Rela Too Henry
Rela Too Henry
La feliz Inglaterra 2
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Entre las ventanas del cuarto hab a un
El REGALO DE LOS espejo de pared, alto. Quiz s ustedes sepan
c mo es un espejo de pared en un
REYES departamento de ocho d lares. Alguien muy
delgado y gil podr a obtener, mirando su
O. HENRY imagen en una r pida sucesi n de tiras
longitudinales, una idea bastante exacta de su
aspecto. Como Delia era esbelta, logr
Un d lar y ochenta y siete centavos. dominar aquel arte.
Era todo. Y setenta de los centavos reunidos
en peniques. Peniques ahorrados discutiendo De pronto se alej de la ventana y se
con el tendero, con el verdulero y el carnicero- par frente al espejo. Sus ojos brillaban, pero
Un dólar y ochenta y siete centavos Delia a los veinte segundos su tez perdi el color.
cont tres veces el dinero. Y al día siguiente Con gesto r pido se solt la cabellera y la
sería Navidad. dej caer cuan larga era.
Evidentemente, s lo pod a echarse Ahora bien, James Dillingham Young y
sobre el m sero lecho y llorar. Y eso fue lo que su mujer estaban orgullosos de dos cosas: del
hizo Delia. Mientras la se ora de la casa hace reloj de oro de Jim que hab a sido antes de su
sus labores de limpieza, echemos un vistazo a padre y de su abuelo, y del cabello de Delia.
su hogar. Era un apartamento amueblado de Nada había tan preciado como su cabello, y
los que cuestan ocho d lares a la semana. hasta un rey que viviera en el mismo edi cio,
suspiraría por tal pelo.
En el rellano del primer piso hab a un
buz n en el cual no pod a echarse ninguna As que, ahora, la cabellera de Delia
carta, y un timbre el ctrico al cual ning n cay ondulante sobre sus hombros, brillando
dedo mortal ser a capaz de arrancar un como una cascada de pardas aguas. Era casi
sonido. Tambi n pertenec a al apartamento como un vestido, al llegarle m s debajo de las
una placa que ostentaba el nombre de “Sr. rodillas. Y, entonces, Delia lo recogi de nuevo
James Dillingham Young”. nerviosa y gilmente. Por un momento se
sinti desfallecer y se qued inm vil mientras
Aquella placa hab a nacido a las caricias de la un par de l grimas mojaban la ra da alfombra
brisa de un periodo anterior de prosperidad, roja.
cuando a su due o le pagaban treinta d lares
a la semana. Ahora que sus ingresos se Luego, se puso la vieja chaqueta
hab an reducido a veinte, las letras del marr n y el viejo sombrero marr n. Todav a
apellido “Dillingham” estaban borrosas, como con aquel brillante fulgor en los ojos y un
si pensaran seriamente en ajustarse a una revuelo de faldas, sali nerviosamente del
modesta y humilde “D”. Pero siempre que el departamento y descendi por las escaleras a
se or James Dillingham Young regresaba a su la calle.
hogar y entraba en su casa del primer piso, lo
llamaban “Jim” y era calurosamente abrazado Poco despu s se detuvo frente a un
por la se ora Dillingham Young, quien ya ha
sido presentada al lector con el nombre de letrero que dec a: “Madame Sofronie.
Delia. Cabellos de todas clases”. Delia subi
Delia dej de llorar y se limpió las corriendo un tramo de la escalera y se paro,
mejillas con un pañuelo. Se detuvo frente a la jadeante. Madame Sofronie no parec a la
ventana. El siguiente día era Navidad y ella misma del letrero. Era m s blanca, m s fr a.
solo dispon a de un d lar con ochenta y siete
centavos para comprar un regalo a Jim. Hab a –¿Me compraría mi cabello? –pregunto.
ahorrado los centavos posibles durante Compro cabello –dijo madame–. Ve moslo.
meses y ese era el resultado. Con veinte Qu tese el sombrero.
d lares a la semana no se llega muy lejos. Los
gastos fueron superiores a lo calculado, como Delia dej caer la cascada de sus cabellos
siempre. S lo un d lar con ochenta y siete casta os.
centavos para comprar un regalo a Jim: su –Veinte d lares –dijo Madame, sopesando la
Jim. Hab a pasado muchas horas felices masa con mano experta. –D melos pronto –
imaginando algo bonito para l. Algo bello y dijo Delia.
raro. Algo aut ntico...Algo digno, una pizca
digno del honor de ser pose do por Jim.
