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ESCUELA NORMAL PROFR. “SERAFÍN PEÑA”.

ALUMNO:
ÁLVARO MIGUEL MEDINA ALANÍS.
MAESTRA:
SANDRA LETICIA TREVIÑO GONZÁLEZ.
CURSO:
PRÁCTICA DOCENTE Y PROYECTOS DE MEJORA
ESCOLAR Y COMUNITARIA.
TRABAJO:
NARRATIVA DE JOPD.
FECHA:
12/06/2025.
“La escuela y sus problemas no son impedimento para mejorar la convivencia”

Introducción

La escuela primaria en la cual implementé el proyecto titulado “Me conozco y conozco a


los demás” lleva por nombre Escuela Primaria Alfredo Garza Ríos. Esta institución
educativa se localiza en el municipio de Linares, Nuevo León, específicamente en la
colonia Río Verde, una zona caracterizada por presentar un nivel socioeconómico medio
bajo. Este contexto influye de manera significativa en las dinámicas cotidianas tanto
dentro como fuera del entorno escolar, ya que la comunidad enfrenta distintas
problemáticas sociales, económicas y familiares que, en muchos casos, repercuten
directamente en el comportamiento y el desempeño de los estudiantes. Durante las
observaciones realizadas en esta escuela, se identificaron diversas situaciones que
dificultan la sana convivencia entre los alumnos, especialmente dentro del aula. A partir
de este diagnóstico, se detectó una necesidad clara y urgente de atender los aspectos
socioemocionales del grupo, razón por la cual surgió la propuesta del proyecto. Este tiene
como principal finalidad fortalecer la convivencia escolar desde una perspectiva formativa
e integral, enfocándose en el desarrollo de habilidades emocionales y sociales que
permitan a los estudiantes mejorar su relación consigo mismos y con sus compañeros. El
proyecto fue aplicado en un grupo de primer grado, lo que implica trabajar con niñas y
niños que se encuentran en una etapa temprana de desarrollo, donde están formando sus
primeras experiencias escolares formales. A esa edad, es común observar
comportamientos impulsivos o dificultades para gestionar sus emociones, lo que puede
traducirse en constantes conflictos o desacuerdos durante las interacciones cotidianas. En
efecto, se observaron disputas recurrentes entre los alumnos, las cuales, aunque pueden
parecer menores, representan señales de alerta que, si no se abordan de manera
oportuna y adecuada, podrían intensificarse y generar un ambiente escolar negativo,
afectando no solo la convivencia, sino también los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Conscientes de ello, el proyecto “Me conozco y conozco a los demás” se diseñó con un
enfoque preventivo y formativo, basado en estrategias que promueven el
autoconocimiento, la empatía, la autorregulación emocional y el respeto hacia la
diversidad. A través de una serie de actividades estructuradas y adecuadas al nivel
evolutivo del grupo, se buscó fomentar un clima escolar más armónico, seguro y
respetuoso, donde los estudiantes pudieran expresarse libremente, resolver conflictos de
manera pacífica y fortalecer sus vínculos con los demás. En suma, esta propuesta
educativa parte del reconocimiento de una necesidad real y contextual, y se sustenta en la
importancia de promover una convivencia escolar positiva desde los primeros años de
formación académica. Atender estos aspectos desde edades tempranas no solo
contribuye a mejorar el ambiente en el aula, sino que también sienta las bases para una
formación integral que impacte positivamente en la trayectoria escolar y personal de cada
alumno.

