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Veraneando en Zapallar

La obra 'Veraneando en Zapallar' de Eduardo Valenzuela presenta a Procopio Rabadilla y su familia, quienes se encuentran en una situación económica precaria mientras intentan mantener las apariencias durante su verano en Zapallar. Las tensiones entre Procopio y su esposa Robustina surgen por la falta de dinero y las expectativas sociales, mientras sus hijas discuten sobre sus novios y el futuro. La comedia se desarrolla en un ambiente familiar donde se entrelazan el humor y las críticas a la sociedad de la época.

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Veraneando en Zapallar

La obra 'Veraneando en Zapallar' de Eduardo Valenzuela presenta a Procopio Rabadilla y su familia, quienes se encuentran en una situación económica precaria mientras intentan mantener las apariencias durante su verano en Zapallar. Las tensiones entre Procopio y su esposa Robustina surgen por la falta de dinero y las expectativas sociales, mientras sus hijas discuten sobre sus novios y el futuro. La comedia se desarrolla en un ambiente familiar donde se entrelazan el humor y las críticas a la sociedad de la época.

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VERANEANDO EN ZAPALLAR

ESCENA PRIMERA
EDUARDO VALENZUELA OLIVOS Chileno (1882-1948).
Procopio y Robustina.
Procopio: (leyendo un diario). "Se encuentran veraneando en Zapallar el talentoso
abogado don Procopio Rabadilla, su distinguida esposa doña Robustina Jaramillo y
sus encantadoras hijas Amparo, Consuelo y Esperanza. ¡Qué tal el parrafito!
Robustina: Procopio... no me saques de mis casillas. En lugar de agradecerme lo
ACTO ÚNICO que hago por prestigiar nuestro nombre por asegurar e! porvenir de nuestras hijas...
por darte brillo.
La escena representa el patio de la casa de don Procopio Rabadilla. En primer Procopio: Sí... ya lo tengo en la tela de mis trajes.
término, a ambos lados, puertas que dan acceso a habitaciones interiores. Alegran Robustina: Intentas burlarte de mí... Procopio vulgar, hombre inútil.
el patio numerosas matas de zapallo con sus frutos, destacándose visiblemente. Procopio: Mujer, no me insultes, si no quieres que...
Robustina: Infame. Abogado sin trabajo.
Al levantar el telón, don Procopio está sentado leyendo atentamente el diario, Procopio: (sin hacerle caso.) Veraneando en Zapallar... Afortunadamente no
mientras doña Robustina examina unos figurines de modas, junto a una mesita de mentimos, porque este último patio de la casa ostenta unas hermosas matas de esa
bambú. Hay varias sillas en amable desorden. sabrosa legumbre.
Robustina: Claro. Muy justo. Muy natural. ¿Qué habrían dicho las amistades si
hubieran sabido que nos quedábamos en Santiago?
Procopio: Eres insoportable mujer, con tus pretensiones ridículas. Tan bien que
estaría yo a estas horas, dándome un paseo por las piscinas.
Robustina: Atisbando a las lolas... a las bañistas. Si te conozco, Procopio. Si sé que
eres un eterno enamorado.
Procopio: Exageras, mujer. Lo que hay es que soy aficionado a la geometría, y a
estudiar en el terreno las rectas, las curvas, los catetos y las hipotenusas...
Robustina: Pues, si quieres estudiar matemática, no tienes más que encerrarte en tu
cuarto.
Procopio: ¡Ay, la suspirada libertad! Y se dice que las mujeres no mandan. Yo no sé
qué mas pretenden las señoras con sus teorías feministas
Robustina: Nosotras somos las mártires del deber
Procopio: Y nosotros los mártires para pagar las cuentas de la modista, de! lechero
v de todo..
i Ah!, esta vida es horrible, desesperante. (En alta voz y paseándose a grandes
pasos). ¡Cómo encontrar consuelo, cómo hallar una esperanza, en dónde buscar
amparo a esta crítica situación...!
ESCENA SEGUNDA ESCENA TERCERA
Dichos y Luchito.
Dichos, Amparo, Consuelo y Esperanza.
Luchito (entrando): ¿Hay dificultades?
Amparo (entrando): ¿Nos llamabas papá? Procopio: Sí, hijo mío tu madre...
Consuelo (entrando): Aquí estamos Robustina: Tu padre era el que...
Esperanza (entrando): ¿ Qué deseas? Luchito: En fin, la paz se ha restablecido. Me alegro.
