antes de cenar.
—Ni siquiera le dijiste a Mamá que ibas a venir, ¿verdad? —Erin jadea—. Papá,
te vas a meter en un buen lío.
—No, no lo haré. —Sacude la cabeza, le aparta el cabello de la mejilla y vuelve
a respirar hondo—. Salgamos y hablemos.
—De acuerdo. —Mientras pasan a mi lado, Erin dice, Lo siento.
Cuando están fuera del alcance del oído, Lucky se une a mí.
—¿Ese es Will Montgomery? ¿El mejor quarterback que ha tenido Seattle? ¿El
miembro del Salón de la Fama?
—Eso parece.
—¿Sabías que era el papá de Erin?
—No.
Lucky asiente pensativo.
—De acuerdo, entonces.
Se aleja para volver al trabajo, y veo a Will y Erin caminando lentamente hacia
la casa, en profunda conversación. Decido apartarme de su camino, vuelvo al Jeep y
conduzco hasta casa, dándoles un amplio margen. Una vez dentro, voy directamente
96 a mi despacho.
Por lo tanto, Erin realmente no necesita el trabajo. El mío o el de la cafetería.
Ella está, ¿qué, aquí haciendo el papel de la chica arruinada?
No me gustan los juegos, sobre todo cuando se trata de personas que tienen
acceso a mis hijos. Sobre todo cuando se trata de mujeres que quiero en mi cama.
Me siento como un tonto.
Una hora más tarde, se abre la puerta principal y oigo a Erin gritar:
—¿Rem? ¿Tienes un minuto?
Salgo y la encuentro. Parece... arrepentida.
—¿Qué necesitas? —le pregunto.
—Mi padre quiere un minuto.
Asiento con la cabeza y paso junto a ella, sin tocarla, para reunirme con su
padre en el porche. Me apoyo en la barandilla.
—¿Qué puedo hacer por ti?
Will sacude la cabeza y mira por encima de mi prado, hacia las montañas que
hay más allá.
—¿Qué tipo de seguridad tienes aquí? No parece que haya mucha.
Levanto una ceja.
—No sé si te has dado cuenta, pero estamos en medio de la nada. ¿Qué tipo de
seguridad quieres que tenga?
—Cámaras, alarmas, una puerta para empezar.
—Tengo cámaras —respondo—. No necesito una verja. No tenemos el tipo de
delincuencia al que estás acostumbrado en la ciudad.
—Tienes hijos —dice Will, volviéndose hacia mí—. Entiendes lo que es
preocuparse por su seguridad.
—Por supuesto. Y sé que están a salvo aquí. Están a salvo en la ciudad. No voy
a poner en peligro a nadie ni a nada de lo que amo. Lo más peligroso aquí es la vida
salvaje, no la gente.
—Una vez casi se la llevan —dice en voz baja, con sus ojos azules llenos de
arrepentimiento mientras me mira—. Por mi culpa. Por lo que soy.
—¿Estás diciendo que mis hijos no están seguros porque ella está aquí con
ellos? —Se me revuelve el estómago al pensarlo.
—No. —Sacude la cabeza—. No, en absoluto. Digo que me preocupo y siempre
me preocuparé. Ahora tiene veinticinco años, y me preocuparé cuando tenga sesenta
y cinco.

97 —¿Por qué me cuentas todo esto?


—Porque vive aquí, y porque veo la forma en que miras a mi hija. No me
encanta precisamente, pero —se encoge de hombros— no hay mucho que pueda
hacer al respecto.
Y ya van dos veces hoy que alguien me menciona que miro a Erin de cierta
manera. Jesús, ¿tengo enamorado escrito en la frente?
—Ella está a salvo aquí —digo firmemente—. Le doy mi palabra, Sr.
Montgomery. Tengo preguntas para ella porque no me di cuenta de que usted es su
padre, pero ella está a salvo aquí.
—No lo sabías —dice al darse cuenta—. Sobre su familia, sobre su dinero.
—No. —La respuesta es brusca porque diablos, mis sentimientos están un poco
heridos—. No lo hacía. Mira, no me importa el dinero, pero sí la honestidad.
Asiente con la cabeza.
—Vuelvo a Seattle. Voy a dejarte mi número. —Pone una tarjeta en la
barandilla—. Si tú o Erin alguna vez necesitan cualquier cosa, sólo tienen que llamar.
—Sr. Montgomery….
—Mi hija vive en tu casa —interrumpe—. Puedes llamarme Will.
—Will. —No necesito nada. Este rancho tiene éxito más allá de los sueños más
salvajes de mi padre. En todo caso, mis padres podrían haberse preguntado si Erin
estaba aquí gracias a nuestro dinero, y no al revés.
Eso lo hace reír.
—Bueno, algo es algo, supongo. Es frustrante cuando tus hijos ya no quieren o
necesitan tu ayuda. Cuando se alejan. La amo mucho.
—Sé que lo haces. Si no, no estarías aquí.
Me da una palmada en el hombro.
—Creo que lo entiendes. Tengo que volver a Seattle antes de que mi mujer se
divorcie de mí.
—Dijiste que no tendrías problemas.
—Oh, eso fue una mentira descarada. Megan estaba ansiosa por venir a visitar
a Erin. Pero fue una decisión improvisada cuando Erin me mandó al buzón de voz otra
vez esta mañana.
—Trae a tu mujer aquí cuando quieras. He oído que hay un condominio que
puedes usar.
—Y tú tampoco lo sabías —dice riendo y vuelve a darme una palmada en el
hombro—. Buena suerte con esa. Te mantendrá alerta. Pero jode con ella y nunca
encontrarán tu cuerpo.

98 Y con eso, baja los escalones hasta su auto de alquiler. Erin sale y se reúne
conmigo en la barandilla mientras su padre nos saluda con la mano y se aleja.
—Tengo tantas preguntas —murmuro mientras Erin y yo vemos a Will conducir
por el camino de entrada y doblar la curva, desapareciendo de la vista.
—Lo sé —dice con un suspiro—. En primer lugar, nunca quise mantener en
secreto quién es mi familia.
—¿De verdad? —Me giro hacia ella, deseando verle la cara. Dios, tengo tantas
ganas de tocarla que me duelen los dedos, pero no puedo. Primero necesito
respuestas.
—No. No lo hice. Simplemente no surgieron.
—Eso no es verdad. Hiciste ese pastel con los colores de Seattle, y cuando te
pregunté por qué, simplemente dijiste que porque te gusta ese equipo.
—Y me gusta el equipo.
—Pero tuviste la oportunidad perfecta para decirme por qué te gusta el equipo.
No lo hiciste. Nunca te explayas sobre tus primos o tu familia inmediata. ¿Quiénes son
London y Drew, y por qué son dueños de un condominio aquí?
—Drew es mi primo, y London es su prometida. Drew es el entrenador de
quarterbacks de Seattle, y London es la dueña del equipo.
—London Ambrose —repito con un lento movimiento de cabeza, armando el
rompecabezas—. Una de las mujeres más ricas del país. Tu primo está comprometido
a una multimillonaria.
—Sí. Lo está. Y no tienes que sonar tan jodidamente crítico al respecto.
—No estoy juzgando...
—Sí, lo haces. Y he tenido que lidiar con mierda como esta toda mi vida. Tengo
gente muy famosa en mi familia, pero para mí, sólo son gente a la que quiero. Me
encantan ellos, Remington. Estoy harta de conocer a gente nueva y que, cuando se
enteran de quién es mi familia, sólo quieran hablar de los famosos. No les importa
quiénes son como individuos. ¿Sabes que a la última persona con la que salí no le
importaba una mierda? Sólo preguntaba cuándo podría conocer a mi padre.
—Era un idiota.
—Sí. Lo era. Eso pasa más a menudo que no. Así que no, no estoy ocultando o
avergonzada de dónde vengo, pero por una vez en mi vida, no son un factor para mí.
Aquí nadie lo sabía ni le importaba. Yo era sólo Erin, la chica nueva, viviendo una vida
bastante normal que realmente me gustaba. Y ahora, aquí estamos. Haces preguntas
y me miras como si fuera un puto experimento científico.
—Deja esa mierda.

99
Capítulo Once
Erin
100 Sus ojos son ardientes, las motas doradas prácticamente disparando fuego
mientras me rodea, aún sin tocarme.
—No eres un maldito experimento científico. Eres una mujer que vive en mi
casa, cuidando de mis hijos. Mierda, Erin, es más que eso, y los dos lo sabemos. Yo te
quiero. Te he deseado desde la primera vez que te vi en esa cafetería. Tú misma has
dicho que el sentimiento es mutuo, y sin embargo me he quedado de piedra.
—¿Por qué? ¿Porque mi padre es famoso? ¿Porque tengo un fondo fiduciario a
punto que podría usar para hacerme la vida más fácil?
—Sí.
Bueno, al menos no mintió sobre ello. Claro, duele, pero no mintió.
—No me imaginaba que fueras un cazafortunas. —Me arrepiento de las
palabras en cuanto salen de mi boca y me tapo los labios con las manos mientras los
ojos de Rem se entrecierran en rendijas furiosas.
—¿Es lo que crees? —su voz es tranquila y demasiado calmada. Irradia ira, sus
músculos se agitan—. ¿Qué me importa una mierda tu puto dinero?
—No. —Sacudo la cabeza. Jesús, quiero alcanzarlo, abrazarlo y tranquilizarlo—
. No, no lo hago, y eso estuvo completamente fuera de lugar.
—Pero lo piensas porque si no, no lo habrías dicho. Me desconcerté porque vi
a un hombre caminando hacia la puerta de mi casa, y es el maldito Will Montgomery,
que resulta que está buscando a su hija. Eso me desconcertó. Diablos, habría
desconcertado a cualquiera, pero no pienses que me importa una mierda tu dinero.
—No lo pienso. —Ahora dejo caer la cabeza entre las manos, tan avergonzada
que amenazan las lágrimas—. ¿Cómo es posible que no sepamos absolutamente nada
el uno del otro, después de todas estas semanas, y tú sigas queriendo besarme?
Espera, ¿dije esto último en voz alta?
No me jodas.
—Sentémonos. —Rem señala las sillas del porche, me dejo caer en una y subo
las piernas hasta el pecho porque necesito agarrarme a algo—. Tenemos unas horas
antes de que los niños vuelvan a casa, así que tomémonos un tiempo para conocernos
de verdad.
—Seguro que tienes otras cosas que hacer.
Sacude la cabeza.
—Nada más importante que esto. Obviamente, tienes alguna frustración en
torno a tu padre y el dinero que hizo. Háblame de eso.
Me relamo los labios, intentando ordenar mis pensamientos.
—Ha sido maravilloso verlo. Hacía unos meses que no estaba en casa y los
echaba de menos. Quiero a mi padre y nos llevamos bien el 99 por ciento del tiempo.
101 Es divertido. Will Montgomery es el payaso de la familia, ¿sabes? Es divertido, y todo
el mundo quiere estar cerca de él. Incluso yo.
Ahora estiro las piernas y las cruzo por los tobillos, mirando hacia el prado.
«La mayor manzana de la discordia entre nosotros es el dinero. Tengo un fondo
fiduciario, como has oído. No es simplemente un par de millones, Rem. Son más bien
cincuenta millones. Es una cantidad incómoda de dinero.
—Para algunos —asiente, y yo sonrío.
—Sí, para algunos. Obviamente, no crecí pobre. De hecho, todo lo contrario.
Nunca me faltó de nada, y estoy agradecida por ello. Suerte de nacimiento, ¿sabes?
Asiente, escuchando.
«Y no sólo a mi padre le ha ido bien. Tenemos actores, otros deportistas
profesionales, gurús financieros, estrellas de rock. Leo Nash es mi tío. ¿Lo sabías?
Rem parpadea rápidamente sorprendido.
—No, no lo hacía.
—Sí. Hay muchos famosos en nuestra familia. Un mucho de dinero. Influencia.
Y voy a ser honesta contigo ahora mismo, Gruñón.
Sus labios se crispan.
—Por favor, hazlo.
—Me hace sentir jodidamente incómoda. —Me vuelvo a cubrir la cara con las
manos.
—Mírame.
Sacudo la cabeza.
—Me siento tan desagradecida. ¿Qué me pasa para ser la única de toda mi
enorme, ruidosa y alocada familia que siente que tiene que huir? Hace tiempo que sé
que quiero una vida más tranquila. Una vida sencilla. La gran ciudad no es para mí,
aunque Seattle es donde viven todos mis seres queridos. Odio el ruido, el tráfico, la
delincuencia. Me moría de ganas de irme. Y entonces todos mis primos -estoy muy
unida a todos mis primos y sus cónyuges- decidieron hacer un viaje de esquí a
Montana a finales del año pasado. Ya le había dicho a mi primo Drew que estaba
pensando en irme de Seattle, y me alegro de haberlo hecho porque él estaba en ese
viaje y pude intercambiar ideas con él. ¿Tienes a alguien así?
—Sí. —Asiente, y me encanta que me esté mirando, escuchándome—. Sí, lo
hago.
—Bien, porque todos necesitamos eso. En fin, llegamos aquí y, nada más
aterrizar, pensé: Este es mi hogar. De hecho, me salté el esquí y la mayoría de las
cosas turísticas con mis primos porque quería absorber Bitterroot Valley. Paseé por

102
la ciudad, comí en restaurantes y hablé con la gente. Solicité el trabajo en la cafetería
antes incluso de que los demás salieran de la ciudad.
—Y no te fuiste con ellos.
—No. —Sacudo la cabeza—. No me fui con ellos. Estaban preocupados, claro,
pero también me conocían y confiaban en mí. Lo más difícil fue decírselo a mis padres
porque, aunque ya llevo un tiempo fuera de casa, sé que siempre dieron por hecho
que me quedaría en Seattle. No me gusta decepcionarlos.
—Tengo una pregunta.
Asiento con la cabeza.
—Adelante.
—Entiendo que quieras dejar la ciudad, pero ¿por qué no usar el fondo
fiduciario cuando lo necesites?
—No es mi dinero. —Me encojo de hombros y me río—. Y me han dicho a
menudo que deje de ser tan terca, pero no es mi dinero. Es el dinero de mis padres.
—Que reservaron para ti.
Vuelvo a relamerme los labios.
—Es bueno saber que está ahí para una verdadera emergencia, pero yo quería
hacer mi propio camino. Siempre ha sido importante para mí ser autosuficiente e
independiente. Mi familia no lo entiende. Creen que es terquedad, pero es como
quiero que sea mi vida.
—¿Que tu auto se estropee no es una verdadera emergencia? Jesús, Doc, ¿qué
quieres, quedarte sin casa antes de usarlo?
—Sí. Sé que suena muy raro, pero estoy bien por mi cuenta. Claro, he tenido
algunos golpes aquí y allá, pero estoy bien. No tengo hambre ni frío. Pago mis
facturas. Me gusta mi trabajo. No tengo motivos para quejarme. Si no hubiera
encontrado el puesto contigo, probablemente me habría venido abajo y habría
utilizado el fideicomiso para comprarme un auto nuevo, porque estamos en el quinto
pino de Montana y no es como si pudiera ir en autobús o algo así. Pero salió bien.
—Salió bien —repite y luego suelta una carcajada.
—Okey, me toca hacer preguntas personales porque quiero cambiar de tema.
Rem asiente.
—Me parece bien, pregunta.
—¿Qué pasó con la madre de los niños?
Eso parece sorprenderlo, porque frunce el ceño y se inclina sobre las rodillas,
mirándose las manos.
—Murió —dice antes de frotarse la cara con la mano y volver a sentarse—.
Murió al dar a luz a Holly.
103 —Oh, mierda. —Quiero acercarme a él, pero no lo hago. En vez de eso, me
paso los dedos por el cabello—. Lo siento, Rem. No me lo esperaba.
—Yo tampoco. No sabíamos que algo iba mal. Jessica se puso de parto y el
parto transcurrió con normalidad, pero justo después de dar a luz a Holly, se
desmayó. Todo fue muy rápido. Me empujaron fuera de la habitación y lo siguiente
que supe fue que un médico me decía que mi mujer había muerto.
Ahora se vuelve hacia mí y suspira.
«Tuvo lo que llamaron una embolia de líquido amniótico, y la mató en cuestión
de minutos.
—Dios mío. Lo siento mucho, Remington. De verdad.
—Yo también lo siento. —Vuelve a pasarse la mano por la cara—. Y ya que
estamos siendo honestos aquí, seguiré diciendo que estoy muy apenado de que
Johnny y Holly nunca la conocerán. Era una buena mujer y amaba a sus bebés.
—¿Pero?
—No es un pero. Es más bien un y. Jessica y yo nos casamos porque estaba
embarazada de Johnny. Sé que suena anticuado y estúpido, pero es verdad. Era una
buena amiga mía, quedó embarazada, y decidimos intentar sacar adelante la
relación. No era mala. Era... buena. Era una buena madre y una gran amiga.
Construimos una buena vida juntos, pero...
Se interrumpe.
—Pero no había pasión.
—No. No hubo pasión. Nunca quise que le pasara lo que le pasó, y hubiera
hecho cualquier cosa para evitarlo si hubiera podido.
—Claro que sí. Que no estuvieras loco por ella no significa que no te importara.
Fue trágico para todos ustedes. Siento mucho lo que pasó.
—Fui un desastre durante un tiempo —dice con una leve sonrisa—. Pensé que
sería capaz de resolverlo porque ya había tenido un hijo antes, y recordaba las noches
sin dormir y los pañales y todas esas cosas. Pero es tan diferente cuando tienes que
hacerlo tú solo.
—No puedo ni imaginarlo.
—Gracias a Dios por mis padres y el resto de mi familia. Fue un esfuerzo de
grupo durante mucho tiempo. Demonios, todavía lo es. Pero también me hizo
estrechar lazos con ellos de un modo que quizá no habría hecho si Jessica estuviera
aquí. No sé... me pongo filosófico cuando empiezo a pensar en ello.
—No me importa la filosofía —respondo con una sonrisa—. Son niños muy bien
adaptados, felices y seguros de sí mismos, Rem. Si alguna vez te preguntas si estás
haciendo un buen trabajo, míralos. Lo estás haciendo.

104 Parpadea y suelta un suspiro.


—¿Sigues enfadado conmigo? —pregunto.
—No.
—Bien.
Respira hondo.
—Ven aquí, Doc.
Cruzo hacia él y me siento en su regazo, lo rodeo con los brazos y lo abrazo
fuerte. Inmediatamente me rodea la espalda con los brazos y me aprieta con fuerza
mientras hunde la cara en mi cuello y da un largo suspiro.
—No más evitar temas —le prometo—. Aunque sea incómodo.
—Trato hecho. Y si hay una pregunta, respondemos con la verdad.
—Lo hice... —Resoplo cuando levanta una ceja—. De acuerdo.
—¿Tu tío es realmente Leo Nash?
Entrecierro los ojos.
—Sí.
—Nash es mi banda favorita.
No puedo evitar reírme mientras me bajo de su regazo.
—Lo mismo. Es genial en concierto. Ahora debería irme al pueblo porque voy
por un tentempié para los niños a la cafetería antes de recogerlos.
Me gustaría tener más tiempo a solas con él. Quiero hacerle más preguntas
sobre su familia y el rancho. Quiero que vuelva a besarme.
—Oye, Doc.
Me vuelvo hacia él.
—¿Sí?
En respuesta, enmarca mi cara y mi cuello entre sus manos y baja su boca hasta
la mía, besándome suavemente. Hipnóticamente. Jesús, el hombre hace que mis
rodillas se vuelvan gelatina, y sus manos bajan hasta mi cintura para poder
sostenerme mientras devora mi boca.
Cuando se retira, con la boca a escasos centímetros de la mía, sus preciosos
ojos color avellana se clavan en mí mientras ambos luchamos por recuperar el aliento.
—Eso sí que es picante —susurro, y eso parece romper el momento,
haciéndolo reír.
—Jodidamente picante —se hace eco—. Esta noche, después de que los niños
se acuesten, hablemos un poco más.
Levanto una ceja.
105 —¿Sólo hablar?
—Empezaremos por ahí.
—Suena como un plan.

—Te guardé algunas golosinas —me informa Millie en cuando me acerco al


mostrador de la cafetería—. Sé que a los niños les encantan las galletas, y te conseguí
el último cupcake de naranja y arándanos.
—Eres la mejor —respondo con una sonrisa mientras acepto la bolsa de
golosinas azucaradas—. También voy a necesitar un café con leche helado.
—Claro. Nunca tomas café tan tarde. —Millie me mira con el ceño fruncido
mientras prepara el café expreso—. ¿Qué pasa?
—Mi padre apareció hoy en el rancho.
Sus cejas suben.
—¿Cómo de Seattle?
—Sí, y tuvo unas palabras con Remington, y no estoy segura de cuáles fueron
esas palabras porque fue en privado. Pero eso no es lo peor, y necesito que no te
enfades conmigo ahora mismo, ¿de acuerdo?
—Estoy super confundida —admite mientras agita mi café con leche helado y
me lo deja en la encimera—. ¿Por qué iba a enfadarme porque tu padre apareciera
en el rancho?
—Porque mi padre es Will Montgomery, el jugador de fútbol.
Millie frunce el ceño.
—No veo fútbol.
Eso me hace reír y, por alguna razón, me tranquiliza.
—Él es famoso. Gran parte de mi familia es famosa.
—De acuerdo.
—Y no te importa.
—En realidad, no. Espera, ¿Rem te dio una mierda?
—Bueno, sí, y lo entiendo. Quiero decir, estoy mucho con sus hijos, y...
—Y eso no tiene nada que ver con si tu padre es famoso o no. Jesús, voy a tener
que decirle a Rem que se busque una puta vida.
—No, estuvo bien. De verdad. Porque...
—Okey, dilo.

106
—Bien, pero voy a necesitar que mantengas tu factor asco aquí. Quiero saltarle
encima.
—¿A Remington?
—Por supuesto, Remington.
—¿Por qué? —Frunce el ceño como si ignorara por completo que su hermano
mayor está buenísimo.
—Bueno, está bueno, Millie. Y hay química entre nosotros que es humeante.
Como que me sorprende que las alarmas de humo no salten sólo por la forma en que
me mira.
—Iu. Bueno está bien. Sólo, tal vez no cuando los niños están despiertos,
¿sabes?
—Asqueroso. Por supuesto que no, Millie. De hecho, me he estado conteniendo
mucho por los niños. Viven allí, y son jóvenes, y no es apropiado...
—No es como si tú fueras la niñera, y él estuviera teniendo una aventura contigo
mientras su mujer duerme arriba. Eso es muy diferente. Claro, sé discreta con los
niños, pero yo digo que hagan lo que los haga felices a los dos. Rem no ha sido feliz
en mucho maldito tiempo. Si tú eres lo que hace eso por él, genial. Pero quizá vea si
los niños quieren quedarse en mi casa esta noche.
—¿En serio?
—Claro, hace tiempo que no tenemos una fiesta de pijamas. Podemos ver
películas y hacer palomitas. Le enviaré un mensaje a Rem y le diré que voy a
buscarlos a la escuela.
—No tienes que hacer eso.
—Sé que no tengo que hacerlo. —Millie me sonríe—. Pero veo la mirada en tus
ojos. Así no tienes que preocuparte de que nadie se despierte o haga preguntas.
Diviértete, nena.
—Eres la mejor amiga que una chica puede tener.
—Lo sé. Tú harías lo mismo por mí. —Abre la bolsa de golosinas y me pasa mi
cupcake—. Ve a prepararte para tu noche de diversión sexy. Aunque sólo con decirlo
me dan ganas de vomitar. No quiero saber los detalles.
Me río mientras me dirijo a la puerta y, una vez allí, me vuelvo hacia ella.
—¿Oye, Millie?
—¿Sí?
—Puede que no sepas quién es mi padre, pero Leo Nash es mi tío.
Millie abre mucho los ojos, se queda boquiabierta y me río de alegría.
—¡Nos vemos!

107 Me decido por la pizza.


Claro que podría preparar una gran cena y tratar de impresionar a Remington
con mi destreza en la cocina, pero al final, opto por la salida fácil porque tengo que
ducharme y afeitarme las piernas.
Desesperadamente necesito de afeitarme las piernas.
Pero antes de que pueda dirigirme al dormitorio, me doy cuenta de que tengo
una notificación de las redes sociales, lo cual es raro porque eso nunca sucede.
Al abrir la aplicación, veo que es otro mensaje de lo que parece spam, así que
sacudo la cabeza, lo borro y vuelvo a comprobar que el horno no está demasiado
caliente -no quiero quemar la pizza ya hecha- y vuelvo a centrarme en la tarea que
tengo entre manos.
Me apresuro a llegar a mi suite de habitaciones e inmediatamente me desnudo
para darme una ducha y prepararme para cuando Rem llegue de lo que sea que esté
haciendo en el rancho esta tarde.
Antes me ha dicho que quiere hablar más, y me parece muy bien. Hoy hemos
empezado bien a conocernos mejor, pero aún nos queda mucho por saber. Además,
¿a quién no le gusta hablar comiendo pizza?
Acabo de terminar de afeitarme las dos piernas, junto con todos los demás
lugares imprescindibles para el afeitado, y estoy pensando en salir de la ducha
cuando oigo dos golpecitos en la puerta del cuarto de baño justo antes de que se abra.
Las paredes de esta ducha de cristal están completamente empañadas, menos mal.
—¿Doc?
—Esa soy yo. —Sonrío, esperando que pueda ver una silueta de mí aquí,
dándole una pequeña idea.
—¿Es cierto que Millie tiene a los niños por la noche?
—No creo que sea algo sobre lo que ella mentiría. Saldré de aquí en un
segundo.
Se calla y me dirijo al grifo y cierro el agua. Cuando abro la puerta, me espera
un muy sexy Remington Wild, con una toalla en las manos.
Se adelanta y me envuelve en ella, me sorprende comprobar que está caliente.
—¿Pusiste esto en la secadora?
—A nadie le gusta una toalla fría. —Sus ojos, normalmente tan severos e
intensos, son suaves mientras me seca suavemente con la toalla. Me recorre con la
mirada y ni siquiera tengo tiempo de sentirme cohibida, porque la alegría de lo que
ve se dibuja en su rostro—. Jesús, eres hermosa.
—Y tú estás demasiado vestido.
No responde, simplemente sigue estudiándome, tocándome y excitándome
hasta que me estremezco y siento que me mojo.
108 —¿Vamos a hacer esto aquí en el baño?
—No —murmura antes de besarme suavemente en la frente—. Sólo quería
mirarte. Espero que no te importe.
—¿Estás bromeando? Que otra persona me seque es muy caliente. ¿Quién lo
diría?
Se ríe entre dientes, me besa la mejilla y tira la toalla a un lado.
—Mierda —es todo lo que consigo decir antes de que me recojan en brazos y
me lleven al dormitorio, donde Remington me está dando un beso de muerte.
Hablando de un cambio de perezoso y lento a caliente y urgente.
Sus manos están firmes sobre mi trasero, las yemas de sus dedos casi lo
suficientemente cerca como para tocarme el coño, pero demasiado lejos, y envuelvo
mis piernas alrededor de él y me aferro por mi vida mientras todo pensamiento
coherente huye de mi mente.
—Jesucristo, he pensado en esto mil veces —dice mientras me mordisquea el
cuello mientras me lleva—. Tú, mojada y desnuda en mi ducha.
—¿Por qué eres tan sexy? —Exijo y marco su cara entre mis manos, deseándolo
más de lo que he deseado nada en mi vida—. Simplemente eres tan jodidamente
caliente que no sé qué hacer conmigo misma.
Con un gemido, sus labios vuelven a los míos, como si solo quisiera
consumirme. Me tumba en la cama y recorre mi cuerpo, lamiendo los últimos restos
de agua de la ducha, deteniéndose a mordisquear un pezón y a rozarme el ombligo
con la nariz.
Me retuerzo como una masa de puras sensaciones mientras me acerco a él y le
paso los dedos suavemente por la cara llena de barba.
—Tienes que desnudarte ya.
Sonríe, se quita la ropa y vuelve a unirse a mí, pero no se tumba a mi lado.
No, me separa las piernas y baja la cara, allí mismo, en la zona de anotación,
dándose un festín como si estuviera hambriento.
—Mierda —gimo, agachándome para agarrar su cabello con mis manos—.
Mierda, Rem.
Su boca es una locura. En cuestión de segundos, me arroja a la estratosfera, me
deshace en pedazos y grito mientras mi cuerpo se deshace.
Y de repente, oigo el susurro de la protección, y él está apoyado sobre mí,
jadeando, mirándome con ojos ardientes.
—Eres jodidamente hermosa. —Su voz es firme mientras empuja lentamente
dentro de mí, sintiéndose tan bien hasta que no puede más y su frente se apoya en la
mía—. ¿Lo quieres dulce?

109 —Duro y rápido —le ordeno, con mi núcleo aún tembloroso por el último
orgasmo y sintiéndome ya al borde del siguiente—. Fóllame duro y rápido.
Con su boca en la mía de nuevo, empieza a moverse, y gimo de frustración
cuando no es duro y rápido.
Es duro.
Pero no hay rapidez.
—Rem.
—Llevo mucho tiempo esperando esto —me dice al oído—. Si crees que estoy
aquí para un rapidito, estás muy equivocada.
Mi espalda se arquea cuando se planta completamente dentro de mí y rechina
contra mi pubis, contra mi clítoris.
Jadeo, y su mano se desliza por mi costado, sobre mi pecho, y me cubre la
garganta. No me aprieta, no me obstruye las vías respiratorias.
Y podría ser la cosa más sexy que alguien haya hecho en mi vida.
Con los ojos clavados en los míos, vuelve a moverse, esta vez un poco más
rápido. Su pulgar me roza la mandíbula por donde me ha agarrado.
No podría haberme excitado más si su boca hubiera estado de nuevo en mi
clítoris.
—Remington —susurro y cierro los ojos, tan cerca del orgasmo, pero siento que
baja su cara hasta mi oído.
—Abre tus bonitos ojos y mírame cuando te vengas, carajo.
Abro los ojos de golpe y, con nuestras miradas fijas, caigo en el orgasmo más
delicioso que jamás haya sentido.
Rem aprieta la mandíbula, pero no cierra los ojos mientras me sigue. Cuando
me quita la mano de la garganta, el aire frío me hace desear que vuelva a estar ahí.
—Me ha gustado —consigo decir, y él enarca una ceja.
—¿Qué parte?
—Bueno, todo, pero particularmente lo de la garganta. Fue sexy.
Sus labios se inclinan en una suave sonrisa y desliza el dorso de sus dedos
sobre mi piel, hasta mi garganta. Pero no me agarra, no me reclama.
—¿No te dolió?
—No —susurro y beso su hombro.
—Bien. —Se inclina para besarme, frota su nariz contra la mía y luego rueda
sobre mí y me arrastra con él, aún en brazos.

110
Capítulo Doce
Remington
111 —Pensé en prepararte una gran cena —dice mientras se acurruca en mis
brazos—. Pero se me acababa el tiempo, así que compré pizza en Old Town.
Ahora mismo, comería casi cualquier cosa. Estoy muerto de hambre. Pero no
me gusta la idea de dejar esta cama. De dejar este momento.
Erin me besa la barbilla, se separa de mí y vuelve al baño.
Todo en ella es increíble. Tiene curvas en todos los lugares correctos, y se
ajusta contra mí perfectamente.
Oigo correr el agua y decido salir de su habitación y subir a la mía para
asearme y ponerme algo de ropa.
Cuando entro en la cocina, Erin ya está allí, con dos pizzas sobre la isla. Lleva
unos leggins negros y una sudadera de la Universidad de Washington llena de
agujeros, con el cuello cortado y colgando de un hombro.
Y así como así, estoy duro de nuevo.
—Millie me dijo que te gustan las salchichas con cebolla y pimientos, así que
eso te traje.
—¿Y a ti qué te gusta?
—Simplemente pepperoni. De niña decía que era alérgica a la cebolla, pero
resulta que la odio. —Desliza trozos de pizza en los platos, cada uno abre una botella
de cerveza y nos dirigimos al salón, donde podemos sentarnos en el sofá.
Me encanta que Erin se sienta tan cómoda como para subir los pies y
envolverse en una manta.
—Me alegra que te sientas cómoda aquí y que lo hayas convertido en tu hogar.
—Es una casa cómoda —dice y toma un bocado, luego se tapa la boca con la
mano para poder hablar más—. Aquí todo es acogedor y cómodo. Cálido, ¿sabes?
—Sí, lo entiendo.
—¿Jessica hizo eso? ¿Decorar y hacerlo hogareño?
Frunzo el ceño para comerme la pizza y Erin me tiende la mano y me la apoya
en el hombro.
—Lo siento. Sólo era una pregunta curiosa, pero si no quieres hablar de eso, no
pasa nada.
—No, acordamos hablar más esta noche, y esto forma parte de ello, ¿verdad?
—Doy un mordisco y luego extiendo la mano para sujetar el pie de Erin y atraerlo
hacia mi regazo, masajeando el arco de su pie—. No vivíamos en esta casa cuando
Jess estaba viva. Mis padres aún vivían aquí, y nosotros en una casa al otro lado de la
propiedad, no muy lejos del granero. Desde entonces la he convertido en un nuevo
barracón para los peones del rancho. En fin, cuando mi padre decidió jubilarse y
construir una casa más pequeña para que vivieran él y mamá, empaqueté la vieja casa

112
y me traje a los niños aquí. Acabé comprando muebles nuevos porque los viejos no
cabían aquí. Y ya era hora de empezar de cero.
Erin da un sorbo a su cerveza.
—Eso tiene sentido. Tienes buen gusto para los muebles.
Le sonrío y luego frunzo el ceño al recordar la conversación que tuve con mi
madre el otro día.
—¿Qué pasa? —Erin pregunta.
—Acabo de recordar que tengo que intentar contratar a un nuevo contable para
el rancho. Mi madre ha hecho el trabajo desde que se casó con mi padre, pero quiere
jubilarse de verdad para poder hacer otras cosas, y es comprensible. Pero cada vez
que hemos intentado contratar a alguien, no ha ido bien.
—Puede que lo solicite —dice Erin con indiferencia y recoge otra rebanada—.
Quizá podría hacerlo mientras los niños están en la escuela.
Siento que mis ojos se entrecierran y mi corazón acelera el ritmo.
—¿Estás cualificada?
—Por supuesto. Estudié administración de empresas y me especialicé en
contabilidad. Llevé la contabilidad del último trabajo que tuve en Seattle. Estoy
segura de que podría aprender lo que necesitas, si Joy está dispuesta a formarme.
Masticando mi propia comida, lo pienso. Esto casi suena demasiado bueno
para ser verdad.
—Tendría que hablar con mamá porque ella es la que sabe exactamente lo que
necesitamos.
—Por supuesto. —Erin se encoge de hombros, llamando mi atención hacia su
hombro liso y desnudo mientras se lame un poco de salsa del pulgar—. Estoy
encantada de hacerlo.
—Ni siquiera sabes cuánto te pagaría ni cuántas horas serían.
—Gruñón —dice—, el otro día estuve paleando mierda de caballo en el establo
porque estaba aburrida, y no me dejas limpiar la casa.
—Tengo una asistenta que viene una vez a la semana.
—Y hace un gran trabajo, pero si me aburro lo suficiente como para limpiar
establos, seguro que tengo tiempo para ocuparme de la contabilidad. Quiero decir,
entiendo que eso significaría que estoy al tanto de la parte financiera de las cosas, y
si prefieres que no tenga esa información, lo entiendo perfectamente. Por supuesto,
firmaré cualquier acuerdo de confidencialidad o contrato que quieras que firme.
Mierda, ni siquiera había pensado en eso, pero probablemente sería lo más
inteligente.
—Puedo tener algo preparado si termina siendo algo que queramos perseguir.
113 —Genial. —Sonríe y toma un sorbo de cerveza—. Así que, ahora que tenemos
eso resuelto, tengo preguntas.
—Dispara.
—Quiero saber sobre esta rivalidad con la familia Lexington.
Dejo el plato vacío a un lado y estiro los pies, apoyándolos en la mesita.
—¿Quién te ha hablado de eso?
—Tu hermana. —Parece que quiere decir algo más, pero sacude la cabeza y
continúa—. Dijo que las dos familias se odian.
—Odio es una palabra fuerte, pero sí. No nos llevamos bien.
—¿Por qué?
—Siempre ha sido así.
Erin se ríe y deja a un lado su plato, luego saca un caramelo de menta del
bolsillo lateral de sus leggins y se lo mete en la boca.
—Espera, ¿me estás diciendo que tienes resentimiento con toda una familia
sólo porque siempre ha sido así? Eso parece... estúpido.
No puedo evitar reírme con ella.
—Bueno, si lo pones así, sí. Es una estupidez. Pero hemos poseído tierras
limítrofes durante más de cien años.
—Sí, Millie mencionó esa parte. Sus dos familias básicamente asentaron el
pueblo en su día.
Asiento y cambio a su otro pie.
—Lo hicimos. Siempre había peleas por los límites de la propiedad. Camino
atrás en el tiempo, se disparaban unos a otros por ello.
—El salvaje, salvaje oeste —dice, sus ojos brillan con interés—. Genial.
—Sí, genial hasta que mataron a alguien. Hoy en día no somos tan violentos,
pero no es raro que haya pleitos.
—Por el amor de Dios, Remington, han pasado más de cien años, ¿y no pueden
resolver su mierda? Si las mujeres estuvieran al mando, se habría solucionado hace
un siglo.
—Puede que sea verdad. —Me encojo de hombros, levanto su pie y le beso el
dedo gordo—. En general, no nos caemos bien. En realidad, no nos tenemos
confianza. Me importa un bledo lo que hagan en su propiedad, siempre que no se
metan en la mía. Mientras lo que hagan no interfiera con mi ganado o mi gente. Pero
inevitablemente, encuentro vallas derribadas aquí y allá.
—Me resulta tan raro —murmura, pero se acomoda con los ojos cerrados
mientras sigo amasándole el pie—. Eres realmente bueno con tus manos.