Desarrollo

La problemática central que se abordó en el presente proyecto educativo, titulado “Me


conozco y conozco a los demás”, fue la convivencia escolar, la cual se identificó como un
aspecto crítico dentro del grupo de 1°B de la Escuela Primaria “Alfredo Garza Ríos”. Esta
problemática surgió a partir de múltiples observaciones realizadas durante las actividades
de ayudantía, donde fue evidente una serie de conflictos interpersonales entre los
alumnos, así como dificultades en el control del grupo por parte del docente. Las
manifestaciones de esta problemática se tradujeron en una variedad de comportamientos
disruptivos, que iban desde acciones leves como interrumpir constantemente la clase,
hablar fuera de turno o no respetar las indicaciones, hasta situaciones más graves como
discusiones fuertes y peleas físicas entre compañeros. Estos conflictos afectaban no solo
el ambiente del aula, sino también el rendimiento académico y el bienestar emocional de
los alumnos, generando un clima de tensión que obstaculizaba el desarrollo armónico del
grupo. Ante esta situación, se consideró pertinente diseñar y aplicar un proyecto
pedagógico con enfoque formativo, cuyo objetivo principal fuera mejorar la convivencia
escolar, fomentando el conocimiento personal y el reconocimiento del otro como parte de
una comunidad de aprendizaje. El título del proyecto, “Me conozco y conozco a los
demás”, responde precisamente a esta intención: impulsar en los niños de primer grado el
desarrollo de habilidades socioemocionales básicas, como el autorreconocimiento, la
empatía, la autorregulación y la comunicación asertiva, que son esenciales para
establecer relaciones positivas y resolver conflictos de manera pacífica. El proyecto fue
pensado como una intervención integral que combinara actividades lúdicas, reflexivas y
colaborativas, permitiendo a los estudiantes identificar comportamientos inadecuados y
comprender las consecuencias de sus acciones dentro del entorno escolar. A través de
dinámicas concretas, se promovió la reflexión colectiva sobre temas como el respeto, la
tolerancia, el trabajo en equipo y la importancia de escuchar al otro. Cada una de estas
acciones estuvo orientada a construir un clima escolar más armonioso y participativo, en
el que todos los alumnos se sintieran valorados y seguros. Asimismo, el proyecto incluyó
un componente de seguimiento y evaluación formativa, con el propósito de observar los
cambios en la actitud y comportamiento de los alumnos a lo largo de las sesiones. Se
buscó no solamente resolver conflictos puntuales, sino generar un cambio sostenido en la
cultura de convivencia del grupo, sentando las bases para una mejor interacción entre los
estudiantes a lo largo de su trayectoria escolar. El propósito general del presente proyecto
es que los alumnos del grupo 1°B desarrollen la capacidad de relacionarse de manera
sana, respetuosa y empática con su entorno y con las personas que lo conforman,
promoviendo así un ambiente escolar armónico y propicio para el aprendizaje. Se busca
que los estudiantes fortalezcan sus habilidades sociales y emocionales, de modo que
puedan convertirse en individuos socialmente activos, responsables y conscientes del
valor de la convivencia pacífica, comprendiendo la importancia de actuar con respeto,
solidaridad y sentido de pertenencia en los distintos espacios que comparten con sus
compañeros. Este proyecto tiene como eje central la formación en valores y la educación
socioemocional, abordando aspectos fundamentales como el respeto por la diversidad
cultural, la inclusión de todos los miembros del grupo, la empatía hacia los demás y la
resolución pacífica de conflictos. Al interior del aula, se detectaron conductas que
obstaculizaban una convivencia adecuada, tales como interrupciones constantes, falta de
respeto entre compañeros, discusiones y, en algunos casos, enfrentamientos físicos. Por
ello, se diseñó una intervención didáctica cuyo propósito es no solo reducir esas
irregularidades, sino también formar conciencia en los alumnos sobre sus propias
acciones y el impacto que tienen en el bienestar colectivo. A través de actividades
planeadas cuidadosamente, el proyecto busca que los niños reconozcan sus emociones,
aprendan a regularlas y sean capaces de expresar sus ideas y sentimientos de forma