Procopio (primero extrañado, y recordando después): -Ah, de veras. Me olvidaba, Procopio: ¿Estabas estudiando?
hijas mías, que os llamáis Amparo, Consuelo y Esperanza, aunque precisamente Luchito: Sí, papá, inglés. Es difícil, pero ya me va gustando.
sois lo contrario de esos dulces nombres. Procopio: Muy bien. Es un ramo útil. Sobre todo para entenderse con los gringos. Tú
Amparo: ¿De qué conversabais? sabes que siempre andar como nubes por todas partes
Robustina: ¿De qué ha de ser, hijas mías? De nuestra situación, de que tu padre no Robustina: ¿Y cómo andan los repasos de geografía?
cesa de protestar por el encierro voluntario a que nos hemos sometido para guardar Luchito: Te diré. De la geografía no me preocupo
las apariencias. mucho, porque se está modificando constantemente.
Consuelo: Es una situación atroz. Consuelo: (siguiendo la conversación que ha mantenido con sus hermanas en un
Esperanza: Horrible. grupo aparte, en primer término): ¿Qué será de Carlos?
Consuelo (a don Procopio): ¿Cómo no lograste papá, juntar dinero para salir a las Amparo: ¿Y de Ernesto?
playas? Esperanza: Es terrible no tener noticias de nuestros novios.
Procopio: Porque los juicios son pocos. Ya la gente no litiga como antes, Ya se está Consuelo: De seguro que irán a Zapallar por vernos.
convenciendo de la verdad de que "más vale un mal arreglo que un buen pleito". Y Amparo: ¿Y al no encontrarnos se pondrán a cortejar a otras?
porque finalmente todo os lo habéis gastado vosotras en trajes, zapatos, bailes, etc. Esperanza: Por Dios. No quiero figurármelo. (Siguen conversando entre sí,
Amparo: (escandalizada): ¿Has oído, mamá? animadamente).
Robustina: No le hagas caso. Por él ojalá salierais vosotras con trajes de percal, o Procopio: (a Luchito): Es una vergüenza. Reprobado en tres exámenes. Y en cada
sin trajes. Vuestro padre no sabe de lujo, ni de distinción (despreciativamente). uno con tres negras.
Desciende de la familia de los Rabadilla; mientras que yo soy noble y de antigua Robustina: Si hubiera sido con una solamente, habrías pasado bien.
estirpe... (con mucha dignidad y orgullo). Soy de los Ja-ra-mi-llos... Entre mis Luchito: Lo mismo digo yo. Mi ideal habría sido salir con una sola negra... (Aparte).
antepasados se encuentran un general y un obispo. Sería pedir peras al olmo Con una negra picara: la Teresita que me quiere mucho. En fin, echaremos un
pedirle a tu padre distinción, chic, savoir faire, confort. No pertenecerá jamás a la vistazo a la ciudad. Treparemos al observatorio (Trepa en la escala que está
élite... apoyada en el muro.) Caracoles, ¿ Qué es eso? ¿Una humareda en la casa vecina?
Procopio: ¿Quieres traerme el diccionario, Amparo, para ir traduciendo lo que me Procopio (temeroso): Deja ver (sube a la escala.) ¡Dios mío, lo que faltaba: un
dice tu madre?... Es una suerte que me insulte en francés, porque así no me entero incendio! Habrá que ir poniendo en salvo los muebles.
inmediatamente... Consuelo: ¡Ay, Dios mío!
Esperanza: Ampáranos, Virgen de los afligidos.
Luchito: ¡Qué situación más ridícula!
Procopio (a Luchito): Corre, Grita. Llama a los bomberos.
Robustina: No... No.
Todos: ¿Eh?
Procopio: Pero mujer, ¿qué pretendes?
Robustina: Nada, que no podemos salir. (Imperiosamente) ... Que no sale nadie.
Procopio: Pero ¿estás loca, mujer?
Robustina: Nosotros no estamos aquí. Estamos en Zapallar, ¿entiendes? Si la casa
se quema, nos quemaremos en ella.
Procopio: No me agrada la perspectiva...
Amparo: Pero, ¿qué hacemos? ESCENA CUARTA
Consuelo: Hay que pensar algo.
Esperanza: Yo me siento mal. Procopio solo. Luego, Robustina.
Luchito: Yo protesto.
