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Foucault: Ética y Cuidado de Sí

El documento explora la hermenéutica de Foucault, centrándose en la relación entre el sujeto y la verdad a través de la problematización y las tecnologías del yo. Se discute cómo la ética y el cuidado de sí mismo son fundamentales para la transformación personal y la búsqueda de la verdad, destacando la importancia de la reflexión y la autoexaminación. Además, se aborda la ética formal, que enfatiza la acción moral por deber, independientemente de los resultados o fines, y su papel en la vida humana.

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Foucault: Ética y Cuidado de Sí

El documento explora la hermenéutica de Foucault, centrándose en la relación entre el sujeto y la verdad a través de la problematización y las tecnologías del yo. Se discute cómo la ética y el cuidado de sí mismo son fundamentales para la transformación personal y la búsqueda de la verdad, destacando la importancia de la reflexión y la autoexaminación. Además, se aborda la ética formal, que enfatiza la acción moral por deber, independientemente de los resultados o fines, y su papel en la vida humana.

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LA HERMENEUTICA DE FOUCAULT

Foucault emprende un recorrido histórico más amplio para remarcar las


discontinuidades en los modos de pensar la relación entre los sujetos y la verdad.
El hilo conductor de este recorrido está dado por la idea de problematización. Esta
idea permite articular el análisis de las prácticas de una cultura en torno al
lenguaje con el que se señalan los problemas que es preciso resolver.

Foucault ha insistido en interrogar los modos de vinculación entre sujeto y


discurso, o, más precisamente, entre la inquietud subjetiva por la verdad y la
necesidad de contar con lenguajes con los que sea posible responder seriamente
a esta preocupación. A través de sus textos se dibujan escenas que nos permiten
comprender distintivamente los modos en que se ha tratado la relación consigo
mismo en diferentes momentos de la cultura occidental. Estas escenas muestran
cómo, en torno a la 'preocupación de sí', se articulan un conjunto de técnicas a
través de las cuales se impone a los individuos ciertas 'obligaciones de verdad'
que son vividas como esenciales para la constitución y transformación de uno
mismo.

Foucault señala los mecanismos a través de los cuales la preocupación de sí


adopta las reglas de un discurso que exige producir un distanciamiento en el
movimiento mismo del lenguaje, el cual hace posible la relación reflexiva consigo
mismo. Desde diversas aproximaciones plantea el problema de la objetivación de
lo humano en el contexto epistémico de las ciencias del siglo XIX y, después de
haber analizado intensamente los mecanismos de saber-poder que en una
sociedad disciplinaria conforman dispositivos de producción subjetiva, subraya
especialmente el modo en que la relación entre sujeto y verdad se inscribe en el
territorio regulado por una 'voluntad de saber' que parece arrebatar toda inquietud
de subjetivación.

La relación con la verdad se impulsa en la sospecha respecto de la propia


experiencia y la inquietud por saber de sí toma la figura de una hermenéutica del
sujeto: el lenguaje con el que los individuos significan e interrogan sus motivos,
sus deseos, pasa a ser objeto de desciframiento de otro lenguaje capaz de
articular epistemológicamente los códigos interpretativos; las decisiones con las
que se impulsa el movimiento del hacerse, y en relación a las cuales los individuos
quieren interrogarse, son fijadas en su calidad de representaciones y sospechadas
en sus enunciaciones. Se produce entonces un efecto de extrañamiento en la
relación consigo mismo: la inquietud por la verdad ya no es pulsión sino
suspensión de un movimiento subjetivo que sólo volverá a habilitarse con las
garantías de un discurso criterial capaz de legitimarlo.
La ética como práctica reflexiva de la libertad ha girado en torno a este imperativo
fundamental: "ocúpate de ti mismo" Ciertamente, uno no puede ocuparse de sí
mismo sin conocerse. El cuidado de sí es sin duda el conocimiento de sí –es el
lado socrático-platónico-, pero es también el conocimiento de un cierto número de
reglas de conducta o de principios que son a la vez verdades y prescripciones.
Ocuparse de sí es equiparse de estas verdades: es ahí donde la ética está ligada
al juego de la verdad".

La tarea de "conocerse a sí mismo" no puede pensarse aisladamente; es un


momento del "ocuparse de sí mismo". Y estos dos imperativos se traducen en una
serie de actividades que conforman lo que Foucault denomina 'tecnologías del yo'.