asertiva, favoreciendo un clima escolar positivo en el que predomine el diálogo, la
cooperación y la confianza mutua. Además, se pretende que los alumnos comprendan el
valor de la diversidad, no como una barrera, sino como una riqueza que fortalece la
convivencia y enriquece la experiencia educativa. La metodología empleada en este
proyecto fue el Aprendizaje Basado en Problemas (ABP), un enfoque pedagógico
centrado en el alumno que promueve el desarrollo de habilidades cognitivas, sociales y
emocionales a través de la resolución de situaciones reales o simuladas que representan
un reto para los estudiantes. Esta metodología resultó especialmente adecuada para
abordar la problemática de la convivencia escolar, ya que permite a los alumnos ser
protagonistas de su propio proceso de aprendizaje, enfrentando conflictos o dificultades
que deben analizar, comprender y solucionar de manera colaborativa. El ABP tiene
múltiples beneficios en el contexto de este proyecto. Uno de los más relevantes es que
motiva al alumno a reflexionar sobre su entorno inmediato, identificar los problemas que lo
afectan, en este caso, las conductas que perjudican la convivencia en el aula, y participar
activamente en la búsqueda de soluciones. A través de esta metodología, se diseñaron
actividades que presentaban a los estudiantes situaciones problemáticas relacionadas
con el respeto, la inclusión y el trabajo en equipo, y se les invitaba a proponer estrategias
para mejorar esas dinámicas. Además, el Aprendizaje Basado en Problemas fomenta el
trabajo colaborativo, la toma de decisiones y el pensamiento crítico, ya que no se trata
únicamente de recibir información, sino de aplicarla en contextos reales, en los que los
alumnos puedan experimentar las consecuencias de sus acciones y aprender de ellas. En
cada actividad, los niños no solo debían identificar un problema, sino también analizarlo,
discutirlo con sus compañeros y llegar a acuerdos para resolverlo de forma pacífica y
constructiva. Este enfoque metodológico permitió que los estudiantes se sintieran más
involucrados y responsables dentro del grupo, desarrollando al mismo tiempo habilidades
para la vida, como la empatía, la escucha activa, la resolución de conflictos y la
autorregulación emocional. De esta manera, el ABP no solo contribuyó a mejorar el clima
escolar, sino también a fortalecer competencias clave para la formación integral de los
alumnos desde una edad temprana. Hay actividades eficientes en este proyecto que les
ayudaron a tener una convivencia más sana:

En la sesión 1 se realizó una actividad que da una vista al pasado, el contexto escolar se
sitúa en Linares, así que se leyó un cuento de una historia que en realidad pasó, titulada
“el encuentro de dos culturas” y representa simbólicamente el momento histórico en el
que se encontraron las culturas indígena y española durante el proceso de la Conquista y
Colonización de América en el siglo XVI, y que a pesar de sus diferencias lograron
consagrar algo bueno. También realizaron un collage buscando imágenes de distintas
culturas en nuestro país y que forman nuestra cultura, observando la gran diversidad
cultural que tenemos, y que a pesar de eso, somos una nación considerada como una de
las más unidas. En la sesión 2 se realizaron actividades relacionadas con las emociones,
se realizó una actividad llamada “Pintando sentimientos compartidos” y esto fue favorable
para que los alumnos pudieran expresar y mediar sus emociones. Se realizó una actividad
titulada “cuidando mi comunidad y conviviendo mejor” en la sesión 3 donde los alumnos
escribieron en un post-it una forma de preservar y cuidar su comunidad, y esos post-it los
pegaron en una lámina. En la sesión 5 se realizó la actividad “arquitectos de la
comunidad”, donde se organizaron por equipos de 6-7 alumnos, y a cada equipo se le dio
una lámina con el título de la actividad, y dibujaron como les gustaría que sea su
comunidad en 20 años, algunos pusieron cosas como “con más bancas para sentarme y
platicar con mis amigos”, o “con más canchas para jugar futbol con mis amigos de la
calle”. En la sesión 7 se trabajó el tema de la igualdad de género, la primera actividad se
llamó “los globos explosivos”, se pegaron 10 globos en el pizarrón, y a lado, una lámina
con 3 apartados, “hombres”, “mujeres”, y “todos”, en cada globo hay una actividad