Robustina: ¡Chits! Ni una palabra. El ridículo sería espantoso. A ver Luchito, sube al Procopio (solo): Al fin. Voy a respirar aire, a estar un rato en libertad, lejos de la
observatorio y ve si cunde el incendio. férula de esta reina del hogar. Compraré las provisiones de costumbre, las dejaré
Luchito: No, el humo disminuye. Parece que el fuego ha sido sofocado por los encargadas donde un amigo de confianza en casa de Jerez, en seguida iré a echar
propios moradores. una modesta cana al aire y a beber unas copitas con unos buenos amigos que
Consuelo: ¡Gracias, Dios mío! están veraneando como yo. Este Jerez es muy diablo. Anoche me facilitó para los
Procopio: Respiro. efectos de esta aventura una barba postiza, con la cual podré andar tranquilo, sin
Amparo: San Antonio Bendito ha hecho un milagro. que nadie me reconozca. (La saca del bolsillo y la examina.) Por cierto que no le he
Esperanza: No. Ha sido San Expedito, santo que hace las cosas ligerito. dicho ni una palabra a mi mujer de este disfraz. (Hace aspavientos y habla mientras
Amparo: Yo le hice una manda. oculta la barba en su bolsillo.)
Esperanza: Y yo también. Robustina (entrando y sorprendiéndolo): ¿Qué es eso?... ¿Que estás hablando
Amparo: Yo un paquete de velas para su altar. solo? ¿Qué significan esos movimientos?
Esperanza: Y yo otro. Procopio: Problemas, hija mía. Problemas...
Amparo: Bueno, papito. Danos la plata para comprar las velas. Robustina: ¡Ah!
Procopio: Pero entonces, ¿qué gracia tiene que ustedes hagan la manda? Procopio: (después de ponerse el sobretodo y el sombrero): Bueno, mujer. Hasta
Amparo: Es que nosotros ponemos la intención, pero tú pones la plata. luego.
Procopio: Lo de siempre: yo soy el eterno pagador. Bueno, niñas. Ya se está Robustina: No tardes ¿eh?... Y mucha discreción.
oscureciendo y es conveniente que os dediquéis a hacer vuestras labores. (Se van Procopio: Pierde cuidado. Hasta luego, esposa mía.
Amparo, Consuelo y Esperanza.) (A Luchito): Tú, estudiante reprobado, a repasar Robustina: Válgame Dios Lo que cuesta mantener el prestigio de nuestra posición
tus libros. A ver cómo sales en marzo. (Se va Luchito) (A su mujer): Tú querida social.
Robustina, a zurcirme los calcetines. En estos tiempos no se pueden comprar
nuevos. Y yo, me largo a la calle. ESCENA QUINTA
Robustina: ¿Eh?
Procopio: Claro mujer. A comprar provisiones para el día de mañana. Robustina y Amparo.
Robustina: De veras, me olvidaba. Bueno. Puedes salir pero vuelves luego.
Procopio: ¡Ah, claro! Anda, tráeme el, sombrero y el sobretodo. (Se va Robustina.) Amparo: (entrando): ¿Y papá?
Robustina: Salió ya, hija mía.
Amparo: ¡Qué contrariedad! Yo tenía que hacerle unos encargos y...
Robustina: Los dejas para mañana, entonces. No hay más remedio.
Amparo: ¡Qué rabia me da no poder salir a la calle, pasar al correo, ver si hay
cartas!
Robustina: ¿Carta de quién?
Amparo: De las amigas, naturalmente. (Aparte.) Y si hay alguna del novio, tanto
mejor. ¿Qué será de Ernesto?
Robustina: ¿Cómo Ernesto? ¿No es tu novio Agamenón7
Amparo: No es; era.
Robustina: ¿Cómo así? Explícate, porque yo francamente no me doy cuenta de
estos cambios tan repentinos. Por lo demás eres poco expansiva con tu madre.
¿Quién es ese Ernesto?... ¿Dónde lo conociste?
Amparo: En casa de los Gómez. Tu sabes que todos los martes tienen sus
reuniones, … en una de ellas fui presentada a él. Simpatizamos en e! acto.,. Es un uniformes. Prefiero un señor de edad.
mozo muy guapo, viste muy bien, está empleado en un ministerio. En fin, es un Amparo: ¡Qué horror!
excelente partido. Yo no he querido decirte nada, porque no tenía seguridad de sus Consuelo: ¡Qué atrocidad!
intenciones, ni si todo iba a reducirse a simples conversaciones, pero parece que Esperanza: Un señor de edad pero con dinero, que me dé lujo, que me dé gusto en
Ernesto piensa seriamente. todos mis deseos, que me compre joyas, trajes y auto. No desespero encontrarlo.
