El judaísmo concibe la muerte como la separación del alma y el cuerpo, marcando el fin de la vida terrenal y el paso al mundo futuro. Tras el fallecimiento, se siguen varios ritos como cerrar los ojos del difunto, lavar y vestir el cuerpo con una mortaja sin adornos, y enterrarlo rápidamente mirando hacia Jerusalén. El luto oficial dura un año, durante el cual los familiares recitan oraciones por el alma del difunto.