cotidiana y los alumnos tuvieron que explotarlos y pegar la actividad en el apartado que
ellos consideraban correcto, y les expliqué que en realidad no hay actividades “de
hombres”, o “de mujeres”, y que todos podemos realizar la actividad que más nos gusta
con libertad. Uno de los aspectos más destacables de este proyecto educativo es su
enfoque interdisciplinario, el cual permitió integrar de manera armónica los cuatro campos
formativos propuestos en el plan de estudios: Lenguajes, Saberes y pensamiento
científico, Ética, Naturaleza y Sociedades, y Lo Humano y lo Comunitario. Esta integración
enriqueció significativamente el proceso de enseñanza-aprendizaje, ya que posibilitó
abordar la problemática de la convivencia escolar desde diversas perspectivas del
conocimiento, generando un aprendizaje más completo, contextualizado y significativo
para los alumnos. El diseño del proyecto se estructuró de forma que cada campo
formativo contribuyera con herramientas y contenidos específicos para comprender,
analizar y transformar la realidad social del grupo, en relación con la convivencia dentro
del aula. En el campo de Lenguajes, por ejemplo, se desarrollaron actividades orientadas
al fortalecimiento de la expresión oral, la escucha activa, la lectura comprensiva y la
escritura reflexiva, con el fin de mejorar la comunicación entre los estudiantes y fomentar
el diálogo como medio para resolver conflictos. Desde el campo de Saberes y
pensamiento científico, se promovió el pensamiento crítico y el análisis de situaciones
hipotéticas relacionadas con el comportamiento, las emociones y sus consecuencias en la
convivencia. Se abordaron temas como la toma de decisiones, el autocuidado y la
observación de conductas, promoviendo que los estudiantes reflexionaran sobre sus
propias acciones y las de sus compañeros. En el campo de Ética, Naturaleza y
Sociedades, se abordaron contenidos vinculados con el respeto por los demás, la justicia,
la igualdad, la diversidad cultural y la importancia de las normas para la vida en
comunidad. Se trabajaron elementos de historia, geografía, cívica y ética, y vida en
sociedad, permitiendo que los estudiantes comprendieran que la convivencia armoniosa
no es solo una necesidad del aula, sino un principio fundamental para cualquier
comunidad humana. El campo de Lo Humano y lo Comunitario, por su parte, tuvo un
papel central en el proyecto, ya que permitió el abordaje explícito de las habilidades
socioemocionales, como el reconocimiento y manejo de emociones, la empatía, la
cooperación y el sentido de pertenencia. Fue en este campo donde se reforzó la
importancia de construir vínculos positivos y de aprender a convivir en un entorno
respetuoso, incluyente y seguro. Además, se incorporaron contenidos de otras disciplinas
como artes y vida saludable, lo que permitió diversificar las actividades y hacerlas más
atractivas y dinámicas para los alumnos. A través del arte, los niños pudieron expresar
sus emociones y reflexionar sobre sus vivencias, mientras que los temas de salud y
bienestar reforzaron hábitos que también influyen en una convivencia más armónica,
como la higiene, la alimentación, el descanso y la regulación emocional. A lo largo del
desarrollo del proyecto “Me conozco y conozco a los demás”, se implementó una amplia
variedad de recursos didácticos, seleccionados cuidadosamente para favorecer el
aprendizaje significativo y, sobre todo, contribuir al cumplimiento del propósito general:
mejorar la convivencia escolar en el grupo de 1°B. Estos recursos no solo fueron
materiales tangibles o tecnológicos, sino también estrategias metodológicas y actividades
lúdicas que facilitaron la participación activa y el involucramiento emocional de los
alumnos. Entre los recursos materiales, se utilizaron láminas, dibujos, tarjetas con
emociones, cuentos impresos, hojas de trabajo, colores y recursos visuales como carteles
y organizadores gráficos. Estos materiales fueron clave para despertar el interés de los
niños y ayudarlos a expresar sus ideas, sentimientos y reflexiones sobre las situaciones
cotidianas que vivían en el aula. Asimismo, se hizo un uso estratégico de la tecnología
como herramienta educativa, integrando videos, canciones y presentaciones digitales que
abordaban temas como el respeto, la empatía, el trabajo en equipo y la diversidad. El uso