Robustina: Me alegro mucho, hija mía,, Pero Agamenón. ¿Qué irá a decir Amparo: ¿Pero no te atrae el amor, la juventud, la simpatía que emanan de las
Agamenón? miradas cariñosas, la emoción que experimentamos al ver de improviso al ser
Amparo: Nada, ¿Qué puede decir? No me gusta ese hombre. No tiene dónde amado?
caerse muerto. Es muy antipático. Y luego el nombre que lleva, tan largo y tan. feo: Esperanza: Sí. Todo eso es muy lindo, muy encantador, muy poético. Pero no se
A-ga-me-nón. Há-game el favor mamá, de no hablarme más de él. encuentra fácilmente y, sobre todo, a nuestro alcance. Un novio que sea al mismo
Robustina: Pero de todos modo, habría que darle alguna explicación. tiempo joven rico e inteligente, y en la imposibilidad de encontrar las cosas al gusto
Amparo: Ninguna, mamá. Porque has de saber también que a tu candidato de una, opto por lo práctico, por un señor de edad que tenga dinero.
Agamenón se le ha visto cortejando a la Rosa del Campo, a la Violeta del Valle, a la Consuelo: Lo que desea ésta (señalando a Esperanza) es quedar viuda, joven y con
Hensia de los Ríos, a la Margarita Montes, a la... plata. Un partido ventajoso, como dicen los hombres.
Robustina (interrumpiéndola): Basta, hija mía. Se ve que ese individuo no es un Robustina: Bueno. Basta de charlas, y a descansar. Está un poco fría la noche, y no
hombre: es un picaflor. Es un pájaro de cuentas. Has hecho bien en darle conviene estar al sereno. Fácilmente se puede coger un resfrío.
calabazas. Consuelo: Está bien mamá, Nos vamos (se van todas a sus habitaciones.)

ESCENA SÉPTIMA
ESCENA SEXTA
Luchito solo. Saliendo en puntillas de su habitación y con el sombrero en la mano,
Dichos, Consuelo y Esperanza. en actitud de salir.

Consuelo (entrando): No, si quien las ha dado ha sido él. Luchito: Nadie. No hay nadie afortunadamente. Lo que es yo,, me escurro con todo
Robustina: ¿Cómo es eso? ¿Estabas escuchando? Eso es muy feo. sigilo. Estoy harto de inglés, de matemáticas y de geografía.. (Se va sin hacer ruido.)
Esperanza (a Consuelo): Faltas a la verdad. He sido yo la que lo ha despedido. No
soy como tú, que desesperas porque no encuentras un novio a tu gusto. A mí me ESCENA OCTAVA
sobran. Amparo sola, entrando pensativa.
Consuelo: (irónicamente): Las ganas.
Robustina: Pero, qué barbaridad. Parece que los sentimientos fraternales Amparo: ¿Qué será de Ernesto? La última vez que lo vi, fue a la salida de misa...
desaparecen al tratarse de estos asuntos. (Se oye ruido en el patio de una de las casas vecinas.) (Alarmada): ¿Quién podrá
Esperanza: Es que son muy delicados. ser si no hay nadie allí ahora? ¿Habrá entrado algún ladrón?...
Amparo: Bueno. Basta. Será como ustedes quieran, pero es el hecho que yo seré la
primera en contraer nupcias. Porque lo que eres tú (refiriéndose a Consuelo) no te ESCENA NOVENA
fíes de tu cadetito. Amparo y Ernesto.
Consuelo: ¿Te da envidia?
Amparo: Lástima. Porque suponiendo que te fuera bien hasta la terminación de sus Ernesto: (asomando arriba del tejado, por la casa vecina): Soy yo, Ernesto.
estudios, -lo que sería un milagro-, cuando ingresara al ejército habría que pedir Amparo: Cielos ¡qué placer! ¿Tú aquí?... Pero ¿a qué se debe esta sorpresa? ¡Qué
permiso para que se pudiera casar contigo. Son muchos trámites. Hay que gustarle vergüenza me da al mismo tiempo!
a los padres, a los hermanos, a los tíos, a todos los parientes, y todavía hay que Amor mío, "a Zapallar me dijiste que te ibas", y a Zapallar fui. No estabas. Entonces
gustarle al gobierno. Es terrible. dije; "Estará en otro Zapallar... y, efectivamente, aquí te veo.
Robustina: Podías aprender de vuestra hermana menor. Tiene más sentido práctico Ernesto: Pero, ¿cómo...como has sabido?
