Ojo de Halcon
Ojo de Halcon
Ojo de halcón
by Cassisins
Summary
Aemma observaba en trance las llamas que consumían el cuerpo de su esposo. Viserys
había fallecido por una enfermedad del estómago.
Ella estaba embarazada y era el honor del príncipe Baelon lo que evitaba su rápida
destitución y despido. El Consejo no fue lento a la hora de acudir al rey para que se
nombrara un nuevo heredero aparente, sin embargo, el Viejo Rey escuchó a su hijo sobre
los lores y decidió esperar al alumbramiento de Aemma.
Notes
Aemma observaba en trance las llamas que consumían el cuerpo de su esposo. Viserys había
fallecido por una enfermedad del estómago; dos días había estado sufriendo de un dolor
indescriptible hasta que el Extraño finalmente lo tomó.
Ella le había tenido cariño a su primo, él había sido gentil y amable con ella, pero el amor
verdadero no había logrado surgir en su corazón. Viserys nunca se lo dijo con palabras, pero las
miradas y las expresiones decepcionadas cada vez que abortaba, especialmente esa vez que su
precioso Maekar falleció en la cuna, le decían todo a Aemma.
¿Cómo podía una niña de trece onomásticos cumplir exitosamente con su deber?
Tenía once onomásticos cuando se convirtió en princesa, en una esposa. Su sangre mitad valyria le
había ganado el honor de ser una futura reina consorte, de ser la madre de un futuro rey.
Honor.
Pero era el honor lo que la mantenía en su posición, lo que aseguraba su lugar en la Fortaleza Roja.
Aemma estaba embarazada y era el honor del príncipe Baelon lo que evitaba su rápida destitución
y despido. El Consejo no fue lento a la hora de acudir al rey para que se nombrara un nuevo
heredero aparente, sin embargo, el Viejo Rey escuchó a su hijo sobre los lores y decidió esperar al
alumbramiento de Aemma. Con suerte, un príncipe sano y fuerte nacería.
Y con suerte, ese príncipe viviría y Aemma podría permanecer como una princesa viuda el resto de
sus días.
Ella no tenía grandes ilusiones respecto a eso. Había sido vendida fácilmente por su padre, cuanto
más fácil sería para el rey venderla a alguna Casa conveniente.
Sinceramente, lo único que deseaba era que su hijo naciera sano y sobreviviera hasta la edad
adulta. Y más que esperar un varón que se convirtiera en rey, no quería una niña que fuera tratada
indiscriminadamente como Aemma lo había estado siendo la mayor parte de su vida.
Si tenía una princesa, sería intercambiada por una flota o una armada, enviada lejos para tener un
bebé tras otro.
La Corona tenía al príncipe Daemon, por lo que no había pérdida para ella.
—Todo estará bien, niña, cuidaré de ti y de mi nieto —el príncipe Baelon la confortó.
—En nombre de mi hermano, te protegeré a ti y al niño que llevas dentro —agregó su buen
hermano.
¿Y si es un varón? ¿Lo protegerás o querrás deshacerte de él?, pensó sin apartar la mirada del
fuego.
Después de dolorosas horas de parto, finalmente estaba acunando en sus brazos a su hijo, al
príncipe Rhaegar Targaryen.
Distantemente escuchó a la reina Alysanne ordenar a alguna sirvienta que informaran al rey y al
príncipe heredero.
—Es hermoso, Aemma —susurró Gael, acercándose para ayudarla a recostarse más cómoda contra
las almohadas —. Gracias a las Llamas se parece a ti y no a mi difunto primo.
—No hables mal de los muertos —dijo, pero miró a su joven tía con diversión a través del
cansancio.
La risa que brotó de ella le causó un poco de dolor en el vientre, pero hizo a Rhaegar abrir los ojos.
—Son los ojos de mi madre —Gael acarició gentilmente una mejilla regordeta del recién nacido
—. Mi padre estará complacido.
—Tanto que, con suerte, se olvidarán de encontrarnos un marido por un tiempo más.