Sin duda, el recurso a la escena antigua le permite producir una inversión: a


diferencia de las tecnologías de saber-poder que en la cultura moderna insisten en
inscribir la preocupación por uno mismo en procesos de conocimiento, las
tecnologías del yo localizan el esfuerzo de conocer en el medio de una serie de
prácticas que "permiten a los individuos efectuar, por cuenta propia o con la ayuda
de otros, cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos,
conducta, o cualquier forma de ser, obteniendo así una transformación de sí
mismos con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad, pureza, sabiduría o
inmortalidad"10.

En esta peculiar interrelación de saber y cuidado de sí, las cuestiones que se


plantean son al mismo tiempo más próximas y más complejas que las que se
podrían enunciar desde el punto de vista del sujeto epistémico. Básicamente, las
tecnologías del yo responden a la preocupación subjetiva por alcanzar un saber
que satisfaga la inquietud por trabajarse a sí mismo; pero este saber no se
corresponde con el orden discursivo de una teoría cuyas hipótesis interpretativas
ostentan validez al margen del lenguaje siempre singular de la preocupación de sí;
el saber se edifica en un gesto de apropiación que no apunta a nada exterior a la
dinámica en la cual la relación consigo mismo va produciendo subjetividad.

El cuidado de sí solicita un movimiento reflexivo sobre sí mismo; continuamente se


requiere un autoexamen, una revisión de los modos con los que se ha intentado
orientar la conducta; pero, a diferencia de lo que señalábamos a propósito de la
hermenéutica del sujeto, no se trata de desentrañar faltas y motivos a nivel de
responsabilidades y sentimientos profundos; lo que se busca no es revelar algo
que pudiera estar oculto sino simplemente examinar lo acontecido a nivel del
comportamiento para pulir sus formas, sus procedimientos. Es decir, el yo "no es
el punto de partida en el proceso de desciframiento sino el punto donde las reglas
de conducta se reagrupan en la memoria. El sujeto constituye la intersección entre
los actos que han de ser regulados y las reglas sobre lo que ha de hacerse"11.
En el devenir mismo de estas prácticas de sí surgen entonces preguntas tales
como « ¿qué hacer de sí mismo? ¿Qué trabajo operar sobre sí? ¿cómo
gobernarse ejerciendo acciones en las que uno mismo es el objetivo de estas
acciones, el dominio en el que se aplican, el instrumento al que se recurre y el
sujeto que actúa?"

La problematización ética no se expresa en la discusión de un orden normativo


sino en la exploración de un conjunto de mecanismos que, potenciando la relación
del individuo consigo mismo, modelan la subjetividad moral. La pretensión es
aprender una técnica de existencia a través de la cual el sujeto devendrá capaz de
producir sobre sí mismo una serie de transformaciones que constituirán, en su
propio acontecer, el acceso a la verdad.

Lo que se interroga pertenece a las escenas del devenir de una forma siempre
singular, siempre en movimiento hacia una estilización de la existencia 13. Lo que
rige la práctica del cuidado de sí pertenece más bien al orden de la persistencia.
Persistencia cuya continuidad no tiene otro eje que el que provee "la voluntad de
tener una bella vida y dejar a los otros el recuerdo de una bella existencia".

La problematización ética requiere el despliegue discursivo de la relación consigo


mismo; pero, en este caso, no hay ficción normalizadora. Lo que ordena la
experiencia no es un parámetro al que se puede recurrir a propósito de cada
interrogante particular. Tampoco se cuenta con una forma identitaria hacia la cual
aproximarse salvo la que se va dibujando y metamorfoseando a través de la
escritura de sí. Y si bien se trata de una reflexión, de una relación especular
consigo mismo, no hay un desdoblamiento entre un yo que cuestiona y un yo
objetivado. Aún cuando, en algunas experiencias, se prevé que este saber de sí
pudiera estar teñido de autoengaño (Foucault hace referencia a los Moralia de
Plutarco18) la preocupación no es analizar lúcidamente lo que tiende a ocultarse
sino mantener la firmeza de ánimo para lograr una completa posesión de uno
mismo.

