El documento describe la arquitectura paleocristiana, incluyendo las catacumbas y cementerios subterráneos utilizados por los primeros cristianos. Explica que las catacumbas consistían en estrechas galerías con nichos en las paredes para entierros, y que en el siglo IV se abrieron espacios más amplios para ceremonias. También introduce la basílica como modelo arquitectónico adoptado por los cristianos después del Edicto de Milán en 313 d.C.