114 —Me alegro de que pienses así. ¿Tienes alguna flor favorita?
—Narcisos —dice, con los ojos aún cerrados—. Son felices, y son los primeros
en brotar en primavera, como si estuvieran demasiado emocionados por estar aquí y
no pudieran esperar ni un minuto más.
La mayoría de las mujeres dirían rosas o algo común. Pero no esta chica.
—Deberían aparecer pronto —respondo—. Está haciendo más calor.
—¿Es posible que tengamos más nieve esta primavera? —pregunta.
—Probablemente no, pero nunca es imposible. He visto nevar en julio.
Abre los ojos y me mira con el ceño fruncido.
—¿Julio?
—Sí, cuando era niño. Fue una extraña tormenta que pasó. Creo que es un
evento que ocurre una vez cada mil años, si es que eso existe. Probablemente hemos
terminado con la nieve hasta octubre. A lo mejor tenemos suerte y aguanta hasta
noviembre.
—Pero tal vez antes en las montañas.
—Definitivamente antes, más arriba. ¿Fuiste a la Universidad de Washington?
Me mira con el ceño fruncido y señalo su sudadera.
—Oh —se ríe mientras mira hacia abajo—. No, se la robé a un novio hace
mucho tiempo. Como, un largo tiempo atrás. Es cómoda y caliente.
Eso no me gusta. No, no me gusta eso para nada.
Sin mediar palabra, levanto a Erin del sofá y la acerco a mí. Se sienta a
horcajadas sobre mi regazo y le paso las manos por los muslos, por el trasero y por
debajo de la sudadera.
Sigo moviéndome hasta que se la quito por completo de la cabeza y la tiro a un
lado.
—No te gustó esa respuesta —adivina.
—No. No me gustó. Cuando estés conmigo, no llevarás cosas que te recuerden
a otros hombres.
—Fue un realmente hace mucho tiempo.
—No me importa. —Me inclino y rozo con la nariz un pezón apretado, luego me
lo meto en la boca y lo chupo. Me aprieta el cabello con las manos y gime cuando
retrocedo y soplo el húmedo pezón.
—La tiraré —susurra, y vuelve a gemir cuando presto la misma atención al otro
pezón—. Mierda, también eres bueno en eso.

115 —¿Cuánto te gustan estos leggins?


—No me importan en este momento.
Sonrío contra su piel y rasgo los leggins a la altura de su entrepierna, lo que me
permite acceder a ella. No lleva bragas, y mis dedos se deslizan por su ya resbaladizo
centro.
Mueve las caderas, pidiéndome que la toque más, que le meta los dedos, y eso
hago. Primero uno, luego otro, observando su preciosa cara mientras la hago llegar
al orgasmo. Sus músculos se contraen alrededor de mis dedos y sus mejillas se
oscurecen. Sus bonitos y carnosos labios se entreabren y presiono la yema del pulgar
contra su clítoris para llevarla al límite.
—¡Mierda! —grita mientras se estremece, y la tumbo de espaldas en el sofá y
me paso los vaqueros por las caderas, sacando el condón del bolsillo trasero en el
proceso. Para mi sorpresa, me quita el condón de la mano, lo abre y lo desliza ella
misma por mi polla, mirándome con unos ojos verdes llenos de pura lujuria.
Me apoyo sobre ella, empujo una de sus piernas hacia arriba, con la mano en
el pliegue de su rodilla, y luego me entierro dentro de ella.
Jadea.
Gimo.
No puedo apartar los ojos de donde estamos unidos, viendo cómo empujo
dentro y fuera, mi polla resbaladiza por ella, su coño rojo y solo un poco hinchado. Se
acerca a mí y yo me inclino para besarla, completamente perdido en ella. Sabe a
menta y hace los ruiditos más sensuales mientras me muevo, y en poco tiempo los dos
nos estamos perdiendo, cayendo en el olvido.

—No estás enojado como hace un par de semanas.


Miro a mi hermano mientras montamos a caballo por los pastos, en dirección a
las zonas más altas, para ver si está lo bastante seco como para subir el ganado la
semana que viene.
—¿Eso es un cumplido?
—Claro que sí —dice Brady riendo—. Estás casi jovial. Creo que soltaste un
chiste en el granero con Lucky.
—Tengo sentido del humor.
—Hace tiempo que no. —Ignoro eso, y continúa—. Me alegra verlo. Quizá
tuviste alguna depresión estacional o algo así durante el invierno. El tiempo ha
mejorado últimamente.
—Espero que esté lo suficientemente seco aquí arriba para que podamos
trasladar el ganado la semana que viene.

116 —Debería serlo. Como he dicho, se está calentando. Hace tiempo que no
llueve. Podría ser un verano caluroso.
—¿Qué, ahora eres hombre del tiempo?
—Sólo estoy entablando conversación. Háblame. ¿Qué ha pasado para
animarte?
Hace sólo un par de días, Erin me preguntó si tengo a alguien en mi vida con
quien pueda hablar de verdad, alguien que me entienda. Brady es esa persona para
mí, así que suelto un suspiro y le cuento todo lo que necesita saber sobre Erin.
—Me gusta —dice cuando he terminado—. Y se nota que los niños la adoran.
Me parece genial.
—Es más de una década más joven que yo.
—Pero no es una niña —me recuerda—. ¿Es eso lo único que te preocupa?
—Es lo más grande. Si fuera Holly, me patearía el trasero.
—Si fuera Holly, todos te patearíamos el trasero —dice—. Pero no es Holly. A
ella le gusta estar aquí, en el rancho.
—¿Y eso qué tiene que ver? —Lo miro con el ceño fruncido, pero Brady se limita
a sonreírme.
—No todo el mundo puede lidiar con la vida de rancho, hombre. Tú y yo lo
sabemos. Es duro.
—Me gustaría aprovechar esta oportunidad para recordarte que he estado
durmiendo con ella durante unos seis minutos, no preparándome para tomarla como
novia.
Brady resopla y luego se ríe a carcajadas.
—Sí, bueno, es bueno saber que ella podría arreglárselas. Porque nunca vivirás
en otro sitio.
No. Nunca viviré en otro sitio. El rancho es mi hogar, y es mi responsabilidad.
Una que supe que asumiría desde que tenía la edad de Johnny. Es un honor para mí.
Así que, aunque no voy a admitir en voz alta que Brady tiene razón, que no
tendría nada que ver con una mujer que no pudiera soportar vivir en el rancho,
tampoco estoy dispuesto a admitir que haya pensado en algo a largo plazo con Erin.
Aunque haya pensado en ello. Porque es demasiado pronto.
—Me gusta —vuelve a decir.
—A mí también.
—Me gusta que ella parece levantar toda tu vibra. Eso ya es mucho decir.
Le dirijo una mirada y Brady se limita a sonreír. Es el tipo más relajado que
conozco.

117
—Vaya —dice Brady, mirando algo en el suelo—. Pensé que habías dicho que
nadie había estado por aquí desde finales del otoño pasado.
—No lo han hecho.
—¿Entonces por qué hay huellas frescas en ese barro? Huellas de hombre.
Le digo a mi caballo que se detenga, desmonto, me acerco a las huellas y me
pongo en cuclillas. Brady se une a mí.
—El barro está medio seco —digo sombríamente—. Pero sí, las huellas son
frescas. No he enviado a ninguno de nuestros chicos aquí desde el año pasado. Estaba
demasiado húmedo para llegar con seguridad con los caballos.
—No estamos cerca de casa de los Lexington —dice, mirando a su alrededor—
. ¿Excursionista?
—Puede ser, pero tenemos carteles de prohibido el paso y tuvieron que saltar
una valla.
—Ya ha pasado antes.
Me vuelvo a poner de pie y apoyo las manos en las caderas.
—No me gusta. Pongamos cámaras de caza aquí para vigilar. Puede que haya
sido un excursionista, pero no me gusta.
—De acuerdo. Me aseguraré de que tengamos las cámaras preparadas para
mañana.
Asiento con la cabeza, vuelvo al caballo y recojo el teléfono de la alforja.
—Voy a tomar algunas fotos. Llevar un registro.
Pasamos quince minutos haciendo fotos, midiendo y registrando las huellas
antes de ponernos de nuevo en camino.
—Creo que deberíamos añadir algunas patrullas a las tareas de los chicos —
dice Brady—. Es hora de que prestemos más atención a las partes más alejadas de la
propiedad, sobre todo ahora que tenemos más gente en la zona. No digo que todos
tengan mala intención, pero no queremos que alguien deambule por aquí y salga
herido.
—No es mala idea.
Cuando vuelvo a casa, ya ha pasado la hora de cenar y espero que haya
sobrado algo para mí, porque me muero de hambre ya que el viaje por el rancho ha
durado más de lo previsto.
Me quito las botas sucias en la puerta de atrás y entro en la cocina. Los dos
niños están sentados en la isla, comiendo lo que parece pastel de carne, y Erin está

118
cargando el lavavajillas.
—Hola, papá —dice Johnny—. Erin hizo pastel de carne.
Erin se vuelve y me sonríe.
—Todavía está caliente. ¿Quieres un poco?
—Más que nada en el mundo.
—Papá siempre tiene hambre después del trabajo —dice Holly y se mete un
poco de puré de patatas en la boca.
—Yo también lo estaría —responde Erin con una sonrisa.
Lleva unos vaqueros que le abrazan perfectamente el trasero y un jersey rosa
que le cae sobre un hombro. Esta vez lleva debajo un encaje rosa que hace que me
piquen los dedos por tocarla.
En lugar de eso, rozo con mis dedos los suyos cuando me entrega el plato del
armario y observo con satisfacción cómo sus labios se perfilan en una pequeña
sonrisa secreta.
Por Dios, acabo de tenerla esta mañana después de que volviera de llevar a los
niños al escuela, pero la quiero otra vez.
—Huele bien —murmuro, refiriéndome a ella, no al pastel de carne.
—Está bueno —dice Holly—. Ven a sentarte a mi lado, papá.
—Me encantaría sentarme al lado de mi chica favorita. —Beso la mejilla de mi
hija antes de tomar el taburete junto al suyo e hincarle el diente. Holly tiene razón,
está bueno.
Disfruto viendo a Erin reír y relacionarse con los niños. Tienen una camaradería
fácil entre ellos que es mucho más relajada de lo que nunca esperé cuando surgió la
idea de la niñera. Y sé, sin lugar a dudas, que Erin no es simplemente amable con mis
hijos porque se acueste conmigo.
De hecho, sospecho que probablemente sea lo contrario.
—¿Qué has hecho hoy, papá? —pregunta Johnny.
—Estuve a caballo todo el día. Tuve que hacer algo de exploración para la
semana que viene. ¿Qué hiciste en la escuela?
Escucho historias de un hámster que se escapó de clase, una pelea durante el
recreo y alguien que se quedó dormido durante la hora de lectura.
—Parece un día ajetreado —digo con una sonrisa y me giro hacia Erin—. ¿Y tú?
—Pasé la mayor parte del día en la ciudad. Hice algunas compras y revisé mi
auto. Brooks dice que estará listo a finales de semana. —Sonríe y se apoya en el otro
lado de la isla mientras charla con nosotros—. También he concertado una cita para
charlar con tu madre el lunes.
—Bien —respondo asintiendo.

119 —Creo que esta noche iré con Millie a la ciudad a una clase de arreglos florales.
—¿Quieres aprender a arreglar flores?
—La verdad es que no —responde riendo—. Pero echo de menos a Millie, y
creo que suena divertido. Salgo en unos quince minutos, a menos que necesites algo.
—No, creo que podemos irnos. ¿Y ustedes dos?
Johnny asiente, claramente nada preocupado porque Erin se marche durante
unas horas, pero Holly frunce el ceño.
—Quizás Yo quiero arreglar flores.
—En otro momento —le digo—. Erin debería ir a disfrutar un rato con sus
amigas.
—Pero Millie es mi tía —insiste Holly.
—Sí, lo es —estoy de acuerdo—. Y es amiga de Erin. No siempre tienes que
estar incluida en todo, dulce niña.
—¿Es porque soy demasiado pequeña? —pregunta.
—Probablemente tendrán bebidas para adultos allí —dice Erin—. Además,
termina mucho después de tu hora de dormir. Pero, si quieres visitar la florería
después de clase un día, podemos hacerlo.
—De acuerdo. —Eso aplaca a Holly, y sonrío a Erin.
—Diviértete esta noche.
—Pienso hacerlo. —Erin cuelga un paño de cocina en el fregadero y sale de la
cocina. La sigo y la alcanzo en su habitación. Se vuelve y levanta una ceja—. Puedes
entrar.
He tenido cuidado de no dar por sentado que puedo entrar en su intimidad
cuando quiera, pero, con su consentimiento, entro, cierro la puerta, la atraigo hacia
mí y la beso. Hace un ruidito en la garganta y me mete los dedos en el cabello.
Cuando me retiro, le paso el dedo por la nariz.
—Diviértete esta noche, Doc.
Abro la puerta y salgo, pero oigo su respuesta:
—Gracias, Gruñón.
Capítulo Trece
Erin
120 Esta noche era justo lo que necesitaba. He echado muchísimo de menos a
Millie, así que cuando me invitó a la clase de flores, supe que no diría que no. Nos
reímos, tomamos una copa de vino e hicimos un arreglo floral bastante decente, si me
permiten decirlo.
Conducir hasta el rancho en la oscuridad no es lo que más me gusta, sobre todo
desde que tuve el incidente con el ciervo hace unas semanas, pero es un viaje
tranquilo y pronto estoy girando por el camino de entrada, en dirección a la granja.
Estoy un poco sorprendida de lo mucho que me gusta vivir en el rancho. Sabía
que quería salir de la gran ciudad, y la pequeña ciudad de Bitterroot Valley es
perfecta para eso, pero en realidad prefiero estar en el rancho. Es tranquilo y pacífico,
por no mencionar que es absolutamente precioso. Cuando termine este trabajo y
llegue el momento de volver a la ciudad, me entristecerá despedirme de ella.
—No pienses en cosas tristes —murmuro mientras detengo la Suburban y
recojo el bolso y el ramo de flores antes de entrar. La casa está en silencio y supongo
que todo el mundo duerme, así que voy de puntillas a mi habitación y cierro la puerta
antes de dejar las flores en la cómoda y colgar el bolso en el gancho de detrás de la
puerta.
Cuando me doy la vuelta, veo una sudadera doblada en el extremo de la cama.
Es una sudadera de la Universidad Estatal de Montana, en azul y dorado, y
cuando la recojo y la huelo, huele a Remington.
—Me dio su sudadera —murmuro antes de volver a hundir la nariz en ella. No
está en las mejores condiciones, así que es obvio que se la ponía a menudo.
Me encanta.
Tras una ducha rápida, me pongo la sudadera por encima y me rodeo con los
brazos antes de meterme en la cama. Con la sudadera envolviéndome, es casi como
si estuviera acostada con Remington, y eso me sienta de maravilla.
Sí, me encanta estar aquí. Mi vida es increíble ahora mismo.

Es domingo por la mañana, y me toca trabajar en la cafetería. Tengo el turno


de mañana, así que me levanto y salgo antes de que nadie se haya despertado. Es el
único día que Rem se queda dormido, así que me aseguro de no hacer ruido al salir
por la puerta, cerrarla tras de mí y subirme a la Suburban para dirigirme a la ciudad.
Anoche llegué a casa a oscuras, pero ahora ya empieza a salir el sol. Me encanta
que los días se alarguen. Pronto habrá luz hasta bien entrada la noche, y estoy
deseando que lleguen las noches tranquilas en la terraza, viendo cómo se duerme el
mundo.
El trayecto hasta la ciudad es fácil y enseguida estaciono detrás de la tienda y

121
abro la puerta trasera. Estaré sola durante la primera hora, más o menos, preparando
las cosas, pero Millie vendrá a ayudar con el ajetreo de la iglesia y luego cerrará
cuando acabe mi turno.
Contenta de ver que todo está limpio y listo para empezar hoy, me pongo
manos a la obra para rellenar servilletas y tazas, asegurarme de que hay judías frescas
en el molinillo y tararear para mis adentros mientras trabajo.
Las mañanas de los domingos son tranquilas, pero cuando Millie llega a las
ocho, las cosas empiezan a animarse.
—Hola, Brooks —digo con una sonrisa cuando el hombre se acerca al
mostrador. Es alto como Remington, con el cabello oscuro y ojos color avellana—.
¿Qué tal?
—No me puedo quejar —responde—. Tu auto está listo. Pensé en venir y
decírtelo en persona, y tomar un café, por supuesto.
—Estás bromeando. —Le sonrío—. Eso es impresionante.
—Gracias por esperar tanto. Ha sido un mes ajetreado en la tienda.
—No había prisa, pero será bueno tenerlo de vuelta. Puedo ir a buscarlo
mañana, si te parece bien.
—Cuando quieras —me asegura, y pide un café solo.
—Hola, Brooks —dice Millie con un gesto de la mano mientras prepara un poco
de leche.
Brooks se pone a charlar con Millie mientras atiendo al siguiente cliente. Es un
hombre que no había visto antes, un poco más alto que yo, con cabello negro, ojos
marrones y un poco de barba en la cara. No tiene nada especialmente llamativo.
—Hola —le digo con una sonrisa—. ¿De dónde vienes de visita?
—Oh, yo no. —Hay un acento sureño en su voz—. Me acabo de mudar a la
ciudad hace unas semanas.
—Bienvenido a la ciudad. Te gustará estar aquí. Yo también soy bastante nuevo.
¿Qué puedo servirte?
Hace su pedido y me da el nombre de Clay para que lo escriba en su vaso, y
luego paso al siguiente cliente.
Millie y yo trabajamos bien y eficientemente juntas, y antes de que me dé
cuenta, es casi mediodía cuando por fin tenemos una pausa.
—Una mañana ajetreada —dice Millie mientras limpia el mostrador—. Hace
que el tiempo pase rápido.
—Súper rápido —asiento y miro hacia la puerta cuando suena el timbre.
Summer Quinn, la dueña de la florería, entra llevando un enorme ramo de rosas
rojo sangre.
122 —Hola, Erin. Entrega para ti. —Summer sonríe y me pasa la nota. El sobre tiene
el logotipo de Paula's Posies. Summer compró la tienda a Paula hace años, pero nunca
cambió el nombre del negocio.
—No creía que repartieras los domingos —dice Millie.
—Sólo la mitad del día durante el verano —responde Summer—. Abre la
tarjeta, Erin. Es súper dulce.
Hoy estás preciosa.
Ya está.
No puede ser de Remington porque no me ha visto hoy.
—Supongo que mi hermano puede ser dulce cuando quiere —dice Millie.
—Hmm —es mi única respuesta a eso—. Oye, Mill, ¿te importaría cubrirme un
segundo? Quiero hacer una llamada.
—Nada de sexo telefónico mientras estás en el trabajo —responde Millie con
un guiño mientras Summer resopla de risa—. Claro, no hay problema.
—Gracias.
Con la sangre corriendo por mis oídos, me apresuro a volver a la sala de
descanso y marco rápidamente el número de mi papá. Por supuesto, está haciendo
algo divertido un domingo y no contesta.
Así que vuelvo a llamar.
Esta vez, responde y suena molesto.
—Hola, cariño, ¿puedo llamarte en una hora?
—No. —Me trago el pánico y lucho por parecer calmada—. Necesito hablar
contigo ahora mismo.
—Okey, no hay problema. —Se quita el teléfono de la boca—. Caballeros,
necesito atender esto. Vuelvo enseguida.
Oigo murmullos, y luego está de vuelta.
—¿Qué pasa?
—Quizá nada. —Camino por la habitación mientras empiezo a sudar frío—.
Necesito saber si el juzgado te ha notificado que el idiotas que me acosó hace años ha
sido puesto en libertad.
—No lo han hecho, no. Puedo ponerme en contacto con tu tío Matt y ver qué
puede averiguar. ¿Por qué lo preguntas, Erin? —Su voz ha adquirido un tono duro, y
sé que el alfa está firmemente en su lugar.
—Podría no ser nada en absoluto. Quiero decir, lo más probable es que esté
exagerando.

123 —No sueles exagerar. ¿Qué ha pasado?


—Acabo de recibir flores en el trabajo, y la tarjeta es muy parecida a la que
solía enviarme. Palabra por palabra.
—A lo mejor tienes un admirador secreto y es una coincidencia. —Me imagino
a mi padre paseándose, pasándose la mano por el cabello.
—Podría ser —acepto y respiro hondo. Tener un ataque de pánico no va a
ayudar en nada. Diablos, por lo que sé, podría estar haciendo sonar una alarma sin
ninguna razón en absoluto—. Pero mi instinto no lo cree así, y necesito saber si está
fuera de prisión, papá.
—Estoy en ello —me asegura—. Te llamaré cuando sepa algo, pero es
domingo, así que probablemente no habrá noticias hasta mañana.
—Malditos fines de semana —murmuro—. Okey, muchas gracias. Mañana
llevaré el teléfono encima todo el día.
—Bien. Y vigila tu espalda. No salgas sola. Sé que puedes cuidarte sola, pero
no nos arriesguemos, ¿de acuerdo?
—No tienes que preocuparte por eso. Tendré cuidado.
—Te amo. Hablamos pronto.
Cuelga y tengo que sentarme en una silla porque estoy mareada. Por fin,
cuando me he calmado, salgo hacia Millie y veo que Summer se ha ido.
Sin mediar palabra, agarro las rosas y las llevo directamente a la basura para
tirarlas.
—¿Rem y tú se han peleado o algo? —Millie pregunta.
—No. No eran de Remington. —Me avergüenzo de que las lágrimas quieran
salirse de mis ojos, y la sonrisa de Millie se convierte en un ceño fruncido de
preocupación.
—¿Qué pasa?
Por suerte, ahora no hay nadie en la cafetería, así que me apoyo en la barra y
cruzo los brazos sobre el pecho.
—¿Recuerdas cuando te dije que una vez había tenido un acosador y que por
eso no estaba en las redes sociales?
—Sí. —Sus ojos se vuelven redondos—. Oh, mierda.
—No estoy segura de que sean de él, pero siempre, siempre me enviaba rosas
rojo sangre con una tarjeta que me ponía los pelos de punta. Remington no me ha
visto hoy, Millie. No sabría cómo luzco. Pero esa es la clase de mierda que él diría.
—¡Caray! —susurra—. ¿Qué hacemos?
—Acabo de llamar a mi papá para saber si el idiota ha salido de la cárcel.
124 Tenían que avisarnos. Papá no había oído nada, pero va a investigarlo. Mi tío Matt es
policía, bastante alto en Seattle, así que tendrá gente con la que contactar, pero
probablemente no podrán averiguar nada hasta mañana, ya que es domingo.
—Entonces, tenemos que mantener tu cerebro ocupado en otras cosas por hoy.
Yo puedo hacerlo. Tu turno está a punto de terminar, pero si te quedas y me esperas,
te llevaré de compras y a comer tarde. Lo que quieras.
—Te tomo la palabra. Pero en lugar de esperar, podría ir a ver a Roger. No he
ido a visitarlo tan a menudo como pensaba.
—Oh, eso es perfecto —dice—. Pero voy a acompañarte hasta tu auto.
—Le vas a gustar mucho a mi padre —le informo—. No quiere que haga nada
sola.
—Es de sentido común —responde y me sigue por la puerta de atrás. Espera
mientras entro en el auto, lo arranco y me alejo.
Millie es realmente la mejor amiga que he tenido.
Me encanta ver todas las flores de primavera que han brotado en la ciudad
mientras conduzco por el barrio hacia la casa de Roger. Me doy cuenta de que hay
alguien estacionado en la plaza reservada para el apartamento del garaje, y me alivia
que haya podido encontrar a otra persona para vivir allí tan rápido.
Roger abre la puerta y se le ilumina la cara al ver que soy yo.
—Erin, no tienes que llamar.
—Me lo imaginaba. No quería asustarte. —Inmediatamente voy a sus brazos
para un gran abrazo y luego frunzo el ceño cuando miro alrededor de la sala de estar.
Está definitivamente más desaliñado que de costumbre—. ¿Cómo has estado?
—Oh, estoy bien. —Se da la vuelta para alejarse y noto que cojea.
—¿Qué te pasó en la pierna?
—Tropecé con los escalones del patio trasero. —Sacude la cabeza—. Cada vez
soy más torpe.
—¿Te han revisado?
—Es sólo un pequeño esguince.
—¿Es tu tobillo?
—La rodilla.
Todavía con el ceño fruncido, apoyo las manos en las caderas.
—¿Te importa si la miro?
Roger hace una pausa, pero luego sacude la cabeza.
—No me importa. Está un poco herida.

125
Pero cuando le subo los pantalones por la rodilla, veo que es algo más que una
pequeña herida. Está toda negra y azul y un poco hinchada.
—Roger, tenemos que poner hielo. Está hinchada. Siéntate ahí y te curaré.
—De verdad que no tienes que quejarte. —Pero no pone demasiadas
objeciones cuando empiezo a hacer una bolsa de hielo en una toalla y se la pongo
sobre la rodilla—. Gracias.
—Lo siento. Debería ver cómo estás más a menudo.
—No es tu trabajo cuidar de mí, lo sabes.
—No es un trabajo en absoluto; es por amor y lo sabes. —Me inclino para
besarle la mejilla—. Ahora, mientras eso hace su trabajo, háblame de tu nuevo
inquilino.
—No sé mucho —dice mientras me observa trastear por su cocina,
preparándonos una taza de té a cada uno—. Es nuevo en la ciudad. Soltero. Hace
trabajos informáticos desde casa, y dijo que el apartamento le venía bien porque está
amueblado.
—Me alegro de que haya funcionado. —Recuerdo al cliente de antes—. ¿Se
llama Clay?
—¿Lo conoces?
—Lo atendí en la cafetería. Era un poco tímido.
—Definitivamente tranquilo, pero eso está bien para mí.
—Te estoy haciendo unas bolsas de hielo, y las estoy poniendo en el
congelador para que puedas tomar una y luego sentarte y ponértela en la rodilla.
Ponla de nuevo en el congelador cuando termines, y estará lista para la próxima vez.
Lo miro y veo que me sonríe.
—Te he echado de menos, pequeña.
—Yo también te he echado de menos.

—No puedo creer que haya encontrado tantas cosas nuevas en Polly's —digo
mientras mordisqueo una costilla. Millie me llevó a Rocky Mountain Smokehouse, el
mejor sitio de barbacoa en el que he estado, después de gastar una hora y un par de
cientos de dólares en A Pocket Full of Polly, mi tienda de ropa favorita de la ciudad—
. Quiero decir, supongo que necesito comprar algunas cosas para el verano, ¿verdad?
—Totalmente. ¿Y ese vestido de verano? ¿El verde? Mierda, estabas muy sexy
con él.
Sonrío y mordisqueo mi costilla.
126 —Gracias. Ha sido un buen hallazgo. Tengo que decir que, entre salir un rato
con Roger y luego pasar tiempo contigo, no he tenido tiempo de pensar en las cosas
que dan miedo.
—Bien, y seguimos sin pensar en eso. Entonces, ¿estás teniendo mucho sexo
con mi hermano?
Me atraganto con el agua y me tapo la boca con una servilleta mientras toso y
balbuceo, lo que hace sonreír a Millie.
—Jesús, eso fue un cambio brusco de tema.
—Vamos, responde a la pregunta.
—Hacemos tiempo para ello —respondo—. Normalmente cuando vuelvo de
llevar a los niños de la escuela.
—Qué práctico. Creo que mis padres piensan ofrecerse para llevarse a los
niños el fin de semana de la semana que viene. Quieren ir a Spokane unos días, hacer
algunas compras y visitar a mi tía Melissa.
—Oh, qué bien. A los niños les encantará. ¿A qué distancia está Spokane?
—Son unas seis horas de viaje —responde—. Bastante fácil. A los niños siempre
les encanta alojarse en hoteles con piscina.
—Claro que sí. ¿Aquí la gente no tiene piscinas? Yo crecí con una en el patio
trasero.
Millie me observa durante un minuto y luego se ríe.
—No. Sólo tenemos unos tres meses de buen tiempo. Cuatro si tenemos suerte.
Es una pérdida de tiempo y dinero poner una piscina.
—Eso tiene sentido. Bueno, se divertirán.
—Y tendrán todo un fin de semana sexy para ustedes solos. —Millie mueve las
cejas—. Anotación.
Eso me hace reír, y entonces me siento y me acaricio el estómago.
—Estoy llena.
—¿Demasiado llena para una tarta de queso?
Me muerdo el labio inferior.
—¿Estamos compartiendo?
—Mierda, no, no vamos a compartir.
—Sí, quiero tarta de queso.

Es tarde cuando vuelvo al rancho. Millie y yo acabamos quedándonos un rato

127
en el restaurante, charlando durante horas.
Hacía mucho que no lo hacía, y fue divertido.
Le envié un mensaje a Remington para decirle que no me esperara hasta dentro
de un rato, y me dijo que me divirtiera.
No es sofocante, lo cual aprecio mucho. Ni siquiera pestañea cuando le digo
que quiero pasar tiempo con mis amigas. No es que debería, pero algunos lo harían.
Me alegro de que no sea un imbécil.
Cuando entro en casa, me doy cuenta de que estoy muy, muy cansada. Vaya
montaña rusa emocional de día, entre recibir las flores, descubrir que Roger se había
caído y estaba herido, y luego las divertidas horas con Millie.
Estaba por todas partes.
Quiero una ducha caliente y ropa cómoda, así que me dirijo primero a mi
dormitorio y me dirijo directamente a la ducha.
Treinta minutos después, abrigada con un chándal y la sudadera de Rem, me
dirijo a la cocina por una copa de vino. Acabo de sacar un vaso del armario cuando
Remington entra y me sonríe desde el otro lado de la habitación.
Mierda, esa sonrisa es devastadora.
—¿Cómo es que puedes hacer que me palpite el corazón con sólo una sonrisa?
—Saco el corcho de la botella y sirvo media copa—. ¿Quieres un poco?
—No, gracias. —Lleva una sencilla camiseta blanca y un pantalón de franela
roja, y se acerca a mí descalzo—. Te gusta la sudadera.
—Duermo con ella. —Le doy un sorbo al vino—. Huele a ti, y es reconfortante.
Me acaricia la mejilla y me frota la piel con el pulgar.
—Algo te preocupa. ¿No te divertiste con mi hermana?
—Sí, nos divertimos. Fuimos de compras y comimos; ¿qué puede no gustarme?
—Dejo la copa en la encimera y me meto en su abrazo, disfrutando de cómo me rodea
con sus brazos mientras me estrecha. Apoyo la cabeza en su pecho y oigo los latidos
de su corazón. No sé nada del posible acosador y, de todas formas, no tengo nada que
contarle, así que decido esperar a tener noticias de mi padre mañana—. Ha sido un
día muy movido. ¿Y el tuyo? ¿Cómo están los niños?
—Están desmayados. —Me besa la cabeza—. Hoy sacamos a los caballos y
luego ayudamos a mi madre a plantar unas flores.
—Qué bonito.
—Mis padres se llevan a los niños el próximo fin de semana.
—Millie lo mencionó. Se divertirán.
Rem me levanta la barbilla para que lo mire a la cara.