En este contexto, la figura del maestro y la práctica del examen de sí mismo


resultan fundamentales para desplegar un lenguaje que permita subjetivar las
formas que se reconocen buenas, bellas, verdaderas. El imperativo sigue siendo
'volver la mirada sobre sí mismo'. Pero, como ya dijimos, no se trata de que el
sujeto se vuelva objeto de un discurso veraz. Esta figura prescriptiva del retorno a
sí mismo no pone en primer lugar la vigilancia sino la concentración. Para hacer
de la vida una obra de arte se necesita apartar la mirada de las cosas del mundo,
ocuparse intensamente del cultivo de sí y "transformar el discurso verdadero, la
verdad, en ethos"
"Esta técnica de vida exige saber cómo gobernarla para darle la forma más bella
posible. Artífice de su propio decir, se trata de reconstruir la formación y el
desarrollo de una práctica de sí que tenga como objetivo constituirse a uno mismo
como artesano de la belleza de su propia vida. Con ello, el cuidado de la verdad
es un cuidar de sí, en el campo de relaciones que abre; hay (de nuevo) un espacio
en el que el sí mismo aparece relatado y constituido en una relación consigo como
sujeto. Se restituye al decir su carácter de acontecimiento. Modo del decir
verdadero a través del gesto, la conducta o el valor: modo de ser. Decir como
cuidado de sí. Cuidarse como decir verdadero"

LA RAZON

La ética es la forma de actuar, es el comportamiento que tiene uno, es la práctica


de una cultura que fija la rectitud y el sentido de vida por la vía de principios que
nacen en el entorno familiar. Término que debería acompañar al de justicia, que es
un valor de la conducta humana; es una regla de vida para el ejercicio del
derecho, es una necesidad social; tiene principios y normas que otorgan a las
personas un trato idéntico. El ejercicio de ambos valores está encargado a
profesionales en leyes.

EL HOMBRE EN SOCIEDAD
Si el hombre ha conocido las virtudes y defectos de la sociedad y ha transitado por
el difícil camino de construirse a si mismo, no ignora que la principal y permanente
búsqueda del ciudadano, es el perfeccionamiento personal, sentido que se
entiende como la misión de transformarse en hombre libre y de buenas
costumbres, un hombre que busca practicar la fraternidad y el cambio hacia el
progreso humano, de todos quienes le rodean en la sociedad la que le toca vivir.
Explorar la ética, que este ciudadano intenta desarrollar, consiste tácitamente en
analizar sus emociones, cotejar sus valores e ir a la caza de todos los prejuicios
camuflados en los resabios de su vida. Por tanto es sin duda mucho el trabajo,
que debe realizar, sin embargo trabajará con el juicio, profundizará en el cimiento
y finalmente revestirá las techumbres.
El hombre construido de esta manera con todos sus defectos y virtudes, debe
tener la fuerza y voluntad para continuar derribando sus imperfecciones, como un
compromiso permanente, que crece en la medida que se aquilatan en toda su
magnitud, el sentido dialogal que ha de mantener con otros individuos, como un
deber ineludible, que lleva implícito la condición de universalidad al considerar a
toda la especie humana sin distinción de sexos, razas ni condición social,
permitiendo de este modo multiplicar, el efecto bienhechor de sus cualidades.
Para todos es conocido que en muchos pueblos, se contrasta la opulencia y la
miseria, que se clama por justicia e igualdad de oportunidades, para que el ser
humano alcance su desarrollo integral como persona. En concordancia con esa
aspiración, hombres despliegan sus mejores esfuerzos, convertido en líderes
sociales, para enfrentar el reto de progreso de todos los hombres.
Este ciudadano debe ser un hombre comprometido con su época, no importa su
posición social, ni el lugar donde se encuentre, oficina, fábrica, escuela, en el
campo o en la construcción. Su primer ideal es mantener el ejemplo perenne de
aquellos grandes hombres que lo han antecedido, teniéndoles como modelo de lo
que se puede llegar a ser.
Su conducta ética, es un potente juez que guiara la dirección de su conciencia,
definida ésta como la capacidad intuitiva sujeta al desarrollo y perfección por
medio del raciocinio y la experiencia, que permite conocer el bien por hacer y el
mal que se debe evitar, para la conservación del individuo y la especie humana.
Lo señalado parece una condición de idealismo casi estupido, en estos tiempos de
consumismo salvaje, de falta de preocupación por el otro distinto de si mismo, si
quizas no sea facil ni tampoco sea posible, sin embargo se observa en la juventud
un gran gesto de cambio hacia una condicion etica por el cambio que queda
implícita en sus actos.
Salvador Allende mencionaba en un discurso en Mexico, en la Universidad de
Guadalajara hace un tiempo atrás lo siguiente:
Hay Jóvenes viejos que comprenden que ser universitario, por ejemplo, es un
privilegio extraordinario en la inmensa mayoría de los países de nuestro
continente. Esos jóvenes viejos creen que la universidad se ha levantado como
una necesidad para preparar técnicos y que ellos deben estar satisfechos con
adquirir un titulo profesional. Les da rango social y el arribismo social, caramba,
que dramáticamente peligroso, les da un instrumento que les permite ganarse la
vida en condiciones de ingresos superiores a la mayoría del resto de los
conciudadanos
Y estos jóvenes viejos, si son arquitectos, por ejemplo, no se preguntan cuantas
viviendas faltan en nuestros países y, a veces, ni en su propio país. Hay
estudiantes que con un criterio estrictamente liberal, hacen de su profesión el
medio honesto para ganarse la vida, pero básicamente en función de sus propios
intereses.
Allá hay muchos médicos -y yo soy medico- que no comprenden o no quieren
comprender que la salud se compra, y que hay miles de hombres y mujeres en
América Latina que no pueden comprar la salud; que no quieren entender, por
ejemplo, que a mayor pobreza mayor enfermedad mayor pobreza y que, por tanto,
si bien cumplen atendiendo al enfermo que demanda sus conocimientos sobre la
base de los honorarios, no piensan en que hay miles de personas que no pueden
ir a sus consultorios y son pocos los que luchan porque se estructuren los
organismos estatales para llevar la salud ampliamente al pueblo.
ÉTICAS FORMALES.