Esperanza: Sí, mamá. Yo no deseo jóvenes arrogantes, guapos, o con vistosos Ernesto: Por una casualidad. Verás. Rondaba frente a tu casa, imaginándome verte
en los balcones, fresca como una rosa y encantadora como siempre, cuando con Esperanza: Que reposes bien.
gran asombro mío veo salir sigilosamente a tu hermano Luis; ¡tate! me dije. Aquí hay Robustina: Lo mismo digo, hijitas. Hasta mañana. (Se van primero Consuelo,
gato encerrado. Y como tocó la coincidencia que la casa vecina estaba desocupada, Amparo y Esperanza por distintas puertas; luego, Robustina.)
aquí me tienes.
Amparo: Bueno, Ernesto; pero no vaya a verte alguien en esa postura, con lo cual ESCENA UNDÉCIMA
nos comprometerías. Voy a abrirte la puerta de calle y conversaremos unos pocos
minutos con más tranquilidad. Amparo, sola.
Ernesto: (asustado). ¡Ay!
Amparo: ¿Qué es eso? Amparo: (Saliendo de su cuarto y entrando a escena de puntillas.): El pobre Ernesto
Ernesto: Que me parece que tiembla... debe estar esperándome. Voy a abrirle la puerta y charlaremos un momento. En
Amparo: De veras. Por Dios, bájate. seguida vuelvo.
Ernesto: Hasta luego. (Ernesto desaparece tras el tejado).
ESCENA DUODÉCIMA
ESCENA DÉCIMA
Amparo y Ernesto.
Amparo, Consuelo, Esperanza y Robustina.
Amparo: Chits. Calladito. Que nadie se entere.
Consuelo: (entrando): Mamá ... mamá. Está temblando... Ernesto Nadie, alma de mi alma... (le declara cómicamente su amor).
Esperanza: ¡Dios mío, qué susto! Amparo: ¿Y cuentas ya con algo para nuestra boda?...
Consuelo: Amparo... Ernesto: Cuento con la muerte de mi tío y padrino Sebastián, que, como no tiene
Esperanza: Lucho... familia y me profesa un cariño entrañable, me instituirá su único heredero.
Consuelo: Salgamos a la calle. Amparo: ¿Y tendremos que esperar que fallezca para ver realizados nuestros
Robustina: No. A la calle, no, Por nada del mundo. ideales?...¡Qué triste y fúnebre es eso!
Consuelo: Yo me siento mal. Ernesto: La vida es así (filosóficamente). "De la muerte nace la vida, en una
Esperanza: Las piernas no me sostienen. constante renovación..." que sería largo explicarte... porque los minutos son
Amparo: Y parece que sigue todavía. preciosos. ¿Me quieres mucho, verdad?
Consuelo: Con seguridad que va a venir otro remezón Nunca viene uno soío. Amparo: ¿Y me lo preguntas, ingrato? Te amo locamente. Pienso en ti a todas
Esperanza: Siempre me acuerdo del terremoto de... horas. Sueño contigo casi todas las noches.
Consuelo (asustadísima): ¿No lo decía? ….. Ernesto: ¿Qué sueñas? Dime.
Amparo: Corramos a 1a, calle. Amparo: Sueño que yo estoy toda vestida de blanco, tú de frac, correctísimo, y
Consuelo: Salgamos, sí. (Llamando.) Lucho,.. Lucho. frente a nosotros... el sacerdote bendiciéndonos. Cincuenta automóviles lo menos,
Esperanza: Parece que no está. ¿Habrá salido? esperando afuera en la calle la salida de la concurrencia.
Robustina (imperativa): Bajad la voz, y estaos quietas. Aprended de vuestra madre... Ernesto: Yo sueño lo mismo, pero en una parroquia humilde. (Aparte) Así se gasta
(Aparte), que tampoco las tiene todas consigo. ¿No veis? Ya pasó (pequeña pausa.) menos.
¡Ea! A recogeros, niñas, que ya es hora de entregarse al reposo. En cuanto a ese Amparo: ¡Qué ocurrencia! Y ¿el qué dirán?
insubordinado de Lucho, mañana arreglaremos cuentas. Robustina (adentro): Auxilio... Amparo ... Consuelo... Esperanza.
Consuelo: Cualquiera duerme tranquila. Amparo: Virgen santa. ¿Qué ocurrirá?... Escóndete aquí. En seguida saldrás. Yo te
Esperanza: Esta vida es insufrible. avisaré. ¿Qué pasará?... (Ernesto se oculta entre las plantas). ¡Ay, qué susto!
Robustina: Basta de rezongos.
Consuelo: Cualquiera encuentra marido con esta situación.
Esperanza: Nadie quiere casarse.
Robustina: Paciencia, hijas mías.