128
—Nosotros también. —Sus ojos se entrecierran—. ¿Segura que estás bien?
—Cansada. Anoche me acosté tarde y hoy madrugué. Sólo necesito dormir
bien.
—¿Quieres ver un programa un rato?
—Por supuesto. —Agarro mi vino, lo sigo al salón y me acomodo en el sofá
mientras él nos busca algo que ver. Acabamos en un programa de citas a ciegas en el
que, al final de la temporada, la pareja tiene que decidir si se casa—. Me encantan
estas cosas.
—¿Realities?
—Sí. Son como crack para mí.
Acurrucada junto a Remington, con la cabeza apoyada en su brazo y mi mano
en la suya, vemos la tele hasta que me quedo dormida antes de que acabe el primer
episodio.
Capítulo Catorce
Remington
129 Empiezan los créditos y salgo de la aplicación antes de apagar el televisor y
mirar a Erin. Respira profundamente, obviamente dormida. Me gustaría quedarme
aquí así, a oscuras, un rato. Cada vez tengo más ganas de pasar tiempo con esta mujer.
Cuanto más tengo, más quiero. Soy codicioso por ella.
Para ella.
Mi familia no se equivoca cuando dice que ha habido un cambio en mí desde
que Erin entró en mi vida. Me siento más ligero, más feliz. Más tranquilo. Mis
responsabilidades no han cambiado, pero Erin me hace la vida mucho más fácil con
su ayuda con los niños, y más que eso, el mero hecho de estar cerca de ella aplaca el
estrés que siempre parezco llevar encima.
Le estoy agradecido por ello.
En lugar de despertarla para ir a la cama, la levanto en brazos y la llevo por la
casa hasta su dormitorio. La habitación está impregnada de su aroma y de caramelos
de menta, gracias al cuenco que hay en su cómoda.
La bajo a la cama y la cubro con mantas, arropándola.
Se remueve, abre los ojos pesados y me sonríe.
—Gracias.
—Un placer, Doc.
No puedo resistirme a inclinarme para besar sus suaves labios. Quiero
quedarme aquí, o mejor aún, subirla a mi cama y perderme en ella antes de que nos
quedemos dormidos los dos, enredados.
Pero eso no puede pasar con los niños en casa.
—Duerme bien, hermosa —le susurro mientras se acurruca entre las sábanas y
vuelve a dormirse.
Cuanto más tiempo pasa Erin aquí en el rancho, no sólo conmigo sino también
con mis hijos, más me convenzo de que su sitio está aquí. Sé que es rápido, pero no
sé cómo sería la vida sin ella.
Lo que sí sé es que sería jodidamente miserable.
Después de que mis padres vuelvan con los niños el próximo fin de semana,
me sentaré con Johnny y Holly para tener una conversación seria. Aún no estoy seguro
de lo que diré, pero necesito saber cómo se sienten y cómo reaccionarían si Erin se
integrara más en nuestra familia, no solo como niñera.
La idea me pone nervioso y me excita a la vez, pero estoy más que preparado
para tener a Erin conmigo, en mi habitación, todas las noches.

Todavía no me he despertado del todo en cuando bajo a la cafetera, y me

130
sorprende encontrar a Erin ya allí, preparándose una taza.
—Te has levantado temprano. —Me acerco, beso su frente y la rodeo con mis
brazos. Se inclina, devolviéndome el abrazo.
—Me desperté hace una hora y no podía volver a dormirme. —Bosteza y da un
paso atrás cuando termina de prepararse el café, luego recoge la crema de sabor que
tanto le gusta—. Será mejor que empiece el día. ¿Tienes mucho que hacer hoy?
—Sólo la cantidad habitual. —Me puse a preparar mi propio café—. ¿A qué
hora quedaste con mi mamá?
—Alrededor del mediodía. Me mandará un mensaje cuando vuelva de su clase
de Tai Chi. —Erin sonríe por encima del borde de su taza humeante—. Me encanta lo
activa que es tu mamá.
—Rara vez deja de moverse —estoy de acuerdo—. Creo que estaba tan
acostumbrada a estar ocupada, persiguiendo a tantos niños durante todos esos años,
que se ha convertido en un hábito, y simplemente sigue adelante. Y me alegro por
ello. Papá es igual. Puede que esté jubilado, pero no hay día en que no venga al
establo a supervisar algo.
—Bueno, me parece estupendo. Voy a hacer un poco de yoga matutino y algo
de meditación, y luego llevaré a los niños al escuela.
Sabiendo que los niños aún están en la cama, atraigo a Erin contra mí y la beso
larga y lentamente. Me siento satisfecho cuando me retiro y veo que está un poco sin
aliento, con los ojos dormidos, muy despiertos y mirándome.
—Si puedo, me pasaré más tarde —le prometo.
—Me parece bien. —Erin me guiña un ojo—. Estaré aquí toda la mañana.

Gracias a un pedido de heno a que salió horriblemente mal, y a una ajetreada


mañana de entrevistas para peones de rancho de verano, el día se me escapó, y no
hubo tiempo de ir a casa para pasar un rato con Erin.
—¿Cuántas cabezas vamos a subastar este otoño? —Le pregunto a Lucky desde
el otro lado de mi escritorio.
—Ochocientas —responde—. Espera, son ochocientas dos.
—Eso es un poco más que el año pasado —murmuro, tomando notas—. Okey,
¿y a quién crees que deberíamos contratar de las entrevistas de hoy?
—¿Si te soy sincero? Ninguno.
No estoy en desacuerdo. Ninguno de ellos me impresionó especialmente.
—Tengo que contratar a alguien, Lucky. Brady saldrá pronto al circuito, y el
verano está ocupado.

131
—Estás predicando al coro, hijo. Te entiendo. Sólo digo que si te soy sincero,
ninguno de esos cuatro chicos son vaqueros.
Tiro el bolígrafo y me froto los ojos, me quito el sombrero y me rasco la cabeza.
—Mierda, supongo que hay que volver a la mesa de dibujo. Pondré otro
anuncio. Me gustaría tener dos manos más contratados antes de junio.
—A todos nos gustaría —dice Lucky riendo entre dientes—. Pero esos chicos
de hoy no habrían encajado, y ninguno de ellos tenía la complexión para hacer el
trabajo. Estarían agotados y probablemente heridos todos los días. Eso no es lo que
necesitamos.
—En eso tienes razón. No lo necesitamos. Diablos, tres de ellos admitieron que
solicitaron el trabajo porque sus padres los obligaron.
Lucky hace un gesto de dolor.
—Preguntaré otra vez a ver si alguien que conozco busca trabajo.
—Te lo agradezco. Voy a ver cómo les va a mi madre y a Erin. Erin solicitó el
puesto de contable.
—Nos gusta —dice Lucky mientras me levanto—. Ahora, ella es alguien que
encaja.
—Sí. —Sonrío y vuelvo a colocarme el sombrero en la cabeza—. Así es. Volveré
aquí dentro de un rato.
Lucky asiente y se marcha mientras yo subo al jeep y me pongo en camino
hacia casa de mis padres. Erin y mamá salen de casa cuando llego, las dos sonrientes
y felices.
Es una buena señal.
—Hola, Rem —dice mamá mientras camino hacia ellas—. Erin y yo estábamos
terminando aquí.
—¿Cómo ha ido? —Me meto las manos en los bolsillos traseros para no agarrar
inmediatamente a Erin y darle un beso de muerte.
—Ha ido bien —contesta mamá, mirando a Erin contenta—. Incluso le hice un
pequeño examen y lo aprobó con nota.
—Tampoco fue un examen fácil —dice Erin riendo—. Puede que empezara a
sudar.
—Lo has hecho muy bien —reafirma mamá y rodea los hombros de Erin con un
brazo—. Ha aceptado el puesto y nos gustaría meternos de lleno en el entrenamiento
el miércoles.
—Vaya, eso es genial. Me alegro de que hayan tenido una buena reunión.
—Oh, por cierto —empieza Erin—, ¿te importaría llevarme al pueblo? Mi auto
132 está listo, y me gustaría recogerlo y llevarlo al rancho antes de que tenga que recoger
a los niños de la escuela.
—Yo puedo hacerlo —ofrezco antes de que mamá pueda replicar.
—Sé que estás ocupado —empieza Erin.
—Puedo tomarme una hora y ayudarte con esto. Creo que es lo menos que
puedo hacer.
—Es perfecto, porque tengo que prepararme para mi club de lectura. Esta
noche soy la anfitriona —explica mamá—. Es mi turno. Te veré el miércoles por la
mañana, Erin.
—Estoy emocionada —responde Erin y me sigue hasta el Jeep—. En serio, tu
madre es la mejor. Es muy inteligente. No me había dado cuenta de que sigue
formándose cada dos años porque las cosas cambian muy rápido en el mundo de las
finanzas, y ella está totalmente al día. Antes me gustaba mucho, pero ahora creo que
es la mejor.
Resoplo mientras entro en la autopista.
—Mi mamá es totalmente la mejor. Entonces, ¿todavía planeas usar la Suburban
cuando tengas a los niños, verdad?
Erin asiente inmediatamente.
—Oh, sí. Sé que eres el que más cómodo se siente con eso y, sinceramente, me
gusta conducirla. Es muy grande. Se siente muy segura, y eso también me hace sentir
mejor.
—Bien. —Me acerco a ella, le sujeto la mano y me la llevo a los labios—. Quiero
que los tres estén lo más seguros posible.
Me sonríe.
—Lo entiendo. Y conduciré el auto grande. Pero definitivamente tengo que
conseguir mi vehículo y pagarle a Brooks.
Por el número de autos que hay en el estacionamiento del garaje de Brooks,
diría que al hombre no le va mal en su negocio.
—Hola, Erin —dice Brooks mientras se limpia las manos en un trapo—.
Remington.
—Brooks —respondo asintiendo con la cabeza.
—Vaya, esto es un poco más de lo que pensábamos —dice Erin mientras mira
la factura—. Los autos son caros de arreglar.
—Son ridículas —coincide Brooks—. Pero ahora está en plena forma y debería
durarte muchos años. Garantizo todo mi trabajo durante un año. Si pasa algo de aquí
a entonces, llámame y lo arreglaremos.

133 —Eso está muy bien —dice Erin asintiendo con la cabeza antes de pasarle a
Brooks su tarjeta de crédito—. Me alegro de que no me pasara cuando iba por la
autopista entre aquí y Seattle. Eso habría apestado.
—A lo grande —asiente Brooks con una sonrisa mientras pasa su tarjeta.
Una vez pagada la cuenta, los tres salimos hacia donde nos espera el auto de
Erin. En realidad es un pequeño todoterreno y no parece tan viejo.
—Esto no es una batidora —digo sorprendido.
—No, no conduzco una batidora —responde Erin.
—Lo admito, tuve la misma reacción —dice Brooks riendo—. No, es un buen
auto. Aunque es una mierda que estuvieras justo afuera de la garantía.
—Deberías haber comprado uno nuevo —le digo.
—Uno nuevo habría costado mucho más de lo que acabo de pagar por las
reparaciones. Además, ahora no se conducirá tanto, ya que uso la Suburban muy a
menudo con los niños.
Si me salgo con la mía, estará en la Suburban la mayor parte del tiempo.
Diablos, siempre sí puedo convencerla.
—Gracias por traerme —dice con una sonrisa y abre la puerta—. Hasta luego.
Sube al auto, enciende el motor y sonríe aún más cuando el motor empieza a
rugir. Tras un rápido baile de felicidad en el asiento delantero, sale del
estacionamiento.
Brooks y yo la miramos irse, y se mete las manos en los bolsillos.
—Es una gran chica.
—Sí. —Asiento lentamente—. Lo es.
—¿Pasa algo entre ustedes dos?
—Sí. —Me vuelvo hacia él y lo miro fijamente—. Lo hace.
—Me lo imagino. —Brooks suelta una carcajada sin gracia—. Las buenas
siempre están tomadas. Bueno, buena suerte, hombre.
Siempre me ha gustado Brooks. Es un año mayor que yo y se mudó a la ciudad
cuando estábamos en secundaria. Siempre ha sido un buen chico.
—Gracias. Y gracias por arreglar su auto.
—Era una especie de mierda —admite—. Pero ahora es sólido.
—Es bueno saberlo.

—Compré unos caballos —dice Ryan cuando entro en el establo tras volver al
rancho.

134
—¿Cuántos son algunos? —contesto.
—Seis —responde Brady con una sonrisa—. Nuestro hermano no hace nada a
medias.
—Son muchos caballos para una sola persona.
Ryan se encoge de hombros.
—Estaban todos juntos en esta granja y no podía separarlos.
—Aww —Brady alborota el cabello de Ryan— eres un gran blandengue.
—¿Dónde están? —pregunto.
—En mi casa, pero me gustaría que Brady y tú vinieran a echarles un vistazo.
Estuvieron descuidados un tiempo y están un poco flacos. Tengo un certificado de
buena salud del veterinario, así que ninguno de ellos tiene enfermedades, pero
necesitan algo de trabajo.
—¿Tienes tiempo para seis caballos de rescate? —Mis cejas se levantan
sorprendidas. Mi hermano es un adicto al trabajo. Apenas se toma tiempo para comer.
—Sí, así es. Te lo dije, estoy aquí a largo plazo.
—Vamos a verlos, entonces. ¡Eh, Lucky! —El hombre mayor se gira cuando lo
llamo—. ¿Quieres ir a ver algunos caballos?
—Nunca lo rechazaré —dice con una sonrisa.
Los cuatro vamos en la flamante camioneta de Ryan hasta su rancho. Son unos
diez minutos en auto. Lo primero que se ve es la casa.
Es jodidamente enorme.
Ryan mandó derribar la vieja casa que una vez estuvo aquí y, para su crédito,
era necesario. Llevaba mucho tiempo abandonada, así que la casa se estaba
desmoronando y no era segura, ni siquiera para restaurarla.
La nueva vivienda tiene una pared de ventanas que le permite ver las montañas
y, ahora, los seis caballos que pastan en su prado.
El nuevo establo también es bonito, con diez establos y un guadarnés que haría
babear a la mayoría de los vaqueros.
Lo que Lucky hace cuando entramos.
—En el rancho tenemos un guadarnés —le recuerdo riendo.
—No tan elegante —responde—. Claro que, cuando empiece a usarse, se
ensuciará.
—Eso espero —dice Ryan—. Ha estado aquí sin hacer nada y ya es hora de que
haya algo de vida en este granero. Vamos, quiero mostrarte los caballos.
Cuando salimos al prado para ver mejor a los caballos, veo de lo que hablaba
Ryan. Sus crines y colas no han sido cepilladas en mucho tiempo, por lo que están
llenas de rebabas y enredadas.

135 Tres de ellos están demasiado delgados. Uno tiene un casco roto.
—Esto va a dar mucho trabajo —murmuro cuando una de las yeguas me da un
codazo en el hombro. Me giro y froto mi mano por su cuello, y ella suspira—. Dios,
son un grupo de amantes.
—Todos son así —coincide Ryan—. Son dóciles y dulces, y alguien les falló de
verdad. Ninguno se puede montar tal como está, pero conseguiré que vuelvan a estar
sanos, y entonces serán geniales para montar.
—¿Dijiste que les habías hecho a todos pruebas de enfermedades? —Lucky
pregunta.
—Sí, y todos dieron negativo. Han sido tratados contra las lombrices y
vacunados. El corral en el que estaban era sólo barro. Estaban llenos de barro, y los
lavé a todos. Se notaba que estaban mucho mejor después del baño.
—Apuesto a que sí —murmura Brady, acariciando con el hocico a uno de los
caballos—. Ayudaré en lo que pueda.
—Todos lo haremos —añade Lucky, haciendo sonreír a Ryan.
—Gracias. Necesitaré ayuda.
Suena mi teléfono y, cuando miro hacia abajo, veo que es Will Montgomery.
—Es padre de Erin —digo mientras acepto la llamada—. Habla Rem.
—Hola Rem, soy Will. Acabo de dejarle un mensaje a Erin pero quería ponerme
en contacto contigo. Resulta que el hombre que estaba en la cárcel por acosar a Erin
ha sido puesto en libertad. Ella me preguntó ayer, pero era domingo y tuvimos que
esperar a que hubiera alguien en la oficina. Vi tu dispositivo de seguridad cuando
estuve allí, pero ¿qué te parece si lo reforzamos?
—Espera. —Me pellizco el puente de la nariz—. ¿Erin tenía un acosador?
Eso llama la atención de todos. Se acercan, escuchando.
—Lo siento. Pensé que te lo habría dicho. Sí, hace unos cinco años. Estuvo en
la cárcel, pero ayer le pasó algo en el trabajo que la asustó, así que se puso en
contacto conmigo. Ha sido liberado. Ahora, no puede legalmente salir de Washington,
y en la orden de alejamiento dice que no puede vivir nunca a menos de ciento sesenta
kilómetros de Erin, pero a la gente no siempre le importan las órdenes de
alejamiento.
Mi corazón se ha hundido en mi estómago. ¿Por qué no me lo contó anoche?
Habíamos acordado no más secretos. No más mentiras.
—¿Sabes dónde está?
—Bueno, se reunió con su oficial de libertad condicional el mes pasado, como
de costumbre. Así que no creemos que haya salido del estado.
—Lleva fuera más de un mes, ¿y nadie te lo dijo?

136
—Yo también estoy enojado, créeme.
—Reforzaré la seguridad —le aseguro—. Empezaremos enseguida.
—Gracias. Hasta que tengamos ojos en este tipo, creo que es inteligente.
—¿Cómo de mal estaba? ¿Hace cinco años?
Will suspira en mi oído.
—Fue tan jodido como puede ser. Háblalo con ella.
—Oh, confía en mí, lo haré.
Cuelgo y me vuelvo hacia los otros hombres, que están callados.
—¿Cuánto han oído?
—La mayor parte —responde Ryan.
—Quiero cámaras en todas partes en el rancho. Vamos a instalar una puerta,
también.
—¿Y las luces de movimiento? —Brady pregunta—. Especialmente en todos los
puntos de acceso al rancho.
—Es una buena idea. Hagámoslo. Me gustaría tenerlo todo listo para mañana al
final del día. Esta es nuestra prioridad.
Asienten con la cabeza.
—Una cosa más —añado—. Bruiser irá con Erin a todas partes. Ahora es su
guardaespaldas personal.
—Lo tienes —dice Lucky.
Capítulo Quince
Erin
137 —¡Erin!
—Bueno, hola, dulce niña. —Me río mientras Holly sale corriendo de la escuela,
obviamente emocionada al verme esperándola en la fila de recogida. Hace unos días,
decidí empezar a salir del auto y esperar en la acera, tomando el sol, y puedo decir
que a los niños les gusta cuando salen corriendo para unirse a mí—. ¿Has tenido un
día fabuloso en la escuela?
—Sí. ¡El hámster se volvió a escapar! No pudimos encontrarlo durante una hora.
—¿Dónde lo encontraste? —Le pregunto.
—Estaba en la mochila de Miles, comiendo su almuerzo.
Resoplo una carcajada, pero el rostro de Holly se vuelve serio.
—No tiene gracia —insiste—. Miles no tenía comida después de aquello, así
que todos arrimamos el hombro y le dimos un poco de la nuestra.
—Bueno, eso fue muy amable de su parte. ¿Qué compartiste con él?
—Mi queso en tiras. —Holly se encoge de hombros, como si no fuera gran cosa.
—Esa es tu parte favorita.
—Lo sé, pero perdió su almuerzo entero. —Holly deja su mochila en el asiento
trasero de la Suburban y se reúne conmigo en la acera—. Me pregunto por qué tarda
tanto Johnny.
—Quizá esté hablando con sus amigos.
—Probablemente. Le gusta hablar. Su profesor le dijo a papá que a veces habla
demasiado.
Sonrío y le quito a Holly el cabello de la mejilla, colocándoselo detrás de la
oreja.
—¿Sabes qué? Tuve una profesora que les dijo lo mismo a mis padres, y mi
padre le dijo que quizá yo tenía algo importante que decir, y que no debía mandarme
callar.
—Johnny no tiene nada importante que decir —responde Holly—. Sólo le gusta
hablar.
Eso me hace reír, y entonces levanto la vista cuando oigo a Johnny gritar:
—¡Ya voy!
—No hay prisa, amigo —le aseguro mientras le abro la puerta trasera—. ¿Va
todo bien?
—Sí, estaba hablando.
Holly y yo compartimos una sonrisa mientras los niños se acomodan en el
asiento trasero, y luego me dirijo al lado del conductor y abro la puerta. Miro el
138 teléfono y veo que he perdido una llamada de mi padre.
Y de repente, todo el miedo que había conseguido mantener reprimido
durante todo el día sale a la superficie.
No quiero que los niños oigan esta conversación porque no quiero asustarlos,
así que espero antes de alejarme de la escuela y, en su lugar, llamo a papá, no
poniéndolo en el altavoz.
—Chicos, nos iremos en un segundo, ¿de acuerdo? Tengo que llamar a alguien.
—¿Tienes algo para comer? —Johnny quiere saber.
—Sí, la verdad es que sí. Aquí tienen unas galletas.
Les doy las galletas y marco el número de mi papá.
—Hola —le digo cuando contesta—. Acabo de perderte. Estaba recogiendo a
los niños. ¿Qué has averiguado?
—Bueno, fue liberado. —Mi corazón tartamudea—. Pero lo último que sabemos
es que aún estaba en Washington. Así que, si las flores son de él, es posible que las
enviara desde Washington.
—Cierto. —Me mordisqueo el labio inferior—. Creía que le quedaban cinco
años dentro.
—Lo hacía —confirma papá—. Y lo están investigando. Todo lo que puedes
hacer es vigilar tu espalda y tener cuidado. Si pasa algo raro, llama a las autoridades
locales y luego a mí.
—En realidad tengo una entrada aquí con la policía. El hermano de Remington
está en el cuerpo, así que se lo haré saber enseguida —respondo, asintiendo para mis
adentros—. No te preocupes, no me descuidaré.
—Sé que no lo harás. Mantente en contacto, ¿me oyes?
—Lo haré. Te amo. Hablamos más tarde.
Cuelgo y me niego en redondo a tener un ataque de pánico delante de los
niños. Tengo que aguantar y llevarlos a casa sanos y salvos, luego debo tener una
conversación con Remington.
—¿Estás bien, Erin? —Holly pregunta.
—Por supuesto, cariño. ¿Por qué lo preguntas?
—Parece que estás llorando —me contesta, y me froto la mejilla, sorprendida
de encontrar lágrimas allí—. ¿Estás triste?
No, estoy aterrorizada.
—No, sólo estoy preocupada. Lo siento. Vamos a casa, ¿sí? Estaba pensando en
hacer pizza casera para cenar.
—¿Podemos elegir nuestros propios ingredientes? —Johnny quiere saber.

139
—Por supuesto que puedes.
Cuando llegamos a la granja, veo que el camión de Chase está en la entrada y
Joy está esperando delante.
Sonríe cuando estacionamos, pero veo preocupación en sus ojos.
¿Y ahora qué? ¿De alguna manera salió aquí y lastimó a alguien?
Maldita sea, debería haber hablado con Rem anoche, pero estaba muy
cansada.
—Hola, nietos favoritos —dice Joy, abrazando fuerte a los dos—. Van a venir a
casa conmigo una temporada.
—Pero Erin está haciendo pizza casera —argumenta Holly frunciendo el ceño.
—Y aún lo hará —promete Joy—. Sólo tomaremos un aperitivo mientras tanto.
—Comieron galletas —le informo.
—No deberías haberle dicho eso —susurra Johnny en voz alta, haciéndonos
reír a los dos.
—John y tú deberían cenar con nosotros —le ofrezco, y Joy asiente.
—Me parece estupendo. Los traeré de vuelta en un rato.
Con un niño a cada lado, los tres se alejan y yo me dirijo a la casa y empujo
hacia dentro.
—¿Erin? —Remington llama—. Ven a mi oficina, por favor.
No parece especialmente contento de que esté en casa, y mi estómago, que ya
tenía un nudo, empieza a hacer la salsa mientras me dirijo a la puerta del despacho
de Rem.
Está sentado detrás de su escritorio. Chase está de pie junto a la ventana, Ryan
y Brady se sientan en sillas y John se apoya en las estanterías. Incluso Millie me mira
con los ojos enrojecidos desde el otro lado de la habitación.
Toda la familia está aquí.
—Uh, hola.
—Toma asiento —ofrece Brady, levantándose de la silla.
—Si no te importa, creo que prefiero quedarme de pie. —Levanto la barbilla y
entro en la habitación, con los ojos clavados en los de Rem.
—Hablé con tu padre hace un rato —empieza Remington, y todo esto cobra
sentido de repente.
—¿Hay alguien herido? —Suelto—. ¿De alguna manera llegó al rancho y
lastimó a alguien?
—No —responde John y extiende la mano para acariciarme el hombro—. No
140 estás en problemas, Erin.
—Mentira —discrepa Remington—. Quiero saber por qué me enteré de que
hay un acosador que ha salido de la cárcel y está obsesionado contigo, a través de tu
padre. ¿Por qué no me lo dijiste? Estás con mis hijos. Vives en mi casa. Jesús, estás...
tú. No puedo proteger a nadie si no tengo la información, Erin.
—No lo sabía —respondo mientras lo rodeo—. Me enteré cuando recogí a los
niños. No sabía que había salido de la cárcel.
Sólo pronunciar esas palabras me hace tragar saliva y cerrar los ojos,
respirando hondo.
—Bueno —dice Millie, corriendo hacia mí para rodearme con el brazo—. Ahora
ya lo sabemos.
—Hablaste de ello con Millie —continúa Remington—. Pero no me lo dijiste.
—Tienes razón, no te lo dije. —Suspiro, de repente tan jodidamente cansada—
. Me había pasado toda la tarde preocupada. Nadie podía decirme si había salido de
la cárcel hasta hoy. Millie me ayudó a distraerme toda la tarde, y luego llegué a casa
y estaba agotada. No sabía nada con seguridad y no quería hablar más de ello.
—Pero envió flores a tu trabajo.
—No sabía que eran de él ayer. Lo sospechaba. No permitiré que me
interrogues como si fuera yo quien hizo algo malo. Ya pasé por eso una vez y no lo
volveré a hacer. Recogeré mis cosas y me iré.
—¡Vaya! —Brady dice.
—No, espera. —Chase levanta las manos.
—Eso es ridículo. —Ryan sacude la cabeza.
Todos los hombres están de pie, haciéndome gestos para que me detenga.
Incluso Remington se ha puesto en pie, pero tiene la mandíbula firme mientras me
mira a través de esos ojos color avellana, y odio lo frustrado que parece.
—¿Por qué no te sientas —sugiere Chase—, y nos cuentas qué pasó? Necesito
saberlo para poner una orden de búsqueda y captura en caso de que este imbécil
haya decidido venir aquí. Ya he hablado con tu tío Matt en Seattle, y me ha dado
información sólida. Pero siempre es mejor obtenerla directamente de la boca del
caballo.
Tengo que volver a hablar de todo esto, es todo lo que puedo pensar mientras
bajo a la silla y alguien me pasa un vaso de agua. Hago una pausa, bebo un sorbo de
agua y juego con un cordón de mi vestido mientras pienso por dónde empezar. Mi
mirada encuentra la de Remington y deseo que desaparezca la frialdad de sus ojos.
—Tenía veinte años —empiezo—. Estaba en la universidad. Empecé a recibir
mensajes estúpidos en las redes sociales. Miren, mi padre es un famoso jugador de
fútbol americano y todavía trabaja estrechamente con el equipo. Por no mencionar

141
que tengo todo tipo de gente famosa en mi familia, así que no es raro recibir mensajes
o comentarios raros de vez en cuando. Aprendes a ignorarlo. Una cosa es cierta: la
gente es muy valiente cuando está detrás de su teléfono o de la pantalla del
ordenador, ¿sabes?
—Claro —dice Chase asintiendo—. Suena razonable.
—Evolucionó hasta conseguir enviar flores en donde trabajaba. Rosas rojo
sangre. —No puedo resistir el escalofrío de asco que me recorre—. Y la tarjeta
siempre decía algo como: Estás preciosa hoy, o Vaya, hueles genial.
—Espeluznante cómo la mierda —susurra Millie, y asiento con la cabeza—. Y
por eso cuando ayer llegaron las flores para ti y te dije que Rem era dulce, saliste
corriendo como si te hubiera picado una abeja.
—Sabía que no eran de Remington —susurro y cierro los ojos, completamente
mortificada—. Le había dicho que me gustaban los narcisos y ni siquiera me había
visto ese día. No sabía qué aspecto tenía.
—¿Qué tiene eso que ver? —pregunta Ryan.
—Esta vez, el mensaje era Estás preciosa hoy —le contesto—. Descubrimos
mucho más tarde, después de que lo atraparan y estuviera en el interrogatorio, que
le gustaba estar cerca cuando recibía las entregas para poder observar mi cara
cuando leía la tarjeta.
—Mierda —murmura Brady, sacudiendo la cabeza.
—Había elaborado toda esta vida imaginaria en su cabeza. Estaba convencido
de que yo era su novia y que Will Montgomery sería su suegro.
—Así que también está un poco obsesionado con tu padre —añade Remington,
y asiento con la cabeza.
—Por supuesto. Pero yo soy la que él está convencido de que es suya. —Bebo
un trago de agua—. La forma en que me miraba en el tribunal cuando estaba dando
mi testimonio era repulsiva. Sonreía y me miraba con ojos de corazón, como si yo
fuera su alma gemela.
—¿Cómo lo atraparon? —pregunta John.
—Recibí un mensaje de lo que pensé que era el teléfono de mi hermana. Me
preguntaba si podía ir a recogerla a una fiesta porque todo el mundo estaba bebiendo
y no quería que mamá y papá se volvieran locos. Yo sabía que iba a ir a esa fiesta, así
que le dije: Por supuesto, no hay problema. Sólo tienes que darme la dirección. —Me
relamo los labios y tengo que juntar las manos porque me dan ganas de temblar.
Después de todo este tiempo, siento que voy a perder la cabeza.
«Puse la dirección en el GPS y conduje hasta allí, y todas las luces de la casa
estaban encendidas. Incluso salía música a todo volumen del interior.
—El cabrón hizo que pareciera que había una fiesta —dice Brady.

142
—Sí. Para que no lo cuestionara. Le mandé un mensaje y le dije: Estoy aquí, sal.
Y ella me contestó: Entra un momento.
Tengo que beber otro trago de agua.
—No pasa nada —canturrea Millie, frotándome la espalda—. Tómate tu tiempo.
No tenemos prisa.
—Es mejor que lo saque todo. —Resoplo y suelto un suspiro—. Entonces, eso
fue raro para mí, ese mensaje de Zoey. Ella nunca habría dicho eso, y de repente tuve
una sensación rara en las entrañas. Era casi como si alguien estuviera gritando en mi
cabeza ¡Esto no es seguro! ¿sabes?
—Sí —dice Ryan, asintiendo—. Lo sé.
—Creo que todos conocemos esa voz —dice Millie—. Especialmente las
mujeres. La hemos escuchado.
—Llamé a Zoey. No le envié un mensaje. Sólo la llamé, y ella contestó. Le dije:
—Estoy aquí. Sal de una vez. Y ella estaba confundida. Lo supe. Inmediatamente
lo supe, y antes de que pudiera poner el auto en marcha para salir, él estaba de pie
delante de mí, y corrió alrededor de mi puerta y la abrió.
Los ojos de Rem se entrecierran en rendijas.
—¿Él abrió la puerta?
—Sí, pero metí la marcha, pisé el acelerador y me lancé hacia delante, lo que
le rompió el brazo y se golpeó en la cabeza con la puerta. Tampoco me detuve.
Conduje directamente a casa de mi tío Matt e hicimos la denuncia. Lo detuvieron esa
noche y fue a la cárcel.
—Y ahora —dice John—, está fuera de prisión.
—No sé cómo ni por qué. Se suponía que le quedaban otros cinco años y que
nos avisarían cuando saliera en libertad condicional o fuera puesto en libertad. A mi
padre no le avisaron. Papá dijo que mi tío está investigando cómo salió antes.
La sala se queda en silencio mientras todos asimilan lo que acabo de decirles.
—Si necesitas despedirme, lo entiendo. De verdad. —La idea me llena de tanta
tristeza y tanto pesar que quiero derrumbarme en sollozos y me tiembla el labio—.
Estaría bien disponer de veinticuatro horas para encontrar otro lugar donde vivir.
—No estás despedida —dice Remington, sacudiendo la cabeza—. Se instalará
una verja justo al lado de la autopista a primera hora de la mañana. Tenemos hombres
instalando cámaras por toda la propiedad mientras hablamos, así como luces
detectoras de movimiento.
—Se dispararán todo el tiempo, gracias a todos los animales que hay alrededor
—dice Ryan riendo—. Pero también ahuyentará a cualquier psicópata, así que merece
la pena.

143 —Tengo a mis hombres patrullando la ciudad —continúa Chase—, con fotos
del autor. Por lo que a nosotros respecta, es un hombre buscado. Ha violado las
condiciones de su libertad condicional si salió de Washington.
—Como he dicho, podría estar intentando engañarme desde Washington.
—Espero que sea así —coincide Chase—, pero vamos a tratarlo como si
estuviera en la ciudad. Pondremos carteles de se busca por toda la ciudad y
hablaremos con los dueños de los negocios.
—¿Qué hago? —pregunto—. ¿Cómo puedo ayudar?
—Bruiser irá contigo cuando lleves a los niños al escuela o los recojas —
responde Remington.
—¿Quién es Bruiser?
—Uno de mis peones de rancho. Es enorme. Yo no jodería con él —añade
Remington—. Por supuesto, en el fondo es un puto osito de peluche, pero nadie tiene
por qué saberlo.
—Estoy bastante segura de que estoy a salvo en el auto...
La mirada que Rem me lanza podría derretir el hierro.
—Tendrás a mis hijos. Y por si no te lo he dejado claro hasta ahora, tú también
significas algo para mí. Si crees que no haré lo que haga falta para mantenerlos a salvo
a los tres, es que no me conoces tan bien como crees.
—Okey, ese fue dulce —me dice Millie, haciéndome reír por primera vez—. En
serio, deja que estos chicos te protejan. Nadie podrá tocarte con mi familia haciendo
guardia, te lo garantizo.
—Ya me siento más segura —admito con una pequeña sonrisa—. Pero también
siento una inmensa culpa. No deberías tener que hacer este enorme gasto por mi
culpa.
—De todas formas, deberíamos reforzar la seguridad por aquí —dice Brady—.
Tenemos caballos y equipos caros.
—También me pondré en contacto con el sheriff y la patrulla de carreteras —
continúa Chase—. Tendremos muchas patrullas por aquí también.
—Gracias. —Sacudo la cabeza—. Me parece demasiado poco para lo
agradecida que estoy, pero gracias. Dejaré que Bruiser venga conmigo. Aceptaré un
toque de queda, y si quieres poner una aplicación de localización en mi teléfono, está
bien. No soy demasiado orgullosa para admitir que todo o algo de eso podría ser
necesario. No me resistiré cuando se trate de la seguridad no sólo mía, sino de toda
tu familia. He llegado a querer a tu familia, y nunca querría que nadie sufriera daños
por mi culpa.
—No es por ti —dice Chase—. Es por culpa de un psicópata que no debería
estar fuera de la cárcel. Tú no has hecho nada malo.