Como ya apuntamos más arriba, las éticas formales no buscan un fin último o Bien
Supremo, no quieren lograr ningún objeto moral concreto. Por esto tampoco
señalan el modo en que debemos comportarnos, es decir, cuáles son los fines
para conseguir nuestro objetivo. Su propuesta es que debemos actuar por el deber
mismo. Para éstas, no es moral actuar para conseguir un premio o para evitar un
castigo. Es moral actuar por el puro respeto al deber, a la ley, a la razón. Las
éticas formales, a diferencia de las materiales, sí que son autónomas y
universales.

Según Kant, el “valor moral de una acción no está en el propósito o la finalidad,


sino en la máxima de actuar por deber”. Una máxima es un principio básico que
guía nuestra conducta, por ejemplo “jamás traicionaré a mis amigos” o “por
defender a mi familia mataría”. El valor moral de una acción es independiente,
pues, de la finalidad, y también del resultado: Por ejemplo, si colaboro con una
organización dando dinero para construir una escuela en Burundi, mi acción tiene
valor moral porque cumple con un deber, a saber, el de ayudar a los demás sin
esperar nada a cambio. Imaginemos que el voluntario al que le ofrezco mi dinero
es un estafador. A pesar de que el dinero no ha sido destinado para construir la
escuela, mi acción no pierde valor moral, porque la intención es lo que cuenta,
independientemente del resultado o del propósito. Es una acción moral porque he
actuado siguiendo el principio de actuar por deber.

La ética no es un frío conjunto de normas abstractas y generales que se aplican a


casos concretos, pues no nos dice qué tenemos que hacer, sino que nos ayuda a
decidir por nosotros mismos, a ser felices, a encontrar la forma de alcanzar la
felicidad y a tener una vida armónica. La ética requiere del ejercicio y la práctica
habituales, y ayuda al ser humano a vivir de acuerdo con su naturaleza y dignidad,
le enseña cómo vivir plenamente, cómo extraer de la vida lo mejor para que ésta
se convierta en un proyecto apasionante: enseña a ser persona.

ÉTICAS MATERIALES.

Las éticas materiales o de fines afirman que el ser humano tiene un fin
determinado en la vida. Así pues, la tarea de la ética será descubrir ese fin y
proponer los medios para lograrlo. Las éticas materiales defienden siempre un fin
concreto, material, que suele ser la felicidad, el bien, el placer, la utilidad, etc. Para
conseguir este fin determinado, son necesarios una serie de reflexiones,
decisiones y actos (medios) considerados mejores, válidos o correctos, en mayor
o menor medida, para alcanzar los fines.

Como ejemplos de éticas materiales tenemos el eudemonismo, el hedonismo, el


estoicismo, las morales de salvación, la ética de los valores o el utilitarismo.
Explicaremos las cuatro primeras y sus problemas y contradicciones.
Las éticas materiales tienen un defecto fundamental: no son autónomas ni
universales.
La autonomía moral es la etapa en la que el individuo sale de su minoría de edad
y establece sus propios principios, normas y valores morales. Es lo contrario de la
heteronomía, definida como la etapa del individuo en la que asimila de su entorno
(familia, escuela, sociedad) los principios, normas y valores morales. Las éticas
materiales son normas o recetas que indican cómo conseguir los fines propuestos,
pero esas normas no son las tuyas propias, sino normas de otros, que vienen
desde fuera.

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