La feliz Inglaterra 3
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¡Ah! Y qu velozmente transcurrieron las dos –Dios m o, te lo ruego. Haz que crea que
horas siguientes. Delia se dedic a sgonear todav a soy bella.
los bazares, buscando el regalo para Jim.
La puerta se abri y Jim entr
Por n lo encontr . Sin duda, aquello cerr ndola tras l. Estaba delgado y serio.
lo hab an fabricado para Jim y para nadie Pobre muchacho–...¡Ten a s lo veintid s a os
m s. En ning n otro bazar hab a nada y ya sobrellevaba una carga familiar! Carec a
comparable. Y ella los hab a registrado todos. de guantes y necesitaba un abrigo nuevo.
Era una cadena de reloj, de platino, muy
sencilla, de dise o humilde, que proclamaba Jim franque el umbral, inmóvil. Clav
su valor con su mero metal, sin necesidad de su mirada en Delia con una expresi n que su
ninguna ornamentaci n, como sucede con esposa no pudo descifrar y aquello la
todas las cosas de valor real. Era una cadena aterroriz . No era ni enfado, ni ira, ni
digna del reloj. Apenas la distingui , Delia desaprobaci n, ni horror, ni ninguno de los
supo que deb a ser para Jim. Se parec a a l: sentimientos que crey leer a en su rostro.
pose a valor y serenidad, ambos t rminos S lo sent a que su esposo la miraba jamente
aplicables a los dos. Val a veinti n d lares y con aire extra o.
volvi a casa, precipitadamente, con los
ochenta y siete centavos. Con aquella cadena Delia se levant nerviosamente y se
en su reloj, Jim pod a demostrar una acerc a l.
justi cada ansiedad por saber la hora en –Jim, querido m o –grit –. Me he cortado el
compa a de cualquiera. Porque, aunque el pelo. No me mires as . Lo vend porque quer a
reloj era estupendo, Jim siempre lo miraba a hacerte un regalo de Navidad. No te importa,
hurtadillas a causa de la desgastada correa ¿verdad? ¡Volver a crecer! ¡Tuve que hacerlo!
de cuero que usaba como cadena. El cabello me crece con mucha facilidad.
¡Dime, “Feliz Navidad”, Jim, y seamos felices!
Cuando Delia volvi a su hogar, su No puedes imaginarte qu bonito...¡qu
excitación cedi el paso, en parte, a la precioso regalo te he comprado!
prudencia y la raz n. Encendi el gas y
tomando las tenacillas del cabello se dispuso –¿Te has cortado el cabello? –murmur Jim
a reparar, en parte, los estragos causados por con pena, como si despu s de una intensa
la generosidad a adida al amor. Lo cual tarea mental s lo fuese capaz de advertir
siempre es una tarea terrible, queridos aquel hecho tan evidente.
amigos… Una tarea ingente.
–Me lo he hecho cortar y lo vend –a adi
En menos de cuarenta minutos, su Delia–. De todos modos, no te gusto lo
cabeza se cubri de apretados y diminutos mismo, aunque sin mi cabello, sigo siendo la
rizos que le hac an parecerse a un colegial misma ¿verdad?
que ha faltado a clases. Se mir en el espejo
larga, atenta y cr ticamente. Jim pase la mirada por el cuarto con
curiosidad.