Consuelo: Buenas noches, mamacita.
ESCENA DECIMOTERCERA Ernesto (respetuosamente): Señora
Robustina (cayendo nuevamente en el sillón): Por favor, no me mate usted.
Amparo, Consuelo, Esperanza y Robustina. Ernesto: No, señora. Si no pienso en matarla, usted esta equivocada. Yo soy
Ernesto, que amo a su hija Amparo, y he venido aquí a salvar a usted y a los suyos
Consuelo (entrando): ¿Qué ocurre? de la audacia de los bandoleros.
Esperanza (entrando): ¿Qué pasa? Robustina: ¿Es verdad, hija miar1
Robustina (entrando rápidamente, con bata y gorro de dormir, presa de un Amparo: Sí, mamacita. Es mi novio.
verdadero pánico): Hijas mías... algo terrible. No puedo hablar. Robustina: ¡Oh, caballero! ¿Cómo le podremos pagar este favor? Busque usted al
Amparo: Pero ¿qué sucede? Explícate, por favor. ladrón y échelo fuera... sin que se entere la policía, sin que se entere nadie.
Robustina (con palabras entrecortadas): Sucede que hay ladrones... hay ladrones Ernesto: Bien, señora. Acato sus órdenes. Voy a proceder a registro de las
en la casa. habitaciones. Mientras tanto, ocúltese usted con Amparo y no salga hasta que yo la
Consuelo: ¡Dios mío! llame.
Esperanza (asustadísima): Huyamos. Robustina: Bueno. (Aparte.) Estoy más muerta que viva. (Se van Amparo y
Robustina (prosiguiendo su relato): Un bandido... barbudo y siniestro... quiso Robustina.)
introducirse en mi dormitorio.
Amparo: ¡Qué horror!
Consuelo: Y ¿dónde está? ESCENA DECIMOQUINTA
Robustina (desfallecida): No lo sé, hijas mías. No he tenido fuerzas sino para salir
afuera para llamaros. Ernesto, solo.
Esperanza: Llamemos a la policía.
Robustina (sobreponiéndose a su propia turbación): No. Eso no. Sería para que el Ernesto: Lo malo es que no traigo arma alguna. (Se registra los bolsillos.) ¿Y si el
ridículo cayera sobre nosotras. Ustedes saben que no estamos aquí. ¿Entienden? bandido lleva puñal?... (Pausa) ¡Ea!... ánimo... resolución. (Dirigiéndose a una
Estamos en Zapallar, de manera que si nos roban, debemos dejarnos robar. puerta y retrocediendo.) Pero no, no me atrevo... ¡Qué falta me hace mi revólver!
Amparo: Pero, mamá... Hay que tener presente que está empeñado... mi amor propio, mi honor de
Consuelo: Debemos hacer algo. caballero. Debo, pues, afrontar la situación. ¿Qué hacer? La verdad es que yo, al
Robustina: Si hubiera un hombre a quien acudir... salir de casa, no me figuré el lío en que iba a meterse. Pero, por ella,, estoy
dispuesto a iodo. Moriré por ella corrió un paladín de los tiempos heroicos.
ESCENA DECIMOCUARTA (Transición). El escándalo que voy a formar si el ladrón pretende atacarme, va a ver
para contarlo. La verdad es que tengo miedo de penetrar en las habitaciones. Yo
Dichos y Ernesto. preferiría esperarlo aquí, en el patio. Aquí hay más cancha, más campo para la
lucha... y para huir en caso necesario. Pero no. Huir no. ¿Qué diría mi Amparo?
Ernesto (presentándose bruscamente, al oír las últimas palabras): A sus órdenes, Debo mostrarme ante sus ojos como un valiente. Venga, pues, corno revólver
señora. improvisado, la llave de mi casa. Con ella apuntaré al bandido, si se atreve a
Consuelo: ¡Uy!, el ladrón... (corre desesperada.). Esperanza, huyamos. presentarse.
(Consuelo y Esperanza se van, dando gritos. Doña Robustina cae desmayada en un
sillón. Ernesto no halla qué hacer, Amparo está toda confundida).
Ernesto: Pero, Amparo mía ¿qué ocurre?
Amparo (sobresaltada): Ocurre que... hay ladrones en casa, y no hallamos cómo
expulsarlos. Estamos solas. Toca la casualidad que Lucho y papá salieron. ¿Qué
hacer?
Ernesto: Ante todo, serenidad ... calma, yo lo prenderé.
Amparo: Gracias, Ernesto mío. Gracias.
Robustina: (volviendo en sí). ¿Se fue el ladrón ya?