144 Esas palabras son como un bálsamo para mi corazón.


—Creo que deberíamos empezar a supervisar algunas de las obras —dice John
mientras se acerca a la puerta. Su mirada se posa en mí—. Te lo dije antes, siempre
eres bienvenido aquí. Eso no ha cambiado.
Me guiña un ojo y luego se va, y tengo que tragar saliva para controlar la
emoción que quiere hervir y salir de mí.
—Te quiero —dice Millie, abrazándome—. Lo tenemos, cariño. Te llamaré más
tarde.
—Gracias.
Uno a uno, me ofrecen palabras de ánimo antes de marcharse, y entonces me
quedo a solas con Remington.
Me observa en silencio un momento y luego se levanta, se acerca y cierra la
puerta del despacho.
No vuelve a sentarse detrás de su escritorio. Me recoge en brazos, se sienta y
me acomoda en su regazo.
—¿Qué haría yo si te pasara algo? —Me entierra la nariz en el cabello y me
besa un lado de la cabeza.
—Pensé que estabas enfadado conmigo.
—Oh, lo estaba. Puede que aún lo esté un poco, pero maldita sea, tenía miedo.
No sólo por mis hijos, aunque eso está ahí. No tocará a mis hijos.
—No, no lo hará. —Tengo que respirar hondo, porque sólo pensar en que
alguno de esos preciosos niños tenga un cabello fuera de su sitio me llena de horror.
—Y tampoco te va a joder. Lo mataré primero.
Me echo hacia atrás y lo miro sorprendida.
—Rem...
—Lo digo en serio. No sabe con quién se está metiendo.
Capítulo Dieciséis
Erin
145 —De acuerdo, agradezco la protección que esto ha sacado a la superficie, pero
en realidad, tal vez debería mudarme por un tiempo. Puedo ir y venir fácilmente para
ayudar con los niños, y así no pongo a nadie en peligro todo el tiempo.
—No.
—Pero sería lo lógico. Tú y yo lo sabemos. Al menos hasta que lo tengamos
todo resuelto. Estoy segura de que podría quedarme en el condominio de mi primo
Drew. Está en lo alto de la colina de esquí, y el edificio tiene una seguridad excelente.
—No.
Suelto un suspiro y me bajo de su regazo.
—Estás siendo terco.
Remington simplemente levanta una ceja, como si dijera: ¿Y?
«Lo entiendo —digo y empiezo a caminar porque estoy llena de energía
nerviosa—. Sé que necesitabas traer a toda tu familia porque esto podría ser un
problema para todos, no sólo para mí. Quiero decir, claro, fue un poco chocante
entrar y verlos a todos aquí, pero lo entiendo. Pasaría lo mismo en mi familia. Los
mantienes unidos y solucionan las cosas como un equipo.
Me quito un mechón de cabello de los ojos.
«Lo más responsable para mí es mudarme a la ciudad.
—No.
—Jesús, Gruñón. —Me giro, apoyo las manos en las caderas y lo miro con el
ceño fruncido—. Claro, yo también echaré de menos el sexo, pero es sólo sexo.
Podemos vivir sin él un tiempo hasta que esto se resuelva.
La habitación se queda en silencio y Rem entrecierra los ojos. Lentamente, se
levanta de la silla y se coloca a un par de metros de mí.
—¿Sólo sexo? —repite—. ¿Crees que lo que ha estado pasando aquí es sólo...
sexo?
—Quiero decir que es sexo. —Siento que se me acelera el pulso.
Sus ojos se posan en mi cuello.
—La forma en que tu corazón se acelera, retumbando en tu garganta, y aún no
te he tocado.
Trago saliva con dificultad, incapaz de responder, mientras él alarga la mano y
me toma el pulso con la yema del dedo. Se inclina y roza con la nariz mi mejilla, luego
baja hasta mi oreja.
«La forma en que se te corta la respiración cuando te toco así.
Sus manos empujan bajo mi vestido nuevo, rozándome los muslos y los
146 costados, y lo levanta, por encima de mi cabeza y mis brazos, y lo deja caer al suelo.
Y tiene razón, se me corta la respiración.
—Se te pone la piel de gallina —continúa, con voz suave y cantarina, mientras
deja que el dorso de sus nudillos recorra mi vientre, suba hasta mis pechos y me
desabroche el sujetador, dejándolo caer también al suelo—. Tus mejillas se sonrojan,
pero eso no es todo lo que se te pone rosa.
—Rem...
—Shh.
Me agarro a él, pero me hace girar en círculo, me sube a su mesa y me separa
las piernas para que él pueda colocarse entre ellas.
Una vez más, le toco los pantalones, pero me sujeta las manos, me las besa y
las coloca en su escritorio, a mi lado.
—¿No puedo tocarte?
—Aún no he terminado —dice y se pone en cuclillas delante de mí. Con un
dedo, me empuja las bragas hacia un lado—. Pon tus pies sobre mis hombros.
Mientras lo hago, baja su boca hacia mí, y caigo de espaldas sobre mis codos,
ya perdida por él. Jesús, me come como si hubiera nacido para ello, y cada vez, veo
estrellas.
Grito y me agarro a su cabello, pero él se aparta rápidamente.
—Los codos en el escritorio —dice, sus ojos avellana en llamas—. Ahora.
Con los ojos clavados en los suyos, sigo su orden, lo que lo hace sonreír.
—Buena chica.
Vuelve al trabajo, y una vez que me he derrumbado, no sólo una vez, sino dos
veces, se abre paso a besos por mi cuerpo y me mordisquea los labios.
«La forma en que puedo hacerte perder la maldita cabeza no es sólo sexo, Erin.
—Se desabrocha los vaqueros, se los baja hasta las caderas y empuja dentro de mí, y
yo gimo, delirando por más de él—. La forma en que encajo dentro de ti, tan
malditamente ajustado y perfecto, como si estuvieras hecha para mí.
Empieza a moverse con empujones largos y fáciles y luego acelera el ritmo,
como si no pudiera contenerse más.
«La forma en que me pierdo en ti cada vez —me gruñe al oído—. ¿No ves que
me estoy enamorando de ti? Me asusta, pero es verdad.
Ahora tengo que rodearlo con los brazos y él me levanta, apoyándome contra
la pared, y sigue machacándome, como si nos castigara a los dos por haber tenido la
osadía de pensar que esto era sólo sexo.
—Rem —es todo lo que puedo decir mientras me agarro con fuerza y sucumbo
una vez más a la dicha absoluta de un orgasmo que me ha regalado este hombre.

147 Me sigue, apoya la frente en la mía y se esfuerza por recuperar el aliento,


observándome fijamente.
—Te quedarás —dice al fin—. Porque que te vayas no es una puta opción.
—No. —Trago con fuerza, luchando también por recuperar el aliento—. Irme
no es una opción para ninguno de los dos.

—¿Por qué está Bruiser con nosotros? —pregunta Holly desde el asiento trasero
mientras los llevo al escuela a la mañana siguiente.
—Sólo me está ayudando con algo —respondo y sonrío a Bruiser.
—¿Lo sabe papá? —Johnny pregunta—. Porque Bruiser es muy importante en
el granero y esas cosas.
No puedo evitar reírme y miro a Johnny por el retrovisor.
—Por supuesto, tu padre lo sabe. Fue él quien lo sugirió.
—No hago mucho que tu padre no sepa —asegura Bruiser a Johnny. Atravieso
la fila para dejar a los niños, me despido de ellos y vuelvo a salir.
—Me parece una tontería que hayas tenido que sacar tiempo de tu día sólo para
este paseo —le digo al hombre que se sienta a mi lado—. Es literalmente una bajada.
—Hago lo que me dicen —responde Bruiser.
—¿Bruiser es tu verdadero nombre?
—No.
—¿Cuál es tu verdadero nombre?
—Theodore.
Siento que se me abren mucho los ojos y me vuelvo hacia él sorprendida.
—Bruiser te queda mejor.
—Sí, señora.
Suena mi teléfono y contesto con el toque de un dedo en la pantalla.
—Hola, Millie.
—¿Erin? —Se me hiela la sangre al oír su voz.
—¿Qué te pasa? ¿Te has hecho daño?
—Estoy enferma —responde—. Un resfriado estúpido o algo así. Se supone que
hoy tengo el turno de noche en la cafetería, pero no puedo ir así. Estoy muy enferma,
y sólo conseguiré que todos enfermen. ¿Puedes cubrirme?
—Yo… —Miro a Bruiser, que asiente—. Claro. Me dirigiré hacia allí ahora.
—Eres la mejor —dice—. Siento haberte hecho eso. ¿Hay alguien contigo?
148 —Bruiser está aquí. Se quedará conmigo hoy.
—Eres el mejor, Bruiser. Te debo una. Ahora me voy a morir.
Cuelga y suelto un suspiro.
—Lo siento. Sé que esto te quita un día entero.
—Me han dicho que me quede cerca de ti. Le diré al jefe dónde estaremos.
Llama a Remington mientras yo doy media vuelta y nos dirijo a la ciudad y a la
cafetería. No llevo mi camiseta habitual de Bitterroot Valley Coffee Co. pero llevo
vaqueros. Como soy suplente, seguro que no pasa nada.
—Gracias a Dios que estás aquí —dice Marion con un suspiro de alivio cuando
entro—. Muchas gracias por cubrir a Millie. Esa pobre chica suena fatal.
—No es para tanto. Simplemente no tengo la camiseta adecuada.
—Creo que estás muy hermosa —responde con una amplia sonrisa. Mira a
Bruiser, que se sienta en un rincón de la cafetería—. ¿Te está molestando?
—No, definitivamente no. Estará por aquí hoy como mi guardaespaldas
personal. Marion, no sé si Millie te lo dijo, pero...
—Me puso al corriente de lo que necesito saber, y Chase vino también con una
foto e información pertinente —me asegura Marion—. Me alegro de que tengas a
alguien que te proteja. Voy a cambiar todas las cerraduras e instalar algunas cámaras.
Siento que se me saltan las lágrimas.
—Oh, no tienes que hacer eso.
—Debería haberlo hecho hace años —dice sacudiendo la cabeza—. Esto fue un
recordatorio para mí. Sabes que te quiero muchísimo, y voy a hacer todo lo que pueda
para que estés segura y cómoda aquí en el trabajo.
—¿Cómo he tenido tanta suerte de tener una comunidad de gente tan increíble
a mi alrededor?
—Te has mudado a Bitterroot Valley —dice guiñando un ojo—. Aquí cuidamos
de los nuestros. A primera hora había mucho trabajo, como siempre, pero ya se ha
calmado un poco. Si puedes ocuparte de esto, volveré y haré algunas llamadas sobre
las cámaras y las cerraduras. También tengo que hacer las nóminas.
—Definitivamente puedo manejarlo.
—Genial. Grita si necesitas ayuda. Acabo de volver a la oficina.
Antes de irse, Marion me da un abrazo y se marcha corriendo.
—Marion no es una abrazadora.
Doy un respingo al oír la voz y sonrío a Brooks.
—Tienes razón. Me ha sorprendido, pero en el buen sentido. ¿Cómo estás,

149
Brooks?
—Estoy genial. —Sus ojos están serios mientras me observa—. También
mantengo mis ojos y oídos abiertos. Nadie llegará a ti en este pueblo, Erin. Es
demasiado pequeño, y como dijo Marion, aquí nos cuidamos los unos a los otros.
—Lo estoy aprendiendo —respondo asintiendo—. Y te lo agradezco más de lo
que crees. Para ser honesta, es embarazoso.
—¿Por qué? —Brooks me mira con el ceño fruncido—. No has hecho nada malo.
—No, no lo hice. —Respiro hondo y dejo caer mis hombros tensos—. ¿Sabes
qué? Tienes razón. Ya no me permito avergonzarme por algo que no hice.
—Excelente. Ahora, tomaré un café negro y un poco de ese pan de arándano y
limón.
—Suena bien —Me pongo a servirle el café y deslizo una rebanada de pan en
una pequeña funda de papel—. Creo que tendré que tomar un trozo para mí. No tenía
ni idea de lo que me estaba perdiendo antes de mudarme aquí, sin haber probado
nunca los arándanos.
—El oro de Montana —dice con un guiño.
—¿Es cierto que le han disparado a gente por las moras que han recogido?
—Desgraciadamente, sí. Mucha gente lleva protección cuando sale a
recolectar. Las bayas valen mucho dinero, y se tarda tanto en recogerlas, que a veces
roban a los recolectores.
—Me parece una locura —murmuro frunciendo el ceño—. Son sólo bayas.
Brooks se ríe.
—Ten cuidado a quién le dices eso. Como he dicho, son el oro de Montana.
—¿Qué los hace tan especiales?
—No crecen en cualquier sitio, así que es difícil trasplantar los arbustos. Sólo
les gustan las elevaciones más altas, por encima de los cuatrocientos sesenta metros,
y son exigentes con la humedad y el sol.
—Es un milagro que tengamos algunas —respondo riendo.
—Remington tiene muchos arbustos en su rancho —dice Brooks—. Tendrás que
ir a recoger este verano. Sólo ten cuidado con los osos.
—¿Osos? —Lo miro fijamente, atónita.
—Les gustan las bayas más que a nosotros, y eso es mucho decir. —Brooks
guiña un ojo y se da la vuelta para alejarse—. Será mejor que vuelva al trabajo. Que
tengas un buen día.
—¡Tú también!
Miro a Bruiser, que se limita a asentir con la cabeza. Me acerco a él y sonrío.
150 —¿Qué clase de café puedo hacerte?
—Oh, no necesito nada.
—Invita la casa, Bruiser. En serio. Déjame hacer algo por ti.
Asiente lentamente.
—Tomaría un moca de caramelo y una de esas rebanadas de pan de huck.
—Entendido.
Miro a través de las ventanas antes de darme la vuelta y siento que se me
acelera el corazón mientras entrecierro los ojos, intentando ver mejor.
¿Podría ser él?
Hay un hombre al otro lado de la calle, mirando hacia aquí. Podría ser, si
hubiera crecido quince centímetros en cinco años y se hubiera teñido el cabello de
rojo, pero es poco probable. Una mujer se le acerca corriendo, él la besa y se van.
—¿Qué pasa? —Bruiser pregunta, siguiendo mi mirada.
—Nada, sólo estoy siendo paranoica.
Vuelvo al mostrador y preparo el pedido de Bruiser, y una vez que se lo
entrego, me pongo a trabajar en la limpieza de las máquinas a mediodía y en rellenar
suministros como servilletas y tazas. También hay que rellenar los recipientes de la
nata y la leche.
Marion tuvo una mañana ajetreada.
Al oír el timbre de la puerta, me doy la vuelta para saludar a mi siguiente cliente
y me encuentro con el nuevo chico de la ciudad, Clay, que me mira con el ceño
fruncido.
—¿Erin? —pregunta mientras se acerca—. Creía que Millie trabajaba hoy.
—Suele hacerlo —respondo. El chico está enamorado de Millie. No es que
pueda culparlo; es hermosa y de lo más dulce que hay—. Pero no se encontraba bien,
así que la estoy sustituyendo. ¿Te estás adaptando bien a la ciudad?
—Sí, me gusta —dice, con ese acento sureño en su voz—. Es muy bonito.
—He oído que le alquilas a Roger.
Levanta la cabeza y entrecierra los ojos.
—Solía alquilar ese apartamento —explico riendo—. Y sigo viendo a Roger a
menudo. Es el hombre más increíble del mundo. ¿Te gusta el apartamento?
—Sí. —Se aclara la garganta—. Es un buen lugar. Estuvo bien que viniera
amueblado.
—¿Verdad? Qué conveniente. De todos modos, voy a dejar de hablar hasta el
cansancio. ¿Qué será hoy?
Clay hace su pedido y se dirige a la zona de recogida, con la nariz metida en el
151 teléfono. Empiezan a llegar algunos clientes más, y las dos horas siguientes pasan
rápido.
—Eres una estrella del rock —dice Marion con una sonrisa mientras se une a
mí, dispuesta a ayudar—. He conseguido muchas cosas ahí atrás. Gracias.
—No hay problema; el día avanza rápido. ¿Todo bien contigo?
—Oh, sí, todo está bien.
—Voy corriendo al baño —le digo y me dirijo a la sala de descanso, pero se
me eriza el vello de la nuca y me vuelvo hacia la puerta.
Entra Summer con un ramo de rosas.
—Mierda —susurro y cierro los ojos. Como un rayo, Bruiser está en el
mostrador, recogiendo las flores de Summer.
Me pasa la tarjeta.
—Señor, esas son para Erin —dice Summer, dispuesta a dejar a Bruiser con la
boca abierta.
—Está conmigo —le digo rápidamente. Abro la tarjeta y siento que se me
hunde el estómago.
Estoy deseando casarme contigo.
—Oh, Erin —dice Marion mientras arrugo la tarjeta en mi puño.
—Pensé que no debía tirarlas —dice Summer—. Llamé a Chase, como me
pidió, y se las llevé.
Cierro los ojos, dispuesta a romper en sollozos, pero eso no solucionará nada.
—No tires eso —me aconseja Marion, quitándome la tarjeta—. Ven ahora y
siéntate.
—No puedo hacerlo —susurro, sacudiendo la cabeza. Estoy rodeada por las
dos mujeres y Bruiser, y otros clientes me observan con interés—. Simplemente no
puedo hacer esto, Marion.
—Oh, cariño —dice Marion, pero tomo su mano entre las mías, mis ojos
suplicándole que comprenda.
—Necesito tomarme un tiempo libre, Marion. Sé que esto te deja en un aprieto,
y lo siento mucho, pero no puedo lidiar con esto cada vez que estoy aquí.
—Lo entiendo —responde Marion, y por el tono de su voz me doy cuenta de
que lo dice en serio—. No te preocupes, te cubriré los turnos. Y esto no es tu dimisión,
dulce niña. Es un año sabático hasta que todo esto se resuelva.
Parece que lo único que he hecho en los últimos días ha sido llorar, pero se me
llenan los ojos de lágrimas.

152 —Sabes que querré volver —digo—. Me gusta demasiado estar aquí como para
alejarme.
—Bien. —Marion sonríe con valentía, pero también veo la preocupación—.
Todo va a salir bien, cariño. Espera y verás.
—Lo sé. —Asiento, me limpio las lágrimas de las mejillas y me levanto para
volver al trabajo—. Terminaré hoy.
—Oh, lo tengo ahora que mi trabajo de oficina ha terminado —me asegura
Marion—. Vete a casa, donde te sientas segura.
Ese sonido es música para mis oídos. No hay nada que desee más en el mundo
ahora mismo que estar en el rancho.
Bruiser ha estado al teléfono todo este tiempo, probablemente con Remington,
y acaba de colgar cuando me dirijo a él.
—Tendremos que volver dentro de una hora por los niños.
—La Sra. Joy recogerá a los niños hoy —dice Bruiser—. Vamos al rancho.
—De acuerdo. —Instintivamente extiendo la mano y abrazo a Marion—.
Gracias. Te mantendré informada.
—Cuida de ti —dice severamente—. Pásate de vez en cuando a tomar un café.
—Lo haré. —Me apresuro a entrar en la parte de atrás y cuelgo el delantal,
recojo el bolso y las llaves, y salgo de nuevo hacia Bruiser—. Bueno, vamos.
—Deberías saber —dice Bruiser cuando estamos en la carretera, en dirección
al rancho—, que Chase se reunirá con nosotros en el rancho para hablar contigo.
—Me lo imaginaba.
—Y Remington no está muy contento.
—Está frustrado —le respondo—. Y no lo culpo porque yo también estoy
frustrada. Gracias por acompañarme hoy. Me has tranquilizado de verdad.
—Cuando no estabas ocupada preocupándote de que el hombre del saco fuera
a saltar y atraparte —responde y se encoge de hombros cuando lo miro—. No tienes
cara de póquer.
—Sí, lo sé.
Capítulo Diecisiete
Remington
153 —Todas las cámaras y las puertas están en su lugar —le digo a Chase. Acaba
de llegar al rancho tras la noticia de la entrega a Erin en Bitterroot Valley Coffee Co.
Erin y Bruiser deberían llegar en cualquier momento.
—¿Tienen cámaras en las puertas? —Chase pregunta.
—Varias. Sobre todo en la entrada que no se usa tanto. Sólo la familia y los que
trabajan aquí tienen el código de la cerradura.
—Bien. Te sugiero que cambies los códigos mensualmente.
—Sí, también lo pensé. ¿Alguna noticia de Washington?
Chase sacude la cabeza y se quita el sombrero para frotarse la cabeza.
—No. Siempre es lento conseguir información. Lo único que sabemos seguro
es que llegó a su última reunión de libertad condicional.
Me mira un momento.
—Estás caliente por ella.
—Sí, ¿y?
Sus cejas suben ante la admisión. Demonios, no voy a negarlo a estas alturas.
—¿Estás follando con tu niñera?
—No hagas que suene así. Es más, Chase. Ella es más. Y vamos a hacer todo lo
posible para mantenerla a salvo de este imbécil.
Mi hermano asiente y se balancea sobre sus talones.
—Creo que está bien. Nos cae bien a todos. Y mamá me mencionó que va a
entrenar a Erin para que se encargue de la contabilidad del rancho.
—Así es.
Chase sólo me sonríe.
—Cállate.
La Suburban llega rodando por el camino de entrada, y Chase y yo nos giramos
para saludar.
—Hola —nos dice Erin con una sonrisa tentativa—. Bueno, hoy ha sido
interesante.
—Tú. —Señalo a Bruiser y entrecierro los ojos hacia él—. ¿Qué has visto?
—Mucha gente bebe café en esta ciudad —responde Bruiser—. Y eso es todo.
No había nada inusual, ninguna bandera roja. Demonios, entre Erin y yo reconocimos
a todos los que entraron en la tienda.
—Tiene razón —asiente Erin—. No había nada fuera de lo normal, aparte de
que estaba totalmente paranoica. Odio ese sentimiento.

154 —¿Guardaste la nota de las flores? —Chase pregunta.


—Sí. —Saca una tarjeta arrugada del bolsillo y se la pasa a Chase. Leo por
encima de su hombro y siento que se me retuerce el estómago.
Estoy deseando casarme contigo.
—A la mierda —murmuro y sacudo la cabeza, alejándome.
—Lo admito, me sacudió —continúa Erin—. Bastante, la verdad. Me he tomado
un año sabático en Bitterroot Valley Coffee Co. hasta que todo esto se resuelva.
Erin suspira, sube las escaleras del porche y se sienta en una silla.
—No puedo vivir así —continúa—. Siempre con miedo. Ya lo hice una vez y me
niego a volver a hacerlo. Tengo suficiente para mantenerme ocupada aquí afuera, así
que eso es lo que haré.
Debía estar leyéndome el pensamiento porque iba a pedirle, razonablemente,
que lo hiciera.
Ahora, no tengo que hacerlo.
—Marion es increíble. —Erin mete los pies debajo de ella, poniéndose
cómoda—. Me aseguró que puedo volver cuando quiera, así que está bien. No
soporto tener que mirar constantemente por encima del hombro.
—Hiciste lo correcto —le asegura Chase—. Tienes que estar donde te sientas
segura. Summer me dijo que el pedido de las flores llegó a través de su página web,
así que vamos a intentar seguir la dirección IP para averiguar desde dónde hace el
pedido.
—De acuerdo. Bien. —Erin asiente, luego entierra la cara en sus rodillas—. Esto
es una mierda.
—Lo sé. —Alargo la mano y rozo su cabeza—. Sé que es así. Lo resolveremos.
—Supongo que el lado bueno es que tendré mucho tiempo para entrenar con
Joy. Pronto lo tendré todo bajo control y ella podrá empezar a hacer todas las cosas
divertidas que se muere por hacer.
—No estás retenida aquí —le recuerda Chase—. Puedes ir donde quieras. Sólo
te pedimos que avises a alguien dónde estarás y, si es posible, que lleves a alguien
contigo.
—Lo haré. —Suspira—. No intento preocupar a nadie ni ser un grano en el
trasero.
Suena su teléfono, lo saca del bolsillo y contesta.
—Hola, mamá. ¿Qué haces?
Erin abre los ojos, pero de felicidad.
—¿Lo harás? ¿Cuándo? Mierda, ¡faltan un par de días! Estoy muy emocionada.

155
—Nos sonríe—. Okey, mantenme informada. Yo también te amo.
Vuelve a meterse el teléfono en el bolsillo.
—Mi familia viene de visita. Bueno, sólo mis padres y mi hermana, Zoey. Se van
a quedar en el condominio de Drew.
—¿Cuándo llegan? —Chase pregunta.
—En sólo dos días. —Vuelve la sonrisa feliz—. No puedo esperar. Creo que
saben que esto es justo lo que necesito ahora. Además, mi madre probablemente
amenazó a mi padre con el divorcio si no la traía aquí. Está deseando venir a Bitterroot
Valley.
—Mamá querrá hacer una cena familiar —digo, mirando a Chase.
—Oh, por supuesto —Chase está de acuerdo—. Además, ¿es una locura que
me emocione conocer a tu padre?
Erin sonríe.
—No, no es una locura. Es bastante genial. Te encantará.
Pasamos varios minutos repasando de nuevo todo lo sucedido en la cafetería
para las notas de Chase, y luego nos quedamos Erin y yo solas, sentadas en el porche.
—Estoy agotada —susurra, cerrando los ojos y apoyando la cabeza en la silla—
. Ni siquiera me importa que pueda haber arañas escondidas en el respaldo de esta
silla, y que puedan arrastrarse por mi cabello.
—Vaya, son muchos detalles sobre una araña inexistente.
Mueve los labios, pero no abre los ojos.
—Siento que hoy te hayas asustado.
—Sobre todo, estoy enojada. No quiero volver a pasar por todo esto, y no
debería tener que hacerlo. Incluso si está enviando cosas desde Washington, ha roto
la orden de alejamiento. Sólo por eso, debería volver a la cárcel.
—Eso es lo que dijo Chase, también.
—Estoy tan avergonzada de haber traído este particular equipaje a tu vida. No
quiero que los niños sepan lo que está pasando, Rem. No quiero que estén asustados
o preocupados de que puedan salir lastimados. Que no lo serán, no sólo porque están
muy bien protegidos, sino porque él está obsesionado conmigo.
—No pienso decírselo a los niños —respondo—. Porque estoy de acuerdo. No
quiero que se preocupen.
—¿Cómo vas a explicar esa puerta tan grande en la entrada?
—Sólo les diré que estamos añadiendo nuevas medidas de seguridad al rancho
para asegurarnos de que el ganado y todo lo demás está a salvo. Lo cual no es mentira.
—Es verdad. —Los dos miramos cómo un águila calva rodea el prado,
buscando un almuerzo tardío—. Agradezco que tu madre recoja a los niños, pero me
156 siento culpable porque ese es todo mi trabajo.
—No seas tan dura —le respondo—. Has tenido un día de mierda. A mamá no
le importa ayudar, sobre todo en circunstancias como ésta. Pero si te hace sentir de
alguna manera, puedes preparar la cena.
—Bueno, acepto el trato. Estaba pensando en pimientos verdes rellenos.
Arrugo la nariz.
«¿No? ¿Qué parte de eso no te gusta?
—Me lo comeré. Comeré cualquier cosa que hagas sin discutir.
Erin sonríe.
—Claro, pero quiero hacer cosas que te gusten. ¿Qué tal si hago unos filetes a
la parrilla? Tienes un montón de carne del Rancho Wild River ahí.
—Estoy de acuerdo. Creo que primero deberías darte una ducha caliente y tal
vez tomar una siestecita.
Me mira enarcando una ceja.
—¿Apesto?
—No. —No puedo evitar reírme—. Te sentará bien y te ayudará a relajarte.
Ponte cómoda y sacúdete lo que ha pasado hoy. No hay nada más que puedas hacer.
—Eres un buen padre —suelta, y hace que mi corazón se tambalee—. No estoy
insinuando que crea que eres mi padre ahora mismo, porque no. Lo que digo es que
eres tranquilo y razonable, y a pesar de tu exterior a veces malhumorado, eres
tranquilizador. He visto a los niños buscarte cuando están enfadados o tristes, y eso
es porque eres la única persona en el mundo que puede consolarlos mejor que nadie.
No sólo tienes ese efecto en tus hijos.
No puedo evitar pensar en lo gruñón que he estado con mis hijos en los últimos
meses, y sin culpa de ellos. Todo es culpa mía. Soy un mejor papá gracias a esta mujer
increíble.
—Gracias.
—De nada. —Se levanta y se inclina para besarme la cabeza—. Voy a darme
esa ducha.
Entra, y yo me quedo un rato donde estoy, observando a esa águila y mirando
mi tierra.
A veces, me preocupa no ser el padre que mis hijos necesitan que sea. Estoy
tan distraído, tan ocupado mientras dirijo este negocio. No quiero que mis hijos
recuerden su infancia y se pregunten dónde estaba su padre.
No creo que Erin pudiera haberme hecho un cumplido mejor.

157 —¡Papá! —Holly sale corriendo de su habitación, con Erin no muy lejos detrás
de ella—. ¡Papá, mira mis bonitas trenzas! Me las hizo Erin. Dice que puede
hacérmelas cuando quiera.
Holly lleva el cabello largo y oscuro trenzado con unas trenzas impresionantes.
Yo definitivamente no puedo hacer eso por ella.
—Estás guapísima —le digo a mi niña y veo cómo se le ilumina la cara de
felicidad—. Estaba pensando en llevarlos a ti y a Johnny a dar un paseo a caballo.
¿Qué te parece?
—Sí. ¿Pero puede Erin venir con nosotros?
—Erin tiene que ir a trabajar con tu abuela un rato —responde Erin—. Pero tú
ve a divertirte con tus dos chicos, ¿okey?
—¡Muy bien! ¡Johnny! —Holly corre a buscar a su hermano y compartir las
buenas noticias.
—Les encantan los caballos —digo.
—Lo sé. Hablan de ellos a menudo.
—¿Has montado alguna vez?
Erin niega con la cabeza.
—No. No soy muy buena con las alturas, así que no sé si es para mí.
—No es tan alto —discrepo.
—No puedo tocar el suelo con los pies, así que es lo suficientemente alto. No
sé, puede que lo intente alguna vez. ¿Necesitas algo antes de que vaya a casa de tus
padres?
—No, gracias. Probablemente no estaremos afuera mucho tiempo. Holly no
tiene mucha resistencia todavía.
—Ya llegará ahí —dice Erin—. Diviértanse.
Antes de que pueda marcharse, sujeto su mano entre las mías y la acerco. Su
rostro se levanta, listo para mis labios, y no la decepciono. Beso a esta mujer cada vez
que puedo.
—Mm —dice cuando se separa—. Eso me ayudará por un tiempo.
Erin se marcha justo cuando los chicos salen a toda prisa de la habitación de
Johnny.
—¿Puedo llevar mi sombrero de vaquero, papá? —pregunta Johnny, con el
sombrero marrón ya en la cabeza—. Si vamos a hacer de vaqueros, necesito un
sombrero.
—Puedes ponértelo —le respondo.
—Yo también necesito el mío —decide Holly y se apresura hacia su dormitorio.
158 Segundos después, vuelve con su sombrero morado en la cabeza—. Incluso puedo
llevarlo con mis bonitas trenzas.
—Ya lo veo. Bueno, vaqueros, vamos a ensillar algunos caballos.

—Algún día, podré ensillar mi propio caballo —murmura Johnny mientras


emprendemos el sendero que nos adentra en nuestra propiedad.
—Lo has hecho casi todo tú solo —le recuerdo.
—En realidad no. Lucky tuvo que ayudar.
—Bueno, las sillas son pesadas y los caballos son altos. No es fácil, incluso para
los hombres adultos a veces. Lo conseguirás, colega.
—Sí —añade Holly—. Sólo tienes ocho años. Date un respiro.
Tengo que apretar los labios para no reírme a carcajadas.
—¿Vamos al lugar especial? —Holly pregunta.
—Pensé que lo haríamos, sí. Es bonito en esta época del año.
Y no es un trayecto difícil ni largo desde el establo, lo que facilita las cosas para
los niños. Es un precioso día de finales de primavera. Los árboles ya están verdes y
algunas flores silvestres empiezan a brotar aquí y allá, salpicando la finca de rojos y
amarillos.
Holly ya empieza a desfallecer sobre su caballo cuando llegamos a nuestro
destino.
Toda nuestra familia adora este lugar desde hace generaciones. La vista de las
montañas es fascinante y a veces tienes suerte y ves un ciervo o un oso. Incluso he
visto alces por aquí.
—Es tan bonito —susurra Holly, mirando hacia las montañas—. ¿Esas son
nuestras montañas, papá?
—Pedazos de ellas. Sobre todo, los usamos para mirar porque están demasiado
altos para otra cosa.
Johnny no quiere que lo ayude a desmontar el caballo, así que me acerco a
Holly y la ayudo a bajar. Probablemente vuelva conmigo, y yo remolcaré su caballo
por las riendas.
—Sentémonos y tomemos un tentempié —sugiero mientras los nervios por la
conversación que voy a tener con estos chicos empiezan a asomar su fea cabeza—.
Tengo algo de cecina y manzanas.
Extiendo una manta sobre la hierba, nos sentamos los tres frente a las montañas
y comemos algo.

159 —¿No pensaba Millie que deberíamos poner un banco aquí? —Johnny
pregunta—. Creo recordar algo sobre eso.
—Sí, pero no hace falta. Podemos sentarnos en el suelo así.
Asienten con la cabeza y mastican su cecina, y decido que no hay mejor
momento que el presente para hablar con ellos.
—Oigan, chicos, quiero hablarles de algo.
—¿Algo malo? —Holly pregunta, masticando su cecina.
—No, no es malo. De hecho, creo que es muy bueno.
—¿Qué pasa, papá? —pregunta Johnny, con el rostro serio.
Jesús, hay veces que se parece tanto a mí que es como una patada en el
estómago.
—¿Cómo van las cosas entre ustedes dos y Erin? ¿Les gusta tenerla aquí para
ayudarnos?
—Sí —dice Johnny inmediatamente, con una sonrisa brillante en la cara—. Es
estupenda. Me enseñó una forma divertida de calcular sumas de dos dígitos. Lo volvió
muy fácil, y ahora se me dan bien las matemáticas.
—Me trenza el cabello —añade Holly—. Y a veces, si tiene que arroparnos en
la cama porque trabajas hasta tarde, cuenta historias muy buenas. También canta
canciones.
—¿Lo hace? —Eso me sorprende. Nunca he oído cantar a Erin—. ¿Qué tipo de
canciones?
—Un montón de Taylor Swift —dice Johnny—. Y Nash. A ella le gustan.
—Hace un par de semanas, cuando hacía mucho frío afuera —empieza Holly—
, olvidé el abrigo en casa y estaba triste porque no podría salir al recreo, así que ella
fue a casa, lo recogió y me lo trajo al escuela.
No había oído ninguna de estas historias antes. Sabía que Erin era estupenda
con mis hijos, pero no tenía ni idea de que lo fuera hasta ese punto.
Miro la pierna de Johnny y frunzo el ceño.
—Oye, me salgo del tema, pero ¿cómo te quedan ahora los pantalones? La
semana pasada decidimos que te quedaban pequeños y necesitabas unos nuevos.
—Erin me llevó de compras después de la escuela —responde, como si no
fuera para tanto—. Compré suficiente para todo el verano, ya que de todos modos en
verano casi siempre llevo pantalones cortos.
Llevó a mi hijo de compras, le pagó la ropa y no me pidió que se lo
reembolsara.