de contenido audiovisual fue altamente efectivo, ya que permitió captar la atención de los
estudiantes de forma inmediata y generar espacios de diálogo en torno a lo visto. Una
parte fundamental del proyecto fueron las actividades lúdicas y colaborativas, tales como
juegos de roles, dramatizaciones, dinámicas de grupo, y actividades artísticas. Estos
recursos pedagógicos, además de ser altamente motivadores, favorecieron el desarrollo
de habilidades socioemocionales esenciales como la escucha activa, la cooperación, el
respeto por turnos, la resolución de conflictos y la toma de decisiones en grupo. La parte
lúdica fue especialmente efectiva con alumnos de primer grado, ya que les permitió
aprender a través del juego, interiorizando valores y normas sin la presión de una
evaluación formal. En términos de efectividad, los recursos utilizados cumplieron con
creces los objetivos del proyecto. Se observó una mejora notable en la forma en que los
alumnos se relacionaban entre sí, así como una mayor disposición al diálogo, al trabajo
en equipo y a la autorregulación emocional. Las actividades y recursos empleados
lograron transformar situaciones de conflicto en oportunidades de aprendizaje y reflexión,
lo cual demuestra que una adecuada selección de herramientas pedagógicas, alineada
con un enfoque metodológico sólido como el Aprendizaje Basado en Problemas, puede
generar un impacto positivo en el ambiente escolar. Durante todo el proceso de
implementación del proyecto “Me conozco y conozco a los demás”, el papel tanto del
maestro como del alumno fue fundamental para alcanzar los objetivos planteados y
propiciar una mejora real en la convivencia escolar. Cada uno asumió un rol activo y
complementario que permitió el desarrollo de un ambiente de respeto, participación y
aprendizaje mutuo dentro del aula. En primer lugar, el docente actuó como mediador,
asumiendo el papel de un agente de cambio dentro del entorno escolar. Su función no se
limitó a impartir conocimientos, sino que consistió principalmente en crear las condiciones
necesarias para que los alumnos pudieran reflexionar, dialogar, tomar decisiones y
convivir de manera positiva con sus compañeros. Fue el encargado de diseñar y adaptar
las actividades del proyecto en función de las necesidades específicas del grupo,
observando cuidadosamente las dinámicas sociales del aula y proponiendo estrategias
para resolver los conflictos desde un enfoque constructivo y educativo. El maestro
también desempeñó un papel clave como modelo de comportamiento, mostrando en su
actuar diario valores como el respeto, la empatía, la paciencia, la equidad y la escucha
activa. Su actitud fue determinante para generar un clima de confianza en el que los
estudiantes se sintieran seguros para expresarse, compartir sus emociones y colaborar
con otros sin temor a ser juzgados. A través de su guía constante, supo cuándo intervenir
para mediar en los conflictos y cuándo dar espacio a los alumnos para que ellos mismos
encontraran soluciones. Por su parte, el alumno fue colocado en el centro del proceso
educativo, como un sujeto activo, autónomo y capaz de asumir responsabilidades sobre
su propio aprendizaje y sobre su manera de convivir. Lejos de ser un receptor pasivo de
instrucciones, el estudiante fue protagonista de cada una de las actividades, participando
con entusiasmo en dinámicas que lo llevaron a reflexionar sobre sus emociones, sus
acciones y su forma de relacionarse con los demás. A lo largo del proyecto, los alumnos
aprendieron a reconocer sus fortalezas y áreas de mejora en cuanto a la convivencia
escolar, a identificar los efectos de sus comportamientos sobre el grupo y a proponer
alternativas para resolver disputas de forma pacífica. Poco a poco fueron desarrollando
habilidades como la autorregulación emocional, la empatía, la comunicación asertiva y la
cooperación, lo cual contribuyó directamente a la transformación del clima en el aula. La
mejora de la convivencia escolar fue una tarea que trascendió las fronteras del aula y que
no se limitó únicamente al trabajo entre el docente y los alumnos. Para lograr un cambio
real y sostenido en el clima escolar, fue necesario involucrar a otros actores clave del
contexto educativo, cuya participación resultó esencial para reforzar los aprendizajes y
promover una cultura de paz, respeto y colaboración tanto dentro como fuera del aula.