No podía confiar su destino a los dioses, no podía dejar las cosas a la suerte. Ella debía ser
inteligente y actuar en consecuencia, sobre todo ahora que no era sólo ella.
La búsqueda de marido para las princesas solteras duró hasta el primer onomástico de Rhaegar.
Varios lores habían solicitado la mano de Aemma. Tener hijos que fueran medios hermanos del
futuro rey era demasiado bueno para dejarlo pasar. Sin embargo, esa ambición sin adulterar era lo
que mantenía a Aemma a salvo.
El príncipe Baelon usaba ese argumento cada vez que la reina mencionaba las posibilidades
matrimoniales de Aemma y el rey, que priorizaba la seguridad interna de la familia real sobre
alianzas medianamente convenientes, lo escuchaba.
Aemma no entendía la urgencia de la reina por casarla, ni la facilidad con que entregó a la princesa
Maegelle a la Fe mientras se aferraba fuertemente a Gael. Sin embargo, la reina no era tan fría pues
se ablandaba cuando Aemma expresaba su preocupación por separarse de su hijo, mientras
aseguraba que estaba dispuesta a cumplir su deber con la Corona en cuanto Rhaegar fuera lo
suficientemente mayor para estar sin ella.
Daemon, por su parte, no sorprendió a nadie cuando se ofreció como esposo de Aemma. La sangre
Targaryen estaría a salvo, Rhaegar también y una hija que naciera de la nueva unión podría casarse
con él, sólo tenían que anular su matrimonio con su Perra de Bronce; era lo que había dicho.
Y ya que Aemma seguía a salvo, la atención se dirigió a Gael –para la gran molestia disimulada de
la reina.
Todos lo eran, incluida Aemma, pero ella no tenía la vida de sus parientes en sus manos.
— ¿Por qué una Casa menor? Si lo que la Corona quiere es una alianza con el Norte, ¿no sería más
beneficioso y acorde al título de Gael que se case con la Casa Stark?
El rey y la reina estaban contemplando de nuevo un matrimonio con la Casa Manderly, como una
reparación o la manera de finalmente cumplir el trato que habían hecho años atrás por la mano de
la princesa Viserra.
—Cuando se hizo el arreglo la primera vez, el heredero de Lord Stark ya estaba casado y ya no
tenía más hijos, sólo hijas. Casa Manderly también es rica por su comercio y poseen la única flota
del Norte —explicó su buen padre mientras jugaba con Rhaegar cerca de la chimenea encendida.
—Pero no es tan rica como Casa Velaryon —Gael levantó la vista de su bordado.
—Es verdad, sin embargo sigue siendo una Casa noble norteña —el príncipe se distrajo cuando
Rhaegar intentó gatear hacia las llamas.
Su hermoso niño estaba fascinado por el fuego y parecía encontrar consuelo en su calor. Cuando se
molestaba y lanzaba rabietas, y no estaban Aemma, Gael, Daemon o el príncipe Baelon cerca, las
niñeras descubrieron que se calmaba cuando lo arrullaban cerca de la chimenea encendida.
Amanda, la hermana de Aemma y su dama de compañía principal, fue más rápida que el príncipe y
atrapó a Rhaegar. Le hizo cosquillas en la barriga, sacando una risa encantada del bebé, y lo
entregó al abuelo que lo regañó cariñosamente, quien a su vez le hizo promesas de llevarlo pronto
a visitar a Syrax.
El dragón de su bebé había eclosionado en su cuna a las pocas lunas de nacido. Eso había sido
fuente de orgullo para todos los Targaryen. Daemon había estado especialmente presumido porque
había sido él quien escogió el huevo de su sobrino, aunque la reina había estado igual o más
contenta porque el huevo provino del último embrague de Silverwing.
Había sido la Buena Reina quien nombró al dragón y también quien la apodó la Reina Dorada
como una referencia a su propia Reina Plateada.