160 —Ha sido muy amable —murmuro, y Johnny asiente con la cabeza—. Bueno,
chicos, quiero ser sincero con ustedes, siempre. A mí también me gusta Erin. Es
inteligente y divertida, y creo que se lleva muy bien con nuestra familia.
—También es hermosa —añade Holly.
—Definitivamente es hermosa —estoy de acuerdo—. Quiero que Erin sea mi
novia. Quiero que ella y yo seamos pareja.
Holly frunce el ceño.
—¿Puedo llamarla mamá?
—Creo que eso es apresurar las cosas, cariño. Quizás, algún día, si me casara
con Erin, eso podría pasar.
—¿Nos estás preguntando si nos parece bien que Erin sea tu novia? —La cara
de Johnny sigue muy seria, pero también hay curiosidad en sus ojos.
—Eso es lo que hago, pero lo estoy haciendo cómo la mierda.
—Eso es una mala palabra —dice Holly.
—No, mierda no es una palabrota —responde Johnny—. Estás pensando mal.
—Oh, sí.
Miro a mi hijo, que sonríe angelicalmente.
—El caso es que necesito saber si les parece bien, porque puede que haya
momentos en los que quiera abrazar a Erin, o quizá besarla, y no quiero que se sientan
incómodos con ello.
—Es un poco asqueroso —dice Johnny, arrugando la nariz—. Pero supongo que
los adultos hacen cosas así de asquerosas. El abuelo besa a la abuela todo el tiempo,
y Iu.
—Sí, lo hacen.
Holly y Johnny comparten una mirada y luego asienten.
—Sí, nos gusta la idea —dice Johnny—. Erin es parte de nuestra familia ahora
de todos modos. Es la mejor.
Contento con el resultado, recojo una manzana.
Tiene razón. Erin es la mejor.
Capítulo Dieciocho
Erin
161 —¡Estamos en casa! —Holly entra corriendo en la cocina por el vestíbulo y yo
levanto la mano.
—Espera. Vayan a quitarse las botas al guardabarros, por favor. Todos,
quítense las botas.
—No están tan sucias —murmura Holly mientras vuelve al guardabarros.
Cuando se las quita, vuelve corriendo en calcetines—. ¡Hemos dicho sí!
—¿A qué has dicho que sí? —le pregunto mientras me rodea la cintura con sus
bracitos y me abraza.
—No pensé que entraría corriendo y lo contaría todo —dice Rem desde la
puerta. También está sin calcetines y tiene cara de dolor.
—Sí, Holly, se suponía que tenías que mantener la boca cerrada para que papá
pudiera ser romántico —dice Johnny, sacudiendo la cabeza.
—Es muy emocionante —responde Holly—. Díselo, papá.
—Que alguien me diga algo.
Remington se ríe, camina hacia nosotros, separa a Holly de mí, le besa la mejilla
y la sienta en un taburete de la isla.
—Les pregunté a los niños si les parecería bien que tú y yo... eh, ya sabes...
estuviéramos juntos.
—Quiere que seas su novia —anuncia Holly con regocijo, lo que hace que
Remington se estremezca.
—¿En serio? —No puedo evitar sonreírle y acercarme un poco más—. ¿Es
verdad, Gruñón?
Los chicos se ríen al oír el apodo y Remington asiente despacio, sonriéndome.
—Sí, Doc. Es verdad. ¿Qué te parece?
—Creo que me apunto.
Me sujeta la cara y se inclina para besarme suavemente, casi castamente.
Johnny suelta una arcada que nos hace reír.
—Sé que tienes que hacerlo, pero ¿delante de nosotros? ¿De verdad?
Los ojos de Rem no se apartan de los míos.
—Acostúmbrate, chico.
Mi familia llega hoy, y tengo cero frío.
Después de llevar a los niños al escuela, me entretuve lavando la ropa y
limpiando la cocina. Luego ordené mis cosas del baño y purgué todas las cremas y
bálsamos y pociones extravagantes que no uso y las aparté para donarlas.
Estoy a punto de enloquecer de expectación cuando por fin suena mi teléfono.
162 —Hola, muñequita —dice mamá—. ¡Estamos aquí!
—Dios mío, soy tan feliz. ¿Dónde estás exactamente?
—En el condominio, instalándonos. Esta ciudad es adorable. Definitivamente
puedo ver por qué te gusta tanto.
—Quédense ahí —respondo mientras me echo el bolso cruzado a la cabeza y
recojo las llaves del auto del cuenco de la cómoda, junto con unos caramelos de
menta—. Estaré allí en veinte minutos.
—No iremos a ninguna parte —me promete—. No puedo esperar a que llegues.
—Voy para allá.
Me apresuro hacia mi auto, lo arranco y hago una pausa. Dependiendo de lo
que tarde, puede que no me dé tiempo a salir al rancho y cambiar de auto para
recoger a los niños, así que apago el motor y me dirijo a toda prisa a la Suburban.
Antes de salir, le envío un mensaje rápido a Remington.
Yo: Voy al condominio a ver a mi familia. Acaban de llegar. No te preocupes, iré
a buscar a los niños a la escuela.
Envío el mensaje y atravieso la verja para entrar en la autopista.
Fui a Seattle hace unos meses para la fiesta de compromiso de Drew y London,
pero aparte de ese viaje relámpago, no he visto a mi familia desde finales del año
pasado. Hace poco vi a mi padre un par de horas, pero eso no cuenta.
Atravieso Bitterroot Valley en auto y me dirijo al pueblo de esquiadores, donde
está el apartamento. Allí hay un código para cruzar la puerta y estaciono en el garaje
de visitantes.
Cuando llamo a la puerta, se abre de par en par y mi madre me abraza de
inmediato.
—Mi bebé —dice, agarrándome fuerte. Dios, qué bien huele. ¿Todas las
madres huelen a hogar? Porque a eso huele ella. Me besa la mejilla y se aparta para
mirarme—. Estás... genial.
—Gracias.
Zoey y papá también se turnan para abrazarme y acabamos en la cocina, como
de costumbre, donde parece que alguien ya ha repartido comida.
—Tu padre tenía hambre cuando llegamos —explica mamá mientras pone
galletas, queso y fruta.
—Claro que sí —respondo y sonrío a mi padre—. Siempre está hambriento.
Pero yo también tengo un poco de hambre. Tengo que llevarte a la barbacoa del
pueblo. De hecho, ahí es donde deberíamos cenar esta noche.
—Suena bien —dice mamá, y una vez que todo está extendido en la encimera
para que lo cojamos, suspira y se queda mirando por las ventanas que van del suelo

163
al techo hacia la montaña—. Esto es sencillamente precioso. Me lo imagino en la
cabeza, todo nevado y precioso.
—Es realmente genial en invierno —estoy de acuerdo—. Pero hace frío. Como,
helado.
—Tendremos que venir en invierno —decide mamá—. ¡Y este condominio!
London me dijo que era lujoso y más que cómodo, y tenía razón. Este lugar parece
que debería estar en una revista.
Siempre me ha encantado cómo se emociona mi madre con las cosas bonitas,
como si ella y mi padre no pudieran comprarse uno de estos.
Probablemente se deba a su origen. Mamá era una niña de acogida y era muy
pobre. No da nada por sentado en su vida con papá.
—Esta noche voy a probar esa bañera enorme que tengo en el baño —anuncia
Zoey mientras recoge una uva—. Es una locura.
—Mañana les enseñaré todo Bitterroot Valley y, si les apetece, a la madre de
Remington le gustaría que fueran todos a cenar al rancho. Toda la familia estará allí.
Creo que se gustarán.
—Quiero ver tu rancho —responde Zoey—. Y tal vez un vaquero guapo. Es un
sí para mí.
—Lo mismo —repite mamá, justo cuando llaman a la puerta—. Menos los
vaqueros guapos, claro. Estoy deseando ver el rancho.
Papá se acerca y abre la puerta, y ahí está... Remington. De pie alto y caliente
en la puerta.
Y no parece feliz.
—Oye, ¿qué pasa? ¿Y cómo supiste dónde está el condominio?
—Me llamó antes de que llegaras —dice papá—. Le dije dónde encontrarnos.
—Te fuiste sola —dice Remington—. Se supone que debes llevar a Bruiser
contigo, o a mí.
—Sólo venía a ver a mi familia —respondo frunciendo el ceño—. No hice
ninguna parada; sólo vine aquí.
—Tenemos un acuerdo —insiste Remington, y noto que la cara de mi mamá se
suaviza y se le ponen los ojos como platos.
—Me gustas. Ven aquí. —Mamá rodea la isla para abrazar a Remington—. Ya
veo por qué te llama Gruñón, pero me caes bien. Gracias por cuidar de nuestra chica.
—Rem. —Respiro hondo, tratando de mantener la calma—. Agradezco la
precaución, pero es mi familia. Sabías que iba a estar aquí hasta que tuviera que
recoger a los niños, y Bruiser no quiere quedarse aquí mientras hablamos y
bromeamos. Es una pérdida de tiempo.
—Soy el jefe de Bruiser, y yo decido lo que es una pérdida de su tiempo —

164
replica Remington, y mi padre sonríe.
Sonríe.
—Veo que estás disfrutando con esto.
—Oye, estoy de su lado. Lo más importante es mantenerte a salvo.
—Estoy a salvo —murmuro y recojo una galleta—. Estaba emocionada por
llegar aquí y verlos, y no se me ocurrió que no estaría bien hacerlo.
—Literalmente, en cualquier otra circunstancia, está perfectamente bien
hacerlo —afirma Remington.
—Está bastante bueno —susurra Zoey, lo suficientemente alto como para que
todos la oigamos, y Remington ladea la boca en una sonrisa—. Sólo digo.
—Siento haberte preocupado —le digo—. No era mi intención.
Mamá sonríe a Rem.
—Tu ciudad es preciosa.
—Sí —dice asintiendo—. Así es. ¿Mencionó Erin que a mi madre le gustaría
invitarlos a todos al rancho a cenar mañana?
—Lo hizo, y nos encantaría aceptar esa atenta invitación —responde mamá.
—Mis hermanos podrían hacer el ridículo —les advierte Remington—. Son
fanáticos.
—No me preocupa. Entonces habrá mucho de qué hablar —responde papá
encogiéndose de hombros—. ¿Significa eso que tú no eres un fan?
—No, lo soy. Sólo que no hago el ridículo. —Remington se encoge de hombros
y sonríe a mi padre, y eso hace reír a todos, tranquilizándonos—. Quédate con tu
familia —me dice Rem—. Yo iré a buscar a los niños al escuela. Avísame cuando estés
de camino a casa, por favor. Como irás sola, quiero asegurarme de que llegues bien.
—Diez-cuatro, buen amigo. —Le ofrezco un saludo, y me alegro cuando eso lo
hace sonreír—. Siento que te hayas preocupado. Te acompaño.
—Hasta mañana —dice papá con un gesto de la mano mientras Remington y yo
salimos por la puerta y bajamos a su Jeep.
—Gracias por recoger a los niños —digo cuando llegamos al Jeep—. Te lo
agradezco.
—No hay problema. Quiero que te diviertas con tu familia mientras estén aquí.
Tómate mañana libre también.
—Oh, no tienes que...
—Puedo manejarlo —me interrumpe y me toma la mejilla con la palma de la
mano—. No te preocupes por nosotros. Te has ganado con creces un tiempo con tu
familia.
Sus ojos, esos preciosos ojos color avellana, son suaves y amables y para nada
165 gruñones, y eso me hace desvanecerme con fuerza.
—Gracias. —Me pongo de puntillas y le doy un rápido beso en los labios—.
Eres el mejor jefe del mundo.
Sonríe.
—¿Siempre besas a tus jefes?
—Sabes, creo que eres el primero, en realidad.
Su sonrisa se extiende.
—Es bueno saberlo. Ahora voy a besarte, pero no como tu jefe.
Levanto la ceja.
—¿No?
—No. —Baja los labios, y enseguida me dejo llevar por él, absorta en cómo
puede hacer que me flaqueen las rodillas y se me corte la respiración, con sólo el
roce de sus labios—. Diviértete. Mantenme informado.
—Lo haré. —Me relamo los labios, aun saboreándolo allí—. ¿A qué hora
deberíamos ir al rancho mañana?
—Cuando quieran. Podemos darles una vuelta antes de cenar.
—Oooh, yo también quiero un tour. Todavía no he visto todo lo que me gustaría.
Remington me mira con el ceño fruncido.
—¿No lo has hecho?
—No.
—Lo arreglaremos. —Guiña un ojo y sube al Jeep—. Nos vemos más tarde.
Remington me mira, obviamente esperando a que vuelva adentro antes de irse,
así que me doy la vuelta y me dirijo de nuevo al apartamento. Ahora que tengo tiempo
de sobra hoy, puedo enseñar mi nueva ciudad antes de lo previsto.
Estoy muy feliz de que mi familia está aquí.

—Eso es mucho ganado —dice papá en cuando volvemos hacia la granja—.


Creo que nunca he visto tantas vacas en un solo lugar.
—Somos un rancho de tamaño medio —dice Rem—. Algunos tienen un lote más
que eso. Pero somos uno de los más grandes de Montana.
Hay mucho orgullo en su voz. Y debe haberlo. El rancho Wild River no es sólo
hermoso, es rentable.
Por lo que he aprendido de Joy, no todos los ganaderos pueden decir lo mismo.
—Oficialmente me muero de hambre —dice Zoey desde el asiento trasero.

166
—Bien, porque estoy bastante seguro de que mi madre hizo suficiente comida
para un ejército.
Cuando llegamos a la casa, no me sorprende ver que todo el mundo ha llegado
ya para cenar. Y cuando entramos, nos reciben como a viejos amigos que hace
mucho, mucho tiempo que no se ven.
—Vaya, encantado de conocerte —dice Chase mientras estrecha la mano de
mi padre—. He sido fan tuyo desde siempre.
—Todos lo hemos hecho —añade Ryan.
—Especialmente Ryan —añade Brady—. Él pujó, y ganó, tu camiseta del Super
Bowl.
A papá se le suben las cejas a la cabeza, sorprendido.
—¿Tú eres el idiota que pagó un millón de dólares por eso?
—¿Qué? —Joy jadea, y si llevara perlas, se aferraría a ellas ante la confesión
sobre su hijo.
—Yo soy ese idiota —confirma Ryan con una sonrisa apenada—. Está
enmarcado en mi despacho.
Los Wild no sólo son sexys, son divertidísimos.
—Bueno, pueden dejar de adular al pobre hombre —dice Joy, sacudiendo la
cabeza—. La cena está lista, y todos parecen hambrientos después de pasar la tarde
al aire primaveral.
—Tienes un rancho precioso —dice mamá—. ¿Cómo consigues hacer algo? Me
pasaría todo el día, todos los días, mirando esas montañas.
—Bueno, lo bueno de las montañas es que siguen ahí cuando he terminado lo
que sea que tenga que hacer. —Joy sonríe y enlaza su brazo con el de mi madre
mientras se dirigen hacia el comedor—. Ahora, Meg, quiero saber todo lo que hay
que saber sobre la vida en Seattle.
Sonrío a Remington, pero él no me devuelve la sonrisa.
De hecho, ni siquiera mira hacia mí.
Sigo su mirada y pestañeo sorprendida porque Brady está coqueteando con mi
hermanita.
—Oh, eso no es cierto —dice Zoey con una risita y posa la mano en el bíceps
de Brady.
Miro a mi padre, que acaba de entrecerrar los ojos.
—Vamos. —Hago un gesto para que todos me sigan—. Será mejor que
entremos antes de que se acabe la comida.
Me quedo atrás y espero a Zoey.

167
—Dime que no vas a empezar algo con Brady mientras estés aquí.
—No —dice—. Es guapo y simpático, pero sobre todo me gusta ver palpitar la
vena de la sien de papá al verme coquetear con él.
No puedo evitar soltar una carcajada al oír eso. Deja que Zoey intente
provocarle un infarto a nuestro sobreprotector padre.
—Me gustan las medidas de seguridad que has añadido al rancho —dice papá
una vez que todos estamos sentados y hemos hurgado en nuestros platos—. Has ido
más allá, y te lo agradezco.
—Nos tomamos muy en serio la seguridad de las personas que nos importan —
responde John y luego me sonríe—. Y nos preocupamos por Erin. Además, ya era
hora de reforzar la seguridad por aquí.
—Tenemos una bonita puerta nueva —anuncia Holly con una dulce sonrisa—.
Para mantener alejados a los malos y a salvo a nuestras vacas.
—Así es —respondo y le guiño un ojo—. Es una bonita puerta, ¿verdad?
—Me gusta —dice asintiendo con la cabeza y luego mordisquea un poco de
pollo frito.
—Tus hijos son adorables —le dice mamá a Remington—. Johnny, ¿cómo es
posible que comas todo ese pollo mientras te faltan tantos dientes?
—He perdido otro esta mañana —responde Johnny con satisfacción—. Caen
como moscas. Y el Hada de los dientes me trae cinco billetes cada vez. No es una mala
forma de ganarse la vida.
Toda la mesa rompe a reír y Johnny sonríe mostrando su boca vacía.
—Millie —dice Zoey—, me encanta tu vestido.
—Oh, gracias —responde Millie—. Lo encontré en Polly’s en el centro.
—Me encanta esa tienda —responden mamá y Zoey a la vez.
—Hoy he comprado un montón de cosas allí —añade Zoey.
—Nos divertimos mucho ahí dentro —coincide mamá.
—Quieren decir que yo compré un montón de cosas allí hoy —dice papá con
el ceño fruncido—. Mis chicas están tratando de quebrarme.
—Lo que tú digas, papá. —Le sonrío desde el otro lado de la mesa—. Además,
tú mismo seguías añadiendo más cosas al montón. Megan, esto te quedaría genial.
Zoey, esto tiene tu nombre escrito por todas partes. Erin, no puedes vivir sin esto. Eres
el facilitador de la familia.
—Culpable —dice papá encogiéndose de hombros—. Me gusta mimar a mis
chicas.
—Como debe ser. —Joy parece tan feliz, con todos reunidos alrededor de la
168 mesa, comiendo la deliciosa comida que pasó todo el día preparando.
—Joy, realmente te superaste hoy. Esto está delicioso. —Recojo más judías
verdes—. Ojalá supiera cocinar así.
—Puedo enseñarte —dice Joy.
—Que sea una lección en grupo —añade Millie.
—Estoy celosa de no estar aquí para eso —dice Zoey—. Tal vez vuelva, sólo
para eso.
Y así durante el resto de la velada. Bromas, chistes e historias sobre partidos
de fútbol jugados mucho antes de que yo naciera.
Me encanta. Nuestras dos familias se llevan mejor de lo que podría haber
esperado. No es que pensara que no lo harían, pero estaba nerviosa.
Y ahora veo que no era necesario.
Levanto la vista y veo a Rem mirándome por encima del borde de su vaso de
agua.
—Oye, Doc —dice—, ¿podrías pasarme las patatas?
—Claro. —Le paso el cuenco y él roza con sus dedos los míos, provocándome
un pequeño escalofrío. Y por su mirada, sabe exactamente lo que hace.
—¿Doc? —Mamá pregunta.
—Los Siete Enanitos —respondo.
—Necesito oír cómo surgió todo esto. —Mamá se vuelve hacia Remington—.
Suéltalo.
Me mira y asiento.
—Adelante.
—Solía entrar en la cafetería todas las tardes antes de recoger a los niños de la
escuela y veía a Erin. No sabía cómo se llamaba. Con el tiempo, había actuado como
casi todos los enanos cuando yo había estado allí. Somnolienta y feliz e incluso torpe.
—Tuve un momento de conmoción cerebral —interrumpo—. Para que quede
claro. Además, soy adorable y tierna.
Todos asienten y se vuelven hacia Rem.
—Entonces, el café se derramó en mi mano, y ella me curó. Así que la llamé
Doc.
—Y yo lo llamo Gruñón —añado—. Porque lo es. La mayor parte del tiempo.
—Está mucho menos gruñón desde que viniste a vivir aquí —dice Johnny,
sorprendiéndome—. Se ríe más.
—Y puede hacer cosas con nosotros —añade Holly—. Como llevarnos a montar
a caballo y esas cosas.
169 —Bueno, me alegra oír que les gusta tener a Erin con ustedes —dice mamá—.
Tengo que decir que este viaje espontáneo era exactamente lo que necesitaba.
—Nosotros también nos vamos de viaje —le dice Holly—. ¿Cuándo nos vamos,
abuela?
—En unos días —responde Joy y se vuelve hacia mi madre—. John y yo vamos
a llevar a los niños a Spokane para pasar unos días de compras y comiendo en la
ciudad.
—Y podremos ver a la tía Melissa —añade Johnny.
—Oh, qué divertido —responde mamá—. Quizá algún día les apetezca conocer
Seattle.
Mi mirada vuelve a encontrarse con la de Remington, que se limita a
observarme, escuchando todas las conversaciones que tienen lugar alrededor de la
mesa. Ryan y Brady le hacen a mi padre un millón de preguntas sobre el equipo y
sobre ser un futbolista famoso. Chase, Millie y Zoey están hablando de crimen, de
todas las cosas. Lo cual no debería sorprenderme, porque estoy bastante segura de
que mi hermana va a seguir una carrera en las fuerzas del orden después de
graduarse en la universidad esta primavera.
Me encanta el caos y el parloteo que se produce a mi alrededor. Me recuerda
a estar con el resto de nuestra familia.
Con todo lo que está pasando, esto es exactamente lo que necesitaba.
Capítulo Diecinueve
Remington
170
Necesito un descanso del caos. La cena con todos fue mejor de lo que
esperaba, y disfruto con la familia de Erin, pero no estoy acostumbrado al ruido y
necesito un minuto de soledad.
Así que me escapo mientras todo el mundo se come el pastel de chocolate y
nata de mi mamá y me siento en la terraza de atrás a contemplar la puesta de sol detrás
de las montañas.
Me estoy enamorando de ella. Lo sabía desde hace un par de semanas, pero
no lo había reconocido. Esta noche, viéndola con su familia y con la mía, la forma en
que equilibraba a la perfección todo, mantenía las conversaciones sin problemas y
ayudaba a Holly cuando mi hija pequeña derramaba accidentalmente su jugo, no hizo
más que reforzar lo que sabía desde hacía semanas.
Erin es jodidamente increíble.
La puerta se abre detrás de mí, dejando que las risas y el parloteo salgan del
interior. Will sale y cierra la puerta tras de sí, cortando el ruido una vez más.
—Te vi escabullirte —dice mientras me pasa un plato de pastel—. No puedes
escabullirte del pastel. Creo que es una ley federal. ¿Te importa si me siento contigo?
—No me importa en absoluto —respondo mientras acepto el plato y doy un
bocado—. Mi madre es una gran cocinera.
—Claro que sí. —Will me sonríe—. La comida es lo que más me gusta. Bueno,
aparte de mi mujer.
—Sigues muy enamorado de ella. —Frunzo el ceño al darme cuenta de que lo
dije en voz alta—. Lo siento, no debería haber dicho eso.
—¿Por qué no? Es verdad. Estoy jodidamente obsesionado con Megan. Lo he
estado desde el día que la conocí, aunque entonces yo no le gustaba.
—¿Por qué no?
—Bueno, trabajaba en la planta de pediatría del hospital. Es enfermera y
trabajaba con muy niños enfermos. Se había puesto en contacto con mi agente varias
veces para preguntarme si podía ir a animar a los pacientes. Nunca recibí las
peticiones porque mi antiguo agente siempre las rechazaba enseguida.
—Eso no fue muy amable de tu parte.
—Era una estupidez. Claro que quería ir. Así que, cuando me enteré, conseguí
que algunos de mis compañeros del equipo fueran conmigo, y tomamos un montón
de material y mercancía para los niños y pasamos tiempo con todos ellos.
—Apuesto a que eso ayudó a ponerte en el lado bueno de Meg.
—Ayudó —reconoce—. También le gustan los cupcakes de chocolate, así que
171 también los pedí. La clave es prestar atención. Parece una tontería, pero es verdad.
En cualquier caso, la conquisté. Y puedo decir con absoluta certeza que mi vida no
funcionaría sin ella.
—Eso es lo que todo el mundo quiere al final. Encontrar a la persona que
mejore su vida.
Siento que me mira antes de volver la vista atrás.
—Voy a ser brutalmente honesta contigo, Remington.
—Así lo prefiero.
—No me gusta su diferencia de edad. En mi opinión, eres demasiado mayor
para mi hija.
—Probablemente diría lo mismo si fuera Holly en una situación similar. —
Asiento y le doy un mordisco al pastel.
—¿Mi opinión no te molesta?
—Es razonable. No me molesta. Tu hija hace mi vida mejor. No sólo por lo
increíble que es con mis hijos, aunque eso tiene que ser una parte porque Johnny y
Holly son la parte más importante de mi vida.
—Lo entiendo.
—Es más que eso. No se da suficiente crédito a sí misma por lo inteligente que
es. Es ingeniosa y divertida. Ama mi casa no sólo esta casa, pero la tierra que está en
y Bitterroot Valley y eso es importante para mí. No planeé enamorarme de tu hija;
simplemente sucedió, y estoy agradecido de que así fuera. Claro que hay una
diferencia de edad, pero ella ya es adulta. No es una niña.
—No, en eso tienes razón. Sería una historia diferente si tuviera dieciocho o
diecinueve años.
—No me habría interesado por alguien tan joven, por muy hermosa que fuera.
Además, tengo treinta y seis años, no setenta y seis. No es espeluznante ni nada.
Eso lo hace reír.
—Puedo ver con mis propios ojos que son buenos el uno para el otro —dice
Will al fin—. No estoy ciego. Me gusta la forma en que has dado un paso adelante para
protegerla, y puedo decir que la tratas, y a toda tu familia, muy bien.
—Mi padre me daría una patada en el trasero si fuera de otra manera.
Will asiente pensativo.
—Parece que te criaste muy parecido a mí. Y eso me gusta. ¿A dónde ves que
va esto, Rem?
—Hasta el final. —Exhalo un suspiro y Will se acerca para acariciarme el
hombro—. Estoy jodidamente aterrado.
—Si no fuera real, no te asustaría. Ahora, cambiemos de tema. ¿Cuál es tu
172 equipo de fútbol favorito?
—Siempre me ha gustado Denver.
—Y ahora la jodiste. —Me da un puñetazo en el brazo y nos reímos.

—Es tan tranquilo sin los niños —dice Erin unos días después. Papá se acaba
de marchar con el auto lleno de niños y equipaje y mamá en el asiento del copiloto,
camino de Washington—. Sé que no están cuando van a la escuela, pero esto es...
diferente.
—Siempre me desconcierta —le doy la razón y le paso el brazo por los
hombros, atrayéndola contra mí—. Me ha gustado pasar tiempo con tu familia esta
semana.
—A mí también —dice y me sonríe—. Me entristeció verlos partir.
—Tengo planes para mantenerte ocupada durante los próximos días para que
no pienses en eso.
Le sonrío y arrastro los nudillos por su mejilla. Nada me gustaría más que pasar
cada minuto de esos tres días en la cama con ella.
—Conozco esa mirada —susurra—. No sobreviviremos a eso.
—Pero sería divertido intentarlo. —Sonrío—. Lo primero en mi lista es una visita
más exhaustiva de la propiedad. El tour que le dimos a tu familia solo rozó la
superficie.
—Sí. —Levanta el puño en el aire—. Sí, por favor.
—Nos llevará todo el día, así que llevaremos algo de comida. Y mucha agua.
—Pero hay mucha agua en la propiedad. Arroyos y estanques y esas cosas.
Sacudo la cabeza.
—Necesitaríamos filtros para eso. No querrás beber esa agua. Tú podrías, pero
es probable que haya bacterias del ganado.
—Agua embotellada será. —Sonríe y empieza a sacar cosas de la nevera y los
armarios—. Puedo hacernos sándwiches, y tenemos muchas barritas de proteínas y
patatas fritas. Fruta.
—Estupendo, gracias. Saldré y traeré una nevera del garaje para mantenerlo
todo frío.
Para cuando vuelvo con la nevera y vacío en ella todo el hielo del congelador,
Erin tiene un buen montón de aperitivos para que los guarde.
—Es sólo un día —le recuerdo, mirando toda la comida—. No es una semana.
—No me arriesgaré. Me da hambre constantemente cuando no como lo
suficiente. —Sonríe y corta el último sándwich por la mitad antes de meterlo en una
173 bolsa para sándwiches—. Okey, ya está. ¿Qué me pongo?
—Vaqueros, seguro. Zapatos de montaña o algo similar. Ponte una capa
encima. Puede que haga frio esta tarde.
—¡Estoy en ello! —Corre por la casa, y yo termino de empaquetar la nevera y
la llevo al Jeep.
Preferiría hacerlo a caballo, pero eso se convertiría en una excursión de varios
días, así que esta vez iremos motorizados. Con suerte, algún día conseguiré que Erin
monte a caballo y le enseñaré a montar y la ayudaré a superar ese miedo.
Hoy no es ese día.
Acabo de ponerme las botas de montaña cuando Erin entra corriendo. Lleva el
cabello recogido en una coleta alta y va vestida para una aventura en el bosque. No
puedo ver cómo sus vaqueros le abrazan el trasero, porque está cubierto por una
camisa de franela abierta por delante que deja ver una camiseta gris. Hace que la
ropa de montaña parezca jodidamente sexy.
—Estás mirando fijamente —dice, bajando la mirada hacia sí misma—. ¿Esto
está mal?
—No. —Me acerco a ella y le levanto la barbilla—. Es perfecto. Siempre te las
arreglas para estar increíble.
—Aww, sólo lo dices porque esperas algo de sexo en el bosque.
—Cuento con ello. —Me río y me alejo—. Pongamos este espectáculo en
marcha, Doc.
—Encantada, Gruñón.
Una vez instalados en el Jeep, salimos en dirección a casa de mis padres.
—No sabía que había un montón de propiedades por aquí —dice Erin y baja la
ventanilla—. Quiero decir, sé que tus padres y Brady viven por aquí, pero pensaba
que era el límite de la propiedad.
—No, estamos más o menos en el medio de ella. Pensé en empezar por aquí
porque no has visto mucho.
—Tú eres el guía —dice con una sonrisa mientras se pone las gafas de sol—.
Enséñame todo.
Cuando veo la cabaña de Brady, la señalo.
—Es la cabaña más antigua de la propiedad. Brady vive en ella ahora. Antes
estuvo vacía durante un tiempo. Mi madre y mi padre vivieron en ella cuando se
casaron.
—Parece diminuta —dice.
—Lo es. Pero funciona para una o dos personas. —Sigo la curva de la
174 carretera—. Y has visto la casa de mamá y papá.
—Es adorable. —Erin sonríe—. Es realmente perfecta para ellos.
—Estoy de acuerdo. Fue un buen movimiento por parte de papá. La mayor
parte de la propiedad está arbolada. Pensamos en talar parte para tener más pastos,
y eso podría ocurrir en el futuro si seguimos aumentando nuestro rebaño, pero por
ahora nos gusta el bosque. Aíslan la propiedad durante las malas tormentas en
invierno, y todos los bichos pueden vivir allí.
—No arrases la casa de Bambi —dice Erin.
—No, señora. Si los cazadores locales piden permiso, les permitimos cazar
aquí, lejos del ganado.
—Oh, buena idea. ¿Te preguntan a menudo?
—Todos los años. Son habituales, llevan mucho tiempo cazando aquí. Pero
siempre preguntan primero, lo cual agradecemos. Hay un bonito lago aquí detrás.
Sus ojos se abren de par en par cuando conduzco por una pequeña colina y veo
un lago con las montañas al fondo.
—Mierda —susurra—. Cada vez que pienso que tu tierra no puede ser más
bonita, veo algo nuevo.
—El agua está alta ahora debido a la escorrentía de la nieve de primavera. No
es lo bastante grande para embarcaciones a motor, pero nos gusta llevar tablas de
paddle surf y canoas en verano. A veces, pescamos.
—Me encantaría aprender a hacer paddle —dice emocionada—. ¿Es profundo?
—En el centro, tiene unos quince metros de profundidad, así que sí. Pero las
orillas son poco profundas. A los niños les encanta nadar aquí en verano.
—Estaremos aquí todos los días.
Sigo conduciendo, doy la vuelta a la granja y luego paso el granero y me alejo.
—Te señalé esos edificios antiguos que ya no usamos, pero pensé que te
gustaría ir a explorarlos un poco.
—Uh, claro. —Rebota en su asiento—. Me encantan los edificios abandonados.
—¿En serio?
—Claro que sí. Me gusta pensar en quién vivió allí antes y cómo era cuando era
nuevo.
—Bueno, ese fue el primer granero construido en la granja.
—¿Por qué tan lejos de la primera casa? —se pregunta.
—No lo sabemos con seguridad. De todos modos, mi tres veces bisabuelo
compró esta tierra hace casi ciento cincuenta años. Así que esa estructura dataría de
esa época.
175 —Una locura —dice—. Las paredes están derrumbadas.
—Sí, nunca entramos. Hace mucho que dejó de ser estable. Pero es divertido
pasear y echar un vistazo. También hay un par de edificios más pequeños. Uno era un
cobertizo para el pienso, y no estamos seguros de para qué se usaba el otro.
Me detengo y apago el motor.
—Espera aquí un segundo. Tengo que asegurarme de que no molestamos a la
fauna.
—¿Osos?
—Entre otras cosas. —Saco mi pistola de la funda y recorro el perímetro,
contento cuando no tengo ningún altercado con animales. Vuelvo al Jeep y le abro la
puerta a Erin. Cuando sale, guardo el arma—. Aquí no hay nada.
—Bien. —Se acerca y mira a través de la puerta del granero—. Guau, sólo se
derrumbó sobre sí mismo.
—Antes de que yo naciera —coincido—. Papá siempre hablaba de usar la
madera del granero para otros proyectos, pero nunca llegó a hacerlo.
—¿Me estás tomando el pelo? —Erin se vuelve para mirarme—. Esto podría
usarse para muchas cosas. Suelo o muebles, cielos, cualquier cosa. Pero sería un
suelo realmente precioso.
—¿Ahora odias el suelo de la granja?
—Para nada. Pero alguien podría usar esto. Está de moda desde hace años,
Remington. Alguien pagaría mucho dinero por él.
—Papá usó parte de ella en su nueva casa. No lo venderemos ni lo sacaremos
de la propiedad. Se queda aquí.
—Eso tiene sentido. —Apoya las manos en las caderas, mirando de nuevo hacia
dentro—. ¿Sabes si la madera fue cosechada de los árboles aquí en la propiedad?
—Probablemente crecieron justo donde estamos —confirmo—. Aquí hay
demasiada madera como para traerla de otro sitio, sobre todo entonces, cuando todo
se hacía a caballo y en calesa.
—Buen punto. Espero que encuentres un proyecto para él. O incluso podrías
reutilizarlo aquí mismo.
—¿Cómo es eso?
—Bueno, podrías desmontarlo, tabla por tabla, y luego reconstruirlo,
añadiendo madera fresca para mantenerlo en buen estado. Demonios, usarlo para
algo. Una casa de huéspedes, un espacio para bodas y grandes fiestas... en fin,
podrías hacer cualquier cosa. Las bodas serían increíbles aquí. ¿Con esas vistas?
Señala las montañas.