Uno de los actores más importantes en este proceso fueron los padres y madres de
familia, quienes fueron informados desde el inicio sobre la problemática detectada en el
grupo de 1°B, pequeñas disputas, interrupciones y dificultades en la convivencia entre
algunos estudiantes. Se estableció un canal de comunicación constante y colaborativo
con las familias, a través de reuniones, notas informativas y conversaciones individuales,
con el propósito de hacerlos partícipes activos del proyecto. Se les explicó que su apoyo
desde casa era fundamental para reforzar los valores trabajados en clase, tales como el
respeto, la empatía y la resolución pacífica de conflictos. La respuesta de los padres fue
positiva, ya que mostraron disposición para colaborar, hablar con sus hijos sobre lo
trabajado en la escuela, y fomentar actitudes respetuosas y solidarias en el hogar. De
este modo, el mensaje del proyecto se extendió más allá del entorno escolar y se convirtió
en parte del proceso formativo integral de cada niño, generando un vínculo más fuerte
entre la escuela y la familia. Además, se contó con el apoyo de otros docentes y personal
educativo, como maestras de educación especial, personal de apoyo pedagógico y
directivos, quienes colaboraron para fortalecer el impacto del proyecto. Su participación
fue clave para dar seguimiento a los avances del grupo en distintos momentos del día
escolar y para asegurar que los principios de buena convivencia no se limitaran a las
actividades del proyecto, sino que se reflejaran en otros espacios, como el recreo, las
filas, el comedor o durante las clases de educación física y artística. Estos docentes, al
estar al tanto del proyecto, contribuyeron con estrategias, observaciones y sugerencias
que ayudaron a afinar el trabajo con el grupo. Algunos incluso desarrollaron actividades
complementarias o reforzaron los temas abordados durante sus propias clases, lo que
promovió un enfoque más coherente y transversal en toda la comunidad educativa. En
conjunto, la participación de estos actores externos al aula directa, pero internos a la vida
escolar, fue fundamental para ampliar el alcance del proyecto y garantizar su continuidad
más allá del tiempo formal de aplicación. Gracias a este trabajo colaborativo, se logró
fortalecer la cultura escolar del respeto, el diálogo y la inclusión, lo cual se tradujo en una
mejora visible en las relaciones entre los estudiantes y en el ambiente general del grupo.