—El Lord Stark actual está soltero y es más joven que el heredero Manderly —compartió una
mirada con Gael, ya habían hablado al respecto cuando su tía se acercó preocupada por su posible
matrimonio —. Casa Stark no es tan rica, pero su reputación es impecable. Además, su sangre es la
más pura y antigua de todo Westeros, fueron reyes durante milenios.
Benjen Stark acababa de enviudar, su esposa había fallecido durante el parto y, lamentablemente,
su bebé, una niña, había fallecido con ella. Cuando el luto terminara, Lord Stark empezaría a
buscar una nueva esposa. Los norteños evitaban casarse con sureños tanto como les era posible,
pero una princesa Targaryen no era cualquier sureño.
Además, Lord Manderly era un anciano que estaba aferrado a su asiento, Desmond Manderly sería
igual de anciano cuando tomara su señoría. Sin mencionar que también era viudo y ya tenía su
propio heredero.
Una vez más, Aemma no comprendía qué criterios aplicaba la reina para arreglar los esponsales.
—También posee la mayor parte del territorio del continente y mi dote podría ayudarla a florecer
—Gael intervino, mirando con seriedad a su hermano —. Y un Norte fuerte será un apoyo fuerte
para la Corona. Casa Manderly es un abanderado leal de Casa Stark, su flota está a su disposición.
—Hermano, sabes que un matrimonio con Casa Manderly no es tan conveniente en comparación
con uno con una Casa Guardiana. También me gustaría que mi esposo no me doble la edad ni me
aplaste en el lecho.
La septa de Gael la reprendió, escandalizada. Aemma escondió una risa detrás de su taza de té,
Amanda no fue tan rápida y el príncipe Baelon no se molestó en ocultar su diversión. Rhaegar, que
adoraba a su abuelo, se echó a reír también.
—Sé lo que están haciendo, niñas —dijo su buen padre cuando cesó su risa —. No puedo prometer
los resultados que buscan, pero hablaré con el rey.
Lord Stark, precavido por lo sucedido a su primera esposa y tomando en cuenta la juventud de
Gael, decidió esperar que su princesa madurara más.
A los dieciocho onomásticos, Gael alumbraría al heredero del Norte, Rickon Stark.
…
El año que Rhaegar cumplió siete onomásticos, fue el año que el príncipe Baelon falleció.
Un brote de viruela acabó con una sexta parte de los habitantes de Westeros.
Al año siguiente, la reina Alysanne, devastada por la muerte de la mayoría de sus hijos, falleció
también.
Y fue ese año que la sucesión fue puesta en duda por varios lores preocupados porque el heredero
de un rey anciano y enfermo era un niño pequeño.
Amanda le había hablado sobre susurros que apuntaban a Daemon como el artífice del nuevo
dilema.
—Daemon está tan interesado en el Trono de Hierro como en Lady Royce —la septa Maegelle
desestimó.
Ella, que había acompañado a la reina Alysanne durante su último año de vida, permaneció en la
Fortaleza Roja a pedido de Aemma. Se había encariñado con ella y había encontrado confort en su
compañía, uno que no había sentido desde la partida de Gael al Norte.
Aemma tenía a su hermana y su hermano, Yohn que era su escudo juramentado, pero había
descubierto que había verdad en que existían lazos que sólo se podían compartir con aquellos con
sangre de dragón. La prueba estaba en el rey, quien aceptó la petición de Aemma sin necesidad de
insistir y que solicitaba la compañía de su única hija cercana para compartir una comida al menos
tres veces a la semana. Él también convirtió en un evento común romper el ayuno conjunto con su
hija, sus nietos y su bisnieto.
—Es demasiado activo, se volvería loco siempre sentado en el Consejo o presidiendo la Corte.
Daemon le había confiado una vez, lunas después del funeral del príncipe Baelon, cuando fue un
asunto privado entre el rey y la reina la discusión sobre la sucesión, que no tenía intención de
convertirse en rey. Viserys había sido el heredero de su padre, Rhaegar era el heredero de Viserys,
algo que el príncipe Baelon también había apoyado, por lo que Daemon respetaría el derecho y el
deseo.