176 «¿Te imaginas las fotos? Mierda, es el sueño de cualquier chica. Un hermoso y
rústico espacio para eventos y esta increíble vista para las mejores fotos. Eso es lo
que yo haría.
Puedo verlo, claro como el día.
—Es una mierda que esté en medio de uno de mis pastos.
—¿Podrías mover el pasto? —Se da golpecitos en los labios con el dedo
mientras camina de un lado a otro—. ¿Vallar sólo uno o dos acres? Así los invitados
podrían seguir viendo las vacas, pero no se meterían en las nupcias de nadie.
—Sí. —Giro en círculo, haciendo un mapa en mi cabeza—. Eso podría
funcionar. Es un gran proyecto.
—Sería grande —está de acuerdo—. Y sólo estoy hablando. No es asunto mío
si usas esto o lo dejas como está, pero hombre, me parece un desperdicio.
Tiene razón. De verdad la tiene. Tendré que pensarlo y hablarlo con mi familia.
Si decidimos seguir adelante con algo así, espero que Erin esté interesada en ayudar.
Es su visión.
—Entonces, ¿no sabes para qué era esto? —me pregunta, sacándome de mis
propios pensamientos mientras señala el edificio más pequeño.
—Estoy seguro de que era un retrete —le contesto y me río cuando retira la
mano de la puerta—. Si había algo adentro, hace tiempo que desapareció.
—Aun así, estoy bien aquí. ¿Y esa era la choza de alimentación?
—Sí.
—Tiene paredes sólidas —dice mientras entra—. Se podría hacer un poco más
grande y convertirlo en un puesto de café para eventos o en una zona de bar. O
podrías convertirlo en una suite nupcial, donde la novia pueda prepararse en privado
para su gran día.
—No es mala idea —murmuro.
—Entonces, ¿este es el edificio misterioso? —Erin señala el último edificio, más
alejado de los otros dos.
—Sí. Puede que se utilizara en otoño e invierno para almacenar carne tras la
temporada de caza, pero no lo sabemos.
—Huh. —Asoma la cabeza y luego se vuelve hacia mí—. Este lugar es fabuloso.
—A mí también me ha gustado siempre.
Me doy cuenta de que le está dando vueltas la cabeza cuando se une a mí y
volvemos al granero.
—Todavía queda mucho por ver hoy.
—Podría quedarme aquí todo el día, soñando despierta —admite y se ríe—.
Pero sin duda quiero ver el resto. Volveré en otra ocasión.
177 —No tú sola.
Me mira con el ceño fruncido.
—No creo que mi acosador se esconda en el granero, Gruñón.
—No tiene nada que ver con eso. —Sacudo la cabeza y le abro la puerta—. No
quiero que te haga daño un animal.
—Oh, sí. Osos. Okey, trato hecho.
Conduzco por algunos de los mismos terrenos que recorrimos el otro día con
la familia de Erin. Reduzco la velocidad en el lugar favorito de mi familia para que
podamos asimilarlo, y luego vuelvo a empujar.
—Este rancho empezó con cincuenta mil acres —le digo mientras conduzco—.
Ahora, estamos más cerca de ochenta mil. Compré la propiedad de al lado. Los
antiguos propietarios conservaron la casa, el establo y cinco acres para sus caballos,
pero ya no se dedicaban a la ganadería y no tenían hijos a quienes dejárselos. Querían
que la tierra se trabajara y se utilizara, así que la compramos.
—¿Estamos en esa propiedad ahora?
—Todavía no. —Le sonrío—. Lo estamos consiguiendo. Nos ha ido muy bien
porque también nos hemos hecho cargo de su ganado y ahora tenemos más espacio
de pasto.
—Así podrás seguir expandiéndote —adivina acertadamente.
—Así es. Ahora, agárrate, porque voy a subir esa colina de allí.
—¿Como en el Jeep?
—Sí.
Pongo el Jeep en tracción a las cuatro ruedas y aprieto el acelerador para subir
la empinada cuesta y detenernos en la cima.
—¿Gruñón?
—¿Sí, Doc?
—¿He mencionado que odio las alturas?
Miro hacia ella y veo que tiene los ojos cerrados, así que extiendo la mano y la
tomo entre las mías.
—Estás bien. Ni siquiera vamos a salir del Jeep, te lo prometo. Abre los ojos.
—Tan pronto como salgamos de esta colina, estaré encantada de hacerlo.
Con una risita, me acerco y le rozo la mejilla con los dedos.
—Vamos, hermosa. La vista del valle Bitterroot es una locura aquí arriba.
Eso hace que abra un ojo, y luego los dos se giran mientras contempla la vista.
—¿Cómo es posible? Estamos muy lejos de la ciudad.

178
—Aquí estamos más elevados, y eso nos da una vista perfecta. Es bastante
salvaje por la noche, con todas las luces.
—Voy a tener que ver eso —murmura.
—Solía haber un vigía contra incendios aquí arriba —continúo—. El Servicio
Forestal pagaba por alquilar esta colina en los meses de verano y destinaba a un
hombre a vivir aquí y vigilar los incendios.
—¿Por qué ya no lo hacen?
—Tecnología. Todavía se usan algunas torres, sobre todo en zonas remotas,
pero ahora tenemos drones y satélites.
—Creo que sería un trabajo solitario.
—Algunas personas prosperan en ella. Okey, tenemos que volver a bajar para
que pueda llevarte al siguiente sitio, donde almorzaremos.
—Oh, mierda. —Aspira y vuelve a cerrar los ojos.
Sacudo la cabeza, riendo.
—Tu confianza en mí es asombrosa.
Capítulo Veinte
Erin
179 —Confío en ti —insisto, aún con los ojos cerrados—. Pero no me gusta ni el
ascenso ni el descenso. Creo que debí morir en un accidente de avión o algo así en
una vida anterior. Tendré que preguntárselo a mi prima, Haley.
—¿Haley sabría de tus vidas pasadas? —No parece muy seguro.
—Quizás. No lo sé. ¿Ya bajamos? —No quiero tener el primer ataque de pánico
de mi vida sentada al lado del hombre del que me he enamorado mientras intenta
enseñarme su rancho.
—Casi —murmura. Después de unos minutos, por fin le oigo decir—: Sí. Ya
bajamos.
Abro un ojo, y cuando veo que estamos nivelados de nuevo, abro el otro.
—Uf.
—Entonces, aparte de un posible accidente mortal de avión en una vida
pasada, ¿no sabes por qué te dan miedo las alturas?
—La verdad es que no. No hubo un incidente concreto ni nada, si te refieres a
eso. —Me meto la mano en el bolsillo, saco una menta y me la meto en la boca—.
¿Menta?
—Claro. —Lo acepta—. Entonces, ningún incidente específico de alturas
aterradoras.
—No. Pero desde que era pequeña sabía que no quería subirme a las
atracciones de miedo de la feria ni de los parques de atracciones. Me dan náuseas y
no me gusta estar en las alturas.
—Mucha gente se marea.
—Lo sé, y apesta. De todos modos, lo evito.
—¿Cómo te va en un avión? ¿Cuándo viajas?
—No está mal, la verdad. Sólo me aseguro de estar en un asiento de pasillo
hacia la parte delantera del avión. ¿Sabías que si eres propenso al mareo, no suele
haber tantos baches hacia la parte delantera del avión cuando se produce ese
inesperado aire agitado?
—No creo haber oído eso, pero sabía que estás más seguro en el centro del
avión.
—Sabes, tengo la teoría de que si vas a caer, no hay lugar más seguro en el que
estar. Que no sea el suelo, claro.
Me giro en el asiento para poder mirarlo.
—¿Eres de los que buscan emociones?
—No. —Me sonríe—. Desde luego que no. Pero no me importan las montañas
rusas. A Johnny también le encantan. Las que le permiten montar, al menos. Sin
embargo, Holly es como tú. Le dan náuseas.
180 —Entonces ella y yo podremos comer pasteles de embudo mientras vemos
cómo arriesgan la vida en una montaña rusa. —Me detengo y frunzo el ceño.
—¿Qué pasa?
—No debería suponer que me invitarías a una feria o algo así. Es una suposición
enorme.
—Oh, te invitaríamos —me asegura y alarga la mano para sujetar la mía, se la
lleva a los labios y me mordisquea los nudillos—. Nos gusta tenerte cerca, Doc.
—Me alegra oírlo. ¡Mierda! —Saco mi mano de la suya y señalo—. ¿Qué es eso?
—¿Qué aspecto tiene? —Estaciona el Jeep y apaga el motor.
—Un agujero en la ladera de la montaña, con una puerta.
—Eso es más o menos lo que es. —Me sonríe, se baja y saca la nevera de la
parte de atrás—. Pensé que podríamos parar aquí y comer.
—¿Va a salir algo de ahí? —Exijo, aún sin moverme del Jeep.
—Espero que no. Cierra la puerta trasera y se acerca a un lugar llano en el
suelo, extiende una gran manta y coloca la nevera en una esquina. Luego me sonríe y
me hace un gesto para que me una a él.
No parece especialmente preocupado, así que decido no preocuparme
tampoco.
—Esto era una mina de oro —dice mientras nos sentamos en la manta—. De
mediados de 1800. El oeste de Montana estaba lleno de gente que buscaba oro.
—¿Hay oro ahí adentro? —le pregunto mientras le acepto un bocadillo de pavo.
—Lo dudo. Se cerró y selló hace unos setenta años por motivos de seguridad.
Allí vivían animales y los niños podían hacerse daño explorando cosas que no debían.
La mina fue abandonada antes de que mis antepasados compraran la propiedad. La
consideraron inútil, así que cuentan que la propiedad era barata.
—¿Sabes cuánto pagó tu tatarabuelo por ella?
—He oído veinticinco dólares y una botella de whisky. —Me sonríe—. Yo diría
que fue una buena inversión.
—Yo diría que tienes razón. ¿Y cuándo compraron los Lexington sus tierras?
Remington me mira con el ceño fruncido.
—¿Por qué tenemos que arruinar un día perfectamente agradable hablando de
ellos?
—Tengo curiosidad.
—Un año después —responde.

181
—Así que los Wild llegaron primero.
—Sí. Lo hicimos. Sus tierras están al otro lado de esa valla. —Señala una valla
de madera a unos cien metros—. Hoy en día, no se dispara a los demás y esas cosas.
Pero tengo cámaras en este lado y ellos en el suyo, para asegurarnos de que no pasa
nada.
—Creo que los dos están paranoicos —respondo, con un bocado de bocadillo
en la boca—. Claro, en otros tiempos, sin televisión ni ninguna forma de
entretenimiento, quizá una disputa familiar fuera lo mejor, pero vamos, Rem. Es
caminar para el futuro, y tal vez podrías dejar el pasado en el pasado.
Me observa y parece absolutamente estupefacto de que le sugiera algo así.
—Millie me habló de Holden, y parece que es un tipo honrado. Quiero decir,
la apoyó totalmente con esos horribles turistas y todo eso.
Rem deja el bocadillo a un lado y levanta un dedo.
—Espera. ¿Qué turistas?
—Oh. —Me acobardo y luego le doy un enorme mordisco al bocadillo para no
hablar mientras intento pensar en una forma de salir de esta.
—Erin.
Levanto un dedo, concentrándome en masticar mi comida. Habría pensado que
entre Millie y Chase, Rem se habría enterado de la horrible situación de los turistas.
Por desgracia no, supongo.
—No es nada —digo al fin—. Totalmente nada para ponerse nervioso.
—¿Me veo como si estuviera nervioso?
—Parece que estás a punto.
Se ríe y da un mordisco.
—Supongo que puedo reconstruirlo. Algunos turistas estaban siendo odiosos.
Millie les llamó la atención, y cuando podría haber salido herida, Holden intervino en
su nombre.
«Le dio un puñetazo en la cara —confirmo—. Y, por si sirve de algo, no le hizo
mucha gracia que fuera Holden quien la defendiera. Pero lo hizo. Así que eso me dice
que su familia no es del todo mala.
—Holden acaba de hacerse cargo del negocio —dice Remington—. Como el
mío, su padre se jubiló. No tengo ningún problema con él.
—Bien.
—Pero tampoco me gusta.
Pongo los ojos en blanco y busco en la nevera las pequeñas tartaletas de
manzana que incluí y abro una.

182
—Sabes tan bien como yo —continúa Rem—, que hay jugadores o equipos con
los que tu padre no se llevaba bien. Había rivalidades.
—Es un deporte —le respondo—. Eso no es lo mismo que despreciar a tu vecino
durante la mayor parte de dos siglos, Gruñón. Eso es una estupidez.
—Ah, bueno. —Se encoge de hombros y recoge su propia tartaleta de
manzana—. Es la tradición.
Empieza a decir algo más, pero lo detengo, escuchando.
—Creo que oí algo —susurro. Los dos nos quedamos quietos mientras
esperamos y escuchamos, y entonces Remington se levanta, tira de mí y nos
apresuramos hacia el jeep.
Cuando estoy a salvo adentro, toma la pistola.
—No vas a volver ahí afuera —le digo.
—Claro que sí. Quédate aquí, ¿me oyes?
—Me quedaré. No quiero que me coma un oso o una mamá alce.
—Yo tampoco. —Su cara es sombría mientras camina hacia la parte trasera del
Jeep para tener una visión más amplia de nuestra zona, y entonces lo veo llegar a toda
prisa al lado del conductor y subir—. Es un maldito oso pardo.
— ¿Qué? —Mi voz es un chillido—. ¿Dónde?
—Todavía está a unos veinte metros de distancia. No puedo dejar que se coma
nuestro almuerzo.
—No me importa compartir.
—No, te lo explicaré más tarde, pero quédate aquí.
Antes de que pueda protestar, Remington salta del jeep y corre hacia donde
estábamos sentados, recoge todas nuestras provisiones en brazos y corre hacia mí,
arrojándolo todo sin ceremonias a la parte trasera y cerrando la puerta. El oso se
detiene en la hierba, mirando fijamente a Rem.
—Parece irritado contigo.
—Seguro que sí. Pero no puede comer comida humana, o tendríamos que
sacrificarlo.
—Dios mío. —Miro a Rem con el ceño fruncido antes de volver a mirar al oso—
. Hijo de puta, es una ella, y es mamá.
Dos pequeños cachorros peludos se acercan caminando detrás de ella,
saltarines y juguetones.
—Tenemos que irnos —dice Rem y arranca el motor. Eso sobresalta a los tres
osos, y la mamá se levanta sobre sus patas traseras—. Jesús H. Cristo, es grande.
—¿Podría entrar en el Jeep?
183 —Fácilmente —confirma y empieza a retroceder—. Pero no puede atraparnos.
No querrá hacerlo. Sólo quiere que nos vayamos.
—Encantador.
Rem asiente, gira el volante y arranca en la dirección por la que hemos venido.
Miro por el retrovisor y veo que la mamá osa no nos persigue. Está de pie con sus
oseznos, mirándonos marchar.
—Tengo que asegurarme de que los chicos sepan que ella está aquí —dice—.
Tendremos que mantener un ojo hacia fuera. Se comerá mi ganado si no somos
diligentes.
—Ni siquiera lo había pensado —admito con un suspiro.
—No lo hacen a menudo. Prefieren comer pescado y bayas o roedores más
pequeños. Pero si ha sido un invierno duro y se mueren de hambre, comerán lo que
puedan. No me gusta que esté en mi tierra. Llamaré a Pesca y Vida Silvestre para que
la rastreen.
—Buena idea. Vaya, mi primer oso en libertad. Era preciosa. Y sus bebés son
tan adorables. Dan ganas de abrazarlos.
—¿Has oído hablar de los idiotas de los parques nacionales que intentan
acariciar crías de bisonte o cargar cachorros de oso?
—Sí. Hasta yo sé que son ridículos al pensar que pueden tocar la vida salvaje.
—Lo que me rompe el corazón es que tienen que sacrificar al animal después
de que eso ocurra. Si han sido tocados por humanos, su madre los rechazará, o incluso
los matará.
—No lo sabía. Dios, eso es horrible.
—No quiero que maten a esta mamá; sólo quiero que no intente llevarse mi
ganado.
—¿Por qué no haces un par de llamadas ahora? —Sugiero.
Asiente con la cabeza y se detiene. Cuando miro a mi alrededor, me doy cuenta
de que estamos en el lugar al que Millie me llevó aquella mañana. Parece que fue
hace toda una vida.
Mientras habla, salgo del jeep y me apoyo en la puerta, con los brazos cruzados
sobre el pecho, disfrutando de la mágica vista de las montañas. Este es un lugar
especial. Todo el rancho lo es, pero este lugar en particular me habla. Seguro que a
Millie y a su familia les pasa lo mismo.
Un cervatillo sale de entre los árboles y me mira, agitando la cola.
—No te preocupes, pequeño. Me quedaré aquí.
Su madre sale justo detrás de él, mordisqueando y agachando las orejas.
Permanezco inmóvil, observándolos hasta que ambos vuelven a los árboles.

184
—Me encanta ver a todos los animales —confieso a Remington cuando se une
a mí, con su llamada obviamente terminada—. Añaden otra capa de paz a esta vista.
—Hablé con Lucky y Pesca y Vida Silvestre. Se van a ocupar de ello.
—¿Qué quieres decir?
—La vigilarán a ella y a los cachorros. Asegurarse de que se mantengan
alejados del ganado. Lo más probable es que se alejen del rancho. No les gusta mucho
la gente.
—No puedo culparlos.
Estamos uno al lado del otro, cruzados de brazos, contemplando el paisaje.
Apoyo la cabeza en su hombro y siento que me besa la coronilla.
—Si quieres, podemos comer un poco más —ofrece.
—Todavía no. —No suelo ser de las que se abalanzan sobre el cuerpo de
alguien, pero maldita sea, lo deseo. Me giro hacia él y deslizo mi mano por su pecho
hasta su cabello—. ¿Rem?
—¿Sí?
—Creo que ya es hora del sexo en el bosque.
Sus ojos chispean y bajan hasta mi boca antes de enmarcar mi cara entre sus
manos y besarme hasta dejarme sin aliento.
—Nunca dejo de desearte —gruñe contra mis labios—. Es un dolor constante,
un fuego constante que me recorre cada minuto que estoy despierto.
—En realidad es bueno saberlo porque pensaba que tal vez era sólo yo.
Se ríe y me besa un poco más, sus hábiles manos me desabrochan los vaqueros
y me sacan la camisa para que sus manos puedan pasearse.
—No voy a desnudarme en el bosque —le informo.
—No hace falta —me dice y me gira para que mire hacia el Jeep. De repente,
mis vaqueros me rodean las rodillas y Rem tira de mis caderas hacia atrás, con las
manos apoyadas en el lateral del vehículo.
Quiero que vaya rápido, pero no lo suficiente. Oigo su cremallera y el ruido de
sus vaqueros al bajárselos.
Su mano se desliza por mi torso y me rodea por delante hasta llegar a mi coño.
—Ya estás muy mojada para mí. —Sus labios están cerca de mi oreja, su aliento
caliente en mi cuello—. Nunca dejo de desearte, de cualquier forma que pueda
conseguirte.
Sujeta una de mis manos y la lleva hasta mi clítoris, y con los dedos
entrelazados, frotamos ese duro nódulo de sensaciones, haciéndome gemir de

185
placer. Ahora se desliza dentro de mí, y es casi demasiado para soportarlo.
«Dios, escucha esos sonidos que haces, la forma en que siempre me
encuentras, empuje por puto empuje.
—Tan bueno —gimo y vuelvo a mirarlo, por encima del hombro—. Es tan
jodidamente bueno.
Me besa y me lleva al límite, a nada más que fuegos artificiales.
Mi cuerpo es palpitante, pidiendo alivio, pero también sin querer que pare
nunca.
—No voy a parar —dice.
Debo haberlo dicho en voz alta.
«Eres mía, Erin.
—Dios, sí. —Ya me estoy estrechando de nuevo, y él debe sentirlo porque sus
embestidas se hacen más fuertes y, finalmente, los dos caemos juntos sobre ese
delicioso borde, hacia el olvido.
Respira con dificultad y apoya la frente en mi espalda mientras intentamos
estabilizarnos. Cuando está seguro de que los dos tenemos los pies sobre la tierra, se
aparta y, antes de arreglarse la ropa, lo primero que hace es enderezarme.
—Estoy bien —digo con una sonrisa mientras me abrocho los vaqueros—. No
pensé que disfrutaría del sexo al aire libre.
—¿Y ahora?
—Diez de diez estrellas. Muy recomendable.
—Oh, definitivamente podemos hacer esto bajo las estrellas alguna vez.
—Eso no es lo que yo... —Me detengo cuando me sonríe—. Sí. Sí, eso sería
divertido. ¿Sabes qué quiero probar después?
—¿Qué?
—Las sillas del porche. Son muy cómodas.
—Tus deseos son órdenes —me dice antes de besarme la frente.
Capítulo Veintiuno
Remington
186 —Tenías razón —dice Erin mientras subimos los escalones del porche a la
casa—. Hemos tardado todo el día en verlo todo. Y ahora, me estoy arrastrando.
Le sonrío mientras desbloqueo la puerta y la abro, haciéndole un gesto para
que entre delante de mí.
«No puedo creer que haya visto a una mamá oso pardo con sus crías —continúa
mientras se quita los zapatos—. Además, un puma de camino a casa. Rem, qué locura.
¿No tienes siempre miedo cuando estás ahí fuera?
—No. —Me quito las botas y cuelgo el sombrero en la pared—. No se acercan
a las casas ni al granero porque no les gusta la gente. Claro, puede que pase algún
animal de camino a otra parte, pero no pasan el rato aquí.
—Da miedo —murmura.
—Oye. —Le levanto la barbilla y le paso un mechón de cabello por detrás de
la oreja—. No debes tener miedo de los animales. Mantén los ojos y los oídos abiertos
y estate alerta, sobre todo si estás sola. Además, eres la que oyó al oso pardo. Hiciste
lo correcto.
Exhala un suspiro.
—Sí, tienes razón. ¿Queremos cenar?
Levanto una ceja.
—¿Tienes hambre?
—No, estoy agotada. —Se ríe y apoya la frente en mi pecho—. Quiero irme a la
cama, y sólo son las nueve.
—Entonces nos iremos a la cama. —Después de besarle la coronilla, la sujeto
por los hombros y la alejo suavemente para poder besarle la frente.
—Gracias a Dios —dice y se dirige a su dormitorio.
—¿A dónde vas?
Se detiene y se vuelve hacia mí con el ceño fruncido.
—A mi cama.
—Mientras los niños no estén, dormirás en mi cama, Doc.
Parpadea, sonríe y sigue hacia su habitación.
—Sólo necesito recoger un par de cosas.
Mientras se ocupa de sus asuntos, yo me aseguro de que la casa esté bien
cerrada y nos sirvo una copa de vino a cada uno. Cuando salgo de la cocina, Erin está
saliendo de su habitación con una bolsa llena de cosas. También se ha cambiado la
ropa sucia y se ha puesto mi vieja sudadera de la universidad. No lleva pantalones.
—Parece que te vas de viaje de fin de semana. Bueno, a uno sin pantalones.

187 Se ríe y se encoge de hombros.


—Supongo que más o menos lo hago.
Le paso una copa de vino, le quito la bolsa y frunzo el ceño sorprendido.
—Esto pesa mucho.
—Necesitaba un montón de cosas —dice encogiéndose de hombros
despreocupadamente y sube las escaleras. Me doy cuenta de que está cansada
porque ha perdido el típico brío de sus pasos. Avanza por el pasillo hasta mi
dormitorio como si sus pies pesaran quince kilos cada uno.
Pero esas piernas son estelares.
Erin da un sorbo a su vino y se vuelve hacia mí.
—Sabes, se me ocurre que en todas las veces que hemos conseguido tener
sexo, siempre ha sido en mi cama de abajo o contra el lateral de un Jeep.
Sonríe y mira hacia mi cama.
—¿De qué lado duermes? —pregunta.
—El más cercano a la puerta.
Asiente con la cabeza y se dirige al otro lado, dejando el teléfono y el vino en
la mesilla de noche.
—Tenemos que comprobar si tienes garrapatas.
Sus cejas se disparan ante eso.
—¿Perdón?
—Garrapatas. Es primavera y hay garrapatas.
—Puede que sea lo menos romántico que me han dicho en mi vida. —Sus
preciosos ojos parecen aterrorizados—. Garrapatas
—Probablemente no tengas. —Mantengo la calma para que no se asuste. A
nadie le gusta pensar en esos asquerosos bichitos, pero tenemos que mirar—. Ven
aquí. Iremos al baño.
Le hago un gesto para que me siga y entro en mi cuarto de baño, sacando unas
pinzas del cajón por si acaso.
—Desnúdate —le ordeno.
—Tú desnúdate —replica—. Tú también estás sucio.
Con mis ojos clavados en los suyos, no tengo ningún problema en quitármelo
todo y depositarlo directamente en el cesto. Totalmente desnudo, me vuelvo hacia
ella y enarco una ceja.
—Tu turno.
Se quita la sudadera, la deja sobre el fregadero y hace lo mismo con las bragas.
188 —Sabes, desnudarse contigo es mucho más sexy cuando no hay pequeños
insectos de por medio.
—No puedo discutir eso. Date la vuelta. —Escudriño su cuerpo de la cabeza a
los pies, incluso compruebo su cabello, detrás de las orejas y entre las piernas.
—Si me entra una garrapata, puedes dispararme y acabar con mi sufrimiento.
Me río y le doy la vuelta una vez más.
—Ya puedes irte. Me toca a mí.
—Ohhh, me toca. —Eso la complace, y su mirada me recorre, y eso me excita—
. No veo ninguna garrapata, pero veo que la idea de ellas te excita.
—Te equivocas. —Agarro su muñeca con la mano y tiro de ella contra mí—. Tú
me excitas.
—Casualmente —dice mirándome los labios—, lo mismo digo. Pero estoy
agotadísima, y tuvimos sexo en el bosque dos veces.
—Vamos a darnos una ducha rápida y luego nos acurrucamos a ver algo en la
cama.
Sus ojos se iluminan ante esa idea.
—Sí. Eso es perfecto.

Mi cuerpo está entrenado para despertarse a las cinco cada mañana, incluso
los domingos, cuando dejo que los chicos se ocupen del rancho y paso el día con mis
hijos. Así que, cuando abro los ojos y veo que es tan temprano, no me sorprendo.
Sin embargo, es un bonito recordatorio encontrar a Erin acurrucada a mi lado,
durmiendo profundamente. Aún no ha salido el sol, pero los primeros signos de luz
están apareciendo cuando me vuelvo hacia ella y le doy un beso en la mejilla.
No se mueve.
Los dos estábamos demasiado agotados después de ducharnos como para ver
la tele, y mucho menos para tener sexo. No sabía que eso fuera posible para mí
cuando se trata de Erin, pero parece que hasta yo tengo un punto de agotamiento.
Esta mañana, sin embargo, me siento rejuvenecido, y Erin está en mi maldita
cama.
La he querido aquí casi desde el día en que se mudó a mi casa. Y si no
confundiera las cosas para mis hijos, la habría tenido aquí hace mucho tiempo.
Pero ahora la tengo aquí. Y tengo la intención de disfrutar de cada segundo de
ella.
Mi mano sube y baja por su costado. Debe de haberse acalorado demasiado
189 por la noche, porque ya no lleva la sudadera y solo lleva puestas sus braguitas
blancas.
Que desaparecerán momentáneamente.
Con pereza, arrastro las yemas de los dedos por sus costillas y subo hasta su
pecho, donde su pezón cobra vida y se frunce para mí.
Erin respira hondo, como si empezara a salir del sueño, y beso sus labios con
suavidad.
Gime y se inclina para besarme más. Arrastra la pierna por fuera de la mía y la
pone sobre mi cadera, abriéndose para mí.
Pero me estoy tomando mi tiempo. Quiero empaparme de ella.
Aún no ha abierto los ojos cuando dejo que mi mano descienda entre nosotros,
por su vientre, y aún más, hasta que la acaricio.
Eso la despierta.
Intenta sentarse a horcajadas sobre mí, pero niego con la cabeza y la empujo
hacia el colchón.
—Vaga esta mañana —le digo, apenas rozando con la punta de los dedos sus
pliegues—. No hay prisa.
Suspira y me besa el hombro y luego el cuello. Su mano recorre mi brazo y
enlaza sus dedos con los míos en un dulce gesto que me hace palpitar el corazón.
—Eres tan dulce —susurro antes de besar sus labios una vez más, manteniendo
el tono ligero y perezoso. Podría estar todo el día así con ella.
Pero Erin es un poco más impaciente y se acerca aún más a mí, frotando su
núcleo contra mi erección, y eso es todo lo que necesito para bajar la mano y guiarme
hasta su resbaladizo centro.
Con un leve empujón, la introduzco dentro de mí y le aprieto el trasero,
atrayéndola contra mí. Estamos de lado, uno frente al otro, mirándonos íntimamente
a la tenue luz del amanecer.
—Oh, Jesús —gime y se muerde el labio—. Este ángulo.
No puedo evitar moverme un poco más rápido ahora, agarrándome a su trasero
mientras empujo y tiro, completamente hipnotizado por esta mujer y por la forma en
que hace que cada centímetro de mí ansíe más mientras persigo un final que sé que
me dejará boquiabierto.
Erin me acaricia la mejilla y me besa larga y lentamente, su lengua baila contra
la mía, y siento la tensión, la adrenalina, y entonces no puedo evitar que el orgasmo
me invada.
Su coño es como una prensa a mi alrededor, contrayéndose y dejándome seco.
Y cuando sus ojos, aún pesados por el sueño, se encuentran con los míos, sonríe
190 socarronamente.
—Bueno, esa fue una buena manera de empezar el día.
—Creo que es mi nuevo favorito —estoy de acuerdo—. Deberías volver a
dormir.
—Tú también deberías.
—Tengo que trabajar un rato. Me gusta irme, sabiendo que estás metida en mi
cama, con el aroma de lo que acabamos de hacer flotando en el aire.
—Dios, eres bueno hablando sucio. Siempre son los gruñones.
Me río, la tumbo boca arriba y vuelvo a besarla.
—Me encanta la forma en que te ves aquí, en mi cama, en mi habitación.
Desnuda y aun zumbando por tener mi polla dentro de ti.
—Sigue así y llegarás tarde al trabajo —me advierte.
—Volveré —le prometo—. Sólo unas horas y volveré. Y luego no dejaremos
esta cama por el resto del día.
—Te tomo la palabra.

—Tengo noticias —dice Chase al entrar por la puerta principal, como si aún
viviera aquí—. ¿Dónde está Erin?
—Estoy aquí —grita desde la cocina—. Estoy preparando la cena para los
niños.
—Antes de entrar —le digo a mi hermano—, ¿son buenas o malas noticias?
—Es una gran noticia —responde con una sonrisa y entra en la cocina.
Ha pasado un mes desde que los niños se fueron de la ciudad con mis padres.
Un mes desde mis pocos días a solas con Erin.
Y ha sido condenadamente pacífico.
Ni flores enviadas, ni nada que nos haga pensar que el idiota acosador anda
por Bitterroot Valley.
Y así es como me gusta, carajo.
—Hola, chicos —les digo a los niños—. ¿Qué les parece si los dejo cenar en su
habitación, sólo por esta vez?
—¿Significa esto que no vamos a escuchar las noticias? —Holly pregunta con el
ceño fruncido—. Porque quiero saber qué es.
Mi hija será una excelente entrometida cuando sea una anciana.
—Esto es cosa de mayores —le digo—. Sube a jugar con tus Barbies, ¿okey?