La evaluación del proyecto “Me conozco y conozco a los demás” fue un componente
esencial para identificar los avances, reflexionar sobre las prácticas docentes, y
comprobar si efectivamente se habían generado cambios positivos en la convivencia
escolar del grupo de 1°B. Para ello, se aplicaron diferentes técnicas e instrumentos de
evaluación, tanto de carácter individual como grupal, cualitativo y cuantitativo, que
permitieron valorar el impacto del proyecto de forma integral. Se partió de una evaluación
diagnóstica, la cual se realizó al inicio del proyecto para detectar con claridad los
principales conflictos presentes en el grupo, así como las actitudes, emociones y
dinámicas sociales que requerían atención. A partir de esa información, se diseñaron
actividades específicas y se definieron los indicadores de logro relacionados con la
convivencia, tales como: respeto por turnos, capacidad para resolver conflictos, expresión
de emociones de forma adecuada, trabajo colaborativo y cumplimiento de acuerdos
grupales. Durante la implementación del proyecto, se utilizó una evaluación formativa y
continua, es decir, un seguimiento constante de las conductas y actitudes de los alumnos
en el desarrollo de las actividades. Se emplearon diversos instrumentos que ayudaron a
observar los cambios de manera objetiva como las rúbricas, se elaboraron rúbricas
específicas para valorar el desempeño de los alumnos en actividades como
dramatizaciones, debates, trabajos en equipo y reflexiones escritas o orales. Estas
rúbricas incluían criterios relacionados con la participación, el respeto hacia los demás, la
capacidad de escucha y la cooperación. Las listas de cotejo fueron útiles para registrar
conductas observables durante las dinámicas y momentos cotidianos del aula. Se
enfocaron en actitudes clave como el respeto a las normas, la ayuda mutua, la resolución
pacífica de desacuerdos y la interacción positiva entre compañeros. También escalas de
actitudes y estas se aplicaron de manera individual para evaluar aspectos emocionales y
sociales, tales como la empatía, el autocontrol y la disposición al diálogo. Se utilizaron al
inicio y al final del proyecto, permitiendo medir los cambios en las actitudes del alumnado
a lo largo del proceso. El docente realizó anotaciones cualitativas sobre momentos clave
que reflejaban avances o retrocesos en la convivencia del grupo. Estos registros
permitieron contextualizar las conductas observadas y entenderlas desde una perspectiva
emocional y situacional. Al final del proyecto, se aplicó una evaluación sumativa, que
permitió valorar en conjunto los aprendizajes alcanzados, tanto en lo académico como en
lo formativo. Se hizo una comparación entre la situación inicial y los resultados
observados al término del proyecto, destacando las mejoras en el clima del aula, la
reducción de conflictos, y el fortalecimiento de valores como el respeto, la tolerancia y la
solidaridad. Además, se consideraron evidencias de trabajo (producciones escritas,
dibujos, reflexiones colectivas, entre otras) como parte del portafolio de evidencias del
proyecto. Estas permitieron visualizar de forma tangible cómo los estudiantes
interiorizaron los conceptos de convivencia, inclusión y diversidad. Análisis de resultados:
fortalezas, dificultades y propuestas de mejora. La implementación del proyecto “Me
conozco y conozco a los demás” dejó resultados positivos y aprendizajes valiosos tanto
para los estudiantes como para el docente. A lo largo del proceso, se pudieron identificar
diversas fortalezas, así como dificultades que representan áreas de oportunidad para
futuras intervenciones. Este análisis resulta crucial para valorar el impacto del proyecto y
proponer mejoras que lo hagan aún más efectivo en contextos similares. Entre las
principales fortalezas observadas durante la ejecución del proyecto, destaca el hecho de
que sí hubo un cambio perceptible en el clima escolar. Varios alumnos que anteriormente
tenían constantes disputas o actitudes conflictivas hacia sus compañeros lograron
modificar su comportamiento, mostrar mayor apertura al diálogo y, en algunos casos,
reconciliarse y retomar relaciones de amistad. Esto es una señal clara de que las
actividades implementadas contribuyeron de manera significativa al desarrollo de
habilidades socioemocionales como la empatía, el respeto y la autorregulación. Otra
fortaleza fue el alto nivel de participación de la mayoría del grupo, quienes se involucraron
activamente en las dinámicas propuestas, mostraron interés por los temas tratados y se
expresaron con mayor seguridad conforme avanzaba el proyecto. También fue notable la