El amor y respeto de Daemon Targaryen por su padre, el difunto Príncipe de la Primavera, era
indiscutible. Aemma podía confiar en eso.
—Si tienes algo que decir al respecto, dilo, no sólo me veas así —el rey dejó de lado su plato, casi
intacto. Había perdido el apetito tras la acalorada discusión con Daemon, quien aprovechó la
mañana para despotricar contra Otto Hightower.
El caballero de Oldtown había ascendido más allá que lo que cualquier otro segundo hijo había
logrado en años, si es que nunca. El rey, que no daba explicaciones, lo había elegido como su Mano
de entre todos los lores capaces y con mayor estatus que habían salivado por el cargo tras el
fallecimiento del príncipe Baelon.
Otto Hightower tenía una buena mente, fue el único comentario del rey al respecto.
La decisión no había molestado sólo a los nobles y a Daemon, quien no soportaba al caballero
porque estaba seguro que era una serpiente buscando su propio beneficio a costa de la familia real
–que bueno, ¿no era así la mayoría, si no todos, de los nobles?–, sino también a la difunta reina
Alysanne.
Ella había discutido con el rey sobre su decisión, aludiendo a que hubiera nombrado como Mano a
Daemon o a Lord Corlys Velaryon, para entrar en las buenas gracias de la princesa Rhaenys, o,
finalmente, a algún lord de renombre.
Aemma, a decir verdad, no había pensado demasiado sobre Otto Hightower. Los hombres
ambiciosos abundaban, no había sorpresa en sus motivaciones y movimientos. Además, el rey se
mantenía fuerte físicamente y no dependía de su Mano para todo; aceptaba los consejos, pero al
final su criterio prevalecía.
Sin embargo, Aemma entró en alerta cuando los hijos de Otto Hightower llegaron a la capital y el
hombre hizo todo lo posible por acercarlos a Rhaegar. El príncipe necesita compañeros de su edad,
decía, mi hijo Gwayne es bastante capaz y puede seguir a Su Alteza en su entrenamiento. En
cuanto a su hija, Alicent es joven, pero una dama gentil y obediente, servirá bien a la princesa
Aemma.
No se tenía que ser especialmente inteligente o astuto para darse cuenta que Otto Hightower quería
comprometer a su hija con Rhaegar.
Su hijo necesitaba una novia fuerte y el rey tampoco estaba interesado en comprometerlo con una
dama que no aportaba nada a la Corona. La niña ni siquiera provenía de la línea principal de su
Casa y su dote sería prácticamente inexistente. Además, la sangre de dragón debía conservarse lo
más pura posible; podría haber excepciones si la prometida fuera una princesa de Dorne o una
dama de una Gran Casa, pero entonces la siguiente generación tendría que casarse sólo con alguien
de sangre valyria.
Lo más seguro era que Rhaegar se casara con Lady Laena Velaryon o con una dama Stark si Gael
tuviera niñas en los próximos años.
—No entiendo, abuelo, ¿por qué darles ese poder a los nobles? ¿No sentaría un precedente
permitirles opinar sobre la sucesión? —Aemma preguntó finalmente.
—Es verdad. Ahora puede ser una excepción, ¿pero qué los detendrá en el futuro de inmiscuirse en
la Casa Targaryen? Darles la oportunidad ahora los hará pensar que pueden volver a hacerlo —
opinó Maegelle.
El rey las miró atentamente, su rostro no reveló nada de lo que estuviera pensando.
Maegelle arrugó ligeramente la nariz de esa forma en que hacía siempre que evitaba mostrar una
burla.
—Suena como si mi hermano lo hubiera sugerido simplemente para que lo dejaras en paz, padre.
—Y si tu Consejo estuvo de acuerdo es porque así les conviene —comentó Aemma con suavidad.
—He pensado anticipadamente lo que me han dicho —el rey informó con seriedad.
— ¿Entonces por qué has entretenido esta farsa, abuelo? —Daemon no logró mostrar su ceño
fruncido porque Rhaegar lo hizo reír cuando lo atrapó robando higos de su plato.