ESCENA DECIMOSEXTA Ernesto: Eso es lo que yo le pregunto a usted, so bandolero... Y no se acerque más
... porque disparo...
Ernesto y Amparo. Procopio: Habráse visto.
Ernesto: Salga de esta casa inmediatamente.
Amparo:¿Lo encontraste, Ernesto? Procopio (aparte): Pero ¿estoy soñando? ¿O me habré equivocado de casa?...
Ernesto: No. Todavía no; pero estoy buscándolo. Debe estar escondido ¿sabes? Como veo medio turbio. Pero no. Por el Zapallar la reconozco.
Posiblemente me ha visto y ha dicho para sí; voy a tener que habérmelas con un Ernesto (aparte): Vacila, tal vez, entre fugarse o atacarme. ¿Irá a sacar sus armas?
hombre... "ésta no es conmigo"... Y se ha ocultado. Procopio: (bruscamente): Caballero tendrá usted que explicarme cómo se encuentra
aquí.
ESCENA DECIMOSÉPTIMA Ernesto: (retrocediendo): No tengo que explicarle nada. Salga usted a la calle

Dichos y Robustina. ESCENA DECIMONOVENA

Robustina (entrando): ¿Encontró usted al bandido ya? Dichos, Consuelo, Esperanza y un carabinero. Luego, Amparo y Robustina.
Ernesto: Todavía no, señora, pero estoy buscándolo, debe haberse escondido,
posiblemente debajo de las camas, porque no se ha puesto a alcance de mi vista. Consuelo: (entrando): Por aquí...
Robustina: Búsquelo pronto, señor, para salir de esta situación angustiosa. Esperanza: (entrando) Pase usted.
Amparo: Sí, Ernesto mío, búscalo, pero no arriesgues tu vida. 'Tú sabes que ella me Carabinero (entrando): ¿Dónde está el ladrón?
pertenece. Procopio (señalando a Ernesto): Ahí..
Ernesto: Voy, amada mía voy (con un gesto heroico.) Empiezo a registrar las Ernesto (señalando a Procopio): Este es. Carabinero:¿En qué quedamos? ¿A cuál
habitaciones... (aparte) y empiezo a sentir un temblor de piernas que no puede me llevo preso?...
sostenerme. (Entra por una puerta lateral.) Consuelo (en la duda): Llévese a los dos.
Amparo: Tranquilízate, mamá, por Dios. Ya ves. Ahora no estamos solas, tenemos Amparo (entrando): No. Eso no, Carabinero, el ladrón es ese hombre barbudo.
quién nos defienda. Y Ernesto es un valiente, no cabe duda. ¿Verdad, mamá?
Robustina: (asustada). Escóndete, hija mía. Escóndete. Robustina (que ha entrado con Amparo): Sí, carabinero. Ese hombre es el que quiso
Amparo:¿Qué hay?... introducirse en mi cuarto.
Robustina: El bandido... ¿ves?... El bandido... el hombre barbudo (se refiere a Procopio: Naturalmente.
Procopio, que entra pensativo a escena, sin verlas), Carabinero: ¡Entonces hay circunstancias agravantes: robo nocturno, con
Amparo: (corriendo a ocultarse con su madre en el costurero): ¡Virgen santa! premeditación y alevosía.
Procopio: (aparte): ¿Pero es que estoy soñando?... No, la culpa la tiene Jerez que
ESCENA DECIMOCTAVA me hizo tomar tanto.
Ernesto: Concluyamos.
Procopio, solo. Luego, Ernesto. Robustina: Sí, sáquelo usted fuera (aparte al carabinero) y déjelo en libertad. No
queremos que se pase parte.
Procopio (entrando; trae puesta la barba postiza, el cuello del sobretodo levantado, Carabinero (aparte): Este es un lío.
lleno de tierra; en una palabra, está inconocible. Viene bastante bebido.): Yo no sé Procopio (a Robustina): Bueno. Dejémonos de bromas y vamos a acostarnos, hijita.
qué le ha dado a mi mujer por huir de mí. El hecho de que yo haya tomado unas Robustina:¿Otra vez?
cepitas... no es motivo suficiente para que huya así. La verdad es que bebí mucho. Ernesto: Yo lo mato. (Apunta con la llave.)
Cosas de Jerez... que me retuvo en su casa más de lo que yo pensaba. Amparo (interponiéndose): No. No lo mates. Por favor, Ernesto mío
Ernesto: (entrando): ¡Caracoles! Aquí está el ladrón... (Dirigiéndose a Procopio.) Procopio: ¡Ah! Con que "Ernesto mío" ¿eh? Muy bien, muy bien.