colaboración de las familias y docentes de apoyo, quienes reforzaron los valores y
actitudes trabajados desde sus respectivos espacios, lo cual permitió consolidar un
enfoque más integral y transversal. Sin embargo, también se presentaron algunas
dificultades durante la implementación. Una de las más relevantes fue la resistencia de
ciertos alumnos a participar en actividades que implicaban la expresión de sentimientos o
el reconocimiento de errores. En algunos casos, estos alumnos se mostraron reacios a
hablar sobre sus emociones o a establecer acuerdos de convivencia, ya sea por timidez,
inseguridad o desinterés. Esta actitud afectó parcialmente la dinámica grupal en
momentos clave, ya que frenaba la apertura y el diálogo colectivo. Otra dificultad fue el
tiempo limitado para llevar a cabo todas las actividades previstas con la profundidad
deseada. Dado que algunas sesiones requerían más tiempo para generar reflexiones
significativas, se tuvo que adaptar la planeación constantemente para ajustarse al ritmo
real del grupo. Esto implicó priorizar ciertas actividades por encima de otras, lo que limitó
la posibilidad de profundizar en algunos temas importantes como la inclusión o la
diversidad cultural. A partir del análisis de las fortalezas y dificultades, se propone como
mejora central para futuras implementaciones del proyecto, la incorporación sistemática
de espacios de diálogo individual y grupal programados dentro del horario regular,
mediante la estrategia conocida como “círculos de paz” o “asambleas escolares”. Estos
espacios permitirían: Fomentar una cultura de escucha activa y expresión emocional en
un ambiente seguro y sin juicios. Dar voz a todos los estudiantes, especialmente a
aquellos que muestran resistencia o timidez. Identificar conflictos a tiempo y trabajar su
resolución de forma anticipada.

Conclusiones

El desarrollo del proyecto “Me conozco y conozco a los demás” evidenció la relevancia de
intervenir pedagógicamente en las problemáticas relacionadas con la convivencia escolar
desde una perspectiva integral, emocional y formativa. A partir de una necesidad
concreta, las disputas y comportamientos conflictivos entre alumnos, se logró diseñar e
implementar una serie de actividades basadas en la metodología de Aprendizaje Basado
en Problemas (ABP), con el propósito de mejorar el clima del aula y fomentar relaciones
sanas entre los estudiantes. La mejora en la convivencia escolar sí es posible cuando se
trabaja con intencionalidad educativa, cercanía emocional y estrategias adecuadas. Los
resultados obtenidos muestran cambios positivos en las relaciones interpersonales del
grupo, la reincorporación de la amistad entre alumnos que antes presentaban conflictos, y
una mayor disposición de la mayoría del grupo hacia la colaboración, el respeto y la
reflexión conjunta. La interdisciplinariedad fue otro punto fuerte del proyecto, ya que
permitió abordar la problemática desde múltiples áreas del conocimiento, integrando
contenidos y habilidades de los cuatro campos formativos, Lenguajes, Saberes y
pensamiento científico, Ética, naturaleza y sociedades, y De lo humano y lo comunitario.
Esto amplió la comprensión de los alumnos sobre la importancia de la convivencia, no
solo como una norma de comportamiento, sino como un valor esencial en la vida escolar
y social. En cuanto a los recursos utilizados, se comprobó la efectividad del uso de
dinámicas lúdicas, actividades colaborativas y herramientas tecnológicas, las cuales
mantuvieron a los alumnos motivados y les brindaron oportunidades para aprender desde
la experiencia y el diálogo. La participación activa de otros actores del contexto escolar,
como las familias y docentes de apoyo, fue fundamental para dar continuidad y
coherencia al proyecto, fortaleciendo el sentido de comunidad educativa. La evaluación
integral, a través de rúbricas, listas de cotejo, escalas de actitudes y observaciones
directas, permitió valorar con objetividad los avances individuales y grupales,
evidenciando cambios concretos en la forma en que los alumnos se relacionan entre sí y
enfrentan los conflictos. No obstante, también se identificaron dificultades importantes,
como la resistencia de algunos alumnos a hablar de sus emociones o a participar
plenamente en las actividades, lo cual refleja la necesidad de seguir fortaleciendo el
trabajo socioemocional desde edades tempranas. Asimismo, se enfrentaron limitaciones
de tiempo y algunas restricciones para profundizar ciertos contenidos, lo que subraya la
importancia de contar con una planeación flexible y espacios sostenidos para el diálogo.

Anexos

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