La escultura griega evoluciona desde una representación arcaica de la figura humana hasta una expresión idealizada del movimiento y la belleza durante el clasicismo. Destaca la búsqueda de proporcionalidad y armonía, con influencias de estilos orientalizantes y egipcios, reflejando valores espirituales y físicos. En la época helenística, se rompe con el idealismo para plasmar emociones de manera más realista.