191
—¿Podemos sentarnos en tu cama y ver la tele? —Johnny pregunta.
—Sí, pero por favor tengan cuidado con las bebidas. —Sospecho que es una
mala idea, pero no quiero que se enteren del acosador de Erin. No quiero que tengan
miedo.
—Los ayudaré a instalarse —ofrece Erin, cargando una bandeja con sus platos,
cubiertos y bebidas que ya ha puesto en vasos.
Piensa en todo.
Johnny y Holly la siguen escaleras arriba, hablando a mil por hora mientras
Chase se acerca al lavabo y mira por la ventana, luego se vuelve hacia mí.
—Vas a casarte con ella. —No es un reto, no es una acusación. Es una simple
afirmación.
—Sí. —Me paso la mano por el cabello—. Lo haré. Aunque aún no se lo he
pedido.
—Cuando entré aquí, fue como si esto siempre hubiera sido así. Ustedes cuatro.
Y no quiero que suene irrespetuoso con Jess; sabes que me gustaba.
—Lo entiendo —respondo—. Sé lo que quieres decir. Y sí, encaja. Todo encaja
a la perfección, y una parte de mí se pregunta cuándo caerá el otro zapato, y me daré
cuenta de que en realidad no encaja como debería, pero entonces decido dejar de
pedir problemas prestados.
—Te estás dando un buen consejo —dice con una sonrisa, pero luego vuelve a
ponerse serio—. Tus hijos están muy metidos en ella.
—Ya lo sé. No lo había planeado, pero no creo que sea algo malo.
—Me alegro por todos ustedes —dice, justo cuando Erin se apresura a volver
a entrar.
—Bien, ya están acomodados, y no debería haber derrames en la cama. Por si
acaso, puse una manta extra sobre el edredón para recoger cualquier migaja.
—Eres muy lista —respondo con una sonrisa—. Y es práctico tenerte cerca.
Gracias. Okey, Chase, ¿qué pasa?
—Bueno, acabo de hablar por teléfono con el agente de la condicional en
Washington. El idiota no ha faltado ni a una cita. Por lo que sabemos, está en
Washington. Hasta ahora, no podemos probar que las flores vinieran de él, pero
cuando lo hagamos, lo más probable es que vuelva a la cárcel por joder su orden de
alejamiento. Pero la mejor noticia es que no está en Montana.
—Gracias a Dios —dice Erin con un suspiro de alivio—. Puedo volver a trabajar
en la cafetería.
—No nos adelantemos.
—¿Por qué no? —contesta—. Lo echo de menos. Y es sólo los domingos porque
tu madre ha reclamado ese día como su día de abuela con los niños. Funciona.
192 —Está a salvo —me dice Chase.
—Necesito esto. —Erin cruza hacia mí y sujeta mi mano, apretándola contra su
mejilla—. Soy una persona independiente, Gruñón. Necesito poder volver a mi
trabajo, ver a mis amigos sin guardaespaldas, todo de ello. El rancho no es una prisión
para mí. Me encanta, pero necesito recuperar el resto de mi vida.
—Ha sido un discurso condenadamente bueno —dice Chase con aprobación.
—Vete, Chase.
—¡Hasta luego! —Saluda con la mano y sale de la cocina. Oigo cerrarse la
puerta tras él y el motor se pone en marcha.
—De acuerdo —digo al fin con un suspiro—. Seguiremos vigilando tu espalda.
—Oh, sí, no haré ninguna estupidez. Estoy tan emocionada. —Da un respingo y
luego me echa los brazos al cuello y me besa con fuerza—. Gracias, Gruñón.
—De nada, Doc.

—No puedo creer que se haya acabado el curso escolar —dice Erin mientras
da los últimos retoques a las bonitas trenzas de Holly para su ceremonia de
graduación de preescolar—. Esta primavera ha pasado volando.
—No lo olvides —dice Holly, como si fuera la madre—, tenemos asientos
guardados para ti, papá y Johnny.
—No lo olvidaré —promete Erin—. ¿Y el resto de la familia?
—Tendrán que sentarse atrás —dice Holly—. Son demasiados.
Me río y acompaño a todos a la Suburban para que vayamos a la ciudad a la
ceremonia en la escuela primaria.
Hablando de que el tiempo pasa volando, ¿cómo es posible que Holly vaya a
entrar en primero el año que viene? Mis hijos crecen demasiado rápido.
—Me invitaron a la fiesta de cumpleaños de Aurora el sábado —nos recuerda
Holly por quinta vez hoy—. A las dos en punto.
—No lo olvidaremos —respondo.
—Okey. Espero que algunos de los otros vengan a mi graduación. Como los
abuelos y la tía Millie.
—No te preocupes por eso.
Cuando llegamos, ya hay escasez de estacionamiento, así que tomo una plaza
a una manzana de distancia. Tomo la mano de Holly, Johnny la de Erin y nos vamos.
Holly tiene que ir a su salón, así que conduzco a los demás a nuestros asientos
con las otras familias. Y cuando miro detrás de nosotros, me quedo con la boca
abierta.

193 —Han venido todos —le susurro a Erin, que sólo me sonríe.
—Lo sé.
Todo el mundo está aquí. No solo mis padres y mis hermanos, sino también
todos los peones del rancho, y nos están saludando. Cuando vuelvo a mirar a Erin,
ella está sosteniendo su teléfono, y sus padres, junto con Zoey, están en FaceTime.
—Estás pálido, Rem —dice Meg a través del teléfono—. Tienes que respirar.
—Señoras y señores —dice el director por megafonía—, por favor, tomen
asiento para que podamos empezar.
—Te lo debo —murmuro para que sólo Erin pueda oírme—. Se los debo a
todos.
—No, no es así. Esto es lo que hace la familia, Rem.
Capítulo Veintidós
Erin
194 —¿Qué estás tramando?
Levanto la vista de mi escritorio con sorpresa y veo a Rem apoyado en el marco
de la puerta, observándome. Desde que me he hice cargo de la contabilidad de Joy,
Remington me ha dado su escritorio, ya que trabaja mucho en su oficina del granero.
Y hasta ahora me ha funcionado muy bien.
—Es demasiado tarde para que estés trabajando —dice mientras se aparta de
la jamba de la puerta y camina lentamente hacia mí—. Los niños están en la cama.
—No estoy trabajando en la contabilidad —admito—. Pero yo estoy trabajando
en el horario de verano.
—¿Horario? Los niños salieron ayer de la escuela.
—Lo sé, pero creo que es buena idea que sigan teniendo una rutina. Un horario.
Y yo estaré con ellos la mayor parte del tiempo, así que estoy haciendo malabarismos.
Ves. —Giro el calendario hacia él—. Por ejemplo, los lunes, Holly tendrá baile, y
Johnny irá a clases de kárate justo después. Pero por las mañanas, quiero que lean un
libro de su elección, y antes de sus clases, iremos a la biblioteca para que puedan
canjearlos. Los martes, empezaremos con matemáticas, y después de comer, iremos
a ese lago tan increíble que me enseñaste para nadar o hacer paddle boarding.
—Vaya —murmura, echándole un vistazo—. ¿Tú les estás dando clases de
equitación?
—Claro que no. —Le sonrío—. Pero uno de los nuevos peones del rancho que
contrataste se ofreció a darles una hora a la semana. Ya saben cómo son, pero no
practican mucho, y así lo harán.
—¿Qué chico?
—¿Kyle?
Rem asiente con aprobación.
—Me alegro de haber encontrado a Kyle. Puedo apoyarlo. ¿Qué es esto?
Señala la estrella amarilla de los domingos.
—El día de la abuela —respondo riendo—. Y aún no he escrito mi día en la
cafetería, pero lo haré.
—¿Y qué día saldrás?
Parpadeo.
—¿Qué quieres decir?
—Entre la contabilidad, mis hijos y la cafetería, no has programado ni un día
libre para ti.
—Rem, cuento mi día de cafetería como mi día libre.
—A la mierda. —Su voz es suave, pero sus ojos dicen: No me echaré atrás en
esto.
195 —Si me tomo otro día libre, te dejo en apuros. Además, tengo este horario.
—Sólo estaré de acuerdo con esto si te tomas un día, cada dos semanas, para
ti. Puedes ir al spa o salir con Millie o, mierda, no me importa si vas a sentarte en ese
lujoso condominio en la colina de esquí todo el día, pero tendrás algo de tiempo para
ti. Con los niños fuera de la escuela, no habrá nada de eso, y lo necesitarás.
—De acuerdo. —Asiento lentamente, mirando el horario—. Ya me las
arreglaré.
—Bien. Me gusta. Tienes razón, les va mejor con una rutina.
—Yo también —admito con una sonrisa—. Sin ella, no es más que un caos, y no
puedo lidiar con eso.
—¿Estás a punto de terminar aquí?
—Por ahora. —Me pongo de pie, apago la lámpara del escritorio, lo rodeo y
voy a los brazos de Rem para darle un fuerte abrazo. Los dos hemos entrado en
nuestra propia rutina el uno con el otro, y esto forma parte de ella.
Cuando los niños se acuestan y la casa está en silencio, Remington me busca y
me da el mejor abrazo de oso que el mundo haya visto jamás.
Es casi tan bueno como el sexo, y eso es decir mucho.
Y el abrazo casi siempre lleva al sexo.

—Me encanta la preciosa muñeca Barbie y la ropa que le hemos regalado a


Aurora —dice Holly desde el asiento trasero. Está lindísima con su vestido rosa,
totalmente apropiado para la fiesta de temática rosa y el código de vestimenta que
venía en la invitación. Vuelve a llevar el cabello recogido en trenzas, que es lo que
más le gusta últimamente. No me importa. Así tenemos tiempo para charlar y estar
juntas sin los chicos. Lleva cintas rosas atadas al final de las trenzas y la gran bolsa
rosa de regalo en el asiento de al lado.
—También me gusta —estoy de acuerdo—. Es bonita.
—Tal vez la añada a mi lista de deseos de cumpleaños.
—¿Cuándo es tu cumpleaños, Holly?
—Veinte de junio.
Sólo faltan un par de semanas. ¿Cómo es que no sé sus cumpleaños?
—¿Y cuándo es la de Johnny?
—Veintitrés de diciembre. Cree que es una tontería porque la gente intenta
combinar sus regalos de cumpleaños y Navidad en uno solo.
—Sí, eso es un poco malo. ¿Has pensado en lo que quieres para tu fiesta de
cumpleaños?
196 —Quiero una fiesta de princesas —dice emocionada—. Quiero que mis amigas
lleven bonitos vestidos de princesa. Y podemos montar a caballo desde el establo.
—Creo que eso es difícil de hacer con un vestido de princesa, pero me gusta
la idea de ver si podemos conseguir que los peones del rancho nos ayuden a dar
paseos, si les parece bien a los papás y mamás de tus amigos.
—¡Sí! Y podemos tener un bonito pastel de princesa, flores y globos.
Debería haber empezado a planear esto hace un mes. No puedo que creer que
nunca se me haya ocurrido preguntar cuándo son sus cumpleaños.
Con la ayuda del GPS, encuentro el camino a casa de Aurora y estaciono en la
calle. Ayudo a Holly a salir de la parte de atrás y le paso el regalo para que sea ella
quien se lo dé a su amiga.
Hay un cartel que dice que hay que dar la vuelta hasta el patio trasero, así que
eso es lo que hacemos, y nunca había visto nada tan adorable. Hay un fotomatón que
parece una caja de Barbie, donde las niñas pueden ponerse de pie y parecer ellas
mismas una Barbie.
El pastel es, por supuesto de Barbie, y todos los presentes, grandes y
pequeños, van vestidos de rosa chillón.
Incluso encontré un bonito top rosa en la tienda de Polly para la ocasión.
—Oh, es tan bonito —dice Holly emocionada y luego corre hacia Aurora para
ofrecerle a la niña su regalo.
—Lo añadiremos a la mesa —dice Christine, la madre de Aurora, con una
sonrisa—. Muchas gracias por este precioso regalo.
—De nada —dice Holly tímidamente, y entonces Aurora la toma de la mano y
se van corriendo a jugar.
—Hola, soy Erin.
—Oh, sí, me alegro de verte, Erin —dice Christine con una gran sonrisa—.
Gracias por traer a Holly. Aurora la adora.
—Yo también. ¿En qué puedo ayudarte?
—Nada por ahora. Sólo estamos sirviendo un tentempié ligero antes del pastel
para que las niñas no acaben con demasiada subida de azúcar. Vamos, puedes unirte
a las otras mamás.
—Yo no...
—Bastante cerca —interrumpe—. ¿Quieres algo de beber? Tengo limonada y
agua embotellada.
—Me encantaría una limonada. —De repente estoy tan nerviosa como siempre
en el primer día de clase. ¿Y si no le caigo bien a esta gente?
—Todo el mundo, esta es Erin. La mayoría de ustedes probablemente la
197 conocen —dice Christine—. Voy a traerle una bebida.
Todo el mundo sonríe y saluda.
Hasta ahora, todo el mundo es cálido y acogedor, y ninguno de sus rostros
registra ningún tipo de tendencia a las chicas malas, así que me relajo un poco y tomo
asiento junto a una rubia preciosa.
—Soy Abbi —dice con una sonrisa—. Mi hija es Daisy, la que decía que tenía
que ser la Barbie azafata.
Sigo su mirada y sonrío al ver a la niña jugando con Holly y Aurora.
—Es preciosa. Personalmente, siempre me encantó esa Barbie.
—¿No es genial esta fiesta? —Abbi pregunta—. Quiero decir, ese fotomatón es
ingenioso. Nunca se me hubiera ocurrido.
—Lo mejor de todo —añade Christine mientras me pasa mi bebida—, es que
sube y baja, así que todas podemos ser Barbies también.
—Ese siempre ha sido mi sueño —respondo, haciendo reír a las demás y
tranquilizándome—. Esta es quizá la fiesta más linda en la que he estado, y he estado
en un montón de fiestas de cumpleaños. ¿Cómo se te ocurrió?
—Me gustaría decir que todo fue idea mía, pero utilicé Pinterest.
—Me parece justo.
—Disculpen, señoras, voy a ver los bocadillos. —Christine entra en la casa, y
sonrío a Abbi.
—Me sorprende no haberme cruzado contigo antes de esto. Normalmente soy
la que recoge a Holly de la escuela y esas cosas.
—Oh, Daisy y yo nos acabamos de mudar a la ciudad hace unas semanas —
responde—. Soy madre soltera y necesitaba empezar de cero, si te soy totalmente
sincera.
—Lo entiendo. Sólo llevo aquí unos seis meses y ha sido la mejor decisión que
he tomado. Todo el mundo en Bitterroot Valley es muy amable.
—Lo estoy descubriendo. —Abbi sonríe y observa a su hija con los otros
niños—. ¿Cuánto tiempo llevan casados el padre de Holly y tú?
—Oh, no lo estamos. Nos estamos viendo, pero no estamos casados. Soy la
niñera. ¿Es raro? —Me tapo la cara avergonzada y me asomo entre los dedos.
—No, parece una historia jugosa que quiero oír —dice riendo.
—Lo siento, pero no he podido evitar escuchar a escondidas. —Miro y veo a
una mujer que nos sonríe—. Soy Bella, la madre de Simone, y conozco a la familia
Wild de toda la vida. ¿Has dicho que sales con Remington?
—¿Sí? —No sé si es una pregunta capciosa.
—Bueno, ya era hora de que alguien recogiera a ese hombre —dice Bella y
198 levanta su copa hacia la mía—. Es un tamal caliente.
—No te equivocas. —Me río y busco a Holly por el patio, aliviada cuando la veo
jugando con otras chicas a un juego de lanzar aros—. Es caliente. Y es muy buen
padre. ¿Por qué eso es tan sexy?
—Porque no todos los padres son buenos —dice Abbi con pesar—. Así que,
cuando lo son, es caliente como el infierno.
—Una vez tuve una cita con Remington —dice con suficiencia una mujer
llamada Helena—. Nos divertimos, pero no hubo chispa. Por supuesto, eso fue hace
más de quince años, y éramos prácticamente bebés, pero sí. Está bueno.
No puedo evitar reírme. Voy a tener que preguntarle a Joy si puede enseñarme
fotos de Rem cuando tenía unos veinte años. Me encantaría verlas.
—Muy bien, todos —anuncia Christine, empujando un carrito cargado de
bocadillos—. ¡A comer!

Cuando llego a la granja, Holly está profundamente dormida en el asiento


trasero. No quiero molestarla, así que le envío un mensaje a Remington.
Yo: Sentada en el auto con Holly, encendiendo el aire acondicionado. No pasa
nada. Está durmiendo y no quiero despertarla.
Cinco minutos después, veo a Remington caminando hacia el auto por el
retrovisor, desde la dirección del granero.
Como no quiero despertar a Holly, salgo por la puerta y la cierro con cuidado.
—Eh —digo en voz baja—. Está agotada. No me importa sentarme aquí para
vigilarla mientras duerme la siesta.
—¿Cómo ha ido?
—Creo que Holly y yo la pasamos genial —respondo con una sonrisa—. Hice
un par de amigos nuevos, y toda la fiesta fue muy divertida. Además, conocí a tu
antiguo amor, Helena.
Parece confundido por un segundo.
—¿Helena Brown?
—Ahora es Ryerson.
—Creo que tuvimos una mísera cita. —Se mete las manos en los bolsillos,
claramente incómodo, y me río.
—Me impresionó. Todo el mundo fue amable, pero eso parece ser lo normal
en esta ciudad. Holly se la pasó en grande. Y me informó que su cumpleaños es dentro
de un par de semanas, y ni siquiera he empezado a planear la fiesta.
—No solemos hacer fiestas —dice—. Sólo tenemos cena familiar y pastel.
—Ella está en la escuela ahora. Eso no funcionará. Se merece una fiesta con
199 amigos, Gruñón. Es una buena niña.
—Sí, sí, de acuerdo. Haremos una fiesta.
—Es una pena que el viejo granero no se haya transformado en ese espacio
para eventos del que hablamos. Sería una fiesta asesina.
—Sabes, he estado pensando en eso —me dice mientras me lleva a los
escalones del porche. Nos sentamos, uno al lado del otro—. Creo que es una idea
excelente, y me gustaría llevársela al resto de la familia. Ya sé que técnicamente
ahora mando yo, pero es un rancho familiar y deberían poder opinar.
—Te amo.
Se me abren mucho los ojos y me tapo la boca con la mano, sorprendida. ¿De
verdad se me escapó algo así? ¿Cuándo está hablando de su familia?
«Quiero decir... —Me aclaro la garganta, pero antes de que pueda decir nada
más, Remington me atrae hacia su regazo y, mientras me siento a horcajadas sobre
él, me besa tontamente.
—Yo también te amo —susurra contra mis labios—. Locamente.
Estúpidamente. Irrevocablemente. Estoy loco por ti, Doc.
—Oh, gracias a Dios. Pensé que había hecho las cosas realmente incómodas
allí por un minuto.
Se ríe y me sujeta la cara.
—No. No lo hiciste.
—Es un momento incómodo —admito—. Pero mierda, Gruñón, me encanta lo
mucho que quieres y respetas a tu familia y el legado de este rancho. Me encanta ella.
No sabía si alguna vez conocería a alguien que tuviera una dinámica familiar similar
a la mía, pero lo hice. Y es una de las cosas que siempre me ha atraído de ti.
—Lo sé —dice y me pasa el cabello por encima del hombro—. Yo siento lo
mismo.
—¿Decías que ibas a hablar con tu familia sobre el viejo granero?
—Sí. Y quiero que estés allí porque si va a suceder, vas a estar a cargo de ello.
—¿Qué? —Atónita, me siento y lo miro fijamente—. ¿Por qué yo?
—Porque es tu visión, y quiero que sea exactamente como lo imaginas en tu
cabeza.
—Vaya. Bien. Claro, puedo hacerlo.
—Sé que puedes —dice simplemente antes de besarme de nuevo.
—¿Por qué se besan?
Nos separamos al oír la vocecita y me muevo del regazo de Rem. Obviamente,
Holly se ha despertado y salió del auto sin que ninguno de los dos la oyéramos.

200
—Porque me gusta besarla —le dice Rem a su hija—. ¿Te divertiste hoy?
—Sí, y Erin dice que me ayudará a planear la fiesta perfecta para mi
cumpleaños.
—Estoy seguro de que lo hará.

Simplemente no creo que la vida sea mejor que esto.


Estoy finalmente volviendo al trabajo en Bitterroot Valley Coffee Co., y se siente
increíble. Millie está trabajando conmigo hoy, y nos lo estamos pasando muy bien,
alternando entre la que toma los pedidos y la que hace el café.
Trabajamos muy bien juntas.
Remington trajo a los niños esta mañana para darles un capricho, y fue una
sorpresa divertida. Y todas las personas a las que he atendido hoy han estado
contentas y de buen humor.
Hoy es mi día.
—Hola.
Me giro y sonrío a Clay.
—Oh, hola. ¿Cómo te va?
—Bien. —No parece tan simpático como antes, pero quizá no tenga tan buen
día como yo—. Tomaré un moca con caramelo.
—De acuerdo. —Termino la transacción y sonrío a Clay—. Te lo llevaré cuando
esté listo.
—Puedes dejarlo aquí. Vendré a buscarlo —dice y se aleja, con la cara ya
pegada al teléfono.
Muy bien.
—Remington me dijo ayer que me ama —le susurro a Millie mientras camino a
su lado para darle la orden de hacer.
—¿Qué? —Casi se derrama leche caliente encima, y rápidamente recojo una
toalla para ayudarla.
—Yo lo dije primero —aclaro—. No pude evitarlo, y luego él me lo devolvió, y
fue muy tierno.
—Santo guacamole. —Millie me rodea con los brazos y me abraza con fuerza—
. Es la mejor noticia que he oído en años. Te das cuenta de que si te casas con él, serás
mi hermana.
—Nadie ha hablado de matrimonio.
—Lo hará. Rem no es un gato callejero; es un hombre de una sola chica. Dios
201 mío, esto es tan emocionante. Quiero decir, prácticamente elegí a mi propia cuñada.
—Sí, todo esto es por ti.
Millie se ríe y vuelve a abrazarme.
—¿Qué está pasando ahí atrás?
Ambas nos giramos al oír la voz de Chase. Está de pie junto al mostrador,
sonriéndonos.
—Rem le dijo a Erin que la ama —dice en un susurro fingido lo suficientemente
alto como para que lo oiga todo el mundo.
—Ya era hora —dice Chase asintiendo—. Es lento, pero leal.
Suelto un bufido y le dejo el café a Clay para que lo recoja, luego me acerco a
tomar el pedido de Chase justo cuando entra Summer con un precioso ramo de
narcisos amarillos. Sus trompetas son preciosas, y cuando las pone delante de mí y
dice:
—Son para ti, Erin —no puedo evitar suspirar.
—Esas no son feas rosas rojas —dice Millie.
Oigo el ruido de una silla raspando con rabia contra el suelo y levanto la vista
a tiempo para ver a un Clay muy enfadado salir a pisotones de la tienda.
Chico, hoy se le metió algo por el trasero.
No es que me importe mientras contemplo estas preciosas flores.
—La tarjeta —añade Summer, pasándome el sobre. Dirige su atención a
Chase—. ¿Cómo estás, Chase?
—No me puedo quejar, gracias. ¿Y tú?
—Oh, estoy tan ocupada como una araña tejiendo ensoñaciones —responde
con una bonita y brillante sonrisa—. Y así es como nos gusta. Tengo que volver rápido
a la tienda, pero quería darte esto enseguida.
—Muchas gracias —digo tras ella, y luego veo cómo Chase observa a Summer
marcharse.
Cuando la puerta se cierra tras ella, sonrío a Chase y cruzo los brazos sobre el
pecho.
—¿Qué? —pregunta cuando se da la vuelta.
—Tú y ella.
—¿Summer? Claro, es simpática.
—Y es sencillamente preciosa —añade Millie—. Por no mencionar que es una
gran mujer de negocios y una buena persona en general. Ah, y Chase lleva
enamorado de ella como tres años.
—No lo hago.
202 —Vaya. Tres años es mucho tiempo. Tal vez deberías invitarla a salir.
Los ojos de Chase se entrecierran.
—¿Ya está hecho mi café?
—Aquí tienes —dice Millie con dulzura y se la pasa—. Erin, ¿vas a leer esa
tarjeta?
—Ah, sí. —Abro el sobre y saco la tarjeta.
Hola, Doc,
Te mereces tus flores favoritas todos los días.
Con amor,
Gruñón
—Awwww —dice Millie y se cubre el corazón con las manos.
—Rem puede ser ñoño cuando quiere —dice Chase.
—No es ñoño, es romántico —respondo—. Ahora, ve a pedirle una cita a
Summer.
—Me largo de aquí —dice Chase y se lleva el café por la puerta.
—Me encanta molestar a mis hermanos —dice Millie con un suspiro de
felicidad—. Significa que estoy usando mis poderes de hermana para el mal, en vez
de para el bien.
Me río y siento que mi teléfono vibra con un mensaje. Frunzo el ceño y lo
compruebo, porque nadie me envía mensajes cuando estoy en el trabajo.
—Oh, es Roger. —Leo el texto y siento que mi corazón se acelera—. Oh, Dios,
está herido. Me necesita. Mill...
—Vete —dice inmediatamente mientras me desato el delantal y me meto el
teléfono en el bolsillo—. Vete, yo me encargo.
Me subo a la Suburban y conduzco más deprisa de lo que debería la corta
distancia que me separa de la casa de Roger. Apenas he apagado el motor, subo
corriendo por la acera hasta la puerta principal y uso la llave para entrar.
—¿Rog? —grito, con el corazón en la garganta—. ¿Dónde estás, Roger?
—Oh, no está aquí.
Me congelo al oír esa voz.
Sé de quién es esa voz.

203
Capítulo Veintitrés
Erin
204
Esto no puede estar pasando.
Es lo único que me pasa por la cabeza mientras miro fijamente a Clay. Esto no
puede ser. Porque esa voz no pertenece a Clay; pertenece a Steven Turner, el hombre
que hizo de mi vida un infierno antes de que lo metieran en la cárcel.
—¿Clay? —pregunto, mi mente da vueltas mientras intento averiguar qué
hacer—. ¿Dónde está Roger?
—Me da igual —dice y se mete las manos en los bolsillos. El acento sureño no
aparece por ninguna parte—. No está aquí. Y no me llames Clay. Clay es un papel de
marica que interpreté para acercarme a ti.
—Ni siquiera te había reconocido —murmuro. Me sorprende poder oír algo
por encima del martilleo de mis oídos—. Se supone que estás en Washington.
—¡Se supone que esté donde tú demonios estés! —Su voz es dura y fuerte—.
Por supuesto, no me reconociste. Me aseguré de ello.
Se saca las lentillas de los ojos y las deja caer al suelo. Se arranca un pequeño
bigote e incluso se saca una prótesis dental de la boca, que también deja caer.
De su bolsillo trasero sale una toallita húmeda y se limpia el maquillaje de la
cara. Y ahora, aparte del cabello más claro, puedo ver que es Steven.
—Eres una puta de mierda. —Tiene los ojos desorbitados. Locos—. Prometiste
que me esperarías. Hice todo bien.
Toma aire y calma la voz.
«Descubrí cómo caerles bien a los guardias y al alcaide. Conseguí trabajo en
el laboratorio de informática y por fin descubrí cómo piratear todo tipo de servidores.
Cambié mi fecha de liberación. Borré cualquier mención a los derechos de las
víctimas para que su familia no tuviera que saberlo. Cambié mi aspecto. MIRA TODO
LO QUE HICE POR TI.
Doy un pequeño paso atrás y me relamo los labios.
«Oh, no. No vas a ir a ninguna parte. —Dice, sacudiendo la cabeza como si yo
fuera una niña que se ha portado mal—. Te burlaste mis flores. ¡MIS FLORES! Son
preciosas. Son tus favoritas.
—Solían serlo. Tú lo arruinaste.
Su cara se tuerce en una mueca.
—A la mierda con eso. Te encantan. Dejaste de trabajar en la cafetería, así que
no pude verte más, y eso me enojó. Hirió mis sentimientos. He tenido que ir y venir
en auto del maldito Washington. ¿Tienes idea de lo inconveniente que es eso?
¿Cuánto tiempo lleva? No tengo un jet privado en el que pueda volar a mi antojo.
Oh, Dios. ¿Qué hago? No sé qué hacer.

205 —¿Cómo me encontraste en Bitterroot Valley? —Necesito entretenerlo,


mantenerlo hablando.
—Por favor. —Pone los ojos en blanco y me mira como si fuera una niña a la
que hay que apaciguar—. No es como si te hubieras cambiado el nombre o algo así.
Incluso sacaste la licencia de conducir de Montana. Pirateo ordenadores, ¿recuerdas?
Intenté chatear contigo en las redes sociales, pero no respondías a mis mensajes.
Frunzo el ceño y caigo en la cuenta. El spam que borré. Era de él.
«Lo único bueno que ha pasado es que me quedé con tu antiguo apartamento y
tus antiguos muebles. —Su cara se divide en una sonrisa enferma y pervertida—. Te
follé en todas las superficies de ese apartamento.
Voy a vomitar.
«Y a ti te encantó. Querías más y más. Me rogaste que me casara contigo.
—No. —La palabra sale fuerte y dura—. Eso no sucedió. No es verdad, y nunca
lo será.
—¡Cierra la puta boca! —Se abalanza sobre mí y me golpea, haciéndome ver
las estrellas—. Eres una maldita mentirosa, puta.
—No estoy mintiendo.
Me vuelve a pegar y me empuja a una silla. Es una de las sillas de cocina de
Roger. Me palpita la mejilla y vuelvo a sentir náuseas, pero me doy cuenta de que me
está atando a la silla.
—No eres de ese estúpido ranchero de mierda —murmura una y otra vez
mientras hace los nudos—. Él no puede darte lo que yo. No puede amarte como yo.
Por un centavo, por una libra. Por un centavo, por una libra.
No para de repetir frases raras, una y otra vez. Está mentalmente loco.
Y me va a matar. Dios mío, va a matarme, y Roger me encontrará aquí. El dulce
Roger, que no haría daño a nadie.
Remington y los niños me necesitan. Toda mi familia me necesita, y este
monstruo va a alejarme de ellos.
—Tu padre te lo dijo —dice mirándome a los ojos—. Te dijo que quería que te
casaras conmigo. Porque él lo sabe. Es listo y famoso, y lo sabe.
—¿Qué sabe él? —Sale en un susurro.
—Que soy el único para ti. —Se acerca con calma para arrastrar sus dedos por
mi mejilla, y luego me agarra la boca, lastimándome la cara en ambos lados—. Soy
el único que te ama. Te habría tratado malditamente bien, pero no me hiciste caso.
No, hiciste que me encerraran. Pero no puedes parar un amor como el nuestro, Erin.
Cuando está destinado a ser, funciona. Y nosotros estamos destinados a serlo.

206
—No —susurro y me gano otra bofetada en la mejilla.
—¡Cierra la puta boca! —me grita en la cara, la saliva me golpea. Su aliento
apesta a café viejo y tiene algo entre los dientes. Debo de estar en estado de shock
porque me hace gracia—. No te rías de mí.
—Todo esto es irrisorio —respondo. Me va a matar de todos modos. Más vale
que sea sincera—. ¿Qué, vas a llevarme a tu apartamento y mantenerme como rehén
allí?
—No cómo rehén —dice—. Nuestra casa no es una cárcel para ti, mi amor. No,
es tu lugar seguro. Roger me dijo que compraste esos muebles para nosotros. Ya lo
has convertido en nuestro hogar. Ahí es donde perteneces.
—No pertenezco a ningún lugar cerca de ti.
Se levanta y se aleja de mí, pasándose la mano por el cabello. Luego me rodea
y me golpea con el puño cerrado, y todo se vuelve negro.
Capítulo Veinticuatro
Remington
207 —Oye, ¿Papá? —pregunta Johnny mientras caminamos por Main Street.
—¿Sí, colega?
—Tal vez podríamos quedarnos en la ciudad hasta que Erin termine en el
trabajo, y luego podríamos llevarla a cenar. No hemos hecho eso en mucho tiempo.
—¡Sí! —Holly está de acuerdo—. ¡Podríamos comer barbacoa!
Me detengo y miro a los dos. Me miran con ojos excitados y sé que es imposible
que diga que no.
—La mejor idea que he oído en todo el día. Definitivamente deberíamos
hacerlo. No pasamos mucho tiempo en la ciudad, ¿verdad?
—No, pero hay mucho que hacer en el rancho —me recuerda Johnny—.
Aunque a veces es divertido venir a la ciudad.
—Volvamos a la cafetería —digo mientras Holly desliza su mano en la mía—, y
nos aseguraremos de que Erin no tiene otros planes.
—Si iba a hacer algo con la tía Millie, puede venir con nosotros también —
sugiere Holly—. Entonces será incluso más divertido.
—Podemos invitar a la tía Millie si quieres.
Estamos a punto de entrar en la cafetería cuando oigo que alguien grita mi
nombre.
—¡Rem!
Miro detrás de nosotros y veo a Brooks caminando hacia nosotros.
—Hola, Brooks. ¿Cómo te va?
—Estoy bien —dice y me estrecha la mano—. Me sorprende verte en la ciudad.
¿Cómo estás?
Brooks sonríe a los niños y despeina a Johnny.
—Vamos a ver a Erin al trabajo para invitarla a cenar —dice Holly con una
sonrisa—. ¿Quieres ir a cenar?
Brooks sonríe.
—Hoy no, pero lo dejaré para otro día. Gracias por pedírmelo.
—Te pareces a mi padre —añade Holly con una tímida sonrisa.
Brooks y yo compartimos una mirada y me encojo de hombros.
—Es una niña.
—Es una niña adorable. De todos modos, tengo un tipo en mi personal que
debería estar en tu personal.
Levanto una ceja.

208
—¿Por qué?
—Sólo habla de caballos y ganadería. Tiene diecinueve años y es un buen
chico. Horrible con un motor, pero tiene una fuerte ética de trabajo, y creo que puede
prosperar en Wild River Ranch.
—Dale mi número. Necesito más ayuda para el verano, y seguiremos a partir
de ahí.
—Gracias. —Brooks asiente—. Que tengan una cena divertida, chicos. Hasta
luego.
Tras saludar a Brooks con la mano, atravieso la puerta de la cafetería y
parpadeo sorprendido.
En el mostrador, Holden Lexington le sonríe a mi hermana.
Y tiene los brazos cruzados sobre el pecho, intentando no devolver la sonrisa.
—¿Dónde está Erin? —Johnny exige a medida que nos acercamos.
—Oh, sólo tenía que ir a ver a Roger muy rápido. Volverá pronto. —Millie se
vuelve hacia Holden—. ¿Necesitas algo más?
—Este café está delicioso —dice Holden distraídamente, como si tuviera todo
el día para apoyarse en la encimera y reflexionar sobre su café. Me mira y asiente—.
Rem.
—Holden. —Asiento con la cabeza—. ¿Has conocido a mis hijos?
—Claro, pero hace mucho que no las veo. Jenny y Cameron, ¿verdad?
Johnny y Holly se ríen.
—No —dice Holly—. Soy Holly, y él es mi hermano, Johnny.
—Así es. —Holden vuelve a mirarme con un guiño y luego se vuelve hacia
Millie—. Gracias por su tiempo, señorita Wild.
—No eres bienvenido —murmura ella, haciendo que Holden sonría más
mientras toma su café y sale de la tienda—. Es un imbécil.
—No es tan malo como su padre —respondo.
—Lo odias —me recuerda—. Y fuiste amable con él.
Recuerdo lo que me dijo Erin cuando estábamos junto a la mina.
—Lo pasado, pasado —respondo encogiéndome de hombros—. ¿Dijiste que
Erin fue a ver a Roger?
—Sí, el pobre. Él...
La interrumpe el sonido de la puerta, y Chase entra a grandes zancadas, con
cara de cansancio e irritado.
—Olvidé la cartera —dice mientras Millie se la tiende.