—Rhaegar es muy joven y yo envejezco cada día, temo que el reino caiga en el caos si fallezco
antes de que él sea mayor de edad.
Hubo silencio por un momento, los adultos sintieron el peso de esa verdad.
— ¡Crezco rápido! —Rhaegar no tuvo el mismo problema —. Gran abuelo, no te preocupes —su
precioso hijo bajó de su asiento y se acercó al rey, tomando una mano arrugada y sonriendo con
dulzura, pero con ojos serios.
Rhaegar era pequeño, pero era bastante observador y empático. Él era lo suficientemente
consciente para entender la gravedad de lo que estaban hablando.
El rey, que era inauditamente suave con su pequeño heredero, le sonrió con indulgencia y atrajo a
Rhaegar a su costado, abrazándolo con un brazo.
—Además, ¿quiénes serían los contendientes? ¿Rhaenys y Laenor? ¿Yo? —Daemon frunció el
ceño.
Gael había enviado un cuervo al rey, después de que Aemma le escribiera para informarle lo que
estaba pasando, asegurando que los Stark no estaban interesados en pelear la sucesión a través de
la sangre de Gael. Vaegon había rechazado al rey de inmediato y sólo los dioses sabrían si la
princesa Saera tenía hijos para disputar un reclamo.
—Corlys Velaryon es ambicioso, una de las razones por las que no quieres a Rhaenys en el Trono
—la otra era por su género, pero Daemon sabía que sería de mal gusto mencionarlo —. Y yo
llevaría el reino a un destino de sangre y destrucción, como la asquerosa serpiente que llamas tu
Mano te ha dicho incansablemente.
Y una de las razones por las que Otto Hightower no había estado de acuerdo con celebrar un Gran
Consejo. No le convenía. ¿Qué sería más fácil, manipular a un niño, a Daemon o a los Velaryon?
Aemma esperaba que el rey sobreviviera hasta la adultez de Rhaegar, pero si no, Otto Hightower
nunca pondría sus manos en su hijo, ella se aseguraría de eso. Tan segura como estaba de luchar
por la herencia de Rhaegar. Lo sentía por la princesa Rhaenys, pero la única manera en que
Rhaegar y Aemma estuvieran a salvo, de que prosperaran y sus vidas dejaran de estar en las manos
de otros, era que Rhaegar se convirtiera en rey.
—Todavía tienes varios años adelante y si lo peor pasa, Rhaegar nos tendrá a nosotros tres para
protegerlo y guiarlo —Maegelle colocó una mano sobre la libre de su padre.
—También contaremos con Consejeros de confianza, como Lord Beesbury y Lord Strong —
agregó Aemma, sin molestarse en ocultar su pobre consideración respecto al resto.
El rey simplemente los miró pesadamente por un tiempo que se sintió interminable. No volvió a
hablar al respecto y, en cambio, centró su atención en Rhaegar. Ella tampoco volvió a tocar el
tema, no quería arriesgarse a caer de la gracia del rey.
Aemma supuso que el rey no esperaba mucho de ellos, especialmente de dos mujeres sin, siquiera,
un dragón.
El rey reafirmó ante la Corte –y envió edictos a cada rincón del reino para que quedara constancia–
a Rhaegar como su heredero directo.
Entonces hicieron el funeral y, a su término, mientras Daemon se unía a los lores en el Consejo
para discutir los siguientes pasos a tomar, Aemma, Gael y Maegelle se vincularon con dragones.
…
Aemma tenía cuatro jinetes de dragón a sus espaldas y ella misma se había unido a Vhagar.
También contaba con el apoyo del Valle, del Norte, de los Velaryon y de Dorne.
Destituyó a Otto Hightower como Mano del Rey y lo envió, con todo e hijos, de regreso a
Oldtown; en su lugar nombró para el cargo a la princesa Rhaenys.
Corlys Velaryon no estaba satisfecho, quería a su hija como reina, pero Aemma fue inamovible.
Sin embargo, aludió a un posible compromiso entre sus futuros nietos. La sangre valyria debería
mantenerse lo más pura posible, después de todo.