¡Miserable... (Apuntándole con la llave.) Salga usted afuera... o, de lo contrario, hago Robustina (aparte): Esa voz...
fuego... Carabinero: Basta de escándalos. Vamonos para la comisaría. (Toma a Procopio de
Procopio: Pero, hombre, ¿quién es usted? ¿Por qué está aquí? un brazo)
Ernesto: Sí. Eso es. Robustina: Bueno. Adiós. Y mucho silencio.
Procopio: Pero, Robustina, ¿permites que me lleven preso?...
Consuelo (extrañada): Sabe su nombre... ESCENA VIGÉSIMA
Procopio: No me conoces? Soy tu marido.
Robustina: dudosa: ¿Procopio?,. ¿Pero esa barba? Dichos, menos el carabinero.
Procopio: De veras. No me la había quitado. (Se la quita.) Ha sido un olvido. Como
tengo la cabeza trastornada. Procopio (dirigiéndose a Robustina): Y ahora, hija mía, convendrás conmigo en que
Robustina: ¿Era postiza? así no se puede vivir...
Procopio (aparte a Robustina): Sí. Me la puse para que no me reconocieran; para Consuelo: Pasamos en constante zozobra. Esperanza: En perpetua alarma.
guardar el incógnito, por obedecerte-. Amparo, incendio, temblores, ladrones... Es un martirio estar encerrada. Volvamos a
Ernesto (aparte): ¿Cómo explicar? (Queda pensativo.) Santiago mamá. Es decir, ya que estamos en él, volvamos "socialmente" por medio
Procopio (a Robustina): Y luego, hija mía, que la verdad se ha de decir: pasé a de los periódicos. Robustina: Bueno. Ya está. ¡Qué ha de hacérsele! Acepto. (A
tomar unas copi-tas. Consuelo.) Escribe, hija mía. (Consuelo se sienta a la mesa, toma un block se
Robustina: ¿Y el susto que me has dado? dispone a escribir.) (Dictándole): "Han regresado de Zapallar el eminente abogado
Procopio: Se pasará. Pasará, como a mí también se me pasará... la borrachera. don Procopio Rabadilla, su distinguida esposa doña Robustina Jaramillo y sus
Ernesto (aparte a Amparo): ¿Y qué hago yo en esta situación? encantadoras hijas Amparo, Consuelo y Esperanza."
Amparo (aparte a Ernesto): Pedirle perdón, naturalmente, y en seguida pedirle mi
mano. La ocasión la pintan calva.
Ernesto (aparte para si): No me queda otro recurso. (Arrodillándose.) Perdón, papá.
Procopio: ¿Cómo es eso de "perdón, papá?
Ernesto: Sí, señor. Yo amo a su hija locamente. Yo deseo hacerla mi esposa, ante
Dios y ante los hombres, con todos los requisitos legales.
Procopio (indignadísimo): Sinvergüenza. ¿Y me quería asesinar y echarme a la
calle? Carabinero, lléveselo preso. (El carabinero intenta llevarse a Ernesto.)
Amparo (interponiéndose): No, eso no. Papacito lindo. Perdónalo. Si no nos
perdonas... si no consientes en nuestra unión... moriremos...
Robustina: Perdónalos, Procopio. En lo que solicitan, llevan la penitencia.
Procopio: ¿Pero, usted cuenta con algo?
Ernesto: Sí, señor, cuento con... Bueno, le diré. Yo soy de familia rica y, aparte de
esto, estoy ocupado en el ministerio. Luego me van a ascender, tengo personas
influyentes que podrán conseguirme un puesto de importancia con una renta
apreciable, y nada nos faltará.
Procopio: Vaya vaya... Los perdonaré. ¡Qué hemos de hacerle! (Los abraza)
Carabinero: ¿De manera que no hay ladrones ni hay nada?
Ernesto: Sí, los hay: (por Amparo) esta niña, que me ha robado el corazón.
Procopio: (refiriéndose a Robustina). Y esta mujer que me roba la libertad.
Carabinero: Bueno, dejarse de bromas, que no estoy para pláticas, Yo voy a pasar
el parte...
Robustina: No, No. (A Procopio). Pásale algo para que no dé un escándalo. Es
preciso que todos ignoren lo que ha ocurrido aquí.
Procopio (al carabinero): Tome, joven... (le pasa dinero) para cigarros, y para un
trago si a mano viene.
Carabinero: Se agradece. Buen dar con las cosas que pasan.

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