209
—Eso es lo que consigues cuando huyes de la verdad —dice Millie mientras
empieza a preparar algo en vasos pequeños—. ¿Mis dos niños favoritos quieren
chocolate caliente?
—¡Sí! —dicen los dos niños a la vez.
—No estoy evitando la verdad —murmura Chase sombríamente.
—¿Qué verdad es esa? —pregunto.
—Está loco por Summer —dice Millie—. La mujer, no la estación.
—¿En serio? —Parpadeo sorprendido—. Bueno, es hermosa y simpática. Y una
buena mujer de negocios.
—Eso es lo que he dicho —asiente Millie.
Chase sólo sacude la cabeza y se baja la mano por la cara.
—Que todo el mundo se calle.
—Me gusta la señorita Summer —dice Holly—. Tiene flores bonitas.
Chase mira a Holly con tristeza.
—Tú tampoco.
Antes de que pueda contestar, suena el teléfono de Chase.
—Wilde —responde, y de repente, su cuerpo se tensa, su rostro se queda en
blanco y sé que algo va mal—. ¿Cuándo? ¿Está ahí ahora? Dile que se quede afuera y
que llegaré en tres minutos. Envía refuerzos.
Termina la llamada y me mira.
—Erin está en problemas.
—Tengo a los niños —dice Millie inmediatamente—. Ve.
Mi adrenalina nunca ha sido tan alta mientras salimos corriendo de la tienda y
nos dirigimos al auto de Chase.
—Roger llamó al 911 —dice Chase mientras arranca el motor—. Acababa de
llegar a casa y oyó que alguien gritaba, así que no entró. Miró por la ventana y vio a
un hombre gritándole a Erin.
Mis manos se cierran en puños.
—¿El acosador?
—Es lo único que se me ocurre.
Una furia ciega me recorre.
—Si le ha puesto una mano encima, lo mataré.
—No puedes decirme mierda como esa —murmura Chase con frustración—.
No entramos hasta que lleguen los refuerzos.
—A la mierda.

210
—Escúchame, Rem. Sólo te traje porque sabía que irías por tu cuenta de todos
modos, y porque ella te necesitará, pero yo estoy a cargo aquí, y hay protocolos
cuando se trata de circunstancias como ésta.
—Que se jodan tus protocolos.
—No me hagas esposarte y mantenerte en el auto.
—Me gustaría ver cómo lo intentas. —Lo fulmino con la mirada, pero no se echó
atrás.
—Lo haré. No creas que no lo haré. Si jodes esto, podría afectar toda la
investigación, así que harás lo que yo diga.
Estaciona un par de casas más abajo e inmediatamente corremos hacia la casa.
Roger nos espera en la acera.
—Hay un hombre ahí adentro con Erin —dice inmediatamente—. Le está
gritando cosas sin sentido. Creo que la golpeó.
—No —dice Chase, agarrándome del brazo—. ¿Estás seguro de que la golpeó?
—Sí —dice Roger. Está fuera de sí, temblando de miedo—. Esa pobre chica,
tenemos que entrar y ayudarla. No sé qué haría sin ella.
—Hiciste lo correcto —le asegura Chase—. En cuanto lleguen los refuerzos,
entraremos.
Sin mediar palabra, y con el sonido de las sirenas detrás de mí, me dirijo a la
casa. Que me parta un rayo si dejo que se quede ahí sola mientras un maníaco hace
de las suyas con ella. Podría estar haciéndole cualquier cosa, y no la dejaré allí ni un
segundo más.
Justo cuando atravieso la puerta, veo que levanta el puño y le da un golpe en la
cara.
No me detengo. Corro hacia él, lo derribo al suelo y, con él de espaldas, yo
mismo le doy un puñetazo en la cara.
—¿Te gusta pegarles a las mujeres, pedazo de mierda? —Lo golpeo de nuevo,
satisfecho cuando le brota sangre de la nariz. Los hombres entran en tropel en la
habitación y me apartan de él—. Te acabas de condenar a muerte —grito.
—Para —dice Chase, tirándome del hombro—. Ocúpate de tu mujer y
déjanoslo a nosotros.
—Ella lo quería —grita el idiota—. Ella me ama. Soy su alma gemela, y vamos
a estar juntos para siempre.
—Sáquenlo de aquí —gruño y me agacho junto a Erin.
Está inconsciente y atada a la silla, así que la desato rápidamente, la levanto en
brazos y la acuesto en el sofá.
—Despierta, cariño. —Beso su mano—. Vamos, Doc, tienes que despertarte por
mí.
211 —¡No la toques así! —Lo están llevando fuera, y está luchando por
alcanzarnos—. ¡Quita tus sucias manos de mi mujer!
—Por Dios, voy a darte un puñetazo en la cara si no cierras la puta boca —dice
Chase mientras saca al hombre por la puerta.
—Lo siento mucho —dice Roger mientras pone una pequeña toalla fría en la
frente de Erin—. No sé cómo ese hombre entró en mi casa.
—Es Clay —susurra Erin, y me vuelvo hacia ella aliviado. Está despierta—.
Bueno, estaba haciéndose pasar por Clay. En realidad es Steven, y se hizo pasar por
Clay para poder acercarse a mí.
—Shh. —Vuelvo a besarle la mano—. No hables, cariño. ¿Qué tanto te lastimó?
—Algunas bofetadas en la cara —dice mientras lucha por incorporarse pero
cae en mis brazos, aferrándose a mí, y empiezan a brotar las lágrimas—. Tenía mucho
miedo. Creía que iba a matarme y que no volvería a ver a mi f…f…f…familia, ni a ti ni
a los n…n…n…niños.
—Shh, se acabó, cariño. Se acabó. —La balanceo de un lado a otro mientras
solloza, dejándolo salir todo—. No pasa nada. Estoy aquí.
Sigue aferrada a mí y le beso la cabeza, frotando mis manos por su espalda.
—Vas a ir al doctor —le anuncio, y ella asiente con la cabeza.
—Sí. —Mira a Roger y sonríe suavemente, secándose las lágrimas de las
mejillas—. ¿Fuiste tú quien pidió ayuda?
—Claro que sí. —Roger toma su mano libre entre las suyas—. Lo siento, mi
dulce niña.
—Estaré bien. Al menos ahora lo hemos atrapado. —Me mira de nuevo con esos
ojos verdes acuosos—. Tengo tanto que contaros a ti y a Chase.
—Ya nos contarás —le prometo, aliviado de que parezca estar bien—. Pero
ahora mismo, te voy a llevar al doctor.
Capítulo Veinticinco
Erin
212 —Estoy bien —insisto por sexagésima vez—. No estoy mareada. Sólo me duele
mucho la cabeza.
—Hmm. —La doctora, una mujer hermosa llamada Emily Peabody, no dice
mucho mientras me ilumina los ojos con una luz—. Sigue mi dedo.
Lo hago, y vuelve a decir
—Hmm— y toma notas en su ordenador.
—Doctora Peabody —repito—. Estoy bien. Sólo necesito ir a casa y descansar
un par de días.
—Estoy de acuerdo —dice finalmente, y miro a Remington triunfante.
—Te lo dije.
—Las radiografías no muestran ninguna fractura donde te golpearon. Vas a
tener el ojo morado durante un tiempo, pero se te curará. Sospecho que el trauma
psicológico tardará más. —Se vuelve hacia mí con ojos amables—. Puedo
recomendarte un buen terapeuta si quieres.
—Sí. —Trago con fuerza y agarro la mano de Remington—. Sí, creo que lo
quiero.
Asiente y se levanta.
—Lo escribiré en tus papeles del alta. Toma ibuprofeno para el dolor y
descansa.
—Gracias —decimos Rem y yo al unísono mientras ella sale de la habitación.
—Me diste un susto de muerte —dice Rem mientras se inclina para besarme la
mejilla—. Dios mío, cuando te vi ahí, inconsciente, yo... fue un mal momento.
—Estaba segura de que me mataría —admito suavemente y paso los dedos por
el cabello de Rem—. Sus ojos, estaban locos. No está bien mentalmente.
—Va a volver a la cárcel —dice con seguridad—. Chase tendrá algunas
preguntas para ti.
—Hablaré con él ahora. ¿Dónde está?
—Le dije que esperara hasta que te sintieras mejor.
—Remington. —Pongo los ojos en blanco y me estremezco de dolor—. Tengo
que hablar con él ahora mismo. Iré a su despacho cuando salgamos de aquí.
—Prohibido conducir —anuncia la Dra. Peabody al entrar de nuevo en la
habitación—. Al menos, no por hoy. Deja que tu guapo amigo te lleve. Tómatelo con
calma.
—Gracias. —Me pongo de pie, y Rem desliza su brazo alrededor de mi cintura
para mantenerme firme.

213 Lo cual, ahora mismo, necesito.


—Vámonos —murmuro—. Odio los hospitales. ¿Alguien llamó a mis padres?
—Chase lo hizo —responde Rem—. Me envió un mensaje. Están de camino.
—¿Qué? —Lo miro con el ceño fruncido y siento un gran alivio. Realmente
quiero a mi mamá—. No hace falta que vengan aquí. Estoy bien.
—Tal vez si sigues diciendo eso, te convencerás a ti misma. —Me dedica una
leve mirada—. Están preocupados por ti y quieren verte. Y veo en tu cara que estás
aliviada. No siempre tienes que ser fuerte, ¿sabes? Además, Chase se reunirá con
nosotros en la casa. No irás a su oficina.
—¿Dijo eso?
—No, Yo dije eso. Te llevo a casa, Doc. Sin discusiones.
No tengo ganas de discutir.
—¡Oh, mierda! ¡Los niños! ¿Dónde están los niños?
—Millie se los llevó a casa —dice.
—Okey, bien.
Me lleva hasta la Suburban, me abrocha el cinturón de seguridad y me coloca
en el lado del conductor. La cabeza me da vueltas, así que cierro los ojos y me apoyo
en el frío cristal de la ventanilla.
«Sé que quieres que te lo cuente todo. Pero es más fácil si lo digo una vez,
cuando Chase esté con nosotros. No tengo energía para repetirlo varias veces.
—Está bien —responde y me sujeta la mano. Desde que me desperté en el
salón de Roger, Rem ha tenido su mano sobre la mía de alguna manera. Ha estado
cerca para abrazarme y tranquilizarme, y le estoy muy agradecida—. Sé lo más
importante, y es que estás a salvo.
—Te abalanzas y tomas el control en una emergencia. —Dios, cada parte de mi
cuerpo siente dolor.
Se ríe entre dientes.
—La mayoría de la gente lo llama prepotencia.
—Me gusta que seas protector y que tomes el control en una crisis. Hace calor.
Estaciona para que podamos tener sexo en el auto. —No puedo mantener los ojos
abiertos.
—Por muy tentador que sea, voy a pasar de momento. Aunque lo dejaré para
otro día. Bebé, estás muy cansada. —Me besa el dorso de la mano.
—Nunca me llamas bebé. —Abro un ojo y lo miro—. Como, nunca. Pero creo
que me gusta.
—Me siento especialmente tierno contigo en este momento —admite—. ¿Estás
214 segura de que no deberías estar monitorizada en el hospital durante la noche?
—No me digas que nunca has recibido un puñetazo en la cara.
—He tenido mi parte.
—¿Y pasaste la noche en el hospital?
No dice nada y vuelvo a cerrar el ojo.
«¿Ves? Sólo necesito una siesta y un poco de ibuprofeno. Una parte de mí
piensa que debería llamar a mis padres y decirles que se queden en casa, pero la otra
parte quiere a mi mami, así que no lo haré.
Sale de la autopista y atraviesa el portal, y cuando se detiene delante de la casa,
frunzo el ceño.
—Toda la familia está aquí.
—Eso parece.
—¿Por qué?
Se vuelve y me mira como si de repente fuera estúpida.
—Porque eso es lo que hace la familia, Doc. Están preocupados por ti.
—Eso es muy dulce.
Antes de que pueda subir las escaleras, Rem me recoge y me lleva hasta la
puerta, que abre Millie.
Tiene los ojos enrojecidos e hinchados por el llanto, y tanto Johnny como Holly
la flanquean, con los rostros cubiertos de preocupación.
—Oh, Erin —dice Millie con un resoplido—. ¿De verdad estás bien?
—Estoy bien. —Siento que es la octogésima vez que lo digo—. De verdad, lo
estoy. Sólo tengo un ojo morado. No estoy segura de por qué me carga.
—Porque me hace sentir mejor —responde Remington y me deja en el sofá.
Hay preguntas y caras de preocupación y, finalmente, levanto la mano y todos dejan
de hablar.
—Y porque tienes un moretato —me informa Holly y se sienta en el sofá a mi
lado—. Papá siempre me carga cuando tengo un moretato.
—Es muy amable por su parte. —Le beso la frente y sonrío a Johnny mientras
me observa con preocupación frunciendo el ceño—. Todo está bien, amigo. Luzco
mucho peor de lo que me siento. De verdad.
—Tienes un ojo morado muy feo —dice mientras se acerca, poniéndose justo
delante de mí—. ¿Te duele?
—Un poco. —Trago saliva, deseando tener a mi madre ahora mismo. Le tiendo
la mano a Johnny para consolarlo—. Sé que estás preocupado, pero voy a estar bien.
Johnny se echa a mis brazos y me abraza fuerte.
215 —Te amo.
—Oh, dulce niño, yo también te amo. —Le beso la cabeza y luego la mejilla.
Miro a Remington—. ¿Alguien sabe lo lejos que están mis padres?
—Están en el auto de alquiler, de camino hacia aquí —responde Chase.
—Estás bromeando. Eso fue rápido. —Acepto un vaso de agua de Joy y bebo
un trago mientras Johnny se sienta a mi otro lado—. Te lo contaré todo cuando lleguen
para no tener que repetirlo.
—Es justo —dice Chase, con el rostro sombrío—. Te diré ahora que va a volver
a la cárcel por los cargos originales, pero ahora hemos añadido secuestro,
allanamiento, agresión a un agente y un montón de cosas más. Estará encerrado
mucho tiempo.
—Bien. Eso está bien.
—¿Había un malo? —pregunta Holly con un temblor en su vocecita, y cierro los
ojos. Deseo con todo mi ser que estos dos bebés no tengan que verme así ni oír esta
historia. Los amo mucho a las dos.
—Había un tipo malo, pero tu tío Chase lo atrapó y no podrá volver a hacerme
daño ni a mí ni a nadie. ¿No es increíble?
Frunce el ceño y se arrastra hasta mi regazo, acurrucándose contra mí.
—Lo siento.
—Yo también, cariño. —Le beso la frente y la abrazo, y luego sonrío cuando
Johnny toma mi mano libre entre las suyas. Estos dos pequeños amores significan el
mundo para mí.
John y Brady se pasean por la habitación, y Joy se sienta frente a mí, con el
rostro delineado por la preocupación mientras me observa con los niños.
Finalmente, oigo un auto que se detiene afuera y Remington se acerca a abrir
la puerta.
—¿Dónde está? —Mamá exige—. ¿Erin?
—Todos están en el salón —oigo que responde Remington.
—Oh, mi niña —dice mamá y rompe a llorar de nuevo—. Mi niña.
—Mamá. —Nos abraza a Holly y a mí y vuelvo a echarme a llorar. Todo el miedo
y las emociones de las últimas horas afloran y no puedo controlarlo.
Cuando por fin se me saltan las lágrimas, miro a mi alrededor y veo que todos
me miran, incluidos Holly y Johnny.
—Lo siento. —Me limpio las lágrimas, aspirando un suspiro cuando me froto
demasiado fuerte el ojo herido—. ¡Ay! Okey, Chase, prepara la grabadora porque
estoy a punto de desahogarme. Espera, ¿los niños deberían estar aquí para esto?

216 —Eh, ustedes dos, vamos al establo a ver si convencemos a Lucky para que nos
lleve a todos a montar a caballo —dice Millie.
—Quiero quedarme —dice Johnny, sacudiendo la cabeza y cruzando los brazos
sobre el pecho.
—Hablaré contigo y con Holly más tarde, y les contaré la historia —le prometo,
pasándole la mano por el cabello—. Lo prometo, lo haré. Pero por ahora, tengo que
contárselo a los adultos, y creo que lo mejor es que Holly y tú vayan a divertirse, ¿de
acuerdo? Te amo, amigo. Todo va a salir bien.
Johnny se muerde el labio inferior y parece que va a ponerse terco, pero mira
a su hermana pequeña y asiente a regañadientes.
—De acuerdo. Vamos, Holly.
Holly me abraza fuerte, me besa la mejilla y luego se une a su hermano y a
Millie.
Cuando oigo cerrarse la puerta principal, respiro hondo y lo suelto despacio,
bebo otro sorbo de agua y asiento con la cabeza.
—Okey, estaba trabajando con Millie...

—¡Es el día de mi fiesta de cumpleaños! —anuncia Holly mientras entra


corriendo en mi dormitorio y salta sobre mi cama, todavía con su pijama de
Cenicienta—. ¡Vienen mis amigos y vamos a tener un castillo de verdad!
—Sí, soy consciente —respondo riendo mientras me rodea el cuello con sus
bracitos y me abraza, acurrucada en mi cama. A lo largo de las dos semanas que han
pasado desde el incidente, tal y como lo veo ahora, los niños se han sentido cada vez
más cómodos viniendo a pasar el rato conmigo en mi habitación, sobre todo por las
mañanas—. Yo fui quien ordenó el castillo.
—¿Cuándo llegan tus papás? —pregunta.
—En un par de horas. —Aunque acababan de llegar hace dos semanas, dejaron
claro que no se perderían la fiesta de Holly—. Estarán aquí antes de que empiece la
fiesta.
—Bien. —Se levanta y me acaricia la mejilla—. ¿Erin?
—Sí, amor.
—¿Cuándo crees que estaría bien que te llamara mamá?
Se me para el corazón y se me quiere cerrar la garganta. Dios, lo deseo más de
lo que pensaba. Le sonrío y le retiro el bonito cabello de la mejilla.
—Oh, dulce niña. Eres tan preciosa para mí. Lo sabes, ¿verdad?
—Ajá.

217
—Tal vez sólo necesitamos un poco más de tiempo.
—¿Dónde estás? —Johnny asoma la cabeza y sonríe, luego corre y salta sobre
la cama—. ¿De qué están hablando?
—Quiero llamarla mamá, pero dijo que no.
Johnny me mira con el ceño fruncido y niego con la cabeza.
—No dije que no. Dije que necesitamos más tiempo.
—¿Por qué? —Johnny quiere saber—. Te amamos, y tú nos amas, ¿cuál es el
problema?
—Porque no depende sólo de mí —le respondo y le doy un golpecito en la
nariz—. Pero yo también los amo a los dos. Hablaremos de esto más tarde, ¿de
acuerdo? Hoy tenemos mucho que hacer.
—Mi fiesta —Holly está de acuerdo y sonríe a su hermano—. ¿Estás
emocionado?
—La verdad es que no —dice encogiéndose de hombros, pero veo la emoción
en sus ojos. Por qué los hermanos mayores siempre tienen que hacer pasar un mal
rato a sus hermanos pequeños?
—Erin, ¿me harás las bonitas trenzas de cola de pez en el cabello? —Holly
pregunta.
—Por supuesto.

—Te has lucido con esta fiesta —dice Millie en mientras se reúne conmigo en
la mesa del pastel y el helado—. Los niños se la están pasando en grande. Incluso los
adultos. El pastel estaba deliciosa.
—Debo admitir que fue la primera vez que organizaba una fiesta infantil, y no
lo hice nada mal. —Echo un vistazo y frunzo el ceño cuando veo a Remington
caminando con mi padre—. ¿De qué hablan esos dos?
—No sabría decirte —dice Millie.
—Eso significa que sí lo sabes.
Se ríe y sacude la cabeza mientras Rem se separa de mi padre y se dirige hacia
nosotras.
—No, no lo sé.
—Eres increíble —dice Remington mientras se acerca y rodea mi cintura con
sus brazos—. No recuerdo haber visto nunca a Holly sonreír tanto como cuando vio
que le habíamos comprado su propio caballo para su cumpleaños.
—Para ser justos —respondo—, yo no tuve nada que ver con el caballo. Pero
algo me dice que van a ser buenos amigos.

218 —Mientras los niños juegan —dice Rem—, me preguntaba si podrías venir a
charlar con mi familia.
Millie sonríe y asiente.
—¿Estoy en problemas otra vez?
—No. —Rem se ríe y me besa la mejilla—. Vamos, ya verás.
Me toma de la mano y Millie se une a nosotros, caminando hacia donde están
reunidos los padres y los hermanos de Rem. Me doy cuenta de que hay dos sillas
vacías donde estaban sentados mis padres.
—¿A dónde fueron mamá y papá?
—Están jugando con los niños —dice Joy con una sonrisa invitadora—.
Remington nos estaba hablando de tu idea sobre ese viejo granero en el prado. Lo
mencionó hace unas semanas, en realidad, pero estábamos conversando sobre ello.
—Ah, bien. No intentaba excederme —digo mientras me siento en una de las
sillas vacías—. La idea simplemente se me ocurrió cuando Remington y yo estábamos
por ahí, y se me ocurrió la idea.
—Nos encanta —dice Millie—. Es una gran idea.
—¿En serio? —Sorprendida, enarco las cejas y miro a cada miembro de la
familia—. ¿Les gusta?
—Es una genialidad —confirma Ryan—. Será rentable, al tiempo que
mantendrá parte de la historia de la propiedad. Sólo tenemos una condición.
—¿Qué es?
—Que estás a cargo de supervisar el proyecto. —Remington me sujeta la
mano—. Es tu visión. Por supuesto, todos estamos aquí para ayudar, pero queremos
que sea tu proyecto. Y una vez que esté construido y en marcha, tú serás la directora
general de ese negocio.
Atónita, abro y cierro la boca, pero no sale ningún sonido porque no sé qué
demonios decir a eso.
—De nuevo, podemos ayudar —añade Millie—. Y contratarás personal.
—Pero mi trabajo aquí es cuidar de los niños. —Miro a Remington con el ceño
fruncido—. Son un trabajo a tiempo completo.
—Va a llevar un tiempo construirlo: el paisajismo, los jardines, todo.
Probablemente al menos un año, quizá más. Los niños están en la escuela la mayor
parte del año, ¿recuerdas? —Me sonríe—. No te aburrirás, eso es seguro.
—Piénsalo —dice John amablemente—. No tienes que lanzarte ahora mismo.
Piénsalo un poco.

219 guiño.
—Aquí tendrás a toda una familia para ayudarte —me recuerda Joy con un

—Vaya. —Respiro hondo y lo suelto despacio—. Lo admito, parece un proyecto


muy divertido. Me encantaría hacerlo, pero no tengo experiencia en nada parecido.
Tengo muchos familiares que sí la tienen, y sé que podría consultarlos, pero esto está
muy fuera de mi zona de confort.
—Las zonas de confort son patéticas —dice Brady con una sonrisa—. Me
imagino que, para adquirir experiencia, hay que lanzarse y resolverlo.
—Como dije —añade John—, piénsalo un poco. Ahora, me gustaría ir a ver ese
nuevo caballo.
Todos se levantan y se van a jugar con los niños o a echar un vistazo al caballo,
y yo me quedo sola con Remington.
—No sé si soy realmente la persona que querrías para un proyecto tan grande.
Se acerca con calma para acomodarme el cabello detrás de la oreja.
—Creo que tienes que empezar a darte más crédito a ti misma. Pero si no
quieres hacerlo, no pasa nada.
—¿A quién quiero engañar? Quiero hacerlo.
Me sonríe.
—Me imaginé que lo harías.

—Despierta, Doc. —La voz de Remington es suave y sexy en mi oído,


sacándome del sueño más duro y delicioso que jamás haya tenido—. Tengo que
enseñarte algo.
—¿Qué hora es?
—Es temprano, pero necesito mostrarte algo. Vamos.
Ayer fue agotador. ¿Quién iba a decir que una fiesta de niños podría agotarte
por completo? Siento que podría dormir durante una semana.
—¿Tengo tiempo para hacer pipí y lavarme los dientes? —pregunto mientras
me quito el cabello de la cara.
—Por supuesto —dice y se aleja de mi cama—. Nos vemos en la cocina.
—Oh, una cosa más. —Agarro su camiseta antes de que pueda salir del alcance
de su brazo—. Te amo.
Sus labios se curvan en esa asombrosa sonrisa.
—Lo mismo digo, Doc. Ven, vamos. Vámonos. No querrás perderte esto.

220
Me estiro y me dirijo al cuarto de baño para ocuparme de mis asuntos. Una vez
vestida, encuentro a Remington en la cocina.
Me pasa un vaso de café para llevar.
—¿Vamos a alguna parte?
—No se te escapa nada —dice guiñándome un ojo y sujetándome la mano—.
Vamos. No te voy a decir a dónde vamos. Es una sorpresa.
No tiene que decírmelo. Vamos al lugar especial con vistas a las montañas. No
sé cómo lo sé. Simplemente lo sé.
Y no me equivoco.
Detiene el jeep, se baja, se apresura a abrirme la puerta y, con los cafés en la
mano, me lleva a un pequeño lugar donde ya hay una manta extendida sobre la
hierba.
—¿Cuándo pusiste esto aquí?
—Hace una hora —responde con una sonrisa de satisfacción antes de dar un
sorbo a su café—. Anoche no pude dormir, así que salí para prepararte algo bonito.
—¿Por qué no podías dormir? ¿Qué te pasa? Después de la fiesta salvaje de
ayer, dormí como un muerto.
—No pasa nada. —Me besa los dedos y nos sentamos en la manta, acurrucados.
Mi café está delicioso y el cielo empieza a teñirse de rosa a medida que el sol se oculta
tras las montañas—. Quería estar a solas contigo en un lugar especial antes de que
salga el sol.
«Me alegro de que tus padres vinieran a la fiesta de Holly —dice y da un sorbo
a su café—. Es conveniente que estemos a sólo una hora de vuelo de Seattle. Cuando
hablé ayer con tu padre, me dijo que nunca se perdería la fiesta de cumpleaños de su
nieta.
Las palabras empiezan a calar y dirijo mi mirada hacia la suya.
—Sé que no he tomado mucho café todavía, pero...
—Te amo —me dice con una voz perfectamente calmada. Sus increíbles ojos
están llenos de felicidad y esperanza mientras me mira fijamente—. Nunca creí en el
amor a primera vista, pero te eché un vistazo en aquella cafetería y supe que estaba
perdido. ¿Por qué crees que iba todos los días? Puedo tomar café solo en casa.
Aprieto los labios, decidida a absorber cada palabra y no arruinarlo con
preguntas.
«Ya he hecho lo del matrimonio antes, Erin. —Suspira y me peina el cabello
detrás de la oreja—. No estoy seguro de haber sido bueno en ello. Cometí muchos
errores y a veces es difícil vivir conmigo. Pregúntales a mis hijos.
—No estás vendiendo esto muy bien.
Me toca la punta de la nariz con el dedo y sonríe.
221 —Sé que soy muy exigente. Tengo dos hijos y un rancho que exige mucho de
mi tiempo. Pero quiero hacer una vida contigo aquí. Quiero casarme contigo,
compartir mi casa y mis hijos contigo.
Saca un anillo del bolsillo y me lo ofrece. Es un sencillo diamante solitario, pero
debe tener al menos tres quilates.
—Guau. —El corazón me salta a la garganta y la emoción me inunda.
—¿Quieres casarte conmigo, Erin Montgomery?
Lo miro a la cara y a los ojos, y puedo ver el amor que irradia hacia mí. Y sé, sin
lugar a dudas, que quiero casarme con este hombre y ser la madre de sus preciosos
hijos. Quiero esta vida con él.
—Sin dudarlo. —Desliza el anillo en mi dedo y lo besa—. Te amo a ti, a los niños
y a este lugar más que a nada. Cuando llegué a Montana, estaba muy perdida. No
sabía con certeza lo que quería, ni siquiera quién era. Pero lo encontré contigo, y con
Holly y Johnny. Aquí es absolutamente donde se supone que debo estar. Y los niños
están deseando llamarme mamá, lo que me derrite el corazón cada vez que me lo
piden. Son los más dulces, y los amo con todo mi corazón. No sólo porque son un
paquete contigo, sino por lo que son como personas. Espero que su madre apruebe
que intervenga en su nombre.
Remington traga saliva y asiente.
—Le gustarías, Doc. Y sé que mis hijos están locos por ti porque también me
han estado acosando para pedirte que te cases con nosotros para que por fin puedas
ser su madre.
—¿Así que cediste a la presión de grupo? —Suelto una risita y gimo cuando me
besa, suave y despacio.
Cuando por fin salimos a tomar aire, susurra:
—Mira las montañas.
Giro la cabeza y jadeo. El cielo está ardiendo, en rojo y naranja, mientras el sol
empieza a salir por detrás de las cumbres.
—Es lo más bonito que he visto nunca.
—Me detiene el corazón —asiente, y le dirijo la mirada y me encuentro con que
me está mirando.
—Ahí está ese desmayo otra vez.
—Esto es sólo el principio, Doc. —Me besa la nariz y me acerca más a él, y sé
que esto es sólo el principio de una vida increíble aquí, en las tierras salvajes de
Montana.

222
Epílogo
Chase Wild
223 Odio el 4 de julio. No porque no sea patriota, sino porque, como policía, me
paso toda la semana respondiendo a llamadas de alteración del orden público porque
la gente parece no entender que encender fuegos artificiales es ilegal dentro de los
límites de la ciudad.
A los niños también les gusta meterse en líos en estas fiestas: robar fuegos
artificiales, beber... cualquier problema que encuentren.
Y yo debería saberlo. Hace un tiempo, yo era ese niño.
Acabo de salir de casa de uno de esos adolescentes, que estoy seguro de que
va a estar castigado el resto del verano, cuando recibo otra llamada.
—Wild —digo, respondiendo al despacho.
—Necesito que respondas al cuatro-tres-tres de la Sexta Avenida. Informe de
intento de robo.
—En camino, a dos minutos —respondo y toco la sirena. Conozco esa casa.
Ahí es donde vive Summer Quinn.
Me detengo, me apresuro hacia la puerta principal y llamo al timbre. Cuando
Summer la abre, sus ojos azules están llenos de lágrimas.
—Oh, Dios, Chase —resopla y se seca una lágrima—. Alguien intentó entrar en
mi casa.
—Cuéntame lo que pasó.
—Oí a alguien sacudiendo el picaporte de mi puerta. —Señala la puerta
principal—. Así que tomé mi pistola y les grité.
—Espera, ¿qué?
—No soy una víctima —dice y endurece la barbilla. Jesús, está preciosa con
esas lágrimas en sus ojos azules y a la vez siendo una fiera—. Los asusté.
—¿Tienes cámara en tu porche?
—No. —Su cara se arruga de nuevo—. La instalaré por la mañana, seguro.
Probablemente sean sólo niños, ¿verdad? Porque Bitterroot Valley es muy seguro.
Nunca he oído de nadie sufriendo un allanamiento de morada por aquí, y he estado
aquí durante casi cinco años.
—No pasa a menudo —le aseguro—. Y sí, probablemente eran niños.
No estoy tan seguro, pero no hay razón para asustarla aún más de lo que ya
está.
—¿Te parece bien quedarte aquí esta noche? Buscaré huellas y echaré un
vistazo fuera, pero sin vídeo, no sé cuánto puedo hacer.
Summer traga saliva antes de asentir.
—Puedo quedarme con un amigo esta noche.

224
Casi le digo que puede quedarse en mi casa, pero me abstengo.
—No te preocupes —le aseguro—. Todo va a salir bien.
«Estás segura. —Le doy una palmadita en el hombro, y se encoge visiblemente
fuera de mi alcance. Me pregunto quién le hizo daño, y también me dan ganas de
darle un puñetazo en la cara—. Recoge tus cosas, y yo buscaré esas huellas.
—Gracias —Moquea de nuevo y parece que quiere decir algo más, pero luego
cambia de opinión—. Gracias.
Me ofrece una sonrisa valiente y se da la vuelta para ir a recoger sus cosas.
Estoy decidido a conocer a Summer. Porque por mucho que se lo niegue a mi
hermana, me siento atraído por ella, y no puedo quitarme las ganas de estar con ella.
Summer Quinn es irresistible.
No sé quién querría entrar en su casa, pero llegaré al fondo del asunto. Estoy
decidido a mantenerla a ella, y a Valle Bitterroot, a salvo.

FIN
Chasing Wild
The Wilds of Montana #2
225

De la autora de bestsellers del New York Times, Kristen Proby, nos llega un nuevo
romance entre amigos y amantes en una pequeña ciudad.

La vida de Summer Quinn cambió hace cinco años, cuando descubrió a su novio
y a su mejor amiga juntos en la cama. Se marchó en silencio, dejando a ambos como
fantasmas, y nunca miró atrás. Llegó a Bitterroot Valley buscando un nuevo comienzo,
y eso es exactamente lo que consiguió.
Tras comprar la florería local a su excéntrica tía y reencontrarse a sí misma en
el absoluto deleite que supuso para la comunidad, Summer se siente bienvenida y
segura en su nuevo hogar.
Pero han empezado a ocurrir cosas. Al principio, podía tomárselo como mala
suerte, o que los niños causaban problemas. Pero entonces la mala suerte se convierte
en incidentes graves que ponen en peligro su vida y que no puede ignorar.
Bitterroot Valley es el pueblo de Chase Wild. Su familia se estableció en la zona
hace casi ciento cincuenta años y, como agente de policía, Chase se enorgullece de
mantener la seguridad de su comunidad. Claro que le ha echado el ojo a la preciosa
florista desde que se mudó al pueblo, pero ha mantenido con ella una relación
estrictamente profesional.
Ahora, alguien intenta asustar a Summer. Ella afirma que no sabe por qué, pero
Chase está decidido a llegar al fondo del asunto y expulsar el peligro de su ciudad. A
medida que pasa el tiempo, y cuanto más conoce a Summer, más difícil le resulta
mantener las manos alejadas de la bella mujer. Con su creciente conexión, se está
enamorando de ella y hará lo que sea para mantenerla a salvo.
A medida que Chase descubre la verdad sobre quién amenaza a Summer, ¿será
capaz de protegerla y resistirá su amor los retos que se avecinan?

226 Chasing Wild es una novela romántica contemporánea independiente, y el


segundo libro de la pintoresca serie Wilds of Montana.
Acerca de la Autora
227

Kristen Proby es una autora superventas del New York Times, el USA Today y
el Wall Street Journal, con más de setenta títulos publicados. Debutó en 2012
cautivando a sus seguidores con romance contemporáneo picante sobre familias y
amigos con mucho amor desgarrado. También escribe romance paranormal y te
sugiere que mantengas las luces encendidas mientras lo lees.
Cuando no está trabajando, a Kristen le gusta pasar tiempo con su marido y sus
bebés peludos, montar en bicicleta, relajarse bordando, probar suerte con la pintura
y, por supuesto, disfrutar de su hermosa casa en las montañas de Montana.
228

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