“S Jim, antes de mirarme por segunda –¿Dices que te has quedado sin tu cabello? –
vez, no me mata, pensar que parezco una pregunt con un tono casi estúpido.
corista, pens . “Pero, ¿pod a hacer otra
cosa? ¡Oh! ¿Qu se puede hacer con un d lar –Lo he vendido, te digo –repuso ella–. No lo
ochenta y siete centavos? b u s q u e s . . . Ve n d i d o p a r a s i e m p re . E s
Nochebuena, cariño. Lo he vendido por ti, s
A las siete de la tarde, la cena ya bueno conmigo. Tal vez mis cabellos fuesen
estaba hecha y la sart n lista y caliente para importantes, pero m s importante a n es el
recibir la carne. amor que te tengo –prosigui la muchacha
con repentina y grave dulzura–. ¿Pongo la
Jim nunca se retrasaba. Delia apret la carne al fuego, Jim?
cadena del reloj que sosten a en su mano y se
sent junto a una esquina de la mesa, Pasada su impresi n del primer
pr xima a la puerta por la que entraba momento, Jim pareci despertar r pidamente
siempre Jim. Despu s oy sus pasos en la y abraz a Delia. Durante diez segundos
escalera en el primer rellano y se puso p lida miremos en direcci n opuesta a alg n objeto
por un primer momento. Ten a el h bito de sin importancia. Ocho d lares semanales o un
decir mudas plegarias por las cosas sencillas mill n anual...¿qu importa? Un matem tico o
y cotidianas y murmur . un hombre de ingenio nos dar a una respuesta
La feliz Inglaterra 4
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err nea. Los Reyes Magos traen regalos muy –Dejemos por el momento nuestros regalos
caros, pero aquel no estaba entre ellos. Luego de Navidad, Delia –dijo–. Son demasiado
explicaremos mejor esta a rmación. hermosos para usarlos ahora. Guard moslos.
Necesitaba dinero para comprarte las
Jim extrajo un paquete del bolsillo de peinetas, por eso...¡vend el reloj! Y ahora...
su abrigo y lo arroj sobre la mesa. ¿no crees que podr amos poner la carne al
fuego?
–No te formes una idea equivocada de m ,
Delia, –dijo–. Ning n corte de cabello ser Los Reyes Magos, como ustedes sin
capaz de hacerme querer menos a mi duda saben, eran unos se ores muy sabios –
mujercita. Pero cuando abras ese paquetito, maravillosamente sabios– que ofrecieron
comprender s por qu me desconcertaste regalos al Ni o en el pesebre. Inventaron el
tanto en el primer momento. arte de ofrecer regalos de Navidad. Como
eran sabios, sus presentes fueron, sin duda,
Los p lidos y giles dedos de Delia los m s sabios y tal vez tuvieran el privilegio
retiraron la cuerda y el papel. Y entonces, dio de poder ser cambiados en caso de resultar
un grito de alegr a; y luego...¡ay!, pas en repetidos. Y aqu , torpemente, les he contado
r pida transici n femenina a las l grimas y los a ustedes la tranquila historia de un par de
gemidos, lo cual motiv al se or del chicos atolondrados que viv an en un
apartamento el inmediato uso de todas sus apartamento y que sacri caron
facultades consoladoras. imprudentemente, el uno por el otro, los
tesoros m s grandes que pose an.
Porque frente a Delia estaban las
peinetas: el juego de las peinetas que admir Pero para terminar, digamos a los
durante mucho tiempo, en un escaparate de sabios de hoy en d a que, de todos los que
Broadway. Un par de bellas peinetas de hacen obsequios, esos dos fueron los m s
aut ntico carey, de bordes adornados con sabios. De todos los que dan y reciben
piedras preciosas y un tono de color regalos, los m s sabios son los seres como
adecuado para armonizar perfectamente con Jim y Delia. Ellos son los Reyes Magos.
su hermoso y desaparecido cabello. Su
coraz n hab a ansiado aquel par de peinetas 0. HENRY
de lujo sin tener la menor esperanza de
poseerlas alg n d a. Y ahora las ten a; pero las
trenzas que deb an adornar las codiciadas
peinetas hab an desaparecido.
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O. Henry. Un escritor de pluma tensar en demasía las intrigas para
encauzarlas hacia un desenlace que impacta
blanca por lo insólito, y, por tanto, poco verosímil.