No hizo promesas ni lo oficializó, ya había tomado demasiadas decisiones por Rhaegar y estaba
decidida a no cruzar más la línea.
No lo obligó a ningún compromiso nuevo. Daemon podía relacionarse con todas las putas que
quisiera en tanto mantuviera sus asuntos menos que ideales lejos de la Fortaleza Roja,
especialmente de Rhaegar, quien atravesaba su etapa de adoración al héroe. Y ese héroe era
Daemon.
…
Gobernados por mujeres, qué tontería, qué desgracia, se lamentaban muchos a lo largo y ancho
del reino.
¡Larga vida a la princesa Aemma! ¡Larga vida a la princesa Rhaenys! ¡Larga vida a la septa
Maegelle!, alababan el resto, sobre todo los plebeyos.
La caridad les había ganado el amor de muchos, la mano de hierro con que Aemma y la princesa
Rhaenys administraban el reino les ganó el respeto de otros, y el constante mejoramiento y
enriquecimiento al que estaban llevando a los Siete Reinos les ganó la admiración de algunos más.
Aemma había pasado todo su tiempo en la Fortaleza Roja en silencio, mansa como un cordero,
pero ella había observado y escuchado. Durante años vivió con el Conciliador y la Buena Reina,
habría sido un desperdicio que no aprendiera nada de ellos.
Con el paso de los años, Aemma vio a su hijo crecer rodeado de familiares.
Lo vio ser gentil y encantador con sus tías y primas, lo vio meterse en problemas con sus primos y
lo vio convertirse en un hábil jinete de dragón.
Lo vio volar a la guerra en los Peldaños de Piedra, donde hizo que Syrax lloviera fuego contra sus
enemigos junto a Caraxes.
Lo vio ser coronado y ascender al Trono de Hierro, desde donde él la nombró solemnemente como
Reina Madre.
Lo vio casarse con la princesa Martell, luciendo en paz y cariñoso –Aemma se había asegurado de
que Rhaegar y la princesa Morgan pasaran tiempo juntos desde que su compromiso fue pactado, no
quería que llegaran al altar como desconocidos; si el amor no nacía entre ellos, la amistad sí.
Lo vio cambiar la ley de sucesión al Trono de Hierro para que la herencia fuera por orden de
nacimiento y no por género.
Y finalmente lo vio convertirse en abuelo; lo vio acunar a su primera nieta, la futura primera reina
gobernante de los Siete Reinos.
Vigilada por sus nietos y bisnietos, Aemma falleció mientras dormía, en paz y arrullada por el
canto de los dragones —los humanos y las bestias.
Rodeada de amor.
Satisfecha con su vida.
Sin remordimientos.
End Notes
2. No hubo más mención de los Hightower porque sin Viserys, ellos en realidad son
irrelevantes. Y ya que Otto no tenía relación con la Casa Targaryen, no tenía los medios
para intentar hacer cualquier cosa.
3. Aemma fue paciente, silenciosa y observadora como una verdadera ave de caza.
Ella también fue despiadada -de una manera tranquila,-, por eso pudo vincularse a Vhagar.
4. Tal vez Daemon tuvo menos caché, pero sin Viserys tratándolo como una molestia y con
su padre habiendo vivido un poco más, además de que era escuchado por el resto de su
familia, no tenía razones para ser excesivamente incontrolable.
Pudo casarse con Laena o con alguien más, tal vez permaneció soltero, contento de apoyar
a Rhaegar, a quien amaba como a un hijo.
5. Rhaegar y Morgan Martell tuvieron a sus hijos canónicos, incluida Visenya; puede que
con sus nombres canónicos (sugeridos por sus tíos Velaryon) o con otros.
Así, Jacaerys fue rey después de Rhaegar, y su hija fue reina después de él.
Lucerys se convirtió en Lord Arryn.
Y el resto de los niños y niñas heredaron señorías nuevas, o se convirtieron en Guardias
Reales, o en Consejeros, o en viajantes o conquistadores.
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