Trasgrede la realidad, convirtiendo fenómenos
Jose M. Ramos. aleatorios en deterministas, y privándola de su
principal característica: el azar. El azar
siempre juega a favor de corriente del autor,
O. Henry, pseudónimo de William Sydney dirigiéndolo por un sendero cuyo nal ha sido
Potter, fue un escritor norteamericano en la determinado a priori, sorprendiendo al lector
transición del siglo XIX al XX que cultivó el con una conclusión que casi nunca deja
género del cuento con nal sorprendente e indiferente. De este modo, la imaginación y la
inesperado. Como no llegó a escribir una obra creatividad en O. Henry, supera esa exquisitez
de amplio alcance narrativo que lo incluyese realista, patrimonio exclusivo de los autores
en el panteón de autores reputados, la crítica europeos, y cuya carencia se le reprocha. Sin
literaria lo relegó a un segundo plano, pese a e m b a rg o n o s e p u e d e d e c i r q u e l a
la aceptación unánime del público. idiosincrasia de sus protagonistas no sea
auténtica; son sus actos y consecuencias lo
Como la mayoría de los escritores de su que se le cuestiona por ese afán de
época, O. Henry se dio a conocer en las ofrecernos una explosión de fuegos arti ciales
páginas de los periódicos, ejerciendo la en las últimas líneas de sus relatos.
profesión que sería un trampolín para muchos
de ellos: el periodismo. La prensa, vehículo de
transmisión de la narración corta e incluso no Para manipular los destinos de sus
tan breve con el folletín o publicación en personajes, y para subvertir una realidad
fascículos, le permitió darse a conocer y, con cotidiana, que en la mayoría de los caso
posterioridad, vivir de su labor como creador resultaría anodina, el autor recurre al
de fantasías del gusto de un público que esperpento como técnica literaria y, sobre
comenzaba a forjar los destinos de una gran todo, al humor, un humor reforzado con una
nación, a lo que la prensa iba a contribuir en prosa exquisita y un extraordinario dominio
gran medida. del eufemismo. Este estilo, rico en matices,
es muy propio de los autores norteamericanos
Original de Greenboro, un pueblo de Carolina que proceden del mundo periodístico:
del Norte, se asentó durante los últimos años Ambrose Bierce, Mark Twain, Bret Harte.
de su vida en New York, después de haber
tenido una tormentosa juventud y haber A diferencia de sus colegas europeos, de
estado encarcelado por un presunto desfalco moral más relajada, O. Henry es un escritor
perpetrado en el banco en el que trabajaba. que se caracteriza por una notable pulcritud.
Su actividad en el ámbito bancario se deja Siguiendo las pautas de la literatura
traslucir en muchas de sus narraciones, norteamericana, in uenciada por el
donde se advierte su conocimiento de primera puritanismo imperante en la sociedad,
mano de la jerga y entresijos de esa actividad. O.Henry es un autor para todo tipo de
público. Ni una palabra malsonante, ni un
Comenzó escribiendo cuentos cuya trama se personaje sórdido o moralmente reprobable.
desarrollaba en el Oeste, creando personajes Incluso los malvados y los personajes con
un tanto estereotipados, tales como forajidos, alguna carga de negatividad, tienen un alma,
cowboys, vagabundos, enmarcando sus una componente espiritual, una sensibilidad
aventuras en los áridos paisajes de Texas o que atenúa y redime sus pecados,
Nuevo Méjico. minimizando el carácter doloso de sus
comportamientos. Tal vez, esta benevolente
Sin embargo, en los diez últimos años de su mirada hacia los delincuentes sea
vida, cambió el marco rural por la agitación de consecuencia de la empatía que el autor llegó
la gran ciudad, esa concentración urbana que a establecer con sus compañeros de prisión.
determinará el destino de los personajes que
por ella pululan, poniendo al descubierto sus
anhelos, sus alegrías, sus penas, sus fortunas (…)
y sus miserias. O. Herny utiliza toda una
variopinta gama de personajes: mendigos,
mujeres solteras, matrimonios, aristócratas,
burgueses, policías… y los mueve a su antojo
con un realismo un tanto forzado, pues llega a
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